Iguazu n.22

Page 1

BUSCANDO

PENSANDO

:: Domingo Vital :: Antonio Orihuela :: Arantza Larrauri :: Emilio Barco :: Sara Guasteví :: Entrevista Vicente Molina :: :: :: :: :: :: :: :: :: :: :: ::

Foix, por Arantza Díaz Paola Vaggio Adolfo Marchena Begoña Abad Sonia Fides Ramón Aladern Reseña de Viatges i Flors, de Mercè Rododera, por Júlia Zabala Laura Freijo Namaga Sergi Quiñonero Enrique Cabezón Raquel Egea Ana Tapia

CUADERNILLO CENTRAL 4 5 6 7 10

Simetries: Joan Elias y Juan Carlos Beneyto

11 17 18 19 20 22

CRISOL

23 23 24 25 26 27 28

32

DE VIAJE Explicar India. Gus Jiménez

:: Adiós, gigante. Carol Blenk :: Sospir. Cristina Mas :: Entrevista a Luis Antonio :: :: ::

de Villena, por Guillermo Arróniz Reseña de Héroes, atletas, amantes. Historia esencial del desnudo masculino. El cine que no leemos. Verónica Bonafina Música sí. Los documentales de Kikol Grau. Albert Alcoz

QUIÉNES SOMOS

49

63 64

65

69 70

75 80


PENSANDO Hacía tiempo que no me detenía a mirar las cosas a mi alrededor. Estoy sentada en la mecedora de madera que me traje de Nicaragua (objeto recurrente en estos escritos, pero al que en la vida real apenas presto atención, transformado en un aparatoso mueble con el que siempre tropiezo y que no sé dónde colocar en este salón modelo Ikea ya saturado de estanterías, sofás, mesas auxiliares, sillas y mesa de comedor, mucho más funcionales). Mi hermano y una amiga cambiaron hace cosa de un año la distribución del salón, que ahora está dividido en dos por una estantería metálica en la que se acumulan libros en desorden, un equipo de música que se parece a una sandwichera, un elefante de peluche azul, amarillo y verde, algún juguete, incienso y unas plantillas. A un lado de la estantería queda la “sala de estar”, con la tele, el sofá, un sillón y dos mesas con ruedas. Al otro lado queda el “comedor” con la mesa, las sillas y la caja de herramientas. Unas semanas atrás, coloqué la mecedora en un cuadrado que quedaba en la forma de L que hacen mis dos estanterías metálicas, la que divide en dos el salón y la que apoyada sobre la pared sostiene varias cajas de revistas. La dejé allí y no me preocupé más: por fin le había encontrado un espacio en el que no me iba a poner la zancadilla cada vez que saliera de casa. Hoy me he levantado pronto, es un hábito que he adquirido desde que trabajo en una oficina y me veo obligada a vestirme todos los días y salir de las rutinas adquiridas durante los 7 años que he trabajado en pijama. Así que a pesar de ser sábado, a las 7.30 de la mañana ya estaba en pie. Me he preparado un té “Earl Grey Special”, con bergamota y cositas azules, he lavado el plato y el vaso de mi cena solitaria de ayer mientras se calentaba el agua, y con el té ya listo -y mis galletas de chocolate- he pensado que sería buena idea salir a la terraza, pero amenazaba lluvia y el viento (que ahora sigo oyendo fuera) no prometía nada bueno. Ha sido entonces cuando he visto al mismo tiempo, a pesar de estar en esquinas opuestas, un libro sobre el sofá y el rincón de la “silla abuelita”.

A muchos les resultaría claustrofóbico sentarse en un balancín al que apenas se puede acceder y que parece estar aprisionado entre dos estantes metálicos y el conjunto de una mesa de cristal y las sillas que la rodean. He recordado los tiempos en que me escondía debajo de las mesas camilla o en un hueco que quedaba detrás del sofá. Eran lugares seguros, como lo era éste ahora. Cuando el reloj de la vecina (compañía diaria desde que me mudé aquí) ha dado las 9 he levantado la vista para mirar un poco alrededor. Cuando se sale de un libro sucede que los objetos y las personas del mundo real, sin darnos cuenta, han cambiado. Ya se lo preguntaba Michael Ende: “¿Qué sucede en el espacio que queda entre un lector y su libro?” Nunca he sabido darle respuesta, pero en ese momento, observando el pequeño mundo de desorden controlado a mi alrededor, sentí que las palabras del libro habían escapado de él y se posaban sobre las cosas que me rodeaban, dándoles una textura diferente. La taza del té, los libros de poesía, las cintas de vídeo, los cables, el cargador del móvil… todo era como si lo mirara por primera vez, como si existieran precisamente porque yo los miraba por primera vez. Sigo sentada en el mismo lugar, con el ordenador como cazamariposas, ingenua, pensando todavía en atrapar palabras, como si no se hubieran posado ya ellas sobre mí, y me hubieran dado esta mañana -y muchas otras- una textura diferente. Como si no existiera por primera vez, al mirar por primera vez.


[ Domingo Vital ] DISIDENCIA Y ABSTENCIÓN

Hay unos tipos muy pulcros que se lavan las manos se limpian la cara y se cepillan los dientes después de revolver en su propia mierda y esparcirla sobre el resto de seres humanos entonces aparecen en los medios de comunicación vestidos de traje pasean por los pasillos del Parlamento se dirigen a cámara con paso firme y una amplia sonrisa solemnes nos guían con su patética perorata burocrática: “no abandonen a su perro no enciendan barbacoas en el campo no se quejen del trabajo en precario tiren la basura durante las horas convenidas no lo olviden: paguen sus impuestos sienten a un inmigrante ilegal en la mesa (o mejor, nos ayudan a expulsarlo de la nación que ahora nos sobra esclavo de la construcción) no olviden colaborar con alguna ONG (con, al menos, el 0.7% de su renta anual) no se preocupen por nuestro ejército (las misiones de paz son la bomba) olviden la venta de armas (las balas matan con la TV en silencio) sus hijos tienen el futuro asegurado por todos ellos han de darnos las gracias no pillarán una patera en su puta vida cierren el pico y coman de nuestra mano” y no dejan de sonreír ante las cámaras y siguen vendiendo armas a saco como si eso no fuera Terrorismo de Estado se lavan las manos se limpian la cara se cepillan los dientes se van a la cama y sueñan con tu voto…

[ Antonio Orihuela ] IN GIRUM IMUS NOCTE ET CONSUMIMUR IGNI La nueva belleza será situacional, es decir, provisional, y vivida realmente. Internacional Situacionista (1957)

Queremos poner arte en la vida pero sólo levantamos monumentos al dinero. Queremos poner arte en la vida pero no queremos ir más allá. Quien quiera poner arte en su vida deberá cambiar de vida, inventar un modo propio de vida sería realizar la gran obra de arte con la propia vida, pero todo es confuso, todo se erosiona. Caos, caducidad, precariedad son hoy categorías económicas, el discurso monolítico del poder hace innecesarias las reflexiones comunitarias. Nos educan con anuncios, nuestros sueños están hechos de publicidad, las consignas de la emancipación vienen del consumo. En este desear, parece que los únicos que saben lo que quieren son las autopistas y las grandes superficies comerciales, pero no hay autopista que nos aleje de nuestras vidas miserables y nos lleve de vuelta al hogar. Tampoco hay en las estanterías una sola clase de galletas.

Nos estamos volviendo inhabitables. la 4

la 5


[ Arantza Larrauri ] PARADOJA DEL ANCIANO CON SUERTE

Aunque no lo creas quizás algún día seremos como él. Nos quejaremos de las pendientes infinitas de esta ciudad y del viaje improlongable. Pronunciaremos insultos de cartón piedra y tropezaremos con el mismo bastón que paradójicamente nos salva. Exactamente como él... Tendremos una mano temblorosa, una mirada absorta, un aire de despiste... Lloraremos por lo que pudimos haber dicho y no dijimos y nuestra voz será entonces una pompa de jabón que estalla en los oídos de nadie. Lo curioso es que, sólo si tenemos suerte, no nos libraremos de ello.

Del poemario “La senda de los cactus”, Cálamo, 2006 www.lasendadeloscactus.com

la 6

[ Emilio Barco ] DÍAS EXTRAÑOS Desde principios de octubre hasta mediados de noviembre, he pasados todos los días trabajando en un mismo cliente. Allí, como suele pasar, me tuve que relacionar con mayor o menor "éxito" con un número determinado de personas. Después de los primeros días, ya te vas haciendo una idea de lo que, a nivel personal, te deparará el futuro en los días posteriores. A veces no tienes mucha suerte y no sientes ni haces sentir afinidad, y otras tienes un poco más y alguien te presta atención al llegar, encuentras a quien pedir para salir a fumar fuera (aunque no fumes), o incluso sentir cierta pena el día que acabas y marchas, y llevarte un recuerdo cursi en forma de "... te escribiré”, “¿me escribirás?”, “espero que me llames algún día”, “te deseo lo mejor”, “te echaré de menos...". No estoy hablando de amor. La semana pasada me llamó, no lo pude coger, luego escuché el mensaje en el contestador, un día mientras bajaba por la calle Balmes, debían de ser las 6 de la tarde, ya de noche, acababan de encender las luces de navidad. No devolví esa llamada, pero esta mañana le he escrito un mail, así un poco largo, sin apenas tópicos, nada de "... ¿qué tal?, ¿todo bien?, he estado muy ocupado, saludos... ". No debería ser cómodo nunca con los mails. Yo no quería ir a ese cliente, está perdido en la ZAL, lejísimos del centro de Barcelona, 5 semanas me parecían demasiadas..., pero era una buena oportunidad, y la afronté con los ojos lo más limpios posibles. Un día con mis ojos limpios saqué mi lado más oscuro, algo me afectó y solté "...si este tío hubiera ido a mi cole de pequeño le hubieran dado tantas ostias que ahora no diría esas tonterías...". A mi lado alguien me mira asombrado, y me dice "uaaalaaaa, que chungo Emilio, no conocía esa parte de ti, eso es orgullo de barrio"... En ese momento me empequeñecí un poco. En estas situaciones que me llevan a relacionarme de forma inesperada con personas nuevas, más preparadas que yo, con muchísimos más recursos y muchísima mayor autoestima, siempre tiro un poco de la 7


esa especie de dignidad u orgullo de barrio. No es que tenga un comportamiento maleducado. Eso nunca. Ni voy diciendo cosas como las de arriba, solo fue un comentario en voz baja. Es más un sentimiento de autoprotección interior. No suelo pensar de dónde viene ese sentimiento de barrio, ni tampoco pienso como era yo en ese momento, o por lo menos no tan atrás en el tiempo, quizás cuando miro alguna foto o en la calle me tropiezo con alguien que conocí, también cuando no entiendo del todo una reacción mía, siento que me viene de entonces.

Fotografía: http://petitacriatura.blogspot.com

Yo era un muy buen estudiante, pero mis compañeros no me consideraban un empollón, porque la parte de mi vida dedicada a los estudios era una parte pequeña: también me "dedicaba" a otras cosas. Era especialmente hábil jugando a fútbol, una vez un ojeador del Barcelona me vio por ahí, y me llegó una carta a casa. Estaban interesados en mí para hacer una prueba. Mi madre estaba tan emocionada con la carta en la mano... Tenía que presentarme un sábado por la mañana en el campo 0 (al lado del Picadero) y llevar botas de fútbol, botas que no tenía y que no quise que mis padres me compraran. Y acabé no yendo a mi cita con el futuro. En el fondo, yo ya era muy del Madrid y muy inconsciente, no tenía ni idea de lo que significaba mi futuro. Lo del fútbol me dio muchas alegrías, mis amigos me decían que yo de mayor podría jugar en cualquier equipo profesional y a mí me encantaba oírlo y soñarlo. De hecho, entonces ya jugaba con los de mi edad y con los chicos que eran de 2 y 3 cursos por encima de mí. Eso me daba mucho valor. Me llamaban para jugar con ellos, yo era un delanterillo endeble pero muy apasionado y sonriente. la 8

