Revista literaria · Año 3 · N° 26 · Abril 07 · 2018
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Revista literaria Demencia Año 3, N° 26 de Abril de 2018, es una publicación bimensual editada por el equipo editorial de Demencia. Santander de Quilichao, Cauca, Colombia. www.revistademencia.wordpress.com Directora y editora responsable: Daniela Cadavid Libreros. Todos los textos e imágenes usados en esta revista se han usado bajo licencia de los creadores, bajo licencia Creative Commons zero o Creative Commons with attribution. Las opiniones expresadas por los autores no necesariamente reflejan la postura de la editora de la publicación. Queda estrictamente prohibida la reproducción total o parcial de los contenidos e imágenes de la publicación sin previa autorización de Revista Demencia o de los respectivos autores.
SUMARIO Demencia N° 26 · Abril 2018
Contenido textual
Alejandra Olson Amelia Nyan Antonio Ibarra Carlos Ardohin Carlos Fernando Imbachi Chica Vinagre Daniela Cadavid Libreros David Plancarte Guillermo Suarez Isaac Oré John Gomez Ricardo Bernal Temotzitlan Santillan Padilla
Dirección y edición
Daniela Cadavid Libreros
Corrección de estilo Amelia Nyan.
Diseño y diagramación Daniela Cadavid Libreros
“ No todo el mundo se siente cómodo con la idea de que la política es una adicción culpable. Pero lo es. Ellos son adictos y son culpables de mentir y engañar y robar - como todos los adictos Y cuando entran en un frenesí, van a sacrificar cualquier cosa o alguien, para alimentar su hábito cruel y estúpido, y no hay ninguna cura para ella. Ese es el pensamiento adictivo. Así es la política...” Hunter S. Thompson
Portada y contraportada: Daniela Cadavid Libreros
08 El jardín del poeta
40 El Telón de la luna
Nuevos poetas que abren poco su lienzo hacia el mundo. Un cantar al mundo, a la demencia. En esta edición: Alejandra Olson e Isaac Óre.
Coleccionar escritos como coleccionar filias. Texto por Daniela Cadavid Libreros.
14 Kaleidoscopic Cats
Un rincón donde el sabio titiritero hace danzar una por una las palabras. En esta edición: John Gómez y Marco Antonio Ibarra.
Si la ciencia ficción fluyera por nuestro cuerpo al igual que la vida de estos gatos. En esta edición: David Plancarte y Ricardo Bernal.
22 La caja oblonga Un mundo donde los cuentos pueden cambiar la realidad que los rodea. En esta edición: Guillermo Suarez y Carlos F. Imbachi.
32 La Inmaculada Letras que suenan como la música de las esferas. Por: Amelia Nyan y Carlos Ardohin.
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44 Art Brut
48 En el ínterin Un lugar donde todo tipo de magia puede suceder. En esta edición: Temotzitlan Santillan.
52 Postales Mensajeros Dementes que viajan entre olas fluorescentes. En esta edición: Chica Vinagre.
Colaboradores Alejandra Olson. Ciudad de México (México) Poeta, narradora, diseñadora. Publicó en “Cuentos para picar” de Letras Tintas. Ha colaborado en varias revistas NeoStuff, El Periódico de las Señoras, La rabia del axolotl, Crìtica de la BUAP, El Humo. Integrante del grupo Perfieria de Escribidores Forasteros, precedido por el poeta Sergio Ernesto Ríos. Amelia Nyan. Santander de Quilichao, Cauca (Colombia) Estudiante de mercadeo, correctora de estilo de revista Demencia, bailarina, roleadora, aficionada a la música. Canta en la ducha de domingo a lunes y toca el piano. Tienen un gato cuyo nombre no se le es permitido revelar. Antonio Ibarra. Chalco, Estado de México (México) Ser como todos amante de la música y esposo de las letras, amigo de las bicicletas, soñador empedernido, enamorado de las musas equivocadas, Chalquence por excelencia y descuido. Carlos Ardohin. Mar de plata (Argentina) Ha publicado relatos en el suplemento cultural del diario Perfil, El Cuaderno de Asturias, Revista Narrativas, Al otro lado del espejo, En sentido figurado, Otro cielo y diversos medios de Argentina, España, Brasil y México. Su primera novela, Los incógnitos, se publicó en España por el sello Caballo de Troya en el año 2011. Carlos Fernando Imbachi Gamba. Santander de Quilichao (Colombia) Escritor de versos y cuentos químicamente alterados. En su tiempo libre dibuja sonrisas, crea sueños, toca el cello y la guitarra y usa bata blanca de científico loco. Tiene un blog propio llamado Tobogán de ideas y escribe para cartas en un sombrero.
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Daniela Cadavid Libreros. Santander de Quilichao (Colombia) Diseñadora gráfica, editora en jefe de revista Demencia, Telonera de la Luna, poeta y soñadora de tiempo completo. En los ratos libres imagina monstruos en las aceras e inventa imposibilidades. Número de la suerte: 21. David Plancarte. CDMX (México) Hijo del inframundo, drámatico empedernido, músico de corazón ausente y mucha alma. Le gusta la buena música, los libros inusuales, la buena gastronomía y las aventuras citadinas. Escribir, bueno... Es otra cuestión aparte. Por cierto, ama los memes. Guillermo Suarez. Montevideo (Uruguay) 1984 Escribe desde que le ocurrieron tres “sismos”, de grados altos, que movilizaron su alma, su mente y su físico. Segun él, tuvo que armar una trinchera de letras para defenderse y luego pasados estos movimientos, construyo una pequeña casita de versos y estrofas donde hoy en día vive. Tambien juega a ser escritor. Aunque no tolera mucho la palabra “Artista”. @Conlamismalengua Isaac Oré. Lima (Perú) Nació un año nuevo del 89, escribe poesía y cuentos. No ha publicado ningún libro. Viajó por toda Europa durante medio año. Sus cuentos han sido publicados en El Comercio de Lima y diversas revistas extranjeras. John Gómez. Bucaramanga (Colombia) 1988 Filósofo y Escritor. Director de la plataforma cultural Alter Vox Media. En el año 2017 estuvo a cargo del proyecto, realización y publicación de CinExcusa Matanza (SIC Editorial, 2017). Actualmente se desempeña como Docente de Filosofía en el municipio de Matanza, Santander.
