MAYO 2021
Samadhi II, técnica nixta, Carolina Garza, Durango
Contenido
No mates al niño, J. R. Spinoza Manifiesto antibukowskiano, Calixto Villaseñor Rabia, Andrea Garza Rutina de limpieza, Itzel Campos Profundo, Ronnie Camacho Barrón Día de visita, Héctor Hernández Dos poemas de Ivonne Aguilera Muertes enquistadas, Ottoniel Herso Quemen todo, Josar Redimidos, Nitz Lerasmo Visita nuestras redes: El Cuentista, Lucas Migdal Revista Alcantarilla Dioptrías de lo divino, Liz Magenta Un sendero hacia la espiritualidad, Luz M. Pineda Paréntesis necesario: No’más porque sí
Concejo Editorial Antonio Roderici Julio Zatarain Lucas Velarde Corrección de Estilo Julio Zatarain Diseño de Arte Adolfo Carvajal
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¡NO MATES AL NIÑO! J. R. Spinoza, Tamaulipas, 1990
¡Nunca jamás! Aunque te persiga el dolor con sus doscientos piratas capitán mutilado barco maldito tiempo transmutado en cocodrilo. ¡No mates al niño! ¡Nunca jamás! Aunque ya no creas en hadas y sólo veas sombreros flor en el olvido víbora reptante veneno que traen los años.
¡No mates al niño! Al contrario fabrica unas alas que sean a medida dale la mano enciende la luz permite que fulguren sus ojos que vuelva Fantasia*. NOTA: Fantasia*: (Sin acento) Hace referencia al mundo de La Historia Interminable la aclamada obra del alemán Michael Ende. Fantasia es el mundo donde todas las historias convergen.
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¡No mates al niño! ¡Nunca jamás! Aunque ya no persigas conejos y hayas perdido la juventud. contador de estrellas, esclavo de gris, hombre que ha olvidado reír.
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Manifiesto antibukowskiano
Calixto Villaseñor (Michoacán, 1993) No soy tu puta, ni tu musa, ni tu concha, ni todas las: a) Formas b) Maneras c) Posiciones d) Partidas e) Rondas que tu poéticapatética aspire a crear. Las generaciones de seudointelectuales que placen de tus poemitas, sufren de chantajes emocionales, quieren mujeres, bebidas, burdeles, pretendiendo una bohemia absurda a base de: a) José José b) Corona c) Mentolados o con cápsula d) Quincenas de salario mínimo e) Octavio Paz
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El lenguaje subversivo y de contenido sexual está restringido en Facebook, de igual manera debería de serlo para: a) Escritos de un viejo indecente b) Pulp c) Factótum d) Cartero e) La senda del perdedor el papel higiénico sigue siendo más cómodo.
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Uno, algunos o todos de los siguientes epítetos cualifican al sujeto nominal: Bukowski: a) Perro b) Maldito c) Maricón d) Asqueroso e) Hijodeputo Estamos hart( )s de las vergas apestosas de escritores melancohólicos, pero sigue siendo un deber la flagelación por motivo: a) Económico b) Recurso literario c) Sugar Daddy d) Trata de personas e) Gusto y placer
Rabia
Andrea Garza (Durango, 1997)
Muerdo la mano de quien me da de comer y afligido pero, no arrepentido pongo la pata contra el gatillo ¡Bang! ¡Ea, pues! ¿No oyes ladrar a los perros?
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¿Y yo yo yo qué hay de mí? soy el perro estúpido que se rasca hasta sangrar y juega a morir en las fauces de otros.
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Me junto con las jaurías voraces de inocencias olvidadas: perros castrados mutilados por sus dueños, perras lascivas, perros sin amo, con los perdidos y nunca encontrados, hijos de perra, perros maricas y a los que alucinan con islas. Aprendí las costumbres bestiales: devoro mi carne para domarme, me escondo para morir, lamo la mano de mi verdugo que me repite: hasta ahora todo va bien hasta ahora todo va bien hasta ahora todo va bien, ¿y dónde entro en todo esto? No soy más que un perro loco.
