REVISTA DOSSIER - Edición Nro. 82 / Año 13

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AÑO 13 / NÚMERO 82 / URUGUAY $ 200 / EXTERIOR U$S 15

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Idea Vilariño A cien años de su nacimiento

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TAPA DOSSIER 82C viernes, 23 de octubre de 2020 10:17:51


DOSSIER SUMARIO 24 Centenario de Idea Vilariño Nelson Díaz 10

Libreta en blanco, por Celeste Carnevale. Proyecto solidario de arte contemporáneo.

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Matinée del domingo, por Carlos Diviesti. Crímenes de familia, de Sebastián Schindel. Idea Vilariño en dos películas uruguayas. Om det oändliga, de Roy Andersson.

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Fisura sónica, por Alexander Laluz. El otro que despierta, de Portillo. Noctambul, de Ismael Varela. Viejo ciego, de Marcelo Rilla.

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Esponjas y vinagre, por Nelson Díaz. Reseña de libros de Idea Vilariño: Nocturnos, Poemas de amor, Diario de juventud. Idea, la vida escrita, de Ana Inés Larre Borges.

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Centenario de Idea Vilariño.

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La poesía de Idea.

42

Las canciones de Idea Vilariño.

48

Gustavo Hernández y el cine de terror.

54

Entrevista con el pintor Fernando Oliveri.

64

El arte en tiempos de pandemia.

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Presintiendo Cuba.

38 La poesía de Idea Eduardo Roland

42 Las canciones de Idea Vilariño Jorge Costigliolo

Puerta de embarque, por Pablo Trochon. Nueva Zelanda.

48 Gustavo Hernández y el cine de terror Matías Castro

54 Entrevista con el pintor Fernando Oliveri Ilustración de tapa: Christian Duce.

/revistadossieruy

Año 13 / número 82 / setiembre-octubre 2020 / Publicación bimestral de cultura / Director: Fernando Cattivelli / Coordinación editorial: Stella Forner / Redacción: María Noel Álvarez / Guillermo Baltar / Bernardo Borkenztain / Celeste Carnevale / Nelson Díaz / Diego Faraone / Alexander Laluz / Melisa Machado / Inés Olmedo / Agustín Paullier / Eduardo Roland / Silvana Silveira / Daniel Tomasini / Colaboran en este número: Matías Castro / Jorge Costigliolo / Carlos Diviesti / Gabriela Gómez / Inés Olmedo / Pablo Trochon / Fotografía: Doménica Pioli / Reinaldo Altamirano / Diseño gráfico: Fernando Álvarez Cozzi / Dirección Comercial: Bulevar Artigas 1443, ap. 210. Tel.: 24032020 / agenda@revistadossier.com.uy / www.revistadossier.com.uy / Impreso en: Gráfica Mosca - D.L. 370.846 / Ministerio de Educación y Cultura Nº 2099 / ISSN 1688368-3 / El equipo de producción vela por la coherencia y seriedad de las notas, pero no se responsabiliza ni se identifica necesariamente con las opiniones expresadas en ellas. Se prohíbe la reproducción total o parcial del material publicado sin previa autorización. D

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Gabriela Gómez

64 El arte en tiempos de pandemia Inés Olmedo


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LIBRETA EN BLANCO

Por Celeste

Carnevale

Entre pañuelos, trazando nuevos horizontes En la localidad Cerro de las Cuentas, al suroeste del departamento de Cerro Largo, sobre la cuchilla y junto a la ruta 7, se encuentra una escuela rural a la que asisten 29 niños. Este año el pueblo no contó con los bailes de beneficio, las carreras de caballos y las actividades que organizan para recaudar fondos. Ante este contexto extraordinario provocado por la pandemia

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global, la galerista Diana Saravia, cuya infancia echa raíces en este pueblo, decidió desplegar un proyecto solidario con el doble propósito de contribuir económicamente con la escuela y a la vez acortar las distancias entre este pueblo y el circuito del arte contemporáneo. Para la recaudación se creó una serie de pañuelos de edición limitada con reproducciones de obras de 23 artistas que rápidamente empatizaron con la causa, entre los cuales se encuentran uruguayos, argentinos y brasileños. Los fondos colectados en la venta de los pañuelos son volcados a esta escuela rural. Además, las reproducciones de las obras fueron ampliadas y enmarcadas para donarlas a la escuela. “La mayoría de los artistas que están trabajando en el proyecto son de gran trayectoria, sin embargo aún no figuran en los libros. Y en las escuelas rurales el acceso al arte es, fundamentalmente, a través de internet y publicaciones. Conocen a Torres García, a Juan Manuel Blanes y demás, pero hay una produc-

ción contemporánea increíble que al no estar en los libros, no les llega”, asegura Saravia y agrega que la mayoría de esos niños nunca visitó Montevideo. Los espacios de exhibición de arte están centralizados en la capital, así es que este proyecto se presenta como un puente para que zonas rurales puedan contar con al menos una muestra de la gran producción artística que se realiza en el país. Este es el puntapié inicial de un proyecto que no tiene fin, tanto por la cantidad de artistas que pueden participar como por las escuelas a las que se puede alcanzar. Saravia menciona que aspira a llegar a dos escuelas por departamento de Uruguay. El cierre de la primera etapa será con la visita de los artistas a la escuela en Cerro de las Cuentas en una jornada en la que alumnos y artistas se involucren en el armado de la muestra. Una oportunidad única en la que la presencia física excederá las pantallas y las páginas de un libro.


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MATINÉE DEL DOMINGO

Por Carlos

Diviesti

Crímenes de familia o la violencia de la miopía burguesa en Argentina

La bestia en el corazón

Alicia Campos de Arrieta está casada con Ignacio Arrieta y juntos tienen a Daniel, su único hijo. Daniel está preso porque Marcela Sosa, su ex mujer, lo acusa de haber violado la restricción perimetral que se le había impuesto, cuestión que le impide ver, hace ya un tiempo, a su hijo. Daniel es un adicto a las drogas, no tiene trabajo ni avizora otro destino, cuestión que sus padres prefieren ignorar en su justa dimensión. Daniel también está acostumbrado a destratar a las mujeres, a tomarlas por la fuerza, a humillarlas. Esto tampoco sus padres quieren verlo calibrado ecuánimemente: Ignacio antepone toda la plata que le puso encima al pibe para que se encarrilara, y Alicia, definitivamente, prefiere negar los cargos que pesan sobre él, sobre todo cuanto lo tratan de violento o drogadicto. Así está la familia cuando Gladys, la doD

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méstica con cama adentro, que se crio en el monte y que tiene un hijo vaya a saber de quién, comete uno de esos crímenes desnaturalizados a los que ni siquiera Dios puede perdonar. Para Alicia será de cabal justicia la condena ejemplar que pese sobre su empleada, pero no tolerará que en el juicio que se le sigue a la mujer se le pregunte, se deslice, se intente sugerir desde la defensa, que Gladys cometió un crimen porque Alicia le dijo en algún momento que en su casa no se iba a alimentar una sola boca más. Incluso a las señoras de Recoleta, el reducto burgués por excelencia para los porteños de bien, el mundo se les puede venir abajo cuando descubren que son ellas mismas las responsables, o mejor dicho, las culpables, de no aceptar tener los pies de barro cuando está a punto de arreciar la tormenta. Crímenes de familia es un thriller cuya mirada política descansa más que en la violencia de género o en las relaciones laborales abusivas, en destacar la miopía burguesa de la capital argentina, quizás sin proponérselo. Como en La historia oficial, ese otro gran thriller sobre la complicidad social y política de los civiles con los dictadores, las protagonistas de ambas películas (que no tan casualmente se

llaman Alicia) descubren, tal vez muy tarde, qué las hace cómplices de ese mismo sistema perverso que ellas mismas defendieron con denuedo. Ambas intentan sostener a como dé lugar un status quo imposible de aceptar desde los márgenes (Alicia Marnet de Ibáñez, para alejar cualquier sospecha sobre su marido le propone un viajecito, aunque sea a Bolivia; Alicia Campos de Arrieta, porque los tiempos han cambiado desde los años ochenta, en defender su lugar en la mesa del sushi con las amigas), pero cuando la situación se desmadra ni siquiera cambiando los anteojos las cosas volverán a ser como fueron. Lo que en los años ochenta era compromiso y denuncia, en 2020 no es más que corrección política; por eso lo que más duele de Crímenes de familia no sea la historia que cuenta (una historia contada con demasiada competencia desde los rubros técnicos y actorales, rubro este último en el que destaca la composición de Yamila Ávila como Gladys, una víctima de su propia inocencia), sino la violencia que subyace en una sociedad que se niega a aceptar su rol en la lucha de clases, y que se desentiende de esos monstruos que mimaron sus propias manos.


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MATINÉE DEL DOMINGO Sobre la imagen de Idea Vilariño en dos películas uruguayas

La mirada de los otros

En un breve documental fechado en 1997 y dirigido por Mario Jacob, Idea Vilariño dice, con absoluta parsimonia y un convencimiento tan sólido como una roca: “Onetti estaba acostumbrado a otra clase de amores, a otra clase de mujeres. Siempre le pareció que yo era… muy reticente, demasiado dueña de mí misma, muy orgullosa. Y lo era, realmente. No puede ser de otra manera. Pero él estaba acostumbrado… Necesitaba otra cosa…”. Porque Idea Vilariño, claro, no fue solo la poetisa amante de Juan Carlos Onetti o la musa de alguna de sus obras, eso es absolutamente secundario. Idea Vilariño fue la dueña de unos ojos tan prístinos como fulminantes, de un fraseo meridiano para ordenar las palabras, de un compromiso insobornable con sus propias convicciones, cuestiones que en los últimos cien años no siempre tuvieron la misma dimensión o un trato equitativo respecto del talento, el género y la naturaleza. Idea Vilariño es la dueña de uno de los versos más demoledores escritos en lengua castellana, ese que reza “no te veré morir”; sin embargo, la contundencia de ese concepto no debe ser confundida con desgarro espiritual o con arrebato lírico. Lo que hace demoledor al “no te veré morir” del poema ‘Ya no’ es la certeza de su inevitabilidad. Y aunque en el documental Idea no articule estas palabras, son sus ojos grandes, vítreos, los que encajan perfecto con la evidencia poética.

Idea, de Marío Jacob. D

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Ya no, de María Angélica Gil.

No me abrazarás nunca como esa noche nunca. Ya no, el cortometraje que María Angélica Gil filmó en 2016 y que se exhibió en el Festival de Cannes, respeta, escrupulosamente, la escansión de cada verso de ‘Ya no’, y expresa ese respeto en la construcción de sus imágenes. ¿Cómo pueden filmarse versos como Ya no soy más que yo / para siempre y tú / ya / no

serás para mí / más que tú si no es a través de fragmentos de rostros, espacios vacíos, la observación definida de dos cuerpos que se pegan de a poco, y que quizás ni siquiera estén juntos aun en la misma cópula? Este cortometraje, en apariencia, no tiene el verso final del poema, pero la tiene completa a Idea Vilariño. María Angélica Gil, como Idea Vilariño, escamotea la imagen del hombre para reafirmar la posición definitiva de una mujer, una mujer que no rehúsa enfrentarse al dolor fatal de lo que ya no es. El cuerpo del Juan de esta ficción intenta seducir a una Idea que ya sabe que no se irá de allí porque quiere quedarse, y luego si apenas podemos entreverlo reflejado en el espejo del auto. De Idea, en la ficción, lo primero que se ve en pantalla son los ojos, los ojos grandes, líquidos, convencidos, de Elisa Fernández; después vemos su rostro completo. Ese plano, extraño a lo mejor, solo puede surgir de la comprensión cabal de los textos de Idea Vilariño, un plano que también imbrica otros versos, otros poemas, otras sensaciones, como si en ese plano se reconociera el perfume que despierta algún recuerdo. Eso es todo. El amor / dónde estuvo / cómo era / por qué entre tantas noches no hubo nunca / una noche un amor / un amor / una noche de amor / una palabra. Al cerrar Poemas de amor uno puede imaginarse la totalidad de Idea Vilariño, pero jamás podrá ver esa totalidad de manera acabada, acorde, coincidente o unívoca. Y al terminar los dieciséis minutos de Ya no uno sabrá, como en ese verso rotundo y final, que la certeza siempre estará mirándonos de frente, y que al momento de tener la certidumbre de lo inevitable, ni siquiera un parpadeo nos impedirá mantener los ojos abiertos.


Om det oändliga, estupenda mirada de Roy Andersson sobre lo perpetuo de la existencia

Nosotros, los vivos

A los cuarenta y nueve minutos de Om det oändliga (Sobre lo infinito, 2019, Suecia-Alemania-Noruega-Francia), un muchacho le afirma a su novia, libro en mano, que el primer principio de la termodinámica indica que todo es energía y que la energía no puede ser destruida porque siempre se transforma en otra cosa. Luego el muchacho sostiene que dentro de cientos de años nuestra energía actual quizás vuelva a encontrarse a través de una papa o de un tomate, a lo que su novia le responde que ella, en todo caso, preferiría ser un tomate. Qué otra cosa es nuestra vida más que un cruce de situaciones arbitrarias, tan arbitrarias como la imaginación cuando se entrevera con el sueño. Porque es muy probable que cuando se nos caiga una papa de la bolsa reparemos en las escaleras por las que subimos para volver a casa, ahí donde nos topamos con

Svelker Ohlsson que pasa a nuestro lado y no nos saluda, y aunque no sepamos nada de su vida desde que dejamos el liceo, estemos convencidos de que él llegó a ser doctor en algo y nosotros no hayamos terminado la carrera de nada. O tal vez nos sorprenda que ya sea setiembre cuando una bandada de cigüeñas viaja hacia el sur al mismo tiempo que se le descompone el auto a un hombre, y el hombre no atine a descifrar qué es lo que le pasa al motor de su Renault 12. Así son las cosas. Podemos ir al dentista justo ese día en el que está de mal humor y prefiera tomarse un trago de parado en el bar, justo cuando un hombre en el bar pregunta en voz alta si no es fantástico todo, en general, mientras afuera nieva mansamente. Afuera nieva como cuando los soldados derrotados van a los campos de prisioneros a través de Siberia, y el día se ha puesto gris como las nubes que rodean a una pareja de enamorados que vuela sobre una vieja ciudad, una ciudad que fue hermosa antes de que la guerra la atacara y la pusiera gris. Tan gris el cielo como se ponen también grises las ciudades cuando llueve como en el día del diluvio, mientras un padre le ata los cordones de los zapatos a su hija de camino a un cumpleaños.

¿Se puede perder la fe cuando vivimos en días así? ¿Podemos disfrutar del champán de todas formas, aunque sepamos cómo nos atacó la Historia? Roy Andersson no nos da respuesta alguna; simplemente nos transforma en una especie de Shahriar encantado por el relato de lo que ha visto Sherezade, mientras observamos, apenas por encima de la altura de los ojos, sus viñetas existencialistas cargadas de ironía y de pesar, aunque la esperanza corre al fondo del cuadro y aparece a la carrera por donde uno ni siquiera ha reparado. El estilo de Roy Andersson, cuyos actores impávidos recuerdan a esos seres inexpresivos de las esculturas hiperrealistas de Ron Mueck, sin embargo no tiene nada de caprichoso: es como una paloma sentada en una rama y que reflexiona sobre la presencia del hombre en el decurso del tiempo. No sabemos si las palomas reflexionan, claro, mucho menos si reflexionan sobre los hombres, pero nosotros, que sí reflexionamos, quizás debiéramos pensar un poco más en cuál es la marca del tiempo a nuestro alrededor, así de quietos como una paloma, para tratar de aprender algo aún cuando el mundo sigue su curso.

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FISURA SÓNICA

Por Alexander

Laluz

Músicas para descubrir

Bicho raro

¿Qué es un bicho raro? ¿Un artista puede tener el síndrome del “bicho raro”? ¿Cómo sería su música? Lo que sigue es un ensayo precario, abierto y ficcionado para pensar, justamente, en músicas que no suelen disciplinarse ni acotarse a los clisés establecidos. *** Hay un par de sillas, hay una luz blanca, hay una mesa que antes –un antes indescifrable– oficiaba como mesa-de-comedor-diario. Sobre la mesa un desorden cósmico: pilas de discos compactos –los vinilos arman fila, verticales, en el piso y apoyados contra una de las patas de la mesa–, un pequeño montón de diarios amarillentos, cuadernos –algunos sin tapa, otros con pegotines y hojas sueltas–, una computadora portátil, un teléfono –un teléfono viejo, de línea, con números gigantes–, un celular, un cargador, lentes, auriculares, tres libros, una pequeña montaña de fotos, mate, termo. En la penumbra y de pie, frente a la mesada de la cocina, Suárez calienta agua. Piensa. Suponemos, en realidad, que piensa –no hay que olvidarse que esto es un ejercicio de ficción, nada más–. Quizás recuerda que venció –otra vez– el plazo para entregar el artículo que le había encargado el editor de un suplemento cultural. Queda, sin embargo, algo de tiempo para terminarlo. Las ideas están claras, o eso parece. A las dos de la madrugada todas las

ideas oscilan. Van y vienen. Resultan geniales en el momento que surgen. Minutos después se pierden en la papelera de reciclaje. Así está el mundo, amigos: un montón de líneas con algo parecido a “frases inteligentes”, que él mismo sabe que poco tienen de “ideas” y mucho menos de “inteligentes”. Acaso son líneas astutas, evidencias del oficio que hay que movilizar después del enésimo mensaje del editor. *** Hierve el agua: es el momento de volver al trabajo, reiniciar la reproducción del disco El otro que despierta (2019), de Portillo, de Jorge Portillo en grupo, de Jorge Portillo en grupo a través de Bandcamp. Primer mate. Los datos: segundo disco de este proyecto –proyecto en marcha, que, en 2015, llamó mucho la atención de la porción under de la escena local con Portillo, editado por Feel de Agua– que tiene como una de las cabezas motoras a Jorge Portillo, pero cuenta con otras cabezas que suman ideas, muy buenas ideas, al quehacer creativo, como Manuel Rilla y Fabrizio Rossi, entre otros. Suena la pista tres: ‘Danza del mosquito’. Saltan preguntas. ¿Qué es? ¿Un ejercicio de descripción sonora? “Tiene la manera… de pensar así…”, canta, cantan: líneas de voces en conducción paralela. Siguen las estructuras repetitivas en las guitarras. Sí –piensa y luego insiste–, hay una analogía con el vuelo –la danza– de los mosquitos. El patrón guitarrístico es obsesivo, insistente. Vuelve a la primera pista: ‘Canción de Aída’. La breve introducción de la guitarra lo lleva al mundo de la milonga, o de las milongas, en realidad, que es una trama de variantes de una estructura básica, reconocible, pero que remite a músicos y a regiones y a intenciones expresivas y a gestos distintos. La voz, una voz femenina, plana, sin vibrato, con dinámica homogénea: “La vereda es un lugar, que no tiene nada que ver…”. Sigue la guitarra. Suárez recuerda: “Esto se parece a lo que hacía Choncho Lazaroff, ¿no? Una estructura armónico-rítmico-tímbrica inquietante, como detenida en el tiempo, que amaga a resolver pero… nada, se queda ahí, suspendida, jugando con las resonancias de las notas en ‘cuerdas al aire’ en contraste con las notas en ‘cuerdas pisadas’… ¿Cómo escribo eso?”. Insiste: “¿Cómo etiqueto este disco?”. Imposible, reconoce otra vez. Los escribientes de notas para suplementos y revistas suelen gozar mucho inventando etiquetas y jugando a las comparaciones interminables e insufribles (“Esto se parece a lo que hizo Fulanito en el disco Tal pero tamizado con las influencias de Menganito, cuando hizo el disco Aquel después de meditar tres años en el Tíbet”). Y esto a Suárez lo desacomodaba casi hasta el fastidio (“¿Somos acomodadores de discos en góndolas de supermercado?”). Sigue sonando Portillo, ahora con ‘Celibato’ (pista 8). “¿Leo Maslíah… Los Que Iban Cantando?... ¿Pero esto me lo pasaron como si fuera indie?”, se pregunta. ***

