Revista Alcantarilla No. 7

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R E V I S T A

ALCANTARILLA

BRUJAS & CHO LITOS

Dolor, Alejandra Palacios, Arica, Chile, 1979

•COLECTIVO LA BALLENA LITERATA• NOVIEMBRE 2021•


contenido ESCRITO DEJADO EN LA BASURA, CAROLINA VEGA SI ALGÚN DÍA, SERGIO H. GARCÍA LADY, ALEJANDRA PALACIOS VIERNES EN LA NOCHE, JOEL MENDOZA EL CALLEJÓN, ABDI DÍAZ HOMBRE DENTAL, FABIÁN ARREOLA PATOLOGÍA, MADE EL SILENCIO PERFECTO ES BLANCO, PAULO NEO DE CUATRO A SEIS, MASHA LO INDECIBLE, GABRIELA MRZ GOTEO, NAMELESS 524 CIRCE, ALEJANDRA PALACIOS MIENTRAS TANTO LA SORPRESA, SEBASTIÁN LÓPEZ HOY NO ES UN DÍA SOLEADO, EDUARDO GARCÍA ENSAYO DE UNA CALLE, HAMLET G. MORFO EN UN DÍA COMO ESTE, LUCAS VELARDE SECUESTRO, FERNANDA SARMIENTO LA CITA, AJEDSUS BALCAZAR NO ES FICCIÓN, VIVI PAGE PUEDO BESAR TU HERIDA, ALEJANDRA PALACIOS

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NÚMERO 7 • NOVIEMBRE 2021


HASTA EL DÍA 6 DE OCTUBRE, Y DESDE 1964, EN MÉXICO HABÍA 92,844 PERSONAS REPORTADAS COMO DESAPARECIDAS Y NO LOCALIZADAS DE MANERA OFICIAL, DE LAS QUE 74.76% SON HOMBRES, 24.69% MUJERES Y 0.56% CLASIFICADOS COMO INDETERMINADOS, SEGÚN DATOS DE LA CNDH.

BRUJAS & CHOLITOS, EL SEPTIMO NÚMERO DE REVISTA ALCANTARILLA, ES DEDICADO A ESAS VIDAS.

PARA ESAS FAMILIAS Y PARA ESTE PAÍS DONDE MUCHAS VECES NO SE SABE EN DÓNDE LLORAR.

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Escrito dejado en la basura CAROLINA VEGA, MAZATLÁN,2000 Los órganos le duelen porque no son suyos. Si cierro los ojos aún puedo recordar su primer día en el hospital llegando prácticamente sin vida, mientras aferraba la mirada a la puerta por donde entró como si dejara a alguien afuera. El cambio completo de cuerpo fue hace un mes, y así como nosotros tardamos nueve semanas en dar por terminada la cirugía, para el paciente aún es imposible levantar por sí mismo sus nuevas extremidades. Sin embargo, con ejercicio y constancia, he logrado rehabilitarle tres dedos de la mano izquierda y ahora puede sujetar objetos pequeños con un poco de ayuda. Al principio, cuando el doctor vino a verlo, me pidió que lo mantuviera en reposo absoluto y le administrara tranquilizantes antes de dormir. Luego revisó sus estudios y le dejó dos cajas de pastillas para el dolor. Aquel paciente nunca perdía de vista a quien estuviera alrededor de su camilla, como si al hacer esto pudiera decirle algo con la mirada y en ocasiones, parecía clavar sus ojos con un inusual interés durante tiempos muy prolongados. Al notarlo, el doctor hizo un gesto de incomodidad y se apresuró en sacar de su bata un aparato con un gran botón rojo para dejarlo sobre la mano más cercana del paciente. Luego, recogiendo su maletín, le dijo que debía presionarlo cuando necesitara algo y al instante su enfermera iría a verlo. Tras esto, se retiró. Desde entonces él no ha vuelto a trabajar y he tenido que continuar con el tratamiento yo misma incluyendo la rehabilitación de su nuevo cuerpo. Después de ese día la alarma no paraba de sonar durante la madrugada. Desde el asiento de la recepción caminaba tallándome los ojos hasta abrir la puerta del cuarto y acercarme a la camilla. Como no podía hablar, aprendí a leer su mirada, la cual parecía estar especialmente tranquila en mi presencia, y debo admitir que pasé mucho tiempo pensando en que él sólo temía a la oscuridad y procuraba dejarle una luz encendida en la pared. REVISTA ALCANTARILLA •

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Es así que durante varias noches me limité a darle los tranquilizantes y por si acaso, las pastillas para el dolor. Sin embargo, hace días decidí revisar las cámaras del interior y exterior del hospital, por simple curiosidad, desde la computadora de la recepción donde usualmente duermo y creo haber descubierto algo que me tiene en vela desde entonces. En la entrada del hospital, a las dos y treinta y ocho de la madrugada, aproximadamente a la hora en que suena la alarma, aparecía una mujer de tés morena y ojos hundidos, que llevaba un vestido café claro y no tenía ni piernas ni brazos. En los vídeos siempre flotaba por los mismos pasillos hasta detenerse frente a la habitación de mi paciente. Luego parecía atravesar la pared y plantarse frente a la camilla por horas y horas, posiblemente porque en silencio, reclamaba el cuerpo que le pertenecía.

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Si algún día

SERGIO H. GARCÍA, NAYARIT, 1995

Si algún día encuentras madre al cuerpo agobiado de tu hijo muerto en las patrias de una habitación llora llora y arráncate el alma desflora el llanto enfréntate al silencio madre que tu cuerpo se convierta en una danza del dolor que nadie olvide que lloras por el cuerpo por cada cabello No olvides la sangre pisoteada y la piel blanca Si algún día madre en alguna patria de una habitación sola encuentras el cuerpo del que fue tu hijo derrumba el cielo corre al olvido y no mires atrás

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Lady, Alejandra Palacios, Chile

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Viernes en la noche

JOEL MENDOZA, MAZATLÁN, 2000

Para quienes injustamente

no están

Alma llegó a su casa a las diez de la noche. Dejó su bolsa sobre la mesa mientras trataba de desatarse la liga del cabello. Tenía los ojos puestos en una ducha con agua tibia mucho antes de salir del trabajo. No tenía ningún plan para esa noche a pesar de ser viernes y mejor decidió tomar un baño, calentar la comida del día anterior y ver la serie que había abandonado. Después dormiría lo necesario porque la farmacia no laboraba los fines de semana. Entró en su recamará y se encontró con la luz encendida. No recordaba haberla dejado así cuando se fue por la tarde. Se quitó el incómodo uniforme de la farmacia y lo arrojó a la cama. No tenía que preocuparse por lavarlo porque no lo usaría en dos días. Se dirigió a buscar ropa en su armario y se dio cuenta de que la ventana estaba abierta. Tenía la costumbre de abrir la ventana cuando sentía calor pero no recordaba haberla abierto. Era una ventana lo suficientemente grande para pasar por ella si doblaba su cuerpo. La cerró y continuó buscando su ropa. Su departamento estaba en el tercer piso y la ventana daba a un callejón que salía a la avenida. Era imposible que alguien pudiese treparse sin ser visto. Se metió al baño para llenar la tina con agua tibia. No le gustaba ducharse con agua fría ni tampoco sentir que se quemaba con el agua caliente. Era uno de los pocos placeres de su pequeño departamento. Regresó a su habitación para tomar su ropa interior limpia y una larga camisa de un chico que había olvidado en una ocasión. Se desnudó por completó para enredarse en una toalla. Apagó la luz de la habitación y se metió en el baño. Tomó un frasco de jabón con aroma a frutos rojos y lo esparció por el agua para hacer espuma. Cuando logró lo que quería, se deshizo de la toalla y entró en la tina. No pudo evitar que el líquido se desbordara al introducir su cuerpo. REVISTA ALCANTARILLA •

