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La aportación de los estudiantes nuevoleoneses en la lucha contra el neoliberalismo

Colegio Civil. 1968
El movimiento ¡No disparen! iniciado por los estudiantes norteamericanos a raíz de la última masacre en una escuela preparatoria de laFlorida ha alcanzado repercusión internacional. La convicción conque los estudiantes que lo lideran defienden su causa desafía la lógica de la arbitrariedad institucionalizada. Sus encendidos discursos contra la venta y el uso indiscriminado de armas que ha ocasionado tantas muertes de inocentes, incluidos diecisiete de sus compañeros, estremecen las conciencias de quienes los escuchan. Sus intervenciones en entrevistas, con toda la razón que les asiste, imanan la adhesión de las audiencias y su asistencia a las multitudinarias movilizaciones que se han generado por todos los Estados Unidos. El poder de persuasión de los lúcidos mensajes de estos combativos preparatorianos despierta reminiscencias del movimiento estudiantil que surgió en nuestra Universidad el sábado 9 de marzo de 1968.
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Ese día los lectores de los periódicos regiomontanos abrieron los ojos desmesuradamente cuando leyeron un documento en el que Eduardo Ángel Elizondo Lozano, un gobernador comprometido con los intereses de la clase económicamente poderosa, pretendía privatizar nuestra Universidad. Al igual que estos iluminados estadounidenses que actualmente libran con denuedo las batallas de los sin voz, el estudiantado universitario neoleonés como un solo hombre fuerte y decidido, hace medio siglo abrazó con pasión y valentía la defensa de nuestra universidad pública. La publicación de ese aristocratizante anteproyecto de ley, hijo prematuro de los Chicos de Chicago, tuvo como respuesta inmediata la masiva movilización de los casi 16,000 estudiantes con que contaba la Universidad en ese entonces.
Para el siguiente miércoles 13 de marzo del 68, en pleno celebrado en la Facultad de Leyes ésta se declaró en paro indefinido contra el proyecto Elizondo. En esa misma dirección se pronunciaron por la huelga las asambleas estudiantiles de 19 escuelas y facultades de la Universidad de Nuevo León. Ante la precisa y compacta embestida del estudiantado universitario, el gobernador Elizondo, que había utilizado su rectorado en la universidad (1965-1967) como trampolín para la gubernatura, se presentó en la cafetería de la Facultad de Comercio y Administración para exponer y defender su proyecto. Dirigentes estudiantiles como Raúl Ramos Zavala, Eduardo González Ramírez y otros representantes de escuelas ahí presentes rebatieron sus frágiles argumentos con absoluta firmeza y fundamentación. La pregunta lógica que se le hizo a Elizondo fue la de cuál sería el destino de los impuestos rebajados puntualmente al pueblo trabajador, originalmente destinados en primer plano a la salud y a la educación. ¿Acaso irían a parar, sin tocar baranda, a los bolsillos de los funcionarios públicos del PRIgobierno?
Cuando el reaccionario gobernador precursor del Neoliberalismo les quiso endilgar el sambenito de que los estudiantes que hacían huelgas estaban fallando a su deber moral con la sociedad y que su obligación era ponerse a estudiar, Ramos Zavala le contestó que era primer lugar de su generación en la Facultad de Economía.
En esa improvisada asamblea y con todo el aparato de los medios de difusión a su servicio, el gobernador industrial, como solía llamársele, quería vender su plan educacional a toda costa. Su anteproyecto de ley tenía como enunciado medular este apartado: “que quien quisiera estudiar y tuviera con que hacerlo pagara su educación y quien careciera de recursos lo hiciera con un crédito a cubrir tras la culminación de sus estudios”. Este postulado, cuyo objetivo era convertir a la Universidad de Nuevo León en un negocio rentable, seguramente no fue producto de una ocurrencia personal congruente con su ideología elitista.
Tres meses después de la publicación del “Plan Elizondo”, en junio 4 de 1968, el presidente del Sistema Bancos de Comercio: Manuel Espinosa Yglesias presentó el mismo “Plan” en su discurso de inauguración del nuevo campus de la Universidad Anáhuac en la Ciudad de México. En la página web de esta institución, perteneciente a la congregación religiosa de los Legionarios de Cristo, se puede leer en el apartado de su historia que en ese acto de su inicio de labores, Espinosa Yglesias propuso la educación privada mediante un sistema de préstamos Becas-Créditos para “resolver el problema de la educación superior en México”.
