REVISTA DOSSIER 21 LITERATURA

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Por

Daniel Viglione

CON EL NOVELISTA ESPAÑOL JUAN FRANCISCO FERRÉ

UNA LITERATURA CON CUERPO DE MATRIOSKA Qué relación puede existir entre una novela de más de 500 páginas y las tradicionales muñecas rusas: ninguna o muchas. En el caso de Providence, la nueva obra de Juan Francisco Ferré, la respuesta es la segunda, dado que el malagueño construyó un texto en el que convive la literatura, el cine, el videojuego, internet, el reverso del american way of life y el terrorismo post 11-S. De todo esto Ferré habló con Dossier desde Estados Unidos, donde el finalista del Premio Herralde de Novela 2009 tiene su morada para ver y criticar el mundo.

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n enero de este año, en la página 9 de Babelia, el suplemento cultural del diario El País de Madrid, el escritor e intelectual catalán Juan Goytisolo definió a Providence como una novela ideal para quienes conciben la lectura como una incursión en lo desconocido, señalando que lo escrito por Juan Francisco Ferré es “todo a la vez real e inverosímil”, constituyendo para el lector un viaje que lo llevará “imperceptiblemente a un alucinante universo virtual”. Tratar de resumir la novela de Ferré sería –como bien escribió Goytisolo– traicionarla, porque en ella hay un sinnúmero de novelas, cada una más sorprendente y original que la otra. Es decir, a lo largo de más de 500 páginas, el escritor malagueño se despacha con todo tipo de situaciones y personajes, pero fundamentalmente con un tópico común que no es otro que el de una conspiración global para imponer el mundo virtual al mundo real. Para entender este complejo universo creado por el finalista del Premio Herralde de Novela 2009, Dossier dialogó telefónicamente con Ferré, quien en plena noche, en su despacho de Rochambeau House, la sede del Departamento de Estudios Hispánicos de Brown University –un antiguo palacete afrancesado situado en las colinas de Providence, Rhode Island–, contestó cada una de las preguntas con suma calma, como si en ese sitio se moviera con placer y sobre todo con discreción, para no despertar a los caprichosos fantasmas que lo pueblan desde hace siglos, no todos de profesores ni de alumnos. “Te pedí que fuera a esta hora porque ya no se oyen los cuervos, como durante toda la tarde, aunque el frío

intenso que comienza a filtrarse por las paredes parece tener la intención de expulsarme de aquí, como si otras presencias estuvieran preparándose en el silencio erudito para cuando yo abandone el edificio”. La crítica lo señala como el autor más destacado de la generación ‘Nocilla’. ¿Cómo se siente con esa etiqueta? ¿Está de acuerdo con ser parte de una lista de escritores cuyas características son la fragmentación, la interdisciplinaridad y el inconformismo? Tendría que preguntarle a mi abogado antes de responder a esta pregunta, ya que lo que diga puede que implique asuntos legales imperceptibles a primera vista. Como te puedes imaginar, las clasificaciones de la crítica me suelen preocupar poco. La generación de la que hablas es un grupo de escritores que lo único que ha pretendido es hacer las cosas de otro modo a como en general se venían haciendo en la narrativa española reciente. Pero eso sí tiene algo de inconformista. Desde luego, pero no creo que eso pueda limitarse a las características que señalas, ni mucho menos a establecer supuestos liderazgos dentro de ella. ¿Cuál fue el punto de partida de Providence, qué imagen de las muchas que tiene la novela, que se traslada de espacios reales a espacios virtuales, fue el disparador del texto? ¿La obra surgió de alguna experiencia autobiográfica? Ahora mismo, como te he dicho, estoy en Brown investigando y dando clases. Lo autobiográfico se DOSSIER

