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Un nombre del malestar en la cultura: Pandemia
Un nombre del malestar en la cultura: Pandemia
Adriana Bauab
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Un tiempo histórico nos está tocando transitar, desde fines del año 2019 y principios del 2020 -en que la fuerza y la supremacía de la naturalezaFreud la nombró de este modo en el Malestar en la cultura- generó un virus, invisible microorganismo, que por una mutación inesperada adquirió una hostilidad mortal, que condenó a la humanidad de uno a otro extremo del planeta al aislamiento. Lo llamo histórico, porque en un corte transversal, sin miramientos, de uno u otro modo, afecta a la humanidad sin diferenciar, edad, nacionalidad, género, religión, ni posición social.
Las condiciones no son las mismas que al inicio por varias circunstancias, entre ellas el agotamiento y el cansancio que el aislamiento provocó a la población, en este segundo año de pandemia. Sin embargo, la amenaza de las sucesivas cepas es permanente generando desconcierto e incertidumbre como lo sigue siendo la cepa Delta.
Al principio una vivencia inédita de temor, angustia y miedo, nos habitaba en ese confinamiento involuntario, preventivo y obligatorio. Cada despertar parecía reproducir la ficción del breve cuento de Monterroso (1990, p.77) que dice “Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí”.
Reedición una vez más de la peste, nos trae reminiscencias de la que inspiró a Freud, la de la tragedia de Edipo rey, la de Tebas, epígono de los desarrollos ulteriores del psicoanálisis. La de la pluma de Albert Camus o la de la gripe española. De la ficción a la realidad, la peste y su polisemia, conjugando real, mito y metáfora.
El monstruo, la peste, el virus, lo real desatado y bestial, aún, otra vez entre nosotros. Reenviándonos al desamparo, hilflosigkeit, término que Freud acuñó para el psicoanálisis en sus primeras investigaciones, advirtiéndonos que la indefensión original, propia del cachorro humano requiere del prójimo para atenuar el padecimiento visceral que lo aqueja.
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A ese desamparo radical es reenviado el sujeto cuando impacta lo traumático, el abismo insondable del troumatisme1 que se manifiesta con síntomas, insomnio, fobias, inhibiciones, tristeza, pánico, desesperación, crisis varias que pululan incesantes.
Predominio de la angustia acompañada de temores y de dolores psíquicos profundos por duelos incumplidos. Por duelos detenidos en sus tiempos de elaboración, sin despedidas, sin el abrazo del pésame, sin los rituales que la civilización requiere (Bauab, 2012).
Tiempos de pandemia con su consiguiente aislamiento retornan al sujeto a esa condición original de indefensión, que escuchamos en la clínica.
En un comienzo era habitual en las sesiones algunas palabras sobre la pandemia como encierro, hisopado, anticuerpos, población de riesgo, saturación de oxígeno. Luego el tema de las vacunas también tuvo y tiene su hegemonía en arrojar incertidumbres, anhelos y rechazos. Sin faltar las humoradas sobre lo qué algún paciente decía “ya estar vacunado” de algo que lo afligía. Pero a poco de iniciada la sesión telefónica, por videollamada, o por alguna plataforma, el inconsciente y sus formaciones solicitaban su desciframiento. Emergiendo el sujeto, sus singularidades y sus goces.
La pandemia del COVID 19 tiene otro ingrediente que lo hace aún más inédito y es que no permite distinguir como es en el caso de las guerras los enemigos de los amigos. Un familiar, un amigo, el propio cuerpo asintomático puede ser agente vehiculizador del virus y contagiar a un ser querido -como ha sucedido en tantas reuniones, festejos, cumpleaños- y lo que es fuente de alegrías volverse el antro tanático que genera la muerte.
Parece allí materializado lo que Freud (1919/1997) acuñó para el psicoanálisis como unheimlich, el núcleo de extrañeza que anida en lo más íntimo del sujeto, aquello desconocido que arraiga en lo familiar y que guarda el persecutorio afecto de la sospecha, de la amenaza que acecha.
El Centro de Salud Mental Ameghino desde el comienzo asistió a las demandas que requería la comunidad a causa de la pandemia. En ocasiones con guardias de atención remota recibíamos interconsultas de los
1 Neologismo acuñado por Jacques Lacan en el que confluyen trou (agujero) y traumatisme (trauma)
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profesionales que atendían a los pasajeros repatriados que permanecían en cuarentena hospedados en unidades preventivas de aislamiento en la ciudad, como también a aquellas personas hospedadas en hoteles que debían mantener aislamiento por leves síntomas o por haber estado en contacto estrecho con algún enfermo de Covid-19 y tener un hisopado positivo.
Una tarde de fines de julio de 2020 recibo un llamado telefónico por un paciente hospedado en uno de esos hoteles, una consulta psicológica por una joven mujer que dio positivo en el test, por eso estaba en confinamiento en un hotel con su hijo de 2 años que también dio positivo en el test, pero no presentaba síntomas. La consulta era porque si bien estaban asintomáticos respecto de la virosis, la joven presentaba dolor en el pecho, ahogo, falta de aire, manifestaciones compatibles con la angustia, cuando amordaza y afecta corporalmente al sujeto. Tal vez el nombre no sea lo más importante: sea neurosis actual, neurosis de angustia o ataque de pánico, que era precisamente como ella lo llamó.
