TUMBA
Nameless524, Guerrero, 2001
Este nombre no es mío. Este cuerpo nunca me perteneció.
Que no te engañe lo que dice esa lápida, esta no es mi tumba.
Morí antes de poder vivir, no hubo primavera para mí.
Mi gran metamorfosis nunca llegó.
Lo que veía en el espejo era un demonio que se alimentaba de mi alma.
Cada día, cada hora, Cada segundo sentía la piel de alguien más sobre mí.
Una máscara de mi cara, debajo, lágrimas de ácido y sal que lavaban heridas autoinfligidas.
No te cortes el cabello, no se te ocurra pensarlo.
¿No ves que estoy muriendo?
La piel que me cubre es muy pesada, no puedo soportarlo.
No quiero soportarlo.
Tuve que vivir una vida que no era mía, me obligaron a hacerlo.
Tuve que mirarme al espejo y sonreír, mientras por dentro me quemaba y moría.
Mamá, ¿Por qué no ves que estoy muriendo?
Ella me dijo que prefería una hija muerta a un hijo. Papá, ¿Por qué no ves que me duele?
Nunca he sido tu princesa.
¿Tanto les cuesta verme a mí?
El demonio en el espejo me pide que me arranque la piel, que clave mis mordisqueadas uñas y abra ríos de sangre en mi rostro.
Quizás eso lave los restos de maquillaje de la noche anterior.
No quiero escuchar al demonio en el espejo.
Sus palabras, dulce veneno, se cuelan en mis oídos por las noches, pronuncian mi nombre, el real, piden a susurros que viva.
Pasé del armario a la tumba, no hubo cuna para mí.
Ellos pronuncian el nombre de otra persona, alguien que nunca existió, quien no me deja vivir. Siento su pesado pie encima de mi cuello.
Ella sonríe y repite su nombre como una maldición.
Mamá, no graves en piedra un nombre que no es mío.
¿No ves que yo nunca fui esa persona?
Papá, mírame, nunca me salió pelo en pecho.
Mírame.
Por favor.
¿Qué foto usarán en mi funeral?
Si no recuerdo la última vez que le sonreí a una cámara
Mamá, por favor no llores, la persona que entierras no fue real. Papá, no permitas que hagan esto con mi cuerpo.
Estaba tan cansado de siempre ser fuerte…
¿Por qué espero que los gusanos que devoran mis ojos me vean?
Si ni la tumba que me contiene sabe mi nombre.
UN MOMENTO
ARRIBA
Giovanni C. López, Los Reyes Acaquilpan, 2006Amamáhayquedecirle: Todavíatengocuatroextremidades SabineNúñez mi nombre es claro lo impuro es la realidad que se margina que no existe ¿qué no existe? mis paredes hechas jaula inician pelea a pelea y mis deseos son un grano de arroz cada que alguien me llueve y me siento mojado siempre más mojado más mojado no he encontrado cómo exprimirme me gusta la lluvia pero no este tipo de lluvia que inunda hasta mis pies y me deja sin casa que hace que haya un choque en mi cabeza un alivio estruendoso despejando mi cielo me quedo blanco
CORREO EN LA
PAPELERA DE MI ESPOSA
Carolina Vega, Mazatlán, 2000Sé que no te gusta hablar de esto porque crees que estoy confundida y sólo necesito seguirlo intentando. Pero, mamá, ya tengo veintiocho años. A mi edad ya debería saber lo que me gusta. Siempre dices que algún día llegará el indicado o la indicada, ¿y cuándo es eso? Siento que llevo mucho tiempo alimentando al reloj. Y sí, sí tengo libido e igual a otros me puedo enamorar o pensar que alguien es atractivo, mas no de esa forma. No me veo participando en algo sexual.
Quizá algún día quiera tener hijos y todo eso, pero para mí es difícil mantener una relación incluso con alguien que insiste en besarme.
Te confieso que sí intenté experimentar sólo por presión y al final decidí no obligarme a hacer algo que no quiero. Sé que no todos somos así. Puedo decir con seguridad que algunos de misamigos no son vírgenes, pero sí la mayoría, porque simplemente hemos decidido darle más impor-tancia a otras cosas. El sexo no lo es todo en la vida. Hay otras miles de actividades que prefiero hacer y nada de eso debería afectar tu forma de verme. Sólo pido que me entiendas. Además, se supone que formamos parte de la comunidad LGBTIQ, pero he ido a sus eventos y siento que son demasiado sexuales.
¿Qué pasa con quienes no somos así? Creo que sería algo incómodo para mí asistir de nuevo el próximo año. Al menos yo soy más tranquila y por eso mismo, ahora formo parte de un grupo ACE, y es justo eso a lo que quería llegar.
Se supone que eres mi madre y que me apoyas en todo, pero en los últimos años, poro mismo de no habernos visto por la pandemia, he notado que me escribes menos. Podré ser asexual pero aún tengo sentimientos. Por eso espero que podamos hablar más seguido y te pueda contar mis aventuras aquí en Canadá. Siento que te estás perdiendo de mucho por no querer responderme. He conocido muchas personas como yo y ahora tengo más amigos. Hace un año terminé mi maestría y tengo un nuevo gato llamado Michu. No sé si recuerdas que tenía otro llamado Pelusa
Ese se perdió hace una semana y me he pasado la tarde pegando carteles para encontrarlo.