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Rutina de limpieza
Son las doce de la noche y yo estoy limpiado la alfombra de la sala. Mi esposo la manchó hace rato. Ahora a mi me toca lavarla. Sólo a mí se me ocurrió la genial idea de darle la semana libre a la criada. Estoy arrodillada sobre la alfombra y tallo con un cepillo, intentando no maltratar las fibras. Esta alfombra está hecha de una tela muy costosa. Menos mal la mancha estaba fresca, ha sido fácil de sacar. Voy a la cocina. Sobre la encimera aún quedan los rastros de la cena de hoy. Estoy algo cansada, así que sólo lavo el cuchillo con el que partimos el pan. Las ollas y los platos pueden esperar. Los dejo en remojo. Termino de vaciar la botella de vino tinto en mi copa y tomo un sorbo largo. Tiro por el lavadero del patio el agua sucia de la sala. Voy hacia el gran bote de basura. Quito la tapa y veo el interior. Está lleno, pero aún hay espacio para el cepillo, ya está viejo y raspa más de lo que quita la mugre. Lo aviento y también los guantes que traigo puestos, no me iba a arriesgar a que mi manicura se estropeará. Le hago un nudo a la bolsa y vuelvo a poner la tapa. Creo que es un buen momento para sacar la basura, por la mañana no planeo levantarme temprano y no creo que mi esposo pueda hacerse cargo. Tiro de la asa del bote, pesa bastante. A pesar de las pequeñas ruedas que tiene en la parte inferior, me cuesta arrastrarlo por el pasto recién cortado y meterlo a la casa. Si creía que eso era difícil, ahora tengo que vermelas con que debo sacarlo a la calle. El camión de la basura no ha pasado en una semana. Según porque hay una huelga de los trabajadores o porque la concesionaria del gobierno no les ha pagado o yo que sé, pero el inútil del jefe de colonos no ha podido resolver nada. Yo digo que es porque la junta de colonos tiene conflictos de interés. Ya lo decía mi suegra, debimos haber ahorrado más para comprar una casa en una mejor zona. Pienso en que tampoco puedo dejar el bote afuera, a la espera de que vengan los de la basura cuando tengan ganas. Eso solo provocaría que los animales se arrimasen. Esa es una imagen que en una colonia como esta no se puede permitir. Respiro hondo. Ya sé dónde dejarla. Abro la cajuela de mi camioneta roja. Menos mal es espaciosa, sino sí estaría en problemas. Intento subir el bote de varias maneras, pero solo consigo empezar a sudar a pesar de las bajas temperaturas. Procuro no gritar de la frustración, no vaya a ser que alguno de los vecinos me vea y descubra mi plan. A estas horas todos deberían estar dormidos, es mitad de semana y es temporada de frío. Es mejor que estén en sus camas, bien cobijados. Solo a mi esposo y a mi se nos ocurre terminar de cenar a medianoche. Todo fue culpa suya, hoy llegó bastante tarde, ya ni había nadie en la calle. Pero seguro que él ya ha de estar dormido, hecho bolita. Siempre duerme en esa posición cuando está agotado, “muerto del cansancio” según él. Después de una pelea con el bote de basura, logro subirlo a la cajuela. La cierro y me subo al frente. Abro el portón de la cochera con el control. Salgo y se cierra detrás de mí. En la acera de enfrente está el carro de mi esposo. Han sido infinitas las veces en que le he dicho que mejor lo estacione dentro de la cochera, no vaya a ser que se lo roben o que a él lo asalten al bajarse. Esta zona de la ciudad es conocida por sus robos a autos.
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Itzel Campos (Jalisco, 1997)
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Conduzco a través de las calles, me paso los altos. Quiero llegar lo más pronto posible a mi destino. El olor a basura comienza a inundar la cabina. Llego a mi objetivo. De pronto estoy en las solitarias calles de una zona céntrica, una de esas que tiene el estatuto de barrio tradicional, por lo que intentan mantenerla lo más limpia y ordenada posible. La colonia ha sido pintada de colores vivos y las fincas embargadas fueron restauradas por el gobierno. En cada esquina hay un letrero que dice “Prohibido tirar basura aquí”. Me vale. Me han dicho que aquí recogen la basura cada tercer día por tratarse de un sitio de interés histórico y cultural. Me detengo en el cruce de dos calles. Apago el motor. En la esquina de enfrente hay una casa de altos pisos y enrejado sencillo. No me la pienso más y salgo de la camioneta. Abro la cajuela y saco el bote, esta vez con mayor facilidad. Cruzo la calle mientras lo jalo y luego lo posiciono. Cae sobre uno de los costados y deja salir un poco de su contenido. Lo pateo y luego lo termino de volcar una vez que se aligera el peso. Una de las bolsas se rasgó al vaciarlo, por lo que su contenido se desparrama un poco sobre la acera y deja escapar un hilo de líquido rojizo. Recojo el bote y lo subo a la camioneta. Enciendo el motor y regreso a la casa. Estaciono el auto donde estaba. El bote lo pongo a un lado del portón. Entro a la casa. El vino comienza a hacerme efecto. Veo las cosas un poco borrosas. No debí haberme terminado yo sola el resto de la botella. No enciendo la luz. Me meto a la cama y me duermo de inmediato.
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A la mañana siguiente me despierto tarde. Veo a mi lado y la cama está vacía. Tal vez mi esposo se despertó temprano para irse al trabajo. Llamo a la sirvienta, pero a los pocos minutos recuerdo que le había dado la semana libre para que fuera a su pueblo a las fiestas patronales. Genial, ahora debo hacerme el desayuno yo sola. Me baño rápidamente y me cambio de ropa. Mi celular timbra. Es mi suegra. Está histérica. Urge que vea las noticias, según ella. Mientras enciendo la televisión, busco en el cajón mi cepillo del cabello. Veo que encontraron un cuerpo. El de un hombre. Logran identificarlo por la credencial que llevaba. Es mi esposo. Debido a la resaca, me cuesta entender la información. La mujer que lo descubrió resulta ser su secretaria. Al parecer, lo dejaron dentro de una bolsa de basura afuera de su casa, en el centro de la ciudad. Escucho al reportero dar los detalles. El crímen está siendo investigado bajo el delito de homicidio. La policía anuncia que el cuerpo será trasladado a la morgue para los peritajes correspondientes. Encuentro mi cepillo. Y debajo de él, el acta de nacimiento de una bebé recién nacida, cuyos padres son mi esposo y su secretaria.
