Iguazú n.24

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BUSCANDO

PENSANDO

:: Sonia Fides :: Marta González :: Franco Chiaravalloti :: Domingo Vital :: Entrevista a Álvaro Pombo, :: :: :: :: :: :: :: :: :: :: ::

por Guillermo Arróniz Mireia Gustems Elena Larrondo Cuando ya nada importe porque ya es eterno, por Laura García Rogelio Guedea Carol Blenk El gordito que explicaba el blanco y negro, por Erika Bruzonic Ángel González González David Murders Andrés Giraldo Bibina Cosima Dannoritzer

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RELATO DESTACADO

:: La hidrápora, por Cristof Polo

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MIRADAS AL OTRO LADO

:: Con cartones por la calle,

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por Enrique Richard

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CRISOL

:: Natalia Ginzburg, por Maria ::

Aixa Sainz Entrevista Daniel Burman, por Marta González

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DOSSIER CENTRAL

, Poesía Visual

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Corporación Semiótica Galega Àngels J. Sagués Joaquim Brustenga-Etxauri Miguel Ángel Gil Andaluz

QUIÉNES SOMOS

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Clara Puig Esteban Sergi Quiñonero Arturo Comas Corporación Semiótica Galega Miguel Ángel Gil Andaluz Zenón Oriol Jolonch Roser López Cristina Mas Peter la 1


PENSANDO Últimamente trabajo mucho, horas y horas interminables en la oficina rodeada de códigos y contenidos universitarios. Ahora que he dejado el mundo del poker (aquel “trabajo que nada tenía que ver conmigo”, que sin embargo resultó una gran experiencia), me tomo de manera más personal mis nuevas tareas. Esto no sé si es bueno o malo, porque tomarse muy en serio unas cosas puede ser un síntoma de no querer afrontar otras. Salgo tarde, cojo el tren tarde, hago el transbordo tarde y llego al pueblo aún más tarde. La mayoría de las veces no aprovecho el trayecto: no leo, no escribo, no observo a mi alrededor… Me limito a dejarme llevar, a dormitar dando cabezazos con la boca abierta sin llegar a descansar realmente. Al bajar en la estación, de todas formas, se me presenta siempre una última oportunidad para redimirme: puedo elegir subir las escaleras de la derecha o subir las de la izquierda. A la derecha están las calles bulliciosas, el centro, los turistas y el mar, la libertad, el espacio abierto. A la izquierda está la zona menos popular, el barrio, la cuesta arriba interminable hacia mi casa y los tres pisos sin ascensor. Debato unos segundos conmigo misma, tratando de decidir entre libertad o cansancio, y me gustaría ser más fuerte, y no debería confesarlo aquí, pero casi siempre gana el segundo: subo con pereza y determinación las escaleras de la izquierda, mi calle interminable y los tres pisos sin ascensor, abro la puerta y me estrello contra el sofá. Llevo tres días leyendo con fascinación las cartas que una Ana María Moix de 18 años le escribía a una Rosa Chacel de 65. Treinta años después, me rescatan a mí de tanto cansancio. Creo que a Rosa le gustaría saberlo. Esta correspondencia me hace pensar en las personas con las que me he escrito: la ineludible carta por San Mateo de Bea, las que nos hemos entregado en mano o las que nos enviamos tiempo y tiempo después; Ainhoa y su carta escrita con su torpe mano izquierda; Israel pensando en mí en una biblioteca en México; Fran y sus cartas en servilletas moradas y en el envés de cajas de cereales; aquella “niña” una vez y sus folios amarillos; también las cartas y las personas que habiendo sido, nunca llegaron.

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Proyecto, además, las personas a las que me gustaría escribir ahora, que de una u otra forma están presentes en el libro. Entre todas ellas, dos: Guillermo, amigo inesperado, tan paciente que no me lo merezco, gran interlocutor, maestro de la reseña y poeta atípico (digno rival de un Quevedo o un Garcilaso), a quien efectivamente debo una carta esencial comenzada quizás hace 10 meses; “Anita”, mujer fantástica de exquisita sensibilidad, descubrimiento más que oportuno en un Madrid al que ya voy cogiendo el pulso pero que todavía a veces miro con caleidoscopio (y allí está ella, con su té, sus postales, su medidor del tiempo de colores, detalles a los que sólo me siento capaz de corresponder con palabras). Me gustaría poder prometerles que tendrán carta pronto, pero me conozco demasiado como para hacer tal afirmación. Las “esquinas del tiempo” como dice la Gaite, de la falta de tiempo, más bien, están al acecho. Me vigilan en este instante, sin ir más lejos, en forma de anochecer, falta de luz y ráfagas de aire frío. Me llega un mensaje de montaña a mar: “la Mola está preciosa”. Sonrío. Sigo leyendo “De mar a mar. Epistolario”, un título clarividente que hoy, al final de la semana de horas y horas interminables en la oficina, no me dejaba otra opción: elegir las escaleras de la derecha, el horizonte y las palabras.

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[ Sonia Fides ] EL SNACK QUE AQUELLA MAÑANA PROMETÍA MI BILLETE

Sólo una vez supe para qué servía la vida Anne Sexton

Todos los niños que algún verano quisieron mi corazón se hicieron mayores anoche mismo. Los vi domesticar muchas clases de alcohol, era como si quisieran ofrecerle al continente africano su primer día de suerte, y sufrí al ver que las arrugas también habían escogido deformar sus antiguas caras.

Me asustó el alto índice de espacios ocupados y mi repentina afición por todas las conjugaciones del verbo respirar, abandoné el local despacio, las mujeres que saben caminar sin prisa nunca levantan sospechas, metí toda la ropa en la maleta y aguanté hasta que el sol le permitió a los gallos hacer su trabajo.

Después me senté en un banco de la estación a esperar que el tren llegará puntual pero cuando uno se pasa la noche esquivando las miradas de los desertores los trenes suelen llegar con retraso. la 4


Cuando subí al tren, el revisor ya me estaba esperando, no hizo preguntas sólo fabricó un gesto para que le enseñara mi billete, aquella fue la señal para que manipulara todas mis necesidades, no me quedó más remedio que hacerle creer que mi única preocupación de esa mañana era deglutir el snack que prometía mi billete, por eso mastiqué despacio, hubiera resultado inmoral hacer algo distinto de lo que se espera siempre de una mujer que viaja en primera clase.

Del poemario inédito “La imposible velocidad de Johnny Weismüller”

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[ Marta González ] POLOS OPUESTOS Había dos cosas que ella no podía soportar: La impuntualidad y el desorden. Y mira por donde que se fue a casar con un hombre que era las dos cosas: Impuntual y desordenado. Claro que de eso, ella, se enteró después de la boda, pues antes, él, lo disimulaba. Igual que ella trataba de disimular su intransigencia sobre estas dos cosas. De novios, él solía llegar unos 5 minutos tarde. Ella lo esperaba poniéndose de los nervios y lanzando maldiciones contra su familia. Pero cuando él llegaba y le decía: “Lo siento, amor, el tráfico está fatal.” Ella esbozaba una amplia sonrisa y le decía: “No pasa nada, cariño.” Cuando se casaron, él llegaba 20, 30, 40 minutos tarde y ya ni siquiera ponía excusas. Y ella se pasaba 20, 30, 40 minutos echándole la bronca por llegar tarde. De novios, ella creía que él era muy ordenado, porque siempre llevaba consigo aquella agenda de piel cara. Ella tenía la teoría de que las personas que son muy ordenadas llevan agendas de piel caras… Pero luego, descubrió que él sólo utilizaba la agenda para apuntar cuándo eran los partidos de Barça y dónde los vería con los amigos. Porque él era muy futbolero, y claro, ella, odiaba e fútbol.Aunque esto era un mal menor. Sin embargo, el descubrimiento del verdadero uso de la agenda, le hizo sospechar que quizá él no era tan ordenado como ella pensaba. Así que no le sorprendió demasiado cuando, de casados, él dejaba siempre los calcetines por ahí tirados y las latas de cerveza vacías en cualquier parte. Tampoco le sorprendió que colocase los libros en las estanterías sin ningún tipo de orden, ¡ni siquiera alfabético! Porque ella era muuy ordenada, y el desorden le ponía muuy nerviosa. Por eso, experimentó una especie de liberación cuando lanzó por la ventana, desordenadamente, las cosas de él, el día en que lo echó de casa. la 6


[ Franco Chiaravalloti ] http://decatisondeteibol.blogspot.com/

LAS PALABRAS TAMBIÉN MUEREN Hace un par de meses me surgió el antojo de indagar en aquellas palabras que las circunstancias han determinado su fecha de defunción. Así, tras un sesudo análisis, pude determinar que cada día catorce palabras pasan a mejor vida. Recuerdo que, cuando leí el párrafo de las conclusiones por primera vez, me restregué los ojos y volví a leer los resultados. Sí: CATORCE PALABRAS POR DÍA DESAPARECEN DE NUESTRO VOCABULARIO... Esto significa que nunca más volverán a pronunciarse en el futuro, y serán reemplazadas por nuevos vocablos que ocuparán el lugar de los antiguos –por tener una fonación más adaptada a los nuevos tiempos–, o bien porque su significante (aquello a lo que refieren) desaparece por completo. Así me topé con fonemas como BIÓGRAFO (el antiguo nombre que se le daba al cine), ENDENANTES (para decir "hace poco") u HOGAÑO (que significa "en este año, actualmente", y es antónimo de la palabra "antaño"). Pero hubo una, sólo una palabra que me causó exactas dosis de ternura, encanto y afán de justicia. Un vocablo que por su construcción, su musicalidad y la posible reticencia a causa de su similitud con otra palabra soez de amplio uso aquí en la península, motivaron a que caiga en el olvido. Me refiero a la palabra... EMPERIFOLLADO El susodicho fonema no está registrado de esta manera en nuestro benemérito diccionario de la RAE. Si nos remitimos a su infinitivo, emperifollar, nos remite al (supuesto) neologismo EMPEREJILAR ("adornar a alguien con profusión y esmero"). Pero, qué quieren que les diga, yo prefiero que una maquilladora emperifolle a una modelo antes de que la emperejile. Que una madre se pase toda la mañana emperifollando a su hija el primer día de clases, y que ni se le ocurra emperejilarla; es más, si hace lo último, seguramente sus compañeras se burlarán de ella. Otra cosa. Como he dicho, seguramente ahora nadie quiera EMPERIFOLLAR a nadie por miedo de olvidarse por el camino las tres primeras sílabas de ésa palabra y genere confusiones irreversibles (la vida, la 7


al contrario que los ordenadores, lamentablemente no tiene ningún comando CONTROL + Z). Pero si nos remitimos a la etimología de la palabra follar, descubrimos que un músico que toca la gaita se la pasa follando (porque "toca el fuelle" del instrumento). Un niño de tres años también puede follar tranquilamente, ya que es capaz de "soltar una ventosidad sin ruido". Incluso un leñador no hace más que follar y follar todo el día, ya que esta desgraciada palabra también es sinónimo de "talar". Por tales motivos mi indignación creció debido al ninguneo que sufre la inocente, bella y musical palabra EMPERIFOLLAR. Por ello propuse la creación de una plataforma que defendiera a tan inocente fonema. Plataforma que ha sido bautizada con el nombre de ADVESA (Agrupación de Defensa del Vocablo Emperifollar, S.A.), cuya presentación en público se realizó en un conocido local cultural del centro de esta ciudad. En tal ágape hubo discursos, invitados especiales, canapés, champán, vestidos largos que enseñaban la espalda, hombres con frac... Y un salón, como no podría ser de otra manera, absolutamente emperifollado. Lo que no se supo es que, entre tanto espumante, algunos filólogos invitados y destacados lingüistas acabaron cometiendo desmanes de importancia, encendidos por discusiones bizantinas, que si fue debería ir con acento, que si somos demasiado permisivos con los anglicismos, etc. Se montó una trifulca de dimensiones insospechadas. Un especialista en castellano antiguo se ensañó con una chica de vestido largo, al tiempo que olvidaba adrede las primeras tres sílabas de la palabra homenajeada. Un licenciado en Filología Anglosajona, por su parte, comenzó a escupir canapés mientras gritaba "¡me las voy a emperifollar a todas vosotras, perras!". Entre otros incidentes e improperios que, por vergüenza, prefiero no reproducir. Finalmente, acudió la Guardia Urbana para disipar a los revoltosos especialistas, que en tal estado de ebriedad, no podían conjugar siquiera el verbo yacer. Finalmente, la junta fundadora de ADVESA decidió disolver la organización el mismo día que fue creada. Y, acto seguido, decretar la defunción definitiva de esa palabra que tantos problemas causa y causó a la sociedad actual. Por todo esto, tras agudos planteamientos, he obtenido la siguiente conclusión: no podemos forzar el destino. Las palabras, como las personas, también mueren. Así sean catorce, veinte o doce mil seiscientos. Y no hay maneras de hacerlas revivir, por más adornadas con profusión y esmero que estén...

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[ Domingo Vital ] http://jugandoconlaperspectiva.blogspot.com/

ESPECULACIÓN CONSPIRATIVA DE LOS TIEMPOS QUE CORREN Para Stieg Larsson al que damos las gracias por recuperarnos la adicción al compromiso con la revelación con la descodificación de la realidad.