Quizá luego podamos platicar en persona y ponernos al día. Realmente es triste para mí que hayas dejado de hablarme por mi orientación sexual, pero quiero que sepas que no estoy molesta contigo ni con papá, y que si alguna vez quieres volver a verme, estaré encantada de invitarte una taza de café. Te quiere, tu hija Melissa. .
LA VANA
TERRAFORMACIÓN
DE GAIA IV
Ramón Verdín, Los Mochis, 1989 ARoberto: temerecesunplaneta ysóloteofrezcouncuentoLo que puedo ver es una simple manifestación de mis reacciones químicas y emocionales: todo es mentira hasta que resulta medido, determiné después de finalizar mi relación con Apolo.
Luego de cinco años increíbles, la monotonía se hizo evidente y ni la terraformación de Gaia VI hizo más llevadera la situación. Nuestra misión no era permanente: desde Isis verificábamos el comporta-miento de los gases nobles en la atmósfera del planeta y nos marchábamos, recalibrábamos instrumentos y volvíamos eventualmente. Cada tanto tiempo, cotejábamos la estabilidad de los elementos similares a aquellos abundantes en la Tierra y de la actividad volcánica, encomiendas más sencillas que la manifestación de las emociones humanas.
-Tus actitudes infantiles me matan, Orfeo-, me espetó Apolo antes de completar el penúltimo reporte.
Quiero terminar esto y largarme, no voy a dar pie a una discusión-, expresé con los ojos y manos pegadas al ordenador.
Me evades, ¡hazme caso cuando te hablo!-, me gritó Orfeo al tiempo que giró bruscamente mi mentón hacia él.
Tomé un comunicador de mi escritorio: -¡Aléjate! No quiero que la situación crezca, nadie tiene porqué enterarse que nuestra relación terminó. Qué afán el tuyo de evidenciar nuestras fallas… -.
-Eres un pendejo, eso es lo que pasa-, imaginar que mis conductas erráticas originalmente le fascinaban.
Él no confiaba más en mí, le felicito. Yo tenía al menos un mes platicando con Gitón, un chico de enormes ojos café y cintura estrecha que trabaja en las Unidades de Patrullaje en la Central y que está al tanto de mis particulares situaciones con Apolo. Gitón conocía su talento para engatusar, así como su temperamento bélico, idéntico a las placas tectónicas de Gaia VI, por lo que mantuvo sana distancia.
Luego de tres semanas, arribó una nueva tripulación a cumplir nuestras tareas.
-El deterioro de Isis es notable, por turbinas fueron reemplazadas recientemente, pero es mejor no arriesgarse-, aclaré impersonalmente a los recién llegados.
-Entendido, oficial. ¿Las bitácoras
están completas?-.
-Actualizadas y puntuales-, fue el comentario de despedida. Antes de ingresar al transportador, Apolo me tomó de la mano.
-¿Quieres que cambie algo?No te lo puedo pedir. Es hora de cerrar este ciclo de lesiones y continuar viviendo. Ambos tenemos puertos seguros a los que llegaremos, hay que ser sinceros. Una vez que regresemos a la Central, estaría bien reconsiderar nuestra relación-, mencioné a Apolo mientras abordábamos el vehículo de retorno.
-¿Es por el guardia? ¿Gitón?-.
-Es por una serie de errores que cometimos. Es por mis arrebatos de inmadurez y por tus desplantes de intolerancia, no me soportas y no podemos dirigirnos la palabra sin alzar la voz, justo como en este momento-.
Los vi platicando hace unos meses. Creí que sería pasajero, pero recuperaste un brillo especial desde entonces, aquel que conmigo perdiste-.
-¿Eso piensas?-.
-No, ensayé ese diálogo varias semanas-.
-Gracias-.
Los exámenes oncológicos y el lapso de observación pasó, fueron horas de eternidad. Tras disolver definitivamente el vínculo que me unía a Apolo, ocupaba platicar con Gitón, abrazarlo, decirle que siempre esperé una persona como él y que me dejaría llevar hasta donde fuera posible, renunciaría a Exploración, dejaría de arriesgar el pellejo para refugiarme en la academia: compartiría ahora mis experiencias con las frescas generaciones de cadetes.
Busqué a Gitón con premura. Estaba en la estación de recreo con ceñidos pantalones de vinilo que marcaban sus
piernas, una camisa de algodón a mangas que revelaba el tatuaje tribal de su hombro izquierdo, yo iba aún con las ropas oficiales.
-¿Qué tal? ¿Qué progresos hubo en Gaia VI?-.
-No muchos, los deseables. ¿Ya te dije que me encantas?-
-Siempre, ¡no me veas así! ¡Me intimidas!-.
-Me gustas, Gitón-.
-Claro que no-, comentó, por lo que atraje su nuca hacia mí para besarlo.