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Dejó que el agua la cubriera. No le gustaba hacer otra cosa mientras tomaba la ducha como otras personas que bebían vino o escuchaban música. Ella gozaba a solas con el agua. Los músculos bajo su piel morena se relajaban. Trató de despejar su mente y liberar el estrés que acumulaba por el trabajo, las cuentas y Cory, un chico que le insistía con mensajes para invitarla a salir a pesar de los rechazos de Alma. No es que el chico fuera mal partido. Trabajaba en una oficina y no era feo, pero ella no quería una relación por el momento. Quería enfocarse en ganar dinero para pagar su título de la universidad. Su departamento no era caro, podía pagar el alquiler con el sueldo de la farmacia además de un servicio de internet. Eso sumado a los suministros de comida y artículos personales. No quería depender de nadie. Por eso le gustaban las duchas. Sentía liberación y ocupaba su mente en otras cosas. Salió del baño una hora después. Comenzó a secar su cabello frente al espejo y observó que tenía un moretón en el brazo derecho a la altura del hombro. Daba la impresión de ser un fuerte apretón. No le dolía ni le causaba incomodidad por lo que no le tomó importancia. Se vistió y salió de su habitación. La luz volvía a estar encendida y no se había dado cuenta. Comenzaba a parecerle extraño pero al inspeccionar la habitación no encontró nada fuera de lo común. Si hubiese mirado hacía la ventana se habría percatado de que estaba abierta de nuevo.

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Encendió su televisión para buscar la serie y después fue a la cocina para calentar la comida en el microondas. Siempre había pensado que la comida recalentada sabía mejor. Se sentó en el sofá y comió mientras miraba la televisión pero falló la electricidad. Era medianoche y todo quedó a oscuras. Le daba miedo la oscuridad pero mantuvo la calma. Buscó la bolsa que dejó sobre la mesa para sacar su celular que no había usado hasta ese momento. Vio que no había mensajes de los vecinos preguntando por el apagón, solo estaba el mensaje de Cory que había ignorado. Decidió permanecer en el sofá hasta que todo regresara a la normalidad. Estaba por abrir su red social cuando unas manos la tomaron por la espalda y la levantaron con fuerza del sofá haciéndola caer. Trató de gritar al instante pero sintió que la amordazaban. Pataleó para impulsarse pero un fuerte golpe la hizo caer hacia atrás. Perdió la noción el tiempo suficiente para ser arrastrada para apoyarla en la pared. Sintió cómo un hilillo de sangre bajaba por el costado de su ojo izquierdo. —Así me gusta —era una voz de hombre que conocía pero no recordaba de dónde—, vestida así me ahorras todo el trabajo. La jalaron de los pies y su espalda impactó contra el suelo. Pataleó y lanzó golpes a la oscuridad sin acertar. —Hueles muy bien. Entonces reconoció la voz de todos los audios que le había enviado con la intención de invitarla a salir. Trató de gritar pero la mordaza se lo impedía. Sintió cómo el cuerpo de su agresor se encaramaba sobre ella y comenzaba a besarle el cuello a pesar de los arañazos de la chica. Su camisa se desprendió de un tirón quedando solo en ropa interior y el sujeto la golpeó entre los ojos dejándola fuera de batalla. Todo le comenzó a dar vueltas. Sus parpados amenazaban con cerrarse y dejarla inconsciente. Pero de pronto, volvió la luz. La televisión se encendió y Alma pudo ver cómo el rostro de Cory se elevaba frente a su cara. Su cuerpo comenzaba a flotar por encima de ella. Escuchó que profirió un grito descomunal que nunca le había escuchado REVISTA ALCANTARILLA •

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a un hombre y segundos después su cuerpo se impactó repetidas veces contra la pared sin tocar el suelo. Alma pensó que era un alucinación provocada por el fuerte golpe en la cabeza, pero todo sonaba real. Alcanzó a ver cómo el cuerpo caía al suelo antes de que todo se volviera negro… Alma regresó al departamento al mediodía siguiente. Los vecinos ayudaron después de escuchar el doloroso grito en su departamento y los fuertes golpes en la pared. Cuando entró fue directo al armario. Sacó una fotografía que había guardado durante años. La miró con ternura mientras sus lágrimas inundaban su rostro. —Sé que fuiste tú —le dijo a la fotografía. En la foto se distinguía una niña con rasgos idénticos a los de Alma. Era Jazz, su hermana gemela. Había desaparecido cuando solo tenía once años. La encontraron sin vida a orillas de la ciudad. Los motivos era mejor no recordarlos. Ese era el único recuerdo físico que tenía de su hermana. Se echó a llorar mientras veía a la niña sonriente que le devolvía la mirada y recordó algo: el moretón que tenía después de la ducha. Jazz hacía algo para llamar su atención cuando Alma la ignoraba. Siempre la jalaba por el brazo.

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EL CALLEJÓN

ABDI DÍAZ, CHIHUAHUA

Nunca había sentido tanto deseo por algo, o, mejor dicho, por alguien, sentir que las entrañas te queman durante el día y la ansiedad destrozando tu pecho por las noches para saciar tu tormento únicamente al verla salir de su trabajo caminando con su falda corta, una camisa blanca que acentuaba su figura. Trabajaba al final de la calle, llevando papas fritas y hamburguesas grasientas a las familias obesas que llegaban al establecimiento, jamás entenderé como alguien podía desperdiciar de tal modo un pedazo de carne, meterlo entre dos panes y llenarlos de aderezos. Cada noche la observaba, a veces desde la distancia, en algunas ocasiones tan cerca que podía sentir mi aliento en su nuca causándole una extraña sensación, erizando su piel, obligándola a volver sus ojos sobre sus pasos buscándome, ella sabía que estaba ahí, pero era incapaz de alcanzarme con su mirada. Conocía a la perfección su rutina; llegaba a medio día y sobre la media noche salía, por la puerta de atrás, para deshacerse de la basura, luego se encaminaba por el callejón, lo cruzaba rápidamente, demasiado rápido para mi gusto, sin dejarme apreciarla, olerla, tal vez tocarla, pero era entendible, una mujer como ella no debería andar sola por las calles, pero la ansiaba, la anhelaba, era necesaria para poder seguir vivo, seguir caminando por estas frías y malolientes calles de concreto deseando llenarme de ella. Los días y las noches trascurrían con una lentitud mortal mientras ella caminaba por aquel callejón, embriagándome cada vez más con su aroma, torturándome con su ignorancia, su bárbaro desconocimiento de mi existencia en aquella obscuridad, pero la paciencia es un don que pocos seres tienen, desde luego yo era el más paciente de todos. Finalmente, mi espera brindó frutos. REVISTA ALCANTARILLA •

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Ella salió a la hora acostumbrada, el cielo sobre su cabeza comenzaba a cerrarse, la temperatura descendió y el viento soplaba cada vez con mayor ímpetu; una tormenta se acercaba desde el oriente. ¿Era el momento adecuado para realizar mi fantasía? No, no era así. No estaba sola aquella noche, ella caminaba y reía con alguien más, sonreía y hablaba con otra persona ¿Quién era ella? ¿Quién era aquel hombre? Durante días, semanas y meses ella sentía mi presencia, recordaba mi esencia en aquel callejón, pero ahora había alguien más. Me irritaba, me molestaba, solo sentía furia al verla y oírla hablar con él. ¿Quién era? ¿Qué hacía con ella cuando terminaba su jornada? ¿Era pareja? ¿Su novio? No importaba; lo odiaba, era mi némesis, mi rival… Los vi caminar por aquel callejón. Odio, no puedo decir nada más, es lo único que puedo decir, odio descomunal, odio enfermizo, odio sin sentido por aquella pobre alma, odio y repudio era lo único que sentía. La sangre subió por mi corazón agitado. Era el momento, se habían burlado de mí. Cerré mis ojos y respiré lentamente… Ellos caminaron por el callejón, hablando de cosas que no entendía; viajes y compañía, amor e hijos, pasión y vejez, pero no era posible, no era posible. REVISTA ALCANTARILLA •

