La Quinta

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ISSN 2389-8275



SNIES 104697

Foto: Juan Fernando Herrรกn, Itinerarios 2 (de la serie Escalas), 2008

Universidad de los Andes Edificio Franco, sexto piso / Carrera 1 No 18A-12 Tel. (57 1) 339-4949 Ext. 2500 E-mail: paz@uniandes.edu.co Bogotรก, Colombia



Infografía histórica

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. Pornografía: Más allá de la moral

La visualidad del placer

Infografía estadística

Espacios recomendados


COMITÉ EDITORIAL

Luisa Cardona Aristizábal Sergio Carvajal Gallego Felipe Pinilla Torres Andrés Salazar Ávila Laura Sánchez Torres Gráficos:

Carlos Celis Ortega Santiago Sánchez Ramírez Cada autor es responsable por el contenido de su artículo, el cual no refleja necesariamente la posición de La Parada ni compromete a los miembros de su comité editorial, ni a la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de los Andes.


LA EDITORIAL

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a apuesta por pensar el porno, más allá de estereotipos cliché -de un hombre con músculos voluptuosos o una rubia con senos pronunciados y bragas ligeras- implica no solamente pensar en las sensaciones de excitación o placer, sino también en los marcos interpretativos que configuramos a partir de nuestra experiencia con la sexualidad. De ahí que el porno, y en un sentido amplio las representaciones eróticas, han suscitado interés desde el paleolítico -hace unos treinta mil años- con figuras como la de Venus. Esto se debe a que las acciones y las percepciones en torno al sexo sean de gran satisfacción para el ser humano; se genera una liberación; o en el sentido informal, una escapatoria de las represiones de la sociedad; y en últimas, estas prácticas legitiman procesos sociales, políticos y económicos de gran escala. Y es que el boom de la industria del porno, que se desarrolló a partir de la revolución sexual en las décadas de los sesenta, setenta y ochenta, no solo se sustenta en la variedad de contenido de las producciones pornográficas: altporn, bondage, bukake, entre miles que existen actualmente. Además, la comercialización y el consumo del porno ayudan a establecer prácticas y discursos con las cuales pensamos el mundo desde diversas esferas. Por un lado, el hecho de ver porno se interpreta como un ejercicio de liberalización. Esto, en la medida en que muchos lo ven como cátedra de aprendizaje para tener buenas relaciones sexuales –ya no se acude a los padres o personas de confianza- o como una forma de sentir placeres desde una intimidad subjetiva. Sin embargo, esta perspectiva sobre la liberalización debe leerse y analizarse con otro matiz: la experiencia desde el género. La forma como se observa la industria pornográfica depende en gran medida de quien la consume: si un hombre, una mujer o una persona transexual. Se podría ver como un espacio de afianzamiento de los valores “varoniles” –ligados a la idea del buen macho- y en la cual nadie tiene derecho a entrometerse. Posición dominante y banal. La experiencia femenina es distinta, ya que en los marcos normativos de muchas sociedades, gran parte de estas patriarcales, las mujeres siguen teniendo un rol de objeto en el porno. Por ende, las relaciones se establecen a partir de un esquema asimétrico entre las personas que participan de los productos pornográficos. Pero qué hay del individuo –en este caso la mujerque consume un producto XXX. Hay una liberalización y un encuentro con el cuerpo que no está limitado al goce del erotismo. También se reivindica el rol de la mujer, ya no como un individuo sumiso sino como un ser con una agencia propia que irrumpen los patrones

hegemónicos –los masculinos o los comerciales- y se reafirma como un ser político, capaz de ejercer autodominio desde su subjetividad. El poder o el ejercicio de éste –la política- que conlleva el hecho de ver porno, ya no solo debe pensarse desde una manera dicotómica: si es un acto público o privado; si está bien o mal visto. La política entendida como un campo de luchas, también se da fuera de estos límites prestablecidos. Por este motivo, es que también los análisis sobre este fenómeno social, y desde las ciencias sociales, ha sido conflictivo. Las posiciones como las del feminismo radical o la del posmodernismo en torno a temas de esta índole pueden ser desmeritadas, debido a que se considera que las ideas que se producen desde estos marcos interpretativos suelen ser radicales para comprender la pornografía como fenómeno social. Pero acá no se trata únicamente de qué tan de acuerdo se está con una de las mil formas que existen de porno o qué posición se toma alrededor de su consumo. Lo más difícil, aunque suene exagerado, ha sido plantear un debate público desde las ciencias sociales en torno a este tema. Por ejemplo, vale destacar que en esta edición sólo dos mujeres escribieron sobre porno en comparación con los hombres, cuyos textos abarcan la mayoría del contenido. Por eso, es que el género del sujeto también afecta el interés en dicha discusión. No es una cuestión de que el porno es un tabú o algo moralmente negativo dentro de las sociedades contemporáneas. Sencillamente se considera algo “light” –poco útil para estudiar- porque es algo que solo es “interesante” para las corrientes ya nombradas, o porque cosas como los placeres sexuales más que ser objeto de análisis para generar “ideas abstractas”, se deben limitar a “pasar un momento delicioso” detrás de un computador o televisor en total intimidad. ¡Qué sensación tan plana y sabrosa a la vez! Por tanto, en esta quinta edición de La Parada, quisimos cuestionar el porno como fenómeno social, pero no solamente por el impacto comercial que ha tenido su masificación en las últimas décadas. Pensar el porno implica un ejercicio juicioso de preguntarnos por qué el sexo, la sexualidad y todas las prácticas derivadas de éstas, son producto no solamente de visiones ya prestablecidas, sino que se van construyendo de acuerdo a un contexto sociocultural que nos afianza como sujetos políticos. Lo que va a encontrar en esta propuesta es una óptica distinta y fresca sobre el porno, en el que no encontrará links pero sí una variedad de tipos de manifestaciones sobre porno: pornoterrorismo, post porno, etc; que enriquecen este tema desde las ciencias sociales.

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as prácticas derivadas del sexo han sido motivo para que las sociedades antiguas, desde los paleolíticos -30000 años atrás- y las civilizaciones grecorromanas se interesaran por pensar en sensaciones subjetivas como el deseo o el placer. De ahí que el porno, entendido como un conjunto de representaciones que generan excitación sexual, haya sido un punto considerado de la sociedad a través del tiempo. Sin embargo, la comercialización y desarrollo a gran escala de la pornografía, solo se da hasta los siglos XVIII y XIX. Aquí, encontrará algunos elementos sobre el desarrollo de esta industria, que le darán una perspectiva histórica más clara del porno.

1 Del “grafos” al film: el inicio de la revolución pornográfica

1748 John Cleland escribe el primer libro sobre pornografía, Memoirs of a Woman of Pleasure. Se relataba las relaciones sexuales que tenía una cortesana, Fanny Hill, con distintos aristócratas y miembros de la burguesía. Este libro inspiró películas reconocidas como Los burdeles de Paprika (1991) de Tinto Brass. 1839 Luis Daguerre inventó el daguerrotipo, un elemento previo a la cámara fotográfica, que sirvió para la producción de imágenes eróticas. Siete años después, se publica el retrato de un hombre penetrando a una mujer, causando revuelo dentro de la sociedad francesa. 1898 La apuesta de Albert Kirchner, Le Coucher de la Marie, fue el hito de la cinematografía del porno. La historia solo dura 7 minutos y consta de una pareja que después de cenar tiene relaciones sexuales en su cuarto. Por primera vez queda un registro en movimiento de una relación sexual.

1910 Se promociona la película alemana Am Abend. Este film es la primera vez que se registra directamente una penetración. Se hacen visible las partes genitales rompiendo con el paradigma de las proyecciones a larga distancia. 1912 En Argentina se produce la primera película de porno latinoamericano, El Sartario. La duración de esta película es de 14 minutos y trata de la llegada del diablo al baño de tres mujeres en un río. Se concentra en el sexo oral y en la pose del 69.

3 Fiestas sociales y el regreso al conservatismo 4

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2 Lo viejo que no es tan viejo: las primeras películas de porno

Años 1950 Las Beaver Movies -caracterizadas por ser reservadas con la desnudez y el acto sexual- recopilaron el elemento familiar y eran vistas colectivamente en universidades y fiestas de soldados y cines XXX. 1953 Playboy saca su primera edición en stand. Un antecedente para la época de la comercialización en décadas posteriores.


1969 El director ítalo-francés Lasse Braun planteó la regulación del comercio del porno. Fue así como Dinamarca fue el primer país en establecer su legalización en este año. 1972 Tras la masificación del porno mediante la difusión de VHS y revistas, la industria fílmica de Hollywood elaboró la película Garganta Profunda. Su recaudo ha sido aproximadamente de 50 millones de dólares y su costo de producción fue de 47.000 dólares. 1978 A pesar de que sólo el 1% de la población estadounidense tenía acceso a VHS, el 75% de las películas en este formato ya tenían contenido erótico.

5 ¡Somos mujeres, no objetos! Los estereotipos de la pornografía

4 El boom del porno: comercialización y legalización

1981 El feminismo empieza a tener acogida en diferentes ámbitos socioculturales, dado su carácter inclusivo con la mujer. Andrea Dworkin publica Pornography - Men Possessing Women, siendo la pionera de las obras críticas de la pornografía. 1989 Pamela Anderson se desnuda y es portada de la revista Playboy. Se convierte en una de los íconos de la belleza en el mundo, caracterizada por sus pechos grandes y caderas anchas. Posteriormente, se retoma la idea de la belleza sutil: mujeres delgadas sin miembros grandes.

1994 Se crea el primer sitio web de porno SEX.COM 2007 Las “Pamelas Anderson” retornan en figuras como Kim Kardashian, con nalgas y senos abultados. Kim tiene el récord de tener el video más reproducido con más de 93 millones de visitas. 2008 De acuerdo con Adult Videos News, los juguetes sexuales generaron utilidades por más de 6 mil millones de dólares. ¡Toda una fortuna! 2015 Según un estudio de la Universidad de Montreal, el 87% de la población masculina en el mundo ha visto porno; el 31% de las mujeres también.

6 El internet y la expansión global del porno: “el negocio del momento” 5


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El dato:

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En solo 2014, Pornhub, el segundo sitio de porno gratis más grande del mundo, tuvo un tráfico de ancho de banda de 1,57 millones de Terabytes

o soy un espectador del post-porno, ni creo que lo seré. Mi primera experiencia - y si alguien me convence puede que no sea la última- fue en una feria del libro anarquista. Mi curiosidad llegó a su tope al ver que uno de los eventos era la exposición de varios videos postporno. No iba sólo ya a revisar varios libros de precio cómodo sobre anarquismo tradicional y luchas sociales en los barrios bajos de Bogotá, sino que por fin iba a encontrar material enfocado en los enfrentamientos sutiles y microscópicos por los que pasa la política. Esto, mediante la definición de las subjetividades en la exultante y conflictiva amalgama del sexo y la perpetua y medular lucha de de género. Iba a satisfacer una pulsión con dos caras, intelectual y sexual. El resultado estuvo algo lejano a mis expectativas. El propósito del post-porno es encarar las prácticas sexuales instauradas por el patriarcalismo, denunciando la cosificación del cuerpo de la mujer presentes en las dinámicas comerciales del porno, dadas en las distintas facetas de producción de los videos como en su respectivo consumo. La mirada fantasiosa del típico macho onanista reflejada tanto en el productor como en el consumidor final es lo que se quiere transgredir. Al exponer, en situaciones no ideales, los cuerpos con una fisionomía distinta a la atlética, se busca generar una ruptura en un orden práctico y simbólico considerado denigrante para la mujer e inclusive para otros sujetos que no hacen parte del mundo idealizado del porno. Así, cuando veía a dos mujeres con unos cuerpos poco atléticos, vestidas de cazadoras, practicando sadomasoquismo en medio de un bosque tenía acceso a una sexualidad distinta, periférica. No me excité en lo más mínimo y alguien podría seguramente argüir que justamente es el indicio de que todavía estoy habituado al porno, en consecuencia, al patriarcado. Semejante acusación supone en primer lugar que el post porno es, en realidad, una nueva aproximación a la sexualidad ceñida a una ética crítica y respetuosa de la diversidad de subjetividades que caben en esta era cosmopolita y globa-

lizada. Pues no, no señores del post porno. En mi humilde opinión no veo porqué se consideran nuevos, y con ello, se dan aires de denominar a su pornografía como post. Ese prefijo es meritorio no de buenas intenciones sino de resultados apropiados de intenciones críticas y novedosas. Hacer pornografía con gordas, flacas, pelirrojas, chinas, asiáticas, o lo que sea, y en locaciones comunes y pegándose patadas no es exclusivo del post-porno. El que tengan cresta y sean gorditas no lo hace post. Es porno grotesco, o porno punk, que no escapa a la misma lógica que dicen rechazar, y por una razón simple y es que no escapan a la forma de objetivación más machista: la mirada. El porno es altamente machista y tiene mayor acogida entre los hombres porque proporciona inmediatamente el objeto de nuestras fantasías y deseos de inmediato a partir de la imagen, no hay palabras o una narrativa acústica exclusiva, sino una visión concomitante con mi fantasía. Mi fantasía visual podrá ser una gordita con tetas y cresta vestida con unos pantalones holgados militares. Entonces, me dirán ¿el post porno con sus intenciones no cabe en un formato cinematográfico o visual? No, esto es porno y como porno se queda. Si acaso lo que han logrado al explorar otros cuerpos no es un cambio de género sino simplemente una ampliación como mucho, meritoria del “post”. Considero en ese caso, más apropiado denominar como post porno a los hippie-yoggies que sin tocarse y con sentir eróticamente bajo una delicada y suave respiración al otro alcanzan el éxtasis. Esta es una práctica que se desborda en diferencias con relación al porno. Una comprensión más precisas de ese erotismo con un inicio tal impalpable pero igualmente amplio sugiere retos más genuinos. La semántica de ellos, si es que es cabe hablar en esos términos, haría más méritos de estar ligada a un “post”.

