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Cada vez que miramos el cielo, la naturaleza nos obliga a asumir nuestra verdadera dimensión y nos ofrece la posibilidad de recibir una lección ética más allá de nuestras reflexiones cotidianas. En la Tierra nos imaginamos inmensos, poderosísimos y, por si lo anterior no fuera suficiente, nos concebimos como los seres más importantes del universo. Desde esta perspectiva, que sólo revela soberbia, nada puede más que lo humano. Sin embargo, si lo pensamos un poco, estas fantasías caerán derrumbadas. El Sol, la estrella más cercana, es mucho pequeño que un grano de arena en la inmensidad del cosmos, y la Tierra resulta muchísimo más pequeña. Si nos fijáramos un poco en lo que ocurre en el universo, también descubriríamos algo pasmoso: la inmensidad está “ordenada” y el caos es imposible. Las órbitas de los planetas están escritas con caracteres matemáticos y los fenómenos que ocurren tienen la misma característica. El universo es orden y belleza. Ante estos hechos, no queda más remedio que mirarnos con humildad y ocupar la magnitud que nos caracteriza. Nuestra soberbia es absolutamente ridícula en medida que, en el mejor de los casos, pertenece al terreno de lo infinitesimal, aunque esto quizá represente una nueva muestra del cretinismo marmóreo. Los hechos resultan claros e irrebatibles: apenas somos menos que nada. Sin embargo, tenemos algo que tal vez nos hace distintos, poseemos la capacidad para cuestionar y proponer hipótesis arriesgadas, contamos con la virtud de crear miniaturas y sabemos que nuestras verdades son y serán provisionales. Queremos entender la inmensidad y a estos afanes dedicamos este número de Lee+
Yara Sánchez De La Barquera
Directora General
Revista Lee+ de Librerías Gandhi
6 La astronomía de llamarse Leonardo
Itzel Mar
8 Ciencia y ficción: el cine en el espacio
Gilberto Díaz
14 El mal fario del cometa: una historia verdadera, aunque nadie me crea
José Luis Trueba Lara
16 Juego de cartas en el espacio
Juan José Huitrón
18 Los hilos del universo: de Cyrano a Ursula
Mariana Aguilar Mejía
20 Entrevista a José Maza
José Luis Trueba Lara
21 Tom Wolfe y el remordimiento postorbital
Yara Sánchez De La Barquera
24 Entrevista a Patricia Rosas Lopátegui
Irma Gallo
26 Minireseñas planetarias
Carina Vallejo
27 Misterio en una novela irlandesa
Carlos Torres Tinajero
Directora General y editora
Yara Sánchez De La Barquera yara@revistaleemas.mx
Coeditor
José Luis Trueba Lara jtrueba@revistaleemas.mx
Director de arte y editor audiovisual
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Difusión Cultural
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Editor responsable: Yara Beatriz Sánchez De La Barquera Vidal, Distribución: Librerías Gandhi, S.A. de C.V., Dirección: Calle Comunal No.7, Col. Agricola Chimalistac, C.P. 01050, Alcaldía Álvaro Obregón CDMX. Número de Reserva al Título ante el Instituto Nacional del Derecho de Autor: 04-2009-051820092500-102. Certificado de Licitud de Título No. 14505 y Certificado de Licitud de Contenido No. 12078 expedidos en la Comisión Calificadora de Publicaciones y Revistas Ilustradas de la Secretaría de Gobernación. Registro Postal EN TRÁMITE. Título incorporado en el Padrón Nacional de Medios Impresos de la Secretaría de Gobernación. Queda prohibida la reproducción parcial o total, directa e indirecta, por cualquier medio o procedimiento, del contenido de la presente obra, sin contar con la autorización previa, expresa y por escrito del editor, en términos de la legislación autoral y, en su caso, de los tratados internacionales aplicables, la persona que infrinja esta disposición se hará acreedora a las sanciones correspondientes. El contenido de los artículos es responsabilidad de los autores. Librerías Gandhi y la casa editorial se deslindan de los mensajes expresados en los espacios publicitarios cuya responsabilidad pertenece al anunciante. Hecho en México.
