Revista Demencia #18: Transformaciones

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Revista literaria · Año 2 · N° 18 · Enero 14 · 2017

Ilustración por Rodrigo Meade Cervera ~1~


Revista literaria Demencia Año 2, N° 18, Enero de 2017, es una publicación mensual editada por el equipo editorial de Demencia. Santander de Quilichao, Cauca, Colombia. www.revistademencia.wordpress.com Directora y editora responsable: Daniela Cadavid Libreros. Todos los textos e imágenes usados en esta revista se han usado bajo licencia de los creadores, bajo licencia Creative Commons zero o Creative Commons with attribution. Las opiniones expresadas por los autores no necesariamente reflejan la postura de la editora de la publicación. Queda estrictamente prohibida la reproducción total o parcial de los contenidos e imágenes de la publicación sin previa autorización de Revista Demencia o de los respectivos autores.


SUMARIO Demencia N° 18 · Enero 2017

Contenido textual

Daniela Cadavid Libreros David Plancarte Erika M. Araya Esther Ruiz Francesc Barrio Julio José Alberto Gutierrez Manuel Gris Marian Cañibano Pilar Gonzalez Navarro Rodrigo Meade Temotzitlan Santillan Padilla

Dirección y edición

Daniela Cadavid Libreros

Corrección de estilo Amelia Nyan.

Diseño y diagramación Daniela Cadavid Libreros

“Lo más maravilloso de mi madriguera es el silencio. Puede quemarse en cualquier momento… pero por ahora puedo pasearme por sus pasadizos sin oír nada, excepto el ruidito de alguna diminutiva criatura escarbando, huyendo a la que enseguida hago callar de inmediato con mis fauces” La metamorfosis - Franz Kafka

Portada y Contraportada: Rodrigo Meade Cervera.

06 La caja oblonga

28 El Telón de la luna

Un mundo donde los cuentos pueden cambiar la realidad que los rodea. En esta edición: Francesc Barrio Julio.

Historias varias de una demente sin remedio, en esta ocasión el misterio de los alebrijes. Por: Manuel Gris.

10 Postales

34 El juego lúgubre

Mensajeros Dementes que viajan entre olas fluorescentes. En esta edición: Temotzitlan Santillan.

Para los curiosos que andan en busca de nuevo material, o para los despiados critcos de la ciudad. En esta edición: Erika M. Araya

14 La Inmaculada

38 Kaleidoscopic Cats

Letras que suenan como la música de las esferas. Por: David Plancarte.

Si la ciencia ficción nos fluyera por nuestro cuerpo al igual que la vida de estos gatos. En esta edición: José Alberto Gutierrez y Marian Cañibano.

20 El jardín del poeta Nuevos poetas que abren de a poco su lienzo hacia el mundo. En esta edición: Daniela Cadavid Libreros y Esther Ruiz.

24 En el ínterin Un lugar donde todo tipo de magia puede suceder. En esta edición: Pilar Gonzalez Navarro. ~3~


Colaboradores Daniela Cadavid Libreros. Santander de Quilichao (Colombia) Diseñadora gráfica, editora en jefe de revista Demencia, Telonera de la Luna, poeta y soñadora de tiempo completo. En los ratos libres imagina monstruos en las aceras e inventa imposibilidades. Número de la suerte: 21. David Plancarte. CDMX (México) Hijo del inframundo, drámatico empedernido, músico de corazón ausente y mucha alma. Le gusta la buena música, los libros inusuales, la buena gastronomía y las aventuras citadinas. Escribir, bueno... Es otra cuestión aparte. Por cierto, ama los memes. Erika M. Araya. Licenciada en Publicidad y Relaciones Públicas. Paralelamente, escribe artículos de cultura en el blog https://ladykuei.wordpress.com bajo el lema “Por amor al arte”, y relatos de ficción en https://losencargosdecandela. wordpress.com Seguidora del movimiento “Escritura en vivo”, improvisando textos en un teclado frente al público. Esther Ruiz, España A los 18 años sufrió de una enfermedad degenerativa que le produjo una discapacidad de 85% reconocida por los organismos médicos españoles. Es Madre soltera. Su primer cuento lo escribió a los doce años. Auto publicó un libro de poemas del cual no tiene ningún ejemplar. Su poesía es descriptiva con un estilo propio de verso libro. Su seudónimo es Tejedora de Sueños. Francesc Barrio Julio. Estudiaba Física en la U.A.B., pero pasaba más tiempo en el bar que en las clases. Ha sido editor de juegos de rol y redactor de revistas de juegos pero, finalmente, ha descubierto su vocación de escritor. Actualmente, trabaja de redactor de contenidos para un estudio de diseño”. ~4~