El otro que despierta, disco del proyecto Portillo (disponible en Bandcamp). D

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Cinco de la madrugada. El mate ya tuvo varias vueltas. Suárez tiene un poco más claro

el panorama de ideas para su artículo. Definir claramente el tema fue lo primero. Son demasiados discos –o demasiadas entidades creativas, ¿obras?, que, más allá del soporte físico, convenimos en llamar ‘discos’–, y Suárez sigue reproduciendo las pistas de El otro que despierta. Así las cosas, decidió que intentaría analizar este asunto de los bichos raros, o proyectos que no cuadran, que generan tantos desconciertos como fascinaciones. Como le suele pasar en situaciones como esta, Suárez recurrió al auxilio de “la voz de su conciencia”. En fin, no había otra: chateó con Bruno Gepé. Él era y es su forma de calmar inquietudes. *** “Bruno, tengo acá un montón de nombres y discos que me pasó Matador… ¿te acordás de él? Perdón, Matador es el nombre del proyecto musical. Se llama Santiago, es el guitarrista y compositor que te recomendé hace como dos años. Bueno, el asunto es que estoy escuchando uno de los artistas que él anotó en la lista: Portillo. Estoy con el último disco hasta ahora, que es el segundo de su discografía, y por lo que me enteré hace poco, está por sacar uno nuevo antes de fin de año. Portillo lo adelantó en un toque hace pocos días. Un toque formidable… –escribió Suárez a las corridas, pensando que a esa hora Bruno estaría durmiendo. No lo tengo muy escuchado a Portillo. En realidad, sí. Escuché bastante el primer disco y me impactó. Me resultó ‘raro’, inquietante. ¿Cuáles son los otros discos? –le respondió Bruno a los pocos minutos. Mirá –siguió Suárez–, este disco, El otro que despierta, me provocó mucho interés. Te diría que las canciones no son ‘canciones’. O sea, no son ‘canciones’ para tararear mientras hacés otras cosas, mientras vas a correr por la rambla para pensar en otra cosa. Tampoco son canciones ‘lindas’ para enamorar chicas o chicos. ¿Qué son entonces, che? No te pongas difícil, no le busques la quinta pata al gato… porque acordate que tiene siete –Bruno no pudo resistir la tentación de provocar. Jajajajaja –más un par de emoticones; ridículas expresiones de la iconografía ‘whatsappiana’–. No me pongo ‘en difícil’. Solo intento ensayar una explicación. A ver… ¿cómo sería?... Igual no me contaste nada de los otros títulos que tenés…. Vamos por partes. Lo más simple primero. Acá tengo como nombres para seguir escuchando, gracias a los ‘piques’ de Santiago, a los de Señor Faraón, Marcelo Rilla, Vladimir Guicheff, Juan Ibarra, Sofía Scheps, Fredy Pérez, Clara García, Animales de Poder… y otros tantos. A esa lista se me ocurrió agregarle el de Maxi, que está de regreso, armó banda y está por sacar disco. Y podría agregar a Daniel Yafalián… –anotó Suárez. ¿Maxi? ¿Maximiliano Angelieri? –escribió enseguida Bruno. “Claro, Maxi & Casi Exilio Psíquico, tu amigo y colega en televisión”. “¿Cómo cuadra en esa lista?”


“Ya vas a ver”. “Dale, soltá prenda…”. *** A esa altura de la madrugada, los filtros de Suárez ya se habían apagado, así que sin dar muchas vueltas –y sin piedad– copió y pegó partes de los apuntes para la nota en un nuevo mensaje a Bruno. “Esto es lo que estoy anotando a partir del disco de Portillo. Es más, ya tengo el título: ‘Bicho raro’. Ahí va: ‘En cualquier ambiente o estado, lo desconocido causa desasosiego, inquietud, estrés, miedo, rechazo. Pasa en el medio de un monte. Pasa en una ciudad. Y también con los discursos, los lenguajes, con aquello que no logramos descifrar ni comprender, aunque, en principio y precariamente, se asuman como eso: como discurso y como lenguaje con la capacidad de movilizar algún tipo de significado. Este problema ha desvelado a muchas disciplinas, pero casi ninguna ha llegado a explicaciones satisfactorias. Sus ensayos son, precisamente, abordajes provisorios y sujetos a múltiples discusiones. Hay quienes sostienen que ante lo desconocido, ante un hecho artístico desconocido, el escucha se enfrenta al desafío de reconfigurar sus competencias asentadas. Tiene que revisar esquemas estilístico-cognitivos, apelar a una revisión de sus historias personales con otros lenguajes y estilos, y armarse de estrategias innovadoras para explorar el material desconocido. Esto supone un trabajo perceptivo e interpretativo más intenso, más detenido, que el que puede realizar con una pieza o con varias de un género y/o estilo ya conocido, asimilado e hipercodificado’”. Alto, me parece que arrancaste con Adán y Eva… –arremetió Bruno. “Tranquilo, no voy a ahondar más en eso… no quiero que se duerman los lectores. Aquí va otro fragmento: ‘En el juego de enfrentar lo

Noctambul, disco de Señor Faraón, proyecto musical de Ismael Varela (disponible en Bandcamp).

Viejo ciego, último trabajo de Marcelo Rilla (disponible en Bandcamp).

desconocido inciden muchas variables. Están las de orden cognitivo, las intelectuales, las afectivas, los marcos de valores y los marcos socioeconómicos, y, también, los políticos. Uno es y se mueve en el mundo en función de su formación, de su historia de experiencias, de sus opciones –y oposiciones– ideológicas, y por las trazas que deja el poder institucionalizado. Con horas de curtido televisivo, radial, internáutico, periodístico, educativo, el escucha queda formado –¿o deformado?–, preso de los dictámenes de un establishment económico y político que se esmera en dictaminar qué es lo aceptable, lo conocido, lo permitido, lo apetecible y todos sus opuestos. Y la música no escapa a todo eso’”. “¿Cuándo vas a ir al grano, Suárez?”. “Ya voy, ya voy. El desvelo tiene estas consecuencias”. “Mmmm, en ese plan no te van a publicar el artículo… ¿cuándo vas a hacer una reseña como Dios manda?”. “Jajaja. Precisamente…”. “Uy, se viene otro plomazo”. “No seas así, dame una chance. Mirá: ‘Las músicas, para ese establishment, deben ser correctas, amables, entretenidas, lindas, poéticas, sencillas, elevadas, y respetar las reglas: son populares o son cultas, las mezcolanzas no valen. Si, en cambio, juegan con la disonancia, lo reiterativo, los choques armónicos, los pulsos complicados –o pseudocomplicados–, los planes formales no-discursivos, serán músicas que están por fuera. Serían lo desconocido. Y algo así pasa con Portillo y su proyecto, sea en grupo o como solista. Pasa con el proyecto Matador, con Señor Faraón, con Marcelo Rilla. O incluso con Angelieri y sus Exilios Psíquicos. O con Yafalián. Estas son músicas que bucean en otros rincones sonoros. Se permiten la libertad de componer, o poner juntos materias e ideas que están descartadas, que devienen disonantes, que provocan otros trabajos interpretativos. La prensa –sobre todo la dedicada a reseñar músicas y otras artes– y la crítica –¿crítica?, ¿los comisarios de la cultura?–, entonces, se lanzan a etiquetar y a disciplinar la cosa desconocida. Así, Portillo o Señor Faraón se convierten en experimen-

tales: se les concede la licencia temporal para ser bichos raros, o artistas emergentes que chivean hasta que el mercado y la industria les pongan la correa. Tienen permiso para moverse en el under, en el indie, en los márgenes. Tocan en sitios raros y sacan discos torrencialmente, pero en sociedades creativas con otros bichos raros y los ponen en circulación entre otros tantos bichos más raros. Pero, los comisarios suelen perderse la oportunidad de escucharlos, de conocer las formas que los bichos raros descubrieron para reunir y revolver influencias, los modos de leer a Washington Benavides, de escuchar a Eduardo Darnauchans, a Los Que Iban Cantando, a Dino, a la etapa solista de Luis Trochón, a Bob Dylan, al bebop, al free jazz, a Brian Ferneyhough, a Luigi Nono, a los guitarreros tradicionales, o a los roqueros de otras patrias y otros mercados’”. *** Bueno, te pusiste duro, Suárez. Transformaste el artículo en un manifiesto de bicho raro –Bruno responde casi al borde del cansancio. “Decime si no tengo razón, Bruno. La escucha musical está devaluada. La industria cree que somos poco menos que subnormales y que ‘debemos’ escuchar lo mismo siempre”. Tenés razón. Lo de Portillo, lo de Sofía Scheps, que vos me la hiciste escuchar hace tiempo, o incluso lo de Maxi, viene por ahí. Quizás, digo, lo de Maxi Angelieri cuenta con otra historia, ¿no? Pero eso que escribiste sobre las formas de procesar influencias, otras músicas, en su caso es bien claro. Él se escucha todo y todo lo que está por fuera de los hits de turno. Y eso se nota en su música” –comenta Bruno. “Es verdad”. “¿Pero será que la gente tiene ‘tiempo’, digámoslo así, para andar buceando en Bandcamp si tiene todo resuelto en otras plataformas?”. “Creo que sí. Es una cuestión de opciones. Fijate, si alguien resiste eso que escribí y llega a la última línea quizás ya haya pasado por la experiencia…”. “Dijiste bien, Suárez, si llega a la última línea y, claro, si el editor te publica ese magma”. 17

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ESPONJAS Y VINAGRE

Por

Nelson Díaz

Poemas de amor

Nocturnos Publicado en 1955, es su quinto libro. Tuvo varias reediciones y en él se puede apreciar la consolidación de su voz poética. Este volumen abre con el poema ‘Qué fue la vida’, donde aparece, entre otros temas, la desesperanza: “Madrugadas sórdidas / en asco / en tareas sin luz / en rutinas / en plazos”. El existencialismo también está presente: “Si estoy aquí sin sueños / sin esperanzas y / sin nada que me sirva”; y la soledad, en el poema ‘Noche de sábado’: […] es la noche del sábado / yo estoy solo sola / y estoy sola / y soy sola”. En ‘Cerrada noche humana’ regresa la soledad: “Aquí estoy entregada en / la oscura humana noche / sin nadie más / sin nadie”.

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La primera edición corresponde a 1957 (dedicada a Juan Carlos Onetti) y, al igual que todos su libros, conoció varias ediciones. Una de ellas, publicada en 2015 por la Universidad Diego Portales, de Chile, incluye un acertado prólogo de la poeta y editora Milagros Ábalo. En él analiza cómo “la forma básica de la negación es el núcleo desde el cual se articula la escritura de Poemas de amor [...] Tal disposición anímica, la del no, domina el contenido de casi todos los versos, pero también la sintaxis y las imágenes con que están hechos. No, ese término invariable, se repite más de cien veces en un libro donde hay pocos poemas, y donde estos tienen pocos versos, y donde estos son de pocas palabras, por lo que queda rebotando en el lector con un detenido desánimo uruguayo. Sin ir más lejos, la primera palabra del primer poema, titulado ‘Un huésped’, es no: ‘No sos mío’, parte diciendo ese texto, que fija las líneas de lo que vendrá en el resto de las páginas: el amor como un huésped, como algo que va y vuelve, como pasajero en tránsito o, derechamente, como pura ilusión donde solo queda “la soledad que es / única certidumbre”.

Diario de juventud También publicado por Cal y Canto, y la edición, estudios preliminares y notas a cargo de Ana Inés Larre Borges y Alicia Torres, estediario fue escrito por Idea entre sus dieciséis y sus veinticinco años, es decir entre 1927 y 1945. De alguna manera, el lector descubrirá a Idea antes de ser Idea. Antes de la construcción de la poeta, antes de su relación con Onetti, antes, mucho antes, de la construcción del mito. Como señalan las responsables del volumen “en su propia voz recupera sus años de infancia, sus lecturas, el candor de los primeros amores, su iniciación intelectual y el encuentro con su sensualidad. Son años también de pérdidas, la muerte temprana de su madre y de su padre, las mortificaciones de su enfermedad, las dificultades económicas. El libro se abre con dos textos introductorios de Alicia Torres y Larre Borges y trae llamadas explicativas a pie de página, fotografías y copias facsimilares de algunos fragmentos del diario. Hay un completo y serio análisis de estos diarios a cargo de las dos investigadoras para conocer los orígenes de la gran poeta.


TITULO: Juventud y Cine AUTOR: Alejandro Ventura EDITORIAL: NED En los últimos sesenta años, los cambios en las actitudes de los jóvenes han sido muy marcados. En todos los casos, siempre es el hecho de “ser joven” el hilo conductor que singulariza esos cambios. Este libro se propone reconstruir este fenómeno complejo a través del análisis de diversas películas emblemáticas como Rebelde sin causa, Busco mi destino, La Naranja Mecánica, Mi mundo privado, Matrix, etc..

Idea. La vida escrita Notable libro objeto, cuyo concepto general, coordinación y textos están a cargo de la crítica literaria Ana Inés Larre Borges, la estudiosa más importante de la obra de Vilariño. Publicado por Cal y Canto y la Academia Nacional de las Letras en 2007 (segunda edición en 2008), reúne fotografías de la colección privada y de los álbumes de la poeta. Incluye textos de la propia Larre Bores, Juan Gelman, Jorge Albistur, Mario Benedetti, cartas de Idea a Humberto Megget, a Pedro Salinas, manuscritos (incluyendo el poema ‘Ya no’), las carátulas facsimilares de la mítica revista Número, semblanzas de Eduardo Galeano y Felipe Polleri, un ensayo de Antonio Muñoz Molina, otro de Carina Blixen y de Hugo Achugar, así como varios textos de la poeta explicando su relación con el autor de El astillero, el hombre más importante de su vida. Especialmente hay un texto, a modo de confesión íntima, donde el dolor se corporiza al enterarse de la muerte de Onetti en Madrid. Primero el llanto, luego el silencio, después la palabra: “De tarde dicen que ya lo incineraron. Es un poquito de cenizas, todo aquel hombre, el amor mío”. Hay, por supuesto, otros textos, análisis, recuerdos y muchas fotografías de distintas etapas de su vida. Idea. La vida escrita es un libro sencillamente maravilloso.

TITULO: Contra Amazon AUTOR: Jorge Carrión EDITORIAL: Galaxia Gutenberg Las bibliotecas y las librerías son escenarios fundamentales de nuestra educación sentimental e intelectual. En este libro de crónicas que ensayan y de ensayos narrativos, el autor rinde homenaje a algunas de las librerías y de las bibliotecas más fascinantes del mundo -y de su propia vida. Mientras Amazon sigue conquistando espacios físicos y virtuales, el autor de “Contra Amazon, Siete razones / Un manifiesto”, defiende la figura del librero y la librería de autor, al tiempo que nos invita a viajar y -sobre todo- a leer con espíritu crítico. TITULO: Mediocracia AUTOR: Alain Deneault EDITORIAL: Turner Nadie ha tomado la Bastilla ni ha prendido fuego al Reichstag, pero sí ha habido un cambio drástico: los mediocres han tomado el poder. La mediocridad nos anima de todas las maneras posibles a amodorrarnos antes que a pensar, a considerar inevitable lo que resulta inaceptable, y necesario lo repugnante. Da igual si es en el ámbito político, académico, cultural o mediático; se mire donde se mire, la mediocaracia se ha instalado. Alain Deneault analiza con un estilo ingenioso cómo las aspiraciones mediocres no dan como resultado sino ciudadanos también mediocres. TITULO: The Clash. Autobiografía grupal AUTOR: Joe Strummer, Mick Jones, Paul Simonon, Topper Headon EDITORIAL: Libros del Kultrum Los Clash fueron un grupo insólito, una perfecta anomalía que pronto trascendería su militancia en el punk más atroz, en companía de bandas como los Sex Pistols, a fin de ir incorporando, sin renunciar a su combativo ideario ni a sus principios estéticos, otras tradiciones musicales a su paleta sonora. Por desgracia, aquel periplo tan desbordante acabaría pasando factura a la banda. Mucha gente ha opinado sobre el cómo y el porqué de aquel estruendo, pero no está de más que los verdaderos protagonistas nos ofrezcan su versión.

