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Cuaderno Rojo
:: Josep María Rabanal :: Sonia R. Fides :: Rodrigo Verdugo :: Dante Bertini :: Lucas Rodríguez Luis :: Laura Freijo :: Raúl Muñoz :: Gus Jiménez :: Vicente Muñoz Álvarez :: Nahikari Etxebarri :: Jesús Araez :: Carlos Varela Gárate :: La gosa roja :: Alejandro Pardo
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:: Juan Carlos Beneyto :: Josep María de la Fuente :: Jacob Tó :: Marcela Moreyra :: Taller Llumforn CDQ :: Santiago Calero / Proyecto Gilgamesh :: Javier de Juan-Creix
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Cuadernillo rojo
Luz vigía -Dos miradas sobre África-
:: Anotaciones de Elia, una española en el Congo
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:: Diario de un españolito en Darfur
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:: Nunca supe bien qué :: Entrevista a Luisa Etxenique :: El indiscutible testamento de Javier Tomeo :: Ana Carolina, Brasil en las venas
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De tinieblas y más tópicos que persiguen a Congo Cuando no hay Coca-Cola es que las cosas van mal Donde no llega Dios, llegan las monjas Sin dinero, no hay escuela
El crisol
Pensando... Pensaba escribir algo sobre las palabras. Escribir que he pasado mucho más tiempo rodeada de palabras que de personas. Que ahora me siento un poco desvalida porque hay personas a las que no puedo poner palabras. Pensaba escribir sobre si hay palabras grandes y palabras pequeñas. Si las palabras que yo creo grandes son en realidad pequeñas. “¿Una escritora que le tiene miedo a las palabras?”, me decía alguien una vez; “Sí”, respondía yo, “precisamente porque sé de su importancia”. No hace mucho, alguien que también trabaja con palabras, me decía que no son tan importantes. “Las palabras se las lleva el viento”, dice el refrán. Hay días en los que me gustaría creerlo... Pensaba escribir algo así, pero he salido de paseo con las manos en los bolsillos y sólo he reconocido un montoncito de solitarias palabras...
Los domingos por la tarde los solos salen a pasear. También las parejas, pero en esa hora entre la noche y el día de un domingo, los solos se reconocen más fácilmente. Entre los grupos de dos, ellos caminan con las manos en los bolsillos, despacio, ensimismados. A veces levantan la vista y cruzan su mirada con otros solos. A veces se reconocen de otra tarde y de otra calle, y se sonríen. Volverán a pasear y a reconocerse otros domingos y en su soledad recordarán la sonrisa de los otros solos. Quizás algún día saquen las manos de los bolsillos. Quizás se sonrían de nuevo y se saluden. Y al poco, otro grupo de dos pasee una tarde de domingo, ajeno a los solos que ensimismados recorren su memoria, con los ojos en los bolsillos.
Espais plens de solitud
[ Josep María Rabanal ]
Espais entre dos móns, passat i present, llum i foscor.
Hi tornarem a passar amb pas ferm imaginari per travessar portes, per refer la història dels llocs on no hi són els que a cada hora prenien el seu temps de viure. Rellotges immòbils espais aturats oblit i memòria.
L’aire omple els buits que no ocupen les coses. Miraré l’horitzó amb els vostres ulls, per veure el que vèieu quan omplíeu l’espai que ara és absència.
La séptima versión del holocausto de un poeta [ Sonia R. Fices ]
Mi piel es todo un acontecimiento esta mañana, un ajuste de cuentas, la séptima versión del Holocausto de un poeta.
Los árboles enseñan lo que les hace árboles y los cristales tímidos se convierten en niños cóncavos que desearían desertar del cambio de estación.
Sobre mis muelas, pasea la palabra, espero hasta que sus sílabas salgan de mi boca para no triturar el poema que ha pasado la noche en el ático donde termina mi metro setenta de estatura.
Nada parece haber cambiado desde que estaba oscuro pero no puedo evitar sentirme desnuda de memoria para arriba. * Poema perteneciente al poemario "Mirar y ser mirada", ganador del X Premio Nacional de Poesía Nicolás de Hierro.
I amb el temps aprendrem que les coses mudes sempre parlaran de nosaltres.
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Después de ese día
[Rodrigo Verdugo ]
Cambiaron la ubicación de las cosas sabían demasiado de una música de tierra para el viaje enemigo El aura del mar levantándose, dejando atrás nuestros terribles ejes la forma de mirarnos a los ojos, la forma de mirar a las piedras. Sabían demasiado bien como unirse, por eso recibieron el revés de las cosas y se empezó gota por gota, nombre por nombre mientras el mito se deshojaba a nuestros pies. Sabían demasiado bien y no esperaron retratar a sus muertos les bastó que el revés del mundo se levantara contra los árboles y las aguas, contra las cosas, y las vidas, contra cualquier herida que no tuviese un arrojo de estrella. Lo sabían demasiado bien, apareando a las sílfides contaminadas, saldando algo con ellas poniendo plumas quemadas dentro de las almohadas, reanudando las capturas para que así llegaran y se ubicaran gota por gota, nombre por nombre como antes cuando las cosas no limitaban con los hombres sino que el tiempo limitaba con la piedra, limitaba con la luz y piedra y sangre por igual buscaban legitimar el rayo mientras la belleza ahuecaba los mares y al final dios estaba esperándonos con un ramo de accidentes en las manos.
Todo ha acabado ya
[Dante Bertini ]
Todo ha acabado ya. Puedo mirarte nuevamente sin que los ojos se me escapen de la cara, perdidos entre los brillos de ese esplendor que ahora no encuentro. Vuelves a ser real. Cuerpo finalmente, como todos. Como todas, carne perecedera y de destino cierto. Tierra que nunca fuiste pero que serás sin duda, desmenuzada y muerta. Ya puedo descansar; sentarme en la tristeza de haber perdido lo que nunca tuve; deshacer el invento que imaginé aquel día a partir de tus ojos, de una mirada sin color, toda blandura. Preparo nuevamente el lecho —que fue de amor, sin duda; de vida recortada, de pequeña y doméstica locura— para yacer en él como un muñeco. ¿De qué sirven las manos despojadas de tu cuerpo? ¿De qué sirve esta piel desértica sin el balsámico remedio de tu aliento? El despertar es lento. Ordeno nuevamente los papeles que el viento había esparcido por la casa. Hace frío. Cierro la ventana sin mirar hacia afuera. Nada habrá cambiado: los mismos plátanos sin hojas, la misma cantidad de coches, el mismo ruido. La agenda caída boca abajo, el teléfono mudo, la nevera en silencio: todo recuerda un tiempo sin recuerdos. Me sirvo, por costumbre, una taza de té; nuevamente el orden cronometra mi vida.
Cada cosa en su sitio, cada acción a su tiempo. Desde la frutera de vidrio transparente —en el centro mismo de la mesa—, tres pomelos despiden un olor que, a falta de palabras más precisas, puedo definir como amarillo y cítrico. Con los ojos cerrados acaricio sus superficies frías, suaves, porosas, redondeadas y, sin que quiera ni pueda contenerla, la tristeza explota como un fruto maduro contra el suelo, salpicándome una vez más con su amargura.
(poema perteneciente al poemario Eros desencadenado)
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Matinal
[ Lucas Rodríguez Luis ] Se despierta el hombre y el niño se acomoda todavía entre las sábanas, se acurruca. Las agarra, se aferra a su cándida existencia y la bestia insensible es aquel responsable hombre que negocia con su tiempo y su vida inmolándose dentro de un uniforme caro y se lanza a la vorágine de un mundo de sobra conocido. Una realidad circular y repetida hasta la suciedad aunque intente mantenerse impoluto y sepa hallar las disculpas más adecuadas. Se despierta el niño y huele a café y bollos y en la mañana se han dibujado un millón de números que contar un millón o más de letras para agruparlas y cantar así el reflejo de lo que no es. Se despiertan y cada cual enciende de nuevo sus sueños.
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Esperando lo inesperado
[ Laura Freijo ]
Abrí el cajón y encontré una nota. ‘Me cuesta alejarme de ti’, decía. No la firmaba nadie. La caligrafía se inclinaba ligeramente hacia la derecha. Las as eran redondas y la jota se alargaba más de lo normal, como dejándose caer hacia el límite del papel. ¿Quién podía haber dejado esa nota ahí? La cómoda la había comprado en Ikea y la había montado mi hermano. Soy demasiado impaciente y cuando he intentado montar un mueble siempre he acabado al borde de la agresión contra la pieza. Mi cómoda es una cómoda sin historia, no tiene pasado. ¿Cómo habían ido a parar allí aquellas palabras? Mi tendencia fetichista hizo que me guardara la nota en mi caja de cartas personales. Al fin y al cabo, pensé, si no iba dirigida a mí estaba en mi cajón, así que me pertenecía.
En días posteriores olvidé el incidente, hasta que una mañana al ir a desayunar, en el cajón de los cubiertos apareció otra nota. ‘Ayer estabas muy guapa, te hubiera tocado’. ¿Y si alguien estaba entrando en mi casa sin yo saberlo? La historia empezaba a inquietarme. Pensé en ir a la policía, pero lo descarté, ¿qué iba a decirles? Miren, encuentro notas en los cajones de mi casa, creo que hay un violador acechándome. Hablé con mi madre y me aconsejó que cambiara las cerraduras de la puerta. Atravesaba una época algo escasa de dinero pero más importante era mi seguridad.
Cambié las cerraduras de la puerta, pero las notas siguieron apareciendo por distintos cajones de la casa. ‘A veces te miro y me parece poder entrar dentro’, ‘Una conversación contigo recién levantadas, con el café humeante y el diario sobre la mesa: ¡cómo me gustaría la cotidianidad contigo!’. Era como si el autor o la autora se fuera sintiendo más cómodo a medida que las iba escribiendo, de manera que cada vez eran más largas. Volví a hablar con mi madre quien esta vez me recomendó que recogiera todas las notas, desterrara mi romanticismo absurdo y me fuera a la comisaría de policía más cercana a denunciar el acoso.
la 9...
El policía de turno vino a decirme que no podían hacer nada, pero que si quería podía dejar las notas y las analizarían para ver si el autor había dejado huellas dactilares. Me resultó tan desagradable aquel gordinflón sudoroso que de repente me di cuenta que mi admirador o admiradora secretos tenían una sensibilidad mucho más acerada que la policía de este país. Desde luego eludí la cuestión cuando mi madre, días más tarde, me preguntó. Es más, le mentí, le dije que las notas habían dejado de aparecer.
Una noche en la que estaba furiosa porque había tenido un percance de lo más desagradable en la oficina, me encontré un sobre entre mis libros de poesía. Dentro la misma caligrafía de siempre decía: ‘Sé de ti. Pero quiero más. Contigo quiero más. ¿Te apetece un café mañana por la mañana en el Zürich? Seré la chica del sombrero, llevaré un libro de Cristina Peri Rossi y dejaré un girasol sobre la mesa. Te espero a las nueve’. El Zürich desde que lo rehabilitaron ha perdido todo su encanto. A cualquier hora que vas está atestado de gente, sobretodo turistas. Parece una torre de Babel de paso. Pero no tenía opción, ¿cómo proponer otro lugar? Estuve mirando en la terraza a ver si encontraba a una chica como la que la nota describía, pero ni rastro. Entré dentro. En la primera planta repasé mesa por mesa y tampoco vi ningún girasol ni a ninguna chica con sombrero. Sólo me quedaba el primer piso. Subí las escaleras y entonces la vi. Con el sombrero negro, el libro y el girasol sobre la mesa. Como si me hubiera detectado, levantó la cabeza al momento y me sonrió.
Me dio un vuelco el estómago. Era Celia. Me quedé allí parada sin saber si seguir hasta ella o largarme por donde había venido. Celia movió la mano en un gesto muy suyo, entre tímido e infantil. Finalmente avancé con paso firme y me senté frente a ella. - Así que eras tú. - Sí, soy yo. la 10...
Durante un buen rato nos miramos. Me había quedado en blanco. Celia es una de mis mejores amigas, jamás se me hubiera ocurrido pensar que pudiera gustarle.
- Fui a la policía. Llevé tus notas. - No te preocupes, las escribía con guantes. - Lo que no entiendo es cómo no descubrí tu caligrafía. - Es que en realidad no es mi caligrafía, es la caligrafía de mi otra yo para ti. Celia estaba muy contenta. En cambio yo me había llevado una pequeña desilusión, esperaba que fuera una desconocida, alguien fascinante, yo qué sé, alguien que me moviera el piso, en ningún caso que fuera Celia. - Claro, ¿cómo no lo pensé antes? Tú eres la única que podía dejarme esas notas. Las cosas no suceden mágicamente –y me entristecí. - Ya, ahora viene cuando me dices que sólo me ves como una amiga, que no puedes quererme y bla, bla, bla. Celia lo dijo todo.
- Tengo que ir a trabajar. - Lo sé. Por lo menos dime que te han gustado las notas. - Me han gustado tus notas.
Me levanté con el peso de los días normales sobre mis hombros, como si lo inesperado hubiera dado paso a la rutina más aciaga. El sueño se había disipado. La posibilidad de aventura se había evaporado. Todo regresaba al estatus quo. A lo sabido. A lo previsible. Ni siquiera le di dos besos de despedida. Reconozco que eso estuvo feo.
- Yo me quedo un rato más – dijo Celia, y no supe apreciar ningún sentimiento en su voz. Abrió el libro de Peri Rossi y se perdió en su lectura. Al entrar por la puerta de la oficina, observé cómo mis compañeras intercambiaban los típicos comentarios sobre hijos, maridos y demás bestias domésticas. Saludé sin afán de que me hicieran mucho caso. Me senté frente al ordenador y miré mis manos. Algún día tengo que dejar de comerme las uñas, pensé. Después cogí el móvil y escribí ‘voy a echar de menos tus mensajes’, pero no lo envié. Y me dispuse a empezar la jornada con el ánimo que me quedaba. Abrí el primer cajón para coger un bolígrafo y de nuevo una de las notas de Celia. ‘No me rindo tan fácilmente’. La carcajada fue tan sonora que todas se volvieron hacia mí para saber qué había pasado. Celia siempre dice que quien es capaz de hacer reír a una mujer, es capaz de meterse en su cama. Tal vez tenga razón.
la 11...
Porterías desplegables
Pijama
[ Gus Jiménez ]
[ Raúl Muñoz ] (Extractos)
Usted me llama por teléfono para decirme con voz dulce que mi madre ha muerto, que cuánto lo lamenta pero que hay cosas en esta vida que nunca cambiarán, y además se atreve a aconsejarme unos días de descanso en casa de algún familiar, que para estas situaciones la soledad nunca es buena. Incluso me dice no llore –que por cierto no lo estoy haciendo– pero que si así me siento mejor, adelante, que en estos tiempos los hombres también lloran, y sin vacilaciones se ofrece para hacerme llegar todos los objetos personales que guardaba en su habitación de planta, entre ellos, su pijama. Pero enmudece cuando le digo que lo siento mucho, que mi madre murió pero hace veinte años, que no es a mí a quien busca sino a mi compañero de piso, que precisamente ha muerto junto a su madre en un accidente de coche; pero no se preocupe –le digo-, que me encargaré de recoger sus objetos personales, entre ellos, su pijama.