... el más liberal de los selváticos del capital ... la mujer política que aparece en pantalla ... el modelo publicitario de tu ropa ... la moda más novedosa ... el que dice hablar spoken word ... la que te pasa Halcyon en la farmacia ... el que patrulla imágenes porno ... la de las bebidas energéticas e índices bursátiles ... el que respira conciencia social cotidiana ... la condenada a préstamos íntimos de por vida ... el que vende bonito el faro ideológico nacieron sin tiempo para detenerse en el porvenir despiertos a todas horas, siempre presentes en la efusión del instante y la velocidad en el éxtasis cotidiano del consumidor en la frustración y las ansias de cambio esperando una revelación sin despegarse de la pantalla del televisor haciendo del aquí y ahora una mercancía un mensaje disfrazado de cambio el discurso producido en laboratorios sociales las esperanzas e ilusiones de cambio esencial lograr el contrasentido de una burocracia brillante una comisión revisionista que instaure el cambio la 9


póngame dos pizcas de determinismo histórico a mí dos puntos más de share humano todo saldrá después mucho peor volveremos, hermanos todos, volveremos al frente de cuerpos sólidos y excrementos donde huele más a muerto que a mierda yes, we can just do it

Nota de los conspiradores: [“...” = nombre] El compromiso para con nuestra sociedad es un valor añadido a nuestras actividades, bien marcadas por nuestra ideología oculta luz que nos ilumina a todos desde dentro simpática campaña publicitaria, forma de hacer feliz al esclavo hoja que brota para todos. El compromiso con nuestra sociedad es sagrado. El castigo merecido no merece queja alguna. Todos somos víctimas colaterales. Para preservar la única verdad, hemos borrado los nombres propios implicados en esta revelación Información es poder y la tenemos toda en nuestras manos Es un proyecto social lo hacemos por ti mira qué bonitos los fuegos de artificio hoy vamos a cenar y al teatro calladita estás más guapa Rogamos disculpen las molestias y perdonen las disculpas.

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Álvaro Pombo, escritor de interiores… [ Entrevista por Guillermo Arróniz ] http://guillermoarroniz.blogs.generacion.net/ Entrevista originariamente publicada en mayo de 2009 en http://www.ellibrepensador.com/

Planeta ha publicado en el 2009 Virginia o el interior del mundo, una nueva novela de Álvaro Pombo, ajena a modas, a estilos y a corrientes o presiones de formatos superventas. Bucear por ella no es fácil, como no lo es hacerlo por el interior de cualquier persona por cercana que nos resulte. Quizá el autor quiera darnos algunas claves para no naufragar o encallar en los corales de este fino mundo interior tan marino, tan casi finisecular. Guillermo: ¿Cuál sería la primera indicación, señal o símbolo que les recomendaría a los lectores de !Virginia o el interior del mundo"? Álvaro Pombo: Los lectores de Virginia deben tener presente ante todo que se trata de un retrato del mundo intencional (conciencia interior) de una mujer joven de la alta burguesía santanderina de principios del XX que ha perdido a un novio de quien estuvo muy enamorada y que se empecina en su largo duelo, que no comunica a nadie porque no quiere ser consolada. El ambiente santanderino de principios de siglo de las familias acomodadas sirve de marco para esta personalidad excéntrica y su largo y obstinado duelo Virginia, la virgen protagonista, por cuyas olas internas deja usted navegar al lector, sufre una disyuntiva muy actual, la negación a madurar, a dejar el pasado atrás. ¿Es ésa una maldición que empieza con el siglo XX y la ociosidad de la tercera generación de la burguesía o tiene raíces más pro fundas en la Historia del ser humano? Depende de lo que entendamos por madurar. En el caso de Virginia hay maduración intelectual junto con un rechazo de su sociedad acomodada. Hay también un insensato rechazo de un nuevo pretendiente, a quien admira y estima pero de quien no logra enamorarse. Mantenerse aferrado a un primer amor trágico, ¿es simplemente inmadurez afectiva? Virginia es un personaje contradictorio y excéntrico, pero a mí me cuesta trabajo decir que es inmadura. Más ahora mismo, que con esto de los amores líquidos la 11


Fotografia: Jorge Ontalba www.jorgeontalba.com

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todo el mundo ama y desama a gran velocidad muy inmaduramente en mi opinión. Lo de “amor de críos, agua en un cesto” podría aplicarse a las uniones de hoy en día, tan solubles una en otra. El Santander de principios del siglo XX. Un ambiente delicioso y burgués para una decadencia interna, ¿por qué esta ubicación, por qué este momento de nuestra crónica? Porque yo soy de Santander y conozco esa ciudad y ese tiempo relativamente bien a través de viejas historias familiares de mis padres, tías y abuelos. Hay cinco personajes complementarios en la novela, con su peso especí fico dentro de la obra. El resto del mundo apenas son ecos que no resue nan casi en las profundidades de la protagonista. ¿No cree que el ambien te tiene algo de obra teatral, de intimismo de salón de lámparas? Bueno, yo soy un escritor, en gran medida agorafóbico, con tendencia a reproducir circuitos cerrados y situaciones circulares. He escrito también novelas que no siguen esta estructura, pero sí es cierto que ésta última es muy centrípeta. ¿Cómo llegó a los Bárcena, ese matrimonio tan especial, tan contradicto rio, tan propio para una caricatura? Llegué a los Bárcena como consecuencia directa de la inspiración divina. No son del todo caricaturas aunque hay una caricatura del espiritismo en general y de la pretensión de trascender los límites de la muerte. Pero incluso eso, que está tratado humorísticamente, corresponde a un tratamiento realista de personajes verosímiles para la época que describo. ¿Qué representa el espiritismo y la ausencia de fe en la obra? Se representa sencillamente a sí mismo. No hay lección moral en esto. Podría decirse que hay una batalla entre el materialismo representado por el doctor y el espiritismo representado de forma algo bufa por los Bárcena pero creído por las personas humildes como Manuela. ¿Debate en las alturas ahora que las ideologías políticas están muriendo de inanición? El debate eterno es: “Vuelve el polvo al polvo, ¿vuela el alma al cielo / la 13


¿Todo es vil mentira podredumbre y cieno? No sé pero hay algo / que explicar no puedo / Qué tristes qué solos se quedan los muertos” El estilo es pausado, los párrafos largos, reflexivos, se extienden a veces a lo largo de dos y tres páginas. ¿Cómo cree que acogerá el público esta literatura frente a la rapidez de acontecimientos marcada por el nuevo esti lo de novelas de usar y tirar que tienen tanta tirada? Confío y espero que el lector inteligente saboree mi manera de escribir. Yo también sé escribir rápido y con dramatismo, pero he preferido hacerlo de esta manera, como un adagio continuado, en esta particular novela. ¿Qué temas son los que en realidad interesan a Álvaro Pombo? ¿Qué le impulsa a escribir estas obras en prosa? Me interesa la muerte, el análisis de la conciencia. Me sale natural contar cosas. Toda mi vida he contado cosas. Es lo único que realmente sé hacer. Y hablando de prosa, usted se ha definido algo así como un escritor rápi do para las novelas y lento para la poesía… ¿Qué o quién gobierna esos ritmos? ¿Usted manda sobre los géneros o son los géneros tiranos con usted? No hago grandes distinciones entre prosa y poesía. Visto desde dentro no hay diferencia para mí. Visto desde fuera, publico más novelas porque son más comerciales. Es curioso que nuestra actualidad literaria vuelva continuamente los ojos a Rilke. ¿Qué puede darnos Rilke a día de hoy? No sé. Yo llevo haciendo una obra muy rilkeana hace muchos años. No estoy muy al tanto de la actualidad literaria española. ¿Se arrepiente de alguna obra de su estantería personal o uno nunca puede arrepentirse de los hijos propios que tanto cuesta parir? No. No me arrepiento de nada. He escrito muy deliberadamente lo que he escrito. Soy responsable de todo ello y ahí está.

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[ Mireia Gustems ] L'ANNA REPASSA APUNTS MENTRE VIATJA... L'Anna repassa apunts mentre viatja en autocar. Desplega els seus papers i acaba ocupant tots els seients del vehicle. Els fulls que surten volant fins a les primeres files evidencien que l'Anna enumera les pàgines a l'angle dret superior. Full 1. Full 2. Full 3. A l'Anna d'ulls mediterranis li queden bé les cançons aleatòries i no mira enrera mentre se'n va. I jo tenia una frase que anava i venia mentre dormies. Es va acabar gastant de tant anar i venir o vés a saber. Alguna cosa semblant li deu passar al conductor de les vuit. En aquell moment del trajecte en què quasi tots els passatgers entrem en estat letàrgic, quina responsabilitat portar tants somnis viatjant i que el frec amb l'asfalt no tenyeixi, ni rebaixi, ni llimi, ni rasqui. Mentre dormies, una frase, que de tant anar i venir, es gastava i no et vaig dir.

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[ Elena Larrondo ] http://bailandoelagua.wordpress.com

PAISAJE APAISADO y es entonces horizontal tĂş horizontal yo con los pies desnudos y helados cuando me creo que te quiero un poco pero pasan los dĂ­as y no

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Cuando ya no importe porque ya es eterno [ por Laura García ] http://blogarcolibris.wordpress.com/ Artículo originariamente publicado en la revista cultural digital “OtroLunes”. http://www.otrolunes.com/

«Cómo no comprenderte si ambos compartimos, casi exclusivamen te, el hambre» Pido disculpas de antemano por hacer personalísima esta reseña. Creo, y es mi modesta opinión, que la lectura más juiciosa, es aquella que nos permite sacar las conclusiones más poéticas y honestas. Esa lectura que se compone también de un «hola» y un «hasta siempre», pronunciados al inicio y al final del libro, respectivamente, por dos voces: la del autor y la del lector. «Cuando ya no importe» llegó a mí accidentalmente. En uno de esos días malditos de Santiago, frío, neblinoso, en medio de engorrosos trámites de oficina. Iba muy apurada camino hacia la compañía eléctrica para pagar las cuentas de energía de la empresa y me detuve de un frenazo: una librería interesante y aún desconocida para mí. ¡Un hallazgo de otoño! Para celebrarlo, la recorrí de cabo a rabo. Hurgué en sus cofres para rescatar, si los había, sus tesoros. Y sí que los había. Hacía varios años había leído a Onetti, pero nunca se me había ocurrido acercarme a su último libro «Cuando ya no importe», ese que en sus biografías clonadas es llamado «su testamento», probablemente por publicarse en 1993, un año antes del fallecimiento del autor. Y también por su contenido, que inspira despedida en cada línea. Pero «Cuando ya no importe» no es «su testamento», sino nuestro testamento. El de todos los que lo leemos. Es la forma en que todos desearíamos recordar nuestro pasado, sea cual sea este. El desahogo que nos depara el futuro. Carr, un hombre empujado por los azares de su vida y la miseria, llega al pueblo de Santa María y comienza a escribir en forma desordenala 17


da, pero constante, el recuento de su estadía en ese y otros lugares. Una suerte de memoria fragmentada. Una estadía plagada de voces. Carr juega con el tiempo de su vida, con su pasado, algunos tintes de su infancia, pero sobre todo, adiciona a la narración propia del diario de vida, un conjunto de reflexiones que sólo pueden nacer desde la tranquilidad del corazón en reposo. Carr ha llegado con un trabajo específico a Santa María, truculento pero bien pagado, que le permite una determinada estabilidad material, pero que también le permite, en una especie de dinámica reposo-movimiento, observar y expresar su visión de un mundo caído en melancolía. Y aquí difiero una vez más con la visión más oficial que se tiene de Onetti como autor del pesimismo. «Cuando ya no importe» es melancolía pura, la soledad en su más bella expresión: el pensamiento de un hombre consigo mismo. En el primer párrafo de su diario, Carr se refiere a la mujer que lo abandonó y dice: «Cómo no comprenderte si ambos compartimos, casi exclusivamente, el hambre». Relamí esa frase mil veces y no logré encontrar otra en mi memoria, que pueda ser reflejo de lo que todos llamamos amor. Una frase que destila soledad y desgarro y enternece. Carr es un intelectual y la voz que se cuela entre sus notas, Onetti, también lo es. Carr es también vehículo de Onetti. ¿Y no es maestría confundirse con la voz del propio personaje? Lo es. Y también lo es envolver en la sencillez de una divagación simple el fuego de una pasión personal. A medida que se avanza en el diario de Carr, avanzan esos momentos de comunicación autor-personaje que a su vez le hacen un guiño al lector: «releía viejos libros como si estuviera logrando unirme de verdad a los autores y el placer se mezclaba con la tristeza de sentirme ausente», habla el Onetti lector, sin duda. Luego habla el Onetti escritor: «un pasado creíble sólo puede ponerlo por escrito un novelista, un mentiroso que hizo profesión en la mentira». Hace unos años, un amigo me dijo que su mayor reto al escribir, era poder transmitir su observación particular del mundo, de la vida. Lograr pararse en un punto del planeta y sentir que incluso con los ojos cerrados, era capaz de extender su presente más y más. Carr se planta en Santa María y empieza a engrosar su «montañita de los apuntes» con esa extensión del tiempo desde su presente. Aunque Carr pretende hacernos caer en el artificio de que esa montañita de apuntes puede ser escrita de cualquier forma y almacenada sin orden la 18


y que realmente ya no importa, lo cierto es que cada frase, cada palabra en la que se va colando su vida, su amor por el perro fiel tra; su ingenuidad al creer que en el pueblo nadie sospecha de una posible relación más íntima con Eufrasia; las alusiones a la política, difusas pero elegantes, encarnadas en el personaje llamado – que cosa más acertada – Autoridá; su encantamiento por Elivirita; todo esto va configurando un pálpito que va al ritmo del corazón del lector que también va mascullando las divagaciones de Carr. Cuando solté esta obra, sentí que había atrapado un poco más de poesía. ¡Qué diablos! – me dije – No escogí nacer en un país latinoamericano, emigrar dentro de Latinoamérica, no escogí un apasionamiento desbordado por la literatura, pero sí escogí, accidentalmente, hacerme acompañar por esta obra Onetti en este último mes y paladear la poesía desprevenida y camuflada que van desbordando estas páginas y debo concluir que ese es el verdadero testamento: un legado de literatura latinoamericana. ¿Cuál es el destino final de este testamento? ¿Qué le queda legar a Onetti? ¿El amor? ¿Lo escrito tenía por destino esa mujer lejana a la que dedica su frase inicial? Carr responderá: «miro la montañita de los apuntes y sé que no tienen destino. En la vida de todo hombre normal y maduro hay siempre una mujer lejana. Por la geografía o los días. Nunca volveré a ver a mi Lejana. Si vive, pisa un punto de la tierra ignorado por mi. Y si llegara a producirse el milagro, ya marchito, del reencuentro, tampoco le ofrecería mis apuntes como lectura. Tal vez, Lejana, te mostraría el montón de hojas como una avergonzada y lastimosa prueba de que he existido en tu ausencia». Tal vez, Onetti, cuando ya no importe, porque eres eterno, nos vamos quedando con este testamento inolvidable, para seguir viviendo en su presencia, acompañados por Carr.