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Es una decisión mirar. De pronto, el mundo es mundo sólo si cabe en nuestro campo visual; el resto deja de existir. Sí, la visión, el más venerado de los sentidos, suele significar renuncia. La configuración de la historia es ocular. Miramos: inicio del encuentro con lo otro, es decir, todo aquello más allá del yo. A pesar de ser la vista un sentido distal, nos posibilita la proximidad, pues de cierta manera tocamos lo mirado. Pero algunos van más lejos de la sinestesia y no sólo intiman con lo que están mirando, sino que logran convertirse en ello: un cardumen de nubes, el horizonte, las ondulaciones del mar antes de anochecer, un tornillo, la idiosincrasia de una palmera. Sí: los contemplantes, quienes hacen de la visión un designio, un arte, al ser capaces de mirar sólo para mirar. El arte es algo que quizás no sirva mucho; excepto, acaso, produce emociones: sentir que sentimos. A este linaje pertenece Leonardo di ser Piero da Vinci.
visibilidad y a la belleza lo fascinó. Da Vinci, el astrónomo, observó los cuerpos celestes más desde un afán estético, es decir, sensible, que desde un plano rigurosamente científico. Entonces, se dedicó sobre todo al estudio de los efectos de los astros en la percepción visual, no sin estar perfectamente al tanto del modelo ptolemaico de los movimientos planetarios. En su biblioteca contaba con una obra del astrónomo árabe Albumazar (Abu Ma'shar) y con el celebrado libro de Ptolomeo: Cosmografía
Nació cerca de Vinci, población de la Toscana, entre Florencia y Pisa, el 15 de abril de 1452. Fue pintor, anatomista, poeta, ingeniero hidráulico, botánico, arquitecto, pájaro, matemático, inventor, cartógrafo, alpinista, planeta, escultor, curioso de las variaciones de la Luna. Observaba desde la voluntad de la sorpresa. Su pensamiento fue absolutamente visual. Se refirió a los sentidos como terrestres: “I sensi sono terrestri, la ragione sta for di quelli quando contempla”. Logró distinguir los cambios de ritmo en cada una de las cuatro alas de las libélulas. Describió la lengua del pájaro carpintero: ésta puede llegar a medir tres veces más que su pico; su extraña consistencia permite que se enrosque y sirva como una especie de cojinete que protege el cerebro del ave cuando golpea la corteza de un árbol con el pico, imprimiendo diez veces más la fuerza que se requiere para matar a un ser humano. Se interesó en la mecánica de la lujuria, de la risa y del esfínter anal; en los movimientos de los músculos que provocan fruncir el ceño; en la ubicación de la sede del espíritu; en la poética de las proporciones del cuerpo humano y de los azules; en la locomoción del descenso de las aves; en las decisiones que llevan al corazón a latir una vez más. Estaba convencido de que no todo conocimiento resulta útil, pero siempre genera un profundo placer. Su gran talento fue la curiosidad, ese asombro niño que se diluye comúnmente con el paso del tiempo y la repetición de los fenómenos.
De todas sus inquietudes, la mayor fue el temperamento de la belleza. Entendía ésta como lo más íntimo y enigmático que contiene cualquier forma o fenómeno. Eso que ejerce una enorme fuerza de atracción al no poder ser explicado del todo. Lo bello se experimenta generalmente en los ojos y desde ahí encuentra rumbos hacia otros territorios del cuerpo, como el abdomen, las manos, los vasos sanguíneos y el asombro. Así, la luz, no como conjunto de partículas (fotones), sino como afecto y puerta de acceso a la
En el Códice Leicester, compuesto por dibujos y escritos de Leonardo da Vinci realizados entre 1508 y 1510 sobre geofísica, física pura, el origen de los fósiles (en el que refuta que éstos sean reliquias del diluvio bíblico), las maneras de ser del agua y ciertos fenómenos atmosféricos, también aparecen deslumbrantes textos sobre el Sol y la Luna. Se cuestiona respecto al origen de la luminiscencia de esta última: ¿será que su superficie está compuesta de agua en movimiento o de algún material que fosforesce? Acertó finalmente al creer que esta luz es el reflejo mismo de la luz de la Tierra. En su pasaje más famoso, realiza una analogía entre el cuerpo humano y la Tierra:
Podría decirse de la Tierra que posee un espíritu del crecimiento, y que su carne es la superficie terrestre; sus huesos, los sucesivos estratos de roca; sus cartílagos, las rocas porosas, y su sangre, las venas de sus aguas. El lago de sangre que envuelve el corazón es el océano. Su respiración, fruto de las pulsaciones que hacen crecer y decrecer el fluido de la sangre, se corresponden en la Tierra con los flujos y reflujos del mar.
