Revista Número 12: Destino y/o azar

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Revista literaria · N° 12 · Junio 30 · 2016

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Revista literaria Demencia Año 1, N° 12, Junio de 2016, es una publicación mensual editada por el equipo editorial de Demencia. Santander de Quilichao, Cauca, Colombia. www.revistademencia.wordpress.com Directora y editora responsable: Daniela Cadavid Libreros. Todos los textos e imágenes usados en esta revista se han usado bajo licencia de los creadores, bajo licencia Creative Commons zero o Creative Commons with attribution. Las opiniones expresadas por los autores no necesariamente reflejan la postura de la editora de la publicación. Queda estrictamente prohibida la reproducción total o parcial de los contenidos e imágenes de la publicación sin previa autorización de Revista Demencia o de los respectivos autores.


SUMARIO

Demencia N° 12 · Junio 2016

Contenido textual

Antonio Rivas Bea Gurutzarri Carlos Rasero Rodríguez Daniela Cadavid Libreros Dionisio Lopez Ramos Francesc Barrio Julio Fran Ono Hedda Lisbeth Ibarra Isaac Oré Jennifer Fernández Serramito Maggui Villa Manuel Gris Marian Cañibano Nicolás Ortiz Omar Jaimes Patrick Erickson Pilar González Navarro Ricardo de las Casas Temoltzin Santillan Padilla Viviana Gonzales William DuBois Koo Kumi

Fotografías

Pág 08 - Daniela Cadavid Libreros Pág 12 - Justin Luebke Pág 14 - Original de Tim the Groot Pág 15 - Freepick Pág 16 - NASA Pág 19 - National Library of Irleand Pág 20 - Ismael Nieto Pág 22 - Ismael Nieto Pág 23 - Alice Donovan Rouse Pág 26 - Riley Briggs Pág 29 - Daniela Cadavid Libreros Pág 30 - Rodrigo Rodríguez Pág 32 - Ismael Nieto Pág 36 - Marcos Silveira Pág 38 - Daniela Cadavid Libreros Pág 41 - Leandro Murciego Pág 43 - Morgan Sessions Pág 44 - Kai Oberhäuser Pág 47 - Daniela Cadavid Libreros Pág 51 - Fernando Brasil Pág 53 - Jennifer Studios Pág 57 - Rosan Harmens Pág 58 - Daniela Cadavid Libreros Pág 60 - Gemma Garner Pág 62 - Julie Macey Pág 66 - Daniela Cadavid Libreros Pág 69 - NASA Pág 71 -Antonella Lombardi Pág 74 - Daniela Cadavid Libreros Pág 76 - Jennifer Studios Pág 79 - Jennifer Studios Pág 80 - Fabian Blank Pág 82 - Daniela Cadavid Libreros Pág 85 - Jennifer Studios

Dirección y edición

Daniela Cadavid Libreros

Corrección de estilo Amelia Nyan.

08 Art Brut Un rincón donde el sabio titiritero hace danzar una por una las palabras. En esta edición: Bea Gurutzarri, William DuBois Koo Kumi, Viviana Gonzales y Pilar González Navarro.

16 La Inmaculada Letras que suenan como la música de las esferas. Por: Isaac Oré, Patrick Erickson y Manuel Gris.

Portada y Contraportada: Daniela Cadavid Libreros. http://eltelondelaluna.com

28 Postales

66 Kaleidoscopic Cats

Mensajeros Dementes que viajan entre olas fluorescentes. En esta edición: Rick de las Casas y Francesc Barrio Julio.

Si la ciencia ficción nos fluyera por nuestro cuerpo al igual que la vida de estos gatos. En esta edición: Carlos Rasero y Omar Jaimes.

38 El Telón de la luna

74 En el ínterin

Reseña del libro “Identidad” y entrevista a Arturo Hernández. Por: Daniela Cadavid Libreros.

46 La caja oblonga Un mundo donde los cuentos pueden cambiar la realidad. En esta edición: Marian Cañibano y Maggui Villa.

58 El juego lúgubre Para los curiosos que andan en busca de nuevo material, o para los despiados critcos de la ciudad. En esta edición: Antonio Rivas y Dionisio López Ramos. ~3~

Un lugar donde todo tipo de magia puede suceder. En esta edición: Jennifer Fernández y Nicolás Ortiz.

82 El jardín del poeta Nuevos poetas que abren de a poco su lienzo hacia el mundo. En esta edición: Fran Ono, Temoltzin Santillan y Hedda Lisbeth Ibarra.


Colaboradores Antonio Rivas Carreño, Batres, Madrid (España) 71 años, Derecho UNED, publica en Facebook, en torno al “Realismo Mágico”. Experto en Literatura, como hobby ayuda a escritores noveles en poesía y narrativa y es un experto en Análisis y Crítica Literaria. Bea Gurutzarri Vicente. Pamplona (España) 24.4.1969 Nació a los nueve meses. Párvulos, colegio, balonmano, conservatorio, instituto, arte dramático, madre, payasa, madre, cuentista, madre, malabarista de la palabra y en total y por no extenderme, madre a cuatro bandas. Multidisciplinar: lo mismo vale p’a un roto, que p’a un descosío... Carlos Rasero Rodriguez. Sevilla (España) 1983 Su nacimiento poético es un poco nubloso, es parte de esa música infartada que la ciudad desprende, de esos intentos de mejorar sus pasos de baile en esta danza que es la poesía. Escribe porque decidió escribir y contar historias le hace libre. Daniela Cadavid Libreros. Santander de Quilichao (Colombia) Diseñadora gráfica, editora en jefe de revista Demencia, Telonera de la Luna, poeta y soñadora de tiempo completo. En los ratos libres imagina monstruos en las aceras e inventa imposibilidades. Número de la suerte: 21. Dionisio López Ramos (España) Escritor aficionado, se identifica con los relatos cortos y los micros. Le gustan los piropos, dichos, refranes y reflexiones. Escribe en varias páginas relacionadas con la literatura en facebook; siendo una de ellas París Poesía Artes y Letras la más activa, la cual le concedió la participación en la Semana Internacional de Poesía. ~4~


Francesc Barrio Julio. Estudiaba Física en la U.A.B., pero pasaba más tiempo en el bar que en las clases. Ha sido editor de juegos de rol y redactor de revistas de juegos pero, finalmente, ha descubierto su vocación de escritor. Actualmente, trabaja de redactor de contenidos para un estudio de diseño”. Hedda Lisbeth Ibarra, Santafé de Bogotá. Periodista y fotógrafa, inmigrante colombiana radicada en Estados Unidos, ha dedicado su tiempo en tierra extraña, a transmitir sus sentimientos y emociones a través de la poesía. Actualmente escribe en la revista colombiana YoSoyCultura, en el blog literario Poesía a Mano Alzada y en el canal de Youtube de la declamadora argentina Ana Ulehla. www.heddalisblogspot.com Isaac Oré, Lima (Perú) Nació un año nuevo del 89, escribe poesía y cuentos. No ha publicado ningún libro. Viajó por toda Europa durante medio año. Sus cuentos han sido publicados en El Comercio de Lima y diversas revistas extranjeras. Jenny Fernández Serramito. Escritora imparable, no porque no haya fracasado nunca, sino porque siempre sigue adelante. A sus 19 años todavía cree en el amor y aunque no crea en las historias de amor, vive en una cada día. Tiene la misma memoria que Dori en “Buscando a Nemo” por eso escribe y fotografía cada momento. Muchos afirman que está loca.” Maggui Villa. Arboletes, Antioquia (Colombia) Orgullosamente Colombiana, aunque tenga la nacionalidad Española. Su corazón es de las dos patrias, aunque sus raíces sean de esas montañas que tanto extraña. Gracias a ellas, su vida y lo que es tiene una visión más amplia del significado de la existencia. Ama la poesía y la literatura como un puente que permite atravesar fronteras sin miedos. ~5~


Manuel Gris. Barcelona (Poble9) 1982 Loco de las palabras y de escribir desde que tiene uso de razón, y sabe que si alguna vez le cortasen los dedos aprendería a usar los de los pies o la nariz con tal de seguir llenando folios y folios. Soñador y amante de la noche y de su inspiración. Y del Suchard. Y de la cerveza. azacel669.wix.com/manuescribe Marian Cañibano. Natural de Portugalete, Bizkaia (España) Apasionada de la lectura desde que tiene uso de razón, compagina su trabajo por cuenta propia con el placer de escribir. Nicolás Ortiz. Colombia. 17 años. Amante inédito y declarado por las letras. Aprendiz empírico de literatura y empresario independiente de mercadeo, dedicado a tiempo completo al desarrollo de varias novelas en paralelo, también escribe reseñas y críticas en Unknown infinity. Omar Yessid Jaimes Rodríguez. Bucaramanga (Colombia) Administrador de empresas de profesión, con experiencia en los sectores educativo como docente de inglés y en el sector comercial como mercaderista. Amante de la lectura, en especial de literatura. Busca fomentar la lectura y la escritura en su vida. Patrick Ericson. Alhama de Murcia (España) Escritor de pura cepa. Es autor de novelas como Maleficium (2012), Oro Blanco (2015), entre otras. Le gusta escribir bajo la luz de las farolas, desentrañar misterios, naufragar en la historia y en la política. En 2010, le fue otorgado, en su localidad, el Premio “Cope Espuña”; una mención honorífica a su trayectoria literaria y en 2014 ganó el LIX JUEGOS FLORALES SAHUAYENSES (México) Pilar González Navarro. Granada (España) 46 años. Diplomada en magisterio y funcionaria en Granada. Escribo prosa lírica, realismo mágico y verso libre. Declamar es otra de mis actividades y lo acompaño de vídeos. En YouTube pueden verlos. ~6~


Ricardo de las Casas Pérez. Provincia de Sevilla (España) Licenciado en Filología Inglesa, adicto a la intriga, al thriller y enemigo acérrimo de los tópicos en literatura. Escritor en ciernes. Lo más importante en literatura son los personajes: un gran personaje hace buena la historia más mediocre y viceversa. Temoltzin Santillan Padilla. (México) 35 años Estudio Letras Modernas ( Italianas) en la facultad de filosofía y letras de la UNAM, influencias principales Fernando Pessoa, Leopoldo María Panero, Xavier Villaurrutia, Luis Cernuda entre otros; la literatura y poesía son algo fundamental en su vida, cree en la libre creación, importa más el contenido que la forma. Viviana Gonzales (La Paz, Bolivia, 8 de abril de 1985). Licenciada en Periodismo por la Universidad Carlos III de Madrid; Máster en Comunicación y Arte por la Universidad Complutense de Madrid; Especialista en Seguridad Internacional por la UNED y el Instituto Gutiérrez Mellado de Madrid. Escritora de cuentos y poesía. Colabora en la revista Mito de España, en la revista Calle B de Cuba y ha colaborado en algunas revistas mexicanas. William DuBois Koo Kumi. Mampong, (Ghana) Joven poeta, autor del libro “Beautiful Africa”. Participa activamente del proyecto “Trotro Vibes” el cual busca educar e informar a los Ghaneses sobre los problemas esenciales que existen en su comunidad con el fin de crear las respectivas soluciones. Además de incentivar la lectura mediante música acústica y poesía, la cual llega a la audiencia por medio del sistema tradicional de Ghana: los trotros.

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Art Brut “El arte se dirige a la mente, y no a los ojos. Siempre ha sido considerada de esta manera por pueblos primitivos, y ellos tienen razón. El arte es un idioma, el instrumento del conocimiento, el instrumento de la comunicación”

Jean Dubuffet

pintor y escultor francés

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El azar, quizás

V

Viviana Gonzales

oy a unir los puntos para armar un animal. Si los uno consecutivamente al final obtendré alguna figura cada vez más compleja–. La verdad es que la figura no era del todo compleja, era más bien un pasatiempo propio de un niño de primaria. Las figuras que iban apareciendo por lo general eran lobos marinos, delfines, tanques o frutas. Estaba verdaderamente estresado, su empresa no marchaba bien. Los sueldos de los empleados eran muy elevados, los gastos cada vez eran mayores y los ingresos iban para abajo. Unir los puntos y formar figuras era uno de sus pasatiempos favoritos, sobre todo cuando se sentía estresado. Necesitaba un poco de aire, despejar su mente. Salir a caminar. Le gustaba pasear por las calles de su colonia. Se quedaba sentado viendo a la gente que llegaba a sus oficinas, miraba a los vecinos que salían de sus casas y a los que contaban sus monedas para dejarlas en el parquímetro. Sufría de episodios depresivos. Ya había probado de todo desde clonazepam hasta terapia conductual. Con todos los problemas que ahora tenía sabía que sus episodios se agravarían, por eso necesitaba caminar. Sacar todo, dejarlo ir y volver a casa a intentar resolver, con

más calma, todo lo que tenía pendiente. Podía pensar horas en los problemas de la oficina, se preparaba una taza de té y se sentaba a ver las planillas, a hacer números, a buscar soluciones para sus deudas. Pero además de eso él tenía problemas mayores, la vida. No sabía que hacer con la suya, a veces se sentía agotado, estaba cansado de la empresa, quería hacer otra cosa pero no sabía qué. Se acostaba y comenzaba a rumiar todos aquellos pensamientos que cada noche lo acompañaban cual visitantes frecuentes. En sus paseos diarios se quedaba observando a los perros pero jamás se acercaba a ellos ni permitía que ellos se le acerquen. Procuraba que la gente no se diera cuenta de su fascinación por los canes, prefería que creyeran que los ignoraba. Había un labrador que se llamaba Manolo, era el que más le gustaba, meneaba el rabo a todo aquél que pasase por su lado y siempre lo encontraba jugando a la pelota con su dueño. En realidad a veces se imaginaba siendo perro, llevar una vida a cuatro patas, correr, meterse a las fuentes, tirarse pedos, recoger troncos pequeños. ¡Qué envidia, quisiera ser perro solo un día, no pensar en deudas y olvidarse de las gotas de rivotril por las noche! ~9~