José Alberto Gutierrez, Guadalajara (México) 1965 Ha publicado en diversos portales como: SUITE101, MUTANTE Y CONTRASENTIDO. Incursiona en la poesía, la novela y el cuento. Escribe en Pepensador Edita desde febrero de 2015 LA GACETTA DE TU COLONIA. Manuel Gris. Barcelona (Poble9) 1982 Loco de las palabras y de escribir desde que tiene uso de razón, y sabe que si alguna vez le cortasen los dedos aprendería a usar los de los pies o la nariz con tal de seguir llenando folios y folios. Soñador y amante de la noche y de su inspiración. Y del Suchard. Y de la cerveza. azacel669.wix.com/manuescribe Marian Cañibano. Natural de Portugalete, Bizkaia (España) Apasionada de la lectura desde que tiene uso de razón, compagina su trabajo por cuenta propia con el placer de escribir. Pilar González Navarro. Granada (España) 46 años. Diplomada en magisterio y funcionaria en Granada. Escribo prosa lírica, realismo mágico y verso libre. Declamar es otra de mis actividades y lo acompaño de vídeos. En YouTube pueden verlos. Rodrigo Meade Cervera, CDMX (México) Hiperactivo y un poco incongruente , sin olvidar distraído. Se dedica al diseño gráfico, y como no puede salvar al mundo de la distracción, vierte sus pensamientos en sus ilustraciones. Uno que otro día comparte imposibilidades. Temoltzin Santillan Padilla. (México) 35 años Estudio Letras Modernas ( Italianas) en la facultad de filosofía y letras de la UNAM, influencias principales Fernando Pessoa, Leopoldo María Panero, Xavier Villaurrutia, Luis Cernuda entre otros; la literatura y poesía son algo fundamental en su vida, cree en la libre creación, importa más el contenido que la forma. ~5~


Fragmento de “La Caja Oblonga” de Edgar Allan Poe

“He dicho que la caja en cuestión era oblonga. Tendría unos seis pies de largo por dos y medio de ancho. La observé atentamente, y además me gusta ser preciso. Ahora bien, su forma era peculiar y, tan pronto la hube contemplado en detalle, me felicité por lo acertado de mis conjeturas... A juzgar por su forma, sólo podía servir para guardar una copia de La última cena de Leonardo; no ignoraba, además, que una copia de esa pintura, ejecutada en Florencia por Rubini el joven, había estado cierto tiempo en posesión de Nicolino. “

La caja Oblonga Donde los cuentos cambian la realidad que nos rodea

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~7~


Fotografía por Daniel Ruyter

Inesperado encuentro con el hombre-palomo Francesc Barrio Julio

O

cruzaba yo el pueblo de que por delante s habéis fijado pasea un chico de lo más de camino a la estación. alguna vez en extraño. Parecía joven, el característico Fumando un cigarrillo en la veintena. Cabello mirando movimiento de tras otro, oscuro, muy corto y con las palomas? Ese curioso una cresta indefinida. movimiento oscilante que hacen cuando No, lo que era extraño era Camiseta larga caminan. Como una el curioso movimiento que oscura, pantalones militares y unas clara muestra de su iba haciendo con la cabeza deportivas bastante ineficiencia cuando mientras caminaba. extravagantes. se ven obligadas a caminar por el Su testa se balanceaba No, su gusto suelo. Con cada adelante y atrás, en vestir no era paso que dan, su especialmente arrastrando el pecho para cabeza bailando, extraño. No, lo que era adelante y atrás, acompañar cada paso. extraño era el curioso arrastrando su pecho Metódicamente. movimiento que iba con ese movimiento haciendo con la cabeza perpetuo. Problemas mientras caminaba. Su para mantener el escaparates, divagando testa se balanceaba equilibrio, supongo. como siempre y, de adelante y atrás, Pues un día por la noche, repente, me doy cuenta ~8~


arrastrando el pecho para acompañar cada paso. Metódicamente. Caminaba bastante rápido, uno dos, uno, dos, adelante y atrás. Era un ritmo hipnótico. Yo suelo caminar con bastante ligereza, pero el chaval me mantenía la distancia. Y en cada paso, esa oscilación del torso. ¡Era fascinante! En aquel momento, simplemente era un interludio cómico. Un colgado, pensé. Éste se ha metido demasiadas cosas chungas y se ha quedado así. Pero la sorpresa llegó unos metros después. De improviso, el chaval se puso a arrullar. De forma alta y sonora. Sin

esconderse de nadie. De verdad, realmente parecía un palomo gigante. Me quedé alucinando. Pero tras el impacto inicial, enseguida lo entendí. En realidad se trataba de un palomo hecho hombre, paseando por las calles del pueblo. Gozando de la tranquilidad de la noche. Hay que tener en cuenta que a esas horas ya no corre mucha gente por la calle y es el momento idóneo para que un ser fantástico se permita el lujo de mezclarse con los humanos. En un momento dado, nuestro camino llegaba a una esquina. Primero giró

Fotografía por Alexandre Chambon ~9~

el hombre-palomo. En breves instantes lo seguía yo. ¡Y fíjate mi sorpresa! ¡Allí no había nadie! La calle no tenía ningún portal en el que pudiera haberse metido. Tampoco estaba escondido echando una meada entre los coches. Simplemente ya no estaba. La conclusión era evidente, o al menos eso me pareció a mí. El hombre-palomo debió notar mi persecución involuntaria y, sintiéndose perseguido, levantó el vuelo.