Profundo
Desde niño, soñé en convertirme en biólogo marino. Me encantaba pasar horas frente a la playa recogiendo pequeñas conchas, tomando como mascotas a los cangrejos y observando ballenas en el horizonte. Pero mi padre se opuso, quería que estudiara ingeniería aeroespacial y siguiera sus pasos en la NASA diseñando cohetes. Traté de hacerle entender que el mar era mi vida, por su parte, él aseguró que el océano ya no tenía nada que ofrecernos y que era en el espacio donde se encontraba el futuro de la humanidad. Discutimos por horas, hasta que harto, puso un ultimátum, estudiaba lo que él quería o me iba de casa, escogí la segunda. Fue difícil, pero no me rendí y aunque no pude convertirme en biólogo marino, como buzo del ejército, pude estar tan cerca del mar como siempre quise. Pasaron diez años antes de que me reencontrara con mi padre, fue durante una misión en el Triángulo del Diablo, después de un despegue fallido, un componente radiactivo se hundió en la zona y era deber de mi unidad recuperarlo. Cuando me vio, pensé que se alegraría o que al menos se mostraría sorprendido, pero en su lugar, se acercó a mí y me susurró al oído Ahora entenderás por que el futuro está en el espacio, después, sin más explicaciones, se marchó y yo me sumergí. Todo fue normal hasta los novecientos metros. Apenas vislumbramos el objetivo, lo enganchamos con un cable que lo subiría a la superficie, pero cuando estábamos por jalar de éste, un colosal ser blanquecino, con cuerpo de serpiente, rostro de hombre, seis ojos de cabra y un conjunto de cuernos asimilando una corona, apareció ante nosotros. Sin previo aviso, la cosa nos atacó, perdimos a tres elementos antes de reaccionar y en venganza, le hicimos retroceder a base de arpones y pequeños explosivos. Iracunda por nuestra osadía, la criatura abrió la boca y nos lanzó un potente gruñido que aún debajo del agua, reventó nuestros tanques de oxígeno, matando al resto de mis compañeros en el acto. Con las pocas fuerzas que me quedaban me aferré al cable y tiré de este con la esperanza de que también me subieran, mi plan funcionó y mientras ascendía, la bestia trató de alcanzarme, pero le disparé una bengala que, al impactar en uno de sus ojos, le hizo volver a la oscuridad del océano. Al llegar a la superficie, mi padre y su equipo me sacaron del agua junto al objetivo, encendieron motores y de inmediato nos fuimos de ahí. Mientras me recuperaba pude ver cómo todos me miraban
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Ronnie Camacho Barrón (Tamaulipas, 1994)
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consternados, pero no por mi estado, sino porque estaba ahí. Entonces lo entendí, ellos sabían de aquella cosa desde el principio. “Eso”, es la razón por la que exploramos los confines del espacio y nos olvidamos de las profundidades del mar. Después de descubrir lo que se encuentra allá abajo, comencé a buscar una ruta de escape.
Día de visita
Héctor Hernández (San Luis Potosí) Virginia, recién bañada, contemplaba nostálgicamente su juventud, sentada frente al espejo. Todavía llevaba puesta la toalla húmeda que contenía su cabello mojado. Ajustó los broches de su brasier antes de delinearse con cuidado las cejas. Después se pintó los labios con un labial carmín. Se polveó ligeramente la cara. Pasó sus dedos sobre todos los frascos de perfume antes de elegir el aroma más apropiado y ponerse un pantalón negro. Abrió un cajón, buscó unos lentes oscuros, había media docena entre barnices de uñas y cremas corporales. Algunas brochas faciales mantenían su lugar dentro de un pequeño vaso. Del fondo, la mano de Virginia sacó una fotografía enmarcada. Alejandro la abrazaba sonriente. Vestida de amarillo y él, una playera blanca y rayas verdes. El marco de madera tenía un pétalo marchito incrustado. Ella le sacudió el polvo antes de regresarlo a su lugar. Se decidió al fín por el aroma de un perfume. Después se aplicó desodorante, en esa clásica rutina de arriba-abajo, como pinceladas sobre un lienzo. Del joyero, tomó una cadena de oro con un anillo como dije. Tomó otro anillo más pequeño y lo introdujo con suavidad en su dedo índice; la crema untada en sus manos ayudó a que entrara más fácil. Dejó caer la toalla blanca, de inmediato, quedó al descubierto su abundante cabellera negra y risada. Se puso una blusa negra que hacía juego con el color de su pantalón y las botas.
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Primero de noviembre, leyó en el calendario de tortillería que colgaba de la pared. La fecha estaba marcada con un círculo rojo
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Se apresuró a maquillarse. Guardó el desodorante dentro de su bolsa de mano. Salió de su casa y abordó un taxi.
—Al panteón General, por favor –le indicó al taxista.
En el camino, sentía el ritmo de su corazón acelerado. Un dejo de tristeza en su rostro se reflejaba en el cristal de la ventana. Alejandro, caminaba de un lado a otro en la entrada del Panteón General, –el cementerio más grande en la ciudad de Toluca–. Algunas personas llegaban solas, otras en familia, la mayoría en autos, bajando grandes ramos de flores de las cajuelas.
Alejandro miró su reloj con cierta impaciencia. Impaciencia que fue interrumpida momentáneamente cuando vió que un taxi se detuvo frente a la entrada y vio bajar a Virginia. ción.