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Colaboradores Angélica Castellanos García @ChicaVinagre
Ricardo Bernal
Temoltzin Santillan Padilla. (México) Estudio Letras Modernas ( Italianas) en la facultad de filosofía y letras de la UNAM, influencias principales Fernando Pessoa, Leopoldo María Panero, Xavier Villaurrutia, Luis Cernuda entre otros; la literatura y poesía son algo fundamental en su vida, cree en la libre creación, importa más el contenido que la forma.
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El jardin del poeta PoesĂa que se esparce sobre el lienzo
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“Los pescadores saben que el mar es peligroso y la tormenta, terrible. Pero eso no les impide hacerse a la mar� Vincent Van Gogh 1853- 1890
H
ay gotas que se mueven por mi frente/ sobre-estímulo cuando cualquiera/ roza mi gabardina azul/ la gente taconea al caminar y/ como taladros de concreto/ los golpes llegan a mi lóbulo izquierdo/ pierdo la noción y todo da vueltas/ escucho los pasos imprimirse:
cerrarla
se im
abrirla
se impri
cerrarla
abrirla me atemoriza cerrarla tranquiliza mis raices nerviosas
se imprimen en mi lengua en mis dedos en mis rodillas
hay hormigas que viajan por la dermis/ mientras paralizan mis tendones/ que odian los ruidos de la respiración cotidiana/ miro el reloj: treinta minutos para salir/ y entonces las gotas de hielo bailan/ por mi cara/ mientras espero en la puerta para: abrirla
un día de mayo los tacones de una lavandera/ pasaron por mi ventana/ me acerqué a la puerta sin pensarlo/ para ir tras ese: tlac tlac tlac tlac
tlac tlac tlac tlac tlac
mis pisadas iban rápidas/ olia a llanta quemada/ y los faroles apenas alumbraban/ la calle de piedra que siempre evitaba
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hechizan mis labios
el tlac tlac tlac de las zapatillas azules
enloquecen mi juicio
se agudizó sobre los guijarros lisos
luego
finalmente decido cerrar la puerta/ y dejar que el tlac tlac tlac que me embruja/
el tlac tlac tlac desapareció y mi espina dorsal/ se entumeció con la multitud/ de un nuevo año chino/ el barrio se lleno de pisadas/ y mi angustia por el roce con otras pieles/ me transfiguró en piedra/ soy volátil en tropel
tome su rumbo
luego
/mientras estoy sentado/ mis zozobras se alimentan y crecen como fobias
/en el banco detrás de la ventana/ /como todos los amaneceres/ /se escucha
soy un animal huidizo del exterior/ pero ese tlac tlac tlac me movió al precipicio social/ del que me encierro detrás de mi máscara/ los habitantes del planeta rompen mis rituales
lejos
/la posibilidad/ /de acercarme a cualquier tlac tlac tlac/
me hechizan me enloquecen
lejos/
Alejandra Olson ~11~
Poesía para miedos nocturnos entretejidos con la luna Isaac Óre
F
uimos alas y fuego escondido,
Tarde cayendo por las esquinas malditas de nuestros corazones. La mirada triste de un gato a medio andar. Tus miedos, mis miedos. Que combinados hacían los infinitos mundos supuestos.
Mi soledad que va por los pasillos de la vida buscando alquitrán y licor la puerta entreabierta a la muerte
jamás en ese espacio / cuerpo / alma / Tienes miedo / tu fobia es el color rojo arañando la espalda de dios
La infinita inocencia de estar vivos y sentirlo de estar vivos y parecerlo
Y dios no eres tú
Y disfrutarlo / Y poseerlo / Y morirte en esa bala ciega de felicidad
Si no tu otra muerte
Entre rosas podré yo ser la Pero no estás / no estarás infancia perdida ~12~
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Kaleidoscopic Cats Donde la realidad y la imaginaciรณn se vuelven arte
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NAUFRAGIO Ricardo Bernal
H
asta donde alcanza la vista, el océano está cubierto de cajas oblongas, baúles, cofres herrumbrosos; todos cerrados con llave o con cadenas y candados de bronce. Las olas los mueven en una alucinante danza, y la luna, amarilla y menguante, vierte una líquida telaraña de luz sobre la escena. Nosotros permanecemos en la isla, hablamos poco, nunca nos miramos: sabemos que ningún barco vendrá a recogernos. La única salida: caminar de baúl en baúl, brincar de caja en caja con el miedo revoloteando alrededor de nuestras cabezas y el hambre como un cangrejo destrozándonos las tripas. Entonces la mano de Dios, brutal, incandescente, surge de entre las nubes y nos arroja un racimo de llaves.
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Nictofobia David Plancarte
T
odo lo que pasaba esta noche era algo sumamente aburrido, una velada acalorada, el ventilador descompuesto y la radio vieja suena con estática una melodía triste. Es tiempo de sofocar esta manía que me recorre la médula para terminar en mi sexo, tengo que ponerme a imaginar cosas pasadas, pero no encuentro nada agradable para llegar al clímax y poder dormir tranquilo. Mi mente me vuelve a jugar terribles bromas y me pasa por lugares que no quería recorrer, pienso en cosas algo grotescas
como un caimán fornicando a mi vecina o cosas más extrañas, de pronto escucho un ruido fuera…
tratar de calmarme.
Toc, toc.
Toc, toc.
Se escucha.
Se escucha.
Afuera de mi habitación retumba un sonido seco, paro con mi manía de buscar el placer y mis sentidos se activan. ¿Qué demonios fue lo que sonó afuera?
Basta, tengo que ponerme de pie y averiguar qué carajos está pasando para poder volver a intentar dormir, bueno no es como que ya estuviera en un profundo sueño, así que me pongo de pie me visto con lo primero que encuentro, una vieja camisa y mis pantalones para hacer ejercicio.