13
un párrafo por cada cuadro de la camisa.
me he ido, y no se a donde. pero no estoy, eso esta claro. ella lo sabe y yo lo se. nada de estoques que perforan caja torácica y órganos vitales, mas bien como si en cada comida del día alguien hubiera dejado para nosotros unos cuantos alfileres olvidados, y uno que no los ve y no cree tener sangre pero de a poco van rasgando la boca la garganta y hasta el esófago.
la colada esta sin hacer. miro los cestos de la ropa sucia –dos cestos: ropa blanca y de color: evidente-, y hablo con ellos. me gusta pensar que los cestos de la ropa tienen pelo y se visten de cartero. algún día, quizás, tengan carta para mi. pero de mientras, hasta que llegue el correo, hablo con ellos, los cestos, dos cestos, ropa blanca y de color, evidentemente, y las horas escupen encima del calendario y le dicen cobarde. y el pollo a medianoche un placer, y el desayuno al atardecer. me ha costado encontrarlo. el cementerio. un cementerio. cualquiera. hasta ahora no había visto ninguno. ni siquiera camino de toronto, mas de doscientas millas. muchas millas pero ninguna lapida, algo increíble. como si la gente en los pueblos, en el ultimo momento, dijera, voy a la esquina a por bolsas de basura con cierre automático, que no quedan, y ya no volvieran. y murieran lejos, en el bosque donde nadie los ve y los animales se encargan del cuerpo, o en méxico o canada, pasar la frontera y expirar.
la 12...
y hoy me encuentro con el cementerio. un cementerio. el de lansing. he entrado con la bici, vallas grandes en la entrada, abiertas. sendero entre árboles y ligera subida hacia la zona de tumbas. pero nada de cuadriculas. todo ligero, digerido y amable. muchos árboles y ninguna división geométrica. las lapidas se repartían entre los árboles como setos. me he parado en una rotonda para mirar el cuadro con pasmo, y me parece que una piedra se ha movido. ligero susto y desconcierto: un cervatillo tumbado, entre las tumbas los árboles y la hierba.
la 13...
más tarde me he dado cuenta que detrás mió había otro ciervo, relajado y sosegado, como el otro. y eso acaba por completar el cuadro, senderos amables entre un bosque espontáneo y lapidas a cada rato.
nada de pensar. o no demasiado. pero quizás la suficiente ausencia de velocidad para mirar por la ventana y ver que no hay nada, que nunca lo hay ni lo habrá, y que si existe la idea de paisaje por entre el cual discurrimos, es para hacernos mas ameno el trayecto a ningún lado -cualquier lado-. y a veces uno se cansa de no llegar. y a veces se atraganta el final. 14
vuelven las madrugadas sin tiempo. vuelvo a estar dentro de la camisa a cuadros y a tener las teclas debajo de los dedos, aislado y sereno. vuelvo a no saber qué decir(te). un placer leerte, grande.
no espero tus mails. quiero tenerlos, pero ahora -aquí- no espero nada. apenas tengo tiempo para pararme a pensar, y cuando me paro no necesito hacerlo -poner en marcha el pensamiento-, porque estoy despreocupadamente ocupado. no sé si estoy haciendo lo que me apetece o tan solo discurro sin necesidad de pensar. me gusta encontrarte y me emociona leerte.
monto la bici y pedaleo. juego a fútbol en la hierba. oigo los gansos pasar encima de mi cabeza. leo a bernhard y veo películas. una mujer se acerca a mí sonriendo y me dice si quiero quedar un día. sonrío y le doy mi mail. nunca tengo tiempo suficiente para pensar la respuesta en el momento. se supone que debo tener pensada la respuesta a una pregunta que no sé que voy a escuchar? hago fotos de las carreteras y de las tiendas. me he hecho alguna foto también, yo que nunca he querido salir en ellas. aun no sonrío al disparar. bebo té por las mañanas porque me han quitado las tardes. soy la 14...
libre pero no estoy solo. y me gusta la soledad. me gusta hablar contigo. se parece a la soledad. de manera extraña, con tantas palabras y tantos sentidos y reflexiones, pero nada más que compartir soledades. paso los días en michigan,
la leche, en bidones, no vaya a llegar el apocalipsis antes del desayuno, carreteras sin curvas y las eñes en pintura, al lado de las tildes.
echo de menos lugares y gente, pero no me siento lejos de nada. muchas veces se ha leído -sin haber sido escrito- en mis textos, que no se puede estar lejos de nada porque nadie dice que un árbol solo pueda crecer en la tierra donde germinó. se puede echar de menos los matorrales que nos vieron crecer o la hierba que nos rodea, pero hay tanto por ver y tan ridícula parece la existencia, que uno no puede por menos que sonreír al mirar un paisaje que dicen no es el suyo o una carretera llamada extranjera. no me siento mas extraño aquí que en euskadi. me siento tan pasmado por las pequeñas cosas que me rodean y tan aterrado por perder la conciencia de existencia como en cualquier otro lugar. y me conocen y dicen sorprenderse porque miro las cosas como un niño, con una expresión que les sorprende, como si mirara todo con un interés desmesurado, con una maravilla permanente. y así es. imagina tender la ropa al aire libre, cerca de la casa, y mientras se agarra una pinza de madera con la mano repetir dos veces el mismo nombre, en alto. dos veces gritarlo. y seguir tendiendo la ropa. abrir la pinza y sujetar la prenda a la cuerda.
tomo leche por las noches, y me pongo la camisa a cuadros y me siento delante de las teclas.
monto la bici y pedaleo. juego a fútbol en la hierba. oigo los gansos pasar encima de mi cabeza. leo a bernhard y veo películas. una mujer se acerca a mí sonriendo y me dice si quiero quedar un día. sonrío y le doy mi mail. nunca tengo tiempo suficiente para pensar la respuesta en el momento. se supone que debo tener pensada la respuesta a una pregunta que no sé que voy a escuchar? hago fotos de las carreteras y de las tiendas. me he hecho alguna foto también, yo que nunca he querido salir en ellas. aun no sonrío al disparar. muchas veces, también, sonrío.
la 15...
15
es viernes porque así lo quiere el calendario, pero bien puedes contarle la historia que quieras, una de puentes con camino de entrada pero no de salida, o de familias que almuerzan en el cuarto de baño porque les gusta el color de la bañera.
son las tres, pero como si fuera mediodía. por la noche, algunas veces, cuando escribo, no hay tiempo ni geografía, las cosas apenas existen unos metros cuadrados a la redonda, el teclado el escritorio y la habitación. y mi cabeza. y de ahí a dónde sea. porque lo demás se lo traga la noche. y es un momento incomparable. en el que puedo ser un cactus con sombrilla o una vela encendida en mitad de una colina, a medianoche, cualquier noche, en una noche inventada o rescatada o anticipada. 16
llega el tiempo de las horas rebeldes, esas que reniegan de las tardes para cumplir su tarea temprano en la mañana y olvidarse, llega el viento de noviembre -si tal cosa existe-, se renueva el miedo a la muerte, y el asco por una existencia sin sentido -y un claro final-. me gustaría viajar a la argentina.
reencontrar el placer de los párrafos. mis párrafos. un atado de ideas emparedado en espacios blancos. a veces cortos, o un poco más largos. sin nexo: o el mismo que el color de ojos de los dueños de dos puertas contiguas, y si son del mismo color y los párrafos insinúan el mismo camino, que nadie me mire, que hoy no toca hablar de las casualidades. yo bien. como un cuadro en la pared. 17
es de noche y estás en la cocina, pisando el suelo con los pies descalzos y bebiendo un vaso de agua, mirando por la ventana. hace media hora que el reloj dijo la una, y aunque no dijo am, se sobrentiende, igual que la satisfacción de un cliente cuando vuelve y vuelve y no hace más que volver a la misma panadería. y miras por la ventana esperando ver caer, porque esperas desde hace un buen puñado de años -de igual manera que se guardan los cromos sin tiempo, como los años, hasta que se apelmazan de tanto guardarlos sin saber exactamente para qué se guardan, los cromos y los años-, esperas ver deslizarse, apenas resbalar en lo alto y empezar a descender, despacio, despacio, tanto que a veces parece que en mitad de la caída pudiera suspenderse un momento en el aire y ascender, ascender un poco y luego: volver a caer. miras por la ventana a la una y media de la mañana y ves los cromos caer, un puñado de años de espera inerte. la nieve. la nieve.
en mitad de la noche.
a veces, en lugar del vaso de leche blanca y fría, me tomaba uno de nesquik. pero no lo echo de menos. me acuerdo que a veces lo tomaba para renovar el placer por la leche blanca, como quien pone una funda de colores al sofá marrón por una temporada, y ya le parece que así se ve distinta la tele, sentada en el sofá de colores; lo mismo con el vaso de nesquik, que no es mi favorito pero cambia el color de la leche en el vaso. y ahora me acuerdo, pero no lo hecho de menos. la 16...
dejas el vaso de agua, miras otra vez por la ventana -el correo pendiente y los sueños tienen estas cosas: más vale asegurarse-, y vas a vestirte. gorro guantes y tela asfáltica de colores contra el agua y a la calle. la nieve y la noche. y una cámara digital. y el puñado de años sin nieve por la piel y en el pasmo constante.
caminar mientras cae la nieve. escuchar el silencio de un mundo cubierto por espuma, donde las cosas no hacen ruido, donde los cuerpos al caer no hacen ruido, la nieve engulle las impurezas y reduce el mundo por unos momentos a silencio. llegas a casa, miras por la ventana, y la noche es blanca.
la 17...
Escribir, disentir, volar
[ Vicente Muñoz Álvarez ]
Me recuerdo ahora a los 8 a los 12 a los 14 años con la mochila cargada de libros corriendo por la calle oscura para coger el autobús que me llevaba al colegio
soportando a aquellos curas terribles y aquellas abrumadoras jornadas de asignaturas inútiles que enturbiaban mis días. Me recuerdo ahora perdido a los 8 a los 12 a los 14 años
esperando soñando y evadiéndome hacia dentro a lo profundo para escapar con la imaginación de aquellos muros.
Creo que fue entonces, como autodefensa, cuando aprendí las 3 únicas cosas que a la larga han importado: escribir
disentir
y cuando, verdaderamente, al margen del mundo,
descubrí mi propio camino.
la 18...
volar
El hombre de barro
[ Nahikari Etxebarri ]
Myriam descendió del autobús de línea torturada por los tacones y la soga superior de las medias. La presión de las sienes no le concedía tregua alguna, martilleándole como consecuencia de una estresante reunión con agresivos directivos. Por una razón innata, odiaba ya de por sí los martes por su deformidad y falta de carácter propio, pero aquél había sido demasiado: la lidia por presentar el proyecto anual más innovador le había usurpado durante meses su parcela ociosa y había quedado desdibujada por el uso indebido de toda su energía. Optó por dejar su vehículo en la parcela de garaje; no se encontraba capacitada para que sus nervios a flor de piel condujesen en una ciudad empapada de impaciencia al volante. Decidió tomarse el descanso de mediodía exclusivamente para ella, tomó el transporte público y las preocupaciones se destilaron a través de la ventanilla empañada. La falda y chaqueta de raya diplomática delineaban la suntuosidad de sus caderas, anónimas en la marea humana de la Rambla. Resultaba una auténtica delicia vagar entre familias expectantes de la explosión de la colorista fantasía de magos, acróbatas y payasos. Con las piernas cargadas por la altura de su calzado, siguió su improvisada trayectoria hasta adentrarse en la Rambla de les Flors, donde el aroma de los pétalos enardecía el aire híbrido de autenticidad cosmopolita y salinidad mediterránea. Los tiestos invadían la acera; los ramos de claveles, gladiolos y margaritas se enredaban en los adoquines para naturalizar el suelo urbano. En otros puestos, los sonidos emitidos por pequeñas mascotas enjauladas atraían la atención de los niños, quienes exaltados por su curiosidad, introducían sus deditos entre los barrotes de acero. La ejecutiva exhaló el retorno a su infancia ligada a los paseos por la misma avenida de la mano de su padre y se despojó finalmente del estrés de la tortuosa mañana vivida. Annette Stössel Siguió caminando observando las estatuas humanas que se sucedían en ambos márgenes: Un vaquero con atuendo cobrizo, al caer una moneda en su cuenco, exhibió su dominio de armas enfundándolas en un certero la 19...
movimiento; un ángel hierático cubierto de oro se alzaba fosilizado en el espacio y un mimo, idéntico al carismático Dalí, regalaba sonrisas a los transeúntes con sus excentricidades. Entre todas las figuras, llamó poderosamente la atención de Myriam una efigie de barro sita ante el aparcamiento para bicicletas. Estaba representada por un hombre cuya cabeza, afeitada a excepción de la cumbre, se encontraba con el cabello peinado hacia atrás y cubierto por la misma sustancia terrosa que el resto del cuerpo. Tenía una apariencia armónica, era de ligera musculación y tan sólo estaba cubierto por un escueto tejido anudado a la cintura. Mantenía los antebrazos levemente separados de su torso mientras sujetaba una de sus muñecas con la otra mano. Sus rasgos y perilla recortada encarnaban la viva imagen de un luchador de una civilización lejana, perdida en la historia. Se mantuvo admirándolo detrás de un grupo de gente desintegrado poco a poco por la vorágine de la Annette Stössel calle. De pronto quedó ante él, fuera de su campo de visión debido a la elevación del pedestal sobre el que se mantenía de pie. Así, pudo estudiar al completo lo excepcional de su silueta. Rebuscó en su bolso y depositó un billete en el recipiente con forma de volcán, como pago al halo espectacular que emanaba. Al instante, el hombre de barro colocó las manos unidas tras la espalda, según orientaba su mirada directamente hacia la de ella. Aquella nueva posición le daba una hechura aún más imperiosa y Myriam no pudo sino sentirse descubierta en su admiración desmedida. Pensó en huir mientras fingía indiferencia pero ya era demasiado tarde, pues seguro que ya había percibido su presencia durante los minutos en los que le contempló detenidamente. Se ancló a su mirar desde la baldosa sobre la que se mantenía en pie, para darse por entero a la indagación de sus ojos oscuros. En un principio, se topó con unas pupilas vacías de atención y logró distenderse al no sentirse observada. Esa efímera relajación no era plena, ya que sus pies seguían oprimidos por los zapatos. Se desprendió de ellos y sintió un gran la 20...
alivio al arraigar el frío del adoquín en sus talones. En ese momento, la expresión del hombre de barro cambió: sin gesticulación alguna, sonrió con la mirada al unísono con otras personas al pasar. A diferencia de éstas, la suya no era una risa jocosa, sino que denotaba diversión por la reacción sorprendente de Myriam, una mujer cuyo porte incitaba a creer que soportaría cualquier adversidad derivada de su vestimenta, con tal de conservar un aspecto correcto. La frescura de la acción desenmascaró su carácter informal, sepultado por el convencionalismo e indumentaria procedentes para su estatus profesional.
Sonó el móvil en dos ocasiones, a lo que ella respondió con la interrupción de la llamada sin comprobar su origen, ya que presumió que provenía de la oficina. No consentiría que nada ni nadie frustrase el acontecimiento que estaba viviendo, inesperado e intensamente gratificante. Myriam ignoró la hora embelesada por la irrepetible vivencia y siguieron bailando sin moverse, aunados por una irracional atracción mutua, en un plano alejado del mundo material. Durante unos instantes, conversaron sin decirse una palabra con los altos árboles por testigo. “El tiempo no existe” oyó decir en más de una ocasión, pero hasta entonces no había hallado el sentido a aquella afirmación. En aquel momento fue diferente: asumió por fin que las horas, los minutos, los meses, no eran otra cosa que el empeño por medir algo que escapaba al entendimiento humano, algo eterno e infinito, únicamente profanado por los plazos. La melodía del teléfono le devolvió a la atroz realidad y contestó irritada a la llamada: - No, aún no voy de camino del despacho. No he comido todavía y ni siquiera sé si hoy me pasaré por allí. Te llamaré más tarde para ver si se ha resuelto el asunto. Hasta luego.