Alejandro no dejaba de mirarla, pero la recibió con cierta recrimina—¿Ya viste la hora? Ella levantó la mirada.
—No te enojes. Sólo he llegado unos minutos tarde –trató de calmarlo, dándole un beso en la mejilla.
—Está bien –dijo, un poco más relajado.
Recorrieron los puestos antes de entrar al panteón. A esa hora, había una gran cantidad de personas galopadas para comprar flores. El color del cempasúchil resaltaba entre el colorido de la nube, el terciopelo morado, los claveles y los crisantemos. El aroma de todas juntas resultaba nostálgico y agradable.
—Compra las que sea.
—Quiero dos ramos, por favor –le pidió Virginia a una vendedora de edad avanzada; ella tomó distintas flores, cortó los tallos ágilmente con una navaja y las acomodó para que el ramo se viera uniforme. —Aquí tiene –dijo amablemente la señora vestida con delantal verde, entregándole los ramos. Virginia pagó con un billete que sacó de su bolsa. —Gracias –dijo al recibir el cambio. Su voz continuaba siendo animosa. Alejandro sonrió por primera vez.
La aflicción en algunas personas que se marchaban era notable; en contraste, había otras familias sonrientes que comían guisos variados sobre algunas lápidas usadas como mesas. Los enamorados recorrieron algunas veredas hasta llegar ante una lápida de cemento. Ella colocó uno de los ramos encima y conservó el otro. En la esquela leyó con nostalgia: Al recuerdo siempre presente de mi querida madre, Virginia Tovilla. Alejandro sonrió y esperó con paciencia a que terminara de dedicar unas palabras. Al terminar continuaron el recorrido. Virginia se detuvo en otra tumba. Colocó encima el segundo ramo de flores.
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La pareja entró por la puerta principal. En ese horario, caminar entre tanta gente era un poco difícil. El sol caía a plomo. Los sombreros y los paraguas brindaban sombra a las personas. Algunos hombres cargaban botes casi llenos de agua para lavar las tumbas. La mayoría estaban arregladas con flores, globos o juguetes.
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En la esquela, leyó: A mi amado esposo, Alejandro Martínez. Tu recuerdo siempre lo llevo conmigo. Tomó la sortija que colgaba en la cadena de oro y cerró los ojos. Pasó casi una hora sentada en la tumba hasta que unas ennegrecidas nubes se hicieron presentes en el cielo. Una lluvia torrencial se avecinaba. Era hora de retirarse. Casi cerraban. Estar con Alejandro la llenó de alegría, pero también de tristeza. Virginia salió del panteón casi al atardecer. Detuvo al primer taxi que estaba disponible. Antes de abordarlo, volteó hacia la entrada principal donde estaba Alejandro que la miró alejarse, a sabiendas que no volverían a verse hasta el año siguiente.
Dos poemas de Ivonne Aguilera (Chihuahua, 1993)
Falocracia Me fumo un cigarro con la misma velocidad en que los ojos me ven pasar por la calle. De nuevo escucho decir al varón un piropo vulgar y atrevido que va más allá de la línea de la insinuación.
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Va cayendo en mi la vergüenza y rabia de tener la libertad de escoger esa falda aquella mañana.
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Los hombres discutiendo la línea de lo normal confunden libertad con sumisión y se van muy preocupados.
Hombres pecadores de posesivos y la masculinidad se propasa de inconstante. Las señoras y su rosario se miran en el espejo dándose de topes en su condición extrema no admiran la belleza de la mujer independiente la están boicoteando y vamos creando un sabotaje de estereotipos en los cuales estamos sacrificadas. Yo las miro, cansadas y quebradas de un marido que les exige cena y el amor lo arrojan como veneno en las tortillas.
Hablar sólo por hablar o hablar solo, por hablar.
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Hablar es un arte Los políticos lo saben por eso algunos ganan elecciones y se roban nuestro dinero mientras otros no saben de lenguaje y quedan en vergüenza.
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Hablar porque no se comprende: la falta de comunicación nos lleva al fracaso al distanciamiento: ese en el que estamos tú y yo. Yo hablo porque pienso y tú hablas porque tienes boca. Hablar a veces es un arte y a veces un engaño: el fraude que más se comete y el que menos se comprende. El habla es el sentido. La lengua es la herramienta pero de que sirve si tú eres el absurdo y la palabra es el centro del universo.
Muertes enquistadas MAYO 2021
Ottoniel Herso
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Vieja esperanza, no te siento ya en mí; no escucho tu voz entre el eco de silencio que surca mi consciencia.
El lugar cerúleo que ocupabas en la nube gris al interior de mi cráneo, no puede ser llamado lugar porque es un algo lleno de vacío por donde transcurre líquido y putrefacto, el tiempo perdido en el que me voy perdiendo.
inmaterial, persistente, me ha enseñado que cuando se esfuma una esperanza en su lugar queda la certeza de cuanto no pudo ser, de ahí que Certeza y sean para mí sinónimos, muertes enquistadas que constituyen lo real.
vacío,
vacío MAYO 2021
Este
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Sé que un día de tanta realidad estaré perforado, que seré más Caverna que montaña, más Grieta que pared, más Gusano que manzana, y que sólo entonces podré tener la seguridad de que para saber un poco sobre la Vida primero se tiene que estar lleno de certezas, lleno de vacíos.