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entremezcla en la novela con lo virtual, de tal modo que es imposible para mí, hoy por hoy, saber qué es real y qué no en lo que cuento en ella. Es decir, a veces tengo la sensación de haberlo vivido todo, otras de haberlo soñado y otras aun de habérselo oído contar a alguien, de cuyo nombre no quiero o no puedo acordarme por más que lo intente. En este sentido, es complejo responder a cuánto hay de vivido y cuánto de imaginado en una novela como Providence, en la que las fantasías de los personajes son determinantes en sus experiencias reales, y éstas, para serlo con más intensidad, adoptan la máscara de la fantasía. En este sentido, realmente no sabría decirte quién ha escrito esta novela. La estructura de Providence da cuenta de que estamos ante una obra del siglo XXI, porque en la misma se muestra a internet como una herramienta que modifica la percepción de lo real y lo virtual. ¿Coincide con esta idea? ¿La red de redes altera la comprensión de nuestro entorno cotidiano? ¿Cree que un escritor contemporáneo tiene que estar atento a la tecnología? No es que un escritor contemporáneo tenga que estar atento, vive rodeado e inmerso en la tecnología, de lo contrario no podría ser escritor. La idea de que el escritor pueda vivir al margen de lo que acontece en el contexto social me es perfectamente extraña. El escritor, como cualquier otro artista, se encuentra plenamente implicado en los mismos procesos que sus congéneres, le gusten o no las nuevas tecnologías. La única diferencia es que puede hacer con ello algo distinto. Puede, si quiere, apropiarse de los mecanismos y los recursos que lo rodean y jugar con ellos con objeto de mostrar su contingencia,

su insignificancia o su influencia nefasta en los modos de vida o de pensamiento de los otros y de él mismo. El siglo XXI, por si fuera poco, obliga al escritor a estar atento a otros formatos y soportes aparte del literario, a tenerlos en cuenta también como creador y no sólo como usuario. Pienso en internet, pero también en el cine o los videojuegos, fundamentales en la trama de esta novela hecha de pantallas más que de páginas. A propósito de esto, todo en Providence parece estar enmarcado en una idea dominante: el escepticismo sobre la realidad. Sin embargo, los puntos más fuertes de la novela son justamente cuando la realidad no es interpelada sino analizada en directo, podríamos decir que en estado puro, sin velos ni lentes tridimensionales. ¿Qué metáfora hay de fondo en estas dos miradas tan disímiles? En efecto, la presencia de lo real en la novela es un recurso para evitar caer en lo que más detesto: la vaguedad, la abstracción… la indefinición incluso. La trama ocurre en un mundo determinado, concreto, y ese mundo debe trasladarse con todas las consecuencias al interior de la ficción con el fin de dar credibilidad física, material, a la inverosimilitud constante en que se mueve el narrador y protagonista durante toda la novela. Como recordarás, en la ficción interviene una droga sintética, el Blue Moon, cuyo efecto es potenciar hasta extremos insospechados la percepción de la realidad y no diluirla en alucinaciones inanes. Sumir a su consumidor en una realidad aún más viva y absorbente y no sacarlo de ella. Esto, en cierto modo, es lo que me gustaría que mi literatura causara en el lector.

Ferré junto a Manuel Gutiérrez Aragón, ganador del Premio Herralde de Novela, en Barcelona.

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¿Cómo se para, dentro de esta crítica a la sociedad de consumo, sabiendo que su nombre y su obra son también parte de esa mercadería que deglute la sociedad? Es inevitable. La única diferencia es que mi trabajo creativo no va en las líneas dictadas por el mercado, se incorpora a él ofreciendo toda clase de resistencias y dificultades, contraviniendo los valores dominantes en la industria cultural y subvirtiendo los modelos narrativos propugnados por el sistema. Es en este sentido en que, aunque parezco ceder a los imperativos del mercado, porque acepto la comercialización de mi nombre y de mi obra, también puedo invertir la narrativa y decir que mi novela se impone al mercado y éste cede a su presión y la acepta sin demasiados reparos. El que sale ganando es el lector inteligente, que ahora junto a tanto producto anodino podrá encontrar en las librerías una novela que no insulta su inteligencia. ¿Qué más se puede pedir, tal y como están las cosas? Todas las manifestaciones artísticas contemporáneas, como el cine, la televisión, internet e incluso la utopía cultural estadounidense, tienen su lugar en la novela. ¿Por qué tuvo la necesidad de meter todo esto en la misma novela? ¿No pensó que podía haber una saturación o ésa es la idea: saturar? La idea es ser tan excesivo como el mundo que me rodea. Por otra parte, como temperamento barroco, siempre me he sentido atraído por el exceso, la profusión y la saturación en todos los ámbitos y no sólo en el de la creación. Soy un maximalista refinado que prefiere mucho bueno antes que poco de lo mismo, por bueno que sea. Recuerda que el autor que dijo

Foto: Aína Llorente.