Al colgar, vio al hombre de barro descender de su atril. Dobló el manto, cubierta de la maleta que cumplía la función de podio y Myriam se inquietó ante la posibilidad de que se fuera y no volviera a verlo. En cambio, la estatua hizo uso de su habla por primera vez y sonriente se dirigió a ella: - Los hombres de barro también almorzamos. Tú eliges el sitio, yo invito.
Él recogió sus cosas, ella sus zapatos y avanzaron Rambla arriba descalzos uno junto al otro. La imagen de los dos quedó grabada en la avenida barcelonesa para la posteridad y el día de Myriam recobró el encanto en la inmensa ciudad condal. la 21...
Clemencia
[ Jesús Aráez ]
Un hombre viejo y ausente me pidió un cigarrillo y le di dos. Nada parecía tan cierto en esos momentos como sus ojos azules gastados y la ajada nobleza de sus ropas sucias. Cuando se alejaba me lanzó una mirada de reproche, o de compasión.
Ahí estaba yo, en medio de la nada, con las tablas quebradas de un naufragio bajo mis pies. La vida que había vivido. Cuando pienso en todas las mujeres que he conocido y que se han alejado y han desaparecido entre dudas, pastas de dientes y calendarios.
Qué más da. Miro las luces de neón de la ciudad iluminada y repito la encrucijada. Sigo varado, sí, pero al menos ahora tengo conciencia de ello. Humo de cigarrillo y música de Navidad, oigo incluso como ríen las personas cansadas.
No es suficiente con abrir la ventana para imaginar una posible huida. A cualquier parte. De todos los días del año, de todos los días de mi vida, éste es el más incierto. Camino hacia alguna parte, que es ninguna, y meto las manos en los bolsillos del abrigo. Hace frío aquí afuera.
Me gusta sentir el roce de su piel cuando duermo y pensar en ella cuando me ducho y lentamente me enjabono y me lanzo agua muy caliente. Casi hirviendo. Me gusta mirarla cuando duerme y cuando habla por teléfono. Me gusta mirarla cuando me mira. Me gusta recordarla así. Debe estar ahora en cualquier parte, vistiéndose lentamente, como sólo ella sabe hacerlo. Cuando pienso en ella me recuerdo distinto. La sigo buscando de cama en cama, como una costumbre, como se llenan los tugurios o se muere la gente.
No tiene demasiado sentido confiar en mi suerte, buena o mala. Ahora empieza a lloviznar. Es aguanieve y observo un escaparate amarillo que anuncia dolor.
y carreteras, y en todas las copas y en todas las madrugadas. Podría haber sido cualquier cosa. Incluso nada. Pero ahora sé que debí dar un paso más. No me avergüenzo en todo caso. Seguro que Dios o quién fuere pensó en todos las posibilidades, las puso en mi mano, y yo las malgasté. O no.
Tengo una tierra y la he perdido también. Mejor así. A oscuras. Recordando el calor de los veranos y la luz y el viaje. Recordando esas y otras cosas hasta la oscuridad del recuerdo. El limón con sal y mi patria de niño. Todo perdido. Poco importa. La tristeza a veces se hace tan grande que no cabe en una lágrima. De arriba abajo, siempre esperando que la niña de ojos azules y pelo rubio del cine Unión volviera a aparecer. Mujeres desesperadas y amantes, jovencitas y putas, dulces y tremendas. La niña de ojos azules se gira y me mira, los dos sabemos que es el principio de la película. Hace tantísimo tiempo. El cielo serenísimo del pasado y aún no he cobrado todas mis apuestas. Cuando yo era joven y poeta. Apretujados entre camas y viajes. El extranjero aquí, donde estoy, ahora que sé que nuestra muerte, mi muerte, no importa demasiado.
Nada más. Creo que nada más. La nieve está cuajando y la gente acelera el paso a un lado y otro, cargada de regalos y ropa. Las ruedas de los coches crujen el hielo. Es de noche, muy de noche, y hace frío, mucho frío. Camino ahora con paso firme, sin saber el motivo, y me reconozco en calles del pasado, con su misma rectitud y vacío. Camino ahora y siento una pena que no llega a hacerse dolor, pero que se le parece. Es algo distinto, es algo innecesario y cruel, como los recuerdos.
Así estoy, con las manos en el abrigo nevado, y caminando con y sin rumbo, cuando vuelvo a verlo. Es él. Vuelve a ser él. Con su ropa raída y sucia y su mirada desafiante y perdida. Cuando me recuesto a su lado y me arropo con mi abrigo y mi bufanda, deja de mirarme. Creo que ya sabe que sólo estoy pidiendo, pidiéndole, clemencia.
Me mareo en los supermercados y en los grandes almacenes. Me siento enfermo. Se me acelera el corazón y me sudan las manos.
Lo que cuenta es observar las paredes. A veces pienso que yo nací para eso. Pienso en todos los lugares que he vivido y en todas las habitaciones la 22...
la 23...
La novela definitiva
[ Carlos Varela Gárate]
X estaba escribiendo una novela y me prometió que yo sería el primero en leerla.
"Es una historia de amor. Apasionada y visceral. Algo terriblemente radical. La novela definitiva. Ochocientas páginas. Sólo tengo que darle un buen final." Estoy impaciente.
El teléfono me despertó de madrugada unos días después. La voz excitada y atropellada de X intentaba comunicarme que había terminado su novela: "He estado escribiendo toda la noche, está terminada. Mil doscientas páginas, lo mejor que se haya escrito sobre la guerra." No supe qué decir debido al sueño, pero estaba un poco confuso acerca del tema de la novela. Amor. Guerra. ¿Amor en tiempos de guerra? De todas maneras, al día siguiente X no me llevó la novela. "Creo que he de retocarla un poco. Quiero que resulte verosímil, sobre todo porque la ciencia ficción cobró un poco de fuerza al final, y tiene que encajar bien en la historia. Hay un poco de todo, como ves." Y tanto. Pasó una semana. "Tardaré un poco más de lo que pensaba. Quiero que todo esté perfecto. Estoy aligerando un poco la historia, que sea más concisa." Mucho mejor. Otra semana. "Hay partes que no me acaban de gustar. Será una historia mucho más escueta, pero más efectiva. Ahora todo encajará. No has leído nada semejante." Un mes después, X apareció con su ansiada novela. "He quitado mucha paja. Ésta es mi novela. Es breve y concisa, pero lo dice todo."
De las originales mil doscientas páginas, quedaba un trozo de papel, pero por fin tenía en mis manos la novela definitiva, una historia de amor, guerra y ciencia ficción. Yo diría que hasta de terror. Decía: "Los amantes se dijeron adiós, a sabiendas de que no volverían a verse jamás. En sus ojos no había lágrimas, pues eran de piedra." FIN la 24...
De cómo Maricarmen se enamoró y lo llamó amor [ La gosa roja ]
Era Maricarmen una lesbiana moderna de pelos despuntados y azules, metro sesenta y ocho, algo gordita, y clienta habitual del bar de la esquina. Hacía unos dos años, tres a lo sumo, que había conocido a Juana en uno de sus frecuentes desayunos en Wendy´s Bar, el bar de la esquina, Juana le preguntó ya no recordaba qué, quizás algo sobre si estaban más buenos los bollos de chocolate o los de crema, ella respondió con alguna frase ingeniosa que dio pie a Juana para una nueva pregunta, y hablando, hablando, hablando, acabaron hablando sobre sexo, en concreto sobre sexo seguro. Por aquel entonces, el concepto que tenía Maricarmen sobre sexo seguro era similar a su idea de sexo higiénico: salir espantada ante la visión de un coño desaseado y maloliente. Pero Juana, mujer maternal, se sintió obligada a ocuparse de aquella jovenzuela de los pelos azules, le contó algunas historias tristes que esperaba le sirvieran de revulsivo, y prometió enviarle, el lunes a más tardar, algunas estadísticas, folletos, y dibujos explicativos, que cambiaron su vida, a veces no sabía si para bien o para mal, pero que se la cambiaron es un hecho.
Antes de conocer a Juana, Maricarmen era una mujer medianamente promiscua, de cada cuatro veces que salía por el ambiente (y frecuentaba el ambiente unas seis o siete noches por mes) dos acababa follando con alguna mujer, tras conocer a Juana, follaba muy de vez en cuando, y no por falta de ganas sino porque sus prácticas de sexo seguro espantaban a casi todas. “Estoy tan evolucionada”, solía explicar Maricarmen a Juana, “que muchas me toman por jodida desequilibrada y pasan de follar conmigo. No sé, Juana, a veces esto de practicar sexo seguro es tan difícil como dejar las drogas, sabes que es bueno para la salud, pero...”. Recordaba con especial amargura uno de sus más antiguos fracasos. Al poco de iniciarse en el sexo seguro sus amigas la convencieron para salir por el ambiente, ella se sentía desganada, la semana le había resultado especialmente difícil y se encontraba a falta de muchas horas de aburrido no hacer nada sobre el sofá, pero sus amigas la azuzaron con el mismo tipo de comentarios que venían realizando desde la adolescencia, “venga ya, Maricarmen, que te vas a oxidar!, ¿hace cuanto que no follas?”, "si al final le vamos a tener que abrir el agujero con una taladradora!", y Maricarmen, que por lo general, ante este tipo de comentarios
la 25...
que tanto rechazo le provocaban, se limitaba a fruncir el ceño, se dejó esa vez arrastrar hasta el Escape.
En el Escape, una masa de mujeres poseida por el encanto de la noche, los cuerpos, las drogas, vibraba al ritmo de los peores temas del años, los preferidos por Maricamen y sus amigas a la hora de salir de fiesta, “es una música malísima, pero nos divierte bailarla”, explicaban. Se situaron, como siempre, cerca de la puerta, y cerca de una rubia exuberante con ojos de depredadora salvaje y sanguinaria. “Me gusta esa rubia”, comentó Maricarmen antes de acercarse a ella, “es tan...tan...parece que te fuera a despedazar, ¿verdad?, últimamente me gusta el sexo duro...aunque seguro, ¿eh?”.
La rubia y Maricarmen compartieron un cubata de ron, tres cervezas, más ron, en sus años mozos e imprudentes Maricarmen solía buscar el momento adecuado para dejar caer una mano por aquí, otra por allá, sus labios contra la boca, o el cuello, de la firme candidata a polvo de una noche, y rozarle el culo, agarrárselo con fuerza, y susurrar: “¿vamos a mi casa?” (o a la tuya, o al baño, o a donde le apeteciera en aquel momento). Pero desde la irrupción del sexo seguro en su vida, Maricarmen se desesperaba buscando el momento menos malo para dejar caer lo que siempre pretendía que fuera un natural “¿y qué me dices del SIDA?, ¿tú te has hecho las pruebas?”. A pesar de sus esfuerzos, e incluso ensayos de gestos y sonrisas amigables ante el espejo de su casa, pocas mujeres encontraban naturales estas preguntas, y respondían con gesto sorprendido “¿eh?, ¿qué?, creo que no te he entendido, con la música tan alta, ya sabes”. Maricarmen, bien aleccionada por Juana, ignoraba sus nervios y la sorpresa ajena “es que eres tan interesante!!...me pasaría horas y horas escuchándote...cuéntame más cosas sobre ti, que se yo, cualquier cosa, así por ejemplo, ¿qué me dices sobre tu currículum sexual y toda práctica potencialmente contagiosa de ETS en la que hayas tomado parte?”. la 26...
Llegadas a este punto de la conversación, la expresión de tontorrona felicidad que solía estar mostrando la otra acostumbraba a convertirse en un rictus tenso, receloso, y, aunque casi todas solían fingir que no había pasado nada, pronto, con cualquier excusa, que si ir al baño, o a buscar una copa, se alejaban de ella y no regresaban. Sin embargo, a la rubia le cayó en gracia la pregunta y estalló en una sincera carcajada, creyó entender que era solo un modo diferente, algo tímido, de proponer una noche de sexo, además, estaba a dos días de que le bajara la regla y en esas fechas solía arderle el coño de tal manera que el más mínimo roce, la más ligera invitación, conquistaba a sus ansias de apagar aquellos fuegos y explosiones sexuales que la dominaban.
Maricarmen, quizás influenciada por el alcohol, encontraba a la rubia tan hermosa como la más hermosa de las mujeres, una diosa de infinita melena rubia, golosa, perturbadora, sensual. Fueron a su casa. Al desnudarla, ella que había desnudado ya a ni sabía cuantas mujeres, tembló como una frágil ramita al viento, y continuó temblando al acercar sus labios a la cálida piel de su pecho, de su estomago, y al entrelazar los dedos de las manos y perder la lengua en su boca, entre sus dientes, contra su lengua. Le sabía a azúcar con sal, y a pimienta negra, oscura y fuerte, dulzona, a helado de vainilla, le sabía mejor que el chocolate. La rubia se estiraba y se encogía, y Maricarmen se dejaba guiar por el ritmo de sus gritos y jadeos. “Tócame ya por dios, tócame”, gimió cuando la lengua de Maricarmen estaba conquistándole el monte de venus.
Al escuchar la súplica, se apartó un poquito de la rubia despatarrada, lo suficiente para alcanzar la mesilla izquierda y hacerse con un rollo de plástico de cocina, cortó un trozo con los dientes, y cubrió con él el manjar que le ofrecía su recién estrenada amante, la rubia cerró las piernas de golpe, “¿pero tú qué haces?, ¿estás loca?, ¿qué coño es eso?”. Eso era un plastiquito que se apretujaba contra las humedades de la rubia. “Es para protegernos, ya sabes, del SIDA y así...sexo seguro...venga tía, déjame hacer, ¿vale?”. Pero no hubo manera, por primera vez en su vida la rubia perdió su calentón premestrual. Y Maricarmen contempló, sintiéndose terriblemente desdichada, como la diosa de infinita melena rubia se vestía y abandonaba su casa.
“Es lo más cerca que he estado nunca del amor”, le contó al día siguiente a Juana. Tras aquella noche había habido muchas otras de parecidos abandonos, aunque ninguno le resultó tan áspero y triste, y alguna que otra, pocas, de sexo seguro, pero del amor, solía decir Maricarmen, de ese sí que ni rastro, yo es que no soy mujer de amores, y se encogía de hombros, sorprenla 27...
dida ella misma de no ser como muchas otras, soy más bien de aventuras de una noche y punto.
Sobre la copa rota
Sin embargo, los delirios amorosos suelen también tropezarse con quien no los busca.
Ocurrió una noche de sábado en el Truco, Maricarmen se había encerrado en el baño con una castaña pequeñita de ojeras azules, noctámbulas, y sonrisa desenvuelta, no tanto porque en un principio la acompañaran anhelos sexuales como por librarse de sus amigas, quienes, borrachas y aburridas, la habían convertido, a ella y a su forzada abstinencia sexual, en blanco de sus burlas, y no dejaban de interrumpirles la conversación. En uno de esos peculiares impulsos de la noche, propuso a la castaña que continuaran la conversación en el baño, y la castaña aceptó divertida. Pero resultaba bastante raro hablarle a una desconocida desde apenas un palmo de distancia y no besarla, quizás por eso se besaron, besos cortos que se intercalaban en su conversación sin cortarla, un poco hablaban sobre gustos musicales y otro poco sobre el clima madrileño, se besaban, un poco sobre esto y otro poco sobre aquello, volvían a besarse. Y entre frases y besos también se depojaron de sus ropas, ajenas a la gente y a la música del otro lado de la puerta. Desnudas, frente a frente, la castaña cogió su mochila sin apartar la mirada de los ojos de Maricarmen, sacó una caja de cartón azul cielo, la abrió, y, tras rebuscar en ella, le entregó unos guantes de plástico, luego, lenta y sensual, la mirada fija en Maricarmen, cubrió sus delicadas manos con otro par de aquellos guantes. Por un momento, le contaría Maricarmen a Juana al día siguiente, se detuvo el tiempo, nos miramos y se detuvo el tiempo, nos reconocimos Juana, supimos de todas nuestras desgracias, de todos nuestros malos momentos, nuestros empeños, y es que supimos, yo lo supe Juana, lo sentí aquí dentro, como una flecha clavándoseme en las entrañas, que nuestro destino era encontrarnos...esto es el amor, ¿no?.