-Me gustas mucho y quiero intentarlo contigo-, le susurré mientras lo retuve entre mis brazos.
-Podemos andar y después veremos-, insistió.-
Quiero que seas mi novio.
Tragó saliva y un sí en medio de signos de interrogación salió de sus labios. Sí, le confirmé seriamente. Gitón soltó un par de lágrimas. Sus anteriores relaciones fueron destructivas y sufrió humillaciones que le provocaron cicatrices en el cuerpo y en el alma. Lo recibí entre mis brazos porque no quería que la gente que pasaba alrededor lo viera llorar.
El olor de su cabello era fresco. Tembló un par de veces y secándose los ojos volvió a decir sí. No podía creer esa manifestación tan pura de emociones. Levanté su cara hacia mí.
-¿Vamos a comer, novio?-, pregunté con ternura y evitando reír por romper el emotivo momento, -Vengo muy cansado de la cuarentena-.
PIDEN TEXTOS
Adán Echeverría, TamaulipasEstimados amigos escritores, estimados amigos editores de revistas y portales: textos inéditos sólo se le pueden pedir a un autor si pretendes pagarle por la exclusiva.
Lo real es esto.
En la mayoría de las revistas literarias, impresas o en de las que son solo blogs, pero se anuncian como revistas electrónicas, se tienen alrededor de 10 y 25 (pongamos 50, si queremos ser bondadosos) lectores asiduos en promedio de los textos que en ella se publican (las revistas que ya se han ganado un respeto entre los lectores, y son leías por decenas, cientos, miles de lectores, generalmente pagan por las colaboraciones, e incluso en muchas de ellas solo puedes participar por invitación); y esos 10 o 25 lectores (dijimos que tal vez sean 50), de la gran mayoría de las revistas, son los que publican continuamente en ellas, y muchas veces forman parte de la misma revista: de su consejo editorial, como columnistas o colaboradores invitados. De esta forma, si a un autor se le exige un material inédito, dicho material solamente llegará a esas 50
personas, a esos 50 lectores.
El escribir es un Oficio, además de un arte, requiere tiempo de lectura, tiempo de escribir, tiempo de revisiones, el autor pone todo de sí en sus creaciones, para que al final apenas puedan leerlas ¿50 personas de cada revista? ¿y no pueda publicar su texto en ninguna otra parte?
Lo más importante de la literatura, por ser en sí misma lenguaje, es comunicar, llegar a muchas personas, al mayor número de lectores posible.
Esa es la idea de los grandes tirajes, que las obras puedan llegar a tantas personas como se pueda.
La presencia de revistas, blogs de literatura, permite esto; si el autor puede publicar la misma obra en muchas latitudes, en muchos portales, tendrá más oportunidad de ser leído. Porque si cada portal tiene (volvamos al número) entre 10 a 50 lectores, mientras aparezca en más revistas, la posibilidad de que su obra logre más lectores aumenta para cada revista donde aparezca la obra.
Al final el editor de la revista tiene
reflexionar en esto: No exigir cuando no da.
Dejar de creer que, porque tiene 14 mil visitas, crea que tiene 14 mil lectores, porque pudiera estar, con el tiempo, apenas siendo los mismos lectores-autores de su revista que entran a ver si publicaron bien su texto, y lo vuelven a leer una y otra vez, y eso hace que el contador de entradas se mueva.
Un editor de revistas debería, entonces, tener contadores automatizados que no cuenten sus propias entradas a la revista, que cuenten el IP de los ordenadores diferentes que se conectan, y que pueda diferenciar cuántos IPs de los ordenadores entran cada día, semana, mes, año, para no estar contando el mismo IP, que casi siempre (aunque no todas las veces) podría estar refiriéndose al mismo lector y sus muchas vistas del portal.
Además, deberían de contar con números de referencia como el ISNN (Número Internacional Normalizado para Publicaciones Seriadas), señalar la
fecha de publicación y el lugar desde donde la revista se genera. Querido editor de revistas literarias, si vas a exigir textos inéditos, paga por ellos. Paga por tener esa exclusiva. No esperes que los textos que publicas en tu revista moneticen tu portal o tu blog, porque si eso estás haciendo: monetizando tu blog con los textos que publicas, entonces ¿por qué no pagas a los autores por los textos que voluntariamente te entregan?
Si quieres textos de creación literaria inéditos, paga por ellos. Si no pagas, no debes exigir que una obra sea inédita. Yo te invito a funcionar mejor como un promotor de literatura, compartiendo el trabajo de tus compañeros. Celebra compartir la obra de aquellos que escriben. Vuélvete exigente con la calidad, lo que para ti sea calidad literaria, lo que tú y tu equipo editor consideren su línea editorial, pero no exijas textos inéditos si no pagas por ellos. Tengan algo de ética literaria con sus exigencias..