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El vapor acarició el concreto y ellos rieron. Rápidamente me levanté a sus espaldas. Ella detuvo en seco, recordó mi fría presencia en su espalda, erizando sus vellos y sentí un escalofrió recorrer su espalda. Yo estaba delante de ellos fijando mis ojos en los suyos; un grito, su grito se ahogó en mis garras, mientras un gemido se perdía entre mis dedos. Aquel extraño sangraba desde el cuello, recorriendo un rio carmesí desde su garganta hasta sus tobillos. Había muerto sin siquiera saber que había pasado. Pero ella me veía fijamente; veía mis colmillos, las garras sangrantes en mis manos, el pelaje desproporcionado. Con mis manos tome su cuello, delicadamente, pero ella sabía que le deparaba el destino, su traición era la muerte y yo su verdugo, su carne era mi aliento y mi alimento. La levanté por encima del suelo, azotándola contra un muro de concreto en un rincón del callejón – Eres mía… –Fue único que pude decir mientras hundía mis colmillos en su hombro –Eres mía y solo mía –Gritaba y gemía mientras separaba su piel de sus huesos. Rápidamente la devoré, cual cordero en el matadero fue mi presa, mi víctima, mis deseos por su cuerpo se transformaron en un festín de sangre y jirones de piel. Ella finalmente fue mía…

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Hombre dental, Fabián Arreola, Mazatlán

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Patología

Mutaciones Artes Didácticas Experimentaciones

PATOLOGIA Nace en 2017 en Mazatlán, Sinaloa desde una costilla de Acción Pedante.

PATOLOGIA no es arte y está harta de los que piensan que sea arte. Su gozosa presencia actúa en una época complicada: se ven cosas de todos colores y eso siempre significa que algo pinta muy mal. Algunos pintan peor aún. Para no hablar del rojo se habla de peligro amarillo y se proponen distracciones amarillistas. A otros si les quitas el rojo se quedan sin posibilidad de expresión.

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Sube y baja el alerta por el virus chino pero ninguno se fija bien en el horóscopo. Los amigos de los amigos lo conocen muy bien y se preparan para otro festín: siempre es el año de la rata. El presupuesto tirado crea el tiradero y define el tirador. La visión química se vuelve alucinación colectiva, el olfato económico no se fija en la podredumbre, el gusto científico por la cocina prepara el cochinero, la exaltación psicológica del tacto lleva a la ceguera selectiva. El supuesto derrame cultural viaja rápido y cómodo: utiliza sólo Primera Pus. Algunos construyen nuevos, bonitos e incluyentes recintos de primera con confeti, pelucas, disfraces, tacos, tacones, taquizas, taquiones, luces, proyecciones y alambre de puás.

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Los actores de las farsas celebran e invitan a sus carnales, a los héroes populares y a los actores de las novelas para encubrir las tragedias: saben construir leyendas para que la fábula siga adelante. Lluvia de estrellas y el paraguas en CUL tura. Cuenta mucho el territorio del cuerpo pero ninguno habla de la violación al cuerpo del territorio. El cuerpo del Estado cuenta menos del estado del cuerpo, el nuevo Estadio más que el estado del arte. En cada caso triunfa el estadio del espejo. Se expresa desdén para la mujer-objeto y el hombreobjeto a traves del arteobjeto, lo que parece objetivamente motivación suficiente para mover críticas objetivas. Los sujetos exitosos y los intelectuales inspirados para lucir más grandes de lo que son se olvidan de espirar y expiran sin darse cuenta pero

sorprendentemente siguen produciendo y proponiendo. Los electos a representar eligen los elegidos para representar para que la representación sea representada sin representar más que su propia representación. Los pagos son un problema de todos los otros artistas y las quejas del gremio contra la vergüenza suben de volumen periodicamente, pero los chorros siguen sólo para algunos y los churros se quedan la solución para todos los demás. Proliferan las plataformas que son formas para aumentar la plata: cada quien se propone de Ayud-arte, Trag-arte, Exaltarte, Exhal-arte. En frente a esos impresionantes milagros PATOLOGIA preguntó al arte y a la cultura su opinión. El arte contestó que se queda laico y pide educadamente a todos esos dioses pedorros que se haga menos por él y en su nombre. Cultura como a menudo hace ni siquiera contestó. Squack.

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EL SILENCIO PERFECTO ES BLANCO

PAULO NEO, ARGENTINA, 1980

A veces sueño con un silencio absoluto, una especie de prado de mucha blancura, porque el silencio perfecto es blanco, todo mundo sabe eso, un lugar donde los autos se arrastran mudos y ni siquiera el ladrido de los perros se alcanza a percibir, como sueño, la cosa funciona perfecta, el problema como siempre, es la realidad y lo difícil de hacer que una cosa se ajuste a la otra y al revés, mi esposa piensa que la engaño y es mejor así, como iba a explicarle las salidas por el barrio después de la medianoche o la vuelta justo antes de que amanezca, con el sol ya amenazando y el hambre cerrándome la garganta como una cuerda vieja y rasposa, los pies mojados y la ropa húmeda por la bruma, vivir en los suburbios no es nada fácil, uno se pasa el día trabajando y cuando llega a su casa tiene que lidiar con los hijos del vecino, con los mendigos y los policías corruptos y con el gordo del kiosco que vende falopa de noche y arregla taxis o los borrachos que se tambalean en la vereda vomitando y subiéndose encima de los perros y las adolescentes empastilladas, lo bueno es que nadie se preocupa demasiado cuando alguno desaparece sin dejar rastros, a lo mucho, algunas preguntas que tienen siempre la misma respuesta, yo no vi nada, ni escuché nada, de vez en cuando, desvelado, escribo repetidamente la palabra silencio, cien veces, doscientas, quinientas, un millón, lo que sea, hasta calmarme un poco y poder volver a intentar el sueño, mi esposa me da la espalda y se tapa con la almohada, diciéndome cuanto me odia con esos gestos fingidos, un poco dramáticos, un poco de novela barata de celos constantes, por eso ahora me pongo a escribir esto, para intentar explicar que cada una de esas desapariciones tiene una especie de justificación estética, o mejor dicho, auditiva: a veces sueño con un silencio absoluto.

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Mutaciones Artes Didácticas Experimentaciones

Presenta:

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De cuatro a seis

MASHA, CIUDAD DE MÉXICO, 1987

Mitzi tiene bonita voz, mientras habla, me imagino arrancando cachito tras cachito de su cara hasta descubrir cuándo el timbre de sus palabras deja de sumergirme en la fantasía. ¿Se verá igual sin dientes? Si pudiera despegar cada pieza del rosa de sus encías, luego las mejillas, después la nariz hasta que el hueco en su cráneo enmarcado por la sangre distorsiona el sonido, como una bocina achatada o un silbato roto, sin la última pizca de belleza que alguna vez atrajo mi atención. A ese tipo no lo conozco, es la primera vez que compartimos clase y me repugna; su cabello despeinado, la barba larga y el tartamudeo de su habla al momento de dar una opinión. Creo que se llama Lázaro, y cuando participa se lleva la mano a la cara para hacerse el interesante. ¿Cómo luciría sin dedos?, ¿y cómo sin quijada?, una maraña de pelos colgando en vez de labios, empapada por el correr de saliva mezclada con sangre… Pero el que más me divierte es el maestro. Quiero tomar un cuchillo, apuñalar su imagen en mi pantalla e introducir el metal desde un oído al otro. Disfrutar de sus gritos a la vez que alguien más graba la clase para después subir en partes el video a TikTok: “Maestro muere en plena clase”. Me conformo con contemplarlo, deslizo el filo del cuchillo sobre mi dedo hasta que escuece, y con las gotas que escurren coloreo el contorno del señor López, poco a poco hasta que la pantalla está por completo roja. Qué bonita se ve así Mitzi, y hasta el tal Lázaro me parece simpático, luego el maestro, a quien parecen sangrarle los ojos, dice mi nombre, pero no contesto mientras disfruto de la fugacidad de mi obra, un lapso de placer en estas dos tediosas horas. Vuelven a decir mi nombre, pero no respondo, solo suspiro con profundidad en lo que controlo el latir de mi pecho encendido y me llevo el dedo a los labios en un beso enamorado, silencio que es roto hasta que escucho a alguien preguntarse ¿por qué nunca enciendo mi cámara? REVISTA ALCANTARILLA •