No se encuentra nadie en mi casa, no existe manera de que alguien pudiera estar. Vamos, Ol, no seas paranoico, me digo para ~19~
Pero vuelve a sonar ese extraño sonido…
Estoy dispuesto a abrir la puerta de mi habitación, pongo la mano en el picaporte y el sonido se escucha más fuerte ahora. Me detengo un momento y un frío me recorre la espalda, ya no me parece tan buena idea salir. Viene la paranoia, las preguntas sobre lo que me podría pasar, me decido a abrir un poco para asomar el rabillo del ojo y veo con terror algo que no me esperaba. Una figura negra casi transparente se balancea por toda la casa, como si se tratara de una danza retorcida. Cuando choca con las paredes provoca los extraños sonidos, no parece percatarse de mi presencia, sin saber que hacer vuelvo a mi habitación y culpo a mi desvelo, no es posible que este viendo eso. Vamos a pensar otra cosa, claro es el clima, la resaca del día anterior, mi insomnio, de hecho ya no está sonando nada, mientras más lo pienso más se aleja ese
raro pensamiento de la figura fantasmagórica, bueno creo que sí ahora me concentro en aquella chica con la que estuve la semana pasada pueda conciliar el sueño de una vez por todas. Vuelvo a la posición en la que me encontraba en mi cama, pienso en la figura de la chica pelirroja con la que estuve (me caga no recordar su nombre, maldito borracho) pienso en mis manos recorriendo su figura, mis labios pasando por sus pezones, su cabellera cayendo en mi pecho mientras se mueve de manera espectacular en mi regazo, todo pasa mientras agarro mi miembro y veo llegar el éxtasis más cerca. Veo en mi mente su boca y pechos llenos de mi goce y sincronizando mi miembro con mis recuerdos llegó al clímax terminó embarrando mi mano y las sábanas, todo parece igual que las otras veces, pero después de terminar empiezo a sentir un frío tremendo, mis ojos aún siguen cerrados, ~20~
los abro poco a poco para encontrarme con la figura negra, que recorre desde mis pies hasta mi ombligo, asustado intentó hacerme para atrás, pero es imposible esa cosa por más liviana que se vea tiene un peso y no deja de recorrerme empiezo a dejar de sentir mis piernas.
Me está devorando…
Al parecer le gusta el estado de excitación porque al llevar a mi torso subió tan rápido no sé lo que esté pasando, pero cada vez siento menos de mi ser, ahora solo tengo mis ojos asomados y dedico ese último pensamiento a la pelirroja y lo que hablamos antes de que se marchara: Sí me quedaré contigo a dormir también, pero por favor no apagues la luz, me da mucho miedo la oscuridad y ya sabes lo que dicen: el miedo más terrible es de aquello que no puedes ver.
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Fragmento de “La Caja Oblonga” de Edgar Allan Poe
“He dicho que la caja en cuestión era oblonga. Tendría unos seis pies de largo por dos y medio de ancho. La observé atentamente, y además me gusta ser preciso. Ahora bien, su forma era peculiar y, tan pronto la hube contemplado en detalle, me felicité por lo acertado de mis conjeturas... A juzgar por su forma, sólo podía servir para guardar una copia de La última cena de Leonardo; no ignoraba, además, que una copia de esa pintura, ejecutada en Florencia por Rubini el joven, había estado cierto tiempo en posesión de Nicolino. “
La caja Oblonga Donde los cuentos cambian la realidad que nos rodea
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La piel y su caspa
Guillermo Suarez
(El contenido puede afectar la sensibilidad de algunos y algunas, pero temas como este no se los puede echar a un costado, ayudemos a colaborar con gente que sufre de depresión y ansiedad.)
U
n frío intenso le subió por el pecho. Despertó. Estaba todo sudado, con taquicardia. Sentía pánico en la obscuridad de su cuarto y este mismo no le permitía salir de la cama para prender la luz. Temblando por unos minutos, juntó todas sus fuerzas y en el intento por salirse se calló al suelo; esto hizo que se sintiera vivo y logro llegar al interruptor y prender la luz; que solo duró prendida el click del encendido y el click del apagado. El destello
de luz lo encandiló hasta llegar al punto de marearlo y volcarlo a la cama otra vez.
... Se ahogaba y salía de debajo de su almohada. Bajó sus calzoncillos y se masturbó, secamente, así sin más, no le alcanzó con una, que fueron tres; pero no le alcanzó, solo le quitó energía para enfrentar ese momento. ... Estiró la mano izquierda e intentó agarrar el reloj despertador de su ~24~
mesita de luz, el cual había puesto para que sonara a las nueve de la mañana. En la maniobra tiró un vaso de agua que estalló contra el suelo, sobresaltando sus nervios al punto que soltó un grito que no pudo controlar. Lo escuchó como si lo hubiera gritado otra persona, como si su cuerpo se dividiera en dos, con la boca izquierda hablaba y con el oído derecho escuchaba. Eran las tres de la mañana. Me estoy volviendo loco, se decía, No soporto más esto, se repitió un par de
veces más, agarrándose de los pelos, boca abajo, estrujando la almohada, intentando pensar en otras cosas que no sean “derrames cerebrales”, “paros cardiacos”, “tumores”, o simplemente encontrar la forma de dormir. Se ahogaba y salía de debajo de su almohada. Bajó sus calzoncillos y se masturbó, secamente, así sin más, no le alcanzó con una, que fueron tres; pero no le alcanzó, solo le quitó energía para enfrentar ese momento. Con el cuerpo dolorido y dificultad para caminar, llegó al baño a mojarse la cara. Levantó la vista y se encontró con el espejo. No era su cara, era otro que decía ser él. Ojeroso, enfermo, con los ojos rojos y la piel paspada del