Pero la novela se presta para varias lecturas políticas: por un lado está el 11-S, por otro el destape de viejos racismos y por último la crítica hacia lo que es el american way of life. ¿Cómo encaja todo esto en una historia que, según usted, ha intentado acabar con los límites en los que se ha movido la novela española en los últimos años? ¿Tiene algo que ver que usted actualmente viva en Estados Unidos y pose su mirada crítica hacia ambos lados, España y Estados Unidos? Lo que llamas lectura política está indeligablemente unido a la ficción, con lo que no me gustaría arruinar ésta incidiendo en exceso en los detalles de aquélla. Es decir, en cualquier caso, la novela se ambienta en una América posterior al acontecimiento traumático más importante de lo que va del siglo y esto me interesaba ya desde hace años. Si quieres hay una coherencia en haber tratado ciertas cuestiones relativas a la violencia terrorista y su papel en los medios a un nivel más local y polémico, como en mi novela anterior, La fiesta del asno, y hacerlo ahora a nivel más internacional, con una novela que se postula inserta sin complejos en la cultura de la globalización, que es, sobre todo, la de la cultura de masas. En este sentido, aunque la trama suceda entre Europa y América, el mundo de la novela es el de referencias de cualquier ciudadano de la megalópolis del siglo XXI, de cualquier ciudadano inmerso en esta sociedad de consumo.

Agustín Fernández Mallo, autor de la novela Nocilla Dreams.

Breve noticia sobre la generación Nocilla Generación Nocilla es el término que han utilizado las periodistas culturales Elena Hevia y Nuria Azancot para referirse a un grupo de escritores que fueron congregados, a finales de junio de 2007, en el Atlas Literario Español, un encuentro de nuevos narradores promovido y organizado por Seix Barral y la Fundación José Manuel Lara. En concreto, fue el artículo publicado por Azancot en El Cultural [revista que sale con el diario El Mundo de Madrid] el que encendió la mecha de un interesante debate que se desarrolló en el blog de Vicente Luis Mora, en el que participaron, entre otros muchos posteadores anónimos, un sector repre-sentativo de los escritores aludidos. La discusión gravitó principalmente en torno a tres cuestiones: ¿Existe la generación Nocilla? ¿Quiénes son? ¿Generación Nocilla es el nombre adecuado? Más allá del recelo que la misma palabra ‘generación’ despierta en estos escritores y en sus coetáneos, existe una nueva promoción de autores claramente diferenciados de otros de su misma generación, “los comerciales o tardomodernos”, como les llaman, que se aferran a los géneros y apuestan por la literatura convencional. Esta generación Nocilla comienza a hacerse visible en 2004, cuando la irrupción de nuevos narradores y poetas “puso sobre la mesa un impulso generacional –el de los nacidos en los setenta que no ven la lengua literaria como una herramienta, sino como un problema– que ponía de manifiesto que el modo de narrar en el siglo XXI no podía ser ya el mismo que el del siglo recién caducado”, como explicó en ‘I +D. Narradores para el siglo XXI’ (aparecido en Cultura/s) Jorge Carrión, uno de los autores considerados clave en esta generación. Sin embargo, como hecho fundacional hay quien prefiere destacar el éxito de Nocilla Dream (Candaya, 2006), de Agustín Fernández Mallo, porque demostró que existía un público interesado en este tipo de novelas fragmentarias, y una crítica dispuesta a apostar por ellas. A Eloy Fernández Porta, “Generación Nocilla” no le dice absolutamente nada y prefiere explicar esa realidad literaria desde su propio aparato crítico, recogido en su ensayo Afterpop (Berenice, 2006). Resume Afterpop como el nuevo paradigma estético que ha surgido en respuesta a la condición social creada por el exceso simbólico que han provocado los medios. Dicha respuesta estética no es necesariamente generacional, nacional y ni siquiera literaria, pero dentro de ella se puede encuadrar lo que otros refieren como Generación Nocilla, que quedaría entonces como el grupúsculo de manifestaciones DOSSIER