Daniel Andrés Quintero Acevedo Politólogo y Filósofo Estudiante de Maestría en Filosofía 7


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ablar de la pornografía es un asunto particular que no debería ser tan estigmatizado a la hora de un análisis, tal como lo establece Foucault. Este autor plantea que los discursos sexuales, en los últimos tres siglos, no se han reducido, sino se han cambiado y aumentado. De esta manera, muestra cómo, a través de diversos procesos históricos, el discurso sexual se ha proliferado y ha tomado diferentes formas2. Esto comienza con la confesión. La confesión es una técnica de poder en la que las personas establecen un discurso frente a un sacerdote para que éste imponga juicios de valor frente a este discurso, les establezca penas y, finalmente, los redima de haber cometido estos pecados. Así, es un discurso donde la escogencia de cierto tipo de lenguaje transmite los eventos ocurridos para ser sujetos a una evaluación moral. En éste, quienes se confesaban tenían que ser cada vez más puntuales con respecto a la sexualidad y sus formas. Esto logra que se plantee que: “no sólo confesar los actos contrarios a la ley, sino intentar convertir el deseo, todo el deseo, en discurso” 3. Lo característico de estos discursos era que se proliferaron hasta las más diversas formas de la sexualidad. Es este el punto en que surge la “scientia sexualis”, en donde todas estas formas eran contabilizadas para conformar una ciencia del sexo y del placer. Implica esto que los discursos sobre el sexo se convirtieron en “técnicas altamente valoradas para producir lo verdadero” 4. Así, esta proliferación de los discursos sobre el sexo y la coacción frente a algunos considerados “pecados” establecieron una concepción del sexo “normal”. Esto conlleva la manera en la que se estableció un tipo de conducta frente al sexo que debía ser llevada. Ahora bien, pensemos en las implicaciones de esta teoría en la pornografía. La pornografía es la realización visual de la multiplicidad de los discursos sobre el sexo. En ella se pueden encontrar, prácticamente, todas las manifestaciones normales y anormales de la sexualidad. En la pornografía se puede tener un acceso visual a la mayoría de las fantasías que puedan cruzársele por la cabeza al individuo. Así, representa este espacio en que el que se desarrollan diversos discursos de la sexualidad sin la ‘molestia’ de tener que ser juzgado. Este es el punto

en que se diferencia de la confesión y nos muestra las particularidades que implica, pero ahora pretendo mostrar que no se diferencia estructuralmente de lo presentado de la confesión. Mi tesis, entonces, es que la pornografía impone un discurso que “desmitifica el acto sexual real”. Mi punto radica en dos puntos fundamentales. El primero es que la pornografía establece una concepción del sexo que se impone sobre el acto sexual real. Así, quienes acuden al porno recrean en sus actos sexuales el imaginario que el porno llevó a su cabeza. Esto puede generar sobre el acto sexual y sobre el deseo ilusiones y desilusiones que lo reduzcan a dos preguntas: ¿se pareció o no? ¿Así me lo esperaba? Éstas reflejan la situación que los discursos de la sexualidad representados en la pornografía generan en nuestro imaginario: la sexualidad tal y como la queremos. La realidad es diferente, y la pornografía sólo establece un máximo que modifica la manera en la que se lleva el acto sexual y, así, lo perjudica. Bueno, dirán, ¿cómo así que lo perjudica? Pues sí. La pornografía es una manifestación de la manera en que la modernidad pretende “tecnificar” los fenómenos. Así, representa cómo logran establecer discursos sobre los fenómenos y deseos más recónditos del ser. Busca esta tecnificación conocerlo todo, agarrarlo, cuantificarlo, juzgarlo y utilizarlo. Es a esto lo que llamó “desmitificación”: el acto sexual, el placer, el orgasmo y el deseo son elementos que siempre estarán disponibles en la pornografía, ‘alejando’ así a la persona del acto sexual real. Es aquí cuando me surgen las dos gran preguntas de este ensayo: ¿es la discursividad un método para enriquecer o reducir el mundo? Volviendo al epílogo, ¿es el acto sexual real con la persona amada alguna forma de resistencia a la conducta establecida por la proliferación de los discursos de la sexualidad?

Juán Pablo Fernández Estudiante de Derecho con opción en Filosofía 1) Dávila, N. G. (2001). Escolios a un texto implícito. Bogotá D.C.: Villegas Editores. 2) Foucault, M. (2009). Historia de la sexualidad. México D.F. : Siglo XXI editores. 3) Foucault, M. (2009), p. 29. 4) Foucault, M. (2009), p. 74.

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e los aspecto más interesantes sobre la reflexión académica en torno a la pornografía es el de su justificación legal. Como lo desarrolla R. Dworkin en su obra Una cuestión de principios, el derecho a la pornografía se encuentra respaldado por el derecho a la libertad de expresión y, a partir de la concepción de libertad negativa que predomina en los sistemas jurídicos de inspiración liberal, el consumo y desarrollo de material pornográfico encontrará respaldo legal siempre que su realización no genere o repercuta en daños directos a terceros1.

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Por lo tanto, toda contramedida de tipo moral o religiosa no encuentra asidero en un sistema jurídico formal que busca eximirse de contenidos ideológicos. De esta manera se aseguran las garantías de desarrollo, divulgación y venta de material con contenido pornográfico, siendo potestativo del individuo acceder a su consumo o no; el peso moral del consumo de material pornográfico recae en la decisión autónoma de este. Entonces, ¿de qué da cuenta este rechazo público de la pornografía y a su vez su consumo concupiscente en el ámbito privado? Da cuenta de la acentuación radical del


individualismo en las sociedades contemporáneas, de la “hipertrofia icónica del sexo” 2, o de la reducción de la dimensión erótica del ser humano a la unidimensionalidad fetichista del cuerpo como objeto de consumo sexual. La pornografía no está exenta de connotaciones que pueden concebirla como el punto culminante de un proceso paulatino de degradación moral, o que la conciben como un resultado estimable del aparente control que los individuos ejercen sobre sus propios cuerpos. Mi intención no es desestimar la complejidad de las apreciaciones que derivan de este fenómeno, pero considero de gran relevancia tratar un caso en concreto: la apreciación de la pornografía a partir de la teoría feminista. En efecto, si la liberación sexual posibilitó el distanciamiento de la mujer de los esquemas heteronormativos de control a partir del cuidado y disposición del propio cuerpo, ¿cómo entender a partir de este hecho la relación de la mujer con la pornografía? Teóricas feministas como Andrea Dworkin consideran que la pornografía subordina física y simbólicamente a la mujer. En palabras de A. Dworkin: “[la pornografía] es un sistema de dominación y sumisión, tiene el peso y la significación de cualquier otra forma real de tortura o castigo” 3. De esta manera se radicaliza la contraposición entre los derechos de las mujeres y las garantías legales de la industria pornográfica. La discusión se polariza entre la teoría liberal que afirma la legitimidad del consumo y desarrollo de material pornográfico a partir de la defensa de la libertad de expresión, y las expresiones de inconformidad feminista que consideran a aquella como un mecanismo simbólico de objetivación del cuerpo femenino y su sumisión a las acciones sexuales del hombre. R. Langton parte por reconocer que la pornografía pone en evidencia mecanismos de explotación sexual que degradan el estatuto jurídico de la mujer. La pornografía como mecanismo de sumisión desconoce el derecho a la igualdad. De esta manera, el principio de la libertad de expresión desconoce los derechos fundamentales a los que es acreedora la mujer en tanto ser humano y en tanto miembro de una sociedad civil. Por lo tanto, ¿debe prohibirse la pornografía? Entre el argumento de la

libertad de expresión y la explotación social y degradación simbólica (y física) de la mujer, se evidencia una contraposición entre libertad e igualdad 4. Dworkin sostiene que en el caso de la pornografía se debe establecer una distinción entre la libre expresión y el delito: la pornografía no debe prohibirse ni censurarse, pero todos los actos violentos y criminales que esta actividad reproduzca deben ser procesados por la ley. Por su parte, Langton sostiene que en la disputa entre libertad e igualdad, esta última debe primar sobre la primera. En efecto, no se puede sostener la libertad de expresión cuando esta promueve formas de actuar o de pensar que desconocen la igualdad de género, no se puede desconocer todo el fundamento legal que está a la base de los derechos civiles alegando a la expresión individualmente aislada, desconociendo todas sus implicaciones simbólicas y socioculturales. De esta manera, se establecen dos respuestas tentativas a la pregunta: por un lado, si se defiende la libertad de expresión, la pornografía no se prohíbe sino que se regulan las acciones delictivas que puedan derivarse a partir de esta. Por otro lado, si se defiende la igualdad de género, toda expresión pornográfica debe ser fuertemente reglamentada, estableciendo las medidas apropiadas de censura y control cuando se aluda a una violación sistemática de los derechos de la mujer. Ambas tentativas de respuesta son igualmente problemáticas, pero lo interesante es que logran dar cuenta de las implicaciones que la pornografía tiene a nivel jurídico: dan cuenta de las expresiones de poder sobre género anquilosadas en la institucionalidad política y pública contemporánea.

César Augusto Quintero Buriticá Estudiante de Filosofía e Historia 1) Dworkin, Ronald. “¿Tenemos derecho a la pornografía?” En: (2012). Una cuestión de principios. Siglo veintiuno editores: Buenos Aires. 2) Lipovetsky, Gilles. (2007). La felicidad paradójica. Ensayo sobre la sociedad de hiperconsumo. Editorial Anagrama: Barcelona. 3) Dworkin, Andrea. (1989). Pornography. Men possessing women. New York: Penguin books. 4) Langton, Rae. (2009). Sexual solipsism. Philosophical essays on pornography and objectification. New York: Oxford University Press.

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UNA DE LAS SOMBRAS DE GREY 12

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n términos morales la pornografía suscita muchos dilemas, sobretodo en el público femenino. Esto debido a que, generalmente, la mujer se percibe únicamente como un objeto de satisfacción sexual para los hombres cuando participa en dichas producciones. Si bien es cierto que ha cambiado esa concepción a través de los años, tanto que existe porno especializado para un público femenino, la pornografía aún convoca un mensaje de subordinación sexual que ignoramos. Es tanta la ignorancia que dicho mensaje ha permeado las pantallas de cine con películas como “Cincuentas Sombras de Grey”. No me malinterpreten. La película no es pornografía. Sin embargo, no fueron las escenas eróticas las que me mantuvieron despierta toda la noche. Por el contrario, las escenas me hicieron notar que a través de las prácticas sadomasoquistas y de la actitud sumisa de la protagonista, la película no resulta tan diferente de la pornografía. Proseguiré entonces con la detallada reflexión que me permitió conciliar el sueño luego de ver la película. Comencemos. Según la filósofa feminista Rae Langton1 todo acto tiene una connotación discursiva, donde las palabras se utilizan de muchas maneras teniendo efectos evidentes en las personas. Dichos efectos varían dependiendo de las autoridades del tema, si existen varías fuentes sobre cierto discurso, los receptores tienen la opción de aceptar o rechazar la recepción del mensaje. Sin embargo, en el discurso pornográfico las autoridades son muy pocas. Esto debido principalmente a que el sexo sigue siendo un tema muy taboo, permitiendo así que nos remitamos a ella para explicar y hacer aquello que nunca nos enseñaron. Esto resulta problemático ya que las prácticas sexuales se ven predeterminadas por la manera como el porno representa el sexo, usualmente mostrando a la mujer como un objeto sexual. Probablemente Langton tiene razón, pero Mr. Grey es un hombre bueno, y solo busca el bienestar de la protagonista. No es como los hombres en las producciones pornográficas que se vienen en la cara de las mujeres, Mr. Grey invita a restaurantes muy elegantes y compra regalos. En el anterior intento de auto-convencimiento olvidé un aspecto muy importante de la película que

puede relacionarse con lo expuesto anteriormente: la dominación. Las escenas eróticas expuestas, donde hay una fuerte exhibición de la dominación sexual y subordinación, son un acto discursivo porque su comunicación tiene un mensaje, un lenguaje que busca expresar algo, tal como lo hace el porno. Y así mismo, siendo de las primera películas que tratan explícitamente el acto de sadomasoquismo resulta como una autoridad discursiva. Mi recepción en términos discursivos, después de ver la película, se traduce entonces en cambiar para complacer al otro, y hacer todo lo que el otro desee hacer conmigo. Es así como la subordinación y dominación se convierten en el único medio para agradar a la pareja sexual, independientemente si uno de las participantes se ve complacido sexualmente por dicha práctica. La protagonista accede a su propia humillación no porque siente placer en eso, recordemos que nunca ha estado expuesta al mundo del sexo, sino por agradar a Christian Grey. No importa si se siente placer o no en los latigazos, azotes, humillaciones, penetraciones violentas; lo que importa, según la película, es que se está haciendo para satisfacer a un hombre. En el momento que acepté pagar por ver “Cincuenta sombras de Grey” acepté que me impusieran un deseo sexual que no es mío. Acepté que me dijeran qué se ha de esperar de una mujer en el momento que pierde su virginidad, y que la degradación es totalmente normal y hace parte del simple “role play” que se quiere utilizar en el acto sexual. La película no resulta en una simple historia de amor así como la pornografía no resulta en una simple eyaculación. Las dos tienen efectos discursivos que pueden repercutir en la manera como se vive la sexualidad. Antes de dormir, mi suspiro se suspende en el pensamiento de Christian Grey y me digo a mi misma: “Al parecer ya no me van a querer por lo que soy sino por lo que esté dispuesta a someterme”.

