Revista Demencia #28: El arte del engaño

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Revista literaria · Año 3 · N° 28 · Septiembre 16 · 2018

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Revista literaria Demencia Año 3, N° 28 de Septiembre de 2018, es una publicación bimensual editada por el equipo editorial de Demencia. Santander de Quilichao, Cauca, Colombia. www.revistademencia.wordpress.com Directora y editora responsable: Daniela Cadavid Libreros. Todos los textos e imágenes usados en esta revista se han usado bajo licencia de los creadores, bajo licencia Creative Commons zero o Creative Commons with attribution. Las opiniones expresadas por los autores no necesariamente reflejan la postura de la editora de la publicación. Queda estrictamente prohibida la reproducción total o parcial de los contenidos e imágenes de la publicación sin previa autorización de Revista Demencia o de los respectivos autores.


SUMARIO Demencia N° 28 · Septiembre 2018

Contenido textual

Alberto Bejarano Alejandra Olson Amelia Nyan Carlos Satizábal Daniela Cadavid Libreros Diana Thalia Jiménez Jordi Silva Kalton Bruhl Laura Zúñiga Leonardo Mauricio Rodríguez Mónica Álvarez Pip Diego Clavijo Ramón Grimalt Roberto Berrios Santiago Rodríguez Santiago Alberto Serna Sofía González Stefan Aguilera Stephany Méndez Susana Fragassi Walter Villanueva Mora Wendoline Ramos Yaritza N. Ramírez

Dirección y edición

Daniela Cadavid Libreros

Corrección de estilo Amelia Nyan.

Diseño y diagramación Daniela Cadavid Libreros

“Para él, el hombre era un ser con millares de vidas y millares de sensaciones, una criatura compleja y multiforme que contenía en sí extraños legrados de pensamiento y pasión y cuya propia carne estaba inficionada por los monstruosos males de los muertos” El retrato de Dorian Gray. Oscar Wilde (1854-1900) fue un escritor, poeta y dramaturgo de origen irlandés.​

44 Kaleidoscopic Cats

24 La Inmaculada

Si la ciencia ficción fluyera por nuestro cuerpo al igual que la vida de estos gatos. Aquí podrás leer: Una broma, El anuncio, Domingo y Calcetín rojo.

Letras que suenan como la música de las esferas. Lee estás historias: Magnolia, Gato por liebre y Rosas.

12 La caja oblonga

Mensajeros Dementes que viajan entre olas fluorescentes. En esta edición: La mujer que esperaba bajo la lluvia, la abuela y si la curiosidad mató al gato.

Un mundo donde los cuentos pueden cambiar la realidad que los rodea. En esta edición: Embaucador, mamá y Por venganza.

18 El jardín del poeta Nuevos poetas que abren poco su lienzo hacia el mundo. Un cantar al mundo, a la demencia. Lee estos poemas: Verdad, el arte del engaño y colección de cuadros.

30 El Telón de la luna Insaciable,la serie que odian los que necesitan odiar algo,por Manuel Gris.

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50 Postales

38 En el ínterin Un lugar donde todo tipo de magia puede suceder. En esta edición: Sacramento, la ceguera y palabras ligeras.

08 Art Brut Un rincón donde el sabio titiritero hace danzar una por una las palabras. Lee aquí estos cuentos: 3 de julio y engaño a tres tiempos.


Colaboradores Alberto Bejarano. Bogotá (Colombia) Escritor de ficciones. Ha publicado dos libros de cuentos, en Argentina y Colombia (“Litchis de Madagascar” y “la jaula se ha vuelto pájaro”. Doctor en filosofía de la universidad París 8. Investigador en literatura comparada en el instituto caro y cuervo. Alejandra Olson. Ciudad de México (México) Poeta, narradora, diseñadora. Publicó en “Cuentos para picar” de Letras Tintas. Ha colaborado en varias revistas NeoStuff, El Periódico de las Señoras, La rabia del axolotl, Crìtica de la BUAP, El Humo. Integrante del grupo Perfieria de Escribidores Forasteros, precedido por el poeta Sergio Ernesto Ríos. Amelia Nyan. Santander de Quilichao, Cauca (Colombia) Estudiante de mercadeo, correctora de estilo de revista Demencia, bailarina, roleadora, aficionada a la música. Canta en la ducha de domingo a lunes y toca el piano. Tienen un gato cuyo nombre no se le es permitido revelar. Carlos Satizábal. Bogotá (Colombia) Poeta, teatrista. Docente Universidad Nacional de Colombia. Premios: Nacional Poesía Inédita: La Llama Inclinada. Dramaturgia de Bogotá: Ellas y La Muerte. Iberoamericano Textos dramáticos: Ensayo del eterno retorno femenino y Pensar A Contracorriente: Fragilidad y Lejanía, ensayo. Daniela Cadavid Libreros. Santander de Quilichao (Colombia) Diseñadora gráfica, editora en jefe de revista Demencia, Telonera de la Luna, poeta y soñadora de tiempo completo. En los ratos libres imagina monstruos en las aceras e inventa imposibilidades. Número de la suerte: 21.

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Diana Thalia Jiménez Martínez. CDMX (México) Es tesista de la licenciatura en Estudios Latinoamericanos por la UNAM y saxofonista. Amante del jazz y de los poemas de Juan Gelman. Actualmente colabora con varios proyectos musicales y escribe en el tiempo que le queda de sueño. Jordi Silva (España) Nací en Cullera, Valencia, pero me he criado y crecido en Écija, Sevilla, pues con sólo dos años me trajeron a Andalucía. Soy licenciado en filosofía por la Universidad de Granada y actualmente regento un videoclub junto a mi pareja, con quien tengo un hijo de tres años. Kalton Harold Bruhl (Honduras) Ha escrito los libros de relatos El último vagón, Un nombre para el olvido, La dama en el café y otros misterios, Donde le dije adiós, Sin vuelta atrás, La intimidad de los Recuerdos; Novela: La mente dividida. Laura Zúñiga H, San José (Costa Rica) Escritora y docente. Realiza en la Universidad de Costa Rica sus estudios en la Enseñanza de la literatura y el castellano. Actualmente estudia la Maestría en Literatura Latinoamericana. Labora en el Colegio Técnico don Bosco desde hace 11 años. Leonardo Mauricio Rodríguez Bernal, Bogotá (Colombia) Licenciado en ciencias sociales por la Universidad Pedagógica Nacional de Colombia. Ha publicado en la compilación de poesía erótica iberoamericana: EROTIKA, lujuria poética iberoamericana. Vol. 2 Colección 2012.

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Colaboradores Mónica Álvarez. Tulcán (Ecuador) Nació el mismo año que murió el Ché Guevara y cuando los Beatles florecían, es decir en 1967. Estudió Pedagogía en la Pontificia Universidad Católica del Ecuador y actualmente trabaja como profesora de Castellano en el Colegio Alemán de Quito. Escribe cuentos para niños y también para adultos. Pip Diego Clavijo. Pamplona (Colombia) Se desempeña como docente de química. Ha publicado cuentos y poesías en diversas antologías y ha sido finalista del Concurso Nacional de Poesía Andrés Barbosa Vivas en el año 2011 y del II concurso nacional de Microrrelatos de la universidad EAFIT en 2016. Ramon Grimalt (España) Reportero de 50 años que recorre América Latina en busca de historias qué contar. Ha publicado un libro de relatos breves titulado “Mundo Amniótico” y, de paso, ha ganado cinco certámenes de cuento en España y México. Roberto Berríos (Nicaragua) Nació en 1983, cuando el país estaba sumido en una sangrienta guerra civil. Estudió psicología y comunicación social, sin abandonar la pasión por las letras. Es el ganador del Certamen Literario María Teresa Sánchez, 2016, en el género de Ensayo. Escritor del libro LA PIEL DE LA LLUVIA (2017) y la novela juvenil LA REVOLUCIÓN DE LAS VALKIRIAS (2018) Santiago Rodríguez Camargo. Bogotá (Colombia) De la mano de excelentes profesores como Piedad Ruiz exploró el mundo de la literatura universal y el apasionante oficio de escribir sus propias historias y crear sus propios mundos. Es estudiante de la Universidad Nacional de Colombia.

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EL CONDE SORELESTAT. Bogotá (Colombia) Ganador con el guión para historieta “Suspiros de vida” para Nahualli Comics. Primer puesto con “El paso de la marabunta” en el I Concurso de Poesía y Cuento Internauta Internacional. Publico el libro “Suspiros de vida y otros escombros “de Ambidiestro taller editorial. Sofía González, Mérida, Yucatán (México) Ganadora del tercer lugar nivel juvenil del premio nacional de poesía Jorge Lara Rivera 2016, ha publicado en la revista electrónica Los Heraldos Negros. En noviembre de 2015 impartió el taller “micro ensayo” y en 2016 la conferencia “la palabra que huye: Rubén Darío a través de los ecos”. Stefan Aguilera (Paraguay) Ama la pizza, el café y mirar las estrellas. Escribe historias desde hace cuatro años, haciendo hincapié en el humor y el misterio, y desde entonces ha ganado algunos concursos a nivel nacional. Publica varias de sus obras en la red social literaria Wattpad, bajo el usuario StefanAguilera, mientras espera dar el salto al papel. Stephany Méndez Perico (Colombia) Profesional en Estudios Literarios y Magíster en Escrituras Creativas de la Universidad Nacional de Colombia, la autora se enfoca en la narrativa, en este momento habla el lenguaje del cuento y las narraciones cortas. Actualmente trabaja como promotora de lectura y tallerista de escritura creativa. Inés Susana Fragassi, Buenos Aires (Argentina) Fundadora y directora de La vela (es preferible encender la vela que maldecir las tinieblas), periódico local de zona norte de Provincia de Buenos Aires. Directora de la revista Psyco, publicación del Colegio de Psicologos de la provincia de Buenos Aires.

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Colaboradores Walter Villanueva (Costa Rica, 1986) Escritor, actualmente estudiante de filosofía en la Universidad de Costa Rica (U.C.R). Algunas Publicaciones: Revista Voz UCR, varios números. (2013). Publicación de Revista Nacional de Cultura (n.° 67, 2014, pp. xx-xx), U.N.E.D Wendoline Ramos (México) Desde pequeña nunca tuvo la menor idea de qué estudiar, hasta que descubrió el mundo de la lectura y se dio cuenta que todo era incierto, menos su deseo de publicar un libro. Actualmente estudia Letras Hispánicas en la UdeG. Yaritza N. Ramírez Peña, Bogotá (Colombia) Bibliotecaria. Ha participado en talleres de escritura como Taller Distrital de Poesía Ciudad de Bogotá “Héctor Rojas Herazo” IDARTES y Taller de Creación Poética de Casa de Poesía Silva.

