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Fotos: Rodrigo López.
EL DREAM TEAM JUVENIL DE LA DANZA CONTEMPORÁNEA URUGUAYA
BAILARINAS BIEN DESPIERTAS “Permitámonos primero enseñarle a los niños a respirar, vibrar, sentir, y transformarse en uno con la armonía general y el movimiento. Permitámonos primero producir un hermoso ser humano”. Isadora Duncan
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n breve repaso de las grandes maestras uruguayas de danza contemporánea, que formaron a generaciones enteras de bailarinas –el femenino no es casual ya que los hombres escasean en la danza contemporánea uruguaya–, necesariamente debe incluir los nombres de las pioneras en este arte: Hebe Rosa, Elsa Vallarino, Graciela Figueroa, Iris Mouret, Cristina Martínez, Emma Haberli; también a quienes integraron una generación posterior: Mora Podestá, Verónica Steffen, Carolina Besuievski y Laura Ravaioli (que pertenecían al grupo Babinka); Adriana Belbussi y Daniela Pássaro (que se formaron principalmente bajo el ala de Figueroa); y las fundadoras e integrantes de Contradanza: las ya mencionadas Besuievsky y Steffen, más Florencia Varela, Florencia Martinelli y Andrea Arobba. Los trabajos de las alumnas se pueden ver ocasionalmente en festivales de danza contemporánea o bien en las muestras de fin de año que suelen convocar un público mayoritariamente integrado por familiares y amigos. Las muestras cumplen un importante papel en el fogueo de las alumnas sobre el escenario, pero generalmente esas puestas en escena no dejan de ser eso: muestras de fin de año. Por eso, cuando un grupo de 58 DOSSIER
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EL DREAM TEAM JUVENIL DE LA DANZA CONTEMPORÁNEA URUGUAYA
BAILARINAS BIEN DESPIERTAS “Permitámonos primero enseñarle a los niños a respirar, vibrar, sentir, y transformarse en uno con la armonía general y el movimiento. Permitámonos primero producir un hermoso ser humano”. Isadora Duncan
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n breve repaso de las grandes maestras uruguayas de danza contemporánea, que formaron a generaciones enteras de bailarinas –el femenino no es casual ya que los hombres escasean en la danza contemporánea uruguaya–, necesariamente debe incluir los nombres de las pioneras en este arte: Hebe Rosa, Elsa Vallarino, Graciela Figueroa, Iris Mouret, Cristina Martínez, Emma Haberli; también a quienes integraron una generación posterior: Mora Podestá, Verónica Steffen, Carolina Besuievski y Laura Ravaioli (que pertenecían al grupo Babinka); Adriana Belbussi y Daniela Pássaro (que se formaron principalmente bajo el ala de Figueroa); y las fundadoras e integrantes de Contradanza: las ya mencionadas Besuievsky y Steffen, más Florencia Varela, Florencia Martinelli y Andrea Arobba. Los trabajos de las alumnas se pueden ver ocasionalmente en festivales de danza contemporánea o bien en las muestras de fin de año que suelen convocar un público mayoritariamente integrado por familiares y amigos. Las muestras cumplen un importante papel en el fogueo de las alumnas sobre el escenario, pero generalmente esas puestas en escena no dejan de ser eso: muestras de fin de año. Por eso, cuando un grupo de 58 DOSSIER
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alumnas debuta como grupo independiente y se perfila como una compañía, cuando las alumnas encuentran sus propias fortalezas como artistas y están listas para salir al ruedo con un espectáculo removedor producto de la labor y la investigación de años, no se puede menos que celebrarlo. Es el caso de las alumnas de Arobba, una de las bailarinas, directoras, coreógrafas y maestras más destacadas del panorama de la danza local, que durante años se desempeñó como docente de un grupo de niñas que surgió en el marco del espacio generado por Contradanza, que hoy tienen entre 17 y 20 años y mucho tiempo –algunas de ellas más de una década– recibiendo una formación integral en danza contemporánea y otras disciplinas afines. Jovencísimas y dotadas de unas energías que prometen sacudir las aguas de la creación contemporánea, las alumnas de Arobba debutaron con El azar y la necesidad, obra dirigida por Arobba (con asistencia de dirección y música original de Pablo Casacuberta) en la que se puede apreciar un equipo parejo y ensayado, una trouppe de bailarinas experimentadas y con una formación interdisciplinaria que les permite desempeñarse con soltura como intérpretes creativas (ver Dossier número 18). Arobba las define como “adolescentes atípicas” que encontraron en sus clases un espacio donde investigar y profundizar en el arte de los cuerpos en movimiento, “ellas tienen ese deseo”. En entrevista con Dossier, todas dijeron que proyectan la danza a futuro, que encontraron en esa suerte de academia instaurada por Arobba un “espacio sagrado” que no cambian por nada, un espacio que las ha acompañado a lo largo de sus vidas, y que han logrado preservar año tras año. Un lugar donde no caben los desaires, ni la competencia, con una profesora “un poco madre”, que se encargó de darles confianza y cincelar la bailarina y la artista en cada una de ellas.