El Códice Leicester debe su nombre a Thomas Coke, conde de Leicester, quien lo adquirió en 1717. Sus descendientes conservaron el manuscrito durante dos siglos, pero terminan poniéndolo a la venta en la casa de subastas Christie's el 12 de diciembre de 1980. El magnate estadounidense Armand Hammer lo adquiere por cinco millones 200 mil libras esterlinas, para rebautizarlo como Códice Hammer. En la década de los noventa, tras el fallecimiento del millonario, la fundación que lleva su nombre lo convierte en el libro más caro del mundo. El creador de Microsoft, Bill Gates, no escatima y paga por él 30 millones 800 mil dólares. Finalmente, el texto recupera su nombre: Códice Leicester. Imagino a Leonardo da Vinci caminando, una noche, bajo el cielo despejado, vestido con su túnica corta, el pelo largo y la barba rozándole el pecho; su zibaldone (cuaderno de cuero) atado al cinto. De pronto, flexiona la cabeza hacia atrás y contempla el ruidero de las estrellas. Tiene la certeza de que, siglos más tarde, un poeta, al otro lado del mundo, escribirá: “Y si algo he amado, lo he amado a solas”.+
Cuando se habla de ciencia ficción, en el imaginario colectivo aparecen viajes espaciales, batallas épicas, seres y civilizaciones extraterrestres que nos recuerdan más a las leyendas y epopeyas de la Antigüedad que a las posibilidades humanas reales de alcanzar las estrellas y explorar el espacio conocido y por conocer. Los fenómenos culturales que fueron Star Wars o Alien han contribuido al sesgo de un género narrativo que busca contar historias tomando como referencia y punto de partida una aproximación científica.
El contexto que Mary Shelley le atribuye a su Frankenstein, novela gótica cuya premisa son los avances y las innovaciones de la ciencia médica de los siglos xviii y xix, no es el mismo marco en el que Bram Stoker escribió Drácula, obra que toma como referencia distintas leyendas medievales de Europa del Este para construir una narrativa sobrenatural. Si trasladamos esta analogía a las cuestiones del espacio exterior, Star Wars representa más una fantasía espacial con elementos de western y romance medieval, mientras que Alien consiste en una historia de supervivencia que sucede en una nave espacial como mero escenario.
La ciencia ficción nos invita a acercarnos a un entendimiento realista desde la especulación, tal como sucede con las novelas de Isaac Asimov (tomemos como ejemplo Fundación, que actualmente ha sido adaptada como serie televisiva), que se desarrollan en contextos sociales muy similares a los actuales o de algún momento del pasado reciente y, a partir de ahí, elaboran un acercamiento especulativo a un posible futuro que alimenta la ficción, apegándose a los avances y las tendencias científicos y tecnológicos, sin dejar de lado el poder lírico del relato, con sus propios conflictos y resoluciones.
El cine, por su parte, ha tratado de recrear las diversas manifestaciones de la narrativa desde lo visual, tomándose ciertas libertades para llevarnos al espacio exterior. Ya con Georges Méliès, en 1902, pudimos ver una interpretación de la imaginación de Julio Verne: Viaje a la Luna, que derivaría en centenares de seriales cinematográficos de corte fantástico, como los de Flash Gordon o Buck Rogers. La dificultad de retratar con mayor verosimilitud las historias sobre el espacio siempre ha representado una complicación, pues implica recrear lo desconocido. Sin embargo, muchos han sido los intentos para lograr esta aproximación con un realismo científico. La asesoría de expertos desde la academia está presente en la creación de joyas cinematográficas cuando menos entretenidas.
