Cactus #41

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#41 09—10_2020

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La evolución del friki + Elsso Rodríguez + Eleanor Davis + La venganza de las punks + Thaddé Comar


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¡HOLA! ¿Os acordáis de nosotros? Hace ya unos seis meses que nos vimos por última vez. ¿Qué tal os va la vida? La cosa está malita, pero Cactus sigue pinchando, como demuestra la portada de Roberta Vázquez. La ilustración enseña la evolución del friki moderno, sobre la cual reflexionamos a raíz de la película Orígenes Secretos, que no da una muy buena imagen de ellos. Tampoco las mujeres que hacían música punk estaban muy bien vistas, así que ahora el libro La venganza de las punks reivindica su irrupción en los 80. La serie Madres Trabajadoras también se centra en un colectivo comúnmente criticado, pero lo hace desde el humor para reírse de sí mismas. LAN, Festival Audiovisual Obrero, es un evento sobre el mundo laboral en el que se debaten esas y otras realidades, por lo que incluimos un artículo elaborado por sus organizadoras. La dibujante Eleanor Davis trata en sus tebeos temas similares, donde combina activismo, arte y su propia vida. La reciente edición de Getxophoto nos animaba a salir ¡A la calle!, y por eso os traemos las distópicas imágenes del fotógrafo francés Thaddé Comar, que participó en las protestas de Hong Kong. A la escritora Rebecca Solnit también le gusta dejarse llevar y por eso se ha publicado al fin aquí El arte de perderse, una peculiar guía para transitar espacios desconocidos y salirse del camino marcado. Algo así es lo que hizo en su momento el rapero Elsso Rodríguez al romper esquemas en una escena monolítica, pero ahora ha decidido perderse y dejarlo. Rememoramos con él sus inicios, estilo y evolución.

Cactus #41 →septiembre →octubre 2020 Un proyecto de →Sandro Gomato, →Koldo Gutiérrez →Elizabeth Casillas Han colaborado en este número José Blázquez, Roberta Vázquez, Mikel Gil, Alba Cid, Peio Azcona, Gerardo Vilches, TXT-Lab.

CACTUS #41

Diseño →Querida Duska, Imprime →Another Press Depósito legal →BI-669-2013 Contacto →info@revistacactus.com Publicidad →publicidad@revistacactus.com

@revistacactus Cactus no se hace necesariamente responsable de las opiniones de sus colaboradores, aunque les arropará con una mantita si algún día la necesitan. Ningún contenido de esta publicación puede ser reproducida por ningún medio sin el permiso previo del editor. © de textos e imágenes: sus autores


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EL CUENTO DE LOS CRIADOS →José Blázquez

CACTUS #41

LA ESTRATOSFERA

VIENDO EL AMO Y SEÑOR que sus criados daban pena de tan toscos y testarudos que eran pensó en que la mejor manera de transformar la situación era tan sencilla como construir un colegio para que las nuevas generaciones que nacieran en sus dominios aprendieran a leer y a escribir igual que siempre habían sabido hacer todos los amos y señores del mundo. Pero una vez que todos los criados del amo y señor estuvieron alfabetizados fue cuando a continuación empezaron a surgir las primeras desavenencias entre ellos, porque gracias a la labor encomiable del maestro de hacerles ver más allá de sus narices, los criados fueron capaces de usar su mollera para interpretar racionalmente los hechos, así que mientras unos estaban más que conformes con lo que sucedía otros empezaron a mostrar su oposición, argumentando que el propósito del amo y señor era mucho más oscuro que el que les había descrito y que bajo el señuelo de la alfabetización el amo y señor lo que quería era perpetuar la servidumbre mediante las enseñanzas y preceptos que recibían todos los criados, forzosamente y sin excepción. Esas tonterías de que la educación obligatoria era un eslabón más de la cadena de la sumisión y más de esa calaña eran las que solían argüir los pocos criados desobedientes, que cuando notaron que nadie los escuchaba lo que hicieron fue hacerse notar con acciones violentas, primero contra su amo y señor y luego contra sus propios compañeros. Menos mal que en mitad de aquel caos el amo y señor pensó en que la solución era construir un edificio específico para recluir a los siempre molestos rebeldes y así fue como los criados construyeron una prisión, que levantaron convencidos de que privándoles de libertad a aquellos que eran la minoría que discrepaba el aire del ambiente que respiraba la mayoría se libraría de absurdas y peligrosas reivindicaciones. Y así aconteció, por lo que después de la resolución de este problema siguieron muchos años de bonanza en los que los criados obedientes pudieron reclamarle a su amo y señor que las jornadas de trabajo fueran más cortas, pues el cansancio empezaba a hacer mella entre ellos, a lo que él, comprensivo y tolerante, no solamente les proporcionó el beneficio de trabajar menos horas sino que además decidió cambiar su menú alimentario, que dejaría de ser igual que el de los animales para empezar a comer lo mismo que comían en la mismísima

casa del amo y señor. Ordenó construir un supermercado en la finca y así lo hicieron los criados y desde entonces estos cada tarde en su tiempo libre pudieron comprar los productos que ellos mismos trabajan en las tierras del latifundio. Claro que también estas medidas provocaron conatos de insumisión entre los criados, en forma de altercados que los propios criados, organizados en patrullas callejeras, disolvieron, a lo que el amo y señor, orgulloso de la reacción de sus criados, ordenó construir una comisaría y nombró policías a unos pocos criados para mantener el orden. La última muestra de la bonhomía del amo y señor ha sido la construcción de un nuevo edificio cuyo uso va a permitir que la vida de los criados sea todavía mejor. Poco tardó en hacerles comprender que después de todas las mejoras laborales y vitales que se habían llevado a cabo en la hacienda ahora lo más importante era su salud, que desde entonces pasaría a convertirse en su bien más preciado, en un tesoro que habrían de preservar y curar y para lo que era menester la construcción de un hospital. Desde entonces, en las primeras señales de cualquier enfermedad, allí que van los criados, doloridos pero contentos. También con esto los partidarios de la subversión exhibieron públicamente sus discrepancias, expresando retorcidamente que cada buena disposición del amo y señor lo que esconde es más sometimiento, a lo que la policía de los criados respondió con la debida represión para acto seguido encerrarlos con el resto de insurrectos. El amo y señor no puede estar más contento. Nunca imaginó que llegaría a implantar la paz perpetua, único caldo de cultivo del progreso y de la prosperidad. ¡Con qué orgullo observa cómo sus criados, sanos y salvos, saludables y firmes, robustos y resistentes, hercúleos y acerados, trabajan sus tierras! ¡Y qué ilusión les hace a los criados seguir labrando el porvenir de su amo y señor, mientras corean, entre gritos entusiastas, «larga vida a nuestra servidumbre»!


EDICIÓN XXII. EDIZIOA

15-25 //10 // 2020


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LOS PASADIZOS DEL MUNDO →Alba Cid

CACTUS #41

AN OCTOPUS

1. FUE EN UN CALLEJÓN MÍNIMO del casco histórico de Santiago, a primera hora de la mañana. Al pasar la mítica sala Yago, que funcionó como cine desde 1946, y dejando a la izquierda un pazo urbano del siglo XVIII, se abre una callejuela estrecha, con los sillares del suelo numerados, como si se hubiesen levantado y vuelto a colocar en algún momento. Con menos de un metro de ancho, Entrerrúas obliga a caminar de uno en uno, a levantar la vista y escudriñar si tocará cruzarse con alguien, a ladear el paraguas cuando llueve. Y en esas estábamos cuando un señor bajito, que caminaba varios metros por delante, se giró lentamente y dijo: ¿sabéis que esta calle continuaba no hace tanto tiempo? Sí, aquí mismo, entre Rúa do Vilar y Rúa Nova. ¿Que se tapió a esta altura, porque asesinaron en ella a un arzobispo, y nunca más se supo? 2. Nos detuvimos en la plaza interior, pero ninguno de nosotros frenó completamente. De aquel impasse recuerdo, sobre todo, los ojos de nuestro cicerone misterioso, algún gesto al señalar el muro, la certeza de que aquella era una confesión elegida, perpetrada en tanto que habitantes de una misma ciudad. Tiramos del hilo, le dimos las gracias varias veces, intuyendo que aquello había sido algo así como la aparición de una punta de sílex o una perla. 3. Cuando los puestecitos de artículos de cuero de la Rúa Nova quedaron expuestos a la luz y el paseo recuperó la anchura habitual, supe que había pasado algo mágico. Así, de un plumazo, con una leve alteración del paseo y un reguero de palabras, aquel desconocido acababa de tumbar una pared, reconfigurando el mapa del Santiago histórico que conocíamos de memoria. Recordé el “a la magia se llega por la parte de atrás” en la voz de Servando Rocha, esto es, lo recordé con su mismo acento y su entusiasmo, en cualquier programa de radio. 4. Ahora que la BBC señala que la mayoría de niñas y niños británicos entre cinco y doce años pasan menos tiempo fuera que cualquier prisionero (!), ahora que sospechamos que existe un mundo en desaparición con el que sí nos identificábamos, perceptible mediante el tacto o el olfato... tal vez ahora nos emocione más que nunca saber que podemos apoyarnos en una falsa pared y que esta conduzca a otras, introducir la mano en un hueco de la librería y activar un mecanismo olvidado, fantasear con que alguien nos eche por la puerta de atrás y allá sucedan cosas.

5. Doris Salcedo, la misma artista que realizó una hendidura de 167 metros en el piso de la Tate Modern (Shibboleth, 2007) y empiló más de mil sillas entre dos edificios de Estambul con el deseo de crear una “topografía de la guerra” (2003), respondió así a una entrevista: “No creo que el espacio pueda ser neutral. La historia de las guerras, y quizá incluso la historia en general, no es más que una lucha infinita por conquistar el espacio. El espacio no es un simple escenario, es lo que hace posible la vida. Es el espacio el que hace posibles los encuentros.” 6. ¿Que si intenté buscar vestigios de la calle tapiada? En efecto. Inicialmente, la búsqueda fue infructuosa, de hecho, llegué a convencerme de que no tardaría en perder y que aquella historia imposible resultaría otra muesca en mi memoria, pero no. Primero fue el plano de Santiago que aparece en La casa de la Troya, la novela estudiantil de 1915 que fue un verdadero best seller, luego llegué al nombre y a la historia de la calle Paconada. 7. Volviendo a él, a nuestro cicerone azaroso, lo vimos por última vez acercarse ágilmente al Quiosco do Toural, el de la esquina. Un quiosco mítico, precioso, hierro forjado en un verde británico y tapizado de revistas extranjeras —Bob Dylan entrecerrando los ojos en la portada de la última Ruta 66 con cierto ademán misterioso—, lo vimos aproximarse y pedir algo, pero ya no pudimos saber qué dijo.


LAS JÓVENES SOMOS INCULTAS Leire, 25 años.

Apasionada de las artes escénicas, estudia cine, música e idiomas mientras trabaja de actriz.

