6
DOSSIER
DOSSIER 20 ARTES PLÁSTICAS.pmd
6
06/05/2010, 11:00 p.m.
6
DOSSIER
DOSSIER 20 ARTES PLÁSTICAS.pmd
6
06/05/2010, 11:00 p.m.
A R T E S P L Á S T I C A S
Por
Malena Rodríguez Guglielmone
LACY DUARTE Y SUS HIJOS, PABLO Y PEDRO PERALTA
EL ARTE EN LA SANGRE P
edro Peralta abre las puertas de su taller sobre la calle Pérez Castellanos. Lacy ya arribó de Manantiales, donde vive a un kilómetro de distancia de Pablo. El hijo mayor demora un rato en llegar y se retira antes de que termine la entrevista porque teme perder el ómnibus directo a Punta del Este. Comenzamos a conversar de cómo han hecho un arte tan distinto los tres. De cómo se formaron en las distintas ciudades del interior en las que vivieron. Del impulso del padre, Aldo Peralta, un artista de expresión vigorosa y vibrante que murió muy joven. Los años en Brasil, la Ciudad Vieja, los amigos ilustres. La conversación es animada, entreverada, habla uno y otro y los recuerdos se retroalimentan. Inevitable que vuelvan a los orígenes, a Salto, esa ciudad tan culta, mítica y aristocrática de la cual no sienten tanto orgullo. Lacy llegó a Salto de Mataojo, un paraje tierra adentro donde vivía con sus padres agricultores y nueve hermanos. En medio de una naturaleza más árida que tropical, alejada de la imagen exuberante que recreó Marosa di Giorgio en sus poemas, creció esta chica de ojos rasgados y pelo ondulado, absorbiendo un entorno y una forma de vida que muchos años después le servirían de inspiración para encontrar su forma de expresar el mundo. Tenía 15 años cuando tomó contacto por primera vez con el universo artístico: en las clases de José Cziffery, un exiliado húngaro que fue alumno del genial Matisse. Cziffery poseía una sólida formación académica que inculcó en sus discípulos. Debían incursionar en el dibujo sin color, durante años, para luego moverse con soltura con la materia. Como su maestro, el artista húngaro se inclinaba hacia el expresionismo pero tenía una cabeza muy abierta; “primero hay que conocer para desconocer”, repetía. Lacy compartía taller con Bolívar Gaudín, José Echave, Osvaldo Paz y Aldo Peralta. En esas tardes coloridas, entre charlas y mucha técnica se enamoró de Peralta, un joven talentoso que ya mostraba sus luces. Se casaron y al poco tiempo nació Pablo; dos años después, Pedro. Eran una familia de artistas pero todavía no lo sabían. DOSSIER
DOSSIER 20 ARTES PLÁSTICAS.pmd
7
06/05/2010, 11:00 p.m.
7
A R T E S
P L Á S T I C A S Pablo y Pedro Peralta crecieron en un ambiente de pinceles y maestros. Con el padrinazgo del escritor Enrique Amorim, Aldo estudió en Europa y Buenos Aires, donde se codeó con Federico García Lorca, Rafael Alberti, León Felipe. Las Nubes (residencia de Amorim y su esposa, Esther de Haedo) era para los Peralta una casa familiar. Visitaban con frecuencia a Luis Solari, a Fernando Cabezudo, a José Cúneo, Leopoldo Nóvoa, a Milans Martínez. Alguna cena bizarra en lo de Marosa. Cuenta Pedro que de chico lo pusieron en penitencia porque había dicho que Fernán Silva Valdés le había enseñado a jugar al sapito. Era verdad, estaban en un Salón Nacional y el artista para entretenerse se puso a jugar con las figuritas del hijo de Peralta. Creadores e intelectuales eran los tíos viejos de estos dos niños. Un día, Pedro encontró en Salto unas cuarenta cartas que le mandó Aldo a Enrique Amorim cuando estuvo en Europa. Se topó también con una película filmada por Enrique en la que aparecen varios de sus amigos ilustres: empieza con Walt Disney en Argentina, disfrazado, bailando chamamé. Siguen Borges jovencito, Picasso, León Felipe, Nicolás Guillén, Portinari, Quiroga, etcétera. Como se ve, las referencias y el entorno cultural eran envidiables. Mientras Aldo se concentraba en su arte, Lacy dejaba para después su vocación. Había concursado con éxito para trabajar en el liceo como profesora de dibujo. Preparaba sus clases y cuidaba a los chicos. Al mismo tiempo, militaba en el Partido Comunista. Se enfrentaba a una tela muy de vez
Lacy Duar te.
Lacy Duarte: de la serie Las traperas, técnica mixta, 2005.
8
DOSSIER
DOSSIER 20 ARTES PLÁSTICAS.pmd
8
06/05/2010, 11:00 p.m.