En aquella época Hospitalet no era el Bronx pero tampoco era fácil, la vida te exigía un poco, en los colegios había aún profesoras de esas que pegaban a los niños o te regañaban si se te caía el lápiz. En la calle había de todo, la mayoría de mis amigos no eran precisamente de la burguesía catalana, eran charnegos como yo, sus padres habían venido a vivir a Barcelona y no tenían una gran estabilidad familiar. Años más tarde, mi vecino de enfrente murió de una sobredosis de heroína a escasos 20 metros de la plaza Pirineos, donde quedábamos después del colegio. Muchos no pudieron tener nunca un trabajo bueno, y pocos pudieron estudiar. No se trata de dar pena, sino que simplemente hubo una vida, hace no tanto, más humilde, sin ordenadores, ni ipods, ni actividades extraescolares, ni el calor de la calefacción al llegar a casa. Aunque es genial e inevitable mejorar, prosperar... En la calle había dos bandas, una la del Salinas, un tío asqueroso que nos robaba la pelota o nos echaba del campo para jugar con sus amigos, alguien que escuchaba flamenco malo y llevaba collares y anillos de oro, qué asco; y luego estaba el Gómez que era un punky bastante acabado que como no tenia demasiados amigos se acercaba a nosotros y nos explicaba historias, decía que hasta iba a conciertos y todo... El Salinas y el Gómez quedaban en la calle Rosellón algunos días por la tarde a pegarse, era terrible, dos personas que quedaban expresamente para pegarse, hasta que acababan agotados y sin fuerzas, porque nadie se acercaba a separarlos. Nosotros los mirábamos de lejos, teníamos un favorito... Otra cosa que mis amigos mayores "valoraban" mucho es que mi hermana era de las chicas más guapas del barrio, aún hoy alguno me lo recuerda y me pregunta por ella. El Gómez había estudiado con mi hermana, y todos la miraban con muchísimo interés, entonces no era tan fácil lo de las relaciones sexuales y una chica era un misterio bastante más grande que ahora. Supongo que es diferente crecer jugando a los videojuegos en casa que crecer en la calle. Y supongo que quien de pequeño ha luchado por unos valores, de mayor los tiene en cuenta. Aunque suene a moral barata. Ya se acabaron las 5 semanas en “la casa” del cliente. Al afrontarlo con los ojos más limpios, evité enfadarme y resultó mucho mejor de lo que me esperaba. También me ha servido para recordar que no se deben enviar mails cómodos y tópicos, y que lo de la infancia resulta más interesante y emotivo cuando lo comparto con mis amigos de entonces, con Micha o con Javi. Y todavía nos reímos hoy, de aquellos días extraños de entonces.

la 9


[ Sara Guasteví ] LA MEL DEL TEMPS/ ARQUITECTURES

Vicente Molina Foix: voz de viento [ Entrevista por Arantza Díaz ]

LA MEL DEL TEMPS [No deixin d’escoltar I drive my friend, de Frida Hyvönen] Dormir al tronc d’una olivera o prendre cafè a la fresca. Tot torna al seu lloc a poc a poc i la calor ens eixuga els dolors del cos marcats pel gel de l’hivern, si és que en podem dir gel. Les terrasses, ara per ara, són un luxe. El temps és una ditada de mel. Fotografía: C. Mas

ARQUITECTURES Part I: arquitectura de les vacances El trànsit pels carrers dels orígens és pur tràmit. Forasters en terra pròpia descobrint l’orfebreria dels records.

En el Peine de los Vientos las olas lamen las rocas. Un gorrión remonta el vuelo mientras en la distancia el mar se funde con un cielo grisáceo, indefinido. La turista accidental, atenta a cualquier presagio, intenta leer el azogue del océano. En la paleta de su memoria le faltan los colores. La mar en calma le trae el índigo, el turquesa, el topacio, el violeta. Hay un olor sin nombre, un rumor que adormece la melancolía, un testigo silencioso de tanta belleza, que entorna los ojos para que las lágrimas no se fundan con las gotas de una fina llovizna.

Part II: arquitectura sonora La música és un invent exponencial que ens extreu, encara a dia d’avui, vibracions profundes que esdevenen altaveus del ... [acabin la frase com vulguin, que a mí no se m’acud], com qui extreu benzina de la terra. Part III: arquitectura de la passió Retornen els mestres de l’arquitectura de la passió, aquells capaços de prendre les mides de la pell només amb els dits. L’arquitectura del desig no requereix plànols exactes, les delineacions esdevenen infinites. Els materials de construcció són amalgames de passat, present i futur.

Hay unos ojos que no ven pero buscan. Hay emoción y una canción de silencio en la recepción de un hotel. Hay un reloj que dejó de marcar el tiempo a las cuatro menos diez quién sabe si de una madrugada plagada de fantasmas o de recuerdos. Las sensaciones se agolpan, quisiera retener cada detalle del encuentro. Se abre la puerta del ascensor y Vicente Molina Foix enciende su sonrisa. A la turista accidental le tiembla la voz, titubea como si aún fuera una adolescente. En el vestíbulo del hotel, el autor de obras tan maravillosas como El abrecartas, La misa de Baroja o El vampiro de la Calle Méjico comparte unos minutos con Iguazú. Ésta es la conversación que mantuvo con una modesta pero hermosa revista artesanal de literatura, antes de que interviniera

la 10

la 11


junto a Luis de Pablo en el ciclo “Palabras en el espejo”, que organizado por Menchu Gutiérrez, acogió el Koldo Mitxelena Kulturunea de San Sebastián. Iguazú: Se define como un escritor impuro, mestizo. V. M.F: No sé por qué esto llama mucho la atención. Mestizo es en principio una palabra como otra cualquiera para hablar de que yo he hecho cosas muy variadas. Fotografia: ADN Básicamente soy un escritor; dentro de la escritura he hecho cosas muy diferentes. Frente al poeta puro o al novelista puro, o al autor de teatro puro yo he ido dando saltos, por así decirlo, por los formatos de la escritura, del artículo periodístico hasta la novela. Traduciendo mis propios intereses como lector o como espectador, he tenido unos acercamientos más impuros que el de la escritura únicamente, como por ejemplo el de haber trabajado en teatro. Escribí una obra de teatro y también he hecho una película. Toda esa pluralidad sería lo que yo quería decir con la palabra “mestizo”. ¿Y qué le lleva a la escritura? ¿Cómo comienza a escribir? La escritura es un poco el reflejo de la lectura. Tú lees, y así como los niños imitan a sus padres, o a sus mayores, o a sus amigos en otras cosas, la literatura tiene algo de imitación si es que eres lector. Había en casa una biblioteca rara, porque mi padre tenía libros legales y administrativos por su trabajo. Pero la parte mas interasante para mí fue la biblioteca de mi abuelo paterno, que se llamaba como yo, Vicente Molina, y que había sido un hombre bohemio. Ése sí que era verdaderamente mestizo porque aunque no escribía más que poemas en un valenciano un poco degradado, un valenciano de Sueca, que es de donde era él, había sido un hombre de teatro, en el sentido de empresario. Había sido un hombre de acción; pero muy teatrero, y había una gran biblioteca de teatro muy variada, muy desigual en casa, que mi padre había heredado, donde estaban tanto los saineteros españoles del siglo XX como Ibsen o Strindberg. Y yo lo leía todo descuidadamente y empecé a escribir obras de teatro.

la 12

Mis padres me compraron cuando aprobé Cuarto de Bachillerato un teatro, que aún conservo y que es una joya. Se llamaba El Teatro de los Niños y era un teatro para niños que tenía su escenario, los decorados, las figuritas que luego tú recortabas, y era muy bonito y ahí yo me aficioné mucho. Los jueves por la tarde hacía representaciones en mi casa y venían los amigos del colegio. Yo hacía todos los papeles. Luego me entró la soberbia propia del “creador” y ya se me hacía pequeño ese escenario, esos decorados y esos recortables. Empecé a hacer obras un poco más ambiciosas en decorados al aire libre, por decirlo así, con figuras que yo mismo recortaba. Me acuerdo que hice un Don Juan Tenorio. Y empecé luego a escribir cosas de ficción y de poesía. Todo siempre muy ligado en mi caso al cine porque yo pertenezco a una generación, los llamados Novísimos, que tuvimos una formación de núcleo cinematográfico porque nos conocimos en una revista de cine en la época, donde escribía Pere Gimferrer, donde escribía yo, donde Martínez Sarrior colaboraba esporádicamente, y otros amigos nuestros. También estaban Terenci Moix y su hermana Ana María Moix. Yo siempre he tenido esa doble militancia aunque soy básicamente escritor, pero el cine siempre ha estado ahí, en mi cabeza. De hecho, muchos de los escritores de los que te hablo teníamos tanta pasión por el cine como por la literatura. En El abrecartas menciona a los Novísimos. Yo hago una broma, una broma casi negativa. Aparece el crítico Molina Foix, porque El abrecartas es un permanente juego de verdad y de invención.Y esto está citado en el contexto de un personaje que ha causado mucha curiosidad dentro del libro que es Antonio Maenza, que es un personaje que existió, que no está inventado. La gente piensa que es uno de los inventados. Maenza es de los reales, así como otros que parecían reales son inventados. Por ejemplo, hay quien piensa que mi personaje favorito de la novela Setefilla Romero, la mujer que de alguna forma cruza toda la novela de principio a fin, está basado en alguien real, y no es cierto. Es una pura imaginación mía. Sin embargo Antonio Maenza sí existió. A veces en la novela hay cosas que están metidas como datos de verosimilitud ambiental, aunque yo no esté haciendo un libro de reconstrucción de la época. Yo no estoy haciendo una crónica. la 13


El personaje de Maenza me resultó muy turbio, muy claustrofóbico. Pues hay gente que es el personaje que más le ha atraído. Él era así, él era un personaje difícil, era un poco visionario, radical, muy invasivo de los demás, genial. Primero pasó por Madrid pero fue en Valencia donde hizo más estragos. Él era aragonés, de Teruel y Vila-Matas le comparaba a la aparición de Roberto Bolaños. Y decía muy cruelmente: “con la diferencia de que Bolaños tenía talenFotografia: ADN to y Maenza no”. Yo no lo creo, primero porque no soy de los entusiastas de Bolaños y segundo porque Maenza, que murió muy joven, sobre todo se malogró muy pronto, porque enloqueció. Pero ahí está y yo estoy convencido de que asistiremos a una gran recuperación de Maenza, porque las películas existen. Hace unos quince años sacaron un libro sobre él, reeditaron una de sus novelas, porque también escribía. Creo además que ahora hay movimientos radicales de los sesenta que vuelven. Se están haciendo libros sobre el Situacionismo, Guy Debord vuelve a ser un héroe, y Maenza era un Guy Debord español. Él había aprendido todo del Situacionismo. La figura me interesó en su momento, me cansó mucho también porque era muy cansino... Era otro de los malditos y de los grandes fantasmas que hay en la novela, porque yo la novela la veo como una novela de fantasmas. En cada personaje, en cada episodio hay un fantasma que vuela. Fantasmas generalmente buenos, benéficos. Maenza lo es y no lo es. La chica, Francis, vive un poco también dominada por su presencia. Como Rafael vive dominado por la de Federico García Lorca, o Andrés Acero por la de Aleixandre, o Setefilla y Alfonso por la de Manuela. Es un poco así como yo concibo el libro. Tengo que confesar que no he leído la obra de Vicente Aleixandre. Pues tienes que hacerlo. Es un gran poeta... Ganó el Premio Nobel, imagínate. En mi generación Aleixandre fue una presencia muy importante y lo leíamos mucho. A mi me gusta mucho, me gusta tanto como Cernuda o más. Es verdad que ahora está en una especie de limbo y amigos jóvenes que tengo me han dicho lo que tú, que no lo habían la 14

leído. Uno de ellos se compró una Antología, otro ha empezado a leerlo de nuevo ... El abrecartas no está hecho para eso, pero es una figura que te va a gustar mucho, porque además es un poeta muy variado, tiene una poesía surrealista que es muy interesante, muy pura la primera. Luego tiene una etapa de poeta de la comunicación, eso que se llama ahora “poeta de la experiencia”. Él lo hace antes pero de una manera más profunda, y tiene unos poemas finales desoladores, muy hermosos. Es un gran poeta y para mí fue una figura capital. Yo fui amigo suyo. Yo hablo de la persona. También se citan versos porque entra dentro de la historia. Pero yo hablo de la persona y me parecía además que era justo que apareciese novelada la historia de su gran amor -tuvo otros-, la historia de Andrés Acero, que es auténtica y que él contaba a los amigos. Y que a mí me impresionó cuando la oí a lo largo de dos tardes en la casa de Velintonia, que es donde vivía él, un chalecito en el norte de Madrid, y que me conmovió tal como está en la novela. Yo no conocía a Andrés Acero porque ya había muerto cuando conocí a Aleixandre. Su historia me impresionó tanto que cuando llegué a casa escribí varias notas. Y las conservaba y las consulté y ahí aparecen. Hay otras personas que conocen la historia de Andrés Acero. En la novela aparecen personajes influyendo unos sobre otros y al mismo tiempo todos atravesados por los acontecimientos que les fuerzan a irse o a cambiar o a morir o a traicionar. ¿Cómo es capaz de plasmar en el papel todos esos sentimientos? Los escritores tienen que ser capaces de esto. Yo soy muy pudoroso para expresar sentimientos. En esta novela es donde más he volcado una serie de cosas, no de mi vida, porque es quizá mi novela menos autobiográfica. Pero ha tenido que sentirlo alguna vez. No conoció a Andrés Acero pero ha tenido que sentir todo eso que describe. A mí me pasó como a ti. Me pasó como a ti, no cuando lo escribía, pero sí cuando corregía pruebas, se me saltaban las lágrimas. Había un amigo que me ayudó a corregir más rápido las pruebas y me las iba leyendo mientras yo leía el original en el ordenador. Y de repente hubo un episodio, en el que aparecía Andrés Acero, en el que me volví porque mi amigo no hablaba. Estaba llorando. Uno no escribe para hacer llorar a la gente. Uno escribe para causar emoción pero también hay humor en la novela. Hay mucha gente que ha señalado el humor la 15