Caminaba la callecita de la esquina de su casa y le gustaba ver que a estas alturas todavía existian zapaterías. Estamos tan acostumbrados a escuchar que somos una cultura de consumo, de usar y tirar. Pero la presencia del zapatero le hacía ver que eso no era del todo cierto, por eso estaba ahí, para reparar bolsos de cuero, zapatos, tenis, mochilas y cuanta cosa la gente quería conservar. Cuando vivía en La Paz había crecido con sus abuelos. La vida en Bolivia era mucho más tranquila, recordaba las calles que caminaba, los helados que tomaba cada vez que pasaba el heladero por su puerta, los chocolates en forma de cigarro que comía. Y recordaba, sobre todo, las manos de su abuela siempre abiertas, siempre suaves. Los dos pesos que le daba cada mañana para comprarse en la escuela unas papas hechas con aceite rancio o un yogurt, tal vez. Se sentó en el parque y sacó de su bolsillo su barra de cereal. No le gustaba comer en la calle pero le gustaba sentarse allí y, siempre que podía, llevaba una barra de cereal o un termo con alguna infusión, sin azúcar. Y se quedaba mirando aquél paisaje que conocía a la perfección, pensando en lo difícil que resultaba ser adulto. De niño creía que todo sería más sencillo. Pero no. Ahora estaba sentado en un parque intentando solucionar sus malditos problemas financieros. Realmente no tenía la más mínima idea de lo que haría. Terminó su barra de cereal, guardó el empaque porque

seguramente no recordaría el nombre y le gustaría volverlo a comprar. Miró hacia la fuente y vio como caía el agua; se quedó mirando la escena sin pensar en nada más que en el agua. En ese momento se acercó una mujer chaparrita y le ofreció un CD. Pero él realmente estaba interesado en ver el agua, cuando ya tenía el disco entre sus manos levantó la mirada para ver a la vendedora. La mujer era cantante, una chica morena que no debía pasar los 32 años, llevaba una mochila verde de donde sacó su disco que se titulaba Raíces y en menos de dos minutos le contó que trabajaba en el Metro y a veces en algunos bares de la Roma. Le dijo que había llegado de Tepic hace seis años y que creía que todo iba a ser más sencillo en la capital, pero sobrevivir en esta industria no era del todo fácil. A él en realidad le daba igual la industria disquera, pero le interesaba ella. Hablaba sin parar, sus uñas estaban mal pintadas pero sus manos parecían suaves, seguro que ella se acostaba con cualquier hippie que se encontraba en su camino, pero nadie le daría lo que él podría. Se imaginaba desayunando cada mañana con ella, escuchándole hablar sin parar. Se imaginaba llevándola a la cama a dormir juntos, cubrirla en la noche porque seguro sería de las que se destapan cuando caen rendidas. Ella hablaba tanto y tan deprisa que él solo podía escuchar, no tenía otra opción. Le dijo que tenía unos ahorros y que quizás después probaría suerte ~10~


en Guadalajara, que en la Roma y la Condesa hay mucha competencia, que la gente ya no tiene tiempo para escuchar a los nuevos talentos. Le compró el disco, ¡qué mas le daban 20 pesos, con todas las deudas que tenía!, 20 pesos no significaban nada y se puso a pensar en cómo sobrevive la gente a base de frijoles. Pensó en las tazas de cafés de la zona, 30 pesos por una taza de un café mal hecho cuando en este país hay otros que se mueren de hambre, no le gustaba pensar en política ni en cómo solucionar la economía latinoamericana, pero en el fondo le cabreaba la realidad. La mujer se marchó agradecida y él se fue con su disco nuevo. Continúo su vida como si el episodio nunca hubiera sucedido. Los problemas se solucionaron en mayor o menor medida, tuvo que despedir a algunos de sus empleados, a otros les bajó el sueldo. Su vida continuó con la misma rutina de todos los días: levantarse, dar de comer al gato, viajar en Metro a su oficina, que por suerte estaba a dos paradas. Por la tarde volver a casa, salir a dar un paseo, sentarse en el parque, llegar a casa, prepararse un sándwich y dormir. De vez en cuando tenía algún revolcón con Zulema, la de finanzas, ella era mucho mayor, tenía esposo e hijos pero solo era eso, sexo en algún motelillo alguna vez cada que él lo necesitaba. Lo bueno de Zulema es que él sabía que no había que preocuparse, a su edad ya no se podía embarazar y él no se podía contagiar de nada

porque ella le era fiel a su marido y el hombre era un tipo que tampoco parecía que tuviese aventuras fuera de su matrimonio. Una tarde llegó a su casa después de haber trabajado casi doce horas. Dispuesto a ordenar uno de sus estantes de libros. Pensaba que lo mejor era organizar todo en secciones: libros de arte, literatura en inglés –que nunca leía porque su inglés jamás fue bueno–, autores latinoamericanos… y entonces encontró un libro de aventuras, una novelita sencilla, el libro era una edición argentina impresa en 1988, lo trajo de Bolivia, se lo compró su abuelo cuando una tarde les dijo que él en realidad quería estudiar literatura. Su madre no le dejó, la abuela no opinó y el abuelo aparecío cada mes con un ejemplar nuevo. Sacó el libro y cayó un disco que no sabía muy bien de qué era, vio la portada y se acordó de la tarde del parque y de la mujer que no paraba de hablar, Anastasia Moreno, Raíces. Cogió el libro, puso el CD en el equipo de música y mientras leía escuchaba lo mal que cantaba las canciones de la trova cubana. El azar, se dijo, es una casualidad, un hecho imprevisto. Cogió su libro y se dirigió al parque. Quizás la encuentre; es solo esperar un hecho fortuito, una desgracia para salvarse de su rutina, de preferencia que esa desgracia se llame Anastasia Moreno, con ayuda del azar, quizás.

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De pelĂ­culas Bea Gurutzarri ~12~


C

omo si de una ventana indiscreta se tratara, veo cómo desayunan con diamantes, y no siento las piernas. Porque nadie escucha los gritos del silencio que nacen en los amaneceres rojos, ni los tacones lejanos que caminan tras el corazón esmeralda que vive dentro de un cabaret parecido al Moulin Rouge de París. El bueno, el feo y el malo campan a sus anchas, mientras el hombre que susurraba a los caballos se cree Macbeth. Más vale que haya tomates verdes fritos para comer, renovar energías y volver a empezar. El niño del pijama de rayas, dudando entre leer Alicia en el país de las Maravillas o ver la vida de Bryan. Y yo escalando entre cumbres borrascosas, al este del edén, donde habita lo que el tiempo se llevó. Desde su cima, veo a la gata sobre el tejado de cinc caliente intentando dar caza al pequeño ruiseñor y a otros pájaros. También distingo a lo lejos a Míster Marshall y hasta el cartel donde pone “bienvenido”. Hay que tener cuidado con las amistades peligrosas, al menos durante nueve semanas y media. Los niños del coro le cantan un aria de Mozart. Decido bajar y adentrarme en el club de los poetas muertos, donde hay una mezcla de sonrisas y lágrimas por la muerte de un viajante. Se lo diré a Viridiana y al padre de la novia. Están llamando a Scotland Yard, pero siguen ocupados intentando detener a Jack “el destripador”. Quieren que les ayude a averiguar si alguien voló

sobre el nido del cuco antes de acudir a la cena de los idiotas. Deberían llamar al agente 007, si no, no creo que lo consigan. O a Superman. Aunque mis preferidos son los tres mosqueteros. Se rumorea que andan por Casablanca buscando a diez negritos. (Creo que no han entendido bien la misión). Me gustaría ir a buscarlos en barco, pero me da miedo convertirme en Robinson Crusoe y encontrarme al príncipe de las mareas, que seguro querrá obligarme a hacer por lo menos, veinte mil leguas de viaje submarino. Prefiero dar la vuelta al mundo en ochenta días, o convertirme en Karate Kid. Lo que sea antes de acabar hundido como el Titanic. Por cierto, me han dicho que Thelma y Louise por fin encontraron dos hombres y un destino mientras buscaban a Indiana Jones, que estaba por el templo maldito buscando el arca perdida. Si Calígula levantara la cabeza no podría creérselo. Y creo que Nerón tampoco. No lo creerían ni aunque se lo dijeran Ben-Hur o Espartaco. (Suena un teléfono) Joder, el padrino me acaba de llamar para informarme de que el coloso está en llamas y van a tener que hacer un aterrizaje forzoso parecido a los de apocalipsis now. Me pregunto qué he hecho yo para merecer esto. Y barajo la idea de que el enemigo viva en frente. Creo que me esconderé en el Cotton Club. Esta noche hay cabaret. “Emmanuelle”, se titula el espectáculo. Parece que promete...

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FotografĂ­a original por Tim the Groot

Everywhere William DuBois Koo kumi

T

hey know

birth right

arise

The moon and stars

But they know

We are not invincible

The sun and all that it holds knows

Its our fate

They know

They know we are who we are Not for what we are

We are a beam of light Shinning through the darkest of lights

You do not need a special one to hold the magic wand Not by luck, its destiny

We dance on tornadoes

Everywhere we go

Were the fabric of our soul

Everywhere you go

Destiny says so We walk a mile with an innocent smile

Exhibiting our beauty and strength to all

But for whom we will become

Each mile is a fight for our Yet we fight, we die, we ~14~

You are who you are.


Mi destino Pilar González Navarro

arranca pedacitos del nácar de tu cara.

Da click aquí y llevate una fabulosa sorpresa

E

se que pasa siempre aunque tú no quieras. Ese que en la noche, produce un siniestro silencio que invade mis ojos, mi boca, mi alma y mi cuerpo. Ese que me dice que eres el hálito de mis mañanas y la añoranza de mis noches. Ese que cuando de mañana me preguntas, no quiero narrarte mi desdicha, que sé que te

Ese que si no hay pronto despertares contigo, tampoco quiero más noches sin ti. Ese que me empuja a guardar espinas de rosas secas en mi libro preferido y que se me vienen a la garganta cuando quiero gritar tu nombre y entonces sólo se oye un rumor de lágrimas. Ese que me dice que tu esperanza no es la mía, pues ésta a veces me falta, cuando al querer abrazarte tan sólo encuentro mi almohada. Ese que, además de quererte, me hace desearte, y como no estás, se tornan brasas mis manos y mi boca se hace agua, mi cuerpo un océano donde no rompen las olas y mi corazón un volcán que erupciona palabras de lava y cenizas de besos que nunca te alcanzan. Ese que me duerme ~15~

envuelta en frío, temor y fragilidad que teme a cada mañana, en las que al despertar no te encuentro en mi cama. Ese que permite que pasear sin ti sea un arduo camino, un eterno sendero que no me lleva a ninguna parte, cuando yo caminaría descalza hasta tu puerta sin equipaje ni pertenencia alguna. Ese que determina que esto sólo sería posible, si me cambiaran la suerte o el camino a seguir. Ese destino que dicen está ya escrito en el Libro de la Vida y quien lo escribió para mí, o tuvo un mal día, o era un mal nacido. Ese que me empuja a quererte como a nadie, más que a mi propia vida, la que vivo sólo por esperar que un día…seamos dos en una, tu vida y la mía juntas.


La inmaculada

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“…nada me retiene ya, y me complazco en permitirme el furor sagrado, y asaltar insolente a los mortales con la franca confesión de haber hurtado los cálices áureos de los egipcios, para construir con ellos el tabernáculo de mi Dios lejos de los confines de Egipto. “

Johannes. Las armonías del mundo, libro V, Proemio.

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Destino Isaac Oré

“Cualquier destino, por largo y complicado que sea, consta en realidad de un solo momento: el momento en que el hombre sabe para siempre quién es“ Jorge Luis Borges

E

l destino es quizá; algún personaje de Vollmann en tu mente, haciéndote “Hola” con una sonrisa desdentada. El destino no es otra cosa que el inmenso sol en Vienna. El destino, es perderte por las playas de Pacasmayo y volar. El destino, es el poema de Verástegui reventando en pleno Jirón de la Unión. El destino es la vida llena de sorpresas. El destino es nuestro llorar y nuestra alegría. El destino es Barranco y sus playas. El destino es el humo zigzag de

Ámsterdam. El destino es Paris y Bruselas. El destino es el deseo de los poetas, de los enamorados y de los locos. El destino es Martin Adán y alguna travesía de extramar. El destino es también la luna Occidental y la Luna Egipcia. El destino es conocer otras tierras, otras gentes, otras culturas, otras sonrisas. El destino es el leopardo que te mira triste y soberbio en el Zoológico de Amberes. El destino es algún beso perdido, inolvidable en Etterbeck. El destino sobre Jonas y sobre Grecia. El destino ~18~

en la Plaza Duomo. El destino son las letras que violentas llegan en azul contacto. El destino es llorar por Wallace, morir por Wallace y fumar por Wallace. El destino y nunca el azar, porque el azar según Borges no existe. El destino sobre la palma de Dios, en mil dioses, en mil voces, en mil silencios, en mil dorados, en mil soles, en mil lunas, en mil quebrantos. El destino de alguna amante con su noche entera. El destino y algún libro de Vargas Llosa olvidado en un auto. El destino sobre


la distancia, y sobre los rumores. El destino y la dolorosa verdad de los amores rotos. El destino y la verdad de tus putas y tus dioses, de tus putas y sus dioses. El destino y Caicedo. El destino y mi madre. El destino y alguna luz sobreprotectora. El destino y el Ángel que alguna vez me salvó la vida. El destino y la luz del sol entre las rendijas. El destino y Máncora. El destino y mi perro Bobby muerto por una

serpiente. Serpiente de Serpiente. Voz sobre la luz del día. Medianoche interminable, algún gato aullando sobre la distancia de los muertos. El perro Rottweiler buscando mi cariño, mi amor, mi condescendencia. Mi destino sobre el celeste cielo. Mi destino y las perlas azules y diamantes. Mi destino y los miles de vicios que me habitan. Mi destino y mi escritura. Mi destino y la última hora del día, el último

Colección fotográfica de la Biblioteca Nacional de Irlanda ~19~

momento, el último instante, el último abrazo. Sí, abrazo. El destino y las miles de cartas quemadas. El destino y las lágrimas. El destino y el papel sublingual que me ayuda a olvidar. El destino y la mirada pasmada directo al mar. El destino y los libros robados. El destino y Pedro Lemebel. El destino y un amigo en las antípodas. El destino y el sol cubriéndose en dorado escarcha para hacerme llorar de tanta belleza. El destino y las revistas donde escribo. El destino y el cuento traducido al francés que a nadie gustó. El destino y el editor español que me hizo viajar hasta Madrid para nada. El destino y Barcelona. El destino y el cementerio de los Reyes de Suiza. El destino y Borges.


Perimontun (Visiones) Patrick Erickson

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P

oco antes de que la tierra recibiese la tibia caricia de un rayo de sol, Rosalía Nahuelquir cruzó la puerta de la ruca para dirigirse al rewe de sus antepasados, erigido al otro lado del huerto. Cabeceaba al andar con pasos cortos y jadeantes, como si le costase trabajo mantener erguido su cuerpo de anchas espaldas, brazos gruesos y muslos redondos. Tenía el cutis moreno, la boca grande y la barbilla cuadrada. Lucía un kepam de tonalidad oscura según las costumbres de su pueblo. La ikülla, orlada por una franja de color fucsia, le cubría la espalda hasta los pies a modo de capa. De su pecho colgaba un prendedor de plata con forma de media luna que simbolizaba la fertilidad reproductiva y la femineidad, un amuleto por el que sentía un especial cariño; no en vano era un regalo de su difunta abuela, de quien había heredado el espíritu machi. La expresión de su rostro, tan distinta a la de otros

días, denotaba cierta inquietud. Se sentía preocupada porque los wingkas iban diciendo por ahí que un grupo de mapuches había incendiado la escuela de Chequenco. Pero ella sabía muy bien que la noticia era falsa. Se trataba de una de las tantas artimañas empleadas por las empresas foráneas con el fin de desprestigiarles ante la opinión pública y las autoridades locales. Andaban enfurecidos por las reiteradas manifestaciones llevadas a cabo por los comuneros, y también a causa del manifiesto donde se avisaba de la intromisión pacífica, pero inmediata, en los predios de los particulares: Martín Ruf, René Urban y Luis Valenzuela. Aquel peliagudo asunto sobre la propiedad de los territorios habría de traer innumerables desgracias a las comunidades mapuches autónomas de Ercilla y Temucuicui. Poniendo fin a sus pensamientos se plantó frente al rewe cubierto ~21~

con ramas de canelo y adornado con banderas blancas, azules, amarillas y negras. Giró el cuerpo unos noventa grados hasta que sus ojos quedaron mirando hacia el este, un lugar cargado de energía positiva. Después se colocó en posición sur, una orientación que solía traer buenos vientos y que, además, era uno de los puntos cardinales de mayor poder. Se cuidó de saludar al oeste, pues más allá del horizonte anidaban la muerte y la oscuridad. También le dio la espalda al norte, porque de allí venían las heladas, las invasiones, las guerras y las enfermedades. Rosalía Nahuelquir, machi de la comunidad Wente Winkul Mapu del lof Chequenco de Ercilla, cogió el kultrún depositado en el suelo dispuesta a comunicarse con los espíritus. Golpeó con fuerza el parche de cuero de caballo a la vez que iniciaba sus rezos cantando frente al rewe, protector de la familia.