Lacy Duarte: de la serie Las traperas, óleo sobre tela, 2006.
en cuando, algún día que estaba sola, tranquila. A pesar de esa producción infrecuente, recibió un día un ofrecimiento extraordinario: Luis Felipe Noé la invitaba a exponer en Montevideo. “¿Qué artista reconocido hoy va a traer a una jovencita como era yo, que tenía 20 años, de Salto a la capital?”, se pregunta Lacy. “Le interesó lo que yo hacía, lo vio distinto, y me organizó una exposición en el Centro de Artes y Letras con María Luisa Torrens. Me pagó el pasaje y me hizo venir y quedarme en su taller. En aquellos tiempos era otra generosidad”. No obstante el halago, para Lacy fue una oportunidad un tanto incómoda. Sentía que el artista era su marido. Quizás por falta de confianza o por considerar que quien debía brillar era su marido, prefirió hacerse a un lado. “No se habló una palabra, pero el hecho es que el pintor era Peralta y al gallego le interesó mi obra. Y hubo una cosa silenciosa, no dicha: yo no pinté más. Yo le decía a Aldo: el artista sos tú, pintá, yo trabajo. Una actitud bien machista la mía”, recuerda. La dinámica de los concursos llevó a la familia a radicarse en Aiguá. Allí la tarea de Lacy tomó un fuerte cariz social, se trabajaba mucho con las familias e incluso apuntó también a desarrollar la parte artística en el pueblo. Se hicieron talleres, llevó a distintos profesores de grabado; se acondicionó un viejo almacén para exponer la obra de María Freire. Pablo y Pedro acompañaban a sus padres en todas estas movidas. Iban a conciertos de música clásica, dibujaban, miraban, absorbían.
Después de Aiguá vino San Carlos. Allí trabajaban los dos como profesores, tenían un taller de grabado, una radio, un taller de literatura, un piano de cola. Algún domingo que Lacy se quedaba sola hacía alguna pintura, pero no tenía la necesidad imperiosa de pintar. “A mí me costó años ser Lacy Duarte, yo era la mujer de Peralta. Después que me casé pintaba sólo los fines de semana. De todas formas nunca dejé de visitar distintos talleres, siempre estuve al tanto de lo que pasaba, visitaba las exposiciones en Montevideo. Talleres como el de Guillermo Fernández, Ernesto Aroztegui, charlaba con ellos toda la mañana”. La semilla creativa de Lacy germinaba en los tapices. Al principio, de un modo muy intuitivo; se fue acercando a esta técnica, basándose un poco en el recuerdo de los jergones que hacía su madre. Se entusiasmó con una exposición que vio en el Taller de Montevideo y empezó a dedicarle más tiempo y esfuerzo. Cobraría un sentido vital en el momento de la dictadura. El matrimonio se quedó sin trabajo y el primer recurso fue concentrarse en los telares. Formaron un taller con cinco familias desocupadas. Lacy se había vinculado a una galería argentina que les vendía todo lo que producían, telares con motivos florales y paisajes que los porteños compraban con gusto. Al mismo tiempo, soltaba su creatividad con otro tipo de tapices, más personales, con diferentes texturas, que de algún modo constituyen los primeros indicios de su marca artística. DOSSIER
DOSSIER 20 ARTES PLÁSTICAS.pmd
9
06/05/2010, 11:00 p.m.
9
A R T E S
P L Á S T I C A S
Abstractos con algo de figuración, composiciones sugerentes, materiales apretados, casi “asfixiados”, embretados en su esencia, una obra sedienta de libertad. En San Carlos la situación se volvió insostenible después de que los llevaran presos a los dos. Ante la posibilidad de volver a vivir esa experiencia se mudaron a Brasil. Allí continuaron viviendo de los tapices, pero como no tenían papeles les pagaban muy mal, y como consecuencia sus hijos no podían ir a la escuela. Ellos observan lo que hacen sus padres. Copian. Pedro se pone a tejer, luego a hacer tapices, más tarde grabados. Domina la técnica, vende pulseritas a escondidas de sus padres. Un año duró la estadía en Porto Alegre, en cierto momento deciden volver, no aguantan más, y se arriesgan a tener problemas con el gobierno de facto. Los temores no se concretan y en San Carlos retoman los tapices, pero la vida le dará un giro drástico a la familia. Aldo se enferma y muere a los 45 años. La situación y un entorno poco estimulante fueron minando las fuerzas de Lacy, que finalmente decidió mudarse a Montevideo. Para los Peralta Duarte la Ciudad Vieja es sinónimo de hogar. Allí vivieron durante muchos años luego de que vinieron de San Carlos. En esos tiempos Pedro estaba compenetrado con el grupo Cobra (agrupación cuya sigla hace referencia a Copenhage, Bruselas y Ámsterdam), muy conectado al surrealismo, a la libre expresión del inconsciente. El menor de los hermanos se convirtió en un fiel seguidor de Alechinsky, pero toda esa fascinación terminó cuando estuvo en Suecia y entendió que era una cultura totalmente ajena a la suya. En sus comienzos, Pedro trabajó mucho con Osvaldo Paz y luego se vinculó con el taller de Clever Lara. Su obra tiende a la figuración, en ciertas épocas mostró una clara influencia de Solari, con personajes