[ Alejandro Pardo ] Aturdido y abrumado por la duda de los celos Se ve triste en la cantina a un bohemio ya sin fe Con los nervios destrozados y llorando sin remedio Como un loco atormentado por la ingrata que se fue. Se ve siempre acompañado del mejor de los amigos Que le acompaña y le dice ya esta bueno de licor. Nada remedia con llanto, nada remedia con vino Al contrario la recuerda mucho más su corazón.
...
LA COPA ROTA (José Feliciano)
Me viene el recuerdo de una conversación de dos buenos amigos sentados en un cafetín algo malogrado por el tiempo, entre la niebla de café, tabaco y verbo. Habitaba en aquel lugar un mobiliario de ruido metálico, carcajadas sincopadas y miradas de soslayo. La linealidad del recuerdo la traza el humo con su arabesco evanescente y fugaz. Sólo unos acordes acababan de desaparecer ciñéndonos de nuevo a la rugosidad de la noche...
-Un tango de arrabal, un lamento de barriada, un ritmo caribeño arrastrando nuestro latido... ¡un respirar misa de réquiem! -exclama J. rompiendo el silencio mientras mira las baldosas en dialogo cromático, sobre la lejanía de una esquina- ¡Ellos son los purificadores!...¡Ja!...¿Ves? Se vincula la música con nuestra alma dañada... Vale, vale, no pongas esa cara; entiendo. Iré por orden...Hablemos otra vez de amor. Imagina una tragedia, una traición, un llanto, ¡un desengaño!... o... peor aún, ¡recuerda que eso ya lo viviste!
-¿Pero qué te ha dado…? ¡No quiero!...-responde F. algo molesto-¡Que sí!...Propongo un ejercicio!...tienes que olvidar aquella mujer, ¿no?. Pues se me ha ocurrido...
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-¡Joder!.... Sabía que no te tenía que haber traído a esta taberna, más vale solo que mal acompañado... Sí, sí, ya sabes que la confianza a veces da asco; pero es te animas a construir castillos de naipes, elucubraciones en las que no me apetece participar… ¡porque hay una imagen suya en cada cosa que veo o pienso!... Miro las palmas de mis manos y por ellas
la 29...
se me escapa el alma, sorbida por la memoria de aquella ingrata que se fue. Noto la huella de sus besos aun en mis labios... No. No me apetecen tus jueguecitos. Tan sólo callar.
-De acuerdo... pero... al menos... ¡despojémonos en la medida de nuestras posibilidades de los prejuicios...! ¡desnudemos nuestra estética…! ¡pongamos una tela sobre lo cotidiano…! …quedémonos en la carne de nuestro trascendental... y escuchemos la música... Un bolero sonaba… lánguido…, marcando su erótica regla de la distancia. Un párpado cayendo lento y subyugado. El humo estirando el instante y la inercia hacia algo desconocido, inabarcable, mientras Sonaba el bolero cada vez más adentro..., como si agarrasen un arco en las entrañas dispuesto a lanzar una flecha, siendo uno mismo el blanco. Entonces, en esa ambigüedad que susurra tango, fado y blues, empezó a brotar el deseo de ser (lo) otro. -Por ahí va.... ¡la identificación esta viva!... ¿no la notas? -Déjate de delirios estéticos y psicologistas, que hoy no estoy para tonterías... ¡acábate la copa y vámonos!...Me está comenzando a abrumar este sitio... -Va hombre... ¿es que no te das cuenta? El alma se deja embela 30...
lesar por las sirenas de una odisea... se deja llevar de la mano por las armonías barrocas... y ¡por los latidos de cualquier monstruo de discoteca!... ¡Venga!... ¿qué te pasa hoy…? Si aun hay algo de predisposición en tus entrañas, déjala salir; aunque esté escondida detrás del un muro de justificaciones... Aquel amor que dejó que tu alma se arrojase al mundo ahora está sangrando su desdicha, lo sé. Pues... ¡Imítalo! Porque es esa imitación, la del fluir de tu conciencia con la música y la letra de este bolero, el modo de suturar tu alma! Llámalo homeopatía temporal o como quieras... Entonces notó como si se desdoblase. Su identidad se había seccionado, y no sólo se encontró consigo mismo mirándose fijamente a los ojos en un espejo de lamento, como queriendo romper el monologo mental sobre el amor perdido que le atrapaba y que se le repetía insaciable; sino que se veía a sí mismo desde una perspectiva insólita: se observaba de espaldas. Además, sentía la imposibilidad de girarse porque, de hacerlo, sabía que él también se giraría, escapándosele irremediablemente su propia imagen. Era como si se estuviese contemplando a sí mismo desde su propia sombra. -¡Ah!... ¡cómo me cabrean tus bienintencionados ánimos!... ¡deja de hablar!
la 31...
Te entiendo pero, calla... ¡cállate! Oigo mi voz orgullosa de abandono, y las voces de la fidelidad desolada me acompañan junto con las voces de la nostalgia amarga teñida de resentimiento. Nada mejor que el dolor para saber que estoy vivo. Frente a la mirada del otro, frente a su escucha... La elegía es un canto solitario…
-¡Si, pero el dolor, el sufrimiento y el temor están dentro del tiempo! ¡Así que si lo paras dejarás de sufrir! -¿Parar el tiempo? Sí, claro…
-Me acabo de dar cuenta. Sí, mi querido amigo, tienes razón. Nosotros no podemos pararlo y tampoco dejar de escuchar, porque ¡somos los participantes esenciales... masoquistas de esta historia! Tan sólo el oyente lo puede lograr... Ahora sí que todo es vano. Tú siempre me intentarás ayudar y yo no me dejaré... y esta hiperconciencia mía la olvidaré en el próximo acorde. No tenemos solución... ¡Estamos dentro de un bolero!... Formamos parte de la espiral que se repite... Si, si... este cafetín, esa camarera, este licor... ¡estamos dentro de la estructura hermética y predeterminada! Somos los figurantes y los figurados... ¡los significantes insignificados!, sin más consuelo que el volver a revivir la tragedia.... como en un eterno retorno en el que no podemos cambiar el destino... Vano... ¡Vano! Somos personajes de una canción, que buscan inevitablemente la presencia de una ausencia. El arte de la alusión para decir y no decir. Seguro que alguna vez lo supiste... - Es cierto compañero, es una pesadilla de la verdad: Entender y rechazar lo entendido... -¡Ja, ja, ja!. Acéptalo y… ¡Muerde la copa!...¡muérdela!...
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Juan Carlos Beneyto :: Palacio, 2006 Técnica mixta sobre lienzo, 38 x 46 cm
-Mientras escuchamos esas notas se produce esa especie de purificación... nos sumergimos en un eje temporal creado por la música, por su estructura formal, que nos transporta a un pasado que se hace presente. ¡Como en el sueño en el que la inmovilidad nos atrapa y la mente escapa!... ¡Podemos cerrar los ojos y no ver pero no podemos dejar de escuchar!
Cuadernillo rojo :: Juan Carlos Beneyto :: :: Josep María de la Fuente :: :: Jacob Tó :: :: XXXXX :: :: XXXXX :: :: Taller Llumnforn CDQ :: :: Santiago Calero :: :: Proyecto Gilgamesh :: :: Javier de Juan-Creix ::
Juan Carlos Beneyto
Josep MarĂa de la Fuente
Jacob T贸
Marcela Moreyra
www.marcelamoreyra.com
Marcela Moreyra
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Taller Llumforn CDQ
Santiago Calero
Proyecto Gilgamesh
Javier de Juan-Creix
Dos miradas sobre África
Navegando por Internet, llegué un día por casualidad a un blog (o diario personal) de una chica que escribía desde el Congo. Yo nunca había leído un blog de principio a fin, pero aquellas palabras me engancharon y leí todas esas pequeñas crónicas con verdadero interés una detrás de otra. Mostraban una África cotidiana y pequeña que no estamos acostumbrados a ver en los medios. Ahora la autora del blog, Elia, ya ha regresado a España, pero rescato en las siguientes páginas algunos de sus artículos. Su diario de viaje se puede consultar en http://elia.uing.net. Hablando de este blog con una amiga, me comentó que ella había recibido a través de una lista de mails una serie de crónicas de un cooperante que trabaja en Darfur (Sudán) que la habían impresionado por la mezcla de humanidad y humor en medio de uno de los lugares donde se desarrolla a espaldas de los medios también una de las peores crisis humanas. Me puse en contacto con el autor, Roger, quien milagrosamente leyó mi mail (llevaba tres semanas incomunicado en el terreno), que nos dio su permiso para publicar aquí parte de esas crónicas, como dice él, para “poner Darfur en el mapa mental de la gente”. Esperamos poder acercaros así estas dos realidades africanas.
Anotaciones de Elia, una española en el Congo De tinieblas y demás tópicos que persiguen a Congo :: 25 de agosto de 2006
Una vez más, voy a criticar a los periodistas aunque esta vez no sólo a los españoles (supongo que por ser periodista yo misma hay cosas que me parecen demasiado flagrantes).
¿Por qué la mitad -si no más- de las veces que escriben sobre el Congo tienen que hacer referencia al Corazón de las tinieblas, la archi-famosa novela de Joseph Conrad? Incluso cuando hablan de adopciones, como es el caso del artículo que ilustra este post, tienen que meter mano al tópico. Pero lo que aún me intriga más es, ¿cuántos de ellos se han realmente leído la novelita de marras? Apostaría sin riesgo a perder ni un céntimo que ninguno, amigos. Heather [ http://congogirl.livejournal.com/ ], otra bloguera que habla de Congo, un día escribió un post buenísimo sobre el abuso de los tópicos y los clichés al hablar de este país. Resulta que navegando por internet encontró 3 artículos del periódico alemán Spiegel titulados: 1) Europa hace la Conga por el Congo 2) El Corazón de las tinieblas de Europa 3) Perdidos en la jungla
Y decidió lanzar una encuesta a sus lectores para que adivinaran de qué iban los artículos:
1) El primer artículo habla de a. la decisión de enviar tropas a la RDC para las elecciones b. la fiebre por los bailes africanos que se puso de moda en Berlín el pasado invierno d. el debate iniciado por la ONU sobre el financiamento para desplazados internos
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2) El segundo artículo habla de a. los resultados de una encuesta reciente entre los europeos sobre viajes por el río Congo para encontrarse a sí mismos
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b. el revuelo causado por la decisión de enviar tropas a la RDC para las elecciones c. el descubrimiento en Bruselas de una pila de documentos pertenecientes a Stanley y que fueron ocultados por el rey Leopoldo 3) El tercer artículo habla de a. la historia de una aventura fallida de unos mochileros iniciada en Lubumbashi b. la decisión de Alemania de enviar tropas a la RDC para las elecciones c. el propietario de un hotel de Bukavu que fue secuestrado por unos rebeldes hasta que les dió los contenidos de su frigorífico industrial como sustento
nada, y no podrás comprar apenas comida (sólo mandioca, piñas y animales vivos), pero eso sí, en algún sitio o en otro seguro que habrá Coca-Cola. Y dice ella que "si se pudiera capitalizar la estrategia de distribución de la Coca-Cola, se podrían dar medicinas contra la malaria a cada mujer embarazada en el Congo". Y qué razón tiene (otro día os hablaré de la malaria y de cómo se podrían evitar las miles de muertes que esta enfermedad provoca si se distribuyeran los medicamentos necesarios.)
Supongo que habéis adivinado que a pesar de lo sugerente de los títulos, todos los artículos hablaban de lo mismo: de la decisión de Alemania de enviar tropas a la RDC para las elecciones. Y la reflexión que se desprende de la encuesta de Heather es evidente: ¿hacía falta referirse a los trillados corazón de las tinieblas, a la conga y a la jungla para hablar de eso? Y la respuesta es no, no y no.
Para acabar, quería recomendar a los que leen en inglés este divertido artículo [http://www.granta.com/extracts/2615] que se publicó en la revista Granta en la que el autor satiriza a los autores que escriben sobre África, que contiene consejos que muchos periodistas parecen haber seguido al pie de la letra, tales como :
"Siempre utiliza las palabras 'África', 'tinieblas' o 'safari' en tu título (...) También utiliza palabras como 'guerrillas', 'atemporal', 'primordial' o 'tribal'". "En tu texto trata a África como si fuera un sólo país: es caluroso y polvoriento con campos ondulantes y enormes manadas de animales salvajes y gente alta y delgada que se muere de hambre".
"Los lectores van a sentirse decepcionados si no mencionas la luz en África. Y las puestas de sol, las puestas de sol africanas son imprescindibles." "También vas a necesitar un bareto llamado Tropicana donde mercenarios, malvados nuevos ricos africanos y prostitutas y guerrilleros y expatriados pasan el rato". "Siempre acaba tu libro con una cita de Nelson Mandela diciendo algo sobre arcoiris o renacimientos. Porque a ti África te importa."
Cuando no hay Coca Cola, es que las cosas van mal :: 03 de noviembre de 2005
Hace unos días leía en el blog de 007 [ http://007inafrica.blogspot.com/ ] algo que a menudo también me ha llamado la atención: que incluso en los pueblos más apartados y recónditos puedes encontrar Coca-Cola. No tendrás agua corriente, ni electricidad, y por lo tanto ni nevera, ni televisor, ni lavadora, ni lámparas ni la 52...
Pero claro, la pela es la pela, y lo que llega a todas partes es el negocio y no otra cosa. Por más jodido e incomunicado que esté un país, o una región de un país, no sé cómo narices se las apañan los de la Coca-Cola, pero su agua marrón azucarada siempre está allí esperándote (es cómo perderse en una jungla en medio de la nada, sin carreteras ni pueblos a varios kilómetros a la redonda, y en el momento más inesperado te encuentras con uno de Barcelona -sí señores, está empíricamente comprobado, vayas donde vayas siempre aparece uno de Barcelona como por arte de magia de detrás de un matorral). Así que, como dice Claypot [ http://360degreesofsky.blogspot.com ], sabes que un país está realmente jodido cuando no encuentras Coca-Cola en ninguna parte. Y entonces ya puedes ir preparándote para pasarlas canutas.
Este teorema de la Coca-Cola se complementa con el de la cerveza: también en los lugares más recónditos e insospechados del país donde no hay nada para comer ni beber puedes encontrar cerveza (probablemente Primus o Skol, que son las más populares en el país). O sea que si no encuentras Coca-Cola, entonces probablemente habrá cerveza. Y viceversa. Aunque, de hecho, eso sólo pasa una vez al mes o así cuando los aviones les traen los envíos de alguno de estos dos productos (o si hay suerte, de los dos). Por eso muchos colegas cuando van a trabajar a las provincias se llevan sólo una maletita con ropa y unas cuantas cajas de cerveza para hacer la estancia más llevadera. Porque ya me diréis qué hace uno para pasar el rato y los fines de semana en un sitio donde a las 6 ya es oscuro y no hay electricidad, en el bar del pueblo sólo tienen Coca-Cola (o cerveza), y si quieres ligar tus opciones se reducen aún más que la carta de los bares: o bien soldados de la ONU o bien algún pringado de alguna ONG (como tú, por otro lado) la 53...
que tiene una cabra como mascota y una extensa colección de pelis porno en su biblioteca (que ve durante las horas que hay electricidad, no necesariamente cuando tiene ganas). Y como coletilla al teorema de la cerveza, os recomiendo leer el interesante post de Kim (a continuación, en inglés) sobre los hábitos cerveceros de los congoleños y la cerveza como símbolo del valor adquisitivo de la población.
