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Este mes en Lee+ emprendemos una cruzada contra la “actitud realista”. Cansados, como Breton, del exceso de civilización, del sentido común y la utilidad inmediata, visitamos el arte surrealista para recuperar nuestra capacidad de imaginar. Desde relojes derretidos y pipas que no son pipas, desde el regreso a la infancia y las posibilidades de los sueños, invitamos a nuestros queridos lectores a sumarse a los festejos por que han pasado cien años desde que se firmó el primer Manifiesto del surrealismo
No se puede entender el surrealismo sin los aportes que las artistas hicieron a este movimiento, por eso nos adentramos en la obra de creadoras como Dora Maar, Rita Kernn-Larsen y Lee Miller, las cuales nos legaron un acervo maravilloso que les sirvió como vehículo para explorar la subjetividad de las mujeres, a pesar de que se enfrentaron a un círculo cerrado de artistas masculinos. Conoceremos los riesgos que un surrealista atravesaría si se le ocurriera vivir en el siglo xxi. Además, ahondaremos en dos biografías fascinantes: la de Duchamp, quien nos enseñó el desenfado de volver a jugar con el arte, y la de Magritte, uno de los creadores más geniales de este movimiento, quien además de tener una técnica excelente privilegiaba las ideas y la reflexión en cada uno de sus cuadros.
Sergio Peraza, pintor y escultor, recientemente expuso en París y visitó la exposición del surrealismo en el Centro Pompidou, a unos meses de que este museo cierre durante cinco años para una remodelación completa; en estas páginas nos comparte su experiencia. Jorge F. Granados escribió sobre la capacidad de los artistas surrealistas para imaginar mundos posibles.
Además, en este número, las entrevistas nos dejaron fascinados: platicamos con Martín Solares sobre su novela más reciente, que forma parte de una trilogía y resulta todo un guiño surrealista. La escritora estadounidense Emily Henry nos reveló el mundo de las comedias románticas. Elia Barceló nos habló de ciencia ficción. Charlamos con Suzette Celaya acerca de su novela Nosotras, y con Hilario Peña sobre su libro juvenil Garbage Man. Finalmente, hablamos sobre justicia con José Ramón Cossío Díaz por su reciente libro publicado en editorial Trillas.
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Desde el librero
Con estas nuevas ideas, le damos la bienvenida a este noviembre surrealista y nos enfilamos hacia la aventura, pues, como diría Breton: “No ha de ser el miedo a la locura el que nos obligue a poner a media asta la bandera de la imaginación”.+
Yara Vidal
Directora general
Revista Lee+ de Librerías Gandhi
Editor responsable: Yara Beatriz Sánchez De La Barquera Vidal, Distribución: Librerías Gandhi, S.A. de C.V., Dirección: Calle Comunal No.7, Col. Agricola Chimalistac, C.P. 01050, Alcaldía Álvaro Obregón CDMX. Número de Reserva al Título ante el Instituto Nacional del Derecho de Autor: 04-2009-051820092500-102. Certificado de Licitud de Título No. 14505 y Certificado de Licitud de Contenido No. 12078 expedidos en la Comisión Calificadora de Publicaciones y Revistas Ilustradas de la Secretaría de Gobernación. Registro Postal EN TRÁMITE. Preprensa e impresión: Fotolitográfica Argo, Bolivar 838, Col. Postal. Alcaldía Benito Juárez, C.P. 03410, CDMX. Título incorporado en el Padrón Nacional de Medios Impresos de la Secretaría de Gobernación. Queda prohibida la reproducción parcial o total, directa e indirecta, por cualquier medio o procedimiento, del contenido de la presente obra, sin contar con la autorización previa, expresa y por escrito del editor, en términos de
100 años del surrealismo
6 Artistas, no musas. Las mujeres del surrealismo
Carina Vallejo
10 Los riesgos de ser surrealista
José Luis Trueba Lara
12 Una conversación con Martín Solares
José Luis Trueba Lara
14 No es asunto de pintar, sino de pensar
Elik G. Troconis
17 Desconfinadxs: poesía para leer en Gandhi
Cien años del primer manifiesto surrealista
Jorge F. Granados
18 Un hasta pronto surrealista
Sergio Peraza Ávila
24 El juego del arte: cómo Duchamp rompió las reglas y nos devolvió la libertad
Ximena Hutton
26 Entrevista Abrir los ojos a la ciencia ficción: una conversación con Elia Barceló
José Luis Trueba Lara
28 Entrevista Juan Patricio Riveroll: Todo el oro de Lisboa y otras curiosidades
José Luis Trueba Lara
30 Adelanto de libro Líderes y aliadas
Paola Rojas
32 Entrevista Emily Henry
33 Jóvenes lectores Un superhéroe radiactivo y punk
Entrevista a Hilario Peña
34 Entrevista José Ramón Cossío Díaz: ¿Qué justicia queremos?
José Luis Trueba Lara
36 Entrevista Nosotras: una conversación con Suzette Celaya Aguilar
José Luis Trueba Lara
Directorio
Directora general y editora Yara Vidal yara@revistaleemas.mx
Directora de mercadotecnia Karen Achar Galindo
Director de arte y editor audiovisual
Edwin Reyes Maya edwin@revistaleemas.mx
Directora de Difusión cultural Beatriz Vidal De Alba beatriz@revistaleemas.mx
Coeditores
José Luis Trueba Lara
Mariana Aguilar Mejía
Coeditora de Más Cultura
Carina Vallejo Fuentes
Ilustrador
Rodrigo Rojas
Consejo editorial José Achar
Alberto Achar
Mario Nawy
Alejandro Magallanes
Mercedes Alvarado
“El arte es un viaje interior en el que descubrimos quiénes somos y qué significamos”.
Remedios Varo
LCarina Vallejo
uego de la Primera Guerra Mundial y en los albores de la Segunda, artistas y escritores se preguntaron si el arte podría encontrar belleza y significado en lo irracional, pues el orden y el progreso no habían resultado suficientes para evitar que el mundo estuviera al borde de la destrucción. Europa enfrentaba una sensación de pérdida total; la fe en la razón y las instituciones que se había mantenido durante buena parte del siglo xix se desmoronó.
Como una rebelión contra la razón y las estructuras, nació el surrealismo, un movimiento en el que el deseo se erigía sin limitaciones y daba cabida a los sueños, a lo imposible y a la exploración del inconsciente. André Breton, el poeta y crítico que publicó el Manifiesto del surrealismo en 1924, sostuvo que mediante éste se podía unir el mundo de los sueños y la fantasía al mundo racional, creando “una realidad absoluta, una surrealidad”.
Esta apertura, que contrastaba con la rigidez del realismo, atrajo a las mujeres artistas, quienes tuvieron que luchar por un lugar en el movimiento, que solía reificarlas: aunque eran admiradas como musas y compañeras, se enfrentaron a un entorno dominado por hombres que controlaban los discursos y las representaciones.
Mujeres del surrealismo: entre sueños, magia y rebelión
Cuando Whitney Chadwick entrevistó a Roland Penrose, esposo de la fotógrafa Lee Miller, éste le dijo que las mujeres habían sido muy importantes para los surrealistas “porque eran nuestras musas”. Poco después, Chadwick preguntó a Leonora Carrington su opinión sobre la musa surrealista y la artista contestó que se trataba de una tontería: “No tenía tiempo para ser la musa de nadie… Estaba demasiado ocupada rebelándome contra mi familia y aprendiendo a ser artista”.
Del mismo modo que Penrose, André Breton, Max Ernst y Salvador Dalí consideraban que las mujeres sólo podían servir de objetos de inspiración para los artistas. Si alguna intentaba subvertir el papel asignado, resultaba excluida del campo, como casi sucedió con la pintora Françoise Gilot, a quien Picasso (su pareja por más de una década) puso en la lista negra de las galerías tras su separación, de acuerdo con Lydia Figes. Por este tipo de represalias no sorprende que las mujeres que se adhirieron al surrealismo decidieran abrir un camino aparte.
Mientras la mirada masculina en el surrealismo se dedicó a exaltar el erotismo de los cuerpos de las mujeres, las artistas se preocuparon por mostrar “la liberación y la opresión, la imaginación y la transformación, así como cualidades mágicas y sensuales en su obra”, afirma Katy Hessel en su libro The story of art without men. Gracias al trabajo artístico de las mujeres, a partir de la década de los treinta, el collage, la pintura, la fotografía, la escultura y el fotomontaje se vieron impulsados de forma más radical.
visionaria que transformó el arte
La pintora danesa Rita Kernn-Larsen llegó a París un lustro después de la publicación del Manifiesto del surrealismo. Fue en la capital francesa y en Londres donde sus obras se exhibieron en las principales exposiciones surrealistas durante la década de 1930; al mismo tiempo, ilustró publicaciones como dedicadas a la política como Politikens Søndagsmagasin y Social-Demokraten
Tras conocer su trabajo, Peggy Guggenheim, la coleccionista de arte estadounidense, le ofreció una exhibición individual llamada Exposición de
pinturas surrealistas de Rita KernnLarsen, que se presentó del 31 de mayo al 18 de junio de 1938 en la Galería Guggenheim Jeune, en Londres, donde permaneció cuando inició la guerra. Esta muestra de Kernn-Larsen fue la primera de corte surrealista que apoyó Guggenheim.
Kernn-Larsen empleó el automatismo para originar su obra, que explora temas como la memoria y el sueño, y en la que son recurrentes elementos como el espejo y la mujer representada como figura arbórea.
El ojo que ilumina
Una de las artistas más influyentes en este movimiento fue Henriette Théodora Markovitch, mejor conocida como
Dora Maar, quien destacó especialmente en la fotografía y el fotomontaje, los cuales solía nutrir con ilustraciones hechas a mano.
De su trabajo publicitario sobresalen las yuxtaposiciones, así como la forma en que empleaba la luz y la sombra. The years lie in wait for you es quizá uno de sus fotomontajes más destacados. En él se observa un retrato de su amiga, la poeta surrealista Nusch Éluard, con una telaraña que se superpone en su rostro. Esta obra sirvió como publicidad para una crema antienvejecimiento.
Su filiación izquierdista la movió a recorrer los espacios periféricos de París, Londres y Barcelona, donde fotografió a personas en circunstancias desesperadas, pero también a vendedoras del mercado de la Boquería, a un hombre que tenía la cabeza dentro de una alcantarilla o a un niño parado de manos, pues para Maar lo extraordinario estaba en lo cotidiano.
Narradora visual de lo insólito
Desde su infancia, la fotografía estuvo presente en la vida de Lee Miller (su padre era un fotógrafo aficionado). En 1927, en Nueva York, conoció al editor Condé Nast, hecho que trajo consigo la primera oportunidad de Miller en el mundo de la moda: el artista Georges Lepape la dibujó, y el rostro de la joven se convirtió en la portada de la revista Vogue el 15 de marzo del mismo año.
En 1928, Miller decidió dedicarse a la fotografía y se mudó a París, ciudad en la que trabajó como asistente de estudio de Man Ray y donde contribuyó a la invención de la “solarización”, una técnica fotográfica que consiste en exponer a la luz imágenes sin revelar
para crear un efecto semejante a un halo. Esta técnica impactó tanto en el surrealismo como en la fotografía en general.
Miller también atestiguó la Segunda Guerra Mundial, fotografiando para Vogue los horrores del conflicto desde una óptica surrealista, pues mezclaba lo irracional y lo absurdo con la cruda realidad. En sus imágenes, el trauma de la guerra se convirtió en una reflexión visual sobre la naturaleza humana.
Un vínculo entre la naturaleza y la fantasía
A Eileen Agar la atraía la alquimia que se genera “cuando se colocan dos objetos individuales, uno al lado del otro, y sus historias yuxtapuestas”. Mediante su obra, ligada estrechamente a la naturaleza,
Agar tendió un puente entre el mundo orgánico y el surrealista.
Formó parte de un grupo de mujeres vinculado al surrealismo, entre las que estaban Leonora Carrington, Ithell Colquhoun y Sheila Legge, quienes, como Agar, vieron en este movimiento la posibilidad de imaginar mundos en los que los límites del género fluían y los yugos de la sociedad patriarcal tenían menos rigor.
Objeto marino (1939), una de sus obras más sobresalientes, se originó de una forma muy curiosa: un día, al observar a un grupo de pescadores en Francia, se percató de que en sus redes había algo atorado en ellas y les preguntó si podía quedárselo. El objeto en cuestión resultó ser un ánfora griega de dos mil años de antigüedad. El cuerno de carnero que también forma parte de la pieza lo encontró en una caminata en Cumberland, una región al noroeste de Inglaterra.
