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«Tantágora és una bèstia qui ha cara de hom, e ha tres endanes de dents, e lo cors de lahó, e coha de estor, pits e ulls de cabra, e és vermella, e ha veu de serpent, e és pus hiversosa de correr que altre bèstia» (Bestiaris. Volumen II. Barcelona. Editorial Barcino 1964. Pág. 119 )
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va de pensar Semblanza de Ana Pelegrín José Manuel Pedrosa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 6
Ana en el recuerdo Ana Padovani . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9
Ana y el grupo CORPS Javier Coterón . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11
Poeía eras tu. En recuerdo de Ana Juan Mata . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 14
Ana Pelegrín, poliédrica activista del verbo y la memoria Carlos Herans, Ana Olmos y Lola Requena . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 16
va de charla Vicente Cortés, el calor sincero de las palabras Juan Ignacio Pérez . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 22
Luís Carbonell cuenta para Tantágora Jesús Lozada . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 28
Fe d e e r r a ta s: En la página 24 del número anterior, en el artículo titulado “Entrevista a Antonio Reyes” de Ana García-Castellano, donde dice: “Hay muchas narradoras profesionales...”, debería decir: “No hay muchas narradoras profesionales....”.
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La noche que las letras se liberaron Pep Duran . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 36
Catalina Guacayllano Cucha del Águila . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 40
Enrique Anderson-Imbert en su centenario Jesús Lozada Guevara . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 46
va de libros Anna Pelegrín, peregrina de la narración y la tradición oral en Hispanoamérica Mónika Klibanski . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 52
Pequeña memoria recobrada Juan Mata . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 56
Cuentos populares recogidos de la tradición de España José Manuel Pedrosa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 58
índices índice de secciones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 62 índice de autores
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Bien sabemos los que cultivamos el delicado arte de la narración que sin el empeño de personas dedicadas al estudio de la tradición oral, nuestro trabajo sería de difícil realización pues, ya sea que nos decantemos por el repertorio tradicional, ya sea que tengamos preferencia por lo contemporáneo o de autor, lo cierto es que resulta imprescindible para nuestro quehacer el buen conocimiento de lo que antaño corrió (y aún corre) de boca en boca. Y una de estas personas fue Ana Pelegrín. En septiembre de 2008 Ana Pelegrín dejó de formar parte del mundo de los vivos, aunque no de los olvidados. Así lo atestiguan los textos de las distin-
tas personas de ambos lados del Atlántico invitadas por nuestra Revista a hablar de esta argentina afincada en España desde finales de los sesenta del siglo pasado. En menos que canta un gallo se volcaron en la tarea de poner por escrito sentimientos, vivencias, sucedidos protagonizados por esa mujer menuda y voluntariosa que albergaba en su interior un corazón incandescente, cuya inagotable energía hizo posible que estuviera presente en clases, cursos, congresos, encuentros, revistas, libros y foros de toda índole. La vida y la obra de Ana se hace presente en este número diez a través de los escritos de José Luis Pedrosa, Ana Padovani, Javier Coterón, Juan Mata, Carlos Herans, Ana Olmos, Lola Requena y Mónika Klibanski.
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orial Seguimos, sin embargo, interesados en dar a conocer otras semblanzas, las de los narradores orales; y en este número hemos dado la palabra a dos hombres que han entrevistado a otros dos: desde España Juan Ignacio Pérez habla con el valenciano Vicente Cortés, y asimismo desde Cuba Jesús Lozada entrevista a Luis Carbonell. Mas como sea que nuestras vidas no se rigen única y exclusivamente por la razón, siempre es bueno tener a mano ficciones con las que ampliar horizontes. Por ello hemos salido al encuentro de cuentos y hemos regresado con tres de ellos procedentes de los más diversos lugares. Si Pep Duran, de Mataró (Cataluña, España) nos
ameniza con un relato de su autoría, Chucha del Águila nos regala su propia y personal versión de una narración tradicional procedente de su tierra natal, Perú, que lleva por título Catalina Guacayllano. Y para terminar este paseo, nada mejor que detenerse a leer cuatro breves y delicados cuentos del autor cubano Enrique Anderson-Imbert, con ocasión de su centenario. En cuanto a los libros, hemos querido reseñar la obra inmensa de Ana Pelegrín y, a la vez, informar a fondo de la reedición de la recopilación de cuentos de Aurelio María Espinosa, buenas noticias ambas para los distintos colectivos que se interesan por esa clase de literaturas, qué duda cabe.
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va de Semblanza de Ana Pelegrín José Manuel Pedrosa Universidad de Alcalá
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Ana Pelegrín murió en septiembre de 2008, en Madrid.
La conocí hace muchos años. Creo que debió de ser en torno a 1989 o 1990, en la casa de don Ramón Menéndez Pidal, en Madrid. Concretamente, en un homenaje alegre y familiar que hicimos, muchos de los que de algún modo teníamos vínculos de investigación con aquella casa, al venerable don Rafael Lapesa, que era el director honorario de la Cátedra-Seminario Menéndez Pidal, o algo así. Era una mañana soleada, seguramente de primavera. El anciano don Rafael, que era ya octogenario, y que estaba siempre bajo la atenta vigilancia de una o varias muchachas jóvenes que creo recordar que eran sus sobrinas, era un hombre tímido y absorto, que se agarraba como un niño a su bastón y al que recuerdo sentado en el alféizar del porche de la casa, con la mirada un poco perdida, como sobrepasado por la ocasión. Vestido de claro, con sus gruesas gafas. Unos días antes había sufrido una caída, y en su cara se dibujaban las heridas, ya cicatrizadas pero muy aparatosas, que se había hecho, dispuestas de un modo muy extraño, con forma de cuadrículas. Por allí andábamos Diego Catalán, Ana Valenciano, Flor Salazar, Jesús Antonio Cid, Mariano de la
Campa, y muchos más de los que no logro ahora acordarme. Y Carmen Alvarado, la delgadísima, sonriente, inolvidable bibliotecaria del Seminario, que era como un duende bueno que llenaba de ruido, con sus tacones, aquellas salas y pasillos. Pero la persona cuya cara y cuya figura retengo más cuando recuerdo aquella ocasión fue la de Ana Pelegrín. Fue ella la que se acercó, la que se presentó, la que sostuvo conmigo una conversación llena de alegría y de optimismo. Ana era una sonrisa andante, una especie de hada o de psicóloga universal, que irradiaba serenidad y confianza. Hablamos de juegos infantiles, de canciones, de viajes. Lo que más recuerdo de ella, de aquella vez y de otras, era la musiquilla que (con su cantarín acento argentino norteño) siempre sonaba en sus labios: “sigue así”, “no cambies”, “insiste”, “no te rindas”. Imagino que eso se lo diría a todo el mundo, que su vida era una especie de llamada a la resistencia y a la perseverancia de los demás, porque ella esas cuestiones de la resistencia y la perseverancia las tenía bien interiorizadas. Era menudita, bajita, con el pelo muy lacio y negro que enmarcaba una cara de persona de cuerpo cansado y de corazón incandescente.
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Nos vimos luego más veces, pero muy de vez en cuando. Una vez en su casa, en la calle Linneo, cerca del puente de Segovia. Una casa que recuerdo de salas amplias y techos altos, llena de libros, que no sé muy bien cómo podría alcanzar una mujer tan menudita.
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Otra vez en el congreso Lyra Minima Oral que (co)organicé en Alcalá en 1997, en el que presentó una conferencia (que luego fue artículo) bellísimo, con ilustraciones deslumbrantes... Sospecho que si no hubiera sido escritora, habría elegido el oficio de pintora, o, mejor aún, el de ilustradora... Después, fue miembro del tribunal de la tesis doctoral de mi alumna Harinirinhahana Rabarijaona, que trabajó sobre mitos malgaches, bajo la dirección de María Cruz García de Enterría y mía. Era el año 2001. En el tribunal estaban también don José Fradejas, y Luis Díaz Viana, y Fernando Gómez Redondo, y cuando lo más solemne de la sesión terminó, nos retiramos todos a la casa de Niri, que nos había preparado una inolvidable comida malgache que nos entretuvo hasta muy tarde. Ana fue como el sol radiante y hablador de aquella reunión. Cuando Ana publicó uno de sus libros mejores y más monumentales en el CSIC, me tocó informar de las concentradas maravillas que en él se encerraban. Alguna vez más nos encontramos, pero pocas. No fuimos amigos cercanos, aunque siempre que nos veíamos saltaban las sonrisas, las preguntas, los compromisos de quedar un día para charlar más tranquilamente.
Tengo la sensación de que me perdí la dimensión que ella apreciaba más de su actividad y de su vida, la que era seguramente la mayor de sus devociones: la pedagogía, el trabajo directo e intenso con maestros, con profesores y bibliotecarios, la agitación cultural, desde su compromiso de mujer progresista que veía en la educación el más allá al que nos dirigíamos todos, sobre todo los que venían detrás de nosotros. Esa actividad suya me pasó rozando, la conocí de oídas, porque participamos, en días seguidos, en jornadas de formación y reciclaje para profesores, la sentí por lo que me contaban amigos comunes... Pero me la perdí... Los contactos últimos fueron por email, hasta muy poco antes de su muerte... Por el email no se le veía a Ana la sonrisa, pero se le intuía... Instaba siempre a la perseverancia, a la resistencia, con el entusiasmo de la niña grande que hasta el final fue, sin dar ninguna señal de las heridas que la enfermedad iba dejando en su propia capacidad de resistencia. Hoy (para siempre ya), su sonrisa, y hasta su acento cantarín, siguen brillando en su obra monumental, hito absoluto de los estudios (en nuestra lengua y en cualquier otra lengua) sobre el folclore y la literatura de niños y jóvenes.
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Ana en el recuerdo Ana Padovani Narradora oral
Allá por los años ochenta me inicié en Buenos Aires en el poco conocido camino de narrar cuentos en el escenario, haciendo de esto una profesión y abrazándola como una verdadera causa. Por entonces la soledad era muy grande, no encontraba pares dispuestos al intercambio y, menos aún, referentes y maestros. Mi mayor contacto era con escritores, sobre todo de literatura infantil. Alguno de ellos, en una oportunidad, me mencionó a una investigadora argentina que residía en España, llamada Ana Pelegrín, que había escrito un libro acerca de las tradiciones orales españolas; se llamaba La aventura de oír. Enterarme y salir a buscarlo fue todo uno, pero lamentablemente en las librerías porteñas no se
conocía ni siquiera por el nombre, con lo que sentí reiterado el impedimento. Por aquella época yo era habitué (y sigo siéndolo), de la ópera en el teatro Colón. A mi lado se sentaba una señora con quien trabé una cálida relación. Enterada de mis búsquedas e intereses, me conectó con una amiga suya, profesora de letras, Estela Vilches, que había sido amiga en su Córdoba natal de Ana Pelegrín, que tenía el inhallable libro y que además ¡estaba dispuesta a regalármelo! No puedo contar la alegría que significó para mí, aún lo conservo como una reliquia. (Quiero también de este modo testimoniar mi recuerdo y agradecimiento a la memoria de Estela, otro ser luminoso que tuve la fortuna de conocer). Aquel texto me resultó interesantísimo, me despejó dudas, me abrió puertas, me aportó ideas y conceptos, me acercó a un mundo que empezaba a fascinarme. Sin embargo, pese a tener otra “lucecita” encendida, y a continuar exitosamente mi desarrollo profesional, seguía sin encontrar referentes en Buenos Aires. Decidí entonces salir a buscarlos en otros lugares. Logré dar con el teléfono de Ana Pelegrín y me comuniqué personalmente con ella. Le pregunté acerca de la posibilidad de
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escucharla narrar o de estudiar con ella, me contestó que por entonces estaba avocada exclusivamente a la investigación, no obstante me alentó muchísimo a que continuara con mi camino y mis búsquedas. Así lo hice, viendo narradores y tomando talleres en Francia, mientras continuaba mi afianzamiento profesional en la Argentina.
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Pasaron los años y con ellos el movimiento de los narradores fue creciendo y desarrollándose. También llegaron sus libros a estas orillas, La aventura de oír y Cada cual atienda su juego, que resultaron ser valiosos aportes para conocer la seriedad, inteligencia y respeto con que investigaba las tradiciones orales que iban nutriendo nuestro trabajo. Su nombre lentamente empezaba a circular entre nosotros. En el año 1996 comenzamos a organizar el Encuentro de Narradores en la Feria del Libro de Buenos. Aires. En el año 1999 la invitamos a participar del mismo y lo hizo dictando una conferencia: “La aventura de oír. De la narración y narradores en la tradición oral y en la modernidad”, y un taller: “Cada día su cuento (textos, narración y oralidad)”. En una de esas noches que estaba en Buenos Aires me invitó a la casa de su hermano para que interpretara los textos de una querida artista argentina, Niní Marshall. Me sentí muy honrada con su pedido y fue para mí muy grato recuperar y compartir junto a ellos los recuerdos de la infancia; no podía pedir público más cálido y receptivo. Otro día, en la Feria del Libro me comentó que le
habían pedido su conferencia para ser publicada en una revista, lo cual le había sugerido la idea, que quería transmitir por mi intermedio a toda la comisión organizadora, de que podíamos hacer una publicación con todas las ponencias y trabajos que se presentaran en dicho encuentro para ser ofrecido a los asistentes al mismo. De resultas de ello salieron ya dos publicaciones y en el 2010, con motivo del décimoquinto aniversario, esperamos entregar el tercer volumen. O sea que esa feliz idea tenemos que agradecérsela a Ana Pelegrín. En los últimos años estuvo en alguna de mis presentaciones en Madrid y fue para mí un honor y una alegría recibir sus palabras de elogio y aliento. No me detendré en pormenorizar la importancia y trascendencia de su obra porque compete tal vez a otros espacios de esta publicación, pero quisiera hacer una reflexión como argentina. Como tal no puedo dejar de lamentar que, como tantos otros, no haya podido desarrollar su capacidad y su vocación en nuestro país; creo que en cierto punto, ha sido una pérdida, pero por otro lado, me alegro y agradezco que haya sido España quien le diera la posibilidad de investigar y difundir con tanta seriedad y verdadero apasionamiento sus tradiciones. Pero creo también que estas consideraciones no deben empequeñecer nuestra mira sino expandir nuestro campo porque el trabajo sobre la palabra y sus formas de trascendencia son universales y nos hermanan. A.P.
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Ana y el grupo CORPS Javier Coterón Universidad politécnica de Madrid
El 11 de septiembre de 2008 el corazón de Ana Pelegrín dejó de latir. Un corazón grande, inmenso, envuelto en la fragilidad de un cuerpo que se esforzaba día a día por seguir el paso de sus anhelos, de sus emociones, de la visión de nuevos espacios pedagógicos y de creación, de vivencias compartidas, de nuevos horizontes. Ana aterrizó desde su Argentina natal a finales de los 60 para afincarse definitivamente entre nosotros. Y, desde principios de los años 70, nos acompañó en las andanzas de este INEF, hoy espacio universitario de investigación, docencia e innovación de pleno derecho como ella siempre soñó, realizando paciente y calladamente su labor como profesora de Expresión Corporal.
Es difícil condensar en unos párrafos la labor de Ana Pelegrín referida a la manifestación expresiva del cuerpo, como en cualquiera de los muchos campos que la multifacética personalidad de un ser único en lo personal, lo profesional y lo afectivo, ha ido sembrando a lo largo de décadas. Muchos son los mundos que Ana soñó y alumbró a través de su prolífica actividad en clases, cursos, congresos, encuentros, en revistas, libros y foros de toda índole. Para otros dejamos la narración de muchos de esos mundos, de otras caras de su poliédrica vida. Y nos quedamos con su labor y su aportación al campo de la Expresión Corporal en el INEF de Madrid. Hablar en los primeros años de Democracia de Expresión Corporal, de su valor pedagógico, renovador e innovador, era casi una temeridad. Reclamar en aquellos tiempos para el cuerpo una función expresiva, de comunicación y creación sólo podía ser cometido de una mente preclara que había visitado en sus sueños una nueva realidad que, con su labor callada y paciente fue entretejiendo en cada clase, en cada pequeña conversación con los alumnos, hasta conseguir transformar el perfil de los profesionales de la Educación Física en nuestro país, contribuyendo a implantar una nueva visión de la manifestación motriz del ser humano.
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Conocí a Ana en un principio de curso tal como hoy hace 25 años. Y cambió mi vida. Como la de otros tantos compañeros de profesión que tuvieron el enorme placer de crecer a su lado. Siempre cercana, siempre pausada, siempre respetuosa.
