Grimorio I N° 03

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Grimorio Año I – Núm. 3 MARZO 2016

VOLAR


Volar De muy chicos extendemos los brazos como si un viento recóndito nos fuera a impulsar hacia el espacio. Volamos en sueños, con las alas del deseo. ¿quién no ha soñado que vuela? A pesar de que no nos elevamos ni un milímetro de la cama, volamos cuando soñamos. Alucinamos cuando soñamos. Luego, despertamos y nos damos cuenta que lo cierto es que no volamos. No podemos volar porque el cuerpo es pesado: pesa de sangre, de vísceras, de agua, de huesos, de muerte. También pesa de años, de recuerdos, de memoria en la piedra. El cuerpo aploma. La gravedad de la vida es el peso del cuerpo que se hace insoportable. 2


El humano está obsesionado con volar por eso inventó ángeles, dioses, superhéroes, globos, aviones. Todo lo que permita ver su pequeña existencia desde lo alto, desde un plano más elevado. Desde arriba las cosas se ven muy pequeñas y la rutina pesa menos. Por eso es necesario volar de alguna manera. En el día a día hay que volar. Se puede volar con un beso, con la música, con la risa contagiosa. El escribir es mi manera de vivir, mi suerte de encontrarme a mí misma, mi modo de volar. Volamos, sí, volamos. Porque sabemos volar. Sólo que lo mundano nos tiene tan aferrados a la tierra, que no nos deja acercarnos a las nubes. El alma recuerda el estado de ingravidez previo a la encarnación, y sufre los efectos de la compresión de este plano material. El deseo de volar no es realmente un anhelo, sino un recuerdo de una capacidad perdida. Sentir la brisa habiendo dejado el suelo. Traspasar líneas imaginarias sin importar lo que digan. Volar es todo eso, sí, y es sentir que hay un suelo más allá del nuestro, en el que somos libres y que estamos vivos. Sobre todo eso, que estamos vivos. Respirar profundo, lento. Inhalar, exhalar. Hacerlo despacio, muy despacio. Sentir ese aliento de vida que recorre el cuerpo. Sentir el aire que está dentro de uno. Estar vivo. Darnos cuenta. Es aquí, es ahora, es este instante. Nada más que este momento. Alguna vez fuimos distintos pero no nos acordamos. Nuestro cuerpo y nuestro espíritu, en cambio, sí lo saben. Y a veces, cuando nos entregamos a nosotros mismos, nos recuerdan quiénes somos. Cuando logramos sentir cada uno de los átomos de los que estamos hechos, es cuando volamos. Vanesa Téllez MARZO 2016

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Índice Editorial Volar

Recuerdas cuando..? Jorge Newbery. Un dandy en el cielo La parte del todo Al son de la música Soluciones

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Lo nuestro Entre el cielo y la tierra. La llegada del primer vuelo a San Juan

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Una mujer llamada Libertad. Myriam Stefford y sus ganas de volar por Arq. Carlos Campodónico

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En foco

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Con todas las letras Antonio Machado Qué fácil que es volar

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De lápices y de pinceles Pies para que los quiero si tengo alas pa’volar

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Dirección editorial Vanesa Téllez Colaboran en esta entrega Carlos Campodónico

Editada en San Juan - Argentina

Grimorio es una publicación cultural mensual de carácter gratuito. Los colaboradores son responsables de sus opiniones y de los contenidos de sus aportaciones, conservando los derechos de autor sobre los mismos. Los contenidos de autor se encuentran referenciados.

Contacto: revistagrimorio2016@gmail.com 5


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uenta la leyenda que después de mandar a edificar el laberinto de Creta, su arquitecto fue encerrado en prisión junto a su hijo Ícaro a fin de que no revelara el secreto de su solución. El ingenioso constructor entretejiendo plumas que fijó con cera dio forma a un par de alas para cada uno y así lograron escapar. Mas, advirtió a Ícaro que no volara tan bajo que cayera en el mar ni tan alto que el sol derritiera la cera y desintegrara sus alas. El joven no bien hubo despegado del suelo se olvidó de todo y sólo quiso sentirse hermano de las águilas, invencible, pero su temeridad juvenil fue castigada e inexorablemente encontró su fin.

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Jorge Newbery inició su pasión por dominar el aire cuando conoció al aeronauta brasileño Santos Dumont. En 1907 junto a Aarón Anchorena cruzaron el Río de la Plata en el globo Pampero para aterrizar en Uruguay. El cruce se convirtió en un acontecimiento popular. Tan entusiasta del deporte como ampuloso dandy, de buen físico, simpático y arrogante, era distinguido por sus contemporáneos como un hombre alegre, decidido y formal. Campeón de boxeo, esgrima, remo y cuanta disciplina lo requiriera. Es considerado el primer ídolo popular que generó Argentina, ya que hasta entonces sólo habían existido íconos políticos. La multitud se juntaba para ver sus hazañas aéreas y en los medios de comunicación solía definírselo como un “deportista” que anticipaba un estilo de vida atento al desarrollo del cuerpo y sus potencialidades, ejercitando el autodominio y el entrenamiento.