con cabezas de animales, cargados de ironía, con una paleta baja pero vibrante. El fuerte de Pedro es el grabado, aunque en los últimos tiempos está investigando en una pintura más onírica, con mucha base digital, de collage y fotografía. Ha recibido varios premios (entre ellos el Morosoli a la trayectoria) y el Museo Rally de Punta del Este posee cuatro obras suyas. Otro de sus grandes valores es la capacidad como docente, logrando que sus alumnos suelten su creatividad, se desarrollen y encuentren un estilo propio. Pablo, por su parte, se volcó a la pintura de adulto porque Pedro lo invitó. Se entusiasmó con las técnicas con pasta, dibujo y pirograbado, sobre lo cual ha ido haciendo variaciones. Sus bajorrelieves abordan los temas característicos del barrio que habitó por casi veinte años: la aduana, los barcos, las casas de la Ciudad Vieja. Con Pichín (Pedro) han participado en varias movidas culturales. Fueron a la bienal de San Pablo, fundaron un taller de arte callejero con todo un circuito cultural que reunía danza, fotografía, música, arte. De más jóvenes trabajaron en corsos barriales elaborando enormes cabezudos de papel maché. También en la Ciudad Vieja encontró Lacy un lugar para desarrollar su mundo propio apenas llegó de Maldonado. Alquiló un taller con Guillermo Busch y Osvaldo Paz y de a poquito comenzó a dar cauce a una fuerza creativa que estaba un tanto dormida. Los vínculos con el mundo artístico contuvieron a la artista: compartía el espacio de trabajo con Seveso, el poeta Luis Bravo, Paz. Hubo apoyo teórico por parte de Gabriel Peluffo y Ana Tiscornia que desmenuzaban su obra y la criticaban. Uno de los mojones en su trayectoria fue la invitación a exponer en la Galería Vezelay. A partir de entonces Lacy Duarte se dedicó exclusivamente al arte, destacándose cada
Pedro Peralta.
10 DOSSIER
DOSSIER 20 ARTES PLÁSTICAS.pmd
10
06/05/2010, 11:00 p.m.
una retrospectiva de Matisse, con muestras de Bacon y de De Kooning. Y entonces, frente a la pregunta de cómo hacer algo frente a lo que hacen esos monstruos, surgió una respuesta: solamente viajando a la propia interioridad. El trabajo artístico de Lacy se ve complementado por el análisis psicoanalítico, ya que en la pintura hace un proceso parecido al de la terapia. No en vano su terapeuta le ha dicho alguna vez: “En el fondo, lo que hice fue sacar todas las estructuras que le habían agregado y quedó usted. Salió de esa caja”. Ella buscó conectarse con su lado inconciente, con su intuición, con esa parte oscura y sabia que conduce los destinos de la gente. Por medio de esta corriente logró aceptarse y defender eso que es. En ese sentido sus procesos creativos son catárticos, a través de esa búsqueda saca la angustia, no siempre siguiendo las normas de la pintura clásica. La impresión en su viaje a Estados Unidos provocó un análisis profundo de identidad colectiva. Se encerró en los recuerdos de la infancia y allí recuperó varias cosas: en primer lugar a su madre, y casi sin darse cuenta, a todo un universo que representa de modo muy leal la cultura del campo Su primera acción fue volver a su terruño, a empaparse de eso que sólo da la campaña. Ese silencio cargado, esas brisas reconfortantes, esa paz con mensajes. De este proceso
Pedro Peralta: ‘Tempestad en el museo de pueblo Garzón’. Acrílico sobre tela.
vez más. Por esas épocas fue seleccionada para integrar el envío uruguayo a la bienal de La Habana. “Cuando me invitaron a hacer esa exposición, lo que más me importaba era la parte formal, resolver una superficie plásticamente. Me preocupaba cómo dar la pincelada, lo que significa la pintura, el lenguaje plástico”, comenta. En un comienzo sus temas tenían que ver con el expresionismo, hay una reverencia a Willem de Kooning, a Sutin, a todos los abstractos. Hace una suerte de collage en los que incorpora pastos, plumas, piedras, vidrios, espejos, figuras recortadas de revistas. De a poco va logrando despreocuparse de la parte formal para ahondar en la búsqueda de sentido. Y entonces aparece con mayor nitidez el gran tema de su pintura, la cuestión de la libertad. Al principio, más vinculado al tema de género, surgen de sus manos mujeres encajonadas, mujeres que están en un esquema del cual se quieren salir. Los temas de género desde la mirada de una artista que viene del interior, no de una feminista. “No soy fundamentalista”, dice Lacy, “pero es una trama muy compleja pues sólo gente muy preparada logra funcionar bien sin que exista competencia.” En 1990, Lacy ganó un premio del NMB Bank que la llevó a viajar a Europa. Luego estuvo en Estados Unidos, donde visitó los grandes museos, quedó estupefacta con
Pedro Peralta: ‘Diluvio en el Mercado del puerto’. Acrílico sobre tela.