La magia en el lenguaje visual
1936. Leonora Carrington tenía 19 años cuando visitó la Primera Exposición
Surrealista Internacional en las New Burlington Galleries. Bastaron un par de años para que la artista nacida en Inglaterra presentara su obra en la misma exposición que la acercó al movimiento, y para que publicara sus primeros cuentos surrealistas en el libro La maison de la peur, ilustrado por Max Ernst. Interesada en la magia, la alquimia y los roles de género por igual, Carrington utilizó el surrealismo para explorar la espiritualidad y los sueños como medios de resistencia frente a las normas sociales y las opresiones de su tiempo. En sus obras, las cuales desafían la lógica convencional, transformó lo irracional en una herramienta de liberación; además, en ellas exploró el mundo de los sueños y el subconsciente. Después del estallido de la Segunda Guerra Mundial, Carrington se refugió en México, donde permaneció hasta su muerte en 2011.
La rebelión del sueño y el cuerpo
Cuando Leonor Fini llegó a París, rechazó la condición de musa que Breton había asignado a las mujeres en el surrealismo. Subversiva como era, también se negó a ser encasillada dentro
de lo femenino y lo masculino; para ella “la identidad variaba continuamente”, pues dependía de la imaginación. Creó un universo pictórico lleno de erotismo y teatralidad protagonizado por seres mitológicos, autorretratos, gatos. Su primera exposición individual fue en la Galería Bonjean, dirigida por el diseñador Christian Dior entre 1928 y 1931. Al respecto, cabe mencionar que en la pasarela de alta costura de la Semana de la Moda de París, en 2018, la colección que presentó la firma Dior estuvo inspirada en la obra de Fini.
Una arquitectura del misterio
Otras artistas, como Dorothea Tanning, que incursionó en la pintura, la escultura, el diseño de vestuario, la escritura, y que, a decir de Manuel Borja-Villel, usó la autorrepresentación como forma de emancipación, o como Meret Oppenheim, ampliaron los límites del arte surrealista con obras que abordaban la sexualidad femenina y los sueños desde una óptica provocadora e innovadora. Gertrude Abercrombie, influenciada por el jazz y la soledad, representaba espacios desolados y figuras enigmáticas que parecían atrapadas entre la realidad y el sueño. Estas mujeres —cada una desde su experiencia y estilo— compartieron la capacidad de transformar el surrealismo en un vehículo de liberación personal.
Mucho más que musas
Al poner el foco en lo irracional y lo oculto, el surrealismo permitió a las artistas construir un espacio desde el que cuestionaron las normas que las constreñían y en el que pudieron manifestar sus deseos, pero también sus miedos. La aportación de las mujeres al surrealismo también marcó el inicio de una conversación más amplia en torno a su papel en la historia del arte. Las mujeres artistas no sólo crearon algunas de las obras más emblemáticas del movimiento, sino que también abrieron el camino para la exploración de la subjetividad femenina. Cada una transformó el surrealismo en un vehículo de liberación personal. Si bien el movimiento las rodeaba de hombres que a menudo las relegaban al rol de musas, ellas supieron convertirlo en un espacio donde podían cuestionar las normas patriarcales, expresar sus deseos y ansiedades, y reimaginar su lugar en el mundo. En sus manos, el surrealismo se tornó una revolución personal y política.+
1.Ve la plática sobre surrealismo aquí
Estoy sentado. Delante de mí están la pantalla y las teclas, que son tan blancas como las huellas de una nutria blanca en la nieve blanca. A como dé lugar, tengo que escribir algunas notas sobre el surrealismo, pero las tentaciones me asechan sin compasión: en este momento, podría darle vuelo a la escritura automática hasta llenar la superficie de estas páginas, aunque también existe la posibilidad de encontrarme con algunos amigos para darle vida a un cadáver exquisito gracias a la maravilla del Zoom. Sin embargo, el automatismo me lleva por un camino distinto: crear un poema con los encabezados del periódico de hoy.
Saldo blanco en Yucatán
El Estado de México en la mira ¡Tengan sus huracanes!
Ellos quieren petróleo
Lo personal es político ¿Cuántos frentes fríos habrá en octubre?
El poema quedó mono. En menos de cinco minutos, las palabras que se publicaron en El Financiero me permitieron ensamblarlo. Hoy me siento un vanguardista con todas las letras. De no ser por el frío que hace, saldría a la calle para pasear a mi tortuga en un biplano con alas de mosca y, desde las alturas, convertiría a los relojes en mujeres acinturadísimas, cuyas tripas permitirían el paso de la arena (nótese que en esta idea está la huella de un verso de André Breton).
Lo pienso durante un instante y desisto de manera absoluta: la gripe me obliga a quedarme en casa.
2. Leo lo que he escrito y me quedo pensando: ¿dónde nacieron las técnicas que caracterizan al surrealismo?
Intento una respuesta: la escritura automática no resulta lejana de las palabras que garabateaban los médiums en las sesiones espiritistas. El peso que le daban a los sueños seguramente está emparentado con Freud, quien nos obligó a volver a mirar lo mismo que el Bosco. En ellos también está la búsqueda del mal y lo sombrío: las páginas del Conde de Lautréamont y del Marqués de Sade marcan sus creaciones y le abren la puerta al negrísimo humor de Jonathan Swift. Su modesta proposición para devorar a los niños no era ajena a su ideario. Los surrealistas son los herederos de la muerte de Dios y el parto del inconsciente, de los mensajes que vienen del más allá y el anhelo de horrorizar al mundo. ¿Esto explica el peso que algunos de ellos le dieron al tarot? ¿Esto da cuenta de las acciones de quienes se sumaron a los grupos que seguían los pasos de Gurdjieff y Ouspensky? Los casos de Dalí y Remedios Varo no pueden pasarse por alto.
3. La posibilidad de mostrar mi valentía se asoma en la pantalla. Podría rajarme un ojo (a la manera de Luis Buñuel en Un perro andaluz) para jurar que Wikipedia dice que el surrealismo es una de las vanguardias que irrumpieron en las primeras décadas del siglo xx. ¿Quién puede dudarlo? Surrealismo termina en -ismo, al igual que dadaísmo, cubismo, fauvismo y futurismo.
Me detengo. Voy al librero para tomar el ejemplar que puede sacarme del atolladero. Lo abro y no me sorprendo con el milagro que acaba de suceder. La página precisa me estaba esperando:
Varios rasgos diferencian a las vanguardias de los movimientos artísticos precedentes […]. De entrada —me dice Tzvetan Todorov—, las vanguardias no se limitan a reivindicar su novedad, sino que también proclaman el rechazo radical al pasado. Mandan al olvido de la
historia a todos los que las han precedido y afirman que su arte no se limita a ser algo nuevo, sino que convierte a todos los demás en caducos. Además, como se han otorgado una finalidad tan sublime, consideran que todos los medios para alcanzarla son buenos, en especial los revolucionarios […]. Por último, aspiran a ampliar el ámbito de intervención artística para que abarque la totalidad de la vida social y política.
La idea de encabezar una revolución siempre es tentadora, y lo mismo ocurre con el deseo de transformar la vida en un espacio intervenido por el arte. Pero no puedo olvidar que el nacimiento de las vanguardias corrió al parejo de los grupos políticos que intentaron moldear a los seres humanos para despojarlos de las taras del pasado y convertirlos en los seres del futuro. Comunismo, fascismo, nazismo también terminan en -ismo.
El deseo de pensar que estoy equivocado se hace presente, pero la pregunta maldita se le adelanta: ¿acaso André Breton no vino a México para convencer a Trotski de que firmara el manifiesto que uniría al surrealismo con las propuestas revolucionarias del desterrado? En este caso, surrealismo y trotskismo riman a la perfección
Sin embargo, este hecho no basta para comprender a los surrealistas. ¿Podemos pensar en la resistencia sin las palabras de Paul Éluard? ¿Acaso podemos olvidar los días que Louis Aragon pasó en la guerra civil española o en sus críticas al gobierno francés, que fue incapaz de frenar al nazismo?
Los surrealistas no pueden ser reducidos a una sola opción política, aunque los tiempos sombríos los acompañaron durante una parte de su vida. Este hecho, quizá, me permitiría pensar que en ellos existe un individualismo que los obliga a asumir posturas irreconciliables. Tal vez por ello, estos
artistas terminaron por fragmentar y hacer a un lado a quienes podían transformarse en sus clérigos, en los guardianes de la ortodoxia imposible.
4. La posibilidad de dejar mal parado al surrealismo es un insulto que me ganaría la desaprobación de los lectores. Vale más que me olvide de lo escrito y me ponga a leer el primer manifiesto de André Breton:
Todos sabemos que los locos son internados en méritos de un reducido número de actos reprobables, y que, en la ausencia de estos actos, su libertad (y la parte visible de su libertad) no sería puesta en tela de juicio. Estoy plenamente dispuesto a reconocer que los locos son, en cierta medida, víctimas de su imaginación, en el sentido que ésta les induce a quebrantar ciertas reglas, reglas cuya transgresión define la calidad de loco, lo cual todo ser humano ha de procurar saber por su propio bien.
Sigo adelante y, al cabo de unas cuantas páginas, encuentro la maldición que vivimos las personas que creemos
estar en nuestro juicio. A cambio de un plato de lentejas, vendimos o depreciamos aquello que podría llevarnos por nuevos caminos:
El hombre, al despertar, tiene la falsa idea de emprender algo que vale la pena. Por esto, el sueño queda relegado al interior de un paréntesis, igual que la noche. Y, en general, el sueño, al igual que la noche, se considera irrelevante.
Y, antes de cerrar el archivo, descubro que el surrealismo tiene la fuerza necesaria para atrapar a sus fieles y condenarlos a perpetuidad. Una vez que hemos puesto un pie en su territorio no podremos dejarlo y, si acaso fingimos que podemos alejarnos, sus huellas nos llevarán a la rebelión incesante:
El surrealismo no permite a aquellos que se entregan a él abandonarlo cuando mejor les plazca. Todo induce a creer que el surrealismo actúa sobre los espíritus tal como actúan los estupefacientes; al igual que éstos, crea un cierto estado de necesidad y puede inducir al hombre a tremendas rebeliones.
5. Dejé de escribir durante varias horas. La fiebre y el teclado se repelen. Mientras caminaba hacia mi estudio, iba pensando en algo que tal vez sea desagradable: en un supermercado bien surtido o en una tienda departamental lo suficientemente grande, podría comprar reproducciones de los cuadros más populares del surrealismo. Los relojes de La persistencia de la memoria, de Salvador Dalí, se convirtieron en un tópico, en un lugar común y, en el peor de los casos, en una estética domesticada.
Tengo la impresión de que, cien años después de que Breton publicara su primer manifiesto, el poderío del surrealismo se convirtió en un manierismo que se conforma con su potencial decorativo. Si Dalí forma parte de las mercancías de Sam’s, los tigres ya están domesticados… pero, ¿qué pasaría si hoy, en vez de estar escribiendo, me abandonara al delirio, al frenesí de los sueños, a la posibilidad de la locura y a la libertad sin límites? Mis actos serían reprobables y quizá me internarían en una institución psiquiátrica (jamás lo harían en un manicomio, pues la corrección política está marcada en las palabras de quienes serían mis carceleros). Hoy, ser surrealista es imposible.+
Ve la entrevista en mascultura.mx
Por más que dude de las ideas de Carl Jung, en algunas ocasiones los hechos que nos rodean parecen obedecer a una extraña manifestación de la sincronicidad. Según el psicoanalista, es indudable que —en un mismo momento— pueden ocurrir dos acontecimientos que no se relacionan de manera casual, pero tienen un contenido sospechosamente parecido. Así, mientras preparábamos este número, Martín Solares publicó una nueva novela en la que André Breton y otros surrealistas se muestran con todo su esplendor. Cómo vi a la Mujer Desnuda cuando entraba en el bosque (Random House, 2024) se llama la obra que vuelve a ser protagonizada por Pierre Le Noir, un detective que contrasta con la mayoría de sus pares. La sincronicidad y sus obras siempre espléndidas nos obligaban a entrevistarnos con Martín. A como diera lugar debíamos conversar…
¿Y qué es esto? —le pregunto a Martín Solares mientras le muestro la portada de Cómo vi a la Mujer Desnuda cuando entraba en el bosque—. Sé bien que es una novela y podría pensar que quizá le pone el punto final a las aventuras de Pierre Le Noir; sin embargo, no tengo claro dónde debo situarla: podría ser una novela histórica, pero no completamente; también podría tratarse de una novela detectivesca, pero tampoco a carta cabal…
Tienes razón, la novela a ratos parece inclasificable. Lo que te sucede no es un caso aislado: tuve la suerte de traducir los dos primeros volúmenes de las aventuras de Pierre Le Noir al francés y de que muchas librerías independientes los eligieran como libros del mes. Cuando salieron a la venta, los libreros las anunciaron como obras realistas, fantásticas e históricas. Es
decir, las clasificaron como una especie de monstruos absolutamente extravagantes. En realidad, yo sólo quería mezclar lo mejor de mis pasiones: la novela policial, que impone ciertas restricciones y ciertas convenciones, aunque puedes escapar un poco de ellas y jugar con esos límites a expandirlos o reducirlos. A esto se sumó la literatura fantástica, que siempre me ha maravillado. Las historias relacionadas con fantasmas, apariciones y médiums ocupan un lugar mu especial en Cómo vi a la Mujer Desnuda cuando entraba en el bosque. Y, para terminar de cerrar el círculo, si sus protagonistas son seres reales, había que investigarlos a conciencia y no permitirles hablar hasta que yo pudiera convertirme en su mejor ventrílocuo. Tenía que saber cómo gritaba Breton, cómo se enfadaba Aragon, cómo Éluard le susurraba poemas de amor a una de sus musas. Yo quería que ellos aparecieran de una manera natural y se convirtieran en los sospechosos más extraños, en la medida en que, para ellos, el arte era más importante que la vida misma. Cuando empecé a crear las aventuras de Pierre Le Noir, me sentía cansado de escribir sobre la violencia. En ese momento pensé “voy a tener la oportunidad de escribir una novela para descansar un poco”. Sin embargo, eso se convirtió en dos y rápidamente en tres novelas. Ahora cierro ese capítulo y me dispongo a volver a la realidad.