En febrero de 1914, registró la marca mundial de altura con 6.625 metros, aunque no fue homologada por la comisión internacional. A las pocas semanas, ya estaba listo para batir su propio récord. Quería sobrepasar los Andes y viajó a Mendoza para estudiar las posibles rutas. 7


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Casi de regreso a Buenos Aires, después de un almuerzo con el gobernador mendocino se cruzó en el vestíbulo del Grand Hotel con unas familias amigas. Una de las jovencitas, Merceditas, le rogó verlo volar. Difícil fue para el aviador voluble a las damas esquivar la sugerencia de la niña. Si bien Newbery no tenía su avión en Mendoza un amigo suyo, Teodoro Fels, le prestó el suyo con la advertencia que la máquina estaba tirando del ala izquierda. Despreocupado, insistió en que se encargaría de probarlo. Como a Ícaro, lo traicionaba el brío innato de la juventud, la atracción del riesgo, el placer de la aventura y los oídos sordos a los consejos. Invitó a su amigo Benjamín Jiménez Lastra, a quien llamaba “Tito”, a volar con él para mostrarle la serie de piruetas que había aprendido en Francia y se encaminaron hacia Los Tamarindos, en la actual zona de El Plumerillo. Era el 1 de marzo de 1914, a las 18:40, cuando al hacer el decolaje, el aparato perdió el equilibrio, inclinándose sobre el ala izquierda, en forma tan brusca que Newbery sacó un brazo afuera, tomándose de la “gabaute” para sujetarse y no ser lanzado fuera. Continuaron subiendo con el aparato completamente cabreado. En ese momento y pese a que el piloto logró restablecerlo, se dieron 9


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uenta del peligro que corrían. Le gritó a su amigo Tito que se tomase bien e hizo el viraje sobre el ala siniestra. Jimenez Lastra se aferró a los alambres del fuselaje presintiendo la caída. Siguieron yéndose sobre la izquierda, completamente perpendiculares al suelo. Jorge picó para corregir la marcha. Aun así su sangre fría dos o tres veces pretendió comenzar hacer el “looping”, un giro donde el aeroplano diera una vuelta de 360 grados. Cuando por última vez pretendió corregir el ángulo de caída, ya era tarde. Estaban demasiado cerca de la tierra. Al llegar a la aeronave encontraron a Tito Jiménez Lastra gritando de dolor por la fractura de su brazo y a Newbery, de sólo 38 años, con el cuerpo aún recostado sobre su butaca. Mientras, su alma había encontrado un par de alas con que seguir viaje y sublimar la ambición de escapar en gozoso vuelo hacia un nuevo y amplísimo horizonte que cumpliera su deseo.

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Ocurrida la muerte, hormiguearon las profecías conocidas con posterioridad al hecho, costumbre poco beneficiosa para la seriedad de una predicción. Una de ellas fue la de la cena con la actriz Gilda Darty. “Durante los actos del 25 de mayo de 1913, por primera vez desfilaron aviones. Fueron cuatro y uno de ellos lo comandó Jorge Newbery. Poco tiempo después viajó a París para comprar un motor que le permitiera cumplir una hazaña que lo situaría en lo más alto del pedestal de héroes contemporáneos en aquella década de aventureros: quería ser el primero en cruzar los Andes en avión. También se ocupó de la ajetreada actividad social parisina. En diciembre de 1913, antes de que embarcara de regreso, una amiga —la agraciada actriz cantante Gilda Darty— realizó una reunión íntima en su casa para agasajar al argentino que partía (…) en la reunión eran trece comensales. A la hora del champagne, le dijo al galán porteño: “Tiene que brindar, George”. Newbery alzó la copa y dijo: “Brindo para que los presagios fatídicos no se cumplan. Somos trece en esta mesa. Y la superstición dice que uno de nosotros tiene que morir pronto”. Regresó al país en los días posteriores y dedicó su tiempo a preparar el avión que lo llevaría tras la cordillera. El 4 de febrero se molestó al ver en el diario una publicidad de cigarrillos que mencionaba a varios de los principales aviadores del país. Él figuraba cuarto, pero los tres precedentes habían muerto en accidentes aéreos. “¿Acaso soy el próximo de la lista?”, se preguntó.” BALMACEDA, Daniel, Historias insólitas de la Historia Argentina. Buenos Aires, Ed. Sudamericana, 2012