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“Nada es tan difícil como no engañarse.” Ludwig Wittgenstein

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Kaleidoscopic Cats Donde la realidad y la imaginaciรณn se vuelven arte

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Una Broma Kalton Harold Bruhl

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S

iempre me han gustado las bromas pesadas. El secreto de su éxito consiste en elegir a la víctima y el momento apropiados. Laura cumple a cabalidad con el primer requisito. Es nerviosa y bastante sensible. En cuanto al momento adecuado no creo que exista uno mejor que este. Ella me está cabalgando sobre la cama de un apartado motel de carretera. «Laura», la llamo. El sonido de mi voz rompe su concentración. Deja de moverse y acerca su rostro al mío. «¿Qué harías», la interrogo, si tu móvil comenzara a timbrar y al contestar la llamada escucharas mi voz, preguntándote en dónde estás?». Laura hace un sonido extraño, como si se estuviera atragantando con un puñado de palabras. Está pálida y temblorosa y me devuelve la mirada con los ojos muy abiertos, sin parpadear. «No digas tonterías», susurra en un patético intento de aparentar valor. Sonrío

mentalmente. «La verdad es que yo no soy Jorge», le digo, impostando la voz. Laura se estremece. ¿Por qué no levantas la mirada y descubres mi verdadera apariencia?», continúo, señalándole con los labios el techo cubierto de espejos. Es demasiado. Laura queda paralizada por el terror o al menos eso es lo que pienso por un instante. Empiezo a reír y le digo que es una broma. Sus ojos se quedan en blanco y se desploma a mi lado. La sacudo sin dejar de reír. «¿De veras crees que voy a caer en ese viejo truco?», pregunto mientras me siento sobre la cama. Poco a poco dejo de reír. Laura sigue inmóvil. Coloco dos dedos a la altura de su yugular. La respiración se me corta al descubrir que no hay pulso. Salto fuera de la cama. Doy vueltas con la palma de la mano en la frente. Imagino tantas cosas. Entre ellas una condena por homicidio involuntario. Desesperado tomo mi móvil y marco el número de Alejandro. Él ~13~

es abogado y sabrá qué debo hacer. Entro al baño y cierro la puerta. Escucho un clic al otro lado de la línea. «Alejandro, qué bueno que me contestas», digo en forma inmediata. Escucho un poco de estática y una voz entrecortada. «Alejandro, ¿me escuchas?», le pregunto todavía más nervioso. «Hola, Carlos. Alejandro dejó su móvil en casa», me responden, «soy Laura». Reconozco la voz. Es ella. «¿Por qué no miras quién está sobre la cama?», me dice conteniendo la risa, «ya es tiempo de que recibas una buena lección». El teléfono se desliza de mi mano y cae al suelo. Escucho que alguien se levanta de la cama y se dirige hacia el baño. Me apoyo de espaldas contra la puerta. Ni siquiera tengo fuerzas para gritar.


El anuncio Stefan Aguilera

E

l joven estaciona su automóvil a un lado de la calle, baja de él y abre la puerta trasera para sacar un cartel de cartón y colgarlo por su cuello, dejando sobre su pecho un anuncio toscamente escrito con un pincel: «Abrazos gratis».

Bosteza hasta que sus mandíbulas crujen y se dirige hacia una de las venas de concreto que recorren la plaza, donde habrá más posibilidades de encontrarse con alguien que esté caminando o trotando en esta fresca mañana. Simplemente

se queda parado allí, esperando. No tarda en pasar alguien, un hombre de aspecto atlético que

detendrá, lleva tiempo haciendo esto y lo sabe. Más de los que piensan necesitan un abrazo de vez en cuando. Pocos segundos después, una señora entrada en años se detiene frente a él y se ajusta los anteojos para ver la inscripción en el cartel. Al leerlo, sonríe y se acerca más.

no hace más que sonreír y pasar de largo al ver lo que ofrece. El joven no se preocupa, tarde o temprano alguien se ~14~

—Cómo me agrada lo que estás haciendo —dice, abriendo los brazos para encajar con el muchacho en el abrazo que éste le ofrece—. Así recupero mi fe en la juventud. Gracias.


—Un placer, señora — responde él, dejándola ir. Espera un rato sin moverse de allí, hasta que no ve a nadie. Decide moverse a un lugar más concurrido, así que vuelve a su automóvil y conduce por unas cuantas calles hasta desembocar en la avenida principal. «Los puestos comerciales son un buen incentivo para hacer caminar a las personas», piensa al ver todo el tráfico peatonal que hay en las veredas. Se detiene en el primer espacio libre que encuentra. Vuelve a colocarse el cartel y desde allí camina al menos una cuadra antes de

detenerse. Ajusta el cartel para que la cinta no le haga doler el cuello y se dispone una vez más a abrir los brazos al que lo necesite. Él no recuerda haber tenido a alguien que lo abrazara en su niñez. Su padre era un borracho sin remedio y su mamá siempre estuvo trabajando para mantenerlos a flote, la típica historia. Todo empeoró cuando su mamá enfermó. A duras penas tenían qué comer y nunca fue feliz, pero eso cambió desde que se hizo independiente. En parte, tal vez él también ~15~

necesita esos abrazos gratuitos. En la vereda, la gente no para de observarlo con desagrado, pues los está molestando al permanecer quieto en medio del flujo de personas, pero él no se inmuta. Es simplemente porque no ven el cartel y no son conscientes de lo que está haciendo. Ya habrá alguien que lo verá. Esta vez debe esperar más tiempo, pero finalmente un hombre llega a divisar lo escrito en el cartel y se detiene en seco. —¿Abrazos gratis? —pregunta, con un marcado acento


extranjero—. La gente es muy especial aquí —opina. Una sonrisa radiante ilumina su rostro curtido y lo abraza—. Me encanta este país. —Gracias, señor —le dice al turista—. Que disfrute de él. Inmediatamente aparece alguien más, tal vez debido a que ha contemplado la escena y sienta curiosidad. Se trata de una joven de mirada agradable, quien sonríe al ver el cartel, como todos los que lo han hecho. —¡Qué tierno! —exclama,

y se acerca a darle un abrazo. El muchacho se sonroja levemente, y no logra hacer más que corresponder a la sonrisa cuando la muchacha se despide. Suspira y observa a su alrededor. El sol ya está a medio camino hasta su cenit, y habiendo dado tres abrazos ya, decide dar su tarea terminada por hoy. Se quita el cartel y vuelve hasta su automóvil, manteniendo una actitud tranquila y despreocupada. Al llegar a él, sube y conduce ~16~

hasta otro lugar, ninguno en particular esta vez. Se detiene donde le parece bien y permanece dentro. Al ver que no hay mucho movimiento a su alrededor, mete las manos en los bolsillos de su chaqueta y saca tres pequeñas billeteras, dos de mujer y una de hombre. Procede a quitar todos los billetes que hay en ellas, dejándolos sobre el asiento del acompañante, evitando mirar las fotos de sus clientes de aquella mañana. Al contar los billetes, decide que ya ha recaudado lo suficiente. Se tomará un descanso durante la tarde, el día ha ido bien. Arranca su automóvil para dirigirse a su casa, luego de dar una vuelta por la ciudad para tirar las billeteras en algún callejón. En un mundo donde las relaciones son separadas por pedazos de cristal, los abrazos valen mucho. Tal vez ha llevado esa verdad a un extremo, pero a lo mejor así los demás la escuchan.


Domingo EL CONDE SORELESTAT

L

evantó el bate con ambas manos y lo estrelló contra el hombre que dormía en el suelo. Varias gotas de sangre saltaron; una de ellas le salpicó los zapatos, cosa que no le gustó. Volvió a golpear al hombre en las costillas mientras este se despertaba, atemorizado. Antes de que el indigente gritara, le destrozó la boca. Varios dientes se hicieron pedazos y otros varios salieron a volar. La sangre empezó a cubrir el suelo. El silencio de la noche era interrumpido por el sonido del bate cortando el aire y los ruidos del cuerpo sangrante que empezaba a no sentir dolor y la necesidad de respirar. Golpeó y golpeó hasta que vio que su víctima era una masa de pus, mierda y sangre. Limpió el arma con la cobija del mendigo.

Respiró profundo, se acomodó la erección dentro del pantalón y se marchó del lugar. Estaba cansado pero se sentía bien. Desde que había empezado con estas salidas nocturnas para vencer el estrés, era otro hombre. Llevaba veintitrés tipos en tres meses. La policía lo llamaba el bateador nocturno, no tenían una sola pista de quién era él.

luego se bañó, se vistió con lentitud, todo ahora era tranquilidad y porque no decirlo, diversión. Se observó al espejo, se veía bien con la ropa que le había planchado la mujer que le arreglaba la casa y le había hecho sexo oral varias veces.

Salió de la casa, caminó varios pasos, miró el reloj, era hora de empezar con su trabajo. Un niño y su madre pasaron por su lado y lo saludaron. Llegó a su casa, ni siquiera Él acarició la cabeza del se quitó la ropa. Cayó con chico, le preguntó si era pesadez sobre la cama buen hijo. Se alejaron, él y se durmió. Se levantó dejó escapar una sonrisa, ligero como una hoja, listo dirigió la vista al cielo para empezar un nuevo y dijo que sería un día día. Mientras orinaba, maravilloso. Sacó las llaves a través de la ventana de su bolsillo, se dispuso vio la ropa interior de a abrir los candados del su vecina. Se masturbó gran portón de la iglesia. pensando cómo se vería el culo de la dueña de Hoy tocaba misa, ya que tan coloridas prendas. era domingo. Bajó al primer piso, se preparó el desayuno, ~17~


El calcetín rojo

E

rrol no sospechaba nada. Dispondría durante una semana de la enorme mansión de sus suegros, quienes se encontraban de viaje en París con Evelyn, hija única y novia de Errol. Ella, inclinada al arte desde pequeña, siempre quiso ir al Louvre. Su madre, Kate, le había hablado tanto del museo que casi podía decir que lo conocía. Pasó un año estudiando en la ciudad de la torre Eiffel

cuando era joven, antes de conocer a su marido, Carl. El padre de Evelyn, Carl, no tenía ni idea de arte. Sólo sabía hablar de negocios, pero por alguna imprevista conjunción de planetas un día apareció diciendo que había reservado una semana de hotel en París sólo para la familia. Errol esperó a que Evelyn le confirmara que habían llegado sanos y salvos a París antes de crear un grupo de WhatsApp ~18~

Jordi Silva

con Tom, McGready, Stuart y Steve, quienes se encargarían de comprar todo lo necesario. A las once de la noche la mansión vibraba con techno alemán de sonido ultradefinido, y a las 01:00 llamaron al timbre. Como digo, Errol no sospechaba nada. Él sólo se divertía con sus colegas e invitaba a la coca más pura de que disponía sin reparar en gastos. ¿Y cómo es que alguien pudo escuchar el timbre de la puerta con lo fuerte que sonaba


la música? Nada de eso preocupaba al anfitrión. El timbre lo había pulsado un dedo de mujer. Un dedo de piel negra, la más negra de las tonalidades humanas. Vestía un estupendo abrigo de leopardo que la cubría desde el mentón hasta los tobillos, y en la cabeza lucía un exquisito pañuelo de seda. <<¿Esto es para mí?>>, preguntó esperanzado Errol. <<¡Sí!>>, respondieron los colegas. <<Pero no es para follar, Casanova. ¡Es una artista! Ya verás>>. La artista era totalmente calva. No tenía pelo. Pidió un lugar donde

prepararse y cuando estuvo lista la música cambió. La electrónica dio paso a seductores ritmos tribales y la mujer hizo su aparición, desnuda salvo por unas correas de cuero que le bajaban por los hombros y rodeaban los pezones antes de continuar bajando hasta la cintura. Tomó posición, recostada en un diván, y abrió las piernas con decisión. Errol y todos los demás aullaron, pero el aullido se trocó en asombro cuando del coño más negro de África salió disparada una pelota de pin-pon, ¡plop!, y luego otra y otra.