PAY DE CALABAZA
Itzia. L. P., Tamaulipas, 2001Las hadas que con su habitual danza invocaban el fuego y la lluvia, para así mantener la vida y el calor del bosque, ahora se encontraban perplejas al notar que los elementos no acudían a su llamado, y que el brillo de su verde hogar estaba perdiendo su encanto. Pasaron semanas pero no había cambio alguno en la situación, a lo que las pequeñas criaturas decidieron buscar consejo en la bruja del bosque. Era una hermosa mujer morena de piel clara, huraña y poco paciente, y por esta misma razón las hadas temían pedirle favores, pues las pocas veces que lo hicieron, ella no había sido muy amable al ayudarlas.
La propiedad de la bruja era un espacioso claro en medio del bosque, con un bello arroyo que recorre paralelo a la cabaña. Al llegar se sorprendieron de verla sollozando con despecho sentada en la tierra de sus cultivos y escondiendo el rostro entre sus brazos, los cuales estaban apoyados en una calabaza desprovista del color naranja vibrante que seguramente llegó a tener y que ahora no era más que un desperdicio de alimento.
Las diminutas jóvenes preocupadas por semejante comportamiento en la hermosa mujer que para nada era habitual en ella, se acercaron y le preguntaron:
¡Gran bruja del bosque!, ¿qué la
afligida?
La bruja levantó la cabeza en dirección a ellas.
—¡Estoy angustiada por mis hortalizas y mi ganado! —sollozó —no he podido cosechar mis calabazas de temporada…¡y todo porque la maldita lluvia no se ha presentado en semanas!— dijo empezando a alzar el tono de su voz, y volviendo a esconder su rostro.
Las pequeñas criaturas se miraron unas a otras con los ojos muy abiertos, sabiendo la tormenta de enojo que se avecinaba sobre éstas cuando la bruja recordara que ellas son las responsables del clima y de las estaciones.
Un hada de cabello rojo como el fuego y vestimentas del mismo color, se empezó a acercar a la portadora de magia, con una mirada de enojo y con la determinación de rebatirle su temperamento, pero Purpuria, más sensata, la detuvo por el hombro, y se le adelantó.
Mis más sinceras disculpas a su lamentable situación mi señora, y aún más por la molestia que le causaré al recordarle que nosotras nos encargamos de la lluvia,
EDICIÓNpor lo que somos las causantes de su desgracia… pero quisiera recalcar que por esto mismo hemos venido en socorro de su ayuda, buscando una solución para tal problema —explicó el pequeño ser pelinegro de cabello corto pero femenino que portaba un vestido púrpura y de alas tornasol, mientras hacía una reverencia y veía fijamente a la joven hechicera, encontrándose así sus miradas.
Al pasar unos instantes que parecieron eternos, la bruja, ya roja de la cólera por escuchar sus palabras, finalmente empezó a calmarse al no-tar la transparencia y preocupación honesta en ese par de ojos que la observaban detenidamente, y que de cierta manera le transmitían una sensación de serenidad.
De acuerdo, les ayudaré… y solamente porque están afectando a mis cultivos— agregó un poco berrinchuda pero claramente con tono juguetón.
¡Se lo agradecemos infinitamente! —respondieron al unísono las hadas con expresión de alivio.
Juntas empezaron a generar planteamientos e ideas para llegar a un acuerdo. Después de horas y varias fricciones, finalmente se llegó a la conclusión de que era necesario el nacimiento de un nuevo ser, creado por la conjunción de dos grandes poderes, y el cual simbolizaría la alianza entre brujas y hadas para el equilibrio de la conexión con los elementos.
La naturaleza les había impuesto desde siglos atrás la unificación de dichas especies, mismas que se rechazaban entre sí por el dominio de los bosques. Purpuria, la actual reina de las hadas, de gran serenidad y carisma, se entregaría en unifi-
cación con la temperamental e inteligente hechicera, Natalia, líder del principal aquelarre de brujas.
Ambas tomaron la decisión con agrado pues desde que cruzaron palabra, sintieron un fuerte lazo desde los primeros diálogos y en los días venideros de la planificación.
¡Niñas, ya está lista la cena!—gritó una melodiosa voz desde el interior de una gran cabaña, al otro lado del claro.
Ambas pequeñas dejaron de leer y cerraron el libro rápidamente. Una corría dando saltos de camino a casa, mientras la otra revoloteaba alrededor de su hermana con sus pequeñas alas. —¡Vaya! Como les encanta esa historia — dijo su madre sonriendo sirviéndoles una rebanada de pay de calabaza como postre.
¡Claro mami! —Respondió la más chica de las niñas, moviendo sus alitas de la emoción.
Si, adoro como narras en el libro lo que tú y mamá hicieron con las demás hadas para el regreso de la lluvia al bosque —dijo la hermana mayor.
Pues claro, si gracias a ello pueden comer su postre favorito—mencionó otra mujer que portaba alas lilas tornasol, mientras abrazaba a la bruja.
NECESARIO
Fernanda Cuen/ LAmenor
Lic. en carreras truncas, ENTP, Aries de signo solar, voyager, y cantautora oriunda de Culiacancito, Culiacán, Sinaloa.
Comienza su proyecto musical solista en febrero del 2017 a guitarra y voz; toca, recita y canta su percepción del mundo, desde la letra propia y la popular en bares, algunos eventos culturales y, sobretodo, en las rutas de camión del centro de Culiacán .