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parte

La

Al son de la música

del todo

La música tiene alas tan delicadas como las de una mariposa: frágiles, etéreas y mágicas. Cerrar los ojos y escuchar una melodía es comparable a aventarse por los aires del goce y de la memoria, de aquellos momentos en que fuimos felices

Conocida popularmente como «Volare», con este tema, su autor ganó el Festival de San Remo de 1958 y representó a Italia en el Festival de la Canción de Eurovisión del mismo año, en el que finalizó en tercera posición. Le valió convertirse en el primer ganador del Premio Grammy por grabación del año y canción del año en 1959, siendo además el único en lograrlo sin cantar en inglés La canción fue un éxito comercial a nivel internacional, y con el paso del tiempo se convirtió en una de las más representativas de la historia musical italiana.

¿De qué cantante se trata? ¿Cómo se llama la canción? https://www.youtube.com/watch?v=t4IjJav7xbg 12

Solución en la página 35


Entre el cielo y la tierra

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La llegada del primer uelo a San Juan

Pisando las huellas del automóvil llegó el aeroplano a San Juan. El Centenario de la Revolución de Mayo había dado alas a la Nación de mostrarse ante el mundo como una potencia emergente, especialmente en lo económico y cultural. Era como si todo tomara vuelo. Entre las formas de revelar la bonanza y familiarizarse con las innovaciones en boga que hacían previsible un progreso sin límites estaba la aviación civil. Sólo un país que tenía asegurados los recursos suficientes para estar holgado podía pensar en dedicarse a trazar rutas en el aire, aunque ese desenfado financiero fuese únicamente de unos pocos. En épocas florecientes también se concretó la llegada del primer vuelo a la provincia. 13


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n 1912, desde Mendoza llegó el aviador Mario Casale en un biplano con fuselaje sin entelado, que dejaba ver el cuerpo entero del conductor y los instrumentos del comando. En compañía de un joven deportista local, Luis S. Bates Salcedo surcó por primera vez el cielo del Valle de Tulum. El joven italiano arraigado en tierras mendocinas también le había valido ser el primero en surcar el cielo de la provincia vecina a muy poco de haber logrado su brevet, a la sazón el número 18 entregado en todo el país. Así como había pasado en su provincia de adopción, el lugar elegido para ser seguida su hazaña fue el parque de la Ciudad. El primer experimento aeronáutico en San juan tuvo como escenario el cielo sobre un Parque de Mayo recién inaugurado. Las damas y caballeros, fueron sentados en sillas prolijamente ordenadas como si se tratara más de una obra de teatro que de la prueba de vuelo de dos jóvenes intrépidos. Un centenar de personas presenciaron en suspenso la aparición de un bramido tosco seguido de una silueta poco precisa al principio pero que se hizo más y más tangible a medida que se aproximó. 14

Nadie se atrevió a apartar los ojos de aquel raro elemento. Algunos inquietos por la proximidad de la chimenea de ladrillo de la bodega cercana, no encontraban sitio cómodo en sus asientos. Mientras las damitas adornadas con sus mejores sombreros ahogaban sus “¡Ah!” tapando sus bocas con enguantadas manos, pese al calor sanjuanino. De esta manera se había logrado ahondar huellas invisibles en nuestro cielo virgen .


Volar se convertiría en una aventura, para unos; una guapeza para otros, y un negocio para quienes supieron explotar el filón monetario del espectáculo. A corta distancia de tiempo, otro visitante llegó con iguales pruebas en el Parque y confirmó a un módico precio que volar era posible. Uno de los más destacados aviadores de la época llamado Bartolomé Cattaneo pasó por nuestra provincia y ofreció un entretenimiento aéreo. El precio de la entrada era de un peso, pero si calculamos que un evento así podía reunir hasta 5000 personas, las ganancias pasaban a ser importantes, tanto para los organizadores como para el piloto. Algunos años después, Luis S. Bates Salcedo, el sanjuanino que acompañara aquella primera vez al piloto Casale, muere en un accidente en Chile. En otro hecho el biplano que realizó el primigenio sobrevuelo de

la Ciudad también sufrió un desafortunado contratiempo que lo destrozó de manera tal que quedó inutilizado para siempre. Mientras su hélice, casi intacta fue depositada para su custodia en el Museo Casa Natal de Sarmiento.

