Revista literaria · Año 2 · N° 16 · Octubre 31 · 2016
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Revista literaria Demencia Año 2, N° 16, Octubre de 2016, es una publicación mensual editada por el equipo editorial de Demencia. Santander de Quilichao, Cauca, Colombia. www.revistademencia.wordpress.com Directora y editora responsable: Daniela Cadavid Libreros. Todos los textos e imágenes usados en esta revista se han usado bajo licencia de los creadores, bajo licencia Creative Commons zero o Creative Commons with attribution. Las opiniones expresadas por los autores no necesariamente reflejan la postura de la editora de la publicación. Queda estrictamente prohibida la reproducción total o parcial de los contenidos e imágenes de la publicación sin previa autorización de Revista Demencia o de los respectivos autores.
SUMARIO Demencia N° 16 · Octubre 2016
Contenido textual
Arturo Hernández Carlos Fernando Imbachi Carlos Rasero Rodríguez Daniel Abrego Daniela Cadavid Libreros Dionisio López Ramos Francesc Barrio Julio Isaac Oré Jessica Castro John Galvis José Alberto Gutierrez José Luis Acosta Juan Escobar Julián Serna Manuel Gris Maria del mar Mir Marian Cañibano Miguel Ángel Temotzitlan Santillan Padilla
Dirección y edición
Daniela Cadavid Libreros
Corrección de estilo
14 Art Brut Un rincón donde el sabio titiritero hace danzar una por una las palabras. En esta edición: Julian Serna y Daniel Abrego.
08 La Inmaculada Letras que suenan como la música de las esferas. Por: Daniela Cadavid Libreros y José Luis Acosta.
Amelia Nyan.
22 Kaleidoscopic Cats
Diseño y diagramación
Si la ciencia ficción nos fluyera por nuestro cuerpo al igual que la vida de estos gatos. En esta edición: Arturo Hernández y Carlos Rasero.
Daniela Cadavid Libreros
23 La caja oblonga Un mundo donde los cuentos pueden cambiar la realidad que los rodea. En esta edición: Francesc Barrio Julio y Carlos F. Imbachi.
40 El Telón de la luna Entrevista a Alejandra Gaméz creadora del web cómic “The mountain with teeth”. Por: Daniela Cadavid Libreros.
34 El jardín del poeta Nuevos poetas que abren de a poco su lienzo hacia el mundo. En esta edición: Jonh Galvis, Temotzitlan Santillan y Maria del mar Mir. ~3~
Portada y Contraportada: Daniela Cadavid Libreros. http://eltelondelaluna.com
30 En el ínterin Un lugar donde todo tipo de magia puede suceder. En esta edición: Isaac Oré y Manuel Gris.
56 El juego lúgubre Para los curiosos que andan en busca de nuevo material, o para los despiados critcos de la ciudad. En esta edición: Jessica Castro y José Alberto Gutierrez.
44 Postales Mensajeros Dementes que viajan entre olas fluorescentes. En esta edición: Marian Cañibano y Dionisio López Ramos.
07 El cuerdo loco Inusuales versiones del mundo, creadas por maravillosos artistas. En esta edición: Miguel Angel y Juan Escobar.
Colaboradores Arturo Hernández. Bogotá (Colombia) Docente y escritor, ejerce actualmente en múltiples áreas, demostrando siempre su vocación y amor por educar y aprender educando. Poeta melancólico, escritor crítico y director de la revista Internacional de Cultura y Artes Noche Laberinto. Carlos Fernando Imbachi Gamba. Santander de Quilichao (Colombia) Escritor de versos y cuentos químicamente alterados. En su tiempo libre dibuja sonrisas, crea sueños, toca el cello y la guitarra y usa bata blanca de científico loco. Tiene un blog propio llamado Tobogán de ideas y escribe para cartas en un sombrero. Carlos Rasero Rodriguez. Sevilla (España) 1983 Su nacimiento poético es un poco nubloso, es parte de esa música infartada que la ciudad desprende, de esos intentos de mejorar sus pasos de baile en esta danza que es la poesía. Escribe porque decidió escribir y contar historias le hace libre. Daniel Abrego, Ecatepec (México). Daniela Cadavid Libreros. Santander de Quilichao (Colombia) Diseñadora gráfica, editora en jefe de revista Demencia, Telonera de la Luna, poeta y soñadora de tiempo completo. En los ratos libres imagina monstruos en las aceras e inventa imposibilidades. Número de la suerte: 21. Dionisio López Ramos (España) Escritor aficionado, se identifica con los relatos cortos y los micros. Le gustan los piropos, dichos, refranes y reflexiones. Escribe en varias páginas relacionadas con la literatura en facebook; siendo una de ellas París Poesía Artes y Letras ~4~
la más activa, la cual le concedió la participación en la Semana Internacional de Poesía. Francesc Barrio Julio. Estudiaba Física en la U.A.B., pero pasaba más tiempo en el bar que en las clases. Ha sido editor de juegos de rol y redactor de revistas de juegos pero, finalmente, ha descubierto su vocación de escritor. Actualmente, trabaja de redactor de contenidos para un estudio de diseño”. Isaac Oré Nació un año nuevo del 89, escribe poesía y cuentos. No ha publicado ningún libro. Viajó por toda Europa durante medio año. Sus cuentos han sido publicados en El Comercio de Lima y diversas revistas extranjeras. Jessica Castro López (Distrito Federal, 1988). México D. F. Diseñadora independiente. Ha publicado varios cuentos en revistas y antologías. Todos en formato digital y algunos bajo seudónimo. Sus cuentos han obtenido menciones honoríficas como en La feria del libro del palacio de minería, el concurso de San Valentín de la revista Pandora magazine, y el concurso anual de editorial caligrama. John Galvis, Bogotá (Colombia) Le gusta la hamburguesa, el fútbol, la cerveza, el buen cine y los videojuegos. Atiza la vida con un buen libro, humo de cigarro y las canciones de Kutxi Romero. Distraído y desprendido de la gente. Hay otras cosas más: Licenciado en Lengua Castellana e inglés; profesor de inglés y literatura y maestrante en docencia. José Alberto Gutierrez, Guadalajara (México) 1965 Ha publicado en diversos portales como: SUITE101, MUTANTE Y CONTRASENTIDO. Incursiona en la poesía, la novela y el cuento. Escribe en Pepensador Edita desde febrero de 2015 LA GACETTA DE TU COLONIA.
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José Luis Acosta Fernández (España) 42 años Electrónico e informático. Trabajó cinco años como periodista gastronómico para la revista La Sidra y ha publicado multitud de microrrelatos y poesías en diversas editoriales españolas. Actualmente está inmerso en un proyecto de novela que aúna el realismo sucio, el terror, y la ciencia ficción. Julian Serna, Cali (Colombia) Juan Escobar, Bogotá (Colombia) Manuel Gris. Barcelona (Poble9) 1982 Loco de las palabras y de escribir desde que tiene uso de razón, y sabe que si alguna vez le cortasen los dedos aprendería a usar los de los pies o la nariz con tal de seguir llenando folios y folios. Soñador y amante de la noche y de su inspiración. Y del Suchard. Y de la cerveza. azacel669.wix.com/manuescribe María del Mar Mir Romero, Sevilla (España) Marian Cañibano. Natural de Portugalete, Bizkaia (España) Apasionada de la lectura desde que tiene uso de razón, compagina su trabajo por cuenta propia con el placer de escribir. Miguel Angel, Cali (Colombia) Temoltzin Santillan Padilla. (México) 35 años Estudio Letras Modernas ( Italianas) en la facultad de filosofía y letras de la UNAM, influencias principales Fernando Pessoa, Leopoldo María Panero, Xavier Villaurrutia, Luis Cernuda entre otros; la literatura y poesía son algo fundamental en su vida, cree en la libre creación, importa más el contenido que la forma.
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Art Brut “El arte se dirige a la mente, y no a los ojos. Siempre ha sido considerada de esta manera por pueblos primitivos, y ellos tienen razón. El arte es un idioma, el instrumento del conocimiento, el instrumento de la comunicación”
Jean Dubuffet
pintor y escultor francés
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Hansel y Gretel Julian Serna
Y el fuego le traía recuerdos… y su cuerpo se llenaba de escalofríos, y el crepitar de las llamas se hacía más fuerte, Gretel tapaba sus oídos y acurrucaba las piernas, pero no paraba de observar el fuego, a pesar de los gritos de la madera, no podía dejar de observar el danzante fuego. (Hansel, Gretel y la bruja)
Fotografía por Josh Felise
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retel observaba el fuego de la chimenea. En los últimos días pasaba horas y horas frente al fuego, observaba atenta a la amarilla llama transformar troncos en carbón, y cuando los pedazos de madera se hacían más pequeños, alimentaba el fuego con un nuevo tronco cortado en la mañana por su hermano… y el fuego nunca se saciaba…
Hansel se sentó al lado de ella, cruzó las piernas y encima colocó una bandeja repleta de dulces y chocolates, uno tras otro, los tragaba casi sin masticar. Había acabado con casi todas las despensas de la casa y había engordado el doble desde la trágica muerte de la bruja. Pero no podría decir que los disfrutara, no como el día que hallaron aquella casita, pues su semblante era muy sombrío. “Vamos Gretel, come algo”, le replicó su hermano, y sobre su rodilla colocó un solo chocolate, uno con forma de rana sonriente, pero Gretel no le prestó atención, tan solo observaba el fuego. Hace días que se negaba a comer. Pronto Hansel se hartó del sabor de los dulces, tomó la bandeja y lanzó todo el contenido al fuego, esto avivó enormemente las llamas, y los ~9~
dos hermanos lo observaron por un momento más. Gretel cada día estaba más delgada, su cabello antes dorado y brillante ahora estaba muy opaco y sin vida, no dormía tampoco nada bien, y se le notaba en el rostro. La última vez que sonrió fue hace meses, también fue hace mucho que siquiera dijera algo, su vestido estaba sucio y descolorido… y su respiración… su respiración era suave, inapreciable… “Hermanita” Dijo Hansel, con voz muy queda, leve susurro, como si sus palabras fueran un secreto, Gretel no le devolvió la mirada, sus ojos daban absoluta atención al fuego, y su mente, a los días pasados. “Es el momento hermanita” Y Hansel sonreía, sonreía con macabra alegría mientras miraba a su hermana, y se le acercó y la besó en la mejilla, y ella no sintió nada. Y él salió, encaminándose al calabozo escondido en la parte de atrás de la casa. Mientras Gretel observaba el fuego, y recordaba los gritos de un hombre roto que resonaban por la casita; y el fuego danzaba aún más brillante. Hansel arrastraba al hombre por las piernas, le había atado fuertemente los brazos, además de haberle golpeado varias veces con una porra. El hombre suplicaba a su hijo que le liberara, pero la mirada de Hansel se había desquiciado. “¿Qué ocurre, padre? ¿No estás feliz de que Gretel y yo estemos vivos?” Lo había arrastrado hasta la cocina, justo frente al horno que había