Postales



Courtesy of freemedia

Pesadilla Kafkiana Temotzitlan Santillan

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A

bro los ojos y estoy en medio

De una procesión de cucarachas Que alaban a dio$; Marchan en un caos perfecto,

Izquierda, derecha, arriba, abajo Todo esta lleno de cucarachas Que solo alaban a dio$; Cucarachas que no saben distinguir

de cucarachas Así que corro, trato de escapar de la plaga De las náuseas que me producen sus miradas apagadas Corro y corro

Marchan y marchan las cucarachas

Pero siguen aquí, en todas partes, Izquierda, derecha, arriba, abajo. Con horror descubro que mis piernas ahora son unas asquerosas patas de cucarachas

Sin importarles nada,

Que encuban a más cucarachas

En un instante me convierto en una de ellas

Solo alabar a dio$;

Para que alaben a dio$.

Van y vienen, buscan un rumbo,

Pero ¿y Dios...?

Como una pesadilla kafkiana

$oñándo que algún día dejaran de ser alimañas Mientras pasan sus días alabando a dio$; Se aplastan unas a otras

Buscan saciar su vacío, Tienen tanto que decir Sin embargo permanecen en silencio El miedo ha sellado sus hocicos; Deambulan con sus ojos apagados Su marcha destruye todo lo hermoso Que las rodea,

El aroma de una hermosa flor Con el hedor del agua estancada;

El verdadero Dios ya no existe El arrepentimiento de haber creado A las cucarachas, lo entristeció Lo enfermo y lo mato Convirtiéndolo en nada. II Me horroriza saber que todo A mí alrededor está lleno ~13~

Ahora pertenezco a esta plaga O tal vez siempre he sido parte de ella. Tal vez siempre he sido una cucaracha. III Desperté de un extraño, perturbador y hermoso sueño En el que por un momento dejaba de ser un insecto.


La inmaculada

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“…nada me retiene ya, y me complazco en permitirme el furor sagrado, y asaltar insolente a los mortales con la franca confesión de haber hurtado los cálices áureos de los egipcios, para construir con ellos el tabernáculo de mi Dios lejos de los confines de Egipto. “

Johannes. Las armonías del mundo, libro V, Proemio.

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Courtesy of Martino Pietropoli

¿Qué chingados hago aquí? David Plancarte

Cuando tengas ganas de morirte escóndete la cabeza bajo la almohada y cuenta cuatro mil borregos. Quédate dos días sin comer y verás qué hermosa es la vida: carne, frijoles, pan. Quédate sin mujer: verás. Cuando tengas ganas de morirte no alborotes tanto: muérete y ya. Jaime Sabines. ~16~

M

iraba el techo con cierta indiferencia, buscando entre las grietas figuras divertidas. Pude ver un león comiéndose a una tortuga y a un conejo con bikini. Trataba de burlar la tarde para dejar de pensar en Sofía y vaya que me hacía falta, era de esas mujeres las cuales llegas a viejo y en tu lecho de muerte, sigues extrañando el no haberse fugado en tu Harley Davidson 1991


con ella sentada atrás de ti y viajando a un pueblo remoto… Pero ella no volvería, me había quedado sin un centavo trataba de administrar lo que me quedaba de mi último pago por el “freelance” del mes pasado, pero en esta época del año no cae mucho trabajo y siento demasiada pereza volver a la rutina del escritorio y la pared blanca todos los días. Me limitaba a hacer las compras con

lo básico para sobrevivir y cómo mi compañero de cuarto, Emilio, había ido de viaje por 3 meses a Yucatán, tenía todo el departamento para mí, eso significa que todo era un desastre. Tenía meses que no había hablado con mis padres, asumo, por sus ocupadas vidas seguían en sus ocupados trabajos con mi hermano adolescente y su rebelde vida de adolescente, todo ese cliché me daba nauseas, prefería mantener mi ~17~

relación con ellos como siempre la mantuve: fría y a distancia. Volví a trasnochar bebiendo la última lata de ron con cola “presidente” que me quedaba, como era costumbre llene el buzón de voz de Sofía con mil mensajes de amor y otros tres de odio absoluto. Culminando con un sutil “Chinga tu madre”. A la mañana siguiente me levante pasadas las 2 de la