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EN

FOCO

La historia está plagada de mujeres y heroínas que dejaron sus huellas, dejaron su marca en muchos aspectos de la vida. Impronta que las catapultó a la fama o las llevaron al ostracismo más cruel e inimaginable. No sé cuál de estas dos improntas es la de Myriam, o tal vez si lo sé, pero es el lector quien tiene que entender como era ese ser tan digno. Myriam se cristalizó en la historia como una mujer aventurera, una alocada de los aires, una mujer seducida por los ojos del viento y la pasión de un amor puro y tormentoso. Poder volar, poder sentir, poder amar, poder cruzar límites era lo que a esta mujercita con todas las letras le tenía deparado un destino un tanto extraño. Desde su bella y bucólica Suiza que la vio nacer, desde el tumultuoso París que la vio brillar bajo los supuestos bailes y lujos, vino a encontrar su destino final en un lugar llamado Marayes. Si, como lo leyó, en Marayes, en nuestro pueblo fantasma caucetero a miles de kilómetros de la metrópolis porteña que la recibió, varias de miles de millas de su morada de amor en la cordobesa ciudad de Alta Gracia y lejos muy lejos de la Europa que la deslumbró. Myriam fue una mujer que hizo de su alma y corazón un torrente de pasión y aventuras, fue una eterna adolescente que cruzo la barrera de los pudores y conoció que su destino estaba en los aires, esos aires de libertad que tanto deseaba de niña y que la llevo a ser una errante de la vida. 17


La historia de Myriam se cose en aquello que tanto amamos que es la aviación. Ese deseo de volar que todos tenemos y que pocos nos atrevemos a probar esa adrenalina. Si en los albores del 2016 volar sigue siendo un desafío, allá por 1931 el desafío era cientos de veces más grande y complicado. Pudo escribir en su corta vida cual fue el verdadero tiempo y valor de la vida, de lo que era hablar de amor, lo que era sentir los atardeceres, lo que era sentir el aire en el rostro, mientras muchos lloraban por sus amantes y amores escondidos, y mientras eso sucedía Myriam volaba, vivía su sueño de a poco, una y otra vez lo vivía con amor. Allí sucedían los sueños, la máquina de volar se convertía en realidad, nunca imagino que su mayor caída seria para toda la vida, como cuando el amor se acaba y la caída es para siempre. Pero en su corazón, ella sabía que su mayor amor estaría en los aires y en esos destinos que uniría, que serían esos hijos que no tuvo, y en cada nube, en cada cielo acariciaría el amor de su Barón Biza, recordaría la palabras de su amigo Antoine y tal vez tocaría alguna estrella junto a su supuesto amante. Por qué no, si el amor por volar no le cuestionaba la libertad, quién era el destino para cobrarle por tanta felicidad. Amor es todo lo que necesitamos, decía ella en una carta que en algún buzón se perdió. En el simple hecho de volar vivió su amor más real y puro, nunca se rindió ante las necesidades económicas o se obnubiló ante las riquezas de su nueva vida, jamás frustró su deseo de niña de volar, de escapar de su realidad y soltarse ante nuevos destinos. Sabía que la verdadera química de su vida, sería perder el control en su pasión por los aviones y, una y otra vez, sería esa heroína que cantaría en su caída que el amor es como un huracán y dirá a su amado “vive y sé feliz, voy a estar bien, he vivido y he sido feliz, estaré bien al final de la línea…” 18


Hilda Pintos , Elida CarlĂŠs y Myriam Stefford http://mla-s1-p.mlstatic.com/elida-carles-actriz-y-aviadora-foto-original-4001-MLA123530290_7545-F.jpg

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Para Myriam la historia no se escribía en libros, para ella la historia se vivía día a día, viviendo su vida con sus pasiones, y un paso adelante o un paso atrás de sus sueños, conquistaba corazones. Volar, para Myriam, el hecho de volar era amar, amar con todas las letras, era esa pasión incontrolada de maternidad frustrada, era esa necesidad de poder poseer la llave de la felicidad, aunque desconocía que su felicidad eterna seria la tristeza y sentencia de muerte de su amado, Raúl Barón Biza, para quien años después, con otra historia, otro amor su destino no sería aquel que lo unió a la aviadora. Ya no tendría a Myriam que le decía déjame amarte hasta el final de nuestros días. Tantas frases sin hacer, tantas miradas sin unir, tantas noches de placer que ya no volverían. Myriam se llevaba en su estrepitosa caída todo ese camino soñado desde el primer día que se vieron. Ella en camino a su vuelo eterno, el en su otro día y en otra noche solitaria esperando ese llamado de saber dónde estaba, en qué hotel, en que sabanas descansaba ese rostro angelical, en qué ciudad cruzando las fronteras de esa Argentina con todos esos ruidos extraños, esas canciones nocturnas, humos esparcidos por el firmamento, fuegos de artificio que este país le brindaba. 20