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LO INDECIBLE

GABRIELA MRZ, CIUDAD DE MÉXICO, 1997

Te despiertas otro lunes más, después de un domingo en solitario. Los domingos son para estar en familia, salir al parque a pasear, a comer a un restaurante, pero tú estás solo. Desearías que no fuera lunes, aunque de todas formas ¿qué harías si no tuvieras que ir a trabajar? ¿en qué te distraerías? ¿con quién pasarías el rato? No encuentras respuestas a todas esas interrogantes. Odias los lunes porque presagian una semana terrible, igual a todas las semanas anteriores desde hace ya más de veinte años. Te ves obligado a hacerte un desayuno insípido como todas las mañanas, siempre lo mismo: avena con un café desabrido. Te lavas la cara frente al espejo del baño para descubrir cada vez más arrugas sobre tu rostro, notas una cana más que se ha agregado a la colección. Sientes el pasar del tiempo, no puedes frenarlo, la vejez te asusta, te asusta la soledad, te asusta la muerte…aunque en cualquier caso ya has estado solo todo este tiempo ¿qué más da una eternidad en solitario? Te diriges hacia el trabajo en el mismo colectivo de toda la vida, el chofer te conoce y te sonríe levemente. Te sientas en el mismo asiento: el del lado de la ventana de la cuarta fila, siempre te sientas ahí para ver el paisaje urbano y estar cerca de la puerta de salida. A veces te ganan ese asiento, hoy es uno de esos días, te sientes molesto. De las pocas cosas que pueden darte un poco de placer —ver la calle y sentir la contaminada brisa citadina— te han quitado hasta esa oportunidad. ¿No pueden acaso conseguirse otro asiento? Habiendo tantos en el colectivo y escogen justo ése, la vida siempre encuentra cómo hacerte sentir miserable. Olvidas ese incidente. Caminas hacia el trabajo, llevas laborando en esa tienda departamental ya muchos años. Sin embargo, nunca te han ascendido, nunca te han subido el sueldo, ni siquiera se han portado amables contigo. No te invitan a los cumpleaños, no te saludan al entrar, pareces un fantasma, siempre pasando desapercibido. REVISTA ALCANTARILLA •

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Ni siquiera recuerdan tu nombre: “¿Roberto? No, Rubén…no, espera, ya lo tengo Rogelio”. No, no y no. No vale la pena recordárselos, pronto lo volverán a olvidar. Te diriges hacia tu guardarropa para ponerte el uniforme. No lo has lavado aún, todavía tiene la mancha de cuando comías helado al salir del trabajo un viernes por la tarde. Se te ha olvidado lavarlo pero también has decidido no hacerlo para recordar un momento que te brindó aunque sea un ápice de felicidad. Esta mancha simboliza un momento agradable de tu día, tranquilo, viendo el atardecer. No querías volver a casa —regresar significa encontrarte a solas contigo mismo y eso te asusta— aun así debías retornar ya que ¿a dónde más irías? No tienes amigos, ni siquiera conocidos. A veces vas al parque a sentarte en las bancas esperando que alguien hable contigo. Algunos vagabundos se acercan a ti y hablan tonterías sin sentido, tú los escuchas e inclusive charlas un poco con ellos. Es una forma de distraerte. Desearías ir al cine, a las galerías, a un restaurante, pero no te animas. No tiene sentido, sería lo mismo, seguirías sintiéndote solo. Lo que quieres es disfrutar de un poco de compañía, no te importa la comida, ni siquiera crees saber apreciar el arte, sólo quieres sentirte querido, escuchado, cuando menos por un instante.

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Limpias la tienda dejando impecable hasta el recoveco más difícil de limpiar, no tienes nada más que hacer así que procuras hacer bien tu trabajo. No eres bueno en ninguna otra área, así que al menos debes serlo en lo que te da de comer. Te convences de que tu trabajo como limpiador es esencial, aun cuando pase desapercibido la mayoría de las veces y aun cuando la gente no lo valore. ¿Acaso la gente querría ir a comprar a una tienda sucia y maloliente? Estás seguro de que si no fuera por ti, las ventas disminuirían. La tienda luce impecable, te sientes orgulloso de tu trabajo pero pronto se disipa ese pensamiento. Recuerdas a tus colegas de la escuela ¿qué habrá sido de ellos? Escuché que unos son doctores, otros ingenieros, ojalá hubieras estudiado una carrera como ellos, probablemente no tendrías que estar ahí. Nunca has viajado, no tienes el dinero suficiente, pero has visto muchas películas en tu tiempo libre y te gusta fantasear…te imaginas estando en Europa, en América, en Asia. Eres un reconocido profesionista. “Al terminar saca la basura, Rogelio.” Te interrumpe una voz aguda, no te deja seguir soñando. “Me llamo Rafael.” – piensas para tus adentros. Navidad está cerca, las tiendas ya están adornadas y escuchas villancicos y luces con tonadas alegres en cada esquina, pero tú te sientes triste. Esta época es la más difícil. Desearías tener una gran familia con quien preparar la cena navideña, con quienes abrir regalos, con quienes compartir. Sin embargo, estás solo. Regresas a casa día tras día, exhausto. Querrías no tener que seguir trabajando, estar pensionado, no obstante probablemente dicha oportunidad nunca llegue para ti. Te vas a dormir con miedo de escuchar la alarma al día siguiente. Siempre lo mismo día tras día, no puedes frenar el tiempo, mas lo ansías. Vuelves a la tienda departamental, los estantes se ven desacomodados, sucios, hay polvo entre los paquetes de cereal, pero tú ya no puedes hacer nada. Desearías limpiarlos pero ese ya no es asunto tuyo. Ya no tienes hambre, ni sueño, ni sed, te encuentras en un estado de terrible apatía… pese a que desde hacía ya varios años lo experimentabas de la misma manera. Desearías que alguien se acordara de ti, que alguien te extrañara, que alguien te llamara… nadie lo hace. REVISTA ALCANTARILLA •

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Sientes ganas de llorar…no puedes, estás vacío, es como si te hubieran drenado. No quieres volver a casa, cualquier sitio antes que regresar a ese lugar, a pesar de que al final del día será inevitable. Siempre terminarás volviendo. En la tienda al menos escuchas las conversaciones de los demás, oyes las risas de los niños, ves a las parejas de enamorados, eso te hace sentir vivo de nuevo…incluso si no son tus experiencias, te gusta sentir que las compartes con los demás clientes. Repetirás este proceso día tras día, tratarás de quedarte más tiempo en la tienda, incluso cuando ya haya cerrado. Soñarás con un viaje a la playa, con aquella vez que comiste ese helado de vainilla que tanto te gustó, harás todo lo posible por olvidar esa imagen horrorosa, palpitante y constante de tu cuerpo yacente sobre el piso de la cocina: con moscas alrededor, con la piel azulada y los miembros cada vez más hinchados, tus ojos perdidos en la inmensidad y un olor terrible a muerte y pena que desprende el cuerpo e inunda la pieza. Harás todo lo posible por evitar regresar, pero todos los esfuerzos serán inútiles. Estás atado a este espacio, eres preso del tiempo. El ciclo se repetirá una y otra vez. Ojalá pudieras despertar. Ojalá todo esto fuera un sueño. O más bien, ojalá pudieras dormir para siempre. Todavía nadie se ha dado cuenta y no crees que nadie lo haga. No quieres verte en aquel estado, donde ya ni siquiera te reconoces, así que es mejor salir a distraerse un rato si de igual modo estás condenado a volver.