Hace unos años me contaste que, cuando estuviste en París, quedaste atrapado en la exposición que el Centro Pompidou realizó sobre el surrealismo… ¿Hay un nexo entre esa gran muestra y Pierre Le Noir?
Sí, literalmente, iba al Pompidou en cuanto la universidad me lo permitía. Entraba en una de las salas y al día siguiente me adentraba en otra. Incluso, en algunas ocasiones, me senté a escribir en esos lugares. De repente empecé a conectar con algunos datos y diálogos, de los cuales muy pocos se incorporaron a Cómo vi a la Mujer Desnuda cuando entraba en el bosque. En esos días, también estaba leyendo las historias del comisario Maigret, de Simenon. Fue entonces que decidí escribir una novela al estilo de Simenon, pero con un toque de surrealismo. Uno de los pocos territorios en los que el comisario Maigret nunca se atrevió a entrar fue el fantástico. Él exploró todos los matices de la
decadencia, la corrupción y la impunidad, pero nunca se aventuró a investigar un fantasma, a indagar en un médium. Ese territorio que Simenon dejó virgen es el que quería explorar.
Pero en este caso, explorar casi era sinónimo de investigar…
Investigué tanto en la realidad como en mi imaginación para lograr un equilibrio interesante. Sin embargo, no quería que todas las imágenes y las historias sólo provinieran de mi imaginación; quería que estuvieran basadas en hechos comprobados, absolutamente asombrosos.
En este sentido, Cómo vi a la Mujer Desnuda cuando entraba en el bosque vuelve a mostrarse como una novela extraña. Los médiums y los espiritistas, los fantasmas y las sombras son asuntos poco comunes en la literatura mexicana. Casos como Flores negras, de Ana García Bergua, o Madero, el otro, de Ignacio Solares, no resultan comunes…
el lujo de saludar a otros libros que me gustan mucho. Tuve que saludar a Enrique Vilamatas porque él escribió un libro similar hace más de 30 años: en él también habla de un encuentro imaginario de surrealistas. Y luego, como ya lo habrás visto, hay otras presencias que resultan mucho más que notorias: retomo al conde Drácula y a Maupassant; a Poe y a Nerval. Incluso me hago preguntas similares a las que ellos podían hacerse: si bien es cierto que un fantasma puede subirse a un carruaje, ¿podría viajar en un tren? Parece que los fantasmas son enemigos de la rapidez, nunca se han visto en aviones ni en barcos a toda velocidad y mucho menos en trenes. También había que cuestionarse si los fantasmas son domesticables, si se les puede enseñar a aparecer a ciertas horas, o a que dejen dormir a las personas que se encuentran en la misma casa.
Por supuesto, Cómo vi a la Mujer Desnucuando entraba en el bosque no tiene muchos predecesores. Existen muy pocos autores que han investigado las sesiones para invocar fantasmas o para exorcizar demonios. Pero, si tienes sentido del humor, si escribes novelas policíacas y, peor aun, si te atreves a decir que los detectives ven fantasmas, estás casi desterrado de cualquier consideración artística. Sin embargo, se trata de un asunto que no me quita el sueño: escribo lo que quiero y no me dejo atrapar por las reacciones de la crítica especializada. Prefiero conocer a una persona que haya leído la novela y le haya gustado a tener 20 reseñas elogiosas en una revista literaria.
¿Cómo dibujarías tu novela? ¿Quiénes se asomaban en tu memoria mientras trabajabas en ella?
Cuando empecé a escribir esta novela tenía una reproducción en blanco y negro de una de las obras de Magritte colgada en un lado de mi escritorio. Allí estuvo durante muchos años, hasta que finalmente la escondí. Después de termiCómo vi a la Mujer Desnuda cuando entraba en el bosque y empezar a recoger todos los recortes y fotos que tenía por la casa, me topé de nuevo con ella y me di cuenta de que, de alguna manera, había seguido el mismo camino. El diseño de esta novela se inspira mucho en la casa que Magritte imaginó.
En Cómo vi a la Mujer Desnuda cuando entraba en el bosque también me di
Todos esos recuerdos y todas esas inquisiciones estaban presentes mientras escribía y, junto a ellas, aparecía una pregunta crucial: ¿estoy tomando mi propio camino? Me esforcé mucho para recorrer un trayecto único, aunque de repente en la novela aparece un extraño barcelonés llamado Enrique Vilamatas.
Algo que aprendí después de convivir con estos personajes tan novelescos y luego de que los obligué a vivir en una novela, fue que, mientras en el cuento todo termina cuando un personaje encuentra su destino, en las novelas sucede lo contrario: la novela no se contenta con descubrir cuál es el destino de un personaje. Eso sucede en el primer capítulo. De lo que trata es de cómo ese personaje intentará refutar su destino. Los protagonistas de la novela siempre rechazan la fatalidad y quieren conseguir un futuro mejor.+
Ce n'est pas une pipe,
De los surrealistas, mi favorito es el menos surrealista de todos: el que incluso llegó a criticar la “intolerable rigidez” de ese movimiento y que, para la década de 1940, hablaba de la escritura automática como “inefectiva” y “carente de cualquier encanto”. Es el mismo que siempre usó traje y sombrero bowler. El más marxista, el más crítico del sistema capitalista y, sobre todo, de las ideas burguesas sobre el arte (en las que creemos sin darnos cuenta hasta la fecha). Estoy hablando de René Magritte.
Elik G. Troconis
La más famosa de sus pinturas lleva el título de La traición de las imágenes: muestra una pipa de fumar e, inmediatamente debajo de ella, se lee el texto en francés “Esto no es una pipa”. En efecto, no lo es; nadie podría tomarla, encenderla e inhalar el humo de su tabaco. Se trata de la representación gráfica de una pipa. Esta pintura ha significado el punto de partida e incluso el tema de numerosos trabajos; el mismísimo Michel Foucault se interesó por ella (como antes Magritte se había interesado por la obra del filósofo francés). Aquella pipa que no es una pipa es tan sólo una probadita de Magritte, y nos muestra a un artista que pone en duda las convenciones sociales para hacer que el espectador de la pintura caiga en la cuenta de los espejismos que habita.
Hay muchos otros que sorprenden (nótese el verbo que uso con toda la intención). Está, por ejemplo, el retrato que hizo de Edward James (mecenas de varios surrealistas). No es cualquier retrato, empezando porque no se ve el rostro de la persona en cuestión. Además, se trata de un hombre que se mira de frente en un espejo, pero lo que éste refleja es su espalda. Ande, amigo lector: si para este momento no ha sacado el celular para buscar las pinturas que menciono, éste es buen momento para hacerlo.
Más para sorprendernos: la serie de Los amantes, constituida por cuatro pinturas diferentes. En la que más me gusta a mí, se observa a un hombre y una mujer. Ciñen el cuerpo del otro, acercan sus labios y se besan… pero cada uno tiene la cabeza completamente cubierta por una tela. Todo el erotismo de un momento que enciende a cualquiera queda nulificado.
Otros de sus cuadros presentan una especie de ventana o de marco hacia supuestas realidades. Digo supuestas porque, si miramos atentamente —como el lector que está comprobando lo que digo en alguno de esos aparatitos digitales del demonio—, veremos que no resulta claro si se trata de ventanas hacia la realidad, invenciones de la pintura, pinturas de la realidad o incluso ventanas hacia pinturas, como ocurre en La condición humana, La bella prisionera y En el umbral de la libertad
De esa categoría, la que más me deslumbra es La llave de los campos
Pensemos que, cuando el incansable viajero y escritor mexicano Rómulo Linares la vio en el Museo ThyssenBornemisza, de Madrid, quedó tan sorprendido que se puso a escribir de inmediato. Formuló todo un ensayo
en 14 papeletas de quejas y sugerencias del museo mientras la contemplaba. Ahí asentó la siguiente frase, que en tiempos recientes se ha vuelto bastante popular: “El ser humano es ilusión hasta cumplirla, creer cumplirla o entender que no puede cumplirla”. Hay otro tipo de pinturas de Magritte que resultan verdaderos destellos de creatividad. Así, por ejemplo, El modelo rojo presenta un calzado que es mitad zapato y mitad pie; su relación con los Zapatos de Van Gogh es notoria, pero también lo es el nuevo estilo que le imprime Magritte. Por otro lado, está La clarividencia, donde no sólo vemos una pintura dentro de una pintura, sino que además el artista “retrata” a su modelo (un huevo) de forma bastante particular: como un ave que ya extiende orgullosa sus alas. De ahí el título. ¿No es asombroso?
La lista sigue y esta revista tiene páginas limitadas. Así que, en lugar de continuar describiendo pobremente con palabras lo que Magritte creó con figuras, me concentraré en ofrecer un poco de información sobre el pensamiento del artista en cuestión, para entender mejor el trasfondo de su propuesta. Por fortuna, Magritte dejó textos escritos, envió muchas cartas y dio un buen número de entrevistas que permiten acercarse a su poética. Estas palabras han sido recopiladas en distintos volúmenes: en francés están sus Écrits complets; en inglés, algunos Selected writings, y en español también una buena cantidad de Escritos. Entre aquellos documentos, uno puede encontrarse rápidamente con una sentencia de Magritte que despeja toda duda, la misma que sirve de título a este ensayo: “No es asunto de pintar, sino de pensar”. Por eso, sus cuadros apelan no a nuestros afectos, sino a nuestro intelecto; por eso sus trazos no conmueven, sino que sorprenden y deslumbran. Ahora bien, eso de que por encima de la forma está la idea también es el argumento del arte no figurativo (y, además, de muchos malos artistas), pero en Magritte la cosa ocurre de manera diferente: manejaba la técnica a la perfección y, sin embargo, para él resultaba secundaria. Por ese motivo, a diferencia de otros artistas, no se oponía a la reproducción de sus obras. Poco o nada le importaba que la pincelada perdiera su nitidez: le interesaba lo que la composición le diría al espectador. En palabras de Sandra Zalman, “pensaba que el camino de la pintura debía ir más allá de la forma y reinsertarse en la vida diaria”.
En una entrevista en 1947, Louis Quiévreux le preguntó, si no el dinero, qué era lo que le interesaba del arte.
“Crear —respondió—. Mi único deseo es ser enriquecido por nuevas ideas emocionantes”. Y por otro lado, a diferencia de muchos otros que buscaron la gloria, él pensaba lo siguiente: “Si mi pintura vale más o vale menos dentro de cien años, no me importa. Tal vez no tenga más que un valor histórico. Lo importante es que dentro de cien años alguien encuentre lo que yo encontré, pero de otra manera”.
Magritte era un gran lector; de hecho, algunas de sus obras tienen títulos que hacen referencia a obras clásicas de la literatura. Escribía ensayos y manifiestos artísticos, pero también les dedicaba tiempo a creaciones espontáneas, que iban desde aforismos hasta pequeñísimas escenas teatrales y una suerte de minificciones. Se trataba de una de esas mentes inquietas y con mucho que reflexionar. Tanto que un sólo formato no le resultaba suficiente.
Pero, sobre todo, Magritte era un ávido lector de textos de misterio; incluso intentó escribir una novela policiaca antes de convertirse en pintor. Eso hace que me caiga aun mejor y también me hace pensar que quizá lo que buscaba en el fondo era quitar los espejismos que disfrazan la realidad: remover una por una todas las capas de ilusión y engaño que se atraviesan entre nuestro intelecto y los objetos; o, como diría él, entre lo mental y lo amental. Creo que por eso me gusta tanto. Me parece que, tal como Georges Perec (de quien hablé en el número anterior de Lee+), Magritte es uno de esos artistas que apelan a la inteligencia de su público y que le tienden un tablero de juego para divertirse y reflexionar juntos. Usted, amigo lector, ¿jugará con nosotros?+
Jorge Fernández Granados
Isidore Ducasse, quien ha pasado a la historia literaria con el seudónimo de Conde de Lautréamont, afirmó alguna vez que el arte podría ser “bello como el encuentro fortuito de un paraguas con una máquina de coser en una mesa de disección”. Tal vez ésta es una enigmática, aunque apropiada puerta de entrada para abordar lo que propone uno de los movimientos artísticos más atractivos de entre los que fueron, en su momento, conocidos como las vanguardias. Nos referimos al surrealismo.