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literarias nacionales que se inscriben dentro del contexto del Afterpop. También Carrión rechaza el apelativo y sitúa su escritura en el exterior de ese grupo, que considera hipotético y relaciona con los escritores atentos a la literatura norteamericana. Como máximo punto de coincidencia, prefiere hablar desde lo personal de una red de amistades (interlocutores, cómplices) que incluye a algunos de los autores de la propuesta. Sin embargo, no niega que exista una “sintonía generacional” entre varios creadores que comparten una actitud nueva ante las tecnologías, la superación de la “dicotomía en partidos de izquierdas y derechas”, “la frecuentación de países e idiomas”, “una formación académica interdisciplinar”, entre otras cosas. Fernández Mallo considera el Afterpop de Fernández Porta como la teoría idónea que además podría dar nombre al movimiento. Considera además característico de esta red su condición marginal, en contraposición a la situación de grandes popes de la literatura como Gabriel García Márquez. Vicente Luis Mora, autor del ensayo La luz nueva, considera que Nocilla Dream no es una influencia para la mayoría de las novelas de los escritores aludidos, y por tanto no puede considerarse paradigmática. Mario Cuenca, en cambio, cree que el nombre no se justifica por una cuestión de influencias sino por la repercusión de Nocilla Dream como hecho simbólico de la emergencia de estas literaturas. “Nocilla Dream es una novela global sin nudo ni protagonistas ni desenlace. Unos dicen que es pop, otros postpunk o freak, casi todos postmoderna”, señaló el periodista y escritor catalán José Ribas, quien en un viaje hacia Caracas que hizo junto a Fernández Mallo consiguió que éste le dijera: “Mi instinto literario bebe de Borges, de Thomas Bernhardt, de Wittgesnstein, de las teleseries estadounidenses, del arte conceptual y de las ciencias. Desconfío de lo sublime y me apetece mezclar la alta y la baja cultura […] Las vanguardias antiguas ya ensayaron las técnicas del desapego a la realidad aunque sin despojarse de ciertas perspectivas utópicas. La literatura del siglo XXI ha de ser menos manierista y más desengañada. Me interesa el rizoma, una planta que crece sin raíces y se desarrolla en un plano incierto donde se han abolido las jerarquías. Me fascinan las redes cibernáuticas, los blogs, las micronaciones, las fronteras, lo espacial en detrimento de la temporal, las grandes superficies y el abandono definitivo de la cabaña hegeliana”. Todos coinciden en que Generación Nocilla es un término periodístico poco afortunado. Puestos a asumir una denominación común, prefieren las propuestas que se desprenden del trabajo ensayístico de Fernández Porta y Luis Mora, los dos críticos que más han trabajado sobre este grupo de escritores del que son parte integrante. •La nómina de la Generación Nocilla es muy extensa, y además crece de blog en blog, pero puestos a señalar una decena de autores, no deberían faltar ni los mencionados Vicente Luis Mora (1970) y Jorge Carrión (1976), ni Eloy Fernández-Porta (1974), Javier Fernández (1970), Milo Krmpotic (1974), Mario Cuenca Sandoval (1975), Lolita Bosch (1978), Javier Calvo (1973), Domenico Chiappe (1970), Gabi Martínez (1971), Álvaro Colomer, Harkaitz Cano, con Juan Francisco Ferré (1962), Germán Sierra (1960) y Fernández Mallo (1965) como hermanos mayores y tutelares. [Nota del editor] Este texto fue compaginado ensamblando fragmentos (casi textuales) extraídos de dos fuentes: una nota publicada por Miguel Espigado en el blog generacionnocilla.blogspot.com, y el artículo de Nuria Azancot que bautizó y presentó en sociedad a la Generación Nocilla (tomado de la revista literaria virtual Azul@rte).