sudor, Así no se puede vivir, golpeó el espejo de un puñetazo, con rabia, casi llorando, astillando el vidrio y provocando heridas en su puño. Ahora había otra preocupación que lo llevaría a olvidarse por momentos del pánico. Sus nudillos. Encontró en el botiquín unas gasas con antibiótico que le habían quedado de un accidente laboral. Se lavó las heridas y se vendó. Puso agua a calentar y quedó colgado mirando su mano, apoyando la cabeza contra la pared, recibiendo el calorcito gratificante del vapor de la caldera en su frente. Un reloj de madera en la cocina marcaba las seis. Se preparó un té y caminó arrastrando sus pantuflas al cuarto. Se sentó a los ~25~
pies de la cama y reposó la taza caliente entre sus manos y sus rodillas,
gozando por unos momentos hasta que se enfrió. Su vida era la típica de clase media. Un trabajo estable de ocho horas, una familia del montón, algún viajecito en sus vacaciones y una novia que vivía a unas calles de distancia, con sus padres. Pensó en llamarla en muchas ocasiones que pasaba mal, a cada rato, mejor dicho, pero era vergonzoso. A su familia también, pero ellos no entendían nada. Cada vez que les comentaba lo que le pasaba, lo escuchaban por un lado y les salía por el otro, gente insensible, así como una familia de carátula. Se hicieron las nueve y el reloj sonó, saltó y se volvió a asustar. Con su mano volvió a tirar, en esta ocasión, la taza que supo llevar él te. Era hora de ir a trabajar y no podía. Estaba como si hubiese atravesado un tornado de emociones bajativas. Enfermo, decaído. Con miedo y una especie de resaca mental. Era ya la sexta vez que faltaba
ese mes por la misma situación. Claro está que nunca mencionaba la verdad. Se le acababan las excusas y cada vez le creían menos. “Luego tendremos que hablar de esto”, se escuchó del otro lado del teléfono, respondió con un “Si” muy seco y colgó. Con su novia también tenía problemas por esta causa. Era su vida y le dolía. Al tiempo se dejaron con su pareja. Al otro mes lo echaron del trabajo por faltas. Su familia lo acusaba de vago y de irresponsable, negándole ayudas, llevándole hacia la soledad con la cara de un recuerdo olvidado. Su vida seguía y no estaba solo, estaba con su sombra. Con la otra mitad de su cuerpo. Y como su vida seguía, los años no vinieron muy tarde. Y allí estaba, ya con sesenta y tres abriles, acostado en un cajero automático del centro de la ciudad, acompañado por tres perros, compañeros de ~26~
la vida, siendo parte de la manada callejera. Las manos le temblaban mientras terminaba una carta de respuesta a un joven curioso, estudiante de periodismo, que se interesó por su vida. Concluyéndola con una severa pregunta: ¿Ahora entiendes por qué a mis veinte años intenté suicidarme? Recostó su cabeza en uno de los perros, se tapó con una manta y un pedazo de cartón. Cerró los ojos esbozando una sonrisa relajante y descansó en paz.
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Síndrome del espejo Carlos Fernando Imbachi
L
as personas que visitan mi casa, en especial las mujeres vanidosas, se preguntan por qué todo ahí tiene colores opacos, y los objetos que pueden reflejar algún brillo, están cubiertos con cinta negra. Y no es que me considere feo, ni mucho menos; el por qué hice tal transformación no es porque me crea vampiro tampoco, esto va un poco más allá, y en el momento en que leas esta historia, me entenderás. Hace un par de años llegó un parque de diversiones al pueblo donde vivo, de esos que pasan unas cuantas semanas en la ciudad y luego empacan y desaparecen sin dejar rastro de todas las risas, llanto, vómito y sudor que cayó sobre el piso desde sus atracciones. Mis amigos querían ir, había un castillo del terror que parecía la mansión de un famoso, verdaderas pitonisas, un museo de criaturas extrañas, y todas las atracciones eran igual de tétricas que los personajes que trabajaban ahí. Entre tantas cosas, lo que me convenció de ir, era que ahí había una de las casas de los espejos más retadoras y enredadas del país, decían que tan solo una persona había logrado salir de ahí, y yo
soy un hombre de retos, así que debía completar la hazaña. Ya en el lugar, todos se dispersaron, cada cual tenía su atracción, su juego, o el olor a un platillo exquisito que lo llamaba. Una de mis amigas, Kathe, por darle un nombre y proteger su identidad, se animó a ir conmigo al reto de los espejos. Después de caminar al lado de un par de atracciones de interminable fila, pude visualizarla al fondo del parque, tan grande que ocupaba la tercera parte de la plazoleta. Mis piernas flaquearon ante tal obra, y Kathe apretó mi brazo tan fuerte que alcancé a sentir cómo sus uñas lastimaban mi piel. Pagamos la boleta, la más costosa del lugar, pero me tranquilicé al saber que si podía completar la atracción, me regresarían el dinero, así que contaba de nuevo con él para comprar algo de comer al salir. Tan solo al poner un pie en la entrada, ya se me hizo un nudo en la garganta. Esto sí era lo que llamaban ligas mayores, y la iluminación era tan solo en luz ultravioleta. Algunas zonas con colores rojos muy muy opacos, no sé si había gente dentro, pero realmente ~28~
parecíamos ser los únicos dentro. Empezamos a avanzar, tenía a Kathe tomada de mi mano, y pasados no más de cinco minutos volteé a decirle algo y ya no la tenía cerca. En los espejos solo encontraba mi reflejo, y el último rayo de luz del exterior se había quedado atrapado rebotando entre las paredes del salón hasta el infinito. Al percatarme que estaba totalmente solo, grité el nombre de Kathe muchas veces, o el de alguien, el que fuera, para saber qué tan lejos estábamos, pero después de unos tres o cuatro intentos desistí de ese plan. Me resigné a salir solo, a toda costa lo iba a lograr.
Seguí caminando entre pasillos, prefería mirar el piso, o de forma diagonal, aunque así me chocara más frecuente que con la vista al frente; lo que fuera con tal de no ver más mi rostro frustrado. Caminé y caminé, como si estuviera dando vueltas en círculos, y no encontraba la salida, sabía que el lugar era grande, pero tengo la impresión de que ha pasado mucho tiempo, ¿Cómo es posible que siga aquí encerrado?
