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EL PROBLEMA DEL AGUA EN LA INDUSTRIA AGROPECUARIA
Ante un escenario de escasez de agua, bien sea por su baja disponibilidad o por falta de calidad, es lógico que los esfuerzos de todos se enfoquen a optimizar el uso del agua en la agricultura, porque incluso un pequeño ahorro en este sector libera grandes volúmenes del líquido para los otros dos sectores, el urbano y el industrial.
La legislación hídrica vigente en México, la Ley de Aguas Nacionales, establece un orden de prelación en el uso del agua: primero, el uso público urbano, luego el uso agrícola, luego el industrial, y luego otros usos. Esto suena lógico, porque el uso agrícola está ligado con otra necesidad básica de la población, que es la alimentación. Ahora se discute un nuevo marco jurídico para el agua, a raíz de la declaratoria, en 2014, del Derecho Humano al Agua y al Saneamiento.
Los procesos agropecuarios modernos cuidan mucho la calidad del agua, ya sea la que se usa como insumo o la que se descarga al ambiente.
Para abordar este tema debemos partir de dos premisas:
1. El agua es indispensable para la vida, y
2. El sector agropecuario trabaja con seres vivos: plantas y animales.
Para los cultivos es indispensable el agua de lluvia, o la que se proporciona a los vegetales mediante el riego en sus diferentes formas. Asimismo, el agua es indispensable para que los animales terrestres lleven a cabo sus procesos vitales; y para los acuáticos es, además, el medio en que habitan.
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Grosso modo, en nuestro país el uso consuntivo del agua se distribuye de la siguiente forma: riego agrícola y abrevadero de animales domésticos: 80%; uso Industrial: 5%, uso público urbano: 12%; otros usos, como acuacultura: 3%.
Los procesos agropecuarios modernos cuidan mucho la calidad del agua, ya sea la que se usa como insumo o la que se descarga al ambiente. Por ejemplo, en una explotación de berries u hortalizas que se consumen frescas, un agua de mala calidad puede convertirse en vector de plagas y enfermedades para las plantas mismas, y para los humanos o los animales que las consumen. En una granja de aves, cerdos o ganado, el agua contaminada también es causa de graves enfermedades o de mermas en el desarrollo y la productividad de las especies pecuarias.
En la práctica, esta exigencia de la calidad del agua obliga a agricultores y ganaderos a utilizar agua de pozo en lugar de fuentes superficiales, como ríos, lagos o presas, aunque las tengan a la mano. Al actuar así, entran en competencia directa con centros ur- banos, porque estos, también por razones de disponibilidad y seguridad, prefieren fuentes subterráneas a fuentes superficiales.
En lo relativo a las descargas de agua en las actividades agrícolas, el uso intensivo de fertilizantes y agroquímicos conlleva la acumulación de residuos como fosfatos y nitratos, que afectan la calidad del agua y la vida que se desarrolla en ella. Por ejemplo, en la parte norte del Golfo de México existe una zona del tamaño de Texas donde ya no es posible la vida marina, por las grandes cantidades de nutrientes que descarga el río Mississippi.
En el sector pecuario se utilizan grandes cantidades de agua para la limpieza de instalaciones: granjas, rastros y salas de ordeña. Si dichas aguas residuales se descargan al ambiente sin el tratamiento debido, se convierten en fuentes de contaminación con gran impacto en la vida silvestre. Las granjas porcícolas en la península de Yucatán y en los estados del Occidente y el Bajío de nuestro país son fuentes de afectación de aguas subterráneas (cenotes) y de cuerpos superficiales, como el Río Santiago y el Lago de Chapala.
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Estas dos presiones sobre el agua en la agricultura, la de la cantidad y la de la calidad, están acicateando el cambio tecnológico y el cambio en políticas públicas en todo el mundo. He aquí algunos ejemplos:
En Israel, el agua, cualquiera que sea su uso, se considera de seguridad nacional; es administrada por entes públicos y su costo varía en función de su calidad. En Holanda y otros países de la Unión Europea densamente poblados, como Bélgica y Dinamarca, se están poniendo topes a la cantidad de animales que un ganadero puede tener en una superficie de tierra, para controlar la cantidad de nutrientes que se liberan al suelo y al agua en un periodo determinado. En Estados Unidos y Canadá, los granjeros deben llevar una bitácora, sujeta a inspección oficial, de los fertilizantes y agentes químicos que aplican en sus campos.
En cuanto a la tecnología, el uso de sensores y del internet de las cosas para administrar mejor el riego es algo que evoluciona a diario y que, en muchas zonas con estrés hídrico, se vuelven obligatorios.
Muchas veces se plantea la desalación de agua de mar como solución definitiva a la carencia de agua, pero no toda solución es lineal, sino que generalmente tiene efectos secundarios. Aunque el avance tecnológico ha reducido el costo de la desalación, la salmuera que resulta de reducir la salinidad al agua es un problema ecológico. Si se desecha sin supervisión, puede alterar gravemente la composición química y física del agua de mar y causar daños irreversibles en las zonas donde se vierte.
Finalmente, hablar de agua es hablar de energía, son dos caras de la misma moneda. El agua sirve para generar energía y, a la vez, el manejo del agua requiere grandes cantidades de energía: sea para moverla, para cambiar su estado físico, de líquido a gas y a sólido, o viceversa.
Todo esto nos lleva a mirar del agua en su extensa complejidad y nos abre un número infinito de retos y oportunidades para el desarrollo tecnológico, el financiamiento de proyectos, políticas públicas y la responsabilidad ambiental y social de los agricultores y ganaderos.