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CACTUS #41

ROBERTA VÁZQUEZ PRESENTA


IRAILA > URRIA PROGRAMAZIOA PROGRAMACIÓN SEPTIEMBRE > OCTUBRE 2020

ERAKUSKETA / EXPOSICIÓN

Mabi Revuelta

Acromática. Una partida inmortal

14

URRIA OCTUBRE

> 24

URTARRILA ENERO

ERAKUSKETA / EXPOSICIÓN

AURKEZPENA / PRESENTACIÓN

Steve Paxton. Drafting Interior Techniques

Josune Urrutia Asua

> 20

Minbiziari buruzko bilduma kolektiboa / Compendio colectivo sobre cáncer

IRAILA SEPTIEMBRE

20

Asteazkena eta osteguna / Miércoles y jueves

TAILERRA / TALLER

Pernan Goñi

Marrazten duzu nahi duzuna / Dibujas lo que quieres

13, 14

URRIA OCTUBRE

URRIA OCTUBRE

Asteartea eta asteazkena / Martes y miércoles

KOMISARIOTZAREN NAZIOARTEKO SINPOSIOA / SIMPOSIO INTERNACIONAL DE COMISARIADO

Erakusketaren saioa / El ensayo de la exposición (1977-2017)

21, 22

URRIA OCTUBRE

Asteazkena eta osteguna / Miércoles y jueves

Informazio gehiago eta sarrerak / Más información y entradas:

Az Info + azkunazentroa.eus

Jarrai gaitzazu / Síguenos en:


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M MIERDA DE LA BUENA

IERDA

Por Elizabeth Casillas

UNA SERIE

UN CÓMIC

¿Qué es el puerperio? ¿Cómo se vive un posparto? ¿Y por qué tan pocas veces nos hablan de ello? En varias ocasiones hemos comentado por aquí de productos culturales que trataban el tema de la maternidad, pero pocos lo hacen con la franqueza de The Letdown, una serie creada por las australianas Alison Bell y Sarah Scheller. En clave de humor, esta comedia pone sobre la mesa cuestiones como la involución del aparato genital, el establecimiento de la lactancia, la falta del sueño y de ganas de mantener sexo. En la línea de SMILF, de Frankie Shaw, y con la franqueza de Fleabag, de Phoebe Waller-Bridge, The Letdown se convierte en esa terapia que no sabías que necesitabas. Sororidad entre madres a tope.

La veterana dibujante ha vuelto a nuestras vidas para regalarnos Cassandra Darke, un cómic satírico sobre una anciana marchante de arte que… bueno, se ha metido en algunos líos. Mezquina, egoísta y solitaria, Cassandra vive en Chelsea, uno de los barrios más ricos de Londres, y su nivel de vida solo se ve menguado cuando se destapa el pastel: ha estado vendiendo obras falsas en la galería de arte de su exmarido. A partir de ahí, Simmonds nos prepara una nueva versión de Cuento de navidad, con una anciana convertida en paria social –algo que tampoco le importa mucho– y un saldo bancario bastante mermado. A partir de aquí comienza un thri­ller apasionante que Simmonds sabe llevar como nadie.

The Letdown Alison Bell y Sarah Scheller (Netflix, 2019)

Por Koldo Gutiérrez

UN LIBRO

UN PODCAST

Ahora que todos los caminos vuelven a Margaret Thatcher, esta breve novela camuflada de ensayo, o viceversa, sirve para echar la vista atrás y comprobar cómo comenzó el apocalipsis del estado del bienestar que aún vivimos. La mítica frase de Shakespeare sirvió para describir la época de huelgas en Rei­no Unido cuando una desconocida mujer se convirtió en primera ministra y lo cambió todo. A través de una joven repartidora aspirante a actriz vivimos esa época, con ecos de Sex Pistols, Bowie, Pink Floyd y Joy Division, cuyas canciones dan título a cada capítulo. Para la playlist conviene añadir a Kate Tempest y Sleaford Mods.

El guionista, dibujante y petador de Twitter Manuel Bartual se ha animado a probar ahora con el formato podcast. El resultado es una radionovela de ciencia ficción sobre una comunidad científica donde la materia, el tiempo y el espacio se comportan de un modo extraño. Biotopía es un centro de investigación y desarrollo tecnológico avanzado donde tienen lugar diversas historias, el sueño húmedo de Elon Musk, Mark Zuckerberg y Hank Scorpio donde confluyen personajes y argumentos sobre viajes en el tiempo, intercambio de de conciencias, física cuántica o clonación. Un nuevo boletín informativo cada dos semanas.

El invierno del descontento Thomas B. Reverdy (Alianza de Novelas, 2019)

CACTUS #41

Biotopía Manuel Bartual 2020

Cassandra Darke Posy Simmonds (Salamandra Graphic, 2020)

D E


L

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Una sección hecha por los editores de la revista y un invitado distinto cada número, totalmente subjetiva y que no atiende a razones temporales ni de género. Recomendaciones a gogó. Solo buena mierda.

A

Por Sandro Gomato

UN DOCUMENTAL

UN CANAL DE TWITCH

Seis años después del cierre de una fábrica de General Motors en una ciudad de Ohio, un empresario de origen chino anuncia la reapertura de la planta y carga de nueva esperanza a cientos de obreros. Sin embargo, las cosas con la nueva ejecutiva no van a ser exactamente igual que antes. American Factory es un empujón sin paracaídas a la fosa de un capitalismo puro, a su esencia, sin el edulcorante que le añade la idea de libertad de Occidente. Estamos ante un documental que, a partir de evidenciar el abismo que existe entre las coordenadas mentales de EE.UU. y China en materia laboral, admite multitud de lecturas y, pese a que no oculta en ningún momento de qué parte está, nos permite hacernos una idea de por qué nuestro presente es una cosa tan convulsa y salvaje.

Hace tiempo que Twitch dejó de ser un lugar donde solo poder ver streamings de videojuegos, y sus posibilidades expresivas se han ido ampliando a medida que la plataforma crecía. Lo demuestran los singulares shows de roleplay o las sesiones de DJ en directo, por ejemplo. Titus va un poco más allá. Él trabaja para una empresa de reparto a domicilio y retransmite sus jornadas de trabajo a través de una cámara en el hombro. El resultado es un fascinante y siempre impredecible viaje en moto por la noche de Madrid en el que la realidad se viste de videojuego por unas horas. Esto es la vida real, en concreto la de un rider, con sus miserias y sus riesgos, pero también sus sorpresas agradables, reforzadas por la actitud positiva de su protagonista. Como un Grand Theft Auto pero con permadeath y sin posibilidad de hacerse millonario.

American Factory Steven Bognar, Julia Reichert (2019)

Por Peio Azcona

UN VIDEOJUEGO

UN LIBRO

Somos historias intertextuales que buscan dotarse de un sentido compartido y pocas obras ejemplifican esto de mejor manera que el juego del colectivo cultural estonio reconvertido en estudio de desarrollo de videojuegos ZA/UM. El juego narra la historia de un policía enfermo intentando resolver un crimen en una ciudad que también lo está. Con un nivel de reflexión y profundidad a la altura de muy pocos, convierte el nihilismo en algo jugable y gráfico, para darnos cuenta de que a pesar de todo, no somos más que pequeñas nadas que se creen algo.

La historia de la convivencia en un piso tutelado de cuatro parientas con lo que la Administración considera “discapacidad intelectual” sirve a Cristina Morales para entablar un combate de boxeo entre las verdades desnudas con las que nos ataca constantemente y esa defensa torpe que son nuestros prejuicios. El libro, como la autora, es un despertador de conciencias y como todo buen despertador, se ha llevado más golpes de los merecidos porque no todos nos despertamos de nuestros sueños dogmáticos de buen grado.

Disco Elysium Alison Bell y Sarah Scheller (ZA/UM, 2019)

Lectura fácil Cristina Morales (Anagrama, 2018)

Titus_Clan

B UENA

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BOCADILLITOS

BOCADILLITOS #03

una exquisita selección de cómic para los paladares más jóvenes que también podéis seguir en la cuenta de instagram @bocadillitos

1 Claudio y Morino. La maldición de Adrien Albert (Astiberri, 2020) Claudio, un esqueleto, y Morino, un toro, están destinados a encontrarse, aunque no será un encuentro de lo más tradicional. De hecho, si Morino no tuviese la costumbre un tanto arriesgada de tomar infusiones antes de irse a dormir nunca se hubieran conocido. Porque una infusión antes de dormir sólo significa una cosa: tener que hacer pis a medianoche. Y los pises a medianoche tienen sus consecuencias, como descubrirá Morino en sus vacaciones. Una noche, de camino a la playa, Morino se levanta para hacer pipí y, casualidad, lo hace encima de Claudio, que estaba allí enterrado. ¿Y sabéis lo que pasa cuando uno hace pipí encima de un esqueleto? ¡Pues que ya no se puede separar de él! Juntos continuarán las vacaciones, llenas de aventuras y cosas por descubrir. Claudio ha pasado mucho tiempo bajo tierra y aún no conoce las bondades de la playa, las infusiones, las toallas... A partir de 6 años.

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El lobo en calzoncillos de Wilfrid Lupano, Mayana Itoïz, Paul Cauuet (Astronave, 2018) En el bosque hay un lobo de mirada fiera, colmillo afilado y pelo erizado, por lo que conviene esconderse, animalillos. Pero ¿de verdad puede ser tan malvado si lleva calzoncillos? Probablemente no mucho. Un cómic híbrido, mitad álbum también, que cuenta la historia de los habitantes de un bosque que viven atemorizados por un lobo. ¿Y qué pasa cuando llega el lobo? Pues que de fiero no tiene nada, porque ahora lleva calzoncillos y todo lo que hacía que pareciese tan malvado era que tenía frío en el culete cuando se sentaba en el suelo. Actualmente, las historias del lobo más famoso de Francia tienen cuatro volúmenes editados en nuestro país, así que si os gusta tanto como a nosotros tenéis por donde seguir. A partir de 6 años.

3 Destellos Jen Wang (Sapristi, 2020) Moon es una niña impulsiva, algo caótica, creativa y segura de sí misma. Christine es todo lo contrario. Pero comparten una pasión, el K-Pop, y el mismo jardín. Enseguida se convierten en mejores amigas y Moon aprovecha para compartir su secreto: a veces tiene visiones, unos destellos que le susurran que ella no pertenece a la Tierra. Tras el extraordinario cómic El príncipe y la modista, esta vez Jen Wang nos presenta una historia mucho más personal y para ello tira de los recuerdos de su infancia cuando, a los seis años, le detectaron un tumor cerebral que le producía ver destellos y formas. A partir de 8 años. CACTUS #41


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Raritos de Svetlana Chmakova (Montena, 2018) Ser la nueva del colegio no es fácil, y sino que se lo pregunten a Penélope. Ella tiene claras cuáles son las dos normas para sobrevivir: pasar desapercibida y, segunda y más importante, encontrar a gente con intereses similares a los suyos y unirse a ellos. Sin embargo, el primer día no empieza con buen pie y se tropieza en el pasillo con el chico más tímido del mundo, Jamie Thompson, y los abusones empiezan a llamarla «la novia del rarito». ¿Y cómo lo soluciona ella? De una manera muy poco elegante y de la que no se siente muy orgullosa: ¡empujando a Jamie para salir corriendo! Las cosas entre ellos cambian cuando Jaime se convierte en el tutor de Penélope en la clase de ciencias naturales, aunque hay algo más que les enfrenta. ¿Serán capaces de superar 4 sus diferencias? A partir de 9 años.

