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REVERTIR EL CAMBIO CLIMÁTICO

A TRAVÉS DE LA GANADERÍA: UNA OPCIÓN SUSTENTABLE Y RENTABLE

La vida humana moderna es ecológicamente dañina. Con el progreso humano, nuestros ecosistemas han sufrido cambios radicales. La ganadería se considera parte fundamental del desarrollo económico y social, pero con frecuencia se le critica como fuente de impactos ambientales negativos. La actividad pecuaria es responsable de 14.5% de las emisiones antropogénicas de gases de efecto invernadero. La FAO estima que los suelos destinados a la actividad agropecuaria del mundo han perdido de 25 a 75% de sus reservas originales de carbono, generando pérdida de su fertilidad, y erosionándolos al extremo de volverlos improductivos. Esta degradación disminuye la capacidad del suelo para mantener y almacenar carbono, contribuyendo a la amenaza global del cambio climático.

La pérdida de biodiversidad provocada por los seres humanos se correlaciona directamente con la disminución sustancial de los beneficios que las personas obtienen de la naturaleza. Por tanto, la humanidad misma está desempeñando un papel protagónico en la posible extinción de ella misma y de otras especies. Múltiples son los causales de esta situación: un pensamiento lineal, una comprensión aislada del mundo, el dualismo naturaleza-ser humano, un mal uso de los insumos sintéticos y una visión antropocéntrica son algunas de ellas. Y, no obstante, los humanos son seres biológicos que se interconectan con la naturaleza.

Por otro lado, el éxito económico de los agronegocios se explica a través del uso eficiente de los recursos productivos. Los análisis de los sistemas agropecuarios se han focalizado en explicar la eficiencia técnica y su relación con los insumos utilizados en las empresas, las industrias y los entornos organizacionales. Sin embargo, investigadores de las áreas biológico-agropecuarias generaron en fecha reciente un enfoque distinto, incluyendo la forma como nos relacionamos con el ambiente.

Al crear una interconexión profunda entre organizaciones y naturaleza se crea valor y se ayuda a restablecer la vida en ecosistemas debilitados: esto es una organización regeneradora. Este tipo de organizaciones contribuyen a la creación de resiliencia y bienestar en las comunidades que dan vida a los ecosistemas.

El término “agricultura regenerativa” describe las prácticas agrícolas y ganaderas que, entre otros beneficios, revierten el cambio climático a través de la restauración de la materia orgánica y biodiversidad del suelo, teniendo como resultado una reducción en los niveles de carbono atmosférico y mejorando el ciclo de agua.

Estos beneficios se alcanzan al desarrollar un manejo holístico de la tierra, con el objetivo de cerrar el ciclo del carbono, mejorar la salud del suelo, incrementar la capacidad de retención de agua, mantener un equilibrio agro ecosistémico, generar resiliencia de los cultivos y densidad nutricional a través de potencializar el proceso fotosintético de las plantas.

El pastoreo racional intensivo no-selectivo, también conocido como pastoreo rege- nerativo (PR), puede contribuir de manera significativa en alcanzar los beneficios ecosistémicos antes mencionados. Este tipo de manejo mejora la relación suelo-planta-animal y la resiliencia al cambio climático.

El PR se asocia generalmente con condiciones intensivas de explotación, y puede llegar a tener un gran número de subdivisiones, en cuyo caso correspondería a los llamados pastoreos de “alta densidad” o pastoreos de “corta duración”, porque las menores áreas de cada subdivisión determinan una alta densidad de animales por unidad de área, con tiempos cortos de ocupación de cada subdivisión, así como altas cargas instantáneas.

El pastoreo se realiza en manada y en constante migración, imitando a la naturaleza. Así, la alta densidad de animales alternada con largos periodos de recuperación permite que plantas y microorganismos del suelo se recuperen, aumentando la actividad biológica y mejorando los ciclos del ecosistema. Adicionalmente, estos sistemas de pastoreo reducen los costos de producción y mejoran la rentabilidad de los sistemas ganaderos.

El PR tiene sus bases en aumentar la eficiencia de utilización de los forrajes; evitar dejar forraje viejo para la próxima rotación; aplicar rotaciones más largas, permitiendo a la planta expresar su potencial; uniformidad en la distribución de las excretas (fertilizante); mejor aireación del suelo; mejor reciclaje de nutrientes, y aumentar la cantidad de microorganismos del suelo.