¿Quiénes son esas chicas? El grupo está integrado por Catalina Di Candia (17 años), hija de la bailarina Mora Podestá, que integró Babinka, el grupo clave de danza contemporánea de los ochenta del que se escindieron Carolina Besuievsky y Verónica Steffen para formar Contradanza junto con Florencia Varela. También forma parte del grupo Cecilia Ivanier,
estudiante de teatro e hija de la mencionada creadora de Contradanza, Florencia Varela. Cecilia se resistió un poco a la danza tal vez por considerarlo el terreno de su madre, pero finalmente los genes se hicieron sentir. “Me animé tarde”, dice Cecilia, que fue la última en integrarse al grupo y comenzó a bailar hace cinco años, con algo de miedo a sumarse a un team avanzado que venía trabajando junto hacía años, pero todas le dieron el espaldarazo que necesitaba. Sofía Dibarbure (17) dio sus primeros pasos a los cinco años, a impulsos de su madre que vio claramente sus inclinaciones artísticas y quiso alentarlas. A los ocho, Sofía estaba convencida de que quería dedicar su vida a la danza. Para ella, que conoce a la mayor parte de las integrantes de la trouppe hace por lo menos siete años, el grupo es como una “familia”. Lilén Halty (19) se incorporó al grupo en 2005, gracias a una de las becas que otorga el Departamento de Cultura de la Intendencia Municipal de Montevideo. Arobba la vio durante la prueba de admisión y enseguida pensó “la quiero para mí, es para este grupo”. “Vi que era una artista que necesitaba ser pulida y a la que le iba a hacer bien entrar al grupo”, dijo a Dossier. Además de bailar danza contemporánea de un modo pocas veces visto, casi todas complementan su formación con otras disciplinas. Lilén, por ejemplo, toma clases de teatro, aikido, piano y ballet. Muchas hacen teatro o tienen alguna actividad afín vinculada al trabajo con el cuerpo. Elisa Sassi (20) empezó clases de danza clásica a los seis años y encontró de lo más aburridas las largas jornadas tomada de la barra de ballet haciendo movimientos repetitivos. El grupo de Andrea era todo lo contrario, era mucho más libre sin perder las coordenadas. La danza es lo “primordial” en su vida pero también estudia psicomotricidad. Oriana Irisity (20) es de las más antiguas en el grupo, empezó con cinco años y hubiera comenzado con cuatro si no fuera porque no se podía. “El trabajo era muy lúdico, el último viernes del mes se hacían juegos y usábamos disfraces y agarrábamos a nuestros padres para bailar. Al mismo tiempo nos hacían transpirar. Paré un año para ver si seguía sólo por costumbre y casi me vuelvo loca”, recuerda la bailarina. Oriana se acuerda de los nervios de las muestras que realizaban todos los años. El credo en todos esos años era que esto iba en serio, que en cada muestra había que
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dar lo mejor de cada una. “Todo a fondo, como si fuera la última vez que fueran a bailar en sus vidas, nos decía Andrea, a la vez éramos niñas, era un juego y estábamos expresándonos”. Ahora estudia teatro en la Escuela Municipal de Arte Dramático (EMAD) y aikido. Mikaela Pisani (19), estudiante de ingeniería de sistemas, dice que de chiquita bailaba hasta con el sonido de la impresora. A los cuatro años la mamá la anotó en clases de flamenco y otros tipos de danza. A los doce años decidió “cambiar de palo” y se encontró con “este grupo ideal” del que no piensa alejarse. Julia Irisity (18), “obviamente hermana de Oriana” – se presenta–, también empezó de pequeñita y ahora recuerda entre risas que los miércoles eran días de ballet
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en la academia de Andrea y que la odiaban porque no las dejaba sentarse en toda la clase. Catalina Lans (19) empezó a los cinco, sin dejar un solo día de asistir a clase. “Aquí, a diferencia de otras academias donde las bonitas van adelante, se trata de destacar lo mejor de cada una, y lo que no, mejorarlo entre todas. Es un espacio para ensayar, entrenar, liberarte, contar lo que te pasó si lo necesitás, y salir el sábado”.