de la novela. Hay humor en la novela, tiene unas partes que son muy cómicas, o al menos yo pienso que lo son. Pero ese episodio del libro para mí es fundamental primero porque me emocioné y quise recuperar la emoción que yo he sentido al lado de Vicente Aleixandre, que ha sido para mi una figura esencial de mi vida. Dudé porque como este país es tan raro, y la gente es tan desconfiada, y hay tantos prejuicios aún... Dudé que fuera malinterpretado al contar la verdad. Afortunadamente la mayoría de la gente ha reaccionado muy bien, los amigos de Aleixandre, no todos, pero los importantes como Gilabert, Jaime Siles, Guillermo Carnero han sentido muy buenas vibraciones sobre este episodio. Luego ha habido alguna persona que no lo ha encontrado así. Yo he contado la verdad, además una verdad que no me parece nada deshonrosa, como te puedes imaginar. Ese episodio se convirtió como en el gozne del libro para mí. Pero yo no sabía que eso iba a pasar porque una de las cosas más sorprendentes es que yo escribo al azar. No tiene un guión, un plan determinado... Yo siempre escribo buscando, por así decirlo. No he encontrado ya lo que quiero contar y me siento a escribirlo. Yo busco. Para mí el proceso de escritura es un proceso de búsqueda, de imaginación, sin temor a la antigua palabra, de inspiración. Yo no escribo en Madrid, básicamente yo escribo fuera. Tengo un pequeño refugio en un pueblecito de Marruecos. Allí me retiro, allí es donde escribo. Allí paseo, solo, hago una vida muy tranquila sin ninguna interferencia: no hay televisión ni cine. Hago una vida muy solitaria, muy agradable, en una ciudad muy cómoda. Y frente al mar, cuando escribo me voy después y allí voy pensando. Se van organizando las cosas, incluso una novela con una estructura tan compleja como El abrecartas, pues está hecha así. De repente, en un momento dado Aleixandre apareció en la página treinta escribiéndose con esta mujer, Setefilla, y en la página setenta, se me ocurrió que a lo mejor Aleixandre debía tener esa presencia que tiene. Y me decidí y lo hice. Y así todo lo demás. Yo nunca sé cómo van a acabar los libros, ni a dónde se dirigen. Inicio la ruta, más o menos voy pertrechado con cuatro o cinco elementos, y confío en que haga buen tiempo, que no me ahogue, que no me sofoquen las tempestades, ni que me pase nada y así es como escribo. Incluso en este libro la gente piensa que es imposible, pero así es.

[ Paola Vaggio ] httpp://dememoria.blogspot.com

MAÑANA NO TENGO QUE MADRUGAR El Corte Inglés me parece muy romántico desde que la conozco. Es el único lugar al que acudir un viernes a las 21:40 a comprar limones y menta para hacer mojitos con ella. El vendedor nos dejó probar las cuatro bicicletas que tenían de exposición. Nos dijo que podíamos pedalear por la planta siempre y cuando no nos fuéramos escaleras abajo. Lo dijo muy serio. Y así nos pasamos un buen rato, sorteando hamacas de jardín y barbacoas en la última planta a las cinco de la tarde. Finalmente, compramos tres botes de tomate triturado, dos truchas, un paquete de jamón salado, dos zumos de limón y dos bicicletas plegables. No sé qué tipo de personaje seríamos en una novela. He abierto los ojos, he oído llover, la he despertado. Ella no abre los ojos en seguida porque los tiene muy bonitos. Yo se los tengo que proteger con los míos, que hoy son oscuros y valientes. Me ha dejado La mitad sombría de Flavia Company. Tiene algunas frases subrayadas y notas como "¡genial!", "¡fantástico!" "¡me encanta!", "bello". Algunos fragmentos están sólo subrayados. Intento analizar por qué los ha subrayado y sin querer me monto una historia que no tiene nada que ver con la de la novela. ¿Se puede conocer más a alguien por lo que subraya? Estoy un poco angustiada por la lectura. Mi madre siempre me decía en broma que llevar bolsas de plástico era de indigentes, y me estoy acordando mucho de esa frase. Ya no me parece tan en broma. Alguien debería enseñarme a poner comas. A veces pongo puntos por no poner comas.

la 16

la 17


[ Adolfo Marchena ]

[ Begoña Abad ] MIENTRAS PELO CEBOLLAS QUE ME AHOGAN...

DESERTO DE AQUELLO QUE NO SOY

Deserto de quienes nos hablan de la guerra como un buen libro. Deserto de los escritores que afirman haber escrito un buen libro. Deserto de las conversaciones inútiles,casi todas, y me cojo un buen libro. Deserto de las plañideras que no saben leer y sólo llorar. Deserto de todas las siglas que nos llevan al rencor. Y recomiendo leer libros que no contengan siglas. Deserto, por último, de todo aquello que nos impide ser nosotros mismos, sin libros que nos lo digan cuando debemos dormirnos. Así que deserto de casi todo lo viviente, no de la vida, pero admito que existan personas que se meen en las normas (y no en las alfombras). Porque deserto de que no me dejen fumar en los váteres de los tranvías. Deserto, en fin, de todo lo que ya no me provoca una emoción o un orgasmo de cualquier tipo porque al fin y a cabo se trata de echarle imaginación y poner la mente en blanco, que es un orgasmo incomprendido. Deserto de mi vecino el editor que se dedica a cantar sus poemas y hacer ladrillos de filosofía postulando quién o no es un escritor. Y ASÍ DESERTAMOS DE TODO, menos de una cebra que pasa el paso de peatones.

Mientras pelo cebollas que me ahogan en un llanto sin sentido, ni duelo voy repasando el hilo que me conduce a ti. Pico ahora el pimiento, verde crujiente que ha de ser degollado en aros y ambas hortalizas se reúnen en un fondo aceitoso, sin reconocerse. Fueron nacidos en la misma tierra sin embargo en huertas diferentes.

Añado lentamente dados de zanahoria y su color alegre les llega de repente, invadiendo su espacio, la sartén comienza a quedarse pequeña, con un suave vaivén acomodo los trozos y vuelvo a recoger el hilo que me conduce a ti, a esos poemas herméticos y cultos que sin embargo reconozco como una música que alguien ya me había cantado en algún tiempo.

Me hablas de hombres que poblaron la tierra, de rebaños de cabras, polvorientas, remotas, de una frugal comida, queso y vino, me dices. Caminos pedregosos, lugares que conducen al mar. Tú, tan alto, solemne, tan culto y delicado yo siempre en mi sitio, pequeño altar, cerro pequeño, mi cocina.

Sigo removiendo la cebolla que se dora, un pimiento que se encoge y una zanahoria que tarda en hacerse. Intento que sean un conjunto armonioso. la 18

la 19


[ Sonia Fides ] CUANDO LA MEMORIA NO HABÍA APROBADO SUS OPOSICIONES A JUDICATURA

Cada uno tiene su forma de olvidar Carmen Posadas

A Carmen Posadas, por diseñar el diablo más elegante de la historia de la literatura

Desde niña he creído en la elegancia del diablo, por eso en esta nueva temporada de desfiles me pongo a sus órdenes. Ya he visto la publicidad. Aparezco anunciada como la modelo estrella de su última colección de Prêt à Porter. Incluso algunas personas comienzan a pararme por la calle para hacerme preguntas e interesarse sobre el porqué le ha sido vetado el territorio de la alta costura. La respuesta es simple, casi perfecta, un (irregular) verso alejandrino: “La maldad es casi siempre un territorio urbano” Algunos me miran, parece que empezaran a comprender de qué está hecho el infierno, pero a mí no me importa contestar a sus dudas ni ponerles incluso algún ejemplo. El infierno tiene muchas explicaciones pero sólo una definición. El tártaro es un milímetro exento de llamas, el lugar más cotidiano de cualquiera de nuestros días,

un territorio V. I. P. en el que la inteligencia le da masajes a la eternidad, porque la eternidad, ha resultado ser menos inmortal de lo que ella esperaba y sus músculos tampoco están a salvo de la renovación del pensamiento. Además, hace tiempo que el miedo a que el pecado nos caliente los pies, más de dos noches por semana, ha dejado de pertenecer al campo semántico de la palabra terror. Los reajustes siempre llegan a tiempo si se saben buscar entre las imperfectas arrugas de un abismo que se apellida igual que nosotros. Ahora, todo es distinto, me siento a salvo a una temperatura ambiente de más de treinta y nueve grados y reparto sin pudor fotocopias de mi nueva identidad. Tal vez por eso, algunos reporteros que habían contado mi vida anterior, esperan conseguir fotografiarme como cuando la memoria no había aprobado sus oposiciones a la judicatura. Pero el pasado será lo único que conserven de mí, porque la libertad posee la misma textura que la masa corporal del cuerpo de un vampiro. Del poemario “Electra se quita el luto”, Ediciones Vitruvio, 2008

la 20

la 21


“Viatges i flors”, de Mercè Rododera

[ Ramon Aladern ]

[ Reseña por Júlia Zabala ]

MIRALLS

Si avui m’afiguro que una noia surt a un carrer del meu temps reverdit, confiant en aquell poder que reprèn l’enyor pueril que tothora em socorre, cruixits de moltes branques trencades, ja comprens que dic que és més certa que totes les que tenen ficat al cap que hi ha noies meves, i són irreals, salvaguardes dels meus dies oscats. Callada, va fent d’aquest bestiolet una persona ribotada d’ingratitud, llimat d’arestes que no puguin demà esgarrinxar el mirall on s’ha mirat. Callat jo, procuro mantenir-me en la ximpleria lírica de nedar contracorrent, deixant que em miri i jo mirant-la des dels meus anys, amb un ull de guix i l’altre d’espera.

la 22

La Mercè Rodoreda escriu tan bonic que fins i tot fa mal. Com aquelles coses boniques que te les mires pensant que no poden ser de veritat. És un llibre petit i delicat com una d’aquelles flors que ens descriu, com la Flor Ballarina o la Flor Ferida o la Flor Llaminera o la Flor Dolenta. Un regal en forma de viatge per pobles plens de personatges onírics, desgraciats i bells: les dones dones abandonades que viuen en capolls de seda esperant la mort, les nenes perdudes com nines en el bosc, les rates que es mengen les cases de la gent, les trenta senyoretes fines i boniques amb els seus gats, el poble de la por, el poble dels penjats, el poble de vidre, el poble del homes ganduls…

Mercè Rododera escribe tan bien que incluso hace daño. Como esas cosas tan bellas que las miras pensando que no pueden ser de verdad. Es un libro pequeño y delicado como una de estas flores que nos describe, como la Flor Bailarina o la Flor Herida o la Flor Golosa o la Flor Malvada. Un regalo en forma de un viaje por pueblos repletos de personajes oníricos, desgraciados y bellos: las mujeres abandonadas que viven en capullos de seda esperando la muerte, las niñas perdidas como muñecas en el bosque, las ratas que se comen las casas de la gente, las treinta señoritas finas y bonitas con sus gatos, el pueblo del miedo, el pueblo de los ahorcados, el pueblo del vídrio, el pueblo de los gandules...

Amb aquells adjectius exactes, tendra i cruel, poètica i terrible, ens transporta a través d’aquests pobles fantàstics i tristos cap a un viatge dins de nosaltres mateixos, travessant l’ensomni i meravellant-se de tot el que va trobant pel camí.

Con sus adjetivos exactos, tierna y cruel, poética y terrible, nos transporta a través de pueblos fantásticos y tristes hacia un viaje dentro de nosotros mismos, atravesando el ensueño y maravillándose de todo lo que va encontrándose por el camino.

Recomane llegir aquest llibre al bonic poble de Romanyà de la Selva, asseguts al Mirador de les Mirandes i aixecant el cap de tant en tant per admirar el paisatge que va inspirar l’escriptora.

Recomiendo leer este libro en el precioso pueblo de Romanyà de la Selva, sentados en el Mirador de las Mirandas y levantando la cabeza de vez en cuando, para admirar el paisaje que inspiró a la escritora. la 23


[ Laura Freijo ]

[ Namaga ]

POEMAS PARA CAROL

HE TALLAT UNA CEBA... *

Tarjeta de presentación Soy lo que estás buscando I am sure Pero vengo en otro formato

Cómo distinguir una buena señal de otra que no lo es Las señales sólo son buenas cuando dos personas las reconocen de lo contrario a una la vida se le cae encima

Hasta el final de la cerilla Qué bonito sería poder preguntarte ¿Hasta dónde me quieres? Y que tú me dijeras con el hipotálamo en la mano Hasta el final de la cerilla

(del poemario “Poemas para Carol”) * He cortado una cebolla...

la 24

la 25


[ Sergi Quiñonero ]

MIS OJOS SE AGRIETAN...