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Lloraban de la risa. Se revolcaban por el suelo sin poder parar de reír. La artista, sabedora del poder de su show, esperó a que todos volvieran a mirarla para expulsar otra bola más de pin-pon. <<Que saque ahora una paloma>>, pedía llorando de risa Errol. Pero no sacó una paloma sino una banderita, la de Inglaterra. De nuevo la risa y los revolcones por el suelo, pero la artista tomó la palabra y dijo: <<Llevo metidas en la vagina las banderas de todos los países del mundo. Si tú, Errol, adivinas veinte de entre


todas ellas, te regalaré un show especial>>.

hombres negros con el torso descubierto. La ignorancia hizo pensar a Errol que había acertado en el último momento. La artista, por su parte, le dejó saborear la alegría que da el creer haber acertado. <<¿Cuál es mi premio?>>, preguntó henchido y alegre el concursante. <<Aquí lo tienes>>.

y no te la mereces, igual que yo no me merezco a mi mujer. Ellas sabrán El traficante sabía que por qué eligen a hombres eso no iba a pasar. De como nosotros. Yo soy hecho sólo adivinó las igual que tú, un gilipollas fáciles: Japón, Estados egoísta y sin cultura Unidos, Irlanda, Escocia, que sólo piensa en sus Méjico, Argentina, Gales, mierdas mientras se folla Canadá y Australia. Pero a todo lo que se menea. fue impresionante ver a Lo he terminado por esa mujer negra como aprender con la edad, una sombra sacar metros pero no voy a pasarme y metros de tela de su lo que me queda de oscuro agujero. <<¿Pero La mujer contrajo su suelo vida mirando a mi hija cuántos países tiene el pélvico hasta expulsar un mientras sé todo lo que mundo? ¿No nos estará calcetín rojo. Por supuesto haces, camello de tres engañando esta perra, que él no sospechaba al cuarto. Te relevará no?>>. Justo entonces nada. Un calcetín rojo McGready.>> la artista volvió a hablar: era como una guinda a <<Sólo queda un país, esa actuación. La calva El papel terminó de Errol. No has superado lo recogió con el pie desenrollarse, dejando el reto pero tienes una y lo lanzó al hombre a la vista su contenido: segunda oportunidad: si blanco. Había algo una bala. Errol se volvió adivinas de qué país es la dentro, algo cilíndrico. hacia sus compinches última bandera... te regalo Miró con complicidad a y se encontró con que el show especial>>. sus confiesteros y dio la McGready le apuntaba vuelta al calcetín. Era un con un arma. Todo El concursante tuvo un papelito enrollado que quedaría recogido y atisbo de lucidez y pensó envolvía un pequeño perfectamente limpio que el último país debería objeto en su interior. para cuando la familia ser uno que empezara por El papel contenía un volviera de París. ceta. <<ceta ceta ceta...>>, mensaje que fue leyendo trataba de razonar a a medida que lo iba impulsos de coca y desenrollando. Decía así: alcohol. <<¡¡Zimbabue!!>>, exclamó. La negra sonrió <<Imbécil. ¿De verdad ampliamente y sacó la creías que iba a dejar que banderita de Belice, en te casaras con mi hija? la cual aparecen dos Eres un paleto de mierda ~20~


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Fragmento de “La Caja Oblonga” de Edgar Allan Poe

“He dicho que la caja en cuestión era oblonga. Tendría unos seis pies de largo por dos y medio de ancho. La observé atentamente, y además me gusta ser preciso. Ahora bien, su forma era peculiar y, tan pronto la hube contemplado en detalle, me felicité por lo acertado de mis conjeturas... A juzgar por su forma, sólo podía servir para guardar una copia de La última cena de Leonardo; no ignoraba, además, que una copia de esa pintura, ejecutada en Florencia por Rubini el joven, había estado cierto tiempo en posesión de Nicolino. “

La caja Oblonga Donde los cuentos cambian la realidad que nos rodea

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Por venganza

E

l problema de su hermano era uno: odiaba a su hermano menor. A eso se le sumaba que hace unos meses encontró, por su naturaleza, el trabajo perfecto: el sicariato. Las tías lo adoraban, la abuela también, porque su cara angelical les provocaba a las mujeres ese revoloteo de mariposas en el vientre +y en otros puntos.

Nunca se entendieron, siempre estaban situados en hemisferios diferentes, en mundos

...Una tarde al volver del trabajo, José encontró lo que según su hermano jamás encontraría: el tenis blanco impecable, sus amados zapatos, sucios sutilmente, pues Mario los habia tomado para ver a Julia en la mañana...

Le agarró odio al cumiche, desde que supo que este completamente distintos. era el inteligente de la El mayor casi no hablaba, familia, el estudioso. solitario, ordenado ~24~

Laura Zúñiga

al extremo y compulsivo. Le contabilizaban cinco cadáveres y a la fecha, nadie ni los había encontrado ni los encontraría. Uno de los mejores en su área, se rumoreaba. Así era José. El menor, hablaba hasta por los poros, era activo, sociable y esforzado. Así era Mario. Una tarde al volver del trabajo, José encontró lo que según su hermano jamás encontraría: el tenis blanco impecable, sus amados zapatos, sucios sutilmente, pues Mario los habia tomado para ver


a Julia en la mañana. Las guardó y acomodó tal y como las tenía; pero José era muy observador. Lo abordó en el patio, sabía de la culpabilidad y se fue sobre él con un arranque repentino de cólera. -Sabés que odio que toquen mis varas. Mae, esto no se lo perdono – dijo. -Fue un toque, ayer se me mojaron los zapatos con el baldazo y Julia me esperaba en el café – contestó con voz temblorosa, como si fuera un niño. - ¡Hasta aquí!, mae, se lo advertí – replicó José. Colocó su mano en la espalda, sacó el arma. La apuntó hacia donde estaba. Disparó. Luego el silencio.

El disparo fue certero, antes de caer, se afirmó lo más que pudo en sus dos extremidades, aunque no lo logró; se balanceó lentamente y cayó al suelo desplumado. Cuando el hermano se percató tenía los oídos tapados y al verse sin herida alguna, notó que su hermano había acabado con lo que él más adoraba: su gallo, el cual estaba justo detrás, cuando se dio el disparo. Un gallo muerto. La sangre. Las plumas... -Mae, te lo juré, por donde más te duele cabrón, por donde más te duele...se fue balbuceando. Limpió el arma con un pañuelo especial para ese ~25~

propósito y se fue a dormir. Mientras pensaba: “no volveré a trabajar fuera de mi jornada”.


Mamá Diana Thalia Jiménez

P

ara vivir en tu casa he tenido que nombrarte de modos distintos, mamá. Desde hace unos meses – tú sabes cuántos – la casa se me queda grande y yo sueño con tu risa. De haber permanecido, mis ojos encendidos te mirarían tiernamente mientras haces tortillas o me enseñas a bordar venados y estrellas así como la abuela te enseñó a ti. Entonces, la música nos llegaría a los oídos con todos sus ecos. Bailaríamos un poco en las fiestas familiares y al anochecer me abrazarías antes de ir a librar tus batallas.

Recuerdo cada vez menos cómo era tu voz, cómo acariciabas las tardes sembrando girasoles y preparando la cena. Eres un eco en la memoria que como agua entre los dedos intentó atrapar. Creo que fue por marzo que tu rostro iluminado me sonrió por última vez. Mencionaste que volverías pronto y fuiste a encontrarte con papá. Mis temores empezaron a crecer esa misma tarde. Miré por la ventana de tu habitación una y otra y otra vez, buscando tus cabellos largos y castaños. Agucé mis oídos para escuchar la puerta abrirse o tus buenas noches pero nada de eso sucedió. ~26~

Para vivir en tu casa he tenido que nombrarte de modos distintos, mamá. He tenido que recorrer los espacios y los tiempos para volver a ser una niña que reconoce el mundo apenas por lo que no hace falta que me expliques. En mi memoria, que es un laberinto, te reconozco y te imprimo táctil como un sueño. Ese día cuando no volviste, me creé un campo de bugambilias y lavandas donde descanso y te espero. Este campo es también un engaño, pues la misma tarde papá volvió por mí y me llevo oculta a tu destino.


El embaucador Carlos Satizábal

P

aez Tama, hijo de la laguna y de la estrella,

Riendo va Paez Tama por las chozas terrosas

subió del páramo de las lagunas

y cielo de paja de iraca. Riendo sube y el frailejón le calienta.

al alto valle de los caciques de piedra.

Al canto, Paez Tama enseñó el arte de las lanzas de chonta y de los rezos que protegen los pilares de la tierra, el secreto de los ríos profundos que guardan la olla del equilibrio, el eje sagrado de los valles, el blanco corazón que truena en las cordilleras.

Riendo vuelve a sus aguas de obscura cabellera.

Las flores de ajenjo, las ramas de ruda, la amapola solferina, llaman al baile con chirimías de tambor y cañas de viento. Paez Tama canta. El tabaco y las semillas de anís estrellado, arden con el ritmo, con el soplo y el ensalmo. Pero no lleva el viento la invocación ~27~


ni siembra con sus vuelos los murmullos

de huesos y sus casas y sus huertas de papas

ni rumorean las hojas de los árboles

se arroja la montaña sagrada sobre gargantas y valles:

ni se alegran los pájaros de pequeñas alas. Paez Tama canta contra el viento de ráfagas de niebla.