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Ana siempre tuvo la palabra precisa, la escucha atenta para hacer sentir a su interlocutor protagonista principal de alguno de esos cuentos de infancia que ella tan bien conocía y sabía transmitir. La vida, en primera persona. Con la cadencia de la experiencia vivida y el detalle en cada palabra escogida, Ana lograba encontrar en cada uno de nosotros el papel principal de una historia única y personal, de un poema vital. En el año 1995 reunió a un grupo de alumnos y ex alumnos de distintas promociones del INEF en lo que se denominó “Seminario Permanente de Expresión Corporal”. Este trabajo alumbró dos nuevas realidades que se han consolidado en los últimos años. En primer lugar, la fundación en 1997 de la asociación Actividad Física y Expresión Corporal (AFYEC), formada por profesionales de la Expresión Corporal de toda España. Esta asociación, ideada, creada y promovida por Ana, viene aportando en los últimos años una fértil contribución al desarrollo de la Expresión Corporal en nuestro país. En segundo lugar, la creación en el año 1999 del grupo CORPS, un laboratorio de investigación en el movimiento expresivo y creativo que ha permitido, a través de la experiencia escénica y artística,
una completa formación a decenas de profesionales de nuestro campo. Entre las líneas de trabajo iniciadas por Ana en este ámbito, queremos destacar la investigación en la interrelación de lenguajes —poemas coreografiados en los que, con su cálida voz de fondo, el cuerpo se convierte en poesía en movimiento—, el estudio antropológico del juego infantil que tanto la fascinó a lo largo de su vida o la búsqueda de nuevos espacios de acción escénica con la danza vertical. Tras años de andadura investigadora y creadora, CORPS actúa en distintos foros, mostrando y compartiendo la labor investigadora y creadora promovida por su fundadora. Y también, todos los años, lo hará en el auditorio del INEF en honor a la persona que le dio vida, en la que fue una de sus moradas creativas durante tanto tiempo. Como colofón a la trayectoria iniciada años antes, en el mes de marzo de 2004 preparábamos un acto de celebración y homenaje a la labor de los profesores de Expresión Corporal del INEF tras 25 años de andadura. Ana escribió un texto para un vídeo que se proyectaría en el acto. Pero nunca llegó a ver la luz. Desgraciadamente, el 11 de marzo, la tragedia de los atentados que volaron varios trenes y se llevaron la vida de dos alumnos de este Centro nos hizo transformar la conmemoración festiva en un sentido homenaje en memoria de las vidas perdidas. El 18 de marzo el grupo Corps actuó ante un auditorio, repleto de corazones dolidos, en un espectáculo llamado “In memoriam” en honor a las víctimas del brutal atentado del 11 de marzo.
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El texto que quedó en el tintero, hoy ve la luz como el legado que la fundadora de una sólida corriente pedagógico artística en Expresión Corporal quiso dejarnos. Es t a s s o n s u s p a l a b r a s : Mi empeño es retener el anhelo de relacionar, unir y fundir modos varios de ver, de mirar, de entrelazar, de fusionar y meteros a vosotros en una red y entramado magnético. Como ese punto del espacio descrito por Borges y llamado “Aleph”, donde es posible VER el universo, en escenas superpuestas y simultáneas, en un alud de estratos de gozo, de intensidad, de alegría, de dolor, del saber ver. Mi búsqueda es ese Aleph de la mirada, del gesto, del cuerpo, de la voz y la letra. Algo, amigos, para creer, para crear, para crecer. He visto, vi, veo... —Vi escenas compartidas en los espacios, con profesores de las más diversas ramas y enfoques de la Expresión Corporal. —Vi en los ojos de antiguos alumnos la posibilidad de hacer realidad la utopía de la expresión, en mis comienzos del INEF. —Vi con ellos, el corazón joven de un Seminario Permanente de Expresión, constituyendo el grupo fundacional del AFYEC. —Vi elevarse, precipitarse formas, cuerpos, en danza del espacio vertical, virtualizados en el rocódromo, el castillo, el cuerpo germinal del grupo Corps. —Vi con certeza de utopía, la fuerza irresistible entre el movimiento y la poesía, emergiendo en un cuerpo poético. —Vi crecer en lo inconexo lo conexo, del caos la armonía, lo cóncavo y convexo, la detención y el movimiento, la textura, el color, la piel. —Vi abrirse en el espacio la fascinación de una forma, de un ritmo, un giro, una mano, un pie, un torso, trenzándose, experimentando la vivencia de alegría elemental, la esencia del símbolo y la metáfora palpitante y visible. Mi trayectoria es la que me dejasteis compartir con vosotros, esta ráfaga intensa, indeleble que es andanza y mudanza. Mi huella, este destello, este discurso de amor para vosotros, que veis lo invisible: Escrito está en mi alma vuestro gesto, y cuanto yo escribir de vos deseo. Año a año he mirado la vida en vuestros ojos, en el latido germinal del almendro, y cuando florecían y florecen, el anuncio de la intensidad y fragilidad de los días: aquí he vivido / aquí recuerdo/ aquí me quedo.
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El 11 de septiembre de 2008 el corazón de Ana dejó de latir. Pero sigue haciéndolo en cada uno de los nuestros, con un pulso constante que nos anima a seguir con su labor, a soñar con nuevos campos de creación, de poesía vital. El pulso educativo que debe transmitir a las nuevas generaciones el amor por la belleza a través del movimiento. J.C. Por todo ello, con el todo el corazón, desde el corazón, GRACIAS ANA.
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Poesía eras tú En recuerdo de Ana Juan Mata Universidad de Granada
Estas palabras son de Ana Pelegrín y están extraídas de la introducción al libro Poesía española para niños, una antología realizada por ella y publicada en 1969 en la editorial Taurus. Me sorprenden, leídas cuatro décadas después, por su claridad y atrevimiento. Escritas entonces, cuando, en efecto, la poesía en las aulas apenas era otra cosa que una excusa para las conmemoraciones o la propagación de una moralina cursi y sentimental, tenían el valor de las ideas lúcidas y precursoras. Ahora nos parecen elementales, pero hace cuarenta años resultaban subversivas. Los poemas allí seleccionados, tanto de la poesía oral popular como de autores contemporáneos, demostraban que era posible una nueva forma de acercar la palabra poética a los niños. Ana amaba la poesía como se ama el aire, como se ama la luz.
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La poesía no debe ser —como se ha formulado y se mantiene— moralizadora, utilitaria. No es posible reducirla a una enumeración de virtudes, enseñanza de tópicos escolares o composiciones improvisadas para una fecha clave, porque éste es el procedimiento más eficaz para despertar en el niño la repulsión al lenguaje poético. Es desvirtuar la esencia poética, es clasificarla dentro de normas científico-pedagógicas, es convertirla —como lo afirmara Gabriela Mistral— “en un absurdo que podríamos llamar balbuceos de docentes”.
Las recuerdo ahora como una íntima forma de homenaje. Miro los libros que poseo de ella y, por su aspecto, me doy cuenta de que han sido muy usados, por mí y también por los alumnos a quienes los fui prestando. Están descuadernados, los lomos rotos, las páginas sueltas, lo que significa que han sido leales acompañantes de mi andadura profesional. Su deterioro es el mejor reconocimiento que puedo ofrecerle a la autora. Abro al azar La aventura de oír, otro de sus libros, y encuentro subrayadas estas palabras: "La po-
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sía, el cuento (el cuento maravilloso o de encantamiento), encierra en sí materia de símbolo. Y el símbolo se despliega en la palabra irradiando multiplicidad de significados. Esta irradiación invita al niño a un viaje emocional y mental, le acerca a la imaginación literaria, hace posible la conjetura de que literatura y vida pueden estar ensamblados, literatura-vida, un solo ritmo". Lo que hace décadas me pareció sorprendente, revelador, constituye hoy mi pensamiento. Ese binomio, ese hermanamiento elemental entre la vida y la literatura, resulta ya tan mío como el color de las pupilas. Qué inesperados pueden ser los orígenes del conocimiento. Quizá por su historia personal, la recuperación de la memoria formó parte medular del trabajo de Ana Pelegrín. Fue pionera en la investigación y divulgación de la tradición literaria popular, desde los cuentos y los juegos a las retahílas y las canciones, y muchos de nosotros acudimos a sus libros como el sediento a la fuente. Descubrimos el valor de las voces anónimas que guardaban el tesoro milenario de la literatura oral y aprendimos a protegerlas y propagarlas. Es un motivo suficiente para la gratitud.
Lo que más admiraba de Ana Pelegrín era su entusiasmo. El entusiasmo es una cualidad que hace felices a quienes la poseen y también a quienes la disfrutan. Produce un placer singular estar al lado de alguien entusiasmado. El entusiasmo alegra, establece lazos, mueve a la acción. La etimología de la palabra —el vocablo griego enthusiasmós, que significa arrobamiento, éxtasis, deriva de enthusiázo, inspirado por la divinidad— muestra que es un concepto especialmente adecuado para definirla. El entusiasmo de Ana Pelegrín era inspirador, contagioso, vivificante. Era imposible oponerse a sus iniciativas y a sus propuestas. Planteado por ella, cualquier proyecto aparecía cargado de sentido y ambición, y también de posibilidades. Poseía el don de la persuasión, que es una culminación del entusiasmo. Daba gusto escucharla y reír con ella y junto a ella. Podemos finalizar como comenzamos, invocando a Ana Pelegrín. En el mismo libro del que extraje las palabras que encabezan este texto aparecen estas otras:
J.M.
“Es necesario recalcar que la enseñanza de la poesía escapa al hecho didáctico en sí, pues supone una dimensión interna y una manera externa totalmente diferenciada con la enseñanza de asignaturas tales como historia, geografía, matemáticas, etc. Por lo tanto, no deberá confinarse la poesía a la explicación o ilustración de un tema o a la práctica de fríos ejercicios de memorización. Es menester olvidar los esquemas mentales, las inhibiciones, el cansancio, y construir un tiempo espiritual y material diferenciado, nuevo, para encontrar el camino de la autoexpresión y ayudar a los niños a encontrar el suyo, en este intento de acercamiento a la poesía.”
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Ana Pelegrín, poliédrica activista del verbo y la memoria Carlos Herans, Ana Olmos y Lola Requena (que tuvimos la suerte de trabajar y aprender con Ana Pelegrín en Acción Educativa)
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“FUE INVESTIGADORA, EXPERTA EN NARRATIVA ORAL, FOLCLORISTA, PEDAGOGA Y ACTRIZ”. Esta era la cabecera del artículo que escribieron Felicidad Orquín y Rosana Torres para el periódico El País del domingo 14 de septiembre de 2008, tres días después del fallecimiento de Ana. Su llegada a España fue a través del teatro como recitadora, extraordinaria, dentro de una amplia tradición de recitales poéticos en Argentina, que no conocíamos en nuestro país. Además traía consigo una visión del trabajo educativo que en-
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contró eco en los movimientos más progresistas, que empezaban a crear alternativas educativas al sistema franquista, apoyándose en la ley de educación de Villar Palasí. En colaboración con Horacio Elena como ilustrador llevaba en su cartera un proyecto de libros para el alumno y el profesor en que se desarrollaban actividades creativas y de expresión globalizando lengua, plástica, movimiento, teatro, con un hilo conductor que a través de la guía del profesor permitía un desarrollo de la creatividad frente a una educación meramente transmisiva. La serie de libros publicados por Edelvives, con el título genérico de Los picotes, abría un camino hasta entonces inexplorado en el sistema educativo en vigor. Una propuesta que necesitaba de un profesorado "aventurero" que se implicara fundamentalmente en una educación activa.
Dentro de la primera Escuela de Verano de Madrid (hace ya treinta y cinco años) coordinó las materias que tenían relación con la creatividad. Para ello aglutinó un grupo de profesionales de diversos mundos artísticos y literarios, procedentes de diversos lugares de España, con los que había tenido contacto dentro de su andar y caminar en la formación del profesorado. A partir de ese momento su actividad estuvo marcada por la integración de personalidades diversas en proyectos innovadores.
A finales de los años 60 (del pasado siglo), se incorporó a un grupo de personas vinculadas al mundo de la educación, todas ellas firmes defensoras de la Escuela Pública y activistas de la Renovación Pedagógica. De este grupo surgen extensas, comprometidas y reflexivas charlas, que propiciaron la fundación de Acción Educativa.
Así se pudo organizar la Escuela de Expresión: un proyecto formativo que reunía los mundos de la imagen, la plástica y la música, la expresión corporal y el teatro, los títeres y el teatro de objetos y la escenografía, la teoría de la creatividad y la psicología. Este proyecto ha permitido a muchos de los que durante tres años fueron alumnos, desarrollar no solo actividades en el ámbito escolar, sino también en el terreno de la animación sociocultural, en un momento en que los ayuntamientos, ya democráticos, empezaron a abrir sus centros culturales en diversos barrios de Madrid y de su territorio.
De esa interdisciplinariedad que intuía y soñaba, surgieron iniciativas que encontraron un ámbito de difusión y de formación del profesorado en los comienzos y con anterioridad a los mismos, de Acción Educativa, desarrollando una multiplicidad de actividades, fruto de su amplio abanico de intereses.
Todo ello promovido desde la Junta directiva de la Asociación, de la cual formó parte durante los primeros años de Acción Educativa. De aquel momento no sólo recordamos su faceta creativa: también se anticipaba en los temas de gestión, con una visión de futuro organizativa que exigía una estructura profesionalizada.
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Además de estos aspectos organizativos no dejaba de lado sus intereses literarios y los estudios del Doctorado en Literatura. Su actividad investigadora la llevaba a buscar en los lugares más recónditos, en los puestos del Rastro, en las Bibliotecas, etc., las huellas de los cuentos tradicionales españoles y latinoamericanos, la literatura infantil en el período de la República, los grabados de juegos tradicionales, los romances de ciego, los poemas olvidados... Publicó diversas antologías. Las tijeras y fotocopias con el pegamento eran sus herramientas preferidas para ir uniendo y asociando textos e imágenes. 18 | TgRa.10
Otra gran aportación que realizó para la Asociación fue la creación del departamento de Lengua y Literatura: un espacio, unos contenidos, un lugar y un tiempo donde personas del mundo de la educación, la expresión y el arte pudieran encontrarse para formarse e intercambiar experiencias. Y esto lo hizo desde una de las facetas de su inteligencia: la literatura. A finales de los años 60, en un curso de Expresión Corporal que ella impartía en la Universidad Autónoma de Madrid, acudían, entre otros, maestras y maestros de la Fundación Hogar del Empleado, entidad educativa que en aquellos años también deseaba la renovación pedagógica para su profesorado y que fue cantera de afiliados a Acción Educativa durante sus primeros años; el grupo era joven pero Ana ya tenía una formación y un bagaje cultural y profesional admirables.
En sus clases abría un mundo hacia la Expresión, no solo corporal sino también oral, escrita, plástica, musical… Y siempre, de fondo, la literatura. Abrió la puerta a todo tipo de posibilidades expresivas del cuerpo, con sonidos, con melodías, con las palabras, con los versos y sus autores, con narraciones y sus autores, con el teatro, con las imágenes, con el color y las formas. En aquel primer curso ella era la profesora, pero también alumna, pues el alumnado también tenía algo de que hacer participes a los demás del grupo. En el marco de Acción Educativa y desde el recién creado Departamento de Lengua y Literatura, Ana empezó a activar otra de las facetas de su inteligencia: a su alrededor aglutinó a personas valiosas y profesionales motivadas por la Literatura y la Expresión; y así comenzar a infiltrar un rayo de luz en la tiniebla educativa en la que estábamos sumidos y que tanto deseábamos mitigar. Para ello no escatimó ni voluntad ni esfuerzo. Tendió hilos dirigidos hacia aquellas personas que junto a ella podían llevar a cabo una ingente labor de formación. Y así surgió “EL TRINO”: Felicidad Orquín, Federico Martín y Ana Pelegrín, los “IN”, como les llamábamos. La tela se extendía y con los años se fue ampliando. Primero, fueron los cursos de Lengua y Literatura y Expresión que Ana coordinó en la primera Escuela de Verano junto a Carlos Herans. Continuaría coordinándolos en sucesivas escuelas de verano, así como impartiendo cursos de Literatura de Tradición Oral, Poesía y de Expresión Corporal. Además organizó un curso de formación, dirigido
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a maestras y maestros y a todas aquellas personas que vinculadas a la educación quisieran ampliar sus expectativas hacia la Literatura y la Expresión. La duración fue de dos cursos escolares (Escuela de Invierno). En este curso el profesorado abarcó aspectos diferentes desde los ámbitos relativos a áreas de la Literatura y la Expresión; el Teatro, Carlos Herans; la Imagen y la Publicidad, Agustín y Luís Matilla; Psicología Evolutiva y su relación con la creación infantil, Eduardo Chamorro y Josetxu Linaza; más Literatura, Gloria Pampillo; Expresión Plástica, Juan Delgado y Elvira Martínez; Expresión musical, Montserrat Sanuí; Encuentros con autores como Fernando Alonso, Concha López Narváez, Juan Manuel Gisbert, Miquel Obiols, Mª Luz Uribe, etc. Este curso fue germen del Seminario Permanente que amplió y completó el Departamento de Lengua y Literatura y en él se crearon distintos sectores y grupos. A este departamento se unieron personas muy queridas y valiosas, como Miguel Muñoz, Vicente Zaragoza, Graciela Pelegrín, Mª Rosa Benito, Mª Antonia Montes, Mª Jesús, Jesús Ángel Remacha y otras y otros que llevaron a cabo las siguientes tareas: — Formación permanente entre los componentes del Seminario mientras estos mismos realizaban cursos iniciales de formación, tanto en las Escuelas de Verano como en las de Invierno.