Fotografía por Ismael Nieto

—Padrecito del Cielo, me he levantado antes del amanecer para implorar tu ayuda. He tenido una visión… una terrible visión. Los wekufes han venido a visitarme en sueños. Por ese motivo he acudido a tu llamada. Hoy, mi dios, te ofreceré la oración de oficio frente a mi bonito rewe. En este lugar me arrodillo y espero a que me hables a través de mi rewe. Tú, Chaw Dios que estás en las alturas, cuya antorcha ilumina el mundo, traes el toro hermoso y las insignias del nguillatún que te ofrecen los varones celestiales. En la aurora de este nuevo día canto

mis súplicas ante ti. Soy machi por mandato tuyo. Ofréceme una visión, pues, que nos traiga noticias favorables. ¿Qué va a depararnos el futuro? ¿Cómo será este año? Ruega por nosotros para que sea bueno y no malo, para que nada nos falte a mí y a aquellos que has puesto bajo mi cuidado. Tú dirás: «Mis mapuches se han vuelto wingkas». Pero no nos olvidamos de ofrecerte las rogativas. Todavía somos mapuches. Aún te amamos, Ngünechén. Esta es la súplica que te presento esta mañana… mi dios que estás en las alturas. ~22~

El viento le susurró al oído una triste canción que hablaba de poder, de lucha y de muerte. Rosalía se estremeció al escuchar la voz de sus coadjutoras espirituales (las almas de otras machis) comunicándose con ella a través del tótem familiar. La avisaban. Le decían que el pillán estaba enojado con los miembros de la tribu porque muchos de ellos se negaban a luchar contra la conducta arbitraria de los wingkas, y porque otros, incluso, se entendían con ellos y participaban de sus actividades. La insatisfacción de los


antepasados no habría de traer nada bueno a la comunidad. Había llegado el momento de ser fuertes y mantenerse unidos. Tendrían que templar su espíritu para aceptar dignamente la gran tribulación que se avecinaba. —Nosotras, las machis, somos guerreras pero no invencibles ¿Y si nos derrota el diablo? —Su pregunta iba dirigida al ídolo de ojos enormes pintados de negro—. ¡Oh, machis cooperadoras! Portaos bien conmigo. Reveladme ahora lo que ha de suceder. Como respuesta a sus plegarias oyó la voz de una mujer. Al darse la vuelta descubrió que era Esperanza Chocobar, su nuera. Corría hacia ella por el huerto tras haber bordeado la ruca. Traía el rostro desencajado. Respiraba de forma violenta, casi asfixiante. Las planchillas de plata del trarilonco que ceñía su cabeza entrechocaban entre sí, originando un sonido metálico bastante característico; hipnótico,

Fotografía por Alice Donovan Rouse.

tribal, mágico. —¡Lo mataron, Rosalía! —Gritó entre sollozos, sin dejar por ello de correr hacia la vieja—. ¡Han asesinado a Atilio! ¡Nomás lo hicieron porque pensaron que era un terrorista! La joven de cabellos oscuros se arrojó llorando a los pies de la machi. Esta mantuvo la mirada en alto, con el gesto imperturbable. A pesar de su estoicismo, fruto del sufrimiento que había ido acumulando con el paso de los años, a Rosalía le temblaba levemente la quijada. ~23~

El dolor era grande; y la noticia, trágica. Habían asesinado a su hijo. El temor que sintió aquella misma mañana, nada más ponerse en pie, se había hecho realidad. Le pareció escuchar una melodía lejana. Era el Tué-Tué, pájaro nocturno y agorero que suele anunciar la muerte de un ser querido. Entonaba la canción de la machi.


NAZCO. CAIGO. LLEGO. FIN. Manuel Gris Lorente

U

n día, en un cristal, en una casa, en una calle, en una ciudad que no hace falta especificar, una gota llegó sin avisar y, sin discutir ni un poco con el casero, consiguió un alojamiento perfecto. Tenía buenas vistas, mejores colegios para sus futuros hijos y un supermercado cerca en el que poder comprar, bueno, lo que sea que comen y beben las gotas de lluvia. Hay detalles que, aunque parezcan importantes, en realidad no sirven para nada. Iba a ser feliz en aquel cristal, se dijo. De vez en cuando dejaba que el tiempo la hiciera resbalar hasta llegar cerca de otras que, como ella, habían decidido vivir su vida tranquilamente allí, pero el único problema era que para nuestra gota las demás, las otras, las que no eran ella, le parecían tan aburridas como el vaho que dejan los perros en el suelo cuando están dormidos. Supongo que haber formado parte de una nube tan hermosa como la que la escupió, puede hacer que cualquiera se crea superior a los demás, pero aun así no eran agradables los pensamientos

que, día sí y día también, surgían de su cabeza haciéndola reír a carcajadas a costa de las demás. No lo eran. Y punto. Pero los años no perdonan a nadie, no importa el pasado que tengas, así que nuestra gota continuó dejando que el tiempo siguiera llevándola hacia abajo, conociendo e intercambiando anécdotas con sus semejantes que, sin que ella se diera cuenta, iban haciendo que su tamaño continuase creciendo, abarcando cada día un poco más, hasta que finalmente encontró a su alma gemela. Ella brillaba de un modo especial cuando el sol la encontraba, y tenía una silueta tan grácil y clara, tan perfecta y cuidada, que casi parecía haber salido de un colador y no del cielo. Se enamoraron al instante y se unieron, formando una sola antes que cualquiera de sus amigas. Juntas, unidas, inseparables, continuaron con la aventura que el camino a través del cristal les regalaba, lleno de grietas, que solían superar sin problemas la mayoría de las veces, y ~24~


de algún que otro grano de polvo, los cuales suelen estropear todo lo que tocan porque, como dice un viejo dicho de la cultura popular del universo de las gotas, “aquello que no es líquido solo puede acarrear cambios a peor, cambios a sólido. Cambios hacia atrás”, pero nunca fue su caso pues tenía una táctica infalible: se separaban solo un segundo, lo esquivaban sin problemas, y después volvían a juntarse. Sencillo, tanto como lo es respirar. Las risas de él, con los demás como diana, eran compartidas por las de ella, conocedora de su perfección y la envidia que transmitía a sus cuasisemejantes. Aquello los separo de sus amigos, que frenaban su descenso siempre que se sentían insultados, lo cual no les importaba a nuestra gota y su pareja, porque si alguien no sabe su lugar en la vida, si alguien no es feliz cuando sabe lo que es, sin más, no vale la pena pensar en ellos. En poco tiempo fueron las únicas gotas de la parte superior que habían bajado hasta la parte inferior del cristal, cosa que en lugar de hacer que se replanteasen sus ideas y su forma de actuar, les otorgó el derecho a ampliar su casa, colocando una piscina en el jardín y construyendo un ala completamente nueva y equipada, para hacer fiestas, en el lado norte de su hogar. Aquello les hizo sentir aún más especiales, tanto que solo invitaban a sus nuevos amigos para poder restregarles por la cara todas

sus posesiones. Ninguna de sus nuevas amistades volvió a aceptar una segunda invitación. Ninguna. Ella, un día, se despertó con la clara idea de que aquella gota con la que compartía espacio no era, ni por asomo, todo lo perfecta que ella se merecía, pero como había crecido con una inteligencia despiadada, decidió no decírselo a su pareja y decidió callárselo. Hay mejores maneras de deshacerse de un mal compañero que siendo tú el que da el primer paso. Ella lo sabía bien. Por eso ideó un plan, sencillo y directo. Sin fisuras. Perfecto y letal como una pajita de esas que les ponen a los cocteles. En uno de esos paseos matutinos, los que usaban sobre todo para poner de vuelta y media a sus semejantes, ella divisó a lo lejos una mota de polvo. No era de las más grandes, pero si suficiente. Aprovechó que él estaba muy sumergido en la conversación para desviar, sutilmente, su trayectoria hasta donde se encontraba la despistada mota que, ajena a lo que la rodeaba, iba a llevar a cabo el acto más importante de su miserable y corta vida. Ella le avisó de que se acercaban a otro de esos peligroso momento que habían superado mil veces, él dijo que hasta ahora y se separó. Perfecto, pensó ella. Genial. Cuando estuvo lo suficientemente lejos de la mota y de esa mitad suya que a su juicio no era merecedora de ~25~


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poseerla a ella, fingió ser víctima de una ráfaga de aire y frenó, usando una pequeña grieta que tenía el cristal. Observó como él seguía su camino y, una vez pasada la mota, se desviaba hacia el lado en el que debía estar ella. Pero no la encontró. Sorprendido miró atrás y solo pudo ver a su amada, a la mitad de su alma, llorando y gritándole que no la había protegido, que había sido culpa de él y que ella, desde luego, no pensaba seguir con alguien que solamente piensa en sí mismo. Eso le hizo enfurecer, primero, porque nada de eso era verdad, pero después sintió la punzada del dolor, de la autocompasión y, finalmente, la culpa por no haberla protegido como le prometió el día en que se unieron. Lloró, claro, lágrimas que sabían a todos esos momentos que se quedaron por vivir, como el de tener hijos o el de ampliar el ala oeste de la casa, para hacer más fiestas, pero el tiempo lo cura todo, para eso está en realidad, y siguió con su vida, dejando el pasado atrás y convenciéndose, todos los días un poco más, de que aquel accidente había sido lo mejor que podía haberle pasado en la vida. Y que ya era hora de volver a vivir su propia vida. Y así fue. Salió todas las noches, se unió y desunió con un sinfín de otras gotas, algunas tan bellas como su exesposa, otras muchísimo más feas, pero a falta de amor siempre es mejor el sexo sin sentimientos, así que dejó que este

dicho penetrase en él como un veneno y le enterrara en una vida llena de diversión movida por una sola razón: tener más diversión. El tiempo pasó, empujándole más abajo de aquel cristal que siempre le había parecido infinito pero que, cada vez que miraba hacia adelante, veía como se acercaba más y más el temido marco. La meta. El límite de lo que es la vida de toda gota. Hubo una mañana en la que se despertó agotado ya no solo por haber dormido poco, sino por la vida en sí, y entonces se dijo que nada tenía sentido ya. Que la felicidad no es ser libre siempre, no es no mirar al futuro y coger el presente como si fuese lo único que vale la pena, que no es la soledad a la que sabe en realidad la soltería, y entonces dejó de hacer fuerza y permitió que el aire la llevara definitivamente al final de aquel cristal que, el primer día que lo probó, le supo a felicidad con un toque de esperanza. Esa esperanza que da el saber que solo tenemos un cristal ante nosotros y no debemos malgastarlo nunca. El marco se acercó tan deprisa que solo le quedó tiempo para mirar una vez más ese paisaje que tanto le había fascinado en los primeros momentos de su vida, pero que había ido olvidando. Y lloró de felicidad. Porque al menos había vivido. Y después, nada más. ~27~


Postales



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Redención Rick de las Casas

M

i pueblo no había cambiado mucho después de la guerra. O eso me pareció la noche en que regresé, muchos años después de marcharme al frente. Más tarde sabría que, aunque la devastación de los bombardeos aliados no había llegado a Geinhausen, el pueblo se había dejado para siempre el alma en aquellos años de hambre, polvo y pánico. Había matado a muchos hombres durante la guerra, hombres sin rostro pero con una historia cuya tragedia ahora cargaba a mis espaldas. Había sido oficial en el campo de concentración de Buchenwald y había presenciado la degradación física y mental a la que puede llegar el hombre hasta casi perder su condición humana. Y había conseguido escapar cuando el frente aliado doblegó las ansias de poder de un maltrecho ejército alemán. Y puedo jactarme de que en ningún momento de aquella guerra sentí miedo. Sin embargo, me sentí aterrorizado cuando llegué al pueblo y me encontré frente a aquella puerta. Un terror

mucho mayor del que debí haber experimentado bajo el fuego enemigo o compartiendo trinchera nocturna junto a los cuerpos moribundos y destrozados de mis compañeros de batallón. Porque mi última misión en esta guerra sería la más cruel de todas. Golpeé la madera de la puerta con los nudillos, sin saber aún cómo le diría a la señora Friedmann que su único hijo, mi amigo de la infancia Helmut, había muerto. La puerta crujió y cuando se abrió, no apareció la señora Friedmann. En su lugar, reconocí a Leopold Kugler, el dueño de la taberna, tras aquel rostro demacrado. Por un momento tuve la esperanza de que Cornelia Friedmann hubiera fallecido durante aquellos años, pero Leopold, que pareció no reconocerme, o no querer hacerlo, dijo escuetamente. -En casa de Hermelinde Schultz, a la salida del pueblo. Luego cerró de un portazo y me quedé a oscuras. Cuando llegué a casa de Hermelinde, que tampoco pareció, o no quiso, reconocerme, me guió hasta una de ~31~


Fotografía por Ismael Nieto

las habitaciones y allí estaba lo que quedaba de la señora Friedmann. Aquella otrora vigorosa mujerona que durante tantos años cosiese los días de nuestras vidas a base de regañinas y escobazos en nuestras tropelías juveniles, vasos de leche caliente con miel en nuestros resfriados y carantoñas en nuestros buenos actos, era ahora poco más que un amasijo de piel y huesos consumido por la angustia de una espera yerma. Me senté a su lado, la miré a los ojos, ahora vacíos e inútiles, y fui incapaz de decirle que a su hijo lo apodaban el carnicero de Buchenwald y que no volvería jamás. -Hijo –susurró. -¿Eres tú?