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aquello que tantos repiten como un eslogan sin entenderlo del todo, “lo bueno si breve, dos veces bueno”, no se intimidó a la hora de escribir una novela tan voluminosa como El criticón. Paradojas del conceptismo, cuanto más quieres meter en el menor espacio, más acabas dilatando éste sin darte cuenta, para evitar la confusión, la apretura y la asfixia. Dar espacio es también una cuestión de economía: mi novela como película costaría una millonada, mientras que como ficción literaria sale muy barata. Así que entiendo la literatura como un lujo al alcance de todos. ¿Por qué Álex Franco, el protagonista de Providence, tiene una visión tan perversa de Hollywood? Porque lo entiende como un gigantesco artificio puesto al servicio de nuestra intrascendencia como especie animal. Una celebración genial de nuestra frivolidad e inanidad y una exhibición desmedida del insaciable instinto humano por el espectáculo, la mitología y la seducción. Por otra parte, mi personaje es un sofista intelectual y se niega a aceptar las versiones convencionales sobre la historia del cine. La idea misma de historia le produce alergia tratándose de un arte como el cine que vive con y de las modas, y su tiempo ha de ser, por tanto, el presente más intempestivo. El protagonista de la novela tiene cierta posición ante la pornografía, ¿qué es para usted, más allá del género cinematográfico? Es la dimensión más vulgar de la existencia, trasladada a un formato tecnológico que permite transformarla en industria y ser consumida por millones de espectadores en todo el mundo como sucedáneo de sus múltiples insatisfacciones y traumas en la materia. Es el grado cero de las relaciones humanas, si lo prefieres, reducidas a la genitalidad pura y el enunciado de groserías banales como coartada. La eclosión del porno en internet es una prueba de que nuestra maravillosa inmadurez sexual, sin pontificar lo más mínimo, pervivirá incluso cuando las máquinas inteligentes dominen la Tierra con sus políticas asexuadas de racionalidad y eficiencia. El postporno, que me interesa mucho más, incorpora la dimensión política, la conciencia cultural y de género, a unos escenarios donde los cuerpos son los protagonistas absolutos en una atmósfera diseñada para potenciar al máximo sus posibilidades. Escenarios espectaculares que yo he denominado el “auto sacramental” de nuestro tiempo, tal es el grado de revelación palpable de la carne y la dimensión corporal que encierran. ¿La presencia de Lovecraft significa algún guiño en particular? Es decir, ¿por qué Lovecraft y no otro autor, y por qué Providence y no otra ciudad? La ecuación es simple. Lovecraft describe el horror como nadie. En esta novela el horror adquiere rostro contemporáneo y era bueno relacionarlo con el pasado de un país y de una cultura, ejemplo del puritanismo, el capitalismo, etcétera. Ahí está Lovecraft otra vez. Y la Providencia, esa deidad que algunos asocian hoy con el mercado, vio alzarse templos en su nombre en estas colinas de la ciudad a la que dio nombre. Providence se transforma en la novela en una “hiperciudad”, una


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ciudad de ciudades americanas, y de ese modo lo que sucede en sus calles y edificios adquiere una resonancia mucho más vasta. Durante mucho tiempo se ha creído que la Providencia era una garantía de una narrativa lineal, causal, teleológica, para la vida, para el arte, para la religión, para la política. Ese mesianismo ideológico se deconstruye en este laberinto narrativo jugando con bifurcaciones borgianas, tecnología de última generación y versiones alternativas de la realidad. Lo que habría que preguntar, en suma, como hago indirectamente en la novela, es por qué los sueños de trascendencia de la materia del puritano están a punto de realizarse gracias a la tecnología más avanzada. Usted dijo que en el fondo lo que hizo fue escribir “una novela sobre la libertad del artista en el siglo XXI. De ahí la ironía y el pesimismo”. ¿Podría ampliar esta idea? Álex Franco, el cineasta protagonista de la novela, es un paradigma de artista de nuestro tiempo. Dividido entre venderse a la industria o empeñarse en llevar a cabo un proyecto personal. En esta medida, su caso me parece sintomático de los problemas a los que se enfrenta un artista que se sienta condicionado por el mercado y al mismo tiempo no desista de crear en libertad. El pesimismo de la novela señala que Franco pacta con demasiados poderes, incluido alguno que no parece de este mundo, que acaban usándolo en su provecho, con tal de no abandonar la posibilidad de crear una obra que esté a la altura de sus expectativas. Todo esto debería concernir a todos los artistas y escritores que no profesan una visión hipócrita ni interesada respecto del estado de cosas. Suele decirse que los payasos tapan su tristeza con su maquillaje bufón. En este sentido, en Providence parece estar diciéndose que Estados Unidos oculta el horror de su idiosincrasia a través del glamur y el consumo. ¿Esto es así, buscó mostrar ese revés del espejo? Y en la misma línea, ¿para qué le sirvió a usted escribir la novela? ¿Qué fantasmas u obsesiones pudo exorcizar? En parte sí. Este país es demasiado vasto y complejo; sin embargo, ese juicio vale para sólo algunos aspectos fundamentales de esa realidad. No suelo entender el arte como terapia ni como catarsis, más bien al contrario. De modo que no se trataba de exorcizar mis demonios, si es que los tengo o me tienen ellos a mí cogido por alguna parte, sino de ofrecer al lector un modelo narrativo del mundo en el que vive mediatizado por el humor y la imaginación. En cierto modo es una propuesta de relación con ese mundo con el fin de abandonar toda forma de pensamiento que se funde en la tristeza, la mediocridad o el abatimiento moral. A través del exceso y la broma, la desmesura y la ironía, quizá sea posible neutralizar el influjo de todo lo que nos disgusta en el mundo y en la vida. Y eso es lo que he tratado de mostrar, modestamente, en esta novela que hasta a mí se me escapa de las manos como una criatura resbaladiza, demasiado sutil como para ceñirla a unas ideas preconcebidas. D Daniel Viglione. Escritor y periodista. Colabora en la Revista Ñ de Clarín (Argentina), revista Etcétera (México), revista Carátula (Nicaragua), El País Cultural de El País, semanario Brecha y diario El Observador. Publicó el libro Álbum de lluvias (Ediciones del Dock, Buenos Aires, 1995). Primer Premio Nacional de Poesía.