— Investigación, planificación y puesta en marcha de una nueva metodología para el Área de Lengua y Literatura, contrastada en las Aulas en las que trabajábamos. — Realización de materiales y actividades que sustentaban la metodología que poníamos en marcha. — Participación con otros movimientos de Renovación Pedagógica y con instituciones, impartiendo cursos, seminarios, coloquios, charlas… — Participación en el BOLETÍN de Acción Educativa y en la Colección “Papeles de Acción Educativa”. —Relación con otros departamentos de la Asociación. —Participación en encuentros con escritores y con cantantes, sobre todo folcloristas y aquellos que en sus creaciones, bebían particularmente de la literatura de tradición oral. Conocimos a Claudina y Alberto Gambino, Olga Manzano y Manuel Picón, Rodríguez Almodóvar y Carmen Bravo Villasante. Se estableció contacto con el Seminario Menéndez Pidal. Se confeccionaron recopilaciones de todo tipo de estructuras de literatura de tradición oral: dichos, retahílas, cancioncillas que acompañan a los juegos infantiles, adivinanzas, encadenados, numerales, etc. Este material era recogido en fichas, catalogado y organizado por estructuras,
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que servía para su utilización por los participantes en su trabajo con el alumnado infantil y adulto. Se estudió ampliamente la aportación de los poetas de la generación del 27 y del 98 y de los contemporáneos hispanoamericanos, en lo relativo a la tradición oral; desde sus poemas se planteaba la recreación de estructuras poéticas; recitando o leyendo, en busca de la emoción de la palabra, con los clásicos de nuestra literatura a través de su producción, basada en estructuras de tradición oral.
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Posteriormente se formó un grupo coordinado por Felicidad Orquín, que durante varios años realizaron una catalogación de publicaciones de literatura infantil y juvenil. Fueron unos años, los 70-80, donde el trabajo era enriquecedor y creativo, cosa que implicó el disfrute del trabajo y de la transmisión al alumnado de los centros escolares que llegaron a pasar por el mismo proceso. Más allá de la admiración y el cariño que siempre Acción Educativa ha sentido por Ana Pelegrín, hay que subrayar que este conjunto de aportaciones, se debió a su personalidad imán, a su gran capacidad de trabajo y de superarse ante las dificultades, de no amilanarse ante nada, porque ella encontraba recovecos para saltar los muros y fuerzas para continuar con lo que ella se proponía realizar. Y ESTO FUE ASÍ HASTA EL FINAL.
12 de sep tiem br e 2008 Érase una 11 de septiembre, en un pequeño lugar, pudiera ser en Argentina o en España, llamado Aldeavieja. Los Picotes no dejaban de mirar cómo el gallo de la veleta giraba enloquecido. Nubes blancas cargadas de poemas destacaban en el cielo. De repente hubo un silencio. Las nubes descargaron en un llanto sus poemas y sus finas gotas empaparon los ojos de los Picotes y se deslizaron por sus mejillas. Quizás los Picotes fuéramos nosotros, los que hemos compartido momentos de una vida aventurera, de quien ahora se reúne en una ignota biblioteca, con tantos escritores y poetas cuyas obras fueron acariciadas, leídas, recitadas y divulgadas. Aventuras de leer, de oír, atendiendo nuestro juego en tantas mesas camilla, en las que se han pergeñado aventuras, uniones de gentes en un encuentro personal para propiciar nuevas aventuras. Nosotros, picotes, seguimos el giro del gallo de la veleta que dibuja la rosa de los vientos de nuestra memoria, en la que siempre va a permanecer Ana Pelegrín.
C.H., A.O. y L.R.
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va de Vicente Cortés, el calor sincero de las palabras Juan Ignacio Pérez Narrador, miembro fundador de Litoral
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Vicente Cortés es un valenciano que confiesa estar muy satisfecho de vivir del cuento desde hace más de veinticinco años. Un mérito que se une a otros como su andadura inicial casi en solitario, la frescura de sus cuentos y, sobre todo, la sinceridad de su discurso. Hemos aprovechado este cruce de fronteras que supone un 25º aniversario para sentarnos con él y reflexionar sobre la narración oral como oficio, afición y vocación. Temas sobre los que Vicente Cortés tiene mucho que decir. Y lo dice. Vicente, ¿cómo definirías tu material de trabajo, el cuento? Lo considero un conjunto de palabras artísticas, es decir, de mentiras que dicen verdades, con las cuales comunicamos la vida como es y como podría ser. También un apoyo que se arrima a lo que amenaza pérdida o destrucción. ¿Qué pretende un narrador cuando se dirige a la gente? Compartir emociones, sentimientos, sueños, experiencias, ideas…, en una palabra, la vida. Y este acto de amistad, de afecto, lo realizas con la ayuda de algo tan delicado y fuerte a la vez como es la palabra oral y su acompañante el silencio. En el efímero e
irrepetible “ahora” que se da en el escenario, donde la unión de la voz, la respiración y el cuerpo crean una magia, estas palabras son del narrador y de los oyentes; pero antes eran de otros. ¿Y encajan tus pretensiones con las expectativas del público? El público lo que espera es que le diviertas, lo recrees con tus palabras, es decir, que le sirvas de apoyo en su personal e intransferible pérdida o destrucción de algo a lo que me refería antes. Uno atiende a los cuentos porque es un vicio compatible con la escasez de medios y con la pereza. Una escucha lo más virgen, lo más sincera posible, para hacer facble el intercambio emocional, la caricia de las miradas provocadas por la caricia de las palabras. Entre
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charla ambos, narrador y oyente, se extraen unos beneficios con un gran valor añadido.
¿Dónde has encontrado textos más interesantes? ¿En el pueblo, en la ciudad, en libros, en la gente, en alguna zona geográfica…?
¿Prefieres escuchar o contar? Casi tanto monta como monta tanto, pues el cuento nos conecta en lo más básico, en las emociones, en lo que uno sufre y en lo que uno goza. Pero si he de elegir, me gusta un poco más contar, y para todo tipo de público que quiera escuchar, ya sean adultos o niños.
Considero el cuento un conjunto de palabras artísticas, es decir, de mentiras que dicen verdades. ¿Por qué crees que el cuento despierta con tanta facilidad el asombro, la atención, el interés…? Por la necesidad que tenemos las personas de imaginar, soñar, inventar otras vidas, otros mundos que nos hagan más llevadero el que vivimos. El cuento multiplica la diversidad de los paisajes y las vidas, pero un cuento no embota la curiosidad puesto que bien escuchado es un espejo, una lupa, un microscopio, un telescopio y una máquina del tiempo.
En todas partes cuecen habas y en las fuentes informantes también. Ahora bien, en La Serranía —mi comarca, situada en el interior de Valencia—, ámbito de mis mayores cosechas, la tradición oral tiene el sabor peculiar que tiene cada zona geográfica de cada parte del mundo; pero en este caso su color y calor distintivo es el habla churra, fruto de una mezcla de valenciano y castellano, ya que se trata de una comarca limítrofe. Nací y viví en un pueblo hasta los dieciocho años, por tanto mi infancia se desarrolló al calor de los cuentos escuchados en casa y también en la calle, en verano a la fresca y en invierno al calor de las hogueras, también en las tareas colectivas del mundo rural, como la limpieza de almendras, maíz, la matanza, las conservas… Así que puedo decir que casi toda mi vida ha estado ligada a los cuentos y ese aprecio que les tengo me ha animado a recuperar algunos que están en vías de extinción. De momento he publicado tres libros de la saga El Tío Paragüero. Tradición Oral de La Serranía. Yo gocé con los cuentos serranos y los cuentos recolectados por mí, y ofrecidos a los demás son mi
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El cuento de tradición oral es una suma de experiencias, de sabiduría formada lentamente con el paso de los años, de lo esencial a lo complejo que nos da pautas para hacer fácil lo difícil.
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granito de arena, mi contribución a esa cadena de la tradición oral. Ahora bien, este trabajo ha hecho y hace que yo conozca mejor mi cultura y por tanto la estime más aún; por eso soy deudor de esa tradición serrana por partida doble. ¿Sientes tu trabajo, entonces, como una forma de recuperar algo olvidado? Cómo no. La tradición oral —ese patrimonio intangible de la humanidad— corre un gran peligro de desaparecer, pues sus depositarios van desapareciendo y el tiempo corre en nuestra contra; pero no todas corren el mismo peligro. Lo corren las culturas que no tienen quienes las estimen suficientemente y se esfuercen en mantenerlas fijándolas por escrito, publicándolas. Los cuentos son un movimiento sociocultural que provienen de la sociedad y a la sociedad se dirigen. ¿Qué encuentras en los cuentos populares? El cuento de tradición oral es una suma de experiencias, de sabiduría formada lentamente con el paso de los años, de lo esencial a lo complejo, es decir,
que nos da pautas para hacer fácil lo difícil. Se sostiene, formalmente, en una estructura lineal que facilita la narración, pero que cada cuentista interpreta y recrea a su manera según su talento, gracia y riqueza verbal y expresiva; es decir, son cantos rodados consolidados tras años y años de pasar de boca a oído y de oído a boca. Comparándolos con las composiciones musicales, el cuento popular es una partitura de jazz que cada cual recrea con su particular estilo y donde tienen cabida mil y una improvisaciones. Ha servido y sirve, además, para dar voz a quienes no la tenían ni la tienen, divulgando un gran mensaje: que la vida merece la pena vivirla, pero mejor si es a través de la inteligencia y el amor. Dentro de la difusión que haces del texto tradicional, ¿qué elementos te gusta incorporar como rasgo personal? Estoy abierto a nuevas incorporaciones de materiales y formas, desde la realización de versiones con ritmos actuales a la utilización de las nuevas tecnologías, pasando por el acompañamiento de los textos con una guitarra. En este sentido, incorporo, cada vez más, momentos musicales entre cuentos, bien ráfagas musicales o bien canciones o fábulas y romances cantados con ritmos actuales tanto acompañado con la guitarra como a capela. La mú-
Me considero un narrador autodidacta. Cuando comencé no había nadie que contase con vocación profesional.
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sica es un recurso para hacer una labor lo más divertida posible. ¡Una gozada! Unidos a los cuentos, sueles utilizar muchos textos de otros géneros populares como los trabalenguas, adivinanzas, juegos de palabras, etc. ¿Qué función tienen estos textos calificados como “menores” dentro de una sesión de narración oral? No creo que sean menores, al menos yo no los considero como tales. Su función en una sesión de cuentos es darle aire y colorido, ya que toda piedra hace pared, en la variedad está el gusto y no sólo de cuentos vive el hombre. ¿Y cuál es tu texto preferido a la hora de narrar? El pozo de los deseos. Lo leí en 1984, me cautivó y desde entonces lo habré contado más de dos mil veces. Tiene un misterio, una poesía que no se puede aguantar. No me deja y no lo dejo. Háblanos de tu formación como narrador. Autodidacta. Cuando comencé no había nadie que contase con vocación profesional. Había visto a mi abuela, a mi madre y familiares o vecinos, pero de eso ya hacía diez años; en 1980 acabé Magisterio y luego estudié tres años de teatro. En 1993 conocí a varios narradores en un Congreso de LIJ en Ávila y desde entonces hasta hoy he aprendido de todos, de unos lo que se puedebe hacer y de otros lo que no se puedebe.
Combinas la narración oral con los títeres, pero nunca te hemos visto contar con la ayuda de marionetas… Sí, separo las dos disciplinas escénicas porque una cosa es narrar y otra dramatizar. Los puntos de unión son que ambos son disciplinas escénicas que comparten el carácter efímero de cualquier espectáculo en directo, la memoria, la expresión verbal, las fuentes y el factor humano. Pero encuentro muchos puntos de divergencia. Por ejemplo, el teatro de títeres se vale de la memorización de los textos y la narración oral no, el titiritero interioriza el texto para fijarlo y el cuentista para recrearlo; en los títeres, el títereactor suele caracterizar el personaje y los narradores insinúan todos los personajes de la historia; en los títeres existe la cuarta pared y en los cuentos no; para finalizar, añadir que los títeres actúan para el público y éste no suele influir en los contenidos y las formas básicas, y sin embargo el cuentista convoca al público como interlocutor y este sí es influido pero también influye en lo esencial, o sea, que el títere actúa para el público y el cuentero con el público. Hagamos balance de estos veinticinco años: ¿qué sesiones, lugares o público no se borran de tu memoria? No siendo exhaustivo diré que recuerdo una actuación para bebés de setenta y cinco minutos en Valencia y otra en Guantánamo ante público adulto con mayoría femenina. Sus miradas subían la autoestima y la lucidez “por arriba y a millón”. Como lugares especiales, la cárcel y un bar de intercambio de parejas en Valencia, la primera vez en el
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Para mí un buen cuento siempre es mejor que su narrador. Maratón de Guadalajara y la primera vez en Higueruelas, mi pueblo. El público con el que mejor me sentí fue en Baracoa (Cuba), en la Casa de la Trova, el ya mencionado de Guantánamo en la Casa del Artista, y en el Festival de Guadalajara, todos con público adulto. Con público familiar, en Valencia en el Museo de Bellas Artes. 26 | TgRa.10
¿Cuál ha sido tu evolución personal? He sido siempre partidario de los cuentos y no de los cuentistas, es decir, he huido de apoyar egos y capillitas, y he buscado lo que nos une más que lo que nos diferencia, pues para mí un buen cuento siempre es mejor que su narrador. También he respetado y respeto el repertorio de los otros: si algún cuento que me gusta ya lo cuenta otro colega, yo no lo incorporo a mi repertorio. Ser fiel a la fuente ha hecho que mi recreación haya sido más pobre de lo que podría haber sido, algo que considero un vicio exportado del mundo del teatro, pero del que voy desligándome poco a poco. En los eventos colectivos he sido y soy leal a las normas del juego, es decir, a la temática y a los tiempos de intervención. Mantengo, de la etapa de animación lectora —ámbito del cual salimos los pioneros
de este mundo de la cuentística—, la presentación de los libros fuente de las historias que narro. Y decir que he recuperado la guitarra que me acompañaba a veces en mis primeros años. También, cuando las contadas las hago en mi comarca, utilizo el vocabulario autóctono, es decir, el habla churra. Para acabar, estoy muy satisfecho de haber hecho realidad una ilusión, que más bien era una quimera hace 26 años, el sueño de vivir del cuento. ¿Y qué ha pasado en este tiempo en el mundo de la narración oral en España? Ha pasado de todo. Hace veintiséis años éramos dos o tres las personas dedicadas a esta profesión. Lo primero que me llama la atención es la gran variedad y consiguiente riqueza de estilos y propuestas concebidas para públicos, duraciones y espacios de todo tipo y condición. Esta variedad de propuestas también va acompañada de una diversidad de profesionales que las realizan a tiempo completo o de amateurs—profesionales –profesores, bibliotecarios, médicos, abogados…—, a tiempo parcial. He de subrayar que esta peculiaridad no se da en otras disciplinas escénicas, y además es fuente de intrusismo. Esa diversidad también se ve en lo referente a las for-
He sido siempre partidario de los cuentos y no de los cuentistas.
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Una cosa es narrar y otra dramatizar. Los puntos de unión son que ambos son disciplinas escénicas que comparten el carácter efímero de cualquier espectáculo en directo. mas de relacionarnos con Hacienda, y así tenemos facturaciones con IVA del 7%, del 16% o exentas del mismo. Hay, por otro lado, un batiburrillo de híbridos cuentistas: payaso-cuentista, titiritero-cuentista, magocuentista etc., que no están ayudando mucho a redefinir la profesión. Y, por último, decir que tampoco he oído o visto en otros ámbitos artísticos (es posible que también se dé) esta resistencia, esta animadversión hacia la SGAE. En este escenario —creado por activa o por pasiva por nosotros y nosotras—, no ha de extrañarnos que a cualquier programador del ámbito que sea se le cree una confusión ante la desdibujada imagen de quiénes somos —artística y jurídicamente—, qué ofrecemos y dónde vamos. Todos y todas podemos y debemos aportar nuestro granito de arena para hacernos visibles, creíbles, respetables. Opino que, por diferentes motivos, hasta ahora hemos optado por lo políticamente correcto, es decir, dejar correr las cosas sin plantear abiertamente situaciones irregulares, amateurs, arbitrarias o injustas. Pero ha llegado la primera crisis de crecimiento —al-
go que más pronto que tarde iba a ocurrir—, y considero que ya va siendo hora de afrontar esta situación, que ya es hora de hacernos “mayores”, de dar el paso adelante. ¿Qué queda por hacer? Crear públicos fieles, educar a los responsables de las programaciones y ganarnos un trato respetuoso de los medios. Reflexionar sobre estas y otras palabras en los distintos foros —encuentros, asociaciones, talleres, cursillos—, hacer una autocrítica al respecto y preparar un catálogo de buenas prácticas para los programadores y otro para los cuentistas, sabiendo que las circunstancias no se cambian de un día para otro. J.I.P.