sido encendido. “¿No nos querías mucho?” Llamas furiosas brotaban de las fauces de la estufa, “Tú no querías abandonarnos a mí y a mi hermana, ¿verdad? Fue nuestra madrastra quien te convenció, ¿verdad? ¡Es ella la mala! ¡¿Verdad?!” Cada vez su voz era más estruendosa, y el fuego se avivaba cada vez más con la furia y la locura. Y el hombre suplicaba y se disculpaba, pero cada que intentaba hablar recibía un puntapié. “Nos dejaste en el bosque padre, y no supimos como volver; encontramos esta hermosa casa” Agarra los cabellos de su padre, y le fuerza a mirar alrededor, esposas y grilletes, cuchillos y serruchos, colgaban del techo de las paredes de la cocina de la bruja. “Bueno, era hermosa cuando llegamos, una casita hecha de dulces, era preciosa” Lanza al padre contra el horno, era más grande que él, dos personas podrían entrar y arder juntas; la rejilla estaba cerrada, pero las llamas lograron quemar las cejas del hombre. Y Gretel seguía, sin inmutarse, observando la chimenea “Pertenecía a una bruja” Continuaba Hansel con la historia, a”pareció ella, muy amable, nos dejó entrar, nos sirvió galletas, nos dijo que comiéramos cuanto quisiéramos” Reía, reía desquiciado, caminaba dando vueltas en la cocina, “Pero, claro, después que nuestro propio padre nos abandonara en el bosque, ¿confiaríamos en otro adulto? No, no, seguro también nos sonreiría, nos daría una pieza de pan, y luego nos abandonaría” Y dio un nuevo ~10~
puntapié en el vientre de su padre, el anciano escupió mucha sangre, “¡Solo mira ese horno!, seguro nos iba a comer. Sí, eso iba a hacer, pero yo no la dejé, ¡yo no la dejé! No” Reía mientras hablaba; su padre no le prestaba atención realmente, pensaba en sí mismo, en su dolor físico, en el terror que su propio hijo le estaba causando, en cómo sufrió cuando los abandonó, a él y a su hermana; Gretel oía a su hermano, pero qué podría pensar, solo la llama lo reflejaba como sombras en toda la casa. “Aunque era vieja, era fuerte, y yo la verdad estaba muy débil por la falta de comida; pero encendí el horno, e intentando lanzarla adentro me golpeó con un sartén. Mi querida hermana me salvó, empujó a la bruja al interior del horno, y juntos la vimos arder, fue hermoso. Hansel pateó a su padre en las costillas, y abrió la puerta del horno, las súplicas del hombre aumentaban en decibeles, lloraba y rogaba como un niño pequeño haciendo berrinche. Hansel lo agarró de los hombros, su padre era pesado, intentaba levantarlo pero no podía, “¿Y sabes otra cosa?, estuvo deliciosa, más rica que los chocolates, las golosinas, los malvaviscos, helados, tortas, azúcar… ella… ella era realmente riquísima”. Con los pies en el borde de la boca del horno, el padre forcejeaba para que su hijo no lo metiera ahí. “Y me pregunto yo, ¿a qué sabe un hombre cobarde que abandonó a sus hijos?” Su padre resultó más fuerte que él,
tumba al niño, y logra arrastrarse a una distancia más prudente del horno, Hansel se pone de pie, salta encima de su padre, justo frente a las llamas alborotadas del infierno, le golpea en el rostro, su risa desquiciada ha muerto, una ira intensa lo cubre ahora, y lanza acusaciones e insultos al magullado rostro de su padre. Y de pronto, Gretel deja la chimenea, pero observa el fuego, y le gusta el fuego que ve, así que empuja a su hermano a las fauces del hambriento horno. Presurosa cierra la puertecilla, Hansel grita de dolor, por las rendijas saca sus dedos, jalonea, ruega por ayuda, Gretel solo observa las llamas que consumen a su hermano, y sonríe por primera vez desde que hizo lo mismo con la bruja. El padre yace en el suelo, incapaz de incorporarse, observa a su hija sonreír a las llamas y prefiere no hablarle; se arrastra por la cocina, se pone de pie con ayuda de una sillita, y con uno de los cuchillos que Hansel había conseguido para adornar la cocina, se libera de las sogas. Y vuelve a mirar a su hija. “No te preocupes, papi, aquí estoy bien, tú vete, él siempre tiene hambre, no se sacia con nada, él siempre tiene hambre, vete antes que quiera probarte a ti también” Su padre no entendía, “Tu hermano ha muerto, Gretel, ya no volverá a comerse a nadie, todo terminó”. “No es de mi hermano de quien hablo”, le explicó Gretel, “Es el fuego, papi, es el fuego quien siempre tiene hambre”. ~11~
La que come porquería
Daniel Abrego
E
l reloj marca las once de la noche. El padre Servando guarda afanosamente los implementos que ha usado en este domingo de misa. El cáliz se le resbala por los viejos dedos y al verlo en el suelo maldice en voz alta. Como todos se han marchado ya, un par de groserías bien justificadas no importan. Alza la copa y aprovecha para beber otro sorbo de vino de consagrar, después de todo, ha sido un día pesado y ese último trago está bien merecido. Suspira. Se retira los lentes con la mano izquierda y soba el puente de su nariz. Ojala hubiera aprovechado la oportunidad que tuvo para hacerse la operación con láser. El doctor Vázquez iba a absorber todos los gastos a cambio de tan solo absolverlo de unos cuantos pecados. Pero quiso más y aparte de la operación exigió un “pequeño dinerito” a cambio de la absolución. El doctor prefirió vivir en la infamia que pagar el precio del cielo. Tonto. ¿Cómo pudo atreverse a desdeñar la oportunidad de la redención? piensa
el Padre Servando mientras se dirige a sus aposentos. Sus pasos son lentos y pausados. Parecen sucederse uno tras otro al ritmo del reloj: tic, tac, paso, paso… cuando uno se hace viejo el tiempo lo es todo. Por fin alcanza el picaporte de su habitación. Se saca los zapatos apenas toca el suelo de alfombra. Respira hondo y da un par de pasos hacia el cuadro de San Juan Diego. ~12~
“Sujeta el marco y deja al descubierto un compartimiento secreto del que saca dos objetos envueltos. Uno es una botella de whiskey. La etiqueta está muy desgastada y es imposible leer la marca. El otro envoltorio es una figurilla de arcilla. Parece un ídolo mexica...”
hasta su cama, lo acaricia como si se tratara del rostro de un bebé recién nacido y deja que sus dedos redibujen las formas de la pequeña estatua… es una escultura singular; parece una mujer en cuclillas a punto de defecar. Tiene un rostro iracundo y placentero a la vez, igual que las viejas matronas que hablan de la iglesia con la boca y transmiten pecado con la mirada.
Sonríe. Luego sujeta el marco y deja al descubierto un compartimiento secreto del que saca dos objetos envueltos. Uno es una botella de whiskey. La etiqueta está muy desgastada y es imposible leer la marca. El otro envoltorio es una figurilla de arcilla. Parece un ídolo mexica, de tiempos tan lejanos que cuesta incluso ya trabajo el recordarlos. El padre Servando acuna la figurilla entre sus brazos y le besa la frente. Luego se persigna y lleva al ídolo
El viejo sacerdote tiene un nudo en la garganta. Esperaba nunca tener ~13~
que recurrir a esto, pero al mal paso darle prisa, así que comienza a hablar: – Divina madre, yo, lamento molestarla, pero tengo algunas deudas espirituales que me gustaría saldar. Si, sé muy bien que lo que he hecho ha estado más que mal, pero si no recurro a ti, ¿Con quién más podría ir?
madre, así que proseguiré con la limpieza de mi alma. A lo largo de estos años he hecho cosas terribles que estoy seguro que ni el mismo cielo me perdonaría. Pero tú no eres Él, no madre, tú eres bondadosa, y sabes que la carne es débil y necesita con urgencia lo vulgar, lo vil, lo sucio… tú puedes entenderme, sé que me entiendes…
La figurilla se mantiene Las manos del padre incólume. Rígida en La ventana de la Servando comienzan el rostro, rígida en habitación se abre de a temblar. El vaso de el pensamiento. Un repente. Un viento relámpago alumbra whiskey se resbala de furioso vuela algunos la ventana del cuarto, papeles que estaban sus manos sudorosas y el padre Servando arrumbados en el rueda por la alfombra. lo toma como una escritorio del sacerdote. señal divina y continúa No se rompió. Pero él no se inmuta, la hablando: confesión es un ritual sagrado, – Querida madre, no rechaces este alimento que te traigo, son pecados, sí, pero de alguna forma son también deliciosos. Ya no los quiero, al fin ha llegado el día de mi arrepentimiento, y quiero que tú, en tu sublime benevolencia, los aceptes y los devores para que dejen de aquejarme. Las sombras del pasado pesan demasiado para los hombros de un anciano. Por alguna extraña razón la estatuilla se tambalea. Pudo haber sido una manifestación espiritual o pudo haberse tratado de un tráiler que paso muy cerca de la iglesia. Quién sabe. Cada quién elige lo que quiere creer… –
He visto que te has movido
ya sea católico, azteca o ambos…
– No quería hacerle daño a aquellos niños, tú bien lo sabes, solo pretendía mostrarles lo que era el amor, lo que era la pasión, pero a su tierna edad les fue imposible comprender… que el Señor los tenga en su gloria, quizá se nos pasó un poquito la mano, pero, ¿Quién puede contenerse en los asuntos del corazón? Nada. Ahora ya ninguna “señal” se manifiesta. El único ruido en el cuarto es el continuo tintinear del vaso de vidrio cuando choca con la botella de whiskey… – Y esas dulces novicias, tan bonitas, tan atractivas… no podíamos permitirles ser monjas así nada más. ~14~
Fotografía por Josh Applegate
Para demostrar su amor a Dios había antes que amar a sus representantes en la tierra. Les estábamos haciendo un favor, pero ellas no lo entendieron. Lamento mucho que una inexistente “vergüenza” las haya llevado a la muerte. Colgarse de las vigas del oratorio no fue lo más adecuado, no se dieron cuenta del daño que le hacían a la iglesia. Las manos del padre Servando comienzan a temblar. El vaso de whiskey se resbala de sus manos sudorosas y rueda por la alfombra. No se rompió. ¡Qué suerte! – Y los indigentes, los vagos, los malvivientes… todos esos desafortunados que tuvimos que correr de la iglesia. ¡Pobrecillos! No queríamos que nada malo les pasara, por eso los acercamos al Señor. El frío decembrino se encargó de terminar con ellos. Ahora están en el cielo, y no
sufriendo en este mundo tortuoso lleno de dolor y tristeza. Eso es todo, querida madre, de lo demás, no me arrepiento. ¿Qué me dices? ¿Estoy perdonado? El pequeño ídolo no se mueve ni un ápice. La mística Tlazolteotl parece haber hecho oídos sordos a la petición de perdón del sacerdote pecador. El padre se toma la frente con las manos y da un fuerte tirón sobre los últimos cabellos que le quedan, entonces, cree oír una voz que parece venir de ninguna parte: –
Ya todo está olvidado.
Perfecto. Eso es justo lo que esperaba. Ya está limpio de pecados y podrá visitar el orfanato sin remordimientos el día de mañana.
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La inmaculada
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“…nada me retiene ya, y me complazco en permitirme el furor sagrado, y asaltar insolente a los mortales con la franca confesión de haber hurtado los cálices áureos de los egipcios, para construir con ellos el tabernáculo de mi Dios lejos de los confines de Egipto. “
Johannes. Las armonías del mundo, libro V, Proemio.