y de regreso sólo veía a la hermosa luna iluminar mi camino a mi departamento sobre Reforma. Pero hoy, hoy el calor era No he tenido una gran un asco y hoy era el día, historia, he sido “un ...con figuras en el el gran día que había tipo más”, nada aplazado con falsas techo, con llamadas en particular esperanzas, con de amigos y familiares excepcional, una figuras en el techo, cara que saludas que nunca llegaron, con llamadas de hoy y mañana da con la visita inoportuna amigos y familiares igual si lo recuerdas, que nunca de Sofía, que llegaba y lo único que tuve llegaron, con la me decía que se quería fue a Sofía, ella visita inoportuna hizo de mi vida un escapar conmigo en mi de Sofía, que cambio de persona llegaba y me decía Harley Davidson 1991 a una verdadera que se quería un viejo pueblo… “Transformación” escapar conmigo en dejé la comida chatarra, mi Harley Davidson 1991 a me conseguí un mejor empleo, un viejo pueblo… hasta habíamos rescatado a “pelusa” “Aquí mi dulce mar, aquí ya quédate” un pequeño perro de la calle que vivía con ella, me tenía tan completo, tan Me despertó una canción en la vivo que todo parecía irreal. radio, había olvidado la alarma que deje puesta. Dormite unos veinte Pero no tuve el valor para decirle minutos, hasta que decidí pararme cuánto quería luchar por ella y cuánto hacia el baño tomar el veneno para la quise en realidad, un día dejó una hormigas y lo bebí todo de un jalón, carta para decir que no volvería que quise correr hacia el excusado para encontró un lugar dónde hacer su provocarme el vómito, era cobarde… maestría y que se dedicaría a eso los pero todo fue muy tarde, nunca próximos años, dejo un beso marcado sabré que será vivir como una en la carta y no volví a saber de ella, ni persona común. celular, ni mensajes, nada…. tarde y volví a mirar el techo. Estaba harto, harto de verdad. Quería dejar de sentirme asi.

Sofía siempre me amó, ella asistió a mi funeral, se casó, consiguió un trabajo de medio tiempo, tuvo un hijo (Con mi nombre), murió diciendo mi nombre y arrepintiéndose de no haberme llamado antes.

Hoy en particular daba asco el calor, andaba sin camisa y aun así seguía sudando, la tarde en la Ciudad de México es fatal, recuerdo que cuando tenía mi trabajo no sabía del sol por un buen rato, entraba cuando recién salía ~18~


Photo courtesy of Isai Ramos

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El jardin del poeta PoesĂ­a que se esparce sobre el lienzo


“Los pescadores saben que el mar es peligroso y la tormenta, terrible. Pero eso no les impide hacerse a la mar� Vincent Van Gogh 1853- 1890


Away from home Daniela Cadavid Libreros

Fotografía por Daniela Cadavid. Museo Frida Kahlo, CDMX

V

isitar la memoria almuerzo al mediodía, de los lugares ver una película enredada conocidos, en “Ceniza”, Beber una taza Llorar en el closet entre de té con tu yo favorito, hermanas, Besar a un desconocido Sentirse en casa y volver a de un recuerdo empacar la maleta fragmentado, Llamar a casa y encontrar a la abuela,

Sin mirar atrás sin lágrimas

Sentarse en las escaleras y mirar por la ventana los atardeceres no vividos.

Dispuesta a enfrentar lo desconocido.

Darle un abrazo a mamá, Saborear el olor del ~22~

Lejos de casa.


Silueta Esther Ruiz Zumel

FotografĂ­a por Blair Fraser

E

l mar rompe el suelo terrestre. Ataviada con su traje salado. Una pisada se marca en la arena. Eres la mirada de una gaviota. Solo buscaba dialogar. Ofreciendo versos pintados. Te vi cavilar acariciando dudas. Escuchando una balada de amor. Regalando cada segundo dentro del universo. ~23~

Una risa es un lucero. Prisionera de la brisa. Dedicada a la soledad. Busca una oraciĂłn. Rompe fronteras. Ata razones. Inmenso en su paz. Aclaro la voz. Libre como el mar.



En el interin


FotografĂ­a por Dominik QN ~26~


Mariposa Universal Pilar Gonzalez Navarro

A

sí es como me siento yo, como la mariposa de entre todas las mariposas. La más hermosa, la más colorista en sus alas, la del vuelo majestuoso e inigualable elegancia, batiendo colores al viento. Liberada del huevo de seda donde nací, fea oruga, repugnante, grisácea, convertida tan sólo por un día en una preciosa reina alada. En mi vuelo no existe una ruta marcada, nadie que cronometre mi tiempo de llegada a ninguna parte, porque vuelo por volar, como vivir por vivir también se puede. El aire me abriga y piropea y a mi paso, las nubes se abren y apenas atisban mi llegada, se les oye decir:

“¡Ya viene, ya llega!”

vigoroso, pura fantasía, paleta de colores del Y es que el polvo de mejor pintor del mundo. mis alas, no es un polvo Me deshago en piruetas, cualquiera. Nubes, cielo, inventando travesuras luna, estrellas… ¡Todas lo paras las orugas novatas saben! Y acuden veloces a de mañana, deseando mi encuentro primaveral. ver al gorrión que me Desde lo más alto, mi tiene desatada. lugar en el firmamento, desde allí, arrojo a cada Y de repente... Me siento quien el color que de cansada, exhausta, como mis alas necesitan. El si de las alas alguien me verde esperanza, el rojo tuviese cogida. Y no ¡No pasión, el blanco para las es eso! es que se acaba impurezas del alma, el el día de mi vida. Pero amarillo amistad, el rosa justo cuando caigo al para los romanticones torrente de un río de y si me alcanza, todo lo agua cristalina, aparece gris lo vuelvo azul, mi el gorrión que os decía y color favorito. me alza entre su pico con mucho cuidado. “De ésta Y cuando desde más no te mueres”, me dijo y alto aún si cabe, les así viene haciendo cada escucho reír, cantar, saltar día. “Mariposa Universal”, de alegría o llorar de me hizo. emoción ¡Qué más da! Mi vuelo es entonces más ~27~