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Luis Carbonell cuenta para Tantágora Jesús Lozada Poeta y narrador oral
A modo de introducción: En el 2001 entrevisté Luis Carbonell en su casa. La trascripción, formada por casi cincuenta páginas de texto, estuvo perdida durante ocho años hasta que hace unos días apareció como por encanto. Cosa de cuentos. Reúno aquí sólo los fragmentos que tienen relación con arte de narrar:
Allá por los años cincuenta yo iba a visitar al Dr. Raúl Gutiérrez Serrano, el fundador de la Organización Técnica Publicitaria Latinoamericana y del Departamento de surveys de la revista Bohemia1 , el que le hacía la publicidad a la Casa Bacardí, que había sido profesor de mis tres hermanas en Santiago de Cuba, y ahí hacía cuentos, contaba de los santiagueros, de la ciudad, de personajes que conocíamos, hacía imitaciones, y ellos se divertían, se reían mucho. A él y a su esposa yo los entretenía contando cosas como esta:
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—Cachita Candevá, Cachita Candevá… —Ay, hija, ¿qué te pasa? —Cachita Cadevá, que mis hijos me quieren mandar a operar a La Habana, me quieren operar allá y yo no quiero ir. —¿Pero será que no hay médicos buenos
1 Revista cubana fundada en 1908 y que aún aparece.
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en Santiago de Cuba? —Cachita Candevá, eso es lo de menos. No ve usted que si me muero, me entierran en el cementerio de Colón. Y ahí yo no conozco a nadie… Cambiaba las voces, gesticulaba, como lo haría un actor o un narrador de cuentos. Entonces él siempre decía: —Luis Mariano, ¿por qué tú no haces esos cuentos en el escenario? Tú tienes esa gracia, esa cosa natural del cuentero… Y yo contestaba: —¡Qué va doctor, yo no tengo eso! Llevaba muchos años recitando, era la única persona en Cuba que vivía de declamar, porque Eusebia Cosme, que era cubana, residía y trabajaba en Estados Unidos. Ella había empezado en 1933, pero no estaba aquí. Los actores, como Eduardo Martínez Casado, Raquel Revuelta y otros, recitaban, pero vivían de actuar. Mi contrato era como recitador. Así fue desde el día que debuté en el Teatro Auditorium en 1948. No me parecía bien eso de contar cuentos. Más el Dr. Gutiérrez Serrano insistía: —Bueno, nadie sabe si un día se te puede acabar lo de los poemas. Cuando tú quieras has los cuentos…
Hacia los años 30 no se contaba cuentos en los teatros. Después mucha gente lo ha hecho, y ahora hasta se puede vivir de contar cuentos en los escenarios. No le decía nada por respeto. Para mí estaba bien contar historias de mi ciudad, de su gente, pero de ahí a vivir de eso o hacerlo en público... Además, por aquella época no se contaba cuentos en los teatros. Nadie lo hacía, al menos eso me dijo, algún tiempo después, el crítico José Manuel Valdez Rodríguez. Aquí, que nosotros conociéramos, nadie lo hizo antes que yo, aunque es posible. Después mucha gente lo ha hecho, y ahora hasta se puede vivir de contar cuentos en los escenarios. Yo me quedé con la recomendación del doctor y la vida siguió. Por esa época también visitaba la casa de los Hernández Catá; ya el escritor había muerto, pero la viuda animaba una tertulia muy fina, muy buena. Iba mucha gente. Ahí conocí a Rómulo Betancourt, que fue presidente de Venezuela, al novelista Rómulo Gallegos, que también fue presidente, al poeta Manuel Altolaguirre, a Raúl Roa García y a su esposa Ada Kourí. Mucha gente brillante iba, y yo recitaba.
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Un día en la tertulia comentan que había salido una antología de cuentos hecha por Salvador Bueno. Fui directamente a la librería y la compré.
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Cuando empecé a leer aquel libro me di cuenta que no tenía nada que ver con lo que yo hacía en la casa de Raúl Gutiérrez, nada que ver con aquellos chascarrillos de personajes de Santiago de Cuba; pero me quedé deslumbrado con las narraciones, se abrió ante mí un mundo nuevo. Entonces dije: ¡voy a aprenderme uno de estos cuentos...! De pronto vi la narración, vi que yo era la narración. Y me aprendí cinco de esos cuentos e hice un recital. Fue a fines de 1956, en la sala del Conservatorio Hubert de Blanck. Es-
Cuando empecé a leer una antologia de cuentos hecha por Salvador Bueno me quedé deslumbrado con las narraciones, se abrió ante mí un mundo nuevo. tuve de diciembre de ese año hasta enero del 57, durante dos o tres semanas. No recuerdo bien. Hice mi recital con ilustraciones, hechas por varios artistas, entre ellos uno de los dibujantes de la revista Carteles, Andrés García, que me hizo la de El Baile, el cuento de Virgilio Piñera, que fue uno de los más difíciles de montar. El cuadro era precioso, rojo, cuando aparecía la gente aplaudía. El cuento es soberbio, casi un monologo. Un juego de mil palabras, un juego de ideas. De ahí, además, nació mi amistad con el escritor, que duró hasta que él murió; aunque nos conocimos de una manera un tanto divertida pues él se entero de mi recital y de que estaba haciendo un cuento suyo, pero se molestó porque alguien le dijo que aparecían diálogos y personajes hablando que no estaban en el original. Virgilio, que era de armas tomar, ya me lo habían advertido, se me apareció en la casa a eso de las ocho de la mañana, yo vivía entonces por la calle 23, y con esa voz tan especial que tenía, sin saludar, me apartó, entró, y sin dar las buenas horas me preguntó si era verdad que yo le había puesto diálogos a
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su cuento. Me limité a invitarlo a que lo escuchara y que llevara a quien quisiera, que después hablaríamos. Y fue, en compañía nada menos que del pintor Mariano Rodríguez y del escritor Guillermo Cabrera Infante. No había tales diálogos, sólo que cada vez que cambiaba el narrador de la historia o aparecía la Gobernadora o el Gobernador yo le ponía una voz que lo identificaba. Por cierto la Gobernadora está inspirada en una tía de Natalia Bolívar, la etnóloga, que yo había conocido diez años antes en New York, y que era una persona encantadora. Yo me quedé fascinado con Natalia Aróstegui. Tenía un acento raro al hablar. A Virgilio le gustó tanto lo que vio que fue muchas veces a verme, además de que nos duró la amistad. La génesis de todo estuvo en las estampas santiagueras y en la insistencia de Gutiérrez Serrano, persona a la que venero y a la que aún recuerdo con gratitud; aunque en los años cuarenta, en New York, yo había visto algo parecido a lo que hice, pero aquello era un espectáculo donde varios actores leían, en un teatro de Broadway en la Avenida 42, fragmentos de la Biblia. Una orquesta de voces y de dúos. Fue entre 1946 y 1948 cuando yo estaba en esa ciudad. Estaban de pie en el escenario, detrás de unos atriles, nada de memoria, leían, pero formaban una orquesta. Había música de fondo. Un espectáculo de lectura, con la palabra. Genial. El recital mío fue así. Yo no tenía conocimientos, no sabía nada de nada, pero lo hice.
Cuando tuve la antología de Salvador Bueno entre las manos, cuando me deslumbré con ella, hice lo que siempre había hecho y aún hago con los poemas: estudiar. Como cuando monté la Elegía a Jesús Menéndez de Nicolás Guillén. Todavía recuerdo que yo me erizaba cuando leía aquel poema enorme, largo. Su recitación dura unos cuarenta y cinco minutos. Y me propuse aprendérmelo. No sabía si lo iba a hacer en público alguna vez. No había triunfado la Revolución y yo le dije a Guillén: —Maestro, ¿usted sabe que me estoy aprendiendo la Elegía…? Yo sé que no se puede decir, pero… TgRa.10 | 31
Entonces el poeta vaticinó: —¡Ya se podrá! Claro, en medio de aquella situación, durante la dictadura de Fulgencio Batista, no se podía. Nicolás Guillén estuvo exiliado, no recuerdo si en París o si en Caracas. No recuerdo, lo que si sé es que me dijo: —¡Siga estudiando que un día la podrá decir! Y, en efecto, la dije. Yo tengo por ahí los periódicos que hablan de mi primer recital de cuentos. Los tengo, lo que pasa es que soy muy descuidado y nada está en orden. Pero por ahí, en sobres, están muchas y
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Tengo la capacidad de declamar con ritmo o la facilidad de “cuadrarme perfectamente” con la clave cubana.
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buenas crónicas de Valdez Rodríguez, de Lisandro Otero, de otros. También en el periódico Diario de la Marina se publicó una del crítico Rafael Suárez Solís. Yo no la leí porque no era favorable. Si ahora soy sentimental, imagínate antes, aunque ya tengo dura la caparazón. Pero un día me mandó a buscar Luis Amado Blanco y me contó que la había leído y que no le parecía justa, y añadió luego: “nosotros los críticos también nos equivocamos”. Seguramente el crítico reaccionó molesto porque el poeta Gastón Baquero, que era mi amigo y su jefe, fue quien lo mandó a reportar sobre el espectáculo y ya se sabe que los seres humanos somos muy extraños. Rita Montaner fue a verme y me dijo: “es un trabajo increíble, pero prepárate que ahora van a aparecer los cuenteros” 2 . Vinieron también Lydia Cabrera, Rubén Vigón, Heberto Padilla3, que según decía, en broma, asistía “para ver si alguna vez me equivocaba haciendo el Tobías”.
Estuvo toda la intelectualidad de entonces. Así son de distintas las opiniones. Aquello era la primera vez que se veía. En el recital del 56 narré además del cuento de Virgilio Piñera, El antecesor de Miguel Ángel de la
2 En los años cuarenta del siglo XX, en la Sociedad Lyceum, a partir del trabajo de la Dra. María Teresa Freyre de Andrade, comenzó en Cuba La Hora del Cuento, espacio para contar con niños en bibliotecas; por esa misma fecha ya narraba —a la manera de los cuenteros y en espacios populares— Haydee Arteaga; en la Biblioteca Nacional, con Eliseo Diego, María del Carmen Garcini y la Dra. Freyre; en la década del sesenta, se produjo un relanzamiento de la narración con niños en bibliotecas del que salió Mayra Navarro, maestra indiscutible del Arte de Narrar; sin embargo, Luis Carbonell es el precursor de lo que después sería un movimiento de artistas profesionales que comenzaron a narrar en espacios escénicos, con todos los públicos, y que fundó Francisco Garzón Céspedes. Pasarían veinticinco o treinta años para que la profecía de Rita Montaner se cumpliera a plenitud. 3 Etnóloga, director teatral y poeta respectivamente.
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Torre, Tobías de Félix Pita Rodríguez, Un hombre de teatro de Miguel de Marcos, y ¿Por qué cundió brujería mala? de Lydia Cabrera, que no está en la antología. El cuento de Lydia que aparece es ¿Por qué las mujeres se encomiendan al árbol dagame? Yo conocía los cuentos de ella. Alberto Alonzo fue quien me recomendó leer Cuentos negros de Cuba. Cuando fui a contarlos preferí el de la brujería, tan lleno de planos misteriosos, tan bonito, y Salvador Bueno estuvo de acuerdo conmigo, incluso en otra edición de su libro aparece el texto seleccionado por mi. Él escribió las notas al programa del recital. Como tengo la capacidad de declamar con ritmo o la facilidad de “cuadrarme perfectamente” con la clave cubana, o como dicen algunos la facultad de hablar con sentido muy musical, eso lo aplico a los cuentos. Trato de encontrar la musicalidad de las palabras, de las oraciones, de los párrafos, la de todo el cuento. Yo estudio los cuentos literarios con la misma intensidad y cuidado que empleo en una partitura musical o en un poema. Todo es muy musical, y esa es la fuerza de la palabra. En 1958, en el Teatro Municipal de Caracas, hice un recital de cuentos venezolanos. Yo no sabía nada de la cuentística de aquel país; entonces, Alejo Carpentier, que vivía y trabajaba en Venezuela, fue quien me recomendó los cuentos y los autores, por él llegué hasta Las dos Cheli-
Trato de encontrar la musicalidad de las palabras, de las oraciones, de los párrafos, la del cuento. tas de Julio Garmendia, El diente roto de Pedro Emilio Coll, Las Linares de Jorge Rafael Pocaterra, La gata, el espejo y yo de Nelson Himeo y Biografía de un escarabajo de Oscar Guaramato. Feliz Pita Rodríguez escribió para el periódico El Nacional un artículo que era una joya literaria, lo tituló Luis Carbonell, cuentero. Allí el poeta llega a asegurar que yo poseo la mucanda, es decir, según los africanos, la gracia, el arte de contar de contar cuentos. Después me embullé con los cuentos e hice otro recital en mayo de 1959, en la sala Arlequín (ampliamente reseñado por Luis Amado Blanco, quien escribió dos crónicas; una de ellas la reeditó hace poco La Gaceta de Cuba, con prólogo de Mayra Navarro)4 , en el que narré Un flirt extraño de Armando Leyva, Osaín de un pie de Lydia Cabrera, otra vez el Tobías de Pita Rodríguez, Fin de curso de Perera Soto y Sola de Luis Amado Blanco. A propósito de Sola te diré que fue un cuento difícil de resolver en el escenario, de hacerlo creíble. Es la historia de una mujer que va caminando por la calle hasta que muere, pero aparecían en la historia los pensamientos del marido, y para hacer creíble que el personaje
4 Navarro, Mayra. La Gaceta de Cuba No. 4, 2007, La Habana. Páginas 48 y 49. Reproduce integro el artículo Luis Carbonell, en la sala Arlequín de Luis Amado Blanco.
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usé una grabación, de modo que los pensamientos se escuchaban en off. Según supe después, por Valdez Rodríguez, en Londres, el gran actor Laurence Olivier, estaba usando ese mismo recurso en el monologo de Hamlet de Shakespeare (To be or not to be…). Haber coincidido con ese gran actor en aquel recurso me llenó de satisfacción.
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En 1969 hice un recital de cuentos de ciencia ficción en la sala del Guiñol Nacional, donde contaba En verdad os digo y Anuncios de Juan José Arreola, El caso de los niños deshidratados de Alejandro Jodorowsky y El bardo inmortal de Isaac Asimov; y otro en los años sesenta en el antiguo Cuartel Moncada, así hasta llegar a Luis Carbonell en tres tiempos entre 1970 y 19725 , que fue un espectáculo con el que hice una gira por casi toda Cuba, y que mucha gente vio. Primero interpretaba algunas piezas cubanas para piano, luego contaba cuentos y por último hacía las estampas costumbristas por las que soy conocido. Yo estaba muy deprimido cuando dejé de ensayar con el cuarteto Los Cañas; nos habíamos separado después de cuatro años de trabajo, y yo aspiraba a llevarlos a Europa, porque ellos eran muy buenos y fueron los primeros en América que cantaron música clásica con ritmo cubano; así que un amigo me recomendó trabajar y tuve otra etapa de cuentos. Por el medio quedaron otras muchas presentaciones y grabaciones pa-
ra la televisión en las que narré cuentos que ilustrados por Wilson. No he podido quitarme de encima nada de lo que he hecho durante toda mi vida, que ha sido larga e intensa, no he podido renunciar a los poemas, a las estampas, a los cuentos, a la música, a enseñar. Quizás lo primero que hice y que me dio mayor satisfacción fue enseñar. Yo crecí en un ambiente de magisterio. Todos en mi casa estudiaron en la Escuela Normal para Maestros. Para seguir la tradición, cuando he podido enseñar también lo he hecho, porque para mi dar es una satisfacción. Hay quien no entiende eso. Han sido alumnos míos artistas de la talla de Pacho Alonzo, que me adoraba, Linda Mirabal, Los Papines y muchos otros. Yo no tengo una técnica para contar cuentos, sencillamente tengo mi propia manera, y como me nace la vocación del maestro, me gustaría describir algo del camino que recorro entre el libro y el escenario. Lo primero que hago es leer incansablemente antes de poner la primera frase del cuento en mis labios. Leer, leerlo, leer bien todo la historia. Hasta estar metido en ella, sumergido en su mundo. Hago lo mismo que con los poemas. La Elegía a Jesús Menéndez me tomó tres años para aprendérmela bien. Yo la leí y empecé a aprenderme un pedacito ahora y después
5 Yo tenía nueve años cuando en 1972 mi madre me llevó a escuchar a Luis Carbonell. Fue en el Teatro José Luis Tasende de Camagüey. Comenzó hablando de Bola de Nieve —que recién había fallecido en México—, de Rita Montaner, tocó el piano, y narró cuentos. Quizás fueron varios pero yo sólo recuerdo Avisos del mexicano José Juan Arreola. Llegado el momento de las estampas fue la apoteosis del público, sin embargo a mí me impresionó el cuento, hasta hoy puedo repetir fragmentos enteros del mismo. Había olvidado el título y el autor, más no la anécdota. Luis fue quien me recordó esos detalles.