Gabriela Sandino de Luca Estudiante de Derecho 1) R, Langton (1993). Speech Acts and Unspeakable acts. Philosophy and Public Affairs. pp.294-330

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elena, una joven que no consigue llegar a un orgasmo, descubre, al consultar a un sexólogo, que tiene el clítoris en la garganta. La única manera de que tenga un orgasmo es, entonces, haciéndole sexo oral a los hombres. Gloria Sounder, una joven perteneciente a una clase social alta, es secuestrada y llevada a un lugar donde la semihipnotizan y la obligan a ser parte de una orgía. En un momento termina disfrutándolo y haciendo las cosas por voluntad propia. Estos son los argumentos de “Garganta profunda” y de “Detrás de la puerta verde”, las dos películas pornográficas más famosas de los años 70 en Estados Unidos y los grandes referentes que definen el porno que se ha hecho desde entonces. El mensaje de la primera película: las mujeres solo logran satisfacerse sexualmente satisfaciendo a los hombres. El mensaje de la segunda película: cuando una mujer dice que no, en realidad, quiere decir que sí. Los defensores de la pornografía se han centrado, generalmente, en el derecho de la libertad de expresión y los opositores en un argumento moralista. Estos dos argumentos han llevado a que la discusión acerca de la pornografía se torne maniquea. Existen otros argumentos, tanto a favor como en contra, que hacen la discusión más interesante y enriquecen el debate acerca de la permisibilidad de la pornografía. Andrew Altman sostiene en un artículo que el derecho a la autonomía sexual es más importante que el de la libertad de expresión para defender la permisibilidad de la pornografía. Su argumento se basa en la aceptación de que los valores morales son múltiples e inconmensurables. Es decir, que no hay unos valores únicos y absolutos que valgan para toda la humanidad, ni hay unos valores que por naturaleza sean más importantes que otros. Es por esto que, de acuerdo con Altman, lo mejor que puede hacer la sociedad es dejar que cada individuo decida qué valores privilegiar sobre otros. Cada individuo debe tener la libertad de decidir de qué manera quiere vivir su vida. Para que esto se cumpla todos los individuos deben tener el derecho a la autonomía. El derecho a la autonomía incluye un derecho a la autonomía sexual: todos tienen el derecho de tener un desarrollo sexual apropiado. Como no hay valores universales que dicten lo que es un desarrollo

sexual apropiado, cada uno tiene el derecho a tomar las decisiones que le parezcan apropiadas para desarrollarse sexualmente. Entre estas puede estar el consumo de material pornográfico. Entonces, las personas, dentro de su autonomía sexual, tienen el derecho a consumir pornografía. El argumento moral en contra del consumo de material pornográfico sostiene, por su parte, que la pornografía, al ser obscena, mostrar imágenes de desnudez y excitación y llevar al ámbito de lo público - temas que deberían mantenerse en el ámbito privado - lleva a una desintegración de los valores de la sociedad y, por lo tanto, debería ser prohibida. Sin embargo, de acuerdo con un argumento feminista, que también se opone al consumo y a la producción de esta clase de materiales, la pornografía no debe tratarse como un asunto moral sino como un acto político. El argumento feminista afirma que la pornografía, además de promover ciertos estereotipos sexistas y enviar mensajes que pueden incitar a la violencia sexual contra las mujeres, como en los casos de “Garganta profunda” y “Detrás de la puerta verde”, es un acto de subordinación. El contenido del material pornográfico de hoy en día no se diferencia mucho del contenido de estas dos películas de los 70. Aunque ahora se puede encontrar material pornográfico con un contenido diferente y para un público más diverso, la gran mayoría sigue reproduciendo los mismos estereotipos y sigue siendo, en principio, para hombres. De esta manera, la pornografía es un acto de subordinación, le asigna injustamente a las mujeres un menor valor y legitima formas de discriminación injustas y violentas. Altman reconoce que la autonomía debe tener ciertos límites. Para restringir la autonomía, sostiene el filósofo, hay que tener una justificación considerable. La pregunta central es si el argumento feminista es una justificación suficiente para que usted no vaya a entrar ahorita, después de leer este artículo, a las páginas de porno que entra normalmente y decida, más bien, utilizar su imaginación.

María Isabel Pachón Estudiante de Literatura y Filosofía 17


Visiones hardcore sobre la pornografía:

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os hombres que pasan mucho tiempo mirando pornografía en internet parecen tener menos materia gris en ciertas partes del cerebro y registran una reducción de su actividad cerebral, de acuerdo a una investigación alemana publicada el jueves en Estados Unidos.”1 Esta es la visión conservadora sobre la pornografía, una particularmente sugerente porque muestra la cercanía del moralismo y el positivismo. No me interesa esta posición y, por lo tanto, la excluyo de mi análisis. No lo hago sólo por mis inclinaciones políticas, sino porque creo que el debate colombiano está centrado en torno del libe-

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ralismo/conservadurismo y quiero proponer un desplazamiento frente a esta discusión. Por esto, voy a referirme a dos formas interesantes de hablar sobre la pornografía, aunque también hablaré de la visión liberal. Probablemente la visión conservadora surja cuando hable del liberalismo. Quizás sea inevitable. Ahora sí paso a lo que me interesa. Es frustrante que la posición feminista se equipare en Colombia con la posición liberal: “¡el porno no es malo, cada quien puede hacer lo que quiera con su cuerpo! ¡Somos libres de vivir nuestra sexualidad!”. Frente a esta posición, quiero introducir la de Catharine MacKinnon, una feminista radical -y radicalmente interesante-. Para ella, no tiene sentido hablar de una “liberación” sexual femenina sin subvertir las normas masculinas de la sexualidad. La pornografía sexualiza la desigualdad, erotiza la dominación. Al volver sexy la jerarquía, construye a la mujer como un reflejo de los deseos sexuales masculinos. Es, entonces, una de las formas de asegurar el control masculino de la sexualidad y, por esta vía, el poder de producir y representar el mundo. La pornografía no es, pues, una forma de expresión a través de imágenes diferentes a una realidad que ocurre en otro lugar. El porno participa en la producción de esta realidad y es por esto que MacKinnon promovió, junto con Andrea Dworkin, una ordenanza que permitía demandar a la pornografía por los daños causados a las mujeres. Al planteamiento de MacKinnon se oponen postulados liberales, tal como la libertad que tenemos todos/as de hacer lo que queramos con nuestro cuerpo, siempre y cuando lo hagamos de manera autónoma. Pero cada vez me convencen menos, porque no afrontan la crítica que hace esta feminista. No confrontan el argumento sobre el papel productivo del poder masculino y de la pornografía. Tampoco confrontan lo que esto implica en cuanto a la formación de sujetos respecto de los cuales no puede predicarse la libertad en el sentido liberal. Por eso no son convincentes dichos argumentos. Es más, no sólo no son convincentes, sino que creo que la reivindicación liberal de la “libertad” de expresión refleja más un miedo a la experimentación y al cambio, que una

defensa de los individuos. Aunque no me convencen los argumentos liberales, hay otra manera de responderle a MacKinnon que sí me atrae: la forma queer. Gayle Rubin, por ejemplo, muestra que los argumentos feministas anti-pornografía tienden a aparecer en contextos reaccionarios, aliados con argumentos conservadores y moralistas. Pero más allá de estas extrañas alianzas políticas, Rubin sostiene que la ideología feminista anti-pornografía mantiene la jerarquía de sexualidades que existe socialmente. Aunque en algunas versiones del argumento se reivindique la sexualidad lesbiana (aclaro: no en el de MacKinnon), la prostitución, la transexualidad, el sadomasoquismo, las relaciones intergeneracionales y otras formas de sexualidad permanecen subordinadas, al ser presentadas en su peor versión y tachadas de anti-feministas. Es por esto que Rubin propone un “pluralismo sexual” radical, que se aleje de la subordinación de las sexualidades no normativas y aliente la creatividad sexual. No sé cuál posición prefiero. Me inquieta la alianza de MacKinnon con la censura conservadora y su infantilización de las mujeres. Pero también me incomoda la frecuente cercanía queer con el “pluralismo” liberal, que a través de un lente analítico individualizante no logra enfocar adecuadamente las fuerzas sociales más amplias. Sin embargo, mi propósito no es tratar de convencerlos de que adopten alguna de estas dos posiciones. Tampoco siento que yo deba hacerlo. Lo que quiero es contribuir a desplazar el debate colombiano sobre la pornografía más allá de la falsa oposición entre liberalismo y conservadurismo. Deberíamos pensar la pornografía más allá de Gerlein y la “liberación” y para esto planteé dos líneas interesantes que surgieron en medio de las sex wars estadounidenses.

Emilio Lehoucq Estudiante de Derecho 1 Sección Vida. “La Pornografía Puede Ser Nefasta Para El Cerebro, Según Estudio.” El Tiempo, 29 de mayo, 2014. Visitado el 25 de abril de 2015. http://www.eltiempo.com/estilo-de-vida/salud/ pornografia-puede-ser-nefasta-para-el-cerebro/14052401

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nscrito en la palabra porno-grafía, un aspecto es fundamental de la misma: su naturaleza gráfica. Dicha constatación en principio evidente, acarrea profundas implicaciones en tanto que la grafía del sexo en el porno constituye un proceso de resignificación del placer, de la realidad y, en consecuencia, una alteración de las posibilidades mismas del sexo. Más allá de un análisis evaluativo de la irrealidad o no del porno, del particular despliegue del cuerpo femenino y de la feminidad, o de la violencia simbólica del sexo pornográfico, entre otras; el

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presente artículo es una consideración sobre las implicaciones de su naturaleza gráfica. I. El sexo gr’afico y la visualidad del placer La pornografía se erige a través de la reconfiguración del sexo en imagen. En consecuencia, la concepción misma de la pornografía supone de entrada la creación de una experiencia sexual disímil al sexo, una práctica cuyo orden alterno se alinea en la pasividad distanciada (actividad contemplativa), contraria al dinamismo presencial (corporal). Corolario de lo previo, constituye el porno


una experiencia sexual alternativa en razón de su hiperrealidad1. En este sentido, la irrealidad de la pornografía es función de la perspectiva: de su exceso de realidad. El porno “añade una dimensión al espacio del sexo, lo hace más “real que lo real” al presentar imágenes en la cotidianidad inobservables: zoom anatómico, penetración explícita, ángulos perspectivos, “representación instantánea y exacerbada (…): sexo en estado puro” 2 , es decir no mediado por las “ limitaciones” visuales de la experiencia directa. Este ejercicio de adición visual extrae, sin embargo, una dimensión al espacio del sexo: la sensitiva (u organoléptico-trascendental como opuesta a la audiovisual). De esta forma resignifica el porno, el placer y el deseo al enfocarlos en la imagen, en el voyerismo. Ya no es el placer de sentir, sino el de ver. No es el deseo por el cuerpo y la experiencia, sino por la imagen y la representación. En consecuencia, la pornografía subvierte el orden del sexo, pues en ésta “no se hace referencia a lo que el receptor puede “hacer” sexualmente, sino a lo que el receptor “ve sexualmente” 3. II. La sexualizaci’on de la realidad En igual medida, la producción pornográfica ha logrado efectivamente resignificar diversas dimensiones de la realidad, sexualizándolas, mediante una producción erótica polivalente, pluripotencial y personalizada 4. El cuerpo y su apariencia, espacios, actitudes, situaciones, entre otras, se han configurado de manera más diversa e intensa en dimensiones sexuales, es decir, no sólo como activadores de fantasías, sino que efectivamente se han convertido en espacios y ámbitos del sexo. Así pues, más que un proceso aumentativo de la hipersexualidad 5, la pornografía constituye una progresiva resignificación erógena del mundo. III. Tan cerca, pero a la vez tan lejos. Dualidad de la insatisfacci’on en el deseo hiperreal En consecuencia, la concomitancia del placer visual ha generado una insatisfacción irresoluble: la del espectador que desea la escena, pero está fuera de ella, y la del ejecutor que vive la escena, pero no de la forma en que la desea.

El consumidor del porno se encontrará en una simulación basada en un discurso representativo que “evoca un universo de experiencia” supuestamente verídico en razón de sus afirmaciones de autenticidad, pero que en el fondo no guarda una relación con la realidad, sino de verosimilitud 6. Consecuentemente, el porno cofunde dicha conexión; la insatisfacción se ha vuelto ineludible ya que el placer visual funciona como umbral del sexo: “introduce y estimula; pero al mismo tiempo, supone siempre una distancia” 7. En este sentido, actuar implica no alcanzar las dimensiones que la pornografía presenta y que constituyen la base del deseo, pues la realidad es invisible. Pero a la vez, la contemplación implica una lateralidad ante el ámbito real del placer que es la actuación. El deseo y placer pornográficos son irrealizables, pues la realidad no provee el material suficiente y la expectación es el ámbito marginal del “verdadero placer”. En palabras de Baudrillard: “…cuanto más locamente se avanza en la veracidad del sexo, en su operación sin velos, más se sumerge uno en la acumulación de los signos, más se encierra uno en una sobresignificación hasta el infinito, la de lo real que ya no existe, la de un cuerpo que no ha existido nunca.” 8 En consecuencia, ¿cómo actuar frente a un deseo irreal a través de la práctica que se expone como medio para alcanzarlos? ¿Qué hacer frente a una realidad que sexualiza cada vez más dimensiones, generado más ámbitos de insatisfacción? Como afirma Barthes, el sexo está en todos lados menos en la sexualidad.

Daniel Kraus Estudiante de Antropología 1) Baudrillard, J. De la Seducción. Madrid: Ediciones Cátedra, 1981. 2) Op cit., p. 29 3) Gonzáles, A. “La pornografía: ficción y violencia simbólica sobre los cuerpos.” Cuadernos de Trabajo nº 13 (2002):21-44. 4) Lipovetsky, G. (1983). La era del vacío. Barcelona: Editorial Anagrama. 5) Kammeyer, K. (2008). A Hypersexual Society. Nueva York: Palgrave McMillan. 6) Gonzáles, “La pornografía: ficción y violencia”, 21-44. 7) Op cit., p. 31. 8) Baudrillard, De la Seducción, p. 31.