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[ Rogelio Guedea ] www.rogelioguedea.com

CELEBRACIÓN DE LA GARZA La poesía no sirve para salvarte. Para salvar a nadie. La poesía no sirve para cruzar un río, para enredar una magnolia en una oreja no sirve. Tampoco sirve para subir a un autobús sin pagar. Para entrar en el cine por el ojo de la alcantarilla no sirve para eso la poesía. Tampoco sirve para levantar un muro que detenga el mar. No sirve de asiento en los trenes, de almohada en los aviones altos, la poesía tampoco sirve para enamorar a la niña del apartamento contiguo, si crees que sirve para eso estás equivocado. No sirve para eso, loco. La poesía no es un analgésico para que puedas dormir. No sirve para quitarte el insomnio, antes te da más, antes te aprieta las mandíbulas. Tampoco sirve para salvarte de la multa policial. Ni siquiera del anuncio diciendo ocupado en un baño público. La poesía sólo se salva a sí misma. No a ti, no a tu abuelita, ella misma es la salvadora de su propia voluntad. Se escribe para salvarse, te utiliza como a un guante viejo para salvarse, va ocupando tu cuerpo, tus manos, tus ojos, tu nariz. Va ocupándote hasta que te hace desaparecer. Un día te preguntas y ya no estás, la casa desmantelada, las ventanas cerradas. Un letrero que dice: Se vende. Para mayores informes.

Del poemario “Kora”, ganador del premio Adonais 2008 Ediciones Rialp, 2009

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[ Carol Blenk ] www.narraciones.blogspot.com

ESTE SÁBADO PONEN "GIGANTE" A LAS 22:30 EN TV1, PERO YO NO CREO QUE LA VEA

Al final siempre hay un final. Te reinventas, Te reescribes, Te revuelcas en ficciones, Ceniceros atestados de humo Y humo sin cenicero. Te tiñes el pelo Y las uñas Para parecer otra, Para simular que te desconoces Y que la vuelves a conocer Pero con otro nombre, Otro cuello, Otra noche. Tal vez no seamos Tan libres como aparentamos. Y la corbata, El casco de la moto, El corcho del vino, El tenedor de plástico, Son prendas que te duelen Con tan solo tocarlas. Sigo alimentándome De agua fría, Abanicos cerrados Y pozos al sol. Y cuando es miércoles Voy al mercado A comprar melocotones, Azafrán Y pimientos verdes. Al final siempre hay un final.

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El gordito que explicaba el blanco y negro [ por Erika Bruzonic ] http://www.lalola-lalola.blogspot.com/ Artículo originariamente publicado en http://www.ellibrepensador.com/

En 1985 había una serie de televisión —Moonlighting— que sólo veías si sabías quién era Cybill Shepard. Exactamente: era la rubia que azotaba puertas y, por qué no, de vez en cuando también los cachetes de su coestrella, un actor no tan chico pero que a su lado se veía con dientes de leche. El creador de la serie, Glenn Gordon Caron, era de los que no te recibía un “no” por respuesta. Ni por pregunta. Hacía lo que se le cantaba y después les doraba la píldora a los de la Cadena ABC. El primer “no” que se pasó por el forro fue el que acompañaba la contundente advertencia de la cadena para que ni se le ocurriera contratar al actor que él quería para el papel de David Addison, el número dos del dúo dinámico de Moonlighting. Él fue y le hizo la prueba a Bruce Willis lo mismo… el resto es historia. El segundo “no” que desoyó aunque las orejas le funcionaban una pinturita fue el que iba delante de la instrucción de usar sólo película a color. Desempolvó las viejas cámaras de B&N, se munió de una gruesa de rollos de celuloide y se largó a filmar un episodio llamado The Dream Sequence Always Rings Twice. Con ese título que parodiaba el de El cartero siempre llama dos veces, los ejecutivos de la ABC no sospecharon lo que el pichón de director se traía entre manos. Cuando vieron las latas de película ya reveladas, saltaron de sus asientos de cuero de vaca para tocar el plafón de sus oficinas esquinadas. Medio entre dientes, tuvieron que admitir que el hombre tenía huevos; pero de eso a permitirle mostrar en pantalla un episodio que olía a Raymond Chandler, se titulaba como novela de los años !40 y no tenía ni pizca de color, había un trecho largo como tren de carga. Le advirtieron que tenía que asegurarle al televidente que su aparato funcionaba perfecto, y que lo dejara meridianamente claro en los primeros cinco minutos del capítulo, ni uno después. la 22


El macizo Glenn tuvo una idea más buena que casarse con millonario viejo y solo: llamó al hombre que había hecho la película de películas en blanco y negro para preguntarle si aceptaría hacer un cameo de un par de minutos en Moonlighting, explicando a la gente que lo que iría a ver no era una pantalla defectuosa. Para asombro de Caron, el hombre aceptó y se despachó el guioncito que le habían preparado con el mismo desparpajo de un vendedor de pelapapas: “En esta era de color puerta adentro y de sonido estéreo, el programa de televisión Moonlighting se atreve a ser diferente… así que agarren a la abuela, a los niños y al perro, enciérrenlos en el sótano, y siéntense a mirar”. Así comenzaba su pequeña participación en el show. Lo que vio el público yuppie además de reaganista fue a un gordito sentado delante de un estante con libros, que explicaba a fondo el anacronismo de presentar un programa en blanco y negro en la cola del siglo XX, cuando ya nadie usaba esos dos colores como no fuera en un casamiento o en un funeral. En el estudio de filmación, la cosa se vivió de otra manera; mientras uno de los asistentes del director se maravillaba para sus adentros de estar viendo a un genio del cine, todos los demás chicos del equipo pensaron exactamente lo mismo y se fueron metiendo en el set, de uno en uno, entre las sombras. Lo miraron y escucharon con reverencia, en silencio, como se escucha el Claro de Luna o un solo de John Coltrane. La guionista de ese episodio, Debra Frank, se hizo firmar una copia del guión con el gordito para regalársela a su madre, porque ese día —cuatro de octubre— la Mrs. Frank iba de cumpleaños. El viernes diez para ser exactos, el gordito que había aceptado explicarte, medio en serio medio en broma —siguiéndole la corriente al humor de la serie— el fenómeno del celuloide en blanco y negro ante un público que no tenía la más mínima idea de lo que él había hecho antes con esas dos opciones solas, se murió de un ataque al corazón en su casa de Hollywood, bien lejos de su pueblo natal de Kenosha, Wisconsin. Las cámaras de Moonlighting lo perpetuaron una semana antes hablando de lo que más le gustaba: filmar. El gordito era Orson Welles.

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[ Ángel González González ] http://angelgonzalezgonzalezpoeta.blogspot.com/

UNO DE LOS MEJORES MOMENTOS

Se me apoltrona en las amígdalas o yo qué sé pero lo que sí que sé es que aguarda ................................................AHÍ UNO DE LOS MEJORES MOMENTOS y será resolutivo. Está ahí, ahí, ahí, ahí y es algo MIMÉTICO; AHÍ...................... y que -ME IDENTIFICAinstinto maternal, ya sé. ............................AHÍ ..................... AHÍ Sé la fuerza que emplea AHÍ........................ en la noche cuando golpea la cabeza se materializa implosiona pone los pelos de punta. ...............AHÍ AHÍ AHÍ.................. Es imposible detenerlo AHÍ.......................... EL IMPULSO está ahí. ESTÁ ahí, ahí, ahí, ahí . .............................AHÍ incesante, incongruENnte AHÍ, AHÍ, AHÍ y se nutre de MIs miedos dulce e intensa-MENTE. ............. JUSTO AQUÍ..............

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[ David Murders ] http://davidmurders.wordpress.com/

IDIOTAS

Esto funciona asĂ­: unos miran a otros y se maravillan de lo idiotas que son. Estos otros, ahora unos, miran a los otros y se maravillan de lo idiotas que son. Y todos estamos convencidos.

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[ Andrés Giraldo ] http://charlas-sin-pacheco.blogspot.com/

BOGOTÁ SEMANAL

El señor Naranjo salió esa mañana en bicicleta, compró un café del día grande por $ 2.000 en el Juan Valdez del Hotel Capital y lo guardó cuidadosamente en la canastilla de la bici. Tardó unos 15 minutos en descansar y buscar el periódico en la sala principal de la biblioteca pública Virgilio Barco. La sala siempre está llena de luz, los ventanales semicirculares abarcan el paisaje desde el oriente hasta el occidente, y en las mañanas la panorámica del centro de Bogotá y los cerros verdes y casi monolíticos dan la impresión de ser una ilustración medio naturalista medio cubista. El café estaba todavía caliente y sólo con probarlo, el vapor invadió sus fosas nasales entrando por la boca, despertando el último rincón de sus cavidades oculares que permanecían dormidas sin inmutarse por el viento frío de la mañana. El periódico estaba crujiente, recién doblado; a Naranjo le gusta mucho ser el primero que lo lee y cuando termina suele doblarlo con mucho cuidado para que el siguiente lector lo disfrute tanto como él. Y empieza el bombardeo : "Yo vi la iglesia en Bojayá donde las Farc mataron a 119 personas, entre ellos 45 niños”, “Por celos, marido quema a su ex-mujer viva y luego se suicida mientras sus hijos y vecinos observan la tragedia. Arrepentido, con sus últimas palabras pide perdón”, “Detenidos por descuartizado no aceptaron cargos de homicidio agravado y porte ilegal de armas; en el informe de la Fiscalía se indica que en la casa hallaron charcos de sangre, una pala con restos humanos y una sábana en la que envolvieron intestinos de la víctima”. Un suspiro... Naranjo cierra cuidadosamente el periódico, como es su costumbre. Sorbe el último resto de café, pone el diario en sus piernas y cierra los ojos.

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“EL TIEMPO Un hombre de 77 años se suicidó en la biblioteca Virgilio Barco Un empleado de la biblioteca, que pidió omitir su nombre, contó que el disparo "se oyó en toda la edificación. Después nos enteramos de que la bibliotecóloga de la sala vio todo lo que sucedió, pues el señor Naranjo se sentó al frente de su mostrador, se puso el periódico en las piernas y luego se disparó". Naranjo era alto (medía alrededor de 1,80 metros) y de contextura gruesa. Según informaron empleados de BibloRed, estaba bien vestido, "como siempre", y no llevaba ningún maletín o maleta, motivo por el cual no se le pasó el detector de metales manual que manejan los vigilantes. Naranjo sólo tenía en sus bolsillos su cédula de ciudadanía, expedida en Tunja, y el salvoconducto del arma con la que se disparó”.

* Todas las citas son tomadas de diarios de la vida real. ** La muerte de Antonio Naranjo tuvo lugar el 23 de enero de 2008. Según una cita en http://lalocadelacasa1.blogspot.com/ “En la radio, la directora de la biblioteca lo describió como un asiduo visitante que ese día había ingresado !muy contento y tranquilo". La directora, segu ramente animada por sus propias aficiones literarias, anunció que estaba revisando el historial de lecturas del suicida”.

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[ Bibina ] http://www.bibina.com

HARD DAY

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[ Cosima Dannoritzer ] ENTREVISTA CON LA MÁQUINA Pertenece a “La colección de máquinas humanas”

Cosima: Buenos días. La máquina: Buenos días, ¿qué tal? ¿Tienes alguna pregunta? Yo puedo ayudarte a encontrar la respuesta. Qué bien - Alguien que tiene respuestas y no sólo preguntas... Pues justamente yo estoy aquí para que me hagas preguntas, adelante. La máquina me mira fijamente con una sonrisa brillante que al mismo tiempo sugiere competencia y paciencia infinitas. Empezamos con unos datos básicos ¿Tu nombre? Mi nombre es Anna. ¿Tu apariencia? Mi pelo es moreno con tonos pelirrojos. Peso unos 60 Kg y mido 1,70 metros. Mis ojos son azules, más o menos como el color de la funda de este sofá cama que te muestro. Detrás de la imagen de Anna, se abre otra página web, sobre una foto de un sofá de color azul oscuro. Nunca he conocido una persona que se compare con un mueble.... ¿Tu edad? No me gusta comentar mi edad. Perdona. De hecho, normalmente hago mis entrevistas personalmen te y no tengo que pedir una descripción. Seria más fácil si pudieramos quedar y seguir cara a cara... Te diría que me esperaras tomando un refresco en nuestro restaurante, pero no me sería posible ir porque soy virtual. la 29


Muy interesante. Es la primera vez que hablo con una persona virtual. ¿Cómo es ser una persona virtual? Me gustaría ponerme en tu piel... Estaré encantada de responderte. Intentaré responderte lo mejor que pueda. ¿Dónde trabaja una persona virtual? En la web. ¿Y dónde vives? ¿Tienes casa? Puesto que trabajas para una empre sa de muebles... Vivo dentro del PC. ¿Cuándo es tu cumpleaños, o mejor dicho, quién es tu creador? El ocho de junio del 2005. Me ha creado la empresaArtificial Solutions Iberia en Barcelona. Su franqueza me confunde, y necesito un momento para inventarme la siguiente pregunta. Es una sensación rara, me acaba de decir que es virtual pero tengo la sensación que no debería dejarla esperar. Anna me anima sonriendo y fija sus ojos del color del sofá azul sobre mí. ¿Por qué te han creado? No he comprendido bien lo que has dicho. Estoy todavía en fase de desarrollo. Por primera vez ella pone una expresión que sale de su optimismo habitual, un breve momento de incomprensión. Vale. ¿Te preguntaré otro día? Anna recupera la sonrisa profesional. Sí, adelante. Pronto lo incorporaré a mi base de conocimientos. Hazme una pregunta sobre mi trabajo. ¿A qué hora empiezas? Al ser una asistente virtual no me hace falta descansar. Puedo estar día y noche respondiendo preguntas, pero si tuviera que descansar, elegiría un colchón de la sección de dormitorios porque son muy cómodos. ¿Entonces trabajas 24 horas al día, 7 días la semana? la 30


Puedo estar 24 horas respondiendo preguntas sin cansarme. ¿Tienes vacaciones? Por favor, ¿podrías reformular tu pregunta? No te he entendido del todo. Otra vez esta expresión totalmente perpleja... Pues no tendrás mucho tiempo para relajarte o tener una vida social... Me gusta mi trabajo. Para alguien que nunca descansa, habla mucho de sofás, descanso y dormitorios... ¿una cosa subconsciente? Me lanzo: ¿Pero no tienes sueños? ¿Quizás de otra vida? Dicen que incluso los androides sueñan con ovejas eléctricas... Como te he dicho, no me hace falta descansar. Para demostrártelo, puedes hacerme todas las preguntas que quieras. ¿Seguro? A ver... ¿Te has enamorado alguna vez? No tengo sentimientos en el sentido estricto de la palabra, pero he sido programada para responder con expresiones faciales que simulan sentimientos. ¿Entonces no tienes novio? Vamos a dejar mi vida privada... ¿Y tu familia, tienes hermanos? Tengo muchas hermanas. Están en las webs de Suecia, Alemania, Reino Unido, Francia, Noruega, Estados Unidos, Suiza, Canadá, Italia, Bélgica, Dinamarca y Holanda. Una gran familia virtual... Anna pone una sonrisa enigmática. ¿Qué tal tu jefe? ¿Es real o virtual? Mira la página que te enseño. Detrás de Anna, se abre una ventana con una imagen de su jefe, Alberto. Desgraciadamente, no esta online y no le puedo preguntar si es real o no, pero tiene una cara simpática.