Melvina Rachele Aragno (Liana Editorial, 2020) Muchos mayores, como los padres de Melvina, tienen esa extraña costumbre de no escuchar a los niños, así que su único deseo es hacerse mayor para que le tengan en cuenta. Con ese pensamiento en su cabeza conoce a Otto, un señor que lleva toda su vida esperándola: ella es la elegida para devolverle algo que perdió hace muchos años engañado por Malcape, un tirano que te ofrece lo que más deseas y te arrebata lo más importante de tu deseo. Juntos se pierden en un mundo fantástico, cargado de personajes estrambóticos, donde descubren que si uno tiene demasiada prisa por crecer se puede perder muchas cosas. A partir de 10 años.

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álbum ilustrado

Estamos aquí: notas para vivir en el planeta Tierra de Oliver Jeffers (Andana Editorial, 2018) A Oliver Jeffers un día le asaltó la duda de cómo explicar a su hijo qué es la Tierra, ese lugar donde vivirá su vida. Y, para ello, creó este álbum ilustrado que parte desde los conceptos generales como situar nuestro planeta en la Vía Láctea, diferenciar entre tierra y agua, a otros más concretos como las especies que viven en el mar o las diferentes partes que componen el cuerpo. Un libro que despierta la curiosidad e invita a descubrir la diversidad de la Tierra, desde sus entornos hasta los seres que la habitamos, una diversidad que hay que respetar, disfrutar y empatizar.

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ESPINITAS

Rebecca Solnit (Capitán Swing, 2020)

→Una guía sobre el arte de perderse

MANUAL PARA ESCAPISTAS

Rebecca Solnit nos invita a transitar por territorios desconocidos, salirnos del camino marcado y explorar nuevas zonas para encontrarnos a nosotros mismos en una colección de ensayos de 2005.

Texto →Koldo Gutiérrez

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urante la pandemia y ese desconfinamiento que cada día parece más lejano y más próximo a la vez, muchas personas aprovecharon las circunstancias, horarios, limitaciones y el buen clima (y el cierre de los bares, todo hay que decirlo) para pasear. Nada de running, footing, trekking o como Decathlon diga ahora que se llama; ciudadanos que llevaban tres meses sin apenas mover el culo se calzaron sus zapatillas más cómodas para salir a patear calles, avenidas, bosques, montañas y playas como si no hubiera un mañana. Porque, claro, en parte no lo había. Así, de pronto, mucha gente comenzó a descubrir zonas, rutas y trayectos de sus propias ciudades que desconocía hasta entonces. La ausencia de alternativas provocó que muchos exploraran terrenos ignotos y se sorprendieran al hallar cerca de su hogar parajes incomparables. Por ese motivo, con muy buen ojo Capitán Swing ha editado recientemente y por vez primera en nuestro país Una guía sobre el arte

de perderse, de Rebecca Solnit, publicado originalmente en 2005 y que ahora cobra un sentido muy diferente al que tenía entonces. Esta colección de ensayos de la autora de Los hombres me explican cosas nos invita a deambular en el sentido más literal del término. Según la RAE: Andar, caminar sin dirección determinada. Solnit propone andar sin rumbo fijo, por el placer de perderse y abrazar lo desconocido. Como el flâneur francés que anima a salir de la zona de confort, abandonar los transitado y oxigenar la cabeza viendo nuevos paisajes. Ese camino que se hace al andar, como decía Machado, surge precisamente cuando escapamos del sendero marcado, huímos de los raíles previos y nos dejamos llevar. La escritora estadounidense se vale de varios relatos autobiográficos, emotivos y personales, para llevarnos de su mano con delicadeza por vías ocultas de su país. El trayecto concluye con la célebre frase de Henry David Thoreu, autor de ese Walden tan de moda últimamente y a quien Solnit no oculta su amor: «No es


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«Perder cosas tiene que ver con la desaparición de lo conocido y perderse tiene que ver con la aparición de los desconocido»

hasta que estamos perdidos que comenzamos a comprendernos a nosotros mismos». Ella ha hecho de esa cita su leit motiv, al perderse literal y metafóricamente durante toda su vida, y así lo hace saber. «El concepto de “perdido” tiene dos significados distintos. Perder cosas tiene que ver con la desaparición de lo conocido y perderse tiene que ver con la aparición de los desconocido». Esa polisemia parece anecdótica, pero de nuestra relación con objetos y lugares es de donde surge la nueva vida; el desapego por lo que dejamos atrás, sean personas o ítems materiales, y una sensación de descontrol que nos anima a reemprender el camino sin mirar a nuestra espalda. En busca de lo desconocido. El arte de perderse recoge anécdotas familiares, viejas fotografías y libros antiguos que sirven de excusa a la autora para tirar del hilo con su prosa ágil y pasional. Los pasajes históricos también le sirven para reflexionar sobre esa condición de “estar perdido” que muchos tememos por nuestra educación o carácter. El relato real del famoso conquistador español Álvar Núñez Cabeza de Vaca ilustra perfectamente las intenciones de Solnit. El explorador viajó por la costa sur de lo que ahora conocemos como Estados Unidos hacia 1527 y cruzó Florida y Misisipi hasta llegar a Texas, donde fue esclavizado junto a los pocos supervivientes de su tripulación por una tribu india. Los españoles habían empezado a morir de hambre y además habían pegado la disentería a los nativos, una de las muchas importaciones del viejo mundo que llevaban a bordo de

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sus navíos. Porque como señaló Eduardo Galeano, «América fue conquistada, pero no descubierta». Durante seis años, el navegante convivió con sus captores mientras iba aprendiendo su cultura y costumbres. Se hizo curandero gracias a sus nuevos conocimientos, curó al hijo de un jefe tribal, por lo que fue liberado y ejerció de mercader. Cuando se reencontró con otros conquistadores españoles, Cabeza de Vaca se enfadó al enterarse de que querían esclavizar a los indígenas. Sus amigos indios se negaban a creer que él perteneciera a la misma tribu que esos violentos exploradores: «Nosotros venimos de donde salía el Sol y ellos de donde se pone; nosotros sanamos a los enfermos y ellos matan a los sanos; nosotros vamos desnudos y descalzos, y ellos vestidos, en caballos y con lanzas; nosotros no tenemos codicia de nada, sino que repartimos todo lo que obtenemos, y ellos no tenían otro fin que robar y nunca dan nada a nadie». La adaptación y posterior transformación del ex conquistador español hizo que se liberase de las rancias ideas que le había impuesto su férrea educación militar y religiosa. Tanto es así que tardó tiempo en poder volver a llevar ropa y dormir en un sitio que no fuera el suelo. Ese mito del hombre blanco renacido y en comunión con la naturaleza que conocemos de sobra por ficciones como Bailando con lobos o Avatar. La influencia de los locales hizo que dejara su oscuro pasado atrás, una metamorfosis física y psíquica producida por perderse y no tener intención de volver a transitar lo conocido. La autora cuenta cómo en su época punk, en plenos 80, una amiga suya vivía siempre al límite: fiestas, drogas, alcohol y sexo. Habían perdido cierta relación, ya que ella estaba empezando su carrera como escritora, pero retomaron el contacto y se veían de vez en cuando. Sin embargo, esa falsa sensación de libertad acabó en tragedia, con su muerte tras una mala combinación de sustancias. Su amiga cometía esos excesos para salirse brevemente del trayecto marcado y rozar lo desconocido, pero siempre volvía a la seguridad del hogar familiar, mientras Solnit había emprendido ya lentamente un camino de no retorno, en línea recta, alejándose del lugar del que había partido. El libro parte de este tipo de historias para reflexionar sobre la incertidumbre, la confianza, la pérdida, la memoria y el deseo. Como la gran ensayista que es, Solnit parte de elementos muy concretos, como los orígenes de la música country y su relación con el blues, de un personaje terciario de Vértigo, la obra maestra de Hitchcock, el artista Yves Klein o las tortugas para seguir dando vueltas sin repetirse. Ella nunca camina en círculos; siempre adelante. @


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ESPINITAS

→Madres trabajadoras

EL ADIóS TELEVISIVO A LA MADRE PERFECTA

Catherine Reitman idea una comedia que muestra sin juzgar, dando por hecho que todas las madres son imperfectas, y conduce la cotidianidad de la maternidad a situaciones hilarantes.

Texto →Elizabeth Casillas

CACTUS #41

A

hora que la figura de la madre trabajadora está más amenazada que nunca gracias a la Covid-19 y a los señores que aprovechan cualquier oportunidad para despedir a mujeres con menores a su cargo, la cuarta temporada de Madres trabajadoras –estrenada en Netflix el pasado mes de mayo– parece ciencia ficción: mujeres que, sin mascarilla y con la posibilidad de tocarlo todo a diestro y siniestro, tienen que lidiar con el problema de conciliar vida familiar y laboral. A pesar de esta distopía en la que vivimos ahora, el éxito de la serie ha seguido subiendo como la espuma. Creada y protagonizada por Catherine Reitman para la televisión canadiense en 2017, Madres trabajadoras despuntó cuando, en febrero de 2019, la serie se estrenó en Netflix a nivel mundial. Un fenómeno similar al de otros shows como Fleabag, de Phoebe Waller-Bridge, o La casa de papel, de Álex Pina. Pero, ¿por qué resulta tan atractiva la vida de cuatro mujeres que, tras acabar su baja por maternidad, tienen que volver al trabajo? Probablemente el hecho de que son madres poco comunes para el estándar televisivo. Kate Foster (Catherine Reitman) está deseando volver al trabajo, mientras le asaltan los miedos de saber cómo estarán las cosas por la oficina tras su ausencia y si seguirá siendo tan relevante como antes o no. Anne Carlson quiere retomar su vida tras su segundo hijo y comienza a lidiar con una niña preadolescente

que sacará a relucir sus obsesiones. Frankie Coyne, quizás el personaje más estrafalario, pasa por una depresión posparto, dejando toda la responsabilidad de la crianza de su hija a su pareja, al igual que Jenny Matthews (Jessalyn Wanlim). Sin embargo, esta última está desconectada de su bebé y de su marido, sobrevolando sobre ella los ecos de una madre arrepentida. Todo esto Reitman lo muestra sin juzgar, dando por hecho que todas las madres son imperfectas. Conduce la cotidianidad de la maternidad a un punto tan hilarante que es imposible resistirse y, cuando no, nos muestra una ácida crítica a una sociedad machista y misógina. Además, Reitman ha hecho todo esto rodeándose de un reparto coral espectacular, con Dani Kind (Anne Carlson) y Juno Ruddell en el papel Frankie Coyne en cabeza, teniendo en cuenta la diversidad (en casi todos los sentidos) y sustentando las bases del humor en los personajes secundarios (mención especial para Valerie, la mujer que sirve de nexo de unión a todas las madres). Te encontrarás en las zonas comunes, te perderás en sus salones. Algunas de las escenas más icónicas de la serie canadiense son aquellas en las que sus protagonistas utilizan el sacaleches, esa herramienta de tortura tan desconocida para el gran público y nexo de unión para aquellas madres que tienen que volver al trabajo y quieren seguir alimentando a sus retoños con leche materna. Escenas que,


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↑Catherine Reitman, además de ser la creadora de la serie, también interpreta a Kate Foster.