Sordos de chirrinche y engaño bajamos y subimos las lomas mientras teje de cal viva su red de espejos y palabras el embaucador y esconde bajo su ruana la mano para robar la secreta alfarería del equilibrio que amansa y contiene el furor turbio de las aguas con cantos y ofrendas y rezos.

Borracha baja el agua del diluvio y deshilacha el manto de los sueños. Y bajo el agua atormentada y la estrella solitaria, llora Paez Tama, Llora y vuelan sobre sus lágrimas niños que cantan dormidos en chozas terrosas de cielo de paja de iraca.

Llora Paez Tama y el frailejón le calienta y las flores de ajenjo y las ramas de ruda y la amapola solferina

Bajo la luna negra una sombra incendia de rayos la noche.

y el anís estrellado

Llueve en las altas lagunas del páramo florecido. Llueve en los filos azules del hielo.

y el tabaco

Borrachas trepan las cumbres del olvido la oreja, la canción y la palabra, sin voz, sin labios, sin cántaros de fuego que retumben en el alma terrosa del rayo.

y la coca sagrada

y el agua y la estrella y el viento.

Y con sus ríos de piedra y su trueno ~28~


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El jardin del poeta PoesĂ­a que se esparce sobre el lienzo

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“Los pescadores saben que el mar es peligroso y la tormenta, terrible. Pero eso no les impide hacerse a la mar� Vincent Van Gogh 1853- 1890


Colección de cuadros Retrato hablado Esto es lo que dice la mujer “Antes de conocerme” Un nombre propio del que me canso -Viste la complejidad: de ponerse a pensar este lugar (vacío) para colocar una verdad Visible ¿Se logra ver? “Esto que escribo” casi no. En (la) realidad Mucho color o ninguna Luz en el espacio de letras tan borrables, ----------------------las líneas--------------------------nunca lo imagine ----------lasíneas--------------------------nunca lo imagine

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Walter Villanueva Mora


Des-materializar A Delmore Schwartz Tenés los mismos ojos y la verdad me gusta, sugieren violentas formas de lavarse los dientes para no mentir. El otro día amanecía en Kuwait. Yo no estaba ahí, vos tampoco, y aun así el sol nos daba en la cara, en la no-comunicación de imágenes donde cada uno se encuentra. Ese clash de lenguajes muertos con los que soñamos para ser responsables

“Escribe para esta mujer” La mujer y el nombre, o no no se coloca A) lo Anterior diciendo: la primera línea verdad(era.

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Verdad Wendoline Ramos

Como serpientes como zorros como hienas mentira, mentía, mentira como sol azul como luna queso cómo deseos estrella mentira, mentía, mentira como amor infinito como hilo rojo como para siempre mentira, mentía, mentira como máscaras como vida como muerte mentira, mentía, mentira.

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El arte del engaño Yaritza N. Ramírez Peña

«

El mayor peligro de engañar a los demás está en que uno acaba inevitablemente, por engañarse a sí mismo.» Eleonora Dose

Las Palabras

La promesa no cumplida es un cuervo, un graznido que inquieta la sangre.

Persigo las mentiras las asfixio cuando duermen, atraviesan la espalda

Tirano

y de la cicatriz nacen las alas.

Un pechioliva posado en los cables de la luz o tal vez en una antena de televisión

Todo lo que necesito está en mis brazos.

brinda un canto al amanecer melancólico y fugaz

La promesa es un águila rota,

con su voz quebrada forrajea solitario.

un chillido desgarrando la carne.

Aboga por su nido y sus polluelos cuan gladiador audaz

Atada la verdad, la contengo en la garganta, desnuda de significado, el sentimiento es más intenso.

pequeñas plumas y reclamos que apoyan su artimaña donde quien parece débil es un mago astuto ante el gavilán.

Todo lo que necesito está en mis brazos. ~35~


S

abes hacia dĂłnde voy? ÂżMe conoces? Vivo tras el alfeizar de la luna radiante y cada noche rescato un fragmento de su luz para dibujar atardeceres.


el telon de la luna


Fotos cortesía de Netflix

Insaciable, la serie que odian los que necesitan odiar algo. Manuel Gris

H

ay ciertas personas en este mundo que tienen su propia inteligencia en una alta estima, tan alta que no pueden ver que muuuucho más abajo, en medio de un cúmulo de matojos moribundos y podridos, se encuentra su capacidad de respetar las cosas antes de siquiera conocerlas, antes de saber algo de ellas más allá de una caratula, una sinopsis, un autor, o un tráiler. Son esas personas que quieren libertad para todos los que piensan como ellos, y censura para los que se salen de sus patrones (seguro que sabéis quienes son).

Pero bueno, por suerte ninguna me está leyendo ahora mismo, ¿o sí?

superficiales, dedicarse a ser modelos, que tratasen de ir a la última, o que los chicos, y en especial La serie Insaciable tener novio, era lo más (Insatiable, de Netflix) importante del mundo. consiguió que con solo Vamos, prácticamente un primer tráiler, en el lo que nos dicen los cual se dejaba ver muy anuncios y las novelas levemente su historia y baratas de amor, pero el tono y los actores que como sale en la tele (y en ella iban a actuar, todo en Netflix, ¡por Dios!) un séquito de personas pues está a la orden del ansiosas de odiar lo que día sacar las antorchas y sea (siempre y cuando tratar de hundir algo en esté dentro de las dianas lo que mucha gente se que la sociedad, sabia ha dejado las pestañas y muy poco dada a la y una gran cantidad libertad, tiene señaladas energía por levantar. Por como correctas para suerte la creadora, Lauren disparar) empezasen a Gussis (que además fue sacar sus conclusiones, guionista de Dexter) tales como que animaba es alguien inteligente a las chicas a ser flacas, y que sabe lo que se ~38~



cuece en el mundo, y salió a la palestra sin miedo para anunciar que la serie se basaba en sus propias vivencias o pensamientos cuando iba al instituto y ella misma era la chica gorda, recibiendo ataques, insultos, y todo tipo de vejaciones que, ¡puta casualidad!, ahora recibía de las mismas personas que no quieren que estas cosas pasen. También pidió que esperasen a ver la serie para opinar, ¿pero cuántos de esos ofendidos profesionales iban a querer verla?, es decir, todos sabemos que estos desechos humanos solo quieren tener algo donde lanzar su fuego y que, aunque logren su trofeo y cambie algo del sistema, no lo consumirán porque estarán muy ocupados tratando de derrocar otro sueño. Es el autoengaño de manual; el que por desgracia mueve toda la asquerosa sociedad que últimamente tenemos que soportar los que no vivimos siguiendo las palabras de panfletos sin ideas o vítores sin sentido

ni razón. ¿Y la serie qué?, ¿vale la pena? JODER si lo vale. Podría decir sin equivocarme que no vais a ver algo actualmente que ponga tan a parir tantas cosas de nuestro día a día sin salir en ningún momento del problema. Me explico. La serie nos sitúa en un barrio residencial de alto standing donde abogados, cirujanos, mujeres mantenidas cuya mayor preocupación es en que gastar el dinero, y chavales que solo piensan en tener pareja y que están, casi todos, colocados en los típicos estereotipos americanos, viven sus vidas ajenos al resto del mundo, a la pobreza y a los típicos problemas que la gente normal tiene que lidiar. Y en medio de todo esto esta Patty, la típica chica gorda a la que todos insultan y que está enamorada del chico rubio de turno que capitanea el equipo de lucha.

De momento todo muy típico, lo sé, pero no es hasta que un borracho, que trata de robarle una chocolatina, le parte la boca, impidiéndole así alimentarse de solidos durante 3 meses, que todo cambia. ¡Y cómo! A partir de ahí presenciamos sin tapujos ni filtros todo lo que da asco en nuestra sociedad: los juegos de engaños, las envidias, las traiciones, todas esas palabras que dice el egoísmo, el clásico pensar primero en uno mismo antes que en los demás, y aparecen de golpe en la vida de la protagonista, ajena hasta entonces de todos estos problemas, y que después de esos meses de dieta obligada está delgada, guapa, y siendo la viva imagen de las chicas que antes la insultaban y que, en el fondo, ella deseaba ser. Y… ya, porque hay cosas que es mejor que no sepáis sobre los personajes principales, porque las sorpresas están a la orden del día y sobre todo, y que aplaudí en cada uno de los 10


episodios de esta primera temporada, algo tan conocido en nuestro día a día y que es divertido ver como todos acaban cayendo en sus redes: el no conocerse a sí mismo, porque todos, TODOS, han sacrificado su libre albedrío por el recibir más Likes en Facebooks que nadie. Estoy seguro que los más críticos la tacharán de tocar algunos temas con cierta locura o con poca seriedad, pero eso mismo es lo que hace que sea tan genial la serie, porque esa forma tan absurda de afrontar la homosexualidad, el racismo, las luchas de poder, la belleza femenina, es el día a día de sus protagonistas, que son las personas que la serie critica a cuchillo. A lo bestia. Se aprovecha de la estupidez de los personajes y hace que con su clasista formas de ver el mundo y de enfrentarse a él veamos donde están sus/nuestros fallos. Y entonces, si queremos, aprender de ellos.

Hay pocas series ahora mismo que sepan hacer lo que Insaciable, y es que me ha llevado de la risa a la ofensa, de la sorpresa al odio, de la alegría por un logro al cabreo por exactamente lo mismo, pero todo con una seriedad oculta, con un saber hacia dónde van los pasos y quién va a recibir su merecido, que demuestra que detrás hay personas que entienden el mundo y que tratan de que, con este divertimento, tratemos de cambiar parte de lo que no está bien en nuestra sociedad. Porque hay muchas cosas que cambiar, todos lo sabemos, pero como un edificio que quieres demoler, no empiezas por el tejado, ni por las paredes, vas directo a los pilares, a aquello que si haces volar por los aires todo caerá, convirtiéndose en cenizas sobre las que podrá edificarse algo mejor o, al menos, menos podrido o viejo. Patty (una Debby Ryan que merece todo el respeto del mundo por cada segundo que nos ~41~

regala) lo sabe, y poco a poco, y a veces sin querer, va entrando en la raíz del problema, dejando que se peguen en sus carnes todas y cada una de las mentiras que los adultos vivimos en nuestro día a día, y llega un momento en que aguantar más, tratar de vivir dentro de esa ruina, no es una opción. Y, claro, algo debe reventar. No os la perdáis, y hacedme caso en esto: abrid bien los ojos y los oídos, y atreveros a reconocer los engaños de nuestro día a día en el espejo que es de nuestra sociedad esta serie llamada Insaciable. Y, ya puestos, tomad notas y atreveros a tacharlas.


