Dossier 20 LITERATURA -UN ARTESANO DE LA BREVEDAD, LA MEMORIA Y LA IMAGINACIÓN -

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A Siruela ya había cumplido un ciclo. Es decir, amo tanto esta profesión que decidí vender mi propia editorial, y todo porque había crecido tanto para mi forma de entender la edición de libros, se había hecho tan empresarial y estresante todo ello, que ya apenas podía leer con placer.

Daniel Viglione A Pepe Ribas

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i bien es poco habitual iniciar una entrevista con una dedicatoria, fue gracias al escritor y periodista catalán Pepe Ribas, fundador y director de la mítica revista española Ajoblanco, que Dossier logró conversar en Girona, cerca del pequeño e histórico pueblo medieval Vilaür, con el prestigioso editor Jacobo Siruela, que en los años 80 irrumpió en el mundo editorial español con una propuesta que dejó su marca indeleble, tanto por el exquisito cuidado grafico como por la alta calidad literaria de los libros que publicaba. En el delicado y difícil juego de ajedrez que terminó siendo concretar el encuentro con el huidizo Jacobo FitzJames Stuart Martínez de Irujo –conde de Siruela– fue Pepe Ribas quien movió las piezas demostrando cómo se hace un jaque mate de amistad y generosidad. “Ya hablé con Jacobo y está de acuerdo en que tú lo entrevistes en L’Empordà. Yo te puedo recoger en la estación de tren de Flaçà, línea Figueras, tipo de tren: Catalunya Express. Lo tomas en Barcelona Sants, tarda hora y media. Te recojo y te llevo a Mas Pou, que es donde Jacobo tiene la editorial Atalanta. Si precisas dormir una noche en L’Empordà ningún problema para que sea en mi casa. Inka y Jacobo viven a ocho kilómetros de mi casa de Girona”, escribió Ribas, ansioso por saber todo acerca de Montevideo y de alguna de su gente luego de los últimos encuentros aquí, en mayo de 2004 y octubre de 2007. Y así fue que Dossier pudo, al fin, recabar en vivo la palabra de quien se define como un artesano de los libros, del amigo y editor de Jorge Luis Borges e Italo Calvino, de quien supo vivir noches de bohemia en Tánger –en casa del escritor estadounidense Paul Bowles–, de quien en París frecuentaba el ático donde vivía el filósofo rumano Emil Mihai Cioran… El mismo que se convirtió en el primer hombre en crear una empresa comercial en los 500 años de historia que ha transitado una de las familias aristocráticas más ilustres de España. Jacobo Siruela habló sobre todo de su nuevo proyecto editorial, Atalanta, el cual junto con su mujer, Inka Martí, proyectó desde su casa en la campiña catalana. Un lugar en el que el pasado, el presente y el futuro se dan cita todos los días a través de sus ojos negros, que sin titubear miran intensamente todo los que se mueve a su alrededor, incluso el viento de L’Empordà. *** En su caso, la idea de crear un nuevo proyecto editorial parece surgir más desde el vicio o la obsesión por la lectura y los libros que desde una perspectiva comercial, que es como la mayoría de las personas entiende hoy al negocio editorial. ¿Por qué y cómo surge Atalanta? Bueno, sí. Editar ha sido siempre, para mí, un veneno embriagador, un veneno que ha intoxicado todo mi organismo desde hace años. Por eso creo que también