En fin, mañana es fiesta (el final del Ramadán, o sea, ponerse como un botijo de comida después de 40 días de ayuno), por lo que tengo un fin de semana largo de 3 días. Y por suerte en Kinshasa las opciones sociales y de ocio son más abundantes que en el resto del país... Beer for the Masses, If They Can Afford It kim Gjerstad
I was told yesterday that it’s been a third excellent year at Bralima. This company makes the famous Primus beer, also found in other countries on the continent.
being maybe two dollars a day (can someone confirm this?), beer remains a luxury item for many.
The drink is thus valued as worthy currency. Cops on duty will ask you for a beer. Soldiers will ask you for “masanga ya kokaoka”, or “dry” beer, which means money. When a man asks a woman for marriage, among other things, he brings cases of beers to make his proposition. When I have parties, it is expected that I share the bottles with my building’s guards. It is intrinsically linked with success, much like owning a mobile phone. You hear popular myths on it as well. Skol, Kinshasa's most popular beer, certainly sells more than Primus, because many believe Primus gives a headache. One beer is marketed for “strong” men. Another make is imported by plane from across the country. The bottles, which are recycled, are flown back. This one comes from Kabila’s home town. Luxury beer for politicians.
So beer is part of identity, and you’ll have conversation on what beer “you are”. Each of the two main beers has an advertising campaign that’s never endless. Popular musicians sing for a brand and then for another. Every public places is filled with cheap light panels where you can read their slogans “Tindika lokito!” or “Pelisa Ngwasuma”. They mean: “Send the thunder” and “Light up the place”. We have fun asking for beer with “light me up” or “send in the thunder”. Beer is in fact so important, that the breweries were never touched during the two big pillages of the nineties. I’ve heard more than once that Rwandans only had to bring beer and music to invade Congo.
So how much of this sacred drink are sold in Kinshasa? I made my calculations like this: eight million people drink a beer a day. That’s 240 million a month. Primus sells half the beers in town, so divide those millions by half. My Bralima representative said I was very close. Bralima is owned by Heineken. Sales and numbers are not communicated in a place like the Congo, so I'm left wondering how successful they have been.
The last three years corresponds to a small economic boom in Kinshasa. The Lebanese are building, the Indians have new restaurants and shops, the Congolese politicians are driving nicer 4x4 and obviously, the hordes of foreigners that have come to help this poor country have gentrified downtown.
Drinking beer in the Congo is ultimately an important activity for all. So their sales are maybe the single most efficient way to analyze the local economy. When I arrived in 2002, I remember the Dutch marketing agent of Bralima complaining of low profits. Things have obviously improved for Kinshasa’s two breweries, both owned by foreigners. And so profits were expected with the arrival of “peace” in Congo, despite the fact that the mass remains very poor. At a dollar a bottle, with the average income la 54...
But this is a far cry from our countries in term of consumption. According to another source at Bralima, the Czechs are the biggest drinkers with their 140 liters a year. The Dutch are at 80, while the Congolese are at four.
A part from cost, and religion to some extent, another factor to explain these figures might be the inaccessibility of beer in much of the Congo. For example, a UN staff that was departing a town called Kindu got nine crates of beer for his going away party. The town was out of stock for a week, awaiting delivery by air. That was in 2003. I hope Kindu's million or so inhabitants have more beer since. Well, maybe not, since they should get electricty first.
As I look at my own consumption in a city of availability, I’m definitely a successful Kinois. Over ten since the beginning of the week. Hopefully, the Congolese will keep their decent drinking habits once their economy gets back on track. In the meantime, we expats get to drink to their poverty. Cheers! la 55...
Donde no llega Dios, llegan las monjas :: 29 de noviembre de 2005
YYo no soy una persona creyente y la iglesia católica me parece una institución que se ha quedado anquilosada. Además, después de pasar dos años viviendo en una residencia de monjas cuando iba a la universidad, las monjas me caen bastante mal. O me caían.
Porque desde que llegué al Congo mi imagen de la iglesia en general y de las monjas en particular ha cambiado (aunque mi idea de Dios -o mejor dicho, de la ausencia de Dios- no ha cambiado, sino que aún se ha visto reforzada). Y es que nunca antes había visto tanta pobreza y tanta desesperación, tanto dolor y tanto sufrimiento como aquí. En este país el horror es el pan de cada día. Pero también en este país me he dado cuenta de lo que realmente significa tener fe y de lo que realmente significa la bondad. Aquí el Estado está tan podrido y tan corrupto que lo único que se preocupa de financiar son sus propios bolsillos, sin importarle para nada que la mayoría de su población muera en las calles. El Estado no se preocupa ni del acceso a la educación ni de de dar unos cuidados médicos mínimos, ni de impartir justicia o de mantener un cierto orden y seguridad; en realidad no se preocupa ni de ofrecer ningún tipo de servicio social, por básico que sea, a sus ciudadanos. Así que la iglesia se encarga de cubrir muchas de estas carencias, con lo que muchas escuelas, orfanatos o hospitales existen gracias a su financiación y buena voluntad.
Allí trabajan muchas monjas misioneras que llevan muchos años e incluso décadas viviendo en el Congo. Viven de manera sencilla y a pesar de la avanzada edad de la mayoría de ellas, trabajan incansablemente en orfanatos, centros de acogida para niños de la calle o hospitales para ayudar a los más débiles. Y tienen una paciencia que ni pasando mil años estudiando filosofía tibetana conseguiría alcanzar yo. Como por ejemplo la extraordinaria hermana Roser Morera (en la foto de arriba), originaria de Barcelona pero que lleva nada más ni nada menos que 37 años viviendo en el Congo (teniendo en cuenta que tiene 67 años, lleva más de media vida en este país). Trabaja en un centro de rehabilitación para minúsvalidos donde ellos mismos están empleados en la administración, restaurante, lavandería, etc. En un país en el que los minusválidos son considerados menos que inútiles, ella consiguió que todo el personal del centro fueran minusválidos con un trabajo digno y un sueldo, y supervisa personalmente el funcionamiento del restaurante del centro donde cada día se compra la comida y se cocina para un centenar de personas. Además trabaja como educadora social con niños de la calle, y por si todo esto fuera poco también dedica su tiempo libre a un orfanato donde coordina las adopciones de niños para familias españolas. Parafraseando lo que dijo Horacio de Poesía y macarrones hace unos días, paradójicamente estas monjas misioneras que son el producto de otra época y de otra mentalidad, en mi opinión se han convertido en las auténticas heroínas de este siglo tan faltado de héroes y de ideales, y merecen toda mi admiración y respeto. la 56...
Sin dinero, no hay escuela :: 06 de noviembre de 2006
El curso escolar empezó hace apenas dos meses y ya hay muchos niños que se encuentran en la calle. Hace un par de días visité une escuela de Kabare, un pueblo a una hora de Bukavu, y a media mañana sólo la mitad de los niños se encontraban en las aulas, mientras que los demás pululaban por los alrededores sin saber muy bien qué hacer. Los habían echado de las clases porque acababa de empezar el mes de noviembre y sus padres no habían podido pagar las tasas mensuales (el famoso minerval). A pesar de que oscilan entre 100 y 1000 francos por mes (aprox. entre 0'2 y 2'5 dólares), la mayoría de los padres, que tienen cómo mínimo media docena de hijos, no pueden permitirse el gasto. En teoría no tendrían que pagar nada, ya que la nueva constitución democrática ratificada en diciembre pasado dice que el Gobierno tendría que hacerse cargo de la educación primaria y secundaria. Pero como los salarios para los maestros no llegan, todas las escuelas exige a los padres que paguen estas tasas mensuales.
Se supone que las tasas sirven para pagar los magros salarios de los maestros y el material escolar como pizarras o tizas, pero hay pueblos en los que ese dinero no les llega para casi nada. Si lo consiguen pagar, claro, porque bastante les cuesta a los padres poder reunir ese dinero. El Estado ni se hace cargo de los salarios de los maestros, ni del mantenimiento físico de las escuelas (tal como puede verse en la foto, muchas son improvisadas cabañas de madera que con las primeras lluvias quedan arrasadas, o a menudo son simplemente recintos al aire libre que carecen de cualquier equipamiento), ni de nada de nada. Viva el estado del bienestar a la congoleña (bienestar para la clase política, se entiende).
Delante de esta situación, muchos padres optan por enviar sólamente a un hijo a la escuela por año, un año va uno y al siguiente otro; sin embargo, la mayoría de veces sólo empiezan el curso y hacia la mitad los echan por no haber podido continuar pagando. Sobra decir que las primeras en no ir a la escuela son, como no, las niñas. Según un documento elaborado por la ONU y el Gobierno congoleño sobre estrategias para acabar con la pobreza, en 2001 el 30% de los niños no estaban escolarizados, aunque otras fuentes citaban cifras mucho más elevadas, que pueden llegar hasta el 65% en el caso de las niñas. Y todos estos niños que no van a la escuela tendrán que ponerse a trabajar o bien pasar el rato en las calles con malas compañías, y muchas niñas van a prostituirse para poder entregar algún dinero a sus familias, perpetuando así el círculo de pobreza y ignorancia. En los pueblos la gente no tiene nada y vive de la agricultura de subsistencia, así que reunir los pocos francos que cuesta mandar a sus hijos a la escuela representa un gran esfuerzo. Pero no pueden dedicarse a otra cosa y tener más ingresos, no sólo por falta de actividades económicas, sino también por el gran porcentaje de analfabetismo o falta de educación entre ellos. Un esquema que se repetirá con sus hijos y los hijos de sus hijos, hasta que las cosas no mejoren, el Estado deje de ser disfuncional y ponga algo de interés en la educación de sus ciudadanos, y por fin se logre romper el círculo vicioso. * Fotografías propiedad de Elia
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Diario de un españolito en Darfur 17/09/06
Roger Martínez
Llegue a Darfur, región al oeste de Sudán, hace ya poco más de un mes, tras un par de días de reuniones de preparación con mi jefa en Khartoum/Jartum, la capital. Darfur rivaliza con el Congo por ser la peor crisis humanitaria de la actualidad. En mi opinión, Congo tiene males mayores, mas endémicos que vienen de lejos de su época colonial, la descolonización y de la mala y corrupta gestión de sus gestores. En Sudán, hay infraestructuras hay sistemas, hasta un sistema judicial a través del cual se puede demandar a gente por daños y perjuicios. A Congo, que el día de su independencia sólo tenia 7 licenciados universitarios para gestionar tan vasto país, lo que indica la inversión que hicieron los belgas en sus súbditos, todavía le queda mucho para llegar a ese nivel.
Sin embargo, en Darfur hay 2,5 millones de personas en un territorio del tamaño de Francia que han sido desplazadas de sus hogares y viven en campos y asentamientos de desplazados a causa del conflicto que comenzó en 2003. A diario hay combates entre las múltiples facciones a pesar de que en mayo de 2006 se firmó un acuerdo de paz entre gobierno y principales grupos rebeldes. El problema es que estas facciones signatarias representan tan solo el 8% de la población de Darfur por lo que el problema está lejos de solucionarse.
El gobierno esta desplegando tropas en la región y ha dicho que tratará a las partes que no apoyan el tratado de paz como a terroristas y los exterminará. Esto promete… promete ponerse muy mal para población civil y agencias humanitarias. Si éstas se retiran por falta de protección, mucha gente morirá. Aquí la mayoría de la gente no muere por herida de bala. Mueren porque al ser desplazados de sus hogares, no tienen acceso a recursos básicos como comida, agua, servicios sanitarios, protección ante los elementos y caen por malnutrición, enfermedades infecciosas transmitidas por el agua, mosquitos, etc. Trabajo como coordinador de proyecto y responsable de seguridad de una ONG inglesa de ayuda médica de emergencia en una región remota del estado de Darfur Sur. Tengo a 109 personas a mi cargo, entre enfermeros, comadronas, sanitarios, logistas, guardias, chóferes, limpiadoras, etc. y gestiono clínicas estála 58...
ticas y móviles en ocho poblaciones distintas. Diariamente, mandamos a dos equipos médicos a estas clínicas. Hacemos consultas, suministramos medicamentos gratis, vacunamos a madres y niños, hacemos formaciones para población y personal local, rehabilitamos las clínicas construidas con materiales tradicionales y tenemos previsto construir 3 clínicas de ladrillo en breve. Si no podemos tratar un caso urgente, hacemos de ambulancia hasta la capital. Por cierto, soy el único “Hawaya” (hombre blanco) de todo el equipo ya que los otros cinco expatriados sanitarios son de África del Este.
Tengo base en una aldea aislada que tiene difícil acceso cuando llueve mucho. Vivo en un tukul, una cabaña de cañas y hierbas secas trenzadas igual que las locales que suele estar llena de bichos. Tengo cama, mesita, silla, estantería, esterilla de alfombra y basta. Los dos únicos lujos es que tengo un enchufe y una bombilla para las noches cuando conectamos el generador y puedo leer sin linterna o conectar mi portátil y ver un DVD o trabajar que es lo que mas hago aquí, y que el techo está cubierto por una lona de plástico de UNICEF para guarecerme de la lluvia.
Estamos en época de lluvias, lo que significa que durante el día tenemos entre 28 y 35 grados de temperatura, que te puedes ir a la cama con un calor de miedo sudando litros bajo la mosquitera (donde me atrinchero para que no me coman los bichos vecinos con los que comparto tukul) y que en menos de dos horas se puede desatar una tormenta digna de película de terror con rayos, vientos racheados y diluvio universal incluidos y de los que sólo me protegen mi lona de plástico de UNICEF y unas cuantas cañas y hierbas secas. En mi primera noche en Darfur no pude pegar ojo. Primero por la impresión escénica de ser la primera noche sobre el terreno, luego pensando en que me iban a atacar ratas del tamaño de un gato gordo a través de la mosquitera y por último porque con la lluvia cabreada que caía, tuve que poner mis pertenencias en el centro del tukul para que no se calaran por el viento y el agua y acabé durmiendo con el forro polar puesto porque la cabaña tiene un montón de ranuras para que refresque durante la época seca pero también para que te peles de frío durante las tormentas de viento y lluvia. Dice un proverbio africano que cuando llega alguien nuevo a un lugar y llueve, es una bendición. Vale, genial, pero menudo recibimiento y ¡qué reventado estaba al día siguiente! Al menos, ahora duermo un poco más tranquilo. Me dijeron que aquí no hay ratas y que “sólo” me debo preocupar por serpientes y escorpiones porque no tenemos antídoto en el botiquín, y eso que somos ONG médica… lo dicho, duermo mucho más tranquilo pero cuatro semanas después, sigo durmiendo con la linterna enrollada a mi muñeca por si tengo que desenfundar rápido. En octubre, terminará la época de lluvias y se irán los mosquitos malaricos. La poca vegetación que hay desaparecerá y Darfur se convertirá en una estepa des-
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értica. Durante el día estaremos a 40-45 grados y por la noche dormiré con forro polar y manta. Llevo un mes aquí y ya he bajado del antepenúltimo agujero en el cinturón al último. La comida se hace repetitiva. La cocinera no sabe preparar otra cosa. Arroz, pollo en salsa, hígado y unas espinacas locales que están bien, pero a diario de comida y cena pues aburre. Estoy aprovechando la época de sandías para hacer cenas ligeras. Esta semana la cocinera está enferma (bendición?) y estoy yendo al mercado del pueblo a comer, lo que comen los locales y con las manos, eso sí, hay que lavarse antes y después de comer y comer sólo con la mano derecha que la izquierda la carga el diablo (seguro que algún bigotudo en España estaría de acuerdo con eso;), como Allah manda. Esta semana llevo dieta de puré de judías con aceite y cebolla en las que meto mis deditos con pan. Y luego té o alguna variante de hierbas local. Me acaba de decir una compañera enfermera kenyana que podría morirme de cólera en tan sólo tres horas por comer en el mercado. Bueno, comí hace tres horas y media y sigo escribiendo así que “ma fi mushkila” (‘no problem’ en árabe)
Pues sí, llevo un mes duchándome con cubos de agua de un pozo y utilizando letrinas cuclilleras mientras me quito bichos de encima. Tengo los pies destrozados de picaduras y guarros de tierra por llevar sandalias por la noche. La noche que llueve, el campamento, el pueblo y Darfur entero son un barrizal y las botas me pesan tres kilos más cada una. Obviamente, no hay cobertura telefónica ni red eléctrica. Aquí funcionamos con “walkies” VHF para distancias cortas, radio HF y teléfono por satélite por seguridad que es el único modo de comunicación que no está intervenido. Sí, este email puede estar siendo leído por esbirros gubernamentales por lo que no daré nombres de sitios, personas ni organizaciones. Sólo tengo acceso por satélite al mail de trabajo y la mitad del tiempo no funciona. La verdad es que somos cooperantes pero con los protocolos de seguridad, convoyes, comunicaciones, planes de contingencia, hibernación, evacuación y la leche que les han dado, estamos muy “militarizados”, lo cual no es mala cosa cuando se refiere a temas de preparación de seguridad. Estoy echando unas 11/12 horas de media de curro al día, seis días por semana. A veces se me olvida comer. ¡Quien lo hubiera dicho habiendo trabajado en dos embajadas! Lo que me repatea es que me ha tocado currar los tres últimos fines de semana, lo cual no es nada sano. Diariamente, desayuno y voy al checkpoint del pueblo para informar del movimiento de equipos móviles que van a visitar las clínicas y me dicen si la seguridad está bien o no en las carreteras o si ha habido algún incidente. la 60...