zonas en que las luces fallaban. Tenía que quedarme parado mientras regresaba la poca luz. No iba a correr el riesgo de regresarme. Aunque... ¡Regresar! Esa era una buena solución, pero quizás ya tenía cerca la salida, después de todo, había caminado tanto…
En uno de los muchos apagones, sentí como alguien presionaba uno de los espejos y hasta lo golpeó. Me asusté mucho, estaba muy concentrado. Mi reacción fue exclamar ¿Sería ya más de un dubitativo hola, pero medianoche? Me di cuenta que mi moción del no hubo respuesta. Decidí tocar una de las tiempo estaba perdida paredes (de donde creía y yo, me sentía en otro mundo. Los siguientes podía provenir dicho sonido). Pasaron unos minutos fueron más segundos en los que frustrantes, angustiantes e intimidantes. Había me sentí empapado en ~29~
sudor, además, tenía la garganta seca. Poco después volvió el golpeteo en el espejo, así que puse mi oído en el cristal (que parecía un bloque de hielo de lo frío que estaba), y fue cuando algo o alguien me gritó tan fuerte al oído que quedé sordo por lo que tal vez fueron, otro par de minutos. Me alejé de un salto y al prenderse las luces, pude ver como alguien me observaba a través del espejo, y que mi reflejo no aparecía más. Era alguien cuyo rostro no alcanzaba a distinguir, pero si sabía que ahora se estaba riendo de mí; lo tenebroso es que no era la única voz que escuchaba, había muchas más carcajadas alrededor. Miraba alrededor y en esos espejos sí podía ver mi reflejo. Giré sobre mi propio eje sin perder la pista de dónde vine y hacia dónde iba a ir, y desapareció la silueta de esa persona en el espejo. Mi corazón ahora estaba a mil, las manos me sudaban y tenía un poco nublada la vista, así que
preferí seguir caminando, con los ojos cerrados y aferrado a las paredes. Pero di un par de pasos y cuando menos lo esperé, estaba encerrado en un salón, para donde quiera que girara, encontraba una pared. Mi nuevo plan había fallado, y me dieron a entender que si quería salir debía prepararme para lo peor. Seguí caminando, y las carcajadas no paraban, las siluetas se movían de un espejo a otro, de una pared a otra, las luces titilaban cada vez más frecuentemente, y la desesperación dominaba todas mis entrañas. Solo veía siluetas, pero eran escalofriantes, parecían una multitud llena de maldad, rencor y rabia. Yo también estaba odiando la humanidad, odiaba esa maldita casa, odiaba los espejos, odiaba mi propio ser por decidir entrar a ese lugar, por toda la terquedad y el ego de triunfar en tierras desconocidas. En un acto de cobardía me quité la camiseta la enredé en mi mano y ~30~
antes de que pudiera dar un golpe al espejo para quebrarlo, las risas se detuvieron y una voz muy seria me dijo “Yo no haría eso si fuera tú”, a lo que todos se quedaron quietos, se cruzaron de brazos y sentía cómo me juzgaban, la atmósfera se puso más tensa, parecía que el tiempo se detenía. Bajé mi mano, y la voz habló de nuevo “Parece que entiendes lo que digo”. De inmediato pensé que se trataba de alguna serie de efectos especiales que tenía el lugar, a lo que pregunté si se traba de la dinámica del lugar, o si era solo una broma que querían tenderme para no regresar mi dinero. Las risas regresaron unos instantes, y la persona justo frente a mí dijo “Digamos que si es una dinámica del lugar, pero no tiene nada que ver con quienes manejan este parque, somos quienes se encargan de que este lugar mantenga su fama, que les dé ingresos, que sigan viviendo de él día tras día, viaje tras viaje,
que los trabajadores olviden sus penas, y sean olvidados por la sociedad, por su oscuro pasado, por eso sus aspectos causan repulsión, porque se trata de un reflejo de lo que son realmente en su interior”. La intensidad del momento disminuyó, el corazón palpitaba con normalidad, y yo me puse de nuevo la camiseta, pregunté entonces, cuál era el truco, qué era lo que ganaban con eso, “A cambio, ellos nos dejan divertirnos también”, fue la única respuesta que recibí. “Todo aquel que se atreve a entrar a este lugar, es nuestro juguete por un rato, mientras nos aburrimos de él, ya sea viendo cómo corre de un lado a otro, cómo ruega desesperadamente por salir de aquí, vemos cómo uno tras otro caen en la trampa, y sacamos poco a poco sus energías, hasta el punto de acabar sus esperanzas. Algunos mueren de hambre, de sed, quedan atrapados, tercos y obstinados, creyendo que algún día van a salir, y otros, los que
suplican morir, son los que nosotros podemos tomar, es el pacto entre el dador de vida y nosotros”. No podía asimilar toda la información que estaba escuchando, y con la voz resquebrajada pregunté si había alguna forma de salir. “Te diré algo, puedes salir de aquí, pero para ello debes entregarnos algo de valor”. Pensé a qué se referían exactamente, y continuó “Algo de valor, como tu vida, es que nos des tus recuerdos, lo que ya has vivido, y tu empieces desde este punto como si acabaras de nacer, pues ni las palabras de tus padres en el vientre podrás recordar”. ¿Y no tengo más opción?, “No, si lo que quieres es vivir una vida de humano, porque puedes unirte a nosotros hasta la eternidad”. Qué decisión tan difícil, y nada me garantizaba que fuera una broma, una simple ilusión o que realmente pudiera salir ileso del lugar, así que decidí jugármela y acepté el trato. “Esa es una muy sabia decisión, y como gesto amistoso, vas a ~31~
recordar solamente lo relacionado a tu entrada a este parque, como para que no empieces de cero, jajaja”. Y eso fue lo último que recuerdo antes de despertar, esa es la historia de mi vida, por lo menos de lo que recuerdo, estoy en este lugar que desconozco, en el cual desperté e inmediatamente traté de volver “a prueba de reflejos”, porque lo último que quiero es toparme con esos tipos de nuevo, les sería útil mi vida, porque ya mis recuerdos los tienen. Sé que debo buscar alguien a quien llame Kathe, porque tan solo recuerdo vagamente su rostro, en una ciudad que no sé si es esta misma o es otra, sé que tengo una familia, un par de amigos y una historia que recordar, pero por ahora, me encuentro aquí encerrado, esperando vencer el miedo a salir, esperando despertar de esta terrible pesadilla, esperando regresar de nuevo al que es mi hogar.
La inmaculada
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“…nada me retiene ya, y me complazco en permitirme el furor sagrado, y asaltar insolente a los mortales con la franca confesión de haber hurtado los cálices áureos de los egipcios, para construir con ellos el tabernáculo de mi Dios lejos de los confines de Egipto. “
Johannes. Las armonías del mundo, libro V, Proemio.
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“Hablar siempre con la verdad” Amelia Nyan
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in embargo, ¿estamos siempre dispuestos a escucharla?