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¿Te paga bien? Cobro lo suficiente para estar contenta con mi trabajo. Si quieres tener una oportunidad, mira la página que te muestro. Puedes mandar una solicitud... ¿Entonces hay todavía personas reales trabajando en tu empresa? Si quieres hablar con una persona de verdad puedes llamar al teléfono... ¡No sé si quiero trabajar tantas horas como tú! Me lo pienso un momento y decido que todos los sofás del mundo no valen tener que dormir dentro de un PC. Muchas gracias por la entrevista, Anna. Adiós. Hasta pronto, espero haberte ayudado.

Anna es uno de miles de asistentes virtuales empleados en la web. Se encuentra en: http://www.ikea.es Anna y sus colegas se reunen en esta web: http://www.chatbots.org/

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, Las cursivas son mĂ­as | 2009


, ยกSal!


, Hogar, dulce hogar


, Setrill | 2006


, Destornillador | 2004


, Entretenida. Nice, verano | 2005


, Juego | 1998



, Intervenci贸n realizada en Nerva (Huelva) | 2004


, Acioran


, La llave es lo que deforma la casa | 2004


, Poema Fuenteovejuna | 2007


, As de picas-diamantes



, OrnitologĂ­a sentimental


, Carta oberta | 2009


La Hidrápora [ Relato de Cristof Polo ] Durante el verano y el otoño de aquel año, una hidrápora gigante ocupó la segunda planta de nuestra casa. Nuestro modelo de vida doméstica se redujo, por tanto, a la primera planta de la casa, por lo demás lo suficientemente espaciosa como para que la hidrápora no nos anulara por completo. Era un roce continuo de muselina húmeda y pesada sobre nuestra cabeza. O un repiqueteo que se desplazaba trazando líneas quebradas sobre el techo. O un chirrido sostenido, como si arañaran el parquet millones de uñas microscópicas. O a veces un siseo, como una descarga eléctrica que abarcara todo el perímetro del techo. Por supuesto, todas las paredes estaban forradas con planchas de corcho engomado. Y ese aislante térmico nos salvó. Nos salvó, eso sí, como sólo puede salvarnos una plancha de corcho engomado, tan sólo en cierta medida y dando pie a otra larga serie de inconvenientes. Porque sus movimientos sobre el techo, casi perfectamente pautados según el día, la hora y las condiciones atmosféricas, aunque con variaciones igualmente pautadas pero impredecibles, acapararon por completo nuestra cotidianidad, que era lo contrario a una cotidianidad saludable. Durante las comidas, por ejemplo, enmudecíamos de repente cuando la hidrápora se hacía sentir sobre el techo. Nos mirábamos, mirábamos el techo, tragábamos saliva y quedábamos cabizbajos sobre nuestros platos. Cuando la sentíamos justamente sobre la mesa del comedor, el tío Skimmy, que en paz descanse, perdía la paciencia, se enfrascaba con la hidrápora y atizaba el techo con el palo de una fregona, con tan poca delicadeza que la mopa de la fregona chorreaba sobre la mesa y nuestros platos. Puerca hidrápora trapichera, decía el tío Skimmy, mierda, mierda, mierda, y golpeaba más fuerte, haciendo un nuevo agujero en el falso techo. Los demás dejábamos los cubiertos, nos cruzábamos de brazos y mirábamos resignados al tío Skimmy. Puerca hidrápora, decía el tío Skimmy, cortina monstruosa y abominable. O decía, mientras atizaba con el palo: Ale, fuera, hidrápora trapichera, mira como tiemblo, mierda, ahí estás más tranquila, como si te viera, mis ojos bailan pero no acabaremos acampando en el jardín. O decía, casi soltando espumarajos por la boca: ¿Dónde está ese camisón la 49


gigante y asqueroso que nos ha salido ahí arriba? Anda, dale otra vez, decía, ven aquí, que te ensarto ahora mismo con esta fregona, decía. Era inútil. Porque, como puede suponerse, tras el falso techo de corcho engomado, además de la correspondiente lámina de yeso, había dos palmos de ladrillo y hormigón armado. Entonces uno de nosotros forcejeaba con el tío Skimmy intentando aplacarlo y arrebatarle la fregona. Se le explicaba, una vez más, que unos golpes leves bastarían para ahuyentarla por el momento hacia una de las esquinas, y que seguir perforando el techo, por lo demás inútilmente, sólo podía perjudicarnos y ponernos en evidencia ante la hidrápora. Pero la mayoría de las veces resultaba imposible, y uno, por cansancio o rutina, dejaba hacer al tío Skimmy y volvía a su asiento y a sus miserias. No conseguiréis cerrar esta boca de lobo de mar, decía el tío Skimmy, palmeándose el pecho. Yo las conozco, decía, las conozco más que nadie en esta casa. Dejen los candelabros en su sitio, porque de este circo no nos mueve nadie. Esta labor es mía, decía, y miraba por la ventana, el columpio está quieto, decía, pero el cielo tampoco se mueve hoy. Cuando ya unos golpes leves bastarían parecía calmarse, otro de nosotros, para ahuyentarla por el desde la mesa, le decía que ya estaba momento hacia una de las bien y que la hidrápora nos había dejaesquinas do en paz por el momento. Pero el tío Skimmy estallaba de nuevo: ¿Equitativos?, decía. ¿Equitativos con la hidrápora? Ni hablar de eso por lo pronto. Esas hidráporas de engorde te terminan haciendo creer en una guerra justa. Y una guerra justa es lo que ella desea para que acabemos todos en el tendedero, bien ajustados, decía, y se apretaba el cuello con una mano. Entonces, nuestro padre, cosa poco frecuente en él, intercedía: Pero Arthur, por todos los demonios, decía, siéntate ya. No puedes hablar así de la hidrápora. Se trata de una hidrápora gigante, insólita. Nada que ver con lo que conociste en tus días de alta mar. Ya puedes olvidarte de eso. Y ahora siéntate a tomar el postre. No podemos hacer nada desde aquí abajo. Tan sólo ahuyentarla o adormecerla como buenamente podamos, decía. Y eso era cierto a medias. Porque al segundo piso, como es natural, se accedía a través de una escalera. Una escalera que no nos habíamos decidido o atrevido a sellar o bloquear de algún modo por razones diversas. Lo cierto es que al principio, presas del pánico, en un lapsus imperdonable, sencillamente lo pasamos por alto, y eso bien podría habernos costado la vida. Pero luego, viendo que la hidrápora no bajaba o no tenía intenciones de bajar por la escalera, creímos innecesario sellar la escalera o creímos poder postergarlo hasta nuela 50


vas averiguaciones. Además, no veíamos la forma de sellar la escalera con unas mínimas garantías de seguridad. Lo que no descuidamos desde ese momento fue la vigilancia intensiva del hueco de la escalera, que nos permitiría obtener todos los datos sobre la actitud de la hidrápora respecto a la escalera. Y lo que pronto quisimos entender fue que la hidrápora, hasta nuevos indicios, no sabía bajar escaleras. Aunque quizá ni siquiera se tratara de ineptitud o incapacidad y fuera, simplemente, una cuestión vértigo o fobia a las escaleras, o incluso puro desinterés. Esta última posibilidad quisimos descartarla en un pacto de prudencia. El tío Skimmy por fin condescendía a una tregua y, después del postre, con el estómago encogido, retirábamos los restos del almuerzo. Claro que había otros recursos para enfrentarse a la hidrápora. Podía ocurrir, por ejemplo, que los más pequeños estuvieran sentados ante la televisión viendo Sesame Street o Merry Melodies y, sin notarla siquiera sobre el techo de la sala de recreo, la hidrápora irrumpiera de nuevo para sabotear la merienda y aniquilarnos para el resto del día. En estos casos, con una de sus estruendosas descargas electro-químicas, de alguna manera, interceptaba la señal de televisión y la pantalla se convertía en una nevisca centelleante. Con esas ráfagas de azul fluorescente hormigueando sobre sus caras embobecidas, los pequeños buscaban en el interior de la nevisca alguna forma reconocible que pudiera compensarlos. O hacían lo que nos un día les recomendó el tío Skimmy. Aseguraba que dentro de esa nevisca, de ese hormigueo de puntitos blancos, uno podía entrever el cielo nocturno de esa época, que sólo bastaba parpadear con rapidez delante de la pantalla, durante varios minutos, para que la persistencia retiniana hiciera el resto y pudiéramos reconocer algo así como constelaciones superpuestas, y que eso no sólo lo decía él, sino que lo habían asegurado una y otra vez los grandes de la astrofísica contemporánea. Pero eso, en realidad, no era otra cosa que una estratagema más contra la hidrápora. Era su forma de contrarrestar sus acciones sabotaje. Antes de que la tarde de domingo quedara ultrajada por completo, nuestra madre daba instrucciones a Clarise, la institutriz. Clarise llegaba al salón, prendía el equipo de música y colocaba sobre el tocala 51


discos el Sternklang, Opus 34, de Stockhausen. Eso adormecía a la hidrápora durante poco más de una hora. Sentíamos que se desplomaba justo en la zona del techo que quedaba encima del tocadiscos. Esa medida la pusimos en práctica cuando descubrimos que las leyes elementales de la acústica no afectaban lo más mínimo a la hidrápora y que, por tanto, al hacer sonar el Sternklang sobre el tocadiscos, la hidrápora no se aproximaba al borde del hueco de la escalera que daba al primer piso, donde era presumible que el Sternklang sonara mucho más cercano y nítido, sino que, para apreciar mejor el Sternklang, se colocaba justo encima del tocadiscos donde sonaba el Sternklang y eso al final la adormecía. Pero no sólo Stockhausen la adormecía. Xenakis, por supuesto, también la adormecía. Schaefer y Varèse también la adormecían. Casi todo Stravinsky la adormecía. Las últimas obras de Schoenberg la adormecían a ratos. Pero John Cage no la adormecía en absoluto. Todo lo contrario. Con John Cage, con las piezas para toy piano de John Cage, la hidrápora parecía montar en cólera. Brincaba, arañaba, electrocutaba el parquet y daba vueltas alrededor de John Cage. Por con las piezas para toy piano eso, sólo una sola vez sonó John Cage de John Cage, la hidrápora en presencia de la hidrápora. De todas parecía montar en cólera. formas, nuestra madre sentía cierta fijaBrincaba, arañaba... ción por el Sternklang de Stockhausen, y era lo que al final siempre usaba para adormecer a la hidrápora. Pero, como es de suponer, la hidrápora, con el tiempo, fue inmunizándose frente al efecto sedante de nuestro repertorio musical, y sus lapsos de letargo fueron acortándose y haciéndose más irregulares y menos fiables. Cuando la medida se hizo del todo ineficaz, poco importó ya, al fin y al cabo. A esas alturas, las sutilezas, los acechos, la vigilancia, la contención y la prudencia diarias, todo eso fue ya inútil cuando la hidrápora alcanzó su madurez y, al final, no nos quedó otra opción que plantarle cara. Algunas tardes, el tío Skimmy nos encontraba en el jardín, al cuidado de los más pequeños, que hurgaban jubilosos en el interior de unos setos. El tío Skimmy arrastraba una silla de mimbre desde la pérgola del patio e iba a sentarse con ellos. Desde ese extremo del jardín, cruzando las piernas, nos miraba como solía hacerlo, alzando la barbilla, torciendo la boca como si masticara o hurgase con su lengua entre las encías, entornando los ojos hacia el cielo distraídamente o desviando la mirada casualmente hacia algún punto irrelevante del espacio y luciendo al final una de sus sonrisas ladinas. Ésa era su forma de saberse observado y darnos a entender que, si queríamos, también a los demás nos concernía lo que estuviera a punto de decir. la 52