OCEANO 19

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PUERTA DE EMBARQUE

Por Pablo

Trochon

Nueva Zelanda Queenstown. Nueva Zelanda es un emporio de lugares alucinantes que quitan el aliento, miles de senderos y atractivos para visitar, y uno de los destinos preferidos para realizar roadtrips gracias a sus óptimas rutas bien señalizadas casi sin peajes, baños públicos gratuitos, limpios y muy bien equipados, estacionamiento no tarifado –excepto en las grandes ciudades–, decenas de campings gratuitos y abundantes canillas de agua potable. En esta ocasión, una parada inevitable al sur de la Isla Sur. Queenstown está rodeado de montañas increíbles, lagos, árboles, y posee una impronta outdoor que se refleja en cada rincón. Bungy jumping. Uno de los puntos más destacados de este deporte en el país, y el primero en el mundo, manejado por la AJ Hackett Bungy Company, se encuentra a pocos kilómetros de la pequeña ciudad. Es una manera refrescante y extrema de comenzar la jornada. Un salto de 43 metros desde el puente suspendido Kawarau, que forma parte del Queenstown Trail, frecuentado por caminantes, corredores y ciclistas, se ubica en una bellísima garganta que le imprime vértigo al desafío. Gozar en Patagonia. Esta tienda de chocolates, con una impronta de la cultura gastronómica del Río de la Plata, es una opción ideal para sobrellevar las bajas temperaturas, disfrutando de los picos nevados a lo lejos con unos churros rellenos de dulce de leche. Súper

Arrowtown.

recomendable una taza de chocolate caliente con chile y llevarse algún recuerdito como trufas, confites, helados, batidos, alfajores o mentitas. Bicicletear el lago Wakatipu. Una buen plan de medio día es alquilar unas bicicletas para bordear el ojo de agua hasta la península Kevin, que comprende unos 28 kilómetros ida y vuelta. Los paisajes son hermosísimos, impactantes como en toda la región. Hay que dedicar una parada para almorzar unos sándwiches, en alguna parte del camino, observando las moles nevadas contrastando con el azul del lago y los colores de la vegetación, que en otoño alcanzan intensidades emocionantes. Arrowtown. A solo 23 kilómetros tenemos este enclave que conserva su centro histórico,

con muchos turistas, por cierto, que alcanzó interés durante la época de la fiebre del oro. Al respecto, puede visitarse una reconstrucción del asentamiento chino, a la vera del río que se cribaba para sacar pepitas, o un museo en el que alquilan y venden platos para jugar a buscar oro. Lo verdaderamente interesante es recorrer el río y ver los colores sobrenaturales de los árboles. Movida nocturna. Una de las grandes carencias del país, excepto en las grandes urbes, son las opciones para disfrutar de la noche, principalmente porque muchas veces a las cinco de la tarde comienza a morir todo tipo de movimiento. En ese sentido, Queenstown se destaca y ostenta una importante oferta de bares y boliches, donde al menos hasta las tres de la mañana se puede mover las caderas. Un recomendado es Vinnies. Skyline Gondola. Apenas llegar, lo primero que querremos hacer es ascender los 450 metros a la cima del Bob’s Peak con el teleférico más inclinado del hemisferio sur. Desde allí tenemos vistas envidiables de la ciudad, el lago y los picos circundantes, entre los que cobran protagonismo The Remarkables. Hay varios senderos –uno destacado es el Ben Lomond track– para entretenerse por los bosques de montaña, con pinos de distintos colores, y una pista de karting en pendiente con un marco infartante. Luego se puede recobrar energías con un buen capuchino y alguna torta en el restaurante.

Vista de Queenstown desde Bob Peaks. D

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Glenorchy. Otro destino a tener en cuenta en los alrededores, al que se accede a través de una ruta costera de cincuenta kilómetros de ensueño, es este pequeño pueblito. Vale la pena pasar una noche allí para luego completar un track en forma de ocho por unos humedales alrededor de un lago, a veces con pasarelas, que lleva apenas una hora en total. Allí el atractivo es el color de los pastizales y el modo en que se funde en el paisaje, lo cual le ha valido ser escenario de varias películas como El


Vistas lago Wakatipu.

señor de los anillos y Narnia. Se puede realizar también kayak, pesca, cabalgatas, trekkings de largo alcance, así como sky y snowboard en temporada. Esquiar Coronet Peak. Ascendiendo veinte minutos en auto, se llega a la cumbre de este pico de 1.649 metros, donde se ubica un importante centro del esquí mundial para disfrutar la extensa temporada de nieve. Llega a alcanzar los dos metros de nieve y es uno de los pocos del país en los que se puede esquiar de noche. Posee hermosas vistas de los lagos Wakatipu y Hayes, lo cual potencia el atractivo. Fergburger. Lo más cercano al paraíso dentro del Paraíso, por ello debe irse con paciencia porque suele estar muy frecuentado. Este restaurante ofrece una amplia oferta de descomunales hamburguesas con variopintos ingredientes y combinaciones. Sirve, además, una sidra caliente muy recomendable. Descubrir Underwater Observatory. Es un recinto de considerable tamaño bajo las aguas del Wakatipu que te permitirá conocer más de la fauna local: truchas, salmones y anguilas, incluso darles de comer.

Garganta Kawarau.

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CENTENARIO DE IDEA VILARIÑO

El poema que la escribe A cien años del nacimiento de Idea Vilariño, una de las poetas universales en lengua española, se sucedieron varios homenajes: mesas redondas, se recordó su relación con el tango, la exhibición del documental Idea* de Mario Jacob, un sello conmemorativo en el marco de la serie Mujeres notables, y el proyecto “Poemas recobrados” –a cargo del Departamento de Investigaciones de la Biblioteca Nacional– con el objetivo de rescatar todos los poemas que la poeta no incluyó en su Poesía completa.

Archivo Biblioteca Nacional. Colección Idea Vilariño.

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Por Nelson Díaz

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a foto muestra a una mujer bella, de cara angulosa, vestida con una gabardina negra y cierta saudade en su mirada. La imagen, del fotógrafo polaco Michel Sïma, se transformó en su foto “oficial” y recorrió, al igual que su poesía, el mundo. Idea Vilariño nació el 18 de agosto de 1920 en Montevideo y falleció el 29 de abril de 2009. Una de las mayores exponentes de la Generación del 45, fue periodista, ensayista, crítica literaria y dueña de una ars poetica que la convirtió en una de las voces más personales de la literatura uruguaya y con mayor proyección internacional. Una breve reseña biográfica da cuenta que nació en una familia de clase media y culta. Su padre, Leandro, fue un poeta que no editó en vida. Al igual que sus hermanos –Numen, Poema, Azul y Alma–, ella estudió música. Acaso, desde esa arista se puede rastrear su inclinación por el tango y la composición. Escribió varias canciones, entre ellas ‘La canción y el poema’, musicalizada por Alfredo Zitarrosa, y ‘Los orientales’ y ‘Ya me voy pa’ la guerrilla’, ambas musicalizadas por José Pepe Guerra. *** Desde muy joven Idea sabía que sería poeta. No solo así lo demuestran sus primeros textos, escritos cuando tenía diecisiete años, sino también el diario íntimo que la acompañó toda la vida y que comenzó a escribir a los dieciséis años. El volumen Diario de juventud (Editorial Cal y Canto) reúne lo escrito desde esa edad y hasta los veinticinco años, en una clara muestra de ello. Con edición, transcripción, estudios preliminares y notas a cargo de Ana Inés Larre Borges y Alicia Torres, el libro se transforma en un vehículo imprescindible para rastrear la génesis de la poeta. En este sentido, en el texto ‘Las confesiones de Idea Vilariño o escribir el propio destino’, la periodista y crítica cultural Alicia Torres escribe: “En el Diario de juventud Idea se desplaza de lo anecdótico a la especulación intelectual, fija instantáneas huidizas y largas tiradas reflexivas que nos permiten ser testigos de una infancia feliz y protegida, y de una adolescencia y primera juventud rebosantes de sensualidad y expectativas […]. Pero aun en ese tiempo indulgente y promisorio aparece, aquí y allá, el presentimiento oscuro que hace la vida ardua, la frustración que empieza a percibirse por habitar un mundo mediocre y ajeno, el desconcierto en lugar de las certezas”. Y tal como afirma Torres “[en el Diario de juventud] nos asomamos a sus primeros amores y a sus primeras decepciones, al gran amor prohibido, marca de fuego que tuerce y encrespa la senda de la vida; el otro amor, protector, comprensivo, pero ausente en exceso. Sabemos D

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de las pérdidas cada vez más intolerables: las muertes tempranas de la madre y el padre, las enfermedades de sus hermanos y las propias, rebeldes, sucias, agraviantes: el cuerpo lacerado durante largas temporadas, el rostro desfigurado que se debía ocultar, tragedias y miserias que ponen entre paréntesis, acaso para mirar desde un lugar nuevo, el vicio narcisista de la fotografía, la complacencia en el propio cuerpo, la avidez por el elogio, el relato ambiguo de la impostura y la inmodestia”. La decepción, el amor no correspondido, las pérdidas que suele propinarnos la existencia y la soledad que enfrentamos en un “pobre mundo” (expresión que remite a uno de sus poemarios publicado en 1966) serán los tópicos fundamentales en la obra de Vilariño. Esto aparece esbozado, y se profundizará con el paso del tiempo, en La suplicante, su primer libro, publicado en 1945. Para entender su misión irrenunciable al oficio de poeta, del que ya tenía idea en su juventud, hay que regresar al ya citado Diario de juventud. A manera de introducción, la crítica literaria e investigadora Ana Inés Larre Borges formula un título/pregunta que da en el centro de la diana. El artículo se llama ‘¿Cómo nace un poeta? ¿Cómo se hace?’ y sostiene: “Al morir –el 28 de abril de 2009– Idea Vilariño dejó diecisiete libretas donde está escrito el Diario que llevó toda su vida. La primera entrada es del 6 de febrero de 1937 –sus dieciséis años– y la última del 19 de julio de 2007, un mes antes de cumplir 87 y dos años antes de su muerte. Si el recuerdo de Idea –de su presencia raramente ausente– está todavía cercano y su poesía se lee y su leyenda crece, su iniciación como poeta es un enigma. No está apenas lejos, sino perdida. Su recuperación es tal vez la mejor promesa de este Diario de juventud. […] Entre su adolescencia y su primera juventud este Diario muestra a una Idea Vilariño que evade los atributos más visibles y previsibles de su mitología. Da cuenta de una vida anterior a su integración al grupo generacional del 45 y a su irrupción en el campo intelectual uruguayo. Habita un antes de la aventura de Marcha, de su profesión docente y de la militancia política pública. En este Diario Idea es todavía una poeta inédita y está lejos aún la legendaria relación con Onetti que, con su complicidad, redujo a una ecuación su vida amorosa. Por eso puede decirse que estas páginas desvelan a una desconocida”. *** Vuelvo al comienzo. La mirada triste. Lacónica. Intentando comprender el mundo hace que Idea Vilariño, pese a su poética intimista desde el yo, se transforme en una lejanía. Nos acercan sus poemas. Nos sentimos identificados. Su


Poema inédito.

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Cédula de estudiante, 1937.

Un poema, una confesión Promediando 1950, en una de las presentaciones de la revista Número, Vilariño –que la había fundado junto con Mario Benedetti, Manuel Claps y Emil Rodríguez Monegal– conoció a Juan Carlos Onetti. Dicen que a partir de ese momento comenzó una relación pasional e intermitente, con explosivas rupturas, que se prolongó hasta 1974, aunque sus protagonistas mantuvieran en paralelo sus relaciones oficiales. Acaso sabían que su relación estaba condenada al fracaso. Hay una mítica entrevista realizada por María Esther Gilio a Idea Vilariño, donde la periodista se interesa por la relación entre ambos. Publicada en www.estandarte.com, compartimos con los lectores de Dossier un fragmento.

Sí, sí, ya lo sé. Él me lo dijo a mí muchas veces. Cuando eso apareció en la entrevista que tú le hiciste y publicó la revista Brecha, me llamaron de todas partes para preguntarme. Yo me enojaba mucho con él cuando decía que no sentía que estuviera enamorada. “Con la cabeza lo entiendo, pero con esto no”, decía él y se tocaba el corazón. ¿Por qué pensás que no creía en tu enamoramiento? Porque yo muy a menudo decía “no”.

María Esther Gillio: Yo pienso en tu poema ‘Ya no’ donde parecés dolerte de no saber cómo habría sido estar juntos, quererse, estar. La pregunta es, en definitiva, ¿querrías haber armado con él una pareja, compartir la vida de todos los días? Idea Vilariño: Yo no digo ahí que querría eso, sino que eso no podría ser.

Y para él no hay amor sin sumisión. Seguramente. Pero yo no tenía más remedio que decir no, salvo que estuviera dispuesta a dejar que me pisara la cabeza. Pero además, no se trataba solo de amor. Era la manera de vivir. Nosotros nos contábamos todo, hablábamos de todo lo que nos pasaba, de lo que pensábamos y sentíamos con total libertad. Sin miramientos ni escrúpulos. Eso era algo que hacíamos bien, pero compartir la vida... Habría sido muy difícil. Yo no debí haberme enamorado nunca de Onetti. Era el último hombre que tenía que haberme gustado. Éramos dos personas absolutamente contradictorias.

Él dijo en una entrevista que estaba enamorado de ti, pero que nunca sintió que tú estuvieras enamorada de él.

¿Pero habrías escrito los poemas de amor que escribiste? Eso, quién puede saberlo.

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Manuscrito de ‘Qué fue la vida’, primer poema de Nocturnos.

En Las Toscas, 1966.

Diario de Idea (1941).

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Libros Su obra ha sido traducida a varios idiomas: italiano, alemán y portugués. Entre otras distinciones y reconocimientos, en 2004 recibió el Premio Konex Mercosur a las Letras, otorgado por la Fundación Konex de Argentina, como la más influyente escritora de la región.

Poesía

La suplicante (1945) Cielo cielo (1947) Paraíso perdido (Número, 1949) Por aire sucio (Número, 1951) Nocturnos (1955) Poemas de amor (1957) Pobre Mundo (1966) Poesía (1970) No (1980) Canciones (1993) Poesía 1945 - 1990 (1994) Poesía completa (Cal y Canto, 2000) Última antología (Cal y Canto, 2004) Sobre su vida y su obra Idea: La vida escrita (edición a cargo de Ana Inés Larre Borges, Editorial Cal y Canto, 2007) Diario de juventud (edición, estudios preliminares y notas a cargo de Ana Inés Larre Borges y Alicia Torres, Editorial Cal y Canto, 2013) Ensayos Grupos simétricos en la poesía de Antonio Machado (1951) La rima en Herrera y Reissig (1955) Grupos simétricos en poesía (1958) Las letras de tango (1965) El tango cantado (1981)

Traducciones

Raymond Queneau: El rapto de Ícaro (Losada, 1973) Jacques C. Alexis: Romancero de las estrellas (Arca, 1973) William Shakespeare: Hamlet, príncipe de Dinamarca (Ediciones de la Banda Oriental, 1974) Andrew Cecil Bradley: Macbeth, la atmósfera, las brujas (Editorial Técnica, 1976) William Shakespeare: Macbeth (Editorial Técnica, 1977) Guillermo Enrique Hudson: La tierra purpúrea (traducida junto con Jaime Rest, Biblioteca Ayacucho, 1980) Christine Laurent: Transatlántico (Adaptación de André Tachiné y Philippe Arnaud, traducción del francés de Idea Vilariño, Trilce, 1996) D

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rostro nos hechiza. Su mirada sigue siendo inaccesible para sus lectores. Nos mira e interpela. No podemos acceder a esa mirada, a esos ojos que miran más allá de nosotros. Más allá de ella misma. Tan esquiva como cuando respondía una entrevista. Hay un reportaje de Jorge Albistur, realizado en 1994, que integró un proyecto del desaparecido Instituto del Libro del Uruguay, cuyo director era entonces Julián Murguía, y que aparece por primera vez en Idea: La vida escrita. Bajo el título “Entre la pasión y el escepticismo: Partida en dos”, Albistur le pregunta qué opina de los reportajes y sus esfuerzos por racionalizar cuanto tenga que ver con la poesía. Ella contesta: “Me resisto a contestar reportajes porque no sé hacerlo. Me interesan en extremo las respuestas de otros a quienes respeto o admiro o me gustan –o no–, pero me cuesta responder yo. Siento como si me fueran a acorralar con preguntas cuyas respuestas doy por sentadas o no quiero o no puedo dar. Me molesta hablar de mí como si eso fuera importante; me parece un acto de exhibicionismo. Una única vez había conseguido Benedetti que lo hiciera. Me obligaron la estima y la vieja amistad que nos une. Esta es la segunda; espero que salga bien”. En otro tramo de la entrevista, Jorge Albistur le pregunta sobre cómo ve la identidad de la Generación del 45, desde la perspectiva del tiempo, e Idea responde: “Está bien eso de que integré un grupo de la Generación del 45 (de algún modo hay que llamar a lo que sucedió entonces en nuestra literatura), porque no hay que olvidar que estuvo hecha de grupos muy diferentes, nada más diferente que Asir, la revista que tú integraste, y de Número, que integré. Creo que entre todos rescatamos algunas cosas perdidas: un público, el interés por la literatura contemporánea; dimos a conocer nombres del país y del extranjero, creamos nuevos espacios, editamos autores nuestros”. La extensa entrevista, donde recuerda a su padre y a su madre, Josefina Romani, a sus hermanos, habla sobre la poesía de Darío, de sus lecturas adolescentes (antes de ir al liceo) de Tolstoi, Gorki, Dostoiewski o Víctor Hugo. También de su “período de nihilismo” –como ella misma lo define– a los dieciocho años cuando tomaba clases de violín y leía a Freud, Nietzsche, Max Plank y De Boglie, deviene en cierto momento en el amor al que Idea definió alguna vez como “tristísima ciencia”. “¿Hay manera de comunicar ese ‘conocimiento’ de amor que es a la vez vaciamiento de él, tal como parece revelarse en el corazón mismo de tu poesía?”, le pregunta Albistur. La respuesta de Vilariño es una definición exacta de su poesía y vale más que cualquier reseña crítica o monografía sobre su obra: “Sí, pero no digo exactamente que el amor sea ‘tristísima ciencia’. Digo más bien que lo estoy amando como lo amé otras tardes ‘con ciego amor/ con ira/ con tristísima ciencia’. Y explico: ‘más allá de deseos o ilusiones o esperas’ y esperando no obstante: es decir, que lo amé sabiendo. Eso era todo. No sé si puedo hablar de vaciamiento de amor. Nunca mentí en un poema. Pero hubo una especia de engaño, de equívoco, para quien leyera los Poemas de amor, que provienen de haber sido escritos casi siempre en el colmo del dolor o de la desesperanza. Y entonces las horas de pasión, de plenitud, de amor compartido, la espera colmada, apenas se mencionan. Tal vez la dicha no se escribe. Por lo menos en mi caso”.

A sus 19 o 20 años,(Archivo Biblioteca Nacional. Colección Idea Vilariño).

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Ya no

No supiste

Ya no será ya no no viviremos juntos no criaré a tu hijo no coseré tu ropa no te tendré de noche no te besaré al irme nunca sabrás quién fui por qué me amaron otros. No llegaré a saber por qué ni cómo nunca ni si era de verdad lo que dijiste que era ni quién fuiste ni qué fui para ti ni cómo hubiera sido vivir juntos querernos esperarnos estar. Ya no soy más que yo para siempre y tú ya no serás para mí más que tú. Ya no estás en un día futuro no sabré dónde vives con quién ni si te acuerdas. No me abrazarás nunca como esa noche nunca. No volveré a tocarte. No te veré morir.

Pobre mi amor creíste que era así no supiste. Era más rico que eso era más pobre que eso era la vida y tú con los ojos cerrados viste tus pesadillas y dijiste la vida.