DOSSIER
DOSSIER 20 ARTES PLÁSTICAS.pmd
11
06/05/2010, 11:00 p.m.
11
A R T E S
P L Á S T I C A S
surge Panes y ceibos, la recreación de los panes y los juguetes de madera de ceibo que hacía su madre para que sus hijos jugaran. Esa misma temática la pintó en óleo. Pinturas de paleta baja con muñequitas y caballitos que están como flotando en medio de una atmósfera onírica. Al investigar sobre sus raíces surgieron otros temas para trabajar. Se topó con las trampas que improvisaban sus hermanos para cazar animales. A partir de ello reflexiona sobre las trampas que nos hacemos los seres humanos. Surge entonces Hecha la ley, hecha la trampa, una muestra en la Colección Engelman-Ost. Con madera de sipo armó instalaciones que simulaban las trampas de alambre de sus hermanos. Le pidió a su psicoanalista, Marcelo Viñar, que escribiera en el catálogo de esta muestra. El terapeuta se refiere a la relación problemática del hombre con su destino, el caer en la propia trampa, el enredarnos; de algún modo alude a aquello de tropezar con la misma piedra. Tal vez sin saberlo, ni quererlo, escribe Viñar, Lacy coincide con uno de los conceptos más fecundos del fundador del psicoanálisis: la compulsión de repetir. El poder de la fe es otra de las temáticas rescatadas de su infancia. El recuerdo de su tía Norica –que era curandera– inspiró la instalación ‘Venceduras’, un juego de palabras que alude a vencer las durezas del campo, la cura por la fe, el psicoanálisis arcaico. Para todas estas obras se valió de materiales autóctonos –semillas, tierras, maderas, barro, jugo de cactus– y fue
Pablo Peralta: ‘Pareja constructiva’. Técnica mixta sobre fibra.
Pablo Peralta.
moldeando siempre la misma materia prima, la metáfora que se repite. Una rica selección de la obra de Lacy Duarte puede apreciarse en la Colección Engelman-Ost. En el medio de la sala que alberga su obra hay una enorme instalación de madera. Se trata de un brete de ovejas de esos que se ven en el campo, con un canal en forma de embudo de unos quince metros formado por maderas vírgenes. Al final del trayecto, a pocos centímetros del brete, una serie de fotografías de ovejas recién carneadas y un recipiente transparente con cabezas de este animal, sin lana, sólo piel y ojos. La obra de Lacy Duarte está lejos de ser amable, está claro. Sus personajes desolados, sus rojos inflamados, sus ovejas, sus maderas dispuestas a flor de piel. Todo eso duele, es urticante. Pero más allá del aspecto emocional, todo este trabajo refleja algo muy propio del Uruguay profundo, del campo, de ese ambiente que no suele ser tan venerado en el mundo de la ‘cultura’. Tal vez sea una de las razones por la cual sea tan original y valiosa la obra de Lacy y seguramente haya sido otro de los factores de peso para su elección en representación de Uruguay en la bienal de Venecia del año 2000. Luego de la bienal, recibió el Premio Figari a la trayectoria que otorga el Banco Central, junto con Carlos Musso y Carlos Tonelli. Hoy día Lacy vive la mayor parte del año en Manantiales, en su casa Zambullida, a pocas cuadras de la casa de Pablo. Se nutre del silencio, el mar la ayuda a ‘limpiar’ la cabeza y encontrar materiales para sus cuadros. Para pintar necesita crearse un clima, estar sola, sin interrupciones, y tomarse su tiempo para que el movimiento interno decante. Cuando mira para atrás y observa su obra se da cuenta de que a mayor armonía en su vida, más baja la paleta. “No sé si en mis peores momentos mi pintura ha sido mejor porque si estoy muy mal no puedo crear. Veo que la pintura de la mejor etapa de mi vida, cuando me sentía más plena, más armoniosa, es más bien triste, de paleta baja, un mundo muy interior, sutil”. D Malena Rodríguez Guglielmone. Periodista, licenciada en Economía, cursó el Diploma de Estudios Latinoamericanos en la Universidad de Montevideo.
12 DOSSIER
DOSSIER 20 ARTES PLÁSTICAS.pmd
12
06/05/2010, 11:00 p.m.