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Una mirada psicosocial a los movimientos antiglobalización
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daniela ledezma alonzo licenciatUra en psicoloGía social Universidad aUtónoma metropolitana - iztapalapa
Nuestro momento actual ha sido el resultado de grandes transformaciones culturales, políticas, económicas y sociales; los procesos de cambio no se han presentado de la noche a la mañana, pues se han dado de manera paulatina y constante. Dentro de cada momento histórico podemos definir ciertas características capaces de dar cuenta de valores y principios ordenadores que dan sentido a la ideología dominante, así como la relación que ésta tiene con el resto de los grupos minoritarios que se posicionan en contra.
Nos encontramos frente al término modernidad y a la continua disputa por saber si es que ya formamos parte de las generaciones posmodernas. Las instituciones que hace varias décadas le daban sentido al actuar del hombre, han caído en desuso o están perdiendo presencia: la Iglesia, educación y, recientemente, el Estado nación (Rodas, 2003). Las respuestas que se necesitan para dar orden a las acciones son buscadas o adquiridas por otro tipo de instituciones, como el mercado o la ciencia, de modo que surge una nueva noción del hombre, desvinculado de lo divino y natural: un hombre que se busca en sí mismo y se aleja de sus semejantes.
Como consecuencia homologadora de este tipo de ideología, nos encontramos con la globalización (fenómeno que está dentro del análisis de todas las ciencias sociales). Hablar de ésta nos lleva de primera mano a discutir sobre la apertura de mercados y tratados de libre comercio entre naciones; la globalización es resultado de un expansivo entrelazamiento de la economía mundial: la ampliación transnacional de los mercados –el comercio y la producción– (Rodas, 2003).
La apertura del mercado global ha aumentado significativamente sin que parezca existir ningún tipo de frontera geográfica ni cultural que pueda detenerla. Esta expansión no es estrictamente de carácter global, pues en teoría todos los países tienen libertad de expandir sus mercados. Es en la práctica cuando nos damos cuenta de que tan sólo tres grandes bloques económicos tienen los elementos y las oportunidades de hacerlo: Estados Unidos, Japón y la Unión Europea (Verdú, 2002).
El artE En los movimiEntos socialEs
No obstante, el resto de los países se convierten en estados receptores que albergan las oportunidades de crecimiento económico, a costa de sacrificar la estabilidad de sus propias naciones, economías y calidad de vida de sus poblaciones, así como el agudizamiento de problemas ambientales y salud pública. La globalización parece ser una realidad inminente e inevitable ante las personas que padecen sus efectos negativos.
En otros temas, para poder mantener una postura a favor o en contra de la globalización, es necesario colocarse en un contexto sociopolítico, pues ésta no se manifiesta de igual forma en cada país que busca formar parte de estas políticas; en el caso de los países latinoamericanos, se puede hablar de consecuencias más desastrosas que favorables en relación con la globalización; sus principios llegan a perturbar la vida humana, colocándola debajo de los intereses mercantiles.
La entrada de América Latina en este nuevo orden económico no fue paulatino ni sutil; todo lo contrario: arrasó con el mercado laboral y aumentó la inestabilidad sobre la fuerza de trabajo; del mismo modo, el aumento de políticas globales trae consigo un marcado incremento en la exclusión social (puesto que se transforma en una necesidad para el correcto funcionamiento), ya que sólo son consideradas las personas que cumplen con los ingresos y conocimientos para ser tomadas en cuenta; por ejemplo, la alta y constante especialización.
Esta exclusión social se ve acrecentada e ignorada debido al quiebre que se da entre el binomio estado-sociedad, teniendo como principal causa la culminación del estado social keynesiano. La globalización dejó en segundo término la importancia de las regiones locales, promotoras del desarrollo humano y económico, pasando a un papel protagónico a las condiciones económicas nacionales.
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Al responder demandas de los mercados globales, las economías nacionales se integran a una lógica de subordinación y exclusión, donde las zonas menos desarrolladas son víctimas de los efectos negativos de ambas (Rosales, 2016).
El rumbo que las políticas neoliberales se imponen a los países de tercer mundo para una correcta integración al mundo de la modernidad y globalización, esto sólo parece plausible si de base se tienen marcadas exclusiones sociales, que atentan contra los principios básicos de la convivencia humana, como el derecho al desarrollo sustentable, la diversidad cultural, los principios de tolerancia y solidaridad, entre otros (Talegón, 2000).