S

abes hacia dĂłnde voy? ÂżMe conoces? Vivo tras el alfeizar de la luna radiante y cada noche rescato un fragmento de su luz para dibujar atardeceres.


el telon de la luna


Fotografía por Neslihan Gunaydin

Y el final de camino

está…justo aquí Manuel Gris

A

veces es más sencillo creer que eres algo que serlo de verdad. Es algo así como tratar de limpiar un espejo sucio para verte en él y, al acabar, encontrarte con que eres todo lo contrario a lo que esperabas encontrar.

frustrante, ella se empeña en meter más peso en mi abrigo y mis zapatos y, por puro sadismo, mojar con una manguera el terreno por el que trato de escalar.

Pues vivir con ella me obliga a hacerlo.

Pero he encontrado una manera de llegar. Sí.

Todos los días, a todas horas, sin excepción, me recuerda que jamás conseguiré serlo, como si el hecho de luchar solo contra el mundo por mi sueño no fuera suficientemente

Es sencilla, casi la podría haberse encontrado en un manual para un juguete de entre 0 y 2 años, pero ya se sabe que, si no se busca, o si no se está seguro de qué es lo que necesitas, es

Las caídas ya no duelen porque estoy cubierto de cicatrices.

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prácticamente imposible conseguir llenar el saco de ilusiones. Pero esta vez sí; esta vez lo voy a lograr. Salir de clase siempre me había parecido como quitarte ropa de lana después de caminar durante horas debajo de un diluvio, pero hoy es mucho más liberador, como si además de la ropa fuera la piel tras ella, abandonada y triste porque sabe que nunca más volveré a recogerla. Lo siento, le diría, pero ya no me haces falta. Cada paso y cada persona que se cruza en mi camino son testigos


de la transformación que está teniendo lugar en mi interior, que una vez acabe, la seguirá mi mutación exterior, pero parece que nadie se da cuenta, y a mí en lugar de molestarme, de hacerme sentir mucho más solo, sonrío porque sé que aún no ha llegado el momento de que lo descubran. Aún no. Pero cuando lo hagan ya nada será igual, y todos los que ahora ni me miran sentirán que dejaron pasar la oportunidad de conocerme en persona y hacerme todas las preguntas que nacerán con lo que va a pasar

en cuanto llegue a casa.

mi cambio.

¡Hola, pequeños cabrones con alas!, ¿cómo estáis? Yo bien, a punto de ser La llave entra a la primera, verdaderamente yo, ya sin temblores por mi sabéis, lo que llevo años parte, y la puerta se abre suplicándole a vuestro dejando escapar ese jefe que me dé y que, sonido viejo y oscuro cansado, he decidido que, de pequeño, me coger por mi cuenta. Pero hacía temblar porque seguid, seguid. Que no se significaba que papá o os baje la tempera. mamá habían llegado a Al cerrar lo hago con casa, que iban a acabar delicadeza para no hacer en mi habitación. Que ruido. Sé que tiene el aquella noche no me sueño muy profundo, haría falta una manta pero las cosas suelen para dormir caliente. torcerse cuando todo Pero hoy, la verdad, me ha sonado a coro de va rodado, y me da que cualquier mínimo susurro ángeles anunciando una orgía sin fin para celebrar hará que mi sorpresa Pobres infelices. Que mala suerte.

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no sea tal. Así que me descalzo también y abro poco a poco la mochila, de donde lo saco. Parecía que pesaba menos cuando lo cogí, e incluso cuando lo he transportado desde el patio trasero de la casa que está al lado del colegio, pero no ha sido exactamente robar, ha sido tomar prestado porque, uno de los pasos a no olvidar es justamente que esto acabe de nuevo en su hogar. Lejos del mío. Lejos de ella. Oigo sus ronquidos. Son pausados y, por lo tanto, provienen de la profundidad que solamente la calma más pura puede regalar. No se va a enterar de nada, pienso. Seré finalmente quien debo ser, me animo. Veo sus pies mirando al suelo colgando al final de la cama, y me jode porque hubiese preferido tenerla boca arriba, pero en algún sitio leí que la improvisación es algo bueno, y que hay muy buenas cosas que nacieron de adversidades