Sus canciones no son más que el retrato de un personaje culichi viviendo en las adversidades de una ciudad que se traduce a "pueblo chico/infierno grande" que buscan conmover y/o empatizar desde la confesión y la vulnerabilidad
Actual mente se mantiene como músico independiente y trabaja con los grupos de teatro "L.I.C (Liga Impro Culiacán)" y "La Terca Teatro"
Rosario Castillo
Mi mamá tiene muchos meses mal: se le juntaron los achaques tardíos de la menopausia, la ansiedad, la pandemia y su mamá y papá, mis abuelos, tienen enfermedades degenerativas. Va todos los días a verlos y ellos por su parte, la reconocen un día sí y otro no. A veces pienso que lo que le pasa a ella es parecido a lo que me pasa a mí. Es andar por la vida con los padres a medias. ¿Cómo lidia un matrimonio norteño con la salida del closet de su hija? Ella llora, él calla. Mi papá se refugia en su trabajo, en su cansancio, mi mamá se refugia en su religión, en lo que es correcto, natural. Me encantaría que ahí donde deciden estar, fuera un lugar seguro para mí.
Hace algunos meses, mi mamá me convenció de acompañarla a misa un domingo. En la parte del sermón, el padre empezó a hablar sobre el amor. Pronto me di cuenta que más bien quería hablar sobre lo que no es amor, es decir, todo lo que está mal en el mundo: El sexo sin casarse, la diversidad sexual, las mascotas (como sustituto de hijes) y demás. ¿Qué sabes tú del amor?
Amor para mí, en ese momento, habría sido que mi mamá fuera crítica de lo que escuchaba. Que no estuviera de acuerdo con todo lo que sale de la boca de esta persona que me ataca a mí, y a muchos más. Lista de cosas que no son amor:
Juzgar todo lo que me es ajeno. Hablar de amor sin haber amado. No encontrar aliados en quienes se suponen lo son, eso no es amor
ODIO EL AMOR
Fernanda Sarmiento, Mazatlán, 1999
Odio el amor y sus extensiones.
Un precipicio sin fin por cinco minutos en el cielo. Almasrotas,almasoscuras. Huracanes. Erupción.
Tornado.
Nauseas por el previo encuentro. Percibirtemássoloquenunca. Detesto querer, que no te quieran.
Detesto estar, que no estén. Cuatroinviernoshanpasadoymicuerpoauntiemblaporloqueyasefue.
Odio hablar, ya no hablar
Cuando me gusta alguien, Obligo al alma alejarse. Dejoalapieldecidir, ycuandolapielsienteotrotipodedestello; escapo.
Desarme al corazón.
Lechuza lastimada
La tristeza se acumula dentro del cajón de sueños rotos
Unafosaeterna,nodejafluirelamorqueescondelaheridaqueaunestaen llamas.
Un rio de sangre se forma bajo tus pies.
Te maldice, se burla de tus lágrimas de frustración.
Lograquetepercibasmássoloquenunca
MADONNA
Doris Morrison, Culiacán, 1991El hilo de saliva plateada brilla como telaraña en la lluvia, ante mi boca se mece la expectativa siento el calor, la primera gota desde el centro de mi lengua hasta las rodillas pegadas con obediencia al mármol travertino.
Escupes de nuevo y esta vez me relamo; un beso en la frente una caricia antes de jalar la correa; en cuatro puntos como tu cruz mi cáliz se parte cual mar rojo, frente al altar impregnas en mi vino maldito el puño de tu sotana purpurea.
Me alzo sobre mis stilettos charol bruñido bajo tu fusta de cuero, tu lengua de fuego desgarra al espíritu ¿será su venida? pero Mesías, de un tirón ordenas a mi cuerpo tu cuerpo regresar flotar sobre el suelo.
Beso la punta de plata de tus botas, te idolatro en las alturas, obelisco de calor emanante destello fastuoso carcomiendo mi sexo
desenfrenas el palpitar de mi garganta, deseo arrancar tu manzana envenenada que en rezos me hipnotiza para robar
recuperar de entre tus fauces mi pulpa henchida.
Dador de vida, jala el rosario alza mi rostro como en ruego, pon tu mano que tiñe mis labios abiertos, con paciencia infinita roza tienta muerde incendia el temblor absoluto.
En la séptima caída tu vehemencia descansa, encima de la alfombra en la nave me dejas a deriva; sostenida por un hilo entre la vida y el rocío de tu lasitud. Tu oración busca hogar sobre memorias de la vida entera antes de ÉL, lejos de mis sienes.
A ti, que tomas lo mío por lo tuyo sin preguntarlo que me dejas inmaculada de tu perversión, que el fruto pasado de tu paladar. a mis yemas es calor devuelto, mis súplicas como desvaríos que pretendes ajenos, runas forasteras a lo que concedes Lo ignoras: quemas como incienso.
Estigma adiamantado en mis grietas vacuidad insaciable enganchado el anhelo de volver a encontrar tus muslos con olor a río y secarlos con mi cabello.