Esta toma de posición del banquero más prominente de la época da margen a suponer que el “Plan Elizondo” no fue un proyecto unilateral sino una estrategia nacional concebida en alguna asamblea de la CAINTRA (Cámara de la Industria de la Transformación de Nuevo León), la ABM (Asociación de Bancos de México), la CONCANACO (Confederación de Cámaras Nacionales de Comercio), la CANACO (Cámara de Comercio de Monterrey) o alguna otra organización del sector empresarial nacional o regional.
También a nivel internacional el Banco Interamericano de Desarrollo o el Fondo Monetario Internacional podrían haber estado detrás de este fatídico “Plan”. Estas instituciones tienen una larga historia de intervención en las políticas locales de sus países miembros, no sería de extrañar su interferencia ahora con vistas a lucrar en una institución educativa, en este caso nuestra Universidad, que por sus características operativas de oferta y venta de un servicio básico como es la educación mantendría un rebaño de deudores cautivos a largo plazo. No debemos olvidar que en los archivos de esa época liberados por la CIA altos funcionarios del gobierno mexicano, incluido el propio presidente Díaz Ordaz y su secretario de gobernación Luis Echeverría, figuraban en su nómina como agentes de inteligencia de los Estados Unidos.
La Constitución claramente establece: “Toda la educación que el Estado imparte, será gratuita” y esa fue la bandera que enarboló el estudiantado de la UNL en aquel mes de marzo del 68. De no haber emprendido los universitarios neoleoneses esa lucha, los estudiantes preparatorianos y de estudios superiores de Monterrey y de México en su totalidad se encontrarían sujetos a un esclavizante endeudamiento de por vida que solo favorecería a los intereses de la clase dominante. Se encontrarían en las mismas circunstancias de penoso cautiverio crediticio en que se mantienen millones de personas que una vez desearon obtener una educación universitaria en los Estados Unidos.
La “regulación educacional Elizondo” que pararon los estudiantes universitarios neoleoneses en 1968 está vigente en los Estados Unidos. Ese “Plan” impera flagrantemente en este país sujetando a la mayoría de su población al pago mensual de los préstamos que recibieron para pagar sus estudios superiores. Hipoteca neoliberal que al finalizar los estudios puede ascender a varias decenas de miles de dólares que se multiplicarán exponencialmente por los intereses conforme pasen los años. El día de la graduación de esos estudiantes, con su título en la mano también reciben el primer pagaré de su deuda estudiantil que tendrán que pagar ineludiblemente. Una vez que son contratados en algún centro de trabajo, muchas veces, esos pagos obligados son descontados automáticamente de sus cheques salariales. Los descuentos aparecerán incluso en sus cheques de pensionados cuando ya estén retirados debido a los altísimos intereses que con el paso del tiempo se le fueron agregando a su original préstamo estudiantil.
De todo ese viacrucis que implica ver los ingresos familiares afectados por el pago de una deuda estudiantil producto de una legislación tramposa se vio librado el pueblo neoleonés gracias a los activistas universitarios que plantaron cara y no dejaron avanzar a los enemigos de nuestro pueblo. Hay una deuda moral con esa generación de dignos universitarios que estudiaron en la Universidad de Nuevo León a finales de los años sesentas y principios de los setentas y asumieron como un deber moral natural la defensa de los intereses de nuestro pueblo.
La valerosa participación de esos estudiantes altruistas en esa contienda contra la reacción regiomontana ha sido malversada por los medios masivos anestesiantes que solo manejan su versión sesgada de los hechos. Borloteros, agitadores comunistas, vendepatrias son algunas de las retorcidas etiquetas que les colgaron. En gran medida la atmósfera de desinformación sobre su fecunda participación en esta histórica contribución a la economía popular ha sido ignorada si no tergiversada por los estudiosos de los fenómenos sociopolíticos norestenses.

Movimiento estudiantil en Nuevo León 1968.
El 17 de abril del 68, tras seis semanas de lucha intermitente, en la que también participó el Sindicato de Trabajadores de la Universidad de Nuevo León, cuyo secretario general era Carlos Ruiz Cabrera, el Consejo Universitario votó el contundente rechazo del anteproyecto de ley promovido por el gobernador Elizondo. El Consejo Estudiantil, organismo independiente integrado por representantes de diversas escuelas que fungió como cabeza del Movimiento hizo un excelente trabajo coordinando la intensa movilización estudiantil a través de regulares asambleas organizativas en el Aula Magna. Su efectivo liderazgo se desprendía de la absoluta confianza de la base estudiantil en la solidez moral de sus dirigentes y en los coherentes y articulados planteamientos conque esbozaban los mecanismos de lucha a seguir.