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GOTEO

NAMELESS524, GUERRERO, 2001

Su respiración acelerada hace eco en las húmedas baldosas. En una esquina, el lento goteo de un grifo descompuesto suena como una canción. Parpadea un par de veces, intentando acostumbrarse a la repentina oscuridad sin lograrlo. Se lleva una mano a la frente para limpiar el sudor, sintiendo la calidez del nuevo líquido bajar espeso por su rostro. El aire apesta a óxido, puede sentirlo impregnado en su paladar, denso como la melaza, tóxico como el más puro veneno. Las arcadas lo hacen doblarse por la mitad, su cuerpo rechazando con la poca fuerza que le queda ese familiar olor. Se recarga en una pared, sintiendo los fríos azulejos bajo sus dedos, al tiempo que vacía la bilis de su estómago en el sucio piso. La saliva sale espumosa, ahogándolo en el proceso. Al final, sus piernas terminan cediendo, haciéndolo caer de rodillas en el áspero suelo de aquella oscura habitación. Pequeños espasmos hacen su cuerpo estremecer mientras él intenta tomar una bocanada profunda. El goteo del grifo lo está volviendo loco, cada vez más rápido, siempre presente. Se sienta en ese sucio piso, espalda recargada en la fría pared, contando las gotas que caen, sintiendo cómo la cordura se desliza entre sus dedos como un hilo de plata. Las luces se encienden todas al mismo tiempo sin previo aviso. Lo encandilan. REVISTA ALCANTARILLA •

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Alza una mano para evitar que las bombillas le derritan los ojos. La fría luz azul de los focos se refleja en las baldosas y en los charcos, deformándose en espirales rosáceos y violetas a sus pies. Ve sus manos, un caos de uñas rotas y heridas con costras sanguinolentas cubre su piel. En una esquina, un nudo de piernas y brazos doblados en ángulos antinaturales proyecta sombras enfermizas en el piso de concreto. El leve lloriqueo de un hombre se escucha desde la esquina opuesta. Tiene el cabello castaño pegado a su cabeza por el agua y la ropa sucia. Es un bulto, apenas humano, un hombre adulto que se abraza a sus piernas conteniendo los sollozos como un niño asustado. Su mirada se clava en la de él, sintiendo el miedo en los ojos avellana como propio, atragantándose con el terror que percibe. Sabe que debería estar aterrado, pero el cansancio es abrumador. El hombre se hace un poco más pequeño en su esquina, rehuyendo al contacto visual. Balbucea algo que él no puede entender con su voz rota cuando él se acerca para quedar a su lado. —No… —Murmura el desconocido con urgencia, intentando atravesar la pared—. Por favor, no… Te lo imploro. Se acerca con paso lento, casi arrastrando sus pies. Sus pisadas resuenan en las paredes, ecos húmedos causados por los azulejos y el techo alto de esa pequeña habitación. Lo único que acompaña a ese sonido son los lamentos del hombre y el goteo del grifo. Sonríe, tomándose su tiempo para llegar al otro lado de la habitación, atento a cada movimiento que el hombre hace. Su corazón se acelera, lo puede escuchar en sus oídos, puede sentir la sangre recorriendo sus venas a toda velocidad. Cuando llega a la esquina, se sienta a su lado y clava la mirada en la pared de enfrente. El hombre apesta a suciedad. —¿Sabes cómo arreglar un grifo que gotea? —pregunta, alargando cada una de las sílabas. Es casi como si estuviera cantando. Voltea a ver al desconocido, quien sólo niega con la cabeza con los ojos bien abiertos— .Es una lástima. Agacha su mirada hacia el piso de cemento, buscando el brillo metálico a un costado. Le sonríe a su reflejo, entendiendo por qué ese hombre está tan aterrado. REVISTA ALCANTARILLA •

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Ve su rostro, manchado de rojo. Su otrora pulcro cabello cae despeinado sobre sus ojos, concediéndole una sombra amenazadora. La cortada en su pómulo se empieza a hinchar, carmesí sobre lívido. Sus ropas no están en mejores condiciones. Siente lástima, ahí va su camisa favorita. Pasa su lastimada mano por su cabello, intentando acomodarlo un poco sin lograrlo. El hombre le suelta un golpe sin avisar, directo en la nariz. El impacto del codo ajeno hace que su cabeza golpee contra los azulejos; el sonido de uno rompiéndose hace eco en los ensordecidos oídos ajenos. El mundo da vueltas a su alrededor y su visión se torna negra por un segundo. Toma con fuerza el cuchillo, sus lastimados nudillos se tornan blancos. La ira se ha apoderado de él. Ve al hombre al otro lado de la habitación, parado al lado de la pila de partes muertas, sus descalzos pies sobre el escarlata charco. La sonrisa en su rostro se enancha más cuando el desconocido se da cuenta de lo que ha hecho al ver su reflejo en el espejo que cuelga sobre la colección de cuerpos. Corre hacia él con renovadas energías gracias a la adrenalina, casi resbalando con uno de los charcos. Las luces parpadean un segundo, apenas suficiente para que uno de los dos se descuide. REVISTA ALCANTARILLA •

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Lo toma por la nuca con fuerza, clavando sus dedos en la piel ajena, y azota su cabeza un par de veces en la pared, agrietando un azulejo más. Pero el hombre no se da por vencido, echando su cuerpo hacia atrás, ganando un poco de tiempo. Rompe el pequeño espejo, miles de pedazos caen en una lluvia de cristales y cubren el piso; el rojo charco se apresura a tragarlos. En la palma de su mano, un trozo de gran tamaño se abre paso en su piel. Cuando él vuelve a arremeter contra el hombre, el desconocido se defiende clavando esa improvisada arma en su abdomen. Retrocede un par de pasos, llevándose las manos a su nueva herida, sin poder creer que ese desperdicio de humano lo haya herido. Arremete con más violencia, clavando sus ojos inyectados de sangre e ira en su presa. El extraño se sabe condenado… Lo vuelve a tomar de la nuca, golpeando su cabeza contra la pared una, dos, mil veces; hasta que lo único que queda es un amasijo de carne y dientes inhumano. Lanza el cuerpo sin vida del hombre a la esquina, procediendo a clavar su cuchillo una y otra vez, abriéndose paso entre la piel y los músculos. Se deleita con el tronar de los tendones cuando sucumben a la presión. El olor a óxido es todo lo que se puede respirar en su pequeña esquina. Los sonidos húmedos son todo lo que se escucha en la oscuridad, los focos han vuelto a apagarse. Todo lo que se oye son los restos siendo apilados y la respiración irregular del hombre que hace el trabajo sucio. El dolor en su abdomen, ahí donde el pedazo de espejo aún descansa, está a punto de volverlo loco. Eso y los bajos sollozos de la chica que se esconde en una esquina. —¿Sabes cómo coser una herida? —pero la chica niega con la cabeza, su labio inferior tiembla anunciando el llanto—. Es una lástima —murmura viendo su reflejo.