Resumen de su trayectoria literaria Juan Francisco Ferré es un escritor y crítico literario nacido en Málaga en 1962. Además de colaborar con relatos y artículos en varios medios internacionales, en especial en Salon Kritik, en el que publica su columna cultural ‘GPS’. Además, Ferré es doctor en Filología Hispánica y profesor investigador de la Universidad de Brown (Providence, Estados Unidos). Entre su obra se destacan las novelas La vuelta al mundo (2002), I love you Sade (2003) y La fiesta del asno (2005, cuyo prólogo estuvo a cargo de Juan Goytisolo), las antologías El Quijote. Instrucciones de uso (2005) y Mutantes. Narrativa española de última generación (2007, en colaboración con Julio Ortega), el libro de Metamorfosis (2006). Sumada a su intensa actividad literaria, el malagueño, heredero de la furia de Thomas Pynchon o David Foster Wallace, actualmente desarrolla, en la Universidad de Brown, un proyecto de investigación llamado La hipertextualidad transatlántica: narrativa contemporánea y nuevas tecnologías, a la vez que prepara la edición de Mimesis y simulacro y Alegorías de la postmodernidad. Su nueva novela, Providence, fue finalista del Premio Herralde de Novela 2009.

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O Por Ignacio Bajter

Cuentos

La puerta a la oscuridad Los relojes se ajustan misteriosamente y traen, en su hora nueva, libros perdidos en algún bastimento. Es el caso de este volumen de cuentos de Saki (1870-1916), un escritor algo olvidado a pesar del influjo de sus short stories y de su muerte bélica y dadaísta, si se acepta el leve anacronismo y la contradicción. Cronista de periódicos, policía birmano durante una temporada y aciago soldado británico en la Primera Guerra Mundial, sus palabras antes de recibir el disparo definitivo vinieron con el grito de ‘‘Put that bloody cigarrette out!’’. Entre los ingleses tiene la magnitud del selvático Quiroga –otro lector de Kipling– en la literatura rioplatense: sus ficciones están allí, vivas, entornadas, con el pavor a vuelta de página. Esta edición de Cuentos indiscretos, breve muestra extraída de The Complete Stories of Saki, trae en las ilustraciones de Daniel J.

Poesías de Jules Laforgue

Para no olvidar

COLUMNISTA INVITADO

Por Eduardo Roland De la casi mitológica trinidad que en la historia de la literatura conforman Isidore Ducasse (1846-1870), Jules Laforgue (1860-1887) y Jules Supervielle (1884-1960), celebrados poetas franceses que tuvieron la exótica ocurrencia de nacer en Montevideo, Laforgue –qué duda cabe– es el menos conocido. Una especie de hermano del medio, que ni fue objeto de culto como su brillante y fugaz hermano mayor, el Conde de Lautréamont, ni tuvo la suerte del menor –Supervielle– que pudo disfrutar

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Aluí un fastidioso inconveniente. En tal impertinencia gráfica de principio a fin, sólo a fuerza de hurgar en las hojas satinadas aparece un sugestivo y terrible fabulario, dominado por mitologías paganas y supersticiones medievales. Saki arregla sus historias a una forma breve, antivictoriana, moderna. Admirador de Lewis Carroll, dedicó a los seguidores de Alicia un cuento, sobre el bien y el mal, hecho para niños a su medida, prontos para el hecho de sangre. En ‘Tobermory’ crea un infidente gato parlante que pudo reírse como el de Cheshire de no haber encontrado su desgracia en las zarpas de un gato de iglesia. el reconocimiento público por lo que escribió en gran parte de su larga vida. Allí reside el mayor mérito de que el sello Hum de Montevideo haya editado el primer libro de poemas que publicara Laforgue en 1885, Les complaintes (Los lamentos). Mérito potenciado por la destacada calidad material y el fino diseño de un volumen que presenta la totalidad de los textos (52) en francés y en castellano, de manera que el lector o bien puede disfrutar del original o, al menos, cotejar con el texto ‘verdadero’ la interpretación del traductor. Desde el punto de vista bibliográfico, la edición de Los lamentos comienza a llenar un vacío que era necesario llenar. Y en esto, seguramente Andrés Echevarría (editor y traductor del libro) fue pieza clave. Vale recordar que Echevarría fue el autor de Pasión y poesía de Jules Laforgue (Orbe, 2006), en donde se trasluce su admiración y militancia por la obra del poeta franco-uruguayo. La corta vida de Laforgue fue infeliz, cargada de sufrimientos afectivos. Tenía razones para lamentarse. Al margen de que, como señaló un crítico español, “su exagerado pesimismo y amargura es fiel reflejo de las inquietudes existenciales de aquel momento”. Su paso por la literatura no fue en vano: además de ganarse un lugar de primer orden entre los maestros simbolistas, tuvo la virtud de introducir en Francia a Walt Whitman, de quien seguramente adoptó el verso libre de patrones métricos preesta-