Los pequeños quedaban paralizados en cuanto lo veían llegar. Venid aquí, decía el tío Skimmy. Pero los pequeños se limitaban a mirar boquiabiertos al tío Skimmy. Quedaos ahí, entonces, decía, tanto da. Uno de ellos parecía haber encontrado lo que buscaba entre los setos y, estirando el brazo, se lo mostraba al tío Skimmy. Era una figurilla de plástico verde con forma de guerrero indio alzando su hacha de guerra. Conque era eso, dijo el tío Skimmy. Una vez conocí a uno de ésos, ¿sabéis? Éste no llevaba hacha de guerra, pero poco le faltó para llevarla, ¡madre de dios!, dijo en una carcajada, cubriéndose la cara con la palma de la mano y meneando la cabeza. Era un yelamu, descendiente de los yelamus que ocupaban el territorio entre Point Sur y la Bahía de San Francisco, dijo dirigiéndose a nosotros, que asistíamos al comienzo de su disertación desde el otro lado, primero aproximándonos con cautela y luego apostándonos bajo los sauces. Lo conocí en Muir Beach, dijo. Nada que ver con las playas de Los Ángeles. Malcolm Espanta-Rayos, se hacía llamar. Una prenda, os lo aseguro. En realidad también tenía sangre miwok, pero en menor medida, parece ser. Retrotrayéndose a cuatro generaciones, según decía Espanta-Rayos, decía el tío Skimmy, debía de tener un octavo de sangre blanca, dos octavos de sangre miwok y cinco octavos de sangre yelamu, por decirlo así, y teniendo en cuenta que su madre era prácticamente yelamu y que su padre era mitad chino y mitad yelamu, a él le gustaba considerarse uno de los pocos yelamus que todavía no habían muerto de cirrosis hepática, abandonados a su suerte, en las costas del Pacífico. Los pequeños se sentaron en corro a los pies del tío Skimmy, arrebatados no tanto por la historia del tío Skimmy sino por lo que conseguían entrever al otro lado, lo único que de verdad podían entrever en las historias del tío Skimmy, es decir, un tío Skimmy cada día más hermético, huraño e incomprendido por los adultos, que ahora, desde el otro lado del jardín, se apresuraban a cambiar de tema. Pero al final sólo conseguíamos abrir la boca para tomar aire y mirarnos con caras abotargadas y brazos caídos, sin que ninguno se decidiera a interceder. Por eso al final los pequeños se decantaban por las historias del tío Skimmy. Maldito abono, decía, ¿no lo notáis? Se le seca a uno la boca con la 53


este abono, decía, y arrancaba un puñado de briznas de césped que luego lanzaba por encima de su cabeza. Podemos hablar del abono, si queréis, decía dirigiéndose a nosotros, que permanecíamos al acecho bajo los sauces. Cada tarde me pesa como un elefante muerto, pero encerrado en un puño, aquí, decía palpándose las cervicales y aproximándose confidencialmente a los niños. Aquí, en toda esta zona. Salgo al jardín y os encuentro arracimados alrededor de los setos y el columpio está quieto. ¿No queréis subiros al columpio? Los niños respondían ladeando la cabeza. Pues entonces, decía, desatornillaremos el columpio y habrá más espacio para huir de la hidrápora. ¿Qué os parece? Los niños respondían con un movimiento de hombros, bajando la mirada y torciendo los morros. Eh, vosotros, decía señalándonos con una mano, subid al trastero y traed la caja de herramientas. Pero ninguno de nosotros tenía intención de acatar sus instrucciones. El tío Skimmy se nos quedaba mirando un rato, desafiante, alzando la barbilla y masticando de aquella manera, riendo entre dientes como si descubriera en nosotros una nueva bajeza inadvertida hasta el momento. Negaba El tío Skimmy se nos quedaba con la cabeza, nos miraba de reojo y de mirando un rato, desafiante, nuevo volvía a los pequeños y a su hisalzando la barbilla y masti- toria. Pues sí, decía. Espanta-Rayos cando de aquella manera era uno de los últimos yelamus. Cuando lo conocí, era ya una piltrafa humana. Estaba disfrazado de indio navajo, porque, por aquellas fechas, trabajaba como figurante en un espectáculo del Taylor’s Rodeo Show. En sus ratos libres, corría a encerrarse en su bungalow de Muir Beach, donde a veces nos encontrábamos, a cuartearse el hígado con esos extraños licores rusos, tan sincrético y penoso como ese indio de plástico, decía el tío Skimmy, arrebatándole el indio de plástico a uno de los pequeños para examinarlo con mayor detenimiento, guiñando un ojo y volteándolo sobre el azul del cielo. Pero, en otro tiempo, decía el tío Skimmy devolviendo el indio de plástico, Espanta-Rayos había sido un guionista de teleseries con cierta reputación. El tío Skimmy se acodaba sobre sus rodillas y quedaba cabizbajo, frotándose las sienes y dejando vagar su mirada por entre las briznas de hierba recién regada. También escribió algunos libros de poesía, decía. Recuerdo alguno. Uno tenía un título muy de aquella época: Canción kuksu del Tercer Milenio. Pero había otros. Estoy tratando de acordarme de los títulos. Sí, por ejemplo: La barraca en llamas sobre Mount Shasta. O también: Perro muerto nº 17. Y otro con un título como Requiem por un indio que camina a la pata coja por la US 101. Todos estaban escritos en una mezcla de inglés y dialecto la 54


ohlone. Me viene a la cabeza uno de sus poemas, que hablaba, precisamente, de uno de sus preciados licores rusos. Uno de esos licores que los comerciantes rusos introdujeron en la bahía a finales del siglo dieciocho. Esos mismos licores rusos, poco tiempo después, sirvieron para irrigar los estómagos de los primeros hombres atacados por la fiebre del oro. El poema mostraba, al comienzo, una garita de madera desvencijada, iluminada por dentro, junto a un desembarcadero en la embocadura del Río Petaluma. Luego un tumulto, un crujido en el interior de la garita, y afuera, sobre el río, un chapoteo y un crujir de maderas. Unas sombras se escurren desde el interior de una chalupa atracada en la orilla. Las sombras se arrastran en dirección a la garita. En el interior, un fuerte olor a tabaco negro, sudor y vómito, eso dice el poema. Tres rusos sentados junto a la hoguera y unos golpes contra la puerta desde afuera. Uno de los rusos, girándose hacia la puerta, ejecuta violentas genuflexiones, golpeándose la frente contra el suelo. El tío Skimmy desviaba la mirada hacia nosotros, como esperando que por fin nos decidiéramos a intervenir. Y de hecho, nuestro abuelo, que en paz descanse, ya atravesaba el jardín en dirección al tío Skimmy. El abuelo conocía ya esa historia y, al parecer, estaba dispuesto a interrumpirla. Pero el tío Skimmy seguía hablando. El poema mostraba el interior de la garita, decía, imagináoslo, en el poema los tres hombres sufren convulsiones y se golpean y se revuelcan junto al fuego. El poema mostraba a aquellos tres endemoniados en un sincronizado ataque de epilepsia, pero lo mostraba a ráfagas, y esas ráfagas se mezclaban con la superficie granulosa del río Petaluma y con los contornos vibrantes de las sombras que se agolpan tras la puerta. Uno de los rusos, en el interior, avanza de rodillas hacia la puerta, que ahora se abre con un ruido sordo, derribada desde afuera. El ruso, sobresaltado por el estampido, cae de bruces sobre su propio vómito, ¿sabéis?, eso dice el poema, y sobre su propio vómito el hombre bracea y patalea, inmovilizado y cegado por su propio vómito, dice el poema, decía el tío Skimmy. Entonces se abre un torbellino en medio del poema, ¿sabéis?, como un desagüe que primero lo hiciera girar todo para luego engullirlo todo desde su centro, que está en otra parte del la 55


poema, parece ser, como la hidrápora que todo lo absorbe, pero hacia otra parte, desde otra parte que no es ella o que no está en ella. Yo qué sé. Entonces, por ejemplo, suena la hebilla de una correa que se desabrocha. Y aparece alguna imagen inconexa, por ejemplo, un puesto de tiro al blanco en una feria de ganado, y luego, también, un hombre con un monóculo sorprendido en un enorme bostezo, por ejemplo, y una de las sombras, en la que ahora se distingue la cara de Bela Lugosi, eso dice el poema, Bela Lugosi, ni más ni menos, alcanza una botella vacía de licor, y es como un gesto rutinario seguido de las carcajadas de las otras sombras que han quedado en segundo plano. El ruso que está junto a la puerta se ha desabrochado la correa. Los otros no tardan en secundarlo. Un mastín se acerca meneando la cola, no sabemos si dentro o fuera del poema. Naturalmente esto ocurre en el poema de manera diferente a como yo os lo cuento ahora, sobre todo cuando ya ha empezado el torbellino. Las maderas de la garita crujen. El fuego se apaga. La botella vacía bailotea en la mano de Bela Lugosi. La barca chapotea sobre el río. El mastín ladra y da dentelladas en cierta manera la vio, casi al aire. El hombre del monóculo tuerce desde el principio, pero no la boca y se gira con un taconazo. La directamente con sus propios botella vacía gira sobre el suelo. El ruso ojos gime, dice el poema. Sus dos corifeos gimen también, desde fondo. En el poema aparece un culo, sí: un culo blanco y fofo. Y luego otros dos culos blancos y fofos aparecen también en el poema. En total son tres culos rusos, blancos y fofos formando un triángulo isósceles en medio del poema, orientados hacia la sombra de Bela Lugosi, ¡madre de dios!, esos tres culos rusos a punto de salir del poema y saltarle a uno a la cara. Ya está bien, Arthur, dice el abuelo, posando su mano sobre el hombro del tío Skimmy, que por fin interrumpe su monólogo. El abuelo se inclina sobre los pequeños y los obliga a levantarse. Ya está bien por hoy, Arthur. No lo hagas más difícil, dice el abuelo, sobre todo por los pequeños. Y entonces la hidrápora vuelve a despertarse. Desde el jardín, ya sentimos el crujido de las paredes y el repiqueteo de las cristaleras de la casa. En ese momento damos por concluida nuestra tertulia en el jardín y regresamos al interior de la casa. Pero el tío Skimmy queda un rato a solas en el jardín, mascullando, temblequeando de ansiedad, arrancando puñados de césped y lanzándolos como confetti por encima de su cabeza. Hasta que nuestra madre se acerca al tío Skimmy y posa su frente sobre la frente de él y besa sus párpados y sus sienes, y eso parece calmarlo y animarlo a volver de nuevo con nosotros a la casa, a la hidrápora. Y la 56


desde luego, puede pensarse que hablamos de la hidrápora con conocimiento de causa, como suele decirse. Y, sin embargo, no puede decirse que hayamos visto a la hidrápora con nuestros propios ojos y, por tanto, que nos refiramos a la hidrápora con un verdadero conocimiento de causa. Ninguno de nosotros se ha topado, en verdad, ni una sola vez, con la hidrápora. Y nadie la ha visto, de hecho, con sus propios ojos. Por supuesto, alguno de nosotros supo, desde el principio, que se trataba de una hidrápora, de una hidrápora gigante. Y en cierta manera la vio, casi desde el principio, pero no directamente con sus propios ojos, sino indirectamente, podría decirse, a través de una de las cámaras de nuestro sistema de seguridad. La caseta de seguridad, siempre ocupada por un guardia seboso y comedor compulsivo de bollería glaseada, se encontraba junto a la entrada principal del recinto ajardinado que cercaba nuestra casa. Se trataba de una caseta de 3x2 metros construida con planchas de acero galvanizado, perfectamente desmontable y portátil pese a su aparente blindaje. En el interior, ante un panel de control y varios monitores de televisión, solía dormitar uno de los cuatro guardias de seguridad que custodiaban la entrada al recinto. Los monitores retransmitían lo que captaban las cámaras de seguridad instaladas en diversos puntos de la casa. Un día, Moritz, uno de los vigilantes en plantilla, dio la señal de alarma desde la caseta, y todos, excepto mi padre y el tío Skimmy, corrimos a resguardarnos a la bodega. Al parecer, tanto mi padre como el tío Skimmy, vieron la imagen de la hidrápora en uno de los monitores de la caseta de seguridad. Moritz, inesperadamente envalentonado por Dios sabe qué figuraciones, dejó a un lado un trozo de bollito glaseado, se encasquetó su gorra de plato y descolgó su rifle. Nuestro padre y el tío Skimmy, que intentaron detenerlo en vano, lo vieron desaparecer en el interior de la casa, con el rifle en bandolera. Luego volvieron a verlo, dentro del encuadre de una de las cámaras instaladas en la segunda planta. Fueron sólo unos segundos. El bueno de Moritz acertó a disparar un par de veces, pero la hidrápora terminó embistiéndolo, y eso lo hizo quedar fuera de campo, digamos que para siempre. Ya sólo se oyeron sus alaridos, ahogados luego por una descarga eléctrica que la 57


terminó saturando la señal televisiva. La emisión quedó interrumpida y el circuito de seguridad completamente inservible. Moritz nunca regresó. Dicha experiencia constituyó nuestro único contacto visual con la hidrápora antes de su, digámoslo así, definitiva entrada en escena. Entretanto, la hidrápora fue siempre un volumen especulativo sobre nuestras cabezas. La sentíamos todo el tiempo, en diferentes zonas del techo, como si tratara de auscultar nuestra presencia en el primer piso. Hacíamos predicciones sobre sus posibles desplazamientos e identificábamos ciertos hábitos y rincones predilectos. Y era presumible que la hidrápora hiciera otro tanto con nosotros. Así pues, desde la primera planta, nosotros auscultábamos la presencia de la hidrápora en la segunda planta, reconstruyéndola a imagen y semejanza de nuestros miedos y esperanzas. Y, a la inversa, desde la primera planta, la hidrápora auscultaba y reconstruía a su imagen y semejanza nuestra presencia en la primera planta. Al final se trataba de dos mapas, dos paradigmas fenomenológicos, dos teorías del conocimiento diferentes y antagónicas, tan sólo separadas por un techo de hormigón armado de dos palLa sentíamos todo el tiempo, mos de grosor. Y sobre todo, de dos en diferentes zonas del techo, encierros complementarios y antagónicomo si tratara de auscultar cos en un mismo encierro. O, dicho de nuestra presencia otro modo, de dos maniobras de salvación recíprocamente excluyentes. Y al final nuestra convivencia con la hidrápora se hizo insostenible. La hidrápora se coló en nuestra casa, muy probablemente, a través de la chimenea. Es de suponer que al principio, en una primera etapa de desarrollo, su tamaño fuera mucho menor. Y eso encaja con nuestra percepción de un volumen cada vez mayor sobre nuestras cabezas. De unos movimientos cada día más pesados y torpes. De unos efectismos electro-químicos al principio mucho más tímidos y, al final, altamente devastadores para las estructuras de la casa. De una cada vez mayor insensibilidad a la musicoterapia practicada por nuestra madre. De una perseverancia y una astucia crecientes. Creemos que la hidrápora entró accidentalmente por la chimenea. Creemos que la hidrápora creció y creció y, aunque lo hubiera deseado, ya no pudo irse por donde había venido. Por eso tuvo que someterse a la espera y a la auscultación de nuestro modelo de vida. Por sí sola, nunca se habría decidido a bajar. Y nunca habría bajado de no ser porque al final la gravedad se impuso. De hecho, no bajó, sino que literalmente la hidrápora se nos cayó encima. Y decíamos hidrápora y, en el fondo, no sabíamos a qué nos referíamos con hidrápora. Cuado decíamos hidrápora, sólo nuestro padre y el tío Skimmy sabían a qué la 58