¿Y entonces? Entonces la melancolía, esa antigua enfermedad del alma, empezó a corroerme por dentro. Fue allí cuando compré esta masía del siglo XVIII y comencé a reformarla, porque el mal de piedra es mi segunda enfermedad seria. Ahora bien, en cuanto a la segunda parte de su primera pregunta, sólo puedo contestarle una cosa: si alguien se mete en este negocio solamente por ganar dinero, está completamente loco. Cualquier financiero, al enterarse de su funcionamiento empresarial, recomendaría inmediatamente abandonar ese proyecto, ya que su forma de funcionar es completamente errónea: siempre adelantando dinero y siempre cobrando tarde; siempre entregando tu mercancía impecable y recibiéndola magullada por los azares de la vida libresca, y todo sin cobrar un céntimo por ella... Así que en este oficio de locos sólo la pasión es lo sensato y lo sano. ¿Podría decirse que estar más de veinte años con los libros, dedicándole a cada uno de los títulos horas, días y hasta años de trabajo, lo llevó, en cierta manera, al hastío de los mismos y por eso decidió vender Siruela? Sí, podría decirse que sí, porque me vine a vivir al campo por varias razones. Estaba aburrido de Madrid, la ciudad más áspera de Europa, y estaba harto del mundillo editorial y su malediciente mediocridad. Como había podido dirigir desde aquí ocho colecciones para Siruela, antes de abandonar definitivamente la empresa me dije: ¿acaso no se puede hoy, con internet, empezar una editorial desde el campo? ¿Fundar una empresa nueva, con nuevas ideas? Esto me pareció sugestivo y así empezó Atalanta. Junto a mi mujer, Inka, y una secretaria, controlamos todo el proceso y ahora no sólo leo a fondo todo lo que publico, sino que me hago casi un especialista de ello, que es lo que más me gusta. No sé cuántos casos habrá en España, pero no creo que sean muchos los que un mismo hombre sea el creador, fundador, director y editor de un sello de prestigio internacional. ¿Qué modelos le sirvieron para forjar su imagen de editor? También soy el diseñador de Atalanta... Tengo modelos culturales, por supuesto, pero mi auténtico modelo es el artesano, un oficio que la sociedad tecnificada había planeado hacer desaparecer e incluso el arte moderno quiso acabar con él. Mi modelo no es el artista moderno sino el del artesano antiguo. ¿Qué los diferencia? El artista moderno es neurótico y el artesano es un ser tranquilo, que desea hacer cada vez mejor su trabajo porque es lo que más le gusta. El artista aspira al reconocimiento personal, el artesano es anónimo y sólo se le reconoce por su trabajo. Conclusión: el artesano tiene más posibilidades de ser feliz que el desdichado autor de éxito, siempre azotado por las inclemencias mundanas. ¿No le parece?

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Perfil de un noble editor Jacobo Fitz-James Stuart Martínez de Irujo, conde de Siruela e hijo de la duquesa de Alba, nació en Madrid en 1954. Su inicio en el mundo editorial comenzó en 1980, cuando publicó de forma independiente La muerte del rey Arturo, de un autor anónimo francés del siglo XIII que ganó el primer premio concedido por el Ministerio de Cultura al libro mejor editado del año. En 1982, fundó Ediciones Siruela, cuyo primer libro fue Sir Gawain y el Caballero Verde, inaugurando una colección en la que se publicaron por primera vez en España todas las novelas más importantes del ciclo artúrico. En 1983 editó la Biblioteca de Babel, dirigida y prologada por Jorge Luis Borges. Dos años después, apareció el primer número de El Paseante, excelente revista de cultura en la que ofreció una amplia mirada de las ideas estéticas más relevantes de la década de los ochenta. En 1989 lanzó la colección literaria contemporánea Libros del Tiempo, inaugurada con el célebre ensayo de Italo Calvino Seis propuestas para el próximo milenio. Otras colecciones diseñadas y editadas por Siruela fueron: El Árbol del Paraíso, La Biblioteca Azul, Biblioteca Medieval, La Biblioteca Sumergida, Biblioteca de Ensayo, Biblioteca Italo Calvino y Biblioteca Lobo Antunes, y la colección de literatura infantil Las Tres Edades, con éxitos como El mundo de Sofía y Caperucita en Manhattan. En 2000 vendió la totalidad de su compañía a Germán Sánchez Ruipérez, aunque siguió ejerciendo como director editorial de Ediciones Siruela, la cual abandonó definitivamente en 2005 para fundar Atalanta junto a su mujer, Inka Martí. DOSSIER