Si bien el término surrealismo fue empleado por Guillaume Apollinaire, ya desde 1917, no fue sino hasta que André Breton y Philippe Soupault lo eligen para definir todo un proyecto estético que dicho movimiento se perfila claramente. En efecto, ambos publicaron en 1924 el primer Manifiesto del surrealismo. No fue el inicio, como tal, del concepto de surrealismo, pero sí una fecha histórica que apuntala el surgimiento de un programa estético, revolucionario y, posteriormente, ideológico que pretendió cambiar algunos de los más importantes paradigmas de la cultura. Allí se define al surrealismo como un “automatismo psíquico puro, por cuyo medio se intenta expresar, verbalmente, por escrito o de cualquier otro modo, el funcionamiento real del pensamiento”.
El surrealismo, como casi todas las vanguardias surgidas en el siglo xx, y tal vez incluso como todos los movimientos de cambio en la historia del arte, fue una tesis de desafío, una crítica radiante sobre el orden aceptado y vigente en su tiempo. No se explica su presencia sino como una subversión, una radicalización de la duda en el orden imperante. Su aparición coincide con el trastocamiento en la raíz misma de la civilización europea que trajeron consigo la Primera Guerra Mundial, la crisis de las certezas en el positivismo científico y el surgimiento de las grandes revoluciones sociales.
En su momento, contó entre sus más convencidos seguidores a pintores como Max Ernst, Joan Miró, Salvador Dalí, René Magritte y Paul Delvaux; escritores y poetas como Louis Aragon, Paul Éluard, Robert Desnos y Jacques Prévert; así como dramaturgos, escultores, músicos y cineastas como Jean Arp, Antonin Artaud, Alberto Giacometti, Edgar Varèse y Jean Cocteau.
Es difícil hablar de un periodo específico para determinar su vigencia,
puesto que a la década de los veinte del siglo pasado —cuando hizo su irrupción— sucedieron reconfiguraciones, escisiones y disputas al interior de sus principales postulados. No obstante, se considera que hacia 1946, con el fin de la Segunda Guerra Mundial, llegó a su término en tanto movimiento organizado. Sus irradiaciones e influencias, sin embargo, han proseguido casi hasta nuestros días, e incluso hay quienes consideran al surrealismo uno de los antecedentes inmediatos de la contracultura y el arte pop de los años sesenta y setenta del siglo xx
En México, el surrealismo llegó de un modo un tanto tangencial, en buena medida motivado por la visita que Breton hizo al país en 1938: año en el que firmó, junto con León Trotski y Diego Rivera, el Manifiesto por un arte revolucionario independiente. Poco tiempo después, en una galería dirigida por Inés Amor, se presentaron obras de René Magritte, Yves Tanguy, Remedios Varo, Frida Kahlo, Agustín Lazo y Roberto Montenegro, entre otros. Como consecuencia de la posguerra y del exilio que trajo consigo, se trasladaron a México varios artistas adscritos al surrealismo, como la ya citada Remedios Varo, Benjamin Péret, Leonora Carrington, José y Kati Horna, Wolfgang Paalen, Alice Rahon y Luis Buñuel. Algunos artistas y escritores mexicanos hallaron en este movimiento ciertas afinidades temáticas; aunque pocos lo adoptaron plenamente como programa estético. Diego Rivera y Frida Kahlo, por ejemplo, se sintieron más atraídos por la ideología política revolucionaria que preconizaba Breton que por autodenominarse como artistas del surrealismo.
¿Qué nos dice hoy, cien años después de su aparición, el surrealismo? Lo más perdurable de esta escuela estética, tal vez, no es simplemente el intento por subvertir el orden de la realidad, sino una convicción de que no existe un orden definitivo en la realidad y de que ésta, tal como la entendemos y conceptuamos, es sólo un juego permanente de posibilidades y mutaciones. No es casual, en este sentido, que en múltiples momentos los artistas del surrealismo acudieran como “fuente de inspiración” al azar, al sueño, a la magia, a la alquimia, al tarot, y a toda clase de técnicas antiguas de adivinación o conocimiento para apuntalar sus obras.
Su herencia, por demás vigente, consiste acaso en reconocer que si la realidad fuera perfecta no tendríamos por qué ni para qué soñar con otra. Pero ciertamente pertenecemos a la especie que decide soñar: a la que no le basta el mundo.+
Hasta pronto, Centro Nacional de Arte y Cultura “Georges Pompidou”, de París, ábientot! Será hasta 2030 que volveremos a disfrutar de las exposiciones, la mediateca, los conciertos, el teatro y de todas las instalaciones de este museo, ya que muy pronto cerrará las puertas a su público habitual y a los miles de turistas que lo visitan. Desde 2023, la interrupción del servicio estaba planeada, pues daría inicio a la rehabilitación técnica y estética del espacio -basta mencionar que las regulaciones urbanas de seguridad se han modificado considerablemente desde 1977-. El plan de obras se programa para cinco anos. Por este motivo, haber visitado el Centro Pompidou el septiembre pasado fue para mí una oportunidad dorada.
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Si ya conoces este raro edificio, estarás de acuerdo en que ya empezaba a sentirse old fashioned. Su escalera eléctrica exterior, tan innovadora a finales de los setenta, resulta opaca ahora. Ésta se encuentra insertada en un tubo serpenteante y transparente, que muchos turistas usan solamente para subir y observar París, sin prestar atención a la colección de arte moderno que alberga el museo. Después de 1977, cuando el edificio tuvo su última rehabilitación, ya ha corrido mucha agua en el río de la arquitectura internacional: el Pompidou tenía que someterse a una actualización, porque podía quedarse obsoleto.
Éste es el costo de la factura de la arquitectura “moderna”, que envejece sin elegancia ni mucho menos buena
Richard Rogers y Renzo Piano —inglés el primero e italiano el segundo—, que rompieron con todo. Obtuvieron el contrato con el gobierno francés al ganar el concurso por encima de 650 proyectos provenientes de despachos de arquitectura mundiales.
Este par de arquitectos, como si fueran modernos Astérix y Obélix hippies, lograron sobresalir con una ambiciosa idea: obtuvieron el encargo de realizar el edificio para museo más moderno que jamás se haya realizado. Les llovieron críticas y demandas, pero sobrevivieron, y en los terrenos parisinos, donde alguna vez estuvo un gran mercado de abastos, se levantó esa especie de escenografía sci-fi, que en su tiempo fue llamada high tech architecture. A mí me evocaba los escenarios
Beaubourg, porque en esos días llamaban coloquialmente de esta manera al Centro Nacional de Arte y Cultura “Georges Pompidou”. El gran Vangelis lo vio nacer: su apartamento quedaba muy cerca, y quedó maravillado con el gran museo moderno de París. En una entrevista, Vangelis declaró que con su disco buscaba hacer algo “realmente anticomercial”, y que quería mostrar el mismo coraje creativo que lograron Rogers y Piano. Como les sucedió a los arquitectos, el trabajo musical de Vangelis fue incomprendido en su tiempo.
Después de este recorrido de palabras por el museo, entenderán por qué haber podido disfrutarlo aún abierto este 2024 ha sido maravilloso, gracias a que se decidió que
Sergio Peraza Ávila
tecnología. A veces, lo que representa vanguardia en una época envejece a grandes pasos. Aquello que en su momento fue criticado por romper paradigmas, hoy forma parte de una moda pasajera, como los automóviles, los teléfonos, el fax… Nada como el gran arte y la arquitectura clásicos.
Tanto para arquitectura como para literatura, me atrevo a citar al escritor Italo Calvino en su libro Por qué leer los clásicos, en su prólogo, punto 14: “Es clásico lo que persiste como ruido de fondo incluso allí donde la actualidad más incompatible se impone”. El Georges Pompidou, por más moderno que fuera, no se iba a transformar jamás en un clásico. Se impuso en su época, pero nunca lo logró tanto como la Gare de Orsay o el Grand Palais, hablando de museos en París.
Sin embargo, el Georges Pompidou representó un maravilloso proyecto, diseñado por un par de arquitectos jóvenes a mediados de los setenta:
de la serie televisiva de ciencia ficción Space 1999.
Cuando uno ve por primera vez el Pompidou, el asombro es inmediato. Este edificio exhibe por fuera todas y cada una de sus tripas técnicas: sus conductos de ventilación tráquea, de agua intestinos, y de electricidad. Las venas están expuestas deliberadamente. Cada tubería, con su color respectivo relacionado con el servicio que presta. Todo esto, avant- garde en su momento, fue satanizado por un sinfín de críticos cuando se inauguró. Chocante era la palabra para definirlo, según muchos parisinos.
Pero el Centro Pompidou también causó emociones en artistas trascendentales, como en el caso del compositor griego Vangelis (Evangelos Odisseas Papathanassiou), quien se inspiró en este edificio para crear una obra musical basada en la experimentación electrónica. Un lp raro, lanzado por la RCA en 1978, titulado simplemente
permaneciera así para los Juegos Olímpicos. Y la exposición elegida no pudo ser mejor: Surréalisme 1924 L’exposition du Centenaire. Y, en este punto de mi historia, abordaré este apasionante tema.
IISeptiembre de 2024. La generosa vida me regresa a la Ciudad Luz, justamente para inaugurar otra exposición con mis esculturas en la alcaldía del Distrito 6 de París. El día 5 vuelo desde México con mi familia. Apenas un día después de que se abra al público la gran exposición, que durará hasta el 13 de enero de 2025.
Es el centenario del surrealismo. Diría yo del movimiento surrealista, pero en estos tiempos de internet, de inteligencia artificial, decir movimiento ya no tiene peso. Hoy, cuando todo es inmediato, cualquier sujeto advenedizo puede causar “tendencia”. Pero gracias a la historia del arte
aún podemos ponderar esto, y gracias a una inmensa exposición que reúne obras pictóricas, escultóricas, fotográficas y literarias en un mismo lugar, es posible dimensionar lo fabuloso que fue para la humanidad ese momento en el que un grupo de artistas rompió con lo establecido, pero sin manifestaciones estúpidas como arrojar sopa o pintura a un cuadro o untarse pegamento y adherirse al asfalto de una transitada calle, sino a través de la mente, del pensamiento, de la introspección, de la psicología, de los sueños, del erotismo y de las palabras que causaban imágenes, algunas de las cuales llegaron a ser cine filosófico.
Estar frente al Pompidou en sí ya es un viaje a través del tiempo. Haces fila y subes por el tubo transparente de las escaleras. Observo París. Los pensamientos se romantizan. Escucho de soundtrack Beaubourg, de Vangelis, y cuando llego a la sala que da inicio al viaje surrealista, el laberinto provoca vértigo.
Penetro directamente en un estrecho pasillo con fotografías en blanco y negro de personajes que hacen gestos. Mujeres y hombres que sólo por sus ropajes delatan que vivieron en tiempos en que imperaban la lana y el algodón. ¿Pero quienes son todas estas personas? Confieso que yo no reconocí más que a Dalí, con sus ojos cerrados y muy jovencito, en contraste con Giorgio de Chirico, con su nariz prominente y la madurez en el gesto. A André Breton, colocándose sus gafas. A René Magritte, que grita. Otros rostros los fui descubriendo mientras la inmersión comenzaba.
permiten apreciar tantas obras como si “estuviera yo en casa”. Pero, para los estándares estéticos de la Europa de 1924, se trataba de pinturas que saltaban a la vista, que ejercían una fantasía visual y también —¿por qué no decirlo?— política. Breton viajó a México, paraíso surrealista, pero también país donde entonces vivía Trotski en la búsqueda de las teorías ideológicas que alimentaran su movimiento.
¿Hay que leer mucho sobre los movimientos políticos de ese tiempo para entender el arte surrealista? ¿Para digerirlo? ¿Para disfrutarlo? Yo pienso que no.
Una sala circular que se abre. Alrededor hay pantallas con imágenes diversas y un tanto incomprensibles para los no iniciados y, en el centro, el famosísimo y original Manifiesto del surrealismo. Libros, cuadernos de apuntes originales, escritos a mano, garabateados a mano por André Breton: Secrets de l’art magique surrealiste. Para leer todo con calma requieres tiempo, pero apenas estoy en la primera sala de la megaexposición.