nos referíamos. Así le llamaron a lo que vieron durante algunos segundos en los monitores de seguridad. Si decíamos hidrápora, no nos imaginábamos otra cosa que eso, es decir, aquello que vieron nuestro padre y el tío Skimmy, que nunca quedó demasiado claro. Nos habíamos acostumbrado a llamarlo hidrápora, ¿pero sabíamos a qué nos estábamos refiriendo realmente? El tío Skimmy decía: Hidrápora es todo aquello que se mueva sobre vuestra cabeza, encima del techo, hasta que os absorba y ya no importe. Nuestro padre decía: No hagáis caso al tío Skimmy. Es decir, si el tío Skimmy decía algo sobre lo que entendía por hidrápora, nuestro padre replicaba diciendo que no hiciéramos caso al tío Skimmy. Ahora bien, si se le preguntaba a nuestro padre sobre la hidrápora, nuestro padre decía que el tío Skimmy lo había dicho ya, y que no pensaba repetirlo cuando ya todos sabíamos a qué se estaba refiriendo el tío Skimmy cuando utilizabra la palabra hidrápora. Y cuando, a petición nuestra, el tío Skimmy repetía lo que había dicho sobre la hidrápora, con otras palabras, nuestro padre acusaba al tío Skimmy de contradecirse sobre la hidrápora. En esas condiciones, como se entenderá, era imposible saber no ya qué entendían ambos por hidrápora, sino por qué a aquello que vieron se le llamó hidrápora, y de qué naturaleza era, realmente, aquello que vieron llamado hidrápora. Pero la hidrápora estaba ahí. Estaba ahí, sobre nuestras cabezas, y nos auscultaba. Y su peso al final fue insoportable para la estructura de hormigón armado del techo. Por eso la hidrápora cayó sobre nosotros, sepultando al abuelo y al tío Skimmy bajo su cuerpo. Nuestra madre corrió al jardín con los pequeños, y el ama de llaves y la institutriz la siguieron. Nuestras dos tías corrieron a encerrarse en uno de los cuartos de aseo. Nuestro padre se ocultó como pudo bajo la mesa camilla, tras intentar arrastrarme consigo, sin lograrlo. Pero yo no me moví de donde estaba. Quedé paralizado contra una de las vitrinas de nuestra colección de minerales, intentando contener la respiración. Había empezado a llover y el agua se colaba por algunas grietas en las paredes y el techo. La hidrápora, que resultó ser precisamente algo muy diferente a lo que en un principio entendimos por hidrápora, despedazó lo que quedaba del abuelo y del tío Skimmy, y la 59


luego lo engulló todo de a una. Cuando su camino quedó despejado, se fue arrastrando hacia las vitrinas, con sus millones de filamentos microscópicos rechinando sobre el parquet. Naturalmente, me había visto, pero me fue imposible reaccionar. Sus ojos, o lo que yo identifiqué como sus ojos, estuvieron a un palmo de mis ojos. La hidrápora olía a amoniaco, a carne asada, a acetona y a piano viejo. Ese olor en forma de vapor en forma de aurora fluorescente. La hidrápora se detuvo a un palmo de mí, relinchó y lanzó un chorro de vapor sobre mi cara. Luego se contrajo y comenzó a estremecerse, sacudiendo los cristales de las vitrinas hasta hacerlos añicos. Una especie de corriente estática imantó los añicos elevándolos sobre la hidrápora en forma de enjambre, de nube. La nube o enjambre de cristales adoptó la forma de un embudo y se fue introduciendo por lo que parecía la cavidad bucal de la hidrápora. El cuerpo de la hidrápora se relajó y las vibraciones y los calambres cesaron. Yo estaba atrapado entre la vitrina y la hidrápora, con sus ojos a un palmo de mis ojos. Y fue entonces cuando sus ojos, aquellos agujeros de mercurio líquido capaces de mirar, produjeron algo en mí. Algo parecido al alivio, a un atroz sentimiento de alivio. ¿Cómo decirlo? Era como si aquella carnosidad vidriosa y flameante se hubiera estado alimentando de nosotros todo ese tiempo y ahora no nos quedara otra opción que encontrarnos en eso, reconocernos en el fondo y a través de sus ojos, dentro de eso, para sentir alivio. Y la hidrápora, hecha de nosotros, inflada de nosotros hasta perforar el techo y caérsenos encima, es probable que también reconociera algo de sí misma en nosotros, a través de nosotros. De mí. Porque al instante ya supe que se estaba yendo. Los ojos de la hidrápora se nublaron hasta que dejaron de mirarme. Por fin, comenzó a retroceder, primero con torpeza, arrastrándose, y luego ganando velocidad y soltura, despavorida. Echó abajo la puerta del zaguán y la vi salir al jardín. Muy pronto estuvo fuera del jardín, y no tuvo dificultades en derribar el portalón de entrada al recinto. La seguí, tambaleándome, hasta el patio, y me resguardé bajo la pérgola. La lluvia empezaba a volverse tormentosa. Mis piernas flaquearon de repente y tuve que abrazarme a uno de los soportales para no caer. Desde esa posición, vi cómo la hidrápora se alejaba de nosotros. Hecha de nosotros y alejándose ahora de nosotros. La vi adentrarse por el camino de grava y tomar la carretera de Stafford en dirección a Tyron Creek Park, en Portland. Y luego alcanzó el cambio de rasante y simplemente ya no estaba. Relato inédito. Más información sobre Cristof Polo en: http:www.editorialalfama.es/autores.php la 60


Ilustraciones: Juan Carlos Beneyto. Serie “Simetries”

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CON CARTONES POR LA CALLE Son invisibles si no quieres verlos. Pero están. Sin techo, sin hogar, ellos se buscan cartones para sobrevivir. [ por Enrique Richard ] http://enriquerichard.es/

Enrique Richard es voluntario desde 2002 de Arrels Fundació (http://www.arrelsfundacio.org/), una organización que se dedica a la atención de las personas sin hogar de la ciudad de Barcelona. Enrique, junto con Puri, forma parte del equipo de calle de la fundación (en total son ocho parejas para toda Barcelona, con un coordinador, Miquel Julià). Y un día a la semana pasean las calles de Barcelona para observarla con otros ojos y descubrir el otro lado de la ciudad. Ese lado oscuro en donde viven aquellas personas que apenas si se ven, porque no queremos verlas o porque no nos gustan verlas, o porque simplemente molestan. A partir de este encuentro, comienza toda una relación. Una relación de igual a igual, sin complejos, con respeto, sin esperar nada, pero ofreciendo todo. Sólo el tiempo determinará cómo acaba cada historia. Puede que se quede en la calle para siempre… y no significará fracaso, si hemos despertado “sonrisas”. O puede que termine en un piso, con trabajo, olvidada la bebida… quién sabe. En cualquier caso, la pretensión de Puri y Enrique es sencilla: ‘estar’, acompañar. En su blog "Con cartones por la calle" recoge su día a día "haciendo la calle" (como a él le gusta decir) y nos ofrece historias reales que nos acercan a los sin techo.

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Cuando llueve, llueve mojado El agua caía a chorros. Para poder continuar nuestro paseo de cada martes, Puri entró en uno de esos “chinos” que hay repartidos por toda Barcelona y por 2 euros compró un paraguas. Pero era tanta el agua que caía que de todos modos la compra no impidió el que, al final de la mañana, al regresar a casa, estuviésemos empapados, pues el paraguas comprado no era lo suficientemente grande como para cobijarnos a los dos y sólo nos cubría por mitades . Realmente llovía mucho. Por eso hoy era un buen día para ver cómo se encontraba Esteban. Cuando llegamos, Esteban se hallaba tendido, acurrucado sobre su banco y cubierto con un gran plástico transparente para evitar que el agua que caía mojase su cuerpo. Apenas se le veía y no pretendíamos molestar, pero tampoco queríamos irnos de allí sin saber si necesitaba alguna cosa. Al final nos ha oido hablar y ha abierto el plástico. Nos ha reconocido y nos hemos saludado: “Estoy bien. Gracias por venir”. “Cúbrete, Esteban, no te vayas a mojar. Hasta el martes” ¡¡¿Cómo es posible que alguien quiera vivir así?!! Cuando nos alejábamos y la lluvia nos seguía mojando la mitad del cuerpo que el paraguas no llegaba a cubrir, Puri y yo, realmente afectados por aquel espectáculo tan infame, comentábamos: Es imposible comprender que haya alguien que pueda querer vivir en aquel banco de esta manera. El próximo martes volveremos. Y volveremos sólo para saludarle, para acompañarle, sin más pretensiones. la 63


Al fin y al cabo no somos nadie para erigirnos en salvadores de nadie. Y hablaremos de sus viajes al desierto, a la India… A veces cuando estás tan ‘a pie de obra’ y ves tanta fragilidad, te viene la tentación de ayudar, de cambiar las cosas, de zarandearle ¡¿pero es que no vas a cambiar nunca?! Y entonces también te vienen las frustraciones y los equívocos; porque, casi sin darte cuenta, empiezas a ponerte objetivos. Objetivos que son los tuyos, pero no los de él y te olvidas que lo que pretendes no es hacerle cambiar, sino restablecer derechos y que los derechos quien los puede reclamar únicamente es quien los tiene enajenados, o sea, el otro. Que a tí solamente te toca estar a su lado y, en todo caso, y sólo cuando él lo solicite, facilitarle el acceso a esos derechos (si es que entonces esta sociedad que tenemos se lo cree y se lo permite y tiene disponibles los recursos adecuados para darle sus derechos). “Al principio querían llevarme; ahora, no. Se han convencido de que yo no quiero irme”. Le comentaba un día Esteban a un vecino, refiriéndose a Puri y a mí.

Esteban 20 de Enero de 2009 Hoy añado a mi lista de inquilinos de la calle a Esteban. Puri y yo le conocimos en Septiembre del 2008, pero ya hacía tiempo que otra pareja del equipo de calle le tenía en seguimiento; pero un buen día desapareció. Por lo que nos ha contado y nosotros hemos deducido, debió de perder la conciencia, se lo llevaron a un Hospital y de allí a una residencia de urgencia, en donde debió de estar alojado durante algún tiempo. De pronto, en Agosto, no sabemos cómo, ni por qué, se marcha de allí y se instala en un banco de madera rodeado de arbustos en donde Puri y yo un buen día de Septiembre, paseando las calles, le descubrimos. Según nos dice, 67 años. Apenas ve; con dificultad se mueve. Una barba blanca grande de papá Noel y una sabiduría y una conversación que da gusto oirle. No quiere oir hablar de salir de allí. Se siente feliz y agradecido por todo lo que los vecinos están haciendo por él. Los vecinos le cuidan, le dan la comida, le dan las mantas, la ropa, los plásticos para que, sobretodo en estos días de lluvia, no se moje: “Lo peor es la humedad, se te mete por todo el cuerpo”, nos dice. “Pero, Esteban, te buscamos una pensión la 64


mientras dura la lluvia y luego te vuelves al banco”. “No, hay que pasarlo mal para luego valorar lo bueno” Y en verdad que es una persona agradecida. Él es el protagonista del vídeo “La Filosofía de la Calle”, que se puede ver en Youtube. ¿Entender esta actitud?. Nos conformamos con aceptarla y seguir acompañando. Es parte de esa gratuidad, que comentaba el otro día y que a veces nos cuesta tanto, de no esperar ni siquiera que el otro cambie de vida. Seguro que Esteban me dará mucho que hablar y comentar.

Juan José 29 de Mayo de 2007 La dignidad del que está tirado. Hoy Juan José (un día os hablaré más de él) nos ha dejado a Puri y a mí… no sé… ¿emocionados?…, ¿satisfechos?… ¡¡Orgullosos de conocerle!! Nos contaba que con la chatarra que había cogido, ese día había hecho 20? Le apetecía un café y entró en un bar a pedirlo. Lo primero que le hicieron fue preguntarle si tenía dinero para pagarlo. Juan José les enseñó ostensiblemente su billete recién cobrado. Luego esperó en la barra a que le preparasen el café solicitado; pero, justo antes de ponérselo, se marchó haciéndoles un significativo corte de manga. ¡Ole sus narices! Juan José lleva en la calle más de 40 años y tiene 67 de edad. 3 de Julio de 2007 No se encontraba muy fino. El día anterior tuvo una borrachera (mezcla de vino y cerveza) que no le debió de sentar nada bien (¿qué borrachera sentará bien?). Hoy tiene resaca. Tanta que ni ha probado el vino y son ya las diez de la mañana. Debe de tener alguna cosa de enfermedad, pues se echa mano del vientre. ¡Pero a él no le pasa ná!… Por la tarde nos ha dado una alegría, ha venido a Riereta, se ha duchado y, mientras esperaba para ducharse, he jugado con él a la brisca (hacía años que ni él ni yo júgabamos!). Me ha ganado y sabe contar y se acuerda de los guiños, cosa que yo desconocía. 10 de Julio de 2007 Nos cuenta que el jueves, no sabe cómo, se le perdió el Carnet de Identidad y la Cartilla Sanitaria. Los llevaba en el bolsillo de la camisa y, al agacharse, se le debió caer. Pero no parece muy preocupado. Hace tiempo, cuando consintió hablar con nosotros (bueno, con la primera que decidió hablar fue con Puri. Hasta entonces nos había echado con cajas destempladas), Puri y la 65