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El desembarco en Uruguay

Siruela en los buenos viejos tiempos Por

Eduardo Roland

eran los responsables de esas maravillas se hacía muy difícil desde este rincón del planeta). Había que conformarse con la información que en letra chica aparecía en la página siguiente a la portadilla. Mirando entonces el primer libro de Siruela que compré, Poesía completa de Guillermo de Aquitania (1983), aparecía como dato más relevante que la colección ‘Selección de lecturas medievales’ era dirigida por un tal Jacobo J. F. Stuart. Tal vez un año más tarde comenzó a circular por esta ciudad que iba recuperando la democracia perdida, una nueva serie de títulos de Siruela (La Biblioteca de Babel, colección de lecturas fantásticas) y casi contemporáneamente, una revista de arte y cultura que causó impacto: El Paseante. Esta publicación trimestral de gran formato e increíble diseño –que se volvió objeto de culto para una inmensa minoría de lectores– pertenecía a Siruela, y su director era Jacobo J. F. Stuart. Creo que por algún amigo que había pasado una temporada en Madrid nos llegó el dato de que el dueño de Siruela era un tipo joven, una oveja negra nacida en el seno de una familia aristocrática, nada menos que el hijo de la duquesa de Alba. (¿Acaso el mundo sin internet no era más misterioso y por lo tanto más interesante?) Cuando la tercera colección de Siruela (‘El ojo sin párpado’) fue lanzada al mercado, se percibieron dos cambios: primero, que “Ediciones Siruela” fue sustituido por Siruela, a secas; y segundo, que el director de la nueva colección de relatos fantásticos y de horror ya no era Jacobo J. L. Stuart, sino Jacobo Siruela, quien además de seleccionar y prologar varios de esos volúmenes se encargaba del diseño gráfico con evidente eficacia y refinamiento. Fue recién en 1995 que apareció en la prensa uruguaya la primera foto del “huidizo conde de Siruela”, como lo llama Daniel Viglione con propiedad. Gracias a una brevísima entrevista que Christian Kupchick le hizo en la Feria del Libro de Buenos Aires y que fuera publicada en El País Cultural. La instantánea –pequeña, y en blanco y negro– muestra a “Jacobo Fitz James Stuart” junto a Antonio Escohotado, Albert Hofmann y Ernst Jünger. No quedaban dudas: el editor madrileño se movía muy bien y sólo jugaba en las ligas mayores.

Borges y Siruela

Fue por la segunda mitad de la década de los ochenta que en unas pocas librerías de Montevideo aparecieron los primeros libros de Ediciones Siruela de Madrid, objetos que brillaban con luz propia y que, por supuesto, no pasaron desapercibidos para esa legión de bibliófilos a la cual debo confesar que pertenezco. Se trataba de volúmenes bellamente raros: destacaban del resto tanto por su cuidado material gráfico como por su contenido, centrado en temas medievales y obras poco conocidas o nunca editadas en español, sobre todo pertenecientes a la baja Edad Media (con epicentro en el emblemático siglo XII). Recuerdo que con algún amigo librero especulábamos sobre la inteligente guiñada de cambiar la ce de ‘ciruela’ por ese. Veíamos en ese gesto la conciencia de los editores respecto a la condición poco frecuente de los títulos que proponían, y además, creíamos ver un gesto de rebeldía frente a la norma ortográfica. (Vale recordar que eran tiempos sin internet, y rastrear información acerca de quiénes

Como posdata, quisiera echar un poco más de luz en torno a la segunda colección que editó Siruela bajo el nombre ‘La Biblioteca de Babel’ (dirigida por Jorge Luis Borges), a la que se hace referencia en la entrevista. Esa serie de treinta títulos, que contiene una exquisita selección de textos de literatura fantástica a cargo de Borges, fue originariamente una idea del editor Franco María Ricci, quien incluso diseñó las carátulas que mantuvo respetuosamente Siruela. La peripecia editorial de la colección está resumida por Alejandro Vaccaro en Borges, una biografía en imágenes (Ediciones B, 2005): “Modelo de arte tipográfico y bibliofilia, la colección ‘La Biblioteca de Babel’ fue publicada inicialmente en italiano por el editor Franco María Ricci, de Parma. Entre 1978 y 1979 se editaron en español seis de sus títulos con el sello Librería La Ciudad / Franco María Ricci, en Buenos Aires. La colección quedó interrumpida, pero años después, entre 1983 y 1986, Ediciones Siruela de Madrid la editó entera”. En Buenos Aires, hace ya quince años, Jacobo Martínez de Irujo (otro de los nombres del conde de Siruela) le decía a Christian Kupchick respecto al origen de ‘La Biblioteca de Babel’: “Yo quería hacer una colección de literatura fantástica y me encontré con la de Ricci, prologada y seleccionada nada menos que por Borges. Éste ha sido siempre un maestro para mí, y lo he admirado profundamente. De modo que me pareció normal sacar aquellos textos, y por fortuna, la colección ha tenido un gran éxito”.

