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JUBILAR A LOS CABALLOS
Jubilar a los caballos Su penosa explotación y esclavitud
La fi esta se realizó en Buenos Aires, alrededor de 1906, cuando el tranvía arrastrado por caballos dejaba paso al moderno tranvía eléctrico. Pero lo que debió ser motivo de alegría se convirtió en una incomprensible muestra de especismo que Clemente Onelli, entonces director del Jardín Zoológico, narró así: “Lo que nunca olvidaré es la desagradable fi esta que vi hace pocos meses en un barrio popular pocos días después de inaugurado el tranvía eléctrico de la Gran Nacional. Esos matungos lastimados, inválidos, con las honrosas cicatrices adquiridas en el duro trabajo, que diariamente habían llevado y traído desde los barrios de Palermo hasta Barracas a miles y miles de gente a sus trabajos, abandonaban la estación arriados por dos o tres hombres. Todo el barrio estaba allí reunido para presenciar la partida. Al salir, una lluvia de cascotes, de adoquines y sendos garrotes sobre los estropeados lomos de estos desgraciados cayó inexorable por despedida. Esos jamelgos escuálidos, durante tantos años habían acercado el taller al hogar, había ahorrado marchas penosas y largas entre los inmundos barriales de esas calles que se convierten en ríos en los días de lluvia. Habían sido la ayuda diaria, los buenos compañeros que facilitaban el pronto regreso a la casa y los benefi ciados así agradecían el servicio” 1 . ¿Acaso quienes apedrearon a esos caballos envidiaban el retiro de la vida laboral que ellos aún no gozaban? Los inenarrables maltratos sufridos por los caballos en las ciudades y el campo fueron el detonante para la fundación de las sociedades protectoras de los animales, a fi nes del siglo XIX. Usados para la carga y el transporte, los caballos comenzaron a encontrar alguna protección en nuestro país a partir de la sanción de normas impulsadas por los proteccionistas aunque ya entonces los victimarios (y a veces los legisladores) se defendían argumentando que necesitaban “maltratar un poco” a los animales para poder manejarlos. Sin embargo, el episodio narrado por Onelli desenmascara la crueldad tantas veces escondida en la mentada “necesidad”. En la actualidad seguimos asistiendo a situaciones de abuso y maltrato de caballos. Por lo general son carreros y cartoneros urbanos que siguen justifi cando esta explotación por el estado de necesidad y de pobreza que sufren ellos mismos. La proliferación de denuncias judiciales y los frecuentes rescates de caballos extenuados llevadas a cabo por proteccionistas, una opinión pública que se enardece debatiendo si los derechos de los animales colisionan con los de trabajadores y la penosa actuación de jueces que regresan los caballos esclavizados a manos de sus explotadores demuestra que solo la voluntad política logrará otro destino para los caballos. Mientras los proyectos de jubilación equina y la sustitución por vehículos transitan desde hace más de una década por los despachos de funcionarios sin vocación de cambiar la realidad, la liberación de los caballos en Colombia ya ha comenzado.
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“Adopta un amigo, adopta un caballo”: una decisión política Erradicar la esclavitud de los caballos y crear trabajo digno para los humanos es el camino para terminar con esta anacrónica e injusta situación. El alcalde de Bogotá, Gustavo Petro, declaró: “Hay personas que no desean que estas cosas se produzcan porque quieren sumir a las personas en la pobreza y a los animales en la destrucción… Y la separación de los seres humanos entre los que tienen y los que no tienen es el camino de la guerra”. A la par de las alternativas de sustitución, Bogotá (al igual que las ciudades de Medellín y Manizales) promovió la jubilación de los caballos. Los objetivos y requisitos para los adoptantes se explican en el programa “Adopta un caballo, adopta un amigo”. “Para el programa de sustitución de Vehículos de Tracción Animal en Bogotá es prioritario garantizar la responsabilidad de los adoptantes frente a la protección y el bienestar de los equinos. Es por esto que se procura una serie de condiciones, regidas por el marco normativo vigente, representado en la Ley 84 de 1989 (Estatuto Nacional de Protección Animal), y en las demás normas relacionadas, incluida la Jurisprudencia de la Corte Constitucional y el Consejo de Estado, el cual propende por la protección y el bienestar integral de los animales que debe brindarle su adoptante para satisfacer sus necesidades básicas: Alimentación según los requerimientos del equino, tanto en calidad como en cantidad, así como agua fresca a voluntad. Refugio del frío, la lluvia y el calor excesivo. Espacio
sufi cientemente amplio para que tenga libertad de movimiento. Ejercicio sufi ciente para mantener la actividad y salud del equino. No mantenerlo amarrado y/o encerrado en espacios privados de aire, luz, o con objetos que puedan lastimarlo. Tratarlo con respeto y cariño. Procurarle una buena higiene según la actividad del equino. No someterlo a ningún tipo de maltrato físico y emocional”. Para el alcalde Petro este programa representa la dignifi cación del ser humano porque dignifi ca la Naturaleza: “Es el encuentro de parte de la sociedad en un mismo objetivo donde todos ganan: el carrero, el caballo y el adoptante. Es la parábola de la paz. Los caballos y las yeguas vivirán mejor porque los seres humanos que los tenían vivirán también mejor. Reconciliación con la naturaleza y superación de la segregación social”.
Silvia Urich Informe: Elizabeth Rodríguez
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1 Conferencia pronunciada en la Universidad Popular de la Sociedad Luz en 1906, (El Zoófi lo Argentino nº 45, 1908. en Urich, Silvia (2013) Los Perritos Bandidos, la protección de los animales de la Ley Sarmiento a la Ley Perón. Buenos Aires, Catálogos Editora.