DONDE
NACEN
LAS MARIPOSAS
Caroline Cruz, BrasilNegación
Mi menstruación llegó por primera vez a mis 13 años. Ya sabía de qué se trataba, y cuandO vi mi ropa íntima manchada con sangre, exclamé un “¡oh no!” mientras algunas lágrimas salían de mis ojos. Con el calzón a la altura de las rodillas, busqué a mi madre.
- ¡Mira, mamá! – Ella bajó la mirada y subió la sonrisa; primero sonrió con los ojos,
después mostró los dientes. - ¡Te convertiste en mujer, Carol!” Al menos alguien estaba feliz…
El día siguiente a mi menarca fue melancólico. Tan frío y nublado que hasta parecía que la noche había sido parida de forma prematura, a las dos de la tarde. De alguna forma sabía que mi estado de ánimo tenía que ver con la sangre que salía por mi vagina. No pude procesarlo rápidamente y, para ser honesta, aún estoy procesando todo…
Parecía no haber estudiado lo suficiente para saber qué tenía que hacer desde entonces.
Trece años.
Después de poco tiempo, el cuerpo metamorfoseó y, lo que empezó como una transformación gradual y suave, luego se convirtió en un tsunami que llegaba desde el horizonte y no podía ser detenido. Entonces me rendí; cedí espacio al cuerpo que exigía cambios.
Ira.
Tampoco bastó mucho tiempo para que hombres mucho mayores que yo empezaran a mirarme de una manera que dialogaba con un lugar de miedo primitivo e instintivo. No solo por la forma, sino también porque les gustaba exhibir aquellos ojos. No era sutil. Un día, un amigo de la familia, que tenía la edad para ser mi padre, comentó que “ya era hora de empezar a jugar…” con una sonrisa maliciosa estampada en su rostro. En aquel momento entendí la urgencia que todos parecían tener al preguntar si yo ya había menstruado o no.
La sangre era la prueba de que yo ya no era una niña y ahora ellos tenían pase libre para intimidar mi cuerpo como bien quisieran.
Cómodos. Ellos depredadores, yo caza; comencé a evitarles. Una red de apoyo se abrió para mí en el liceo. No sé si existía previamente, pero era, a lo menos, imperceptible para las que aún no habían menstruado. Era como un club secreto donde solo entraba quien tenía la contraseña: “amiga, puedes ver si estoy manchada?” Los comentarios eran siempre cargados de vergüenza, como si no fuera una temática que mereciera naturalidad. Las toallas higiénicas eran traficadas como paquetes de cocaína. En un día soleado, y me acuerdo porque no había una sola alma con un abrigo en la escuela, menstrué.
El chorro de sangre fue expelido después de estornudar y pasaron apenas segundos para que sintiera mi calzón mojado en contacto con mi piel. Esta misma sensación pasó y va a pasar muchas veces durante mi vida, pero como cualquier primera vez, entré en pánico.
Mi intento por esconder la mancha fue en vano y, aquella tarde, todos los cabros me gritaban palabras de odio por dejar la sangre a la vista. Las chicas armaron algún tipo de defensa, pero la hostilidad era tanta que todas nos silenciamos después de un rato. Mi enojo por todo este asunto fue ganando proporciones significativas. Recién había empezado y ya quería la menopausia. Tanto odio en mi pecho me hizo pensar en todas las posibilidades de acabar con el asunto. No quería menstruar más y estaba dispuesta a hacer cualquier cosa para conseguir mi objetivo. Hice lo que cualquier adolescente haría…
Llegué a mi casa en un estado de trance absoluto, encontré un cuchillo puntiagudo y afilado y me metí en el baño. Lloraba mucho. Delante del espejo, pequeño y redondo, corté las puntas de mis dedos y repetí, “ven, llévate mi sangre y te doy mi alma a cambio” por siete veces. Era un ritual de invocación. La gota de sangre corría por mi dedo índice y tan pronto hizo contacto con la superficie del lavamanos, entendí que la invocación había finalizado.
Me veía en el espejo, pero sabía que estaba delante de él, aunque viera mi propia imagen en el reflejo. Mi voz hizo eco en el espacio: ¿Estás segura de que quieres esto? Le señalé que sí y escuché un “está bien”, seguido de una risa burlona que no me hizo sentir miedo, ya que salía de mi propia boca.
Dejé de menstruar. El pacto con Lucifer había funcionado y yo estaba condenada a residir eternamente en el
infierno, pero disfrutaría de toda una vida sin menstruar.
El primer mes fue de puro alivio, pues no tenía ninguna fe de que el pacto hubiera surtido efecto. Me sentía tan libre que vivía, irónicamente, como si estuviera en un comercial de toallas higiénicas.
El segundo mes fue más complejo, empecé a digerir la idea de pasar toda la eternidad quemándome en el fuego del infierno y, obviamente, el miedo de morir me poseyó. No podía darme el lujo de fallecer. El cuerpo comenzó a reaccionar al pacto y mi cara se convirtió en un campo minado de espinillas, los pechos super hinchados y la sospecha de que estaba embarazada surgió cuando dejé de pedir toallas a mi madre.
