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Riot Grrrl is not dead: Pussy Riot

n s a y o E

maría Fernanda lUGo vázQUez licenciatUra en socioloGía Universidad aUtónoma de aGUascalientes

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Es imposible hablar de Pussy Riot como ícono sin hacer la relación entre la escena punk, el feminismo en la década de los 90 y Riot Grrrl –movimiento que revolucionó el punk–, mismo que pareciera perdido al principio del milenio. Sin embargo, con el surgimiento de espacios digitales, Riot Grrrl simula tener un resurgimiento prometedor. Terminaba la década revolucionaria de 1960 y una ola de música, manifestaciones y fanzines se avecinaban. La revolución psicodélica quedaba olvidada entre los callejones sucios de Londres y los bares infestados (hijos de inmigrantes). Situación disidente y rebelde que comenzaba a manifestarse dentro de los amplificadores del cbGb (club emblemático del punk).

Durante la década de los 70, una serie de bandas emblemáticas, fanzines, así como demostraciones públicas le dieron pies, cabeza y botas a este movimiento; con mucha representatividad musical y desobediencia civil, el punk empezó una revolución con tintes anarquistas, colores oscuros y, a la vez, chillantes, música estruendosa y mucho descontento. Un movimiento se originó dentro de la población femenina, la cual compartía un sentimiento de hartazgo. A partir de ello, surge la controversial “tercera ola feminista” (durante la década de los 70). Al interior de los campus universitarios norteamericanos se desataron movimientos estudiantiles, institucionales y de reivindicación en minorías, además de una producción académica e intelectual; de modo que se buscó visibilizar las opresiones de género desde diferentes ópticas.

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a i c ó g o l c i o S a t e r l A a i s t v e R El feminismo fue cuestionado y criticado en el ámbito académico, además de la adecuación de ciertos grupos a la agenda neoliberal, por lo cual diversos colectivos y organizaciones se distanciaron de la faceta más pública e institucional del movimiento, pues lo que comenzó como una unión implícita entre conversaciones de las universitarias de Berkeley, terminó como un movimiento señalado por la opinión pública y otros colectivos que también buscaban la reivindicación social.

A la par de la creciente insurgencia femenina, la vena latente del punk continuaba expandiéndose dentro de la escena musical como subcultura y dividiéndose en ramas (como el mismo feminismo de la época); estos procesos se veían englobados en un marco general de descontento hacia los sistemas políticos, clases dominantes y otros paradigmas tradicionales. El punk se fue disipando de la escena musical con nuevos géneros, como el post punk y el grunge, géneros que pudieron adecuarse a los tiempos presentes de sintetizadores: una rebeldía más desaliñada y menos política. La misma metamorfosis penetró la ola feminista (en la década de los pantalones acampanados); no obstante, no hay que dirimir sus logros: la despenalización del aborto en múltiples países, producción de incontable literatura feminista e institucionalización académica de los estudios de género, provocando sustanciales cambios sociales, así como una terrible incertidumbre en las siguientes décadas.

La misma bandera de contracultura y el discurso contestatario, el Riot Grrrl, surge en la década de los 90 en respuesta a una serie de problemáticas: una escena excluyente y misógina dentro del punk-rock, tanto en la música como en sus prerrogativas (punks are not girls) y espacios; una crisis del feminismo académico y liberal aunado a una resistencia institucional por adoptar políticas con perspectiva de género.

En 1998, la revista Time publicó Is feminism dead? A diferencia de los inicios del punk, el Riot Grrrl comienza con fanzines feministas como un medio de divulgación y sintetización de información; utiliza las herramientas artísticas para expresar inconformidad y alienación de las mujeres jóvenes, en contraste con el feminismo recluido en los espacios elitistas de conocimiento que cada día se incorporaba más a la agenda neoliberal, el cual diluía y trivializa la opresión femenina.