Me recibe, luego de eso, un cuadro del chileno Roberto Matta, Le Poète (Un poète de notre connaissance). Matta fue exiliado siendo un joven en 1937. Necesitaba expresar esa fuerza revolucionaria que sólo el movimiento surrealista le dotaba. Por alguna razón, mi conciencia mexicana, habituada al color y al arte de mi país, me
Frente a frente al inmenso óleo de Salvador Dalí Rêve causé par le vol d’une abeille autour d’une pomme granade, une seconde avant l éveil, de 1944, los tigres saltan a través del sueño, se precipitan. Es un cuadro conocido, efectivamente, pero verlo en vivo, alrededor de una atmósfera tan extraña, causa una sensación de placer. Como cuando se ve a un viejo conocido, pero ignoras cómo lo conociste. Hablando de cuadros conocidos, es imposible no mencionar a René Magritte: por aquí hay una de sus obras, por allá otra, provenientes de colecciones del museo de San Francisco o de Chicago, están aquí reunidas entre muchas más. Me sorpende la variedad y cantidad de obras que tantos museos
y galerías han prestado para la ocasión al Georges Pompidou. Ha transcurrido una hora desde que ingresé a la exposición y aún no llego ni a la mitad del recorrido. Es un completo éxtasis encontrarse con obras que tal vez inconscientemente recuerdo por haberlas visto en un libro de arte, en un póster o quizás en un portavasos, como las pinturas de Giorgio de Chirico, prestadas por el Museo de Arte Moderno de Nueva York o la famosísima fotografía de Man Ray, Le violon d’ Ingres También me emociono con lo que descubro por primera vez: la magnífica obra en conjunto de Max Ernst, quien es un caso aparte, quizás el pintor que más me ha maravillado en esta pléyade de grandísimos maestros de la pintura. De entrada, el cartel y la foto oficial de la exposición es L’Ange du foyer (Le triomphe du surréalisme), pintada en 1937. Me quedo pasmado ante la pintura. Su tamaño es importante: 117 × 149.8 centímetros. Y luego leo en la ficha técnica que no proviene de la colección de ningún museo, sino que es de colección particular. ¿Quién será propietario de esta magnífica obra? ¿La tendrá en su sala? ¿Se sentará en un sillón fastuoso con un buen whisky a verla? ¿Qué pensaría Breton de todo esto?
La exposición es larga, vasta, apabullante. Sigo encontrando pintores que no conocía antes y que me dejan boquiabierto, como la argentina Leonor Fini y su pintura 14 gatos en el bosque. Se me pasa el tiempo adivinado dónde diablos está cada felino. Hay fotografias como para admirarlas una por una durante una semana, pero no hay tiempo para verlas todas. Reconozco algunas y me regocijo; por ejemplo, las de Dora Maar. En algún momento tengo frente a mis ojos la primera impresión original de la revista Minotaure, tantas veces vista en libros y ahora aquí, en su dimensión real. Es un sueño esta exposición. Sin duda irrepetible. O tal vez, cuando se cumpla el bicentenario del surrealismo, se podrán volver a reunir tantas obras importantes.
Y no he mencionado una sola escultura; para eso necesitaría mucho más espacio para escribir, pero creo que lo dejaré pendiente para otra entrega. Al final de la exposición, me complazco de ver obras de Remedios Varo y de Rufino Tamayo, las cuales representan un familiar “hasta pronto, amigo, regresa al nuevo Pompidou dentro de cinco años”.+
EL LIBRO DE BILL
Alex Hirsch
PLANETA
El demonio que aterrorizó Gravity Falls está de vuelta desde el más allá para contar por fin su versión de la historia en El libro de Bill, escrito nada menos que por el mismísimo Bill Clave. En estas páginas, Bill comparte sus extraños orígenes, su siniestro efecto en la historia de la humanidad, los secretos más vergonzosos de la familia Pines y la receta para conquistar el mundo.
LA BIBLIOTECA DE LA MEDIANOCHE
Matt Haig
ALIANZA DE NOVELA
Entre la vida y la muerte hay una biblioteca. Y los estantes de esa biblioteca son infinitos. Cada libro da la oportunidad de probar otra vida que podrías haber vivido y de comprobar cómo habrían cambiado las cosas si hubieras tomado otras decisiones... ¿Habrías hecho algo de manera diferente si hubieras tenido la oportunidad?
ANTES DE QUE SE ENFRÍE EL CAFÉ
Toshikazu Kawaguchi
DEBOLSILLO
¿Qué cambiarías si pudieras regresar al pasado? Y ¿a quién querrías ver, aunque fuera por última vez?
Un rumor circula por Tokio... Oculta en uno de sus callejones hay una pequeña cafetería que merece la pena visitar no sólo por su excelente café, sino también porque, si eliges bien la silla donde sentarte, puedes regresar al pasado.
EN AGOSTO NOS VEMOS
Gabriel García Márquez
DIANA
Como cada 16 de agosto, Ana Magdalena Bach toma el transbordador para llegar a la isla donde está sepultada su madre, se registra en el hotel habitual, compra un ramo de gladiolos, pasa la tarde en el cementerio y, al día siguiente, regresa a casa con su familia. Sin embargo, esta vez el encuentro inesperado con un hombre cambiará para siempre su rutina.
ROMPER EL CIRCULO (IT ENDS WITH US)
Colleen Hoover
PLANETA MÉXICO
Lily no siempre ha tenido una vida fácil, pero eso nunca le ha impedido luchar por lo que quiere y ha recorrido un largo camino para llegar a donde está ahora. Su vida comienza a cambiar el día que Ryle Kincaid, un extraordinario neurocirujano, se fija en ella. Ryle es asertivo, terco, tal vez incluso un poco arrogante, pero también es sensible, tremendamente atractivo, brillante, y tiene una debilidad total por ella. Todo en él es perfecto, salvo su completa aversión a las relaciones.
ALAS DE SANGRE
Rebecca Yarros PLANETA
ALAS DE HIERRO
Rebecca Yarros PLANETA
CUANDO NO QUEDEN MÁS ESTRELLAS QUÉ CONTAR
María Martínez CROSSBOOKS MÉXICO
HÁBITOS ATÓMICOS
James Clear PAIDÓS MÉXICO
Hábitos atómicos parte de una simple pero poderosa pregunta: ¿cómo podemos vivir mejor? ¿Por qué es tan fácil caer en los malos hábitos y tan complicado seguir los buenos? James Clear nos brinda fantásticas ideas basadas en investigaciones científicas, que le permiten revelarnos cómo podemos transformar pequeños hábitos cotidianos para cambiar nuestra vida y mejorarla.
ESTE DOLOR NO ES MIO. IDENTIFICA Y RESUELVE LOS TRAUMAS FAMILIARES HEREDADOS
Mark Wolynn
GAIA
La evidencia científica muestra que los traumas pueden ser heredados. Mark Wolynn, fundador y director del Instituto de Constelaciones Familiares y pionero en el estudio de los traumas familiares heredados, presenta un enfoque transformador que permite resolver problemas crónicos que no han podido ser aliviados mediante la terapia tradicional, los medicamentos u otras medidas.
NEXUS
Yuval Noah Harari DEBATE
Los libros difundieron nuestras ideas y nuestras mitologías. Internet prometió conocimiento infinito. El algoritmo descubrió nuestros secretos. Y luego nos enfrentó a unos contra otros. ¿Qué hará la ia? Nexus es el trepidante relato sobre cómo hemos llegado a este momento, y sobre las decisiones urgentes que debemos tomar para sobrevivir y progresar.
EL HOMBRE EN BUSCA DE SENTIDO
Viktor E. Frankl HERDER
El doctor Frankl, psiquiatra y escritor explica la experiencia que le llevó al descubrimiento de la logoterapia. Prisionero, durante mucho tiempo, en los desalmados campos de concentración, él mismo sintió en su propio ser lo que significaba una existencia desnuda. Las palabras del doctor Frankl alcanzan un temple sorprendentemente esperanzador sobre la capacidad humana de trascender sus dificultades.
DEJA DE SER TÚ
Joe Dispenza
URANO
A diferencia de otros autores que se pierden en libros demasiado teóricos, el creador de este libro es capaz de explicar los procesos mentales y cómo incidir en ellos de forma clara, fresca e inspiradora a partir de los últimos avances en neurociencia, biología y genética.
TWISTED 1. TWISTED LOVE
Ana Huang CROSSBOOKS MÉXICO
EL ARTE DE SER NOSOTROS
Inma Rubiales PLANETA
LA VEGETARIANA
Han Kang
RANDOM HOUSE
La historia de una metamorfosis radical y un acto de resistencia contra la violencia y la intolerancia humanas. Galardonada con el Premio Booker Internacional, esta bella y perturbadora novela catapultó internacionalmente a la Nobel de Literatura 2024, una de las voces más interesantes y provocadoras de la literatura asiática contemporánea.
LA ISLA DE LA MUJER DORMIDA
Arturo Pérez-Reverte
MONTENA
Abril de 1937. Mientras en España transcurre la guerra civil, el marino mercante Miguel Jordán Kyriazis es enviado por el bando sublevado para atacar de modo clandestino el tráfico naval que desde la Unión Soviética transporta ayuda militar para la República. En la base de operaciones, la vida del corsario español se cruzará en turbio triángulo con la de los propietarios, el barón Katelios y su esposa.
LA CLASE DE GRIEGO
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RANDOM HOUSE
En Seúl, una mujer asiste a clases de griego antiguo. Su profesor le pide que lea en voz alta pero ella permanece en silencio; ha perdido la capacidad del lenguaje, así como a su madre y la custodia de un hijo de ocho años. Su única esperanza de recuperar el habla es mediante el aprendizaje de una lengua muerta.
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Leigh Collier es abogada defensora en un prestigioso bufete de abogados en Atlanta, haría cualquier cosa por su hija Maddy de dieciséis años, y está logrando con éxito compartir su crianza, a pesar de la pandemia, después de una separación amistosa de su esposo Walter. Pero la vida cotidiana de Leigh enmascara una infancia que nadie debería tener que soportar...
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Un niño. Dos países. Dos ideologías. Una emocionante y ambiciosa novela sobre la identidad y el poder arrollador de la cultura que nos muestra que, incluso en los rincones más oscuros de la historia, la vida se abre paso.
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DESTROZA ESTE DIARIO.
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DESCUBRE A LOS MEJORES AMIGOS
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Los más villanos de las películas Disney se reúnen aquí, pero no es fácil descubrir quién se encuentra en cada página. Habrá que descubrir a los malvados personajes a través de colorear los dibujos siguiendo la guía de color.
DESCUBRE LA MAGIA DE SER EXTRAORDINARIA
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Descubre a las heroínas de las películas Disney coloreando los dibujos. Esta actividad, además de ser recreativa, dará grandes beneficios de relajación, bienestar y hará que se olviden las situaciones de estrés del día.
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a pintura, para muchos, se transformó en un terreno que exigía reverencia, como si cada pincelada guardara un significado oculto que sólo unos pocos iniciados podían descifrar. En este ambiente, el arte comenzó a enseñarse como una ciencia exacta. Los estudiantes memorizaban los códigos de los grandes maestros, dominaban la perspectiva, la luz precisa, el color adecuado… se convirtió en un ejercicio de perfección técnica y emoción profunda, pero también en algo distante y elitista.
En medio de esta grandilocuencia, apareció Marcel Duchamp, el hombre que decidió darle un giro a esta narrativa: despojar al arte de su solemnidad y devolverle algo que parecía haber quedado sepultado bajo siglos de encorsetamiento académico: el juego. Duchamp no sólo desmanteló las reglas, sino que lo hizo con ironía. En su mundo, lo cotidiano podía ser sublime; lo vulgar se elevaba, y lo serio siempre era un motivo de burla. Con su obra y su pensamiento, redefinió el concepto de arte y nos recordó que, en esencia, éste también puede ser divertido.
Duchamp no pretendía reformar el arte. Su objetivo era crear algo nuevo, un lenguaje que se adaptara al espíritu de su época —el siglo xx—, determinada por la tecnología y el cambio acelerado. Él entendió que el arte, tal como se enseñaba y comprendía, se había vuelto rígido y lleno de normas que sofocaban la creatividad. Los escritos de Duchamp reflejan a un artista consciente de que el mundo estaba cambiando, pero, para él, el arte no debía limitarse a adaptarse pasivamente a esta nueva realidad. Creía que la pintura debía abrazar lo inesperado, lo accidental, lo insignificante, y aplicó esta filosofía también a su manera de escribir.
Duchamp rompió las convenciones del lenguaje para proponer una nueva forma de comunicación, una que cuestionara la relación establecida entre palabra y significado. En ese sentido, su escritura es tan revolucionaria como sus obras visuales: no se conforma con describir el mundo, sino que lo desarma, lo descompone para que el lector reconstruya el sentido. Nos convierte nuevamente en parte del juego; nos devuelve la posibilidad de ser artistas y no sólo espectadores.