La inmaculada

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“…nada me retiene ya, y me complazco en permitirme el furor sagrado, y asaltar insolente a los mortales con la franca confesión de haber hurtado los cálices áureos de los egipcios, para construir con ellos el tabernáculo de mi Dios lejos de los confines de Egipto. “

Johannes. Las armonías del mundo, libro V, Proemio.

~43~


Magnolia Mónica Álvarez

Z

oe es linda, por dentro y por fuera. Tiene unos ojazos verdes que pintarrajea con sombras de colores fuertes. Le gusta maquillarse con cierta exageración, que digo cierta, no, con total exageración. A ella le toma como una hora embadurnar su cara con maquillaje, aplicar el rímel y resaltar los pómulos con blush de arándanos. A veces prefiere llevar la peluca de ondas doradas que caen hasta sus senos pequeños para que parezcan más grandes, los rellena con almohadillas de esponja que coloca bajo el brasier. Después viene el labial, ya sea rojo o vino, y finalmente, una brisa de perfume de magnolia. Una vez lista, se mira y se remira al espejo hasta asegurarse de que está perfecta. Al diablo lo que digan las feministas, Zoe se arregla para gustar a los hombres, para ser mirada por ellos,

para provocar su deseo. Eso la hace feliz. Zoe no se mete con cualquiera, elige con quién ir a la cama. La otra vez se fue con un marinero de brazos fuertes y escasos veinte años. Se metieron a un hotelito frente al malecón y abrieron la ventana para que entrara el olor a sal, y así entre gemidos y marisma se bebieron la noche. Militares, políticos, funcionarios y poetas han pasado por sus brazos. A sus treinta y seis años, sabe bien lo que le gusta. También le gustan los hombres maduros, esas canas y la barbita crecida la enloquecen. Con los viejos se siente niña y puede juguetear con caprichos caros. Con los jovencitos hay que ser condescendiente y escuchar sus ofrecimientos y torpes delirios después del orgasmo, afloja un poco si es que le caen bien. ~44~


A Zoe le gusta el verano porque puede llevar faldas cortas y sandalias de tacones. Los vestidos de lunares con vuelos y la peluca negra la convierten en sevillana. En el invierno, le toca aguantarse el frío para lucir sus piernas fuertes, pero cuando el viento sopla, se mete en bares de mala muerte buscando algo de calor. Si el ambiente se pone pesado por los borrachos que la agreden, le toca salir huyendo y en el peor de los casos, cubrirse con mallas y abrigo. La chica vive con Dani, él es lo contrario de ella, sencillísimo y la mar de tímido. Dani sería incapaz de hacerse notar entre la gente. A él le basta con acomodarse en el sofá frente al televisor y mirar el mundo pasar. Lo mejor es escuchar a Zoe, seguir de cerca sus pasos, rememorar con ella los sabores de la noche anterior. Saber qué piensa de cada fulano, sus impresiones de mujer. Dani aprende de Zoe, le enseña a cruzar los laberintos que él no

sabe. Le anima a hacer las cosas que él no se atreve. La escucha y se maravilla, aunque a veces le da miedo tanta osadía. No le da consejos ¿para qué? Si ella hace siempre lo que se le antoja. Nadie la puede detener, ni siquiera él. En los días en que Dani se triza está Zoe para remendar sus agobios. Lo ve atorado en recuerdos, y para darle ánimos, le dice que es bueno, que de verdad es bueno, que siempre lo fue. También le dice que es lindo, y que cualquier persona lo podría querer, solo es cosa de dejarse llevar… Y como Dani no reacciona, Zoe lo lleva al baño y le embadurna de cremas para cubrir sus lágrimas, ~45~

y él, poquito a poco se va calmando, y ella le riza las pestañas y le pone rímel para que no se note que ha llorado. Después le cubre con maquillaje la cara y los malos recuerdos, y le aplica el blush de arándanos. Ya se va sintiendo mejor, es bueno estar con Zoe. Coqueta como es ella. Ahora le trae su peluca rubia y el labial vino para provocar besos. Dani cierra los ojos para sentir mejor el perfume de magnolia. Se quedan así, un buen rato, callados los dos. Dani respira hondo para que el perfume entre en su cuerpo, por fin abre los ojos, y en el espejo está Zoe, ella sí que sabe ser feliz.


Ramón Grimalt

D

Gato por liebre

ecían que vendía gato por liebre y, la verdad, tal vez tenían razón. Pero a él poco le importaba lo que el pueblo hablara a sus espaldas; le interesaba, ante todo, mantener el mando porque al fin y al cabo se lo había ganado. Claro, por supuesto, elecciones libres y legítimas y toda esa vaina de la democracia que tan bien funciona para convencer a la gente de a pie que su voto cuenta. Todos sabemos, por Dios, que ese es un relato muy conveniente. Y Alonso García Valero había aplicado a rajatabla lo que el manual del perfecto político latinoamericano propugnaba desde sus páginas de historias de desencuentro.

Y ahí estaba, sentado en la poltrona del sillón consistorial del alcalde de Vallejo, aquel lugar en medio de la nada, un punto referencial en el mapa de rutas de la República de Pagador, otro sitio irrelevante entre otros tantos donde llegué a establecerme casi por descarte y, lo admito sin ambages, cierta comodidad. Al fin, después de haber intentado publicar un libro de relatos cortos que algún sesudo editor rechazó por, escribió, “alarmante carencia de estilo”, decidí que Vallejo sería el rincón perfecto para dejarme ir bien a la mierda. Alquilé una habitación en un hostal de dudosa reputación en el centro de la villa cuya dueña regentaba el prostíbulo que funcionaba en los dos pisos inmediatamente inferiores ~46~


y me dediqué a observar, tomar nota y beber la mayor cantidad de alcohol para olvidar de una vez por todas mis frustraciones.

se sentó en una mesa al fondo, junto a la despensa mientras sus acompañantes aguardaban en pie, secundándolo, uno a diestra otro a siniestra. Pidió una botella de vino tinto, de la casa, una Una tarde, lo recuerdo muy bien, extraña combinación dulce y áspera a estaba apoltronado en la barra de la vez, tanto como este maldito pueblo Casa Peponcho, un tipo lo bastante alejado de la mano de Dios. Bebió dos agradable como para invitarlo a copas, entornó los ojos disfrutando cualquier reunión social, aun la fiesta cada trago y pidió el periódico local que de mi divorcio, cuando el alcalde entró Peponcho le acercó sin reverencias. El por la puerta grande. Era chaparro, viejo anarquista no estaba para solfas. algo gordo, con la cabeza rapada y Detestaba cualquier tipo de ejercicio del cierto aire histriónico que me recordaba poder y todavía más cuando aquel tipo inequívocamente a una de esas fotos se acostaba con su hija cuando le daba de Mussolini. El burgomaestre, genio la gana. Sí, mire usted por dónde, el y figura, iba acompañado de dos dueño del bar era el padre de Manuela alcahuetes que le reían todas las gracias Lanzarote. y casi barrían el suelo que pisaba. Uno de ellos, un sujeto de aspecto ratonil -¿Ven ustedes?-preguntó el político y despreciable, miraba a su alrededor alzando la voz con impostada severidaddetrás de sus gafas de sol dándose aires de importancia; el otro, más cauto, “Alcalde García Valero entregará obra de saneamiento básico para Vallejo”, llevaba la mano derecha guardada en leyó sin que nadie le diera demasiada un bolsillo mientras con la izquierda importancia porque cada quien iba a despejaba el ambiente de las moscas lo suyo y aquellos discursos eran un que sobrevolaban las conciencias de Vallejo apelmazadas en cuatro mesas de sonsonete insoportable para quienes desconfiaban hasta de su camisa. parroquianos que tan pronto jugaban a las cartas, libaban las existencias del -¿Qué? ¿A nadie le interesa esto?-Insistió bar y comentaban obscenidades varias el edilicio molesto ante la indiferencia sobre las virtudes de Manuela Lanzarote, de los presentes- ¡Yo he conseguido la mujer con quien dormía el honorable esto para Vallejo! ¡Dame una copa de tu don Alonso. mejor vino, Peponcho! ¡Ese de toda la Ya he dicho que al alcalde le importaba un carajo lo que comentaran de él; tampoco le venía al caso defender la honra de su amante. Pero, insisto, aquella tarde, todo cambió. La autoridad

vida!

Entonces Peponcho, José Lanzarote y Vidal, nativo de Vallejo, lector de Proust y Dos Passos, acodado tras la barra, sacó una botella de tinto reserva del 64 ~47~


que guardaba para las grandes ocasiones.

Peponcho era un profesional. Él no le tomaría el pelo a -¿Éste? Preguntó con nadie. No era su estilo. desgana el anarquista Pero tampoco estaba deslizando un dedo por dispuesto a seguir siendo la cicatriz que cruzaba la mofa del pueblo; por su frente de izquierda ahí ya no pasaba. Lo a derecha a modo de vi acercarse a la mesa souvenir de la policía del alcalde arrastrando política del régimen. su pie derecho, otro recuerdo de las celdas -¡Sí, hombre! ¡Ese! policiales y las descargas -Como usted diga, eléctricas a medianoche señor alcalde. mientras oía los alaridos de sus camaradas cuyo -Ojalá no seas como tu único delito era pensar compadre, ese tal Gómez, diferente, y mostró la el de la taberna de botella de vidrio verde enfrente. esmeralda. El alcalde asintió complacido. Ese tipo es una rata que Peponcho sirvió una siempre me da gato copa y esperó. Podía por liebre. ¿Sabes? ¡El esperar toda su vida. Él muy cabrón me engaña! sabía resistir. De pronto Me ofrece su mejor su rostro de sempiterna vino y al final me sirve melancolía se transformó. cualquier cosa. ¡Qué hijo de puta!

Sonrió lobuno, relajando los labios, incluso le ~48~

brillaban los ojos, creo, con algo de malicia conservada en el formol de sus recuerdos más brutales. -Por mi hija. Brindó el viejo idealista alzando una copa con la paradójica elegancia de un burgués. Un minuto más tarde, calculo, el alcalde sintió que la vida se le iba en un suspiro y yo, pobre de mí, vivo para contar cómo aquel engaño devenido en dulce venganza me permitió seducir a un editor algo aletargado que vio en mi obra la emergencia de un novel escritor. Amén.


Rosas Santiago Rodríguez

L

a partida se animaba cada vez más. Los cuatro nos mirábamos con ojos ociosos y excitados, tratando de intimidar a los demás y obtener alguna ventaja. La señora Magnolia y yo íbamos ganando, teníamos todos nuestros discos y si acertábamos nos llevaríamos el premio.