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sí, ya desde el siglo XVII, Baruch Spinoza reclamaba por la restitución del cuerpo como pura potencia, potencia política, potencia insurreccional. La sociedad contemporánea, heredera del desprecio cristiano y platónico por el cuerpo, ha prescindido en mirar a ese extraño otro que siempre ha sido lo que somos, ese cuerpo doliente que nos habita y nos recorre, que habitamos y recorremos. Toda política, incluida la política “rebelde”, ha sabido hacerse eco de esos cantos anticorpóreos, cantos de sirena que enloquecen la mente y la hipostasian; el logos se hace mayor e independiente del cuerpo. En realidad, la política naufraga cuando no reconoce que la primera arma de batalla es el propio cuerpo. El pornoterrorismo es un llamado por esta

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urgente restitución: Existe una guerra allí afuera. Una guerra contra esta sociedad y contra esta civilización que se derrumba (...). En esta guerra el movimiento más importante, el primero, parte de la liberación de nuestros cuerpos, de su reapropiación, del rescate de sus profundos deseos. El pornoterrorismo es una estrategia artístico-política para hacer de nuestros cuerpos la mejor arma. Manifiesto Pornoterrorista.1 El cuerpo se hace a sí mismo granada de fragmentación, fragmentación del orden dominante. El pornoterrorismo pretende confrontarnos, como testigxs pasivxs de ese cuerpo que padece nuestras indulgencias, con las potencias insurreccionales de un deseo que prescinde de la reglas de disciplinamiento de la sociedad contemporánea. A través de performances, como una de sus posibles tácticas de acción directa, hace de presente todo lo que somos y que ha sido negado por la moral pública hegemónica. Estos perfomances pueden presentar cualquier cosa, derramamiento de fluidos y escatologías de cualquier tipo 2, sexo en vivo, proyección de imágenes 3, “poemas o palabras encantatorias de alguna índole con carácter sexual, terrorista, provocador y/o que inciten a la acción directa, a la rabia, al calentón, a la reacción” 4, etc. Algunos considerarán que las intervenciones del pornoterrorismo podrían devenir en la llana celebración de lo sexual y lo escatológico, una reafirmación de las corporalidades disidentes sin una agenda de impacto en la “alta política”. Y puede que justamente sea eso. El pornoterrorismo prescinde de la apelación a la política como especialización, la apelación al Estado como fuente originaria de separación y distanciamiento, el pornoterrorismo exige la politización de la vida concreta, la politización de la vida como corporeidad impostergable. El pornoterrorismo es un escupitajo en la cara al capitalismo, un lengüetazo sardónico y cáustico al heteropatriarcado, una herida supurante que confronta radicalmente sin reclamar sutura. No se reclama sutura porque esta no es una agenda de los oprimidos que demandan reconocimiento o rehabilitación, esta es una propuesta confrontativa e insurreccional. Se exige, sin concesiones, la restitución de las potencias del propio

cuerpo, pero, al final de cuentas, no se puede restituir aquello que siempre ha estado ahí, siempre hemos sido esa herida abierta, el cuerpo, en su completa inmanencia, siempre ha sido nuestra arma de lucha. Este texto ha sido un comentario al Manifiesto Pornoterrorista, pero más que un comentario es una invitación. No una invitación a un alzamiento inmediato y a la multiplicación instantánea de los perfomances y talleres pornoterroristas, la acción callejera y los pornoasaltos, pero sí una invitación de apertura al contagio de una forma novedosa de asumir la belleza y potencia política del propio cuerpo. Esta herida abierta siempre puede contagiarse y diseminar algo novedoso, está herida supurante puede ser fuente de nuevos virus de sistema. Ante las disyuntivas políticas convencionales, Estado sí, Estado no, Polo sí, Polo no, Movimiento Social sí, Movimiento Social no, el Pornoterrorismo plantea nuevos recursos para tomar partido en la Guerra civil en curso, Guerra que excede el actual conflicto social, político y armado colombiano. La acción directa no es solamente romper sucursales bancarias o hacer estallar petardos en bustos de próceres conservadores, nuestros placeres indómitos, nuestro deseo irrefrenable por otro mundo ya es un acto, es acción inmediata y directa que debemos asumir.

Camilo Ernesto Uscátegui Estudiante de Maestría en Filosofía y Geografía 1) Manifiesto Pornoterrorista. Disponible en: http:// pornoterrorismo.com/lee/manifiesto-pornoterrorista/ 2) “[S]quirt o corrida vaginal, flujo, semen, sangre (menstrual o no), mierda, lágrimas, vómito. De especial interés la corrida vaginal porque siempre le aporta a la performance un contenido didáctico de suma relevancia para la vida de todxs lxs poseedorxs de vagina que aún no hayan descubierto que tienen el fabuloso poder del géiser.” Ibíd. 3) “Imágenes (proyecciones lanzadas por un/una VJ) en torno al género, producciones que esta civilización decadente y horripilante muestra en sus noticieros (verdadera pornografía del imperio narco-gore), pornografía mainstream o imágenes pornográficas que produzcan reacciones automáticas, fragmentos de películas de culto (gore, bizarre, porno vintage), fake-snuffs, ejecuciones reales, accidentes, y cualquier imagen que haga sentir algo (no importa qué)”. Ibíd. 4) Ibid.

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unque no es un secreto para nadie que la pornografía ha sido una poderosa industria desde su masificación en la década de 1920, son muy pocos los datos que se conocen con certeza. La ausencia de información pública y fiable sobre ventas, condiciones laborales, o salud de los actores hace que sea difícil pensar en el porno como un importante objeto de estudio social. A pesar de esto, sería torpe considerar que se trata de un asunto frívolo o superfluo. Su magnitud, exacerbada desde la aparición del internet, despierta preguntas sobre la influencia

que la pornografía puede tener en todo lo relativo a la sexualidad; nuestro comportamiento, nuestras preferencias, nuestra manera de comprender la diferencia o de relacionarnos con ella. Los datos presentados a continuación buscan motivar tales inquietudes, de tal manera que sea posible interrogarnos con mayor contundencia sobre el papel que esta industria juega en el mundo contemporáneo, pero la escasez de información también llama la atención sobre la exigencia que tienen las ciencias sociales de enfocar sus lentes analíticos en un fenómeno tan masivo.

20.000 AC

-Venus de Willendorf-

Primera representación de un cuerpo femenino desnudo.

1857

-Pornografía-

la palabra “pornografía” es incluida en un diccionario de inglés, y se refería a la escritura sobre prostitutas.

1972

-Garganta profunda-

En la década d 1970 las películas pornográficas se vuelven famosas, y se destaca “Garganta Profunda”, de 1972, por su enorme éxito comercial.

2005

2.5 billones de dólares

Es lo que la industria del porno factura en un año.

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1908

-L’ecu D’or Ou La Bonne Auberge-

El clip de porno hardcore más antiguo del que se tenga conocimiento.

1994

-www.sex.com-

Primera página porno de internet.

2014

97 billones de dólares

Es lo que la industria del porno factura en un año.


Los días con mayor tráfico de visitas en las paginas porno son los martes, y los viernes los días que menos tráfico hay

Dispositivo más utilizado para ver porno

*66% de lo actores porno tienen herpes

La doctora Sharon Mitchell en una entrevista con Court TV afirmó que el 66% de los actores porno tienen herpes, entre el 12 y el 28% tienen alguna ETS y el 7% tienen VIH. Exagerado o no, llama la atención sobre las riesgosas condiciones laborales de los actores.

88% del top 500 de sitios web porno tiene instalados elementos de monitoreo que envían información sobre tus hábitos de consumo a compañías de publicidad como AddThis o Pornvertising, y a terceros partidos como Google.

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feminismo y nuevos medios

La pornografía es un asunto moral_

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ero el asunto no es la obscenidad. A lo mejor, usted no piensa que haya algo malo en la puesta en escena de situaciones sexualmente explícitas. De pronto, usted no cree que sea inmoral excitarse viendo dichas escenas. Igual, tiene sentido que usted se pregunte: ¿hago algo mal si veo porno? El asunto no es consensual. Obviamente, la pornografía infantil es inmoral. El trabajo sexual forzado también lo es. La razón debe ser obvia. Aun así, dejando de lado tales casos, la pregunta sigue teniendo cabida: ¿está mal ver porno hecho consentidamente por otros adultos? No se trata tampoco de un asunto contractual. Tal vez, usted ve porno a pesar de la prohibición explícita por parte de sus padres de darle ese uso al computador familiar. O quizás usted lo hace a escondidas de su pareja. Nada de esto, sin embargo, es necesario. Usted y su pareja viven solos. Igual pueden preguntarse: ¿hacemos algo malo si vemos porno esta noche? El asunto, finalmente, tampoco es prudencial. A lo mejor usted cree que consumir pornografía va dañar su vida sexual futura. O teme que al hacerlo corra el riesgo de desarrollar una adicción indeseable. Nada de eso importa moralmente hablando. Usted podría no tener esas preocupaciones e igual hacerse la pregunta: ¿está bien si lo hago?

La pregunta moral_ El asunto de la pornografía puede formularse en términos de bien y mal. El problema es que, puesto así, la pregunta puede sonar poco informativa. ¿En qué sentido puede ser malo el porno? ¿Malo para quién? Para algunos, incluso, la pregunta sonará maniquea. Por fortuna, hay otras maneras de formularla. Existe, por ejemplo, una forma deóntica de hacerse la pregunta: ¿es el consumo de pornografía

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contrario a alguna obligación moral? El filósofo Immanuel Kant pensaba que todo deber moral se reduce a la obligación de no tratar a otras personas como meros medios para la satisfacción de los propios deseos. Al ver porno, ¿está usted violando esta prohibición? Existen también formulaciones utilitaristas. Viendo porno usted contribuye al sostenimiento de ciertas prácticas sociales, entre ellas, la “comoditización” de la vida sexual humana. Gracias a usted alguien se gana la vida poniéndole un precio a su sexualidad. ¿Afecta negativamente la existencia de estas prácticas el bienestar general de la sociedad? Una manera diferente de ver el asunto (tal vez, mi manera preferida) es de corte sentimentalista. Una referencia filosófica aquí es David Hume. Otra es Adam Smith. Al disfrutar del porno, usted expresa una cierta sensibilidad moral. ¿En qué medida es esa sensibilidad apropiada al contenido pornográfico? La diferencia entre esta última formulación y las anteriores puede verse con un ejemplo. Supongamos que yo escupo en la tumba de mi abuelo para ganarle una apuesta tonta a un amigo. Digamos que, sabiendo lo mucho que quise a mi abuelo, mi amigo quiere probar qué tan firme es mi incredulidad con respecto a la vida después de la muerte ¿Por qué está mal hacerlo? El deontólogo verá en ello la violación de una obligación, por ejemplo, la de respetar a los muertos. El utilitarista apelará al malestar social causado por mi irrespeto. Para el sentimentalista el asunto es otro. Al escupir en la tumba, la vanidad de ganar la apuesta pesa en mí más que los sentimientos de gratitud y afecto que conservo hacia mi abuelo. Esa es una sensibilidad moral inadecuada.

Subordinación_ En una visita al médico, Linda Lovelace descubre que tiene el clítoris en el garganta. Este le recomienda


una solución. Si ella quiere dejar atrás su vida sexual insatisfecha, Linda debe aprender a meterse el pene hasta el fondo de su garganta. El doctor la invita a que practique con él cómo hacerlo. Gloria Saunders es secuestrada y llevada a un teatro XXX, donde es obligada a tener sexo público con varios hombres y mujeres. Habiendo tenido el momento “más exquisito de su vida”, Gloria termina en casa haciendo el amor con Barry, el espectador que la rescata de sus captores. Durante los años 80, Catherine McKinnon2, entre otros, desarrolló lo que hoy en día se considera el argumento feminista clásico contra la pornografía. Una cosa es disfrutar del sexo oral, de las orgías o del exhibicionismo. Otra cosa es fantasear con alguien cuyo único goce sexual proviene de arrodillarse y darle satisfacción a otros, o con que alguien sea secuestrado para ser explotado sexualmente. Eso es lo malo de la pornografía. Al menos del porno ejemplificado por los clásicos de la era dorada “Garganta profunda” y “Detrás de la puerta verde”. La filósofa Rae Langton3 enmarca la crítica dentro de la teoría de actos de habla. La pornografía, según ella, es como la exhibición pública de una cruz esvástica o de un cartel que dice “Negros No”. Es un acto de habla de subordinación. Le asigna a la mujer (aunque no necesariamente solo a la mujer) un valor inferior y legitima un comportamiento discriminatorio. El caso de la pornografía es, en cierta medida, peor. El neo-nazi y el racista suelen ser voces marginales. (O eso quisiera uno pensar.) Pero el pornógrafo es autoridad. Piense usted en la historia de su educación sexual. Ella depende mínimamente de sus padres o de profesores. Depende sobre todo de las parejas que usted ha tenido, de conversaciones con sus amigos y del tipo de pornografía que usted ha consumido. A lo mejor usted piensa: la pornografía y la discriminación sexual existen independientemente de lo que yo haga en privado. De noche veo porno, de día lucho por la igualdad. Es aquí donde entra el argumento sentimentalista. La industria pornográfica perpetúa estereotipos sexuales inapropiados. Usted, digamos, no es responsable de ello. Pero usted sí busca y se excita

con contenidos que reproducen esos estereotipos. Esa parece ser la expresión de una sensibilidad inapropiada. El problema no es que usted busque excitarse sino aquello con lo que busca hacerlo. Piense, por analogía, en el chiste racista o antisemita. Usted no se lo inventa, ni lo cuenta en público. Eso no hace que reírse del chiste, contado e inventado por otro, esté bien.

Nuevos medios_ Desde los años 80 mucho ha cambiado. Farrah Fawcett ya no está con nosotros. Abba no suena en la radio. El argumento feminista no pretende (o no puede pretender) legislar sobre todo contenido. Para hacer pornografía hoy se necesita una cámara, una conexión a un servidor, y la voluntad de hacerlo. Los contenidos son, por tanto, más plurales, menos centralizados y más diversos. Muchas cosas, sin embargo, siguen igual a como eran en los años 80. Star Wars está de nuevo en los teatros. Las chicas todavía quieren divertirse. Y la pornografía digital es, en su mayoría, tan chauvinista como la que venía en formato Beta. Se trata de un patrón general. La internet tiende a reproducir a mayor escala los vicios de los viejos medios. Ninguna tecnología, por sí misma, libera. El porno en línea, sea queer, interracial, o hentai, tiende a funcionar con los mismo recursos retóricos con que funcionaba el porno de estudio en la era dorada. La existencia de nuevos medios no hace, por tanto, desaparecer la pregunta por la pornografía. Hace, si acaso, que sea más difícil responder a ella. ¿Habiendo tanta variedad de porno en línea, está bien si veo esto?