Kubrick y el espacio exterior
Stanley Kubrick decidió evitar las representaciones fantasiosas del espacio, características de las películas de ciencia ficción populares, para realizar su épica 2001: A Space Oddysey, basada en el cuento “El centinela”, de Arthur C. Clarke. Esto lo llevó a buscar representaciones más precisas de los viajes espaciales. Kubrick contrató a ilustradores como Chesley Bonestell y Richard McKenna, colaboradores recurrentes del programa espacial de Estados Unidos, para realizar arte conceptual, bocetos y pinturas de la tecnología que se ve en la película. Por otra parte, el documental corto Universe (1960) significó una influencia importante para el director, por su representación realista del espacio exterior. Kubrick se acercó al codirector del documental, Colin Low, quien le recomendó asesorarse con el matemático británico Brian Salt. Además, Kubrick contrató a la Graphic Films Corporation, quienes realizaban películas de instrucción para la nasa. Esta compañía se encargaba de componer bocetos y notas conceptuales basados en investigaciones que cubrían la mecánica y la física de los viajes espaciales, así como guiones gráficos que describían las secuencias de vuelos espaciales. Está de más decir que la cinta se convirtió en un hito por su representación realista del espacio exterior, que provocó mitos y teorías conspirativas acerca de la veracidad de la llegada del hombre a la Luna un año después.
Sagan y la vida extraterrestre
Encontramos otro ejemplo de ciencia en la ficción en Contact, de Robert Zemeckis, una cinta originalmente concebida por Carl Sagan y Ann Druyan en 1979. Ya por el hecho de tratarse de una obra de Sagan se puede entender el enfoque científico de la obra; sin embargo, la idea original de la película tuvo que pasar por diversos tratamientos y una versión como libro en 1985 para finalmente concretarse en la pantalla. La idea de los autores consistía en escribir una ficción de cómo podría ser realmente el contacto con vida extraterrestre, que a la vez expresara la gran dimensión del universo.
Una de las curiosidades de Contact fue la incorporación de las teorías del físico y premio nobel Kip Thorne acerca de la posibilidad de los viajes espaciales mediante agujeros de gusano. Además, contó con la asesoría de la astrónoma
Jill Tarter, responsable del proyecto Fénix del Instituto seti. Esta organización se encarga de realizar investigaciones con el propósito de explorar, comprender y explicar el origen y la naturaleza de la vida en el universo. La cinta termina por ser una representación de los conflictos culturales (principalmente entre los dogmas religiosos y la ciencia) que pasarían a primer plano en el caso de un aparente contacto con vida inteligente fuera del planeta.
Nolan y la exploración espacial
Con el desarrollo de la astronomía y el avance tecnológico de los viajes espaciales, una de las interrogantes de la humanidad es la posibilidad de encontrar otros planetas habitables para nuestra especie y colonizarlos. A manera de distopía, Christopher Nolan planteó en Interstellar las implicaciones del viaje espacial desde la perspectiva de las teorías científicas hasta ese momento.
La premisa de la cinta fue concebida por la productora Lynda Obst y Kip Thorne, quienes se basaron en el trabajo de este último sobre cómo “los eventos más exóticos del universo de repente se podrían volver accesibles para los humanos”. Además, Nolan buscaba que la cinta pudiera fomentar los vuelos espaciales tripulados, partiendo del trabajo que se lleva a cabo tanto en la nasa como en el programa espacial privado Space X.
La asesoría de Thorne estableció dos principios: que nada dentro de la narración de la película violaría las leyes físicas establecidas y que todas las especulaciones serían tomadas desde la ciencia y no de la ima- ginación de los guionistas. Esto permitió que la cinta explicara cómo podrían suceder los viajes espaciales a partir de los planteamientos de Einsten sobre la relatividad del tiempo. Destaca, además, una aproximación más precisa de la apariencia de un agujero de gusano y un agujero negro supermasivo; este último, en lugar de ser bidimensional, se representa como una esfera con una galaxia distorsionada. El aprecio de la comunidad científica por el realismo de Interstellar evidencia que el arte y la ciencia pueden converger hacia un mismo objetivo, representando y explicando lo más fielmente posible conceptos que toman años de investigación, mientras se entregan a la audiencia historias que no pierden la emotividad y el dinamismo de una estructura dramática.
