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EL SUELO UN ORGANISMO VIVO
un gran organismo vivo E l suelo, es en sí, un individuo natural; compuesto por una serie de elementos interactuantes y que funciona como tal, en su integridad. Surge como resultado de un lento proceso por el que, como efecto de la acción de agentes climáticos, hídricos y biológicos, la roca madre original se va meteorizando, es decir, desintegrando. Pero este concepto primario nos puede dar una precaria imagen del suelo, como roca pulverizada, cuando en verdad es el medio donde millones de microorganismos encuentran su hábitat y realizan un trabajo de degradación y mineralización de los restos orgánicos e inorgánicos. Este trabajo permite la interacción dinámica del suelo con el resto de los individuos vivos. Se trata de una serie de procesos sumamente lentos y complejos: unos pocos centímetros de suelo son resultado de un proceso de miles de años. Visto en su intimidad, el suelo es un medio hirviente de vida. En una hectárea de pradera fértil se calcula que existe una población animal de mil
ILUSTRACIÓN STEVEN HOLDEN millones de insectos, dos mil millones de ácaros, cien mil millones de nematodos y varios millones de lombrices. La microfl ora del suelo contiene por gramo de tierra, casi un millón de algas y cerca de mil millones de bacterias, que son las formas de vida más numerosas, primitivas y universalmente repartidas. Hallamos los mismos tipos de bacterias simbióticas en el suelo y en el tubo digestivo de los animales y del hombre. Podemos inferir la enorme importancia que tendrá la preservación de esta microfl ora para el funcionamiento del suelo como individuo. Cada uno de estos integrantes actúa a su manera en la elaboración del alimento vegetal. Las bacterias son imprescindibles en procesos tales como la nitrifi cación, la oxidación del azufre y la fi jación del nitrógeno, procesos todos cuya ausencia provocaría la muerte de las plantas superiores y los animales. El peso total de materia viviente, incluyendo las raíces vegetales en una hectárea de suelo superfi cial, de un suelo mineral tipo, es de por lo menos 5.600 kg, mientras que en otros orgánicos puede llegar desde 11.200 hasta 22.000 kg. En cualquier caso la cantidad de materia orgánica es sufi ciente para infl uir profundamente en los cambios físicos y químicos del suelo. Así puede decirse que prácticamente todas las reacciones del suelo son directa o indirectamente de naturaleza bioquímica. Las actividades de los organismos abarcan desde la compleja desintegración, principalmente física, de los residuos vegetales por los insectos y gusanos, hasta la descomposición completa de estos mismos residuos por los microorganismos tales como bacterias, hongos y actinomicetes. Acompañando estos procesos de destrucción se liberan varios principios biogénicos de combinaciones orgánicas; nitrógeno, potasio y sodio son ejemplos de ello. En contraste, las condiciones de la naturaleza son tales que los organismos necesitan estos elementos para su desarrollo con producción de combinaciones orgánicas, no aprovechables para las plantas superiores.
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El hombre contemporáneo es responsable de la pérdida y destrucción del suelo. La erosión es uno de los efectos más destructivos, potenciado a su vez por las actividades culturales que dejan el suelo al descubierto o alteran su composición, por ejemplo: el uso de maquinaria agrícola pesada, el talado sin control de los bosques, la construcción de carreteras, la agricultura explotadora, que no comprende la Naturaleza ni el orden del Universo. El uso de agroquímicos (plaguicidas, abonos, etc.) va empobreciendo biológicamente el suelo hasta llegar a agotar su fertilidad natural. La agricultura moderna pretende sustituir la alimentación natural que el suelo brinda a la planta por otra artifi cial, elaborada según la visión parcial del hombre. Reducir los requerimientos del vegetal a una limitada variedad de compuestos químicos fácilmente asimilables es como pretender sustituir una dieta alimentaria por suero endovenoso. Al comienzo se logran rendimientos mayores, pero al poco tiempo son contrarrestados por el incremento de la susceptibilidad que desarrolla el vegetal al patógeno, síntoma claro de que se trata de un ser débil –y un ser es débil porque está mal alimentado-. La apariencia saludable de las hortalizas enmascara una energía no original. La salud del hombre que ingiere alimentos de tal calidad no puede escapar a esa fragilidad. La experiencia demuestra que la única forma de obtener plantas sanas y resistentes a los parásitos es favorecer al máximo la actividad biológica del suelo absteniéndose de intervenir con productos químicos extraños a los ciclos bióticos. Toda la estructura productiva actual, lejos de propender a la satisfacción alimentaria del hombre, sólo ha servido para crear una relación artifi cial con la Tierra, donde el más perjudicado es el Hombre mismo.