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Todo es muy simple

Desnudez total Ya en desnudez total extraña ausencia de procesos y fórmulas y métodos flor a flor, ser a ser, aún con ciencia y un caer en silencio y sin objeto. La angustia ha devenido apenas un sabor, el dolor ya no cabe, la tristeza no alcanza. Una forma durando sin sentido, un color, un estar por estar y una espera insensata. Ya en desnudez total sabiduría definitiva, única y helada. Luz a luz ser a ser, casi en amiba, forma, sed, duración, luz rechazada.

Todo es muy simple mucho más simple y sin embargo aún así hay momentos en que es demasiado para mí en que no entiendo y no sé si reírme a carcajadas o si llorar de miedo o estarme aquí sin llanto sin risas en silencio asumiendo mi vida mi tránsito mi tiempo.


Amor

Vive Aquel amor aquel que tomé con la punta de los dedos que dejé que olvidé aquel amor ahora en unas líneas que se caen de un cajón está ahí sigue estando sigue diciéndome está doliendo está todavía sangrando.

Amor desde la sombra desde el dolor amor te estoy llamando desde el pozo asfixiante del recuerdo sin nada que me sirva ni te espere. Te estoy llamando amor como al destino como al sueño a la paz te estoy llamando con la voz con el cuerpo con la vida con todo lo que tengo y que no tengo con desesperación con sed con llanto como si fueras aire y yo me ahogara como si fueras luz y me muriera. Desde una noche ciega desde olvido desde horas cerradas en lo solo sin lágrimas ni amor te estoy llamando como a la muerte amor como a la muerte.

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Con Ana Inés Larre Borges

“La hondura e hipnótica dolorosa belleza de sus versos va a trascender el tiempo, el espacio nacional e histórico” Ensayista, crítica literaria y referente ineludible del Departamento de Investigaciones de la Biblioteca Nacional, Ana Inés Larre Borges es una estudiosa de la obra y vida de Idea Vilariño y una “hacedora” de hermosos libros objetos como Idea: La vida escrita, Idea Vilariño. Diarios de juventud y el ineludible Marosa, estos dos últimos juntos a su “compinche” Alicia Torres. A cien años del nacimiento de Idea Vilariño, ¿cómo definirías su aporte a la poesía uruguaya, su vigencia y su proyección internacional como una de las figuras más importantes de la Generación del 45? Idea fue una gran intelectual uruguaya y jugó un papel importante en su generación. Eso todavía pesa, pero en verdad creo que su protagonismo en una etapa que cambió la historia intelectual de este país, a pesar de su importancia se va a ir poco a poco disolviendo, y lo que va a quedar es su poesía. Sus poemas van a quedar como sucede cada tanto con muy pocos poetas. La hondura e hipnótica dolorosa belleza de esos versos va a trascender el tiempo y el espacio nacional, histórico, porque le va a seguir hablando a hombres y mujeres de todas partes y de muchos tiempos. Creo que eso va a pasar. Idea: La vida escrita, publicada por Cal y Canto, es un cuidado libro objeto cuyo concepto, coordinación y textos están a tu cargo. Reúne fotos, miradas de gente que la conoció y trató, poemas y correspondencia epistolar. ¿Cómo fue lograr reunir todo ese material? La vida escrita se hizo durante 2007 y se publicó en diciembre. Idea todavía estaba viva y su gran contribución fue prestarnos sus álbumes de fotos y darnos fragmentos de su diario personal que se publicaron allí por primera vez. El libro se fue haciendo sobre la marcha, con muchísimo tiempo invertido, en diálogo con los materiales, un hallazgo sugería otro. Recuperamos, por ejemplo, la entrevista de Benedetti de 1971 que es muy buena y como sabía de la que le había hecho Jorge Albistur a pedido del Instituto del Libro, todavía inédita, se la pedí. Es una entrevista notable, un diálogo de poesía de gran nivel y –al mismo tiempo– claro como el agua. De modo que tiene mucho material muy bueno que se da a conocer por primera vez. Además se alinearon los astros. Me citó Arielito Collazo en el Sportman y me dijo que estaba trabajando con una imprenta buenísma que le estaba yendo muy bien y que querían hacer algo bueno que fuese una devolución al país. Yo ya tenía la idea del libro álbum, pero no los medios para hacerlo dignamente. Fue más que eso, porque tuvimos el diseño de Pablo Uribe que es un gran artista y que dialogó mucho con el material. Él fue quien me señaló cómo Idea “intervenía” todas sus fotos, si uno presta atención ve que hay trazos de birome en sus retratos, pequeñas marcas, que no solo escribe al dorso sino sobre la foto, y eso también lo fascinó a él. A mí también me gusta hacer libros que sean D

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un bello objeto. La vida escrita está lleno de detalles, por ejemplo, los créditos de las fotos están puestos junto a una foto de Michel Sïma, el gran artista que hizo la foto de Idea en París, la clásica icónica foto de la gabardina. Y entonces para acompañar los créditos fotográficos pusimos una foto de Sïma en el mismo patio parisino donde se tomó la de Idea en 1954. Cosas así creo que hicieron la diferencia. Fue una linda aventura en la que nos acompañó Virginia Friedman que llevaba y traía las cosas de lo de Idea. En Diarios de juventud, también publicado por Cal y Canto, trabajaste junto a Alicia Torres en la edición, transcripción y estudios preliminares de estos diarios que la poeta escribió entre sus 16 y 25 años. En el título de la introducción escribís: “¿Cómo nace un poeta? ¿Cómo se hace?”. Y el volumen nos muestra a una Idea antes de convertirse en la leyenda, la que se transformaría en una de las voces más importantes de lengua española. ¿Cómo fue esa construcción? Hice esa pregunta con la esperanza de que esos diarios de juventud me dieran una respuesta, pero sentí un poco de frustración porque solo pude conjeturar algunas respuestas imperfectas. Estaba la influencia del padre, la de un Uruguay donde unas flamantes instituciones culturales, como el Sodre o el Taller Torres, eran un caldo de cultura para las artes y el intelecto de los jóvenes con vocaciones artísticas o intelectuales. Estaba también esa amistad nietzscheana con Manuel Claps, Sylvia Campodónico, el contacto con la filosofía, Idea ya no como una atenta lectora sino como discípula de Nietzsche. Pero era insuficiente. Ahora estamos prontos para comprender “de dónde viene” o “cómo se hizo” esta gran poeta. Y es que nos faltaban los poemas, ahora con la aparición de los Cuadernos, vendidos tan tristemente a Princeton, podemos empezar a ver esas influencias en acción sobre el papel, en la articulación de los versos, en los caminos que prueba y abandona o sigue. Sobre todo, en lo que domina primero y luego deja a un lado. Hay un don, una predisposición, pero también una construcción de sí. En la entrega está la asunción de un destino. ¿Cómo surge el proyecto “Poemas recobrados” –a cargo del Departamento de Investigaciones de la Biblioteca Nacional– que se propuso rescatar todos los poemas que ella no incluyó en su Poesía completa? En 2019, y a partir del estudio de su archivo, hice una edición anotada de su Poesía completa (que ahora se acaba de reeditar con una presentación también muy hermosa) pensando en que era un aporte para quienes quisieran profundizar en su poesía para este centenario. Los Poemas recobrados buscan completar ese aporte, al rescatar toda la “otra” poesía que Idea –con una exigencia exagerada– dejó fuera de su obra reunida. Es muy interesante poder leerlos para completar una dimensión de Idea. El trabajo se hizo con un grupo de jóvenes profesores, sobrellevando la pandemia: Mariana Ajas, Andrea Arismendi, Vanesa Artasánchez, Lorena Costa y Néstor Sanguinetti. Está disponible en línea con acceso libre, para que las fronteras no impidan que pueda consultarse desde cualquier computadora o celular en el mundo. Ya estamos trabajando en la segunda parte que va desde 1945 hasta 2003. D Dossier agradece a Ana Inés Larre Borges por el material gráfico cedido gentilmente.

Nelson Díaz. Periodista cultural en medios nacionales y extranjeros. Escritor, ha publicado poesía, narrativa y biografía.


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La cerrada noche humana hecha poesía

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Por Eduardo Roland

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acida en Montevideo el 18 de agosto de 1920, fue la segunda de cinco hijos de un padre anarquista y poeta, amante de las artes, que imprimió en los nombres de su progenie una impronta poética de corte romántico: Alma, Idea, Poema, Azul y Numen. La madre, católica, solo incidió en la denominación de uno sus hijos, logrando que su esposo antepusiera a Idea el nombre Elena, que nos remonta a la santa bizantina de origen aristocrático y no a Helena de Troya, como hubiera preferido la poeta. Porque además, Elena Idea Vilariño Romani (fallecida el 28 de abril de 2009) fue una atea convencida para quien Dios “es nada” o, a lo sumo, “un dios innecesario e increíble, como elementos comparantes del absurdo y la injusticia humanas”. Sin duda el ambiente culto y favorable a lo artístico que reinó en su hogar fue determinante para la formación de esos hermanos que cultivaron la música, el dibujo y la escritura como parte esencial de la vida. Todos fueron motivados a estudiar música: Idea tocó piano y luego violín, pero quien se destacó como pianista fue Numen. La madre, según cuenta Idea, era “quien casi siempre compraba los libros, los discos, quien nos llevaba al ballet, quien nos buscaba los profesores de música y nos compraba los instrumentos”. No obstante sus múltiples talentos artísticos (tenía oído absoluto, algo que muchos músicos desearían), ella se inclinó por la literatura, y dentro de esta por la poesía, el más “musical” de los géneros literarios. Gracias a sus poemas se hizo conocida y reconocida. Claro que su relación con la literatura fue mucho más amplia, en tanto colaboró con las revistas literarias uruguayas más relevantes del momento y con en el semanario Marcha, ejerciendo la crítica literaria; también tradujo a Shakespeare, Raymond Queneau, Simone de Beauvoir, y escribió varios estudios, breves y rigurosos, sobre textos y autores que se estudian en los programas de enseñanza media, sobre todo en su largo retiro en el balneario Las Toscas, durante la dictadura. Sin embargo, tal vez sus ensayos más profundos y prolongados –exceptuando sus trabajos sobre el tango– hayan sido los dedicados a la prosodia, a la métrica, la rima y otros aspectos rítmicos de la poesía. Entre ellos baste recordar Grupos simétricos en la poesía de Antonio Machado (1951) o La rima en Herrera y Reissig (1955), para aquilatar el gran conocimiento que tenía Idea de estos temas que son, justamente, los que vinculan directamente a la poesía con la música. No en vano ella definía al poema, antes que nada, como un “objeto sonoro”. Su dedicación y apasionamiento por estos temas técnicos hicieron que le ofrecieran la prestigiosa Beca Guggenheim, que le hubiera permitido dedicarse D

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por un año entero a trabajar en esos asuntos de manera exclusiva. Sin embargo, se negó a aceptarla “por razones de moral política”. Y por último, pero no menos importante en la relación de Idea con las letras, está su perfil docente. Con 32 años –en 1952– ingresó por concurso al profesorado de literatura en Enseñanza Secundaria, lo que le supuso durante algunos años viajar de madrugada al liceo de Nueva Helvecia. Su trayectoria como docente continuó en el IAVA de Montevideo hasta 1973, para culminar –una vez restaurada la vida democrática– en la Facultad de Humanidades.

La poesía de Idea Su no muy extensa producción poética suele ser dividida por la crítica en dos grandes etapas. La primera comprende sus escritos iniciales originalmente inéditos (una treintena de poemas creados entre los 17 y 24 años), más cuatro brevísimas publicaciones: La suplicante (1945), Cielo cielo (1947), Paraíso perdido (1949) y Por aire sucio (1950). La segunda etapa comienza con Nocturnos (1955), abarcando los tres últimos títulos: Poemas de amor (1957), Pobre mundo (1966) y No (1980). Al repasar su poesía panorámicamente y en orden cronológico, haciendo escala en cada uno de los ocho libros originales, resulta evidente que a partir de Nocturnos Idea deja atrás todo rastro de la influencia modernista en materia expresiva, para ingresar en lo que será su estilo definitivo y definitorio: el decir austero, lindando con lo coloquial, despojado de imágenes retóricas, con escasa adjetivación, versos breves, cortantes, quebrados que no siguen patrones métricos establecidos, pero que revelan un dominio fluido y medido del ritmo. Idea usa la pausa versal (la que se produce naturalmente al final de cada verso o línea) con precisión quirúrgica, como solo un músico podría hacerlo. Es por esto que ella negaba la existencia del llamado “verso libre” en su escritura poética. En una entrevista con Jorge Albistur en 1994, se muestra sorprendida de que la mayoría de los críticos no adviertan que “no hay tal libertad, que divido el texto –dice– de modo que esas divisiones sirvan al ritmo o sustituyan la puntuación”. En cuanto al contenido de su obra, con excepción de los poemas que integran Pobre mundo (en donde aparece la naturaleza y también textos referidos a hechos políticos vinculados a la lucha “antiimperialista”), son unos pocos y siempre los mismos los temas que atraviesan como espadas todos sus poemas: el sufrimiento existencial, la soledad, el pesimismo vital, el escepticismo ontológico,


Archivo Biblioteca Nacional. Colección Idea Vilariño.

la identidad como problema, y el amor como herida profunda, o mejor, en su contracara más oscura, el desamor. Casi toda su poesía es la expresión poética de un profundo desgarramiento que, por momentos, se torna insoportable. Porque su “pulsión de muerte”, diría Freud, la arrastra como el canto seductor y fatal de las sirenas mitológicas. Y ese entregarse a la melancolía de creer que el único y definitivo destino humano es la

destrucción provoca que la lectura de sus tristes versos nos vaya envenenado sin que nos demos cuenta, en tanto su escritura logra ser paradójicamente hipnotizadora, dulce en su amargura. “Decir no / decir no / atarme al mástil / pero / deseando que el viento lo voltee / que la sirena suba y con los dientes / corte las cuerdas y me arrastre al fondo / diciendo no no no / pero siguiéndola”. En este poema que abre la primera 39

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Último título publicado por Idea. Esta primera edición de 1980 tenía sólo treinta poemas.

edición de No, es interesante consignar que Idea veía en él la lucha entre “las dos pulsiones”. El apego a la vida estaría justamente en el “decir no” de los dos primeros versos y en los tres “no” yuxtapuestos del penúltimo. Y también en la precaución de atarse al mástil, como hace el héroe de la Odisea. Pero nada de todo esto sirve de antídoto contra el deseo simultáneo, manifiesto en el texto, de morir. Siguiendo con una mirada global sobre la temática de su obra, resulta fundamental destacar que Idea

–siempre reflexiva y crítica respecto a su propia poesía– hizo pública en el prólogo de la segunda edición de Pobre mundo (Arca, 1988) su decisión de no editar nuevos libros, sino ir agregando textos a los cuatro títulos que para ella marcaban las “únicas vertientes” de su poesía. Lo consiga Ana Inés Larre Borges en la introducción a la edición anotada de la Poesía completa editada por Cal y Canto el año pasado, al cumplirse veinte años de su muerte: “A partir de Nocturnos, en 1955, Vilariño había iniciado una forma

Idea en contraste con Benedetti De la pléyade de poetas que integraron la Generación del 45 o Generación crítica, Idea Vilariño ha sido, junto con Mario Benedetti, la más leída en Uruguay, a pesar de que el mayor reconocimiento académico lo haya obtenido –merecidamente– Ida Vitale, cuando el pasado año, a la edad de 96, le fuera otorgado nada menos que el Premio Cervantes, en Madrid. Pero si observamos con mayor detención, vemos que Idea y Benedetti tuvieron muchos más aspectos en común que ser los poetas con mayor alcance popular de su grupo literario. Para empezar, haber nacido en 1920, ser amigos y morir casi al mismo tiempo. Los dos publicaron su primer libro en el año que le da nombre a la destacada –y autopromocionada– generación que integraron: el 45, posiblemente la más importante de la historia literaria nacional luego de la del 900. Ambos privilegiaron la poesía como medio de expresión escrita frente a otros géneros, colaboraron en las mismas revistas literarias (de hecho, se conocieron en torno de la revista Número) y tomaron posturas sociales y políticas similares que los situaron como “escritores de izquierda”, defensores, hasta sus últimos días, de la Revolución Cubana. Ninguno de los dos tuvo hijos. Hay un punto de comparación que nos podría llevar a engaño, y es que parecería que mientras Benedetti estuvo decidido D

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a promoverse a sí mismo desde un principio (cuando editó su primer libro, del cual se arrepintió, iba a las librerías montevideanas preguntando si estaba a la venta), ella evitaba cualquier difusión, de hecho concedió solo cuatro entrevistas en toda su vida (dos escritas y dos audiovisuales: la de los documentales Onetti, retrato de un escritor, de Juan José Mugni, e Idea, de Mario Jacob). Sin embargo, ese “ocultamiento” resultó a la larga un notable efecto de marketing que contribuyó significativamente a la construcción de un mito en torno a su figura. Entre las diferencias más notorias habría que citar el aura que irradiaban cuando uno se acercaba a ellos personalmente, también perceptible en las fotos: ella, de porte elegante, transmitía altivez y cierta frialdad; él, de bajísimo perfil, transmitía bondad y sencillez. Ella publicó poco; él muchísimo. Ella fue profesora, él nunca tuvo actividad docente. Ella permaneció los once años de la dictadura en el país; él vivió en el extranjero. Ella fue poeta leída fundamentalmente por lectores de poesía; él, un poeta leído por gente que habitualmente no lee poesía. La poesía de ella fue valorada por el mundo académico; la de él no. Ella tuvo un funeral discreto (no obstante el homenaje en el Paraninfo de la Universidad); él fue velado en el fastuoso Salón de los Pasos Perdidos del Palacio Legislativo, y con duelo nacional.


personal de editar su poesía según una lógica interna que se concentró en cuatro títulos –Nocturnos, Poemas de amor, Pobre mundo y No–, que fueron creciendo y depurándose a lo largo de los años”. A lo que podría agregarse que esa “depuración” persistió hasta sus últimos días, actitud perfeccionista (¿lo hacía por ella o por los lectores?) que se contrapondría con su cruda confesión de que jamás sintió “la más mínima necesidad” de comunicarse a través de la poesía. Pero para iluminar la situación está, por suerte, Lorca, cuando dijo que “la luz del poeta es la contradicción”.