Dentro de los fanzines se utilizaban elementos estéticos del punk, como el collage, la estética contracultural o “anti-estética”, tipografías llamativas, colores provocadores con una mezcla de elementos híper feminizados por la cultura popular desde íconos, anuncios y colores. El Riot Grrrl comenza-

ba a acuñar una estética rebelde, resignificando los símbolos culturalmente femeninos y ultrajándolos, usualmente, con mensajes del movimiento en respuesta a la supuesta muerte de éste; una de las principales creadoras de fanzines, Kathleen Hanna, enfrentó esto formando una de las bandas más importantes del Riot Grrrl: Bikini Kill.

En otros temas, bandas como Bikini Kill, Bratmobile y Sleater Kinney toman elementos básicos de la música para posicionarse ante una escena que históricamente no consideraba a las mujeres en este medio; junto con ello, logran hacer escuchar sus voces a través de discursos altamente influidos por el feminismo: “Dejaban de hacer la música un escapismo y la estaban centrando en la realidad”.1

La euforia alguna vez provocada en los conciertos con asistencia casi en su totalidad femenina, se comenzaba a disipar, de modo que las jóvenes rebeldes universitarias comenzaban a crecer, mientras que la producción musical se fue enterrando en el olvido con el discurso de la incapacidad de adaptarse a la escena cambiante y camaleónica del rock; incluso dentro de los espacios consagrados se minimizaba el aporte del Riot Grrrl al feminismo. Entonces surgió la misma incertidumbre a principios de los 90: ¿será que el Riot Grrrl no se pudo adaptar al mundo?

Comenzó el nuevo siglo, la escena punk (casi muerta) y agenda feminista se distanciaron cada vez más. El Riot Grrrl fue un puente entre los dos, casi al borde de colapso. Por lo cual, la llegada de Pussy Riot a los medios se

1 Carrie Brownstein, miembro de Sleater Kinney.

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a i c ó g o l c i o S a t e r l A a i s t v e R puede describir como casi anacrónica. Tres mujeres apresadas realizaron un performance (considerado esencialmente blasfemo) en la catedral de Cristo Salvador. Fue la noticia revolucionaria que estalló en las pantallas de miles de personas alrededor del mundo, noticia que gritaba: “¡El Riot Grrrl no está muerto!”.

Pussy Riot es un colectivo feminista punk (autoproclamado), que protesta utilizando el performance como herramienta en el espacio público. Tuvieron presencia en las Olimpiadas de Sochi (2014), la catedral de Cristo Salvador (2012) y el más reciente Mundial de Fútbol (2018). El colectivo también produce música original con evidentes influencias punk y Riot Grrrl, bajo la cual se concentran sus principales mensajes de oposición, desde derechos femeninos y diversidad sexual-genérica (incluso se puede considerar contenido radical de este movimiento), además de una clara oposición al régimen de Vladímir Putin.

La catedral se irrumpió bajo las letras “Virgen María, hazte feminista”. Además, el uso distintivo de indumentaria provocadora de guerrilla para el performance (pasamontañas), uso de elementos y colores híper femeninos de vestimenta garantizaron una sentencia de formal prisión por hooliganismo. Al ser liberadas y aceptadas como refugiadas políticas, el colectivo continuó su producción musical mediante diversas formas artísticas (cinematografía, fotografía, performance, música, etc.), a través de medios digitales, por ejemplo, durante su presentación en Ciudad de México, donde expresaron: “Por las 1,777 cruces rosas de Ciudad Juárez […], por las indígenas zapatistas en resistencia, por nosotras aquí y ahora, quienes enfrentamos el machismo cada día en nuestro país”.

Por último, el futuro del Riot Grrrl es terriblemente incierto, pues han surgido nuevas discusiones que plantean otros géneros musicales dentro del movimiento, con el fin de generar representatividad latinoamericana. Se afirma que ahora las exponentes feministas de cumbia y rap, como Rebeca Lane o Jezzy, brindan una renovación musical y racial al Riot Grrrl. Ante tanta incertidumbre y discusiones, la retórica permanece.

¿Será Pussy Riot quien nos ha venido a salvar en respuesta a nuestras plegarias punk?

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