[ Enrique Cabezón ] - 20

I Mis ojos se agrietan, de cemento. Mis oídos se obturan, de humo. Mi corazón tiembla, de estrés.

II Ahora, que tan sólo el susurro del viento me acompaña, parece que he saltado a otro tiempo y que mi memoria me engaña.

investigar el entorno | no tocar | eso es erotismo | no escribir ver las palabras | inventar un sentido | orientarlas | evocar | que hablen que huelan | amasarlas | lavar las palabras | sembrar | la poesía no se enseña no se aprende | la poesía no | poesía la no | no la poesía | aprende la poesía se encuentra caminando junto a la lengua | es bueno pasear es bueno caminar | decir cosas | hablar con faltas de ortografía dejar hoyos | pisar el barro antiguo y | orto gráfico | definitiva mente y alargar la araña de los dedos | una vez dentro del fango encontrar algo sólido a lo que agarrarse | implorar a quien creas como último recurso | como testamento | ... que toda esta masturbación fecunde alguna semilla perdida que no caiga en tierra yerma

De "No busques lágrimas en el ojo del muerto" (Germanía, 2006).

III Sólo quiero realidades de este ahora, el perfil de estas montañas en mi mirada y el ritmo de las estaciones en mis entrañas. Poblet, març 2008

la 26

la 27


[ Raquel Egea ]

[ Ana Tapia ] ENTRE DOS ES MEJOR RETRATO

Posee un cuerpo moldeado con poca masa corporal, un cuerpo que parece moverse a espasmos nicóticos y unos dedos amarillentos, como el papel de los archivos que hablan de la existencia de nuestros antepasados. Una piel surcada de arrugas y unos ojos que parecen haber visitado el mismo infierno de la mano de Dante. Su olor, recuerda al de esos marineros que pasan más días flotando sobre el agua que caminado sobre la tierra. Olor a mucho vivido, mezcla entre lo más agrio de la vida y lo más triste de la muerte. Habita una pequeña cala, que en invierno pertenece al mar y en verano a la isla roja que como una madre dedicada, permite reposar en su regazo a sus hijos recién nacidos. Como un cangrejo ermitaño, cuida con dedicación de los cimientos que protegen las pocas pertenencias que le permiten comprar el alquitrán que día a día va construyendo carreteras sobre sus pulmones. Es un hombre de palabra breve y sonrisa forzada, como si alguien invisible estirara de un hilito imaginario para levantar el labio superior cada vez que algo le hace gracia. Con un whisky abrasador en la mano, esconde la ternura entre los cubitos hasta fundirla. Da la impresión, si lo observas con detenimiento, que se agarra a la soledad hasta hacerle heridas.

Imaginé que mi grito de auxilio recorría toda la Pampa, cruzaba el Chaco, llegaba hasta las ciudades del norte y allí sorprendía a los ciudadanos que esperaban el autobús o compraban regalos o trabajaban en sus oficinas. Imaginé que alguien corría por la planicie hacia nosotras con ánimo de ayudarnos. Pero no: nadie me oyó. Estábamos solas y yo no podía dejar de llorar. Marilia estaba inconsciente o estaba muerta, qué sabía yo, no era yo la enfermera, sino ella. Yo no sabía nada de la muerte y los muertos. Le toqué la frente, y ardía. Busqué a la serpiente con la mirada, por si alguien me preguntaba después cómo era. El horrible animal se había quedado ahí un rato, después de morder a mi amiga, vigilándonos con un siseo de rencor, mientras Marilia y yo admirábamos el rosetón que se abría paso en su espinilla. Ella me miró a mí y luego al rosetón, a mí, al rosetón, y cuando por fin se decidió a quitarse la bota izquierda, se desplomó en la arena. –Marilia notemuerasporfavor, noporfavor –murmuré, como quien entona un cántico. No es bueno llorar tanto cuando tienes que arrastrar el pesado cuerpo de tu amiga por la llanura. Las lágrimas te impiden ver los obstáculos y sueles resbalar. Cada vez que me levantaba de una caída, volvía a gritar pidiendo auxilio, por si acaso. Luego rezaba, mezclando todas las oraciones que conocía. Tuve un breve ataque de auténtico

la 28

la 29


pánico pensando en cómo explicaría a los padres de Marilia. Pero mi esperanza era que sólo estuviese desmayada. Sin embargo, no fui capaz de encontrarle el pulso.

saludé. Marilia se acercaba a nosotras, sorteando hábilmente los matorrales. Le faltaba una bota. La bota que yo tenía anudada en mi cinturón.

–Es porque soy torpe –pensé en alto, renunciando a buscar más–, pero estás viva.

–Entre dos es mejor –dijo tan sólo, y se colocó detrás de la cabeza de Marilia –de su propia cabeza– y añadió con entusiasmo: a la de tres, levantamos.

Utilicé la lona de nuestra tienda de campaña como camilla. Tuve un instante de gloria, en el que avancé a buen ritmo, y creí con fervor que sí, que llegaríamos hasta alguna ciudad, donde habría hospitales y médicos. Pero al rato un golpe de arena empapó mis lágrimas y, cegada, caí al pie de un matorral. –Marilia –dije–, no puedo más. Despierta, por favor. Volví a zarandearla, tratando de no mirar la herida de la pierna que yo misma le había hecho, de cualquier manera, con mi navaja de Hello Kitty, para que el veneno escapara por ahí. No quería marearme. Desfallecida, comprendí que no llegaríamos a tiempo a la aldea. Tal vez si me la cargaba a hombros avanzara más deprisa. Marilia pesaba igual que yo. Lo intenté, pero era demasiado para mí. Luego me acordé del cuento aquél de Rulfo y supe que si lo hacía, si me la cargaba a la espalda, Marilia moriría sin remedio antes de oír la bienvenida de los perros de la aldea. Así que la arrastré un poco más. Le dije, entre sollozos: –Marilia, no puedes morirte en un país extranjero. No está bien. Entonces fue cuando apareció. La vi acercarse desde la lejanía. No me paré a pensar si yo misma habría enloquecido. Simplemente, la

la 30

Cargamos con ella durante una hora. Yo ya no lloraba, aliviada por la presencia de mi amiga. Pensé que si Marilia había sido capaz de desdoblarse de aquella manera, de cargar consigo misma, significaría que tal vez estaba muerta, y empecé a temblar. –Estás viva, ¿verdad? –pregunté a modo de súplica. Ella, con aquel gesto que siempre ponía cuando le preguntaba algo sobre medicina, replicó: –Aún. Pero vamos, no te detengas. No niego que era muy práctico aquel desdoblamiento, aquel trabajo en equipo. Recordé una conversación que tuve con Marilia hacía años. Ella me preguntó: si pudieras desdoblarte en dos cuerpos, manteniendo una sola identidad, ¿follarías contigo misma? Yo le dije entonces que no, porque no soy lesbiana, y ella replicó: ¿qué importa eso? No sería otra mujer, serías tú, tú misma pero en dos cuerpos simétricos, ¿comprendes? Sería un extraño tipo de onanismo. Marilia, la desdoblada, gritó de repente. Me volví a mirarla, asustada. Su dedo señalaba al norte.

la 31


–¡Es un camión! –chillé–, ¡un camión! Iba cargado de campesinos que volvían de la faena. Nos ayudaron. Qué tonta soy; cuando los vi acercarse, me eché a llorar de nuevo. Expliqué entre pucheros que le había picado una serpiente. La cargaron en el camión y le humedecieron la cara. Yo veía sus caras morenas y arrugadas a través de mi catarata de lágrimas. Para mi alivio, Marilia movió los ojos y los labios, y en ese momento caí en la cuenta de que ya era sólo una: ella. ¿Dónde estaba la otra? Fui incapaz de precisar en qué momento había desaparecido su simétrica. –Se salvará, ¿verdad? –le grité al médico–. ¿Verdad? Oí cómo los campesinos relataban a quien quisiera oírlo lo fuerte y valiente que había sido yo, al arrastrar a mi amiga yo sola varios quilómetros. –Es tan flacucha –decía uno de ellos–; resulta increíble. Quise protestar, pero no supe cómo. Estaba condenada a llevarme toda la gloria de la hazaña. No me importó, ahora que sabía que mi amiga sobreviviría. Despertó a las pocas horas, otra vez. Le acaricié la frente. Aún ardía. –¿Estás cansada? –pregunté. Ella sonrió un poco. –¿Y tú? –murmuró–. Dicen que hiciste un esfuerzo sobrehumano para traerme hasta aquí. –Bueno. Tú me ayudaste. Entre dos es mejor. –Claro –dijo, pero no sé si lo hizo sólo por seguirme la corriente.

la 32









Explicar India [ gus jiménez ] 2 de diciembre 2006, pushkar buscas. dicen que viajando uno encuentra cosas. descubre cosas. de sí mismo. te quitas de encima la cascarilla que los años de familia cuadrilla oficina te han puesto encima. la vida que solemos llevar no suele dar más que para ver lo que hay debajo del pie, sobre la tierra que pisamos, al momento. aquí en cambio dejas de ser marido hermano novio empleado afiliado amigo vecino y conciudadano, y así uno puede volver a descubrir ése que empezó a ser cuando pequeño, cuando (se) exploraba y (se) conocía por y hables con quien hables, si para sí mismo, y del que lo desviaron ha estado en india, siempre dice lo mismo: es imposible tantas influencias sociales que empuexplicar india. jan a la homogeneidad. es algo así como si te eximieran de representar todos los papeles que te habían asignado, como si pudieras empezar otra vez desde el principio, asomar desde el útero materno de nuevo pero con la cabeza y la experiencia de alguien mayor, mirarlo todo con otros ojos –los mismos ojos, otra mirada– y ser más sincero con lo que ves, y con la interpretación que haces. el caso es que más que encontrar creo que en este viaje estoy perdiendo cosas. además de la tarjeta del móvil, una bufanda, media camiseta, la toalla, el ipod, por dios el ipod, además de perder todas esas cosas he perdido gran parte del peso ignorante que se deriva de la pertenencia a un gran puzle como pieza anónima, aquello de ser vecino compañero amigo novio y empleado, aquí soy gus y a veces ni eso, tanto empezar de nuevo con distintos escenarios a uno se le acaba –o empieza– olvidando lo que era, quién creía la gente que era y cómo hacía para corresponderles con sus expectativas. es bonito quitarse las ropas viejas, andar ligero sin ellas, sentir el mundo más de cerca, sin los atavíos que tanto pesan y, sobre todo, resulta grandioso andar así por los caminos y entre las gentes, desnudo, sin que te importe lo más mínimo.

la 49


Ganesh Baba llegué después de muchas horas de bus nocturno, por la mañana, a este sitio que me habían dicho era muy especial, por el entorno y lo sagrado. y así lo parece desde un principio. mires donde mires, cerca o a lo lejos, en el ancho valle, todo está salpicado de enormes piedras aisladas, algo extraño, como si un día hubiera llovido lava y en el último momento las gotas de fuego se hubieran petrificado al tocar el suelo. me he alojado al otro lado del río, donde apenas hay unos pocos hostales, lejos de las calles del pueblo llenas de tiendas y turistas, en la calma. mi hotel, una delicia de sitio, roots & rocks –llamado así en nombre del suelo sobre el que pelearon para edificar–, cabañas rodeando un patio por el que se retuercen las veredas entre las palmeras y los arbustos y las hamacas colgadas de los arbolitos, y una terraza con el suelo cubierto de colchones y mesas bajas. al llegar encuentro a un grupo de franceses del pirineo, músicos, que han venido a visitar a jerome, amigo francés que lleva casi treinta años en india, toca el shitar, y qué bien lo hace.

la 50

allí también he conocido a ganesh baba. un baba es uno de esos hombres que visten de naranja, que se despojan de todo y se proclaman hombres santos, que vagan por los pueblos y las calles como eso, hombres santos, sea lo que sea que significa eso. yo no sabía mucho de los babas, veía alguno de vez en cuando y pensaba en alguien que aprovecha la imagen de misticismo que rezuma un hombre despojado de todo y envuelto en llamativas ropas naranja para ir pasando los días por la vida. desde luego, los habrá más místicos, más dedicados a su vocación, pero la mayoría de los que he encontrado, y desde luego ganesh, parecen otra clase de babas, rondando al turista que abunda y gusta de ellos, tan exóticos al ojo occidental. no soy rico, ganesh, sonríes mucho, dice, eres feliz, pregunta, sí, soy feliz ganesh, soy rico... sí

he tenido la suerte de conocer al ganesh persona más que al baba. los primeros días no hemos hablado. le he visto muchas veces en la terraza tumbado o sesteando en la hamaca. él me ha visto leer con un té, salir a correr por los alrededores, salir a subir la montaña cercana, y un día estando yo sentado en los colchones escribiendo en mi portátil, se ha acercado interesado. que si escribo, sí, me gusta escribir, y que si

la 51


tengo fotos de allá de dónde soy, sí, tengo fotos. le enseño las fotos, mira una panorámica de un pueblo euskaldun, dice que no entiende, no entiende lo que mira, qué es todo eso que se ve, pregunta, todo eso son edificios ganesh, estos de aquí agrupados es donde trabaja la gente, son fábricas, y las manchas esas rojizas que se ven qué son, eso son casas, ahí vive la gente, no entiendo dice, cuál ganesh, pero y entonces, si todo eso es para vivir, dónde se divierte la gente. no esperaba eso. esperaba algo más como un comentario de sorpresa y admiración, deseo. tonto. cuánto aprendo.