La otra cara del amor De la misma manera que los Poemas de la oficina (1956) de Benedetti adquirieron un éxito inusual para un libro de poesía en la historia literaria uruguaya (sin contar el caso de Juana de América), los Poemas de amor (1957) fueron sin duda el otro gran bestseller poético que produjo la Generación del 45, y del que se publicaron varias ediciones en los años sesenta y setenta, siempre aumentadas respecto a la hoy legendaria primera edición de corte artesanal, que incluía solo diez poemas manuscritos en hojas sueltas. Vale advertir que justamente es en esta vertiente de la escritura de Idea donde su poesía podría haber corrido el riesgo de atravesar la delicada frontera en donde lo confesional afectivo es pasible de volverse sensiblería, y por lo tanto cursi, como le sucedió a Benedetti con su poesía amorosa. Sin embargo, ella salió ilesa de los daños que podría haber sufrido al escribir desde la llaga del desamor, de manera autorreferencial y en medio de una tensión inevitablemente romántica. Tampoco podemos ignorar que el tópico de la pena de amor (y su empatía con el público) se remonta a los inicios de la poesía lírica griega. Allí está Safo de Lesbos: “Ya se ocultó la luna / y las Pléyades. / Promedia la noche. / Pasan las horas. / Y yo duermo sola”. “Yo quisiera llorando / decírtelo / mostrarte / decirte destrucción / y que tú me entendieras / o decirte se fue / el verano se fue / o decirte no te amo / y que tú me entendieras”. (‘Yo quisiera’, 1952). Aquí tenemos un ejemplo de esa “poesía directa, nada hermética, y que revela una experiencia”, tal como el profesor Albistur le decía a la autora mientras le preguntaba si ella pensaba que en esas características residía la popularidad de sus poemas de amor. E Idea lo admitía, sin mucha satisfacción, a la vez que dejaba en claro que ella prefería los poemas de Nocturnos o los de No. El poema-emblema –el hit– de todos sus poemas de amor es, qué duda cabe, ‘Ya no’, un texto que ha hecho emocionar hasta las lágrimas a muchos lectores de varias generaciones, cuyo comienzo dice: “Ya no será / ya no / no viviremos juntos / no criaré a tu hijo / no coseré tu ropa / no te tendré de noche / no te besaré al irme / nunca sabrás quién fui”. La culminación no es menos efectiva en su controlada y a la vez contundente melancolía, en su

Primera recopilación antológica, 1967.

nostalgia anticipada: “no sabré dónde vives / con quién / ni si te acuerdas. / No me abrazarás nunca / como esa noche / nunca. / No volveré a tocarte. / No te veré morir”. Está claro que el amor como experiencia humana tiene una cara luminosa, necesaria para sentirse realmente vivo, pero también está la cara sombría, que nos quita las ganas de vivir. Esta fue la que, seguramente a manera de catarsis, constituyó el alma de la poesía amorosa de Idea Vilariño. Ella admitió con meridiana claridad que sus poemas de amor “fueron escritos en el colmo del dolor y la desesperanza”. “Tal vez la dicha no se escribe”, agregó enseguida de aquella confesión. ¿Qué duda cabe de que es muchísimo más difícil hacer buena poesía amorosa o del tema que sea desde el optimismo? Por eso Walt Whitman es una bella y espléndida rareza que bien podría valer como la confirmación de la regla. Por supuesto que Idea como persona disfrutó del amor. El punto es que, por lo general, los escritores escriben sobre lo que no tienen o sobre lo que perdieron, que es casi lo mismo. Nunca sabremos del todo si no fue el acto compulsivo de escribir, transformando el dolor en arte, lo que llevó a esta mujer a vivir hasta los 88 años, sin haber concretado jamás “ese deseo de muerte que fue una constante de mi vida, la más coherente, la más deseable solución”. Los numerosos lectores que empatizan con su obra han agradecido, agradecen y agradecerán el modesto milagro de experimentar cómo la belleza de la poesía puede amortiguar el sufrimiento de ser seres arrojados en un “pobre mundo” carente de sentido. D

Eduardo Roland. Profesor de literatura y periodista cultural.

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LAS CANCIONES DE IDEA VILARIÑO

Oyendo una voz que canta Idea Vilariño escribió un puñado de canciones que nutrieron el repertorio de los grandes intérpretes de la música popular uruguaya. La poeta comprometida no hizo concesiones a la vulgaridad y el lugar común, y esas composiciones vibran llenas de vitalidad.

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Por Jorge Costigliolo

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l mote de popular nunca le cupo a Idea Vilariño. Si bien gozó de prestigio entre pares y enterados, sus versos, por ejemplo, no llegaron jamás a las tazas, marcalibros, posavasos y demás chucherías que se consiguen en el Mercado de los Artesanos. En cambio, los de su amigo y compañero de generación Mario Benedetti aún se venden por toneladas. Sin embargo, el 18 de mayo de 1984, algunas de sus palabras, en boca de José Pepe Guerra y Braulio López, las repitieron miles de voces. “Mi previa indiferencia por comunicar, mi larga vergüenza de publicar lo escrito, dejaron lugar a la alegría de escuchar esos textos tan bien musicalizados, tan bien cantados, que daban cuerpo a sentimientos e ideas que tantos compartían. A la alegría de oírlos difundidos en un acto público, en las radios (bueno, en algunas radios, y nunca en TV), difundidos de manera casi anónima, porque nadie recordaba, por ejemplo, quién había escrito la letra de ‘Los orientales’, pero con qué compartida emoción, a la vuelta de Los Olimareños al país, lo cantó el Estadio entero, y yo, nadie, entre ellos”1. Nadie, decía de sí misma la autora de esa canción. “Entonces no soy nadie”. En el hogar de Idea Vilariño había música. Se escuchaba y se tocaba. Así, cada uno de los hermanos incursionó en la práctica de algún instrumento. Idea tocó el piano y el violín con pericia, y cantaba muy bien, aunque para ella nunca fue suficiente. Estaba la música culta, sí, pero también el tango, que disfrutó como escucha y que también bailó. Y que estudió con singular lucidez: su consumo no era inocente. Sobre el género escribió Las letras de tango (1965) y El tango cantado (1981), obras todavía de referencia, no solo para comprender el tema, sino para echar luz sobre las controversias que tan solo su consumo generaba en ámbitos intelectuales. “El tango está justificado, explicado, por sus mejores obras, por aquellas excepcionales que solo tienen parangón en alguna vieja letra de jazz, en algún negro spiritual, en el cante, porque tocan el pobre dolor, la vulgar miseria del hombre, porque hablan de las cosas de la vida, patéticas, sucias, desamparadas, ridículas”.2 De las letras del tango, Idea valoraba que asumían el lenguaje común; “es popular porque alcanza a todos”, decía de Homero Manzi. E Idea amaba el ritmo. “La poesía es, sobre todo, canto3”, escribió a Humberto Megget, y aseguraba que “puede haber poesía sin metro fijo, sin acentos fijos, sin rimas, pero no puede haberla sin ritmo. Le es esencial4”.

Ahora, de amor Cuando Idea Vilariño compuso algunas canciones buscó, entonces, que tuvieran ese ritmo que habitaba en sus D

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poemas, y que conectara con el lenguaje llano de la música popular. Y si su obra poética transita, a grandes rasgos, los ejes del amor (o más bien desamor) existencialista y la denuncia política y “compromiso”, tan caros en las décadas 1960 y 1970, su escaso pero intenso cancionero no escapa a esa regla. “Las canciones no son como los poemas que salen como quieren sino que uno, deliberadamente, hace algo. En general me pedían las canciones con determinado tema, con determinada forma. Nunca conseguía que me pidieran una milonga o un tango, siempre terminaban con otro tipo de cosas5”. Así, sus letras se vistieron, de acuerdo al cariz, de milonga, de guajira, de vidala, de triunfo. “Una noche cayó [Zitarrosa] en mi casa de Las Toscas, allá a medianoche. Yo estaba pintando la pared [ríe], estábamos en arreglos y él posiblemente esperaría encontrar una persona poética y nocturna. Venía a pedirme la canción que él tituló malamente ‹La canción y el poema›. Se llamaba ‹La canción› y punto6». ‘La canción y el poema’ es, tal vez, su canción más universal e imperecedera. Alfredo Zitarrosa, quien, además de la música, en forma de milonga agregó partes de la letra, imprimió en su interpretación su sello canónico (por más de que haya sido interpretada, luego, por decenas de artistas, hombres y mujeres), los versos “Quisiera morir ahora de amor, para que supieras cómo y cuánto te quería” son inseparables de su oscuro vozarrón. Allí la pena, el vacío del amor no correspondido, el vivir “cada día pensando en la muerte”. Con Zitarrosa, que no pertenecía a su generación, compartía el amor por el tango, la milonga, la canción criolla y latinoamericana, y el respeto por el qué decir. Ambos, porque el cantor cultivó el oficio de poeta, hallaban, también, su inspiración en la hondura de la existencia, en el valor del héroe caído, en la épica del derrotado. Los dos se nutren del dolor para crear belleza.

En cada esquina esperan Otras canciones, en cambio, apuntan sus flechas al fervor revolucionario, en el marco de incandescencia de la época. En cierta ocasión, le confesó a Mario Benedetti: “¿Qué haría yo con mi poesía, con mi visión nihilista y escéptica –más que pesimista y angustiada– [...] uno es más que su yo profundo, que su posición metafísica; hay otras cosas que cuentan: el dolor por la tremenda miseria del hombre, el imperativo moral de hacer lo posible por que se derrumbe la estructura clasista para dar paso a una sociedad justa. Aun cuando uno sea coherente con su actitud esencial


Alma al piano e Idea con su violin.

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Alfredo Zitarrosa.

–hay una sola coherencia posible– no puede evitar ver el dolor, no puede rehuir el deber moral. Y entonces se pone a compartir la lucha, a ayudar la esperanza7”. No es casual que la Idea Vilariño autora de canciones sea contemporánea de la que, en 1966, publicara Pobre mundo, una obra distinta, por su contenido, a su producción anterior, en la que escribía: Aquí en el Uruguay los venerados héroes anduvieron también por las cuchillas y dejaron sus huesos por ahí. Sobre esas preocupaciones construiría un cancionero comprometido, llano y revulsivo, con la misma ética con la que edificó sus poemas: sin concesiones a la vulgaridad, minimizando la metáfora, tendiendo puentes con el habla de la calle y de su tiempo. “Crecé tus alitas, vidalitá, crecé el corazón, crecé, palomita, vidalitá, y volvete halcón”, escribió en ‘A una paloma’, versos que calzaban justo en el repertorio levantisco y fogonero del joven Daniel Viglietti. En esos casos, Vilariño se exigía el mismo rigor ético y estético que en sus poemas, buscando la palabra correcta para decir lo que había que decir, incluso cuando la canción tuviera un significado más o menos oculto. ‘Los orientales’, escrita para Los Olimareños y grabada D

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en el disco Cielo del 69 (1970), fue, desde su estreno, un himno de resistencia y de esperanza. Vilariño conocía muy bien el canto criollo y la epopeya gauchesca, y dotó a esa composición de una fuerza narrativa pocas veces vista en la música popular de estos lados del mundo. Su universo refiere, con enorme imaginería visual, a los gauchos en armas de los tiempos de las guerras por la independencia; a las revueltas de los caudillos orientales, sí, pero también a los infelices y marginados que alimentaron las filas de la Redota. “En principio se pensó como un homenaje para todos los revolucionarios de aquella época”, decía José Pepe Guerra8. “Después se le iba a cambiar la letra. Se supone que, cuando se pudiera, se le iba a cambiar la letra, que se refiere a los orientales, del Éxodo del pueblo oriental [...] En aquel momento, toda la juventud, del interior, de todos lados, se integraban a los distintos movimientos que había [...] Como nosotros sabíamos para qué era fue muy emocionante, y fue una gran responsabilidad ponerle la música, porque se podía volver una cosa histórica muy importante”. Guerra alude a lo que había señalado, tiempo atrás, el musicólogo Coriún Aharonián: “‘Los orientales’ debió haber sido el secreto himno del Movimiento de Liberación Nacional. No lo fue porque nadie supo que había sido concebida para que donde decía una cosa se canta-


ra la otra”; es decir, que donde decía “orientales” dijera “tupamaros”.

Y que tal vez es la mía

Pepe Guerra.

Las canciones de Idea han dado lugar a diversas interpretaciones. A la primera versión de ‘La canción y el poema’, grabada por Alfredo Zitarrosa en su disco Adagio en mi país (1978), se suma una muy reciente registrada por Cristina Fernández junto a la Filarmónica de Montevideo, y que será parte de su próximo fonograma. No es la primera vez que Fernández graba esa canción: admiradora confesa de Vilariño, esa pieza forma parte del repertorio del dúo que integra junto a Washington Carrasco desde sus inicios. La actriz y cantante argentina Soledad Villamil grabó también la canción, con arreglos más contemporáneos pero el mismo espíritu. A ‘A una paloma’, registrada por Daniel Viglietti en Canto libre (1970), hay que sumar las que grabaron Los Olimareños: ‘Los orientales’ (Cielo del 69 (1970), y ‘Cada vez’ (Cantando por el mundo, 1974), ambas musicalizadas por Pepe Guerra, ‘Cuando estábamos lejos’ (Canciones ciudadanas, 1988), con música de Braulio López, y ‘Ya me voy pa’ la guerrilla (Hasta siempre/ Ya me voy pa’ la guerrilla, 1971), sobre la Guantanamera de Joseíto Fernández. A la vez, Pepe Guerra incluyó ‘Tendrías que llegar’ en su álbum en solitario La voz de Pepe Guerra (1991). Esas canciones acompañaron el cancionero de los artistas durante largo tiempo, pero la poesía de Vilariño también inspiró a otros artistas. El músico argentino Miguel Wahren musicalizó varios de sus poemas para la obra En lo más implacable de la noche, y el grupo uruguayo Mansalva hizo una versión de ‘Una vez’ en su álbum Invocar9. Y Gabriel Peluffo, cantante y compositor de Buitres, homenajeó a la poeta en ‘Es decir’ (Mientras, 2003), una canción de admiración; “un homenaje en vida a alguien a quien desde hace muchos años le robamos muchas cosas10”, dijo el músico. Así, “la poeta del yo y el no”, como la definió Ana Fornaro, fue capaz, aun a su D pesar, de construir un nosotros y un sí para casi todos. 1. La vida escrita. VV.AA Cal y Canto. Uruguay. 2007. Pág. 98. 2. De las letras de tango, citado por Carina Blixen en http://bibliotecadigital. bibna.gub.uy:8080/jspui/bitstream/123456789/31553/1/12-delmira---carinablixen.pdf 3. La vida escrita. VV.AA Cal y Canto. Uruguay. 2007. Pág. 46. 4. Vilariño en La masa sonora del poema. Sus organizaciones vocálicas. Indagaciones en algunos poemas de Rubén Darío Citado por Coriún Ahronián en http://bibliotecadigital.bibna.gub.uy:8080/jspui/ bitstream/123456789/31612/1/19-el-compromiso-la-cancion-la-voz---coriunaharonian.pdf 5. Peyrou, Rosario y Pablo Rocca. ‘Diálogos con Idea Vilariño: La pasión y el poema’, en El País Cultural, citado por Pablo Rocca en http://bibliotecadigital. bibna.gub.uy:8080/jspui/handle/123456789/31552 6. Idea, de Mario Jacob (1997) https://youtu.be/KahxRa2tIak 7. La vida escrita. VV.AA Cal y Canto. Uruguay. 2007. Pág. 67. 8. La vida escrita. VV.AA Cal y Canto. Uruguay. 2007. Pág. 67. 9. https://mansalva.bandcamp.com/releases 10. https://youtu.be/w0i1r2URhI4

Jorge Costigliolo. Periodista, escritor y docente. Desde 1998 ha publicado en varios periódicos y publicaciones gráficas y digitales. Realizó el ciclo En estudio, donde entrevistó a más de 150 personalidades de la música, la literatura y el teatro. Es productor de contenidos audiovisuales y trabaja en diversos proyectos editoriales.

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Virus 32. D

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CON GUSTAVO HERNÁNDEZ

Los laberintos del terror nacional Todavía recordado por su debut con La casa muda, el realizador uruguayo Gustavo Hernández terminó recientemente de filmar su cuarta película, Virus 32. Si antes pudo haberse sentido un paria ante la oficialidad del cine nacional, hoy su situación es otra. Porque el panorama ha cambiado, aunque no tan drásticamente como el coronavirus le cambió los planes para la historia de zombies que acaba de filmar con Daniel Hendler y Paula Silva.

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Por Matías Castro

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n el azaroso y complejo mundo del cine en Uruguay, Gustavo Hernández parecía un bicho raro. Lo fue durante un tiempo, cuando filmó La casa muda y luego Dios local, aproximadamente una década atrás. Con los años dejó esa categoría y se convirtió en un exponente más de los variados realizadores locales que se ganaron una fuerte proyección internacional, como Pablo Stoll, Álvaro Brechner, Federico Veiroj y Federico Álvarez. Hoy, con su cuarto largometraje recién filmado, ya no es un outsider, un director que se quejaba de la uniformidad del cine nacional, sino que es una parte más del abanico producido en estas tierras. “Yo sentía que Uruguay estaba encasillado en una sola cosa y necesitaba más variedad, como veía en otros países”, cuenta el director, productor y guionista de 46 años. Lo dice todavía agotado por el largo y sinuoso proceso de rodaje de Virus 32, una película de zombies, con Daniel Hendler, que filmó en el club Neptuno en plena pandemia. “Eso creo que hizo crecer a la industria y es un proceso que se está consolidando. Películas de género han aparecido muchas. Por ejemplo, está la de Mauro Sarser, Muerto con gloria, que es fantástica o surrealista. Apareció Reus 2, que está en posproducción. Y se estrenó Al morir la matinée, de Maxi Contenti”.