Decimos que tenemos miedo, aversión e incluso repulsión hacia las mentiras. Que la gente que miente es cobarde, que solo quieren engañar, que sus intenciones no justifican sus acciones, y otro mar de etcéteras que podría extenderse hasta más allá de que lo que el horizonte permite. Pero… a veces, la verdad suena como una mentira. Y la verdad sin parcialidad es grosería. La verdad a veces suena como atrevimiento. Y a veces, suena como un monstruo. Mi mamá siempre me decía: “Michael, ~34~
nosotros… me refiero, tú y yo. Tú y yo. Tú y yo… somos… especiales. Por eso, mi niño…. Por eso mi niño, debes ser más cuidadoso. Nunca digas mentiras, no importa si los demás las dicen. Tú, bajo ninguna circunstancia lo hagas. ¿Lo entiendes, Michael?” y yo siempre le decía: “sí”. Me hubiese gustado entender. Me esforcé para decir la verdad. Mamá dijo que a veces el problema no era la verdad, sino el lenguaje. Y más que el significado en sí mismo, como Vigotsky, decía que era el sentido. También me decía que lo más prudente era no decir la verdad sobre algo que no
me preguntaran. De ese modo, no era omisión mía, sino de la otra persona. Tampoco iba a ser intromisión o soberbia. Me llegué a cuestionar en múltiples ocasiones el por qué. Pero con el tiempo lo olvidé. Así como olvidé cuestionar por qué la gente mentía o por qué la gente decía la verdad. Para mí, la verdad daba cohesión (si le añadías otro par de ingredientes. La verdad no es completamente digerible a menos de que la sepas preparar), daba tranquilidad, daba confianza. Pero al crecer, me fui dando cuenta de que la verdad dividía; y la verdad era falta de diplomacia, de tacto y de sentido común. La verdad era una canción de los Sex Pistols. La verdad era una tarde lluviosa. La verdad era un puente en medio de dos riscos (pero tenías que saber cruzar ése puente, porque si no… ibas a caer al abismo). Me esforcé para decir la verdad. Pero la verdad terminó sofocándome. Porque la verdad tiene dos caras, incluso tres o cuatro. La gente decide tu verdad. Tu verdad, solo tiene validez en la medida que la gente decida que así sea. O ése fue mi caso. ¿Era porque era especial?, ¿¡Sabían que yo era especial!?
Me di cuenta que para la gente era muy fácil aceptar la verdad que ellos querían escuchar. Esa era, la “verdad bonita”. La verdad bonita traía semillas que pronto germinaban. Traía alegría. Traía armonía. Traía unión. Traía… amor. Y confianza. Y atardeceres fríos con un chocolate con malvaviscos. Sonrisas. Aleteo de pájaros. Estrellas fugaces… En el caso contrario, cuando era una verdad que no querían escuchar, había traición, deshonor, hipocresía, silencio (pero no del silencio que trae otro tipo de música, sino del silencio que se te come los huesos), dolor, tristeza, llanto. Represalias. Manos atadas. Ecos de gritos. Siluetas borrosas. Todos los sentimientos que evocaba la verdad eran necesarios para construir, ¿por qué la gente no veía eso? ¿Por qué no lo vi yo? Latente estaba el sentimiento de libertad. De la subversión y el brío, y de la posterior calma y la reflexión. Pero la verdad funciona por conglomerados. Por geopolítca. Por estrategia. Por posibilidades. Por apuestas. Me esforcé por decir la verdad, pero terminé temiéndole a su lado monstruoso. Terminé odiando la melancolía que traía, y su evasión, ~35~
el rechazo, la rabia, el desconcierto, la decepción, el vacío que me iba abriendo en el pecho. Los huecos que ya no pude llenar, porque olvidé pensar en mí verdad. En que quería construir, en que la temporalidad es una vaina seria, pero que ciertamente se puede enfrentar. Terminé agarrándole fobia, porque ya no vi cosas buenas. Porque odié decir la verdad y que no me creyeran. O que mi verdad se ahogara en un llanto por no ser escuchada, por ser juzgada. Odié decir la verdad porque pedía más y más, y se me fueron acabando los cajones y las frases y no podía ser “políticamente” correcto siempre y porque mis ideales empezaron a exigirme hablar más y si decía más, iba a herir. Y terminé mintiendo. Y mi mamá me advirtió que nunca lo hiciera.
la piel se me fue desprendiendo del cuerpo, y mi semblante perdió el color. Y olvidé los matices, y los desafíos, y el vacío que sentía se hizo más grande. Empecé a olvidar… quién era yo. Los huecos que se hicieron en mi cuerpo se llenaron con los falsos testimonios que levanté y todos reverberaban en mi cuerpo. Y el sonido que hacían, me fue ensordeciendo. Y fui perdiendo la moción de la realidad y fui perdiendo mi cordura… Y ahora uso máscaras. Porque quizás con una máscara, los demás puedan ver lo que yo ya no puede ver. Porque ahora todo es distante, yo mismo. Tú. Él. Ella. Todos. El mundo. Y ahora vivo prevenido, incluso el resoplido de un diente de león me espanta. Ay, si tan solo hubiese visto más allá de la verdad, más allá del qué, tal vez… aunque ella y yo fuéramos especiales, esta historia hubiese tenido otro final.