Guardé silencio y acaricié las ondas nevadas de su pelo. -Hijo, repitió, levantando con dificultad la cabeza y enarcando las cejas blancas, intentando adivinar dónde me encontraba. Su voz suplicante y esperanzada volvió a preguntarme, quién sabe si buscando la complicidad de una mentira que guardaba bajo llave en el fondo de su alma. -Hijo –Dijo por tercera vez, buscando a tientas mi brazo con dedos temblorosos, ejerciendo una fuerza que no esperaba. Entonces tosió varias veces y sus labios agrietados se tiñeron de rojo. ~32~


-Tuberculosis –Dijo la señora Schultz desde la puerta de la habitación. –Avanzada – añadió en voz baja, negando con la cabeza y mirando hacia el suelo. Entonces lo hice. Tomé la mano de la señora Friedmann, acerqué mis labios a su oído y le susurré. -Mamá, soy yo. He vuelto. La señora Friedmann apretó mi mano y todo su cuerpo comenzó a temblar. Respiraba con agitación y una lágrima resbaló por su nariz. Entonces me abrazó, repitiendo entre débiles sollozos: -Helmut… ¡Oh, Helmut! Has vuelto. Apreté contra mi pecho el frío saco de huesos que era su cuerpo, y por primera vez en diez años, lloré. Durante los siete días que la señora Friedmann vivió después de aquello no me separé de ella ni un instante. Ella temblaba y lloraba cada vez que me sentía cerca, y entre lágrimas yo le repetía una y otra vez: -Mamá, estoy aquí. Contigo. Nunca más volveré a dejarte. Y ella, acariciando mis mejillas húmedas con sus arrugas, sólo decía:

-Oh, Helmut, has vuelto. Oh, hijo. Le hablaba en voz baja, siempre en voz baja, temiendo que en cualquier momento sus ojos huecos escrutasen mi alma y descubrieran aquella gran mentira. Tras su muerte, jamás supe si ella supo realmente que yo no era Helmut. Sólo sé que el destino hizo que nuestros caminos se cruzaran, quién sabe si para expiarnos el uno al otro de los tormentos que nos han torturado todo este tiempo. Sé que nunca podré redimirme de las atrocidades que cometí durante la guerra, ni justificarlas en nombre de una causa mayor. Cualquier acto de contrición en mi vida dejaría de tener sentido a estas alturas. Sólo espero que aquel arrebato de humanidad, de la poca humanidad que debía de quedarme en las entrañas, otorgue algo de sosiego a mi alma atormentada. Quizás así el día de mi muerte los fantasmas que me han perseguido durante todos estos años se marchen de una vez. Quizás en otra vida, todos aquellos a los que hice daño en esta puedan llegar a perdonarme por toda la barbarie que cometí. Y quizás entonces, sólo entonces, pueda por fin volver a dormir en paz. ~33~


Una vieja tradición familiar Francesc Barrio Julio

E

ra una historia que siempre se ha contado en mi familia. Una especie de tradición familiar, vamos, una leyenda que se ha ido transmitiendo de generación en generación. Ya sabes, el típico cuento que te explica el abuelo cuando eres un crío y te deja embelesado. Aún con más motivo porque el héroe de la historia era de la familia. No sé, debía ser el tatarabuelo de un tatarabuelo, pero en la historia es el Abuelo Jaime el de las Cabras. Sea como sea, el cuento tiene que ser bastante antiguo. En la historia, Barcelona aún está amurallada y hace poco que fue construida la fortaleza de la Ciudadela. Así que debe datar de finales del siglo XVIII o principios del XIX. Sí, claro, cuando eres pequeño lo que explica tu abuelo va a misa. Me lo creía todo a pies juntillas, claro. Pero bueno, cuando creces un poco y empiezas a racionalizarlo todo y a dudar de todo lo que te dicen los mayores... Bien, entonces la cosa cambia y decides que sólo era eso, un cuento. No, no, ¡vigila! No te asomes. Ahí detrás hay cuatro haciendo guardia. Están un poco lejos y si nos quedamos a

cubierto no nos verán. No, quédate tranquilo novato, no pueden oírnos. Podemos hablar todo lo que queramos. Las comunicaciones son seguras. No han conseguido hackear nuestras líneas. Como te decía, el Abuelo Jaime era el héroe de la familia. Bueno, un héroe a lo petit comité, porque, de su hazaña, no se enteró nadie. Pero, según cuenta la historia, el viejo Abuelo de las Cabras, él solito, salvó el mundo. Por aquél entonces, el Abuelo era apenas un crío. Su padre era marinero y pasaba la mayor parte del año en alta mar, y él vivía con su madre en una casucha que daba a la muralla de lo que ahora es el Paralelo. Como la vida era muy dura, el chaval ayudaba a la economía familiar trabajando de pastor para la dotación de la fortaleza de Montjuich. Cada madrugada, mucho antes de que saliera el sol, el Abuelo Jaime cruzaba la muralla por la puerta de San Bertrán, se pegaba una carrera cuesta arriba por los caminos que recorrían la montaña, recogía las cabras y se las llevaba a pastar. Sí, en aquel entonces todo aquello eran campos y bosques. Desde la muralla sur de la ciudad, ~34~


hasta el río Llobregat, todo era campo salvaje. Por ahí vagaba el abuelo hasta que de nuevo se ponía el sol. Entonces, regresaba a la fortaleza a retornar el ganado, y luego volvía a casa a dormir.

azulado, intenso. Al principio fue una simple chispa centelleante que flotaba a un metro del suelo. El abuelo, curioso, se acercó ocultándose tras unos matojos.

La leyenda cuenta que todo sucedió en abril, el día de San Jorge. Para un niño, que todo sucediera el día que se conmemora a un santo que mataba dragones, lo investía todo de un aura mucho más mágica. Supongo que simplemente, sucedió un día cualquiera, pero contado así era como más épico. Sea como sea, el abuelo salió de su casa como cada noche, recogió las cabras y se las llevó a pastar al monte. Aún estaba oscuro cuando llegó a la recóndita fuente en la que solía desayunar un poco de pan y queso dispuesto por su madre, mientras los animales retozaban entre los matorrales.

Un momento. Dice la Central que mantengamos la posición y quedemos a la espera de instrucciones.

Hacía frío, y el abuelo llevaba una vieja pelliza para que le protegiera de las inclemencias del tiempo. Pero enseguida empezó a notar que la tenue brisa se tornaba en airecillo caluroso y, envuelto en sus ropajes, empezaba a sentir un extraño calorcillo. En el cielo amenazaba tormenta y el viento racheado mecía inclemente las copas de los pinos y las encinas. Pero había dejado de hacer frío. Además, un olor extraño, acre, inundó la arboleda. Inquieto, el abuelo intuía la cercanía de algo inminente que se cernía sobre el angosto valle. En unos instantes, en un claro entre los árboles, nacía un fulgor

Bien, como te decía, el abuelo estaba allí, tras unos matorrales observando aquel fenómeno luminoso. Esa chispa azulada parecía viva y, poco a poco, iba creciendo hasta formar una esfera, etérea, de un par de palmos. El abuelo, inmóvil, a la expectativa, simplemente observaba. De repente, la esfera explotó inundándolo todo con su luz. Dejando, en su lugar, una especie de arco de la misma tonalidad azulada. Una circunferencia luminosa vertical que, desde el suelo, llegaba casi a la altura de las copas de los pinos. El abuelo la tenía de frente pero, a través del círculo, no veía la vegetación del otro lado. Al contrario, el arco era como una puerta. Una puerta abierta al Infierno. Porque eso era lo que estaba viendo el abuelo Jaime, el mismo Averno. Era una cueva repleta de un denso humo en el que apenas se distinguían extraños instrumentos de tortura y por el que empezaban a desfilar demonios y otras criaturas de pesadilla. Nervioso, consciente de que presenciaba algo importante, agarró con más fuerza las armas que llevaba ~35~


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en sus manos. Un viejo bastón para espantar los jabalís en su mano izquierda y la pequeña navaja para cortar el queso en la derecha. Supongo que, en sus años mozos, el viejo abuelo era un temerario inconsciente. Los seres que trajinaban el interior de la cueva dirigieron sus pasos hacia el arco azulado, dispuestos a cruzar a nuestro mundo. En cabeza, desfilaba el líder de los demonios, un ser impresionante, de más de dos metros, vestido con una especie de armadura maligna, oscura y repleta de excreciones óseas, y cuyo rostro quedaba oculto por un casco de aspecto maléfico. El abuelo podía sentir la emanación de mal que surgía de aquel ser. Y no se lo pensó dos veces. Al primer paso de la extraña criatura en nuestro suelo, el abuelo se lanzó sobre ella golpeando sus piernas con el bastón. Al hacerlo caer, arrodillándose sobre su cuerpo, con la navaja dirigía golpes certeros a lo que esperaba fueran los puntos débiles de la armadura. Del ser fluía un líquido verduzco, la sangre pervertida del diablo, animando al abuelo a continuar con su ataque. Los gritos agónicos de la criatura anunciaban su muerte próxima. El resto de las huestes infernales, atónitas ante el inesperado asalto, restaron inmóviles, incapaces de reaccionar.

golpe sobre el casco, destruyéndolo y dejando al descubierto el aspecto reptiliano del invasor. Su acción debió impresionar a las hordas demoníacas, porque el resto de bestias se retiró, la puerta entre los dos mundos se cerró y nunca más volvieron a pisar nuestra tierra… Bueno, hasta ahora… Sí, yo también recibo las lecturas. La temperatura ha subido unos veinte grados y aumentan los niveles de ozono. La Central tenía razón. Esos cuatro lagartos están protegiendo la creación de un nuevo portal. Comunica con la Central y yo voy preparando los explosivos. ¿Sabes? Últimamente no dejo de darle vueltas a esta vieja historia. No sé, quizás sea verdad que el viejo, hace casi cuatro siglos salvó el mundo y detuvo el primer intento de invasión de estos jodidos lagartos. Y ahora han vuelto mucho mejor preparados. O quizás fuera todo lo contrario, quizás en aquél entonces venían en son de paz y el viejo la cagó provocando una guerra. No sé, quizás sólo fue una visión, un sueño, algo profético. Supongo que es mejor no darle muchas vueltas. ¡A la de tres abrimos fuego!

Envalentonado, el abuelo se levantó, cogió el bastón con las dos manos y, con un alarido, descargó un último ~37~


S

abes hacia dĂłnde voy? ÂżMe conoces? Vivo tras el alfeizar de la luna radiante y cada noche rescato un fragmento de su luz para dibujar atardeceres.


el telon de la luna


Reseña del libro “Identidad” de Leandro Murciego Daniela Cadavid Libreros

E

l sur de América, el sur de Borges y el de Facundo Cabral. Un sur al cual regresar. Un sur contenido en un hombre, un poema y un libro titulado “Identidad” de Leandro Murciego. Poemario en el que el autor hace un viaje por la vida, la memoria, el olvido, experimenta amor, desamor, confronta a sus otros yo y unos cuantos mueren para luego renacer y unir su canto a la memoria de los que ya no están y de los que aún no han llegado. Percibir la poesía con todos los sentidos y sumergir en ella a la humanidad que compartimos en medio de lo cotidiano es algo que logra Murciego en su poemario cuando nos habla al oído mientras nos traduce en imagen

las palabras. El libro se compone de un prólogo escrito por el poeta colombiano Arturo Hernández, el cual nos introduce en el libro y en sus conceptos, desde la poesía hasta el ser. Luego nos encontramos con pequeños apuntes del autor, quien nos presenta a grandes rasgos el nacimiento de su libro y la historia que contiene. Una vez saltado el protocolo (y un par de páginas en blanco) el lector podrá verle la cara al sol e iniciar con el primer capítulo denominado “naceres”, y aquí debo confesarles que la inclusión de estas pequeñas ilustraciones en línea y tinta negra acompañadas de frases, me parece una idea estupenda, aunque no esté muy segura de ~40~

la distribución de los poemas según cada categoría (juzgarán ustedes). En este capítulo introductorio podrán leerse varios homenajes, entre ellos el primero, el cual hace referencia al nacimiento del escritor colombiano Gabriel García Márquez, y un par de páginas más adelante un par de poemas dedicados a las víctimas de la inundación en la Plata el 2 de abril de 2013. El segundo capítulo por su parte flota sobre el cielo de los recuerdos y empezamos a notar un recurso persistente (que se insinúa desde el capítulo anterior en un par de textos) a lo largo del libro, pequeñas frases situadas en el lado superior derecho de la página que en algunos casos aportan


o introducen al poema mismo, pero que para mi gusto pueden volverse innecesarias. Aquí puedo recomendarles un par de poemas: Guardavidas, Aprendizaje y 999 vidas, los cuales encierran recuerdos y anhelos comunes y una armonía lirica envolvente. En el tercer capítulo “Olvidos” recorremos la necesidad de despojarse del amor perdido; tema que será retomado más adelante en el capítulo seis. Por otro lado, el capítulo cuarto reúne al lector con los que se han ido y a los que hemos precedido, recordamos para avanzar o ahogarnos en lo que año tras año la genética nos ha ido acumulando y un par de poemas que resaltan especialmente

este tema son Gracias a todos, sicario de la vida, Santa Ana, Segundo tiempo (mi favorito por la forma de contener un sinfín de sentimientos en pocas palabras) y años. El siguiente capítulo “Memoria colectiva” se vincula directamente al anterior, y de este me gustaría señalar el poema cosecharan su siembra, el cual está dedicado a la memoria de los 43 estudiantes desaparecidos en Iguala, México en septiembre de 2014. En estos dos capítulos se denota sobre todo una crítica a la vida misma y al mundo que nos rodea. Finalmente el capítulo de cierre, quizás uno de los más extensos, narra la muerte y el ~41~

renacimiento en torno a las complicaciones del amor, el cual puede verse resumido en las palabras que preceden a la ilustración: “Casi siempre la última mujer –de una o de otra manera- se devora a todas las que han precedido”. El libro finaliza con las palabras del poeta español César Ulla. En conclusión deberían leer a Leandro Murciego para recordar, sentir y reflejarse en aquella humanidad que muere y renace constantemente, y revivir –entre verso y verso- la musicalidad innata de la poesía latinoamericana. Dándole voz a aquellos que no la tienen.