“Mejor vengan a verme” Para Oriana, tener 20 años y media vida dedicada a la danza contemporánea no siempre resulta fácil de DOSSIER
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explicar. “Uno de los problemas que siempre tuvimos es que no podíamos explicar lo que hacíamos. No es lo mismo decir que una baila ballet o flamenco que decir ‘danza contemporánea’. Cuando decís eso te preguntan: ‘¿y qué bailás?’ Entonces vos le decís que a veces bailás sin música, pero no quedan muy convencidos y te preguntan ‘¿de qué se trata?’ Hasta el día de hoy les digo que no me pidan que les explique y que mejor vayan a verme”, contó la bailarina. Catalina Lans lo explica del modo más sencillo posible: “La danza contemporánea no está asociada a una música determinada, como el tango que está ligado al dos por cuatro, o el ballet que nace junto con la música clásica. De repente la coreografía parte del silencio o se acompaña con una música que te gustó, pero no hay una partitura que la acompañe siempre. Tampoco tiene un patrón estricto, sino que surge de lo que llevás adentro que vos venís y expresás con el movimiento. Aprendés un montón de técnicas pero cada una le pone su sello”. “Es un lenguaje personal –acota Arobba–, que se va desarrollando. Aprendés la técnica para saber moverte y por dónde va, pero la idea es ir al escenario y generar un lenguaje propio, no algo conocido”.
contact, composición, improvisación, y he llamado a otros profesores para que no sea costumbre tener un solo docente. La idea es que acá hay potencial y que pueda acercarse más gente a sacarle jugo a estas chicas”, dijo Arobba. “Yo les aporté todas las cosas que me marcaban, como el taller que hice con el Teatro Odin, todo lo que incorporaba como bailarina lo transmitía tal como mi cuerpo lo había entendido y absorbido. Fue un crecimiento juntas, ellas me consideran una mentora porque siempre las incentivé a que investigaran y se mezclaran con otros grupos, y eso antes era muy difícil”, agregó. Si en la década del noventa todas las academias enseñaban un poco de técnica Graham (por Martha Graham) o Limón (por José Limón), ahora eso fue cambiando para dar paso al release y el flying low, entre
Cuerpos alerta A diferencia de lo que sucedía en los años ochenta y noventa, cuando lo más habitual era que si alguien tomaba clases en Contradanza o en el Espacio de Desarrollo Armónico de Graciela
F i g u e roa –por poner un ejemplo–, no se planteara tomar clases en otra parte, “ahora las alumnas son propiedad de todos”, dice Arobba, y la idea es que se mezclen, que tengan una formación ecléctica y pasen de maestra en maestra para recibir cosas distintas de cada una de ellas. “Se trata de adquirir todas las técnicas para llegar a un mismo fin, de tener distintas visiones para arribar a lo mismo: estar despierto, con el cuerpo alerta, presente, ávido de conocimiento”, resume Arobba. “No sólo hacemos danza, también les he dado aikido,
otras técnicas de fuerte presencia en el lenguaje dancístico y coreográfico. “El release, por ejemplo, no piensa en los músculos sino en el esqueleto, propone un movimiento a partir de direcciones y de articular el cuerpo, no pensando en fuerza y músculo sino desde ese lugar. El flying low es realmente como volar bajo, hay muchos movimientos a tierra y se genera una dinámica muy particular, parece fácil pero cuando lo hacés te golpeás los codos, las rodillas. Eso es lo más actual, pero ahora hay un límite entre lo que es danza y performance y hasta dónde va cada una y por qué. Y si llevamos la vida cotidiana al
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De izquierda a derecha: Lilén Halty, Mikaela Pisani, Oriana Irisity, Catalina di Candia, Elisa Sassy, Sofía Dibarbura y Cecilia Ivanier.