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L ¿Podría explicar cuáles son las características principales, éticas y estéticas, del proyecto Atalanta? Las tres ideas en las que se sustenta Atalanta son: la brevedad en la literatura, la memoria y la Imaginación con mayúscula. La primera porque quizá sólo lo breve alcanza la perfección, la segunda como forma de reentender y actualizar ciertas ideas de la Antigüedad, y la tercera, imaginación, pero no como desvarío o fantasía sino como una forma de percibir el mundo y de transfigurarlo. Creo que la memoria y la imaginación son dos buenos modelos para sacarnos de la melancolía a la que nos ha arrojado esta modernidad tardía en la que estamos. En este sentido, nuestros libros son todos, o bien arquetipos culturales de la memoria o bien formas insospechadas de imaginar la realidad. Libros como Cosmos y psique, de Tarnas, o El fuego secreto de los filósofos, de Harpur, o el de Kingsley sobre Parménides pueden ayudarnos a ver las cosas de otra manera. ¿Qué papel juega Inka Martí en este nuevo proyecto editorial de inspiración mitológica? Mi mujer es la otra media naranja en la carrera de Atalanta. Sin ella, no sólo me hubiera resultado mucho más difícil organizar la editorial, sino que hubiera sido mucho más aburrido. Además encuentra cosas fantásticas.

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¿Ars brevis, Memoria mundi e Imaginatio vera vendrían a ser como las tres manzanas de oro que Hipómenes le arroja a Atalanta y por las cuales valdría la pena detenerse en este mundo de hoy? Bueno, yo escapé del estrés ciudadano. Nuestro cometido es hacer diez libros al año, las manzanas, como usted dice muy bien, y lanzarlas al mundo. ¿En qué se diferenciaría este proyecto de lo que fue Siruela? O dicho de otro modo, ¿qué ideas o modelos culturales buscan ambos con Atalanta? Bueno, personalmente ahora hago lo que quiero y de la manera que quiero. Dicho de otro modo: soy libre, me he liberado del peso y mis objetivos son puramente culturales. No es que en Siruela no tomara la calidad como propósito, como meta, no. La diferencia es que ahora no tengo gastos de estructura ni me tengo que sentir responsable de todo ello. Soy libre. Mi objetivo no es ganar dinero. Trabajo mucho para no perder. Soy un artesano. Y, a pesar de todos los problemas, porque también tengo problemas con las imprentas, con las traducciones y con la distribución, a pesar de todos los etcéteras que pueda imaginarse, soy feliz. ¿Cuál sería el decálogo de Atalanta? Lo único estimulante hoy es tener la suficiente libertad

Jacobo Siruela junto a su esposa y cofundadora de la editorial Atalanta, Inka Martí.