Santiago Amaya Profesor Asistente Departamento de Filosofía U. de los Andes 1) Este texto es una elaboración de mis apuntes para la clase Dilemas Éticos, mejorados a la luz de la discusión con los estudiantes. Como bien lo saben ellos, las opiniones expresadas por mí en clase o en este escrito no necesariamente representan mis opiniones. 2) MacKinnon, C. (1987). Feminism Unmodified. Cambridge, MA: Harvard University Press. 3) Langton, R. (1993) Speech acts and Unspeakable acts. Philosophy and Public Affairs 22, 293-330.

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o más buscado, lo más ofrecido y lo más rentable del internet es la pornografía. Según estudios, los ingresos de esta industria en los Estados Unidos sobrepasan con creces los ingresos de toda la industria cinematográfica y las artes escénicas combinadas. Ante tal situación, el silencio que rodea el fenómeno resulta escandaloso, como lo evidencia el insignificante espacio que ocupa el tema dentro del circuito académico. Como consecuencia, los defensores y detractores carecen de argumentos de peso que permitan dimensionar el real impacto del porno en la sociedad. Pero si a lo dicho se agrega el hecho de que la edad promedio en la que un niño estadounidense se expone a material pornográfico por primera vez es a los 8 años, y si éste se socializa en un contexto que se caracteriza por un enorme tabú respecto al sexo, no se requiere de muchas evidencias adicionales para concluir que el impacto sobre la subjetivación del deseo no solo existe, sino que además, es a todas luces importante. El objetivo de este corto artículo es hacer una reflexión en torno a algunas de las implicaciones del consumo contemporáneo de pornografía en internet, y a oportunidades y desafíos para su estudio en el contexto académico. El concepto de industria cultural, desarrollado por Adorno y Horkheimer, contiene en su forma original una visión bastante pesimista de los productos culturales, limitándose a su capacidad normalizadora y reproductiva de los imaginarios que sostienen el status quo de una sociedad. Sin embargo, esta es una concepción muy rígida y vertical de las estructuras de poder, quizá más coherente con las formas de producción pornográficas tradicionales, en las que el casi único rol activo del observador se limitaba a la masturbación. La era del video y del porno en línea conlleva dos dinámicas que contribuyen a la erosión gradual de la normalización del deseo y de las prácticas sexuales. Un primer cambio se da desde la oferta con la entrada

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en escena del video y el internet, reduciendo respectivamente los costos de elaboración y de distribución del material pornográfico. Esto implica un debilitamiento del estricto monopolio de los grandes capitales, de raza, de género, de orientación, de prácticas sexuales, etc., en cuanto a la producción se refiere. La explosión de la diversidad de la oferta a bajo presupuesto tiene importantes consecuencias sobre el rol del consumidor, quien empieza a asumir un papel activo, al menos en lo que concierne a la exploración de posibilidades ajenas a los estándares tradicionales de pornografía mainstream. Ya no se requiere elaborar productos estandarizados para una multitud masculina confinada dentro de una sala de cine, sino que un puñado de individuos regados anónimamente por el mundo resulta suficiente para rentabilizar un producto de este tipo. Un segundo cambio, más importante aún, hace referencia a la democratización de la producción por parte de los mismos consumidores, mediante la socialización cada vez más popular del porno amateur. Es esta dinámica la que da un gran quiebre al rol pasivo del consumidor, impulsando su empoderamiento en varios sentidos. Por una parte, la puesta en escena de sexo real entre individuos no profesionales representa un relajamiento considerable de las exigencias corporales y los anormales rendimientos sexuales representados en el porno tradicional. Adicionalmente, la participación de los protagonistas en la producción da voz a los tradicionalmente excluidos. Por ejemplo, el rol activo de las mujeres en la elaboración pornográfica amateur contribuye a desmitificar “normalidades” pornográficas creadas y reiteradas hasta el infinito por el monopolio masculino del porno mainstream, como puede ser el imaginario de que todas las mujeres desean ser eyaculadas en la cara o abofeteadas con un pene. La apertura de estos diálogos, en los que se socializan opiniones e impresiones, trasciende el ámbito pornográfico y llegan a la inclusión de reflexiones sobre los deseos y


la distinción entre la fantasía y la realidad, entre otras posibilidades. Además de los beneficios que implican el desgaste del monopolio de la producción de prácticas sexuales, cabe mencionar el aspecto positivo de distribuir la gran torta económica de la industria pornográfica entre los pequeños productores/ actores que son, literalmente hablando, quienes más se exponen. Al igual que otras plataformas de socialización donde los usuarios son los productores de contenido, su rentabilización no es muy evidente. Sin embargo, comienzan a entrar en escena grandes genios del marketing encontrando formas de rentabilizar esta actividad, como es el caso de Cindy Gallop y su industria de porno “con responsabilidad social” Make love not porn. Como dice la propia Gallop, “Make love not porn no solo está cambiando la idea de hacer sexo, sino también la idea de hacer negocios en internet”. No obstante, cabe resaltar que aun cuando esta “democratización” de la producción pornográfica representa un cierto grado de liberación frente a ciertos discursos dominantes sobre la sexualidad en el porno tradicional, la dinámica y su viabilidad siguen estando ante todo determinadas por la lógica del mercado, que rara vez apunta a la emancipación de los individuos. Respecto al estudio del fenómeno, el consumo del porno en internet abre posibilidades sin precedentes sobre la capacidad de su análisis desde el ámbito de las ciencias sociales. Los datos masivos –o Big Data- producto del registro de todo movimiento en internet, no solo se refieren a magnitudes exorbitantes de información, sino que permiten observar, más allá de las percepciones e intenciones, el comportamiento real de los consumidores. Herramientas como la minería de datos o el rol del community manager demuestran dentro del contexto empresarial la utilidad de este tipo de información para el conocimiento y estimulo constante del consumo. En el contexto de la pornografía, se comienzan a ver los frutos de esta acumulación de información para el análisis de su consumo. PornHub, la compañía de porno en internet más grande del mundo, publica informes descriptivos sobre los patrones de consumo de sus clientes, según género, edad y región geográfica. Los resultados son interesantes, pero aún más lo es su escaza profundidad de análisis, que evidencia

a gritos la ignorancia de los mismos productores del porno sobre sus consumidores. No obstante, este insumo tan valioso para las ciencias sociales cuenta con al menos un gran desafío: la tensión entre la privacidad de los usuarios y la calidad de la información obtenida. Aun el camino es largo por recorrer en este sentido como lo evidencia el análisis “What women want” de PornHub. En éste, el “hallazgo” más sorprendente es que la segunda categoría de porno que más consumen las mujeres después del sexo lésbico, es el sexo gay entre hombres, por lo que según los autores del informe, resulta “claro que el tipo de sexo en el que las mujeres están más interesadas en ver ocurre entre miembros del mismo sexo”. El inconveniente de esta lúcida conclusión es que la forma como Google analytics identifica el sexo de los usuarios es mediante el historial de consulta de páginas web de los usuarios, identificándolas como páginas masculinas o femeninas. Así, no resulta extraño que este algoritmo falle sistemáticamente al asignar el género a personas no heterosexuales, por lo general más liberadas de los roles tradicionales de género. Muy probablemente se llegará a generar datos de suficiente calidad bajo políticas que respeten la intimidad de los usuarios, aunque como bien lo demostró Snowden, cualquier arsenal legal no es freno que detenga los abusos del poder respecto a la privacidad. La real amplitud de las implicaciones del porno sobre la sociedad son aún desconocidas y las formas de producción/consumo, lejos de ser estables, son dinámicas, se aceleran y complejizan. Ya bastante se ha demorado la academia para abordar el tema y la brecha sigue creciendo. Sin embargo, los circuitos académicos se empiezan a interesar en el tema, como lo demuestra este número especial de La Parada, y se empieza a disponer de información. El rol de una investigación académica crítica cobra gran importancia si se tiene en cuenta su capacidad de contribuir a un empoderamiento sexual que, limitados a la lógica del mercado, difícilmente se conseguiría.

Enrique Acosta Sociólogo de la Universidad Nacional, Maestría en Demografía y candidato a Ph.D de la Universidad de Montreal 29


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ornografía es un término que ha tenido muchas acepciones en el curso de su historia. Estrictamente etimológicas o intrincadamente semánticas, las innumerables definiciones a las que me refiero hacen del concepto un vertedero de prejuicios acerca de lo obsceno, lo depravado y lo mórbido con relación al sexo. Precisamente por ello me ceñiré a la siguiente definición de pornografía: representación explícita, por cualquier medio (novelas, grabados, video, etc.), de actos sexuales con la única intención de excitar a quien los contemple. Esta definición es un tanto estrecha pero facilita abordar el tema en su forma contemporánea. La representación explicita de actos sexuales no es novedad, prueba de ello es la obra de Pietro Bacci, mejor conocido como el Aretino; sin embargo, no suele ser fácil establecer la intención de los autores de las representaciones antiguas. De ahí que la definición propuesta se circunscriba a las representaciones explícitas de actos sexuales más recientes. Actualmente, la difusión de la pornografía ha alcanzado dimensiones insospechadas. Durante la segunda mitad del siglo XX aparecen revistas

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de circulación masiva, como Play Boy, Penthouse y Hustler, reproductores de video doméstico (betamax, VHS, DVD) y un amplio repertorio de material porno en los respectivos formatos, canales de televisión especializados como Venus, y por supuesto internet. En sus treinta años de vida, internet ha transformado radicalmente el panorama de la difusión del material pornográfico: nunca antes había habido una cantidad semejante de consumidores potenciales y efectivos. Accesibilidad, asequibilidad y anonimato, son condiciones que internet ha facilitado para quienes consumimos porno. Quisiera proponer la siguiente reflexión: “las personas no nacemos sabiendo hacer el amor; lo aprendemos haciéndolo, y también enseñándonoslo. ¿No podría la literatura pornográfica [y la pornografía en general] servir también para ello?” 2. Al parecer, sí, según lo han señalado algunos analistas del tema, y es precisamente ello lo que constituye su mayor fuente de preocupaciones al respecto. Preocupa que los individuos expuestos al material pornográfico reproduzcan lo visto en su propia


experiencia sexual, trasladando prácticas de la pornografía a la realidad. Decir que la pornografía es una representación que busca excitar a quien la contempla implica reconocerla como el fruto de una producción deliberada. El porno o lo porno se desarrolla en una dimensión o realidad en donde el sexo, como eventualidad dentro del desarrollo de cualquier situación, es una posibilidad altamente probable: pornotopía. La pornografía como representación de situación es verosímil, y pretende serlo. Es decir, salvo por casos que ponen a prueba nuestra credulidad como las caricaturas tipo Hentai o parodias en versión porno, las situaciones que presenta la pornografía son creíbles. De todo hay en la viña del señor, plomeros terriblemente atractivos y maestras que seducen a sus estudiantes no son la excepción. Con eso en mente, tener sexo con el plomero o la maestra parece más una eventualidad lejana que un imposible. El recelo con respecto al consumo de pornografía se concentra especialmente en dos vertientes. Por una parte, está el temor a que el proceso de escalada en el consumo de este tipo de material fomente la proliferación de prácticas sexuales que puedan convertirse en amenazas a la salud pública. El proceso de escalada se refiere a un patrón de consumo de pornografía donde el consumidor comenzaría a buscar material de forma más específica, yendo de un tipo de pornografía a otro en busca de representaciones más “desviadas y extrañas” de actos sexuales 3. En cuanto a los productos del proceso de escalada, se teme tanto al delincuente sexual como a quienes renuncian al sexo (el Imperio de los Sin Sexo). Por otra parte, está el temor a que la sexualidad representada reproduzca modelos de relaciones de poder entre los géneros, agudizando las asimetrías que actualmente existen. Un hecho que parece implícito en el consumo de pornografía es que los hombres registran mayores tazas de consumo que las mujeres. Eso nos haría más proclives a creer en ciertos mitos sobre la preeminencia del hombre en el sexo que subsisten en el porno heterosexual convencional, por ejemplo: el sexo inicia cuando el hombre se excita y termina cuando eyacula, el

hombre propone las posiciones y el ritmo para el sexo, las mujeres están en disposición de tener sexo todo el tiempo, por mencionar algunos. Creer en una sexualidad semejante trae sus propios interrogantes, ¿el tamaño importa? ¿Cómo identificar cuando una mujer tiene un orgasmo y qué pasa después? ¿Con qué combinación de movimientos se logra el Squirt 4? La pornografía suscita recelo precisamente por el potencial pedagógico que se le atribuye. Temer que ver porno forme desviados sexuales o machistas empedernidos es tan descabellado como temer que ver películas de superhéroes forme esquizofrénicos o fisiculturistas, porque en ambos casos se anula la agencia del espectador frente a lo que está viendo. No somos autómatas programados para reproducir lo que vemos, muchos factores inciden sobre la determinación de nuestra conducta, incluida nuestra voluntad. Por si fuera poco, la pornografía se enriquece cada día con propuestas alternativas al porno heterosexual convencional. El llamado porno para mujeres, el postporno y el pornoterrorismo, son algunas de las propuestas, que sin abandonar la representación de sexo explícito, se proponen dejar atrás las ataduras del porno heterosexual convencional proponiendo nuevas perspectivas a propósito del cuerpo y la sexualidad. La pornografía a pesar del recelo que pueda suscitar es un formato privilegiado para la experimentación a propósito del cuerpo y su sexualidad; Porn Can Save Lives y Yes, we fuck! son ejemplos muy interesantes. Por favor, no permita que esta pila de datos curiosos se interponga en su relación con el porno, ojalá alguna de las referencias estimule su morbo y le invite a explorar nuevos horizontes.