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Una ciudad
Musicalizada Breve entrevista citadina al grupo mexicano, Aura Blues Band Daniela Cadavid Libreros
N
o hay nada más mágico que redescubrir la ciudad. Sentirse extranjero en la ciudad que te ha visto dar tus primeros pasos. O aún más mágico, lograr sentirse en casa deambulando por las calles de un país que no
un evento en contra del racismo, en el que es el tuyo. Así fue como además de deleitarnos logré encontrarme con con su música realizaban Rosalba y con Aura Blues un concurso de textos Band, un sábado tranquilo referentes al tema y en el que recorría un dibujos, en el cual tuve la mundo underground suerte de participar. Aún cargado de magia y lleno así lo que más recuerdo -absurdamente lleno- de de ese día es la voz de música y letras. Rosalba metiéndose por las calles y atrayendo Su asociación organizaba gente a la mitad de la ~18~
acera con sus canciones propias, hechas a partir de letras, de vivencias, de sentimientos que se te calaban en los huesos. Ese día todos los espectadores pudimos conocer la historia de Morita y lloramos su perdida y alabamos su presencia, redescubrimos el manifiesto surrealista
de André Breton acompañados de un saxofón, una guitarra, un bajo, una voz asombrosa a la que le seguían pequeñas voces y manos que tarareaban una canción desconocida. Es por ello que les invito infinitamente a escucharlos, a vivir con ellos la cultura ~19~
mexicana y a sentir, como se debe, una maravillosa aventura musical que atraviesa épocas. ¿Quieres escucharlos? Ingresa aquí: https://www. facebook.com/AURA-Bluesband246437312206941/?fref=ts
“Más conectados y solos que nunca” cita: cualquier alma errante de la red. José Luis Acosta
A
ctualidad. Somos pequeños compañeros de instituto. La mayoría nodos conectados a una de las relaciones empiezan a través red casi infinita de de la red, ya no vemos los hosts, servidores dientes de la chica que se y terminales. Al final de ríe ni olemos su perfume cada teclado hay una en la primera cita: su persona. Cada una de jajaja es virtual y su Todo esto lleva a una esas personas se aísla olor sólo existe en en un marasmo de nuestra fantasía, al banalización de las ceros y unos, a la vez menos hasta que relaciones sociales, a que –paradójicamentequedamos, si es que una erosión del trato se interconecta a un llegamos a quedar sistema prácticamente alguna vez. Las personal que nos infinito. En realidad discotecas y bares hace cada vez más somos un único ente han sido sustituidos desconfiados. colectivo que intenta por las páginas de asomar la cabeza contactos Badoo, para no ser uno más, Meetic, e-darling… fútilmente. No salimos de casa Todo esto lleva a una tanto como antes. Sociabilizamos, banalización de las relaciones sí, pero a través de la red de redes. sociales, a una erosión del trato Nuestros hijos ya no van a jugar al personal que nos hace cada vez más parque. Se dedican a ir de casa a casa, desconfiados. Los chicos van de flor para jugar al Call of Duty con sus en flor –las páginas de contactos son ~20~
propicias- y las chicas, que son las flores, se vuelven cada vez más desconfiadas, haciendo el entendimiento cada vez más difícil. Esto que he escrito es – naturalmente- una generalización, porque también pasa en sentido inverso, aunque quizás con menos frecuencia. También existen los grupos de amistad. Es cuando un grupo de adultos queda para hacer nuevos amigos, casi siempre a través de Facebook. En estos colectivos se folla mucho pero amigos lo que se dice amigos se hacen pocos. Se citan un grupo de diez personas que no se conocen de nada y se prometen amistad eterna y hacen un montón de planes juntos: cenas, salidas, deporte al aire libre, cine…Intentan acelerar un proceso que lleva años en meses, dando lugar a uno de los Frankensteins de nuestra era moderna: chicas (o chicos) peleándose por chicos, broncas infantiles y mal rollo en un ambiente forzado y artificial. Aquí sí que hay contacto, pero del malo. No he mencionado a los administradores (o administradoras) endiosados que se creen los amos del calabozo. Sé lo que estáis pensando: Se parecen a sectas, ¿a que sí? Digamos que sí, que con el tiempo y unos adeptos adecuados pueden llegar a serlo efectivamente. Podemos estar rodeados de gente y sentirnos solos. Este es el mejor caso que se me ocurre. Y al final, ni un saludo de los veinte o treinta del grupito de amistad de Facebook. Pero
tendrás unas cuantas muescas más en tu Colt, vaquero… Parece un proceso inverso: más contactos, más soledad, o más sensación de la misma. Cómo siempre se quejan de lo negativo que soy en mis textos, trataré de escribir algo grato. Las redes sociales me han permitido reencontrar a viejos amigos a los que, de otro modo, hubiese perdido para siempre. Pero recalco, viejos amigos, nuestra amistad ya existía antes de que la red se expandiese de forma definitiva. Compañeros de la mili, colegio, universidad…O encontrar a gente con aficiones comunes…Espero que con el tiempo nos acostumbremos a esta avalancha de datos, rostros digitalizados y fichas de personas, porque todo se está banalizando. Tanto, que con el auge de la inteligencia artificial cualquier ente inorgánico y programado debidamente nos pueda sustituir al otro lado de la línea. Con una IA cariñosa y una buena vagina en lata, ¿para qué complicarnos la vida? O quizás esas máquinas dotadas de fría lógica acaben siendo más humanos que nosotros mismos, y acaben sustituyéndonos cómo tantas veces se ha visto en la literatura de ciencia-ficción. “Demasiado humano para ser humano” como dirían en esa película de sci-fi.
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Kaleidoscopic Cats Donde la realidad y la imaginaciรณn se vuelven arte
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Fotografía por Mark Asthoff
Hiko Tse Arturo Hernández
E
l gran hangar de los aviones de opiniones e ideas. Nadie parecía que él conocía era el escenario pensar más allá de la necesaria marcha diaria del hangar a los aviones; del espantoso ruido y de del hogar al oficio. El viejo Po la premura de los hombres. Las relaciones era un maquinista de trenes que se cultivaban en -Un hombre no puede retirado. ese infértil oficio eran esperar mansamente Había permanecido los de una demoledora y el hambre y la muerte-, últimos veinte años conveniente confianza. dejando errar –con se dijo reflexionando Para un piloto, confiar frustrada melancolía–, era tener fe en la -¿Ha de haber algo para sus manos temblorosas, capacidad y más aún en lo que pueda ser útil?- por los aviones y las la voluntad de hombres botellas de cerveza – suplicó. como él mismo, frágiles y pagadas con esfuerzo y falibles. No obstante, todos pereza en la tarde–, que bebía parecían cumplir correctamente con después de envasarlas en una ligera lata su trabajo, en ese lugar tan desprovisto ~24~
de combustible a la que años atrás había dado forma de copa. Estaban también los jóvenes pilotos y los jóvenes mecánicos, con sus uniformes limpios; cuidados con ahínco en imprecisables longitudes nocturnas. Arreglados neciamente y movidos por la costumbre de zurcir botones y cocer pequeños desgastes de la tela. Los jóvenes, siempre distraídos en sus conversaciones vacías y anacoretas, en las que dejaban translucir una frágil piedad por los ancianos; por los compañeros que se presentaban a diario con los ojos secos y las mejillas tiernamente infladas por las noches de la existencia, de la lluvia y el sol. Hiko Tse había estado bebiendo temprano desde la mañana y había ocupado toda la tarde en leer una enmohecida biografía de Petronio: El escritor que había visto a las madres petelinas devorando a sus propios hijos cuando la ciudad de Numancia fue tomada por Escipión. Hiko aún estaba distante –veinticinco años cuando menos–, de la manifiesta senectud de Po y sin embargo comenzaban a nacer en sus sienes, pequeñas canas del color de la niebla. La piel de su rostro comenzaba además a tensarse como emulando la arquitectura de los huesos de sus pómulos y de su mandíbula. El gran hangar de los aviones que Hiko conocía, se había quedado atrás y para siempre en un rotundo y forzoso abandono. -Después de cierta edad los hombres ya no son productivos-, le había
dicho su jefe. Pero Hiko no comprendía el fatum indolente de las palabras que le arrojaba esa jerarquía corrupta y capitalista. -Un hombre no puede esperar mansamente el hambre y la muerte-, se dijo reflexionando -¿Ha de haber algo para lo que pueda ser útil?- suplicó. No fue escuchado sin embargo. Lo expulsaron de la aerolínea sin atender a sus buenas referencias, a la productividad de su trabajo y a la puntual diligencia de su carácter. En consecuencia, Hiko había estado sin trabajo por algunos meses. Paradójicamente conocía muy poco del mundo, en realidad. La física estruendosa y colosal de los grandes aviones y su vuelo, era la única verdad que su mente comprendía como si ésta le hablase en un secreto e íntimo lenguaje. Esto lo llevó a buscar trabajo como piloto en un pequeño hangar de contrabando en Tsugaru. La guerra suele hacer sinónimas las concepciones de lo inmotivado y lo necesario. Hiko sabía volar los viejos aviones –tan puestos de moda durante las guerras–; enormes extensiones de la plumífera naturaleza alada de los ángeles que no le había sido dado compartir al hombre; aquel trágico sueño de Ícaro demente. Lo único que él podía relatar con certeza era una anécdota: Hacía algunos años había visto un par de aviones; uno americano y uno ruso, chocar intencionadamente sobre el Atlántico Norte. Hiko sabía que al decirlo nada era dicho en ~25~
realidad, salvo la enunciación –tímida acaso–, de su experiencia: Ese era su único consuelo. – ¿Adónde volarás está noche, Tse? – aventuró el viejo Po, calentando sus manos sucias. – Desde que comencé a trabajar aquí, solo he completado algunos viajes cortos de estúpidas mercancías a las provincias– contestó Hiko. Los dos hombres se encontraban ahora viéndose cara a cara, ambicionando una tregua con la vida y el tiempo. Se veían como si el otro fuera una sentencia: Como si Hiko representara la desgarradura de la enfermedad senil que hacía que las manos del viejo Po temblaran inútiles; como si el anciano fuera para Hiko una verdad inalterable –escondida o manifiesta –, en el revés de la contemplación y la nostalgia, ante el embate y el ruin trabajo de los años. – ¿Sabes qué vas a llevar a ese pequeño pueblo? – adelantó el viejo. – No, no lo sé. No me interesa– contestó Hiko mientras revisaba con aire desconfiado las latas del motor y el fuselaje. – ¿Sabes cuál es el pueblo, por lo menos? – – Tengo entendido que es Yokohama en Honshu… – La guerra había abierto nuevas
posibilidades para todos. En Francia algunos traficaban con comida y agua, mientras que en algunos sitios de Europa Occidental se contrataba a sepultureros jóvenes para cavar tumbas gigantescas y enterrar a los muertos bajo las raíces del continente y de la historia. El viejo Po, no se atrevió a decirle nada más a Hiko -Le da lo mismo llevar el cargamento de los norteamericanos o el de los rusos… ¡Ah! Pero nadie puede culparlo. Ellos siempre pagan, es lo único bueno que tienen-, farfulló el viejo maquinista mientras se alejaba de Hiko. Mientras tanto, los jóvenes iban y venían con sus aviones de tráfico ilegal en la oscura noche, por el hangar umbrío y tempranamente solitario. Po dio una última inspección rutinaria al pequeño avión de pintura roja de Hiko. Este les había pagado hacía algún tiempo a los jóvenes mecánicos para dibujar –con grandes caracteres japoneses –, el nombre de su madre en la zona posterior del fuselaje. El viejo mecánico se maravilló durante algunos segundos con la belleza y el contraste del color metálico y brillante de la máquina, respecto a la sobriedad materna de la palabra Hikari. Entre las nubes insolventes; embarazadas de una lluvia pasmosa y delincuente, Hiko arrojó su carga sobre el territorio que se le había señalado. No sabía por qué escuchaba la voz de su madre que repetía en su cabeza: “La noche no es buena consejera de los ~26~
hombres”. No se había cuestionado tampoco respecto a la naturaleza del extraño trabajo que debía cumplir y había sido bien remunerado por eso. El brillo gélido de las pequeñas cosas que caían del avión hizo que Hiko se turbara momentáneamente por un susurro espectral de su consciencia. La tenue luz de la noche acariciaba apenas el cuerpo frío del avión y arrancaba de las pequeñas letras dibujadas –Hikari –, un resplandor triste, como una bucólica palabra cautiva desde la niñez en lo profundo de su mente, sin otro sentido posible que el del recuerdo y la vergüenza. Hiko seguía con los ojos, el sutil trayecto de la plateada carga que caía de su avión sobre la cartografía imaginada ahora y desde hacía unos días –cuando se le había pedido realizar el trabajo –, hasta que se perdían a una distancia imprecisable y muda. Hiko creyó terminar pronto con su tarea. Volvió la cabeza hacia el fondo del compartimiento con la trémula certeza del éxito, solo para constatar que quedaba aún, una pequeña cosa plateada y reluciente; una última huella de su labor nocturna y misteriosa. Hiko realizó algunos movimientos bruscos hasta que percibió que el minúsculo objeto se había desprendido y giraba; como un hombre en llamas por el suelo, sin decidirse finalmente por saltar al vacío. La puerta del compartimento volvió a abrirse rápidamente y el objeto que Hiko identificó nítidamente
como un juguete de hojalata cayó sin demoras; -casi alegremente-, pensó él. El viejo Po se quedó esperando a Hiko durante las tres horas y media que le tomó realizar el trabajo. Bebía de una pequeña cantimplora o vertiendo el licor en su lata con forma de copa. El tiempo era otra cosa; diferente y siniestra, cuando Hiko salió del avión con una breve sonrisa dibujada en el rostro. El viejo mecánico no quiso saber a qué se debía, ni Hiko pretendió hacerlo partícipe de su “infantil e inocente descubrimiento”. Los hombres se despidieron en la madrugada luego de compartir un par de tragos de la cantimplora y del consabido y testamentario apretón de manos. Hiko durmió particularmente tranquilo, soñando con cientos de niños jugando con pequeños juguetes extranjeros. No sería sino hasta después de que ya cumplida la monotonía del día: El alcohol en la mañana, la tarde de lectura de la biografía de Petronio, Hiko se enteraría a través de la voz irreductible de un político japonés, de que la noche anterior alguna ruin marioneta de los enemigos rusos o norteamericanos, había arrojado juguetes sobre Yokohama cargados con explosivos de lenta detonación. Y el número de víctimas sin embargo, no había sido calculado aún.