Y tal vez, porque ella y yo somos especiales, hubo consecuencias. Y ~36~
Úroboros Carlos Ardohin
T
engo poco tiempo, voy a intentar contar esto mientras pueda dominar esta mano que ya no me pertenece, mientras pueda mover parte de este cuerpo en el que estoy prisionero. Esto es un pedido de auxilio, aunque intuyo que nadie me creerá ni podría de verdad ayudarme. Pero contaré lo que me pasa de todos modos. Ayer me levanté y fui al baño; había dormido muy mal toda la noche, con dolores abdominales y un malestar que parecía una gran inflamación intestinal. Antes de bañarme me senté en el inodoro para intentar aliviarme. Enseguida empecé a soltar lastre, sentía salir de mí
todo lo que me había incomodado en la noche, tengo que decir que con un olor inmundo. Pero algo muy extraño empezó a pasar. Intentaré ser cuidadoso para explicar esto. Empecé a sentir que de mí salía algo, no la mierda de siempre: algo vivo. Al principio pensé que era una fantasía de las que a veces se me presentan, imaginar cosas como si fueran reales, pero no. Sentí algo como una forma viva que me tocaba por detrás, inmediatamente arriba del ano; en el frío del baño a esa hora de la mañana una corriente helada me subió por la espalda, un escalofrío de terror. Ese algo que estaba saliendo de mí (ahora lo sentía claramente) se afirmaba en mi piel y ~37~
empezaba a reptar. Al mismo tiempo noté que eso, fuera lo que fuera, crecía y se engrosaba, me empezó a doler mucho, Todo parecía suceder rápido pero para mí sucedía en un tiempo ralentado, el miedo me paralizaba y no me atrevía ni a darme vuelta a ver lo que pasaba. Tuve un momento de incredulidad, de negación, pensé: esto no puede estar pasando. Pero enseguida sentí como una mano viscosa que se apoyaba en mi espalda a la altura de los riñones. Como dije antes, todo fue muy rápido, eso lo hacía más irreal todavía. Ya era evidente que había una cosa zoomorfa que iba creciendo y subiendo detrás de mí, la sentía en la espalda, tenía
que hacer algo. Intenté pararme y cuando me levanté del inodoro el peso que tenía detrás me tumbó en el piso del baño. Ahora podía defenderme menos, y ya era muy grande la criatura que salía de mí. No me gusta llamarlo criatura, pero no sé cómo nombrarlo. Era una cosa blanda pero poderosa que, basándome en la información táctil que me transmitía mi piel, se iba ensanchando hacia arriba y ya casi me llegaba a la nuca. Se me secó la boca, quise gritar o algo, pero no pude, apenas me animaba a respirar. Miré hacia el costado y vi reflejada en los cerámicos blancos de la pared una forma oscura en movimiento ascendente. Hice fuerza para no desmayarme, quería resistir, dar pelea. Intenté pararme pero enseguida comprendí que era imposible. Entonces ví de nuevo en el reflejo de los cerámicos una forma enorme y triangular que se erguía sobre mi cabeza. Una sombra me cubrió, miré hacia arriba y vi unas
fauces negrísimas que se abrían y empezaban a introducir mi cabeza en ellas. Creo que me desmayé porque a partir de ahí tengo un bache en el recuerdo. Cuando recobré la conciencia me costaba respirar, estaba en total oscuridad y un aroma fétido me rodeaba, estaba apretado y me iba deslizando hacia arriba en un organismo que latía como un gigantesco gusano. Fui engullido totalmente por aquella cosa que a partir de entonces empezó a transformarse, a disminuir su espesor adaptándose a las formas de mi cuerpo, por fin pude pararme y me miré en el espejo del botiquín. Lo que vi me aterró, pero de alguna manera mantuve la calma; cuando algo es inevitable y no tiene remedio, el horror no se manifiesta como defensa sino como resignación. Vi una piel oscura y viscosa cubría mis facciones en forma imprecisa, pero algo iba cambiando y se iba aclarando con mucha rapidez, la criatura iba ~38~
buscando mis rasgos para hacerlos suyos y lo mismo pasaba con la consistencia y el color de la carne, se estaba produciendo una mutación instantánea e incomprensible. Todo concluyó en unos minutos. Ahí estaba yo y ya no era yo. Era un ser desconocido. Un ente, salido de mí, me había cooptado. Actuaba en forma inédita, como dirigido por otra voluntad, impedido de decir lo que me pasaba. Escribo esto en un momento perdido, noté una especie de adormecimiento en la piel que me recubre, como un sopor, y pensé que tal vez mi verdadera voluntad (casi escribo: mi antigua voluntad) podía tomar el control por unos minutos. Y me largué a escribir. El tiempo se acaba. Si alguien llega a leer esto, no pido que me crea ni que trate de sacarme de aquí, sé que no podrá ser. Pero pido ayuda, piedad. Pido al que lea esto que me mate de una buena y bendita vez.
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S
abes hacia dĂłnde voy? ÂżMe conoces? Vivo tras el alfeizar de la luna radiante y cada noche rescato un fragmento de su luz para dibujar atardeceres.
el telon de la luna
Coleccionista de filias Daniela Cadavid Libreros
E
s viernes y pienso en Juan y su manía de acariciar los musgos con esa mano tan suave y sedosa que aún conservo en algo más que mi memoria. También en las noches mientras toco aquel miembro viril, recuerdo con cariño al director y sus castigos en la habitación oscura bajo las escaleras, lástima que terminaran de aquella forma. Dan casi las doce de la noche y los ojos del vecino me hacen pensar en todo aquello que debió haber visto
encerrado en las paredes de su viejo motel, cliente tras cliente, cogida tras cogida, imaginando que era él quién cometía todas esas acciones. El sol se empieza asomar tras las montañas y mi mente recrea los gemidos que debió dar Marta en el cementerio de la avenida Morgan durante años, cuando encontraba el cadáver perfecto para acompañarla en su constante soledad, grabados uno a uno en diversos casetes de colores. Vuelvo a soñar y toco sus poros como si
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el objetivo de hacer arte se concentrara en ella. Huecos que se hacen llamar imperfecciones, uno a uno invaden su rostro y le dan ese aspecto tan peculiar, tan exclusivo de su ser. Guardo su piel en el cajón derecho y emprendo de nuevo el viaje, mañana quizás pueda guardar el zapato izquierdo del suicida del empire state. tratamos de demostrar la energía que tenemos como banda y que tenemos entre nosotros.