La ansiedad y el amor, los miedos y la traición, los chismes y las dudas, las pasiones y las noches de alcohol, palabras y más palabras en cada llamado, enojos y miedos, sonrisas y sonidos, todo eso que formaba parte de la espera. La espera tenía su destino final en el llamado, el resultado de lo que fue ese deseo de volar. Todo lo que ella quería era estar al lado de su esposo, sentirlo en sus brazos, como cuando en cada despegue, sentía la pasión de cada momento vivido a su lado. Era ella y él, él y ella, pero ahora los roles y los protagonistas eran otros. Era el destino y ella; ella y una nueva amiga: la muerte. Tan adentro de ella estaban cada mapa estudiado, cada ciudad analizada, cada rincón donde dormir, cada tranquera por abrir, como su corazón indómito que abría en cada provincia que cruzaba, las miradas atónitas de los habitantes, mientras los diarios y los chismes de la época, hablaban de esa bella mujer loca que conquistaba los cielos celestes argentinos. Ante el asombro y la furia, aparecerían los errores del pasado, los miedos del presente, todo eso que temía el marido celoso de su bella mujer cuyo más reciente amor era el volar. Ya no habrían más orgasmos en el balcón idílico de la estancia cordobesa, ya no se sentirían las golondrinas volar por arriba del molino, ni el 21


correr de los terneros mientras Myriam educaba a los niños de los peones. Todas esas aventuras de amor, placer y enseñanza ya no regresarían, se quedarían estrellados en San Juan. Volar, solo volar es lo que te mueve, pensaba en sus sueños cada noche, cada mañana, cada vez que agarraba su lápiz y trazaba el próximo vuelo sin saber cuál sería el destino que le esperaba. Myriam volaba sin joyas, volaba sin sus vestidos de satén y medias de seda francesa, tan sólo en su cuello un fular de encaje blanco, con sus anteojos parisinos comprados en una tienda de la mítica Avenida Alvear porteña. Volaba sin lujos, apenas el lujo mayor que una mujer podía tener para esa época que era ser feliz y volar en libertad. Sabía que no era una Cenicienta cualquiera tocada por un hada madrina, ella era la elegida, era la Princesita hecha realidad, la conquistadora de los silencios de todos los años ocultos de todas esas mujeres que no tuvieron sus cuentos de hadas. Ella sabía que en el simple hecho de poder volar dejaría atrás su vida afrancesada en la Recoleta, que las noches de ópera en el Colón ya no serían las mismas, que los brillantes de Cartier no volverían a brillar en sus muñecas, que los diamantes y opalinas no estarían más en sus dedos. Sabía todo eso. Ella conocía lo que el eco 22


de cada noche le advertiría al despegar. Y allí, en su soledad se preguntaba hacia dónde iban los corazones solitarios, aquellos corazones que no conocieron un amor como el de ella, aquellos corazones que no pudieron cantar de felicidad. Sabía que con Volar todo eso se iría. Myriam Stefford conocería la muerte en Marayes en el año 1931 a bordo de su avión el Chingolo. “Quiero iniciar un vuelo de largo aliento y llegar con mi avión donde nunca llegó otra mujer”, decía. Raúl Barón Biza le había regalado un monoplano biplaza construido en madera de pino, y en ese avión, al que habían bautizado Chingolo, comenzaría el raid que la llevaría a la muerte. El 26 de Agosto de 1931, no se sabe si por un tempestuoso viento Zonda o por un fuerte sol sanjuaninos, algo haría que ese avión cargado de ilusiones se estrellase ante la mirada atónita de los habitantes de ese pueblito ferroviario llamado Marayes. 23


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El gran amor quedaría por siempre inmortalizado en dos monumentos, uno en Alta Gracia donde descansan sus restos y otro en el bello Marayes, en pleno desierto sanjuanino, en una especie de pirámide de hormigón, obra del arquitecto e ingeniero italiano Nello Raffo. Volar fue el destino y sueño de vida de Myriam y a volar se fueron esparcidas las letras que recubrían el monumento sanjuanino, perdido en la desidia política y cultural de una provincia que no valora ni reconoce a una mujer que amo con creces la libertad. El éxtasis de su vida fue volar. Y la muerte no pudo con ella, porque en cada palabra, en cada lector que se acuerde de ella, le estará dando un poco más de libertad a sus sueños.

La imagen de la página anterior muestra el sobre relieve de una de las caras del Monumento a la memoria de Myriam Stefford en Marayes (c. 2006). Las de la derecha, fueron tomadas en 2013 y 2016, respectivamente, en las que se aprecia el deterioro y desaparición de la inscripción. 27