~27~
El mapa de un regazo y las especias sanadoras. Carlos Rasero
“He colocado un tarro cerrado de pequeñas esporas de noche sobre un sol de madrugada. Al dejarlas secar en mi mano surge una sombra. Y esta sombra… “ -Preludio a mi poema “El mapa de un regazo Y las especias sanadoras”-
~28~
Fotografía por Dan Watson
E
scapa mi sombra
únicos países
zarandea
como un candil apagado,
de mis primeras horas.
lo frágil de mi escudo.
El ojo del tuerto
Los jardines, mis padres,
tras la mirilla azul,
el parque y sus estrellas,
el mapa de un regazo ...
lo hermético de un sobre
y ebrio de café
la cerámica de mis pupilas luce brillante.
Insisto en el juego más antiguo de la palabra.
... una especia sanadora cuyo trayecto goteante es un nombre reducido.
Vuelvo al principio, a las infinitas manos.
Y entre estos restos, el incendio y sus cenizas,
Solo reconozco
una esfinge hoplita ~29~
que acaricia mis tristes tristezas.
Mis tristes tristezas necesitan amor físico.
El canto dulce del orégano quemado
hizo que viajara a Canadá, donde palidecí, y en un sueño esperado me confundieron con Dylan ...
... aquí, en el centro de este poema, donde despisté a mis propios zapatos.
No podéis acusarme de tratar de pervertir a este pequeño Mundo, él estaba antes que yo y sabía muy bien a que se arriesgaba.
No es mi culpa que el dinero le deba dinero a su propio dinero.
Poseo, entre otros anti logros,
mi propia valla publicitaria, y algún que otro ingenuo que intenta comprenderme también me pretenece.
Mi madre, los abrazos, el llanto infantil de un Sauce ...
... el hilo mágico que une los pies a la sombra.
Desde hace años existe un barco que fluye,
Al ruido que estalla
un columpio sideral
le debo tanto
que no comparto con nadie
que intento estar en silencio.
que no sepa besar. Por eso vencí, ajusticié Un gusano gobierna
y sentí la nostalgia
restregándose en la arena, como una canción ... un faquir es un mago y el Amor es injusto ...
... quizás por ello nadie escatima en médicos para auto recluirse.
Vuelvo ahora a brindar con los herederos. ~30~
... una canción insaciable.
FotografĂa por Dan Watson
~31~
Fragmento de “La Caja Oblonga” de Edgar Allan Poe
“He dicho que la caja en cuestión era oblonga. Tendría unos seis pies de largo por dos y medio de ancho. La observé atentamente, y además me gusta ser preciso. Ahora bien, su forma era peculiar y, tan pronto la hube contemplado en detalle, me felicité por lo acertado de mis conjeturas... A juzgar por su forma, sólo podía servir para guardar una copia de La última cena de Leonardo; no ignoraba, además, que una copia de esa pintura, ejecutada en Florencia por Rubini el joven, había estado cierto tiempo en posesión de Nicolino. “
La caja Oblonga Donde los cuentos cambian la realidad que nos rodea
~32~
~33~
Fotografía por Dan Watson
Al otro lado de la puerta Francesc Barrio Julio
M
ientras regresa a casa en el autobús, sentada nerviosa en el borde del asiento, Marta hace cálculos por enésima vez. Su hermana Esther llegará de Valencia a la estación de Sants a las 8.10. Ya son las 7.22, mucho más tarde de lo que tenía previsto. El Sr. Álvarez había decidido redactar unas cartas en el último momento y eso la había obligado a salir tarde de la oficina. Tan solo tendría veintidós minutos para repasar los últimos detalles en casa tras la limpieza de la noche anterior, poner
la mesa y retocar su maquillaje antes de salir hacia Sants. Por suerte había aprovechado la hora del almuerzo para hacer las compras. Rollitos de salmón, micuit de foie, ensalada de patata, pan de centeno y pastel de café para el postre. Todo sería perfecto. También había encontrado unos gladiolos y los capullos parecían tan frescos como cuando los había comprado. Parece tenerlo todo listo, pero sabe que en el último momento siempre faltará algo. El whatsapp de Esther ~34~
de ayer le pilló por sorpresa, pero Marta se puso manos a la obra y limpió toda la casa. Se pasó parte de la noche y las primeras horas de la mañana arreglando cosas, limpiando cristales, ordenando armarios, además de quitar el polvo, barrer, fregar… Ansía que su hermana se lleve una buena impresión. Baja del autobús delante de una tienda de informática. El reloj del escaparate indica las 7.25. Tiene que darse prisa. Bueno, ¿acaso no va siempre con prisas? Marta vive en un edificio
de seis plantas. Un edificio moderno, sobre una tienda de delicatessen. El abarrotado aparador le da la oportunidad de repasarlo todo de nuevo. ¡El vino! ¿Cómo puede habérselo olvidado? Tiene delante dos clientes que tardarán una eternidad. Ella mantiene una sonrisa tensa pero agradable, mientras no deja de cambiar de posición, temblando interiormente de impaciencia y frustración, consultando vanamente su smartphone. Elige su vino y paga apresuradamente. Atraviesa su portal sin recoger las cartas. Al acercarse al ascensor sale de él el portero. “El fontanero está arriba, señora Roca.” Le dice. “Sus vecinos de encima tienen un problema con la taza del inodoro y el fontanero cree que el problema viene de su casa.” No se queda a discutirlo y sube a ver el destrozo. Se encuentra la puerta abierta. El fontanero aún debe estar dentro. Lo primero que siente es una
oleada de orgullo por el orden que reina en todo el piso. Hasta que llega al lavabo y se encuentra con manchurrones negros por todas partes, ¡hasta en el marco del espejo! “Todo arreglado, señora. Éste era el problema.” Le dice el fontanero mostrándole algo que recuerda vagamente a un cepillo de dientes. “¿Le suena?” Añade. “Pues no”. Dice ella dejando las bolsas en la cocina. Aquel no es su cepillo de dientes. Está totalmente segura. Pero cuanto menos conversación le dé a aquel hombre antes se irá. Mientras espera para recomponer el cuarto de baño va colocando los alimentos en su sitio. Observa entonces, en la mesa de la cocina, un cenicero con unas cuantas colillas. Ella no fuma. De hecho, no recuerda tener ningún cenicero. Será cosa del fontanero. Prefiere callar. Que se vaya cuanto antes. Mientras sigue ocupada en la cocina, escucha el ruido de la puerta cerrarse ~35~
anunciando la marcha del hombre. Se va al cuarto de baño y borra todas las manchas negras con un trapo y detergente líquido. Recoge el cepillo culpable entre dos dedos y se lo lleva a la basura. Lo mira con asco. Es evidente que no es suyo. Después pasa la fregona y mientras espera que se seque, se cambia los zapatos por unos más nuevos. Al hacerlo, siente un cosquilleo en la rodilla doblada. Una carrera. Comprar medias era uno de los recados que debería haber hecho a la hora del almuerzo. Mientras corre hacia el lavabo observa que faltan veinte minutos para las 8. Tiene once minutos para salir de casa. Se mira en el espejo. Su rostro cuadrangular es triste y descolorido. Su pelo, donde el gris empieza a ganarle la batalla al castaño, antes tenía un ondulado natural, pero ahora las canas, tiesas y rebeldes, le dan un aire desaliñado. Y sus ojos, pequeños y
grises, siempre habían sido amables y sinceros, pero ahora parecen desconcertados, casi asustados. No se reconoce en el espejo. Intenta encontrarse a sí misma al otro lado pero se pierde en vano. Empieza a darse una tímida mancha de rojo en la mejilla, extendiéndola con retraídos toques, cuando el sonido de un timbre la sobresalta. Es el tono de su teléfono. Corre a la cocina, es allí donde debe haber dejado el bolso. El insistente sonido sigue su cantinela, pero el bolso no está en la cocina. Se dirige al comedor y lo encuentra colgado de una silla. En cuanto lo localiza ha dejado de sonar. Comprueba quien llamaba. Quizás era su hermana, pero no reconoce el número así que no se preocupa. Se fija en el despertador que hay en la mesita de té. Sólo quedan dieciséis minutos para las 8. De hecho, el despertador no debería estar ahí, prueba descarada de que
había dormido en el sofá. Lo guarda en un cajón y por un momento se queda de pie en el centro de la sala, con la mente en blanco. Ya no recuerda qué estaba haciendo. ¿Por qué le late el corazón tan deprisa? ¿Por qué se siente tan excitada? En el lugar en que estaba el despertador, al lado hay un par de periódicos deportivos de ayer. No recuerda haberlos dejado ahí cuando se acostó. De hecho no recuerda haberlos traído a casa. De hecho ni le interesan los deportes. Los esconde en el mismo cajón que el despertador. El teléfono suena nuevamente con el sonido característico de una notificación de whatsapp. Aún lo tiene en la mano. Es un mensaje de Esther. Está llegando a Barcelona. Marta está muy nerviosa, quizás un trago le ayude a calmarse. Se trata de una situación excepcional, un momento de estrés. Hace más de cinco años que no ve a Esther y es lógico que se sienta presionada. ~36~
El Sr. Álvarez le había regalado una botella de coñac con el lote de Navidad. Seguro que aún debe estar casi llena. Con cuidado se echa un par de dedos en un vaso. Luego añade un poco más y se lo bebe de un trago para ahorrar tiempo. El alcohol se asienta en su estómago con una cálida explosión. Corre a la cocina y prepara la mesa para la cena. Coloca platos, copas, cubiertos y servilletas a modo de buffet. Queda bonito y le ahorrará tiempo para después. Saca la ensalada de patatas de la nevera y decide dejarla sobre la encimera. Recuerda que a Esther no le gusta que esté demasiado fría. Entonces recuerda que ha olvidado hervir los huevos para la ensalada. Los podría haber puesto en el fuego al llegar. Ahora pone tres huevos en un cazo lleno de agua y enciende el fuego al máximo. ¿Y ahora? ¿Tiene las llaves, el móvil, el dinero? Al pasar ante el espejo se da cuenta de que sólo lleva
una mejilla colorada y la otra no. Corre al lavabo donde la luz es mejor para retocarse. Faltan seis minutos para las 8 cuando cierra con llave la puerta de casa y coge el ascensor. En el taxi se da cuenta que la carrera de la media sigue creciendo. Le dirá a Esther que le ha ocurrido al ir a buscarla y que no ha tenido tiempo de pasar por casa.
Marta paga su copa al momento y se la bebe de un trago sin apartar los ojos del reloj que hay tras el camarero. Observa las agujas que pasan lentamente. A las 8.19 se levanta de la banqueta de un salto y se dirige hacia la salida del andén del tren de Valencia, a esperar a Esther.