En sus textos, Duchamp no se limitaba a hablar del arte como lo hacían otros. Para él, el lenguaje era tan manipulable como los objetos. Si en sus ready-mades objetos ordinarios como un urinario o una rueda de bicicleta adquirían nuevos significados al extraerse de su contexto habitual, lo mismo hacía con las palabras. Las tomaba, las despojaba de su sentido común, las reorganizaba en combinaciones inusuales y así creaba nuevas formas de significado.
En sus juegos verbales —anagramas, dobles sentidos—, Duchamp destruyó la seriedad del lenguaje y lo reconstruyó de manera lúdica. En lugar de comunicar verdades fijas o mensajes profundos, buscaba encender una chispa en el lector, provocando una respuesta que no dependía de la lógica tradicional, sino de la imaginación y el asombro.
Este enfoque es evidente en su alter ego, Rrose Sélavy, un juego de palabras en francés (Eros, c'est la vie, que se traduce como “el amor es la vida”). Al adoptar esta identidad femenina, no sólo desafiaba las normas de género, sino que jugaba con la identidad como algo flexible y mutable. Duchamp dejaba claro que todo puede deconstruirse y reconstruirse a voluntad. Nada es fijo, y nunca lo será.
La conexión con el espíritu está siempre presente en su obra; lo material pasa a un segundo plano. Para Duchamp, el arte debía ser más que técnica y destreza, más que un objeto tangible colgado en una pared. El arte debía estar al servicio de la idea, del juego intelectual, del cuestionamiento constante; debía crear algo nuevo: capaz de captar la complejidad del mundo moderno.
Uno de los gestos más innovadores de Duchamp fue su capacidad para hacer significar lo insignificante. Ésta también fue una de sus contribuciones más profundas al pensamiento artístico. En un mundo que valoraba cada vez más la producción en masa y la mecanización, el artista insistía en que lo esencial no era el objeto o la palabra, sino el acto de creación, el juego intelectual que los rodeaba. Al final, Duchamp nos recuerda que el arte, en esencia, es un juego. No se trata de una actividad solemne destinada a ser comprendida con seriedad, sino de un espacio donde las reglas están hechas para romperse. Al desmantelar las convenciones del lenguaje y del arte, este artista nos invitó a repensar todo aquello que damos por sentado, a encontrar lo significativo en lo cotidiano y aparentemente insignificante.
Así, Duchamp no sólo cambió el curso del arte, sino que nos dejó una lección esencial: el arte no es un objeto sagrado que debemos contemplar en silencio, sino un juego eterno, un espacio libre donde podemos romper las reglas, reírnos y encontrar lo valioso en lo más sencillo.+
Dicen los que saben que Elia Barceló es una de las autoras más importantes de ciencia ficción en nuestra lengua. Su obra es amplia y recorre muchos otros caminos. Hace pocas semanas, el Fondo de Cultura Económica publicó en México una de sus primeras novelas: El mundo de Yarek, ganadora del Premio Internacional upc 1993, que otorga la Universidad Politécnica de Cataluña. Conversar sobre este lanzamiento era indispensable y aquí va una muestra de lo que platicamos:
José Luis Trueba Lara
Estarás de acuerdo conmigo en que El mundo de Yarek ya es una novela adulta, una obra hecha y derecha; sin embargo, tengo que preguntarte algo casi personal… ¿Qué sientes al ver su lanzamiento en México?
Esto es algo que me llena de ilusión. El mundo de Yarek es una novela que escribí hace muchísimo tiempo, y a todos los autores nos encanta que nuestras historias se mantengan y hallen nuevos lectores. Este hecho cumple uno de mis sueños. Siento mucha curiosidad sobre cómo los jóvenes de hoy la van leer.
¿Volviste a leerla?, ¿la corregiste o la editaste para esta nueva edición?
Claro que volví a leerla y descubrí que todavía estoy completamente de acuerdo con lo que dije en aquellos años. Sin embargo, no le hice grandes cambios: sólo señalé algunas erratas que tenía la primera edición. Yo estoy convencida de que si tú escribiste una novela a los 30 años, reescribirla a los 60 no es correcto. Yo siempre quiero dejar el texto como estaba, que refleje quién era en el momento en que lo escribí. Esto les da a los lectores la oportunidad de ver cómo has cambiado con el paso del tiempo: ellos descubren quién eras y quién eres, en qué sigues creyendo y en qué dejaste de creer.
Cuando te vuelves a leer y te encuentras con la persona que fuiste, ¿cómo la ves?
La veo con mucho cariño. Cuando estoy leyendo una obra mía que se publicó hace años, no sólo estoy leyendo el texto y redescubriendo su historia, también estoy leyendo el contexto que los lectores no conocen. Siempre me descubro recordando cómo era yo, cómo eran mis hijos y, en el caso de El mundo de Yarek, también viene a mi memoria el apoyo de mi madre, que me permitió escribir la novela. Por supuesto que esta lectura resulta muy
diferente de la que hace un lector que no me conoce. Por esta razón tuve la idea de poner al final del libro unas cuantas páginas en las que contextualizo la novela.
El mundo de Yarek nos cuenta la historia de un científico de altísimos vuelos que, después de cometer una tropelía en contra de una especie alienígena, es juzgado y desterrado a un planeta terrible. En esa soledad, apenas rota por su computadora, él experimenta una serie de sentimientos: el horror y el miedo, la frustración y el mesianismo, la justificación de su inocencia y la aceptación de la culpa.
Ésa es una de las cosas más bonitas de El mundo de Yarek: trabajar con un solo personaje en un planeta desierto sin darle espacio al aburrimiento. Por este motivo, la idea que anima a la novela es recorrer todos los sentimientos y los estados de ánimo que Yarek experimenta durante su condena. Él sabe que tendrá que pasar veinte años en ese planeta y que existe la posibilidad de que no pueda volver jamás, pues la muerte terminará por alcanzarlo en ese lugar. Incluso, quizá como lo haríamos nosotros en una situación parecida, se llega a plantear el suicidio.
¿Explorabas una nueva manera de escribir ciencia ficción?
Hay muchas maneras de escribir ciencia ficción. En algunas ocasiones, ésta busca descubrir cómo nos afectará un nuevo invento, un contacto alienígena o algo así; yo creo que la ciencia ficción es literatura y, justo por eso, tiene como centro al ser humano. Por esta razón, lo importante en sus páginas es cómo reaccionamos los humanos frente a los desafíos, las sorpresas y los horrores. Al mismo
tiempo, esto nos permite adentrarnos en todo lo que está dentro de la mente y en aquello que nos hace ser lo que somos. La ciencia ficción abre los ojos y abre caminos, formula preguntas y te pone enfrente de aquello que no se te había ocurrido.
¿Hay optimismo o pesimismo en El mundo de Yarek? ¿No es una novela sobre los crímenes que se han cometido en contra de los otros?
En mi vida cotidiana soy una persona alegre; no me cuesta ningún trabajo estar contenta y cantar, pero, cuando empiezo a plantearme lo que pueden hacer los seres humanos con aquel que no consideran su igual, lo veo todo muy negro. Tengo la sensación de que la humanidad tiene un infinito potencial de destrucción y que, si llegáramos a encontrarnos con un especie extraterrestre, muy probablemente intentaríamos aniquilarla.+
Este libro presenta el espectro asombroso de lo tradicional hasta lo contemporáneo. Con cientos de fotografías sobre arte, máscaras, comida, música, desfiles, murales, altares, flores y calaveras. Es un viaje extraordinario que celebra la vida y la muerte.
Una obsesión con el mobiliario, lienzos de fantasías arquitectónicas con referencias a la escritura tántrica, los códices aztecas, el hinduismo y los símbolos de lo oculto, son agunos rasgos distintivos del excéntrico estilo de este grande de la plástica dISPONIBLE EN GANDHI
Nominados al mejor libro del año CANIEM 2024
Acercarse a Todo el oro de Lisboa (Tusquets, 2024) no sólo permite descubrir un mundo en el que pocos pensamos cuando la Segunda Guerra Mundial nos pasa por la cabeza; en esta novela también habita un personaje maravilloso que transita entre la realidad y la ficción: Federico Sánchez Fogarty, quien sólo ha sido derrotado por Pierre Menard, el personaje de Borges. Platicar con Juan Patricio Riveroll —quien además de escritor es cineasta y crítico— era un asunto inaplazable. Algo de lo que conversamos se lee en los siguientes párrafos:
José Luis Trueba Lara
Cuéntame, ¿cómo le haces para hacer cine, novelas y todo lo demás sin morir en el intento?
Por fortuna no hago todas las cosas al mismo tiempo, primero hice un par de películas sin dejar de hacer crítica cinematográfica. Desde que estaba en la preparatoria comencé a escribir de una manera más o menos frecuente: había un portal —cuando internet empezaba en los noventa— que me permitió comenzar a ejercitar la pluma. Así, cuando estaba terminando mi segunda película. Las cosas se complicaron como se acostumbra en ese medio: la necesidad de obtener recursos siempre es un problema en el cine. Y, mientras no la concluyera, no podía darme el lujo de pensar en la siguiente; por eso fue que comencé a escribir novelas. La literatura es una válvula de escape para mi veta de cuentahistorias: puedo escribir todos los días para crear una obra que va avanzando y creciendo sin las limitaciones que tiene el cine.
Tengo la impresión de que, cuando se escribe un guion de cine, siempre se tiene la calculadora a un lado: la lluvia cuesta y lo mismo sucede con el resto de lo que sucede. ¿Cómo sientes el cambio del guion a la novela?
La literatura es fabulosa… dos ejércitos pueden chocar y pelear y no te cuesta absolutamente nada. Ambas escrituras resultan totalmente diferentes y ése es el valor de la literatura. Por eso se convierte en mi refugio; el cine es más complicado, aunque te da dos diferentes tipos de experiencias. Son dos medios distintos y —como lector y como cinéfilo— estoy enamorado de ambos. Los temas filosóficos o morales, tan sólo por dar un ejemplo, son mucho más difíciles de explicar con la cámara.
Entremos a Todo el oro de Lisboa… en la novela hay muchas cosas que me sorprenden. La primera de ellas es que su capacidad para poner la imaginación en un lugar olvidado. Cada vez que pensamos en la Segunda Guerra Mundial nos vienen a la cabeza otros sitios, pero nunca Portugal.
La historia de Portugal en aquellos tiempos es fascinante. Era el único país absolutamente neutral que tenía un puerto de entrada y salida de Europa; de hecho, el personaje de James Bond nació en el Casino Estoril, que está a unos pocos kilómetros de Lisboa. Ian Fleming, su creador, estuvo ahí como agente británico. Incluso Casablanca —la maravillosa película de Michael Curtiz— trata sobre un salvoconducto para llegar a Lisboa. Portugal estaba lleno de agentes y espías de todas las naciones. Portugal es un caldo de cultivo muy interesante y Lisboa, una ciudad de la que es imposible no enamorarse.
Estarás de acuerdo conmigo en que en Todo el oro de Lisboa la realidad y la ficción se entrelazan para contar una historia donde sus límites no se notan…
Efectivamente, Todo el oro de Lisboa es una danza entre la historia y la ficción, entre la realidad y la imaginación. Sin embargo, lo importante no son sus límites ni sus entrelazamientos, sino el cuento que voy contando. Mucho de lo que sucede en ella resulta verificable y tan sólo habría que googlearlo, justo como sucede con mi bisabuelo Federico Sánchez Fogarty, que es una de las presencias más importan tes. Evidentemente, hay muchas cosas de él que no están en la red, pero me las contó mi abuela.
Federico Sánchez Fogarty fue todo un personaje… autor de una versión del Quijote. También fue un publicista definitivo, un promotor del arte y autor de por lo menos un cuento infantil y las palabras que adornan a la estación del ferrocarril que recorre el zoológico de Chapultepec.
Mi bisabuelo era fan del Quijote y, como su len gua materna era el inglés, llegó a la conclusión de que ninguna traducción le hacía justicia; a eso se sumaba que estaba con vencido de que la segunda parte no era tan buena como la primera. La con secuencia fue que creó una suerte de remix de la novela en la que sólo están las aven turas de don Quijote y Sancho, sin necesidad se asomarse a la continuación de la novela. Este hecho me permitió transformar a Todo el oro de Lisboa suerte de metaficción. Por esta razón, no es casual que la novela hable de sí misma, de cómo se fue construyendo.
Paola Rojas
Cambiar es una aventura. Cuando mi situación laboral se transformó hace un par de años, entendí que podía tomar la situación como una oportunidad. Siempre había navegado en trasatlánticos inmensos y, de pronto, me vi remando por mi cuenta en un pequeño kayak.
A pesar de las sacudidas, o quizá gracias a ellas, comencé una búsqueda personal que nunca había hecho de manera seria y profunda en el pasado. Después de haber estado totalmente rota, me recuperé y pude levantarme. Volver a empezar y atreverme a hacerlo sola fue muy retador. Hoy agradezco que superé mis miedos y me arriesgué a volar.