Existen otros ejemplos de películas que abordan un acercamiento a la ciencia en el espacio. Por un lado, First man narra de manera objetiva el proceso para la llegada del hombre a la Luna y establece las condi- ciones del viaje espacial como un proyecto de la humanidad. Por otro lado, The Martian, de Ridley Scott, plantea cuáles serían las condiciones necesarias para una posible colonización de Marte, así como el trabajo y el desarrollo tecnológico que implicaría tal proeza: cumplir el deseo de la humanidad por acercarse un poco más a las estrellas.+
¡Pero cálmate, corazón! ¡Estás desperdiciando tus últimas fuerzas! ¿Tus últimas fuerzas? ¿Y tú, tú quieres asaltar el cielo? Pues, ¿dónde están tus cien brazos, Titán, dónde tu Pelión y tu Osa, tus escalas para asaltar el castillo del padre de los dioses, para que subas y derribes al dios mismo y la mesa de los dioses y todas las cumbres inmortales del Olimpo, y prediques a los mortales: “¡Quedaos abajo, hijos del instante, no os esforcéis por subir a estas alturas, porque aquí arriba no hay nada!”.
Friedrich Hölderlin
Edgar Krauss
Desde los días iniciales de la literatura y la mitología, el cielo y los cuerpos celestes han sido algunas de las figuras retóricas más empleadas. Aparecen ya en los primeros cantos teogónicos, en la poesía épica y amorosa, en las narraciones de todas las culturas y en innumerables expresiones artísticas, como en la música y la pintura. Hasta donde hemos imaginado desde que miramos al cielo, hemos ubicado ahí a dioses y otras criaturas metafísicas, ya sea que empuñen el rayo o se sienten sobre las nubes a gobernar los destinos del mundo. Su atractivo es tan poderoso que también nos gustaría creer que andan por ahí los seres queridos que han dejado esta vida. Y más allá están los astros, que han jugado un papel cardinal en la historia y la imaginación humana.
Los babilonios y los chinos conjeturaron que los percances humanos podían ser explicados por medio de los movimientos del Sol, la Luna y los planetas, y así inventaron la astrología, en la que los cuerpos celestes gobiernan nuestros destinos y desatinos. Los mexicas decían que Coyolxauhqui (la Luna) y los Centzon Huitznáhuac (las cuatrocientas estrellas) eran hijos de Coatlicue (la Tierra), a quien pretendieron asesinar como castigo por quedar sospechosamente embarazada con las plumas de un ave. El fogoso Huitzilopochtli (el Sol), apenas nació, despachó a Coyolxauhqui y a sus hermanos en defensa de su madre. Desde entonces, la Luna y las estrellas se esconden cuando sale el Sol. Así, los cuerpos celestes también estarían en guerra, como los seres humanos. En la mitología griega, Cronos (el tiempo), es hijo de Gea (la Tierra) y Urano (el cielo). De acuerdo con la tradición cristiana, la estrella de Belén guio a los reyes magos hasta el recién nacido Jesucristo. En estos y muchos otros ejemplos teogónicos, el cielo y los cuerpos celestes desempeñan un papel cardinal. El historiador italiano Carlo Ginzburg, hijo de la portentosa narradora Natalia Ginzburg, nos relató que las expresiones iconográficas y escultóricas de la arquitectura en las catedrales medievales resaltaron la idea de lo alto y lo bajo para vincularlas con el cielo e infierno, con la estratificación social y, sobre todo, con el conocimiento: los altos saberes, así como los ordinarios, regían la forma de vida de las personas. En estos templos no resultaba infrecuente hallar la frase Noli altum sapere, pericosolum est (No seas demasiado sabio, es peligroso). Este horizonte de inflexibilidad cognitiva sería abiertamente desafiado en los inicios de la modernidad por la filosofía política, los descubrimientos médicos y geográficos, pero sobre todo por la cosmología. Cuando Copérnico, Galileo, Kepler y los astrónomos que los secundaron fueron desbaratando el vetusto orden aristotélico, no solamente desplazaron del centro del universo al planeta Tierra, sino los postulados mismos de la Iglesia católica: si Dios no creó el mundo y la Tierra no es el ombligo del cosmos, se ponía en tela de juicio toda autoridad eclesial en materia científica y dogmática. El juicio religioso y la ejecución en la hoguera de Giordano Bruno en 1600 por imaginar otros mundos fue el escarmiento que el fanatismo religioso le impuso por ser demasiado sabio: le confirmaron que era peligroso. Por cierto, frente a la plaza donde se celebró este auto de fe, en Roma, hay una pequeña librería que se llama Fahrenheit 451. Una idea genial. Pero las preguntas sobre el cielo apenas comenzaban y nos pusimos a mirarlo más allá de la mitología y la religión: con los lentes de los telescopios y no de la fe. El asombro que le siguió conservó la devoción que nos genera; pero si el cielo era el límite, luego nos fuimos hasta las estrellas y los objetos astronómicos. Conforme se fueron revelando algunos de sus secretos, las preguntas y la curiosidad se multiplicaron cuando atisbamos la vastedad del espacio que está más allá. Aún hoy, quinientos años después de Galileo, ni siquiera sa-