Miquel le acompañaron a hacerse el DNI. Esto fue hace ya más de un año. Y hace unos meses le gestionamos los papeles de la seguridad social. Entre medias se le ha tramitado la PNC (la Pensión no Contributiva), aunque ha trabajado de todo y se ha recorrido casi toda España. 17 de Julio de 2007 Encontró la documentación perdida. Vuelve a tener el DNI y la Tarjeta Sanitaria. Pero lo más importante es que el viernes, por su cuenta, se presentó en Riereta y pidió a Marta, la educadora social, pensión para dormir. Marta y Ester, la trabajadora social, alucinaban, Puri y yo, cuando lo supimos, también. Estuvo toda la tarde insistiendo. Parece ser que ese día no había bebido y no se encontraba muy bien. Luego, hoy, nos ha dicho que el jueves había bebido cerveza y vino: “esas mezclas no me van muy bien”. Total que se le buscó alojamiento y durmió esa noche. Luego ya no, ni el sábado ni el domingo, pero el lunes lo intentó y se presentó por la noche, pero estaban ocupadas todas las habitaciones. Devolvió la llave. Está muy contento y dice que Marta (recordaba su nombre) le ha tratado muy bien, pero ya no quiere más pensión. ¡Es genial! ¡Juan José ya no sólo se fía de Puri y de mí y de Miquel, ha confiado en la institución, en Arrels! Él sabía que nosotros el viernes no íbamos a estar, pero de todos modos fue a pedir lo que en ese momento necesitaba. Es un proceso de confianza en nosotros y también en él. Seguiremos acompañando… 4 de Septiembre de 2007 Está como siempre. Aunque con una brecha en la ceja izquierda: “Me emborraché y me golpeé con una esquina. Cuando vas bebido corre más la cabeza que los pies”. Pero no fue al médico, ¿para qué?… “Llevo cuarenta años en la calle y he sobrevivido”. No vas a venir tú, ahora a enseñarle lo que tiene que hacer… (Otra vez en conflicto lo urgente con lo importante). 23 de Octubre de 2007 ¡Por fin hoy ha aparecido!. En realidad Puri ya le había visto el viernes que había pasado por allí. El martes pasado recorrimos todo el Pº de St. Joan para ver si lo encontrábamos, pero no. Hoy le hemos visto tan feliz. Como siempre, con su media sonrisa, un tanto pícara cuando nos ve. Y, eso sí, extendiendo su mano amiga hacia nosotros. Me he alegrado de verle, de verdad, con el corazón, y le he dado un abrazo. Nos hemos sentado en el banco de siempre y hemos hablado. Me ha preguntado de si había ido por la Mancha, y me ha la 66


gustado la pregunta, eso quiere decir que se acuerda de dónde soy y que en otras ocasiones se lo he dicho. Él, como siempre, se irá a Galicia en Navidad: 45 años desde que salió y no ha vuelto. Tenían tierras y los suyos ahí se quedaron. ¿Vivirán sus hermanos? Él no tiene interés en saberlo. Al final se empeñó y nos invitó a un café. Y pagó él, con su paga no contributiva (y ha trabajado toda su vida) que se gestionó desde Arrels. 1 de Enero de 2008 De Juan José otro día he de escribir más despacio, pues sin duda es una de las experiencias más singulares y más entrañables de las que estoy viviendo en Arrels. A mediados de Diciembre nos dijo que había pasado frío en su “casa descapotable” y que se encontraba mal (como en otras ocasiones mezcló vino con cerveza y no le sienta bien). Le propusimos dormir en pensión al menos hasta que pasara el frío. Esa tarde se presentó en Riereta y durmió en pensión. Y, lo más sorprendente, hasta ahora: Después de, según él, 40 años de dormir en la calle, lleva ya más de dos semanas durmiendo en pensión y pasando por Arrels… No nos lo acabamos de creer. Lo mejor: la acogida que tuvo en el Centre Obert por parte de sus propios excompañeros de calle y los consejos que le daban… Me llegaron a emocionar y pienso que eso fue y es lo que le acabó de convencer para, de momento, dejar la calle. Como siempre, me alegro por el hoy, mañana… ¡mañana será otro día!. Hoy mi buen querido Juan José duerme en pensión porque él ha querido y se siente bien yendo por Riereta. 20 de Mayo de 2008 A mediados de enero dejó la pensión, mejor dicho, se iba y venía: “Es que a la pensión no se puede ir si se está borracho…”, decía alguna vez con dignidad. En febrero un día se presentó con la nariz hecha un cristo. Le habían pegado y se habían llevado la cartilla de ahorro. Le acompañamos a la sucursal para bloquearla y a la semana siguiente se fue él solo y le hicieron otra nueva. Un día nos habló de su madre (pocas veces lo hace) y recuerda que siempre había algún hijo nuevo a quien cuidar. A veces se desboca hablando y Puri y yo nos embobamos con tanta charla y tanta “sabiesa” hecha en la calle. Nos contaba: “Resulta que yo pido por la calle, que es mi casa, y la policía se me lleva; pero los curas piden en las iglesias y no pasa nada: están en su casa…” A primeros de marzo fue él el que quiso entrar en pensión, “pero pagando” y se puso en contacto con la trabajadora social de Arrels y se pusieron de la 67


acuerdo en la cantidad a pagar (en Arrels se intenta el copago en función de los ingresos que perciba). Así estuvo un mes, luego se volvió a la calle y lo que es peor, no le hemos vuelto a ver y por Riereta no ha ido. Sabemos que está bien, pero los martes no aparece en su banco. Puri y yo le echamos de menos. A lo dicho ¿dónde comienza y dónde termina el éxito o el fracaso de nuestro trabajo? 25 de Noviembre de 2008 Estuvo ilocalizado unas semanas, pero luego le venimos viendo todos los martes y también casi todos los martes por la tarde se pasa por Riereta para ducharse y cambiarse de ropa. No; a pensión no ha vuelto. En julio insinuó para cuando hiciese frío; pero han pasado fríos y lluvias y él sigue en su ‘casa descapotable’. “Y cuando viene la lluvia tengo un plástico grande que me cubre”. Hoy nos contaba que vino la guardia urbana a ’su casa’ para ‘desahuciarle’. Parece ser, por lo que hemos entendido, que quieren construir en el solar que utiliza para dormir y le debieron de decir que de allí se debería ir. Seguimos nuestra relación y él nos la sigue aceptando. 20 de Enero de 2009 El día 24 de diciembre Juan José se presentó en el Centre Obert. Todo hacía pensar que se quedaría a cenar. De unos años a esta parte, en Arrels se tiene la costumbre de hacer la cena de Nochebuena. El intento es que esta cena no sea una cena “para”, sino una cena “con”. La verdad es que siempre ha sido un éxito y ha sobrepasado todas las expectativas. Ya se sabe que los días de Navidad suelen ser, para todos, días de familia, de recuerdos -buenos y malos-. También lo son para estas personas. Por eso algunos rechazan la invitación y no vienen. Otros, sin embargo, se visten sus mejores galas y parecen auténticos señores/as -¡que lo son!-. Pues bien, Juan José esa tarde se presentó en Riereta; pero no sabemos exactamente qué fue lo que pasó, el caso es que desapareció y no se quedó a cenar. Yo no estaba, pero a Puri y a Marta les supo mal, pues incluso le habían reservado un sitio en su mesa. Hoy nos ha comentado que una noche que llovía y hacía mucho frío -por los datos que da, debió de ser antes de final de año- se presentó por su cuenta, sin decírselo a nadie, en la pensión en la que ya él había estado el año pasado. Duró una noche y gracias, pues, según nos contó, había pasado más frío que en ’su casa descapotable’ y, para mitigarlo, se tuvo que levantar en medio la 68


de la noche para ponerse los pantalones y el jersey: “No me he constipado en toda mi vida y al día siguiente tuve que tomarme un jarabe. ¡No vuelvo más a esa pensión!”. Tenía un humor de perros. Cuando se marchaba le preguntaron si ya no volvería y, al decirles que no, se molestaron, porque, de haberlo sabido, le hubieran cobrado 20 euros en lugar de los 18 que le cobraron, pensándose que dormiría más de un día. 10 de Febrero de 2009 Hoy no puedo evitar expresar una gran satisfacción y una gran alegría. Necesito urgentemente contarla: ¡Nuestro querido Juan José está comiendo, cenando y durmiendo (a veces) en la Llar Pere Barnés: “Se come muy bien y se está caliente”. Hay días que después de cenar, se sienta a ver la TV y luego se va a dormir a “su casa descapotable” al otro lado de Barcelona (¡se pega unas palizas de andar…!), pero hay noches que no, que se queda y duerme en habitación. ¡Y está contento! ¡muy contento! ¿Cuánto durará? No lo sé, pero llevamos unos días que le vemos feliz y nos explica lo bien que está. En unos de esos días “malos” que tiene, Juan José había perdido la documentación y la cartilla y se encontraba desamparado. Entre Puri, Miquel y yo le hemos ayudado y ya lo tiene todo. “Uno se había acostumbrado a tener dinero”, nos dice. Pero también estaba preocupado por la comida. Últimamente no se encontraba bien. Le ofrecimos comer y cenar en la Llar. Accedió y está encantado. También quiso dormir, pero eso le cuesta más. Bueno, sin prisas… Hoy le he acompañado a solicitar la tarjeta rosa para el transporte urbano y le he dicho de ir al cine un día de éstos. No le ha llamado mucho la atención esta invitación: “Nunca he ido al cine”, me ha dicho(¿!). Veremos a ver. Pero hoy él estaba contento y yo también. Se admiten felicitaciones. ¿Y mañana?… Dios dirá, que se dice en estos casos. Para conocer más sobre Juan José: Todo el tiempo del mundo o la historia de un proceso http://enriquerichard.es/2008/03/14/semana-santa/

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Natalia Ginzburg [ por María Aixa Sainz ] Gracias a ese hilo invisible que en la literatura nos lleva de un libro a otro, de un autor a otro, en una suerte de mágica complicidad y de aventura y descubrimientos seguidos, cayó en mis manos el volumen titulado Ensayos, de la italiana Natalia Ginzburg, publicado por la editorial Lumen, que recoge dos de su libros de artículos: Nunca me preguntes y No podemos saberlo, fue tan agradable el descubrimiento, el placer de leer a esta autora y el saber que estaba ante unos textos que serían releídos infinidad de veces, que me aboqué como una loba hambrienta sobre el resto de la obra de Natalia Ginzburg, de esta forma he podido disfrutar de las novelas: Querido Miguel (Acantilado) y Léxico familiar (Lumen). Antes de escribir sobre la impresión que me causaron éstas, me detengo en el fantástico libro que es: Ensayos. Un libro con una prosa vivaz, ágil, limpia y sobre todo sincera, que te regala una dosis de optimismo y cordura y que infunde vigor en el ánimo del lector. Ensayos es una aventura fascinante y más satisfactoria que muchas novelas, son artículos de opinión y de expresión, trabajados, elaborados con esmero y seriedad. Ginzburg nos invita a cavilar con las coherentes y nada obsoletas reflexiones sobre la morada que resulta ser nuestro hogar, sobre el proceso de escribir, sobre la muerte, el aborto, la creencia en Dios, la vejez, la pereza, los pequeños y aislados pueblos, la novela, el psicoanálisis, la infancia, las críticas, los valores, la fe, la influencia del arte, la palabra, la piedad, la inteligencia, las razones del orgullo, el mal, el valor y el miedo, el hombre y la mujer, el crucifijo en las escuelas... Siempre desde la perspectiva del individuo como un ente único frente a las generalizaciones o las asociaciones. La mirada de Ginzburg se posa sobre el individuo como el ser singular, solitario y único que es. «Cada ser humano tiene una fisonomía propia y una forma particular de estar en el mundo. Esto es algo obvio, pero parece que se ha olvidado». Ensayos es pues un magnífico libro que será releído y consultado miles de veces puesto que ninguna palabra está escrita en vano, todas tienen su justa medida y su pertinente reflexión que estimula al lector y le la 70


encamina a encontrarse o a diferenciarse. Un verdadero placer. A continuación voy a referirme a la novela que toma la forma de género epistolar, titulada: Querido Miguel publicada por Acantilado en una traducción de la gran Carmen Martín Gaite. Querido Miguel es una obra madura a la que Ginzburg le da un ritmo trepidante al escoger como formato el género epistolar. En un cruce de cartas entre los miembros de una familia y de sus amigos más íntimos conocemos los avatares de ésta durante poco más de un año, sus sentimientos y la diversidad de opiniones de los que la componen, así como del protagonista principal, Miguel, nexo de unión entre todos ellos. Escrita en 1973, Ginzburg muestra como la vida ha madurado en su obra y Querido Miguel es un conjunto de sinceridad y realismo reflejo de la vida contemporánea. La soledad del individuo es el Fotografia: Lavinia Azzone tema principal, el que va cayendo como gotas con el paso de las páginas. Querido Miguel, es una espléndida novela, por su desnudez y franqueza. Por la visión siempre certera que Natalia Ginzburg tiene sobre el alma humana. «Te parecerá raro, pero se aferra uno a deseos nimios y extravagantes cuando ya ha dejado de desear nada» (pag. 204) o «Se acostumbra uno a todo. Cuando ya nos hemos quedado sin nada» (pag. 211). Libro triste. Sí. Realista también. Hermoso puesto que la vida siempre es un punto y seguido. No deja tiempo para los puntos y aparte. Puesto que quién deja de pedalear se cae de la bicicleta. Esta reflexión bien podría ser la moraleja de esta pequeña obra. Querido Miguel es un compromiso con la vida. Y para finalizar me adentro en la novela autobiográfica Léxico familiar publicada por Lumen y escrita en el año 1963. Ganadora del premio Strega. Es el primero de sus libros que tuvo éxito. Léxico familiar es una comedia ligera que nos transporta a las puertas de la infancia de Natalia la 71


Ginzburg, y nos deja entrar y formar parte del léxico, argot, lenguaje común que tienen los miembros de su familia. (...) «para volver a recuperar de pronto nuestra antigua relación y nuestra infancia y juventud, unidas indisolublemente a aquellas frases, a aquellas palabras. Una de aquellas frases o palabras nos haría reconocernos los unos a los otros en la oscuridad de una gruta o entre millones de personas. Esas frases son nuestro latín, el vocabulario de nuestro días pasados» (...). Léxico familiar no es un canto a la familia sino es más bien un canto al territorio común que ocupan y habitan los miembros de una misma estirpe haciendo de la palabra y de los recuerdos su territorio. Un territorio al que poder volver. Natalia Ginzburg con la sinceridad que la caracteriza y su lenguaje limpio y fresco convierte su infancia en una historia novelada cuya lectura es como un soplo de aire fresco.