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Circe, Alejandra Palacios, Chile

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"POST-GRUNGE // ALTERNATIVE ROCK"

CONCEPTO

"INCLUSO EN EL PEOR MOMENTO DE SOLEDAD Y DESFALCO ECONÓMICO, O LA CRUDA MÁS FATAL, LA MÚSICA NUNCA NOS ABANDONARÁ, YA QUE OFRECE EL PARÉNTESIS NECESARIO". EUSEBIO RUVALCABA

La historia de "Mientras Tanto" comienza el verano del 2013 en la ciudad de Mazatlán, estado de Sinaloa, con influencias de rock/metal alternativo sus integrantes buscan desarrollar esa creatividad que han ganado de la

mano de escuchar a sus idolos (en su mayoría actos de 90's y 00's). En 2015 editan el LP "Ecualizador". Con una alineación de tres integrantes que inicio con Jésus Alejandro en el bajo, Miguel Rochín en la guitarra, vocalista y compositor y Carlos Hinojosa en la batería, que en el 2016 fue suplantado por Oscar Polanco. Su genero es el Post-Grunge combinando un poco el Rock Alternativo. REVISTA ALCANTARILLA •

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ANTECEDENTES

Desde el lanzamiento de "Ecualizador" con dos Videoclips de la tercera y ultima canción tituladas "Placebo" y "Espina" respectivamente. Se han ido soltando sencillos como L.B.A.L.V, Control, Catarsis, Cero a la Izquierda y Para Escapar, siendo este ultimo lo más reciente de la banda. Con participaciones que van desde lo local como lo es Carpa Alterna o el Festival de Rock Sinaloa hasta presentaciones en Durango y Nayarit. Compartiendo y colaborando así, con muchas bandas amigas de Ensenada, Los Toda nuestra ira, confusión, Mochis, Culiacán, La Cruz, Mazatlán, esperanzas y sueños. Es catarsis Durango, Escuinapa, Tepic, y Guadalajara. musical en busca de una salida. Ten sión y liberación musical desde el 2013. Dicho de otra manera, nuestras letras representan el día a día y/o los sucesos de la vida misma.

LETRAS

FUTURO El futuro es prometedor... Existen canciones, demos y muy buenos prospectos en camino. Para Escapar, es en realidad una canción que se termino un par de años atrás, en cambio "Mártir" a pesar de estar presente en todas nuestras presentaciones desde el 2016, no hay más que una sesión por parte de Carpa Alterna, pero eso no quiere decir que hayamos dejado de componer. Hay un aproximado de 5 a 7 canciones ya listas, con nuevas tematicas, mucho feeling, bajos, riffs, y ritmos brutales, que esperamos pronto todos puedan escuchar. REVISTA ALCANTARILLA •

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LA SORPRESA

SEBASTIÁN LÓPEZ, CIUDAD DE MÉXICO, 2000

La palabra sangre, esa palabra suprema, tan rica en misterios, sufrimientos y terrores. Edgar Allan Poe, Las aventuras de Arthur Gordon Pym.

Uno. “Te compré una pulsera, pero cierra los ojos antes de verla, es una sorpresa”, dijo Elizabeth. Mientras ella hablaba y daba introducción a su regalo, Emilio veía el cielo. Estar sentado en el pasto siempre le pareció un momento privilegiado para apreciarlo, siempre había admirado sus formas, sus colores, sus texturas. Decía, incluso, que era lo único que le gustaba ver. En ese momento, por ejemplo, a las siete y veintidós, horario de invierno, el sol comenzaba su despedida por el horizonte y golpeaba a una nube que recibía contenta aquel golpe. Tomando formas redondeadas, abultadas “parecen mil rostros encimados, retorcidos, pero hermosos”, pensó Emilio. Las nubes y el cielo se reconocían, en fin, como quien se mira en un espejo. Cuando Emilio tomó conciencia de lo que su compañera había dicho, cerró los ojos con nerviosismo. No pasaron ni quince segundos cuando ella remató la sorpresa “ya puedes abrirlos”, dijo. Pero él no los abrió, ni a los quince, ni a los treinta, ni a los dos minutos, ni cuando ella intentó hacerle ver por la fuerza. —¿Ahora qué te pasa? –preguntó ella tomándolo de una mano. —Creo que prolongué demasiado la sorpresa, ahora ya no quiero ver nada – se explicó él. El mundo es una sorpresa y yo ya no quiero sorprenderme. —¿Entonces no piensas abrir los ojos? —Entonces no pienso abrir los ojos. Ella no dijo más, solo caminó y guío en su paseo por el parque a aquel ciego de estreno. No se sorprendió, porque sabía que su compañero era un muchacho azaroso y de ocurrencias. Un día podía despertar con el sueño de ser cirquero, tocar cumbia, andar en monociclo o bailar sobre patines. REVISTA ALCANTARILLA •

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Querer ser ciego era solo uno más de sus anhelos momentáneos. Dos. En la televisión anunciaban en todo canal y principalmente a la hora de la comida, por ser hora pico al automóvil familiar del momento. En la imagen se veía a un hombre con cara de ejecutivo, cuyos gestos transmitían confianza al televidente, invitaba a comprar el nuevo Glantz 2020. Presumían tres cualidades: seguridad, comodidad y suavidad en el manejo “¡NO HACE RUIDO CUANDO ENCIENDE!”, presumía la mujer del comercial, cuya mueca expresaba sorpresa. REVISTA ALCANTARILLA •

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Al final, el hombre-cara-de-ejecutivo subía al auto, lo arrancaba sin que sonase ruido alguno y lo conducía suavemente por la autopista. En el automóvil no se escuchaban ni el motor, ni las llantas, ni el viento golpeando la carrocería. Tres. —Pero repíteme una vez y ya ¿Por qué dices que no quieres ver más? – insistió ella. —Porque ya no tolero la sorpresa de la vista. Dicen que son privilegios, pero para mí son puros abusos. La vida es una sorpresa Elizabeth. El factor sorpresa radica en la vista. No quiero ver más la mirada de disgusto de los demás, los demás que me juzgan, que me desprecian. No quiero ver rostros de odio ni de ironía. Quiero que todo sean puras sensaciones, puros sonidos. Caricias, sensaciones, compases, ritmos que endulzan el oído. —Yo no te entiendo Emilio. Te acompaño a tu casa de todos modos. Elizabeth intentó levantarse para acompañarlo, pero él la detuvo. -No me levantes. Ni me acompañes-. Hablo mientras se enderezaba y se limpiaba la tierra y las ramas de la ropa- Yo me regreso solo, si no, ¿cómo aprenderé esto de estar ciego si te llevo como mi lazarillo a todas partes? Y sin más, Emilio, novicio en las artes de ser ciego, caminó a tientas, dando pequeños pasos, hasta encontrar la salida del parque. Cuatro. El muy promocionado Glantz modelo 2020, rodaba suavemente a ochenta kilómetros por hora sobre la avenida. Los vidrios polarizados, no permitían ver quién era el piloto de aquella máquina. No era publicidad engañosa, el Glantz cumplía lo que prometía, cuando rodaba uno no escuchaba ni el motor, ni las llantas, ni los mosquitos que eran golpeados por el parabrisas. Emilio, ciego principiante, tampoco escuchó a esa tonelada de acero en movimiento cuando le pasó encima y lo mató. Otra oferta de la publicidad que era cierta, la seguridad del conductor. Después de pisar todas las vértebras de Emilio, el piloto estaba ileso y se dio a la fuga con facilidad. REVISTA ALCANTARILLA •