Madres trabajadoras muestra la cotidianidad de la maternidad de forma divertida y es una ácida crítica a una sociedad machista y misógina.

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aunque no lo parezcan, son una muestra de los privilegios con los que cuentan estas madres trabajadoras. Las otras, las de la vida real, tienen que luchar por un espacio en su lugar de trabajo para poder sacar y guardar la leche y muchas de ellas ni siquiera lo logran. Hay mujeres que no pueden sacarse leche durante jornadas de ocho horas, aumentando considerablemente las posibilidades de sufrir una obstrucción de los conductos de la leche —la temida mastitis, una patología que provoca dolor, inflamación y fiebre–. Si se amamanta más allá del cuarto mes, la ley española ni siquiera contempla un descanso para esta labor, aunque la OMS recomienda lactancia materna exclusiva hasta los seis meses. Precisamente mostrar sólo a estas madres privilegiadas es lo que critica la periodista cultural Caitlin Moore. «Las series sobre madres pueden ser poco comunes, pero las series sobre gente blanca adinerada y sus problemas no lo son. Reitman puede haber tenido intenciones feministas con Madres trabajadoras, pero el feminismo que solo representa al segmento más privilegiado de la población es miope hasta el punto de ser prácticamente inútil», apunta Moore en un artículo para Daily Dot. En contrapunto a Kate Foster tendríamos a Bridgette, la protagonista de SMILF —serie creada por la polifacética Frankie Shaw—, una mujer de clase baja, sin recursos económicos, que tiene que criar sola a su pequeño. Y aunque Bridgette no es una madre perfecta, no está en su condición de madre soltera ser un desastre, sino en la clase social a la que pertenece. Es cierto que Madres perfectas es una rara avis en la representación de la figura de la madre, pero es un ave que no vuela sola. El mismo año que comenzó la serie de Reitman lo hizo The Letdown, creada por Alison Bell y Sarah Scheller y emitida a nivel mundial también en Netflix. La comedia australiana, más sobria que la canadiense, pone sobre la mesa cuestiones como la involución del aparato genital, el establecimiento de la lactancia, la falta del sueño y de ganas de mantener sexo. Una terapia grupal para madres primerizas que descubren a golpe de realidad qué es el puerperio, cómo se vive un posparto y se preguntan porqué tan pocas veces les han hablado de ello. De manera prácticamente simultánea al estreno de la cuarta temporada de Madres trabajadoras, se emitió en Movistar+ el desenlace de Mira lo que has hecho, comedia creada por Berto Romero y coprotagonizada junto a Eva Ugarte sobre su experiencia como padres, primerizos al principio, expertos tras la llegada de mellizos, culminando con tres pequeñas fieras a las puertas de la preadolescencia. @


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LE FREAK C'EST CHIC? El éxito en Netflix de la película Orígenes Secretos nos lleva a reflexionar sobre la evolución del nerd en la cultura popular: de Tod Browning a Big Bang Theory, pasando por Kevin Smith y Álex de la Iglesia. Texto →Koldo Gutiérrez — Ilustraciones →Roberta Vázquez

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LE FREAK C'EST CHIC?

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os pasamos los 90 discutiendo qué diantres era ser friki por culpa del Semáforo y Crónicas Marcianas. Cañita Brava, El Risitas, el padre Apeles, Tamara, Leonardo Dantés o Carmen de Mairena nos indujeron a pensar en la acepción original que se había afianzado inicialmente en la cultura popular gracias a Tod Browning y su mítica película Freaks de 1932: extraños personajes de circo, un atípico grupo formado por enanos, siameses y mujeres barbudas. Una galería de los horrores mostrada para ser objeto de mofa por parte de una elitista audiencia que se creía más inteligente y guapa que esos esperpentos. Mientras un abusón como Javier Cárdenas se lucraba de ello, rodaba FBI (Frikis Buscan Incordiar, 2004) y recibía una denuncia judicial por humillar en televisión a un discapacitado, el público fue asimilando el pueril mensaje de señalar con el dedo al diferente y hacer chistes a su costa. Justo la idea opuesta a la subversiva obra de Browning, donde las extrañas criaturas se rebelan contra los soberbios protagonistas que tanto les martirizaban. La oscura fábula concluía con una moraleja muy rompedora para la época, en plena Gran Depresión: una lucha de clases donde el lumpen social se imponía a los privilegiados. La palabra “friki” ha ido perdiendo su significado con el paso del tiempo, como “hipster” o ETA. Mientras en España sufrimos los estragos antes descritos en prime-time, especialmente tras la llegada de los reality shows, en Estados Unidos directores como Kevin Smith o Josh Wheddon se propusieron durante los 90 legitimar una cultura que conocían de sobra. Con su celebrada trilogía de New Jersey, formada por Clerks, Mallrats y Persiguiendo a Amy, Smith mostró un rico mundo propio donde se daban

la mano Superman, X-Men, Stan Lee, Star Wars y el cine de John Hughes. Hizo protagonistas a los frikis que en los 80 eran secundarios en comedias populares; sus personajes vagos y fumetas discutían sobre comics, cine y sexo. Eran inadaptados que ahora estaban bajo el foco, aunque fueran películas independientes de bajo presupuesto. Paralelamente, Josh Whedon inició un proyecto personal y fundacional del fandom moderno: Buffy cazavampiros. A lo largo de siete temporadas, mezcló fantasía, aventuras de instituto, humor y hasta musical. El éxito propició que a ambos autores les abrieran las puertas de sus amados comics, donde empezaron a escribir franquicias populares como Daredevil o X-Men, además de adaptar sus propias obras. Con ese prestigio obtenido entre la comunidad y erigido en nuevo pope del noveno arte, Marvel eligió a Whedon para rodar Avengers y su secuela.

Kevin Smith, Josh Whedon y Edgar Wright moldearon la imagen del friki moderno, heredero de la Generación X.

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GENERACIÓN X-MEN →

En 1999 se estrenó una serie sobre inadaptados que pasó desapercibida. Freaks & Geeks se ambienta en un instituto en los 80, su título deja claro de qué va la cosa y marca una clara distinción entre términos que de un tiempo a esta parte tienden a fusionarse y confundirse. La protagonista es una chica bondadosa, inteligente y rebelde que se junta con los chicos malos de clase, fumetas y fiesteros; los freaks. Su hermano pequeño es tímido y débil, así que forma parte de los geeks, fans de Saturday Night Live y la ciencia-ficción que sufren bullying. Aunque fue cancelada tras su única temporada, Freaks & Geeks se ha convertido

en una serie de culto y es reivindicada como un certero retrato de esa generación. Fue una obra adelantada a su tiempo, estrenada justo antes del boom de los shows modernos, en una cadena que no supo comprender su peculiar tono que mezclaba humor y drama al alejarse de las sitcom habituales también en su duración de cuarenta minutos. El mismo año en Reino Unido vio la luz otra serie que condensó el espíritu cultural de la época: Spaced. Uno de los primeros trabajos de Edgar Wright sintetizó a la manera británica lo que Smith llevaba mostrando durante un lustro: personajes de la Generación X perdidos, rebotados entre trabajos de mierda y compartiendo piso mientras leen cómics, hablan de Star Wars y juegan a videojuegos. Su humor referencial fue el germen de la Trilogía del Cornetto que junto a sus inseparables Simon Pegg y Nick Frost mostró una esperpéntica galería de seres inmaduros más interesados en el alcohol, la música y las películas de acción que en crecer. Su estilo cristalizó en la icónica Scott Pilgrim vs. The World, donde adaptó un cómic plagado de guiños a la cultura pop y a los videojuegos. Siete años más tarde de la cancelación de Freaks & Geeks, ocurrió algo inesperado que sacudió los cimientos del fandom, de la cultura popular y del mundo en general: The Big Bang Theory. La serie de Chuck Lorre, concluida el año pasado tras doce exitosas temporadas fue un giro de tuerca a las películas de Kevin Smith y Edgar Wright, pero una involución a lo propuesto por Freaks & Geeks: una sitcom convencional, con humor tontorrón, risas enlatadas y misoginia camuflada. The Big Bang Theory supone el afianzamiento definitivo de este tipo de estereotipo. El pringado habitual se convierte en protagonista

La evolución definitiva está en Silicon Valley y es la que dirige el mundo: Mark Zuckerberg, Elon Musk, Jeff Bezos y Jack Dorsey.

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absoluto de la función y fusiona freaks, geeks y nerds en cuatro personajes patéticos, con Sheldon Cooper a la cabeza, que reúnen peores cualidades que los abusones que les robaban la merienda en el instituto: mezquinos, envidiosos, acosadores, egoístas… Su torpeza social les hace entrañables a ojos del público, que les perdona sus meteduras de pata, aunque nadie les querría como amigos. La serie idealiza su carácter, atenúa sus evidentes taras y hace que sintamos cierta simpatía por ellos, como un hijo tonto. La eclosión del nerd en la cultura popular ha coincidido además en el tiempo con el boom del cine de superhéroes, antes denostado como simple serie B, el asentamiento de los videojuegos en el mainstream y la aparición de series exitosas como Juego de Tronos o Stranger Things, entre otros muchos factores. En apenas dos décadas, desde el estreno de la segunda trilogía de Star Wars, El Señor de los Anillos y Harry Potter, el frikismo ha pasado de ser algo minoritario y criticado, a ocupar camisetas supuestamente graciosas y los horribles funkos. Incluso en la literatura, un simple listado de referencias icónicas vacías como Ready Player One se ha convertido en bestseller y luego en película firmada por un clon defectuoso de Spielberg. Sheldon y compañía abrieron la veda y surgieron otras series en la misma onda: comedias ligeras y corales centradas en inadaptados. Community es la versión sofisticada de Big Bang, con una narrativa y una puesta en escena menos encorsetada y que aprovecha la cultura pop hasta los límites sin humillar a sus personajes ni presentarlos como creepys adorables. No por casualidad, su showrunner es el cocreador de Rick and Morty, el mayor hit friki del momento. ¿Cómo llegamos a este punto? ¿De qué manera lo freak se convirtió en cool y lo nerd en tendencia?

The Big Bang Theory presenta la peor versión del friki actual: mezquinos, envidiosos, acosadores, egoístas y misóginos.