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Yo estudio los cuentos literarios con la misma intensidad y cuidado que empleo en una partitura musical o en un poema. otro, y después otro, hasta el final. Yo no altero ni un punto, ni una coma del texto. Veo el cuento, empiezo a verlo y a verme poco a poco, a medida que me lo voy aprendiendo. Lo que hago es dialogar con el texto. Nunca lo altero, nunca le cambio nada. No se puede mejorar un cuento, al menos esa es mi experiencia. Hace un tiempo escuché a un narrador hacer uno que yo quería estudiarme, el de una niña ninfómana, maravilloso. Al final cambió todo, pero no lo mejoró. Yo pienso que si la versión está a la altura o mejora el original, la puedo aceptar. Pero muchas veces no es así Cuando me piden consejo de cómo trabajar el cuento, lo que hago es que regalo libros, indico el tipo de historia qué le quedaría mejor, sugiero el trabajo con las voces. Más no he dado clases de cómo contar o sobre cómo yo trabajo los cuentos. En el proceso de montaje hay que tener paciencia, ir despacio, párrafo a párrafo, personaje a personaje, situación a situación. Cuando terminé la temporada del 56-57, Guillermo Cabrera Infante, que pensaba que estaba genial, me pre-
guntó el tiempo que había empelado en montar los cuentos y se quedó boquiabierto cuando le dije que había estudiado durante ocho meses, por lo menos cuatro horas diarias, de las cuatro de la mañana a las ocho. Aún estudio todos los días. Yo no soy brillante, ni inteligente, lo que hago es estudiar con paciencia. Tengo paciencia con el estudio, en otras cosas no. Yo soy muchas cosas al unísono y todas las pongo en función de mi trabajo, ya sea un poema o un cuento lo que haga, todos mis yo, es decir, el pianista, el declamador, el maestro, el narrador de cuentos, se confabulan. Todo lo que he aprendido en la vida me sirve, me ayuda. Para dibujar un personaje me apoyé en mis conocimientos rosacruces, para un poema tuve que auxiliarme del ritmo, para otro sonar como un cuarteto. En 1956 nunca había visto a nadie hacer cuentos en un teatro, y yo lo hice, ¿basándome en qué?, en mi intuición y en las cosas que había aprendido hasta ese momento y todavía lo estoy haciendo. Cada día me cuesta más trabajo recordar la historia de mi vida, más sin embargo aún tengo memoria de todos los cuentos, los poemas, las estampas que monté, que hice en los escenarios del mundo. A veces confundo las cosas que hice, o las fechas, o los lugares, pero lo que vale es haberlas hecho, haber vivido, no recordarlas. Recordar no es tan importante. La vida, la vida es la que cuenta… J.L.G.
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La noche en que las letras se liberaron Pep Durán Librero y narrador oral
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Aquella noche se había desencadenado una tormenta de verano. Por la mañana llegué a la tienda para abrirla al público; hacia sol como cada mañana. La librería estaba situada en la calle Torrente, una de las calles que canalizan el agua hacia el mar en una ciudad de la costa catalana. Aquella noche, la del 18 de julio, no había colocado los protectores en el portal tal como acostumbraba cuando temía que lloviera de manera torrencial. Cuando abrí la puerta metálica de la tienda y quise entrar, una sensación de humedad y olor a papel mojado me invadió los sentidos. Quise encender las luces, pero saltaron los fusibles; a medida que penetraba hacia el interior de la librería, mis pies se humedecían y mi cabeza recibía goteos constantes. Todo el piso estaba embarrancado de agua y el techo goteaba. Estaba empapado.
La librería se había instalado en una antigua bodega de vino. La casa tenia un patio superior que se sostenía con vigas de madera. Al cubrir estas vigas con el moderno cielo raso habíamos dejado un agujero para que respirase la humedad acumulada, y fue por este agujero por donde se había colado el agua de la azotea, al taponarse el desagüe del patio superior. ¡Qué desastre! Estaba lloviendo en el interior de la librería, y además el agua había entrado por la puerta inundando todo el piso. “¡¡¡Los libros!!!”, grité. ¿Os imagináis los libros? Estaban colocados en mesas y estanterías, bien ordenados... ¡todos empapados de agua! Los libros de las mesas de novedades estaban chorreando, pero no sólo estos, también los de las estanterías de las paredes, que habían recibi-
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cuentos do el agua del techo de la librería y, de una repisa a otra, el agua había penetrado en los lomos y en el interior de cada uno. ¡Qué tragedia! Ante semejante espectáculo, me derrumbé. Todo el trabajo de tantos años de sacrificio para hacer que la tienda fuera negocio, para que pudiéramos vivir de nuestro trabajo, del trabajo de librero que tanto amábamos, se hundía por causa de una inundación. ¿Quién iba a comprar libros mojados, arrugados, deformes...? Si no podíamos vender los libros, sería nuestra ruina, significaría el cierre de la librería. Sentí temblor en la espalda y un sudor frío me empapó, se me aflojaron las piernas y caí al sue-
lo mojándome los pantalones. Sentado en el piso de la librería me di cuenta que flotaban sobre el agua unas minúsculas formas negras. ¿Serían insectos de los que comen papel? Cogí un puñado y, al abrir la mano, observé, sorprendido, que eran letras. ¿De dónde habían salido tantas letras...? Intrigado, empecé a abrir algunos libros: sus hojas estaban en blanco, mas libros y mas libros mojados..., ¡todos estaban en blanco! ¡Se habían despegado las letras de los libros! ¿Como podía solucionar el problema? Se trataba de recoger las letras y volverlas a colocar dentro de los libros. ¿Pero en qué orden? No sabía lo que decían todos los libros, algunos sí, porque los había leído, pero todos... Los libreros sabemos de los libros su olor, porqué los libros huelen. Sabemos su tacto, según la calidad del papel, casi podemos deducir su sabor, pero ¡lo que dicen...!
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En nuestra librería recibimos más de ochenta y dos libros nuevos cada día, unas veintidós mil novedades al año. No los leemos todos, no disponemos de tanto tiempo, por lo que no sabemos lo que dice cada uno. No podíamos volver a colocar las letras dentro de cada libro para que dijera lo mismo que había escrito su autor y poder venderlos, y si no los podíamos vender, ...estábamos arruinados, era una gran catástrofe para nuestro negocio, para nuestra cooperativa de trabajo, para la librería Robafaves.
riosidad por nuestras propuestas, esperaban que los sorprendiéramos o que cerrásemos. No sospechaban cómo podíamos continuar el negocio y seguir adelante después de la tragedia.
Nos reunimos en asamblea extraordinaria. Todos los compañeros de la cooperativa participamos en una tormenta de ideas para encontrar una que nos salvara. Después vino la calma y elaboramos una propuesta que podría funcionar si nuestra intuición sobre la lectura era cierta.
PUEDES SER EL AUTOR DE TU PROPIO LIBRO.
Nos pusimos a trabajar juntos para pescar las letras, aplicando todos los métodos y sistemas de pescar letras. Luego poníamos las letras a secar al sol. Era el mes de julio y la mañana era espléndida. Secamos los libros tendiéndolos al sol y utilizando secadores eléctricos... Trabajamos duro limpiando la librería y ordenándola durante tres días.
Al leer los carteles quedaban desconcertados, pero acto seguido nos pedían ejemplares de los libros sin letras y los compraban con entusiasmo. Los carteles anunciaban:
POR CADA LIBRO DE PÁGINAS EN BLANCO TE REGALAMOS MEDIO KILO DE LETRAS. TAN SÓLO DEBES COLOCARLAS DENTRO.
La gente compraba los libros y ordenaba las letras formando palabras y con ellas contaba historias, sensaciones, emociones... Explicaban sus alegrías, sus penas, sus frustraciones, sus deseos, sus fantasías..., narraban su propia historia, aquello que les hubiera gustado vivir y todo aquello que nunca hubieran deseado vivir. En cada libro inventaban su propio libro.
Al cuarto día volvimos a abrir la librería. Pusimos grandes carteles explicativos, como los de las superficies comerciales, y unas balanzas en el mostrador.
Vendimos todos los libros y nos hicimos ricos. Abrimos otra librería más grande en otra calle céntrica de la ciudad y la aseguramos con una póliza a todo riesgo que también cubriera las inundaciones.
Al principio los clientes entraban con cierta expectación, sabían de la inundación y sentían cu-
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Catalina Guacayllano Versión de Cucha del Águila Narradora
En el inicio de los tiempos había sólo fuego y agua. Ellos rodeaban una roca sólida.
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Del espíritu del agua, del espíritu del fuego apareció Wiracocha, el primer dios protector de los hombres y mujeres de los Andes y del Altiplano. Wiracocha creó a cada ser del universo a su imagen y semejanza, y cada ser fue capaz de también crear, dar vida y transformarla. Al comienzo estuvo solo, ordenando lo que existía. Después surgieron Pacahacamac, la fuerza que anima y da energía al mundo, Pachayachachiq, el dios maestro, el que enseña el secreto de cada elemento, de cada ser viviente en el universo, Pachamama, la Madre Tierra, la que alimenta y da vida. A través de ella se agradece a todos los dioses cantando y danzando. Respetando y cuidando a la Pachamama, se cuida al hombre, al universo entero y se celebra la vida. A través de ella y de los Apus, los dioses —que son muchos y uno a la vez— nos protegen, nos alimentan, nos dan vida. Eso lo sabían, en los pueblos del Altiplano y los Andes, los curanderos, yatiris, shamanes y sacerdotisas. Y ellos saben hasta hoy día cómo hablarle a la tierra, cómo contentarla y cómo apaciguarla cuando se enoja.
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La historia cuenta que hace mucho tiempo vivía una mujer llamada Catalina Guacayllano.
Llamaba primero a los espíritus de las montañas, a los Apus con su pututo o con un tambor.
Hacía tiempo que los españoles habían llegado.
Pronunciaba luego estas palabras:
Hombres, mujeres, niños eran obligados a trabajar como esclavos. Templos y sitios sagrados eran profanados y saqueados. Habían también plantado cruces en las cimas de las montañas. Habían prohibido ofrendas y rituales.
Apu padre, ven entre nosotros y recibe nuestra ofrenda.
Pero Catalina Guacayllano, obstinada, aprovechando la oscuridad y la luz de la madre luna, la mama Quilla, se dirigía a la puna a celebrar el pagapu, la ofrenda a la Pachamama.
Tú que nos das de comer,
Un grupo de mujeres silenciosas y decididas la acompañaba siempre. Tomaban senderos secretos, caminos empinados para llegar hasta las montañas. En sus llicllas de telas multicolores llevaban chicha, cancha, queso, maíz blanco y prieto, sebo de llama y hojas de coca…
No estés enojado, recibe nuestras ofrendas hoy.
Llegando a la montaña, Catalina Guacayllano preparaba el lugar de la ofrenda. Y luego comenzaba la ceremonia.
Nuestro padre, señor de la Tierra, señor del agua.
desde que te queman, no tenemos casi nada, nos morimos de hambre.
Depositaba las ofrendas. Al mismo tiempo, explicaba el ritual paso a paso: Así se le da la ofrenda al Dios porque fue él quien se apareció al principio y repartió todas las chacras y acequias en todos los pueblos y es el que da las comidas y aguas…
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Así enseñaba a sus discípulos para que lo hicieran siempre antes de preparar las acequias y trabajar las chacras. Catalina Guacayllano era conocida como mujer sabia. Por ello era reverenciada en su pueblo. Ella dirigía el culto de la comunidad. Ella instruía a otros en los ritos del sacerdocio indígena para cuando ella ya no estuviera.
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Una mañana, un soldado español llegó y descubrió una huaca, templo sagrado cercano al pueblo. Allí descubrió también un ídolo de piedra. Un poco más allá, cinco ídolos conopas estaban al pie de un molle. El soldado tomó los ídolos con desprecio y los arrojó al fuego.
ble de conopas en el mismo lugar donde habían sido destruidas. Catalina seguía celebrando rituales allá en los cerros, protegida por los apus. Llegó un día en que los españoles se cansaron de oír el nombre de Catalina Guacayllano. Entonces decidieron hacerla prisionera y darle castigo. La buscaron en los pueblos, en las montañas, pero cada vez que los soldados llegaban al lugar que les indicaban ella ya se había ido. Porque Catalina, protegida por las montañas, viajaba con el viento,
Catalina, al día siguiente, fue al lugar decidida y puso en el mismo sitio diez estatuillas de piedra.
se iba con la lluvia, volvía al alba,
Catalina, protegida por las montañas, viajaba con el viento,
Una mañana, un soldado la encontró al pie de una montaña en la sierra norte. Se preparaba a celebrar una ofrenda.
se iba con la lluvia, volvía al alba, nacía en cada flor. Y desde ese entonces fue así. Cada vez que algún soldado o sacerdote español quemaba, quebraba, destruía una conopa de alguna huaca en algún pueblo, al día siguiente aparecían el do-
—Tenemos a la bruja —dijo. Y se la llevó arrastrándola al centro del templo profanado. La empujó en medio del grupo de soldados que esperaba. En ese instante, un ruido sordo llegó desde las entrañas de la tierra, la tierra empezó a temblar,
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el viento y las piedras parecían hablar. Poco a poco, ese ruido ensordecedor se volvió un murmuro claro que decía: —Buenos días, señora… El soldado español que la sujetaba se puso pálido de susto. El susurro volvió a escucharse: —Madrecita, bienvenida seas…
Las tradiciones, creencias y secretos de sus antepasados se transmiten hasta hoy en día de boca en boca entre las mujeres de los Andes. Por eso hasta hoy encontramos sacerdotisas celebrando ofrendas, llamadas también Pagapu o Despacho. Ellas comienzan tocando pututos y, dirigiéndose a las montañas sagradas, dicen: Apu-padre, ven acompáñanos y recibe es tas ofrendas…
Algunos soldados cayeron de rodillas y rezaron a sus dioses; otros, ciegos huyeron atemorizados gritándole:
Para este ritual, usan las hojas de la planta sagrada de la Coca hermanadas de a tres. Y este es el K’INTU.
—¡Bruja! ¡Maldita bruja! Se sabe por las crónicas que los soldados españoles no pudieron capturar a Catalina Guacayllano. Ella continuó celebrando ofrendas a los dioses andinos y celebrando rituales. Cuando murió, fue enterrada por los suyos exquisitamente vestida en medio de grandes celebraciones. Catalina, protegida por las montañas, viajaba con el viento, se iba con la lluvia, volvía al alba, nacía en cada flor.
...
Tal vez no fue realidad que las piedras y el viento hablaran a Catalina. Lo que sí es pura verdad es que más de una vez la naturaleza se presenta como aliada y proveedora de quien la respeta y la cuida. También es muy cierto que la memoria aún hoy tiene guardianes. Catalina Guacayllano fue una sacerdotisa de renombre que existió a mediados del siglo XVII en la sierra norte en el Perú. Esto nos lo cuenta Irene Silverblatt en el libro De Luna, Sol y Brujas-Centro de Estudios Bartolomé de las Casas-CBC.
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La versión que hacemos nosotros sobre esta mujer nace de nuestros encuentros y relatos con mujeres que siguen realizando las ofrendas en los Andes del Perú y de nuestras lecturas de Eduardo Galeano. Hicimos diferentes versiones con el grupo Mákapáhe. Esta es la que hice al final, para contársela a los niños, jóvenes y adultos que no conocen nuestras costumbres. Para ellos también la explicación de algunas palabras:
te, con todo lo que nos rodea y con los dioses. (De un texto de Adi Barandiarán). Lliclla o Lliqlla: Manto pequeño de colores, de unos sesenta centímetros por lado, que sirve para abrigarse los hombros y también para transportar a los bebés o los productos de la chacra en la espalda.
Apus: En la cosmovisión andina, montañas sagradas.