darjeeling, 3 de febrero 2007 denborak norabide bakarra ulertzen du, aurrera eta beti aurrera, atzeraka bada irudimenaren kontua besterik ez dela, aurrera saltoka doanean bezala: irudimena. norabide bakarraz gainera abiadura ere badu, itzela, momentuak lausoak izan daitezkeen arren hauek ez bait dira sekula itzuliko, izan bezain pronto joanak dira betiko. zorionak denboraren ildoaren gaineko arreta zapuzten du, eta nire orduak egunak asteak hilabeteak eta urteak ezer baino gehiago estimatuta, urteak hilababete, hilabeteak aste, asteak egun, egunak ordu bihurtuko dituenaren esperoan naiz beti, hasieratik, lasterketa buruan joanda amaitu nahi ez duen atletak bezala.

ganesh dice que me ha visto por el hotel y el pueblo alguna vez, y salir a correr algún día. pregunta si me gusta la montaña, le hablo de mi vida, de lo mucho que me gusta ejercitarme y disfrutar el mar y la montaña, los caminos, y dice que soy un natural man, que le gusta cómo soy, que transmito calma y que sonrío mucho, natural man, repite. dice que soy rico, y le digo que no, que aquí puede parecer, pero no, no soy rico ganesh, sonríes mucho, dice, eres feliz, pregunta, sí, soy feliz ganesh, y me gusta sonreír, entonces eres rico, y tienes mucho para dar. me llega una sonrisa desde el estómago a la cara. soy rico… sí. de ahí en adelante, ganesh y yo salimos juntos a menudo. dice que la 52

quiere enseñarme el lugar y las gentes para que escriba sobre ello. que me va a contar historias también. acepto encantado. con la tropa del hotel estoy encantado, son como una familia, charlo con ellos. les pregunto por ganesh, y dicen que no saben muy bien, que dicen era un hombre respetado, con familia e hijos, con un trabajo respetable, alguien dice que conducía un coche, aunque no saben mucho, y que un día apareció así, como baba, de naranja, y desde entonces allí pasa muchas noches, duerme o viene a comer algo, la gente le da, nosotros le damos, dicen. también le dan de fumar, en el hotel o donde sea, porque ya ves, no sé si es requisito los lugareños nos miran para acabar de ser baba, pero lo que asombrados: la mobilette si hace ganesh es fumar, marihuana, ronca, el santón naranja, el extranjero... por la mañana con los franceses o por la tarde con quien pueda. la única posesión de ganesh es una mobilette destartalada. la va manteniendo con el dinero que le dan algunos turistas, a veces algún indio amigo, y así puede moverse por el valle, que es enorme. la moto al menos arranca, luego vienen las pedorretas blancas que lo ciegan todo a su paso, y el ruido infernal al subir las cuestas. ganesh pone la moto y yo la gasolina, que me cuesta lo que un té y unas tostadas. me lleva por los caminos, por los poblados por los que de otra manera, sin él, no habría podido siquiera transitar. con él conozco esa india que no conoce el turista, esa del día a día más cercano, pues ganesh va parando a cada rato, mira este es mi amigo madhu, hoy leñador, mañana se verá. paramos allí, dejamos la moto en la cuneta. madhu estaba apilando leña. nos sentamos, se encienden un cigarro, a partir de ahí ya solo hablan hindi, madhu me cuenta cómo funciona la siembra en esas huertas, ganesh traduce. alternan ciclos de cacahuete y palmera, cada cuatro años, otras veces es arroz y palmera. dice que hay mucho que ver así que seguimos. los lugareños nos miran asombrados: la mobilette ronca, el santón naranja, el extranjero. encontramos mucha gente, ganesh saluda, la gente de los alrededores le conoce y le quiere, le saludan de vuelta, yo hago lo mismo. llegamos al poblado de madhu, le hago parar la moto a ganesh porque quiero sacar una foto a una niña, mientras la retrato me entero que resulta ser la hija del leñador, le digo que acabo de conocer a su padre, le enseño una de las fotos que he sacado para que me comprenda, la 53


este es tu padre verdad, y ella sonríe, de esa manera entre avergonzada y orgullosa en la que lo hacen los indios al verse en la cámara. en el camino de vuelta paramos al pie del la montaña donde está en templo de hanuman. allí tienen un chiringuito dharmadev y su hijo, venden cocos y agua embotellada y poco más para la gente que sube y baja del templo todos los días. ganesh y él hablan mientras el hijo juega con mi cámara, pide que le saque una foto y me abre un coco con el machete. apenas nueve años. el trato con la gente es distinto desde que estoy con ganesh. parecen pensar que gustarle al baba es garantía suficiente, y lo noto en sus miradas, sobre todo en la charla, ya no son sólo las preguntas de manual para el turista, de dónde eres y qué haces por aquí, siento que me hablan como gus y basta, como lo hacen con ganesh, hace calor mira qué poco está lloviendo y vaya mierda de moto que tenéis chicos. darjeeling, 5 de febrero 2007 siempre me han gustado las montañas, solo con subir a cierta altura ya me siento bien, calmado. hay menos ruido, el mundo parece más amable, menos congestionado, como por la noche en la ciudad o en casa, menos agresividad, menos prisa, y así disfruto más de las cosas. quiero mi cuarto lleno de montaña, para escribir, para quedarme en él toda la noche y parte del día, inventando y sintiendo esa paz alegre y tierna y a veces meláncolica que llevo encima.

otro día conoceré la familia de su ahijado, un retoño de lo más gracioso, me llevará a su casa, me tratarán con cariño, otro día será el lago, un baño para sofocar el calor, parando en otros poblados, conociendo a otros amigos, las cabras de ameya, la tiendita de jeevan para comprar cigarros, págale gus que son tres rupias y cómprale un caramelo a su hijo anda, y tarik al mando del rebaño, me llamo gus, y tú, yo tarik, son tuyos los búfalos, sí –orgulloso–, ya veo… cuántos años tienes tarik, ocho. ocho…

los franceses tocan música en la terraza. ganesh me cuenta historias. primero está su nombre. parece ser que a su madre le costó mucho parirle, asomaba la cabeza pero no salía, y su madre allí, sufriendo, así que el padre se puso a rezar a ganesh para que lo sacara del útero, y de ahí su nombre, gracias ganesh por el empujón. alguien le pasa una pipa, fuma. me habla de hanuman, el dios mono, ése tan poderoso que escupe fuego y lo arrasa todo, que nació en la 54

la 55


aquella montaña cercana, donde el templo. dice que hanumah estaba allí recién nacido, en una cueva, y tenía hambre, y se asomó fuera y vio el sol, pensó que era una fruta, así que dio un salto y se lo comió, el mono se comió el sol ganesh, sí, hanuman se tragó el sol porque tenía hambre, por eso es que escupe fuego. ganesh habla con dificultad, está ebrio y soy yo quien completa sus frases, quien rellena los huecos con preguntas. sigue contando en la terraza casi a oscuras. enciendo una vela. cuenta que el valle está salpicado de piedras por la lucha que mantuvieron en este lugar dos dioses muy poderosos al comienzo de los tiempos, ambos querían dominar el mundo y se batieron con fuego, y todas esas rocas enormes que ahora se esparcen por todas partes son los restos de aquella terrible batalla. ganesh calla. a la mañana siguiente quiere llevarme a un lugar para que conozca a alguien, dice que está cansado. me acompaña hasta mi cabaña y se tumba en la hamaca de la entrada. charlamos mientras me cepillo los dientes a oscuras. se queda dormido. descansa ganesh. por la mañana vamos a visitar a su gurú –maestro espiritual–, que ha venido desde nepal para una reunión de santos que habrá al día siguiente. vamos a casa de un baba italiano de ochenta años que vive cerca, donde se aloja el gurú estos días. el baba italiano lleva más de cincuenta en india, tiene una casita en lo alto de una roca, y una huerta que le cuida alguien del poblado cercano, con todos los vegetales y la marihuana que le puedan hacer falta. al llegar encontramos un par la 56

de babas y el gurú sentados en círculo en el suelo, fumando y charlando. ganesh pide permiso para presentarme, dice que no es habitual que dejen a un extranjero participar de la reunión. el gurú da permiso, me sientan con ellos, pasan la pipa llena de marihuana, fuman y charlan. ganesh me traduce de vez en cuando. francamente, no entiendo mucho lo que dicen, y como luego le diré a ganesh, mucho santo indio y sabio, pero aquello se parece bastante a las reuniones de jóvenes occidentales en las que se fuma y se comentan las vaguedades más ocurrentes entre el humo. salimos de allí y volvemos al camino. cerca de la casa encontramos a un indio de pie encima de una roca, con la cabeza echada hacia atrás y la boca abierta al cielo, la lengua completamente fuera, emitiendo un ligero hilillo de voz ronca. paramos la moto. qué está haciendo ése, ganesh, se llama prem, y qué hace, tiene enferma la garganta y el hombre santo le ha dicho que tiene que beber sol, eso hace, abre la boca al cielo para beber sol y curar la garganta. pararemos a visitar a otra de sus familias queridas, una comunidad de gitanos que pastorean y cultivan, y vuelta. al final de mi estadía en hampi pasaron dos cosas. ganesh puede estar todo el día fumado, pero nunca bebe, como la mayoría de los indios. así que cuando lo hace, aquello se desboca. una noche unos conocidos –italiana y catalán– celebraban una boda simbólica en otro hotel. la 57


faltaba la figura del cura para completar la escena y se me ocurrió que yo conocía a un baba y que podría servir. quedé en llevarlo a la hora. poco antes de partir, ganesh andaba bebiendo ron en roots & rocks. tuvimos que llevarlo como pudimos, llegamos tarde a la ceremonia, todos esperando, los novios con flores al cuello, fuegos bajos en el jardín al aire libre, de noche, y el baba medio apoyándose como podía allí en medio, divagando. de vez en cuando le recordaba que era una boda, ganesh estás bien, cásalos hombre, vete al grano, acaba pronto, y nada, tiraba de repertorio y a lo suyo, se le entendía poco y mal, y pedía ron de vez en cuando. en algún momento acabó, y se siguió comiendo y bebiendo.

la segunda fue en nochevieja. estábamos en la terraza del hotel, los franceses tocando y los demás charlando, tomando. ganesh estaba con un alemán, los dos bebiendo ron. debieron de acabar tan mal, orinando en cascada desde la terraza del hotel, que la tropa del roots & rocks lo mandaron unos días a lo alto de la montaña a dormir, al templo de hanuman. dicen que a veces pasa, el baba se desata y lo mandan a reflexionar a la montaña. bajó y me despedí, de él y los demás, con el placer por los días y las charlas, la humanidad, la tranquilidad, la calma. 4 de marzo 2008, kalamazoo

Taj

la idea primigenia al descubrir un lugar siempre ha sido la misma: intentar no tener una opinión antes de tiempo, abstenerme de saber los datos, las impresiones, las opiniones de otros, de la generalidad o de alguien en particular. puede que no hayamos salido en toda la vida de nuestro país, quizá incluso de nuestra comunidad, pero el caso es que creemos saber mucho sobre otros lugares, otras gentes u otros climas. puedo escuchar esos datos u opiniones sobre todo eso que no he visto ni vivido con el interés de alguien que oye narrar –ficción–, pero poco más. cómo puedo saber lo sofocante que es la humedad en sumatra si no he estado, o lo peligroso que es caminar a solas por muchas de las ciudades de brasil si jamás he paseado por allí. son datos, y los escucho como ficciones, como partes de un cuento. el día que esté caminando por una ciudad brasileña podré decir qué siento, si tengo miedo y cuánto. aunque sea inevitable oír algunas ideas ajenas sobre las cosas, trato de dejarlas discurrir sin retenerlas. aterricé en delhi sin abrir la guía que compré, sin leer sobre india ni los indios, y sin pensar nada más que la emoción de descubrir a los sentidos algo nuevo y enorme. la 58

la 59


asomas a la baranda que circunda el taj por detrás ves un río, unos búfalos bebiendo en la orilla, árboles, algún pastor, y del otro lado basura, desperdicios y madera quemada. he sentido pasmo al verlo. como si sintiera el fraude de las imágenes con las que nos acercamos a las cosas. me he quedado un buen rato mirando el río sin comprender, como sin pensara en una broma, en alguien que acabara de poner allí ese río enorme justo detrás del taj mahal no está la nada de la imagen bidimenantes de que yo llegara. sional, no se acaba abruptamente el mundo

desde la azotea del hotel, a un kilómetro de distancia, primero estaban las terrazas de los edificios cercanos, ropa tendida en cuerdas, algunos vecinos tomando el té en la tarde, y más allá azoteas lejanas, austeras, nada que pudiera hacer pensar en algo importante. y entre toda esa pobreza había una cúpula blancuzca, un sinsentido hermoso e irreal.