En época de lluvias, las pistas de tierra (porque no son carreteras) están muy mal y llenas de barro y ya hemos tenido varios incidentes por haberse quedado los 4x4 atascados en el barro durante horas y tener que pasar la noche en algún pueblecito.
Cuando acompaño a los convoys, me toca negociar y hacer RR.PP. en todos los checkpoints a lo largo del camino. Trabajamos a través de líneas enemigas de tres facciones. Nuestra seguridad se basa en la aceptación que tenemos por parte de las comunidades locales ya que somos la única organización médica que trabaja en esa zona. Si hay problemas de seguridad, suspendemos operaciones y la gente, nuestros pacientes sufren por falta de asistencia médica, medicinas, etc. En enero secuestraron nuestros vehículos y chóferes durante un par de días pero no pasó nada. Tenemos muy buenas relaciones con los jefes locales, de momento, y parte de mi trabajo es mantenerlas. Otras ONG no recuperaron nunca ni coches ni chóferes vivos. Podría hablar de mi trabajo específico y de las dificultades que me estoy encontrando aparte del clima, seguridad, escasez de medios, etc.…pero lo dejo para otra crónica. Eso sí, que quede claro que las ONG hacen un trabajo muy importante y que directa (nuestro caso) o indirectamente, se salvan vidas o se mejoran las condiciones de vida de muchos. Pero que nadie se piense que este sector es idílico. En inglés dicen que el sector humanitario lo componen las tres M: Missionaries, Mercenaries and Madmen or Misfits; en francés sobre los humanitarios en Congo, las tres B: Boire, Bouffer, Baiser; en español, me lo contaron hace poco, las tres D: Divorciados, Deprimidos y Desesperados… Gente altruista, competente y profesional haberla hayla, pero chusma incompetente y oportunista también la hay, como en todos lados. Y gente entre esos dos extremos pues también, la mayoría. Donde haya seres humanos, ya se sabe…
¿Cómo conservo la sanidad mental? Bueno, creo que nunca adolecí de esa enfermedad pero intento dormir bien (cuando las tormentas y los tiros nocturnos de soldados borrachos me lo permiten), hago estiramientos y “meditación casera” por la mañana, escucho la BBC por la radio y ocasionalmente Radio Exterior de España cuando logro sintonizarla para saber qué pasa en el mundo, leo un poco del último libro de Pérez Reverte, paseo por el mercadillo, me tomo té y socializo un poco en mi escaso árabe, y si el trabajo lo permite, por la tarde noche con los trabajadores nacionales, echo cuarenta cinco minutos de volleyball, luego me hago estiramientos, comba y ejercicios y duchita de cubos mientras atardece… y vuelvo a la oficina a currar un rato más. Intento también disfrutar del cielo estrellado espectacular y sobre todo de tomarme las cosas con sentido del humor y ser flexible
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aunque no siempre es fácil porque aquí planeas hacer algo una semana y haces todo lo contrario o algún problema de seguridad te cambia los planes o suspende tus actividades… de vez en cuando algún DVD (incluidas comedias malas españolas tipo Torrente 3 que son lo mejor para desconectar cerebro un par de horitas y no olvidarme del idioma patrio, claro) aunque fijarme en la pantalla del ordenador unas horas más aunque sea para ocio cansa… un poco de relax al aire libre antes de acostarme y 23 hrs, toque de queda, apagamos el generador y a dormir hasta las 6.45 am siguientes… A partir de ahora, cada dos semanas pasaremos un fin de semana (jueves tarde a domingo morning) en la capital del estado. El jueves tarde/noche iré a la fiesta de turno organizada por la ONG de turno con licor de keroseno local repugnante como aliciente, y a socializar un poco con otros expatriados hasta las 23 hrs de toque de queda. El viernes dormiré hasta tarde, comeré decentemente en uno de los tres restaurantes de la ciudad, perrearé y me conectaré a Internet a leer mi Hotmail, mi yahoo y ver diarios internacionales. Sestearé, leeré y socializaré un poco con otros expatriados y compañeros. El sábado trabajaré en nuestra oficina regional y domingo de buena mañana de vuelta al terreno, cuatro o cinco horitas de 4x4, checkpoints, dos visitas a clínicas y de vuelta a la aldea… Besitos y hasta la próxima!!! Roger, Pacha del Sudan 03/10/06
Cuatro de la mañana, no puedo pegar ojo. Afino el oído por si puedo oír ruido de artillería lejana como a mediodía pero no. Llevo más de una semana durmiendo fatal, estoy resfriado por los cambios de temperatura de calor brutal a frío y lluvia. Tengo la barrita de energía en amarillo parpadeante yendo hacia el rojo. Si no descanso bien un par de noches me pondré enfermo de verdad. Me duele todo. La carga de trabajo es mucha, el estrés a veces cuesta controlarlo, y la seguridad se esta deteriorando rápidamente. Hace dos semanas que no juego a volley ni hago flexiones, abdominales ni comba ni estiramientos y seguro que eso no ayuda. Cuando el responsable para África de mi ONG me llamó desde Londres en julio para ofrecerme el puesto dos semanas después de llegar de Congo, me describió la 62...
el proyecto, las condiciones de vida, la inseguridad, etc. Él sabía desde hacía meses que Darfur me interesaba mucho, que tengo una fecha límite para dejar de trabajar sobre el terreno porque no quiero volverme majareta y tratar de tener una vida mas normal (defina “normal” por favor) y estable en alguna capital europea y que por ello quiero maximizar mi experiencia sobre el terreno. Tomando unas cervezas en Congo, le había dicho que quería trabajar en “Hard Duty Stations”, en sitios difíciles porque es donde más se aprende. Y si hago lo más difícil al principio, cuando más energía tengo, todo lo demás será más fácil después. Ésa es la mentalidad un poco masoquista que tengo. Volviendo a la conversación telefónica, y después de describirme el puesto, me empezó a ponérmelo todo muy feo. Me dijo que al final de mis seis meses, no me quedaría ni gota de energía (pensaba que iba a decir de grasa, por fin, ¡una dieta sin esfuerzo! pensé… pero no) que Darfur pasa factura, que me tomara un par de meses sabáticos después y ya lo voy viendo y casi deseando que llegue febrero. Desde que llegué a Sudan el 11 de agosto, han dimitido en mi ONG cinco expatriados. Entre ellos, otro Coordinador de Proyecto tras tres meses, y su substituta tras sólo tres semanas en Darfur. Espero aguantar, no contemplo la dimisión, es cuestión de equilibrio (ese concepto tan difícil de alcanzar) pero nunca digas nunca… Siete de la mañana, estoy reventado, no he descansado me duelen cabeza, cuello y espalda. Decido quedarme en la cama (un par de horas más) hoy por primera vez en casi dos meses porque el ritmo de 10/12 horas diarias sin casi fin de semana, y con la radio y el satphone enchufados siempre por si llaman (y llaman, vaya si llaman) me empieza a pasar factura. Doy instrucciones por el walkie para un convoy que sale temprano hoy y cuando intento dormir un poco, me llaman porque ha venido uno de los jeques del pueblo a verme. En cinco minutos, estoy perfumado, cara lavada y enfundado en una camiseta limpia y planchada de mi ONG dándole los buenos días con la mejor de mis sonrisas. Anoche, el jeque nos advirtió de no ir a los pueblos donde hoy nos tocaba clínica porque hay combates. Es un tipo muy majo y entregado a su comunidad. Hablamos durante una hora sobre planes de futuro, y estamos de acuerdo los dos en que el mejor legado que podemos dejar aquí es la formación… capacity building que se dice en inglés… me asombro a mí mismo de lo lúcido que estoy dando mi discurso para lo mal que me encuentro. Después de este curro, podría hacerme político. No paro de dar discursos al personal, a los comandantes, a los jeques de cada comunidad… utilizo traductor, por supuesto, por lo que hablo lento, pausado, en frases cortas, marcando los tiempos para que el traductor tenga tiempo, porque por experiencia propia sé que la traducción simultánea cansa mucho…
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En Congo no necesitaba traductor y asimilé inmediatamente el protocolo y lenguaje rimbombante que utilizaban los locales. Aquí también hay un protocolo cortés y me parece más sincero. Intento no adornar demasiado, soy muy consciente de que esta gente ya ha visto pasar a muchos coordinadores de muchas ONG, muchos “hawayas” (hombres blancos) con bonitas palabras y promesas y a algunos no se les ha vuelto a ver el pelo, ni a ellos, ni a sus promesas, por lo que prefiero hablar con acciones, y de momento me está yendo bien porque estamos cumpliendo. Trabajamos en ocho comunidades distintas y me he propuesto reunirme con los jeques de cada una, cada tres o cuatro semanas… nuestra aceptación por parte de las comunidades es nuestra mejor garantía de seguridad. El jeque se marcha y después de reorganizar los convoyes alternativos de hoy, tengo previsto volver a la cama u hoy no llego al final del día. Pero el walkie suena otra vez… ”Sierra One, Sierra One”, (ése soy yo) hay un herido de bala llevado a la clínica anoche tras los combates de ayer. Cogemos el coche y salimos pitando para allá. El tipo tiene 27 años aunque aparenta 18 escasos y no llega a los 60 kgs de peso. Tiene cuatro balazos en el cuerpo. Uno en el brazo, otro en el costado que le está afectando los pulmones. Un tercero en la rodilla que no sé por qué todavía no le han curado. En el agujero le cabria medio dedo índice. Se le ve el hueso y apesta a carne necrotizada. La bala se le ha quedado dentro y al tacto mi compañera enfermera kenyata no se la encuentra. La peor parte viene ahora. El cuarto balazo ha sido en la barbilla. Tiene la mandíbula rota y los dientes inferiores destrozados colgando. Mi compañera me dice que 50% de sobrevivir, que en esta clínica no tenemos los medios y que habría que trasladarlo cuanto antes al hospital de la capital, como hacemos con los otros pacientes urgentes. Sin embargo ésta es una excepción. Vamos a hablar con la familia del herido, que están fuera rezando (deporte nacional aquí). Nos dirigimos a unas seis personas. Mi compañera da el parte médico, a mí como coordinador de proyecto me toca hacer el trabajo sucio. Lo siento, pero herido de bala en edad de combatir (16 a 60 años) va en contra de nuestras reglas oenegeras de neutralidad e imparcialidad trasladarlo en nuestros vehículos. Les recomendamos que se las apañen como puedan para trasladarlo si quieren que sobreviva. El medio alternativo no es otro que en carro tirado por burros para hacer un trayecto que en 4x4 se tardan tres horas, y al llegar a destino te sientes como si hubieras viajado en el interior de una maraca de Machín. Así que con cuala 64...
tro balazos y en carro, el porcentaje de fifty/fifty disminuye mucho. Lo sentimos, chaval, buena suerte, falta te hará…
Después de esto, logro dormir hora y media con “sólo” tres interrupciones radiofónicas… y revivo para trabajar hasta el final del día. Supongo que este trabajo sería mas llevadero en el tiempo y no volvería a la gente loca si al final de un mal día en el trabajo pudieses desconectar e irte a tomar unas cervezas con los amigotes, un café con alguien que no sea del curro, irte al cine, pasear por las calles comerciales, ver la tele, jugar al squash, algo tan simple como comprar el periódico o hacer otras cosas “normales” para desconectar. Pero no, no es posible. No hay nada que hacer. Y además, la gente te esta observando todo el rato. Tus colaboradores, la comunidad, etc. Me siento a veces como en las historias de la postguerra de mi abuelo y de mi padre, en las que en el “casino” del pueblo se reunían a jugar al dominó las autoridades locales. Es decir, el alcalde, el párroco, el sargento de la Guardia Civil y el médico o boticario. Pues sí, en un pueblo tan pequeñillo, yo soy una de esas “personalidades” con lo bueno y lo malo que ello conlleva.
02/10/06
Sí, día de ayer, estoy contando la historia al revés… Me levanto fatal, aunque mejor que hoy. Paso las primeras dos horas haciendo un poco de todo y bastante productivo. Luego estoy en la clínica con el ingeniero planeando como mejorarla, donde construir otras alas, una cocina para los familiares de pacientes, una cabañilla para que duerman estos cuidadores, reutilizar el viejo incinerador para mejorar la higiene de la parcela, abrir ventanas nuevas en las cabañillas que sirven de alas para que los pacientes tengan mas ventilación… hay días que éste es el mejor trabajo del mundo… hay otros que me pregunto por qué hago y estoy tan lejos de una vida “normal”, de mi familia, amigos, vida social y cultural y con amplia variedad de actividades para escoger… supongo que el día que esta duda me pese más que el sentimiento inicial, será momento de dejar el terreno… yo ya le he puesto fecha de caducidad pero ésa es otra crónica aparte.