bemos de qué tamaño es el universo, ni siquiera si tiene un límite o no. La belleza y fogosidad de los conceptos que hoy se emplean harían palidecer al mismísimo Leonardo da Vinci: nebulosas, estrellas de neutrones, agujeros negros, supernovas, antimateria o polvo estelar, por mencionar solamente algunos. El arte y la astronomía también tienen vasos comunicantes: las imágenes del telescopio James Webb son tan hermosas y alucinantes como las pinturas de Van Gogh o Miró y habrían hecho las delicias de Athanasius Kircher. Estas fotografías también nos recordaron la dimensión abrumadoramente minúscula de nuestra existencia, de nuestro planeta, sistema solar e incluso de nuestra galaxia, comparados con el cosmos.
Además de ensanchar nuestra mirada sobre el universo, la astronomía ha excitado la creatividad de artistas, novelistas y cineastas. Muchas de las novelas de ciencia ficción que nos entusiasman, como las de H. G. Wells, Arthur C. Clarke o Isaac Asimov, representan el diálogo de la literatura con ella. Son la respuesta imaginativa a las numerosas preguntas que nos provoca. Por ejemplo: si hubiera vida en otros planetas, ¿cómo sería? La inquietante duda de si hay extraterrestres inteligentes por ahí es probablemente la que más inflama la imaginación. Resulta imposible de olvidar la trama de La guerra de los mundos: unos malignos e invencibles marcianos cabezones con extremidades como de pulpos invaden nuestro planeta montados en trípodes invulnerables a las armas humanas, hasta que son derrotados nada menos que por las bacterias terrícolas. De esta novela se hicieron al menos dos versiones cinematográficas, la más célebre de ellas, dirigida por Orson Welles, quien también desató un impresionante ataque de histeria colectiva al leer en la radio fragmentos de la novela en 1938. En el cine, los extraterrestres han tenido todos los fenotipos e intenciones hacia nuestro planeta: invadirlo por su recursos, esclavizarnos como fuerza de trabajo o hasta convertir a los seres humanos en bocadillos. De eso, seguramente se intoxicarían sin remedio. Recordemos al legendario científico Stephen Hawking, quien desaconsejó abiertamente eso de andar buscando a otras hipotéticas civilizaciones. Dijo que si éstas tuvieran la posibilidad de escucharnos y venir hasta acá, la pasaríamos tremendamente mal debido a nuestra considerable desventaja tecnológica. Para ilustrar sus temores, mencionaba lo que sucedió con los indígenas americanos cuando llegaron los europeos a sus tierras: esclavización y genocidio.
Los cuerpos celestes seguirán presentes en nuestro imaginario y en nuestra vida colectiva, aunque nuestro conocimiento sobre ellos haya cambiado. El escritor novohispano Carlos de Sigüenza y Góngora, amigo de Sor Juana, escribió en 1681 un opúsculo con el placentero título de Manifiesto filosófico contra los cometas despojados del imperio que tenían sobre los tímidos, en el que explica la naturaleza de los cometas y otros objetos del espacio frente al temor popular que han suscitado desde los primeros tiempos hasta ahora. Por otro lado, considerando los lapsos del reloj astronómico, fue apenas ayer cuando cayó en Chicxulub, Yucatán, el meteorito que exterminó a los dinosaurios y, de paso, a casi 80% de las formas de vida en nuestro planeta hace 65 millones de años. El meteorito medía poco más de diez kilómetros, pero generó un cráter de más de 180 kilómetros. El megaterremoto y los tsunamis que desató arrasaron con plantas y animales a una distancia impresionante; la materia que disparó hacia la atmósfera fue suficiente para oscurecer la luz de sol durante varios años, lo que acabó con innumerables formas de vida. Sin embargo, de los pocos supervivientes descendemos nosotros, hijos de roedores primitivos, así como todas las formas de vida que aún hoy existen y que como humanidad nos empeñamos en exterminar.