Mamita lidiaría bien con una hija vendida al Demonio, pero con un embarazo en la adolescencia, ¡no!
Al final del tercer mes, ya no dormía. Escuchaba la risa burlona siempre que intentaba descansar. El Capeta estaba disfrutando con mi sufrimiento.
Negociación
Exhausta, en el mismo espejo en que la vendí, fui a reivindicar mi alma de vuelta. Oré y pedí para que alguien, un adulto, preferentemente, interviniera a mi favor. Aquella noche soñé que caminaba por un valle oscuro, con lama y muy nebuloso.
Perdida, anduve por horas con un cuchillo enterrado en mi cuerpo a la altura del útero. No dolía, pero no lograba quitarlo. Entonces, me encontré con un lago y el agua era roja como sangre. Allí me incliné y vi a alguien en mi propio reflejo: Jesucristo. “¿Por qué?” me preguntó. “No aguanto más...” contesté. “¿Será siempre así?” Él se rió y dijo que yo aún no había descubierto el misterio pero que, en algún momento, este se revelaría. Sacó el cuchillo de mi guata y susurró “Vete y no
Depresión
Desperté menstruadísima; sangre por todos lados, como si aquel lago rojo hubiera sido transportado a las sábanas blancas de mi cama. Nunca hice las paces con el asunto; la menstruación me quitó espacio, apretó y sofocó. Significó mucha pérdida y a la vez me deprimí.
Aceptación
Conversando con una amiga, sin saber muy bien cómo terminar este texto, le pregunté: ¿hay algo positivo en menstruar? Ella pensó por mucho rato y luego dijo un seco y muy chistoso “nada”.
Completó su raciocinio y, sin percibir, dio un lindo discurso sobre la aceptación.
“Sabes... estoy cansada de luchar contra la menstruación. Entonces, estoy aprendiendo a amarme con ella, a gustarme con la menstruación porque será parte de mí durante mucho tiempo… ¡es así! Ya conozco las herramientas que necesito para lidiar con ella y lo hago desde un lugar más empático conmigo misma. No voy a echarme la sangre en la cara, hacer máscaras… o ponerla en las plantas, no… pero he aprendido a gustarme, aunque esté menstruada… Ya basta de todo el odio direccionado a mi cuerpo que proviene desde afuera, de la historia… Estoy cansada de odiarme; entonces... acepto. Yo me acepto.”
La manera en la que dijo todo eso fue como si revelara un gran misterio.
MARTES
Antonious Vazquez, Mazatlán
La muchacha de blusa rosa detiene su andar de sedosos cabellos largos ondulados cómo las olas del mar Toma las fotografías del atardecer
Ella por unos breves minutos es eclipsada por el astro rey inspira, se entusiasma, exhala de nuevo, su palpitar se renueva, sonríe al horizonte al fuego fugaz del atardecer
Inspira de nueva cuenta, sus ojos se estremecen su retina iluminada reflejo del manantial del fuego ese fuego qué cautiva, serena, que besa el alma cómo mis besos
¿Los recuerdas? .
CULPOSOS
Hamlet G. Morfo. MichoacánNo creo que sea sano ni bello hacer las cosas enojado o por una frustración bien pendeja y absurda, bien sin sentido e inexistente. ¿Familia de mierda? sí, ¿amigos sinceros? no. Siempre me han cagado esas mamadas, se me hacen cursis y yo no soy así. ¿Amor romántico? mejor no, me aburre, igual que la escuela o el trabajo. -¡Rechazo total a la adultez!-, digo en mi cabeza mientras me borro con maquillaje una quemadura que me hice en el trabajo, frente al espejo este que siento que se burla de mí y mis pendejadas, de que me maquillo siendo vato. ¡Qué mamadas! quisiera no tener que autoflagelarme para usarlo de excusa y decorar mi rostro con cosméticos. Recuerdo al menos dos veces golpearme yo mismo con los puños en la boca para que se me hincharan o al menos enrojecieran los labios y darme a mí mismo una excusa para pasarme el labial de color como carmín de la caja de maquillajes de mi mamá, o el rosita sabor fresa.
Las uñas como sea; me pinto las de los pies porque no se me ven, pero las de las manos me la pienso porque no quiero que me digan joto, puto o así, luego en el barrio habita mucho pendejo que se desvive para ser más hombre que los demás. Mejor no. -Pinches mentes estúpidas- pienso y me pego en las mejillas con una como raqueta de ping-pong para que se me sonrojen y poder pasar la esponjita color blanco por ellas. Gustos culposos. Digo gustos culposos porque lo hago a escondidas, nadie sabe de tan femeninas tendencias porque es a mí a quien le da vergüenza la idea de que todos se enteren de mi gusto por el maquillaje. No por la familia o amigos, ellos me valen verga, creo que serían los primeros en cagar el palo con sus tonterías de siempre. Es más bien por mí.