así me he acercado al taj mahal. he oído tantas veces ese nombre y he visto tantas veces esa imagen, en pósters, en el fondo de una de las míticas pantallas del pang –la de las bolas verdes–, en la tele, que era inevitable tener un poso de idea sobre el mismo. la principal, la idea que guardaba dentro sin pensarla, sin saberla: que el taj mahal era bidimensional, ni siquiera un edificio, tan solo una fachada: esa imagen desde el frente, con el taj blanco al final de unos jardines con una fuente rectangular larguísima en medio, y nada más, como si fuera una pared con torreones a los lados, en un entorno aséptico, audiovisual. y resulta que el taj mahal, además de una fachada, además de alto y largo, también tiene fondo; la imagen de postal se ha inflado y la he podido rodear, literalmente, caminando descalzo sobre el mármol blanco. y lo que menos había esperado todos estos años en los que no había pensado que tuviera una opinión sobre algo que no había visto pero mis ojos habían creído ver en tantas imágenes ajenas: detrás del taj mahal no está la nada de la imagen bidimensional, no se acaba abruptamente el mundo, no hay un abismo sin fondo ni una pared sin tiempo, hay un río –ni más ni menos–, si te la 60

los indios viajan poco, y son pocos los que lo hacen. este es uno de los sitios a los que vienen con la familia entera. en la entrada del taj había cola y taquilla. una vez dentro del complejo, todo es armonía y pasmo. desde las escaleras por las que se llega se tiene la vista conocida, los jardines y la fuente en medio y el edificio y las torres al fondo y en el agua reflejados. todo es simétrico. a ambos lados del centro de los jardines todo está por duplicado, como en un espejo. de hecho, a un lado del mausoleo había una mezquita para rezar, y construyeron otra igual en el lado opuesto para respetar la armonía. uno mira todo aquello y le entra la risa. mis ojos lo miraban y sonreían. y yo sentía eso que siente el cuerpo cuando se emociona sin comprender ni querer hacerlo. caminas por los jardines, te paras a medio camino para mirarlo otra vez, te acercas a la explanada de mármol blanco que lo rodea y soporta –todo mármol–, te descalzas al entrar, y caminas sintiendo el frescor de la piedra pulida por los alrededores de la tumba y dentro, donde reposan los cuerpos de aquel que hizo construir aquella maravilla descabellada como sepultura del cuerpo de su tercera esposa –su favorita– y ella misma, salpicado de versos del corán y arabescos. ya no tengo una imagen en la cabeza, ni una idea ajena, tengo los pasos frescos en el mármol a la sombra y el calor de la piedra al la 61


caminar en el mármol al sol, y las cuatro torres en la mirada, y la baranda y el río detrás, y la simetría de todo el complejo entero, los caminos entre los arbustos por duplicado, y la visión de todo ello al salir de allí, de esa realidad que me llevo conmigo, cuando el ocaso, con ese sol indio tan rojo, y esa luz roja en ese mármol blanco, de cuento.

CRISOL Hasta siempre, gigante [ Carol Blenk ]

3 de marzo 2008, kalamazoo Querido Sergio,

Nota de la editora. Sobre el porqué de este viaje de Iguazú a la India Conozco a gus (así, en minúsculas) hace mucho tiempo, y es el único al que permito llamarme “rita” (así, en minúsculas), y sin embargo sólo nos hemos visto una vez en persona. Fue en Bilbao y él acababa de regresar de la India, lleno de historias, de las que se pueden escribir y de las que sin escribirse se llevan dentro. Tomabamos té hindú en el salón de su casa, me enseñaba fotos y me contagiaba el entusiasmo del viaje. Entonces dijo que siempre le había gustado Iguazú porque las páginas de la revista eran como una conversación entre amigos en el salón de casa. Y en ese momento, los dos pensamos lo mismo: ¿por qué no compartir nuestra tarde de té y convertirla en palabras sobre la revista? Y aquí está.

Me lo ha dicho esta tarde un compañero en el trabajo y he tenido que aguantar el tipo hasta la hora de terminar. Te has ido sin avisar, como se van los valientes. Te ha fallado el corazón, como les falla a los que lo tienen de gigante. Nunca te hablé porque me parecías demasiado sublime, qué tonta. Te veía en los conciertos, o sentado hablando con los fans y yo sólo te podía mirar desde lejos, admirada. Escribías como un dios, componías como un salvaje y todo eso se quedará para siempre con nosotros. Qué miedo da morirse, Sergio. Qué miedo. Y yo preocupada porque tengo cinco pares de pantalones que no puedo ponerme porque me he engordado. Y yo preocupada porque puede que me echen del trabajo. Y yo preocupada porque no conduzco. Y si tienes corazón de gigante se te puede parar cualquier noche. Fue una suerte estar en vuestro bonus track. Hasta siempre, gigante.

No, ninguno de nosotros estamos hechos con frío.

Fotografia: Albert Uriach

la 62

* Sergio Algora era músico, componente de “La costa brava” y fundador de “El niño gusano”. la 63


“Sospir”, de Cristina Mas-Peter [ Reseña por Nuria R. Sebastián ] Cuando entré en aquella sala, me costó reconocerla. Escudriñé entre las diversas piezas y cubos de metacrilato y al final la vi de pie, al fondo, solitaria, observando al resto con aire tímido, como si temiera que se le acercaran y al mismo tiempo no quisiera estar sola. De hecho, a diferencia de las demás, ella necesitaba del movimiento de la gente a su alrededor para cobrar vida. Las demás de conformaban con ser miradas, pero la pieza de título "Sospir", desde su rincón de la Escuela de Arte de Terrassa, invitaba a pronunciar un deseo en voz baja sobre unos pequeños agujeritos perforados. Sobre la peana, la parte más visible de la obra (un cubo de metacrilato transparente de 30x30x30 cm de tamaño) parecía casi fundirse con la pared que tenía detrás, en un alarde de invisibilidad. Sólo al acercarnos tomábamos conciencia de que dentro de ese espacio latía un suspiro, en forma de "angelet" o "abuelito", cuyo movimiento dependía de los que nos acercábamos no sólo a mirar, sino también a soplar a través de esos agujeritos que de repente cobraban sentido: eran la puerta para pedir un deseo. Así, poco a poco se fueron creando suspiros alrededor de la pieza, que terminaban en sonrisa cuando el "angelet" bailaba a nuestro aire, aunque fuera unos poco milímetros. Nos alejábamos satisfechos, como si de verdad estuviéramos ahora un poquito más cerca de conseguir algún sueño. Sospir, 2008. Instalación de Cristina Mas-Peter “Veus en off”. Escola d’Art de Terrassa. Mayo-Julio 2008 la 64

Luis Antonio de Villena: libros, poesía, esteticismo y belleza... masculina [ Entrevista por Guillermo Arróniz ] “La verosimilitud es lo que te permite una invención más libre”. “...la mayor parte de los prostitutos y prostitutas de lujo lo hacen por elección”. ¿Había pensado alguien en la Prostitución como un medio de salvación? ¿Es el Esteticismo incompatible con el amor? Éstas y otras preguntas de hondo calado moral se plantean a lo largo de la última novela de Luis Antonio de Villena: El sol de la decadencia, una obra atípica, una literatura rica por su forma y por su contenido, un circunloquio por la dureza de la vida del homosexual en los tiempos de la Inglaterra wildeana, la Primera Guerra Mundial y el período de entreguerras. Iguazú: Enhorabuena por tu libro, Luis Antonio. ¿No te parece que te has metido en camisa de once varas? ¿No crees que puede comprenderse mal? Luis Antonio de Villena: Un escritor siempre se mete en camisa de once varas. Este libro se mete en muchos lugares de sombra, uno de ellos es que la prostitución sea un elemento positivo. Y en segundo lugar la realidad inventada de un lord gay con mucho dinero que intenta ayudar a jóvenes homosexuales a los que busca un modo de vida, que era la prostitución, si la aceptaban. Si la gente supiera que la mayor parte de los prostitutos y prostitutas de lujo lo hacen por elección, que no les obliga nadie... Sólo tienen necesidad de ganar dinero, pero probablemente tienen más vocación que un taxista o un albañil. (No hablamos de rumanas, por ejemplo, engañadas y traídas a España en esas condiciones de falta de libertad, sino de quien libremente lo acepta.). Otra cosa es que a veces se meten en un mundo sórdido porque durante un tiempo pueden ganar la 65


dinero muy fácil pero después es mucho más difícil. Es un tema tan delicado que la sociedad no lo ha abordado bien y hoy peor que nunca, siguiendo el puritanismo americano. No intentan comprenderlo y lo condenan directamente. La novela tiene dos lados contrapuestos: La parte biográfica del personaje, hombre del siglo XIX, esteta, y luego la parte normal, la pareja de estudiantes americanos que lo juzgan de formas diferentes: el que estudia literatura de fin de siglo lo entiende muy bien; su amigo no, termina odiándole. Al final, como en casi todos mis libros, hay un algo de misericordia y el protagonista, que ha aprendido a vivir y va a rehacer su vida como un hombre maduro, lo ha perdonado. “Un atleta... no es necesariamente un compañero. A menudo es un ideal. Una imagen que se carnaliza. Un deseo”. ¿Por qué entonces a día de hoy los homosexuales siguen persiguiendo al “atleta”? ¿No han aprendido esta lección o ya no buscan un compañero? Yo creo que vamos muy despacio. La Historia sigue siendo lenta para la vida de un hombre. Pensamos que para el homosexual todo está arreglado pero no es así. Digamos que llevamos treinta años de normalidad (que ya es decir) pero han sido quince siglos de ser perseguidos. El homosexual se ha creado ideales que le han ayudado a subsistir. Un ideal de belleza inalcanzable que le mantiene. Y eso sigue existiendo. El amor se da con personas que no tienen por qué ser atletas pero las revistas gay de turno, y las no gay también, siguen utilizando ese modelo. El ideal de belleza masculina no ha variado nada en siglos. Si ves un anuncio comprobarás que el modelo tiene las mismas medidas que el Doríforo de Policleto (que fue esculpido en el siglo V antes de Cristo). “Los esteticistas no se salvarán nunca porque no lo desean. Aman la belleza del dorado muchacho imposible. El mismo y mil distintos. Cada día podrá llegar uno diferente y no servirá ni saciará del todo. No agota la sed”. Parece una crítica implacable y, sin embargo, ¿no es la imagen de Luis Antonio de Villena la de un esteta? Pues tiene algo de autocrítica. Algo mío hay ahí, aunque yo tampoco soy totalmente así. En el esteticismo la belleza interior cuenta poco, la 66

aunque exista y mucho. Pero no se ve y es necesario primero una belleza exterior. Una educación perfecta sería aquella que te hace ver la belleza interior... y en la que el bello exteriormente no fuera vanidoso. Cuando se da eso es lo más bonito. En tu página web (www.luisantoniodevillena.com) se puede leer una rica selección de tus poemas. ¿De dónde brota esa generosidad? ¿O es exhibicionismo? La página web la hizo un amigo mío, ingeniero informático. Él empezó a poner los poemas; algunos están ahí desde el 2003, pero tampoco se pueden poner muchos porque si no el libro no se vendería. Son un aperitivo para animar al lector. No obstante Internet es menos culto de lo que se supone, tiene un nivel medio tirando a bajo. El Internet mejor es de pago. En otra de tus obras (muy reflexiva), La nave de los muchachos griegos, narras, además de otras historias, pinceladas de la vida de Petronio, a quien llamaron “Árbitro de la Elegancia”. ¿Hasta qué punto te sientes identificado? ¿Sigues siendo ese dandi confeso? No como lo era en aquella época. En los años setenta jugaba al dandismo, la gente esperaba de mí esos numeritos. Ahora ya no lo necesito. No es lo mismo un numerito hecho por un chico de treinta años que por un hombre de cincuenta y seis largos. Me sigue interesando el dandismo pero de otra manera. Recuerdo que di una conferencia muy seria sobre Cernuda en 1977 (publicada más tarde en mis obras) y me presenté vestido muy raro: maquillado de blanco, en tonos pálidos, con las ojeras pronunciadas y las muñecas vendadas. En las vendas podían verse manchas rojas (era mercromina) como si me hubiera intentado suicidar. Me acompañaba un chico muy guapo que me ayudaba a llegar a la mesa de la conferencia... A propósito de este libro del que hablamos. ¿Fue bien acogida por el público su rareza estructural? ¿Qué te dijeron de tu ambicioso proyecto? Es uno de mis libros peor entendidos. Es un libro difícil y conlleva un elemento subversivo del que la gente prefiere no hablar. Además de la 67