Los astrónomos calculan que aquel meteorito fatal —pero no el único que se ha estrellado contra nosotros— se generó en una nube de impacientes meteoritos que circula entre Marte y Júpiter. Sin embargo, quizás los más alarmantes son los que rondan el Cinturón de Kuiper y la nube de Oort, una familia muy numerosa y disfuncional de meteoritos que rondan más allá de la órbita neptuniana. Pues bien, astrónomos de todo el mundo escudriñan sin descanso estos objetos, con el fin de detectar cuando alguno de ellos se acerque peligrosamente a nuestro planeta, ese pequeño punto azul pálido en el espacio (Carl Sagan dixit), tan breve, tan vulnerable frente a las amenazas cósmicas que se ciernen sobre nuestra fragilísima pero depredadora humanidad. ¿Llegaremos a presenciar un evento de proporciones cataclísmicas durante nuestra existencia? Quizás. A pesar de nuestra arrogancia como especie, no somos más que hijos del instante, de un microsegundo cósmico.
Mientras tanto, nos resarcimos con las palabras de Arthur Rimbaud: He visto archipiélagos siderales, con islas cuyo cielo en delirio se abre para el que boga.+
VFotografía: @expedicionamerica
ivíamos en Cananea y yo me aburría como ostión. La mina que a todos apantallaba ya sólo era parte del paisaje y la monotonía me pesaba más que la piedra que cargó el Pípila. Por fortuna, la astronomía llegó al rescate y por puro milagro me salvé de la tiricia, gracias a un extraño entretenimiento al que sólo podía competirle la vez que anuncié por radio la llegada de los extraterrestres.
El jelengue se inició el día que conocí a Antonio Sánchez, un astrónomo que se había ganado la fama de chiflado en Nogales. La vez que el mandamás de la Universidad Pedagógica Nacional le ofreció una chamba de profe, la declinó con toda la educación del mundo y le pidió que lo contratara como velador. La razón de su proceder resulta fácil de explicar: según él, lo mejor era que se quedara en la noche en el plantel. A esas horas nadie le daría lata para montar su telescopio y mirar para arriba. Después de un tiempín en este honroso trabajo, lo contrató el Instituto Nacional de Astrofísica, Óptica y Electrónica para que se sumara al observatorio que se estaba montando en la Sierra de la Mariquita. Por eso mero fue que nos conocimos.
Toño tenía sus rarezas, pero era cuate. Se quedaba sin comer con tal de que su gato desayunara filete y, después de que se casó, hizo suyo un extraño sentido de la justicia: cuando íbamos a comprar libros y retachábamos a Cananea, siempre se detenía en la carnicería. Ahí los pesaba con todo cuidado y compraba una cantidad igual de carne. En fin, así era. Poco tiempo después, José de la Herrán se sumó al montaje del telescopio y ahí se desmecataron las rarezas.
Una mañana llegaron a la radio y, sin más ni más, De la Herrán me hizo una pregunta que me dejó patidifuso:
—¿No tiene por ahí un fierro de diez toneladas que me preste?
La pregunta era en serio y no tuve que pensarlo mucho para hallar una respuesta.
—Yo creo que sí —le contesté—, seguro que en el chatarrero de la mina hay un animalón de ese tamaño. Nomás un detalle menor: ¿tiene que pesar diez toneladas exactas?
—Ni un kilo más ni un kilo menos —me dijo don José.
—Pus ya la amolamos, ¿cómo le vamos a hacer para pesarlo?
El ingeniero De la Herrán me vio con cierta conmiseración y me soltó una explicación de primaria.