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Ayllu: Unidad básica de la organización social andina. Conopas: Son representaciones de las divinidades protectoras de la tierra y el ganado. Hay conopas de diversas materias y figuras; algunas son piedras pequeñas, desprovistas de todo trabajo, y que tienen alguna particularidad en su forma y color. Otras son cuidadosamente labradas, imitando objetos, por lo general, camélidos, mazorcas de maíz o papa. Huaca o Guaca: Nombre que sirve para designar a las divinidades o a los templos prehispánicos de los pueblos andinos. K’intu: Es la unión entre el Kay Pacha (este mundo), el Hanan Pacha (mundo de arriba), el Ukhu Pacha (mundo de abajo). La Mama Coca comunica estos tres mundos a través de sus hojas, su tallo y raíz. El propósito de esta ofrenda es lograr armonía con la comunidad, con el medio ambien-
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Enrique Anderson-Imbert en su centenario Jesús Lozada Guevara Poeta y narrador oral
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Desde temprano aprendí que el silencio es buena compañía y que sólo se debería hablar si hay cosas esenciales que decir. Entre otras razones porque “en boca cerrada no entran moscas”, y esos insectos son seres repugnantes que por demás tienen, al decir del cubano José Lezama Lima, “ojos facetados”, ojos capaces de escrutar en todo sentido, adminículos que terminan descubriéndote un rostro que te asusta y que tú prefieres reservar al crepúsculo o las cavernas. En los espacios públicos somos siempre muy pudorosos. Aunque también son esenciales las conversaciones y las divagaciones que se producen en los cuartos, los fogones, los café, los bares y los parques. Mis compañeros y yo éramos muy solemnes hasta que descubrimos los efectos desinhibidores del alcohol y nos hicimos amigos porque nos empezaron a gustar, más que las ideas, nuestros pequeños detalles, intrascendencias y hasta las tonterías. Por esos años había que leer de todo y, lo que es más difícil, saber de todo. Estamos infectados
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por la enfermedad infantil y provinciana de la erudición. A D no le perdonábamos que declarara que “Virgilio era un poeta de renacimiento”. Las burlas se extienden hasta hoy. Por miedo a mis amigos o a hacer el ridículo me obligaba entonces a leer historias, panoramas, antologías o manual académico que me permitiera tener un conocimiento general de los asuntos que tratábamos. Por aquella época discutíamos con pasión sobre tres temas: literatura, política y religión; aunque esencialmente éramos animales literarios, o mejor sea dicho en lenguaje popular, éramos polillas. Suplía habilidosamente mi ignorancia con una nota, una reseña, o un ademán displicente que indicaba, “eso me lo conozco pero no prefiero hablar, no es de mi gusto”. Así conocí la Historia de la literatura hispano americana de Enrique Anderson-Imbert, publicada por primera vez en 1954, y que yo leí en una Edición Revolucionario de 1968. Esa historia fue el mapa que me llevó hasta el descubrimiento de la gran literatura de este lado del mundo y de la que apenas, a los quince años, yo sabía nombrar a alguna celebridad u obra puntual. Anderson-Imbert para mí era sólo el autor de ese libro. No fue hasta 1987, cuando fundé La Peña del Brocal1 y que por la necesidad de renovar semanalmente el repertorio leí cientos de libros de relatos, que descubrí los Cuentos en miniatura
(Editorial de la Universidad Simón Bolívar, Venezuela, 1976) donde el profesor de Harvard se me reveló como un escritor de textos brevísimos, aptos para ser narrados a viva voz, además de que estaban muy a tono con mi gusto y sensibilidad. Sus cuentos de lo sobrenatural, lo extraño o lo lúdico, según su propia clasificación, hoy podrían ser dichos o leídos y provocar idéntico disfrute. Enrique Anderson-Imbert, el argentino, nacido en 1910 y fallecido en el 2000, sigue siendo gracioso y retador. Ha pasado la prueba del tiempo. Por eso se los propongo. Es una manera singular y justa de celebrarlo en sus primeros cien años.
Anabel y los duendes Cada vez que la muerta Anabel se aparecía en el mundo de los duendes todos los duendecillos corrían a jugar con ella. Siempre había un duendecillo que la amenazaba. —No me podéis pegar —contestaba ella. —Anabel tiene razón —dijo una vez un duende anciano que pasaba por allí—. En nuestro mundo de duendes Anabel existe solamente como una sombra. Tampoco podríais pellizcarla si estuvierais en el mundo de la muerta Anabel, porque allá
1 María M. González Atao, Mariela Pérez Castro, Luis de la Cruz y yo abrimos ese espacio de cuentos narrados a viva voz, poesía, teatro y canción trovadoresca en la ciudad de Camagüey, Cuba.
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los duendes seríamos las sombras. —¡Ah! —replicó el duendecillo— pero si todos, Anabel y nosotros, nos fuéramos al mundo de los hombres vivos, entonces si seríamos iguales y el pellizco valdría. —No, tampoco —observó Anabel—, porque en el mundo de los vivos no existimos. Entonces, el duendecillo siguió jugando con Anabel, pero sin tocarse, como juega la imagen del pájaro con el aguazal en que se refleja.
El cazador 48 | TgRa.10
El niño tonto quería ser cazador de pájaros. Salía al campo, con la honda en la mano. Oía el temblor de una bandera al viento. Se volvía. ¡Era el colibrí, vibrante, oscuro, como un agujero de la luz! Al huir, el colibrí rasgaba la seda y blanca de la tarde. ¡Allá se va el colibrí! El niño tonto, ¡zas! Disparaba la honda. Nunca se acercaba. De tanto aguzar los sentidos aprendió a sentir también cuándo pasaba un ángel. La invisibilidad del ángel hacía más visibles las cosas, que sacaban sus colores y los lavaban en el aire. Entonces fue cuando el niño tonto inventó su famosa liga para cazar ángeles, y cazó así sus primeros pájaros.
El muerto-vivo Fuimos al cementerio, a despedir los restos de León. Era una cruda mañana de invierno. Ya desde muy temprano el cielo negro, redondo, tirante nos avisó así, con su forma de paraguas, que iba a llover. Ahora llovía a cántaros. El viento agitaba los paraguas. El padre y el hermano de León, abrazados, llorando. Tiritando, empapado hasta los huesos, con laringitis, estornudos y fiebre, cumplí mi deber: empecé a leer un discurso fúnebre, en nombre de la redacción de La Lira. De pronto lo vi en las últimas filas del cortejo. ¡A él, al muerto, a León! Estaba gozándome, con la cara oculta entre las solapas levantadas del impermeable y el gran sombrero. Fue tanta la sorpresa que solté la pata del paraguas; y el paraguas se fue volando con su ala negra. Alguien me lo devolvió, respetuosamente. Continué mi discurso, pero sin gana. Comprendí que León nos había hecho la broma de fingirse muerto para asistir a su propio entierro y obligarnos a elogiarlo. Entre frase y frase lo espié, y siempre estaba allí, con las manos en los bolsillos, regocijado. Al terminar el discurso me precipité hacia él, pero se escurrió entre la multitud. Caminaba rápidamente y a pasos cortos para no resbalarse sobre el empedrado. Lo vi perderse por las callejuelas de la necrópolis. Han pasado varios años. El mundo sigue creyéndolo muerto. No me atrevía a contar a nadie su broma pesada. ¡Para qué! No me hubieran creído. León figura ahora en la historia de nuestra poesía: “eximio poeta, muerto prematuramente”. Pa-
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tatín, patatán. Bla, bla, bla. De mí nadie recuerda sino aquel discurso, que luego publicaron como prólogo a sus poesías “póstumas”. No le perdonaré jamás. Cada vez que oigo hablar de las poesías de León me viene un ahogo de ira. Espero verlo el día menos pensado, al doblar una esquina. Me da miedo andar por la ciudad porque sé que cuando lo vea tendré que matarlo.
La granada
(fragmentos)
—Alégrate. Tu deseo ha sido otorgado. Escribirás los mejores cuentos del mundo. Eso sí: nadie los leerá. * Se fabricó unas alas con plumas de avestruz, subió al campanario y se lanzó al aire. Cuando lo recogieron, con las piernas rotas, explicó que había caído por culpa de las plumas, que pesaban demasiado. —La próxima vez —dijo— volaré sin alas. * Los robles coleccionaban pájaros y se cambiaban los que tenían repetidos. —Te regalo éste —dijo el roble joven, que era más generoso que coleccionista. Y le mandó al vecino una calandria. *
La novia le clavó un puñal en el cuello y él no se lo quiso arrancar. Así, el puñal fue parte de su vida. Más: fue el principio de su vida. Ese redondo y erecto cabo de puñal que asomaba sobre el hombro daba a su cuerpo una interesante consistencia de panoplia de lujo. Hasta parecía más viril. El lo sabía, y se paseaba entre la contenida admiración de las señoras, exhibiéndolo muy ufano. * El Emperador de la China declaró públicamente que a él, y sólo a él, debía culpársele por el último eclipse de sol: lo había causado, sin querer, al cometer un error administrativo. La corte alabó al Emperador por ese admirable rasgo de humildad y contrición. * Una mano lo tocó por atrás. Tuvo miedo de volverse: no fuera que, al mirar por encima del hombro, viese a sus espaldas, vengativo, un Pasado que lo llamaba. Edipo apartó todo pensamiento y siguió, camino a Tebas. * Algunos de los marineros que regresaban de sus largos viajes solían visitar a Simbad, el paralítico. Simbad, cerraba los ojos y les contaba las aventuras de sus propios viajes interiores. Para hacerlas más verosímiles a veces se las adjudicaba a Odiseo. “Apuesto”, pensaba Simbad
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cuando se quedaba solo, “a que tampoco él salió nunca de su casa”. * La gaviota ni advirtió la sombra que estaba arrojando sobre el agua: el agua sí sintió que la tocaban. *
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Me detengo en medio del jardín a oír un son de campana. La campana no es difícil de localizar. Está ahí: redonda, celeste, cristalina mañana de primavera, suspendida del sol. Pero ¿y el badajo?, ¿cuál es el badajo que ha arrancado a la campana ese dulce son? ¿Este tulipán? ¿Acaso mi cabeza? Todas las cosas parecen comprender el anuncio de la campana y se quedan inmóviles, silenciosas. Yo mismo no me atrevo a dar un solo paso. Y de improviso veo una mariposa, que revolotea a la altura de mis ojos. Miro más arriba. Nada. El aire está conmovido, sin embargo. Y aunque no veo nada, siento que se está efectuando un gran descenso, como el de un barco invisible. Debe ser. Algo muy leve para que quiera anclar en nuestro mundo arrojando como ancla una mariposa. * Después que se murieron los últimos pájaros, la jaula se arrancó y empezó a volar hacia el cielo. “Nos viene a pedir perdón”, pensaron los desprevenidos ángeles… J.L.G
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Bibliografía mínima de las ficciones de Enrique Anderson-Imbert . Vigilia (1934) Lune de cendre (1935) El mentir de las estrellas (1946) Las pruebas del caos (1946) Fuga (1963) El Grimorio (1961) El gato de Cheshire (1965) La sandía y otros cuentos (1969) La locura juega al ajedrez (1971) La botella de Klein (1975) Cuentos en miniatura (1976) Los primeros cuentos del mundo (1978)
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Ana Pelegrín, peregrina de la narración y la tradición oral en Hispanoamérica Mónika Klibanski
Pedagoga. Crítica. Especialista en LIJ
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Ana Pelegrín es, sin lugar a dudas, una de las referencias ineludibles en los estudios sobre literatura de tradición oral hispánica. Su prolífica labor como investigadora fue recogida tanto en sus exquisitos libros ensayísticos, artículos y conferencias, como en varias antologías poéticas para niños y jóvenes, siempre preparados por ella con una cuidada y erudita edición.
Mónika Klibanski es pedagoga. Graduada de la Carrera de Bibliotecología y Ciencias de la Información en la Universidad de Buenos Aires, especialista en literatura infantil y juvenil. En el 2003 fue becaria de la Internationale Jungenbibliotheke München (Alemania). Es contenidista del portal educ.ar (http://www.educ.ar), y editora de la sección Contratapa de ese portal, un espacio dedicado a novedades editoriales y reseñas de libros. Es editora del sitio web elReverso: buscador de cine alternativo (http://www.elreverso.com.ar). Escribe en distintos medios nacionales y extranjeros sobre crítica literaria y cine. E-mail: monikandrea@gmail.com.
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libros Inventora de atajos por donde desovillar el hilo de la memoria y recrear la literatura popular. En tiempos de fascinación futurista, velocidades frenéticas, con un mercado editorial abarrotado de novedades y tendente a una exuberante producción literaria, cuyo fin no parece ser otro que estimular el consumo incesante e indiscriminado, Ana Pelegrín dedicó su vida a rescatar de la tradición oral tesoros inmateriales e inolvidables. A partir de su delicado y artesanal trabajo revisitó y rastreó entre cuenteros y vecinos de España y Latinoamérica el pasado oral —canciones, juegos de palabras, rondas, leyendas— de esos pueblos para recatalogarlo y resignificarlo, restituyéndoles un presente a las voces y sonidos de antaño. Entre los libros de esta autora se encuentran: Libro de estampas y almanaque del niño (Comunidad de Madrid, 1989); Poesía española para niños (Alfaguara, 1997); Repertorio de antiguos juegos hispánicos (CSIC, 1998); Raíz de amor: antología poética para adolescentes (Alfaguara, 1999); Letras para armar poemas (Alfaguara, 2000); La aventura de oír (Anaya, 2004); Poesía española para jóvenes (Alfaguara, 2005); La flor de la maravilla: juegos, retahílas, romances
(FGSR, 2006); Huerto del limonar (Edelvives, 2007); Cada cual atienda su juego (Anaya, 2008). A partir de los años 90, Ana Pelegrín, mientras intentaba recuperar los relatos que habían poblado su propia infancia en Argentina, revisita y descubre una enorme cantidad de grandes autores que, escapando del franquismo, habían emigrado a Latinoamérica y publicado parte de su obra en esas tierras de acogida (Rafael Alberti, Elena Fortún, Alejandro Casona y muchos más). Fruto de su intensa labor para recomponer las huellas del pasado a través de los libros para niños que autores republicanos habían publicado fuera de España, póstumamente se editó su libro Pequeña memoria recobrada: libros infantiles del exilio del 39 (Ministerio de Educación/CIDE, 2008), un imprescindible catálogo que recoge una colección de obras publicadas entre 1920 y 1939. Ana Pelegrín nació en San Salvador de Jujuy (Argentina), en 1938. El 11 de septiembre de 2008, después de ser hospitalizada para realizarse un trasplante de hígado, falleció en Madrid, ciudad donde residía desde 1968.
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Poesía esp a ñola p a r a ni ñ os
Madrid: Alfaguara 1997 145 pp.
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“Durante mucho tiempo hemos tenido la fortuna de abrir las puertas a la imaginación al escuchar y transmitir los cuentos contados, las nanas cantadas de madres a hijos... Érase que se era el primer contacto con el sentir poético. Para retener ese sentir es indispensable contar con un tiempo tranquilo y apaciguado, en un instante de comunicación emotiva difícil de olvidar. El niño estará colgado de la voz, esperando apropiarse de los sonidos. Las palabras coloreadas por el sonido de la voz, vibrando; las palabras deslizándose en la entonación, brincando en el ritmo... No importa, decía Juan Ramón Jiménez, que en el poema el niño no lo entienda todo; bastará que se llene del sonido y el sentido. Ya llegará otro momento en el que versos y estrofas prendidas en la memoria lo impulsen a la lectura y a la comprensión personal. Los poemas aprendidos, las estructuras rítmicas, las imágenes, le invitarán a expresarse, uniendo su voz a su memoria.”
La a vent ur a de oír : cuen to s tr a dicion a les y l i t er a t u r a i n f a n t i l
Madrid: Anaya 2004 302 pp.
“El contar cuentos es un acto intenso, de comunicación personal. Invita al recogimiento, a concentrarse, a refugiarse. El círculo, el semicírculo, evoca la rueda alrededor del fuego o del árbol, reúne los elementos dispersos y primarios del núcleo inicial, cuando la historia era sentida como una parte de cada uno de los participantes en ese mágico momento.”
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La f lor d e m a r a villa : jueg o s, r ecr eo s, r eta híla s
Madrid: Fundación Germán Sánchez Ruipérez 1996 382 pp.
Ca d a cua l a t ien de s u j ue g o
Madrid: Anaya 2008 295 pp.
“La madre alimenta con la palabra táctil, palabragesto, palabra-emoción, la oralidad y la receptividad, siempre abierta, disponible, del niño pequeño. Funda los elementos afectivos, revelados posteriormente como constitutivos de la literatura vivida, jugada y conjugada: la literatura oral.
“Cuentan las viejas consejas que existe una flor oculta que cura las heridas de los hombres y es larga y azarosa su búsqueda. Algunas veces, su poder devuelve la vista a los ciegos, otras hace sonreír a los afligidos, otras deja la impresión momentánea de la belleza transparente en una flor de agua que se desvanece entre secretos sonidos, a veces dejando suspenso el ánimo porque su incandescencia borra el inexorable discurrir temporal. Llámese flor del llolay, liri bleu, flor del agua, flor de mayo. Es la flor de la maravilla. Persiguiendo su imprevisible presencia me he extraviado en el laberinto múltiple de las voces que hablan del prodigio y he vislumbrado su íntegro poder floreciendo en el florilegio de los romances, los recreos y las retahílas que hechizan a los niños y a cuya fascinación me he rendido cada vez que la palabra comenzaba a anular el tiempo Y esta es La flor de la maravilla.”
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Pequeña memoria recobrada Juan Mata Universidad de Granada
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Pequeña memoria recobrada. Libros infantiles del exilio de 1939. Pelegrín, Ana Sotomayor, María Victoria Urdiales, Alberto
Ministerio de Educación, Subdirección General de Información y Publicaciones Madrid, 2008 189 pp. ISBN: 978-84-369-4592-8.