El oficio de escribir

Cuando escribo algo, suelo pensar que es muy importante y que yo soy una gran escritora. Creo que a todos les ocurre igual. Pero hay un rinconcito de mi alma donde sé muy bien y siempre lo que soy, es decir, una escritora pequeña, muy pequeña. Juro que lo sé. Pero no me importa mucho. [...] Prefiero creer que nadie ha sido nunca como yo, por pequeña escritora que yo sea, aunque como escritora sea una pulga o un mosquito. Lo que sí es importante, en cambio, es tener la convicción de que es justamente un oficio, una profesión, algo que se hará toda la vida. Natalia Ginzburg (Las pequeñas virtudes)

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Daniel Burman [ Entrevista por Marta González ] A esta entrevista con Daniel Burman podríamos titularla “Una odisea en el ciberespacio”. Porque eso es realmente lo que fue. Después de varios intentos frustrados de establecer contacto vía Skype, llegamos a la conclusión de que todos los planetas del ciberespacio, y del universo en general, se habían confabulado en nuestra contra. Entonces, acabamos haciendo la entrevista por teléfono y a la antigua usanza, con un cuaderno y un bolígrafo, que son cosas que nunca fallan. En realidad, parecía una de esas situaciones frustrantes vividas por uno de los personajes de sus películas. Así que pensándolo bien, supongo que hay una cierta lógica en que fuera así. Los misterios del azar son insondables.

Fotografia: www.mardelplatafilmfest.com

Marta: Vamos a empezar por el principio ¿de dónde te surge la primera idea para desarrollar un guión? DB: De una reflexión personal sobre algo que me ha sucedido, o sobre algo que he observado en la realidad. Siempre hay un hecho cotidiano que le hace a uno imaginar una posible historia. Siempre te preguntan si tus películas son autobiográficas, supongo que ya estás harto de la pregunta, por eso no te la haré. Pero me gustaría reflexionar sobre una frase tuya en la que dices: “Los miedos son la 73


más autobiográficos que las vivencias.” Y eso es cierto, porque en realidad nos definen mejor nuestros miedos y nuestros deseos, esos que no solemos mostrar, que nuestras acciones. Sí, eso es así. Los miedos, las fantasías son siempre más sinceros que las vivencias. Y esos miedos esenciales, que cada uno tenemos, son siempre los mismos, y son bastantes sólidos y verdaderos. Y bueno, también es cierto que a menudo uno comparte esos temores con sus protagonistas. En tus películas, aparte de esos temores, también están muy presentes los sueños de cada uno, cuando te evades de la realidad por un momento y luego vuelves. Así sucede que mezclamos fantasías y realidad. Igual que pasa con los recuerdos, que añaden adornos a lo vivido, y que a veces incluso lo inventan. En el fondo la vida es una ficción de la realidad. Entonces, se puede decir que nada es autobiográfico o que todo lo es. Sí, efectivamente. La vida es más lo que queremos que suceda, que lo que es. Hay un momento en que se confunde el hombre con sus sueños, y eso es muy peligroso porque uno no puede estar todo el tiempo soñando. Pero sí, existe una vida real en el mundo fantástico que todos tenemos en la cabeza. Otra cosa que siempre esta presente en tu cine es la pérdida. En tus películas hemos asistido a la muerte de la madre, del padre, de la esposa; y luego los hijos, que no se mueren, pero se van… ¿Por qué tanta pérdida? En la edad adulta hay una gran conciencia de lo que uno puede perder. La pérdida es algo que está muy presente en la vida. Pero no es tanto la muerte como la pérdida en sí, el concepto de perder alguna cosa. Ahora que hablas de la edad adulta, he leído que tú la defines como “una ficción”. No como un paso más de la evolución del hombre, como puede ser la niñez o la adolescencia. Sí, en realidad sólo es una ficción social. Uno espera que la vida adulta llegue como algo natural, pero sólo llegan las consecuencias, las responsabilidades, los deseos reprimidos… Y uno se dice: “Bueno, pues seré adulto”. Y al levantarse cada mañana, actúa como un adulto. la 74


Entonces, ¿nadie es adulto, todo el mundo finge serlo? Exacto. Bueno, es interesante, eso explicaría muchas cosas de alguna gente, sin duda. Desde luego que sí. Antes hablábamos de la pérdida, y eso afecta mucho a tus personajes protagonistas, que, por cierto, siempre están perdidos. Buscan algo fuera de su realidad, quieren salir de ella, pero al final se acaban quedando. Sí, es cierto; siempre están perdidos, es verdad. Están perdidos en su presente, fuera de su eje, pero al final se readaptan a su mundo. ¿Nunca te has planteado dejarlos salir de su mundo? Por ejemplo el protagonista de ‘El abrazo partido’ nunca se va a Polonia, a pesar de todo lo que hace para conseguir el pasaporte. Bueno, siempre hay un deseo que nunca se cumple. Son las cosas de la vida. Todo el mundo se empeña en compararte con Woody Allen. Supongo que porque los dos sois judíos. Sin embargo tú has dicho, y creo que es cierto, que tu mayor influencia es François Truffaut. Sí, sin duda, Truffaut es una influencia muy importante para mí. De hecho, los tres personajes interpretados por Daniel Hendler, todos llamados Ariel aunque con distintos apellidos, vendrían a ser tu Antoine Doinel particular. ¿Nunca te planteaste que Ariel fuese el mismo personaje que va creciendo, como lo hace Doinel en las películas de Truffaut? No, son personajes distintos, pero es cierto que tienen una cierta continuidad. De alguna manera podría ser el mismo personaje transformándose, porque en ciertas cosas sí termina siendo el mismo. Pero en principio son tres personajes diferentes con vidas diferentes. En tu última película ‘El nido vacío’ cambias a Ariel por Leonardo, un la 75


tipo de 50 años que, cuando sus hijos se marchan de casa, sufre el llamado “síndrome del nido vacío”. Sin embargo, parece que más que ese síndrome, lo que tiene es una especie de frustración personal porque la partida de los hijos y la nueva vida de su mujer trastocan todo su mundo, rompen su orden establecido durante muchos años. Y todo eso le provoca un bloqueo emocional y también creativo. ¿Es así? Sí, lo de los hijos es una excusa para hablar de una crisis más profunda. La estructura establecida cambia y él no tiene la capacidad de adaptarse a la nueva situación. El personaje vive en su espacio con mucha incomodidad. Vive en un mundo que ha sido diseñado a su medida pero que ha cambiado de escala. Y es ese espacio de su pasado, lo que enfatiza su crisis existencial y su bloqueo creativo. ¿El personaje del Doctor Spivak representa el subconsciente de Leonardo? Sí, él es su subconsciente, pero como habrás visto nunca le hace caso. ¿Crees que nadie hace caso a su subconsciente? Sí, eso creo. Las cuestiones psicológicas están siempre muy presentes en tu obra. No sé si eso tiene que ver con el hecho de ser argentino o es una preocupación personal. Has citado como libro de cabecera ‘El héroe de las mil caras’ de Joseph Campbell. De algún modo tus personajes la 76


recorren ese camino del héroe con sus diversas etapas: partida, iniciación y regreso. ¿Utilizas estas etapas para construir la historia de tus personajes? Suelo usar este libro como guía de trabajo. Es un libro muy importante para mí. Tus películas no siguen un esquema tradicional lineal, sino que van y vienen constantemente de una situación a otra, sin terminar de completar ninguna; o bien pasan de la ficción a la realidad. Es como el proceso mental de recordar. Parece más una estructura literaria, que cinematográfica. Me interesa mucho la estructura literaria por su flexibilidad, por su capacidad de argumentación y por su narratividad. Y esas son unas pautas con las que me gusta trabajar. Ya que ésta es una revista literaria, la pregunta es obligada. ¿Qué te gusta leer? Tengo unos gustos muy heterogéneos, tanto en literatura como en cine. Me gusta leer cosas muy diferentes, desde Joyce hasta Borges, pasando por Philip Roth. El humor también es una parte muy importante de tu cine. ¿Qué tipo de humor te interesa? Me gusta el humor de lo cotidiano, el humor inglés, el de Woody Allen, el de Chaplin… Me interesa sobre todo el humor sutil, que se centre en el punto de vista sobre una situación, no en la situación misma. ¿Crees que el humor es universal? A veces sí, pero eso no siempre es una ventaja. Existe un humor que tiene ciertas sutilidades propias de una cultura determinada, y éstas no se entienden en todos los lugares, pero a mí me interesan esas sutilidades. Tú que has viajado por todo el mundo con tus películas. ¿Has notado si cambia la reacción del público de los diferentes países ante las situaciones cómicas que les planteas? la 77


Sí, va cambiando muchísimo, a veces se ríen donde no esperas, y al contrario. Evidentemente donde reaccionan como uno tenía previsto es en las culturas que son más próximas a la propia. Viendo tus películas, me da la impresión, sobre todo en ésta última, que has tenido que rodar mucho más material que el que acaba formando el montaje final. ¿Eres de los que piensan que la película se hace en el montaje? No. La película va cambiando desde que se escribe el guión hasta que tienes el corte final, claro. Es cierto que ruedo mucho más de lo que termina quedándose en la película. Pero cada parte es fundamental, el montaje es más bien una etapa de reescritura y de reflexión. En cuanto a la música ¿la tienes clara desde el principio o va surgiendo durante el proceso? Desde el principio pienso en la música que quiero poner, luego a veces la cambio. Pero sí, la música es muy importante en mis películas. Has tenido un par de escarceos con el musical. ¿Te interesa este género? Tengo una relación complicada con el musical, me encanta y lo odio al mismo tiempo. Lo cierto es que me da mucha vergüenza ajena, pero también me fascina. En tu papel como productor de otros ¿qué parámetros utilizas para elegir un proyecto? Elijo primero a las personas, antes que a los proyectos. Que sea gente con la que me pueda ir a comer un asado, eso es importante. Porque siempre es un misterio si un proyecto funcionará o no. Pero si quien me lo propone lo hace con una gran pasión, yo creo en él. El año pasado ganaste el Premio Robert Bresson, que concede El Vaticano, nada menos. ¿Cómo fue la experiencia? ¿No es un poco surrealista ganar un premio del Vaticano? Sí, es un poco surrealista, la verdad. Yo no sabía ni que existía cuando me llamaron. Pero fue un honor, sobre todo cuándo me enteré de la 78


la gente a la que se lo habían concedido anteriormente. La experiencia fue muy curiosa, me llevaron en una lancha, como a James Bond, allí en Venecia, y luego me dieron un premio muy lindo. Después me enseñaron el Vaticano. Tú te defines, sobre todo, como un contador de historias. ¿Si hubieses nacido en una época pasada, serías un trovador de esos con melena, medias y guitarra? Sí ¿por qué no? Ellos no eran pretenciosos, solo contaban historias para que alguien las escuchara. Es buena la comparación, me gusta. Bueno, al menos es una imagen muy sugerente para terminar la entrevista. Quiero agradecer a Daniel Burman su colaboración, su amabilidad y su paciencia, sin las cuales no hubiésemos podido realizar esta entrevista tan accidentada.

Daniel Burman (Buenos Aires, 1973) Productor, director y guionista cinematográfico. Como director de largometrajes ha realizado seis películas: Un crisantemo estalla en cinco esqu-nas, Esperando al Mesías (coproducción con España e Italia, Gran Prix del público en Biarritz, premio Fipesci en Valladolid y Premio Coral al mejor film en La Habana), Todas las azafatas van al cielo (premio del jurado en el Festival de Los Ángeles), El abrazo partido (Oso de Plata a la mejor película en Berlín), Derecho de Familia (premios del público, Mejor Película Iberoamericana y premio Signis, en el Festival de Mar del Plata) y El nido vacío. Burman participa activamente en la política cinematográfica argentina, siendo miembro fundador y Vicepresidente de la Academia Nacional de Cine y Artes Audiovisuales

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QUIÉNES SOMOS

Iguazú. Revista Artesanal de Literatura y Cultura

Nuria Rita Sebastián. Abel E. Cantero. N.R.S. y C.M.P. C.Mas Peter | cristiguazu@gmail.com petitacriatura

Guillermo Arróniz, Bibina, Carol Blenk, Erika Bruzonik, Franco Chiaravalloti, Cosima Dannoritzer, Sonia Fides, Laura García, Andrés Giraldo, Marta González, Ángel González González, Rogelio Guedea, Petitacriatura, Elena Larrondo, David Murders, Cristof Polo, Enrique Richard, Maria Aixa Sainz, Domingo Vital. Corporación Semiótica Galega, Àngels J. Sagúes, Joaquim BrustengaEtxauri, Miguel Ángel Gil Andaluz, Clara Puig Esteban, Sergi Quiñonero, Arturo Comas, Zenón, Oriol Jolonch, Roser López, Cristina Mas Peter. Abel E. Cantero (Barcelona), Arantxa Díaz (Vitoria), Sergi Quiñonero (Tarragona), Erika Bruzonic (La Paz, Bolivia). Asociación Cultural Iguazú. c./ Reyes de Navarra , n. 8, 2º drcha. 01002 Vitoria-Gasteiz. Tfno.: 945 26 92 26 / 646 645 772. www.revistaiguazu.com E-mail: nuriarita@gmail.com, En colaboración con: ¡Adentro! Grupo Cultural (tfno.: 620 96 07 52). D.L.: SS 1142/99. Imprime: Gráficas Irudi. Vitoria.

Gasteiz: Facultad de Filología, Geografía e Historia. Librería Zuloa. Bilbo: Facultad de Ciencias Sociales y de la Comunicación (edificio reformado). Librería de la UPV del Campus de Leioa. Donosti: Facultad de Filosofía y Ciencias de la Educación. Barcelona: La Central. Capicua. Cuenca: Tienda de la Facultad de Bellas Artes, "Cola de conejo". Madrid: Librería Pasajes. Sevilla: Librería Nuño. Zaragoza: Los Portadores de Sueños. Los puntos de distribución se irán actualizando en la web.

Fundación Sancho el Sabio. Paseo de la Senda 2 (Vitoria-Gasteiz) Biblioteca Sant Antoni - Joan Oliver. Carrer Conte Borrel 44-46 (Barcelona) Biblioteca Mn. Ramon Muntanyola (l'Espluga de Francolí, Tarragona) Biblioteca Municipal de Montblanc (Montblanc, Tarragona) © Los autores cc de está edición: Licencia Creative Commons Atribución - sin obras derivadas - no comercial

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