Los primeros y firmes pasos La narración oficial, por decirlo de algún modo, cuenta que produjeron La casa muda con el escaso dinero de la venta de un auto. Se trataba de una historia de terror con pocos actores, que transcurría dentro de una casa en tiempo limitado y que se filmó con muy pocos técnicos. Empleó varios trucos. Por un lado, fingía ser hecha en una sola toma y, por lo tanto, filmada en tiempo real. Y, por otro, el fotógrafo Pedro Luque, uno de los más destacados de los formados en las últimas décadas, la filmó con una cámara de fotos. Esa combinación de artilugios le dio una intensidad muy alta a la película, la convirtió en un éxito local y le abrió puertas fuera de fronteras a un nivel inesperado. De hecho, hasta hoy es la única película nacional (probablemente también sudamericana) que ha tenido un remake en Estados Unidos. “En ese momento éramos inconscientes y no lo hicimos con un propósito comercial”, explica. “Después la película agarró una dimensión que no imaginábamos, nos hizo entender el mundo del cine un poco más. Fuimos a Cannes, se hizo un remake y pudimos ver un arcoíris global de la industria. Luego fuimos aprendiendo de película en película, porque la industria del cine va cambiando. Por ejemplo, el otro proyecto que tenemos en paralelo a Virus 32 lo estamos haciendo para una cadena de streaming”. D

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La producción de cine suele tener idas y vueltas complejas que demandan paciencia infinita y, en cierto sentido, un importante nivel de fe en lo que se quiere hacer. Son incontables las historias de realizadores que arrastran proyectos durante años mientras buscan financiación, consiguen o pierden fondos y coproductores, de tal modo que sus esperanzas mueren, renacen y cambian constantemente de porte. En ese contexto, un inicio tan explosivo como el que tuvo Hernández con La casa muda podría haber augurado un camino seguro. Sin embargo, no fue exactamente así, aunque haya logrado una continuidad mayor a la del promedio de quienes hacen cine en Uruguay. “Gracias a La casa muda pudimos hacer Dios local, que fue una película más bien de festivales y me permitió encontrar más gente del palo. Esa experiencia, a su vez, me permitió hacer No dormirás con financiación de Fox y un presupuesto al que no estaba acostumbrado. De alguna forma, creo que el proceso va escalonado porque una película te permite hacer otra. Vamos día a día, película a película”, detalla Hernández. De todos modos, hubo un aprendizaje importante en ese camino que, así resumido, parece simple, aceitado y carente de incertidumbres. Después de estrenar Dios local, por ejemplo, se encontró con que posibles productores le preguntaban si tenía más proyectos para mostrarles y él apenas se manejaba con alguna vaga idea para otra película. “Aprendimos que tenés que tener entre manos diez proyectos para que salga uno”, afirma, “porque si tenés dos proyectos, lo más probable es que no te salga ninguno”. El aprendizaje se reflejó, en buena medida, en formar un equipo. Con su aliado, el productor Ignacio García Cucucovich, formaron la productora Mother Superior y empezaron a invertir en atraer a otras personas que desarrollaran proyectos con ellos. Uno de los más destacados fue Juma Fodde, un realizador y guionista al que le asignaron la tarea de convertir en guion una idea básica de Hernández sobre la privación de sueño. Eso se convirtió en No dormirás, probablemente su película más ambiciosa. Protagonizada por Belén Rueda, además de ser una película de terror explora temas como los procesos creativos radicales y los límites a los que puede llegar un actor en la búsqueda de sus papeles. No dormirás se gestó en Uruguay, pero se filmó en Argentina y España, con técnicos y elenco de esos países. Logró la marca de haber sido la película de terror argentino más vista en la historia de su país, pero también llegó a cosechar éxito en países insospechados, como Rusia, por ejemplo. Una de las cosas que hizo con su equipo mientras trabajaba en No dormirás fue conseguir los derechos del thriller israelí Big bad wolves. Se trata de una sórdida historia


Rodando Virus 32.

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Dios local.

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La casa muda.


de venganza, con toques de humor negro, que se desata a raíz de una serie de muertes. Nuevamente le dio la tarea a Juma Fodde de reescribir el guion y darle una vuelta distinta como, por ejemplo, agregarle personajes femeninos, entre otras cosas. El nuevo título sería Lobo feroz.

Nuevos tiempos y nuevos desafíos La película se iba a filmar el año pasado, pero se pospuso, por lo que Hernández y su gente buscaron entre sus proyectos algún otro que fuera realizable mientras tanto. Así sacaron a flote Albatros, una historia de zombies que transcurría en un pueblo. “La idea era volver a las raíces, como cuando hicimos La casa muda, con un presupuesto bajo y un equipo chico”, explica. Para concentrar más la idea, reescribieron el guion más de una vez. La historia original transcurría en el pueblo, pero buena parte de ella sucedía dentro de un club. De ese modo, Fodde ambientó la historia entera dentro de un club y eligieron que fuera el abandonado Neptuno. En el transcurso de ese camino, la historia que se llamaba Albatros pasó a llamarse Virus 32. Consiguieron el apoyo del programa PUA, del Ministerio de Industria, que permite una importante devolución de impuestos a quienes invierten en cine. Sin embargo, a partir de entonces la idea de hacer un proyecto chico y manejable empezó a cambiar porque entró un coproductor argentino y, luego, Disney, que se comprometió con un lanzamiento internacional grande. “Cuando pasa eso, no podés mantener una película chica”, dice Hernández. “De todos modos es una película con la que apuntamos a un público más amplio y, justamente por eso, los productores te exigen otras condiciones técnicas. Así que si usás una cámara mejor también tenés que contratar a un equipo más grande por todo lo que implica. Y para nosotros, como productora que apunta a un público más amplio, fue importantísimo que nos pasara eso”. Para marzo ya tenían todo pronto para filmar. Los actores argentinos Esteban Lamothe y Malena Sánchez viajaron y filmaron un día… hasta que se declaró la cuarentena debido al coronavirus. Por eso el rodaje se suspendió y los actores volvieron a su país sin que se supiera cuándo se iba a retomar el proyecto. Conforme pasaron las semanas, las condiciones sanitarias se complicaron todavía más. Y, además, el club Neptuno pasó a manos de la Intendencia, por lo que el equipo de Hernández tuvo que volver a pedir autorización para filmar allí cuando se pudiera. “La Intendencia se portó bárbaro e hizo todo para que no retrasáramos la película, a pesar de que había un trámite legal complejo”, cuenta. “El Instituto de Cine también nos ayudó con cartas y permisos para habilitar a que los actores y técnicos viajaran y eso colaboró con que el proyecto siguiera su curso”. Ya hacía mucho tiempo que habían dejado de ser los outsiders del cine nacional, los raros que proponían hacer películas de terror mientras que los fondos e institutos parecían apuntar al minimalismo o al cine que se supone que trae prestigio. El panorama, evidentemente, era muy distinto a esta altura de su camino. El problema es que los actores argentinos no podían viajar. Malena Sánchez fue sustituida por la uruguaya Paula Silva, protagonista de El pozo, que vive aquí. Y Lamothe fue sustituido por Daniel Hendler, quien por ser uruguayo pudo viajar con más facilidad y, además, se interesó por esta propuesta, que era muy distinta a la del resto de su

filmografía. “Con Hendler había confianza porque uno de nuestros productores había trabajado mucho con él. Era un género que él nunca había abordado. Y, obviamente, tenía margen de tiempo para decidir, porque en Argentina la pandemia había detenido los rodajes. De hecho, allá recién ahora se empezó a filmar”. Si bien esto fue una suerte para poder enganchar a Hendler con comodidad y en poco tiempo, tuvo un efecto colateral que complicó las cosas. A causa de la pandemia, la industria audiovisual en Latinoamérica se detuvo; pero, debido a las medidas sanitarias y los buenos resultados, Uruguay fue el primer país que retomó los rodajes. El trabajo en el medio explotó y a lo largo de estos meses se ha filmado una cantidad inédita de producciones tanto comerciales como de ficción. La consecuencia de esto fue que parte del equipo que en marzo estaba comprometido con la película, en los siguientes meses estaba desbordado de trabajo por todas esas producciones que aparecieron. Y, por lo tanto, Hernández y sus coproductores tuvieron que recomponer una parte del equipo técnico. Al menos, se puede decir que en este caso las complicaciones llegaron por la abundancia del medio y no por la escasez de recursos. El hecho es que la película está filmada y se estrenará en el primer semestre de 2021. Mientras tanto, el plan de trabajo con Lobo feroz sigue en pie e implica que se filme en el norte de España, ya que requiere ambientes nevados. Por otra parte, España es el socio mayoritario y en el cine esto exige que la mayor parte se realice allí, aunque haya técnicos uruguayos y la posproducción se haga aquí.

El cine de género y sus riesgos Hernández estudió en la Escuela de Cine, pero durante años su medio de vida fue la publicidad, hasta que llegó La casa muda. Después de eso, ha dirigido pocos comerciales, aunque la empresa que tiene junto a Cucucovich da servicios de producción para que otros los realicen. “No estudié en la ECU para dirigir comerciales, aunque haya vivido de eso, obviamente. En una publicidad siempre estás contando algo, pero no es verdaderamente narrativo y a mí lo que me interesa es contar una historia, provocar sensaciones y desarrollar personajes”. Finalmente, si la publicidad encasilla y a veces parece ensuciar el aura de prestigio de los directores de cine, también los géneros tienen sus trampas. Gustavo Hernández parece ser sinónimo de terror, aunque le interesa hacer otras cosas. “Lobo feroz, por ejemplo, es un thriller policial y fue difícil financiar ese proyecto”, confiesa. “Pero se puede hacer porque uno de los coproductores había trabajado con nosotros en No dormirás y nos dio la oportunidad. Igual siempre te dicen lo mismo: ‘Che, hagamos otra de terror y después vemos ese thriller’”. D

Matías Castro. Escritor, periodista de espectáculos y cultura, editor de la revista literaria El Estante y Factor S. Dirige Montevideo Comics y edita la colección de libros de clásicos de cómics uruguayos.

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‘En el estante’, óleo sobre tela, 2010. D

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ENTREVISTA CON FERNANDO OLIVERI

El pintor de las miradas

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Por Gabriela Gómez

Fotos: Celeste Carnevale

Se considera un pintor figurativo, realista, a veces hiperrealista, pero no el que pinta de un modo cuyo resultado es casi el de una fotografía. Le gusta que le pregunten: “¿Está pegado, está pintado?”, porque este es el efecto que causa en muchos de sus cuadros: el de un realismo que casi parece que los objetos o las personas van a salir del cuadro. Quizás por esto ganó en 2016 el concurso Miradas, justamente por esta capacidad de reproducir algo tan sutil y referencial como la visión humana. Fernando Oliveri (Montevideo, 1957) empezó desde muy temprano con el dibujo como un juego, se formó en diversos talleres y probó diferentes técnicas, luego lo alternó al rutinario trabajo bancario que desempeñó durante 25 años ‒muchas veces pintando por la noche y haciendo horas extras‒ hasta que, finalmente, se dedicó de lleno a lo que siempre le interesó y nunca abandonó: la pintura.

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Foto: Celeste Carnevale.

Cómo fue tu formación artística? Fuiste alumno de varios talleres y también pasaste por el Club del Grabado. Nací en Montevideo, pero por razones laborales de mi padre nos fuimos a vivir al interior. Estuvimos en Paysandú, Mercedes y Fray Bentos. Desde chico siempre dibujaba, lo hago desde que tengo uso de razón. Me vine a Montevideo en 1978, al Instituto de Bellas Artes, no el que está ahora, sino el que estaba en los Padres Conventuales. Ahí había varios talleres, dentro de ellos el de Clever Lara, donde estuve dos años. Después la escuela cerró y dije: “¿Qué hago ahora?”. No sabía que Clever seguía dando clases en

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su taller, pero yo conocía a Gustavo Alamón y me formé plásticamente con él. Me enseñó el oficio de pintor y estuve trabajando mucho tiempo con él. Después me empezó a interesar el grabado y fui un año al Club del Grabado, pero sabía que lo mío era la pintura. Veía que el grabado era todo un proceso de grabar una plancha, de trabajarla, pero yo me sentía muy cómodo con el óleo, más que con el proceso del grabado. Me sirvió mucho desde el punto de vista de conocer otras técnicas, porque todo aporta, pero lo que me terminó definiendo fue la pintura. Después instalé mi taller, por el que han pasado más de 150 personas, gente de todas las edades, y esto es muy enriquecedor. ¿A qué te dedicabas cuando vivías en el interior? Fui bancario, tuve una actividad de muchos años; siempre trabajaba y pintaba. Porque cuando me vine del interior mi padre me ayudaba con la pensión donde vivíamos con mi hermano, que también estudiaba, pero ya a los diecinueve años quise solventarme mis cosas y comprarme mis materiales. Mi padre también era bancario, mi hermano y mi abuelo también lo fueron; el único que rompió un poco con esa tradición fui yo, que me fui del banco para dedicarme a la pintura. Nunca descuidé la actividad plástica, porque para mí era lo fundamental. Era como una balanza: la parte económica y la artística. Te lo menciono por el tema de los relojes, que está muy presente en esa etapa: los relojes, las corbatas; el hecho de entrar y salir a determinada hora yo lo sentía como una cosa deshumanizada: yo era un número y no soportaba eso. Lo hacía por una cuestión económica, porque tenía familia, pero me llevaba determinado tiempo que ya no soportaba. En ese momento era un noctámbulo trabajando: pintaba de noche. Llegaba del banco, estaba con mi familia, cenábamos, me preparaba el mate y me iba a pintar; eran las tres o cuatro de la mañana y yo seguía pintando.


‘Desde el rincón’, óleo sobre tela, 2011.

‘La cartera de Ana’, óleo sobre tela.

‘Escena en el tiempo’, óleo sobre tela.

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¿Cuánto tiempo estuviste trabajando en el banco, con ese régimen de pintar durante la noche? Estuve veinticinco años en la actividad bancaria y también hacía horas extras, porque tenía que pagar un préstamo que había pedido para comprar mi casa, entonces a veces dormía muy poco. Tanto fue así, que me produjo un desgaste psicológico por el estrés: estuve un año con licencia médica, porque tenía que cumplir con el trabajo y seguir mi vida de familia, con todo lo que conlleva la vida familiar. Trabajé en dos bancos, en el Caja Obrera y en el Sudameris, y, por momentos, alguna gente me veía como a un bicho raro o en forma despectiva. Había de todo, porque vivimos en un medio muy competitivo. El Caja Obrera era un banco nacional y el Sudameris era franco-italiano. Cuento esto porque en 1989 hice una exposición en una galería de la calle Bartolomé Mitre casi Rincón, que en ese momento era de Margarita Percovich y Washington Delgado. Yo trabajaba con ellos y vendía mucho también. Invité a todos mis compañeros de Caja Obrera y solo fueron dos o tres,

‘Detenerse a mirar’, óleo sobre tela. D

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el presidente del banco en ese momento me llamó para felicitarme. Pasó el tiempo, me fui al Sudameris y, después de estar trabajando bastante tiempo ahí, hice una exposición en el Argentino Hotel de Piriápolis y dije: “Me va a salir un dinero esta exposición”. Hablando con una compañera, me preguntó por qué no hablaba con el banco para ver si podían darme una mano. Pensé que no iba a ser posible, pero bueno, hablé, presenté lo que quería hacer y el gerente de marketing me pidió que le presentara una nota escrita de todo lo que necesitaba y me pidió fotografías de mis obras. Armé un dossier con cantidad de cosas y lo presenté. Después de unas dos semanas, me llamó la secretaria del gerente, que era un belga, y cuando llegué a su oficina estaba con tres franceses mirando mis carpetas y me dijeron: “¿Usted pinta esto?”. Y los franceses dicen: “¿Qué está haciendo usted en el banco?”. Les dije: “Necesito mantener una familia, no vivo de esto”. Me dijeron: “Lo que necesite nosotros se lo vamos a brindar”. Me armaron la exposición, me hicieron los catálogos, me compraron obra; lo que más me llamó la atención fue que hicieron las invitaciones con


‘La caja blanca y el ovillo’, óleo sobre tela.

la obra que me compraron y con obras que había hecho para la exposición y las entregaban a los clientes del banco. Yo estaba incómodo, porque había una parte positiva y otra negativa: en algunos compañeros generó otra mirada. Encontré tiradas en la basura las invitaciones. Es increíble; me dolió, eso me afectó, me llegó, y vi con mis propios ojos que tiraban las invitaciones. Pero lo hice, lo pude hacer y es de las cosas que rescato más lo positivo que lo negativo, porque es parte de mi historia. Después uno se va curtiendo porque, como se dice, nadie es moneda de oro para que todo el mundo lo quiera. Después he participado en concursos, he ganado premios, he viajado y estoy siempre atento a lo que pasa alrededor de lo que es arte. En 2016 obtuviste el primer premio de la sexta edición del concurso de pintura Miradas, Premio Lacy Duarte, con el cuadro ‘La visiónʼ, sobre una pintura de Steve Jobs, seleccionado por un jurado muy exigente. En el caso de Steve Jobs y el concurso Miradas, lo hice específicamente para esa propuesta y lo presenté porque

‘El mundo de Cristina’, óleo sobre lienzo, 2013.

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vivo de mi trabajo, estoy en mi casa, en un barrio precioso, tengo una familia. ¿Qué más puedo pedir? Entonces a veces me cuesta salir de mi casa. ¿Cómo denominarías tu técnica, tu modalidad expresiva? Soy un pintor figurativo, soy un pintor realista, a veces voy un poco más hacia el hiperrealismo. Pero no a ese hiperrealismo que es casi fotográfico, porque me genera una especie de ansiedad, porque es casi perfecto, porque está en esa ambigüedad de distinguir si es una pintura o una fotografía. El ojo que no está acostumbrado a verlo pregunta: “¿Esto es una foto o es una pintura?”. A veces me ha pasado, y por momentos me gusta trabajar con lo que se llama trampa al ojo [del francés trompe-lʼœil], cuando la gente se pregunta si está pegado, si está pintado. Y por momentos me gusta jugar con eso. ‘De pintura se habla’, óleo sobre tela, 2009.

comprende la mirada del ver y la mirada del hombre que va más allá que el normal de la gente. Empecé a trabajar con una idea y no me gustó mucho. Era una serie de lentes, que no me convencía, y dije: “Tiene que estar la presencia humana”. Busqué por internet imágenes y de repente apareció la mirada de Steve Jobs, esa mirada de halcón, y empecé a jugar reduciendo la imagen. Luego la completé con una paleta de los colores marrones, sienas, a pesar de que hoy también he incorporado color, porque se me va generando esa necesidad del color. Voy cambiando porque si no me aburro. Me considero un privilegiado:

‘La visión’, óleo sobre tela. D

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¿Cómo es tu ritmo de trabajo? Trabajo permanentemente y con distintas composiciones, todos los días. Tengo un taller con alumnos que vienen dos veces por semana, y el resto de los días me los dedico a mí. Estoy siempre en contacto y en diálogo permanente con mis obras y voy rotando; no estoy trabajando solamente en una obra, porque así me mantengo entretenido y al estar variando me encuentro con una obra diferente. Estoy muy atento a estos cambios. Es un poco lo que estoy haciendo ahora con este billete de dólar que recién empecé a trabajar. Específicamente esta obra [se trata de la pintura de un billete de un dólar doblado y pegado con una cinta] surgió porque yo siempre tengo en la billetera un billete de un dólar, como una especie de llamador del dinero, pero como hoy por hoy nos estamos manejando más electró-


‘En el taller’, óleo sobre tela.

nicamente que con los billetes y prácticamente tienden a desaparecer, el billete tiene pintada una cinta que lo sostiene. ¿Qué idea querés representar con esta pintura? A veces uno no quiere darle una explicación: surge a medida que trabajo, y a veces la idea inicial se va deformando. Lo que trato de hacer es sorprenderme a mí mismo; me gusta encontrar cosas, incluso me pasa con muchos trabajos en los que no me repito, varío constantemente. Eso es lo que me hace sentir, en esta actividad plástica u oficio, como quieran llamarle, y es lo que me motiva: el hecho de siempre estar creando. Me da vitalidad, una buena energía, estoy bien conmigo mismo, tanto que en ese diálogo que se genera con la obra no me encuentro, cambio de humor, pero sé que es pasajero, porque a veces se trata de encontrar ese punto y decir “ya está”. Supongo que eso tiene que ver con la dinámica del trabajo de docente. Sin dudas, porque me nutro de todo. Nunca me cierro;

además, la docencia la aplico volcando mis experiencias. Tengo más de cuarenta años en esta actividad, tengo 62 años, y lo que me hace más feliz es transmitir todos mis aprendizajes, no me guardo nada. Disfruto mucho con que la gente esté feliz con la actividad que hace; les aporto mucho, pero ellos me vuelcan mucho a mí, muchas cosas: es un ida y vuelta. Trato de que cada uno sea él mismo, es como la huella digital que todos tenemos. Soy como un guía de mis alumnos, porque son todos distintos. Hace poco, el taller hizo una muestra y la gente comentaba eso: que eran todos diferentes, y es porque somos todos diferentes. No comprendo esas situaciones en que todos tienen que hacer un trabajo parecido al del profesor. En ese caso me parece que no estamos funcionando bien. Cada uno tiene que ser lo que es y transmitir lo que quiere transmitir. Encontrarse con ellos mismos hace que los alumnos estén muy conformes con esa actividad, porque, en definitiva, todos tenemos algo para mostrar. No es necesario generar una obra muy complicada, pero a medida que se empieza a trabajar, es como quien empieza a entrenar, como quien empieza a correr: cuanto más trabajás, se te ocurren 61

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Foto: Celeste Carnevale.