la historia de Petronio se intercalan historias, unas reales, otras ficción, todas de personajes relacionados con la vida de Petronio en el sentido de ser una defensa moral de la relación de un hombre y un joven. Se prefirió pasar por encima. Creo que aún no se ha leído bien. Está claro que en otra de tus últimas obras publicadas (Mi colegio), donde ponías en tela de juicio, cuando no criticabas directamente, cierta forma de entender la enseñanza y a ciertos profesores, es autobiográfica pero... ¿Hasta qué punto lo son otras de tus obras como Chicos o la gran mayoría de tus poemas? ¿No te sientes vulnerable al mostrarte tan abiertamente, a página descubierta? En casi todos los escritores hay un fondo autobiográfico. Pero hay muchas cosas cambiadas. En mi caso sólo son autobiográficos los libros que señalo directamente: Patria y sexo, Los días de la noche, Mi colegio. En los demás los ingredientes autobiográficos son muy variables. Chicos es mi novela más autobiográfica. Tanto que los títulos de los capítulos respondían a los nombres reales de los chicos y algunos de ellos se enfadaron. En Oro y locura sobre Baviera. Un rey en los abismos tomabas como protagonista a un personaje real como Luis II. Como poco digamos que se trata de una obra no “ortodoxa”. En este libro también aparece una persona de carne y hueso: Alfred Taylor, condenado a la par que Oscar Wilde, aunque aclaras que lo relatado es enteramente ficción. ¿Qué te lleva a este tipo de experimentos a medio caballo entre lo real y lo novelado? Justamente eso. De Alfred Taylor no sabemos nada salvo sus contactos con Óscar Wilde, al que le buscaba chicos: la invención es total. Pero en el caso de Luis II he puesto todo lo que se conoce de él. Y ahí es donde está la verosimilitud, el hecho de que el lector no sepa diferenciar lo real de lo figurado. Hay expertos en su vida que no han podido discernirlo. Lo mismo cuando escribí El burdel de Lord Byron: todas las cartas son falsas menos una y nunca han sabido decirme cuál. La verosimilitud es lo que te permite una invención más libre.

la 68

“Héroes, atletas, amantes. Historia esencial del desnudo masculino” Luis Antonio de Villena [ Reseña por Guillermo Arróniz ]

Península 2008 Romper clichés es uno de los méritos de Luis Antonio de Villena. Una primera aproximación a su obra parece indicar lo contrario (no ayudan los encasillamientos de la crítica, es decir, de algunos medios), pero a poco que se rasca en la superficie saltan sobre nosostros el brillante bagage y las ricas inquietudes, además del poético lenguaje. El presente ensayo tiene muchos aciertos. Por enumerar algunos: huir del tedio de los estudios serios (aunque es un serio estudio); escapar de lo que otros han caminado con anterioridad porque el autor dedica una parte muy importante de la obra al mundo contemporáneo, con referencias bien enriquecedoras; ser libre en su redacción, en su selección y en su formato final; poner los acentos en el arte y en lo que subyace al mismo; una edición cuidada y visual... De Villena es un excepcional ensayista y un hombre con sólidos conocimientos sobre el Arte, la Literatura, el decadentimo, el esteticismo, la historia de la homosexualidad y un largo (y sorprendente) etcétera. Por eso Héroes, atletas, amantes... es no sólo recomendable sino imprescindible para cualquiera que tenga inquietudes cercanas a todos los mundos citados. ¿Es el modelo masculino “clásico” greco-heleno una constante de la historia del arte europeo como se afirma o se argumenta? Después de leer la obra parece difícil decir que no. Al igual que a la pintura después de la fotografía parece que al desnudo del hombre aún le queda mucho por decir... Luis Antonio de Villena dixit.

la 69


El cine que no leemos. Notas sobre Andrés Caicedo y el cine [ por Verónica Bonafina ] Cuando Andrés Caicedo se dio cuenta de que hacer cine en Colombia era algo prácticamente imposible (sólo logró codirigir un largo en 16mm), se propuso dedicar el resto de sus días a devorar todo el cine de la época. Son los años ´70, y el joven escritor y socio fundador del Cine Club de Cali escribe un artículo para una ponencia en la Universidad del Valle en donde se expresa así: “El cine no ha cumplido aún los ochenta años, y no es demasiado aventurado afirmar que ha puesto a funcionar el mundo a su ritmo, que las culturas y las subculturas provenientes de la literatura cada vez son más escasas en comparación con las que provienen del cine. Que por su misma juventud, el cine ofrece una de las más fascinantes posibilidades que se le pueden ofrecer a hombre alguno: la posibilidad de saberlo todo al respecto”. Antes que nada, hay que decir que Caicedo gustaba del cine tanto como de las afirmaciones megalómanas y efectistas. Sería inútil enumerarlas porque de eso están hechos sus textos. Ojo al cine reúne más de cien reseñas críticas, entrevistas y relatos sobre cine, escritas y publicadas entre 1969 y 1977 en diarios locales y revistas especializadas. La prosa de Caicedo es, sobre todas las cosas, culebrona; oscila entre lo eruditomalicioso y lo cinicotragicómico y, como resultado, obtiene un material que se deja leer como ensayo, cuento o diario íntimo. El concepto de “género” es algo que en Caicedo está ausente. “El crítico, en busca de la paz, se da toda la confianza”, por ejemplo, es un artículo que Caicedo empieza con la frase “América Latina es un continente con una expresión propia” y lo termina con “Cada vez que pienso en ella, me pasa eso”. Sus obras de teatro, e incluso su novela más reconocida, ¡Qué viva la música!, bien podrían ser guiones cinematográficos; sus ensayos, cuentos; y sus cuentos, pequeños capítulos de la historia de su vida. la 70

Convencido de que todo gusto es una aberración, de la crítica sólo le interesó “lo insólito, lo audaz, lo irreverente, lo maleducado”. En una encuesta realizada por estudiantes de la Facultad de Comunicación Social de la U.P.B., con el propósito de confrontar pareceres sobre la crítica cinematográfica, asegura en clave impertinente que “dedicarle la atención necesaria a la importancia de Jerry Lewis es un acto de terrorismo”, y que “arremeter contra el cine político italiano o un filme como El pasajero, también”. Le gustaba decir cosas “punchis” (de punch, “puñetazo”, “golpe”.), como dice el Negro Tejada Gómez; pero también hay que admitir que todo lo que Caicedo decía, lo hacía. En 1973 viaja a EE.UU. con el propósito de vender dos guiones de terror a un productor cubano. Rápidamente se da cuenta de que no tiene sentido la empresa –encuentra problemas en la traducción, no logra hacer una sinopsis, no tiene copia del original…–, y decide no asistir a la reunión, terminando su estadía en Los Ángeles, encerrado todo el día en una cinemateca viendo películas. En sus memorias cuenta que veía entre ocho y dieciséis filmes por día: “Yo me levantaba a las ocho de la mañana, cruzaba la calle desayunado ya, y me entraba al teatro, a mi cita con la oscuridad, para salir a eso de las once.” ¿Es posible tanta resistencia? Precisamente algo que seduce de Caicedo es que para cada pregunta que uno le plantea a sus textos, rápidamente encuentra la respuesta. Efectivamente, dos o tres renglones más abajo Caicedo nos deja tranquilos: “Fue allí cuando probé por primera vez las anfetaminas”. Desilusionado de EE.UU. y del rodaje que codirige con Carlos Mayolo, Angelita y Miguel Ángel, en 1974 saca el primer número de su revista Ojo al Cine -título también del compendio publicado por la Ed. Norma (Colombia, 1999)-. Caicedo no escondió sus deseos de trascender; se convenció de que lo que no se podía filmar, se podía escribir: “…lo que valga la pena, y no se pueda [ver], se puede leer”. Y entre los primeros años de su juventud y los que él considero los últimos –Caicedo se convirtió en leyenda a los veinticinco años– escribió la 71


cinco obras de teatro, dos novelas –una publicada en vida y otra inconclusa–, y tres libros de relatos, en muchos de los cuales el universo del celuloide es lo que predomina como escenario de vida en la ciudad. Visto de esta manera, no sería demasiado osado pensar que, en Caicedo, ese impulso “nerd” de querer abarcarlo todo es el resultado de una imposibilidad original: la imposibilidad de realizar una película. Sin embargo, después de recorrer una y otra vez su obra, además de su obsesión por el cine, lo que uno descubre en sus textos es una compulsión narrativa de la vida. Como si, en vez de decir que todo lo que no se puede filmar se puede escribir, en realidad estuviese diciendo que todo lo que no se puede vivir se puede encontrar en otro lado: en la escritura o en la oscuridad de la sala.

Andrés Caicedo siempre habla de sí mismo. Y de Patricia, claro, “Patricialinda”; la chica mala de la película, su otra imposibilidad: “Si no puedo vivir sin ti llevaré, supongo, una especie de antivida, de vida en reverso, de negativo de la felicidad, una vida con luz negra. Pero brilla el sol, tú puedes estar cerca. Ahora salgo a buscarte.” Estas son las últimas líneas de El cuento de mi vida, publicado el año pasado, treinta años después de su muerte. “Agúzate que te están velando”

La oscuridad de la sala es un tema recurrente en sus relatos de vampiros; pero también en los informes que escribía después de las proyecciones del Cine Club. Caicedo habla del “pobre diablo que lleva en sus espaldas la maldición de habitar la noche eternamente, y que necesita de sangre humana para continuar el curso de su destino”.

Andrés Caicedo se suicidó el 3 de marzo de 1977. Si de lo que se trata es de hablar de la obra de Caicedo, no se puede dejar de lado su única novela publicada en vida: ¡Qué viva la música!, ni tampoco a los compañeros de aventuras de María del Carmen, la protagonista de la novela: Ricardito, “el chico de río” y Bárbaro, “el merco”.

Según su propia clasificación, a Caicedo le va tan bien la figura del espectador lumpen como la del espectador intelectual. Le gustaban las categorías, los moldes; pero todos estaban hechos a su medida. “Especificidad del cine” es un texto que pareciera abarcar todas las operaciones críticas que realizan estos “tipos” que Caicedo dice encontrar entre los miles de espectadores de su época. Habla del “espectador de formación marxista”, del “espectador de extracción proletaria y de formación lumpesca”, del “hombre de letras que acude al cine” y, por último, del “espectador cineasta”. Pero en el fondo

La novela comienza con un rito de iniciación: sumergirse en la aguas del río Pance significa para María del Carmen el ingreso a la cultura popular. Entender las lecturas de El Capital, según el personaje, significa abandonar la pileta a la que concurren todas las “niñas bien” y yirar por la ciudad con Ricardito. “¿Cómo no lo había conocido antes?”, le pregunta la heroína. “Porque eras una burguesita de lo más chinche (...); pero ahora, después del contacto con este agua, no lo eres más.” Exorcizado el pecado original, el resto de la novela es pura rumba, cocaína y alcohol. Pasadas las doscientas páginas, María del Carmen cruza el límite. Conoce a Bárbaro quien la “invitaba a tomar el rumbo del extremo Sur, más allá del Pance, riberas de la cordillera.” El clima de la novela se vuelve más áspero y turbio; y el discurso, latinoamericanista. Bárbaro introduce a María del Carmen en prácticas aborígenes y en el consumo de hongos. “Con mi amado nos manteníamos Pance abajo, ¿haciendo qué? Bajando gringos. Así conseguía Bárbaro el merco, y le gustaba la acción (…). A mí también me daba rabia que fueran tantos y tan sonsos y que vinieran a esta tierra a encontrar los pecados capitales a precio de realización.” Las escenas que se siguen son la descripción de la Colombia que conocemos por los diarios, violenta y

la 72

la 73


subversiva, y que, en su versión, Caicedo la carga de un resentimiento que seduce. Mi parte favorita es el encuentro entre un norteamericano y Bárbaro. El diálogo empieza a caldearse en el momento en que el gringo lo contradice y propone una visión optimista y generosa del país: “Pero si yo no he visto más que armonía (…) Me gusta Colombia por los bellos paisajes y la simpatía de la gente”. Bárbaro no se resiste y lo asalta, le quita el walkman y los “bluyines Levis”, y lo golpea “para que aprenda a que las cosas son duras en este país”. María del Carmen cuenta que finalmente dejaron al gringo tirado en el río pero; que al día siguiente, los diarios decían que más tarde lo habían encontrado dos equipos de futbolistas “y que los 22 lo habían humillado, usado y abusado”. ¡Qué viva la música! es un texto distinto a Calicalabozo por la preponderancia de la voz femenina y porque el telón de fondo no es el cine, sino la música: el rock y la rumba. Sin embargo –según el propio Caicedo–, los componentes de su obra son intercambiables: “El atravesado, Angelita, Miguel Ángel y partes de ¡Qué viva la música! resisten como novela porque tratan los mismos temas, y en algunos casos se repiten personajes como Angelita y Miguel Ángel, y perfectamente se puede convertir Solano Patiño en Ricardito el Miserable”. Si en ¡Qué viva la música!, Ricardo es un músico desquiciado al que todos esquivan en algún momento de la noche; en Calicalabozo, es el cinéfilo empedernido un pesado- que sólo puede, y quiere hablar de cine.