Cuando Raúl Barón Biza y Myriam Stefford se comprometieron en Venecia, él le regaló un diamante de 45 quilates que compró en Paris, el cual tenía una larga y fatal historia, lo había descubierto en una de las tantas explotaciones mineras de Transvaal, un africano llamado Togu, que lo enterró para ocultarlo de sus patrones, todos quienes fueron sus poseedores incluido él mismo, murieron trágicamente. Myriam causó envidia en muchos salones, en muchos teatros y en muchos balnearios de moda de la época porque en sus dedos solía lucir ese impresionante brillante. Contaba Raúl en el año 1932, que se burlaban de esa fama, lo que lo hacía más atrayente aún al anillo de diamantes facetado de 45 quilates, que el amado le había comprado en Venecia como regalo de compromiso. Algunos objetos se transforman en destinos, por eso golpea la historia del diamante: Su primer dueño fue Togu, un esclavo que, al encontrarlo dentro de una mina en África, lo guardó en sus propias carnes abriéndose el vientre. Era su pasaporte a la libertad y acabó siendo una infección que lo llevó a una muerte. El anillo pasó a manos de un joyero apellidado Brown, asaltado en su comercio murió asesinado. 28

https://www.facebook.com/RaulBaronBiza/photos/a.224485424342669.1073741826.123699291087950/225925147532030/?type=1&theater


Zulma, una de las mujeres del harén del Rey de Indoore, lució de nuevo la joya y sufrió el premonitorio final: la encontraron ahogada en un estanque del palacio. Su siguiente dueña Miss Ketty, la bailarina murió asesinada por su esposo. En Montecarlo, una noble señora italiana, la condesa de Búscoli, arruinada en la mesa de juego, se suicidó en los jardines del casino, en su dedo mayor estaba la joya. Nadie había podido poseerla mas de un año.

Texto: Fotografías:

Arq. Carlos Campodónico Arq. Carlos Campodónico Vanesa Téllez

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Antonio Machado

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Qué fácil que es olar Antonio Machado es un clásico de las letras españolas. De esos que empezamos a leer en la adolescencia, canturreamos con Serrat mientras éramos jóvenes y vinimos a entender después de grandes. Es un clásico gracias a que tiene la profundidad de lo sencillo, que en el arte es lo más difícil de conseguir, lo que supera las modas y cruza el tiempo. Un vuelo con alas de tinta en un cielo tan íntimo como desgarrado. La voz de Don Antonio, pero también cualquier voz poética auténtica, nos sirve como compañía perfecta para ese vuelo imperfecto que es la vida, porque lo que escribe sólo es posible escribirlo tras haber vivido. Es la suya una poesía que nace de la experiencia. Su poesía, expresada con un lenguaje depuradamente sencillo, está enraizada en lo perenne. Y si a estas alturas todavía nos seguimos preguntando si volar es una ciencia o un arte, con Machado mejor que con otros podemos responder que en él, volar es poesía. 30


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ace en Sevilla, el 26 de julio de 1875. Su nombre completo es Antonio Cipriano José María Machado Ruiz. En 1883 se muda con su familia a Madrid, donde estudia en la Institución Libre de Enseñanza. Desde su adolescencia comienza a sentir gran inclinación por el teatro, la pintura, el periodismo y las corridas de toros. En su habitual concurrencia a bibliotecas, sobre todo la Nacional, comienza su admiración por Lope de Vega. En 1895, junto a su hermano, colabora con el periódico La Caricatura, que ese año hace su aparición. Ante los problemas de España (pérdida de sus posesiones en Cuba y guerra con Estados Unidos) los hermanos Machado parten a París, donde trabajan como traductores en la casa Gamier. Conocen a Rubén Darío, que es corresponsal del diario La Nación de Buenos Aires, y a Oscar Wilde, recibiendo de parte de ambos buenas críticas a sus poemas. Luego de ser Canciller en el Consulado de Guatemala, regresa a Madrid, y publica Soledades. En ese año (1903), aparece la revista Helios, de gran calidad literaria, pero que desaparece en

poco tiempo. En 1907 es designado catedrático en Soria, enseñando francés, y ese mismo año publica Soledades, Galerías y otros poemas. En 1909, a los 34 años, se casa con Leonor Izquierdo Cuevas, de tan solo 16 años, hija de la dueña de la pensión en la que se hospeda. En 1911, obtuvo una beca de la Junta de Ampliación de Estudios, para perfeccionarse en lengua y literatura francesas. En 1912, publicó Campos de Castilla, con enorme éxito. Sin embargo, tanta prosperidad se quebró el 1 de agosto de 1912, con la muerte de su esposa, luego de una dura enfermedad, en la que Antonio estuvo a su lado para consolarla y cuidarla. La angustia que le provoca este hecho, lo obliga a trasladarse a Baeza, Andalucía. Allí enseña, lee filosofía y estudia griego, con el objeto de perfeccionar sus conocimientos filosóficos, obteniendo la Licenciatura en Filosofía en la Universidad de Madrid. En 1917, publica Poesías Escogidas y Poesías Completas, y en 1924, Nuevas Canciones. Por esos años aparecen obras teatrales escritas por los dos hermanos, Antonio y Manuel. En 1927, el primero es elegido miembro de número de la Real Academia Española. En 1931 se traslada a Madrid, para ocupar la cátedra de francés en uno de los Institutos de 31