‘En la ventana (pintor uruguayo Espínola Gómez)’. Óleo sobre lienzo, 2001. D

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Foto: Celeste Carnevale.

más ideas, hasta cuando vas al trabajo y estás pensando en todos”, todos le van a encontrar un significado diferente y esta actividad permanentemente; ese es el tema. van a tener una opinión diferente. Lo mismo pasa en la literatura, en el cine, en el trabajo de cualquier artista. ¿Qué opinión tenés de la nueva obra de arte contemporáneo del artista italiano Maurizio Cattelan, que despertó Porque el trabajo de un artista es el de exponerse, y eso diversas reacciones y críticas: una banana pegada a la pa- trae sus consecuencias. red con cinta adhesiva gris, titulada Comediante, que fue Exacto. Siempre quien hace algo va a estar expuesto a la crívaluada en 120.000 dólares y fue comida por otro artista? tica, buena o mala, pero es un diálogo con la obra, y ese diáMi cuadro también tiene una cinta y no es un invento mío, logo hay que alimentarlo. Yo me instalo en mi estudio y emes un invento de los años sesenta. No estoy dentro de esas piezo como a dialogar con la obra. Esta cueva donde trabajo cabezas. Es algo que me causa risa; es muy subjetivo esto, es mi paraíso, y de esa manera empieza a fluir la idea, de a pero no me parece serio, porque estoy seguro de que poco empiezo a volver al eje, a encontrarme con ese centro, hasta el que se comió la banana es parte de ese entorno, que muchas veces se corta, pero sé que va a volver porque de ese juego que se creó con el galerista, con el coleccio- es parte de la vida misma. Hay que saber convivir con eso, nista. A veces hay cosas que a uno lo sorprenden por ser sobrellevarlo y salir adelante de vuelta. Sé que va a volver un tipo de las llamadas locuras por el común de la gente. ese momento y hay que esperarlo. De eso se trata. D Esas cosas ya no me generan nada. Cuando algo se hace seriamente se nota, y para mí eso no es serio, pero es mi punto de vista y puede ser muy opinable. Lo que sucede es que ocurre en una feria como Art Basel, una de las más importantes de las que se hacen en Miami, y capaz que si yo tuviera un mánager multimillonario que me sugiriera: “Vamos a hacer esto y esto para que tu nombre salga”… Entonces ya salió: ya logró el propósito de que este hombre fuera más conocido, y además va a quedar como una anécdota. ¿Cuál es tu definición de arte? Es difícil explicarlo con palabras. Es un sentimiento. A veces no puedo explicar mis obras, porque una vez que se usa esa manida frase “terminé este cuadro y después pasa a ser de

Gabriela Gómez. Docente de literatura. Periodista cultural.

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DE LA PESTE A LA RESURRECCIÓN

Enseñanzas del arte para sobrellevar estos tiempos

‘Triunfo de la Muerte’, de Pieter Brueghel el Viejo. D

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Por Inés Olmedo

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as pandemias y su huella en el arte aparecen desde el Antiguo Egipto como una señal venida desde lo que el arte occidental considera su cuna. Pero la última pandemia en atacar esta parte del mundo fue el sida, en los años ochenta, asociada a comportamientos sexuales promiscuos, a la homosexualidad y a compartir jeringas. O sea, si éramos castos y teníamos la suerte de no necesitar una transfusión de sangre, podíamos tener la esperanza de no contagiarnos. Lejos está en la memoria, incluso de las generaciones mayores, la otra pandemia que asoló al mundo en 1918. Se la llamó (injustamente) gripe española y se expandió por todos los continentes de la mano de la Gran Guerra, la Primera, poniendo fin a millones de vidas y al “siglo largo”, como llamó Hobsbawm al XIX. Nacida en las trincheras y alimentada por la falta de condiciones sanitarias, la gripe mortal se expandió junto con el movimiento de los ejércitos, primero por Europa y luego por Asia, África y América. La padecieron por igual los ejércitos franceses y los ale-

manes, y –por supuesto– sus aliados, pero ninguno quiso reconocer al enemigo que tenía en sus propias filas. Solo España, que fue neutral en esta guerra, habló de esta forma nueva de gripe y sus efectos, ganándose el sospechoso honor de que quedara bautizada como gripe española. Sin reconocer fronteras ni talentos, la pandemia se llevó entre otros millones, a tres artistas claves de la modernidad: Gustav Klimt, Egon Shiele y Amedeo Modigliani. Perdonó a Edvard Munch y permitió al autor del ‘Grito’ pintar su ‘Autorretrato convaleciente de la gripe española’, mirando al espectador desde sus ojos enormes en una cara demacrada, sosteniendo sobre sus rodillas una manta colorida. Munch conocía de cerca la otra pandemia, la de la tuberculosis, que se llevó a su hermana cuando él tenía quince años, haciéndole experimentar ese dolor desgarrador de la impotencia ante la enfermedad, cuya expresión más famosa es justamente la serie del ‘Grito’. Caso diferente es el de la muerte durante otra peste, la del venerable Tiziano, en Venecia. El gran pintor tenía casi noventa años, una edad poco frecuente de alcanzar en esa época. Había dejado varios años antes sus asuntos en orden y una obra al respecto: ‘La prudencia’. Es una obra con un alto contenido simbólico, donde se autorretrata de perfil, a su hijo de frente y a un joven, posiblemente un aprendiz al que trataba como de la familia, también de perfil. Las tres cabezas están unidas en una sola forma. Abajo, la del viejo tiene un lobo, que simboliza el tiempo pasado que intenta atraparnos; la del hombre maduro, una cabeza de león rugiente, símbolo de las luchas que impone navegar las decisiones de nuestra vida presente; y la del joven, un perro que simboliza al amigable futuro, ese que nos llama desde lo que aún no existe y nos hace fiestas. Tiziano no escapó de la peste, pero sí del entierro apresurado y anónimo que se reservaba a los apestados. En una excepción al más ilustre de sus pintores, se le enterró con ritos y honores de tiempos sin peste.

La huida

‘Mata de hierba’, de Durero. D

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Pero sabemos, desde tiempo muy antiguo, que justamente la característica más aterradora de una pandemia es que no distingue entre venerables y deleznables, entre ricos y pobres, entre poderosos y comunes, entre los que han vivido respetando las reglas divinas y las humanas, y los que se han saltado todas. La peste se llevó a Pericles en Atenas y esa es una advertencia que la pintura clásica puso en imágenes aterradoras, por ejemplo, en los pinceles de Poussin; o Tintoretto, que inauguró un tema melodramático que otros pintores, incluso nuestro Blanes, recogieron: la del bebé que intenta alimentarse del pecho de su madre muerta.


Giovanni Boccaccio.

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‘La prudencia’, de Tiziano.

Quizás hoy volvemos a ver con otros ojos el ‘Triunfo de la Muerte’, de Pieter Brueghel el Viejo, porque nos actualiza la marcha triunfante pero miserable de la muerte, con su cortejo de esqueletos burlones que van saqueando y sembrando pánico a su paso. Lo que Brueghel nos enseña es que la peste todo lo iguala y que de nada vale atarnos a nuestras riquezas, porque ellas son apenas piedras y pedazos de metal, inútiles para devolvernos la vida. Eso parece ignorarlo el ladronzuelo, que aprovecha para llevarse una bolsa con dinero, o el valiente caballero que desenvaina la espada. En el extremo derecho, abajo, muestra a una bella pareja de enamorados que en medio del desastre permaD

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necen juntos, mirándose a los ojos y haciendo música. Por supuesto, están ajenos al esqueleto que los acecha tocando también un instrumento. Dentro de tanta miseria, la pareja pone un toque de luz en la escena, aunque no esté a salvo. En esta obra maravillosa y aterradora, Brueghel retrata también los momentos que todos atravesamos cuando llega una peste, aunque vivamos, como nosotros, en un momento histórico de recursos preventivos o paliativos, de cuidados médicos más o menos generalizados, de respiradores y estadísticas en tiempo real. La primera reacción es la misma que si estuviéramos en la Edad Media: el pánico. Pánico del otro, pánico por nuestras familias,


pánico provocado por la incertidumbre de no saber nada a ciencia cierta, salvo que de pronto nos damos cuenta de que lo más importante es mantenernos sanos. El pánico al contagio fue quizás la primera arma química: durante los sitios se volvió una práctica corriente que si se declaraba una peste en el ejército sitiador se tiraran por sobre las murallas los cadáveres apestados. El pánico es nuestra primera reacción natural y la sigue la huida. Dice Boccaccio que, ante la peste, hay quienes abandonan los cultivos y los cuidados de los animales, como si no hubiera un mañana para el cual trabajar, y se dedican a todos los placeres de la carne: el sexo, la bebida, la comida. Huyen hacia el prostíbulo tanto reyes como altas dignidades de la Iglesia, porque la huida los hace olvidar toda obligación hacia sus rebaños civiles o espirituales. La huida tiene un rol estratégico conocido desde la Edad Media: se llama cuarentena, aunque pueda durar menos o más de cuarenta días, y es una forma de paréntesis en la vida social y comercial que intenta frenar el contagio. Dio lugar a la actividad creativa de Newton, de Mary Shelley, del mismo Boccaccio, cuyo Decamerón inauguró un género de relatos agrupados que Passolini

llevó al cine y hasta hoy inspira películas corales maravillosas. En el Decamerón de Passolini, uno de los relatos tiene por protagonistas justamente a Giotto, interpretado por el mismo director, y a un discípulo, muchacho vulgar y nada parecido a nuestra idealización del artista. El artista popular y el genio capaz de innovar y fundar una nueva manera de representación de alguna forma son la metáfora de un fenómeno cultural que nació en la Toscana en tiempos de peste: el Renacimiento. Es el “resurgimiento” no solo de la tradición grecolatina, sino también el nacimiento de una nueva forma de experimentar la realidad, comparable quizás a los años veinte del siglo pasado, esos que se llamaron los “años locos”, que fueron los del triunfo de la juventud, de la libertad y del arte moderno.

Vivir el día Fueron los jóvenes que sobrevivieron a la peste negra o a la gripe española, como los que eran niños durante la Gran Guerra, los que fueron a apoyar con sus fortunas heredadas a los nuevos artistas, como Giotto, Boticelli o Picasso. Esos jóvenes se habían criado en tiempos heroicos, pero

‘Víctima de la gripe’, de Egon Schiele.

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estaban hartos de catástrofes. Si algo habían aprendido es a honrar el presente, carpe diem, y todas las manifestaciones de la vida. En este sentido, el arte sale de las pestes con mensajes nuevos: la adhesión a la vida y a todas sus bellas manifestaciones. Cuando San Francisco dice “Mirad los lirios del campo, ellos no se afanan ni trabajan” está haciendo una fuerte crítica al sistema acumulador de riquezas basado en el trabajo y el comercio, que impide al hombre honrar debidamente los milagros ofrecidos por Dios a través de la naturaleza. Volver a la naturaleza, aun en sus manifestaciones más humildes y pequeñas, dio lugar a obras maestras como la ‘Mata de hierba’, de Durero, amorosa y detallada representación, en la que el gran maestro puso todo su talento y dedicación al servicio de la belleza de un humilde yuyo. Fueron los jóvenes príncipes quienes abrazaron con entusiasmo la poesía y el pensamiento humanista, y encargaron el ‘Nacimiento de Venus’ o la ‘Consagración de la Primavera’ a Boticelli. Fueron los jóvenes los que corrieron desbocados en las parades parisinas, bailaron al ritmo del jazz y aplaudieron los gestos surrealistas de Dalí y Buñuel, o elevaron los precios del arte moderno y lo llevaron del viejo al nuevo mundo, convirtiendo a Nueva York en el nuevo

centro del arte. Será allí donde recalarían ‘Las Señoritas de Aviñón’ y el ‘Guernica’ en custodia, donde se establecieron los grandes museos de arte moderno y contemporáneo. Allí fueron a refugiarse los artistas europeos, los diseñadores de la Bauhaus y llegaron los muralistas mexicanos. Allí donde nacieron los artistas que signarían la segunda parte del siglo XX con el expresionismo abstracto y el pop art. Hasta que en los años ochenta, una nueva pandemia, la del sida, abrió la década y se llevó a artistas venidos del grafiti, como Keith Haring, pero nos dejó el arte conceptual como instrumento de denuncia y sensibilización. Desde Justiniano, que construyó Santa Sofía como agradecimiento por haber sobrevivido a la peste, a San Carlos Borromeo en Viena, que celebró la liberación de la ciudad de la peste, la arquitectura fue una manera de agradecer la gracia divina en formas innovadoras de los estilos precedentes. Lo mismo podría decirse de la pintura encargada por ciudades diezmadas por varios empujes de la peste, como Venecia, que permitió a Tintoretto experimentar con nuevos formatos compositivos. Hay otro tipo de arquitectura que se desarrolló en la primera mitad del siglo XX y que tiene que ver con otra pandemia, la de la tuberculosis, enfermedad contagiosa cuya cura y prevención se generalizaron recién en los años cincuenta. Antes, requería largos tratamientos, con exposiciones al aire libre y la necesidad de aislar a los enfermos, lo cual exigió edificios diseñados especialmente. Es el ejemplo del hospital de Alvar Aalto, de 1933, en Finlandia, un bello ejemplo de arquitectura que hoy se encuentra en desuso y a la venta.

Y después…

‘Autorretrato convaleciente de la gripe española’, de Edvard Munch. D

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¿Cómo saldrá el arte a elaborar esta pandemia del siglo XXI? Tal vez sea demasiado pronto para sacar conclusiones, porque aún la estamos atravesando. Hemos pasado del pánico a la huida, de ahí a la búsqueda de culpables, y estamos recién intentando elaborar conocimiento a partir de esta experiencia inédita. En el terreno del arte, los museos fueron de reacción rápida: salieron a ofrecernos sus tesoros en la red, abiertos las veinticuatro horas, sin colas y sin pagar entrada. Los primeros días todos compartíamos de forma entusiasta los enlaces de actividades culturales al alcance de un clic. Nuestras agendas se llenaron de eventos a los que podíamos acceder desde cualquier lugar y en pijama. Hasta que necesitamos de nuevo sentir que estábamos compartiendo espacio y tiempo en comunidad, y vinieron las propuestas más locales, esas donde una voz con nuestro acento nos habló de arte, y surgieron clases y tertulias, entrevistas, donde parte del placer es encontrarnos con amigos y conocidos. Pero a propósito del arte que se produce en esta coyuntura, ¿qué podemos pronosticar? Esto no es la peste negra en la Edad Media ni tiene la carga moral del sida. Es menos romántico que la tuberculosis, pero también menos letal que el ébola. Nos obliga a la distancia social y al confinamiento por un tiempo indeterminado, que podemos calcular entre quince días y unos años. Todos repiten que el mundo no será el mismo cuando salgamos de esto, aunque “esto” mata menos que otros males que tampoco hemos resuelto como humanidad. Sin embargo, el mundo se paró de golpe y más o menos voluntariamente, una gran parte de la población pasó a vivir confinada por plazos inciertos. Pienso que si estamos viviendo con una planificación de dos semanas, no es de esperar que se pro-


Sanatorio de Paimio, de Alvar Aalto.

duzcan grandes gestos estéticos, sino una serie de ellos. Las primeras respuestas circularon en forma de memes y ejercicios de apropiación caseros, como es de esperar en una cultura en la que el acceso a la creación de imágenes y su difusión es fácil, accesible y veloz. Cientos de cineastas elaboran sus diarios de cuarentena en todo el mundo, algunos incluso hacen ficción dentro de su entorno doméstico. Otros artistas, liberados de sus trabajos en el mundo de las ocho horas, crean y postean sus procesos en tiempo real. Los hay que han descubierto vocación pedagógica e imparten talleres gratuitos en línea, como el diseñador argentino Martín Churba. La reclusión domiciliaria, que acorta nuestros horizontes a las paredes de nuestras casas, ¿condicionará el alcance de nuestras miradas? ¿Nos volveremos hacia el pasado, la memoria, la imaginación para atravesar el estrecho límite de nuestros espacios domésticos? Nada de eso sabemos. Hay algo de diseño aplicado, desde trajes a manicuras, pero ¿será necesario que el diseño se ocupe de crear nuevos espacios públicos, nuevas telas, nuevos accesorios? Por ahora, la fabricación de mascarillas reutilizables parece la necesidad más cercana, y poco a poco se va estableciendo un código estético respecto a colores, materiales, estampados. Las de crochet no son para abuelitas, sino para hombres jóvenes de aire hippie, las abuelitas confían en las de la farmacia. Las chicas jóvenes evitan las blancas o negras y llevan estampados florales. Los señores cincuentones optan por el negro, liso, o por discretos tonos de gris. Las damas elegantes las combinan con su ropa. Desde las redes diseñadores de distinto estilo nos proponen divertidas opciones con mostachos, bocas sexys, frases ingeniosas. Confieso que me tienta usar una que diga “Solo el arte salva”. Creo firmemente en el poder del arte para devolvernos un poco de cordura, aunque no haya funcionado con el pobre Nietzsche. También en estos días he comenzado a creer que debemos anticipar la vuelta al mundo real y propiciarlo. No sé

cuándo, pero por las dudas planté en macetas unos pastitos y hierbas de esas que crecen rápido. Las tengo en mi balcón y las riego amorosamente hace ocho días. Se van a quemar con los primeros fríos y entonces las tiraré al mar. Ese rito de los Jardines de Adonis es mi preferido entre los muchos que celebran las resurrecciones. Es un rito femenino, doméstico, que viene de la antigua Grecia, se celebraba al final del verano y refiere al triunfo cíclico de la vida y el amor sobre el invierno y las fuerzas oscuras del Hades. D

Inés Olmedo. Directora de arte, artista visual y docente. Ha realizado dirección de arte de películas (El baño del papa, entre otras). Trabaja en cine publicitario en Uruguay y en el exterior, ha realizado escenografías para televisión y espectáculos. En paralelo, ha desarrollado su actividad como artista visual e ilustradora. Desde hace quince años ejerce la docencia en su especialidad en Uruguay, Brasil y en la EICTV (Cuba).