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DE WALL STREET A SILICON VALLEY →

Para entenderlo, no hay que mirar a la ficción como harían Sheldon o Abed, sino al Mundo Real™. En los 80, en pleno boom de la economía y la bolsa, los yuppies y brokers eran presentados como las figuras de éxito. Gordon Gekko y Patrick Bateman eran los modelos a seguir, aunque en realidad eran parodias de lo que Reagan y Thatcher nos habían ofrecido durante una década. La agresividad, violencia y machismo sin escrúpulos empapados en farlopa que representaban ese tipo de personajes, como ilustró Scorsese en El Lobo de Wall Street, dibujaron una narrativa que el cine siguió a pies juntillas. Los matones de instituto, dudebros y jocks se habían convertido en los reyes del mundo, gracias a repetir los patrones psicópatas de su adolescencia. Sin embargo, tres décadas y un par de crisis económicas más tarde, el mundo lo dirigen Mark Zuckerberg, Elon Musk, Jeff Bezos y Jack Dorsey; cuatro frikis que han trasladado su reino de Wall Street a Silicon Valley. Como demostró David Fincher en La Red Social, Zuckerberg no era el alumno más popular de Harvard, pero eso no impidió que un brillante estudiante con síndrome de Asperger, como Sheldon, se haya convertido en el rey del mundo. El modelo de éxito ha cambiado y ya no son los deportistas populares de la fraternidad quienes nos lideran, sino los cerebritos fans de los videojuegos y la tecnología. Los nuevos gurús emprendedores que pretenden cambiar el mundo y convertirse en mesías con sus misiones espaciales, acabar con la contaminación e implantar chips cerebrales son tíos marginados que no saben relacionarse con sus semejantes, sean empleados o familiares. No por casualidad, en poco tiempo han surgido varias series que muestran ese cambio de tendencia. Halt and Catch Fire se ambienta en la revolución del ordenador personal en los 80 y el nacimiento de internet. Silicon Valley es una parodia de las

startups y las apps actuales. Y Devs ofrece una visión mesiánica y descorazonadora del Big Data y los algoritmos que nos controlan. Mientras en Estados Unidos el paradigma del friki clásico evoluciona, España va como siempre con retraso. Orígenes Secretos parece un thriller de Fincher escrito por Kevin Smith en versión cañí. O mejor dicho, por Cels Piñol, el autor de cómics catalán que mejor captó la esencia del frikerío patrio en los 90 con su mítica saga Fanhunter. La ópera prima de David Galán Galindo se basa en su propia novela y es una buddy movie protagonizada por un atormentado policía obligado a investigar unos asesinatos junto a un friki de manual. Los crímenes reproducen momentos icónicos de superhéroes, así que el compañero, dueño de una tienda de cómics, debe asesorarle, junto a la jefa de policía aficionada al cosplay. El secundario es un cúmulo de clichés manidos y dibujado con brocha gorda al que se ridiculiza continuamente de una manera impropia incluso en el cine de los 80: comilón, solitario, pajillero y al que se le ve el culo al agacharse. En los 90, Álex de la Iglesia rompió todos esos tópicos al trasladar su imaginario formado por monstruos, serie B, tebeos, Lovecraft, videojuegos, rock y juegos de rol. Él solito cambió las normas del anquilosado cine español con El Día de la Bestia y sirvió para abrir las puertas a una nueva generación que había mamado los mismos referentes, como Juanma Bajo Ullóa, Nacho Vigalondo, Koldo Serra o Bayona, entre muchos otros. El personaje de Santiago Segura (otro gran consumidor de cultura underground) en esa película era creíble y tierno, mientras que el de Brays Efe en Orígenes Secretos provoca vergüenza ajena. Tras la evolución del friki, geek y nerd, desde el marginado de los 80 hasta el cerebrito exitoso de la actualidad, sorprende que una película como esta vuelva a las andadas. Desde luego, ese fue su origen, pero no era secreto. @

IRATI URRESTARAZU “Albo batera utziz” Fundación BilbaoArte Fundazioa Urazurrutia 32, 48003 - Bilbao www.bilbaoarte.eus CACTUS #41

ERAKUSKETA / EXPOSICIÓN URR 16 - AZA 20 / 16 OCT - 20 NOV


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MÚSICA

DESPEDIDA DESDE LOS MáRGENES

El rapero Elsso Rodríguez se retira sin hacer ruido, como uno de los mejores cronistas que ha retratado desde el underground y la margen izquierda la realidad social de nuestra época. Una década después del pelotazo Baladas Heavys paseamos con él y su DJ por Sestao rememorando lo que pudo ser y no fue.

Texto →Peio Azcona — Imágenes →Koldo Gutiérrez

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gual que un abismo en el que posas la mirada durante un tiempo acaba devolviéndotela, el reflejo de un río ofrece una visión de quien lo mira. Elsso Rodríguez y su casi inseparable compañero, el músico Vic Vega, se han mirado los últimos catorce años en la ría del Nervión, esa cicatriz que escinde en dos el Gran Bilbao y han tratado de explicar a través de su música todo aquello que ese espejo les trasladaba. Sus versos pueden trazar una cronología de lo que ha sido la margen izquierda y de cómo todas esas mutaciones en la ría son también testigo de nuestros propios cambios. La historia de Elsso es la de una figura ya en desuso, la del crooner: los cronistas que narraban la realidad de los barrios desde el prisma de la música, pero siempre con una aspiración de retratar el mundo cotidiano. Ese rol, como el propio Elsso, se siente fuera

de contexto en una realidad donde la música ha abandonado las calles y se refugia de manera anecdótica en videoclips de Youtube donde a veces pasa a un segundo plano y en fotos en Instagram donde es poco más que atrezzo. «Yo no soy un purista para nada en la vida, pero sí que me he convertido en un pureta. Me siento viejo en el nuevo mundillo de la música. No quiero jugar a eso de publicar fotos o exponerme, porque no es mi juego y no me siento cómodo con esa manera de trabajar», reconoce. Una manera de trabajar que les ha llevado a cosechar elogios de grandes autoridades de la escena musical como Erik Urano o Tote King, pero que no ha conllevado siempre el éxito mediático. «Nuestra música ha llegado hasta donde hemos querido. Siempre hay lugares en los que tienes que caer bien, fiestas a las que debes ir y eventos a los que


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ELSSO RODRÍGUEZ

«Yo no soy un purista para nada en la vida, pero sí que me he convertido en un pureta». asistir, pero nosotros no hemos hecho esa labor nunca», critica el rapero, «hemos hecho lo que queríamos, pero poner “la carita” siempre me ha dado mucha pereza. Hay gente como El Coleta que ha triunfado sin hacer nada de esto, pero desgraciadamente es la excepción». El productor y DJ Vic Vega coincide: «No vamos a decir que no hemos triunfado porque no hemos querido, eso sería un poco vanidoso, pero sí que podríamos haber aprovechado mejor algunas oportunidades que tuvimos».

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Forastero en su propia tierra. Ese estatus de forastero, de extranjero en la escena musical, es lo que ha hecho que su música se mueva siempre en un circuito underground, donde dice sentirse cómodo entre «quienes aprecian que les dé la tabarra» y nota que ha tenido «más reputación y respeto que influencia» pese a que en la Margen Izquierda del Nervión (la que va de Santurtzi a Bilbao) siempre ha cosechado ambas a partes iguales. «Vivir aquí es una de las cosas que más me ha inspirado. Es lo que ha posibilitado que no seamos un producto genérico. Esto me ha hecho ser quien soy y hacer la música que hago», concluye. Una música melancólica en la que a veces se intuyen destellos de luz,pero en la que gobiernan cierta lobreguez y pesimismo. Elementos que se encuentran en la propia margen izquierda, que se ha visto empañada durante años por el humo y el ruido de las fábricas que le daban sustento, pero que acabó por teñir de color barro la ría que nos ha servido de reflejo para ver quiénes éramos. Humo, ruido y barro que también acabaron por calar en nosotros. «Soy un poco misántropo. No odio al ser humano, pero depende del día, del estado mental y de mi humor, tengo poca fe en el ser humano y sobre todo en mí mismo. Mira a nuestro alrededor, somos un parásito para el mundo. Lo hemos jodido todo», sentencia Elsso. En un mundo como el de la música, que se nutre de la energía de los artistas y que ha virado en cierta superficialidad con mensajes innecesariamente positivos, un mensaje como este no concuerda con la norma y ese sentirse ajeno a todos los demás ha acabado mellando sus ganas de seguir creando música. «No deberían importarme los demás ni su manera de funcionar o recibir mi música si yo quiero seguir haciéndola, pero en cierta manera lo hace y cómo funcionan las


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«La música es parte de lo que he sido, pero no necesariamente de lo que soy. La música es mi legado».

cosas influye en las ganas que tenga de hacerlas», admite el de Portugalete. Parece cansado al decirlo. Se le notan los años, como a todos, pero ese cansancio no viene de la edad, ni de esa madurez que te sobreviene de manera obligatoria con el paso del tiempo; su cansancio viene de otra parte: de quien ha abandonado la esperanza al ver que predica en el desierto. «Lo último que publicamos salió hace un año y estaba escrito desde hace dos. Llevo ya desde entonces sin la necesidad de escribir canciones. Ese disco lo saqué sabiendo que sería lo último«, rememora, «la música es parte de lo que he sido, pero no necesariamente de lo que soy. La música es mi legado». Un legado que recorre un camino creado hace catorce años con Streetz Tragicomedia, pero en el que se erigen por derecho propio dos álbumes definitorios. El primero es Baladas Heavys, que acaba de cumplir diez años y que en sus palabras «trata sobre amor y desamor, pero también sobre cómo me desprecio. Hay cierto revisionismo con ese disco y sobre si se hizo justicia con él, pero creo que sí que nos posicionó y que obtuvimos el respeto que creíamos merecer. Nos puso en la escena y nos afianzó». Ese trabajo supura nostalgia y atemporalidad y aún hoy es mencionado en muchas listas como uno de los más relevantes de la escena de rap española, pese a que la figura de la mujer que aparece como elemento vertebrador del disco les ha provocado algún problema por cómo se retrata. «De chaval era machista. Todos lo éramos. Todos lo somos. Yo hay cosas que escribí hace años que ahora no escribiría. No sé si me he concienciado, si la sociedad me ha cambiado o si el mensaje me ha acabado calando, pero considero que cuanto más atrás echas la mirada, más machismo ves en mis letras», se fustiga. Una vez más se intuyen en las palabras de Elsso el cambio y su inevitabilidad.

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← Cronenberg y Basquiat; las letras de Elsso también están plagadas de referencias pop.