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Quemen todo JOSAR (Mazatlán, 1994)
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Quemen todo Hasta las nubes Que no quede respaldo de nuestra historia para no seguir repitiendo aquella frase de “quien no conoce la historia está condenado a…” Es mentira Nosotros conocemos Tenemos registros Tenemos archivos Nos la estampan en las calles y en las redes La pintan en los muros de facebook y ciudades
Surge, como lava y eyacula en los semáforos En los vehículos En la publicidad de tu boletín mensual O duerme, vagabunda, debajo de los puentes Yace tirada sin abrigo pidiendo un pedazo de WI-FI
Contrario a lo que se piensa, siempre volteamos al pasado Pero como nadie ha respondido nada que valga la pena, aquí estamos Adornando de respuestas las preguntas de milenios Insuflando nuestro cuerpo de una falsa vanidad de saber De ser cultos
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Conocemos la historia La tenemos guardada en nuestro cel Pero gasta nuestros datos, la culera Renovamos membresías, de vez en cuando Para seguirla cagando Para no perder esa buena costumbre de chingarnos De poner nuestros rostros en ácido hasta desconocernos De borrar huellas digitales y recabar votos difuntos Para sentir, por un instante que no sabemos Que tenemos un pretexto para ser un asco, lo básico Lo que las redes sociales recopilan y nos vale madre Las huellas que vamos dejando a nuestro paso “Lo que nos importa no pueden quitárnoslo” Repetimos por adentro en una voz desconocida que hace tiempo ignoramos Esa voz de los sabios, esa voz de profetas Tiresias en este tiempo sería un vagabundo en Nueva York
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¿Cultos de qué? Somos la generación que duerme con las carencias del mundo en sus ojos Y despierta al primer like ¿Quién recibirá nuestras notificaciones cuando la tierra nos reclame? ¿Quién continuará nuestra hipocresía? En el fondo no queremos ser malos ni buenos Sólo queremos ser, pero nos da culo Por eso hay que quemarlo todo Sin futurismos, ni promesas En el presente, bastará el presente Ya nos veo, insatisfechos Vagabundos por la pregunta Despreciando commodities que dan forma al avatar Que acariciamos tristemente por las noches mientras se empaña nuestro rostro Que ya no recibe calor pues se ha chingado el termómetro Que dictaminaba de qué modo esto, y de qué modo lo otro Para abrir paso a una inquieta incertidumbre que todo lo come vorazmente ¿Y del mar, qué sabemos? Yo respondo: ¿para qué queremos saber? ¿A dónde nos ha llevado el mar? MAYO 2021
¿A dónde el progreso? ¿A dónde la tecnología?
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Más sospechosa.
¿A dónde el invento de la historia, la mejor fábula jamás contada? Más creíble que la Biblia, Sus protagonistas en un libro son héroes, en otros villanos, sin necesidad de Luteros.
Con traducciones que cambian one-on-one. ¿Qué hay, pues, qué decidir? Quemar. Sí. Quemar. Pero quemarnos junto con todo. Que la naturaleza decida su rumbo. Porque ya no somos parte de ella. Salvo que lo natural sea el acomodo irresistible de lo complejo inservible. Salvo que nos guste que nos haga licuados de lágrimas un ordenador que nos masajea el culo guango inamovible de su asiento. Nosotros, la generación sin columna. El cuerpo sin vértebras. Perdimos la cola y pronto perderemos las lumbares. Es cierto que podemos seguir viviendo, ¿pero a qué costo? Hay que quemarlo todo antes de que el sol nos queme. Hay que quitarle ese privilegio en un último chiste. Quitarle el chance de extinguirnos para sentirnos dioses y gritar: ¡Ya no habrá era glacial! Sólo las eras que decidamos vivir, o no. Porque nosotros escribiremos la historia. Se quemará todo, salvo las trasnacionales. Que ellas se vuelvan demiurgos de otros poetas que se interroguen por la cuestión del ser. Que ellos se vuelvan los mecenas que apadrinan a los mayéuticos, a los epistemólogos. Que ellos se hagan bolas y carambolas con la idea de alargar la vida indefinidamente hasta dejar de ver los atardeceres y las grietas de las montañas, teniendo la oportunidad.
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Que ellas se queden merodeando por marte.
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¿Para qué leer a Tólstoi, si se actualizan bitcoins todos los días? Que se haga una app para quemarlo todo, porque a mí me da flojera. Que se haga una app para coger, porque a mí me da flojera. Que se haga una app para ser feliz, para tener flojera, porque a mí todo me da flojera. Que se queme este texto también y la computadora en que se escribió. Que no quede rastro ni información ni dígitos en la amalgama, bólido asqueroso del mundo en que contradigo nuestros pensares. Valgamos verga juntos. Sólo eso nos queda hasta que se queme todo.
