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EDITORIAL
índice
3. EDITORIAL
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Música 4. SABLE STARR 6. ERIK URANO
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editorial
Si tenéis oportunidad de caminar por Nueva York en un futuro cercano y os aproximáis a la conjunción de la Quinta Avenida con la 128, encontraréis allí un parque chiquitico, chiquitico. Apenas un huerto urbano. Algo pasó aquí, intuiréis. Algo se nos va a contar. En efecto, algo pasó. Pero eso fue años antes de que la casa que habitaban los Collyer fuera reciclada en raquítico jardincín. Langley y Homer Collyer, nacidos en los 80 del siglo XIX fruto del matrimonio entre un respetado ginecólogo y una cantante de ópera retirada, lo tenían todo para pasar una vida sin preocupaciones. A pesar de que los padres fueran primos y al médico le gustara ir a trabajar navegando el East River en su canoa. Estudios en la Universidad de Columbia (leyes Homer, ingeniería Langley, aunque dadas las extraordinarias aptitudes que desde muy joven demostró hacia la música, el Collyer menor, Langley, prefirió desempeñarse como concertista de piano), posición social elevada, situación económica desahogada. Ese rollo. En 1909 la familia se muda a la casa de cuatro pisos levantada en el terreno que hoy ocupa el Collyer Brothers Park, en pleno Harlem. Nada que ver aquel con el Harlem posterior, con el actual. Diez años después los padres se separan y el Dr. Collyer se marcha. Cuatro más tarde, muere. A los seis, en 1929, lo hace Susie Collyer. Homer y Langley heredan todas las posesiones de ambos. Justo cuando las cosas ahí fuera hacen crac. La Gran Depresión trajo cambios al vecindario. Las clases pudientes fueron desalojándolo mientras su lugar era ocupado por negros de condición humilde, algo que no hizo especial ilusión a los Collyer. En 1933 Homer pierde la vista. Langley deja su trabajo y se autoconfina con su hermano para cuidar de él. Pronto corren rumores de que la mansión Collyer esconde grandes riquezas y de que sus inquilinos viven instalados en la opulencia y el orientalismo más caprichoso. Reciben pedradas en las ventanas. Intentan entrar a robarles. Homer y Langley abandonan la conexión con el exterior y el hermano pequeño aprovecha sus conocimientos de mecánica para preparar trampas por todo el interior de la vivienda. Entre algunos artículos de lujo, sí. Pero creadas con cajas, chatarra, cables y todo tipo de basura acumulada. En los ratos libres toca el piano para su hermano. Que sigue una dieta a base de 100 naranjas semanales, pan de centeno y mantequilla de cacahuete. Langley está convencido de que con ella recobrará la vista. Mientras eso ocurre, sale a hurtadillas diariamente para comprar todos los periódicos de la ciudad. Algún día Homer podrá leerlos. Hasta entonces, Langley los almacena. La historia no ha hecho más que empezar. Guardad esta revista, este ejemplar. Sed como Langley. Porque en la próxima entrega conoceremos el increíble y tristanbótico desenlace de los hermanos Collyer.
El Mono número 84. Especial reciclaje.
El MONO revista cultural issuu.com/revistaelmono
@revistaelmono Publicidad: Alberto 651 404 635 Contacto: revistaelmono@gmail.com #revistaelmono Portada: Raúl Olóriz Espinal DL NA 1989-2012 “Gracias a Dios por la lluvia, que ha limpiado toda la basura y suciedad de las aceras.” (Travis Bickle en Taxi Driver) EL MONO NO SE RESPONSABILIZA DE LAS OPINIONES VERTIDAS POR SUS COLABORADORES.