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como para hacer todo lo contrario de lo que marcan los hábitos y pautas editoriales del último cuarto del siglo pasado. Es decir, hacer pocos libros en lugar de muchos, ya que se trata de elegir y no de abarcar. También dedicar todo el tiempo que requiera cada uno de los libros en su realización, en lugar del menos posible “porque es más rentable”. No seguir las pautas del mercado sino intentar adecuar al mercado a tus propias propuestas. Eso fue lo que sucedió con Siruela, que triunfó por haber acertado con sus libros, pero sobre todo con su política. Es decir, haber encontrado un público o un lugar donde había un hueco que debía ser cubierto. No buscar nada nuevo ni ‘original’ en el diseño sino lo auténtico y perdurable, simplemente porque lo nuevo es lo que primero envejece. Declararle una guerra pacífica al plástico, porque es un material anticuado y desagradable que representa el triunfo de lo funcional frente a lo sensual… Y la sensualidad, lo sabemos, es el mejor acompañante de lo intelectual… No sé si son diez, pero por ahí va Atalanta. Si bien desde su masía la ventana al mundo es internet, la cual también es una herramienta indispensable para la editorial, ¿no temen alejarse demasiado del ruido, que muchas veces es sólo eso, pero otras es lo que marca el pulso de la actualidad, de lo que la gente quiere saber o escuchar o leer? El ruido, como decía John Cage, deja de serlo cuando se escucha. Para él era música contemporánea, era el sonido del mundo. Supongo que muchos scouts de la edición deben de pensar en su oficio de la misma manera. Y, en cierta manera, esto es cierto, sí, pero también es cierto que el ruido no te deja escuchar la música, las palabras que rondan por el ambiente. La belleza y el sentido del mundo necesitan el silencio. Y lo esencial yo lo encuentro lejos del ruido y el bullicio. ¿Por qué el mito de Atalanta? ¿Hay detrás de este nombre una metáfora de cómo es su visión del mundo? El mito cuenta cómo Hipómenes se enamora de la bella, veloz y salvaje Atalanta, pero para poseerla tiene que disputar una carrera con ella que le puede costar la vida. Hipómenes, mientras corre, tira las tres manzanas de oro que le ha dado Afrodita para que Atalanta se pare a recogerlas y así logra ganar la carrera y hacer el amor con ella en el templo prohibido de la diosa Cibeles. Zeus, enfadado por haber profanado el templo, los convierte en león y leona... En este mito tenemos la rapidez, es decir la brevedad; la memoria, es decir el mito; y la imaginación, que es el significado oculto. Ya que el mito, como el sueño, es la forma que utiliza la imaginación para hablar del sentido o la manera en que conducimos nuestra vida, detrás de todo mito hay una verdad. El problema estriba en que no sabemos leer estos mensajes, que son los de la imaginación. Luego de tantos logros, reconocimientos y prestigio internacional, ¿es posible mirar hacia adelante o hacia atrás de manera distinta? Si soy sincero, yo no me veo así. Lo mejor de empezar de nuevo es que se rejuvenece mucho. Siempre hay que estar renovándose. Nunca hay que perder la curiosidad. Es el secreto de la vida. ¿Cuál es el estímulo de ser editor? Decía Lezama que sólo lo difícil es estimulante, y casi todos nuestros libros lo son… La calidad siempre es difícil de alcanzar. ¿Qué podría agregar específicamente de Uruguay, de su literatura, de sus escritores y de sus editoriales o editores? Desgraciadamente no conozco Uruguay, pero admiro mucho a dos de sus escritores: Juan Carlos Onetti, a quien conocí en Madrid recostado en su cama, de la que nunca salía al final de su vida, con su eterno cigarrillo en la mano, y Felisberto Hernández, de quien publiqué un tomo de su obra reunida, con un prólogo de Italo Calvino que se titulaba ‘Un escritor que no se parece a nadie’. *** Así como tampoco a nadie se parece este editor, quien para encabezar su primer catálogo escogió la siguiente frase de Gustav Meyrink: “Quiero aprender a maravillarme de una forma distinta… aprender a ver las formas viejas con ojos nuevos, en lugar de mirar, como hasta ahora, las formas nuevas con ojos viejos; tal vez así adquieran la juventud eterna”.

Daniel Viglione. Escritor y periodista. Colabora en la Revista Ñ de Clarín (Argentina), revista Etcétera (México), revista Carátula (Nicaragua), El País Cultural de El País, semanario Brecha y diario El Observador. Publicó el libro Álbum de lluvias (Ediciones del Dock, Buenos Aires, 1995). Primer Premio Nacional de Poesía.

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