La seguridad ha empeorado en los cuatro últimos días… El finde pasado evacuamos en helicóptero a todo el equipo de otro proyecto que está a dos horas de aquí porque se armó la marimorena en su pueblo. Todavía no han vuelto al pueblo porque la cosa no está bien. Hemos cancelado un par de visitas a clínicas porque hay combates y ahora las facciones están cambiando así que hay que ir con cuidado
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y enterarse bien de que esta pasando. De repente oigo ruido de artillería lejana y me llaman por la radio. Cagando leches al campamento y a hacer llamadas para ver qué pasa. Los rumores de combates se confirman, buena decisión no mandar a uno de los equipos médicos a un pueblo determinado. A las 8 am cuando he ido a ver a los cabritos de Inteligencia Nacional, me he marcado un farol para ver si me daban información de verdad y confirmaban los rumores que se oían en el mercado…”Equipo tal va a pueblecito A, y yo mismo voy con el equipo cual a los pueblecitos B y C” y me contestan todo sonrisas que ningún problema en B y C… lo de B y C era mentira. Lo mejor de todo es que mañana (sí, vuelvo a saltar en el tiempo, privilegio de ser el autor) me dirán lo mismo, “ningún problema en B y C” y claro, el tipo de los cuatro balazos en nuestra clínica se habrá auto-lesionado con su Kalashnikov al salir de la ducha, digo yo, ¿no? Mando al oficial de enlace al checkpoint y poco menos que le dicen que esos ruidos son preparativos para las mascletas de Valencia en Fallas, lo cual me cabrea mucho. Luego va a ver al Umda, el jeque máximo del pueblo y dice que no nos preocupemos. Claro, si nosotros evacuamos, la clínica se queda sin personal y la gente padece. Pero lo que yo les digo es que un sanitario muerto, a pocas personas más va a ayudar así que más les vale decirme si hay algún problema en nuestra zona…
Llego a nuestro campamento. Reunión de emergencia con los jefes de área. Llevaba dos semanas currándome los preparativos de seguridad y pensaba presentarlos mañana al personal, pero Darfur no te espera, así que a pisar el acelerador… lista de personal asignado a cada refugio subterráneo, responsable de cada refugio con radio VHF y satphone (4 con capacidad para 12 personas agachados), orden de vehículos en caso de evacuar por carretera, responsable de cada vehiculo, comunicaciones en cada vehiculo, y lista de pasajeros… nada de mujeres en coches delantero (el mío para bien o para mal) y trasero… en caso de evacuación por aire con UN, es mas fácil… división de responsabilidades en caso de evacuación… yo informo a jeques y comandantes de que nos damos el piro y reparto los satphones, tú pillas el generador pequeño y paneles solares, tú pagas salarios al personal local y tomas el botiquín grande, él hace inventario rápido, aquel desmonta las radios y reparte las baterías, ése carga con latas de combustible los coches por si hay que reponer por el camino, aquel carga las cervezas, el equipo de música, el Monopoly y el Parchís, otro verifica que cada uno de los siete la 66...
coches tiene agua emergencia, mosquiteras, mantas, linternas, velas, mapas, brújulas, etc…. cada persona una bolsa de un máximo de 5 kg con lo esencial… la gente está tensa, ven que no bromeo un pelo… ya han evacuado tres o cuatro veces en el pasado pero nunca de emergencia… siempre preventiva, cuando más o menos tienes tiempo de prepararte… Después de esto, reunión urgente con todo el personal evacuable (a pesar de tener a 109 colaboradores, sólo 50 son evacuables porque los trajimos de otro sitio al pueblo); los 59 restantes son contratados locales… lo siento, no tienen derecho a evacuación, los dejamos a su suerte, así son las cosas, somos humanitarios pero siempre ha habido clases, maalesh (lo siento en árabe)…
Los preparativos van viento en popa, las listas se publican en el tablón de anuncios en árabe e inglés rápidamente, la gente vuelve de la clínica local y se aglomera alrededor para ver dónde les toca… Me reúno con los “50 elegidos para la gloria” durante hora y media… repaso todas las áreas de seguridad, les cuento que el campamento está preparado en caso de tener que hibernar (es decir que evacuar no es seguro y te tienes que quedar unos días en el campamento sin moverte hasta que mejore situación), les comento lo de los refugios que sólo deben ser utilizados cuando salte la alarma (silbatazos míos o del guardia) y que eso sólo ocurriría en caso de amenaza inminente y muy grave (tiros o ataque sobre campamento)… pongo énfasis en la rapidez de reacción y que vamos a hacer pruebas y que cronometraré… lo típico, la gente se ríe, como si eso no fuera a pasarnos a nosotros nunca, sólo a los vecinos… las pruebas las haré durante el día y en plena noche… lo mismo para una simulación de evacuación por carretera, a los coches rápido, los chóferes a respetar el orden, etc.
Pregunto cuántos han estado alguna vez en medio de un tiroteo… sólo levantamos la mano seis de cincuenta… Congo ha sido una buena escuela para mí, la Infantería de Marina española también (no que estuviera en ningún tiroteo en la mili pero para familiarizarme con muchas cosas, sí) a pesar de lo impopular de hacer la mili en Espanta, yo la hice, me gustó, tengo buen recuerdo y estoy muy, muy lejos de ser un extremista de derechas y a otra cosa mariposa… les cuento el miedo que se pasa, el caos y la dificultad de organizar a cincuenta personas cuando gente se está matando a diez metros de ti… ya ni te digo si el objetivo eres tú…se les ponen los semblantes serios… mañana haré una simulación para los refugios y se lo van a tomar en serio… dejo de hablar, el traductor está que se cae porque están todos ayunando por Ramadán… ellos se van a desayunar, son las 7pm pasadas…
Yo tengo una reunión más con las expatriadas sanitarias para completar nuestra agenda de cursos de formación. Por un lado, tenemos las formaciones de carácter médico que forman parte de nuestro proyecto, pero apostamos por formar más a nuestro personal en findes y ratos muertos porque tiene ganas de aprender y hacer cosas, al fin y al cabo, en este pueblo vida social no hay mucha. De aquí a Nochevieja vamos a hacer (o ya estamos haciendo) sesiones de formación o cursos sobre lo siguientes temas: idioma ingles, Microsoft office básico, comunicaciola 67...
nes HF&VHF, seguridad, incendios, SIDA/ETS, planificación familiar, promoción de higiene y primeros auxilios para el personal no sanitario, claro. Espero poder utilizar este currículo de formaciones para las comunidades locales en un futuro próximo… lo digo en mis “discursos” y aunque suene pedante y cursi me lo creo…”las ONG no estarán aquí siempre. El futuro de Sudán esta en manos de los sudaneses. La mejor contribución a largo plazo que podemos hacer es formarles para que sean auto-suficientes…”
La dependencia de la industria humanitaria en países con crisis prolongadas tipo Congo, cuando la solución humanitaria se convierte en parte del problema, es un tema muy interesante, tal vez para una futura crónica o un libro que yo dudo que escriba… obviamente, el modelo de intervención en emergencias debe ser revisado. Éste es un sector joven, inmaduro, que se está profesionalizando poco a poco, a salto de mata y todavía con muchos defectos por pulir, pero con imperfecciones y todo, incluso los de Naciones Unidas, que ganan un dineral indecente, repito, indecente, y a la mayoría no se les ve pisar el terreno ni de lejos ni manchar de barro sus todo terreno blindados, a pesar de contar con todos los medios y por haber, también hacen falta… mejor eso que nada, pero no se debe caer en el conformismo y se deben mejorar mucho las cosas y reformar esas instituciones, además de profesionalizar aún más la gestión de las ONG: gente que quiere ayudar esta muy bien, pero sobre el terreno hace falta un poco más que ese bonito y loable deseo, si no, no aguantas. Me hace sentir mejor cuando me encuentro cada dos o tres findes a otro Coordinador de Proyecto que tenemos y nos echamos unas risas. Es irlandés, anda por mitad de la cuarentena de años. Tiene 10 años de experiencia en operaciones especiales (Líbano en plena guerra) y unidad antiterrorista del ejercito irlandés (IRA), y quince años de experiencia humanitaria sobre el terreno (y yo ocho meses, ¡toma ya!;). Cualquier crisis humanitaria de la ultima década, él ha estado. Podría tener un puesto de directivo en cuartel general de cualquier ONG, pero decidió volver al terreno, con nuestra ONG, y estar más cerca de los beneficiarios, la gente. Y el tipo, esta igual de agotado y estresado que yo, y bastante más consumido de peso. Así que bueno, no me debo preocupar demasiado. Bona nit…Ramadán Kareem a todos!
* Las fotografías de este artículo son propiedad de la ONG Merlin [ http://www.merlin.org.uk ]
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Nunca supe bien qué
[ Emilio Barco ]
Creo que mi película favorita es ed wood, y siempre que lo comento me enfado porque todo el mundo me dice lo mismo, "ah si la peli esa de freakys del director aquel tan malo", o "no era una peli así de miedo pero en plan cachondeo?", o "ah si, el director aquel que se vestía de mujer", o lo que me ha dicho un compañero de trabajo esta semana! (david, joder!) "es la única peli de jonnhy depp que no le ha gustado a mi novia...", y si que es un poco de todo eso, pero también es alguna cosa más que me importa mucho y que nunca he sabido del todo qué es.
Cuando estás empezando a conocer a alguien siempre hay una fase muy emocionante que es el intercambio de gustos donde piensas "como no le guste lo que me gusta a mi me largo ahora mismo!" (y siempre acabas quedándote), y ahí yo no me aclaro, y paso de explicar cuando me siento algo solo, que mi favorita es lost in translation, a decir que es eternal sunshine of the spotless mind cuando me enamoro de una Clementine, o defiendo leaving las vegas aunque me digan que es un video-clip, o me fascina que en tu vida en 65 min haya encontrado tanto de dentro de mi que creo que no puede ser, o que quizás sea los amantes del círculo polar la que haya visto más veces y siempre que lo hago me entren tantas ganas de vivir, o me ponga rollo muy pedante y recuerde el momento en que los actores llegan temprano, con sus abrigos, por las calles humantes de N.Y, a ensayar a ese teatro destartalado en la maravillosa vania en la calle 42. Ed wood era una persona con ideas muy torpes y por las que luchaba con entusiasmo e ilusión, era alguien mal visto y fuera de lugar al que despreciaban porque no tenía talento ni dinero, pero él se volvía a levantar con dignidad y amor, alguien en quien solo creia la protagonista femenina de la película, quizás tan perdida o seguramente tan especial como él, una persona diferente, con pocos amigos, esas personas que conservan el misterio de la inseguridad y del temor al dolor, las que no pueden permitirse otro error por si no vuelven a ser capaces de continuar,... y que sentido tiene la vida si al acabarla no puedes decir que lo has hecho con dignidad, que has sido tú en tu manera y estilo, y que si, que ha sido especial. Lo que nunca supe bien qué, lo explica de maravilla Enric González en su último libro, cuando habla de un periodista amigo suyo que conoció en su estáncia en Nueva York...
"Era, además, generoso e inteligente, y en el interior le ardía algo, nunca supe bien qué. Una persona especial." Historias de N.Y. Enric González. la 70...
Entrevista a Luisa Etxenike: Literatura para la esperanza
[ Arantza Díaz Muñoz ]
"Hay libros que son como pieles extendidas. Y hay escritores que consiguen dotar el lenguaje de huellas dactilares." Así comenzaba Menchu Gutiérrez un hermoso artículo en el Babelia del 26 de febrero de 2005. Sin duda alguna, los libros de Luisa Etxenike pertenecen a esa bella especie. La escritora me recibía tras la primera jornada de su curso de relato breve en el Museo-Centro Vasco de Arte Contemporáneo Artium. Sus alumnos salían con cuentagotas. Ella lo hacía cargada de bolsas y palabras.
Pelo corto, ojos marcados por una fina raya de kohl, su única concesión a la coquetería, manos desnudas salvo por un reloj. El teléfono surge por arte de magia. Lo enciende al sentarse a la mesa, escondiéndolo para no poner aún más nerviosa a la entrevistadora. Se enciende la grabadora y la energía de Luisa Etxenike se hace patente. Ana María Matute afirmaba que era una mujer de papel. La lectura primero y luego la escritura, han sido su forma de escapar de la soledad, como si abriera una ventana para salir volando hacia el límite del mundo. ¿Qué importancia han tenido y tienen para usted lectura y escritura?
Yo no me puedo apartar de la idea, de la sensación, de la percepción de que la literatura es arte. No veo en la literatura una escapatoria, un remedio, un alivio. Para mí la literatura son construcciones con el lenguaje, creaciones con el lenguaje. Cómo a través de las palabras, en la elección de formas, se pueden construir no sólo mundos distintos, sino esencialmente revelaciones distintas o revelaciones extraordinarias de la naturaleza humana, conocimiento, placer, placer estético, todo eso. Mi lectura es una lectura de recepción estética, de recepción artística. Es lo que yo veo y busco en la literatura. ¿Qué vínculo tienen lectura y escritura?
Yo creo que a la escritura te lleva la lectura. Te lleva la lectura y te lleva también la figura de escritores que constituyen para ti un referente, un referente ético, un referente ideológico, un referente estético, un referente humano. la 71...
De algún modo gente a la que te quieres parecer, que lleva una vida que quieres vivir. A mi me parecía que la vida de los escritores era interesante.
¿Cuáles han sido esos autores de los que ha bebido, esos que le han marcado especialmente?
Creo que como muchos lectores compulsivos, yo leía de todo. Desde muy pequeña, y de todo, la verdad es que todo lo que encontraba, y prácticamente sin censura, lo que encontraba en la biblioteca familiar y sin censura. Teníamos también una biblioteca en el colegio, y recuerdo haber leído de todo y pronto. Luego, en los años de la adolescencia, yo había leído mucha literatura francesa, porque estudié en el Liceo Francés, me empezaron a interesar, autores como Camus. De muy pequeña me gustaba mucho Alain Fournier, que escribió un libro que se llamaba Le Grand Meaulnes. Yo siempre digo que fue el primer libro que sentí que me concernía, no el primer libro que leí, pero era como si estuviera escrito para mí, contado para una niña, para una adolescente. Quizá empiece a concretar más la forma, cuando ya con catorce, quince años empiezo a leer a los que entonces eran los escritores latinoamericanos importantes. Leía a García Márquez, Carlos Fuentes, Vargas Llosa. Pero sé que el libro fundamental para dar el salto de ser lectora a ser escritora es Pedro Páramo de Juan Rulfo. Luego han sido Margarite Duras, que siempre fue un referente para mí, Virginia Woolf, y todo lo demás. Si tuviera que elegir diría que una mezcla de Rulfo y Durás, me parece la combinación perfecta. Los americanos también, Faulkner... Cortázar también es una de mis influencias desde muy pronto. Pero desde el punto de vista del estilo, Durás y Rulfo. ¿Qué es lo que le atrajo de Pedro Páramo?
Para mí es fundamental. Recuerdo el efecto que me produjo. Además de la evocación y de esa inmediatez que despierta, está el trabajo artístico. Pedro Páramo es una grandiosa composición. Ese aspecto formal, de cómo había ido combinando y construyendo esa historia me fascinó. El primer libro de Duras que leí fue El arrebato de Lol V. Stein y también me marcó. Hay otros autores que me han gustado mucho: Pavese, por ejemplo, me encanta.
Ana María Matute decía que la gran literatura es triste y es cruel, como lo es la vida. ¿Comparte esa opinión? Yo casi siempre parto de situaciones duras porque quizá uno de mis temas, de mis motivos más recurrentes sea la lucha por la felicidad. Mis personajes a veces viniendo de lugares muy dolorosos, muy terribles, acaban construyéndose una manera de ser felices. Yo siempre digo que mi literatura es una literatura muy esperanzada, muy optimista, porque pongo en acción personajes que toman carla 72...
tas en el asunto de su propia libertad. Buscan su propia libertad, luchan por ella y en ese sentido creo que los seres humanos encuentran respuestas para ser felices.
Tanto en Efectos secundarios como en El mal más grave sus personajes se enfrentan al dolor, al sufrimiento. En la primera novela una enfermedad rompe los patrones que siguen las protagonistas; en la segunda una adolescente lucha por no estancarse en el entorno que le asfixia. El mal más grave es una novela sobre la violencia. Es una novela violenta y los asideros con los que cuenta la protagonista para apartarse de la violencia son pocos. El personaje se construye una ética personal, se construye una especie de balsa de salvamento de ese entorno con muy pocos materiales. Es quizá lo que hace que sea un libro muy afilado. Efectos secundarios es un libro que cuenta una situación dolorosa pero ahí los personajes tienen muchos más asideros, los personajes tienen una serie de recursos mucho más sofisticados y más complejos. De entrada, su propia madurez; la edad, el confort... En El mal más grave, nos encontramos con adolescentes en una sociedad, en un barrio muy duro, y por eso hay pocos materiales de construcción. Y por eso la lucha es una lucha más encarnizada, más áspera. ¿Cómo construye sus novelas?