Risas excitadas, besos y abrazos. Después los “qué tal la familia” y “ya te enseño fotos en el taxi”. Al llegar a la estación El parloteo de las dos es Marta corre entre la incesante hasta acercarse gente, atolondrada. Al a su barrio. Entonces llegar al panel de llegadas recuerda que ha dejado descubre que el tren los huevos en el fuego y de Valencia aún no ha que, seguro, se habrán llegado. Tardará diez quemado. Se imagina minutos. Por intuición, todo el piso lleno de busca su teléfono y humo negro y ese olor a descubre que, mientras carbón, que lo inundará corría, ha recibido otro todo. Y se imagina la cara whatsapp de su hermana. que pondrá su hermana. El tren lleva un rato “¿Qué te ocurre? Te parado en la primera has quedado muda de estación de Barcelona. repente”. Le pregunta Algo se derrumba en Esther. Marta la mira su interior. Se siente desconcertada, pálida, abatida, cansada. Se con los ojos desorbitados. acerca a un banco pero Pero enseguida está demasiado inquieta recompone una sonrisa para quedarse sentada. amable. “Es que hace Tal vez otro coñac sea mucho que no nos buena idea. veíamos y te he echado ~37~
mucho de menos.” Le dice abrazándola. Al llegar a la puerta del piso, Marta saca la llave para abrir, pero descubre que en lugar de tener que dar dos vueltas a la cerradura como sería lo normal, simplemente tiene que hacer un clic. Ella recuerda haber cerrado perfectamente. Quizás ha vuelto el fontanero. Lo primero que le sorprende es no sentir el tufo a quemado. También le extraña encontrarse con todas las luces encendidas. “¿Ya habéis llegado, cariño? ¿Qué tal el viaje, Esther?” Una voz masculina suena desde la cocina. Marta se queda muda, a la expectativa. Se quita el abrigo y lo deja en una silla del comedor. De la cocina sale un hombre en mangas de camisa y con un delantal encima. Está fumando un cigarrillo. “¡Cuánto tiempo Roberto!” Saluda Esther. Su hermana y el desconocido se dan dos besos. Marta disimula y mientras charlan, busca la botella de coñac.
~38~
Fotografía de la izquierda por Milada Vigerova Fotografía de la derecha por Drew Coffman
Los dos Carlos Fernando Imbachi
É
l: Tomaba una taza de café mientras esperaba que la noche cayera para ir a casa.
Él, estuvo pensando con qué excusa acercarse y saludar, tan solo quería saber su nombre.
Ella: Entró rápidamente en el lugar mientras miró todo a su alrededor buscando dónde sentarse.
Justo en ese instante, en un torpe movimiento a Ella se le cayó el vaso y terminó empapando su camisa.
A Él se le aceleró el corazón cuando sus miradas se cruzaron.
Él salió entre sus pensamientos y sonrió, tomó su servilleta y se dispuso a llevarla.
Ella ni cuenta se dio de la presencia de aquel individuo y simplemente se sentó y pidió su bebida caliente para descongelar su nariz y orejas del frío de la calle. Él se enamoró inmediatamente de su sonrisa, de los hoyuelos en sus mejillas, de su inusual forma de caminar.
Tres pasos más tarde, volvió realmente en sí, vinieron un par de recuerdos a su mente y su sonrisa se desvaneció. Pasó de largo y salió del lugar. Ella… Ella no era real.
~39~
S
abes hacia dĂłnde voy? ÂżMe conoces? Vivo tras el alfeizar de la luna radiante y cada noche rescato un fragmento de su luz para dibujar atardeceres.
el telon de la luna
Adentrarse en el oscuro mundo de
The mountain with teeth De la literatura al Webcomic, entrevista a la artista Alejandra Gรกmez, creadora del The mountain with teeth. Daniela Cadavid Libreros
~42~
T
--he mountain with teeth” es un webcómic semanal sobre cocodrilos deprimidos, fantasía, terror, y un montón de cosas más, contadas con humor y a veces sin él, pero siempre con imaginación”. Su autora es Alejandra Gámez, una bióloga mexicana que se lanzó a las redes sociales a compartir sus pensamientos transformados en imagen y termino convirtiéndose en uno de los web comics más populares
en las redes sociales en Latinoamérica. Sus historias y personajes están cargadas de humor negro, y van desde temas actuales hasta historias personales. Recuerdo que la descubrí por casualidad mientras recorría el inicio de mi Facebook y vi la publicación de un amigo, era uno de los pocos comics sobre el ser sin rostro. La forma en que desarrollaba sus historias me engancho casi al instante y aunque su ilustración mute poco a poco sus historias ~43~
mantienen ese tinte oscuro que tanto me llama la atención. Por ello para esta edición de aniversario me complace presentarles una pequeña entrevista a esta creadora e impulsadora de la literatura digital. Si quieren ver más de sus obras o saber un poco más sobre ella pueden visitarla dando click aquí: https://www.facebook. com/The-mountain-withteeth-327271197331525/
El jardin del poeta PoesĂa que se esparce sobre el lienzo
“Los pescadores saben que el mar es peligroso y la tormenta, terrible. Pero eso no les impide hacerse a la mar� Vincent Van Gogh 1853- 1890
Vacío Maria del Mar Mir
Fotografía por Dominik Martin
C
aos, silencio, lleno, todo, nada o simplemente un hueco.
Redondo, elíptico, con forma piramidal, oscuro, blanco, arcoíris luminoso entre gotas de lluvia. ¿Dónde estás vacío?
vacío en mi ser, vacío en mi alegría, vacío en mi soledad, vacío en mi egoísmo, álter ego, dubitativas las horas. Ni enjambre de abejas, ni flores, ni huertos, llamamos al vacío, vacío, vacío, vacío.
Todo, nada, ruido, silencio, orden, caos o infinito. Y mi vacío ¿Dónde está? , pronombres posesivos; ~46~
Mi alma huele mal Temotzitlan Santillan Padilla
Fotografía por Samuel Zeller
M
i alma huele mal, como una fruta podrida
que nadie mordió, a nadie pudo dar su dulce y placentero sabor. Yace ahí, en medio de todo y nada, a los pies del árbol que le dio vida.
en coro funestos sonidos que perturban la tarde. El hedor que emana atrae gusanos y grandes moscas que zumban que me arrepienta, mientras mi sucia y triste alma lanza su última oración por su salvación.
Negros pájaros graznan ~47~
Vesania Griega John Galvis
FotografĂa por Toa Heftiba
~48~
M
i enajenación? Pretenderte de nuevo
Y desde entonces, sin óbolos, esperé cien años para volver a ti.
Tú hecha fuego que arde, yo Eolo que sopla
Siempre supiste, aunque tu moral lo rehuyera,
mía:
Ahora tu afrodisiaca belleza yace de nuevo en mi amparo, Y sé que tú, como yo, lo deseas tanto: Como Láquesis, he decidido que nuestro futuro sea eterno,
Y esparce llamas a lo largo Que hasta el averno, de ser necesario, iría por ser de mi regazo, Que los hilos de tu tuyo y tú mía; cabellera, salidos de la Del que fuera tuyo, donde Que ni los vástagos rueca de Cloto, fuiste mía. emanados de tu desdicha, Abracen tu garganta y la Ni el cancerbero vigilante corten, como tijeras de Bocas te recorrieron, de lo que llamabas Átropos. pieles te rozaron, tu vida, Pero de nadie has sido sino mía; Te clavaste en sus pupilas, gritaste hasta romper el alba, Pero de nadie has sido sino mía. Yo te toqué como recorriendo los Elíseos, Subí, con delirio, hasta el Olimpo de tu pecho, Caí por el abismo de tu vientre, bebí del Aqueronte de tu frenesí,
Serían capaces de alejarnos, diosa de nadie sino mía.
Hoy, por fin, has sido libre; libre y mía, Ese eslabón en tu dedo, que como a Atlas te fustigaba, Lo hemos arrojado al tártaro del tiempo perdido, Cuando yo no era tuyo y tú no eras mía.
~49~
Eurídice mía, sígueme mirando con tus ojos impávidos, Y yo tocaré el arpa hasta el final de los días; Yo lo llamo amor y los dioses vesania, no importa, Ahora no serás de nadie, de nadie sino mía.
En el interin
Se parecía tanto a ti o (Obsesión salvaje en visión canábica) “Soy dolor que nunca te ha dolido. Soy amor que a fuerzas se ha metido” Hector Lavoe. Isaac Oré
P
ensar que cuando a veces veo a alguien muy parecida a ti, volteo, finjo no verla, y luego me doy cuenta con la gran cara de zonzo mayor, que no eres tú. Y que por azares del destino te encuentro, pero no eres tú. Es otro tú, ese TÚ inconsciente, no me reconoces. Tampoco sabes quién soy, como me llamo, ni tampoco de qué nacionalidad mediocre soy. Tampoco sabes si hablo inglés, francés, italiano o
español. Sólo una vez, cuando estaba tomando una cerveza en algún bar desolado en Praga, ese TÚ inconsciente, se acercó a mi mesa (Chica guapa, con lentes oscuros, sentada en la barra del frente con un vaso de cerveza grande, sola, celestialmente sola). No era tan TÚ, pero tenían la misma risa y casi la misma voz. Me dijo bastante pausada y en inglés clarísimo, que si nos conocíamos (Preocupada porque yo, intrigado y sin lentes oscuros la mirara ~52~
tanto). Le dije que no, que disculpe si la observaba, pero me pareció una persona conocida, una amiga entrañable (Mentía con descaro). Se quedó pensando un rato, parada, con lentes oscuros, usaba una falda leve, de esas que fácilmente el viento puede levantar, un vestido casi de playa. Le pregunté si podíamos tomar unas cervezas y para mi asombro hippie, ella aceptó. Nada que ver con tu nombre, porque se llamaba Carol y era de Canadá, aunque
vivía en Ohio, un estado americano cerca de su país. Estaba en Praga de vacaciones antes que regrese a la universidad. Carol, tenía mucho de ti: Tu risa, tu voz dulce y tu cabello ondulado. Había cumplido recién 22 años y estaba tratando de
prometerle conseguir marihuana. En eso Carol no se parecía a ti, ella fumaba marihuana, y eso me gustaba, porque también es un hábito para mí fumar Cannabis. Decidimos ir rumbo al hotel no sin antes pasar por el DownTown, para
República Checa) era suficiente para almorzar dos días. A pesar de todo, acepté y le di cuarenta Euros, rogando que el bandido no se vaya con el dinero y principalmente con la marihuana. Le hice prometer antes de que fugara como alma
Fotografía por Christopher Windus
divertirse, además estaba sola en Praga.
que nos faciliten un poco de hierba.
Le dije a Carol, siempre creyendo que eras tú, o que Carol tenía ese TÚ que tanto extrañaba o quería extrañar. Le dije que vayamos a mi hotel, un pequeño hotelito cerca de una iglesia pequeña en Praga. Aceptó tomar conmigo y comer algo, pero me hizo
Felizmente, entre tanta gente y tanto calor en el DownTown de Praga, un mexicano bastante amable que trabajaba haciendo Kebab, me dijo que podía conseguir hierba a veinte Euros. Era un precio elevado, porque el cambio en Coronas (La moneda de ~53~
Le dije a Carol, siempre creyendo que eras tú, o que Carol tenía ese TÚ que tanto extrañaba o quería extrañar.