Redimidos
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Nitz Lerasmo (Ciudad de México, 1994)
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I Isabel abrió la puerta de la habitación y al instante experimentó la agonía de los traicionados, el derrumbe de las certezas, la pérdida de fe en cualquier confianza humana. Antonio, su esposo desde hacía diez años, dejó de moverse al verla palidecer en el vano de la puerta. El falo de Antonio también se paralizó dentro de la vulva de su amante, como si fuera un animal cauteloso que permanece quieto para pasar desapercibido frente a sus depredadores. Lo que pasó después, Isabel lo recuerda con confusión. En la memoria de Isabel se entremezclan el llanto incontenible, los gritos desesperados, los reproches, la amante escurridiza huyendo discretamente de la escena y Antonio hincado en el suelo rogándole perdón. Un conglomerado de rabia y despecho se arremolinó en el corazón de Isabel, una tempestad que disolvió la tristeza de saberse engañada por una marido infiel. Antonio se deshizo en disculpas, con lágrimas en los ojos. Los ruegos y perdones fluían de su boca como ríos interminables que se proponen desembocar en un océano infinito. Isabel tampoco recuerda el desarrollo de sus sentimientos. Olvidó cómo de la furia incontenible pasó a la misericordia y de la misericordia, casi sin percatarse, terminó en una tentativa de reconciliación. Por la confundida mente de Isabel desfilaron recuerdos de una década, el noviazgo prolongado en matrimonio con un hombre que la hizo compartir una intimidad que sólo puede resguardarse al interior de dos corazones entusiastas. Isabel y Antonio se abrazaron llorando, ella vestida y él desnudo, ambos cuerpos entretejidos en la habitación de un diminuto departamento. Antonio, con el corazón sincero, le juró su arrepentimiento, le confesó la vergüenza de haberse convertido en un infiel, él que tanto había criticado la deshonestidad en las parejas. Isabel pensó que no le quedaba más que aceptar las disculpas de Antonio y creer en la palabra de su marido. Después de todo, a Antonio en verdad se le notaba arrepentido. «Nadie está exento de errores», pensó Isabel a modo de consuelo.
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II A partir del arrepentimiento de su desliz, Antonio cumplió su promesa de fidelidad. Él se sentía nuevamente enamorado de su esposa, la valoraba y agradecía tenerla a su lado. Isabel, por el contrario, recelaba de cada palabra y de cada gesto de su marido. Sospechaba siempre de él y hacía oídos sordos a las promesas de Antonio. Isabel lloraba por las noches porque ya no podía creer en la fidelidad de su esposo. También a Antonio le torturaba ver sufrir a Isabel. «¿Cómo puedo compensarte? ¿Qué puedo hacer para que me perdones?», le preguntó Antonio a su esposa mientras ella lloraba con amargura sobre una cama de sábanas enmarañadas. El cerebro de Isabel, como el de todo ser humano, es un cerebro de primate: experimenta placer ejerciendo la venganza. Este oscuro placer explica ―mejor que cualquier historiador― las guerras, las traiciones, la puñalada en la espalda entre individuos que se hacen llamar hermanos. «Tengo una tremenda tentación de vengarme de ti», le confesó Isabel a su esposo durante una noche de insomnio. «Si con eso crees poder perdonarme, entonces te ayudaré a planear tu venganza contra mí», dijo Antonio y extendió sus velludos brazos para envolver con ternura el cuerpo de Isabel. III Antonio se despide de Isabel con un beso. Él se estaciona frente a la entrada del hotel y su esposa desciende del auto. Luego, Antonio busca un lugar cerca de ahí donde pueda estacionarse sin que nadie lo moleste. Durante las próximas cinco horas, Antonio esperará pacientemente dentro de su automóvil. Por el espejo retrovisor ve llegar a su mejor amigo Mauricio. Antonio enciende un cigarro e inhala el humo. Observa cómo Isabel y Mauricio entran juntos al hotel. La habitación 404 está reservada para ellos. Antonio sabe que en unos instantes el apuesto Mauricio desnudará a Isabel y ambos se arrojarán a la cama. Isabel ofrecerá sus voluptuosos senos a Mauricio al igual que acostumbra ofrecérselos a Antonio. El cuerpo de Isabel recorrerá el cuerpo de Mauricio como una exploradora que descubre nuevos territorios. La vulva de Isabel abrigará un falo que no pertenecerá a su legítimo esposo y ese simple y banal acto la convertirá en una adúltera. A partir de este día, Isabel compartirá la misma casta que su esposo infiel. Antonio sabe que Isabel y Mauricio llegarán al paroxismo amatorio, entre caricias que se reparten dos cuerpos sudados y exhaustos. Al consumarse el acto, la venganza estará hecha. Mauricio ignora que su mejor amigo aguarda afuera del hotel. Para confortarse, Antonio se convence de que Mauricio es sólo un instrumento que les permitirá salvar su matrimonio. Antonio exhala una bocanada de humo. Está impaciente, quiere que Isabel ya salga del hotel. Pero entiende que Isabel debe disfrutar su momento, debe degustar con deleite esa venganza que habita en el fondo de su corazón y que le impide ser feliz.
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Con el dedo medio y el pulgar, Antonio se masajea las sienes para ahuyentar un agudo dolor de cabeza o, quizá, para paliar el dolor de quien siente crecer dos invisibles cuernos sobre su frente. Entonces Antonio piensa que ahora que ambos han cometido adulterio, ahora que los dos han jugado con el mismo fuego y se han provocado la misma quemadura, ahora que se han traicionado apuñalándose por la espalda al mismo tiempo, quizá haya lugar para el perdón, para el retorno de su amor, para el alivio que se concede a los pobres amantes que buscan, suplicando, una redención mutua. «Vengados o redimidos es casi lo mismo», se dice Antonio para consolarse mientras, con un gesto cansado, arroja la cenicienta colilla por la ventana del auto.