Las novelas más que verlas, las oigo. Siempre hay una especie de apunte de historia, un apunte argumental. Ese apunte argumental necesito situarlo en un tono, en una música para la escritura y luego ya viene el pico y la pala para buscar el tema. Una vez que ya preciso mucho el tema, entonces ya me puedo poner a escribir. Muchas veces, tengo una atmósfera, tengo un tiempo, tengo unos lugares. No sé muy bien lo que va a pasar ahí pero la atmósfera que tengo es lo suficientemente poderosa como para saber que me va a guiar. A veces es una imagen, a veces es una frase... Pero yo diría que el proceso es ése, primero una punta de historia, luego el sonido del estilo y por último la definición del tema, con toda precisión. ¿Qué importancia tienen los personajes en sus libros?
Los personajes son, cuando te digo un punto de historia, es que ya lo ves con los personajes. Si los personajes nacen como tienen que nacer, nacen con la historia. No veo una historia y pienso en a quién se la adjudico, sino que surge todo junto. Veo a alguien pasándole algo, haciendo algo, pensando algo, viviendo algo. No lo separo porque es un surgir simultáneo, espontáneo. No me puedo imaginar una frase sin imaginarme quién la dice. la 73...
¿Cómo se funden en sus narraciones literatura y vida?
Te voy a citar una frase de Calvino que siempre me ha gustado, "la memoria de la imaginación también es una memoria", es decir, yo no distingo entre lo que pienso, lo que siento, lo que veo... Todo forma parte de tu experiencia. Hay experiencias que son soñadas, hay experiencias que son pensadas, hay experiencias que son observadas, hay experiencias que son sentidas y todo eso lo compone. Yo tengo poco material autobiográfico. La vida, la de otros, tu propia vida, la literatura te propone materiales de entre los que escojo. No suelo introducir elementos de mi biografía en mis libros. No tengo una literatura nada autobiográfica. Salvo a veces en pequeños detalles. Yo quería que mi personaje de mi última novela Los peces negros entrara en una pastelería porque era importante que comiera pasteles un poco de otra época, y le hice comer ingleses, que eran unas galletitas blandas que a mí me encantaban cuando era pequeña. Pero quitando esas cosas, los materiales con los que yo trabajo tienen más que ver con la imaginación. Una imaginación podría decir realista, en la medida en que habla de seres humanos que podrían ser de carne y hueso. Me nutro del conocimiento y de la expresión de la experiencia humana.
consigue reconstruirse, con las dificultades que eso supone, una historia. Ambos son ejemplos de formas de representación de la violencia que me van a permitir dar el salto a otras representaciones de la violencia. A mi me interesa la representación de la violencia, del dolor, porque mis obras tienen ese componente siempre optimista de superación, o de intento de superación de esas experiencias tan negativas. ¿Qué tiene de mágico la literatura?
Quizá lo inagotable de sus posibilidades. Tienes un instrumento que es la lengua, que puedes moldear, descubrir, que no se agota, que siempre revela nuevos sentidos. Es la materia inagotable de la lengua, del lenguaje, que es finalmente la materia inagotable del pensamiento humano. Yo creo que es esa fertilidad extraordinaria lo que tiene la literatura.
¿Debe ser el escritor testigo de su tiempo? ¿Debe ser altavoz de la sociedad que lo acoge?
Esa es una pregunta delicada, una pregunta compleja. Yo creo que el compromiso del artista es con el arte y con su tiempo. Con su arte en el tiempo, en el tiempo que le toca vivir. Yo creo en el compromiso de la literatura con eso. En la medida en que la literatura siempre está cerca de lo que pasa, cerca de la vida. Yo creo que introducir una dimensión que podríamos denominar moral en la literatura es importante. Pero no creo que haya una especie de hilo directo, de conexión directa con la realidad puntual, con un compromiso concreto. Otra cosa es el autor cuando habla. Un escritor escribe y un escritor se pronuncia públicamente. Cuando la persona del autor se pronuncia, sí creo que como artistas y como intelectuales tenemos que dar una respuesta al mundo que nos rodea. En el interior de las obras, ese mismo compromiso adopta otras formas. Entiendo que primero es un compromiso estético, con su propio arte, y luego es la introducción de una dimensión ética en la obra, más importante, más significativa.
Luisa Etxenike nació en San Sebastián. Es licenciada en Derecho y organizadora de los Encuentros de Escritoras que desde 1987 se celebran en esta ciudad. Una de las escritoras más audaces de la narrativa vasca actual, columnista de El País, ha participado en numerosas colaboraciones y antologías literarias. Ha traducido dos libros de poemas, Algo negro de Jacques Roubaud y La cabeza de Paul Verlaine. Ha publicado las siguientes obras: Silvio Girón y otros cuentos, Querida Teresa, La historia de amor de Margarita Maura, Efectos secundarios, El mal más grave, Vino, Ejercicios de duelo y Los peces negros. Estos últimos cinco títulos están editados por Bassarai (www.bassarai.com). Próximamente aparecerá un disco con las letras de Los peces negros, un proyecto que le ha llevado al mestizaje de literatura y música.
En El mal más grave, como en Los peces negros hace una denuncia muy explícita de la pedofilia.
Sí, una denuncia radical. Quizá porque por constituir una de las formas de violencia más abyectas y en un sentido más incomprensibles. Con varios años de diferencia yo quería en El mal más grave abordar el tema de una manera, digamos en los actos, y en Los peces negros en las huellas. De algún modo allí el tema era en el contexto, aquí es la superación, cómo alguien marcado por esa violencia la 74...
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El induscutible testamento de Javier Tomeo [ Raúl Muñoz ] En poco más de dos meses se cumplirán cuarenta años de la publicación de la primera novela del escritor aragonés Javier Tomeo, El cazador, y tal vez sea ésta una buena premisa para hacer un ejercicio de valoración sobre el conjunto de su obra, teniendo en cuenta que desde aquel 1967 hasta ahora, ha colgado en las estanterías más de treinta títulos entre novelas, cuentos y relatos. Poco antes de morir, Juan Carlos Onetti afirmaba que había descubierto el mundo a través de las ventanas, y tras ese mismo prisma parece esconderse el universo literario del aragonés, que durante años ha hecho discurrir por sus páginas a amas de casa felices – en apariencia -, músicos frustrados, marineros que surcan mares de piedra, monarcas que deambulan en silencio, un hijo que sin dejar de querer a su madre, parece acabar odiándola, seres que se confunden en la asfixia de una ciudad superpoblada y se pierden en callejones oscuros sin salida, crímenes que se consuman simplemente para llamar la atención sin que en el fondo a nadie parezca importarle, personajes aquejados, al fin y al cabo, por una herida difícil de suturar y por donde se filtra el vacío y el desencanto, la angustia contenida y la verdad camuflada, los conceptos más elementales de ese animal llamado persona, las ganas de llorar – aunque aquí hemos venido a reírnos diría él –, habitantes de una zoología de difícil calificación a los que en el fondo se les acaba cogiendo cariño e incluso lástima, según el día, miembros de una familia de un solo apellido que intentan reinventarse a cada momento para llegar a ser alguien en la vida, o para seguir siendo nadie – como siempre-, unidos todos ellos por un único nexo; la soledad más como condena indisoluble que como un estado de ánimo pasajero.
Sus primeras obras se caracterizaron por reinventar el quehacer literario con un lenguaje llano pero a su vez codificado, una mezcla entre fantasmagórico y superficial, valga como prueba que cuando en una entrevista le preguntaron por su experiencia con la censura que cotejaba más que lo que había que leer, lo que no se debía saber, éste contestó; nunca tuve problemas con ella porque nunca entendieron lo que escribía. De esta primera fase cabe destacar El cazador, El castillo de la carta cifrada, Diálogo en re mayor y Amado monstruo – en conjunto, sus piezas más aclamadas y llevadas a escena en los principales teatros de Europa y de España -. Pero fue con la aparición de La agonía de Prosepina, donde se intuyó el giro hacía una dialéctica más realista y en su defecto más cruda, tal vez porque ya no había que huir de nadie o porque había llegado el momento de llamar a las cosas por su nombre, y por esa vía llegaron a los ándenes El crimen del cine Oriente, Los misla 76...
terios de la Ópera, Napoleón VII, La soledad de los pirómanos, El cantante de boleros o La noche del lobo, así como ediciones revisadas de sus cuentos y relatos como Historias mínimas y Preparativos de viajes. A lo largo de los años la obra de Javier Tomeo ha sido objeto de numerosos estudios, congresos, tesis doctorales y merecedor de varios premios literarios – en 1999 fue candidato al premio Nóbel de Literatura-, pero eso no parece haber alterado su condición de modesto radiógrafo de la sociedad, porque mientras él sigue observando desde la terraza de un bar o desde el balcón de un ático como el tiempo sigue corriendo campo a través con viejas y nuevas manías sin detenerse en poner los puntos sobre las ies, su obra nos sigue brindando el placer de vernos tal y como somos; seres salvajes sin remedio perdidos en un mundo doméstico, capaces de reírnos de los demás y de avergonzarnos de nosotros mismos sin que nadie se dé cuenta. Pero mientras esto siga así – diría él - continúen leyendo señores, que es la mejor manera de consumir las horas.
Dicen algunos editores que las mejores obras de la literatura se identifican en las primera páginas, y que mejor manera de cerrar esta especie de homenaje que recordar el inicio de la que para algunos – y ahí me incluyo –es una de la mejores novelas que ha dado la narrativa española desde la transición– El crimen del cine Oriente que dice así: Recuerdo que estaba lloviendo a mares y que entré en aquel cine porque no tenía otro sitio donde meterme. Era domingo, habían dado las diez de la noche y hacía bastante rato que había empezado la película. Me senté en la última fila y lo primero que hice fue quitarme los zapatos, que se me habían puesto perdidos de barro.
la 77...
Ana Carolina: Brasil en las venas
[ B. Ongil ]
“Un artista tiene algo de locura cuando crea: es quien se escinde de la realidad y luego vuelve al mundo. Un loco hace la escisión y se queda allá”. Ana Carolina
De Brasil nos llegan visones de sambas y carnavales, de selvas, de favelas, de pasión y de cuerpos, de rios amazonas desbordantes y de niños de la calle. Y sí, también de música siempre sonando.
Mosaico de ritmos y carencias, de conciencias rebeldes y ganas de vivir. El espíritu de la música del país más grande de latinoamérica. ¿Nombres de la canción brasileña? Caetano, Chico, Jobim, Gilberto... La bossa tiene su hueco bien horadado en nuestras colecciones de música del mundo, pero apenas unos pocos nombres se resbalan hacia otros ritmos. Curiosamente son mujeres las que con más fuerza se hacen oir: Simone, Maria Bethania, Marisa Monte nos suenan a casi todos por estos lares. Mujeres con carisma, en una palabra: por su voz y su mirada.
Otros nombres, sin embargo, se resisten al éxito en Europa, salvo en Portugal (madre patria que respira humildemente). Y una de ellas, mi preferida, es Ana Carolina. Mujer contundente en formas y voz y brillo de carácter, con nombre de culebrón y alma de Brasil puro en las venas. Hay a quien le recuerda a nuestra Rosana, pero, aunque iguales en mil matices, me quedo con Ana, más osada, más comprometida, más de todo...
Ahora nos presenta “Dois Quartos”, un doble CD en el que quiere dejar bien claro que cualquiera de nosotros somos más de uno y ella más. En uno de los discos, “Quarto”, muestra su lado más popero y exitoso. En el otro, “Quartinho”, se muestra más íntima, sofisticada y osada musical y personalmente hablando. Y, como siempre, hace gala de su cocktelera de bossa, samba, pop, folk... con su guitarra y esa voz profunda y grave que lucen muchas cantantes brasileñas. El título hace referencia a la ambigüedad de ella misma, en todos los sentidos. Ya montó cierto revuelo la declaración de su bisexualidad, que, al fin, ha dejado grabada en este disco de estudio con un tema que siempre le piden en directo: “Homens e Mulheres”, para que quede bien claro y diáfano. Ella misma asegura que en realidad todo el mundo tiene en el fondo de su alma esa ambila 78...
güedad, pero sólo unos pocos la desarrollan. Para ella, en cualquier caso, no se trata de abanderar una causa. “Es lo más antiguo y normal”, no supone para ella ninguna provocación ni valentía. Con dos ovarios. Dice que, al fin, con este doble disco, comienza a mostrar su lado masculino en la interpretación y composición. Pero no sólo de sexo y amor habla, mucho y con osadia, en este trabajo (calificado de no apto para menores). No faltan sus, siempre certeras, críticas sociales. En el país que le tocó vivir cuecen habas como en todas partes, y con un renovado Lula en el poder parece siempre que hay nuevas oportunidades para soñar que otro mundo es posible. Ana Carolina nos habla de la esperanza de los presidios, de la esperanza de los locos, de la esperanza de vivir mejor... Si vives en la miseria lo más normal es que acabes robando. Si vives en un mundo invivible es fácil volverse loco. Por esperanza, que no quede. Le encanta trabajar con otros en sus discos. Infatigable curiosa de la forma de trabajar de sus colegas, hace perlas en dueto, como el exitoso trabajo en vivo con Seu Jorge, que retrasó por ello la salida de este nuevo disco en solitario. Sola pero siempre con algún detalle de a dos, como el duo que incluye aquí con el conocido músico congoleño Lokua Kanza.
Algunos medios brasileños han calificado este trabajo de excesivo, de poco selectivo a la hora de elegir las canciones. Son 24 temas que dividen la personalidad musical de Ana Carolina en dos, pero sobre todo dividen la carrera de esta brasileña sensual y carismática en dos, haciéndola ahora más terrenal si cabe que antes.
Amor, sexo y política, entre el ronroneo suave al son de su guitarra acústica y la vitalidad inimitable de la samba. Brasil en las venas.
Y es que todos somos mil en uno, todos tenemos un extremo y el otro. Y a veces preferimos la intimidad de nuestro cuarto y otras la expresividad de la calle. Todo tiene dos lados.
Muy recomendable: Ana Carolina “Dois Quartos” – Doble CD (Sony-BMG) Más información en su fan-web oficial: http://www.papelfuleiro.com.br/ la 79...
Quiénes somos
Iguazú. Revista Artesanal de Literatura y Cultura. Dirección: Nuria Rita Sebastián. Secretario de redacción: Abel E. Cantero. Maquetación, diseño y corrección de textos: Nuria R. Sebastián. Portada: Juan Carlos Beneyto. Portadillas (pgs. 3, 49 y 69): Ziratz Muniozguren. Este número: Jesús Araez, Emilio Barco, Dante Bertini, Arantxa Díaz, Elia, Nahikari Etxebarri, Sonia R. Fides, Laura Freijo, La gosa roja, Gus Jiménez, Roger Martínez, Raúl Muñoz, Vicente Muñoz Álvarez, B. Ongil, Alejandro Pardo, Josep María Rabanal, Lucas Rodríguez Luis, Carlos Varela Gárate, Rodrigo Verdugo. Cuadernillo central: Juan Carlos Beneyto, Santiago Calero/Proyecto Gilgamesh, Josep María de la Fuente, Javier de Juan-Creix, Taller Llumforn CDQ, Marcela Moreyra, Jacob Tó. Distribución: Abel E. Cantero (Barcelona), Noelia Jiménez (Tarragona), Arantxa Díaz (Vitoria), Javier Seco (Granada). Relaciones internacionales: Donoso Peñalba (Nicaragua), Jorge Dzib (México).
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