que, en un principio, parecían auténticas putadas. Así que sigo adelante. A apenas medio metro del cuerpo que me va a convertir en que quién soy digo en voz muy baja si estás ahí, si realmente existes, dame la fuerza para no fallar, y levanto los brazos y toda la fuerza de mi cuerpo se concentra en el pequeño pico de jardinero que, al llegar a la espalda de mi abuela, atraviesa la carne y los escasos músculos como si fueran un globo lleno de agua. Ella apenas reacciona, y me parece ver que sigue respirando debajo de toda la sangre que escapa de la herida cuando saco el pico de ahí. He creado un volcán de vida, un geiser de sirope de vieja de mierda que no parece cansarse de escupir al mundo el veneno que alimentaba a esa bruja, que llevaba martirizándome desde que mis padres me abandonaron en su puerta el día que cumplí 10 años. Han sido 25 años muy duros, demasiado, pero al fin puedo dejar ~32~

escapar de mi interior esas ideas que me decían que estaba destinado a algo más que a matar simples gatos y conejos. Que los humanos, de verdad, son mi presa a seguir y eliminar. Estiro los brazos, con dificultad el que carga con mi resbaladiza arma, y miro al techo, sintiendo como mi piel se eriza y mi respiración se calma al tiempo que la de mi abuela se apaga. Soy yo, me digo. Finalmente he conseguido ser yo del todo. Suelto el pico, que rebota en el suelo, y cierro los ojos para notar como me transformo en el asesino que, en sueños, me lleva mucho tiempo suplicando que le deje salir. Bienvenido, le digo. Gracias, me contesta. Y comenzamos a reír a carcajadas.


Photo courtesy of Sokoloff Lingerie

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El juego lugubre

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Soy invisible

M

l rutina no ha cambiado nada. Llego a la oficina a la misma hora de siempre, ocupo el mismo sitio, y me voy siempre a la misma hora. A medio día me voy al comedor, llevo mi topper y mi botella de agua, y me siento en la misma esquina, cerca del pasillo. Veo a la misma gente pasar, y aún no logro recordar sus nombres. Ellos siguen su propia rutina, hablan de sus cosas, comentan la vida diaria, sus paseos en bicicleta, la visita a la casa de la madre, y opinan de todo. Cuando acaban de comer, cada uno

se levanta de su sitio, van a lavar los trastos, tiran la basura y se despiden con un “hasta luego” que resuena en el aire. Mientras tanto, yo sigo sentada en mi sitio. Y por un instante, un breve instante, llego a creer que se estaban despidiendo de mí. Vuelvo a mi mesa de trabajo, sigo con el papeleo, moviendo mis dedos en el teclado, que me parece más suave que nunca. Ensimismada estaba que no logré escuchar la conversación completa que estaba sucediendo a mi lado. Mi compañero susurraba en voz alta, que aún no lograba reponerse ~36~


Erika M. Araya

Fotografía por Joel Beukelman

de la noticia, que le parecía toda una pesadilla. La de enfrente asistía con la cabeza, y suelta una frase tajante: “ese conductor merece la cárcel”, y la compañera de la esquina preguntaba si la familia había tomado una decisión respecto de su hijo. Traté de concentrarme para saber de quién estaban hablando, pero prefería continuar con mi trabajo. Llegó la hora de la salida, me paré de mi asiento, cogí mis cosas y fui hacia la puerta, pero no podía abrirla. Mi mano atravesaba el pomo, mi mano se volvía invisible, no podía cogerlo.

Intenté atravesar el cristal y lo hice muy suavemente. Y aparecí en la habitación contigua. Miraba hacia atrás y me di cuenta que nadie notaba mi presencia, nadie se despedía de mí. Nadie podía verme. Le quité importancia al asunto, me fui al parking a recoger el coche, pero no estaba. ¿Dónde lo habré dejado? Me quedé unos minutos que me parecieron eternos, allí sola en medio del parking vacío, tratando de recordar dónde había dejado mi coche. Mis compañeros ya se habían ido, todos. La noche fue cayendo, y yo seguía buscando mi coche, allí en medio de la nada. ~37~


Kaleidoscopic Cats Donde la realidad y la imaginaciรณn se vuelven arte

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~39~


Fotografía por Jonathan Simcoe

TRANS TORNO TRANS FORMA José Alberto Gutiérrez

E

l motivo no te encuentra, Tal vez juegan a esconderse el uno de ti

Y el otro del otro… reminiscencias que efervescen Una suerte de desperdicio intergaláctico, un sueño de insomnio a posteriori (todos sabemos que viene justo luego de otoño) Te cambia, te sugiere vías alternas. Como si tu vida o lo que crees tu vida estuviera siendo modernizada por alguna línea –quizás la 8 o la 15- del Tren ligero de tu viaje. Transformarte. Volver a ser uno distinto. Como si todos los capullos que dejaste hubieran servido. Como si no hubiesen sido blátidos en vez de monarcas. Y encima el control. Ese que aferras a tu mano como el de la tele, para luego buscarlo como enajenado habiéndolo conquistado hace segundos.