Hoy me dejé ciego el ojo derecho, me pegué con un encendedor y no le atiné a donde iba el delineador, me pegué con coraje y frustración y ya no veo más que del ojo izquierdo. -¡Qué buen delineado!- digo en voz alta mientras las lágrimas escurren el maquillaje, que hay en todo mi rostro y mojo un algodón con acetona para limpiarme porque ya va a llegar mi mamá y es preferible que me vea ciego que maquillado con sus pinturas. ¡Debería quebrar este espejo!
DOS MIGUELES
Abel Cortez. MazatlániYolaquise,yavecesella tambiénmequiso.
PabloNeruda.
Miguel es un sobre-viviente de amores compra-dos, ausencias de ternura y de amor a sí mismo. Padece una soledad tan profunda que se confunde con sombras de inviernos fríos que llegan del norte.
Fue niño explotado en las duras faenas del campo; carente de amor y cobijo materno.
Lo conozco hace cuarenta años, con su soledad a cuestas. Un amigo de infancia le ofreció trabajo en Teléfonos de México y se vino a vivir a Mazatlán. Abandonó su pueblo, su esposa, y a sus siete hijos. Desde que se jubiló, hace cinco años, no lo visitan familiares ni ex compañeros de trabajo.
Yo lo veo dos o tres veces por mes. Platicamos de cosas sin importancia, bajo la sombra de un tabachín, que en verano se llena de fuego anaranjado, mientras bebemos cerveza. Le sugiero que busque mujer madura para compartir soledades y reencuentros.
Estás loco-: “Para que quiero mujer vieja si tengo para comprar amores nuevos”
Atardece. Por el oeste se ve un rojo intenso entre colores amarillo-naranja. El canto de las aves alborota la tarde. Se jacta de haber gastado miles de pesos en jovencitas. Tenía una casa en la periferia de Mazatlán donde lo visitaban chavitas de catorce y quince años. Él decía que las de diez y seis años en adelante ya no le gustaban.
Los tiempos son otros ahora. Su sueldo de jubilado ya no le alcanza. En los primeros días de mes no trae un centavo partido por la mitad.
Fue un consumado derrochador, escuchaba el canto de sirenas y gorrones. Los días de quincena se pegaban como chinches y garrapatas. Pagaba bebida, botana y putas. “Arriba Miguel, arriba mi líder”. Él se hinchaba como guajolote en celo, con esos susurros que endulzaban su oído y magnificaban su ego.
Hace ocho meses me compartió sus dudas.
Esa vez percibí un brillo extraño en sus ojos que no le había visto.
- Me dijo-: “¿Te acuerdas de Brenda? ¡Sí, sí, te has de acordar!-. Fui su padrino de quince años. Su familia se opuso a que fuera mi esposa. También, has de recordar, que te comenté que se había ido a vivir con un cholo de la Colonia Estero. Ya no vive con él. No la trataba bien, le ponía unas madrizas cada vez que llegaba borracho y drogado”.
-La recuerdo bien-, hace un año los vi en el mercado de la Juárez, eligiendo un pantalón y una playera para niño. Era Brenda, una belleza frondosa de dieciocho años: piel color durazno, ojos aceitunados y pizpiretos. Su trato era suave y movimientos seductores. Dejaba esparcir sus aromas de mujer joven perfumando el ambiente. Miguel es delgado, moreno, ojos tristes y trato huraño; a veces agresivo. Sonríe poco. La herencia genética de los mayos del norte es visible en su rostro marcado por los vientos del tiempo.
Anochecía. El canto de los grillos se escuchaba cerca, y el viento fresco del oriente acariciaba mi cara.
¿Qué me cuentas de ella?-. Sus ojos miraron el cielo, hizo una pausa para buscar en sus recuerdos y soltó su sentimiento.
“Tiene un niño de tres años, dice
que es mío. Hasta su abuela afirma que no debo dudar, me lo ha dicho varias veces: es igualito a ti”.
Fuimos al Registro Civil, le di mi nombre y apellido. También se llama Miguel.
¿Por qué no te casas por lo civil?Hizo una pausa y fijó su mirada en el horizonte. Las estrellas mitoteras, también, esperaban ansiosas la respuesta.
No, ya lo pensé mucho-.Una sonrisa pícara se asomó por su cara. Pueden pasar dos cosas: “que termine dándome dosis precisas de veneno; o bien, echarme a la calle”. Así estamos mejor, cada quien en su casa. Ya sabes que las pensiones son muy atractivas para las jovencitas. La algarabía de los niños invadieron silencios, y el ladrido de los perros hicieron eco en las estrellas. De nuevo brilló su mirada, sus ojos humedecieron: “Vieras cómo me quiere el niño, en cuanto me ve, corre hacia mí y grita “apá”. “¡Cuándo iba a pensar que a mis setenta y cinco años sería padre de nuevo!”
El silencio viaja con el viento. A lo lejos, muy a lo lejos, se escuchan los murmullos del Mar. Respiro profundo, una breve reflexión me acompaña de mi encuentro con Miguel. Es feliz con el niño, por lo demás, que murmuren las víboras.
THERU ACRÍLICA SOBRE TELA RUBÍ RED
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