Darío Sebastián Berrio Gil Sociólogo de la Universidad Nacional 1) Barba, A., & García Montes, J. (2007). La ceremonia del porno. Barcelona: Anagrama. 2) Olivan, Montserrat (1983). Una reflexión sobre la pornografía ¿”S” de sexo?. Brujas, N° 3,39-46. 3) D’Orlando, F. (2011). The Demand for Pornography. Journal of Happiness Studies, 12(1), 51-75. 4) “La eyaculación femenina se refiere a la expulsión de una cantidad variable de fluido a través de las glándulas de Skene de algunas mujeres durante el orgasmo.”(Wikipedia.org)

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ace más de treinta años, en un artículo titulado “Pornography, Oppression and Freedom. A Closer Look”, 1 la filósofa Helen Longino planteó la tesis de que la producción y distribución de material pornográfico es un error social y moral, y abogó por su control. Su argumento no apelaba a la noción de obscenidad, que había sido el centro del debate legal en los Estados Unidos desde finales del siglo XIX, y que significaba navegar un mar de vaguedad en el que conceptos como “interés lascivo” y “sobrepasar los límites convencionales de candor” estaban condenados al naufragio. Como alguien que había llegado a la mayoría de edad en los convulsos años sesenta, Longino entendía muy bien que la revolución sexual había significado una separación definitiva entre las cuestiones de costumbre sexual y las cuestiones de moralidad, y que no podíamos ya más condenar representaciones de la sexualidad simplemente porque las encontremos demasiado explícitas, de mal gusto o porque carezcan de algún valor social o cultural. Su argumento dependía, en cambio, de una concepción de pornografía muy específica: pornográfico es todo aquel material que explícitamente representa una conducta sexual degradante para una persona (típicamente, la mujer) de tal forma que aprueba y/o recomienda dicha degradación. Para ella, la pornografía no es mala simplemente porque represente una conducta degradante, sino porque la representa en un marco contextual muy particular diseñado para que el espectador (típicamente, el espectador hombre) se vea participando. Ilustremos el punto con un contraste. En Irreversible (Gaspar Noé, 2002), la atroz violación y brutal golpiza de una mujer es representada en un solo plano secuencia de 11 minutos. Aunque la conducta representada allí es degradante y humillante, la representación se hace en un marco contextual en el que es absolutamente claro que esta no aprueba

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dicha conducta ni la recomienda. Al hacer del espectador un testigo impotente de los acontecimientos, Noé nos obliga a confrontar aspectos de la violación que ignoramos porque, aunque reconocemos con un golpe de voz su realidad, sin embargo volteamos la cara frente a ella. Pero la particular forma de representación de la sexualidad que, para Longino, constituye lo pornográfico tiene como característica unos rasgos contextuales que implican su aprobación de la conducta tal y como se representa: una conducta donde el placer de algunos participantes (típicamente, las mujeres) se subordina al de otros, donde este placer consiste en satisfacer a otros, y donde hay una clara objetificación y despersonalización física y psicológica. En un bukkake, por ejemplo, donde un grupo de hombres rodean a una mujer y se turnan para eyacular sobre ella, puede haber subordinación, objetificación y despersonalización, y ser reprobable como conducta. Pero cuando el discurso que lo representa, sea visual o incluso escrito, lo representa con aprobación o, por lo menos, sin brindar al espectador o al lector los elementos contextuales que le brinden la posibilidad de ser crítico frente a lo que se representa, entonces ya entramos en los límites del lenguaje inflamatorio. Así como rechazamos una representación aprobatoria de un abuso hacia un miembro de una minoría discriminada (incluso si este ha consentido libremente a ello), así también deberíamos rechazar la pornografía. He aquí, en pocas palabras, el argumento feminista en contra de la pornografía. Escogí el ejemplo del bukkake deliberadamente para hacer más visible el punto, pero este vale también para la representación pornográfica de prácticas más ‘convencionales’: el placer de la mujer o es sub-representado, o es sobre-representado, o es mal representado, pero en todo caso siempre es representado desde un punto de vista objetificante y despersonalizante,


siempre como medio para el placer del hombre (sea el actor o el espectador) y nunca como un fin en sí mismo. El nacimiento y la popularización de subgéneros como el gonzo o point of view, donde uno de los participantes (típicamente, el hombre) es quien filma, el barely legal, donde las actrices, aunque mayores de edad, representan a adolescentes, o el casting, donde la escena representa la iniciación de una mujer en la pornografía, parecen darle a estas feministas la razón: no podemos, en aras de la libertad de expresión, aceptar sin más un discurso inflamatorio, que fomente la desigualdad. Muchas feministas han apelado también al daño a la mujer en la producción de las películas. Por lo años en que Longino escribió “Pornography, Oppression and Freedom” fue muy conocido el caso de Linda (Lovelace) Marchiano, la protagonista del icónico film Garganta Profunda, quien escribió extensamente acerca de los abusos que sufrió durante la filmación. “Cuando ustedes ven la película...-testificó ante la llamada Comisión Messe-, están viéndome ser violada”. 2 Casos como este, y más recientemente la controvertida entrevista concedida por Belladonna a la cadena ABC, 3 han dado lugar a cuestionamientos en contra de la industria pornográfica. Conexiones con la mafia y redes de trata de personas (en el peor de los casos), la existencia de presiones implícitas o explícitas para que las actrices estén dispuestas a filmar escenas de cierto carácter y, en general, el costo emocional que significa la aceptación de dichas condiciones (“Realmente me sentí como un pedazo de carne... Tenía que hacer un montón de cosas que no podía imaginar alguien quisiera hacer”, dice Belladonna a propósito de una de sus primeras experiencias), parecen sugerir que la industria pornografía, en el mejor de los casos, juega en el límite de lo que significa adultos en libertad de consentir. Pero esto, si bien puede considerarse una crítica a la industria pornográfica, difícilmente puede considerarse una crítica a la pornografía en sí: si los participantes han genuinamente consentido, y la producción se da en un contexto de libertad positiva (en el que los participantes son completamente conscientes y tienen poder sobre las condiciones en las que participan), la pornografía no

tiene por qué ser inmoral. Pero si Longino tiene razón y la pornografía es una forma de discurso discriminatorio, entonces es inherentemente mala e inmoral. El punto es: ¿debe censurarse? En 1984, las feministas Catherine McKinnon y Andrea Dworkin lograron que la ciudad de Indianápolis aprobara una ordenanza prohibiendo la pornografía sobre bases muy similares. Un año después, sin embargo, esta fue declarada inconstitucional por una Corte de Apelaciones por violar protecciones de la Primera Enmienda. Censurar la pornografía, consideró en ese momento el juez Easterbrook, significa discriminar un discurso sobre la base de su contenido y la Constitución prohíbe “declarar una perspectiva como la correcta silenciando las opositoras”. 4 La pornografía parece jugar en un límite muy difícil de definir, un límite en el que una visión de la sexualidad humana puede convertirse en una visión que aprueba y recomienda la desigualdad en la sexualidad humana. Y ello hace que justificar su censura sea particularmente difícil. De cualquier forma, una cosa es cierta: el punto de vista feminista, bien entendido, pide realizadores y espectadores (en particular, espectadores hombres) más observadores, más conscientes del significado de lo que hacen o consumen y más sensibles para reconocer y gozar con el placer del otro, en particular, el de la mujer. 5

Carlos Cortissoz, PhD Profesor Asociado Departamento de Humanidades Universidad Jorge Tadeo Lozano 1) Longino, Helen. “Pornography, Oppression and Freedom. A Closer Look”. En Lederer, Laura, Take Back the Night. Women on Pornography. Harper, 1980. 2) Nathan, Debbie. Pornography. Groundwork Books, 2007, p. 87. 3) Ver “Love on a Porn Set: One Woman’s Story”, ABC News, mayo 27, 2004: http://abcnews.go.com/Primetime/ story?id=132369. 4) Citado en Gruen, Lori, “Pornography and Censorship”. En Frey, R.G. y Wellman, C.H. A Companion to Applied Ethics. Blackwell Publishing. Malden, 2003. 5) Realizadores de filmes con esta sensibilidad ya han comenzado a surgir. Erika Lust, por ejemplo, ha sido muy influyente en el movimiento de la pornografía feminista. Sin embargo, es diciente que ella no use la palabra pornografía para definir lo que hace, pero sí aquello a lo que reacciona.

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El Cabildo UN SUEÑO HACIÉNDOSE HISTORIA De la mano de iniciativas nacionales de integración de los estudiantes de Historia de todo el país, sumado al interés de preservar la muestra estudiantil Historioramas, nace a finales del año pasado, El Cabildo. Esta agrupación ha pretendido establecer lazos de unidad, amistad, y discusión entre los estudiantes de Historia de la Universidad de los Andes. Está organizado por una coordinación pro tempore, cuya duración es de un semestre. En el seno de El Cabildo hay múltiples iniciativas que indudablemente han fortificado la unidad y la identidad estudiantil del Departamento. Nuestro evento central es Historioramas, realizado anualmente, en el cual se exponen destacados trabajos estudiantiles de ésta y otras universidades invitadas. Hemos dispuesto espacios de estudio y discusión colectiva como los grupos de Historia Ambiental y de Teoría e Historia. Además, hemos tratado de hacer acompañamiento a los estudiantes de primer semestre con apoyo de tutores, bienvenida durante la inducción, Introducción a la Pola e invitación a las reuniones del colectivo. Asimismo, hemos reconocido que la fórmula del éxito está en la amistad, por lo que desde el semestre anterior organizamos nuestro evento de ocio más importante y apreciado: El Asado Historiográfico. Tenemos la iniciativa de lanzar nuestra propia revista estudiantil y estamos trabajando al respecto; así es como nos asociamos con las publicaciones de la Facultad, y logramos un buen número de boletas vendidas en el Bacanal Max Beber, para la expectativa que teníamos. En síntesis, El Cabildo ha nacido como un sueño y se va materializando con el trabajo y apoyo de los estudiantes, haciendo poco a poco, su propia historia. Contacto: Rafael David Nieto-Bello rd.nieto1592@uniandes.edu.co

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La Fundación Colectivo Frente Unido está conformada por un grupo de jóvenes profesionales de las áreas de Historia, Sociología, Ciencia Política, Psicología, Comunicación Social, Fotografía y Cine. Pese a encontrarnos en distintas ciudades -Buenos Aires, Quebec, Bogotá, Medellín- hemos podido construir una red a la distancia en pro del proyecto de investigación ¡Camilo Vive!, del cual formamos parte un selecto grupo de la Universidad de los Andes. Este proyecto, que nació en una hermosa primavera porteña en el año 2010, se ha propuesto recuperar la mayor cantidad de archivos y objetos en todos sus formatos de y sobre Camilo Torres Restrepo; archivos y objetos que, por demás, se encuentran dispersos en varios países del mundo. Así como la realización del fomento de cultura y creación colectiva de conocimiento a través de la lectura, escritura, reflexión y diálogo en torno a Camilo en pro de la unidad de diversos autores sociales desde un enfoque crítico. Nuestra experiencia investigativa nos lleva a afirmar que este es un valioso aporte y una gran oportunidad para la preservación de la memoria social y política no solo de Colombia sino además, de América Latina. Contactos: Adrián Cantor Rocha Camilo Ernesto Uscátegui Stefannia Parrado Morales Contacto: 3214171076


Durante el último semestre La Cicuta no sólo publicó su tercera edición, sino también ha querido involucrarse en la organización y gestión de eventos que faciliten espacios para el diálogo respecto a distintos temas de actualidad e interés general con un enfoque filosófico. Así pues, organizamos el conversatorio Perspectivas de la muerte en Oriente y Occidente con invitadas de distintas universidades. En otra oportunidad estuvimos experimentando con formatos de debate con ocasión de la campaña #SoyCapaz y la apertura del campus por un día; esto se grabó y está disponible en nuestra página web. Aún más, dedicamos una sección de nuestra página a reflexiones en torno al tema de Paz en general, y recibimos la contribución de profesores del departamento de Filosofía y algunos estudiantes. Por otra parte, estamos estrenando un blog en el que queremos compartir reseñas (por ejemplo, sobre el libro Historia de un olvido de Tomás Barrero, profesor del departamento), columnas (Histeria y talanqueras, una reflexión en torno al debate que generó la apertura del campus), y próximamente también entrevistas. Con este espacio buscamos seguir motivando espacios y formas de diálogo, en los que es de vital importancia la participación de estudiantes. Queremos, pues, que los estudiantes del departamento continúen involucrándose en la publicación, en la discusión, e incluso en la edición y gestión de proyectos. Actualmente estamos trabajando en la convocatoria de nuestra cuarta edición y en la logística de importantes eventos para el semestre. (www.revistalacicuta.com)

El periódico Sin Corbata se ha caracterizado por incrementar edición tras edición el análisis político a través de mentes jóvenes que se han visto motivados por los diferentes temas de coyuntura política nacional e internacional. La escritura como medio de expresión ha sido la herramienta que desde su nacimiento el periódico ha utilizado para lograr que más estudiantes ajenos al campo de la Ciencia Política se sientan atraídos por el efecto que tiene esta no solamente en su responsabilidad política como seres humanos sino igualmente en las diferentes ramas de estudio que han seleccionado para desenvolverse en su cotidianeidad. Así la responsabilidad de Sin Corbata es ofrecer una lectura crítica y comprensible que proporcione un análisis además de generar interés al lector. Para la próxima edición se busca renovar completamente la estructura editorial y generar nuevas ideas que motiven aún más a los estudiantes a integrarse al equipo de trabajo del periódico.

Nuestra edición de este semestre se llama Sexo. Escogimos este tema en el marco de los cambios que atraviesa el Departamento de Lenguajes y Estudios socioculturales, por la relevancia que tiene este tema dentro de nuestra carrera. Además porque permite un acercamiento interdisciplinario que siempre ha sido foco de interés de Errántio. Agradecemos a todos los autores sus textos y perspectivas diversas, y a los profesores que compartieron sus puntos de vista en los conversatorios. Los invitamos a todos a leer esta edición y compartirla.