la 74

“Música Sí”. Los documentales musicales de Kikol Grau [ Por Albert Alcoz] Texto originariamente publicado en “Blogs and Docs”, revista online dedicada a la no ficción http://www.blogsandocs.com/?p=140

“El incentivo no es que suene la flauta, es que suenen los instrumentos” Pau Rodríguez del grupo Za! Madrid, Barcelona, el País Vasco y Andalucía son las cuatro regiones escogidas por el realizador catalán Kikol Grau para hallar la existencia de escenas musicales de carácter alternativo, independiente o underground. Corrientes situadas al margen de las multinacionales que, alejadas del afán económico de la industria, reivindican la creación musical específicamente por placer. Son músicas que, determinadas por el contexto climático, político, económico y geográfico que les rodea, proclaman un carácter singular. Los cuatro trabajos de 25 minutos, realizados para su emisión en el programa Metrópolis de La 2, quedan hilvanados como reportajes audiovisuales de investigación periodística que, por sus capacidades discursivas y sus cualidades estéticas, pueden definirse como documentales musicales. El tono que emplean se equipara artísticamente a las músicas que representan. El punto de partida es establecer un mapa delimitado que plantea recorridos sinérgicos por algunos de los grupos y los sellos independientes más representativos de cada ciudad. Bilbao, Vitoria, San Sebastián, Pamplona, Sevilla, Cádiz y Granada son los principales núcleos alrededor de los cuales giran los trabajos dedicados al País Vasco y Andalucía. Los centrados en las dos ciudades principales de la península, Barcelona y Madrid, resultan ser los más unitarios e ingeniosos, no sólo por una mayor acotación en el radio de acción, sino también por un mayor conocimiento previo de las tendencias musicales ahí presentes. Resulta sencillo entrever las diferencias de la 75


planteamiento que demuestran los documentales entre sí, ya sea en función del grado de complicidad entre los músicos y Kikol Grau, o del interés de este último por los grupos que entrevista. Así Madrid La Nueva Olla (2006) y Barcelona es diferente (2007) se erigen como los trabajos más acertados, frescos e imaginativos de un autor que se identifica con la actitud punk de los intérpretes. Euskal Herria. Los demenciales chicos acelerados (2007) queda excesivamente anclado en la herencia del Rock Radikal Vasco y Andalucía (Music) Ración (2008) deriva hacia terrenos de mestizaje hip-hop, que no acaban de representar la calidad musical andaluza del presente. Aún así, el carácter ecléctico, sincero y desenfadado de todos ellos da lugar a cuatro propuestas singulares que representan sin prejuicios una actualidad inmediata, siempre al ritmo de un trabajo de post-producción privilegiado. Cada uno queda editado como un collage dinámico e imparable, que combina fragmentos de videoclips, actuaciones en directo, muestras de arte gráfico (carátulas, pósters, logotipos, etc.), conjuntos de entrevistas a músicos y promotores que evalúan el estado de la cuestión (facilidades tecnológicas, salas de conciertos, discográficas, festivales, relaciones entre grupos, dificultades económicas, etc). En muchos de ellos subyace la voluntad de crear música como goce, por gusto, “por amor al arte”. Y de ahí el porqué de esa frase inicial –lúcida e irónica a partes iguales– de Pau Rodríguez. Explica el sentir de un músico ante su afición principal: la primacía de la satisfacción artística por encima de la económica, la inquietud por hacer sonar los instrumentos, sin necesidad de estar pendiente de su repercusión monetaria. Espíritu “do it yourself” que demuestra un (des)interés por controlar los sistemas de distribución, tal y como proponía George Maciunas a los artistas Fluxus. Atender el sistema de distribución y el de comercialización para abarcar el ciclo y no quedar encerrados en el plano productivo.

ten de unos estilos como los del art-punk, el electro-pop y el technopop canalla ya iniciados durante los años ochenta en la capital. La amplia cobertura que se da a estas dos bandas, el carácter difuso en el que a menudo quedan relegados los demás (principalmente bandas pertenecientes al equipo (WA)TT, el sello Gssh Gssh! y Alehop!) demuestran cierta deriva en la representación de nombres como Ginferno, Moustache, Las Solex, Soul Bisontes o Campamento ñec ñec. De todos ellos cabe remarcar la escasa presencia de los ineludibles Garzón (actualmente Grande-Marlaska) y ausencias como las de Corazón. El recopilatorio “Madrid Terminal” parece marcar el itinerario a seguir. Todo ello no evita una puesta en imágenes certera, que documenta la actitud de unos músicos y unos intermediarios que, por lo general, viven con emoción aquello que desarrollan. Convicción, sin rastro de vacilación.

Madrid La Nueva Olla o la Re-Movida. Barcelona es diferente o el Avant-rock mediterráneo Las etiquetas abrevian pero no llevan muy lejos. Acotan terrenos que a menudo sus mismos protagonistas rechazan. Resultan útiles para concretar. Kikol Grau escoge una que remite a La Polla Records. Pero perfectamente podría haber utilizado una popularizada por Jesús Ordovás, en su ya funesto Diario Pop de Radio 3. Un título como la Re-Movida indica una conciencia por la herencia artística de la Movida Madrileña, diseminada musicalmente por bandas insignia como Derribos Arias, Aviador Dro, Radio Futura o Almodóvar y MacNamara. Porque al fin y al cabo Humbert Humbert y Grabba Grabba Tape! parla 76

He aquí el documento canónico de la serie. El que debería marcar la pauta a seguir. Su realizador conoce a la perfección las bandas representadas, de modo que las entrevistas alcanzan un grado de sinceridad y espontaneidad altamente gratificante. El uso estructurado del montaje dota de verosimilitud la ronda de intervenciones. Se da voz en igualdad de condiciones a los diez grupos escogidos. Za!, Les Aus, Anticonceptivas, Tarántula, Tu Madre, Feria, Sibyl Vane, Le Pianc, Humo y Silvia Coral y Los Arrecifes reflexionan en voz alta sobre sus la 77


inquietudes musicales y los problemas que se encuentran cuando tratan de llevarlas a cabo. La desaparición de salas de conciertos, los precios de los alquileres de los locales de ensayo, la importancia de Internet como canal de promoción, la posibilidad de vivir de la música y la actitud ante ello son los temas que reaparecen a lo largo del documental. La frescura que transmiten los entrevistados, el tono activista y vitalista (las “verdades como puños” que consiguen dilucidar) impulsan estos 25 minutos hacia un frenesí de estímulos auditivos que Kikol Grau combina con sutiles juegos visuales. Divide el encuadre de las entrevistas en dos planos simultáneos que, activando el audio de las contestaciones, amaga el sonido de los instrumentos, y viceversa. Discográficas como Producciones Doradas, Austrohúngaro o B-Core, y propuestas originales como la de Doropaedia, son los núcleos de acción de una escena cuya existencia queda perfectamente conjeturada. Poco importa que se ignoren grupos como Astrud, Mishima, Manos de Topo o 12twelve. Estamos ante un trabajo de inagotable visionado que descubre el avant-rock energético y esquizofrénico de Za! y Les Aus, el art-rock de serie B de Tarántula, el post-punk deliciosamente amateur de Tu Madre, el más marciano todavía de Silvia Coral y Los Arrecifes, el techno-pop petardo de Feria, el punk riot girrrl sensible de Sibyl Vane, el folk comprometido de Humo y el pop tiernamente afrancesado de Le Pianc. Contagia (¡y de qué manera!) las ganas de salir a la calle y montar un grupo. O las de quedarse en casa, enchufar los amplificadores y traer la calle a la habitación (caso del primer concierto de Tu Madre). Si se cierran las salas, que se abran las casas. Euskal Herria. Los demenciales chicos acelerados o el Hardcore politizado Con un título que homenajea el disco de Eskorbuto del año 1987, Kikol Grau se enfrenta a la ardua tarea de conjuntar en un mismo documental televisivo el folk de Anari, el hardcore instrumental de la 78

Lisabö, el techno-pop de Chico y Chica y la herencia del Rock Radikal Vasco, más o menos presente en nombres como Xavier Erkizia, Inoren Ero Ni, Berri Txarrak, Leihotikan o Lendakaris Muertos. Las discográficas Bidehuts y Gor Discos, así como el festival de música experimental ERTZ, son otros de los puntos clave de una documentación algo imprecisa, excesivamente encajonada en su marcado acento ideológico. El recurso audiovisual de apropiarse de imágenes de los telediarios, tergiversando el mensaje, acoplando ruidos (tanto sonoros como visuales) que enmascaran los presentadores dota de significado los intervalos, admitiendo que el conflicto vasco se respira en muchas bandas, por activa o por pasiva. El pop escapista de Single, Ibon Errazkin y el post-punk bailable de Delorean no tienen lugar. Andalucía (Music) Ración o el Hip-hop metalizado Poco aporta el cuarto documental de la serie, más allá del hecho de constatar que estamos ante una de las zonas geográficas donde el rap cantado en castellano se ha consolidado con más fuerza. La estructura metódica, fluida y equitativa del capítulo barcelonés queda aquí muy lejos. Hora Zulú, Eskorzo, Los Vecinos del Callejón, Mineros Locos, Demiurgo, Falso Dogma y Narco acaparan el protagonismo para reducir el cúmulo de posibles influencias musicales (principalmente el flamenco) a las guitarras metaleras y los rapeados incisivos a la Rage Against The Machine. Si la Trisexual Band son la nota glam exhibicionsita, Los Rumbers son el eclecticismo breakbeat que completa un panorama oscuro, discordante y poco convincente. Al final da la sensación que sellos como El Ejército Rojo y grupos como Grupos de Expertos Sol y Nieve o Lori Meyers han sido injustamente dejados de lado. La marca de ropa Mogra Empire, Hiphop Sevilla y el sello Miga (electrónica, net-art, video-arte y música experimental) cierran un reportaje que deambula por terrenos pantanosos. La perspectiva de algunos de los cantantes entrevistados roza lo pretencioso. El espíritu lo-fi y la actitud DIY de regusto arty desaparece para dar paso a otros aires, definitivamente mucho más arrogantes. El último trabajo de la serie no empaña el interés por la continuación de este “work in progress”. La efectividad de su planteamiento promete nuevas dosis de energía, inteligencia, desenfreno y diversión. El capítulo dedicado a la comunidad de Galicia está al caer. Habrá que estar atentos porque Asturias, Zaragoza y las Islas Baleares, podrían ser las siguientes.

la 79


QUIÉNES SOMOS

Iguazú. Revista Artesanal de Literatura y Cultura

Dirección: Nuria Rita Sebastián. Secretario de redacción: Abel E. Cantero. Maquetación y diseño: N.R.S. y C. M. Portada: Nuria Fortuny (http://lanurienlared.blogspot.com/). Fotografías India y págs 2 y 3: Gus Jiménez. Este número: Begoña Abad, Ramón Aladern, Albert Alcoz, Guillermo Arróniz, Emilio Barco, Carol Blenk, Verónica Bonafina, Enrique Cabezón, Arantza Díaz, Raquel Egea, Sonia Fides, Laura Freijo, Sara Guasteví, Gus Jiménez, Arantza Larrauri, Adolfo Marchena, Cristina Mas, Namaga, Antonio Orihuela, Sergi Quiñonero, Ana Tapia, Paola Vaggio, Domingo Vital, Júlia Zabala. Cuadernillo central. Simetries: Juan Carlos Beneyto y Joan Elias. Distribución: Abel E. Cantero (Barcelona), Arantxa Díaz (Vitoria). Relaciones internacionales: Donoso Peñalba, Xiomara Sotelo (Nicaragua). Edita: Asociación Cultural Iguazú. c./ Reyes de Navarra , n. 8, 2º drcha. 01002 Vitoria-Gasteiz. Tfno.: 945 26 92 26 / 646 645 772. Web: www.revistaiguazu.com E-mail: nuriarita@gmail.com. En colaboración con: ¡Adentro! Grupo Cultural (tfno.: 620 96 07 52). D.L.: SS 1142/99. Imprime: Gráficas Santamaría. Vitoria. Publicación subvencionada por la Universidad del País Vasco. ISSN: 1699-1133 Puedes encontrar Iguazú en los siguientes lugares: Gasteiz: Facultad de Filología, Geografía e Historia. Librería Zuloa. Bilbo: Facultad de Ciencias Sociales y de la Comunicación (edificio reformado). Librería de la UPV del Campus de Leioa. Donosti: Facultad de Filosofía y Ciencias de la Educación. Barcelona: La Central del Raval. Capicua. Madrid: Librería Pasajes. Sevilla: Librería Nuño. Cuenca: Tienda de la Facultad de Bellas Artes, "Cola de conejo". Los puntos de distribución se irán actualizando en la web.


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.