De las diversas escuelas y facultades que se mantenían en paro, partían diariamente activistas en brigadas de información política al pueblo sobre la afrenta mortal a su economía que pretendía imponerles el gobernador Elizondo. El Consejo Estudiantil gestionaba diversas medidas para el avance del Movimiento entre las que se incluyó la entrega de un pliego petitorio al gobernador Elizondo el primero de abril. En ese documento se le plantearon las demandas más ingentes para el óptimo funcionamiento de la Universidad.
El producto del “boteo” de las brigadas era destinado a pintura y brochas para “pintas” y a la impresión de más volantes para su distribución entre la población. Con ello, se intentaba contrarrestar el efecto estigmatizador del Movimiento por parte de la “prensa vendida” como solía denunciársele. Las bardas eran los anuncios espectaculares de nuestras consignas, la repartición de panfletos apostaban al efecto de la honda de David contra Goliat ya que la campaña propagandística condenatoria de los medios informativos al Movimiento era abrumadora. Su mensaje reiterativo era criminalizar a los estudiantes presentándolos como enemigos públicos. En la mejor de las ópticas se les tildaba de haraganes revoltosos que desaprovechaban la preciosa oportunidad que se les ofrecía para educarse.
Con todo y esa incesante descarga de oprobios contra el estudiantado El Consejo Universitario, intregrado en una gran mayoría por activistas destacados del movimiento estudiantil que habían sido electos consejeros de sus escuelas, echaron al bote de basura de la historia la iniciativa privatizadora de la educación media superior y superior. La experiencia política que trajo consigo la derrota del “Plan Elizondo” sentó las bases para la continuación de la lucha por la autonomía de la UNL que se obtendría el año siguiente en 1969.
Una autonomía sólo de nombre, a todas luces limitada como podemos corroborar en la actualidad, ya que la actual universidad tiene mucho del modelo corporativo que promovía Elizondo en su iniciativa. La presunta autonomía de la UNL que implicaría la soberanía sobre la subvención de recursos económicos que se le asignan, sin condiciones, ni compromisos de sumisión con el gobierno estatal en turno, fue solo un espejismo en los acariciados ideales democráticos de los activistas estudiantes universitarios.
Como señala Severo Iglesias: El anteproyecto de ley de Elizondo, aparte de los cuantiosos dividendos para el sector privado, pretendía crear una universidad transformada en “un remanso de la paz y el orden” enfocada únicamente a la creación de cuadros profesionales al servicio de sus empresas en donde jamás se cuestionaran los esquemas de dominación de la clase económicamente poderosa [1].
Ese “remanso de paz” y pasmosa estabilidad favorable solamente al sistema capitalista que acariciaba el Plan Elizondo, se puede advertir en las paredes de las escuelas universitarias actuales.
Hace cincuenta años estaban tapizadas de manifiestos, de boletines informativos en donde se invitaba a reflexionar al estudiantado sobre el papel de la universidad en la sociedad. Actualmente los carteles invitan a concursos de belleza para elegir a la “reina de la simpatía” de la escuela, a formar parte de la porra del equipo de futbol de esa dependencia y a demás sandeces banales.
Los años subsecuentes, como era de esperarse, la respuesta oficial contra el avance del movimiento fue brutal. La cíclica embestida de la reducción de fondos para el sostenimiento de la Universidad generó una mayor participación estudiantil en los actos de protesta y ante la resistencia del estudiantado las fuerzas oscurantistas de la derecha coludidas y protegidas por el Estado, elemento legitimador de su violencia, generaron una represión propia de las Camisas Negras del Fascismo.
El campus se vio infiltrado por porros financiados por la iniciativa privada y protegidos por las autoridades. Estos vandálicos cuerpos de choque que agredían a estudiantes, trabajadores y maestros, asaltaron el Hospital universitario dejando un saldo sangriento y llegaron hasta el extremo de secuestrar al propio rector ingeniero Leal Flores.

Concentración del movimiento estudiantil ante la voz de los oradores. 1968’.