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Art Brut “El arte se dirige a la mente, y no a los ojos. Siempre ha sido considerada de esta manera por pueblos primitivos, y ellos tienen razón. El arte es un idioma, el instrumento del conocimiento, el instrumento de la comunicación”
Jean Dubuffet
pintor y escultor francés
Sonidos salvajes Marco Antonio Ibarra
L
La sensualidad de un sonido, sonido con el cual chicas se muerden los labios, los vecinos se prenden al escuchar el dulce sonido del saxofón; maría recorre lentamente su sexo al ritmo de la música, Fabián el vecino de enfrente se consiente lento, la señora caro busca a su esposo para que follen mientras la grácil melodía suena y disfrutan como un tango cadencioso los besos y mordidas que bailan en su piel. Sin embargo, la que más disfruta es Ana, bella flor de la vecindad, dientes de lata y cabello oscuro como la noche compuestos por frágiles hebras,
ojos color nomeolvides, sonrisa pícara, muslos embriagantes y senos inquietantes; Ana ama ese
saxofón( y a veces lo llama sexofon de cariño) ama cuando sus propios dedos recorren lentamente sus piernas, cada poro de su piel se quema de ganas , ganas de que el interprete de
tal instrumento toque su piel con esos dedos habilidosos, de que lama cada milímetro de su sexo y estalle en sonidos encantadores, ambos llenos de agua y de estrellas, vacíos de ganas; la bella chica fantasea con el saxofonista haciendo sonar su alma, su sexo, su pecho y su locura. Nil, él virtuoso saxofonista limpia cada tarde su instrumento y cuando el dolor de su alma regresa, toca, toca como nunca y como siempre, como si el sonido erótico del instrumento exorcizara el espasmo por unos instantes. Mientras toca y el dolor se esfuma, recuerda que sin dolor
su sonido no tiene razón de ser; se entrega al momento, se excita, se llena de estupor mientras toca. Terminada la sesión de manjares auditivos, Nil sale a su balcón y enciende un cigarrillo, observa a los niños que juegan como gacelas en la pradera, pero a la vista del artista son pequeños saxofones corriendo y saltando, a lo lejos una pareja de jóvenes se besa y el chico solo es capaz de ver, un par de saxofones,
para él sólo existen los instrumentos. Ana sale de su departamento, y Nil se queda pasmado, pues ella no tiene forma de saxofón sino de una sílfide, una reina con vestido embriagante, una musa sin poeta, una nota pura y sibarítica. Nil esta sorprendido tanto que su alma se enciende como una caldera, desea conocer a tan bello ser y decide seguirla;
al encontrarse con ella balbucea palabras sin sentido y ella lo ilumina con la sonrisa más perfecta que la curva de los labios de una chica pueda dibujar: Ana le dice que es un enorme gusto conocerle, y ambos deciden salir a divertirse juntos, disfrutan su compañía por semanas. Y ahora en el departamento de Nil hay dos sonidos sensuales, el del sexofon y los gemidos de la dulce Ana.
TODAS LAS COSAS ESTÁN LLENAS DE ESPÍRITUS
T
odos los días trato de llevar la misma rutina: me levanto a las 8:00 de la mañana bajo la luz insufrible que penetra en la habitación, luego, camino lentamente hacia el cuarto de baño, abro uno de los grifos de agua y, mojándome el rostro, empiezo a despertarme con calma. Me miro en el espejo: mi piel amarilla, mi barba descuidada, mi pelo enredado, los torcidos dientes, y poco a poco comienza la jornada. Una taza de café, una novela que nunca termina (terminaría si me dedicara a escribir), el paisaje de la ciudad tras el ventanal: los colores de la tarde con sus tonos rojizos y violetas, el cielo de una noche despejada, y luego, teclear con afán impaciente, frente a los cristales, como tributo a la luna. Trato de hacer todos los días lo
mismo, pero nunca puedo lograrlo. Es imposible, ya que todas las cosas están llenas de espíritus. El café, por ejemplo, nunca me sabe igual. En los días mejores, sabe un poco a vainilla, a coco, a helado. Los malos días, en cambio, tiene un regusto a sangre, a moho o a tierra, estremeciéndome desde lo más profundo. Vainilla, sangre, tierra o helado, igual nunca me sabe a café. Por su parte, el armario se empeña en ordenar mi ropa a su gusto; las densas cortinas son rosas, o rojas, o azules, pero nunca de un solo color; el espejo del baño refleja la imagen que quiere, tanto si estoy o no frente a él. Y yo continúo ligado al capricho perenne de la turba de espectros que habitan la casa… Y al sol, que traspasa, descarado y oblicuo, toda la estancia, para caerme en la cara. Yo mismo, incluso, a pesar de este hábito que pretendo imponerme, nunca he podido verme igual. Mis labios sonríen o asumen el rictus de una
mueca de hastío, pero son siempre los labios de otro, la boca de otro, que se burla de mí. Las manos y la piel cambian de tono, de forma y tamaño; y Los dedos huesudos se me antojan, a veces, rollizos pasteles de una bruja macabra, pero luego, son tan livianos que, de no ser por los brazos caídos, se me irían volando para nunca volver. Creo que todo está lleno de espíritus. Esta casa maldita, este cuarto en silencio, inclusive este cuerpo que ya no se mueve: tendido en la cama, hendido en las sombras, hotel de gusanos y nada más. Y sí, todo está lleno de espíritus, y yo lo estoy también, encerrado en mis miedos al mundo exterior. ¿Acaso allá afuera han notado esta muerte? Quizás no. Por lo pronto, la máquina sigue tecleando, incansable, para ahuyentarme el silencio y que no me sienta tan solo, en este tiempo que queda, desde este mismo momento, hasta la eternidad. John Gómez
En el interin
TIMOR Temotzitlan Santillan
C
ada amanecer regreso de la oscuridad
Ms instantes son tomados por las garras Del miedo, No hay escapatoria, somos alimento de Coatlicue, Quien nos observa y espera con paciencia Y el mundo se hace pequeño El aire deja de ser puro Un hedor envenena mis entrañas, Soy un nervio tenso;
de la boca De los espectros del futuro que nos aguarda, Y mi voz es agonía, Mis huesos espinas clavadas en la tierra infértil, Miro el quetzal surcar los cielos Sobre una procesión de cucarachas que alaban a dio$, El horror es mi morada, La repulsión mi amante de labios fríos Con quien copulo bajo las tormentas;
El tufo del miedo proviene Los cuernos del carnero ~50~
son llamas infernales Mientras el espanto escribe un decálogo en mi piel Mi pecho es una flor marchita,
Y el vino envenena las calles y las venas; Cadáveres adornan los paisajes ruinas donde se venera el olvido,
Las doctrinas buitres que El mundo se vuelve un revolotean a mi alrededor, mausoleo Las ratas y serpientes son consagradas por la ambición y cobardía, El esperpento es el rey de los hombres que lamen la mierda por monedas, las sirenas son mutiladas por la depravación, La sangre brota de los manantiales y recorre las sendas
Mi alma trémula busca un lugar donde ocultarse, Y el crepúsculo me devuelve a mi negro cajón Desde donde miro las estrellas como luciérnagas En marcha por el universo, una cueva misteriosa; La oscuridad me abraza y ~51~
Cuatlicue me arrulla Con su nana de amor, yo vuelvo a ese estado transitorio Que alguna vez será perpetuo, Y el miedo sonríe mientras me devora el tiempo.
Postales
De fobias a filias Chica Vinagre
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