Tomando el té con Arturo Hernández Daniela Cadavid Libreros

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auedo decir que fue una experiencia reconfortante el poder conversar durante varias horas con un escritor de la talla de Arturo Hernández, quien curiosamente prefiere el té al café, al igual que José Asunción Silva a la hora de charlar sobre literatura. Docente y escritor, no puede vivir sin leer ni un solo día, ama a los libros y los cuida, los repara y los recomienda con conocimiento de causa. A Arturo lo conocimos gracias a la revista Noche Laberinto y él, muy generosamente aceptó reunirse con nosotros en una curiosa casa del té cuyo nombre hace

referencia a la diosa Maya del cacao. Lo encontramos allí tomando té y leyendo “pelando cebolla” de Günter Grass. Aceptó que grabáramos la pequeña entrevista que consistía en tres preguntas: cómo veía el papel de la literatura en medio del proceso de paz, qué rol tenía la poesía en el día de hoy en Colombia, y, qué rumbo estaban tomando las editoriales actualmente. Poco a poco, fuimos avanzando en las tres temáticas. Del proceso de paz Arturo nos comentó que, para él, todo iniciaba con un problema semántico, comenzando por los tres pilares de la política del actual presidente de ~42~

Colombia: paz, equidad y educación. ¿Qué país podía tener paz sin tener equidad y una buena educación? El orden atenta contra la lógica y por lo tanto es erróneo. Además, el concepto de paz no encaja con las negociaciones que se adelantaban en la Habana, y este punto Arturo se refiere a un artículo que había publicado recientemente en el portal digital las 2orillas titulado “¿Qué necesita la paz del gobierno Santos?” y del cual me parece pertinente citarles un fragmento: “En realidad, lo que se debería inferir de los procesos de negociación y consolidación de la paz del gobierno, es la


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nos decía que la poesía aún era un camino que faltaba por explorarse, porque a pesar de que existiera el legado de poetas colombianos excepcionales como José Asunción Silva, María Mercedes Carranza, Álvaro Mútis, Porfirio Barba Jacob, entre otros y se promocionaran una variedad de festivales y concursos que impulsaban este género literario, en el Den click en la imagen para escuchar “Los heraldos país a cada individuo negros” de César Vallejo en la voz del Che Guevara nos quedaba mucho por aprender como y salud para que fomenten posibilidad de generar un lectores. En Colombia a su vez un cambio en estado de tranquilidad al año 2016 se leen en la realidad del país y para los ciudadanos. Esto promedio 1.9 y 2.2 libros logremos finalmente la tan debería ser un incremento al año, mientras en otras anhelada paz.”1 en la seguridad colectiva, naciones como España una garantía de acceso Un tanto desesperanzados el número de textos a la educación, tarifas leídos por habitante con la situación del país justas en el transporte alcanza 10,3 libros al año, preferimos seguir con público, legalidad en en Chile es de 5,3 y en la siguiente pregunta y los contratos de la Argentina llega a 4,62, así nos embarcamos en la infraestructura pública, que si las estadísticas no poesía. En relación a este la garantía de mantener nos mienten debemos tema dialogamos sobre una alimentación de encontrar en aquellas como actualmente había calidad, un servicio de naciones la clave para salud diligente y establecer crecido el número de mejorar la calidad de escritores colombianos puntos básicos de calidad lectores que tenemos en publicados y el país se de vida que le permitan este país. había ido posicionando a los ciudadanos estar en en diferentes áreas de la paz, tener la tranquilidad Para cerrar con la literatura, especialmente de poder alimentar a sus pregunta Arturo nos hijos, brindarles educación en la novela. Arturo recomienda algunos ~44~


exponentes de la poesía extranjera: Juan Gelman, Cesar Vallejo, Borges, Edgar Lee Masters, Allen Ginsgberg, Vladimír Holan, entre otra docena de poetas que poseen una poesía clara, concisa, que dice lo que debe ser dicho. A modo de ejemplo recuerda la vez en que el Che Guevara lloraba los versos de César vallejo, al leer “Los heraldos negros”, una clara muestra de la humanidad como desastre en sí misma. Finalmente para concluir la breve entrevista discutimos a grandes rasgos sobre el rumbo que han tomado las editoriales hoy en día, y percibimos entre cada argumento que cada vez podemos ver una tendencia facilista por vender muchísimas copias de algo que suene bello o llamativo, sea simple pero que contenga poco contenido, y aquí muy brevemente discutimos sobre el creciente mercado que acarrean consigo los youtubers ¿Sus libros, las temáticas

de sus vídeos y su creciente popularidad en los diferentes medios masivos estará afectando la literatura? Quizás no, pero para Arturo lo que realmente demuestra es un inevitable reflejo de la sociedad actual, nada más ver como el chileno Germán Garmendia (Uno de los youtubers más populares de latinoamérica) hizo colapsar la feria del libro de Bogotá desbocando en el evento una multitud de jóvenes que querían que les firmaran su libro “#Chupa el perro” el mismo día que la ganadora del premio nobel Svetlana Aleksiévich, daba una conferencia a la que muy pocos pudieron ingresar puesto que cerraron la entrada a la feria por sobrecupo. Después de 40 minutos de grabación acabamos la entrevista y nuestra conversación siguió navegando un par de horas más a través de libros y anécdotas. El día fue dando paso a la noche y la melancolía domino la conversación. ~45~

Salimos cuando cerraban entusiasmados, renovados, con una lista enorme de libros recomendados y con la esperanza de poder volver a reunirnos con tan interesante autor, a quién volveremos a encontrar en ausencia del silencio.

González Hernández, Arturo. ¿Qué necesita la paz del gobierno Santos? Es necesario que primero haya igualdad, educación y salud. Mayo 30 de 2015. Enlace: http:// www.las2orillas.co/ que-necesita-la-paz-delgobierno-santos/

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Datos publicados por la revista Dinero el 14 de abril de 2016, la noticia narraba la apuesta del ministerio de educación por subir el índice de lectura de los colombianos, superando el promedio de lectura de dos libros per cápita. Para cumplir esto se tenía como objetivo usar como escenario la Feria del Libro realizada anualmente en Bogotá. 2


Fragmento de “La Caja Oblonga” de Edgar Allan Poe

“He dicho que la caja en cuestión era oblonga. Tendría unos seis pies de largo por dos y medio de ancho. La observé atentamente, y además me gusta ser preciso. Ahora bien, su forma era peculiar y, tan pronto la hube contemplado en detalle, me felicité por lo acertado de mis conjeturas... A juzgar por su forma, sólo podía servir para guardar una copia de La última cena de Leonardo; no ignoraba, además, que una copia de esa pintura, ejecutada en Florencia por Rubini el joven, había estado cierto tiempo en posesión de Nicolino. “

La caja Oblonga Donde los cuentos cambian la realidad que nos rodea

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Una boda, dos caminos Marian Cañibano

C

umpliré con su encargo-. Masculló oscura su dentadura maltrecha entre arrugas sin labio, mientras su vieja e insípida lengua rodeaba, una y otra vez, nerviosa, el espacio que ocupaba su falta, con asquerosos movimientos semicirculares. -No verá la luz de un nuevo día, ese amor impuro del que ustedes me hablan -, añadió junto al olor a cerrado de su aliento, mascullando un esbozo de maldad en la sonrisa.

Aunque hubiesen querido, les hubiera resultado imposible, ya, deshacer aquel trato sinsentido. Aquella vieja leprosa, agarró el dinero y desapareció con la rapidez con la que había llegado, como escapando del arrepentimiento de quienes, egoístamente, desean cambiar el rumbo incierto del azar, a base de golpe de talonario. Era una medida desesperada. El niño estaba confundido, quiso convencerse el anciano matrimonio. El niño no podía hacerles eso, no podía convertirles en el hazmerreír de la gente.

-Sin embargo, he de advertirles algo. Si el amor es puro,- escupieron sus palabras helando en sus rostros las dudas,- morirá el último que no haya dicho la verdad. Las mentiras piadosas no eximen del destino. Son igual de dañinas. Quizás estén condenando a su propio hijo-. Sentenció sin dar tiempo a la reacción.

Llegó agotado a aquel pueblo perdido, en la mitad de lo que se le antojaron las mismísimas nalgas del otro mundo. Eran las cuatro de la tarde, recién cumplidas. Las calles estaban desiertas y él, se iba haciendo una idea de lo que serían sus siguientes dos semanas en aquel infierno semiorganizado. Jamás habían querido conocerle. Eran ~48~


gente cerrada, le solía susurrar entre caricias Sandro. Necesitaban tiempo para asimilar. A él, particularmente, no le hacía ninguna gracia el paripé. Pero la boda se celebraría en menos de tres meses y su compañero necesitaba sentirse arropado por su familia, sobre todo fuera del enorme armario en el que habían habitado sus miedos durante demasiados años. Sonrió con dulzura ante su valentía, al pensar en ello. Él, haría de tripas corazón por verle completamente feliz, estaban tan enamorados. Acababa de llamarle, llegaría de madrugada. Había perdido el vuelo por culpa de la caravana, pero le aseguró haber podido conseguir el cambio de billete para la siguiente salida. O por lo menos, eso le había afirmado conteniendo la risa. No estaba seguro de que fuera posible en pleno mes de agosto, ni de que hubiera habido caravana, ni de que fuera a llegar de madrugada, su intuición rápidamente le indicó, que era mentira. Sin embargo, no le quitaría la ilusión con preguntas a su amor, ni tampoco él, perdería el sueño. Confiaba ciegamente en Sandro. Su vida había cambiado, rozando la perfección, desde que ambos se lanzaran, dispuestos, a vivir la aventura de formar una familia. Además, a última hora, él también cambió los trajes de la ceremonia por los primeros que vieron y, tampoco, se lo había dicho. Más caros sí, pero muchísimo más elegantes. Su día, sería perfecto. Qué importaba un poco más de descontención en el gasto. Sandro

estaba guapísimo con su fajin rosado, el día que se lo probó. Y él, también le escondería el pequeño detalle, hasta el día de la boda. En el fondo, la única diferencia era , que en su caso, no le había pillado. Volvió a sonreír al pensarlo mientras hacía conjeturas sobre cuál sería su sorpresa. Ambos aparecieron en su mente, sentados frente al mar con una copa de vino, prometiéndose austeridad en la celebración mientras cruzaban bajo la mesa hasta los dedos de los pies. Qué guapo estaba cuando le sonreían aquellos brillos en sus ojos antes de besarle. Así que, ahí estaba, él, urbanita hasta el tuétano, en el medio de un pueblo de nombre y pronunciación imposible, intentando encontrar algún tipo de alma que le indicase el camino, a la pensión. El calor tostaba hasta las sombras de los cuatro escuálidos arboles que mal habitaban la plaza principal. El silencio, se le antojó absoluto. Nada más salir del coche, ya se lo había parecido. Había tiempo de ducharse y dormir unas horas antes de que llegara Sandro. Pero antes, tenía ser capaz de encontrar el camino a su habitación, la 303. Por teléfono le habían asegurado que estaba en la parte más céntrica del pueblo y según la lógica orientativa, de la que siempre alardeaba, ésta debiera de ser la plaza. Comenzaba a costarle respirar. Al otro lado, como camuflado entre el laberinto cuadricular de sus negros bancos y adoquines, le pareció ~49~


ver algo. Una sombra simulaba levitar difuminada por el calor que irradiaban los potentes rayos del sol, al rebotar contra el árido y empolvado suelo hecho de pedazos de brillante cemento viejo. Notó como su respiración se unía hipada al silencio, mientras sus dedos palpaban nerviosos el interior del bolso en busca de las gafas. Él y su manía de presumir de mirada, pensó en aquel momento. Se las encajó con risa nerviosa y se volvió, esta vez enfocado, hacia la inquietante visión. Una viejecita cubierta de luto de pies a cabeza personificaba su fantasmagórica sombra. Al momento, le preocupó aquella mujer, sola, a pleno sol, e impulsado por la necesidad de comprobar si le pasaba algo cruzó sin pensar el parque de los famélicos sauces. El calor comenzaba a ser angustioso, la pobre no podría aguantar demasiado. Para cuando consiguió llegar, la mujer ya había mostrado signos de estar entre los vivos. -¿Se encuentra usted bien?- . Alcanzó a preguntar entre sudores, antes de que la anciana y sus negros ropajes se levantaran enganchándole del brazo. Un escalofrío le recorrió de pies a cabeza como una descarga. Incluso agradeció el frescor después del susto. El termómetro había alcanzado los 42 grados y el aire se le estaba empezando a adherir, a modo de serrín mezclado por la pastosidad de su falta de saliva, en el paladar.

-Estoy muy bien, gracias por preocuparse, joven-. Rechinó la anciana con una voz árida y carrasposa, silbada entre las serradas arrugas de sus inexistentes labios. - A cambio de su amable pregunta, le obsequiaré con una posibilidad de salvar la vida. ¿Me da su mano? - . Le propuso sin necesitar permiso, mientras los movimientos semicirculares de su lengua le arrastraban las pieles secas. A él le pareció hasta simpático, en un primer momento, cómo le miraba atenta las líneas, justo antes de que su estómago decidiera darse dos vueltas sobre si mismo, al comprobar la composición de sus largas uñas, retorcidas entre imposibles y oscurecidos grises. Debían de portar mugre para llenar uno o varios contenedores de los que vio en las obras de la entrada al pueblo, pensó. Entonces, se dio cuenta. Alguna vez Sandro, en sus interminables y agradables charlas frente a una buena botella de vino, le había hablado de aquella vieja chiflada. Una anciana enloquecida, casi desde la adolescencia, después de que su prometido le mintiera enrolándose en el ejército. Jamás debió de volver a verle. Creyó recordar que murió el primer día en combate, junto con sus sentimientos y su promesa de amor eterno. Un par de veces le habló de ella. Cuando Sandro era un niño, los adultos la hacían funcionar como el hombre del ~50~


ojo derecho no paro de retorcerse entre espasmos lagrimosos, enloquecido frente al enfoque perfecto del falso y cristalino izquierdo. -Tu amor, como el mío-, le dijo repentinamente-, jamás gozara de los besos. Mañana a las doce tú serás quien este en mi sitio. El amor más puro, el mayor castigo. La más grande penitencia te ha sido concedida. Solo la pureza arrancada sin compasión de otro enamorado, podrá salvarte de tu destino, obsequiándote la muerte. Si aún tuviera corazón, te daría las gracias por tu gesto. Mi tiempo ha llegado a su fin.