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EN BÚSQUEDA DEL QUESO MOMPOSINO Un viaje de ensayo y error

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n ocasiones especiales a mi familia y a mí nos gusta ir a desayunar a un reconocido lugar donde venden crepes y waffles, y de lo mejor del menú es el queso momposino. Me encontraba yo a pocos días de emprender un viaje hacia Santa Cruz de Mompóx y me hacía la pregunta, aunque un poco obvia, si en efecto este producto era autóctono de las costas colombianas. Mi viaje empezó en el terminal de transporte de Bogotá donde cogí la flota para Barranquilla; primer error: no llevar cobija, el conductor pone el aire acondicionado a toda, y en un viaje de más de veinte horas, le va a dar frío. Llegué entonces a la arenosa, y como no conocía la ciudad lo lógico era quedarme esa noche, segundo error. Pasé la tarde en las playas de Puerto Colombia, comí arepa de huevo como dios manda cuando uno va a la costa y, claro, no podía faltar el chapuzón en el mar. Pero

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la cosa se complicó por la noche cuando mi plan de quedarme acampando en la playa falló ya que me dejé meter el miedo de que era muy peligroso, sin saber que en Barranquilla NO hay lugares para acampar. Terminé metida en un lote cercado que por suerte estaba lleno de árboles y maleza donde pude camuflar la carpa y evitar que me vieran; pero esa ha sido sin lugar a duda, la peor noche de mi vida. No sé cuanto tiempo alcancé estar ahí metida, pero en medio de los moscos, el calor infernal y el pánico del sonido del viento rosando los árboles, recordándome a los ladrones que habitan en mi imaginación, salí corriendo apenas salió el sol hacia el terminal y concluí que “en Barranquilla no me quedo”. En el terminal, gracias a aquel ángel que decidió poner servicio de duchas por mil pesos, pude bañarme y reírme finalmente de la primera noche de mi viaje. Aquí cogí otro bus hacia


Magangué (si se sube el vendedor de bolis, le recomiendo que le compre: es un lujo gastronómico de la zona y, además, fue lo único frio del viaje) pero al parecer era un viaje de dos trayectos, detalle que el señor que me vendió el tiquete olvidó mencionar, y terminé esperando un segundo bus en medio de la nada con un calor muy similar al que se debe sentir en el centro de la Tierra. Ya nuevamente montada en un bus, empecé a sentir emoción porque sabía que ya estaba cerca a mi destino, la vegetación cambiaba al igual que la arquitectura de los pueblitos por los que íbamos pasando; y entonces, a las 3:50 p.m. del segundo día de mi viaje llegué a Magangué… pero tranquilos, aún falta medio trayecto para llegar a Mompox. Aquí me subí a un mototaxi que me acercó al muelle para coger el último ferri, programado a las 4:00 pm, que me llevaría hacia la isla, pero como se podrán imaginar en este punto de la historia no llegué a tiempo, pero el trayecto en moto al lado del río Magdalena fue el primero de muchos momentos increíbles que me quedarían de esta travesía. Esperé entonces sentada en una silla con una cerveza en la mano al lado del río –ya tan picada que dejó de importar- a que llegara el “Johnson”, o la clásica canoa motorizada. Aunque no llegué a tiempo para el ferri, el viaje en canoa acompañado por la puesta del sol y uno de los paisajes más increíbles del país hicieron que valiera la pena. Ya caída la tarde llegué a la isla donde me esperaba mi último trayecto de dos horas en taxi hasta Mompox, y finalmente, llegué. Mi primera impresión sobre Santa Cruz de Mompox es que es un lugar congelado en el tiempo, sus calles están colmadas de historia que se ve plasmada en su arquitectura colonial. Es un lugar pequeño, donde su gente irradia carisma y tranquilidad, cosa que confirmé de primera mano ya que mis dos días de estadía acá serían con una familia momposina. Al llegar di un recorrido nocturno, me senté en la plaza principal y cené pizza y papas que me regalaron por ser vegetariana (sí, tiene sus ventajas… o me vieron cara de hambre) y me embarqué en la búsqueda de un buen lugar para quedarme. Seguí caminando hasta llegar al hermoso cementerio del pueblo y girando a la derecha había una casa con un gran

patio cercado y me acerqué a hablar con su dueño que estaba sentado en una silla de plástico en la entrada; empezamos conversar, hasta que tuve la valentía de pedirle estadía, a lo cual accedió con mucho gusto – y quizás algo de incertidumbre – me presentó a su esposa, su pequeña hija y su madre, las tres me brindaron una gran sonrisa y acampé esa noche en el patio. Al día siguiente, di un paseo confirmando la belleza del lugar a la luz del día: me encontré con panaderías donde destaca la avena recién preparada, puestos de jugos en cada esquina, pequeños parques con estatuas conmemorativas de su historia, iglesias, casas abandonadas, entre otras esquinas mágicas. Después del medio día prendí una fogata y preparé almuerzo, nadé en el rio Magdalena y finalmente terminé la tarde sentada en un billar tomando cerveza y viendo la gente pasar sintiendo una tranquilidad que, en ese momento, no hubiera cambiado por nada. En mi segunda noche, la familia que me acogió me dejó dormir dentro de la casa, en colchón y con ventilador; se podría decir que dormí como un bebé. Llegó entonces mi último día en este pequeño paraíso, donde me despedí de sus calles y su gente disfrutando de un jugo de mora recién hecho que es quizás lo mejor de viajar a tierra caliente y cogí la flota de regreso a Bogotá –ah sí, olvidé contarles que hay una flota directa hasta Mompox pero fue algo que descubrí literalmente el último día, pero no hubiera sido igual divertido. Finalmente ni vi a Totó la Momposina ni encontré el queso momposino, lo más cercano fue el queso costeño y es un poco atrevida la comparación, pero me encontré con las mejores panaderías y los mejores puestos de jugos (si no está claro ya), comprendí el placer de tomarse una cerveza fría en el calor de medio día en la costa, me enamoré de su gente y sus calles pintadas de pasado, y disfruté de uno de los maravillosos paisajes que tiene Colombia escondidos entre sus ríos y mares, y definitivamente aprendí por medio de ensayo y error a viajar a por mi país.

Luisa Cardona Aristizábal Estudiante de Antropología 37


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a noche se presta para todo y lo que tengo en frente lo confirma. Pido el primer trago y mientras lo tomo miro el entorno desde un cómodo sofá esquinero. Hay un jacuzzi y un sauna, ambos vacíos. Varios tubos de pole dance y un remoto cuarto misterioso, al cual aún no me atrevo a entrar por la incertidumbre que evocan sus pobres luces. Le dan el toque porno a lo que a primera vista es solo un balneario de baja categoría. Me detengo cautelosamente en el rostro de los cuerpos que, desnudos, se exponen alrededor de la pista. Las personas que han venido hoy a vivir la experiencia swinger aparentan tener todas más de 40 años y algunas incluso parecen haber escapado de un geriátrico para vivir el affair. Las mujeres son notablemente más atractivas que los hombres, alopécicos y con barriga, lo que, sospecho, tiene que ver con la buena posición social que estos últimos aparentan. Vine con mi amiga Natalia y Alejandro, compañero de reportaje, y juntos somos el trío que más conmoción genera en el lugar, primero por lo de trío y segundo por la castidad en el asunto que reflejan lo vestidos que estamos y el pudor con que nos desenvolvemos. No movemos un dedo por miedo a que nuestro desconocimiento del protocolo swinger, si es que existe uno, nos exponga a alguna propuesta indecente. Tan solo nos limitamos a tomar aguardiente y a aceptar con resignación las miradas examinadoras que se posan sobre nosotros. Hígado, prepárate, que hoy vas de titular. Tomo con Natalia dos shots hasta el fondo y nos dirigimos al cuarto misterioso a través de un pasillo concurrido por fumadores. Los ojos viciosos e indiscretos alargan la llegada y estrechan los muros. Me incomoda tanta curiosidad. Una vez alcanzamos la habitación notamos que solo hay un montón de camas sin nada de acción, por lo que volvemos a nuestro lugar, esperando que la situación se anime más tarde. Bebo una Smirnoff y ya me siento más envalentonada. Me paro a bailar y jalo a Natalia del AGOSTO-2015

brazo, a lo que ella se resiste con firmeza. Un alma compasiva, envuelta en toalla blanca y calzada en chanclas, se percata del rechazo, me agarra de la mano y me lleva a la pista. ¿Cómo te llamas? Andrea, respondo - Mucho gusto Andrea, yo soy Francisco -. Lo detallo con dificultad en medio de luces fugaces y asumo que tiene unos 35 años. Es alto y menudo y, aunque mis acompañantes lo nieguen, es lindo. Lo vi entrar al bar como todo un cliente frecuente, con otra pareja y de la mano de una morena que se pavonea en topless por todo el lugar. De entrada concluyo que es la esposa o novia, por lo que le pregunto si ella está de acuerdo con que bailemos. -Ella es solo una amiga, mi esposa está en la casa- lo miro fijamente y él sonríe -alguien tiene que quedarse cuidando a la niña-. Creyendo que se justifica, me dice que su mujer nunca estaría de acuerdo con intercambiarse o intercambiarlo a él, por lo que lo hace a escondidas con compañeras que sí se lo alcahuetean. Patán. Suena un merengue y lo bailo sin dejar de mirar el sofá, desde donde Natalia y Alejandro me lanzan mirandas inquisidoras. Por fin termina la canción e, intimidada, corro a sentarme. Ya de vuelta en mi zona neutral, me percato de que cada vez somos más los cómplices de esta velada. Priman los cuerpos despojados, pero ya se ven señores en camisa y jean y una que otra mujer en lencería. El alcohol patrocinado por los cien mil pesos consumibles, que todas las parejas vamos a tener que pagar a la salida, comienza a desinhibir a la audiencia y a propiciar caricias sutiles y tendencias caníbales. Se acerca la media noche y, con ella, el tan anhelado show insignia del lugar. Anuncia una voz omnipresente, proveniente de no sé dónde, que ha llegado la policía. Entra de inmediato una pareja de strippers uniformados a calentar el ambiente con movimientos insinuantes y exagerados. Veo cómo la dama se trepa a los muslos atentos del público, indiscriminadamente de su sexo, y una vez arriba se agita estruendosamente, evocando escenas eróticas.


¡Diosito ahórrame la vergüenza y haz que esta señora me pase derecho! Se desplaza en medio de pasos cortos y lap dances por todo el lugar hasta mi esquina, a donde llega solo con rezagos del atuendo justiciero que traía al inicio. Comienza bailando para nosotros con igual destreza a como lo había hecho frente a otras parejas, pero al notar mi indiferencia y la de mis acompañantes, disminuye las revoluciones y apresura el paso hacia los vecinos. Acaba el espectáculo y vuelve el merengue de la mano de Francisco y su coqueteo pueril. El coctel de anís y caña en mi cabeza le aceptan la bailadita y luego el tour privado por el bar que maliciosamente ofrece. Ya nada es lo que era un par de horas atrás. El jacuzzi no da abasto y el sauna está más empañado de lo que debería. Volteo a ver hacia a la pista y los únicos que aún están son Natalia y Alejandro. En todos los demás ya surtió efecto el striptease y se encuentran dándolo todo en cualquier recoveco disponible. Vuelvo al cuarto misterioso, que ahora revive un infierno en el que no cabe un alma más. En la cama del centro un hombre, aparentemente mayor, se esfuerza con todas sus canas por complacer a dos jóvenes que seguramente vinieron pagas a acompañarlo. Alrededor estamos los demás, algunos observando sin pudor y otros entrándole a la faena para competir con el viejo y su par de concubinas. El sudor se confunde a medida que los cuerpos se enredan. Carne llama carne. Poco a poco los pasivos somos menos y la exaltación es más. Veo dedos impacientes “esculpiendo libidos y friccionando puntos claves”. El olor es nauseabundo y la tibieza sofocante. Noto como pieles satinadas se desvían hacia los lados y comienzan a fraguar orgías. Todos con todos, con toda. Rompiendo con el trance, siento una mano apoyarse en mi espalda. No es de Francisco y lo sé porque las de él las tengo bien vigiladas a mi otro lado. Además esta es diferente, más delicada, menos autoritaria. Volteo a ver y me encuentro con la morena, que ya además de topless esta pantyless. Se presenta y me presento. Hablamos en voz baja un rato, tratando de no perturbar el misticismo carnal de los otros. En medio de la charla siento que la mano que antes estaba en mi espalda pasa a mi pierna y se instala inquieta arriba de la rodilla. Francisco también lo nota y toma mi receptividad como señal de consentimiento frente a sus planes para la noche. Me agarra la otra pierna y acercando la cara de la morena a la suya,

se besan apasionadamente frente a mí. A pesar de mi ingenuidad, ya creo saber para dónde van las cosas y no estoy dispuesta a llevar mi inmersión periodística hasta ese nivel, por lo que me excuso por arruinar el sándwich, me paro y me voy. Afuera están Natalia y Alejandro con todas mis pertenencias, todas menos el celular. Solo he estado por largo rato en tres lugares: el sofá, el baño y el cuarto misterioso, por lo que regreso a cada uno esperando encontrarlo. Empiezo la búsqueda en el sofá. Lo requiso por todos lados sin hallar rastro alguno, por lo que sigo con el baño. Trato de abrir la puerta pero algo la obstruye desde adentro a la mitad, forzándome a contorsionar para lograr el ingreso. Una vez adentro, noto que lo que obstaculiza la entrada es la continuación del ménage à trois que nos entretuvo a varios horas antes en el cuarto misterioso. Esta vez el abuelo ha delegado el protagonismo a su par de acompañantes y se limita a observar desde uno de los sanitarios a las dos jóvenes complacerse sobre el lavamanos. Ellos parecen no inmutarse por mi presencia, yo en cambio no se hacia dónde mirar o si salir corriendo y devolverles la intimidad que estoy interrumpiendo. Optó por salir corriendo, no sin antes chequear las zonas visibles del lavamanos. No está el celular. Finalmente voy sin mucha esperanza al cuarto misterioso, el cual ahora alberga menos de la mitad de las parejas que había en la hora pico. Afortunadamente, la cama en la que me senté con Francisco y su amiga está desocupada, por lo que no voy a tener que restringir mi búsqueda como en el baño. No veo el teléfono en la superficie, por lo que meto la mano en la ranura que hay entre la colchoneta y la pared y la deslizo a lo largo del espacio, esperando palpar el frío aluminio de mi aparato. No siento nada. Nada, excepto un pedazo de plástico húmedo y corrugado. En medio de mi razón nublada por los tragos extraigo el hallazgo y lo observó a la luz: un condón recién usado. Lo suelto de inmediato, doy por perdido el celular y me dirijo indignada hacia la salida, guiada por una ventisca fresca proveniente de las puertas abiertas que anuncian la clausura del lugar.