El cuentista
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Lucas Migdal (Uruguay)
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De fondo sonaba un viejo blues versionado por un gran músico, poco conocido, o simplemente se lo conoce por esa versión de un clásico de la música. Él se encontraba escribiendo uno de sus últimos cuentos. Sentía una gran satisfacción cada vez que se sentaba frente a su computadora con una hoja en blanco para rellenar de imaginación. Siempre escribía con jazz o blues de fondo, pues la música lo inspiraba y acompañaba. A la izquierda de su ordenador estaba el cenicero lleno de colillas de cigarros, y apoyado en uno de los huecos había un cigarrillo recién encendido, se daba dos pitadas y seguía escribiendo. Sin saber cómo habían pasado las horas, se empezó a sentir incómodo. Sintió que algo se deslizaba por su hombro izquierdo, y el frío en el dormitorio reinó ante todo. Siguió con su historia, evadiendo lo que ocurría. Esa cosa seguía trepando por su hombro y nunca había sentido tanto frío en ese cuarto, incluso en los días más helados de invierno. Giró sin moverse de su silla con ruedas y no se encontraba nada ni nadie. Sin embargo, se seguía sintiendo incómodo. Giró de vuelta pero esta vez para seguir con su cuento, y todo lo que estaba ya escrito, que le llevó horas y horas ya no estaba, la hoja era un simple espacio en blanco. Esta vez optó por levantarse de la silla e inspeccionar todo el cuarto para corroborar que ninguno de sus hijos estuviese jugando al fantasma. No encontró nada, notó también que la música que sonaba de fondo era la novena sinfonía de Beethoven. Y cada vez se escuchaba más fuerte. Mientras se fijaba abajo de la cama no notó nada y se levantó del suelo para ir a su silla y reescribir todo de cero. En ese momento, al levantarse, vio que en su silla había una persona sentada y recostada contra la computadora, no podía identificar de quién se trataba, pero seguro que no la conocía. Se fue acercando más hacia la silla, la escena comenzó a ponerse borrosa y lo único que sintió fue una mano que fuertemente le agarró el brazo izquierdo y enseguida abrió los ojos y ahí estaba, todo en su lugar, él frente a su ordenador y la historia escrita por la mitad y un montón de letras y espacios sin sentido luego de una frase, algo así: <<Y entonces agarró el jarrón roshjoleicvety2....>>. El blues seguía reproduciéndose en automático y su mente estaba más tranquila por el hecho de darse cuenta que había sido solo una pesadilla y de que no perdió su historia.
Su hija de ocho años le había tomado del brazo para despertarlo ya que empezaba a babear el teclado. La incógnita que queda en este caso es: ¿Si la hija no lo hubiese tomado del brazo, que habría pasado? ¿Descubre al final quien era la persona sentada en su computadora? No lo sé, lo único que puedo decir es que voy a dejar esta historia por aquí ya que siento una molestia en mi hombro izquierdo y sinceramente me empezó a dar frío, creo que tomaré un descanso.
Dioptrías de lo divino
Liz Magenta (Puebla, 1980) Y qué si dejo de fingir lo contrario, y le grito al mundo que ya me enamoré de ti. Total, siempre me pasa después del primer beso. Y es que, yo me puedo enamorar cuántas veces quiera, me es fácil, porque aunque necesite más de seis dioptrías para ver el mundo físico, me sobra vista para encontrar lo sagrado en todo. Lo divino. En ti lo vi, por eso te amo, aunque no tengas ni idea y yo me esfuerce por demostrarte todo lo contrario. Pero, sé que me delataré. Será muy pronto, ya me has dado el primer beso. Sin poder evitarlo, te aterrorizaré de amor, huirás. Me dejarás. Entonces sucederá otra vez: encontraré lo sagrado en alguien más, lo divino, me enamoraré justo después del primer beso, a pesar del esfuerzo por no hacerlo me delataré, lo aterrorizaré de amor, huirá, volveré a estar sola, y entonces todo, todo volverá a empezar.