Fotografía por Mattia Vettorello
que se lleva el diablo, que regrese, que somos latinoamericanos y que no me haga quedar mal con la gringuita que traía conmigo. Me dijo que no me preocupara, que estaba en veinte minutos ahí, que se llamaba Ramón, y que mientras esperaba que comiera unos Kebab con mi acompañante. Así fue, comimos los Kebab y esperamos más de media hora. Ramón
apareció casi pálido. No se sabe si la policía casi lo captura o si huía de un dealer o de alguna mafia china. Ramón, el mexicano estaba pálido. Me miro serio y me dio la hierba en el baño, sin más apuro y despidiéndome de Ramón (Qué claro seguía pálido como un papel y ahora tomaba despacio su Coca Cola) me retiré con Carol a mi hotel pequeño al costado de una Iglesia rosada. ~54~
Llegamos, la habitación era en el sexto piso (Por eso costaba menos) Y no tenía ascensor, subimos hablando más de ella, o eso creía yo, ella hablaba y hablaba y yo sólo movía mi cabeza, pensando en qué acabaría esa noche. Llegamos a la habitación 603, ella encendió el aire acondicionado que yo torpemente había bajado hasta niveles sobrehumanos. Le dije que se pusiera cómoda, mientras yo sacaba del
refrigerador un vino. Ella solía mordértelos a ti) y seguía, empujándola sonrío y me dijo que no se apartó y sonrió, eso y apartando sus manos tomaba mucho. Fue ahí creo que me enamoró que colocaba en mis que supe que muslos, cuando ese TÚ, era más sentía demasiada Todo me recordaba a ti ´TÚ de lo que presión. Ella, se (Sobre todo tu olor) bajé yo creía. Ya tocaba los pechos más y más hasta llegar que no sueles (mientras con tomar nada de igual locura, pedía al ombligo. Luego ella alcohol. Ella más), y me levantó agarró mi cabeza y la había comprado la cabeza para bajó apresuradamente. una pipa bonita besarla. Hicimos el de algún artista amor como unos callejero, se lo agradecí de Carol. Era bastante salvajes, como animales porque no tenía papel parecida a ti o al menos capaces de matarse. Su para el Cannabis. Ramón tenía esos gestos fugaces sexo con olor jazmín aún nos había conseguido que me hacían recordarte. palpitaba en mi boca, hierba bastante buena y Le quité poco a poco el sus nalgas, aún eran además no era tan poco (5 vestido liviano y carmín brutalmente golpeadas Gr aprox.) que tenía, bajé despacio, por mis manos, mientras hasta su cuello, y bajando ella pedía más y más. Fue un viaje casi lunar, suavemente, como una después de cinco o seis serpiente hasta sus senos. Fumamos marihuana inhaladas, estábamos y tomamos casi toda Todo me recordaba a ti sentados frente a la la botella de vino (Sobre todo tu olor) bajé ventana, mientras ella y dormimos. Al día más y más hasta llegar ponía música y nadie siguiente, cuando al ombligo. Luego ella hablaba nada. Ahí pude agarró mi cabeza y la bajó desperté, por supuesto, observarla mejor: Su piel ella no estaba. Carol se apresuradamente. Yo más blanca que la tuya, había ido sin decirme obedecí complaciéndola su cabello ondeado y nada, Carol la única que en la euforia que nos su nariz perfecta. Sus tenía tantos TÚ, que sujetaba, en ese loco ojos negros y su boca amor Checo. Ella gemía y me confundía. Carol se pequeña. Pude verte había ido llevándose la eso me hacía recordarte en ella, muchas veces. marihuana, su vida y mi con desenfreno (por Entonces, empecé a amor. Carol me había ejemplo las noches besarla, ella se dejaba, dejado y en eso también felinas en los hoteles de no decía nada. Sólo me se parecía a ti. Lima) Y ella seguía y yo besaba. Cuando mordí pacientemente seguía su labio inferior (como ~55~
Fotografía por Ben White
UN MAR SIN OLAS (UN RELATO DE ODIO) Manuel Gris
H
oy brilla tanto el sol que, si lo que debes hacer y no permite que des decidieses quedarte en casa, tu opinión o hagas las cosas a tu manera. Que expliques el porqué del paso acabarías sintiéndote que estás dando. Como si como un subnormal solo porque los demás fuera obligatorio hacer un informe de cuanto te han metido en la Soy como un mar decidamos. cabeza que lo estás haciendo mal. Que sin olas, porque Hoy es un día perfecto no deberías ignorar lo si algo no existe para morir. que recomiendan los nunca vas a estar anuncios de barbacoas Mi cuerpo se ha y de ropa deportiva, esperándolo. despertado antes y de bañadores que te de que sonase el marcan el paquete tanto despertador. Ansioso. Sin que tus espermatozoides energías pero lleno de ganas saldrán al exterior completamente de salir de la cama, ducharse, tomarse tarados. A veces todo el mundo te dice su dosis matinal de droga caliente con ~56~
leche y dos cucharas de azúcar y, tras salir de casa, ir a trabajar. Mi cuerpo me odia. Lo sé. Y por eso lo amo. La mochila, que para no dejarme nada llené ayer, me mira desde la mesa del salón pidiéndome que la saque de ese rayo de luz solar que se cuela entre mis cortinas. Ese rayo que le está dando mucho calor y que me sigue recordando que hace un día increíble. Magnífico. Digno de una esquela. Me la cargo a la espalda. Pesa. Perfecto. El ascensor no es más que otro trámite, como respirar y pestañear, como cagar y mear, es algo que hacemos todo el tiempo sin saborearlo, sin disfrutarlo hasta donde deberíamos. Me miro en el espejo y me peino, saboreo el perfume de la anterior persona que lo ha usado, una chica, ya que huele a coco, y acaricio con mimo el botón que me lleva hasta el garaje. El ronroneo es constante, casi hipnótico, como la sinfonía de algún genio que murió pobre, como todas las personas que de verdad valen la pena en este mundo asqueroso y podrido. Lo único que vale la pena en esta vida es aquello que no tenemos o no conocemos, lo demás son placebos con demasiadas luces de colores. Mi moto se enciende a la primera, se nota que también tiene ganas de llegar. Algunas veces, ahora no porque voy
en la moto y tengo que estar atento a la carretera, pienso en lo que me impresiona ver la cantidad de gente que puebla mi ciudad. Tanta y tanta gente, tantas y tantas ideas y corazones y coños que no conoceré, que es imposible que conozca porque nadie quiere conocerse, pues solo viven para su trabajo, con el que pagarán sus casas, coches, electrodomésticos, condones, colegios y universidades de los hijos, residencias de sus padres, funerales de sus abuelos. Y después, vuelta a empezar. Siempre he pensado que se equivocaron al educarnos, nos dieron unos valores que no son los que debemos perseguir porque no nos hacen felices, no nos ayudan a reír ni a querer de verdad a nadie. Solo nos hace ser esclavos de un sistema que, a todas luces, está mal construido. Pero ahora no pienso en esto. Estoy conduciendo. Y, de todos modos, ya no importa que siga pensando en ello. Hoy no. Siempre llego temprano al trabajo, unos minutos antes, pero es que no soporto retrasarme, es superior a mí, porque me digo, ¡oye imbécil!, ¿verdad que es la hora que te corresponde, la que has prometido cumplir?, ¡pues no te retrases! Y entonces salgo antes de todos lados, llego antes a todos lados, y espero en todos lados. Soy como un mar sin olas, porque si algo no existe nunca vas a estar esperándolo. ~57~
Llego a mi poyata donde me encuentro todo lo que ayer dejé preparado para seguir con la investigación que, tras tres días de intenso trabajo, seguramente solo me dirá que me he equivocado y debo cambiar de rumbo para que mi hipótesis se sostenga, para que mi tesis tenga sentido. Para que todos estos años no hayan caído, ya no en un saco roto, si no en uno lleno de cadáveres de gatitos decapitados (este dato es metafórico, pues no podría investigar con gatos porque me gustan demasiado. Por eso lo hago con perros de la raza Beagle). Pero no me importa que así sea. Hoy no. Me siento en mi mesa, situada en la otra punta del laboratorio, frente a mi ordenador, y no lo enciendo. No me hace falta. Coloco la mochila bajo mi mesa y la abro, meto mis manos en ella y saco lo que ayer le robé a mi primo en su casa. Fue verla, hace un mes, y tener una idea de las que resulta imposible abandonar, de las que te pasas días y días maquinando, de las que ves reales en el momento en que das el primer paso, que fue robarla ayer. Sé que me perdonará. Sé que me entenderá. Me apunto a la cabeza con la pistola de balines de mi primo. Voy a hacerlo, me digo, estoy harto de esto, y miro a mi ordenador donde, en su interior, se encuentra el motivo de todo este suplicio, de todos estos años de tragar mierda y más mierda. Maldita tesis,
maldita universidad. Maldito orgullo. Me aprieto fuerte en la sien cuando, como un rayo, caigo en la cuenta de que un simple balín no me atravesará la cabeza, posiblemente no me mataría en el acto, así que opto por ponerme la boca del arma en el ojo, como un si fuese un periscopio a través del cual puedo ver mi futuro, mi final. Está todo oscuro. Voy a acabar con todo, con este sin sentido que guía mí día a día. Con estos insultos constantes que soporto de mi jefa y mis compañeros. Con los ojos cerrados, preparado para terminar de una vez, oigo como la puerta se abre. ¿Pero qué coño? Por el sonido de tacones es la técnico de mi laboratorio. Siempre llega tarde, siempre, ¿por qué hoy tenía que llegar a su hora? En parte, para su estúpida cabeza con mechas de color caoba, es normal llegar tarde, es lo que tiene que tu madre le comiera el rabo al jefe que tocaba hace 5 años, que te dan un trabajo sin tener los estudios adecuados y encima nadie te dice nada por miedo a que tu mamá mueva algún hilo, que significa que trague otro orgasmo. Pero hoy, después de todos sus desprecios, después de todos esos errores que ha cometido y que he tenido que pagar yo debido a que, por su posición, nunca le salpica nada, ha tenido que escoger el día incorrecto para hacer algo bien. Ha encendido una bombilla en mi ~58~
Ella me saluda, sin preocupaciones ni prisas, y yo me levanto y le digo adiós en el mismo momento en que le encañono el ojo con la pistola de balines de mi primo cabeza que, sin dudarlo, dejo que me guie en este nuevo plan.
dentro de muy poco, podré hacerlo. Al fin.
Ella me saluda, sin preocupaciones ni prisas, y yo me levanto y le digo adiós en el mismo momento en que le encañono el ojo con la pistola de balines de mi primo, que suena cuando aprieto el gatillo, y que le atraviesa el cerebro tras reventarle el ojo. El sonido del disparo no ha sido tan fuerte como esperaba, apenas se ha acercado al ruido que produce un vaso de precipitados de 2 litros de cristal chocando contra el suelo, que es lo que les digo a los que se acercan a mi laboratorio preguntando, preocupados, después de que haya escondido el cuerpo en el despacho de la encargada de compras.
No puedo esperar.
No era la muerte que esperaba llevar a cabo, pero la improvisación sabe dulce, demasiado dulce, tanto que no me voy a detener aquí. Llevo queriendo matarlas desde hace tres años, quizá más. Llevo queriendo gritarle a la cara lo que pienso de ella tanto tiempo, durante tantas broncas injustificadas, que mis dientes asoman entre los labios de pensar en que,
Llega mi jefa, la encargada de organizar las tareas y de decir si hacemos bien nuestro trabajo, en definitiva, una mal follada que paga conmigo todo lo que se traga en su casa y todo lo que la vida ha puesto a sus espaldas y no puede escupirle a nadie más que a mí. Ni a su marido, ni a sus hijas adoptadas, ni siquiera al presidente de su comunidad, no, ellos no porque le dan los gritos que la hacen callar, pero yo, alguien educado, alguien que prefiere estar en silencio a empezar a gritar, alguien que jamás ha dirigido una sola palabra malsonante a nadie, yo soy la diana perfecta para su rabia, soy su muñeco anti estrés con forma de pingüino. Soy ese saco de boxeo que, cansado de ir siempre hacia atrás, ahora le toca ir hacia delante gracias a una pirueta del destino. Me dice hola sin mirarme, y me pregunta si me he acordado de llenar el tanque de nitrógeno líquido, añadiendo al final un “espero que no te hayas olvidado”, cuando sabe que nunca ha ~59~
sido así, y entonces le contesto que se calle mientras me guardo la pistola en el bolsillo trasero del pantalón. En realidad digo “cállate, puta”, dejándome llevar por el momento. Ella se gira y me mira con unos ojos redondos, enormes, sorprendidos, y solo llega a decir “¿qué?” antes de que la agarre del pelo y la arrastre al despacho de la encargada de compras mientras le tapo la boca con la otra mano. Una vez dentro, la lanzo contra el cadáver, creo que está muerta aunque poco me importa, del técnico, lo que la hace callar de golpe, presa de una sorpresa que ni en sus peores pesadillas hubiese sido capaz de imaginar. Alza la cabeza de la supuesta muerta agarrándola por las mejillas y, tras mirarla unos 3 segundos a los ojos, al ojo mejor dicho, se gira y me mira dejando escapar las primeras lágrimas de esta sesión. — ¿Qué...has hecho? —es lo único que dice. Lo único que se le ocurre decirme. —Las preguntas las hago yo, —contesto — ¿comprendes? La pregunta se la hago al tiempo que saco la pistola y se la enseño, poco a poco, como el que le muestra un juguete de goma a un perro, como si fuese un hipnotizador en pleno espectáculo, y entonces me acerco a su cara hasta casi tocarla y le susurro. — ¿Quieres gritarme ahora? Grítame ahora... hazlo. Dime ahora que me vas a cortar los huevos si vuelvo a equivocarme, o que a veces parece que
soy tonto, o que no sé lo que quiero en esta vida. Dímelo ahora... —ella solo respira, cada vez más rápido, cada vez más lejos de la cordura, y me canso de ese silencio — ¡Dímelo! Le grito a la cara, dejando escapar de mi boca salivazos que encuentran sus mejillas y sus ojos y su boca abierta, que chocan con todo ese terror que la invade, que no la deja ser más que un puto muñeco sin dueño abandonado en una cuneta, a la espera de que un camión de la basura lo parta por la mitad. Puedo notar su miedo. Puedo sentir su falta de esperanza. —Yo... —trata de decir, pero no la dejo seguir. Nunca dejó que me explicara, que le dijera el porqué de esas supuestas equivocaciones mías, así que ahora no la dejaré explicarse. Ni hablar. Cuando su boca deja escapar la siguiente palabra, que creo que es un “no”, le cruzo la cara de un puñetazo que la hace chocar de frente contra el canto de la mesa de la encargada de compras, lo que produce en ella un acto reflejo que lleva a sus manos al lugar donde ahora mismo empieza a brotar sangre, no tan roja como se ve en las películas pero tampoco tan oscura como la que escapa de una herida sucia, que gotea entre sus dedos hasta llegar al suelo, donde se mezcla con la que la técnico ha perdido a través de la herida del ojo. ~60~
Se mezclan. Se unen. A veces la poesía puede estar en cualquier sitio. La cojo del pelo y, colocando su cara frente a la mía y mirándola directamente a los ojos, comienzo a darle con la culata de la pistola, primero a un lado y después al otro, con una fuerza que crece a medida que oigo como sus dientes se rompen y sus mejillas se parten, una fuerza que crece cada vez que noto que su cuero cabelludo comienza a romperse, una fuerza que llega al clímax cuando la dejo tumbada en el suelo, medio inconsciente, y le piso la cabeza una y otra vez hasta que mi pie prácticamente encuentra el suelo. Hasta que su cabeza no es más que un repugnante charco. Entonces salgo del despacho con calma y voy al grifo, donde me lavo las manos hasta que dejan de estar rojas y me peino hacia atrás el pelo. Ahora solo me queda salir del edificio con calma, sin prisas. Solo soy una persona que sale. Nada más. El resto de compañeros aún tardarán una hora en llegar, y la encargada de compras por lo menos dos. Cierro la puerta del laboratorio detrás de mí y echo la llave. Me pongo los auriculares y selecciono Biblical, de Biffy Clyro, en el reproductor del móvil.