La mirada del muchacho se iluminó y este, ahora más seguro y un tanto altivo, se dispuso a levantar el último disco. Ya tenía tres flores, pero había apostado por cuatro.

El chico analizó de nuevo nuestros rostros, mientras movía su mano izquierda por encima de los tableros. Al detenerse otra vez en el juego del viejo Aster y el viejo Jacinto habían jugado Jacinto, este emitió un débil gemido. Sin con astucia, pero aún estaban rezagados dudar un segundo Aster le dio vuelta al y se veían inquietos. El primero levantó disco. Su rostro palideció en un instante su juego y enseñó dos rosas. Miró y se cortó su respiración. Los dos rojos rápidamente nuestros discos y analizó ojos sobre la mesa le miraban con ira, cada rostro, buscando una señal, un y la blanca sonrisa se burlaba de su descuido. El anciano se lo dio. Un leve ingenuidad. Un casco samurái de color abrir de los ojos bastó para que Aster rojo y adornos dorados adornaba la tomará una decisión y levantara el temible calavera. primer disco de Jacinto. Un lirio de La señora Magnolia agarró fuertemente hermosos pétalos amarillos vio la luz. ~49~


el brazo del muchacho, justo a tiempo para impedirle quebrarse en llanto. Una más y perdería el juego. Sentí pesar por que amaba demasiado a el pobre. alguien. Aún más triste historia, pues yo no iba a ¿Por qué diablos permitir que ganara ni él estaba allí? ¿Realmente ni ninguno otro, no más. necesitaba el premio? Era fácil adivinar los Yo necesitaba el premio motivos de los otros. para Violeta, mi pobre Jacinto y Magnolia eran hija siempre postrada viejos, arrugados y sin en una cama, incapaz dientes, quizá no vivirían de respirar por sí misma, mucho. ¿Pero el chico? muriéndose a cada Era joven, y no parecía segundo. La salvaría de enfermo en absoluto. De cualquier manera. vez en cuando llegaban Aster perdió su incrédulos muchachos a jugar, creyendo que no se penúltimo disco. Hasta el trataba más que de mitos viejo Jacinto se llenó de pena por el muchacho; y mentiras, para llorar en el fondo nadie luego desolados cuando disfruta ganando en ese perdían. Quizá el premio juego. Todos pusimos no era para él. Las reglas un disco boca abajo y permitían entregarlo a comenzamos una nueva cualquier persona, una ronda. Uno por uno vez se ganaba. Quizá debíamos disponer uno sólo era un buen chico, ~50~

de nuestros discos, flores o calavera, hasta que alguno se arriesgara a apostar por un número. Los demás intentábamos subir la apuesta, aumentando el valor del número hasta que todos pasábamos o el número igualaba el total de discos sobre la mesa. Entonces aquel que hubiera dicho el número más alto debía levantar esa misma cantidad de discos de cualquiera de los jugadores. Si lograba revelar sólo flores vencería, si levantaba una calavera, perdía uno de sus propios discos. Cuando perdías todos tus discos, lo perdías todo. El ganador se quedaba con la apuesta de todos los perdedores, y si todos aún conservaban sus discos, se quedaba con la apuesta de aquel


que estuviera en última posición. Afortunados aquellos que no quedaban al final, pues conservaban lo suyo, por lo menos hasta que empezara otro juego. Esas eran las reglas. Seguías jugando hasta que ganaras o perdieras, nadie podía abandonar la partida. Nadie. Era un juego de engaños y mentiras. Cruel como la muerte. El juego siguió un par de rondas. Ambos Jacinto y yo perdimos un disco. Aster jugaba sin arriesgarse y la señora Magnolia se alegraba de su ventaja. Este ya era mi cuarto juego y ya estaba cansado. Me lamenté para mis adentros, me castigué y me maldije, porque me había convertido en un asqueroso monstruo que sólo deseaba la victoria. No podía seguir ahí, debía terminar la partida. Decidí ayudar al pobre muchacho. Teniendo cada uno de mis adversarios un disco sobre la mesa y yo dos,

me apresure a apostar por dos flores. Con cabeza fría miré a Aster y le guiñé rápidamente el ojo, para luego bajar la vista sutilmente a mi propio juego y sonreír. El joven comprendió sin problema que le daba una oportunidad, por lo que de inmediato gritó ‘tres’. Había muy pocos discos en juego, y sabía que ninguno de los otros dos se iba a arriesgar, pues probablemente sus propios juegos ocultaban los fatídicos cráneos.

El pobre muchacho soltó un grito mortal, desgarrador, como si su alma hubiera sido brutalmente mutilada y arrancada de su cuerpo. Sus ojos se hundieron hasta desaparecer y la piel de su rostro empezó a caer como carne podrida. En un instante se desplomó muerto sobre la mesa, el cráneo blanco y limpio. Su rosa se transformó entonces en una calavera de líneas de colores, su propia calavera.

La mesa se quedó en silencio, otorgándole la delantera a Aster. Sonriendo y casi con lágrimas en los ojos levantó su propio y único disco dejando ver la rosa. Luego dio vuelta a mi primera orquídea. Antes de su último movimiento felicité al muchacho, dándole a entender que iba por buen camino. Jacinto me miró horrorizado. Sin titubear Aster dio vuelta a mi último disco. La deforme calavera de ojos asimétricos y negra mandíbula quedó boca arriba.

Sonreí para mis adentros. Ahora si ganaba podría quedarme con el resto de su vida, para Violeta.

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*Basado en el juego de mesa Skull.


Postales



La abuela Inés Susana Fragassi

L

e había sido difícil conciliar el sueño. Su mente recorría y se detenía en cada rincón lacerado que señalaba su cuerpo, observando que cada día, un músculo o articulación, sumaba su existencia… A veces, cuando gozaba de buen humor, María disfrutaba esos dolores pensando que su primer profesora de anatomía se sentiría orgullosa al saber cuánto había aprendido de la materia en los últimos años… claro, que a través de la práctica clínica sobre sus propios diagnósticos médicos… Pero, pronto comprendía que su antigua docente, hacía tiempo que no respiraba el aire de esta atmósfera. Esa dificultad nocturna, había sido estructural en su vida, aunque en los últimos años se incrementaron los padecimientos, luego de la muerte repentina de Raul, un dato más que a su parecer, corroboraba la ironía contradictoria de la especie. Tanto tiempo reclamando el sector propio de la cama matrimonial, para que, cuando lo consiguió, la inmensidad exasperante de la ausencia, hacía que se comprimiese en un escaso cuarto del espacio, esquivando así, al vacío eterno de la falta irremediable… Después de la ingesta de algunos tés relajantes y un recorrido mental por episodios aislados de su vida, pudo dormirse. La sorprendió el ruido enloquecedor del teléfono, que clamaba ser atendido con prisa. ~54~


-Menos mal, que Adelina me lo puso al lado de mi cama, así no me enfrío yendo al living. –pensó ligeramente. Con los inconvenientes propios de la oscuridad y su torpeza potenciada por los años el timbre del aparato se despachó a gusto. Finalmente María atendió con un tímido saludo. En respuesta una voz solloza de jovencita desesperada, vociferando: -Abuela, abuela, me tienen acá y me van

a matar, por favor… ayudame.

sumaba el tinte a la circunstancia, replicó:

Describir el corazón de María en ese instante, sería un abuso del lenguaje, no habiendo palabras que puedan describir el malestar, el aceleramiento y la arritmia simultánea de su órgano vital.

-Vieja, si no entregas los treinta mil dólares que tenes en tu casa, ¡no la vas volver a ver con viva!.

Solo atinó a responder, con voz confusa y aletargada: -Marcela… Instantáneamente una voz masculina, con una gravedad suprema, que

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-Yo no tengo ese dinero, solo tengo cinco mil dólares, que me dieron por una diferencia de la pensión de Raúl… no tengo otra cosa, pero no le hagan nada a mi nieta,… ¡por favor!…- Sus vocablos aprisionaban su garganta como una soga de ahorque en plena decisión.


-No es lo que nosotros sabemos, está arriesgando la vida de su nieta… -a lo lejos se escuchaban gritos sórdidos de una mujer. -Solo tengo eso, la plata que cobré este mes, y las alianzas de oro, la mía y la de mi marido…- ya hablaba entremezclando su voz con un franco llanto -¡Está bien!- fue la respuesta desairadaen cinco minutos asómese por la ventana y arroje todo lo que tiene en una bolsa de plástico… nosotros la recogeremos… Y… si todo está bien,… libraremos a la piba. Entre angustia y resolución, sin dudar un instante, María obedeció ordenadamente, procediendo a la misión. No pensó en otra cosa que salvar a la adolescente, y tal vez un poquito, en recobrar la sensación de utilidad, que la sociedad le había despojado. Esperó unos minutos, puso a calentar el agua,

esperando que Marcela le tocara el timbre, para recibirla con un té reparador… “pobrecita… vaya a saber todo lo que tuvo que sufrir”… Sin embargo, la joven no arribó. Meditó en que debió ir en búsqueda del cobijo de su madre. Igual mantuvo la vigilia en el resto de la noche, pero no quería incomodar a Adelina con preguntas e inseguridades. En un horario prudente, se comunicó, y como no dándose por enterada, requirió por Marcela… -Marcela, está durmiendo todavía. Ayer se quedó estudiando con los compañeros en casa hasta las 5 de la mañana, porque hoy rinde el examen de ingreso a la universidad. ¡Es mejor que descanse un poco!… ~56~

Confusa y atónita, relató a su hija, lo acontecido en la noche tétrica, obteniendo como única respuesta: -¡Ay mamá!... ¡siempre la misma tonta!, te hicieron el cuento del tío, lo que ahora llaman secuestro virtual. Y… ahora te quedaste sin plata. ¡Te dije que no tenías que atender el teléfono por la noche!…. A María se le llenaron los ojos de lágrimas, pero no articuló palabra para que su hija no la descubriera… y no siguiera retándola… Pero, sabía que tenía razón, al fin y al cabo, ¡Ni el nombre había dicho la chica que gimoteaba!. Cortó… y lloró descaradamente, repitiendo solamente. ¡Gracias a Dios, Marcela está bien! Su nieta estaba a salvo!


LA MUJER QUE ESPERABA EN LA LLUVIA Roberto Berríos

E

staba sentada en una banca del parque, bajo el torrencial impacto de la lluvia, completamente empapada y con la mirada perdida. Era bella. No tendría más de veinte años y tenía un aura de sensualidad que se acentuaba con el vestido pegado a su silueta perfecta. Su rostro fino descansaba sobre sus manos mientras el viento agitaba su cabellera negra.

