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Errores de las escuelas médicas

LO QUE NOS ENSEÑARON LOS SABIOS MAESTROS NATURISTAS

LOS ERRORES DE LAS DIVERSAS ESCUELAS MÉDICAS (PARTE I)

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La medicina -cualesquiera sea su nombre-, siempre actúa sobre dos fundamentos convencionales: Patología, que es estudio de enfermedades, y Terapéutica, que enseña procedimientos para combatir dichas enfermedades. El Profesionalismo médico con estos fundamentos está condenado al fracaso, porque actúa sobre la “enfermedad” que es alteración de la salud en grado variable y con manifestaciones diversas. Se dirige así a un fenómeno negativo, mientras que las enseñanzas de la escuela natural tienen por finalidad la Salud, que es normalidad funcional del organismo, fenómeno positivo. La medicina fracasa luchando contra “enfermedades” porque un fenómeno negativo es intangible, inatacable e indestructible. De ahí que el problema de la salud es de carácter funcional y no microbiano. La historia del progreso médico en la que abundan las interminables contradicciones y rectificaciones, confirman que la medicina teorética es la más imprecisa e incierta de todas las ciencias. Los científicos que se complacen en sacrificar vidas animales sin experimentar la más leve emoción de pena y de tristeza ante los terribles sufrimientos en que se debaten sus indefensas víctimas, atribuyen a la vivisección el hecho que la humanidad haya sido salvada de males mayores, justificando así que el progreso de la ciencia esté ligado a esa brutal práctica. Pero olvidan que toda esa ciencia gira alrededor de hipótesis y teorías y que la exponen a graves errores por dicha causa. Actualmente la ciencia médica tradicional cree haber alcanzado su máxima perfección. Esta medicina está basada en drogas, sueros, vacunas, etc., que no son más que productos químicos: venenos vegetales o minerales y elementos químicos minerales no venenosos; no siendo asimilados por las células, llegan a ellas en estado bruto, sin proceso de síntesis, vivificación solar, ni aporte de elementos valiosos que encierran los rayos del sol y las fuerzas cósmicas. Se almacenan en el organismo como cuerpos extraños; de ahí que cuando se medica demasiado tiempo a los enfermos, se producen los casos de intoxicación medicamentosa que prueban que los remedios no son asimilados por el organismo. En los elementos de excreción, como sudor, orina, materias fecales, se suelen encontrar una buena parte de los medicamentos ingeridos. Esto nos prueba también que no son asimilados. Además, las drogas y los medicamentos ingeridos desorganizan la composición normal de las células, especialmente de las células nerviosas, con la cual quedan afectadas todas las funciones orgánicas. NO HAYQUE CURAR PARTES ENFERMAS, SINO TODO EL ORGANISMO Hipócrates de Cos, el padre del Naturismo, de cuyas sapientísimas enseñanzas la ciencia oficial no ha sacado aún provecho, formuló hace ya cuatrocientos años antes de Jesucristo un principio básico trascendental que, fruto de su sabiduría o acaso más, de su intuición, sentó fundamento de todas sus enseñanzas. Este principio fue el de la UNIDAD ORGÁNICA, que expresó diciendo: “Consensus unus, conspiratio una” (uno el concierto, una la conspiración). Después de Hipócrates esta noción fundamental de UNIDAD, de síntesis armónica entre las partes de un todo, sin divisibilidad posible somática ni funcional ha sido punto de partida de muchos pensadores como Celso y Aristóteles en la antigüedad, y luego Pi, Suñer y el inmortal Letamendi, que profundizó y razonó el concepto hipocrático, sintetizándolo en su aforismo: EL CUERPO ES UN SOLOÓRGANO, Y LA VIDA, UNA SOLA FUNCIÓ N. El errado concepto tradicional de enfermedad, que atribuye el desarreglo orgánico a la acción de microbios, por clasificar y combatir a éstos coloca al facultativo fuera de la cuestión que interesa al enfermo: restablecer sus funciones de nutrición y eliminación, cuya normalidad aleja toda dolencia. Olvidando la medicina medicamentosa que todo síntoma o manifestación de alteración de la salud es fenómeno que procura la defensa de la vida orgánica, lejos de investigar la causa que obliga a la naturaleza del enfermo a obrar en forma determinada, se dirige a sofocar dichos síntomas. Se pretende enmendar el rumbo que, obedeciendo a leyes inmutables, toman los procesos fisiológicos alterados por la vida y la alimentación antinatural. Luego, con procedimientos artificiales y mortíferos, se ahonda así el conflicto que ya existía entre la Naturaleza y el enfermo, convirtiéndose el médico en cómplice y encubridor de éste en las violaciones de la Ley natural. Los medios de diagnósticos en uso por la medicina facultativa se dirigen a ponerle nombre a la manifestación del desarreglo orgánico, denominada enfermedad por la patología. La conclusión así obtenida no alcanza ninguna relación con las necesidades que precisa satisfacer el enfermo para obtener la normalidad funcional de su cuerpo, es decir, su salud integral. De nada servirá al sufriente conocer el nombre del bacilo considerado culpable de su dolencia. Tampoco le servirá enterarse de la proporción de urea, azúcar, glóbulos blancos o rojos de su sangre, ni su presión arterial, ni la reacción positiva o negativa de ella. En cambio, le será útil conocer los medios adecuados para normalizar su digestión a fin de formar sangre pura, único elemento de salud en todo su cuerpo. También le será necesario que se le enseñe los medios adecuados para activar su eliminación cutánea y renal para expulsar de su cuerpo lo malsano y perjudicial a su economía. Investigando a través de reactivos y aparatos de laboratorio, el médico anula su observación propia y abdica de su razón, agente indispensable para descubrir el origen y naturaleza del desarreglo orgánico constitutivo de toda dolencia, cualesquiera sea su nombre o manifestación. La salud positiva o real es patrimonio sólo de algunos naturistas que pueden contarse con los dedos de la mano. Como sabemos, existen dos clases de salud: la natural y la artificial. La medicina ha dado al hombre salud artificial y protección contra la mayor parte de las enfermedades infecciosas. Pero el hombre no está contento con una salud que sólo es la ausencia de la enfermedad, y que depende de productos químicos, exámenes médicos periódicos y la costosa asistencia de hospitales, doctores y enfermeras. El hombre desea salud y natural, que proceda de la resistencia a las enfermedades infecciosas y degenerativas. Tiene que ser construido de modo que viva sin pensar en su salud. La inmunidad artificial podrá impedir que la humanidad se muera de difteria, por ejemplo, pero no podrá impedir que surjan otras enfermedades más terribles y más virulentas. La naturaleza las creará cuando las necesite. Las enfermedades surgen como esfuerzo de nuestra fuerza vital y curativa para desembarazarse de las sustancias mórbidas que hacen posible su existencia. El organismo crea los síndromes y sintomatología necesarios para tales fines de defensa. Si no enfermáramos moriríamos repentinamente cuando la saturación mórbida hiciera imposible las funciones vitales. “La medicina alopática es una ciencia sin unidad en sus principios, sin fijeza en sus fundamentos y que flota sin brújula a los mil vientos de la experimentación más arbitraria”. (De “El Naturismo es el Secreto de la Salud”, Dres. Rosa y Jaime Scolnik)

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