Me siento en el momento en que comienza Never Gonna Kill Us, de The Smashup, y pienso en lo que pasará esta tarde. La policía irá a buscarme para detenerme, para tratar de encontrar una respuesta a lo que acabo de hacer. Me encontrarán sentado en el sofá con la cabeza reventada por un disparo, después de haber visto Cristal Oscuro o cualquier episodio de Breaking Bad, como por ejemplo ese en el que Walter atropella a los camellos que mataron al hermano de la novia de Jesse. Moriré sonriendo, feliz. Lo estaré en el momento de disparar el gatillo porque me he dado cuenta de que morir en un lugar que no te corresponde, que no te da más que malos recuerdos, no es morir en paz, no es morir como deberíamos todos. Mi muerte ahora quiero que sea con buenos sentimientos en la cabeza, lo veo claro, más que ayer, más que cuando me ha despertado mi cuerpo esta mañana, que solo quería matarme en el laboratorio para joderles para siempre su lugar de trabajo. Quiero morir feliz, y lo soy porque he matado a esas dos hijas de puta. Jamás hay que arrepentirse de aquello que hacemos guiados por el corazón.
La batería, la voz y la guitarra me acompaña durante los pasillos, a través de la salida en la que saludo a Jon, el segurata de por las mañanas, y termina justo cuando llega el autobús número 33. ~61~
El juego lugubre
~63~
El hombre que murió
Fotografía por Michael Kahl
C
uándo me corté el dedo? Eres un idiota.
Creo que me iré a poner un curita, y luego vuelvo a lo mío. Necesito terminar con el informe para mi jefe, sino se va a poner como energúmeno y seguro me descuenta del sueldo. ¿Qué rayos? Me está saliendo mucha sangre, como si me hubiera cortado alguna vena de la mano. No importa, con la curita y un poco de alcohol, seguro que se quita toda esa sangre.
Ya está. Limpio y bien cerrado. Ahora, a volver al trabajo antes de que alguien me vea. Veamos, ¿en dónde me quedé? Ah, sí, ya me acordé. Quieren que tenga estos papeles listos, para hoy en la tarde. La secretaria dijo que si se podía, que tuviera todo para antes de la hora de comer. Qué raro. Me siento un poco extraño, como si me estuviera dando un montón de sueño. Pero si dormí muy bien, anoche. ¿Será que me siento muy presionado, ~64~
por un corte en el dedo Jessica Castro
con todo esto? Sí, creo que es eso. No importa. Seguro que con un poco de café, se me quita.
¿En qué estoy pensando? Tengo que concentrarme, o no terminaré esto a tiempo.
Ya está. Nada mejor que café, para quitarse el sueño. Ahora a trabajar.
El balance, ¿en dónde rayos dejé ese balance? Estoy seguro de que lo tenía aquí, hace un momento.
Ay, mi cuello, ¿qué rayos me pasa? Siento mi cuello todo entumecido. Como esa vez que mi hermano me pegó, con la vara esa del abuelo.
Esto no me puede estar pasando a mí. Si esa cosa no aparece, seguro que el jefe me corre, y esta vez sí va a ser la definitiva.
Demonios, ese día mi mamá no le dijo ni le hizo nada. Qué coraje me dio con ella. Él siempre fue favorito, todo por ser más grande…
¿Qué le voy a decir a Katia y a los niños? Lo siento, pero me corrieron por que se me perdió un balance que tenía que entregar, pero no se preocupen, ~65~
Dios mío, me cuesta respirar por la nariz. Me siento muy sofocado, como si hubiera corrido un buen tramo en poco tiempo. La cabeza me da vueltas, creo que voy a… porque pronto saldremos de esta. En primera, estoy muy grande como para encontrar un trabajo como éste; y en segunda, Katia ya me lo había advertido. Si tengo una falla más, no importa donde sea, se va a llevar a los niños y volverá el trámite de divorcio. Dios mío, me cuesta respirar por la nariz. Me siento muy sofocado, como si hubiera corrido un buen tramo en poco tiempo. La cabeza me da vueltas, creo que voy a… ¿Cómo terminé en el piso? Lo último que recuerdo, es que me encontraba buscando el balance para la reunión del jefe. … ¡Mi dedo! La bandita que me puse esta toda empapada.
Fotografía por Luis Llerena
crezcan. Mi madre sólo se preocupa por el gorrón de mi hermano, que sólo se la pasa viviendo a expensas de ella. Y el trabajo que tengo, lo odio.
¿En qué momento me empezó a salir tanta sangre? ¿Cómo es posible esto?
Así como detesto sentir temor, de que en cualquier momento puedan correrme.
Necesito llamar a alguien. Una ambulancia. Quien sea que me pueda ayudar a detener esto, lo suficiente como para poder llegar a un doctor y…
Lo mejor es que desaparezca. Sí. Así, por lo menos dejaría de molestar a tantos. Además, no tengo ganas de hacer más. Sólo quiero dormir.
¿Y de qué serviría eso? Mi mujer ya lo dejó bien claro; sólo quiere que estemos juntos, hasta que los niños ~66~
Frestando la refrandía José Alberto Gutiérrez
Fotografía por Aaron Barnaby
L
a mañana empezó mal. La bruceliza no tremaba como debería, las chárcobas se suglifaron muy pronto y el badejo no glufió como un día anterior.
Gransifurización, dejándole solo con sus artefactos. Volvió su rostro hacia la máquina, como reprochándole su falta de cooperación. Descolocó las chárcobas y, limpiándolas una por una, las fue acomodando en su caja. Miró con detenimiento la bruceliza y descubrió una minúscula pestaña en la esquina derecha delantera, algo que definitivamente estaba fuera de lugar. Pasó la yema del dedo por encima y se dio cuenta del problema: El badejo frustenía el deferto, causando una leve descamación que jirbenía, de a poquito, el borde con el que este abrazaba a las chárcobas, produciendo un desgaste minúsculo, pero suficiente para suglifarlas antes de lo debido. – Por lo menos me enteré del problema.
Sentía las miradas de todos sobre sí, esperaba que un dátrino viniera a solventar el mal momento. Nada. Para colmo, una chárcoba rebelde decidió (en muy mal momento), patregarse hacia abajo, complicando aún más la maniobra. Por fin, mässe Garlo intervino:
Puso el cerrojo del taller y salió. Al subir las escaleras hacia su oficina, pudo sentirse acompañado de la lástima, la burla, el desprecio y en muy poca medida, de la solidaridad de sus pares. Le pareció eterno el ascenso. Se detuvo en el comedor. Ahí estaba ella.
-Bueno, tal parece que hoy no habrá tampoco razón para hipsensibarnos. Es una lástima.
– Buen dia, ¿gustas tropino? Hay túrnico y desfrenizado.
Todos los mässen presentes abandonaron el taller de
– Hola, que amable. No, gracias. Solo tomaré un grujenito, pequeño. ~67~
– No te desanimes, mässe Fribio solo habla bien de ti, se que intercederá por ti en el siguiente Surgenfio General.
múltiples explicaciones, para volver a la apabullante verdad. Terminó de engullir su bocadillo.
– Lo sé, solo me gustaría que lo que intercedería por mí, no fuese otro que yo mismo.
– Lupia, ¿puedes decirle a Malko que baje? Gracias, es urgente.
– ¿Y pudiste indagar qué paso? Se extrañó mucho del súbito interés de ella, la asistente directa del mässe Trunido, regente del área de Zuscodinia y mano derecha de mässe Garlo, en sus cuitas. – Creo que sí, hoy deberé quedarme otro rato, pero lo resolveré. Solo espero que aún sea tiempo. – Verás que sí, todo saldrá bien. Salió rumbo a la regencia, dejándolo un tanto intrigado. Buscó en la charola de los grujenos, y eligió el más pequeño. Al llegar a su oficina, comiendo de a poco, revisó sus apuntes. Entonces, súbitamente, ahogó un grito de desencanto. La chárcoba y el badejo cumplían con las especificaciones. Lo que fallaba eran estas. El plano ante sus ojos no podía mentir. Se levantó y sacó de un armario más libretas. No intentó desplegarlas en orden, solo buscaba frenéticamente una en especial. Por fin la localizó. Buscó en las bitácoras de diseño, hasta encontrar la que le interesaba tanto. Sus ojos viajaron de inmediato hacia la esquina superior derecha… para encontrar la firma de Malko. Abatido, se volvió a su silla. Buscó
Cuando llegó, ya había vuelto a poner en su sitio todo, solo conservó encima de la mesa la bitácora errónea. – ¿Me llamaste, Prano? – Si, pasa por favor. Siéntate. Tomó el banco en donde gustaba trabajar, desdeñando el sillón. – A tus órdenes. – ¿Podrías revisar esta bitácora? – Por supuesto. Malko no se veía perturbado y comenzó a transifar los datos de la bitácora, claustrenando la información y anotando los resultados en su libreta. – Todo está en orden, Prano. ¿Qué sucede? – Revisa las dimensiones del badejo, donde articula con el deferto. ¿No notas la jirbena? ¡Excede de la especificación original! ¡Se están suglifando las chárcobas, mucho antes de lo debido! – Es cierto. Pero la falla no está en la bitácora. Habrá que refranjirar todo el diseño, ¿no crees? Revisó a detalle y, apesadumbrado, comprobó que Malko tenía razón. ~68~
2 – Es todo, gracias. Mientras el braduto se alejaba, llevando los restos de la comida, solo atinó a perjetrar un fruyo, pensativo. Todo el trabajo de los últimos treinta años pendía de un hilo. Si no podía descubrir la falla a tiempo, su carrera terminaría. Y no de buena manera. Mässe Garlo había sido muy claro. Dio unas pequeñas garlediasas al fruyo, con calma. – Hola, ¿ya terminaste? – Si, apenas. – Bueno, te acompaño entonces con un embrusdio. ¿Sabes que pudo haber pasado? – Tengo algunas teorías, nada en concreto. Se me frestanda la conplusinia. – Lamento escuchar eso. – No te preocupes, algo se me ocurrirá. Ella continuó, por un momento como si se encontrase sola: – Es impresionante que a un paso de lograr la trimbilación, los tan cacareados éxitos zuscodinicos no parecieran poder llevarse a cabo, como desearía todo el mundo en Truz. Especialmente mässe Trunido. Volteó a verla. Aún le parecía raro que Droma, la asistente personal del regente de Zuscodinia, le tuviera tales consideraciones.