Yo la seguí observando desde el cristal de la ventana y me embargó la profunda certidumbre de que tenía que ir a hablarle. -Quizás se espera a sí misma -le dije a Rodrigo. Él no me respondió. Creo que se encogió de hombros pero no lo recuerdo bien. Aquella era una tarde aburrida y lo único que hacíamos en la oficina era vegetar a la espera de que dieran las 5 en el reloj, mientras mirábamos a la hermosa chica que se mojaba en la lluvia.

-¿Crees que espere a alguien? -le dije a Rodrigo. -Iré -le dije a Rodrigo. -Ninguna mujer en sus cabales espera a nadie bajo la lluvia -replicó mi compañero.

-¿Qué vas a hacer? -Voy a hablarle. -¿Te has vuelto loco? ~57~

No me digné a replicarle. Me puse mi abrigo y bajé la escaleras a toda prisa, sintiendo que la mujer que esperaba en la lluvia me estaba esperando a mí. Llegué a la puerta, le di un empujón y salí al desamparo de la tormenta. Atravesé la calle casi corriendo y me planté frente a ella con el corazón agitado por el miedo. -Hola -le dije. Ella me miró a los ojos y sonrió con cierto desgano mientras pasaba una mano por su cabellera húmeda. -¿Por qué tardaste tanto? -me dijo.


Si la curiosidad mató al gato

N

o era exactamente lo que se llamaría una heroína. Pero tuvo súper poderes desde chiquita, la metempsicosis era natural en ella. Cuando la situación se tornaba crítica, cuando sentía ese cruel cosquilleo detrás de los lagrimales, o esa fiebre asintomática en las mejillas, Flavia podía anular su respiración y evitaba pestañear. Se trataba de un poder pasivo: ser asociada con un tocador, tomada por un florero, confundida con un palo de escoba. Prácticamente lograba convertirse en objeto. Pero objeto no engaña objeto. Cuando la iban a castigar podían pasar horas buscándola justo detrás de ella. Y ella quieta, cubierta del mismo polvo que el resto del comedor. Ni siquiera podían verla los mellizos del segundo

piso. Si la necesitaban para que fuera el blanco de sus bromas, ella se convertía solo en el

blanco de las cortinas. Y se quedaba ahí, mirándolos el tiempo necesario. Se daba cuenta que hacían siempre los mismos gestos, y jugaba sola a adivinar cuál de los dos iba a actuar al segundo siguiente, y si iba a meterse el dedo en la nariz, o a arrancarle hebras al saco, o si juntos iban a levantar la el mantel de la mesa y a comer chicles viejos. Y si ganaba, ella se reía quieta, callada. Solo se ~58~

Stephany Méndez movía si entraba viento por el vidrio roto. Pero después de un rato, Flavia comenzaba a sentirse intranquila. Los muebles la miraban con recelo. Sabían que era una intrusa, un sujeto que descubrió la comodidad y la volatilidad de no estar sujeto. Por eso prefería solo hacerlo en situaciones necesarias. Al menos fue así al principio. El resto del tiempo Flavia era una chica inquieta: con alma y botecitos al mejor estilo Indiana Jones, la impertinencia de Don Gato y la suerte de Jerry. Si no se sentía en peligro, no se arrinconaba en la objetividad. Al ir creciendo fue abusando de su don. No le gustaba cómo la miraba el hombre de la habitación del fondo de la casa, ni cómo le hablaba la dueña cada vez que necesitaba algún mandado. Jamás sucedía


cuando estaba sola, es decir, jamás ocurría la metempsicosis –no de los cuerpos o la materia, solo de su propio estado– cuando Flavia estaba sola. El problema era que en la casa siempre había inquilinos y ella compartía el cuarto con una gata negra y su abuela senil, que cuando no hablaba sola estaba roncando, además de algún bebé cuya madre estaba demasiado ocupada para alimentarlo como dios manda. Así que, a su pequeña habitación compartida, se sumaba mamá entrando y saliendo, alquilando su seno por dos pesos. A medida que el cuerpo de Flavia se hacía más largo y más flaco, ella aprendía a concentrarse para ocupar lugares más estrechos. Para meterse entre las mantas apiladas, o para ser una valija que no llamara demasiado la atención fuera del armario. Fue la gata quien se lo advirtió. Tenía el mismo don, el mismo vicio. A la gata ya nadie la

alimentaba, pues para los ojos poco observadores –la mayoría de los que habitaban la casa– era solo un viejo radio que nunca sintonizaba. A veces Flavia le daba algo de comer. De su mano a la boca. “Si tuviera fuerzas, niña, afilaría mis garras contra tus falsas patas de madera, para que gritaras y de repente alguien se diera cuenta de que estás ahí, camuflada.” Esa fue la única vez que el animal habló, lo hizo en plena posesión de sus bigotes y su cola. Flavia no entendió la hostilidad de la gata-radio.

ganas de sentir, hablar, gritar, llorar, morder, besar, aruñar, reír. Muda. Los ojos comenzaron a bizquearle un poco de tanto mirar el mismo punto, esperando que se erizará, o que batiera el cable.

Flavia fue moviéndose cada vez menos, hasta que los inquilinos no volvieron a verla, ni siquiera durante la cena. No importó el terror, ni las ganas. Con el tiempo incluso ganó el respeto de algunos objetos. La cristalería admiró el brillo de su perilla, y el tocador, la única herencia que dejó la abuela, no paraba Tras unas semanas no la de contar las vetas de su vio más. Solo quedó el superficie. Algunas noches viejo radio que ella guardó a Flavia le da nostalgia, pues, con el cambio y entonces su mamá de luna, lo escuchaba amanece en una cama maullar. A parte de que no ha visto antes. ella, nadie recordaba La radio se quedó sobre una gata negra. Si la una esquina de la repisa. curiosidad mató al gato, la No volvió a sonar, pero indiferencia lo inmortalizó. observa atenta cada día Sola, cuando no tenía un nuevo objeto, y a veces que volverse objeto para se pregunta qué hace evitar a las personas, preferir pata de madera a recibir preguntas y dar piernas tiernas, torneadas, respuestas, Flavia pasaba firmes, cambiantes, horas observando la rollizas, celulíticas, radio con terror. Terror de raquíticas, osteoporóticas. terminar como ella. Con ~59~



En el interin


Sacramento Alejandra Olson

A

quí

pero que en la intimidad

aquí

donde vivimos juntos

sueltan el sutil veneno de la muerte

por el ojillo de la puerta

aquí

donde vivimos y

aquí

en círculos girando en el mismo techo donde los infiernos recíprocos son acompañados de silencios perennes

y en las calles atascadas de transeúntes parecemos la verdad ante los ojos que miran tiernas palabras que se escupen de las lenguas de fuego

en un jardín con flores de ficción donde vivimos juntos

se adivina la historia que se oculta

juntos buscamos la eterna pareja después de amarnos nos odiamos

en infiernos mutuos en este circo de orangutanes en mentiras humanas eternas hermanas saldremos hechos cenizas con la soledad dibujada en los gestos y los ojos negros por una mentira sagrada

~62~


La ceguera Alberto Bejarano

Pienso en la ceguera de los pintores

Sea este poema un autorretrato suyo último trazo de Rembrandt y Goya:

Les interesaba solo la luz

Arabescos

el cielo abierto

Ritmo

lejos de las galerías

Movimiento confuso de la mano

y los sueños de los coleccionistas Distraída mirada de un peregrino Les asombraba la luz

que morirá sin llegar a la Meca

Trópico, plástico, negro Los rombos secretos de los abismos

Antes de la palabra

las líneas oblicuas

está la luz

los gritos

antes las tinieblas

los destellos de oscuridad en los rostros de los desconocidos

Antes de Dios la ceguera ~63~


Palabras ligeras Sofía González

C

on cuánta facilidad tus labios crean

Y la destartalada casa aún no ha cedido.

Los lunares en mi espalda, Las flores entre edificios,

Pero mi piel es arena,

Y las cartas sobre la mesa vieja,

Sin luceros vueltos lunares,

Con qué destreza hablas

Entre edificios no hay más que sombra

De los pétalos de una rosa marchita

Con marcas de que hubo vida

Y la dulzura de sus hojas en la piel,

Y la mesa hace años que desapareció,

De los días de verano

La casa vieja no goza de nada,

Envueltos en las alas de las aves.

Ni cartas, Ni mesa,

Me he creído que en mi piel hay estrellas Que se cubren entre tus dedos,

Y mucho menos quien la cuide, Pero como es terca la mente,

Que la tierra no ha migrado lejos

Creyendo en las enredaderas que me diste

Y las semillas no agonizan en las calles,

Y sin querer que la suelten.

Que la madera aún resiste ~64~


~65~


Art Brut “El arte se dirige a la mente, y no a los ojos. Siempre ha sido considerada de esta manera por pueblos primitivos, y ellos tienen razón. El arte es un idioma, el instrumento del conocimiento, el instrumento de la comunicación”

Jean Dubuffet

pintor y escultor francés


Engaño en 3 tiempos Pip Clavijo

I El primer mensaje lo recibió a las tres treinta. Quince minutos después, mientras sus dedos temblaban por una ola de indecisión, el móvil retumbó nuevamente trayendo consigo una segunda propuesta. La primera era una repetición de otras veces, una relación inestable que iba y venía en un vaivén de pasión, un espectro que desaparecía por un tiempo justo para que ella empezara a odiarlo y reaparecía de repente para hacerle un amor caníbal que le amansaba las hormonas y el

sentimiento. La segunda una propuesta nueva desvencijada en la repetición, un

individuo que prometía el paraíso tras una puerta que ella se negaba a abrir. A las cuatro de la tarde tomó la indefectible decisión de no contestar a ninguno. La primera

opción era su predilecta, el capricho ha de ser lo único junto con los huesos que ni el tiempo después de la muerte puede acabar; pero antes de caer en tentación, esperaría la insistencia del interesado. De no llegar, se decantaría por complacer al hombre que llevaba años derritiéndose por ella, siempre y cuando éste enviase también un mensaje insistente. Tan segura estaba de no dormir sola, que se daba el lujo de dejar al azar la elección de su compañía. Llegadas las seis la desesperación la desbordó, ya no bastaba culpar la señal del celular ni la incompetencia


de las compañías telefónicas. Su casa era como un desierto por el que no cruzaba ni un estepicursor y esa soledad espantosa ya rozaba la desesperanza. Contra todo juicio de su moralidad y haciendo añicos su orgullo femenino contestó el primer mensaje, un par de palabras frías que escondían un deseo insondable que se vio obligada a reforzar primero con una insinuación leve y finalmente con una declaración indecorosa que la dejaba expuesta y vencida. Cuando el reloj acariciaba las siete tuvo que reprimir una lágrima al comprender que no recibiría respuesta. La insistencia que esperaba de la segunda propuesta tampoco llegó y fue ahí donde el desquicio empezó a rondar la casa. Al igual que lo hizo con su primera opción, respondió a la segunda. Primero con un par de palabras impuntuales. y después con una retahíla desenfrenada que

invitaba a la pasión de una noche inolvidable. Para su sorpresa y trastorno definitivo, tampoco obtuvo respuesta. Fue el ápice existencialista que siempre estuvo guardado y que se negaba a salir pero que aquella noche floreció con un apogeo que le costó sudor, lágrimas y sangre. Gritó a pulmón hinchado, inútilmente, porque nadie la escuchaba. Lloró desconsolada hasta que se secaron sus ojos. Sangró dócilmente a través de los cortes que se hizo en los brazos mientras meditaba la idea de cortarse las venas y finalmente – cerca de las diez de la noche –, se durmió como un bebé asustado sobre la alfombra sucia, convencida de que estaba condenada a estar sola el resto de su vida.

a él mansamente sin importar que desapareciera por meses sin dejarle ni un hasta luego. «La uso como a un juguete» pensó y dejó el celular sobre la cama para irse a vaciar un par de botellas de Stella Artois en el bar de la esquina y evitar la tentación repetida. La tarde moría entre oleadas de frío y el ambiente prometía una noche criogénica.