El otro imprescindible es El Factor Humano, su último álbum. Si Baladas Heavys era el primero de los pasos en firme de un artista en ascenso, este es el primer paso de alguien que no quiere ir hacia delante, sino hacerse a un lado: «Cuando lo sacamos, el mundo de la música había cambiado. No íbamos a ningún lado con un disco de 10 canciones, porque la manera de crear y consumir ya eran distintas», anhela, «se merecía más; de haber salido un par de años antes habría sido el mejor de su año». Su último LP, producido casi íntegramente por Vic Vega, es una profundización en esa fórmula genuina en la que Elsso intenta retratar desde la observación el comportamiento

«Paco Eskorbuto dijo que el rock es algo para los jóvenes, y creo que el rap también lo es». humano a través de unas letras complejas, con múltiples interpretaciones y diferentes capas. Eso hacía que fuera difícil de digerir «en un país como España, donde ha habido poca cultura musical y poca cultura en general. Poca gente que se esfuerza en ir más allá de lo obvio; siempre ha triunfado lo básico y yo no rapeo sentencias, ni nicks de Messenger», protesta, «El Factor Humano es lo mejor que hemos hecho musicalmente y a nivel de letras. Es un poco frustrante que la gente siempre se quede en Baladas Heavys». Mientras habla de su música, flota en el ambiente un olor a resignación, pero también a liberación: esperaba encontrar a Elsso, pero responde las preguntas Borja, la persona que habitaba la máscara. Y al quitársela a medida que responde, se empiezan a ver las grietas, cicatrices y arrugas con las que la vida tiñe el tiempo; pero también se vislumbran una media sonrisa y la tranquila calma del que sabe que ha hecho un buen trabajo. Así lo demostró por última vez el año pasado en un concierto en Madrid «más parecido al spoken word que a la típica fiesta rapera», que agotó todas las entradas y olía a despedida. «Llegas a un punto en el que la vida no te da el tiempo que necesitas para hacer música. Paco Eskorbuto dijo que el rock es para los jóvenes, y creo que el rap también lo es. A partir de los 30 ya no puedes hacer rock y yo ya tengo 38. Se me han quitado las ganas de esto», escupe. El mundo ha cambiado. Elsso también, igual que la ría del Nervión, cuyo oscuro reflejo influyó a una generación. Ahora el agua donde nos miramos es más clara y eso nos ha hecho pensar que ya no necesitamos a alguien que decodifique qué vemos al mirarnos en ella. Pero el río cambia como nosotros, que nunca volveremos a ser lo que somos hoy. @

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ARTE , VIDA Y ACTIVISMO: LOS CóMICS DE ELEANOR DAVIS

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CÓMIC

Texto →Gerardo Vilches

A pesar de la cantidad de cómics que se publica cada año en España, siempre resulta sorprendente descubrir hasta qué punto desconocemos aún el trabajo de autores y autoras brillantes de otros países. Este era, sin duda, el caso de Eleanor Davis, una dibujante nacida en 1983 en Tucson, Arizona, cuya carrera comenzó hace más de una década, pero de la que solo desde 2019 hemos podido leer algunos de sus libros traducidos al castellano.

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L

a espera ha valido la pena. Davis, que ya fue seleccionada en la prestigiosa antología The Best American Comics en 2008 y ha publicado en editoriales como Koyama Press, Drawn & Quarterly y Fantagraphics, se ha convertido en los últimos años en una de las voces más interesantes de la novela gráfica estadounidense. Resulta sorprendente que la autora cite entre sus influencias a John Porcellino o a Jaime y Beto Hernandez, ya que no es fácil rastrearlas en su trabajo; quizás haya algo de la sencillez expositiva de Porcellino, pero su estilo narrativo es mucho más distendido y relajado. Si por algo se caracteriza el dibujo de Eleanor Davis es por la importancia del espacio en blanco y del despojamiento de la línea de todo lo accesorio. Su tono cartoon se modula, en cada trabajo, para ser más o menos exagerado, pero siempre resulta muy expresivo. Hay una engañosa sencillez en su dibujo que le permite ser accesible en un primer vistazo para cualquier lector pero que, en realidad, es una estrategia para introducir temas muy complejos.

A la derecha, una página de El difícil mañana, la última obra de Davis, recién publicada aquí por Astiberri.

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ELEANOR DAVIS

Tras la identidad del arte.

Porque, pese a sus muchas diferencias, todos los libros de Eleanor Davis se ven atravesados por su posición política y activista: la autora es abiertamente de izquierdas y progresista, y pertenece a una organización local, Athens for Everyone, surgida, según la propia Davis en una entrevista con Jillian Tamaki de 2018, del movimiento Occupy, y de la que es coordinadora de miembros. Pero lo interesante es que su obra no es abiertamente política o propagandística, sino que, más bien, asume que la ideología no es algo de lo que puedas despojarte cuando creas arte. Y de arte trata, precisamente, el primer título de Eleanor Davis que pudimos disfrutar en España: ¿Arte? ¿Por qué? (Barrett, 2019; traducción de Esther Cruz Santaella). Se trata de un pequeño libro de ágil lectura, que comienza con una sorprendente taxonomía de las obras de arte que las clasifica según su color y tamaño, pero que, en un interesante giro, se revela como una reflexión acerca de la naturaleza y función de la creación artística, siempre desde

el humor y el dibujo, pues el texto se limita siempre a frases breves, pero muy estudiadas. Davis presenta un grupo de artistas diversos y examina sus motivos para crear, relacionados con la necesidad de ponerse máscaras o de ser como los dioses. De hecho, la deriva surrealista del relato les permite sentirse literalmente como tales al ser capaces de crear pequeñas réplicas de sí mismos, pero que son, como indica la voz narradora en primera persona: «más semejantes a como nos gustaría ser». De esta manera tan aparentemente sencilla, Davis reflexiona acerca de la imagen propia y la construcción de una identidad artística que oculte las dudas o las inseguridades. Lejos de quedarse ahí, el grupo de artistas reproduce el mundo entero en miniatura, solo para destruirlo cuando, aparentemente, se dan cuenta de que es mejor que el suyo propio, de la misma forma en que, poco antes, ellos mismos sobrevivieran a duras penas a otra ola destructora, como si hubieran sido, a su vez, creaciones de una versión anterior de este peculiar conjunto.

Su engañosa sencillez en el dibujo le permite ser accesible en un primer vistazo para cualquier lector y tratar temas muy complejos.

¿Arte? ¿Por qué? (Barrett, 2019)

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Rompiendo la idea del viaje épico.

Tú, una bici y la carretera (Astiberri, 2019)

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Lo más agradable del estilo de Davis es que escribe y dibuja solo lo estrictamente necesario, y no nos tira sus tesis a la cara: confía en que seremos buenos lectores y las entenderemos sin burdos sobreexplicados. Se trata de una táctica idónea para bajarse del púlpito y ser coherente con unas ideas que, en realidad, están relacionadas más con la duda que con la certeza. Con la misma intención sintética acometió Tú, una bici y la carretera (Astiberri, 2019; traducción de Santiago García), publicado originalmente un año antes. Ganadora de un Premio Ignatz, esta obra es abiertamente autobiográfica, ya que narra una experiencia real: el intento de recorrer en bicicleta la distancia que separa la casa de sus padres en Tucson de la suya, en Athens, lo que sería un viaje de casi dos mil millas a lo largo de la frontera de Estados Unidos con México. El libro surgió como un diario dibujado de su experiencia y, por ello, muchas de las páginas contienen

esbozos rápidos, que levantan testimonio inmediato de un viaje subjetivo. No se trata de representar lo que Davis vio, sino lo que sintió mientras lo presenciaba. La realización del libro se ve afectada por las vicisitudes del propio viaje, de forma que la narración es elíptica por necesidad: no siempre tenía tiempo o fuerzas para dibujar algo entre jornada y jornada de pedaleo bajo el sol. Al prescindir de viñetas, el relato se vuelve fluido, y la bici de Eleanor se desplaza por las páginas de forma muy orgánica, con paradas puntuales para contemplar algún atardecer o recobrar fuerzas. Su perspectiva política se filtra de forma inevitable, dada la cercanía con la frontera: hay una secuencia en la que un inmigrante a la fuga es apresado por la policía en Fort Hancock, en la que no hace falta que Davis exprese su opinión para saber qué le parece el asunto. Sin embargo, hay otra cuestión más profunda y transversal en la que la dibujante propone una verdadera transformación de los valores hegemónicos. Poco a poco, va tomando conciencia de hasta qué punto es nociva la visión épica de lo que está haciendo, y la idea de que, si no logra su objetivo, estará fracasando. Esa narrativa netamente masculina, y que está muy relacionada con el concepto del viaje del héroe campbelliano, es deconstruida desde el momento en el que Davis se centra menos en el esfuerzo individual que en la red de cuidados que le permite seguir avanzando. Su viaje no es una gesta del individuo frente a los elementos, sino que es un proyecto posible por la fuerza del colectivo, y el apoyo de la gente que la acoge, le repara la bicicleta o le cura sus lesiones. No hace falta que Davis escriba un alegato feminista para reconocer esa perspectiva en todas las páginas de Tú, una bici y la carretera, una obra hermosa y que logra, gracias a su inmediatez, una intimidad muy reconfortante, que nos permite redescubrir ese adagio que nos enseña que lo importante del camino a Samarcanda no es llegar, sino el viaje.


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ELEANOR DAVIS

El difícil mañana (Astiberri, 2020)

Hacia una distopía cercana

Paradójicamente, su obra más abiertamente política es una ficción, aunque contenga elementos autobiográficos. El difícil mañana (Astiberri, 2020; traducción de Santiago García) está concebida como una distopía muy inmediata, que presenta a Hannah, una joven activista, que vive con su pareja en una caravana y participa en una organización no muy diferente a la que pertenece Davis. En la América de El difícil mañana, Mark Zuckerberg se ha convertido en presidente, el estado espía a la ciudadanía y la disidencia política se castiga con leyes y violencia policial. Salvo por lo del fundador de Facebook, tampoco es que esta situación se aleje demasiado de la realidad actual de Estados Unidos, y ahí reside el gran acierto de la autora: su obra plantea un paso más allá en

la deriva autoritaria y filo supremacista de la administración Trump, lo que le permite hablar de un presente marcado por el Black Lives Matter y el debate sobre la brutalidad policial. Por eso las escenas que muestran manifestaciones resultan tan perturbadoras y desasosegantes, y por eso, quizás, haya escogido un registro de dibujo más rico en detalles, con más texturas, que en obras anteriores. Eso hace que las viñetas ganen en peso y en realidad, aunque el estilo de Davis siga orientado hacia el cartoon. La precariedad laboral también está presente, pues Hannah —que quiere quedarse embarazada, como lo estaba la propia Davis mientras dibujaba el cómic— malvive de cuidar a una anciana y, junto con su pareja, tiene que construirse una cabaña porque no tienen dinero para vivir de otra manera. Pese a

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todo, su mirada al futuro es optimista, lo que contrasta con la de Gabby, su mejor amiga y también activista, mucho menos alentadora. El reparto del cómic también incluye a un estereotipado conspiranoico, Tyler, fanático de las armas y obsesionado con la idea de

de una inquietud que lleva a Eleanor Davis a probar cosas nuevas cada vez que se enfrenta a un proyecto. Pero todos sus libros demuestran que, ante todo, es una autora de cómic que se hace las preguntas que toca hacerse en cada momento, y que tiene el pulso tomado a su época. Su feminismo y su apuesta por una diversidad que nunca convierte en el tema central de la obra, sino que, más bien, se introduce con la naturalidad que deberíamos aspirar a que tuviera, la convierten en una artista relevante, que es lo mejor que puede decirse de alguien que se dedica a la creación. @

Su engañosa sencillez en el dibujo le permite ser accesible en un primer vistazo para cualquier lector y tratar temas muy complejos. que el gobierno le espía. Su papel, que parece cómico, da un interesante y ambiguo giro en cierto momento, que introduce otra capa de significados a una obra que, pese a su esperanzador mensaje final, no carece de espinas, y que demuestra, además, que la ciencia ficción más perturbadora es la que se ambienta en el futuro más cercano. Las diferencias con obras anteriores no deberían verse como signo de un cambio en sus intereses artísticos, sino como prueba

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MANERAS DE SER ZORRAS

Nunca tuvieron nada que perder. Gritaron «Girls to the front!» y tomaron la primera fila del concierto, se hicieron con el escenario. La venganza de las punks (Contra, 2020) no consistía en derramar sangre, solo en reclamar lo que era justo: un discurso propio como artistas musicales.

Texto →Mikel Gil

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«¡LAS MUJERES NO COMPRAN MÚSICA!»