Andrea Achury Estudiante de Administración 39


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30 de junio y 1 de julio de 2015

legamos a Rioloro buscando rastros de la represa del Quimbo. A la llegada nos encontramos un campamento de más de 100 trabajadores de EMGESA, con los cuales convivimos por casi 8 días en un silencio, a veces incómodo. Esos trabajadores fueron los encargados de recoger la evidencia de uno de los grandes daños ambientales de este país. Al lado de la escuela nos topamos con un par de graffitis olvidados en una pared: “Quimbo negocio chimbo”, “La patria no se vende por pedacitos, defendamos nuestro río, nuestra tierra, nuestra naturaleza. No al Quimbo”. ¿A dónde van? – preguntan las niños. A Veracruz – respondemos. Allá ya no hay nada, todos se fueron... – nos dicen. No habíamos salido de Rioloro y ya podíamos ver el cementerio de árboles... Troncos tumbados por todos lados, escombros de lo que solía ser un pueblo, y unas cuantas casetas de porteros y perros bravos destinados a defender las nuevas propiedades de EMGESA. Esto era de una cancha de fútbol que construyeron los jóvenes de la comunidad – dice Luis David, quien decidió acompañarnos a pesar del guayabo típico San pedrino. ¿Hasta dónde va el llenado? – preguntamos. Todo esto, hasta la carretera nueva – responde. ¿Todo? Es demasiado verde el que va a quedar cubierto... Y pensar que esta es solo una de las veredas que se van a inundar para construir la represa. Continuamos caminando por el pueblo fantasma. Enormes árboles cortados en pedazos... ¿A dónde llegarán los pájaros a hacer nido? Según el estudio ambiental que EMGESA presentó a la ANLA sobre las veredas del municipio de Gigante, Huila, no hay diversidad de aves... Solo hace falta estar un día y tener un par de ojos para darse cuenta de que si hay animales en Gigante, son pájaros y perros.

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Extrañamente la petrolera china que se encuentra a las afuera de Rioloro realizó un estudio donde resalta la variedad de pájaros que allí habitan. Llegamos al casco urbano de Veracruz en la que solo queda una iglesia con la cruz caída y la casa de don Pacho. La única casa que se quedó resistiendo a la gran devastación. Las frases que tiene en las paredes parece que gritaran: “Exigimos el derecho a la igualdad así como también exigimos que EMGESA cumpla con los acuerdos”. Saludamos, y seguimos hacia el río. La Playita, nombre que le dieron a la orilla del río, era el lugar al que las familias de distintas veredas de Gigante venían de paseo. Hay un momento de silencio, sentimos el dolor de la tierra, de la gente, la impotencia, la injusticia, sentimos los gritos de los que no fueron escuchados... No hay que ser muy hippie ni pretender una gran conexión con la naturaleza para sentir dolor e indignación al ver esas tierras, al menos lo que queda de ellas. Cada uno traiga tres piedras, hagamos un mándala para ofrecerlo a este lugar – dice el gato. Todos participamos, casi que en silencio, cada uno llevando el duelo por su lado pero compartiendo el sentimiento de frustración. Al terminar decidimos volver a hablar con don Pacho. Buenas, doña Ángela, ¿podemos hablar con ustedes? – dice Portilla. Sí, claro. Vaya y llama a Francisco – le dice a su acompañante. Están tumbando una palmera de cocos que tenemos, como ya nos va a tocar irnos nos los vamos a comer, no se los vamos a dejar – agrega. Se sientan juntos, don Pacho con una mirada fuerte, lleva más de 3 años resistiendo, pero no se ve cansado ni derrotado, aunque sabe que pronto tendrá que dejar esas tierras. A doña Ángela, con la mirada perdida pero los oídos atentos, las presiones y amenazas por parte de la empresa le provocaron una crisis que la dejó ciega. Don Pacho mira al horizonte con melancolía, recordando las casas y sus


vecinos, recordando su vida, mientras espera que empecemos con las preguntas. Don Pacho, ¿por qué tienen esa camisa? – pregunto, refiriéndome a una camisa de Marcha Patriótica. Y así empieza a narrar su historia y la de Veracruz. Nos habla de Asoquimbo, de las marchas a las que fue, de todas las veces en que fue atropellado por la violencia estatal, nos cuenta cómo se fue acabando la resistencia. Nos dividieron, unos vendieron, y así, EMGESA acabo con todos. Solo quedamos nosotros... Yo no pienso irme, no voy a ceder, pero pienso en ella, porque está enferma... Hasta la luz nos quitaron los de esa empresa. Nos habla del importante papel que jugaron los trabajadores sociales vinculados a la empresa, los cuales tenían la tarea de convencer a los habitantes de vender sus tierras. Nos habla de Paola, la que dirige a ese grupo de profesionales. No la conozco, pero su rostro me transmite una rabia incontrolable. ¿Qué está pasando en la Universidad? ¿Qué nos están enseñando o nos están dejando de enseñar que nos permite aceptar cualquier trabajo a cambio de un buen sueldo? ¿Trabajadora social?... ¿Social? ¿Qué les ofrece la empresa? – pregunto. Una casa en Montealbán. A todos los llevaron para allá. Pero no tienen licencia de construcción, ni títulos sobre los predios. Esas tierras las está peleando la petrolera; si ganan los pueden sacar – nos dice. Nos habla de su vida como pesquero artesanal, de su niñez en Veracruz. Me notificaron que mañana vienen EMGESA, Paola me llamo a decirme que viene con el ESMAD a sacarme de la casa. El llenado empezó hoy a las 5 a.m., por ley no puede iniciarse si aún hay habitantes en las veredas... Nos cuenta de la ayuda que ha recibido de Asoquimbo, del abogado que ahora es su presidente. De las tutelas que ha ganado y de los procesos que ha perdido. Acabamos la entrevista contándole de nuestros proyectos en Rioloro, de lo que haremos con su entrevista. Nos brindan unos cocos para refrescar el calor y calmar el hambre. Nos vamos con la promesa de volver al otro día a acompañarlos. En el camino de regreso solo nos acompañaron los camiones que llevan los restos de un pueblo. Llegamos a Rioloro, a la casa de Elsa, ex presidenta

de Asoquimbo, en silencio, tratando de asimilar lo que habíamos vivido. Al otro día regresamos a Veracruz, teníamos que llegar temprano. Había estudiantes de la Surcolombiana, miembros de Asoquimbo y de Descolonizando la jagua; además de los amigos y vecinos de don Pacho. El procurador vino, vio a la gente y salió corriendo – nos dice alguien. Al rato llega el personero, nos notifica que la empresa llamó a cancelar la diligencia. Por falta de garantías para doña Ángela y por un proceso legal que aún continúa la diligencia no será hoy – nos dice. Salimos de la casa y alguien toma la palabra: Como vieron que había gente, no vinieron, se asustaron, eso fijo llegan en la tarde o en la madrugada a sacarlos, cuando estén solos. Llega entonces un camión, se van a llevar las cosas del hijo de don Pacho y doña Ángela. Nos dejamos joder, nos dejamos dividir – nos dicen los conductores del camión que EMGESA contrato para llevar las cosas del hijo a su nueva casa en Montealbán. Ahora don Pacho se quedó solo – dice su compañero. Regresamos a Rioloro, con una sensación extraña, en cualquier momento iba a llegar a sacarlos, ¿garantías? ¡Claro que no! No les importa en nada la salud de ellos... ¿A quién? ¿A Paola que los llama todos los días a amenazarlos? Evidentemente no les importó, volvimos a Bogotá y el lunes llegó la noticia: “Desalojaron a la última familia de Veracruz” ... Únicamente necesitaban que estuvieran solos para llegar a sacarlos. Empezaron las noticias sobre el Quimbo, ahora sí; cuando ya tumbaron las casas, los árboles; cuando ya empezó el llenado, llega la información a Caracol. Ahora sí empiezan a hablar de las embarradas de la empresa, de lo poco que le dieron a la gente, de los requisitos legales que se saltaron. La comunidad está citando a marchas, aún no es tarde, podemos evitar el llenado. Si Matambo no pudo defender sus bosques, esperemos que nosotros sí...

Laura Sánchez Torres Estudiante de Ciencia Política 41


Luvina U

bicada en una pintoresca esquina del barrio La Macarena, Luvina se constituye como una librería, galería y café desde hace 9 años. Carlos Luis Torres, escritor y dueño de la librería, se ha encargado de volver de este lugar una esquina cultural, un espacio donde se puedan cruzar diferentes discursos intelectuales, consolidando una serie de eventos a lo largo de la semana durante todo el año. No importa el día, cuando se pase por este lugar podrá toparse con un sin fin de sorpresas, desde exposiciones de libros presentados por sus respectivos autores hasta espacios de apreciación de arte con muestras de fotografías, collage y videos. A Luvina han venido más de 32 escritores, entre ellos nacionales como Tomás Gonzáles y José Luis Díaz Granados, e internacionales como el mexicano Elmer Mendoza, entre muchos otros; mejor dicho, el que se le ocurra. La Parada tuvo la oportunidad de estar en un evento de círculo de guitarras clásicas, confirmando que este es un lugar no solo único sino mágico.

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Cra 5 # 26C-06 http://www.luvina.com.co/

Eventos Actuales Lunes: Círculo de lectura Miércoles: Círculo de guitarra clásica Jueves: Presentación de libro Sábado: Cine Club

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MURALES EN RIOLORO

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urante las fiestas de San Pedro, Cerbatana Colectivo realizó dos intervenciones junto con Resistiza y Arkano Sur en la vereda de Rioloro, municipio de Gigante, Huila. Rioloro está catalogada como área afectada por del proyecto hidroeléctrico El Quimbo de la empresa EMGESA. Por esta razón, Cerbatana Colectivo intervino dos muros de la plaza principal del pueblo a partir de la elaboración de dos murales que resaltaran la biodiversidad y la agricultura tradicional del municipio, las cuales se están viendo afectadas por el proyecto El Quimbo. En estas intervenciones participaron los jóvenes y niños de Rioloro, quienes nos compartieron sus dibujos para hacer de este mural un encuentro comunitario donde la memoria y el valor de lo que se tiene y se está perdiendo quederon plasmados.

Boogie Nights

Auto-Focus

The People vs. Larry Flint

The Pornographers

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Body Double


PORNO

IRVINE WELSH

Peeping Tom

Shame

Videodrome

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eith, Edimburgo: sus calles retratando historias alrededor del sexo, las drogas y la superficialidad, nos sitúan en el contexto de la novela Porno. Simon, también conocido como “Sick Boy”, desesperado por ser exitoso en un mundo donde dinero equivale a poder, se encuentra con la oportunidad de dirigir y producir la película pornográfica del siglo; pero, para llevarla a cabo, necesita un equipo de trabajo. Nikki, Renton, Begbie, y Spud aparecen, entonces, a lo largo de la historia, siendo el grupo que trabajará junto a “Sick Boy” en la producción. Pero aprenden que, para sobrevivir en la industria de la pornografía, deben recurrir a la trampa y a las estafas, reencontrándose con problemas del pasado y haciendo de la película no solo una forma de llenarse de dinero, sino una forma de cobrar venganza. Porno narra la historia de este grupo de jóvenes diez años después de lo que sucedió en Trainspotting; un grupo que todavía quiere lograr una vida de vicios y lujos por medio de los engaños. En esta novela, Irvine Welsh, más que hablar de sexo o pornografía, indaga sobre lo que para él es verdaderamente pornográfico, y la forma en que esta industria se ha convertido en parte de la cultura popular. El autor retrata y critica de manera cruda una sociedad que es, por encima de todo, comercial: “esa es la cuestión con el trabajo sexual, siempre se resume a la fórmula más básica. Si realmente quieres ver como opera el capitalismo (…) este es el lugar para estudiarlo”.

Demonlover

Anatomy of Hell

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Eventos La Parada Notas de Cine

Shame El viernes 13 de marzo, el espacio estudiantil Notas de Cine en conjunto con la Revista La Parada organizó la proyección de la película “Shame” (2011), de Steve McQueen. En esta oportunidad contamos con la participación de Julio Villalba, filósofo e interesado por temas de psicoanálisis. La película pretendía suscitar un debate en torno a la manera cómo afectan las necesidades sexuales en las relaciones interpersonales. En este punto, hubo varios aspectos que se desarrollaron en la discusión como la actitud de Mulligan, el protagonista. La lectura que se dio, rompió con un esquema lineal tradicional en el cual el sexo siempre está ligado a la satisfacción plena. Acá se tiene en cuenta un círculo social problemático que cuestiona la visión del sexo como algo placentero, y en el que prevalece los sentimientos de confusión. Esto mostró una visión más amplia de la cinematografía erótica y por tanto, lo que se buscó fue precisamente abrir el tema de esta edición –el porno- a otros espacios de discusión, que no necesariamente cumplen con el patrón “clásico” del goce en plena relación sexual. Finalmente, el otro punto que vale la pena resaltar fue la discusión que antecedió nuestro invitado sobre la producción fílmica. Se subrayó la alteridad de escenas –de una escena trágica pasaba a otra alegre- pero nunca tuvo una linealidad que permitiera al asistente saber qué secuencia seguía. La música y el tono de los colores en las escenas también muestran un rompimiento con otro tipo de películas en las que se vincula temáticas alrededor del sexo. Este fue un muy buen ejercicio en el que se mostró que el porno más allá de una cosa comestible, es algo que tiene implicaciones en nuestra sociedad y que es necesario ser discutido.

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Director: Steve McQueen Año: 2011 Reparto: Michael Fassbender, Carey Mulligan


Convocatoria Edici贸n La 6


El olvidado inolvidable

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el Chocó se habla poco y se oye menos. Es un sitio que vive a otro ritmo, la misma marea del mar lo narra con su lento subir y bajar. Este departamento olvidado encanta con su gente amable y sus paisajes abrumadores. Su riqueza no es únicamente en recursos naturales, como ya sabemos, sino en calidez humana, las personas quieren su tierra y que los demás tengan la posibilidad de conocerla. Esta muestra fotográfica se queda corta frente a la inmensidad de este paraíso aparentemente lejano, donde basta con llegar para enamorarse. El Chocó es una tierra olvidada pero definitivamente inolvidable.

Santiago Sánchez Ramírez Publicista y estudiante de Diseño Gráfico

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El Dibujo

Silvia Villalba Historiadora y estudiante de Arte 50

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Contacto: laparadaciso@gmail.com


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