Rondaban las cinco de la tarde cuando entró al bar un vulgar garito de apariencia triste, donde reinaba una oscuridad tan espesa que invitaba al pecado. Eligió una mesa en el fondo buscando un aislamiento innecesario, pues en el lugar apenas se movían un par de lamas indiferentes. Las botellas verdes se fueron consumiendo al ritmo de lentos boleros. Resistió la tentación insana de volver a casa por el celular y decirle a ella que se moría Apenas retiró el dedo de de ganas de verla, de la tecla enviar se sintió culpable. Sabía que ella lo besarla, de poseerla hasta quería y que se entregaba que la madrugada los

II


sorprendiera o hasta que el cansancio los derribara. Seguro lo hubiese hecho si no fuera porque justo cuando un cucú anunciaba las siete, una misteriosa sombra se deslizó en el asiento de enfrente dispuesta a hacerle compañía.

III El mensaje era una declaración de derrota, el izar la bandera blanca de la rendición por milésima vez. Cada que a ella se le antojaba, él saciaba sus caprichos de zalamería y sumisión para obtener a cambio el mismo desaire de siempre. Esa tarde, tras el insulto de una respuesta tardía decidió enviar el mundo entero a la mierda. Abandonó adrede el celular sobre una banqueta de la plaza y deambuló con la compañía de una cajetilla de Lucky Strike que se evaporaba entre

sus dedos con cada pestañeo. Los espectros que pudiesen haberlo acompañado en su deambular ya se habían encerrado en sus casa, como previendo que la noche no admitiría estorbos.

seducirla y con algo de suerte, a lo mejor se lo revelaba. Tras pensarlo un poco, lo abordó en la mesa y tomó asiento frente a él.

IV

Las primeras cervezas las despachó en la barra. El lugar estaba casi vacío y aparte de una camarera que le guiñó el ojo (seguramente en busca de un romance fortuito que la sacara de esa pocilga), se podría asegurar que el bar era un desierto. Cuando vio la sombra en la mesa del fondo creyó reconocer una tez conocida. Dudó. Estudió la imagen difuminada por la oscuridad y finalmente, la reconoció.

Mientras las primeras gotas de sangre bordeaban sus manos las camisas caían, mientras sus giros de desespero sobre la alfombra se acrecentaban las cremalleras bajaban, mientras sus ojos se secaban los torsos desnudos se rozaban. Lágrimas por un lado, besos por el otro, lamentos sobre un plano, orgasmos desenfrenados en su paralelo, la espantosa e indeseada soledad ocasionando estragos y la impúdica y bella compañía cosechando laureles sobre la fértil huerta del escándalo.

Era la misma persona que había envidiado durante mucho tiempo, pero lejos de odiarle, le admiraba con humildad. Puede que él tuviese el secreto para

Lo primero que ella hizo al despertar fue revisar su celular para seguir muriéndose de pena. Sus mensajes, todavía estaban sin respuesta.


3 de julio.

(En vivo y en directo) Leonardo Rodríguez

A

dinero del cajero e irse de la 1:50 p.m. farra esa misma noche. A llegaron y la 1:45 p.m., esperaba que preguntaron la especialista lo llamara por el viejo. El anciano dormía la siesta. Su hijo veía el partido, el primer tiempo se había ...Murió y los otros líderes acabado y les indicó sociales de su ciudad aún donde yacía. A la no lo sabían. El hijo no 1:30 p.m. estaban quería hablar con nadie. El tomándose una cerveza y mirando que disparó se emocionó el partido en una cuando un defensa tienda de un barrio colombiano hizo gol de de Barranquilla. cabeza, ¡Qué alegría! El jefe les dijo que estaba convencido que su hicieran esa vuelta selección iba a ganar... rápido en el barrio El Edén, que ya les tenía preparada una casa para para tomarle la ecografía ir a descansar una vez de dos ingles. El cielo terminarán el trabajo. Habían planeado reclamar estaba nublado a esas ~70~

horas en Ciudad jardín. A las 3:55 p.m. alguien sentado en el asiento de un bus hojeaba un periódico gratuito del día tres de julio. La portada y las cinco páginas siguientes desplegaban información especial sobre el mundial de fútbol de Rusia. Las noticias nacionales comenzaban en la página número siete, con la inclusión de una sierra de la Amazonía colombiana en una estrecha lista de sitios patrimonio de la humanidad. El tipo sacó la pistola y le disparó en la frente al


El hijo metió a su padre dentro del taxi zapatico. El herido acompañó esa mañana a funcionarios de la alcaldía, visitó puntos críticos del barrio y atendió los reclamos de la gente jodida por las calles anegadas. La camiseta tricolor del hijo resultó manchada de sangre. Frente al televisor, el gol Inglés los emputó, quitándoles el ánimo fiestero. Ansiaba que perdiera esa selección Llevaba puestos los y estaba rodeado de audífonos para escuchar cientos de hinchas con la transmisión radial camisetas tricolores. En mientras veía el juego. Vio silencio podía escuchar algo sobre el asesinato las jugadas unos de un político de uno segundos antes que la de los departamentos emisión por televisión más peligrosos del satelital las reprodujera suroccidente del país, el y se enojaba cuando la occiso pertenecía a un selección inglesa erraba partido verde y había alguna oportunidad de incumplido una citación anotación. ¡Una nueva del grupo armado ilegal sobre taxis inteligentes!: que lo había amenazado. se pretendía reemplazar La palabra: “Minería” era taxímetros por tabletas, clave para rastrear las acorde a la tecnología de intenciones del asesinato, países desarrollados. ¡Una los intereses en riesgo. imagen asombrosa!: la Al lado, la foto de un foto de una casa pequeña vocero de una famosa que no dejaba huella organización guerrillera. ambiental parecida a La noticia hablaba de un un módulo de esos que difícil retorno a un cese de aterrizaron en la luna. La fuego con el gobierno. viejo, se subió a la moto y el piloto arrancó. El hijo quedó en shock. Ambos estaban tensos. Querían llegar cuanto antes al escondite, ducharse de nuevo y terminar de ver el partido. Cuando acabó el examen médico esperó los resultados, los reclamó y fue hacia las sillas de la sala de espera de la EPS. Allí tenían un televisor e iba a comenzar el segundo tiempo.

~71~

anécdota mundialista fue escrita por parte de uno de los nuevos escritores colombianos. Murió y los otros líderes sociales de su ciudad aún no lo sabían. El hijo no quería hablar con nadie. El que disparó se emocionó cuando un defensa colombiano hizo gol de cabeza, ¡Qué alegría! estaba convencido que su selección iba a ganar, la mirada sonriente de sus compinches afianzaba ese deseo. No podía creerlo, estaban empatando en el minuto 93. La gente estaba eufórica, media EPS estaba conmocionada y él se sentía defraudado. Una tendencia para reflexionar: Jóvenes ateos que no creían en la religión debido a las mejoras sociales en sus respectivos países. El hijo se atormentaba al recordar las indicaciones dadas al tipo para que este llegara al lugar donde su padre dormía la meridiana. Yendo por la sombra caminaba hacia su hogar y deseaba estar muerto. El de la pistola le echó la madre al árbitro,


fantaseaba con quemarlo a punta de bala, gritaba: “¡Perrata comprao!”. Nervios, expectación general, alargue. No quiso llamar la atención y se quedó quieto en su silla, hacía fuerza para que Inglaterra metiera el gol. Era necesario conservar el balón, no regalarlo a esos perros de Colombia. El cielo se nubló. Leyó acerca de las claves para ser un emprendedor exitoso y de cómo los gatos podían padecer acné.

La sección cultural trataba de la muerte del teclista de una famosa banda argentina, las andanzas de dos actrices famosas de Hollywood y la declaración de dos canciones, una de reggaetón y otra del género pop tropical dentro de las 100 mejores canciones del siglo XXI, según una revista musical. Además, una banda de rock icónica de los años noventa relanzaba después de veinte años uno de sus más ~72~

importantes discos. El hijo se sintió muerto en vida. No pensaba en la justicia, pero sí en los autores intelectuales. Pudo ser el alcalde, alguna empresa o los de la olla de vicio. La gente miraba su camiseta sucia. El que disparó mentaba la madre, apuntándola hacia sus nuevos ofensores los futbolistas, como si la grosería pudiera herir y cegar la vida de los jugadores ingleses y colombianos. Es que errar un tiro penal


para Colombia, en ese momento y en ese partido, ameritaba el peor castigo. Se fue la señal televisiva y los hinchas en la sala de espera usaban sus celulares para recibir la señal atrasada. Él les iba diciendo quien cobraba, si la embarraban o la metían. Se sentía raro apoyando a esos malditos, a esa farsa de selección, pero estaba ahí, concentrado, compartiendo la angustia de los otros. “Chao pues” dijo, siendo uno

de los primeros en bajar las escaleras rumbo a la calle al enterarse de la eliminación mundialista. Leyó sobre la franquicia de “El Conjuro” y la tercera película de esa saga. Más abajo un músico inglés seguía dando más de qué hablar y después venía el cubrimiento al abuelo ruso que tejía regalos para los hinchas turistas. Quería olvidar, no podía. El patrón les tenía otro encargo, habría ayuda estatal, pero eso sí, no había que dar “visaje”. ~73~

Para él, las cortinas de humo continuaron, el siete de julio comenzó una importante carrera ciclística, ni modo de perdérsela. Por último, antes de bajarse, revisó el Horóscopo e intentó llenar a medias el crucigrama y el Sudoku.



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