Fotografía por Fernando Brasil

saco. Añadiéndole si cabe más terror a los temores infantiles, porque no hacía falta que cayera la noche para poder verla. Cada medio día, la mujer, se sentaba en el parque a esperar. Nadie sabía qué, nadie se atrevía a molestarla en su amargo trance, al igual que nadie recordaba a qué guerra se refería la historia, ni cuantos años habían pasado desde la primera vez que se sentó. Decidió ser amable, con aquella pobre anciana acostumbrada a la incomprensión de semejante entorno hostil. En el fondo, su capacidad de soportar le parecía conmovedora. Las mugrientas cosquillas trazaron los caminos de sus líneas. Entretanto, su

Él, se soltó con rapidez de la vieja chalada. Echó a correr deshidratado por el miedo, a la vez que decidía encerrarse en el coche. Enfadado, llamó a Sandro para preguntarle dónde estaba la puñetera pensión, con suerte tendría el teléfono todavía conectado. Sonó. Sonó hasta agotar los tonos, pero no descolgaron. Convencido de que le devolvería la llamada al instante, el sueño y las emociones, pudieron con él y con su mentalidad cosmopolita, atónita ante el resultado de la crueldad de la incomprensión humana. El chirriante sonido de la llamada, le arrancó del nivel. Sus trajes nuevos teñían sus inmaculados colores con gigantes tinteros negros, dejando al aire ríos de sangre que fluían de sus vacíos huecos, sin perchas, sin personas. Solo dos lutos, dos anillos prohibitivos y ~51~


relucientes, los que ambos prometieron no poder comprar, y una sensación de vacío en el pecho. Sandro yacía en el suelo, irradiando, la pureza de su desnudez inerte, el punto exacto en el que le habían disparado. A su lado, una cajita perfectamente empaquetada con el logotipo de esa primera joyería que visitaron juntos y un par de billetes de avión nuevos. Respiró aliviado antes de coger el teléfono. Era él, su Sandro, su futuro marido, solo había sido una pesadilla. Se había quedado dormido. Una voz seca, nacida del otro lado, petrificó su gesto, congelando su mirada, deshaciendo la expresión de felicidad plena de aquellos últimos años, noqueando su mente, incapacitándola para mandar sobre el resto del cuerpo. Pasaron las horas, en la misma postura. Los llantos presurosos de los vecinos comenzaban a arrastrarse, junto con la tristeza del amanecer, por su lado, al conocer el pueblo la noticia. La ventana abierta de una de las casas que rodeaban la plaza, dejaba escapar los alaridos incontenibles de un anciano matrimonio junto al nombre de su amado. Él, se sintió invisible, para todos aquellos desconocidos, para el resto del mundo, desahuciado de lo que por ley hubiera sido el resto de sus vidas.

de las hojas, el único camino. El termómetro marcaba 42 grados a la sombra, tostando el cemento viejo sobre el que reposaría su negro banco. El sonido seco de la puerta del coche estallando contra la carrocería, silenció la plaza. Por primera vez en años, la vieja y su locura habían desaparecido. Por primera vez en años, su banco cambiaría de dueño. -Me siento aquí, cuando me lo piden. Cuando no, también. Eternamente, buscando perdón, recordando el amor. El mismo, por el que consiguieron congelarme el alma y ennegrecieron mis deseos. Ese por el que se agrietó mi rostro, ese que entre lágrimas ha ido perforando los surcos de mi corazón. Yo, ya no tengo corazón. Lo cambie por una piedra, vendí mi alma con tal de conseguir venganza y la conseguí. Mientras llega mi hora para volver a su lado, me entretengo arrancando vida, para quienes se atrevan a pagar bien. Cumpliré con su encargo, aunque he de advertirles de una cosa. Si el amor es puro, morirá el último que no haya dicho la verdad. Las mentiras piadosas no eximen del destino.

Marcaban las doce del mediodía en el reloj de la iglesia, los escuálidos sauces derramaban sus ramas indicando con el lento y pesado movimiento

Fotografía por Jennifer Studios

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Entre un mar y dos continentes

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xistir es una fuerza que se apodera del sobrevivir y que al mismo tiempo se adueña del valor necesario, para comprender que no todo lo que sucede es real, fantasía o utopía de verdades y mentiras. Indudablemente es el coraje y los deseos que le dejamos al aire y a los testimonios para que impidan que un presente borre el pasado en un futuro existencial, aunque eso no nos exime de vez en cuando temer por lluvias torrenciales. En situaciones adversas el ser humano demuestra que la unión y solidaridad de muchas manos, hacen la fuerza necesaria de presión para soltar las garras fantasmas que oprimen un cuerpo, un corazón. El más anciano de la aldea

Maggui Villa le dijo una tarde, cuando le hablaba a los árboles: “el destino mi niña, es una fuerza sobrenatural que actúa sobre los espíritus de los hombres y mujeres para guiar los pasos en su camino y así enfrentar a lo largo de sus vidas todo lo que les acontezca; es una rama llena de hojas que van viviendo, muriendo y a la que ningún árbol puede evitar” ¿Por azar ocurren las cosas? ¿Causa y efecto predeterminado? ¿Lo que acontece surge de la nada? Brotan los aconteceres de energías conocidas. Pasó mucho tiempo para que lograra comprender esas corrientes humanas que determinaban las señales de todos los pensamientos y actos. Sentía irremediablemente como la sangre le hervía ante determinados ~54~

sucesos que eran como una cadena de sulfuro para extirpar un cáncer. No se dejó convencer por algunos chismorreos vecinos y sus miedos. Agarró su mochila y se despidió de todas las falsas religiones, porque su destino era un plano creado por sus propios dedos y que no daría pie a nadie para que fuera alterado. A su libre albedrío, con el coraje suficiente para tomar sus propias decisiones y dar iniciativa a sus planes de vida. Con las enseñanzas de su anciano amigo y con la mano puesta en el corazón, se retiró de la aldea, meditabunda y con una sonrisa en sus labios, agarró a su perro y el único libro en lengua nativa que había heredado.


Observó sus manos y sentía que las ciencias ocultas no le dirían nada más de lo que las líneas reflejaban en caso de que el futuro fuera algo premonitorio.

en un determinado momento, nos eligen por alguna razón.

La voluntad de algunos seres de su tribu, era algo que ella admiraba con casi una devoción Estaba convencida de infinita, hasta el punto que ningún charlatán y de predeterminar sus filibustero la embaucaría estados de conciencia con su sarta de mentiras, y así decidir ir al lugar porque creía en ella, en su donde su corazón le perro y en los dos gatos repetía que debía conocer que adoptó en su travesía. y enfrentarse a otro mundo real. Sentada, divisando las alas del avión y en un sentido La predestinación es menos filosófico con una doctrina espiritual cara de susto simbólico, que enfatiza, discierne y trazó una raya de colores apela a los vínculos que en la palma de su mano conectan el principio y el derecha y se dijo que el desarrollo de la materia destino era el punto que y lo que sucede con marcaba una despedida y ese algo intangible que ahora un comienzo de un tenemos dentro y que es arribo a una meta trazada. la energía cósmica que Sola y recordando el nos mueve a ser vitales. dialecto de sus ancestros Estaba segura que se adentró en el aire y Balandra era un lugar cerró los ojos. Un antes mágico y especial a y un después trinando diferencia de otras tierras en sus entrañas para que en sueños visitaba; utilizar su sexto sentido allí su conexión con los a la llegada de ese lugar desconocido, pero del que espíritus buenos era el anciano amigo le había impoluta, por eso su hablado tantas veces, que determinación de viajar parecía, ya conocerlo. Esos al lugar que en su mente lugares a donde viajamos se presentaba más que como una visión, una ~55~

realidad. En su libre albedrío, algunos seres de la raza humana se habían equivocado, respecto al misterio energético que por dentro almacenan. Sentía que su determinación era contemplada por un ser superior. ¿Qué es el destino? más que un concepto que íntimamente sabemos está comprometido con esa luz que todo lo alumbra. Un ente superior conoce el destino del cosmos y ella, desde que nació sabía que su ser estaba ligado a esa energía sobrenatural. Consciente todo el tiempo de que era un ser totalmente individual y que no debía depender de nada ni de nadie y que condicionarse o adaptarse a otras culturas sería molesto en determinados instantes; soltó una lágrima, su misión debía cumplirla, por el rescate de la historia de sus antepasados, por ella. Apta para escoger lo que su ser llamaba: ¡gran iluminación! se metió en ese viaje sin miedos


siendo consecuente con todas sus decisiones. Segura estaba, de que muchas cosas de las que vería, afectarían el resultado de la larga enredadera de hojas que eran sus anhelos, sus sueños, sus pasos cada instante; nada determinaría cambiar sus decisiones, porque era algo que sentía y debía hacer por los suyos, su vida, sus ancestros. Una voz casi dulce anuncia abrocharse los cinturones y tener cuidado que el avión pronto va a despegar. Apacible, tranquila con una calma pasmosa, juntó sus dedos y agradeció en su lengua el estar ya casi cerca del lugar elegido. Esa facultad de conocer hacia dónde se dirigía siempre, no era raro en su aldea, todos afirmaban que podía ver su destino sin pronunciar una sola palabra. Entidad atemporal que ella sentía muy bien. Besó a su perro y abrazó a sus dos gatos adoptivos. ¡Amaba profundamente la vida! En su aldea tuvo el apoyo

de todos y respetaron sus creencias. En ese ahora que estaba viviendo debía tener cuidado, en una sociedad desconocida debía estar alerta y quizás a algunos tendría que dar cuenta de sus acciones y justificarlas, ya que en una visión pasajera observó cómo algunos restaban importancia a sus actos malos y eso la sobresaltó, pero no la amedrantó para desear llegar rápido a ese lugar. El destino lo fija cada quien en su conciencia y lo busca en su corazón para materializarlo en su cuerpo. Cada una de nuestras acciones tiene un sentido de vida y es lo que nos impulsa a ser como somos. Su corazón casi se paraliza cuando miró la cara del bandido asesino, asqueroso y feo, prepotente y despiadado ser, dueño de todos los horribles vicios que había asestado golpes de gracia a toda su familia en la orilla de la quebrada y ella se salvó por estar con el anciano amigo leyendo cuentos de las estrellas en la mar serena. La maldad ~56~

es algo que idealizan los seres humanos desde el exterior y lo beben como agua hirviendo en sus entrañas. Los placeres de ese ser con olor a azufre y encarnado en cuerpo humano no eran normales desde que llegó a la aldea, eran resacas de bestias dictadoras o gobernantes absurdos con panzas de hienas, envalentonados delincuentes más sucios que, el que los mandaba con corbatas blancas. Sintió la paz necesaria para encarar ese rostro, ahora lleno de llagas supurantes, con la boca torcida, anclado en una cama… la miró y estiró su mano en una hoja que tenía entre sus muslos y así por fin, ella pudo recobrar su terruño perdido.


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El juego lugubre

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El destino Antonio Rivas

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uede que quizás lo que escriba en este relato mío no sea del todo inútil, pues es parte del reflejo de mis sentimientos, que será tan completo como pueda serlo el de mis sensaciones, al mismo tiempo que encerrará en su fondo, probablemente, una gran y profunda enseñanza, aunque mucho me temo que este proceso verbal de mis pensamientos tal vez pueda convertirse en una autopsia intelectual antes que en una lección para los que me lean. Quizás el problema de mi existencia es que siempre he confundido lo que veía y lo que deseaba ver, si alguna vez lograse recomponer mi vida entera podría comprobarse que me sobran motivos para ser un hombre sin entrañas, cualquiera en mi lugar sería sin duda una hiena pero yo, en cierta medida, soy un hombre realista y prefiero estar siempre en muy buenas relaciones con mi destino, porque la misión verdadera de cada uno en este mundo es encontrarse a sí mismo, puedo llegar a ser poeta o loco, profeta o criminal pero eso no es asunto mío, es algo accidental, lo que importa es encontrar con armonía mi propio destino, no un destino cualquiera pues esto sólo

Fotografía por Gemma Garner

son medianías, intentos de evasión, de buscar refugio, de amoldarse a la masa, miedo a la propia individualidad, pues somos en realidad un proyecto de la naturaleza, un proyecto hacia lo desconocido y mi única misión es dejar realizarse ese proyecto, sentir su bondad e identificarme con él por completo. En aquel horrible orfanato se encontraban los diversos y largos dormitorios que agrupaban cada uno a un número de entre treinta o cuarenta chiquillos huérfanos o abandonados por las cosas de la vida, los niños tenían una edad que rondaba los cuatro hasta los trece años y su total no bajaba nunca de los ciento veinte, ~60~


unos eran de Protección de Menores y otros del Patronato, éstos los menos, los primeros eran los que el Estado tomaba bajo su protección por el ineludible e inapelable deber de tutela, y los segundos los recomendados o privados, cuya estancia y manutención era patrocinada por gente piadosa de alta alcurnia de las más relevantes esferas de Córdoba. Qué duda cabe que con aquellos huerfanitos te unía un destino quebrado, a estos pequeños los recordarás todos los días de tu vida y quizás haya otras dos cosas que puedas rememorar con tanta emoción, tu primer amor y el nacimiento de tus cuatro hijos, a estos infelices desamparados, que compartieron contigo durante años el suelo y el aire de aquel abominable orfanato, habrás de recordarlos como si fueran tu familia, y es que en aquellos malos tiempos ellos eran tu única familia.

vuelto taciturno, serio, rígido y apenas sonreía, era una sombra de sí mismo que se acercaba sigilosamente a su último destino, pues ya estaba seguro que la vida carece de finalidad y que la muerte era inevitable, por eso se mostraba indiferente a la lucha contra la naturaleza y al concepto del pecado. Luchando o no contra su enfermedad acabaría por morirse y pudrirse, pero qué sería de sus hijos, sus seis pequeños harapientos, indefensos y mal nutridos pequeñines, y añoraba y añoraba y añoraba, sin consuelo, sin descanso, continuamente nuestra presencia con cariño, con dulzura, con melancolía, mientras las lágrimas bajaban, bajaban y bajaban como cuchillos sobre sus enjutas mejillas. Pasado cierto tiempo mi madre apareció vestida de negro, yo andaba por los diez años y sabía más o menos de estos símbolos. Aun así le pregunté mamá, ¿por qué vienes vestida de Mil novecientos cincuenta y cuatro, negro? - Hijo mío, es tu padre, hace por aquellos tiempos yo pensaba algún tiempo que ha muerto. ¿Y que nada pasa en este mundo sin dónde está enterrado, podré ir a dejar huellas y también que el más visitarlo? - No, hijo mío, porque tuvimos insignificante de nuestros actos tiene que enterrarlo en la fosa común del decisiva importancia para toda la vida Cementerio de Nuestra Señora de la presente y futura, por ello creía que Salud, no llores hijo, él está en el cielo y todo lo que mi padre había sufrido no cuidará de todos nosotros. Y entonces sería en vano, sus grandes desgracias y yo descubrí que ya no era propietario su siempre paciente espera ablandarían de un padre de verdad, tierno y sin duda el corazón de ese Dios que, sin amoroso, que era también como un él saberlo, anidaba en lo más profundo hermano, una fuente de consuelo y mi de su alma, y nos lo devolvería a la mejor, mi más querido amigo. Cuarenta vida sano y salvo, pero ciertamente y cinco años tenía cuando se fue de mi padre había envejecido, se había nuestro lado. ~61~


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Sopa de ajo Dionisio López Ramos

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ose María sólo tiene dieciséis años cuando se queda huérfano de padre y madre en una guerra civil que va sembrando penalidades por donde pasa. No tiene a nadie, y los únicos familiares que le quedan (su primo Abel y su tía Antonia) están a más de sesenta kilómetros de distancia; así que abandona el pueblo donde vive y decide ir en busca de ambos. Cuando parte, lo hace con un petate con pocos enseres que él considera necesarios para el camino; cuatro días más tarde llama a la puerta de su tía. Al abrir: - ¡Tía! - ¡Jose María! Al verlo compugido, Antonia abraza a su sobrino y rápidamente lo tiene sentado sirviéndole una sopa de ajo recién hecha que acaba de preparar. Jose María come y no dice nada hasta que una pregunta rompe el momento:

- ¿Dónde están mi hermana y tu padre? - Vinieron dos camiones de soldados recogiendo gente por las casas y se los llevaron, yo pude esconderme y por eso estoy aquí. Un silencio que se apodera de la casa es interrumpido por el muchacho - Tía. ¿Es cierto lo que dicen de esos camiones? El silencio se hace más profundo aún y Antonia rompe a llorar; pasado el momento, Jose María es quien pregunta. - ¿Y Abel? - Tu primo es mayor que tú, vinieron a buscarlo y está combatiendo en esta puta guerra; hace mucho que no tengo noticias de él y no se si eso es bueno... o malo. Pasa el tiempo, cuatro años después tía y sobrino están cenando cuando la puerta de la casa suena, toc, toc, toc, ~63~


ambos se levantan al momento, pero es Jose María el primero en llegar; al abrir, su primo Abel se le queda mirando detenidamente. - ¿Quién eres tú? - Soy Jose María, tu primo.Abel no contesta, da un paso hacia adelante y abraza a su madre mientras dice. - Lo quiero fuera de casa. - Pero es tu pri... - ¡He dicho que lo quiero fuera de mi casa! Al ver la actitud de Abel, es Jose María quien habla. - Tranquila tía, no pasa nada. Y, casi antes de un suspiro, se despide de su tía con un beso cargado de agradecimiento. Jose María regresa a su hogar, la guerra ha finalizado y aunque la gente de su alrededor le reconoce le miran con cierto recelo; por eso, un buen día decide dejar el lugar alistándose en el ejército. Tres años en la legión marcan profundamente su manera de ver las cosas para salir hacia adelante, en ellos aprende a conducir y conoce el mundo del tatuaje; más tarde, al incorporarse de nuevo al mundo civil, se coloca como camionero en una empresa particular. Una época dura, muy dura; pero hace que con el paso de los años disponga de camión y negocio propio. Jose María es hombre solitario, fornido, de pocas palabras y buen corazón; su mejor amigo es “danco” un perro pastor

alemán que le acompaña a todos los sitios al que deja como vigilante en la cabina del camión cuando salen de viaje; sabe que “danco” no deja arrimarse a nadie al vehículo y que rápidamente ladra si alguien se acerca, pero esa tarde haciendo un trayecto al filo del anochecer, ocurre algo que va a cambiar significativamente su forma de vivir. Jose María hace una parada con el propósito de tomarse una cerveza y dar por terminada la jornada; sentado está sobre un taburete en el interior de un bar de carretera apurando el último sorbo. - ¿Qué te debo Anselmo? - Cuarenta pesetas Jose María. -¿Falta mucho para que acabes la ruta? - Aún me queda un trecho pero por hoy vale; pasaré la noche en el camión y mañana de madrugada partiré. Adiós Anselmo. - Adiós Jose María, que descanses. Cuando se acerca a la cabina del camión abre la puerta y se queda sorprendido por lo que ve. En su interior, en la parte trasera y sobre la cama que utiliza para dormir, una muchacha le mira fijamente con cara de asustada; sus ojos son enormes y de un azul intenso que cautiva, “danco” está postrado a su lado moviendo la cola y Jose María entiende que si “danco” a consentido que esto ocurra, es porque esa muchacha tiene algo especial. ~64~


- Hola, soy Jose María, no se que haces dentro de mi camión y me extraña que mi perro te haya dejado entrar, ¿quién eres? La muchacha responde en un castellano algo difuso, pero entendible. - Soy Elvira y por favor, te ruego que me dejes pasar esta noche aquí; mañana seguiré mi camino. - ¡Está bien!, ¿has comido algo? Un silencio como respuesta hace que Jose María salga a buscar algo de comer; pero al volver, encuentra que Elvira y “danco” están acurrucados y dormidos, así que decide no molestar y se va.

bata blanca y después de realizar varias pruebas que confirman lo inevitable, le dice que su tiempo se acaba. El, no quiere pensar y sin embargo, hay algo en su interior que necesita sacar. Sentado frente al mar, de sus ojos brotan lágrimas que deslizan llantos reparadores mezclados con emociones encontradas; lejos de sentirse mal se deja arrastrar por la situación. De frente, su mirar contempla el ir y devenir de las olas, vienen... y van, vienen... y van.

A la mañana siguiente se presenta con dos tazas de chocolate y docena y media de churros; Elvira y Jose María se acomodan rápidamente, y, bajo la atenta mirada de “danco”, comienza lo que será una gran amistad sin que ambos tengan aún conciencia de ello. Jose María ofrece su casa a Elvira, que teniendo en cuenta el cariño que “danco” muestra por ella, no duda en aceptar; la relación entre ambos es de afecto y respeto mutuo; en la que el paso del tiempo juega el papel de padre e hija hasta que Elvira retoma nuevamente el vuelo para establecerse por su propia cuenta. El contacto con una soledad ya olvidada vuelve a ser duro; pero la entiende y acepta porque parece ser parte de su destino. Un atardecer como otro cualquiera, dos cañas y unos aparejos acompañan a Jose María hacia un risco donde le gusta pescar; el día anterior alguien con una ~65~


Kaleidoscopic Cats Donde la realidad y la imaginaciรณn se vuelven arte

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Las Cuatro Desdichas De Sálomon Brunks Carlos Rasero Rodríguez

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s usted la mar de curioso, si me deja nombrarlo así, nada más oír sobre su mala suerte no pude frenar a mis ansias de proporcionarle alguna solución. Obviamente no hago nada gratis y casi siempre una buena acción está precedida por algo desagradable.

mi segunda desdicha importante. Me corté un brazo al intentar hacer zumo de naranja con un exprimidor. Lo hice con tanta fuerza que las cuchillas empezaron a desmembrar y destrozar todo el brazo. Lo peor es conseguir echar la cantidad exacta de azúcar en el café, con la derecha lo tenía controlado.

– Déjeme usted a mí manifestar que me es más curioso su forma de verlo, pero… en fin, es cierto que mi mala suerte me ha hecho bastante famoso, aunque es una fama que no deseo en absoluto.

Tobías Krall no podía dejar de reír, aquel Sálomon era igualmente desdichado a la par que divertido. Por aquella razón lo llamó a su majestuosa nave Oz, para hacer un trato con él.

– ¿De veras se casó con una mujer que resultó ser finalmente una espía sartriana? ¿Cómo es posible no darse cuenta de eso? Su olor a pies es inconfundible. – Aquello me produjo la antipatía de todo un planeta. Como sabrá, durante un tiempo trabajé para el gobierno, y no fueron pocos los secretos militares que esa arpía consiguió gracias a mi torpeza. Lo de su peste a pies lo encontraba hasta sexy. Después, si no fuese bastante mala suerte, se produjo

Aquel pasillo angosto y tétrico había hecho sentir minúsculo, como se siente un grano de arena en la planicie de su propio mundo, al desdichado Sálomon Brunks, como el último destello de una estrella desvaneciéndose. Atareado con su pequeña consola virtual y su traje hermético de tela suave santhys, dio pasos decididos hasta la enorme puerta de acero que daba a una grandiosa sala diáfana llena de ordenadores digitales, una especie de cielo informático. El ecosistema de Tobías Krall, el último espécimen de los mágicos Oz. ~68~


Fotografía por NASA

Un sillón levitando sobre el suelo presidía la sala, un aire mesiánico casi bíblico le daba la bienvenida, junto con un oxígeno cargado de sombras. Sentado en él, Tobías Krall abanderaba las claras diferencias físicas de su raza con respecto a los humanos. Unos sucios cabellos largos hasta el suelo, de color platino con destellos dorados, una gigantesca nariz que languidecía ante el tamaño descomunal de sus orejas y un pequeño pero hinchado tronco del que salían cuatro delgadas extremidades, con finos huesos brillantes de luz fluorescente. Sálomon lo comparó con los largos flexos que recorrían las instalaciones mineras en la Luna. De sus dos pequeñas bocas emergía una dulce voz casi aniñada. Sálomon Brunks no pudo evitar cierta repulsión, pero intentó, en la medida de lo posible, no demostrar su desagradable asombro. Al poco tiempo se sentía como en casa, siempre fue un hombre que se

adaptaba a cualquier circunstancia. – Esas son sus primeras grandes desdichas ¿y la tercera? – La tercera de las grandes desdichas, ni si quiera quiero recordarla, pero verá, después de pasar unos años en la cárcel por conspiración contra el estado por eso de mi mujer sartriana, unos amigos me dejaron un dinero con el que empezar. Me encantaban los sombreros de ala ancha y pensé que sería un buen negocio. Obviamente no tuve en cuenta que mi planeta es un astro frío en donde solo un día al año el sol sale para darnos algo de calor. Me arruiné por completo, e incluso hicieron una ley en contra del mal gusto a causa de mis sombreros. Tuve que pagar una indemnización por alterar la belleza del ecosistema y pasar otros dos años en la cárcel por no poder pagarla. ~69~


Mientras recordaba tal desdicha, intentó centrar parte de su cerebro en por qué estaba allí, cambiar una cosa por otra, un trueque que beneficiara a ambos. Aún no sabía el qué, pero algunas historias parecidas ahora adquirían forma. En ellas, Tobías Krall, utilizaba su magia de alguna forma extraña. Sálomon quería dejar su vida en cuatro grandes desdichas, ni una más. – Es la mar de divertida y créame que su mala suerte me está alegrando el día, no se ofenda, pero el tiempo para un Oz es una medida muy valiosa, así que iré al grano contándole porque le he llamado a mi nave. Puedo proporcionar una salida a su cadena inabarcable de infortunios, pero tendrá que sufrir una cuarta desdicha antes de convertirse en un hombre feliz y con suerte. Siempre que acepte el contrato. Ya veo que ha traído a su abogado robot para certificar dicho acuerdo. – Ciertamente, desde hace años no voy sin él a ningún sitio, créame que tiene más sentido común que yo. No deja que lleve dinero encima, y además lleva un corte de pelo metálico adecuado a la moda actual. – Entonces le explicaré todo esto. Usted sufre una última desdicha con la que entretenerme, y así adquiere el estatus de hombre afortunado que tanto desea. Llevo años apáticos ante la soledad que me profesa ser el único de mi especie que aún existe, y sus desdichas son un entretenimiento para mí. Pero como no soy tan malvado

Fotografía original por Antonella Lombardi

como dicen algunos, solo le haré tener otra gran desdicha y después será feliz para siempre. – Me parece bien, si eso hace parar esta mala suerte congénita. Quizás después esté interesado en un sombrero de ala ancha, créame que sería genial para tapar esas bonitas orejas. Firmaron el contrato, el robot de Sálomon estuvo de acuerdo y firmó a modo de notario la conformidad entre ambos. Antes de acontecerse dicho trato, Tobías preguntó a Sálomon. – ¿Cree usted en el destino o en el azar? – Creo en la casualidad, pero cada acto casual llega de la causalidad de tomar un camino u otro, que lleva ~70~


irremediablemente a otro escenario casual. Sé que suena ambiguo, pero si un tipo con tanta mala suerte como yo creyese en el destino entonces me hubiese pegado un tiro hace años. Aquello hizo reír otra vez a Tobías por sus dos diminutas bocas, tanto que pareció que iba a explotar de éxtasis. Tobías Krall convirtió a Sálomon Brunks en un corazón artificial que sobrevivía gracias a una máquina que hacía bombear la sangre a cada latido. Mantuvo a Sálomon en esta forma durante diez años y cada vez que palpitaba emitía un sonido parecido a una ventosidad, e incluso el hedor era parecido al de la mofeta terrestre. Aquello proporcionó a Tobías Krall minutos interminables de risas orgásmicas, lagrimeo satisfactorio y algún que otro “¡Qué bueno, qué bueno!”.

por muy raro que parezca, a pesar del insufrible olor, el contacto de ambos hizo nacer un amor apasionado. Digamos que aquella chica era de esas mujeres que se enamoraban exclusivamente del “corazón” de los hombres. Se casaron incluso antes de que Sálomon dejara de ser un órgano apestoso. Algunos incluso lo nombraron como otra de las desdichas, pero en este caso para su mujer. Al recuperar su cuerpo original y gozar de buena suerte, Sálomon se detenía algunas veces a pensar si el destino o el azar existían realmente o eran parte de algo más grande. Lo último que se supo, del grandioso y feo Tobías Krall, fue que no le quedaba nada mal el sombrero de ala ancha, y ciertamente, tapaban esas bonitas orejas.

Para Sálomon fueron años desdichados, sin el contacto con otro ser, sin poder charlar con nadie, sin poder tomar café. Al principio intentó hacerse a la idea que era como cuando se quedó sin brazo, pero aquello era mucho peor. Además estaba ese olor indeseable que hacía que nadie quisiese estar con él o acercarse tan solo por casualidad. Olía tan mal que ni siquiera su robot abogado, desprovisto de sentido del olfato, se acercaba a él. Una de las enfermeras se acercó un día para equilibrar unos niveles de la máquina que lo mantenía con vida, y ~71~


En el albúm de los recuerdos

R

ecuerdo cuando nos tirábamos en medio de la carretera, nos acostábamos en el asfalto, esperando a que cambiara el semáforo y vinieran los carros, aguardando hasta el último momento y, después del retumbo de las bocinas de los carros y el rugir de sus motores encima de nosotros, nos quitábamos del camino. Era la época de los diciembres de la última etapa de la niñez, de la niñez feliz, por los días en los que se celebraban las primeras comuniones en la iglesia del barrio. Durante aquellos diciembres todos los adultos se entretenían con tantas fiestas; desde los primeros días con los cumpleaños de un par de primos, pasando por el día de las velitas, los grados de los más grandes, los nueve días de la novena y nochebuena, la despedida del año, y la

Omar Jaimes Rodríguez celebración se alargaba hasta la primera semana de enero. Comprábamos pólvora de tamaños y estruendos diferentes, según el presupuesto. Los más potentes los metíamos en los agujeros de los ladrillos para ver volar sus escombros cual voladura de un puente con dinamita. Los más llamativos los poníamos en medio de la calzada para atraer la atención y deslumbrar con los juegos de luces de fuego que se esparcían por el aire sumados a los sonidos de cohete que deleitaban a los vecinos y nos satisfacíamos hasta el nivel de un jefe militar cuando observa por los binoculares que su misil dio en el blanco. Nos íbamos en bandada detrás de los matachines para luego correr desesperadamente cuando se decidían a corretear la turba de niños ~72~

y jóvenes. La víctima era sometida a golpes con una vejiga de res — inflada y puesta a secar al sol durante tres días y pintada con cal diluida en agua—, amarrada a una cuerda y sostenida por un pedazo de palo para agarrarla, si no le daba alguna moneda al disfrazado. En las noches de pronto aparecía alguien empujando una carretilla con una cabeza de toro apuntando hacia el frente, con fuego, en una extensión de sus cuernos; todos salían despavoridos para no ser la víctima de una embestida del artilugio animal. Eso fue antes de entrar en la adolescencia, cuando todos íbamos a la escuela y los vicios mundanos, que degeneran al hombre desde la adolescencia, no habían aparecido; cuando no había distinción de estratos sociales en la familia —o al menos no


la percibíamos—. Con la llegada del niño dios y los regalos, nadie se ocupaba de los precios de los juguetes ni su sofisticación, lo que importaba era la cantidad que cada uno pudiera juntar, los contábamos para ver a quien le habían dado más.