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Presintiendo Cuba: dos momentos y un traspié

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Viñales.

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Por Pablo Trochon

¿Alfombra… roja?

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orre el 2014, Fidel todavía está vivo y el Mundial apenas ha comenzado. Arribando al Aeropuerto Internacional José Martí, un policía de civil se me acerca y me empieza a hacer un montón de preguntas. Acto seguido me invita a acompañarlo a otro lugar. Con zalamero tono, me subestima en forma grotesca durante los cuarenta y cinco minutos de la charla, intentando camuflar el momento incómodo con un encuentro entre amigos. Ante mi estupor, me hace preguntas tales como motivo del viaje, si estoy aquí para hacer una investigación, por qué viajo, qué quiero conocer de la gente, qué autores cubanos he leído, por qué viajé a tantos países socialistas, qué lugares voy a visitar y por qué, y me pide que le detalle a niveles urticantes todo lo que llevo, por ejemplo la capacidad de cada una de las tarjetas de memoria. Todo lo que le voy diciendo lo va anotando en un folleto de una agencia de viajes, ingeniándose para que la cantidad de datos se vaya acomodando entre las letras ya impresas. Sigue haciéndose el amigo y me invita, ante mi respuesta de que viajo principalmente para conocer a la gente, y que no me guío por el gobierno de turno (noción que para el cubano medio muchas veces es difícil de entender, y no estoy siendo sarcástico): “Acá tiene un cubano, pregúnteme lo que quiera”. Le respondo que no viajo con una lista de preguntas y que no me interesa hablar con él. Con una sagacidad que emociona, cuestiona por qué estoy nervioso y le digo que porque no me gustan los interrogatorios; él dice que esto no lo es, que solo estamos charlando porque a él le encanta hablar con gente culta (sic) como yo (le he dicho que soy profesor). Pero esto no es todo, porque tras pasar migraciones y retirar la mochila, una agente de Policía me para otra vez, me pregunta prácticamente lo mismo que su compañero y pide una nueva revisión del equipaje por rayos X. Luego me deja esperando y la veo que va con el otro policía a verificar que a los dos les haya dado la misma versión, como si yo, claramente un espía del imperio, fuera a no haber preparado bien mis respuestas en los cuarteles de la CIA. Respiro, pese al calor abrasador, una vez afuera. Pero mientras fumo en la puerta y arreglo un precio con Carlitos, el taxista, percibo a otra policía que me sigue. Así soy recibido por la patria de la Revolución, la patria en la que –según me cuentan– tres de cada cinco cubanos son informantes del gobierno. El Chevy turquesa atraviesa el vapor rumbo a la bellísima Habana, mientras Argentina juega un desastroso partido contra Irán que Messi remata con un gol en los novenD

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ta. Más tarde, por la San Miguel, rumbo al Capitolio, me voy fundiendo en mi nuevo destino: olores de todo tipo, casas derruidas, gente mirando desde ventanas y balcones, sogas con ropa colorida colgada, cuadras y cuadras de pasivas y una proverbial cantidad de autos antiguos que realmente impresiona. Primer capricho Atrás queda la hermosa Baracoa, la base de Guantánamo, la Selva Maestra tupida de historia, emoción y tocororos, Playa Girón, la Bahía Cochinos, hasta el hermoso azul intenso de Playa Larga, entre otros. Me despierto en Trinidad, con la imagen de una vieja francesa que hurga en su nariz. Salgo del enjambre de anfitrionas y taximetristas para buscar mi casa de renta, tipo de alojamiento en casas de familia que permite levantar en una noche con un huésped lo mismo que gana un profesional en un mes. En Cuba no hay hostels y couchsurfing está prohibido, porque atenta contra el negocio antes citado, por lo que las opciones son hoteles lujosos o estas casas particulares, que valen mucho la pena porque podés conocer la cultura desde adentro y atesorar personajes memorables. Tras comprar crema para quemaduras y protector solar en la farmacia de la clínica, único lugar donde se encuentran, me tiro a seguir descansando y recuperándome de las terribles quemaduras, a raíz de la simpática confusión de un bronceador con un protector que tuve en Cayo Coco y Cayo Guillermo, en donde se encuentran algunas de las mejores playas del mundo. Alrededor de las cinco de la tarde salgo a recorrer la preciosura que es esta ciudad: su empedrado irregular y las coloridas casas coloniales que se acomodan a las pendientes son encantadoras. Cada tanto garúa y eso favorece que no haya muchos turistas. Se cruzan los firuletes de las rejas, los cables del tendido eléctrico, las señales de tránsito rudimentarias, los muros enmohecidos y las vigas de madera podrida que los atraviesan, las farolas y las balconadas, la torre de la iglesia derruida al fondo, el barrial, los paraguas chillones, el mar de tejas añejas… Los niños que juegan, las señoras con sus bolsas de verduras, alguna arrastrando un largo tramo de caña de azúcar y entonces la plaza central, tan pintoresca, con sus molduras y sus arbustos torneados. A las siete voy a cenar a un paladar (cantina popular) y como una entrada de la casa a base de camarones empanados, pasta de cerdo, vegetales y espagueti con galletas, y luego un pargo empanado con arroz, frijoles y vianda (carbohidratos, en general yuca, plátano o boniato), y una cerveza Bucanero.


Trinidad.

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Viñales.

De profundis Sancti Spiritus Desayunado temprano salgo con Guillermo, un malagueño buena onda que me lleva de paseo por el parque Tope de Collantes, pero de un modo mucho más interesante (y más barato, diría Charly) que los tours normales porque será mano a mano y por casi doce horas. El recorrido, agreste, auténtico, vernáculo, es gratificante: atravesamos la ciudad, un pueblito en el que nos detenemos a saludar a unas personas que nos regalan un mango precioso y nos internamos por un valle. Después de bañarnos en una ollita muy linda, nos cruzamos con una culebra comiéndose a un lagarto, avistamos un montón de aves y comenzamos el ascenso por el frondoso verde hacia la casa de Isidoro y el Viejito, a quien encontraron tirado en la calle y se lo llevaron al campo para que encarara. Los dos son muy amables, espontáneos y todo el tiempo hacen chistes. La parcela es muy linda. Hay chivos, pavos, vacas, cerdos, gallinas, caballos, perros y gatos. Descansamos y damos otra pequeño recorrido a la olla de La Cangreja, donde antaño supuestamente una santera curaba gente. Me lleva por una parte prohibida, donde hay una antigua central hidroeléctrica comida por la jungla y sobre la que debo guardar secreto. A la vuelta, nos cruzamos con Isidoro que nos ha ido a buscar intuyendo nuestro sacrilegio. Almorzamos deliciosamente cerdo con arroz, yuca y aguacate, que el Viejito cocinó. Posteriormente, Isidoro afloja la cáscara de unos granos de café que han estado quince días al sol. El Viejito los tamiza, después los tuestan D

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en una olla curtida por el hollín y el tiempo, los muelen y hacen un café exquisito. A las cuatro y media emprendemos la vuelta por otro camino, pasando por un mirador desde el que se ve el Valle de los Ingenios, Trinidad, la Bahía de Ancón y las lagunas con su barco hundido. La garúa, que comienza a quince minutos de salir, cuando estamos en la cumbre se vuelve terrible aguacero por más de cuarenta minutos. En el descenso, totalmente empapados y embarrados, va escampando. Pasamos por un lugar donde han ocurrido varios abigeatos y carneadas ilegales por parte de vecinos, dado que las vacas, así como el tabaco, el café y el cacao, les pertenecen al gobierno, el cual comercia su carne a precios que los campesinos no pueden afrontar. Como pirañas, dice que son: agarran una vaquita y cada uno se lleva su mordisco, algunos para el consumo personal, otros inclusive para vender. Dice el mito que algunas veces han sido descubiertos y han asesinado al involuntario testigo, pues la ley cubana penaliza el robo de vacas con la muerte, y el asesinato con solo años de cárcel. Un viejo nos acerca en sulky a la entrada de Trinidad mientras la penumbra se descuelga de los cielos. Vuelvo, me ducho, ceno súper abundante una sopa de frijoles con cerdo, arroz y repollo cuando una orquesta hace oír unos sones en algún lugar de la manzana. Muy por el contrario, la jornada acaba bailando electro pop y reguetón en la célebre discoteca Ayala, que está dentro de una cueva enorme, con varios litros de Havana blanco en compañía de unos viajeros colombianos y un


fallido intento de extender la noche en 500 años, al cual cierran por batahola.

Últimas postales Dejo el fiasco de Playa Ancón, con su gentío, su mugre y música estridente, y ceno en la Casa Rubia asada con arroz y vianda. Luego, la Escalinata, una casa de música a cielo abierto donde una orquesta toca son cubano y salsa, se llena de jineteros/as y gringos bailando muy mal. La novia de uno de ellos, Samuel –que está festejando su cumpleaños–, muy bebida, baila provocadoramente con cada cubano que se le cruza mientras el pobre saluda e intenta sonreír. En algún momento, los manoseos toman un tinte que el pobre francés no puede resistir, por lo que acaban peleándose a los gritos y corriendo uno atrás del otro. Al día siguiente me despido de Trinidad con una no menos memorable parrillada de pargo, camarones y langosta en el paladar de la vuelta. Luego vendrá el Castillo de Jagua, con la trunca ciudad nuclear que los soviéticos estaban instalando –interrumpida tras el desastre de Chernóbil y la caída de la URSS–, Cienfuegos y sus comparsas, el impresionante salto de agua El Nicho y el aplastante 7 a 1 de Alemania a Brasil, pero esa es otra historia y debe ser contada en otra ocasión.

Segundo capricho Después de que un chofer se hace el oso y no me para,

consigo que un supervisor me venda un tique en la guagua Astro, que no admite extranjeros, haciéndome pasar por un tal J. León. Intento no hablar, no sacar fotos para no delatarme y ruego que no aparezca un inspector durante las casi cinco horas de viaje y las ochenta veces que se detiene en cada uno de los entrañables pueblitos que depara la ruta, en uno de los cuales el chofer se baja a entregar una torta en una casa. Me alejo de La Habana, de su encanto de dama aristocrática en decadencia que se mantiene altiva en su devastado pero pintoresco escenario. Se larga una tormenta eléctrica increíble; los rayos tienen una intensidad plateada que nunca había visto, y se pueden ver sus extensas ramificaciones, algunas de ellas paralelas a la tierra: alucinante. Se nota que la gente tiene miedo a las tormentas. Muy diferente es la provincia de Pinar del Río, con su verde intenso, la tierra rojiza, sus grandes formaciones rocosas tapizadas de frondosa vegetación, las plantaciones eternas, el turquesa lechoso de las costas, el azul estridente del cielo y, en el medio de todo eso, la preclara Viñales. Hago una caminata de tres horas por este entrañable pueblito, capital de casitas multicolores apoyadas en callecitas tranquilas, enmarcadas en un valle coronado por una naturaleza ferozmente hermosa, rodeado de montañas y valles tabacaleros. Es singular la cantidad de pintadas y pequeños monumentos que homenajean a los Cinco de Cuba. Al día siguiente, tras un desayuno con disposición ornamental, salgo a bicicletear veinte preciosos kilómetros, 77

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con chozas y chicos a lo lejos. Visito de lejos el famoso y ridículo Mural de la Prehistoria, que realmente tiene poco que hacer allí, ante la impactante belleza natural del paisaje, y unos miradores desde los cuales se alcanza una vista sin igual del alfombrado salpicado de mogotes, palmas y flores. Me acerco a unos secaderos, y unos campesinos for export me cuentan el proceso de plantación del tabaco, el secado y cómo la venta del noventa por ciento de la producción al gobierno es obligada. Pero Pinar del Río no se limita al escenario agreste del colorido, tupido, increíble valle sino que posee aún más con lo que deleitarse y un fácil ejemplo son las playas de Cayo Jutía. Voy en una camioneta Van por los 65 kilómetros, algunos del terraplén que conecta con la isla, pero yo me bajo antes, en el faro, para ir visitando otras playitas. No es tan fácil ni tan cerca como pensé, así que debo caminar bastante por la ruta bajo un sol ardiente. Sin embargo, después encuentro un par de entradas para explorar, que hacen que valga la pena. Finalmente salgo a la playa turquesa, transparente y no muy extensa del ranchón, donde tomo sol y me baño. Paso una tarde bellísima, excepto por la pareja que se ha traído un parlante gigante donde cantan una y otra vez canciones de Pimpinela. Ya en Viñales otra vez, dos señores discuten fuertemente y uno le dice a otro: “Los dos somos cubanos, pero yo soy campeón y tú no, y ni en el 2018 lo vas a ser. Vaya muerto”. El contexto que sustenta esta sentencia es que ayer, bajo una tormenta eléctrica increíble, se desató la tensa y emocionante final del Mundial de Brasil, interrumpida varias veces por el dueño del bar Patio del Decimis-

Jutía. D

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ta, que apaga la tele por miedo a que se le rompa con los rayos, redoblando esos vacíos el nerviosismo. Alemania gana a Argentina, a siete minutos de terminar el alargue, y lo que escucho ahora es un eco inusual de aquello: un sentimiento de pertenencia hacia Alemania y Argentina, que hace encabritar a estos tipos como si realmente fueran alemán y argentino respectivamente.

Nocturno de Cuba La noche de julio, cálida y auspiciosa, me trae en la casa de renta un arroz con frijoles y salsa picante, pollo frito, pan tostado con manteca, palta con aceite y morrón verde, plátano frito, vianda y sopa de pollo con fideos excelentes y por apenas seis CUC (el CUC es una de las dos monedas oficiales, casi de uso exclusivo para turistas, que mantiene paridad con el dólar y que garantiza la inaccesibilidad de los cubanos a los productos que escapan a la canasta básica), mucho más barato que en un paladar. Luego, feliz, paseo la nocturnidad y desemboco en el Parque Central, donde hay un festival campesino, como una competencia de payadores, donde los participantes, que hacen esa especie de duelo entre cantantes mediante la improvisación, no acusan mucho ingenio sino más bien una circulación por tópicos y fórmulas consabidas, adornados por una música estridente. Al acabar la justa, un dj comienza a pasar música y el público aumenta exponencialmente armándose un memorable bailongo callejero. Para chusmear me meto en el único boliche del pueblo, el Polo Montañez, donde por un CUC de cover, el turista más fácil y ávido de jineteros, puede disfrutar de un


Topes de Collantes. La casa de Isidoro y el Viejito.

grupo de música latina, unos solistas melódicos y un flaco que hace bailes afro. Acabado el show dan paso a la orquesta que nos deleita a pura salsa y bachata, y todos salen a bailar, descosiendo la pista. Es un placer observarlos. Salgo al parque, donde hay vida local más auténtica, y me encuentro con Osmani, quien ha sido mi guía esta mañana en que recorrimos el Valle en bicicleta. Compro a un precio absurdo un Havana añejo, excelente ron que no da resaca, e inauguramos una larga charla que no tarda en caer en la figura inagotable de Fidel. El muchacho me cuenta muchas cosas: que es francotirador, que a pocos kilómetros, hasta no hace mucho, Castro tenía una caverna cubierta de artillería como para afrontar una Tercera Guerra Mundial, pero que hace poco la movieron porque habían detenido a un agente secreto en Estados Unidos y había riesgos de que batiera todo. Que cuando Fidel enfermó, hace unos ocho años, se envió a un pelotón de francotiradores a hacerle custodia durante un largo mes porque temían un ataque que quisiera aprovechar los posibles desajustes que el malestar del líder produjera. Nada pasó, excepto que Osmani tuvo que pasar ahí, frente a la residencia del entonces presidente, tirado en el piso, con solo una lata de sardinas diaria, aguardando… Con el gesto más conspicuo y a la vez precavido, alentado por una segunda o tercera botella, ya no recuerdo, refiere cómo una vez conoció a unos franceses en un tour que, a sabiendas de su condición de francotirador y motivados por vaya uno a saber qué intrincado designio, en aquel mismo parque, aguijoneados por el mismo alcohol, propusieron hacerle llegar a la Isla de la Juventud un fusil en lancha desde Panamá, para acabar con alguien que se cuida de no nombrar, haciendo el gesto de la barba. Ver-

daderamente no sé qué decir, uno no anda por ahí festejando el sicariato pero tampoco ofuscándose con los anfitriones que han tenido la gentileza de confiar en nosotros con semejante confesión, o con semejante fábula; una épica que se me va desplegando como en aquellos libros para niños que al abrir las páginas, las ilustraciones se alzaban tomando tres dimensiones como un abanico. Con alas un día, con agallas al otro, galopando o reptando, se había adueñado del curso de los ríos subterráneos, de las cavernas de la costa, de las copas de los árboles, y reinaba ya sobre la isla entera. Ahora, sus poderes eran ilimitados. Lo mismo podía cubrir una yegua que descansar en el frescor de un aljibe, posarse en las ramas ligeras de un aromo o colarse por el ojo de una cerradura. Los perros no le ladraban; mudaba de sombra según le conviniera. Por obra suya, una negra parió un niño con cara de jabalí. (De El reino de este mundo, de Alejo Carpentier). La siguiente jornada la ocupo en una caminata muy disfrutable, aunque el sol está mortal, por el valle, las plantaciones y un par de cavernas, la de la Vaca y la de Majagua, que son los refugios en las alturas para el pueblo en caso de desastre natural. En la oscuridad, el grito desesperado de una chiva que se cayó dentro de un tanque de agua, rebota en las paredes de la gruta y se propaga por los valles. Le avisamos a un campesino para que su dueño la rescate. Más tarde, en la entrada a Las Terrazas, paso en el Viazul la escuelita rural República Oriental del Uruguay. But no matter, the road is life. D

Pablo Trochon. Viajero, escritor, tallerista, gestor cultural, profesor de literatura y de español para extranjeros.

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