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ay algo que hace que la música en directo se esté percibiendo como peligrosa. No importa cuántas medidas de seguridad sanitaria traten de implementar los promotores de conciertos y festivales en esta realidad pandémica, porque nada es garante de que ninguno de ellos se acabe celebrando. Quien haya asistido a un concierto en este tardío 2020 sabe que el aforo limitadísimo, la obligación de estar sentado y la cohibición generalizada por ver un bolo en esas extrañas circunstancias hacen más improbable un contagio ahí que en una casa. Da igual; este tipo de licenciosas congregaciones asustan, como se ha visto con la reciente cancelación del Tomavistas Extra, apenas horas antes de empezar a montarlo. Los conciertos acabarán volviendo en algún momento, porque ofrecen una experiencia insustituible por cualquiera de las formas de consumo musical que se puedan practicar en

Es triste y muy derrotista decirlo, pero los únicos que no han perdido nada son los que no tenían nada que perder, los que nunca esperaron nada a cambio de hacer música. Son quienes se subieron al escenario por la sencilla razón de que si no lo hacían ellos, no lo iban a hacer otros. Este mismo estado mental que ayuda a digerir el percal de penosa actualidad es el que se estimula de la lectura de La venganza de las punks (Contra, 2020), donde Vivien Goldman narra a su manera la historia del punk femenino y feminista, puesta en palabras en una extraña combinación entre biografía, comentario personal y entrevistas a terceros. El cuento arranca en 1975, una época en la que «¡Las mujeres no compran música! Las mujeres no hacen música! ¡Las mujeres no leen sobre música!». No podría haber sido antes: no es casualidad que la primera oleada de bandas feministas surgieran de un movimiento tan contestatario, tan contracultural y tan hazlo-túmisma como el punk. No podría haber ocurrido en los sesenta, cuando lo rupturista dentro del colectivo de mujeres era poder tomar las calles de manera excepcional, aunque solo fuera para gritar al paso de los Beatles. Ese ímpetu quedaría canalizado en la figura de la groupie, cuya grandeza era directamente proporcional a la de los músicos con quienes compartiera alcoba. Las groupies estaban supeditadas a sus reglas estéticas, porque tenían que lucir igual o mejor que las rockstars. El punk fue el primer gran «te jodes» a todo aquello, donde las chicas

El punk fue el primer gran «te jodes» al fenómenos groupie, donde las chicas pudieron producir como artistas de manera autónoma. casa. ¿Spotify and chill? Por favor. Pero, por mucho que la barca vuelva a flotar, las velas ya estaban apolilladas de antes. Ahora que al sector le toca protestar es cuando relucen sus carencias organizativas. El de la música —y no solo por los artistas, también los técnicos, mánagers y demás agentes— es un campo lleno de autónomos solitarios y sus tenues asociaciones legales. Montar un grupo se siente y se sabe en las antípodas de formar una SL.

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MANERAS DE SER ZORRAS

→Pasado y presente. The Raincoats y Fértil Miseria, dos bandas que Goldman trata en su libro.

Si la riqueza es un atributo históricamente masculino, por oposición la pobreza es femenina.

↑El libro hace escala en Barakaldo para rescatar la historia de las Vulpes y su mítico grito: «Me gusta ser una zorra».

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pudieron producir como artistas de manera autónoma. Esa es la venganza de la que habla el título del libro de Goldman, no más que los preceptos del feminismo: la misma posibilidad que los compañeros varones a crear tu propia música, sonar como te apetezca y tener el mínimo de atención del público como para darle continuidad al proyecto. La razón por la que la autora centra la atención del libro en el punk es sencilla: es pura teleología que sea un género musical que, no siendo de nadie, hace partícipe a cualquiera, sobre todo si se tiene un halo reivindicativo. La venganza de las punks es una historia con enfoque muy horizontal del punk feminista. Goldman concede similar importancia tanto a artistas canónicas como The Raincoats o Patti Smith, como a grupos actuales —algunos fuera del mundo anglosajón— con un seguimiento más que discreto, como las colombianas Fértil Miseria, que no llegan al medio millar de oyentes mensuales en Spotify. Hay grupos ensombrecidos, pero nunca olvidados. Las riot grrrls de la escena estadounidense tenían muy presente a sus predecesoras británicas cuando gritaban aquel «Girls to the front!», porque los tíos no solo copaban la primera línea del escenario, también del público de los conciertos moviditos.

Si la riqueza es un atributo históricamente masculino, por oposición la pobreza es femenina. El libro recoge distintas visiones del dinero hechas canción, desde las más obvias críticas al consumismo en Spend, Spend, Spend de las Slits o su invitación a hacer un by-pass a este sistema en Shoplifting, hasta una ensoñación idealista contradicha por el oxímoron Free Money de Patti Smith. Si La venganza de las punks es un libro sobre contracultura y subversión feminista, el Horses (1975) de la artista neoyorquina es el disco más canónico que hace aparición en la lista de Goldman. Hacer dinero con un disco es muy poco punki, pero la calidad de Horses y los caminos allanados avalan a Patti Smith como referente del género antes de 1976; es decir, cuando solo podemos hablar de proto-punk. La temática del amor es otra de las cuestiones divisorias dentro de los artistas de punk. ¿Se puede cantar sobre amor? Aún más: ¿se puede cantar a favor del amor si la idea del punk es ir a la contra? Desde la puerta violeta es difícil defender los preceptos del romance patriarcal. No obstante, el punk no se libró de ser algo muy hetero en su primera ola, incluso con casos sonados de violencia machista, como el de Nancy Spungen, por cuyo homicidio estaba acusado su pareja, el bajista de los Sex Pistols Sid Vicious—aunque nunca fue juzgado, al morir cuatro meses después—.


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MALAS ZORRAS

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Entre los muchos ejemplos aportados por Goldman, llama la atención por lo peregrino el de la banda china Yellow Banana, de la que destaca el corte anti-amor Ass Hole, I’m Not Your Baby. ¿Un grupo de punk formado íntegramente por chicas en la China de principios de los dos mil? Suena revolucionario, como pensó la discográfica japonesa que sacó su disco al mercado. Pues bien, Gia Wang, cantante y creadora de la canción, pese a haber causado un terremoto en los cimientos morales de su país, declara en la entrevista con Goldman que el feminismo y la libertad son una filfa, y además se confiesa pro-Trump. Ass Hole, I’m Not Your Baby suena empoderante, pero la intentio auctoris no era otra que legitimar la posición más obvia y caduca del arquetipo de femme fatale. «Soy una mala zorra. Soy infantil y caprichosa. Romper el corazón de un hombre es tan fácil como rasgar una hoja de papel». Wang es la nota discordante: la única cantante de punk mujer y ultraconservadora de todos los grupos del libro, quizá de todos los del mundo. Pero su testimonio ayuda a ver lo lejos que puede estar su «Soy una mala zorra» del «Me gusta ser una zorra» de las Vulpes. Así es: en el breve periplo global de doscientas páginas que es La venganza de las punks, Goldman hace escala en Barakaldo para rescatar la historia de las hermanas Loles y Lupe Vázquez, que es digna de contar. Loles admite que no fue una decisión consciente hacer un grupo de chicas, simplemente sus hermanos Bernar y Niko — fundadores de M.C.D.— no querían meterlas en su banda. Las Vulpes nace de una vuelta de tuerca del I Wanna Be Your Dog de Iggy Pop. El año era 1983, y el recorrido de la banda fue fugaz. El periodista Diego A. Manrique , que entonces era guionista del espacio musical televisivo Caja de ritmos, apostó por Las Vulpes para el segundo programa. La actuación fue un escándalo, y supuso la cancelación de Caja de ritmos y el despido de su director y presentador, Carlos Tena. De pronto, un grupo de chicas de 17 a 21 años era el epicentro del debate político sobre las fallas de la libertad de expresión, la corrupción de menores y demás decadencias morales. Las chicas fueron engañadas y nunca cobraron regalías por el single de Me gusta ser una zorra, y las protestas llevaron a la cancelación de la gira por el país. Al final del verano de 1983, Las Vulpes dejaron de existir como banda en activo, aunque la leyenda perduró. A pesar de ser víctimas de un sistema reaccionario que las rechazó, consiguieron algo con lo que muchos artistas solo sueñan: vigencia. Como las Raincoats, las Slits, Bikini Kill y todas las demás, de siempre ensombrecidas, pero nunca olvidadas. @


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GETXOPHOTO

How was your dream?

PESADILLAS POP EN LAS PROTESTAS DE HONG KONG La nueva edición de GetxoPhoto nos anima, más que nunca, a salir ¡A la calle! El fotógrafo francés Thaddé Comar así lo hizo con sus impactantes imágenes de las revueltas de Hong Kong contra el Gobierno chino. Texto →Koldo Gutiérrez — Imágenes →Thaddé Comar

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VISUAL


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↑ Esperanza en el apocalipsis; una manifestante nos observa mientras la policía detiene a dos amigas.

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i hay una frase del año, además de «ponte la puta mascarilla», esa es sin duda «vivimos en una distopía». La pandemia y el confinamiento han puesto ese término en boca de medio mundo (con permiso de quienes lo consideran una “gripecinha”), lo que ha desvirtuado ligeramente el sentido original de la palabra que se puso de moda gracias a obras de ciencia ficción como 1984. El fotógrafo francés Thaddé Comar ha plasmado esa visión, pero no gracias al coronavirus, sino a otro suceso reciente que aún perdura: las protestas de Hong Kong. El artista pasó cuatro meses el año pasado cubriendo los disturbios de la población contra el Gobierno chino y el resultado se aleja de los convencionalismos de este tipo de fotoperiodismo.

«Mi objetivo es encontrar imágenes icónicas que representen bien las protestas de Hong Kong y cómo sus participantes han logrado estar a la vanguardia tecnológica y táctica», afirma Comar. Esa estetización de la violencia llama poderosamente la atención, pero no resta un ápice de fuerza a los sucesos mostrados. Su mensaje es tan contundente como las cargas policiales y su posicionamiento ideológico no deja lugar a dudas. «Hong Kong demuestra cómo el Partido Comunista Chino invade la privacidad y la libertad, por eso quería mostrar esta presencia de elementos de ciencia ficción como máscaras, lasers, cámaras…», sentencia el autor. Sus instantáneas parecen salidas de Blade Runner o Robocop, pero su colorido remite a videoclips de Lady Gaga o grupos de K-pop. Su título, How was your Dream?, resulta evocador


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«Quiero mostrar cómo los manifestantes están a la vanguardia tecnológica y táctica».

Sus instantáneas combinan Blade Runner y Robocop con videoclips de Lady Gaga o K-pop.