El último gran proyecto de su vida tuvo que ver asimismo con la memoria. Quería rescatar del olvido los libros infantiles del exilio español. Consideraba una tremenda injusticia el desconocimiento de la excelente labor de los escritores e ilustradores que abandonaron España tras la Guerra Civil y siguieron publicando en los respectivos países de acogida. Era su particular modo de reparar el agravio. En ese rescate estuvo trabajando hasta el último aliento. A punto de salir de la imprenta el fruto de su trabajo, Ana Pelegrín falleció. Lamentablemente, no pudo ver editado el libro. Sus amigos más íntimos decidieron armar con urgencia uno de los volúmenes que en pocas semanas saldrían a la calle y colocarlo en su ataúd. El hecho de que sus cenizas se mezclaran con las de su obra adquiere el carácter límpido de un símbolo. El libro Pequeña memoria recobrada fue el fruto póstumo de Ana Pelegrín. Lamento que no alcanzara a ver tan espléndida obra. El libro responde al empeño de Ana por hacer visible la obra de los trasterrados, de quienes se vieron forzados a cruzar fronteras perseguidos por el terror y la muerte. Ese patrimonio cultural sigue sin reconocerse en España como merece
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y aún cuesta mucho esfuerzo incorporar los nombres y las obras que lo componen al relato común de nuestra historia literaria y nuestros cánones artísticos. Esa injusticia, que continúa afectando a tantos hombres y mujeres de la diáspora, dolía a Ana Pelegrín de modo intenso y quiso repararla a su modo. Durante años fue rescatando aquí y allá los libros infantiles editados por los exiliados en Argentina, México, Cuba, Puerto Rico..., y sobre los cuales se cernía la amenaza de la ignorancia y la desaparición. Algunos de esos volúmenes se reproducen en el catálogo que acompaña al libro. La generosa colaboración que Ana Pelegrín recibió de María Victoria Sotomayor y Alberto Urdiales para culminar ese ambicioso proyecto merece el mayor de los reconocimientos. Hay obras que adquieren sentido antes incluso de ver la luz. Ese libro es uno de esos casos. El mero hecho de hacer memoria es uno de los más admirables actos de ciudadanía, pues 'hacer memoria' no es sólo evocar, sino construir y afianzar una equitativa narración pública. Y lo cierto es que cuando se habla de la historia de la literatura infantil española suele ignorarse a quienes escribieron y dibujaron en otras geografías, en otras atmósferas, aunque nunca olvidaron a qué tierra,
a qué lenguas y a qué pasados pertenecían. Recordarlos es una obligación ética para quienes piensan que la memoria mutilada o desfigurada es una afrenta colectiva. Ésa fue, desde el comienzo, la voluntad de Ana Pelegrín. La mayor virtud de los trabajos que componen Pequeña memoria recobrada (el teatro infantil, las imágenes de los libros para niños, la labor cultural de las Misiones Pedagógicas, las obras de los escritores silenciados que quedaron en España tras la guerra...) reside en que contribuyen a capitular la siempre ofensiva historia de los exilios. Porque además de los desterrados hubo otra clase de exiliados: los que sin abandonar su tierra se vieron proscritos y silenciados, otra forma cruel de alejamiento. Ése fue, por ejemplo, el caso Hermenegildo Lanz, excelente profesor, grabador, pintor, escenógrafo, marionetista, fotógrafo..., del que, a petición de Ana, hablé en ese libro con el mismo sentimiento de desagravio con que han escrito los demás colaboradores. Pienso que con este libro se reparan un poco más las viejas desgarraduras. J. M.
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Cuentos populares recogidos de la tradición de España José Manuel Pedrosa Universidad de Alcalá
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Cuentos populares recogidos de la tradición oral de España Espinosa, Aurelio M. Introducción y revisión de Luis Díaz Viana y Susana Asensio Llamas.
MConsejo Superior de Investigaciones Científicas Madrid, 2009 868 pp.
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La reedición, en un único y cuidado volumen, de esta obra monumental (y, en cierto modo, fundacional) de la bibliografía acerca del cuento popular español, en su doble dimensión de compilación de materiales de campo y de estudio, es un acontecimiento editorial muy largamente esperado. La edición original, en tres volúmenes, de 1946-1947 (que había sido publicada también por el CSIC), llevaba muchísimo tiempo agotada, refugiada en no muchas bibliotecas y en oscuros y carísimos catálogos de librerías de viejo; y la edición reducida que Luis Díaz Viana había sacado a la luz (en Espasa-Calpe) en 1992 no derivaba de la edición completa, sino de una reducida y divulgativa que había publicado en un sólo volumen el propio Espinosa, a modo de adelanto (en Espasa-Calpe también), en 1946. Para una gran cantidad de lectores y de especialistas, esta reedición de 2009 de la versión completa será la puerta, sin duda, para acceder a una colección que estaba rodeada de cierto halo (casi esotérico) de leyenda, y cuyos materiales eran muchas veces aludidos o citados de segunda o de tercera mano, y no a partir del original.
El tomo único que en 2009 ha acogido los tres volúmenes de 1946-1947 es ciertamente impresionante, por su gran tamaño y su formato generosísimo, y también por su más que pulcra presentación. Aunque ni su tamaño de letra (más bien pequeño) ni, sobre todo, lo contundente de sus proporciones, hacen de él un libro de fácil manejo, la disposición en doble columna facilita sin duda la lectura. Los editores, Luis Díaz Viana y Susana Asensio Llamas, han realizado un trabajo sumamente escrupuloso, y han abierto el libro con un prólogo denso y fundamental acerca de las circunstancias en que hizo Espinosa sus labores de trabajo de campo (en la década de 1920) por un buen número de provincias de España, y acerca también de su trayectoria biográfica y académica, de su personalidad y de sus ideas, y de los principios críticos que guiaron sus actividades de colector y de estudioso de la literatura oral panhispánica. Especialmente clarificadoras son las apretadas páginas que ilustran las relaciones que tuvo el nuevomexicano Aurelio Macedonio Espinosa (padre) con los especialistas y los ambientes académicos españoles y norteamericanos que propiciaron y apoyaron sus labores de encuesta: don Ramón Menéndez
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Pidal y su fundamental círculo del Centro de Estudios Históricos, en España; y, al otro lado del océano, el gran Franz Boas, auténtico patriarca de la antropología norteamericana moderna, la visionaria Elsie Clews Parsons, folclorista comprometidísima y mecenas pudiente, y el equipo de antropólogos y folcloristas norteamericanos que se hallaban agrupados en torno al Journal of American Folklore, que Espinosa llegó a dirigir durante algunos años.
pea tenía que mirar por fuerza hacia lo europeo, incluso hacia lo ario, y por supuesto que hacia lo cristiano, como soles radiantes que habrían supuestamente fecundado y alumbrado nuestra cultura, se vio obligado, por su condición de arabista, a defender vínculos más que privilegiados entre la cultura oral más entrañablemente española y la arábigo-islámica en primer término, con la india y la oriental en la línea última de su horizonte.
Llamativa es la crónica que hacen Díaz Viana y Asensio Llamas de las relaciones entre Espinosa y su amigo íntimo el arabista Ángel González Palencia, destacado fascista que al terminar la Guerra Civil fue uno de los que dirigieron el desmantelamiento del entramado académico que en las décadas anteriores había trabajosamente levantado don Ramón y de los que contribuyeron a la fundación de uno nuevo (cuyo buque insignia fue el CSIC), desde el que apoyó decididamente (llegó a prologar su libro y a ofrecer el sello editorial del CSIC para su publicación) al investigador norteamericano.
Es, sin duda, este dogmático evolucionismo orientalista, herencia de evolucionismos diversos que hunden sus raíces en las muy simplistas teorías antropológicas del siglo XIX, el mayor reparo que puede oponerse a la sección crítica del libro de Espinosa, modélico por tantísimas otras razones. Con independencia de que incurriera en ciertos prejuicios y de malinterpretaciones, que son hijos a un tiempo de sus propias convicciones y de la época y del ambiente cultural en que le tocó vivir, todo lo demás que se puede decir de la colección de cuentos de Espinosa anda entre lo bueno y lo mejor.
González Palencia y Espinosa compartían, sin duda, los ideales de una hispanidad atravesada de nostalgias imperiales y, al mismo tiempo también, de contradicciones. Espinosa se pasó la vida defendiendo que el folclore en lengua española de los Estados Unidos venía por línea prácticamente directa de España, y minusvalorando en la medida que le fue posible la raíz mexicana. Y González Palencia, en una época en que la intelectualidad fascista española y euro-
Los doscientos ochenta relatos que componen la colección forman un conjunto absolutamente insuperable (y posiblemente insuperado), lleno de joyas literarias absolutamente deslumbrantes, algunas de gran rareza en el panorama literario oral español. Sus criterios de transcripción y de edición iban (aunque no dejó de limar muy ligeramente sus textos, suprimiendo repeticiones, incongruencias, etc.) muy por delante de lo que era común en la época (la única lástima es que no
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ofreciera el nombre de sus narradores al lado de la identificación de cada localidad). Y los estudios críticos que asignó a cada uno de sus cuentos son de encomiable profundidad y están apoyados en una bibliografía absolutamente apabullante, de absoluta vanguardia internacional en su época. La excepcional biblioteca de la Universidad de Stanford en la que durante tantos años enseñó el investigador debió ofrecerle, bien a la vista está, condiciones y recursos de trabajo imposibles de superar. Puede decirse, en definitiva, que con Espinosa penetraron súbitamente los vientos de la modernidad en los estudios españoles de folclore narrativo, que se hallaban instalados en un páramo en que su colección estuvo brillando en solitario (pues otras colecciones de aquellas décadas estaban a años luz de la suya) hasta que cuarenta años después su hijo, que llevaba el mismo nombre que él, publicara su propia colección de Cuentos populares de Castilla y León, que vieron la luz en dos gruesos volúmenes editados por el CSIC en 1987 y 1988, fruto de unas encuestas (de la década de 1930) posteriores e independientes de las de su padre que han sido historiadas de forma magistral por José Manuel de Prada Samper en su libro El pájaro que canta el bien y el mal: la vida y los cuentos de Azcaria Prieto (1883-1970) (Madrid: Lengua de Trapo, 2004), en el que se reconstruye la vida de una de las mejores informantes de Espinosa hijo. Colección, la de Aurelio M. Espinosa hijo, en cuya sección de comentarios críticos trabajó inten-
samente Julio Camarena Laucirica, quien estaba, por aquellos años, sentando las bases de una nueva generación y de un nuevo método de recolección y estudio de los cuentos tradicionales, aún más refinado (en lo etnográfico y en lo filológico) y ponderado (expurgado de evolucionismos aventurados y de cualquier otro rastro de prejuicio o dogmatismo ultrahistoricista) que otros investigadores estamos procurando seguir. Con la convicción muy clara, eso sí, de que los cimientos de todo el edificio cuyos pisos altos estamos intentando rematar y amueblar fueron puestos por aquel folclorista inquieto, comprometido y contradictorio que fue Aurelio M. Espinosa (padre), y por esta colección de cuentos que ahora por fin, después de tantos años de eclipse, vuelve a quedar al alcance de todos.
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0. La función fabuladora y los nuevos narradores, José Manuel de Prada 1. Narración y afición a la lectura: una experiencia de educación literaria en la escuela, Luís Arizaleta -FIRASancho Panza cuentacuentos, José Manuel Pedrosa Andersen en América, Manuel Peña ¿Adónde irás, narración oral, Gerardo Jaramillo 2. El narrador y sus marraciones: una relación comprometida, Caterina Valriu Erase una vez... que este cuento se acabó, Juan Ignacio Pérez La soledad del narrador oral, Carlos Genovese Gajes del oficio, Martha Escudero 3. A Julio Camarena, José Manuel Pedrosa Recordando a Julio, Félix Barroso Mitología del lobo en la Península Ibérica, Julio Camarena Laucirica 4. Viaje a la tierra de los griots (Costa de Marfíl, Burkina Faso y Mali), Nicolás Buenaventura Vidal Cuentos de todos los colores, un proyecto de interculturalidad, Roser Ros y Martha Escudero ¿Qué me cuentas? Los mecanismos de la comprensión oral de un cuento, Catherine Favret Había una vez... una clase de lengua, Regina Ress 5. Travesías entre lo escrito y lo oral, Marina Sanfilippo El renacer del arte de contar en Estados Unidos, Regina Ress 6. El papel del adulto en la narración oral. Los cuentos que cuentan, Montse Colillas Escuchar, rima con contar, Roser Ros ¿Por qué los cuentos? Porque derrumban los muros de las cárceles, Paco Abril 7. La narración como profesión, Oriol Homs El cuerpo cuenta, Ana G. Castellano Literatura, narración y fomento de la lectura, Joxemari Carrere 8. Estudio y difusión de los cuentos populares. De los catálogos tipológicos a las bases de datos en internet Carme Oriol
Decálogo de buenas prácticas en la recuperación y difusión de textos orales, Juan Ignacio Pérez Y sin embargo, Silencio, Charo Pita 9. Lengua, literatura y cosmovisión indígena en el Lago de Maracaibo (I), José Quintero Weir Contar en Marruecos. Tetuán, Ana G. Castellano Filandón o el gusto de contar, José María Merino 10. Semblanza de Ana Pelegrín, José Manuel Pedrosa Ana en el recuerdo, Ana Padovani Ana y el grupo CORPS, Javier Coterón Poesía eres tu. En recuerdo de Ana, Juan Mata Ana Pelegrín, poliédrica activista del verbo y la memoria, Carlos Herens, Ana Olmos y Lola Requena
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va de charla 0. Charlando con Alexander Hernández (Venezuela), Tantágora Charlando con Nicolás Buenaventura (Colombia), Tantágora 1. Charlando con Ana Podovani, la redacción Charlando con Virginia Imaz, la redacción Charlando con Antonio Lozano, la redacción 2. Charlando con Victoria Gullón, Patricia McGill Charlando con Antonio Rodríguez Almodóvar, Juna Ignacio Pérez Charlando con Gustavo Martín Garzo, Ana G. Castellano Ana G. Castellano cuenta su viaje a Nueva York en 5 relatos, Ana G. Castellano Impresiones de Paula Carballeira sobre la narración oral en Canadá, Paula Carballeira 3. Histórias de Villablanca: contar la vida, Matilde Magdalena Regina Ress, cuentacuentos en Nueva York, Ana G. Castellano A boyhood with stories: Una niñez con historias, Kevin Karr. Traducción, Maria Vilanova 4. Todo el mundo es bienvenido. Una entrevista con Diane Wolkstein, Regina Ress Entrevista a Lola López Enamorado, Ana G. Castellano Entrevista Patrick BAll, Kevin Carr 5. Miradas sobre el cuento en Francia, Gigi Bigot I Festa da Narración Oral: Sucedidos no Camiño, Paula Carballeira Magos de la narración oral. Hablando con Jay O’Callahan, Bob Reiser Entrevista a Sam Cannarozzi en el Festival de Saint Affrique, Anna G. Castellano 6. La opinión de los bibliotecarios y bibliotecarias: Lo que opina Pep Molist, Con Marta Romera y Mar Mestres (Biblioteca Juan Marsé, Barcelona), Tantágora Con Dominique de Cacqueray, presidente de la Associació Llibre Obert, Laia Altarriba Y el verbo se hizo carne y habitó entre nosotros. Fiesta de los y las narradoras vascas, Xosemari Carrere 7. Escuchando a los que escuchan, Helena Cuesta Palabras universales, Carlos Genovese 8. Con Pep Durán, Lola Barceló De charla con Ignacio Sanz, Roser Ros 9. Entrevista con Antonio Reyes, Ana García Castellano Conversación con Antonio Reigosa, Paula Carballeira Encuentro con Pep Bruno, Roser Ros 10. Vicente Cortés, el calor sincero de las palabras, Juan Ignacio Pérez Luís Carbonell cuenta para Tantágora, Jesús Lozada
va de eventos 2. Maratón de los cuentos de Guadalajara o la realidad de los sueños, Estrella Ortiz 3. Los encuentros de narradores en la Feria del Libro de Buenos Aires, Ana Padovani
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va de cuentos
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0. La leyenda del Corbú, Anna G. Castellano 1. Compaña. Cuento basado en una creencia gallega, versión de Paula Carballeira La conquista del fuego. Cuento popular camerunés, versión de Boniface Ofogo El cazador que se encontró con el sol. Cuento yupka, versión de Alex Hernández El día que los yupka conocieron al fuego, versión de Alex Hernández Hubo un tiempo que llovió varios días y varias noches sin parar, Alex Hernandez El primer ratón que probó un queso, Juan Ignacio Pérez Palomares Un cuento breve que sucedió en Sevilla, Miguel de Cervantes Me encontré un papel blanco, cuento de H.C. Anderse, versión de Roser Ros 2. El espectáculo, Antonio Ventura Seis historias de molinos (y una pregunta), Carles Cano Rosa Pálido, Pablo Albo Crónicas deportivas en rosa, Pep Bruno La voz preocupada, Pepepérez Idéde y el pájaro, Inongo Vi Makomé 3. Los cuentos recopilados, Félx Barroso 4. Porqué creó Dios al ser humano, Nicolás Buenaventura Los tres hermanos, Kevin Karr El fraile Metilón. Cuento recogido en Teruel, adaptado por María Molina La isla de las mujeres, José Manuel de Prada Samper ¿Por qué los peces viven en el agua?, Catherine Favret El Sr. Mono y la Miseria, cuento de Haití, Diane Wolkstein 5. Cuentos manouches, Joseph Valet 6. Los últimos duendes del sur ahora habitan en la memoria, Juan Ignacio Pérez 7. Cuentos recordados. La vida y la ficción, Norma Román Calvo Piel de asno, Ana Padovani Lirola, Paula Carballeira El enano del bosque, María Molina, Maricuela Nabiza, Martha Escudero ¿A dónde vas, medio pollé? El cuento folklórico como escuela de la literatura, Carlos González 8. Para hacer reír a una señora., Jesús Lozada 9. Cantos añú, José Quintero Weir Runa Mula, Cucha del Aguila 10. La noche que las letras se liberaron, Pep Duran Catalina Guacayllano, Cucha del Águila Enrique Anderson-Imbert en su centenario, Jesús Lozada Guevara
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va de libros 0. Contos Galegos de Tradición Oral, Camiño Noia Campos Cuentos populares andaluzes y leyendas recogidos en el Campo de Gibraltar, Juan Ignacio Pérez y Ana María Martínez
La autoestopista fantasma y otras leyendas urbanas españolas, José Manuel Pedrosa El cuento folklórico en Aragón. Cuentos de animales, Carlos Gonzalez 1. Todos los cuentos, Antología universal del relato breve, Menendez Pidal, Gonzalo; Bernois, Elisa; Amores, Montserrat; Rico, Francisco, selección y notas, la redacción El pájaro que canta el bien y el mal. La vida y los cuentos tradicionales de Azvaira Prieto (1883-1970), José Manuel de Prada Samper, la redacción Bibliografía de Hans Christian Andersen, Pep Molist 2. Mnemósine, Carles Garcia La Granda Oreille, Catherine Favret Cuentos maravillosos de las orilla del ría Níger, Esther Subías Na Mitón, Esther Subías 3. Web litoral, Tantágora Catálogo tipológico del cuento flklórico español, Tantágora El ojo que cuenta, Kendra Coleman La historia secreta del ratón Pérez, Kendra Coleman 4. Kohlhaas, Maria Sanfilippo Cuentos en la Yemá El-fná, Ana G. Castellano Cuentos del Cuervo. Mitos y leyendas de los indios haida, Martha Escudero La niña que creó las estrellas. Relatos orales de los bosquimanos xam, Ignasi Potrony Arte y trama en el cuento indígena, Martha Escudero Los cuentos populares de África, Inongo-vi-Makomé Esperando a las liebres y otros cuentos chinos, Catherine Favret El anillo mágico y otros cuentos populares, Martha Escudero 5. La obra escrita de los narradores orales, Lola Barceló 6. Unos cuantos textos escritos de esos que muy bien pueden narrarse en alta voz, Luis Arizaleta, equipo FIRA. Maxime Chevalier, un sabio caballero, Emili Samper Prunera 7. Entre la voz y el teatro: la poética de los cuentacuentos, José Luis Pedrosa 8. Patrimonio oral y progreso humanista, María Jesús Ruiz 9. Cuentos y relatos de Andalucía y Marruecos, Ana G. Castellano 7 llaves de cuento, Marta Cardona Calvo 10. Ana Pelegrín, peregrina de la narración y la tradición oral en Hispanoamérica, Mónika Klibanski Pequeña memoria recobrada, Juan Mata Cuentos populares recogidos de la tradición de España, José Manuel Pedrosa