Como resultado, tenemos un tipo de globalización opresiva y poco incluyente. Son pocas las alternativas de desarrollo para sectores vulnerables; esta situación no sólo se da en los países de tercer mundo, sino también en las naciones que marcan la pauta en el ámbito del avance económico, la brecha se vuelve más amplia. Ante esta realidad social surgen movimientos sociales que se postulan en contra de estas medidas poco igualitarias y excluyentes, manifestando las consecuencias negativas que las políticas neoliberales imponen, como tal no se oponen a la universalización y ruptura de fronteras, mucho menos al intercambio cultural (crítica poco objetiva).
Estos movimientos surgen en condiciones de conflicto, donde las nociones mayoritarias no son lo suficientemente efectivas para la resolución de los problemas sociales en aumento. Se presentan para desafiar a las autoridades por medio de la acción colectiva y organizada. Podemos colocar los movimientos antiglobalización como movimientos sociales, ya que cumplen con las características propias de los mismos: cuentan con una red de organizaciones, una identidad colectiva compartida, generan una movilización de personas y obtienen las metas sociales que son planteadas (Aelst, 2002).
La principal finalidad de estos movimientos es luchar contra el discurso dominante que está a favor de la globalización. La intención es mostrar que existe otra alternativa, cuyo objetivo es mostrar la indignación y el desamparo jurídico. “La diversidad es nuestra fuerza y su expresión es la base de nuestra unidad. Somos un movimiento de democracia global, que lucha contra la concentración de la riqueza, proliferación de la pobreza y destrucción del planeta” (Verdú, 2002, p. 11). Éste es un fragmento que hace un manifiesto contra el neoliberalismo, militarismo y la guerra, e igualmente promueve la justicia y paz social. El segundo Foro Social Mundial, de Porto Alegre, funciona como punto de encuentro anual donde todos los movimientos y organizaciones interesados por las mismas causas se reúnen cada año para proponer alternativas de solución.
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Las primeras organizaciones de este tipo pueden rastrearse desde 1994 con el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (ezln), qué se levantó tras la entrada del Tratado de Libre Comercio (tlc) en México; sin embargo, antes de la aparición de esta movilización organizada, se ubican en la década de los 70 algunas otras movilizaciones atomizadas, como la campaña contra Nestlé por vender leche adulterada en el tercer mundo, y otras más contra Nike, Shell, Starbucks, McDonald’s, entre otras.
Los movimientos antiglobalización pueden ser analizados desde la óptica de la teoría de las minorías activas, en tanto son fuente de influencia social sin importar su rango. Si tomamos como voz mayoritaria las tendencias globalizadoras, no por cuestiones numéricas sino por ejercicio del poder, estos movimientos se transforman por dos motivos: primero, los desviantes sugieren la posibilidad de desobediencia, invitan a la liberación y dan acceso a lo desconocido; y el segundo remite a la culpabilidad social, pues muchas minorías o desviantes representan a grupos colocados en situaciones de inferioridad, despojados de derechos sociales (Moscovici, 1981).
En conclusión, la defensa por los derechos de las minorías y los grupos vulnerables son temas que se mantienen en vanguardia; por ello, es necesario implementar políticas de desarrollo que fomenten apoyo a los mercados nacionales y locales, así como a la defensa cultural de todos los integrantes de las naciones, no buscar el crecimiento económico con acciones de exclusión que fomenten la explotación laboral. Hoy en día se está trabajando sobre alternativas que pugnen por una realidad que contemple la vida digna, así como la economía social sustentada en la solidaridad (Rosales, 2016) o las propuestas anticolonialistas que propone Sousa Santos (2010).
Bibliografía
aelst, P. (2002). “New Media, New Movements? The Role of the Internet in Shaping the ‘Anti-Globalization’ Movement”, en Information, Communication & Society, 5 (4), 465-493. cárdenas, M. (2007). “Sobre la pertinencia de las categorías culturales en la elaboración de las representaciones de los nuevos movimientos sociales”, en Psicologia & Sociedade, 19 (3), 76-87. moscovici, S. (1981). Psicología de las minorías activas. España: Morata.
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