Ya antes me habían propuesto escribir un libro, pero por mis horarios y compromisos era difícil tener el tiempo para sentarme a aclarar qué quería decir. Ahora tengo muy claro que quiero hablar sobre las mujeres. Quiero darles voz a nuestras búsquedas, nuestros retos, nuestra energía y nuestra enorme sabiduría.
A lo largo de mi vida he tenido la fortuna de entrevistar a mujeres que con su esfuerzo cotidiano han transformado la realidad para bien y se han convertido en maestras de vida. He presenciado su lucha por abrir espacios para más de nosotras y me he emocionado con el crecimiento de todas.
Este es un gran momento para las mujeres y elijo celebrarlo conversando con algunas líderes a las que admiro, respeto y quiero. Ellas me han dado importantes lecciones en diferentes momentos y lugares. Me inspiran porque intentan acabar con años de injusticias y desigualdad, porque encuentran oportunidades donde otros ven obstáculos, porque transforman la violencia en armonía y convierten el dolor en amor y compasión.
Durante una entrevista reciente que le hice a Deepak Chopra, confirmé que la sociedad necesita un nuevo tipo de liderazgo. Uno que ayude a transformar “esa mente medieval, con capacidad moderna para la guerra”, según sus palabras. Porque, como él mismo dice, hace falta crear una masa crítica de personas que despierten a su alma y su espíritu, de otro modo no tendremos un mundo más pacífico, justo, sostenible y saludable.
En nuestra conversación, Chopra señaló la importancia de que surja un movimiento mundial que “no puede depender de líderes que solo están interesados en incrementar su propio poder, en el tráfico de influencias, el amiguismo y la corrupción. Tenemos que convertirnos en líderes en nuestro hogar, en nuestras familias y en nuestras comunidades”.
Cuando le hablé de la creciente importancia y participación de las mujeres en todos los ámbitos de la sociedad, él comentó: “Es tiempo de que las mujeres sean las futuras líderes, porque la energía masculina depredadora era muy útil cuando éramos cazadores-recolectores. Había que ir a matar, traer comida a casa, etcétera. Pero este tipo de energía nos está conduciendo a nuestra extinción ahora mismo. Por eso necesitamos invocar al divino femenino, como se le llama, al poder divino, la curación divina, la belleza, la intuición, la ternura, el cuidado
de la naturaleza. Estos son atributos femeninos y tenemos que aprovechar que no solo son para las mujeres, sino también para los hombres, quienes también deben beneficiarse de lo femenino en sus vidas”.
Muchas personas creen que para ocupar puestos de liderazgo es necesario repetir los patrones masculinos y dejarse guiar por esa energía. Pero no tiene por qué ser así. Para Deepak, “la verdadera energía femenina está recogida en los arquetipos griegos. Hera: poder; Afrodita: amor, sexualidad y belleza; Artemisa: conexión con la naturaleza; Hestia: el ama de casa; Perséfone: la sanadora. Todas ellas forman parte de nuestra inteligencia espiritual. Y necesitamos invocar nuestra inteligencia espiritual, que es global”.
Convencida del rumbo que deseaba tomar y del mensaje que quería transmitir, me senté a platicar con diez mujeres extraordinarias que están imprimiendo sus huellas en la sociedad. Cada una, a su modo y desde su ámbito, está dejando un legado en las leyes, el arte, la cultura popular, la educación, los derechos humanos y la alta dirección.
Cada entrevista, además de ser una delicia, me dejó enseñanzas y reflexiones sobre las trayectorias y los tipos de liderazgo que ejercen estas mujeres valientes y auténticas. Además, al final de cada capítulo te comparto mis ideas y las lecciones que rescato de la conversación. Desde luego, lo valioso es que tú saques tus propias conclusiones y, sobre todo, que encuentres una fuente de inspiración para tu vida y el camino que estás recorriendo.
Detrás de cada entrevistada hay una historia de transformación personal con implicaciones sociales. Hay adversidad, pero también aprendizaje. Y hay resistencia y dolor, que inesperadamente abren la puerta al amor y la empatía. Son retratos de mujeres que sueñan, que defienden una causa, que persiguen la equidad y han entendido que una realidad más justa pasa por la armonía y no por la fuerza. Saben que la comunidad y el acto de compartir echan raíces profundas en las personas para vivir de una manera más equitativa y digna.
Una de mis principales motivaciones al escribir este libro era presentar otra cara del liderazgo. Uno que se piensa y actúa en femenino, y que, al dirigir, privilegia la empatía y la creatividad. Quería mostrar a quienes han aprendido a guiar de manera armónica y que buscan conectar con la gente, porque saben que todos tienen algo que aportar. Deseaba presentar a mujeres de diferentes contextos que proponen caminos de reconciliación y entendimiento no violentos.
Porque estoy convencida de que la solidaridad y el cuidado pueden ser más poderosos que la agresividad y el individualismo.
Emily Henry es una autora estadounidense contemporánea reconocida por sus novelas románticas, que combinan humor, ingenio y profundidad emocional. Originaria de Cincinnati, Ohio, Henry ha capturado la atención de los lectores con su estilo narrativo fresco y atractivo, que se caracteriza por diálogos ágiles y personajes bien desarrollados que resuenan con los lectores por su autenticidad y vulnerabilidad. Emily tiene una habilidad especial para combinar momentos cómicos con situaciones sentimentalmente cargadas, que crean una experiencia de lectura divertida y conmovedora. Tuvimos la oportunidad de entrevistarla y esto fue lo que nos contó sobre sí misma y sus procesos de escritura.
¿Cómo es tu proceso de escritura?
Soy capaz de escribir muy rápido. Me siento con una idea para una escena inicial, la idea básica de los personajes principales y un par de chistes que encajen con la premisa, y comienzo a escribir desde el principio de la historia. Escribo al menos dos mil palabras al día hasta que llego al final del primer borrador.
Muchas veces, ese primer borrador es demasiado largo y aburrido, porque hay bastantes días en los que no estoy segura de lo que debe pasar a continuación, pero me obligo a escribir de todos modos. Al hacer esto, eventualmente encuentro algo bueno, pero eso también genera un exceso de reescribir, cortar y reemplazar más adelante. Normalmente termino un borrador en uno o dos meses, lo dejo a un lado durante algunas semanas y luego escribo un esquema basado en el borrador existente. Con este esquema, es un poco más fácil ver qué funciona y qué no. Editaré el esquema y luego escribiré un segundo borrador basado en él, usando todo lo que pueda del primer borrador, pero a menudo reescribiendo y reemplazando gran parte.
¿Cuáles son las mejores vacaciones que has tomado?
No creo que pueda elegir un lugar favorito. Ir a la Toscana y a Croacia fue bastante mágico. Me encantó especialmente ir a Korcula, en el mar Adriático. Nunca he estado en un lugar más hermoso y la comida fue fantástica.
¿Cuál es tu mejor consejo para los escritores?
Fracasa fuerte y rápido. Muchos de nosotros tenemos tanto miedo de estropear una historia que ni siquiera nos permitimos terminarla. El miedo al fracaso conduce al fracaso garantizado. Al menos date la oportunidad de hacerlo. Además, siempre puedes mejorar un primer borrador malo. Es mucho más difícil hacer un gran libro a partir de una página en blanco.
¿Tienes algún libro favorito que leíste recientemente?
Probablemente, Between Us, de Mhairi McFarlane. Es tan bueno...
¿Estás trabajando en algo nuevo?
¡Tengo otra comedia romántica en proyecto y estoy muy entusiasmada con ella! Espero que salga el próximo verano.
¿Snack favorito para comer mientras escribes?
Cuando escribo necesito la menor cantidad de distracciones posible, así que básicamente compro barras de granola y yogurt al por mayor, y como uno de esos cuando necesito un descanso rápido.
¿Qué libro te convirtió en lectora?
Una arruga en el tiempo, de Madeleine L'Engle.
¿Cómo obtienes las ideas para tus libros?
Realmente puede provenir de cualquier cosa. Muchas veces de ver una película o leer un libro que realmente me gusta, pero verlo de una manera totalmente diferente a como podría haber sido. Cuando tengo curiosidad sobre algo (una premisa, un tropo, un personaje), sé que es un buen punto de partida.
¿Qué es algo que esperas que los lectores aprendan de tus libros?
Realmente quiero que mis libros les traigan alegría y los afirmen como personas. Es muy fácil ser pesimista en este mundo, pero espero que mis historias ayuden a la gente a encontrar esperanza en la oscuridad.
¿Cuáles son algunos de tus imprescindibles de viaje?
Realmente no soy tan exigente. Sin embargo, son importantes los zapatos cómodos y el desinfectante para manos.
¿Con qué personaje tuyo te identificas más?
Sinceramente, ¡me identifico con todos ellos en algún nivel u otro! En Un lugar feliz
Harriet. Es una persona que siente que necesita que todos los que la rodean sean felices y, por lo tanto, a menudo se contorsiona un poco para mantenetitanir la paz y, a veces, esto tiene un efecto sor prendente en sus relaciones. Tenía mucha curiosidad sobre esta parte de mí y quería escribir sobre ella para poder entenderme mejor. Hasta cierto punto, creo que suelo hacer eso.
“No me interesa hacer el bien, sino equilibrar la balanza en favor de los marginados. Si asaltan a unos ricachones en el callejón, no rescataré sus alhajas. Eso que lo haga Batman”. Garbage Man
Garbage Man (Trillas, 2024), de Hilario Peña, es una novela de superhéroes y una lectura perfecta para estas fechas jalogüinescas. Johnny, mejor conocido como Garbage Man, trabaja de día como recolector de basura, mientras que de noche combate a sus enemigos y toca rockabilly. La empresa en la que Garbage Man trabaja, Blue Waste, convierte los desperdicios en energía eléctrica por medio de un proceso de fusión atómica, lo cual es altamente tóxico, al grado de que sus empleados están teniendo hijos con extrañas mutaciones, por lo que Johnny comienza una investigación…
porque, gracias a la capacidad de introspección de este género, tanto el autor como el lector podemos entrar a la mente del Garbage Man.
¿A quién se dirige este libro?
Garbage Man puede ser disfrutada por rockeros, otakus, punketos, rancheros y metaleros por igual, pero sobre todo va dirigida a jóvenes que se sientan excluidos en su escuela, en su familia o en la sociedad.
Entre los poderes de este chico están la fuerza sobrehumana, la capacidad de desprenderse de sus extremidades, la emanación de gases venenosos y el don de comunicarse con las ratas, a las que además puede controlar. Con todos estos atributos, no es para nada un superhéroe como los que salen en las películas… Es más, casi nadie se le quiere acercar. Sus únicos aliados son unos fenómenos de circo, las ratas y los perros callejeros. Con todo esto en contra, ¿podrá cambiar la situación
Platicamos con el autor de esta novela, Hilario Peña, y esto fue lo que nos platicó.
¿Quién es Garbage Man?
Es un chico que siente que no encaja en el mundo en el que le tocó vivir. Tiene una banda de rockabilly, pero a nadie parece gustarle la música que hace. Además, sufre constante discriminación porque trabaja como recolector de basura en su ciudad y la gente le dice que huele feo. Vive en una trailita en el desierto y es víctima de un atentado en la planta de energía de su ciudad, donde se quema todo su cuerpo y queda descarnado.
¿Qué inspiró esta novela?
Esta figurita de calaca que tengo aquí: la compré hace muchos años en Puerto Nuevo, y la rola “Garbage Man”, de The Cramps, una banda que tocaba una mezcla de rockabilly y conocida como psychobilly
¿Por qué escribiste este libro?
Es difícil saber lo que piensa y siente un superhéroe en un cómic o en una película, ya que son medios más orientados hacia la acción y el diálogo. Por ejemplo, a Superman lo podemos ver volar y cargar autobuses, pero nunca sabemos con total claridad lo que piensa y siente respecto a gozar de dichos poderes. Por eso escribí esta novela,
¿Qué hace diferente a Garbage Man de otras historias parecidas?
Me aburren los libros que pretenden rockear de la manera más superficial: hablando de punk, blah, blah. Preferí hacer punk con una historia emocionante, llena de acción, venganzas y personajes entrañables. A pesar de ser una novela de superhéroes, no está influenciada por las películas del mcu. Para nada. La influencia del Garbage Man es Swamp Thing, de Alan Moore, y las películas de superhéroes más independientes y serie B, tipo El Vengador Tóxico, Darkman y Spawn.
¿Por qué recomiendas esta lectura?