Cuando por fin te deja dar con el (porque así es) te das cuenta como siempre, como si la decepción no te conociera. Como si no estuviera de inquilina perenne a tu lado, como si de verdad fuese una sorpresa… que no tiene pilas. Como si necesitaras –de hecho, si- el pie teatral para abrir el pecho y rasgar lo que resta de humana dignidad para gritarle a un dios que conoces pero no sigues y al que ni siquiera le crees: ¿Por qué a mí? ¿Y porque no? Acaso te contestara si no fueses tan insignificantemente convenenciero. No te transformas. No cambias, te vas llevando, dejando hacer. No haces nada para cambiar eso. No puedes. Nunca has podido. Bueno quizás un tiempo… pero igual tampoco quisiste. No es el momento. Pensaste –sí, solías hacerlo-: Todos van por acá. Y lo sabías. Muy bien lo sabías. E igual preferiste seguir la corriente. Y lo lograste. Ahora eres corriente. Mucho. ~40~


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Fotografía por Tim Evans

Don Marian Cañibano

S

in tener en cuenta sus pesadas ojeras, sus andares cansados, la blanquecina piel que rodeaba su cráneo y el desagradable gesto de su cara, era un hombre normal. Le gustaba vestir sombrero tanto para el sol como para la sombra. Trajeado de arriba a abajo, solía pasear cada mañana por el pueblo, mostrando su superioridad al prójimo. Los niños, a escondidas, entre las faldas del corrillo de las madres, le lanzaban piedras sin demasiada suerte, para ver quién era capaz de quitárselo de golpe. Solo su inocencia se atrevía a

ello y de inmediato eran reprendidos con fuerza. No aceptaba otra cosa que un Don iniciando cada frase. Don por aquí, mire usted señor Don a ver si puede, por allá. Poco a poco, el palco de seguridad que le ofrecía su trabajo como director en el único banco de la comarca, le hizo ir mirando a cualquiera por encima del hombro. Jamás nadie le había visto, en ninguna circunstancia, sin su aborrecible sombrero desde que aceptó el cargo. Cuando le tocaba expulsar de su oficina, o de su casa, a algún incauto deudor, solía agachar levemente la cabeza, ladeando el ~42~

ala de su odiado aliado a modo de “ te lo advertí “ con saña malsana,” dame las llaves y acabaremos antes”, solía concluir. Poco a poco, su trabajo fue consumiéndole por dentro. Algunos, le recordaban en clave de emotiva y soñadora juventud, pero eran los menos y tampoco les quedaba demasiado para terminar de borrar aquella imagen y su concepto. Nadie supo con exactitud cuándo se produjo el cambio, cuándo el pequeño de los hijos del herrero Markel dejo de ser persona para pasar a ser un acaudalado banquero. En lo único que se ponían todos de acuerdo, era en


la falta de humanidad de sus operaciones. Su oficina, había sido testigo de tres suicidios en directo y cuatro intentos de asesinato. Los espectadores, siempre los mismos, él y su asqueroso sombrero. Sin embargo, nada le hizo nunca retroceder un paso en sus decisiones, estaba vacunado contra el ruido que hacían al caer los muertos. Aquella mañana, el paseo fue corto. Esperaba la visita de un superior antes del mediodía. Se dirigió a su despacho sin mostrar educación mientras todos, clientes y trabajadores, sin faltar

ni uno, le saludaban con los ojos caídos en actitud sumisa. Un estruendo y su portazo ponían a diario fin a la primera escena, comenzaban entonces los temblores en la espera por ver quién iba primero. La gente se armaba de todo el valor que podía antes de cruzar aquel umbral, sin saber en qué momento acabaría su angustia. Por lo normal, la puerta solía abrirse en diez o veinte minutos y alargando su dedo, iba señalando a los elegidos de la jornada. Uno por uno iban desfilando sus peticiones y sus lamentos. La mayoría obtenían el dinero que necesitaban, se les etiquetaba en la ~43~

muñeca un código de barras permanente y volvían a sus hogares con la sensación de losa en lo que les habían dado. Y esa misma mayoría, también se veía obligada a tener que volver a pedir prestado, de por vida, para poder alimentar a la familia y hacer frente al eterno primer préstamo. Con lo que, si uno entraba, en aquel despacho, lo hacía consciente de haber perdido la libertad a la hora de administrar lo poco que tuviera. El círculo quedaba completamente cerrado. Sin embargo, aquel día, la puerta no se abrió. Pasadas dos horas, un par de desconocidos trajeados sin sombrero entraron en silencio en la sucursal. Cada uno portaba un maletín de piel negra esposado a la muñeca. Con la misma mala educación, pasaron rozando la sorpresa de los presentes sin pedir disculpas, directos al despacho del Don director de la comarca. Allí permanecieron reunidos toda la mañana, la tarde,