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Un sendero hacia la espiritualidad
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Luz M. Pineda (Mazatlán, 2001)
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En los primeros días de mayo de 2019, me encontraba en una lucha interna contra el sistema de creencias religiosas en el que fui criada, en contraste a lo que aprendía a diario en la clase de ciencias. Me resultaba extremadamente difícil seguir manteniendo mi postura de alguna figura omnipotente ante la teoría de evolución de Darwin o el descubrimiento de la doble hélice por Watson y Crick. A menudo me preguntaba si mis compañeros tenían también ese conflicto interno en su cabeza o si tenían una posición definida ante la situación. Por fortuna pocos días después de hablar con una amiga muy querida al respecto, tuve la gran fortuna de visitar un lugar mágico que se encuentra en el estado de Jalisco. Aparentemente era mucho más fácil adoptar una postura científica para cesar mi ansiedad y tomar un camino fácil ante las respuestas del gran dilema. Fui víctima del dogmatismo que existe en el método científico donde todo tiene que obedecer un camino para llegar al mismo punto siempre. Después de una breve aventura en el estado de jalisco, desapareció este rompimiento y de pronto todas mis dudas se convirtieron en una dualidad de pensamiento y forma de vivir. Abandoné mis creencias familiares en donde la fe y la religión representaban rutas íntimamente estrechas entre sí, para poder encontrarme con lugar en el espacio donde la devoción a lo divino nace desde un lugar amoroso y libre de pecado. . El ser humano está conformado por algo más que sólo átomos y proteínas. Bien dice la biblia judeocristiana: somos alma, cuerpo y espíritu, por lo cual resulta un tanto natural la tendencia a buscar respuestas trascendentales las cuales –la mayoría– se han satisfecho mediante la creencia de un Dios y sus múltiples análogos alrededor del mundo en distintas religiones. En el camino hacia un despertar de consciencia se involucran creencias ancestrales que se han olvidado a lo largo de la evolución de la sociedad moderna como el amor, la compasión, vida después de la muerte, sabiduría y verdad. Una de las ideas sagradas de esto, es aceptar que existe algo mucho más grande y poderoso que la propia existencia, algo más que una experiencia sensorial y que forma parte de un todo naturalmente divino. Considero que el camino hacia una vida espiritual nace de una necesidad humana de introspección, pues existimos en un mundo de distintas posibilidades que resultan complejas de asimilar debido a que la mayoría de la población nace en un ambiente religioso –sobre todo en nuestro país–, que desde niños nos educa de cierta forma, de acuerdo a las costumbres religiosas familiares. Esto marca un camino de ideas predeterminadas, por ejemplo, el bautizo cuando nacemos para librarnos simplemente del pecado de existir, la primera comunión e incluso un matrimonio hasta que la muerte los separe.
Esta perspectiva de Dios y del significado de lo divino confronta directamente las realidades de los individuos que buscan encontrarse y recobrar su fe, por medio de la espiritualidad, debido a que no existe este mesías idealizado a través de los siglos que va a salvar a los que –según las creencias de una religión– hayan actuado bien o mal. Eso significaría que mi conexión con lo divido depende de alguien más y no acciones propias que permitirían descubrir el simple hecho de que existe una inteligencia divina, que nace desde el amor y no a través de la culpa. Dicho lo anterior, la espiritualidad representa para mí un rompimiento entre fe y religión. Rompimiento que no significa negación de la divinidad o incluso de Dios, sino retomar las ideas primordiales desde otro lugar, dejando atrás las culpas y el sufrimiento para experimentar un amor puro de la misma creación. En esta sociedad donde el libre albedrio es un derecho, podemos profesar la fe de nuestro agrado o simplemente estar en un espacio donde nos podamos sentir libres y cómodos, sin embargo, una de las cosas más importantes que no debemos de pasar por alto es que nosotros somos los únicos dueños de nuestra vida y siempre cuestionar dos veces las ideas impuestas provenientes de cualquier ideología porque al final del día hay algo más allá del mundo tangible, el cual sólo puede ser experimentado desde nuestra propia naturaleza como humanidad.
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"Incluso en el peor momento de soledad y desfalco económico, o la cruda más fatal, la música nunca nos abandonará, ya que ofrece el Paréntesis necesario”. Eusebio Ruvalcaba
No’más porque sí / Mazatlán Sinaloa Antecedentes Tú preguntas por qué. Yo te digo No’más porque sí. Tres amigos que se conocieron en la universidad, improvisando en una sala de mantenimiento sin aire acondicionado y con instalaciones eléctricas que dan toques. Desde entonces hemos seguido improvisando y generando nueva música a como nos hacen sentir los tiempos. Esta música nos permitió abrir el escenario en Mazatlán para No Somos Marineros y División Minúscula en el XXI Festival de Rock Sinaloa 2018, después de ser la banda seleccionada en el concurso de admisión. Además, hemos participado en numerosos eventos en el puerto y hemos tenido la oportunidad de llevar nuestra música a Guaymas y a Culiacán. Contamos con un EP que se estrenó en diciembre de 2019.
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Concepto musical Musicalmente somos un collage de rock con influencias que apuntan a distintas direcciones. Y es que nuestras canciones nacen justamente así, como improvisaciones que se van puliendo mientras les vamos dando forma. Uno de los tres empieza a jalar en cierta dirección y los demás se suman en sinergia, jalando un poco hacia su lado para darle vida. El resultado es una canción que tiene las intenciones de cada uno impresa en su forma.
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Letras Las letras nacen mientras la canción se va formando. Toman la inspiración de algo que pasó, está pasando o podría pasar. A ti, a él, a mí, a ustedes o a nosotros. El denominador en común es que todas hablan desde algún factor muy humano, ya sea de manera abstracta o explícita. Pero no hay letra sin canción. Puede haber una frase o un sentimiento al principio, pero se va completando mientras se completa la música.
Futuro Tenemos un par de canciones que están en proceso de grabación y esperamos poder sacarlas en los meses por venir. Queremos explorar nuevos sonidos y nuevos lugares. Queremos seguir haciendo música, igual que lo hacíamos cuando empezamos. Con diversión y frescura. Tres amigos haciendo lo suyo y compartiéndolo con quien quiera detenerse a escuchar. ele eme ele Redes
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Escenas Mazatlecas, Gaspar Osuna @ Mazatlan Vibes Alcantarilla es una revista mensual de difusión de arte, con enfoques literarios, impresa en Mazatlán, Sinaloa, México, de alcances globales vía internet, organizada, impresa y difundida de manera independiente por el colectivo literario La Ballena Literata.
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