Con esos violentos ataques contra la integridad física de miembros de la comunidad universitaria y con absurdas maniobras jurídicas a las que las autoridades si daban seguimiento lograron su objetivo de retomar las riendas de nuestra Universidad imponiendo en la rectoría a Lorenzo de Anda en diciembre de 1972. Fue solo durante el breve rectorado del ingeniero Hector Ulises Leal Flores, de febrero de 1971 a diciembre de 1972, que la UANL llegó a presentar una configuración de entidad realmente democrática.
La sangrienta represión en la ciudad de México contra una manifestación de estudiantes el diez de junio de 1971 perpetrada por un grupo paramilitar al servicio del Estado siendo presidente Luis Echeverría, fue otro mensaje en clave al movimiento estudiantil de la UANL. La manifestación había sido convocada en solidaridad al movimiento estudiantil neoleonés que pugnaba por la implementación de una Ley Orgánica de avanzada que consagraba entre otras garantías estudiantiles la paridad en los órganos de gobierno de la UANL. Iniciativa que ya estaba operando de hecho en algunos sectores del campus y que tuvo como consecuencia otra reducción del presupuesto por parte del gobierno estatal como escarmiento al modelo de universidad democrática Como dato adicional, en el mes de marzo del año anterior la comunidad universitaria de la UANL no había permitido la entrada a la Ciudad Universitaria al candidato del PRI a la presidencia de la República Luis Echeverría Álvarez.
Ante la infame indiferencia y hasta repulsa de la memoria oficial sobre estos significativos acontecimientos y para retomar esta contribución histórica del estudiantado universitario neoleonés durante las batallas libradas de 1968 a 1971 borradas por la amnesia oficial, ha surgido el Colectivo 9 de Marzo de la UANL. De acuerdo a su Manifiesto, publicado en su sitio del Facebook UANL 68 “Cincuenta Años Después”, tiene como objetivo convertirse en un instrumento reivindicatorio de las demandas originales que el movimiento estudiantil iniciado el 9 de marzo de 1968 enarboló y que aún permanecen vigentes. Actualmente los casi 200 mil estudiantes que forman la población de la UANL continúan sin tener voz ni voto en las decisiones que los afectan. El cogobierno en la dirección de la UANL y la paridad de votos de estudiantes y maestros en el Consejo Universitario y en las juntas directivas de las dependencias es inexistente.
La declaración de principios de este Colectivo establece la demanda de una “Universidad Critica, Científica, Democrática, responsablemente Autónoma, gratuita y popular”. Además, con toda claridad, entre otras de sus premisas exalta que: “nuestras universidades son públicas porque son financiadas con fondos procedentes de los impuestos del pueblo trabajador”. Partiendo de ese postulado, la Universidad es propiedad del pueblo, de los regiomontanos, neoleoneses y de México en su conjunto y no del gobernador, del rector o de la junta de gobierno en turno. En consecuencia, en sus órganos de gobierno debe haber una presencia estudiantil que represente los intereses populares. Para evitar conflictos de identidad y de intereses, la administración de los fondos que la sostienen tendrían que estar controlados y auditados por una fiscalización paritaria independiente. No se pueden investigar y procesar las denuncias de malos manejos cuando quienes investigan estos delitos son juez y parte.
Muchos de los miembros de este Colectivo son exactivistas de las luchas que se gestaron en esos años en la UNL. Protagonistas de su tiempo, detractores del sistema, en ellos persiste el determinado compromiso de aquellos jóvenes que fracturaron todos los esquemas de la pasividad en que fueron educados y subvirtieron las expectativas de una sociedad que los había programado para que fueran a la universidad a obtener un título profesional con vistas a procurarse un medio de sustento.

Protestas en contra del Plan Elizondo 1968.

Protestas en contra del Plan Elizondo 1968.
Como los muchachos preparatorianos que actualmente luchan por un férreo control de las armas en los Estados Unidos, aquellos jóvenes activistas de finales de los sesentas y principios de los setentas siempre tuvieron clara la justicia y el fondo honesto de su lucha y así lo trasmitieron. Esa generación se sobrepuso a las convenciones paralizadoras y enajenantes que los medios de difusión del sistema perennemente inculcan, hicieron a un lado sus individuales intereses y se volcaron en lo colectivo: tomaron el partido de los otros, el beneficio de los muchos.
Notas
[1] Reflexión y crítica del movimiento estudiantil en Nuevo León (1968-1973). 1980. Publicado en línea el 30 de octubre del 2015. Página web: https://issuu.com/alandeanda/docs/reflexi__n_y_cr__tica_del_movimient