El pastoreo considera variables como el tiempo de recuperación, el comportamiento de manada y la densidad de animales. Cabe resaltar que no se trata de una “receta”, son programaciones que incluyen herramientas que se utilizarán o no, según cada contexto. <

El éxito económico de los agronegocios se explica a través del uso eficiente de los recursos productivos.

Lic. María Guadalupe Atala Sosa Hernández Directora de

Programas de Negocios Internacionales UAG

EXPORTACIONES E IMPORTACIONES DE PRODUCTOS AGROPECUARIOS: UN SECTOR DE OPORTUNIDADES

—¿Y cómo le ha ido a usted, don José, con esto de la pandemia?

—A mí, muy bien. Fíjese que hasta he vendido más aguacates, y ya tengo más pedidos, porque dizque se van a ir otros países.

Así se presenta el panorama actual de sector agropecuario en México, que ya antes de la pandemia de covid-19 se encontraba en franco crecimiento y aún durante esta etapa mantuvo sus niveles de exportaciones, y en algunos productos logró hacerlas crecer.

El sector agroalimentario en cifras

En 2020, nuestro país contaba con un millón 964 mil 375 kilómetros cuadrados de superficie territorial, y 3 millones 149 mil 920 kilómetros cuadrados de mares territoriales. Por extensión, es la decimotercera nación más grande del mundo. De sus 127.8 millones de habitantes, 9.3 millones generan y transforman bienes agropecuarios y pesqueros. Por lo que respecta a su infraestructura, nuestro país cuenta con 3 mil almacenes agrícolas; 1176 centros de sacrificio animal; 90 puntos de venta de alimentos al mayoreo; 66 puertos pesqueros; 26 mil 914 kilómetros de vías férreas; 407 mil 959 kilómetros de red carretera, y 3 mil 696 presas para riego agrícola, de las cuales 2 mil 48 únicamente destinan su agua a los cultivos.1

En 2021, México ocupó los siguientes lugares en el ranking de producción mundial: 12 lugar de alimentos; 11 en cultivos agrícolas; 12 en producción mundial de ganadería primaria, y 17 en producción pesquera y acuícola. El sector agropecuario y pesquero generó 290.7 millones de toneladas de alimentos y 1 billón 241 mil 676 millones de pesos.

Ahora bien, del PIB nacional, el sector agroalimentario participa con 8%, y las entidades de la República que más aportan son la Ciudad de México, el Estado de México, Nuevo León, Jalisco y Veracruz. Llama la atención que, de la población económicamente activa, aproximadamente 10% trabaja en el sector; en otras palabras, una de cada diez personas nos da de comer.

La principales producciones en nuestro país se concentran en caña de azúcar, maíz, leche de bovino, sorgo, naranja, tomate rojo, ave en canal, chile verde, trigo y huevo. Sin embargo, los principales productos agrícolas exportados son aguacate, tomate rojo, fresa, pimiento y pepino.

En lo referente a la balanza comercial del sector agroindustrial, agrícola y pesquero hubo, hasta enero del presente año, un superávit promedio de 247 millones de dólares, mientras que en el ganadero y apícola se tuvo un déficit de 82 millones de dólares. Los principales mercados de nuestras exportaciones son Estados Unidos, Japón, Canadá China, Guatemala y España.

El saldo de las cifras anteriores da como resultado que México ocupe el séptimo lugar en el mundo como país exportador de productos del campo, con 2.3% del total. La variedad y calidad de sus productos han contribuido a que el país se considere una potencia exportadora.2

Durante la pandemia y hasta la fecha, el comercio exterior ha sido un pilar en la economía del país, y aunque el sector agroalimentario no es el principal motor de nuestras exportaciones, ha mantenido un crecimiento permanente desde 2016, por lo se requiere orientar las políticas públicas y darle mayor apoyo, para que no solo mantenga la posición ganada por productos como el aguacate y las fresas en los mercados internacionales, sino que promueva la innovación en la transformación de estos productos en alimentos que, de acuerdo con las tendencias mundiales, aporten beneficios nutricionales y sabores agradables para diferentes paladares. <

Jaime Alcalá Gómez Académico

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