terminar el bachillerato, siendo ya mayor de edad. Para entonces, no nos habíamos dado cuenta de que todo había cambiado. No supe cómo, pero ya el mejor amigo no estaba en la familia, cada uno tenía sus compinches de calle. Habíamos cambiado tanto que ni siquiera coincidíamos En la adolescencia en los gustos musicales; se empezaron a cada quien tenía un estilo formar los gustos y diferente hasta para vestir. las personalidades de De repente, dentro de lo cada quien, de toda esa que un día fue la cuadrilla camada de hermanos, de primos, empezaron primos hermanos, lejanos, a aparecer los padres de los que eran familia primerizos, las reseñas porque nos lo decían a judiciales de algunos y el pesar de no recordarlos dinero en otros. muy bien ni de haber vivido casi nada con ellos. Todo eso lo recuerdo Las reuniones familiares aquí, de pie, en frente del escasearon con el paso de habitáculo de madera los años y prácticamente que te contiene. Por fin desaparecieron cuando la veo reunida a casi toda nona María murió. Su casa la familia de nuevo. no volvió a aglomerar Hay muchas personas decenas de personas en el recinto, varios con todo su alboroto, se desconocidos. He hecho había perdido el colorido un recuento de lo que y el júbilo de antes, la vivimos, un inventario jocosidad de los tíos de con lo que me quedo borrachos y los bailes en la memoria para el hasta el amanecer. Incluso recuerdo. También tengo después de repetir un que llevar conmigo el par de años escolares, instante en que sonó seguí mis estudios y logré el teléfono y levanté el ~73~

cacho para escuchar a mi mamá decir: «mataron a Ricardito», en un mar de llanto. Pareció un sueño; antes de terminar de despertar, quise colgar el teléfono y volverme a dormir como si todo hubiera sido una escena fortuita, una mala jugada de la mente mientras dormía. No lo era. Nunca lo fue después de negarlo persistentemente. Las coyunturas de nuestras vidas nos separaron, te llevaron de a poco a estigmatizarte tú mismo, ejerciendo el rol de malhechor. Te lo tomaste tan en serio que un par de veces terminaste en la correccional. Ahora con solo veintiún años partes hacia no sé dónde y detienes el tiempo de tu existencia. Tu vida quedará guardada en los anaqueles de nuestras memorias. Ya solo me queda tomarte fotos con mi mirada y cuidarlas en el álbum de las vivencias eternas. Te despido asimilando el dolor de la pérdida, más bien soportándolo, y con el tiempo espero poder vivir con él, sin ti.



En el interin


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Sin título Jennifer Fernández

E

ntonces la conoció, y ni su coche volvió a ser el mismo, ni sus trayectos volvieron a ser aburridos. Ni siquiera el mundo parecía girar de la misma manera|. Ahora, no había día en que el automóvil estuviera limpio. Pues ella era un orden o un desastre, era el día o la noche. Comía, comía como una niña. Siempre y nunca. Comía a base de antojos que iban y venían dejando rastro allá por donde pasara. Y siempre olvidaba sus cosas porque sabía que estarían en buenas manos. Le preocupaba todo y nada le importaba, es irónico. Estaba loca. Pero bendita locura la suya que todo lo cura. Bendita su voz desafinada cantando a pleno pulmón cada canción de la radio aunque no la hubiera escuchado nunca antes. Benditas rabietas de tres segundos y medio de duración. Bendito pelo indomable que ella de vez en cuando, y solo de vez en cuando, odia. Benditos ojos de color dudoso, pero preciosos según él. Aunque juraría que son verdes. Al menos ahora, ya veremos mañana. Bendita toda ella, por ser ella. Bendito su amor, puro y mágico. Bendita su luz, y su fuerza. Bendito destino que los puso al fin a los dos en el mismo camino.

Él, la veía arte. “Su obra de arte” decía. La admiraba con detenimiento intentando quedarse en cada instante con sus gestos, pero eso era casi imposible, porque ella nunca para. Ríe y se asusta, y se vuelve a reír, entonces se tapa la cara e intenta comportarse. Pero no puede, porque cuando ella ríe hasta la tierra se descojona. Niña y de repente mayor, una caja llena de emociones al por mayor. Sin duda volvería loco a cualquiera pero él... él estaba tremendamente enamorado de cada rincón de su piel. Del olor a vainilla de su gel de baño, y de la cantidad de brindis que le ofrecían sus pestañas al despertar. Se amaban locamente porque ella no sabía amar sino de otra manera. Y él la amaba de la misma manera, porque un día la conoció y desde entonces no hay día que no quiera llevarla de copiloto con cualquier canción suicida de fondo para que ella acabe de estropearla y aun así, hacer que sea la mejor canción que él haya escuchado jamás.

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El refugio Nicolás Ortiz

E

l refugio era el único lugar al que todos podíamos acudir cada noche después del toque de queda, el resto del día teníamos derecho a deambular por el perímetro delimitado para nosotros y con eso debía ser suficiente. Si alguno de nosotros salía de este perímetro era penalizado, lo mismo si alguien estaba fuera luego de la hora fijada. Estaba realmente preocupada por Hank, ya había pasado tiempo suficiente y él aún no llegaba, si uno no se moría de frío aquí dentro era casi un milagro, en realidad cada día se debía sacar uno o dos cadáveres, justo después de la pelea por sus ropas. Aunque morir de frío allá fuera era un hecho también podía ser que lo cogiera un uniformado, lo que era muchísimo peor.

Los demás sabían de la ausencia de Hank, pero no le daban importancia. Lo importante era conservar las camas, dormir en el suelo aumentaba la probabilidad de congelarse. Las puertas se abrieron y entraron dos sujetos llevando un abrigo que los cubría hasta los talones, en realidad entraron sin que nadie les prestara mucha atención. Pero no estaban solos, venían acompañados por un grupo de uniformados

este lugar por última vez.

— ¡Cállense todos! — Gritó uno de ellos con una sonrisa forzada, sacó la mano del bolsillo y disparó al techo—. Todos aquí podrán volver a nuestra maravillosa sociedad, deben saber que nuestro presidente…—Nadie dio muestras de interés— Hoy 5 de ustedes estarán en

— No le he preguntado nada —se limitó a responderme. Vi como uno de los uniformados cruzó a mi lado y alguien detrás de mí se levantaba. No había sido yo, suspiré aliviada—. También los códigos 3725, 3825, 3925 y 4025. ¡4025, Ése era el número de Hank!

~78~

No presté mucha atención a lo que dijo, pensaba en Hank y noté que el sujeto que lo acompañaba no había dejado de mirarme. Esta vez fue él quien habló. Noté que todos fijaron sus miradas en mí, y no quise mostrarme distraída pero me había preguntado algo. — Ehh. No he podido escuchar la pregunta ¿Podría repetirla?


— El código 4025 no ha llegado hoy—dijo la puta de Marta. Siempre había estado al pendiente de Hank, pero él nunca le hizo caso. — Entonces vendrás tú preciosa. Me señaló y me levanté antes de que cualquiera viniera a hacerlo. — Si alguna de estas personas presenta problemas en los exámenes que impidan que vuelva a la ciudad, volveremos la noche que viene. Cada vez que tengamos más vacantes disponibles vendremos por ustedes—dijo con un guiño. Como resistirme a la idea de irme del refugio, ¡Que se joda Hank!, Salimos de allí y el frío de inmediato nos abofeteó, subimos al camión que estaba fuera como nos lo indicaron y vi como todos estábamos igual de felices por marcharnos, el grupo era de un solo hombre y cuatro mujeres, él se llamaba Víctor, era

Fotografía por Jennifer Studios

huraño y solo murmuraba con una mirada perdida. Todas nos mirábamos, nadie se decía nada, solo aguardábamos. Pero el camión no siguió el camino que dirigía al centro del sector. Dejó de estar bien todo, Víctor en uno de sus ataques enloqueció golpeando la ventanilla y empezó a preguntar a dónde nos llevaban, el maldito loco me agarró por el cabello y me golpeó contra el camión hasta que este chocó. Desperté tumbada en medio de la noche, con su ~79~

luz lóbrega deformando las sombras, y tuve el recuerdo de… de una pesadilla. Estaba en una recámara de piedra, piedra bañada por el sol que entraba por el tragaluz y el suelo parecía lleno de escarcha que brillaba; Yo tenía un aroma repugnante, deseaba vomitar pero dentro no había nada, mis labios estaban secos y mi lengua estaba pegada a mi paladar como si la hubieran clavado. Llegó la penumbra y luego una imagen hizo polvo mis nervios, por la recámara izquierda una de las


mujeres que estaba en el camión, era arrastrada por el sujeto sonriente de traje hacia una habitación contigua, y aunque puedo atribuirlo a mi confusión, vi que ella me sonreía. A pesar de que una voz en mi interior me advertía que no me moviera del lugar en el que me encontraba, fui a la habitación por la que los vi llegar. La profundidad de este lugar era indistinguible, las luces iluminaban hasta más allá de mi percepción, aquí el suelo era oscuro, casi como tierra, irregular y húmedo. Solo podía escuchar extraños sonidos confundiéndose, eran chillidos, gruñidos y jaulas sacudiéndose, las criaturas hozaban, y estos sonidos eran irregulares por el increíble eco que rebotaba de un lado a otro, las paredes deformaban los sonidos en la cacofonía más perturbadora concebida alguna vez. Observé en el suelo un pequeño rastro creado por las sangre de ella hasta una de las jaulas, seguí avanzando por el lugar sintiendo como mi tensión aumentaba, mis latidos crecían pero me empujaba más adelante, sabiendo lo imposible que era en este momento volverme sobre mis pasos hasta llegar al final de este sitio. Cada paso que daba sacudía mi mente con la misma extraña confusión, pese a que todos mis sentidos e instinto me suplicaban el fin de este avance, mi cuerpo operaba de una forma automática, seguía de manera incesante observando de un lado a otro las jaulas, observé como

Fotografía por Fabian Blank

con cada paso se iba transformando la escena, y no es porque variara de alguna forma el lugar, las paredes seguían del mismo modo, igual que las jaulas, pero no su contenido. Los cerdos que yo antes veía de forma totalmente regular, dejaron atrás esta forma para dar paso a algo que se me hacía ridículo siquiera suponerlo, cada vez su anatomía tenía una apariencia más humana, las pezuñas dejaban de serlo para dar lugar a unas manos plenamente distinguibles, y las patas con sus muslos eran más delgados y largos, haciendo cada vez más penoso el estrecho espacio de las jaulas para su movimiento, que ya de por sí estaba privado en su forma natural —si así se le puede llamar, pues la duda sobre cuál era el inicio y cuál el final de la transformación era totalmente irracional—. Luego, los sonidos abandonaban todo signo de caos e ~80~


ininteligibilidad, ahora se articulaban palabras y lamentos en el aire que me eran comprensibles, las súplicas llegaban a mí con plena claridad. Los recuerdos sobre todo aquello que viví antes de llegar a aquella celda fueron llegando en sucesión continua, uno tras otro iba pasando del más insignificante como el primer día que enfermé siendo niña, a los arduos procesos laborales, la insoportable rutina, mi repentino ataque de pánico en el trabajo y el tiempo que pasé en el refugio, oculta de todo aquello que alguna vez me provocó alegría o dolor, despojada de la que alguna vez fui. Sin embargo estaba Hank, él había cambiado mi idea sobre el refugio aunque solo fuera por un momento, y llegué a preguntarme qué habría pasado si él no se hubiera quedado fuera del refugio esa noche. ¿Es acaso inaceptable el que yo desee que él esté en mi lugar? Que sea él quien presencie este lugar y no yo. Estos pensamientos no fueron más que un juego de mi mente por alejarme siquiera un instante de aquí, sé con plena certeza que este era mi destino, tanto como el de Hank quedarse fuera del refugio esa noche. Y que todo esto lo vale.

conciencia sobre mi mortalidad y todos estos pensamientos sobre el dolor, además de algunos otros pequeños detalles como Hank, el refugio, y todos esos sucesos que ocurrieron allí afuera. Mi lugar está aquí, en una dulce transición del tiempo que deba pasar hasta que mi porcino cuerpo deje de transportar sangre de un lugar a otro, y mi cadáver sea el alimento de una nueva generación, yo estaré en algún lugar de la ciudad, sea grande o pequeño, sobre un plato cualquiera y en las papilas de alguna persona hambrienta. Hasta que esa persona sea la siguiente en venir. Buen provecho…

La conclusión de esta terrible pesadilla tuvo lugar cuando finalmente volví a incorporarme a mi cuerpo, dentro de mi jaula. Pronto daría lugar para mí el último paso de mi transformación, aquella terapia eliminaría de mí la ~81~


El jardin del poeta PoesĂ­a que se esparce sobre el lienzo


“Los pescadores saben que el mar es peligroso y la tormenta, terrible. Pero eso no les impide hacerse a la mar� Vincent Van Gogh 1853- 1890


No es diferente el sabor de tus besos Fran Ono

N

o es diferente el sabor de tus besos

recónditos de tu cuerpo.

ahora que ya no persisten en mi saliva,

No es envidia la que siento por los hombres

ni tan siquiera ha cambiado el emboque

que arrenden tus mentiras,

de tu lengua entre mis labios

ni tampoco echo de menos tus dedos

ahora que sólo la paladeo con la memoria.

transitando los arcenes de mi soledad,

Apenas recuerdo el tono de tu voz o el eco de tus tacones en mi tristeza y, sin embargo, sueño cada noche con los rincones más

pero reconozco con vergüenza en el orgullo que mis manos agonizan en busca de tu vientre, que en mis muslos hay ausencias que te inventan y que mi sonrisa se vacía sin tus dientes.

~84~


Preciosa y libre Temoltzin Santillan Padilla

E

l azar nos presentó un día de junio, ¿la hora? Tú tarde, yo mañana,

Sin buscar, sin esperar, sin pedir, Solos llegamos a un extraño lugar, Nuestros horizontes se ampliaron, Cada día el deseo, ilusión y ansiedad crecieron,

dependiendo la marea. El azar nos deparo trampas y bendiciones, nos amarró Y ahora nosotros destruimos lo que él nos deparó, desatando el nudo Con miedos y orgullo. YA YO no puedo con esta elección

Como barco en altamar, con altibajos

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Sueño inoportuno Hedda Lisbeth Ibarra

S

iempre está aciago preguntando: ¿Cuál será tu fiel, franco y súbito destino? Ese es el sueño odioso, inoportuno y atrevido,

que insistente se revuelca sobre mi almohada ahondada ya de pensamientos, y floja de algodones por la sal de mis angustias.

¡Déjame libre sueño! Corta es la vida y quiero abrir mis alas... volar cual mariposa al azar guiada solo por la luz del arcoíris, revolotear libre sin destino, sólo con la fe de un sol amanecido.

~86~


Âż ? leerĂĄs

e-mail: eltelolondelaluna@gmail.com https://www.facebook.com/revistademencia https://www.instagram.com/revistademencia/ https://twitter.com/revistademencia revistademencia.wordpress.com

~87~



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