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índice de autores
Abril, Paco
¿Por qué los cuentos? Porque derrumban los muros de las cárceles . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . T_6
p.p. 20-23
Aguila, Cucha del
Runa Mula . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . T_9 p.p. 38-41 Catalina Guacayllano . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . T_10 p.p. 40-45 Albo, Pablo
Rosa Pálido . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . T_2
p.p. 61-63
Altarriba, Laia
Con Dominique de Cacqueray, presidente de la Associació Llibre Obert . . . . . . . . . . . . . . . . . T_6 Amores, Montserrat Todos los cuentos Antología universal del relato breve . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . T_1
p.p. 33-35 p.p. 72-73
Arizaleta, Luís
Narración y afición a la lectura: una experiencia de educación literaria en la escuela . . . . . . . . . T_1 Unos cuantos textos escritos de esos que muy bien pueden narrarse en alta voz . . . . . . . . . . . T_6
p.p. 6-13 p.p. 48-52
Barceló, Lola 66 | TgRa.10
La obra escrita de los narradores orales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . T_5 Con Pep Durán . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . T_8
p.p. 52-57 p.p. 22-27
Barroso, Félix
Recordando a Julio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . T_3 Los cuentos recopilados . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . T_3 Bernois, Elisa Todos los cuentos Antología universal del relato . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . T_1
p.p. 12-14 p.p. 56-69 p.p. 72-73
Bigot, Gigi
Miradas sobre el cuento en Francia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . T_5
p.p. 20-24
Buenaventura Vidal, Nicolás
Viaje a la tierra de los griots . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . T_4 Porqué creó Dios al ser humano . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . T_4
p.p. 6-19 p.p. 54
Bruno, Pep
Crónicas deportivas en rosa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . T_2
p.p. 64-65
Buenaventura Vidal, Nicolás
Viaje a la tierra de los griots (Costa de Marfíl, Burkina Faso y Mali) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . T_4 Porqué creó Dios al ser humano . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . T_4
p.p. 6-19 p.p. 54
Camarena Laucirica, Julio
Mitología del lobo en la Península Ibérica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . T_3
p.p. 15-41
Cano, Carles
Seis historias de molinos (y una pregunta) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . T_2
p.p. 59-60
Carballeira, Paula
Compaña. Cuento basado en una creencia gallega . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . T_1
p.p. 50-52
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índice de autores
Impresiones de Paula Carballeira sobre la narración oral en Canadá . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . I Festa da Narración Oral: Sucedidos no Camiño . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Lirolai . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Conversación con Antonio Reigosa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
T_2 T_5 T_7 T_9
p.p. 52-55 p.p. 25-27 p.p. 40 p.p. 26-29
7 llaves de cuento . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . T_9
p.p. 42-45
Cardona Calvo, Marta
Carrere, Xoxemari
Y el verbo se hizo carne y habitó entre nosotros. Fiesta de los y las narradoras vascas . . . . . . . T_6 Literatura, narración y fomento de la lectura . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . T_7
p.p. 36-37 p.p. 12-16
Castellano, Ana G.
La leyenda del Corbú . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Charlando con Gustavo Martín Garzo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Ana G. Castellano cuenta su viaje a Nueva York en 5 relatos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Regina Ress, cuentacuentos en Nueva York . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Entrevista a Lola López Enamorado . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Cuentos en la Yemá El-fná . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Entrevista a Sam Cannarozzi, en el Festival de Saint Affrique . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . El cuerpo cuenta . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Contar en Marruecos. Tetuán . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Entrevista con Antonio Reyes . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Cuentos y relatos de Andalucía y Marruecos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
T_0 T_2 T_2 T_3 T_4 T_4 T_5 T_7 T_9 T_9 T_9
p.p. p.p. p.p. p.p. p.p. p.p. p.p. p.p. p.p. p.p. p.p.
30-34 42-45 46-51 47-49 39-47 78-79 33-37 12-16 12-15 22-25 42-44
Cervantes, Miguel de
Un cuento breve que sucedió en Sevilla . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . T_1
p.p. 68-69
Coleman, Kendra
El ojo que cuenta . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . T_3 La historia secreta del ratón Pérez . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . T_3
p.p. p.p.
75 76
Colillas, Montse
El papel del adulto en la narración oral. Los cuentos que cuentan . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . T_6
p.p. 6-12
Coterón, Javier
Ana y el grupo CORPS . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . T_10 p.p. 11-13 Cuesta, Helena
Escuchando a los que escuchan . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . T_7
p.p. 22-29
Duran, Pep
La noche que las letras se liberaron . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . T_10 p.p. 36-39 Escudero, Martha
Gajes del oficio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . T_2 Cuentos de todos los colores, un proyecto de interculturalidad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . T_4 Cuentos del Cuervo. Mitos y leyendas de los indios haida . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . T_4
p.p. 22-25 p.p. 20-21 p.p. 80
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índice de autores
Arte y trama en el cuento indígena . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . T_4 El anillo mágico y otros cuentos populares . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . T_4 Nabiza . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . T_7
p.p. 82 p.p. 85 p.p. 42-44
Favret, Catherine
La Granda Oreille . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . T_2
p.p. 75-77
¿Qué me cuentas? Los mecanismos de la comprensión oral de un cuento . . . . . . . . . . . . . . . . T_4
p.p. 23-27
¿Por qué los peces viven en el agua? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . T_4
p.p. 69-71
Esperando a las liebres y otros cuentos chinos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . T_4
p.p.
84
Garcia, Carles
Mnemósine . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . T_2
p.p. 72-74
Genovese, Carlos
La soledad del narrador oral . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . T_2
p.p. 19-21
Palabras universales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . T_7
p.p. 30-33
González, Carlos 68 | TgRa.10
El cuento folklórico en Aragón. Cuentos de animales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . T_0
p.p. 45-46
¿A dónde vas, medio pollé? El cuento folklórico como escuela de la literatura . . . . . . . . . . . . . . T_7
p.p. 45-49
Herens, Carlos
Ana Pelegrín, poliédrica activista del verbo y la memoria . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . T_10 p.p. 16-21 Hernández, Alex
El cazador que se encontró con el sol. Cuento yupka . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . T_1
p.p. 56-59
El día que los yupka conocieron al fuego . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . T_1
p.p. 60-61
Hubo un tiempo que llovió varios días y varias noches sin parar . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . T_1
p.p. 62-63
Homs, Oriol
La narración como profesión . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . T_7
p.p. 6-11
Jaramillo, Gerardo
¿Adónde irás, narración oral . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . T_1
p.p. 26-32
Karr, Kevin
A boyhood with stories: Una niñez con historias . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . T_3
p.p. 50-52
Entrevista a Patrick Ball . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . T_4
p.p. 48-53
Los tres hermanos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . T_4
p.p. 55-60
Klibanski, Mónika
Ana Pelegrín, peregrina de la narración y la tradición oral en Hispanoamérica . . . . . . . . . . . . . . T_10 p.p. 52-55 Lozada Guevara, Jesús
Para hacer reír a una señora, de Lydia Cabrera . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . T_8
p.p. 34-41
Luís Carbonell cuenta para Tantágora . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . T_10 p.p. 28-35
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índice de autores
Enrique Anderson-Imbert en su centenario . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . T_10 p.p. 46-51 Magdalena, Matilde
Histórias de Villablanca: contar la vida . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . T_3
p.p. 42-46
Makomé, Inongo Vi
Idéde y el pájaro . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . T_2
p.p. 67-71
Los cuentos populares de África . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . T_4
p.p.
83
Martínez, Ana María
Cuentos populares andaluzes y leyendas recogidos en el Campo de Gibraltar . . . . . . . . . . . . . T_0
p.p. 39-42
Mata, Juan
Poesía eres tu. En recuerdo de Ana . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . T_10 p.p. 14-15 Pequeña memoria recobrada . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . T_10 p.p. 56-57 McGill, Patricia
Charlando con Victoria Gullón . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . T_2
p.p. 26-37
Merino, José María
Filandón o el gusto de contar . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . T_9
p.p. 16-19
Molina, María
El fraile Metilón. Cuento recogido en Teruel . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . T_4 El enano del bosque . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . T_7
p.p. 61-65 p.p. 41
Molist, Pep
Bibliografía de Hans Christian Andersen . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . T_1
p.p. 76-78
Noia Campos, Camiño
Contos Galegos de Tradición Oral . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . T_0
p.p. 35-38
Ofogo, Boniface
La conquista del fuego. Cuento popular camerunés . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . T_1
p.p. 53-55
Olmos, Ana
Ana Pelegrín, poliédrica activista del verbo y la memoria . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . T_10 p.p. 16-21 Oriol, Carme
Estudio y difusión de los cuentos populares . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . T_8
p.p. 6-11
Ortiz, Estrella
Maratón de los cuentos de Guadalajara o la realidad de los sueños . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . T_2
p.p. 82-87
Padovani, Ana
Los encuentros de narradores en la Feria del Libro de Buenos Aires . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . T_2 p.p. 78-81 Piel de asno . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . T_7 p.p. 38-39 Ana en el recuerdo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . T_10 p.p. 9-10 Pedrosa, José Manuel
La autoestopista fantasma y otras leyendas urbanas españolas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . T_0 Sancho Panza cuentacuentos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . T_1 A Julio Camarena . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . T_3
p.p. 43-44 p.p. 14-18 p.p. 6-11
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índice de autores
Entre la voz y el teatro: la poética de los cuentacuentos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . T_7 p.p. 52-56 Semblanza de Ana Pelegrín . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . T_10 p.p. 6-8 Cuentos populares recogidos de la tradición de España . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . T_10 p.p. 58-61 Peña, Manuel
Andersen en América . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . T_1
p.p. 19-25
Pepepérez
La voz preocupada . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . T_2
p.p.
66
p.p. p.p. p.p. p.p. p.p. p.p. p.p.
39-42 64-67 10-18 38-41 38-47 12-15 22-27
Pérez , Juan Ignacio
Cuentos populares andaluzes y leyendas recogidos en el Campo de Gibraltar . . . . . . . . . . . . . El primer ratón que probó un queso . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Erase una vez... que este cuento se acabó . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Charlando con Antonio Rodríguez Almodóvar . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Algunas histórias de duendes en Andalucía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Decálogo de buenas prácticas en la recuperación y difusión de textos orales . . . . . . . . . . . . . . Vicente Cortés, el calor sincero de las palabras . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
T_0 T_1 T_2 T_2 T_6 T_8 T_10
Pita, Charo 70 | TgRa.10
Y sin embargo, Silencio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . T_8
p.p. 16-21
Potrony, Ignasi
La niña que creó las estrellas. Relatos orales de los bosquimanos xam . . . . . . . . . . . . . . . . . . . T_4
p.p.
81
de Prada, José Manuel
La función fabuladora y los nuevos narradores . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . T_0 La isla de las mujeres . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . T_4
p.p. 13-17 p.p. 66-68
Quintero Weir, José
Lengua, literatura y cosmovisión indígena en el Lago de Maracaibo (I) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . T_9 Cantos añú . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . T_9
p.p. 6-11 p.p. 34-37
Redacción, la
Charlando con Ana Padovani . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Charlando con Virginia Imaz . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Charlando con Antonio Lozano . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Todos los cuentos Antología universal del relato breve . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . El pájaro que canta el bien y el mal. La vida y los cuentos tradicionales de Azcaria Prieto . . . . .
T_1 T_1 T_1 T_1 T_1
p.p. 33-38 p.p. 39-43 p.p. 44-49 p.p. 72-73 p.p. 74-75
Requena, Lola
Ana Pelegrín, poliédrica activista del verbo y la memoria . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . T_10 p.p. 16-21 Reiser, Bob
Magos de la narración oral. Hablando con Jay O’Callahan . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . T_5
p.p. 28-32
Ress, Regina
Había una vez... una clase de lengua . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . T_4 Todo el mundo es bienvenido. Una entrevista con Diane Wolkstein . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . T_4
p.p. 28-31 p.p. 32-38
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índice de autores
El renacer del arte de contar en Estados Unidos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . T_5
p.p. 16-19
Román Calvo, Norma
Cuentos recordados. La vida y la ficción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . T_7
p.p. 36-37
Ros i Vilanova, Roser
Me encontré un papel blanco . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . T_1
p.p. 70-71
Cuentos de todos los colores, un proyecto de interculturalidad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . T_4
p.p. 20-21
Escuchar, rima con contar . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . T_6
p.p. 13-19
Con Ignacio Sanz ¿alfarero narrador o narrador alfarero? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . T_8
p.p. 28-33
Encuentro con Pep Bruno . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . T_9
p.p. 30-33
Ruiz, María Jesús
Patrimonio oral y progreso humanista . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . T_8
p.p. 42-43
Sanfilippo, Marina
Kohlhaas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . T_4
p.p. 76-77
Travesías entre lo escrito y lo oral . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . T_5
p.p. 6-15
Samper Prunera, Emili
Maxime Chevalier, un sabio caballero . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . T_6
p.p. 53-55
Subías, Esther
Cuentos maravillosos de las orilla del ría Níger . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . T_2
p.p. 78-79
Na Mitón . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . T_2
p.p. 80-81
Tantágora
Charlando con Alexander Hernández (Venezuela) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . T_0
p.p. 18-24
Charlando con Nicolás Buenaventura (Colombia) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . T_0
p.p. 25-29
Charlando con Ana Padovani . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . T_1
p.p. 32-38
Charlando con Virginia Imaz . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . T_1
p.p. 39-43
Charlando con Antonio Lozano . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . T_1
p.p. 44-49
Web litoral . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . T_3
p.p. 70-72
Catálogo tipológico del cuento flklórico español . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . T_3
p.p. 73-74
Lo que opina Pep Molist . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . T_6
p.p. 25-28
Con Marta Romera y Mar Mestres (Biblioteca Juan Marsé, Barcelona) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . T_6
p.p. 29-32
Valet, Joseph
Cuentos manouches . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . T_5
p.p. 38-51
Valriu , Caterina
El narrador y sus marraciones: una relación comprometida . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . T_2
p.p. 6-9
Ventura, Antonio
El espectáculo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . T_2
p.p. 57-58
Wolkstein, Diane
El Sr. Mono y la Miseria, cuento de Haití . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . T_4
p.p. 72-75
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Boletín de suscripción a la revista Tantágora Nombre y Apellidos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Organismo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Dirección . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Ciudad . . . . . . . . . . . . . . . Distrito Postal . . . . . . . . . . . . . . . . País . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Teléfono . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Fax . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . e-mail . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Deseo suscribirme a la Revista Tantágora: Por 2 números (1 año)
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Por 4 números (2 años)
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