A Saki le fascinaban los animales de toda especie; reunidos en salones de té, los hombres y las mujeres. Entre sus temas, la relación con los animales es una crítica al salvajismo de la costumbre y la estupidez. En un estilo llano, irónico, suspicaz al abrir espacio a lo que llama ‘‘experiencia inquietante’’, la malévola sensibilidad emocional penetra la naturaleza fantástica; notable es ‘La ventana abier ta’, el tétrico invento de una niña. Este cuento, aquí inicial, traza en términos sencillos los límites de la imaginación y la cordura. En la voz de esa niña resuelve –a favor de sus piezas, que no exceden la narración de un hecho único– una tensión con la novela decimonónica que detalla el mundo hasta el mínimo objeto irrelevante. Entre Carroll y los relatos de Bierce leídos a la luz de la vela, Saki está en el limbo: a veces regresa, posterga su desaparición, da escalofríos. Hubo criterio en este libro para recoger delirios de bosque, un cuento romano y un cuento persa.

Cuentos indiscretos, de Saki. Bogotá: Panamericana, 2005. 228 páginas. Distribuido en Uruguay desde 2010.

blecidos (actitud revolucionaria de la que se lo considera pionero en la lírica francesa). Para dar comienzo a su breve y eficaz prólogo a Los lamentos, Echevarría eligió un significativo fragmento de una carta que el autor escribió en mayo de 1883 a su hermana Marie, desde Berlín, donde residió cinco años como lector francés de la hija del emperador Guillermo I. “Escribo pequeños poemas fantásticos con un solo objetivo: mostrarme original a cualquier precio. Tengo la firme intención de publicar un libro con lujo tipográfico, ¡digno estuche de otras joyas literarias! […] Ya tengo una veintena de lamentos; una docena más y llevo mi manuscrito no sé a dónde”. La lectura de estos primeros poemas que Laforgue se permitió hacer públicos nos deja la certeza de que la estética de Los lamentos se ubica a mitad de camino entre Baudelaire y Apollinaire. Y también de que en parte, logró el objetivo de ser original “a cualquier precio”, incluso a costa de perseguir un postulado artístico inventado por los románticos. Jules Laforgue, Los lamentos. Edición de Andrés Echevarría. Primer número de la colección Nomeolvides dirigida por Juan Carlos Reche. Montevideo: Hum, 2010.


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Título: Ciudades de Cine Autor: Claudia Hellman/Claudine Weber-Hof Editorial: Océano Págs.: 192

Entrevistas

El ABC de seis lectores Noticia

Nueva editorial uruguaya en dos series El sello Irrupciones abrió su colección ‘Orientales’ con Tres libros de cuentos, de Mario Arregui. Excepto por el prólogo de Elvio Gandolfo, que desplaza al posfacio de Ángel Rama, la edición sigue a la que preparara el autor y publicara Arca en 1969. En otros tiempos de cosecha para el narrador vasco-pampeano nacido en Flores, la editorial anuncia la aparición del ensayo Líber Falco, cuya primera edición corresponde a 1964. Seguirán a Arregui textos de Horacio Quiroga, Florencio Sánchez, Pedro Figari. ‘Excéntricos’ es la otra cara de la moneda. Los primeros títulos de esta serie son dos libros de 2000 en nuevas versiones, con ilustración de por tada de Daniel Melgarejo: Posmonauta, de Natalia Mardero, y Noviembre y dos cuentos, de Daniel Mella, que cierra la primera fase de un proyecto de incisiva reescritura de sus obras. Pronto será de la lista La reina de las nieves, título de Gandolfo editado en Montevideo en 1982 y 1998.