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De Emilio solo quedaron reconocibles los globos oculares que tanto odiaba, porque estos saltaron de sus cavidades cuando la llanta delantera izquierda le pisó el cráneo. Cuando su madre reconoció como su hijo a esos restos entremezclados, esa fresca carne molida y fría que olía a muerte, lo reconoció por los ojos “Son los de su padre”, dijo sollozando. Solo una cosa se le arruinó al internacionalmente famoso Glantz 2020, una mano de Emilio quedó atorada en la llanta trasera derecha y un hueso arrastraba atorado en el escape del coche, por lo que el automóvil dejó de ser tan silencioso como presumía. La mano atrapada hacía crujir al auto cada que cambiaba de velocidades y el hueso, que presumía ser parte de la pierna, chillaba cuando se conducía a más de cuarenta kilómetros por hora. Emilio no se sorprendió. Ni ese día, ni nunca más encontró la sorpresa de la vista. Sus sentidos se apagaron en su totalidad. Silencio…

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HOY NO ES UN DÍA SOLEADO

EDUARDO GARCÍA, DURANGO,1995

Hay heridas que duelen más porque ya no se sienten sangran en silencio, riegan los senderos de un tiempo que amenaza repetirse. Ni perdón, sólo olvido diseminándose en las conciencias... Aún amanece rojo. Corre la tinta de las voces que pregonan justicia y libertad, la juventud robada por las huestes del Estado Mayor, por los heraldos que anuncian el fin, batallón Olimpia, las balas, los ríos sanguinolentos que corren por nuestras venas. Herencia maldita, enfermedad que aún carcome los recuerdos y lo que queda en alguna fosa de la realidad. Que retumben los ecos de la sangre en las memorias perdidas, hoy hablemos por los que no lo hicieron más, por los innombrables, hoy por los rostros y las consignas disueltas por la censura y el tiempo, hoy no es otro día soleado... Hoy por mi raza hablará el espíritu...

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ENSAYO DE UNA CALLE

HAMLET G. MORFO, MICHOACÁN, 1996

Llevando cargando sobre su dignidad el nombre de un torturador este paisaje de cemento, terracería y cables comienza donde termina una calzada y empieza una plataforma rodeada de estructuras de cartón que quienes habitan ahí, entre humo, llaman hogar. Es común ver una silueta humana descansando sobre la acera de una cancha deportiva con piso gris y duro ubicada en seguida de las casitas de cartón. Dicen que a lo largo de esa acera asustan, que se aparecen figuras antropomórficas camufladas de sombra durante las noches. En medio de tan tétrica calle es posible observar, así como una cueva, un refugio color verde y enseguida se encuentra una carnicería famosa por sus dueños, apodados “mata-perros” y muy respetados. Les dicen así porque cada que se acerca un perro callejero a su negocio le disparan con una escopeta o los matan a patadas. Esta calle termina donde hay un río rojo, un río que siempre se desborda debido a los desperdicios de las congeladoras que lo rodean y tapan la vista de un árbol. Un árbol donde me gustaba fumar marihuana antes de que tan incomprensible calle sufriera una plaga de policías, militares y estos individuos que gustan de la venta de droga característica de nuestra protagonista calle. Ahora es muy distinto… aquel individuo que gustaba de descansar en las aceras de la calle se hizo famoso cuando una niña de 9 años lo mató dos días después de que este la penetrara con un tubo de metal, las cámaras comprobaron que aquellas sombrescas figuras de forma humana que se aparecían en las aceras eran personas que se valían de su camuflaje de sombra para asaltar a la gente. El refugio de color verde, mi refugio que llamo hogar es desolador después de que la civilización no entró en razón aquel día en que la calle en que vivo se tornó de color del río, roja. En esos tiempos sentía miedo (creo). REVISTA ALCANTARILLA •

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Ahora ya no es miedo lo que siento. Es la miseria y su compañía cristalina. Más que miedo es horror lo que provoca la calle donde habito. Pero no es miedo.

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EN UN DÍA COMO ESTE

LUCAS VELARDE, MAZATLÁN, 2001

Eligió este día, uno como cualquier otro, uno sin importancia, en el que cien personas murieron en una cárcel en Ecuador.

Los lobos de números no aullan al compañero caído, tienen miedo al creciente dragón rojo bate sus alas al otro lado del mundo.

Cuando las mujeres de Afganistán son devueltas a sus casas a tiros y mi ciudad la pintaron en verde.

Hace días no sé de un cantante que creía en sueños, recorriendo bares con sus cuerdas y guitarra, Gritarán su nombre por la ciudad hoy, mañana y pasado.

En mi barrio agua achocolatada no permite bañarse sin oler extraño, la calle está destartalada los autos esperan verla de nuevo.

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Mi hogar se cae a piezas, máquinas traquetean, facturas llegan y llegan; el dinero no... El planeta camina, balas corren, lágrimas transmutan en cerveza y la sangre en mi patio es vino. El mundo no se detiene, lo sé muy bien, ya se lo ordené, una y otra vez. Todos tienen todos tienen digan lo que Para mí: Hoy

algo que hacer, sus lamentos, digan de este día. mi perro a muerto.

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Secuestro

FERNANDA SARMIENTO, MAZATLÁN, 1999

Callejón oscuro. ¿Tomar el camino largo o el corto? Me arriesgo con el corto. “Padre nuestro que estas en el cielo, santificado sea tu nombre, venga nosotros tu reino, hágase su voluntad en la tierra como en el cielo...” Voy a paso rápido con la vista al frente. Nadie viene atrás, nadie se acerca. De repente alguien sale del bote de basura, y me pone algo en la nariz que me hace dormir. Despierto. Tambor en el pecho. Oscuridad. Me muevo. Trato de saber dónde estoy. La cajuela es muy grande parece ser una combi, quiero ver al conductor, pero una barrera negra no deja que vea quien lleva ese carro. ¿Qué hago? El terror recorre mis venas. Es un secuestro. Me quitaron mi bolso, mi dinero y mi teléfono. No se ve afuera. Empujo con todas mis fuerzas la puerta para salir, pero parece que mis piernas son de pluma. Lloro. Pido al cielo por un milagro. Pienso en mamá, papá y agradezco que no sea mi hermana la que tenga que pasar por esto. El carro se detiene, escucho que alguien sale y cierra la puerta de adelante. ¿Luchar por mi vida o hacer como que duermo? En cuanto abren la puerta el instinto de supervivencia se apodera de mi ser. Trato de saltar de la combi, pero el hombre con pasamontañas negro me toma del cabello y me detiene. Estamos en un bosque. REVISTA ALCANTARILLA •

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No se ve habitable. Solo árboles y pinos. Frio y silencio. Un palazo en la cabeza hace que quede inconsciente. Despierto por el sabor a sangre en mi boca; viene de mi cabeza. Noche negra. Por un rato creo estar sola, pero después de unos minutos escucho respiraciones. No son una, son varias. - ¿Hola? ¿Hola? . Nadie responde. - ¿Hola? -Hola. - responde una voz suave. Se levanta, prende la luz y se acerca a mí. No sé cómo reaccionar cuando veo nueve niños a mi alrededor. Todos me miran con extrañez. Son pequeños; tienen entre cinco y diez años. Yo tengo veinte Comienzo a llorar sin control, no puedo calmarme. La que parece ser la más grande se acerca a mí y me abraza. -Todos se pusieron así cuando llegaron. La niña que se llama María, dice que ya perdió la cuenta de cuanto tiene ahí, pero es más de un año. Me presenta a los niños; Andrés, Lucas, Sofia, Regina, Carlos, David, Esmeralda, Estefany. El más pequeño tiene cuatro y ella, la más grande tiene diez. María llego cuando ninguno de esos niños había llegado. Un día María se cansó de llorar, y se dedicó a escuchar a qué hora “los malos” se iban de casa y cuando traerían la comida, la cual les pasaban por una pequeña puerta para cachorros.