la siguiente mañana y la siguiente tarde hasta un total de nueve. El mismo ritual hizo que, ante el aburrimiento por lo poco que hacer, el banco fuera centro de reunión de curiosos, parados, jubilados, sin techo, niños y acreedores en general. Todos ellos fingían estar esperando para poder pedir un préstamo o para renegociar sus pagos. A la misma hora, en la misma puerta, el noveno día, los desconocidos trajeados llegaron muy enfadados. Uno de ellos, el más alto, gesticulaba aún sentado en el coche mientras el chofer y la tintada puerta, esperaban a que saliera. El otro, decidió no esperarle. Al pasar por el tumulto apiñado de pobres desgraciados, su áspera voz les invitó a marcharse. No habría más préstamos, la oficina quedaba oficialmente cerrada hasta nueva orden ministerial. Algunos de los portadores de códigos de barras, se atrevieron a rebatir con suavidad tal decisión, intentando poner como excusa el obligado pago de las

cuotas. El hombre de oscuros andares les miró fijamente, obligándoles a permanecer en silencio, haciendo cola en la única caja abierta. Ya en la oficina, ambos individuos comenzaron a chillar al director. Sus ininteligibles gritos traspasaban paredes y partes como lanzados contra algún enemigo. Al Don, no se le oía decir nada. Un vecino, incluso, apuntó no haberle visto paseando en toda la semana. Hubo, también, quién quiso añadir más intriga al asunto, afirmando que tampoco se le había visto entrar o salir del banco. A las dos horas, la puerta por fin se abrió. Ambos trajeados salieron utilizando una costosa cara amable. - Por favor, ¿quién de ustedes es el encargado? - Lanzó al aire mientras barría con la mirada a todos los presentes. - Soy yo señor. - Le indicó sonrojado por el miedo Diego, el responsable. - Escuche bien lo que le voy a decir. No quiero que nadie entre en ese ~44~

despacho hasta que el director en persona se lo comunique. Cuenta con mis instrucciones. Un problema informático nos obliga a tener que cerrar el banco. Desaloje usted a los aquí presentes y cierre por fuera la puerta al salir, alguien de mi confianza pasará en una hora a por las llaves. Será cuestión de pocos días. Concluyó en tono fingido y maternal, sin perderse en más explicaciones, y ambos desconocidos retomaron su marcha dispuestos a abandonar el banco. Nadie acertó a mover ni decir nada durante más de veinte o veinticinco minutos. La silueta del Don permanecía estática, traspasando la opacidad de los cristales de su oficina. Diego, decidió que ya habían sido suficientes emociones, recordándoles, además, que todos estaban en apuros. Unos por no poder pagar, otros por quedarse si trabajo hasta nueva orden. Las caras languidecieron juntas al momento. Hubo desmayos, llantos


y blasfemias, en un principio medidos por el miedo a molestar al Don. Pero poco a poco, la cordura acabó por perderse en un demoledor jaleo al ver que no protestaba. El pequeño del mediano hijo del herrero Markel, aprovechó el momento para deshacerse de la mano de su padre. Corrió como una lagartija hasta la puerta, supuestamente blindada, y la abrió inocentemente. Al momento, los asistentes al mayor problema de la comarca en años, enmudecieron sus exacerbados discursos. Sobre la mesa del despacho, decenas de extrañas herramientas permanecían tiradas, mezcladas con enormes placas recortadas, de diferentes y luminosos colores, y con bolsas enteras de extraños enchufes deformados. A la cabeza del Don le había desaparecido su parte posterior, justo sobre los ojos, como si se la hubieran desatornillado aprisa y sin rosca. Tampoco había sangre.

Las mujeres presentes, se apresuraron a tapar con sus manos, con sus faldas o sus bolsas, los ojos de los más pequeños. Todo valía por librarles de las pesadillas posteriores. Le han asesinado, dijo uno. Se le han quitado de en medio y no sabemos ni quiénes son, alguien vio la matrícula, se apresuró a comentar otro. No tenía, dijo la más anciana y observadora. Está moviendo los ojos, hay que llamar a una ambulancia, añadió el siguiente. En verdad, el cuerpo sentado en la petrificada forma del Don, mantenía un mecánico movimiento de pestañas. Unas gotas de aceite comenzaron a desprenderse del corte en el que finalizaba su cabeza. Nadie se atrevió a secarlas, por miedo a tener que preguntarle si permanecía vivo o eran actos reflejos, acabando por recogerse en el hueco de sus ojeras a modo de lágrimas. El pequeño curioso consiguió burlar a su padre de nuevo, colándose bajo la mesa. Papa papa, mira lo que he ~45~

encontrado- gritó varias veces seguidas su infantil voz. En su mano derecha, el sobrero del Don parecía estirar hacia el suelo de su pequeño brazo. Poblando el interior de la copa, decenas de cientos de pequeños chips y otros artilugios imposibles de reconocer, hasta para el único informático presente. Diego, el encargado, se armó de valor para acercarse a la mesa. Sin querer apoyar las manos en ella, se disponía a levantar sus talones intentando ver el interior de la cabeza del Don, cuando de nuevo el pequeño preguntó perplejo a su padre trepando por las rodillas del muerto: - Pero.... ! esto es un muñeco! ¿Dónde está el tito Don?


Ilustraciรณn por Rodrigo Meade Cervera


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