Periodista argentino de trayectoria reconocida, autor de un libro sobre Fellini, Carlos Alfieri destaca en la introducción que en los capítulos siguientes el lector no encontrará entrevistas sino conversaciones. La distinción, argumentada, le sirve para suponer que su trabajo no corresponde al curso de un género practicado –por decir algo piadoso– en la medianía, cuyo vicio mayor es insistir en la ‘‘insolente ignorancia acerca de lo que se está hablando’’. En cuanto al método, su propósito ha sido evitar algunos ‘‘estilemas’’: ‘‘El excesivo protagonismo del entrevistador, el diálogo concebido como un combate con el entrevistado, el chisporroteo ingenioso y superficial, la réplica efectista’’. Si bien Alfieri no cae en las formas que desacredita con elegante ortodoxia, ni ignora de lo que se habla pues estudia con corrección a los personajes que construye, no se crea que estas conversaciones son diálogos como los que escribía Oscar Wilde. Las entrevistas reunidas en el índice fueron publicadas entre 1997 y 2007 en revistas de prestigio –Revista de Occidente, Cuadernos Hispanoamericanos, Claves de Razón Práctica– y, con éxito inmediato, replicadas en versiones sucintas en diarios de Europa y de América. Cual si fuera un retratista de precisión, Alfieri desliza un espejo retórico para reflejar el gesto intelectual de César Aira, Ricardo Piglia, Antonio Muñoz Molina, Fernando Savater, Guillermo Cabrera Infante y Roger Chartier. En cada caso es inmejorable el tiro de partida, una lección de divulgación cultural: con Aira, el entrevistador decide abordar lo verosímil; ante Piglia, el lugar del lector; frente a Muñoz Molina, la revisión de una frase débil; con Cabrera Infante, la lengua española en suelo inglés. En la entrevista a Savater el tópico de los libros vendidos da lugar a proposiciones éticas. Es la voz epilogal de Chartier, sobre historia y literatura, relato y ficción, el puntal de este libro. Las conversaciones ya intemporales, en las que Borges no deja de estar presente, tratan de literatura aunque extienden sus límites a otros espacios que también exigen la actitud y la sensibilidad del lector contemporáneo, ese sujeto aquí figurado desde diversas perspectivas.

El Londres de Harry Potter, el Nueva York de Desayuno con diamantes o la Roma de La Dolce Vita... Muchas películas se identifican con la ciudad en la que fueron rodadas. Las autoras de esta obra presentan las 18 urbes más conocidas del mundo del celuloide, y le invitan a emprender un auténtico viaje de cine, repleto de curiosidades sobre las localizaciones y el rodaje de unas 50 películas. Bon voyage!

Título:Mi Camino Autor: Edgar Morin Editorial: Gedisa Págs.: 284 Este libro de conversaciones que la periodista Djénane Kareh Tager ha realizado a Edgar Morin muestra la unidad de una obra a través de su diversidad, la unidad de una vida en sus peripecias. En Mi Camino es el hombre quien habla, sin ocultar sus emociones ni sus pasiones. Nos cuenta su propia experiencia de la vida, del amor, de la poesía, de la vejez, de la muerte.

Título: El caso Kurílov Autor: Iréne Némirovsky Editorial: Salamandra Págs.:155 El hallazgo y la publicación de Suite Francesa volvió a situar a Iréne Némirovsky en la constelación de los escritores más impor tantes de su tiempo, propiciando la reedición de sus obras, algunas inéditas y otra injustamente relegadas al olvido. Entre las primeras se encuentra El caso Kurílov, excelente muestra de la incisiva caracterización psicológica que caracteriza todas las novelas de esta gran autora.

Título:Anish Kapoor Editorial: Turner Págs.: 190 Esta publicación profusamente ilustrada sigue los pasos de Kapoor en su evolución artística, en una carrera que abarca más de treinta años. Nuevos e incisivos textos de ilustres observadores indagan en las connotaciones filosóficas de la obra del artista, mientra que una cronología ilustrada y una antología de estudios anteriores completas este análisis del lugar que Kapoor ocupa tanto en la historia de la escultura contemporánea como en el contexto actual.

Conversaciones, de Carlos Alfieri. Buenos Aires: Katz, 2008. 204 páginas.

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