Segunda Enseñanza, de reciente creación. Colabora con el diario El Sol, donde publica las enseñanzas y aventuras de su personaje Mairena. En 1936, habitando en Madrid, junto a su madre y su hermano, sobreviene la Guerra Civil. Manuel se encuentra temporalmente de visita en Burgos, pero ya no volverá a ver a los suyos. Antonio y su madre deben evacuar la ciudad y viajan a Barcelona, luego a Valencia y desde allí, a Rocafort. En esa época publica su último libro: La Guerra. Escapando de ese infierno, huye junto a su madre hacia Francia, pero ambos enferman. El poeta muere el 23 32


de febrero de 1939, y su madre tres días más tarde. Antonio Machado es parte de la Generación del ‘98, y como tal, es contemplativo y soñador. Es callado, retraído, acongojado ante el paso inexorable del tiempo y preocupado por el destino de España.

"El hombre más descuidado de cuerpo y más limpio de alma…” M. Unamuno

Admirador de Bécquer, al que llamó "poeta lírico, sin retórica", su romanticismo está imbuido por el escepticismo y el desengaño, persiguiendo una actitud de paz y olvido. Sus fuentes de inspiración son: el amor, el dolor, la guerra, la fugacidad de la existencia y la preocupación por su querida España. 33


v

Qué fácil que es olar ¡Volar sin alas donde todo es cielo! Junto al agua fría,

Anota este jocundo

en la senda clara,

pensamiento: Parar, parar el mundo

sombra dará algún día ese arbolillo en que nadie repara. Un fuste blanco y cuatro verdes hojas que, por abril, le cuelga primavera, y arrastra el viento de noviembre, rojas. Su fruto, sólo un niño lo mordiera. Su flor, nadie la vio. ¿Cuándo florece? Ese arbolillo crece

entre las puntas de los pies, y luego darle cuerda del revés, para verlo girar en el vacío, coloradito y frío, y callado —no hay música sin viento—. ¡Claro, claro! ¡Poeta y cornetín son de tan corto aliento! Sólo el silencio y Dios cantan sin fin.

no más que para el ave de una cita, que es alma —canto y plumas— de un instante, un pajarillo azul y petulante

que a la hora de la tarde lo visita. ¡Qué fácil es volar, qué fácil es! Todo consiste en no dejar que el suelo se acerque a nuestros pies. Valiente hazaña, ¡el vuelo!, ¡el vuelo!, ¡el vuelo! 34

http://www.poemas-del-alma.com/antonio-machado.htm#block-bio#ixzz43fOTAfgs


parte

La del todo

Soluciones

El autor es Domenico Modugno Y la obra se llama Nel blu dipinto di blu

https://www.youtube.com/watch?v=t4IjJav7xbg

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Pies para que los quiero Si tengo alas pa’volar

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rida era una mujer muy bella. Sus labios rojos, sus pobladas cejas y su cabello azabache, que adornaba con flores, la hacían muy atractiva. Pero más allá de su apariencia física, la artista mexicana poseía un singular talento que, respaldado por una fuerte personalidad, la convirtió en una leyenda del arte mexicano del pasado siglo. Su trayectoria vital, marcada por el dolor, es tan singular como su proyección pictórica. Bautizada Magdalena del Carmen Frida, a los seis años la pintora contrajo poliomielitis, viéndose obligada a guardar cama durante nueve meses. Los ejercicios de fisioterapia que le ayuda 36

ba a hacer su voluntarioso padre no le serían de utilidad, y su pierna y pie derechos quedarían deformados para siempre. Muy joven, aunque no tiene la intención de convertirse en artista, Frida empieza a pintar. Sus trabajos son en su mayoría autorretratos y retratos de su familia y amigos. Su talento artístico llama la atención de un respetado impresor amigo de su padre, Fernando Fernández, que la contrata como aprendiz para copiar grabados y le adoctrina en la técnica plástica. El 17 de septiembre de 1925, Frida se dirigía a la escuela en compañía de su novio, Alejandro Gómez Arias. El autobús en el que viajaban fue arrollado por un tranvía. Frida resultó ser una de las víctimas más afectadas, quedando fracturadas su columna vertebral en tres partes, tres de sus costillas, la clavícula y su hueso pélvico. El accidente deja su cuerpo lacerado y la artista, prácticamente paralítica, se ve obligada a yacer acostada o en silla de ruedas, con su casi destrozada columna sujeta en dolorosos corsés de yeso