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Esa noche no dormí pensando como salvar a esos niños. Como salvarme yo. Recordé la pequeña puerta para perros, seria cuestión de mandar al más pequeño por la puerta, que recogiera la llave que dijo María dejan colgada junto al comedor y a correr por nuestras vidas. Al día siguiente lo hicimos. Les dije a todos que se tomaran de la mano, que corrieran tras de mí sin detenerse; lo hicieron. Andrés el más pequeño se cayó. Los malos se acercaban. ¿Salvarlo? Le dije a María que no parara, fui con Andrés. Los malos venían, no quedaba otra opción que correr hacia la casa, nos metimos al primer cuarto, nos escondimos bajo la cama. Paso una hora, dos horas, tres horas… Alguien de bastón entro. En el espejo pude ver un hombre vestido de mago, capa roja, sombrero negro, ojos de fuego. Vi que se agachaba. Nos sonrió con malicia. Abrace a Andrés con todas mis fuerzas. Despierto. Ríos de sudor helado. Una pesadilla. Trato de sentarme para tomar agua, pero no puedo estoy atada. No estoy en mi casa. Esta no es mi cama. La cabeza va explotarme. Una llave se escucha en la puerta. Sollozos se escuchan a mi alrededor. Mi cuerpo tiene heridas abiertas, marcas de agujas, y siento sangre brotar de mis ojos La pesadilla apenas comienza… REVISTA ALCANTARILLA •

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LA CITA

AJEDSUS BALCAZAR PADILLA, CHIAPAS

Mi nueva novia me invitó a cenar en su casa. La había conocido mediante citas en línea y tan pronto la vi, me enamoré completamente de ella. Era reservada, pero manejaba un espléndido sentido del humor, además de que tenía un rostro angelical. —He preparado este clericó especialmente para ti, cariño — dijo y me guiñó el ojo. Ella sabía que me gustaba mucho el vino. —Que considerada eres, muñeca. Te quiero. Me sirvió una gran copa y al tomarla, tenía un sabor delicioso, con un pequeño toque ácido agridulce. —He sido muy feliz al conocerte Javier. Al principio pensaba que serías un gordo con manías gamer, pero resultaste ser muy guapo y ...con una piel tan tersa y suave —mencionó ella con tono seductor, mientras pasaba sus dedos sobre mis corpulentos brazos. Empecé a reír y le agradecí el cumplido. Aunque sonaba un poco insultante, pero gracioso a la vez. Ya habíamos forjado una confianza de semanas para ello. REVISTA ALCANTARILLA •

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—Tú también eres muy preciosa, cariño —dije y le di un pequeño beso en su mejilla. Ella se levantó de la silla y se dirigió hacia mí. Me abrazó y me susurró al oído, erizándome la piel. —Vamos a la alcoba. Quiero darte una probadita de lo que puedo hacer. Su libidinosa mirada, me había excitado y mi miembro se puso firme. La seguí. Me jaló a la cama y me aventó. Ella tenía un enorme armario de madera dentro de su habitación.

—Te mostraré mi secreto, amor —dijo y abrió las puertas de par a par.

Pude ver dentro que existían unas especies de pieles humanas que colgaba de tétricos ganchos de metal. Me levanté de sobresalto, con mucho temor ante aquel grotesco panorama. —Me gusta coleccionar pieles de los hombres con quienes salgo. Esta vez te la quitaré a ti. Descuida, haré el amor con tu frío cuerpo después de despellejarte… Mi vista empezó a nublarse poco a poco y perdí fuerza de mis extremidades. No lograba hablar y mis palabras eran ahogadas por un fatal cansancio. Con esfuerzo intenté levantarme, pero caí fulminado en la cama. Viendo cómo la preciosa chica se acercaba, cargando unos filosos cuchillos. —Duerme, querido. Que los somníferos te hagan tener un hermoso sueño... Tras aquello, la joven me quitó la piel con sumo cuidado. Poco a poco se fueron mostrando mis fibrosos músculos y las venas sangrantes. Todo el cuarto se envolvió de un rojo carmesí, mientras sonaba un poco de música clásica de fondo. Para esa misma tarde, posiblemente sería un estofado de amante para su delicado paladar.

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NO ES FICCIÓN

VIVI PAGE, PUEBLA

Primer acto Siente que alguien la sigue. Precipita el paso. Sus zapatos con tacón de cinco centímetros hacen un ruido a ritmo constante al pisar el concreto sucio de la ciudad desolada. Lo sabía, ella sabía que no debía andar sola en la calle a la una de la mañana. Pensó que una noche al año no hacía daño. El frío de noviembre va contra ella, abrocha su abrigo gris qué tanto le gusta combinar con aquel conjunto guinda. Cambia de acera y aprieta el paso. La siguen, por supuesto, ya es un hecho. Comienza a correr. Su persecutor que guarda cinco metros de distancia atrás de ella también acelera. La atrapa. Saca de su saco un martillo. La cara del asesino se llena de sudor, saliva, sangre fresca, pedazos de carne y un diente. Sonríe y lame las gotas en sus labios. Si alguien desde su casa está escuchando, prefiere ignorar el acto y continúa viendo la televisión. El periódico matutino del sábado 14 de noviembre anuncia otra muerte similar, el mismo modus operandi, se trata de un asesino serial. Sospechan que buscan a un hombre negro de 1.70 metros de altura, de entre veinte y veinticinco años. Diarios de nota roja se venden a diestra y siniestra en las en los puestos de periódico.

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Segundo acto Mira su vestido rojo manchado, se siente un poco triste, es su vestido favorito arruinado por una pobre decoración de sangre. Suspira y guarda el arma en su bolso. Ni modo, gajes del oficio, piensa. Ella nunca lo planea, si se encuentra a alguien que le despierte el deseo de matar, simplemente lo hace. Aunque conoce gente diferente: cazadores, les dicen, planean bien su trabajo y eligen con cuidado a su víctima. En casa la espera un cazador, así que sí, conoce bien ese tipo de personas. A ella, en cambio, le excita lo espontáneo, lo pasional y grotesco. En su opinión, no se comparan las escenas sangrientas de las películas con la realidad. Sentir su martillo destrozando un cráneo le maravilla sobre todo porque no es tan fácil como parece, se requiere de cierta práctica. Aún recuerda su primera vez, simplemente golpeó al marido de su madre con un palo de madera que encontró en el camino. Un golpe bien dado y el grandulón cayó al suelo pero no se murió y eso, descubrió después, fue lo peor. Con el tiempo agarró práctica y conoció el martillo, nunca volvió a asesinar con otro instrumento. Tercer acto Dos mujeres hacen el amor. En el buró descansan dos martillos viejos. En una bolsa para basura tirada en el suelo se encuentra ropa ensangrentada. De fondo suena la radio sintonizando el noticiero del 23 de diciembre: otro homicidio en la ciudad, la victima vuelve a ser un hombre, vinculan este caso con el asesino del martillo, al parecer no tiene un tipo de victima en específico.

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Puedo besar tu herida, Alejandra Palacios, Chile

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R E V I S T A

ALCANTARILLA DIRECCIÓN JULIO ZATARAIN

CONSEJO EDITORIAL ANA COMPEÁN ANTONIO RODERICI JULIO ZATARAIN LUCAS VELARDE

CORRECCIÓN DE ESTILO JULIO ZATARAIN

DISEÑO DE ARTE ANTONIO RODERICI

Todas las obras en esta edición son propiedad de sus respectivos autores. Queda, por lo tanto, prohibida la reproducción total o parcial de los contenidos de esta publicación. Por otro lado, esta publicación no se responsabiliza de las opiniones o comentarios expresados por los autores en sus obras.

Alcantarilla es una revista mensual de difusión de arte, con enfoques literarios, impresa en Mazatlán, Sinaloa, México, de alcances globales vía internet, organizada, impresa y difundida de manera independiente por el colectivo literario La Ballena Literata.

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