Porque no sólo tiene como protagonista al Garbage Man, sino también cuenta con su némesis que es el Monstruo de Gila, una mezcla de lagarto y mercenario motorizado; aparece una bruja de nombre Lucrecia Blackwood, y una feria ambulante llamada el Fantástico Pandemónium, con enanos, mujeres barbadas y todo tipo de fenómenos… y porque es una historia que patea traseros.+
José Ramón Cossío Díaz es una de las presencias jurídicas más importantes de nuestro país: sus trabajos académicos, su labor en El Colegio Nacional y sus años como magistrado apenas son una muestra de sus actividades. Hace unas poscas semanas publicó su nuevo libro: ¿Qué justicia queremos? Estado, derecho y democracia (Trillas, 2024), en el cual analiza las discusiones más recientes sobre la impartición de justicia en nuestro país desde una perspectiva precisa, justo como leemos en una de sus páginas: “La historia universal nos ha demostrado que la democracia es el mejor de los sistemas posibles. Y aunque está lejos de ser perfecta en la teoría, en los hechos corre peligros y con frecuencia es amenazada por los poderes fácticos, o por las te taciones autoritarias de los propios gobernantes. Esta discusión está plenamente viva en México y asistimos a un fogoso debate público” sobre la justicia. Acercarse a su opinión es importante y nos encontramos para conversar.
José Luis Trueba Lara
Cuéntame, ¿qué justicia queremos?, ¿es posible tener una justicia que sea capaz de cumplir nuestras expectativas como ciudadanos?
La justicia trata de resolver los conflictos humanos, y lo hace en diferentes momentos utilizando las técnicas propias de cada época. Entre las soluciones medievales y las de nuestros tiempos hay grandes diferencias. Por esta razón, si tuviéramos un medio que fuera capaz de resolver la mayor cantidad de conflictos y la gente pudiera dedicarse a hacer lo que quisiera sin tener que preocuparse por ellos, tendríamos un extraordinario sistema de justicia. Así pues, lo que queremos es una justicia que resuelva el mayor número posible de conflictos humanos; no todos, pues eso se no puede lograr, pero sí es posible que sea capaz de solucionar el mayor número de ellos.
Tengo la impresión de que los conflictos son inherentes a la condición humana: si somos libres, no tenemos más opción que enfrentar el riesgo de tomar decisiones y esto puede llevarnos al descuerdo, al conflicto…
Estoy totalmente de acuerdo en que la naturaleza humana o las condiciones sociales —que no siempre son las mismas—, generan una gran cantidad de conflictos cotidianos y de diferentes tipos y magnitudes. Sin embargo, también debemos considerar que no todos esos conflictos se trans-
forman en litigios judiciales. Esto es importante, pues la ley sólo reconoce aquellos conflictos que tienen esta característica. Cuando esos conflictos se convierten en litigios, desafortunadamente la justicia debe modificarlos. Esto sucede debido a que debe adaptarlos a las reglas procesales que son típicas de la justicia de cada época. Y, además, la gente debe asumir que los jueces no suelen dar la solución completa a cada conflicto, pues en muchas ocasiones hacen una reducción de lo que realmente es el conflicto para amoldarlo a las reglas vigentes. Sabemos que la justicia, en el sentido del que estamos hablando, es imperfecta. Pretender que la justicia recogerá todos los conflictos y que los resolverá en su esencia es una ficción brutal. Por esta razón, lo primero que hay que entender es que es la justicia es una manera de resolver algunos conflictos de cierta manera, lo cual implica que no necesariamente todos los involucrados quedarán satisfechos con el fallo que se dé. Pero, ¿qué pasaría si esa justicia no existiera con todas sus imperfecciones? Seguramente nos adentraríamos en una situación peligrosa. No sé si alguna vez sucedió en la historia, o si es una especie de construcción un poco mitológica, pero esa situación mitológica implicaría que cada uno se haría justicia por su propia mano, porque cada uno definiría qué es un conflicto y cómo debería resolverse. En ese momento, la justicia se conecta con el estado de derecho, que le prohíbe a la gente hacerse justicia por su propia mano. Esto ocurre por una causa sencilla de explicar: si
considero que algo es un conflicto y estoy autorizado y capacitado para resolverlo de la mejor manera po sible, es muy probable que termine convirtiéndome en una persona vio lenta, peligrosa y desalmada que actúa por encima de la ley. Por esta causa, debemos hacernos una nueva pregunta: ¿qué hemos intentado hacer con todas las imperfecciones que existen en la justicia? Para empezar, tenemos que reconocerlas y generar algunas reglas con las que todos estemos contentos, o al menos la mayoría sean capaces de respetarlas. Esto es fundamentalmente el estado de derecho: una situación en la que las leyes y las normas dictadas por las au toridades se aplican razonablemente a todos por igual, sin distinción de catego ría social, económica o política. Lo cual es una pretensión brutal en la medida en que la justicia busca borrar las dife rencias entre las personas para que se apliquen a todas en condiciones razo nablemente similares.
Pero la justicia debe cambiar, adaptarse a las circunstancias que enfrenta…
Efectivamente, la justicia de la que hablamos no es una justicia divina ni una justicia trascendente. Por esta razón, nuestra justicia necesita muchos cambios y muchas adapta ciones. Durante años, aquellos de nosotros que nos hemos dedicado a esto hemos diagnosticado lo que le falta. Sabemos que, para que exista un sistema de justicia penal, nece sitamos buenos policías. ¿Por qué?
Porque la policía, al llegar a la escena del crimen, tiene que recoger pruebas
y cuidar las cadenas de custodia. No pueden, como se ve en las películas, “contaminar la escena del crimen”. Por esta razón hay un trabajo que debe ser muy meticuloso: hay que saber de quién es el adn sin margen de error; hay que establecer trayectorias, motivos y un largo etcétera. También los ministerios públicos requieren la capacidad técnica para llevar a cabo una audiencia pública respetando el principio de presunción de inocencia.
Se sabe que hay problemas técnicos, problemas de presupuesto, problemas
señalar los fenómenos. Sin embargo, hace unos meses se presentó una idea completamente nueva: que los jueces estén conectados con la gente y que la gente debe elegir a sus jueces. Creo, con todo respeto, que esta propuesta no tiene nada que ver con las condiciones de negligencia o imperfecciones en la justicia. Se trata de una postura política que no busca mejorarla, sino apropiarse de ella. Estamos ante una pregunta crucial: ¿por qué un juez obedece o acepta lo que dice la ley? No lo hace porque tenga preferencia por alguna o algunas de sus determinaciones, lo acepta porque es una regla que viene de la voluntad popular, establecidacráticamente. Cuando fui ministro de la Suprema Corte pude ver que, al aplicar una ley, en ciertas ocasiones no me gustaba la solución y la encontraba inadecuada, pero mi obligación sólo era con la Constitución y debía
Si la legitimidad de un legislador no depende del voto ni del pueblo, ¿de dónde viene?
El juez es designado por su habilidad técnica, por su capacidad para entender las normas legales y aplicarlas según ciertas reglas procesales. Si, cuando yo fui ministro, hubiera sido elegido democráticamente, popularmente, ¿a quién respondería? ¿A la gente que votó por mí?
Hay un vínculo entre el juez y la ley, y éste lo crea el legislador democrático. El problema de las reformas es que el juez, el diputado, el senador o el presidente de la república provendrán de la misma fuente de legitimidad. Por lo tanto, creo que los jueces perderán su papel de mediadores de la ley y pensarán que tienen un mandato
Mi relación con los votantes sería compleja, porque yo la habría construido con ellos. No sería una relación natural, sino una relación artificial porque se construye. Salgo a ofrecer cosas al pueblo para que voten por mí. Mis electores no son un pueblo neutral, sino que son un pueblo con el cual he construido una relación artificial. Lo digo con toda sinceridad. Y entonces perdemos la cosa artificial más extraña y maravillosa que tenemos: la ley que hizo iguales a los que eran diferentes. No olvidemos que el dinero de las campañas se invierte para tener funcionarios que respondan a los intereses de esos benefactores.
¿Por qué en otros países ha funcionado esta peculiaridad, como sucede en Estados Unidos?
Lo que sucede es que en Estados Unidos tienen una institución que nosotros abandonamos: el jurado. En Estados Unidos, el juez tiene un jurado compuesto por ciudadanos que escuchan las deliberaciones y deciden sobre algunos puntos, de hecho mediante un veredicto. Y el juez, basándose en el veredicto del jurado que ya no se puede cambiar, dicta una sentencia. Por lo tanto, hay una mediación de un cuerpo diferente que no tenemos. Creo que las diferencias institucionales son tan grandes que hacen que la idea sea completamente diferente, o rompen con la idea de que la elección de los jueces es lo mismo aquí que en Estados Unidos, o en Bolivia, o en cualquier otro país.+
En su novela Nosotras (Hachette, 2024), Suzette Celaya Aguilar explora el devastador impacto del progreso. La historia se centra en un pequeño pueblo que está a punto de desaparecer bajo las aguas de una presa, borrando no sólo sus casas, sino también su historia, identidad y memoria colectiva, incluida la del cementerio. A través de este relato, Suzette reflexiona sobre la pérdida de control y la sensación de impotencia frente a una modernidad imparable. No te pierdas nuestra entrevista exclusiva con la autora, donde profundizamos en los temas y las motivaciones detrás de esta poderosa obra.
Platícanos de las mujeres que pueblan Nosotras.
Cuando empecé la historia, en las primeras fases del proceso creativo, lo tuve muy claro: quería que hubiera una fuerte presencia de la voz de las mujeres. Sin embargo, esa voz debía ser también silenciosa, como en susurros. Al final, me interesaba mostrar la carga que llevaban estas mujeres, y cómo, en los últimos meses del pueblo, es Violeta, la protagonista, quien encarna la resistencia en medio del enfrentamiento con las autoridades y el progreso. Pero no es sólo ella. Hay otras mujeres que, aunque aparecen de manera incidental, tienen un rol importante: las que tejen gorros, las que se reúnen en una cueva y se organizan en la oscuridad. Siempre ocultas, detrás de algo. Jugué mucho con esa dualidad entre lo público y lo privado. Las mujeres estaban detrás, dentro de la casa, en una cueva, en la oscuridad, hablando en silencio, pero al final con gran poder, sosteniendo a sus familias e incluso a todo el pueblo.
Pareciera que, por un lado, la modernidad es la oportunidad de que las mujeres ocupen el lugar que se merecen. Pero también la propia modernidad se las arrebata ¿Cómo le haces para jugar con estas dos cosas?
Justamente, una de las razones por las que decidí situar la historia en 1967
fue poder explorar esta temática. No podía ignorar cómo las mujeres actuaban o eran estereotipadas en ese momento. Pero también quería mostrar esta deuda pendiente, para que se empiece a reconocer la capacidad, el peso y la importancia de no quedarse sólo en el ámbito doméstico, sino tomar las riendas y animarse a actuar. En ese momento, para mí, estas mujeres estaban haciendo justicia por su cuenta. Ya no se quedaban calladas o esperando a que alguien les diera una oportunidad, sino que salían, tomaban el machete y hacían lo que había que hacer.
Me interesaba situar la historia en un pasado que me permitiera explorar todo lo que se ha luchado para cambiar, pero sin olvidar que no todas las mujeres tienen la suerte de vivir conforme a esos cambios. Todavía hay mujeres que viven bajo opresiones y violencias. Así que, aunque veamos marchas y luchas, eso no significa que todas estén disfrutando de ciertas libertades. Creo que eso es algo que no debemos olvidar, porque si suponemos lo contrario, entonces la lucha termina.
Hay otro detalle que me fascino de la novela: el año. Estábamos a dos años de que Ciudad de México viviera una revolución de pensamiento y de liberación, mientras que otros estados seguían viviendo de formas muy conservadoras.
Por un lado, lo que podría parecer una anécdota, como que un pueblo se inunde debido a la construcción de una presa, es un hecho que ha ocurrido más de una vez. Uno de los eventos más reconocidos, sin duda, fue cuando la población salió a las calles en 1964. Sin embargo, el distanciamiento temporal de tres años en mi historia fue intencional, para evitar que se leyera como un texto histórico. Además, empecé a reflexionar sobre lo que sucedía en 1968 con la represión estudiantil y cómo en 1967 comenzaron a gestarse las marchas. Estábamos viendo un despertar de conciencia política en los jóvenes. Eran pequeños indicios: algo estaba comenzando a abrirse en esa región.
Aunque en el libro no menciono que se trate de Sonora ni identificó la región, es hacia donde nos dirigíamos después de la lucha, de la resistencia. Esto está muy presente para mí y fue una guía importante en el desarrollo de la historia.
¿Cómo ves esa lucha, esa resistencia? En ti y en tus personajes.
Es algo que he tenido que enfrentar y reflexionar una vez que la historia fue publicada. Me interesaba contar la historia de una mujer con ciertas particularidades. Sin embargo, veo que el tema de los pueblos, la lucha, y la dificultad de salir adelante o no ha generado muchas reflexiones en quienes me leen y me hacen preguntas. Creo que si la novela se situara en el presente, estos personajes tendrían una historia completamente distinta. Hoy en día hay más acción, más resisten-
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