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Los camiones de mi época eran una cosa absolutamente endeble. Comenzaban a circular y tenían mucho éxito, los tranvías andaban vacíos. Subí al camión con Alejandro Gómez Arias, yo me metí a la orilla junto al pasamano, Alejandro junto a mí. Momentos después, el camión chocó con un tren de la línea Xochimilco. El tren aplastó el camión. Fue un choque extraño. No fue violento sino sordo, lento y maltrató a todos. A mí, mucho más. 38

más. Recuerdo que ocurrió exactamente el 17 de septiembre de 1926, al día siguiente de la fiesta del 16, la fiesta patria. Yo tenía entonces 16 años, pero parecía más joven incluso que mi her-mana Cristi, a quien le llevo once meses. A poco de subir al camión empezó el choque. Antes yo había tomado otro camión, pero como a mí se me había perdido una sombrillita, nos bajamos Alejandro y yo a buscarla, y fue así que nos fuimos a subir al camión que me destrozó. El acci-


dente ocurrió en una esquina, frente al Mercado de San Juan, exactamente enfrente. El tranvía marchaba con lentitud, pero nuestro camionero era un joven nervioso, el tranvía al dar la vuelta arrastró el camión contra la pared. Yo era una muchachita inteligente, pero poco práctica pese a la libertad que había conquistado. Quizá por eso no medí la situación ni intuí la clase de herida que tenía. En lo primero que pensé fue en un balero de bonitos colores que había comprado ese día y que llevaba conmigo. Intenté buscarlo, creyendo que todo aquello no tendría mayores consecuencias. En fin, el pasamanos me atravesó como la espada a un toro. Un hombre me vio con una tremenda hemorragia, me cargó y me acostó en una mesa de billar hasta que me recogió la Cruz Roja. Perdí la virginidad, se me reblandeció el riñón, no podía orinar y lo que más me dolía era la columna vertebral. Nadie me hizo caso. Además, no se hacían en esa época radiografías. Me senté como pude y le dije a los de la Cruz Roja que llamaran a mi familia: Matilde, mi hermana mayor, leyó la noticia en los periódicos. Y fue la primera en llegar y no me abandonó durante tres meses. De

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De día y de noche estuvo a mi lado. Mi madre se quedó muda durante un mes por la impresión y no fue a verme; mi hermana Adriana al saberlo se desmayó. Y a mi padre le causó tanta tristeza, que se enfermó y sólo pude verlo en tres de veinte días. Nunca había habido muertos en mi familia.

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http://theshops.mx/frida-kahlo-describe-su-accidente/


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Desde pequeña, Frida soñaba que volaba. Era tanta su obsesión que a durante toda su vida mencionó lo mucho que quería extender sus alas sobre el mundo. Su deseo era tan grande que la artista pintaba mariposas sobre el yeso que la sostenía, lo que significaba ese anhelo constante de dejar sus pies y dolores para volar lejos de su sufrimiento. Su fama la ha convertido en un fetiche como también un objeto de crítica Frida Kalho es un personaje que gozó de influencia y poder, ya que fue esposa de uno de los más grandes muralistas de México, Diego Rivera, lo cual le dio una posición privilegiada para codearse con los intelectuales y artistas famosos de la época. Sin embargo, supo explotar bien su posición y su persona al crear alrededor de ella un personaje: el de una mujer que desde su apariencia llamaba la atención, pues siempre vestía textiles tradicionales mexicanos, y llevaba el folclore de la cultura mexicana en todos sus gestos y conversaciones, por lo que resaltó en varios círculos sociales. Era una mujer con una ideología bien estructurada, la cual llevaba a todos los ámbitos de su vida: en lo político, apoyaba la izquierda, así como Diego Rivera; esto la condujo a convivir con personalidades como León Trotsky. 44


El personaje de Frida también era el de una mujer atormentada por los constantes desvaríos de Diego, sus amoríos y por sus tragedias médicas, lo que le dio ese aire de artista incomprendido, que ha hecho que mucha gente se relacione con ella a través de su sufrimiento. En lo pictórico, tuvo un gran valor como artista, aunque quizás la técnica que manejaba no era la preferida entre muchos. Su obra contenía elementos bastante originales y autobiográficos que, como mencionamos anteriormente, complementan su historia. Se puede decir que su estilo gira en torno al surrealismo y el expresionismo. Finalmente, es una de las pocas mujeres artistas que brillaron en su tiempo abriendo un campo para las artistas que vendrían posteriormente. Es tan importante que fue la primera artista americana en presentar una de sus obras en el Museo Louvre. También importantes museos y galerías de arte internacionales le han dedicado retrospectivas, entre ellos el Instituto Nacional de Bellas Artes de Ciudad de México, el Museo de Arte Contemporáneo de Chicago, la Whitechapel de Londres, la Schirn Kunsthalle Frankfurt, la Tate Modern de Londres y el Museo Nacional de Colombia, Bogotá. 45


Pr贸xima entrega Abril 2016

Pasatiempos


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