escenario ¿ya es una obra? Además están las modas: no hay que moverse, ahora hay que moverse mucho. Hay que usar música, ahora no hay que usar música… nosotras preferimos decir: ¡hacé lo que quieras! Creo que hay que investigar, profundizar y desarrollar algo que sea auténtico. Que sea propio, tuyo, algo que vos licuaste y generaste”. Oriana coincide en que el desafío pasa por buscar lo original, “no lo que es completamente nuevo sino lo que es originalmente propio. Porque ya está todo hecho en realidad. Si no sentís lo que hacés y no surge de un lugar que sea verdadero, no vas a lograr emocionar al otro”. Para Elisa, la técnica es fundamental, y ayuda mucho, porque uno puede pensar que lo que ve es muy fácil de realizar, pero en realidad es mucho más complicado de lo que parece. “Es inexplicable en realidad”, dice tratando de expresar su idea con un vocabulario corporal. Oriana agrega que la técnica y el trabajo hacen el camino más corto para llegar al otro, “te dan las herramientas para tener las menores limitaciones posibles para expresar y hacer lo que querés y llegar al extremo de querer que el otro se sienta movilizado con lo que hacés. Eso requiere años de trabajo”. Sofía destaca que cuando se van de clase comentan cosas y siempre está la naturalidad de decir “me gustó lo que hiciste o me emocionó tal o cual cosa y si investigás por este lado capaz se potencia, todas estamos atentas a lo que el otro hace, no por competencia, sino para darle potencial. No es ir a la clase e irse y seguir con mi otra vida, sino que esto es parte de la vida”. Al preguntar si se prohíben algunas cosas, Andrea enfatiza que no: “Acá estamos empezando a hacerlas todas”. Oriana agrega que si hay una non list sería: “No a la pereza, no a faltar y dejar tirada a la compañera, no a hacer las cosas a medias y a no poner todo de sí. El credo es poner todo de uno mismo porque el momento de hacerlo es ahora”.
En El azar y la necesidad, dice Arobba, ellas fueron intérpretes y creadoras, “se trabaja sobre direcciones, conceptos e ideas propuestas por el director y se va esculpiendo lo que las intérpretes van dando”. La obra explora la tensión entre lo individual y lo colectivo, en el contexto de la dispersión de ideas, usos y costumbres. También intenta dar una lectura a través del movimiento a la teoría de los memes de Richard Dawkins, según la cual las unidades de comunicación (memes) se dispersan siguiendo un patrón equiparable al de los genes en los procesos de selección natural. El espectáculo volverá a escena los próximos 30 y 31 de julio y el 1 de agosto, como parte del proyecto Montevideo Danza para el fortalecimiento y desarrollo escénico de la danza contemporánea, que se lleva a cabo en la sala Zavala Muniz del Teatro Solís. “Todas las muestras fueron en serio, pero en la última la idea era que ellas crearan. El espectáculo tiene momentos muy complejos y llevó meses de ensayo. Una cosa distinta fue que les pedí que escribieran todo lo que hacían durante los ensayos, todas llevaron un cuadernito que luego sirvió de ayuda memoria para reflexionar sobre lo hecho”, dijo Arobba. En agosto, luego de presentar El azar y la necesidad, Arobba se dispone a crear un nuevo espectáculo. “El siguiente paso es que se mezclen con gente que ya está bailando. Estamos en pleno momento de definiciones. Todavía estoy delineando la idea, viendo a quiénes convocar y si esas personas estarían dispuestas a participar. La idea es estrenar en noviembre La historia natural de la belleza”, dijo sin dar más detalles. D
Silvana Silveira. Cursó estudios en la Licenciatura en Ciencias de la Comunicación. Trabaja como cronista en varios medios.
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