– Tal es el origen de toda esta pesadumbre, Droma. Entonces, sin aviso, ella rodeó su cuello, en el ademán típico del cariño. Apretando fuerte y palmeándole la frente, hasta dejarla enrojecida. Prano se pasmó. Nunca hubiese imaginado recibir tales afectos y, aún menos, de alguien con mucha más refrandría, como ella. Solo pudo, torpemente, blandugarle la espalda y guirlaparle una teta, según correspondía. Ella sonrío con ternura y lamió su labio superior. – Verás que todo estará bien. Se llevó el embrusdio a la boca y olió el humo que se desprendía. –Mmm, que delicia. El garledió su fruyo o lo que quedaba, apartando las cactéridas. – ¿No has pensado en la posibilidad de algún telectreno? La sugerencia lo tomó desprevenido, dejando poco a poco que el miedo se instalara a su lado. Los telectrenos solo podían provenir de un solo sitio. La sola idea le rutebansio la grapelidia. – ¿Sabes algo que no me has dicho? Ella volvió a aspirar el embrusdio, con calma. – Se mucho más de lo que te imaginas, pero este no es el lugar ni el momento. Cuídate. Cuídate mucho. Ten cuidado especialmente con Roberto. Le dirigió una última mirada con desfremio y se despidió cortésmente, ~69~
mostrándole su pezón izquierdo. La vio dejar el prontesibo y salir, acompañada de las miradas de todos. Roberto. Uno de los trémicos más sustegados de la firma. Además, con nombre fuwerjino. Roberto. ¿Sería él? Buscó el fruyo, pero ya no había nada que garlediar. Permaneció un buen rato, lucuquirando para sí. Si Droma acertaba, muchas cosas tendrían sentido, pero muchas otras no. Decidió quemar naves. Colocó su pulgar en la terminal de la mesa, verificó el saldo y salió. 3 La escena no era extraña, la familia no era ajena a ese ambiente de violencia. El menor no aguantó más: – ¿Nadie va a decir nada? Por menos silencio que este, el padre de Urbo y Trawila tuvo que pagar una gran multa en la Prestibedía. Silencio. Roberto continuó hojeando el diario. Lukba comía. El timbre de la puerta sacudió todo, el pequeño Robertito corrió a abrir. – Hola Prano, dörtte de La Vrenba. ¡Que gusto verte! – Hola Roberto micren, ¿está tu padre? – ¿Prano? ¿Qué haces aquí? El tono de Roberto no escondía la aprensión que sentía. Los dörtte prácticamente jamás tenían contactos extra-laborales con los trémicos y, mucho menos, con los de nombre fuwerjino.
– Quise saludarte y preguntarte algo sobre unos diseños. – Pero… aquí, ¿en mi casa? – No te preocupes, me quedaré solo lo necesario para no hubirficar la grutiyenda y el incidente no será reportado. – Pasa. Prano entró en el departamento, Lubka solo alzó la ceja derecha y desapareció, dándole la espalda e inclinando su torso para mostrar respetuosamente su trasero y abriendo las piernas cada dos pasos, para que se pudiese ver a plenitud su vulva. Prano solo agradeció levemente el gesto, tocando su nariz con el pulgar. – Siéntate dörtte. ¿Qué puedo hacer por ti? – Roberto no podía esconder su nerviosismo. Sentía que su cambrutolio se limentraba aceleradamente. – ¿Por qué tanta aprensión? ¿Ocultas algo? – No Prano, es lo singular del evento, la falta de costumbre. Vamos, es como si un grazebendo, intentara kuldurar con una framcúga. – Jajajaja ¡qué cosas dices Roberto! ¡Qué cosas dices! Jajajajajaja, tranquilízate, ¿sí? Mira, es muy simple. Revisaba unas bitácoras y salió a relucir un diseño que estuvo a cargo de la erfedina que coordinas. Solo rutina, pues. – Estimado dörtte, la erfedina realiza ~70~
miles de diseños al trimestre. Deberás ser más específico.
– ¿A dónde quieres llegar, Roberto? Me estás asustando…
– La bruceliza D-Z-9984. El núcleo de la trimbiladora.
– Solo quiero hacerte comprender. Lo malo es que no sé si puedas hacerlo. Tal vez, este sea el nuevo principio, o, de nuevo el principio.
Roberto abrió lo más que pudo los ojos. Sintió que se le aperfurizaban cada vez más los escálidos y solo atinó a decir: – Lo sabía. Lo sabía. Prano se quedó callado, observó con detalle el fuwerjino rostro, escudriñaba, examinaba. Roberto interrumpió la exploración: – ¿Desde cuándo trabajas en esto? No solo en Truz, ¿Cuánto tiempo de tu vida le has dedicado a buscar la trimbilación? – Pues más o menos 33 años, desde la Gran Neblina. – Mi apreciado dörtte… se ve que ignoras muchas cosas, a pesar del empeño que has puesto a esta misión. – ¿A qué te refieres? Creo que será mejor que te expliques con mayor precisión. -¿Conoces las Montañas Telectrenas? Prano solo atinó a balbucear: – C-claro que sí. ¿Quién no? ¿Que tienen que ver con todo esto? – Como todos ustedes los dörtte saben, los trémicos tenemos la capacidad de retomar, a voluntad, la habilidad de expresarnos como antes de la Gran Neblina. Pero más importante, de volver a las viejas costumbres, a la antigua moral.
Prano retrocedió instintivamente, las ideas ya no lo grafedían. Extrañamente solo lo asaltaban. Lo atacaban. De repente, Roberto empezó a hablar de nuevo, pero esta vez sus palabras sonaban distantes, se veían, podía leerlas en el aire. Volaban como… sabía como, pero no pudo encontrar el concepto “mosquito”. “Renunciación”, “Revuelta”, “Lucha”, ”Sometimiento”, “Simple”, “Pan”, “Te”, “Cópula”… –… y entonces lo que tu llamas badejo, refrandría, trémico, aperfurizar, por mencionar algunos términos… simplemente no existen. Las costumbres añadidas por los dörtte, después de la Gran Neblina, nos fueron impuestas. No nos son naturales. Están condenadas. Prano yacía en el suelo, agobiado por la lluvia de palabras, febril, tembloroso. Solo atinó a susurrar: – condenadas a que… – A desaparecer, mi amigo. Al salir de los labios de Roberto, la palabra “amigo”, prohibida desde la Gran Neblina, simplemente se instaló en la garganta de Prano. Murió al instante. ~71~
Postales
Pijamas de Bebé
Dionisio López Ramos
Fotografía por Bruno Nascimento
Q
ue jodida es la vida de una pinza, llevo más de seis horas en el suelo y nadie me presta atención, aunque confieso que esta mañana me lo he pasado pipa al escaparme de las garras de mi dueña cuando colgaba la ropa. Por primera vez, he sentido cosquillas en el estómago mientras bajaba volando a toda velocidad por la fachada del edificio. Ha sido emocionante, sobre todo, cuando he chocado en el colgador del vecino y rebotado en la cornisa de al lado hasta venir a parar aquí. Pero ahora... me aburro como una ostra. ¡Viene alguien! – ¡Eh, eh! chissss, chissss... ¡que estoy aquí! – Nada, ni caso, otra señora que pasa de largo; para una vez que se me ocurre hacer algo diferente. Recuerdo que cuando llegué por primera vez a esta casa era demasiado infantil y tenía ilusión por casi todo. Lo que más me gustaba, era sujetar baberos y pijamas de bebé; sobre todo,
si estaban llenos de colores y dibujitos. ¡Qué gozada! Es curioso, pero con el paso del tiempo comenzaron a llamarme más la atención otras cosas; calzoncillos, bragas, tangas y sujetadores acapararon mi entusiasmo. Ummm, una etapa muy interesante, sospecho que tuvo que ser un asunto hormonal, pero ahora, todo ha cambiado y sé que el trabajo que hago es muy duro; ahí, todo el día aguantando el peso de las cosas de los demás. Y encima, el puto viento soplando con fuerza para ponérmelo más difícil, como si no tuviese ya suficientes problemas. Empieza a anochecer, a ser tarde, y sigo aquí, tirada en el suelo. Han caído cuatro gotas y como soy de madera, encima empapada. Si al menos fuese de plástico, no tendría este frío que tengo ahora porque sería como llevar un chubasquero. Burrrr... uffff... burrrr... ¡qué frío!, hasta el muelle se me está encogiendo. – Sos... sos... sos... ~74~
Somos tres
el otro abatido
Marian Cañibano
sin capacidad de decisión,
H
abitan en mi dos seres incompatibles,
funde las heridas en la piel. Habitan en mi dos seres
sin nadie que por ellos arbitre. Mientras uno imagina y sonríe,
a ratos complementarios y amarrados por un solo destino.
el otro, fiel sirve
Con ellos comparto mi espacio.
y que me mantiene cautiva.
Poco a poco alimento su estigma, paso a paso alimento y educo hasta que su unión se palpe
Incompatibles,
y desaparezcan sus dudas. Mientras tanto, uno se perfila en los días y el otro, en silencio, me sugiere, que será mejor,
como antídoto que me sumerge
a ratos complementarios. Miro al frente y palpo sus huellas. Imagino cómo vuela, enorme, con su gran par de alas y me doy la media vuelta, y en silencio observo cómo las debilidades,
si se retira.
también palpitan,
Y cuando uno despierta en la noche,
cómo habitan en mi dos seres
~75~
carentes de la exigida cordura, nacidos de los recuerdos, con ganas de enfrentarse, sin fuerza para más giros. Lo intento y procuro entenderles, y no me encuentro, no capto su energía, y de repente me persigo dejando a un lado, esta silla vacía. Habitan en mi dos seres anclados en sus posturas, sin capacidad de elegir la orilla. En una se despide de mí la muerte, la otra respira pasión por la vida. Lo intento y procuro entender. Miro hacia todos los frentes ampliando las perspectivas. Somos tres incompatibles, y a ratos como este, complementarios.
EL CUERDO LO Galería del arte de lo improbable
E
ncontrar en el cuerpo un nuevo cuerpo. Entender que nos transformamos, que somos parte del cambio tanto como nos lo permitimos. Es un poco de lo que puede verse reflejado en esta pequeña muestra de Bodypainting del artista colombiano Miguel Ángel Guapacha.
rencor y el odio que había quedado marcado por el asesinato de su padre cuando tenia 7 años de edad. Gracias al apoyo de su madre y un entorno laboral que le dio la oportunidad de ganarse la vida mientras exploraba sus talentos, hoy en día viaja demostrandole al mundo que del talento y la pasión si se pude vivir y muy bien.
¿Como puede un desplazado de la violencia, convertirse en alguien que vive viajando por el mundo para inspirar a otros a explorar sus talentos?...
Miguel cree en un mundo donde el talento y la pasión sean las cualidades mas importantes para tener un lugar en la sociedad, y hoy viaja por el mundo compartiendo sus técnicas de pintura y escultura, inspirando a mas personas para que exploren sus habilidades.
Esta es la historia de Miguel Angel Guapacha, un joven que encontro en el arte la forma de liberarse del ~76~
OCO
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Un fotográfo en la Guajira “Por que mi piel transpira lo salado De las salinas de manaure… Que mis suspiros se confunden Con las brisas del caribe…” Guajira de mi tierra - Luís Eduardo
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uan Escobar, diseñador industrial de profesión y fotográfo de corazón nos presenta esta colección de fotos de la Guajira Colombiana, aquella que esta en versos y en letras y que se robo el suspiro del mundo con su mágico paisaje. Con su lente Escobar logra capturar la magia de lo cotidiano, la sequía que no acaba, el suspiro de una tribu indígena que persiste en medio de la modernidad, el alma de la infinitud de lo finito.
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