En la entrevista telefónica que efectúo con la joven refiere que tiene mucho miedo, dice que tiene pánico de enfermarse. Le pregunto cómo cree que se contagió y cuenta que su hermana hizo un festejo por el cumpleaños de una sobrina al que concurrieron familiares y amigos, y que estuvieron tomando mate.
Esto fue en el mes de junio, cuando ya estaba decretado hacía tiempo el ASPO (aislamiento social preventivo y obligatorio) y se conocía que la aglomeración y más aún compartir el mate era causa de transmisión comunitaria.
La madre de la paciente había muerto hacía dos días de la enfermedad, y ella no la pudo ni acompañar, ni despedir y sabe que su hermana estaba internada con pronóstico reservado.
A medida que fuimos hablando, fue importante distinguir que sus síntomas no eran atribuibles al COVID, diferenciar una entidad de otra facilitó que calme sus temores. Seguramente tendrá que seguir hablando, recordando, elaborando sus duelos y tramitando sus angustias.
La angustia, ese afecto que atraviesa la existencia, tiene varios modos de manifestarse. En ocasiones, impacta en el cuerpo, con una puntada en
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el pecho, disnea y aceleración del pulso que generan un terror inminente a morir.
De la pluma de Kierkegaard (2006) recogemos la interesante frase que dice “una aventura que todos tienen que recorrer, la de aprender a angustiarse; el que no lo aprende sucumbe, o por no sentirla, o por anegarse en la angustia” (p.121).
Tal vez por eso es ese afecto al que el psicoanálisis prestó tanta atención y la comparó con una brújula para la dirección de la cura.
Sabemos que esa aventura que es la angustia cuando sumerge al sujeto en una inhibición paralizante, le impide el encuentro con lo vital del deseo.
Palpitaciones, agitación, ahogo, sudoración y pesadillescas afecciones alteran el sistema cardiorrespiratorio, como sucede en el trauma de nacimiento. Insistió Freud hasta en sus últimos textos que cuando la angustia se presenta con esas características repite ese instante traumático incipiente.
A esas presentaciones clínicas de la angustia Freud las llamó neurosis de angustia y las definió como neurosos actuales. La actualidad se menifiesta en el cuerpo sin mediación.
La realidad psíquica sobre la que el sujeto construye el mundo que habita ya no sostiene su deseo, y sin la chance de que la angustia sea una aventura a atravesar, el terror de la amenaza impacta.
Por eso Freud (1932-33/1997) indica un doble origen de la angustia: la del instante traumático2 -instante en que lo real irrumpe- que es la angustia automática o tóxica, propia de las neurosis de angustia, que afecta el organismo con las manifestaciones propias del trauma de nacimiento. Y otra, la angustia, señal que indica la amenaza de la repetición de ese instante, pero que brinda una advertencia y un compás de espera, de exploración y reflexión ante lo que estremece.
El deseo del analista no retrocede, sosteniendo la transferencia, aloja el sufrimiento subjetivo. Instala la dimensión de la palabra que crea otro
2 Instante traumático es como Freud denomina a la angustia automática o tóxica, propia de las neurosis de angustia, que afecta el organismo con las manifestaciones propias del trauma de nacimiento.
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espacio, que la modulación de la voz corporifica. La presencia del analista vehiculizada por la vía telefónica o de la videollamada diseña un espacio analítico en que la pulsión escópica y la invocante soportan lo real de la transferencia, cuando el cuerpo en tanto presencial está sustraído de la escena.
Insisten esas palabras que cunden en las diversas lenguas por todo el planeta, promoviendo que los gobiernos- uno de los tres imposibles, decidan sobre el cuidado de sus ciudadanos. Más o menos atención, más o menos protección, más o menos barbijos, más o menos protocolos, más o menos camas, más o menos respiradores. Allí un velo de incertidumbre se extiende por sobre cualquier afirmación certera.
A la amenazante cadena ribonucleica que conforma la estructura del Covid19, el psicoanálisis responde con el despliegue de otra cadena, la del significante. Y respecto de esa vivencia de desamparo radical invoca el enlace al prójimo, al lazo social, al discurso. Lo cual da al sujeto la chance de salida, de ex -sistencia de acceso a un espacio que no lo deje recluido en los límites físicos del confinamiento.
El psicoanálisis que ha atravesado guerras, epidemias, pandemias y desastres de diversa naturaleza, ha sabido unir su horizonte a la subjetividad de la época, tal como Lacan nos lo propone. Cada confronta al sujeto con su instante traumático. Bordear ese agujero inasimilable, esa experiencia de lo traumático, ante los desafíos que el malestar en la cultura impone, es donde asientan situación traumática que irrumpe en la civilización desgarra el tejido social y los cimientos del psicoanálisis y donde su práctica inscribe nuevos y diversos horizontes para la subjetivación.
Bibliografía
Bauab, A. (2012): Los tiempos del duelo. Editorial Letra Viva. 2da Edición impresa y edición en e-book en la colección Letra viva- Mi biblioteca. Freud, S. (1997). “Lo siniestro” en En Obras Completas. Tomo III Editorial Biblioteca Nueva: Madrid Publicación original 1919
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Freud, S: (1997) “Nuevas lecciones introductorias al psicoanálisis. Lección XXXll: La angustia y la vida pulsional” en Obras Completas Tomo III. Biblioteca Nueva: Madrid. Publicación original 1932-33 Monterroso, A. (1990) “El dinosaurio” en Obras completas (y otros cuentos) Editorial Anagrama: Barcelona. Kierkegaard, S. (2006) El concepto de la angustia. Ediciones Libertador: Buenos Aires
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