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y poético, pero la visión tiene más de pesadilla que de sueño. Parece lejano en el tiempo y el espacio, pero ese aterrador futuro hitech nos espera a la vuelta de la esquina en Occidente, con una sofisticada revolución 5G que hará más real el temido Gran Hermano de Orwell. Infiltrado con los manifestantes, que le invitaban a comer por retratar los hechos para darlos a conocer a la comunidad internacional, supo captar la esencia de las protestas. Queda patente en la impactante foto donde dos mujeres son detenidas agresivamente por varios policías mientras de fondo emerge la luminosa cara de otra joven que observa la escena y al propio fotógrafo al tiempo que nos interpela de manera directa como espectadores. Pese a lo que pueda parecer, Comar considera que actualmente es más difícil ejercer su labor en su país natal que en la


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Thaddé Comar Se infiltró entre los manifestantes para captar la esencia de las protestas.

excolonia inglesa. «En París la policía está mejor equipada, mientras que en Hong Kong están obligados a comportarse correctamente para no llamar la atención», explica. Pese a su juventud, el artista sabe bien de lo que habla, ya que comenzó su andadura capturando los Black Blocs que tuvieron lugar el 1 de mayo de 2018 en la capital de Francia. “Me interesaba mostrar mi ciudad como un teatro de esos eventos y ver sus calles reapropiadas y usadas para la expresión”, asegura. Su objetivo es ofrecer un punto de vista diferente a la prensa oficial, pero también reconoce algo cautivador en el proceso. «Las protestas son impresionantes de observar y a veces es importante ver las cosas por ti mismo; resulta aterrador y fascinante», cuenta Comar, «fotografiar estos eventos es también una manera para mí de participar e involucrarme». @

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UNA CADENA DE Y PARA LA DESACELERACIóN TEXTUAL

Al pensar en LAN, Festival Audiovisual Obrero, nos sugiere rápidamente la cadena de montaje como paradigma del imaginario industrial. Tomamos esta línea discursiva como referencia de uno de los distintos ejes que se abordan durante las jornadas de exhibición del festival, asumiéndola como una herramienta metodológica desde la que articular la creación textual. No para hacer un símil del modelo productivo que vertebró la idiosincrasia obrera, sino para proponer un contra- funcionamiento que rompa con el esquema de la serialización.

Textos →Oihane Sánchez Duro →Alberto Díez Gómez →Jaime A. Cornelio Yacaman →Rakel Gómez Vázquez →Anna Mezz →Pablo Martínez Garrido →Camilo Torres Zorrilla

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raíz de la colaboración entre LAN. Festival Audiovisual Obrero, y TXTLab. Campo de pruebas para las relaciones que se establecen entre Arte y Texto, reflexionamos sobre cómo las connotaciones asociadas a la producción y/o lo productivo inciden sobre la creación textual. Teniendo en cuenta que el arte y la cultura tampoco han conseguido zafarse de la lógica productivista fruto del capitalismo cognitivo, cabe preguntarse si esos espacios de producción donde arte y escritura se funden, no habrán sido ya inundados por la lógica de la cadena de montaje. La obsolescencia de la fábrica como la institución por antonomasia del modelo económico industrial ha mutado en nuevas formas de producción que parecen haber asumido la lógica de la cadena de montaje.

Desde el ámbito en el que surge TXT-Lab, la Facultad de Bellas Artes de la UPV/EHU, resulta indispensable tener en cuenta los procesos por los que el ámbito artístico y cultural se ha convertido en un nicho de recursos y bienes cuantificables en términos económicos. Términos como “Industrias Culturales” e “Industrias Culturales y Creativas”, el modelo de las “fábricas de creación” o “fábricas de la cultura”, son un ejemplo de cómo el imaginario industrial ha inundado campos tradicionalmente al margen del sistema productivo convencional. La práctica de la escritura en arte, ejercicio que requiere de espacios y tiempos prolongados, también adolece del ritmo vertiginoso provocado por la necesidad constante de consumo de información; ¿cómo flotar pues en las corrientes que nos empujan hacia una sobreproducción de lo textual?


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↑Mujeres de la mina, uno de los cortometrajes proyectados en el festival.

¿Cómo flotar en las corrientes que nos empujan hacia una sobre-producción de lo textual?

→ CACTUS #41

A propósito de LAN queremos hacer una reflexión sobre la producción (textual) en arte hoy, y más específicamente sobre la producción textual de TXT-Lab. Ya bajo el nombre de TXTLab subyace la idea del laboratorio lo que hemos dado en llamar «campo de pruebas». Siempre es necesario discurrir sobre las relaciones que se plantean entre el laboratorio y el producir. Quizás sobre una metodología posible donde no todo vale. Si hablamos de sobreproducción,

ya lo decíamos en algún escrito previo: la producción de escritura en este contexto del arte debe mirar hacia «el desarrollo de una escritura que permita hacer permeable al sujeto, a su práctica y a su experiencia, pero que a la vez sea capaz de llevar a cabo una labor de reflexión acerca de lo que supone escribir en Arte». Es decir, conseguir una producción que no asfixie, sino que genere y sirva (no al acelerado sistema cultural sino a una misma). En el año 2013 el artista Jon Mikel Euba pronunció la conferencia Sobre producción, sobredosis, sobreproduciendo, dentro de las jornadas “Editar, producir, programar” organizadas por Eremuak en Arteleku. Una de las aportaciones fundamentales de esta conferencia fue: «¿voy a hablar de producción o voy a producir algo?», lo cual situaba al oyente ante la tesitura de seguir discursando sobre el producir o realmente producir algo (que mereciera la pena). En relación a lo anterior, viene a colación hablar de la relación del artista y la escritura en el ámbito académico, puesto que aún se le da mayor importancia al desarrollo teórico y metodológico, que al de la producción artística. En este sentido, el problema no es la sobre producción artística, sino más bien, hacia donde va dirigida esa producción.


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UNA CADENA DE Y PARA LA DESACELERACIÓN TEXTUAL

Según TXT-Lab, “entre LAN, Festival Audiovisual Obrero, y TXT-Lab”. Con LAN para arte hoy. En relaciones bajo colaboración de raíz y sobre producción textual de TXT-Lab. Hacia que el arte y la cultura de laboratorio con lógica en «campo de pruebas» sin productivista, para discurrir sobre relaciones ante el producir con fruto entre metodología desde espacios de producción contra no todo vale en arte y escritura hasta cadena de montaje. Ante sobre-producción de capitalismo cognitivo, según fábrica en institución, bajo permeable modelo económico sin sujeto con industrial práctica. Sobre Facultad de Bellas Artes cabe recursos con experiencia de bienes cuantificables, capaz según económicos para escribir en Arte. A que no asfixie, genere

→ Escribir trabajando, trabajar escribiendo. Escribimos como práctica y como ejercicio, como método de reflexión. Al analizar la sobreproducción debemos distinguir entre las fases que componen el trabajo y el valor que a éste se le asigna.

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y sirva, desde imaginario industrial contra convencional en práctica de artista, hacia ejercicio de escritura desde arte y sobre aportaciones con espacios de conferencia, tiempos, oyente para flotar en tesitura por corrientes, discursando bajo sobre-producción de lo textual. En base a estas palabras sobre escribir: ejercicio físico-mental-emocional. Pescar-buscar-justificar- trabajo. Decir. Performance. Pensar. Investigar. Escribir-sobre-escribir-hilar y/o comunicar. Sujeto. Acción. Pasivo-activo. Ordenador. Proposición. Composición. De-construcción. Actitud. Significación. Expresión. Espacio. Tiempo. Corrección. Para concluir: (TXT-Lab+LAN) = evolución: escribir-conocer-disfrutar-imaginar-crear. Publicar. Existir.

Practicando desde un grupo circular no jerárquico. Leyendo, criticando, debatiendo, escribiendo. Aprendiendo de la lectura de lo que escriben las demás. Asumiendo la responsabilidad de colaborar con los textos, con las palabras de las otras. Aprendiendo a leer a las demás como manera de aprender a leernos a nosotras mismas. Preparándonos para templar constructivamente el trabajo de las otras. Trabajando solas y trabajando juntas. Artistas multidisciplinares entrenadas en campos diversos, experimentando, curioseando y provocando. Tomándonos en serio el trabajo, trabajando muy lentamente, dedicando el tiempo necesario, tiempo que no define la acción. Sabiéndonos afortunadas por la satisfacción que produce la práctica común. Practicando en común, acumulando en común, contribuyendo al colapso. ( ) Paréntesis de silencio, aires despejados de partículas, aguas más limpias, cielos más claros. “...tal vez la otra paz/ podría irrumpir en la oscuridad/ y llenar los vacíos del pequeño cuarto/ demasiado exiguo en su medida...”. Emily Dickinson.


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¡Producción, oh tú que eres destino de la carne! Que abasteces la mesa de Moloch de viandas incontables. ¿Qué suculenta empresa será lo bastante sustanciosa para saciar, al fin, las entrañas del carnero, si hemos visto que el caldero no lo llena con dinero? Para quien son chucherías de entremés las horas del hambriento y del burgués. El uno que para comer aire fabrica y el segundo que otra cosa no mastica. ¡Oh, reclusión temida! ¡Hoy te ves favorecida! Cuántas veces he soñado ver a la flor su sonrisa, o una leve maravilla, mientras que por cuestiones de prisa me yacía en la soñera. Mas si hacer elección tuviera, bien poco me importaría la cár-

cel de fuera si de la de aquí dentro salir pudiera. Es la ciudad un cementerio y abastece en altas torres depósitos de agitados cuerpos. Donde dé igual el oficioso, con sus artesanías de áureos cristales, se encuentra con el ocioso de la pobreza en los portales. Y no vendrá nunca el mal rayo que la derrumbe, ni el fuego que la abrase ni la furiosa muchedumbre. Pues no hay esperanza en la costumbre sino la mandíbula del tiempo y por su lado las herrumbres.

Al referirnos a la idea de sobreproducción resulta necesario distinguir entre las fases que componen el trabajo y el valor que a éste se le asigna, cosa fundamental para entender la actividad productiva a partir del concepto producción, entendiéndolo como el proceso de trabajo de la actividad humana, y cómo esta acción se transforma en el régimen operativo sobre el cuerpo social que produce/sobreproduce mediante la explotación del trabajo asalariado y el no remunerado. Si observamos un ejemplo en desarrollo, la actual crisis socio-sanitaria del COVID-19, nos damos cuenta de cómo el ser humano posee la capacidad de reorganizar su vida en sociedad, la manera de crear subjetividad, mantener los afectos y gestionar el autocuidado. Al mismo tiempo en este escenario, vemos cómo se consolida la privatización de la sanidad, la educación y la asistencia a colectivos vulnerables; el afianzamiento de la propiedad privada y los bienes de servicio; la terciarización de la industria y la precariedad del trabajo en favor de procesos de sobreacumulación del capital financiero; la cosificación de las personas y lo cotidiano, el sometimiento tecnológico y la coerción material

e inmaterial de cientos de trabajadoras y trabajadores mediante disciplinados aparatos políticos e ideológicos de naciones-potencias que destruyen las fuerzas productivas generando conflictos para apropiarse del medio natural y sus recursos. Habría que replantearnos responsablemente si esto es una consecuencia de procesos históricos anteriores, o es una realidad concreta del siglo XXI. Ante esto y lo que nos convoca, la escritura, tendríamos que dilucidar si la cuestión de escribir o sobreescribir (como hábito de la sobreproducción) debe considerarse una parte más del fortalecimiento neoliberal y su estructura productiva que sostiene un modelo alienado -que nos aliena- o es únicamente un largo proceso de usufructo cognitivo del inagotable capitalismo global.

TXT-Lab. Campo de pruebas para las relaciones que se establecen entre Arte y Texto.

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