—En la báscula industrial pesamos el camión vacío, luego lo pesamos cargado y así sabemos si son diez toneladas exactas.
Después del ridículo, les conseguí lo que necesitaban y, sin acordarme de que la curiosidad mató al gato, les pregunté para qué querían el fierrote.
—Es para probar la grúa que cargará el espejo del telescopio del observatorio.
No necesitó decirme más: había caído redondito en el proyecto.
Después de que devolvieron los fierros, que metieron en un vaso de la fundición de tiempos de don Porfirio, retacharon a mi oficina y me dijeron que si les podía echar la mano de nueva cuenta.
—El camino al observatorio está medio mal y no pasa el camión con el espejo. ¿Nos ayudas con eso?
—Va —les dije.
Como se estaba construyendo una ampliación de la mina, se tenía equipo para eso y más. Le hablé al encargado de las obras y de inmediato se sumó al proyecto. Un par de meses después, el camino al observatorio estaba pavimentado y era idéntico a una Autobahn.
El día que subieron el espejo, me sumé a la comitiva. La mera verdad es que nomás aguanté media hora y abandoné mi puesto. El camión que lo cargaba iba tan lento como una letanía. Si el espejo —que tenía más de un metro de ancho y tantitos átomos de grosor de no sé qué metal reflejante— se les meneaba, el telescopio jamás funcionaría.
Lo que pasó ese día era un augurio, pero no le hice caso.
Cuando ya lo habían montado sobre una alberca de mercurio, me invitaron para que viera cómo lo alineaban con un láser. Al grito de “esto sí está bueno” me apersoné en la punta del cerro. Ahí estaba don José con un haz de luz verde. Por cierto, a esas alturas yo también había salido beneficiado de sus saberes: en un santiamén dejó a todo dar el transmisor de la radio y, de pilón, tenía un programa donde tocaba el piano y cantaba canciones de Agustín Lara. Esto puede sonar insólito, pero no lo era: casi adolescente, el ingeniero De la Herrán había montado el transmisor de la xew y, de pilón, Agustín Lara —con María Félix al lado— le había enseñado a tocar el piano.
El caso es que el láser me gustó enormidades.
—Ingeniero —le pregunté con cara de serio—, ¿su láser puede cortar cualquier cosa?
—No, sólo sirve para alinear el espejo.
Ése fue el segundo vaticinio. No tenía ningún caso pedírselo prestado para jugar al leñador el fin de semana.
A pesar de los presagios, seguí adelante sin preocuparme por las consecuencias. Resulta que, en esos días, el cometa Halley iba a pasar por Cananea, y los astrónomos nos invitaron a verlo. Un ofrecimiento de ese tamaño no se podía dejar de lado. Yo fui con la Paty, y el ingeniero que construyó el camino cargó con toda su familia. Mientras subíamos el cerro, yo trataba de mostrar que era una autoridad en la materia: les conté la polémica de Carlos de Sigüenza y Góngora con el padre Kino y de pilón les resumí la parte más enjundiosa de la Libra astronómica; y, como el camino era largo, también me entretuve platicándoles el comienzo de Pueblo en vilo y les hice la reseña del librín que el Fondo de Cultura Económica había publicado sobre el mentado cometa. La plática, como debe de ser, incluyó una linda digresión sobre el tapiz de Bayeux y otras chuladas espaciales.
—Pero eso es pura historia —me dijo Toño, con tal de echarle mocos al atole.
Total que llegamos y, para honrar las tradiciones sonorenses, el inge caminero sacó de su pick-up un asador, un saco de carbón y unos tibones que se veían a todo dar.
—¿Y eso? —le preguntó Toño.
Pus una carnita asada antes de verlo, ¿qué no?
Pus resultó que no. El tizne del asador podía fastidiar al multicitado espejo que estaba adentro del observatorio. Ni modo, había que esperar al Halley con la panza vacía. Sin embargo, las desgracias apenas comenzaban: como el fenómeno se vería hasta no sé qué horas de la noche, nos metieron al observatorio y nos asignaron recámaras para que nos durmiéramos un rato. Mala idea: hacía un frío de los mil demonios y no habían cobijas; como resultado de esto, la niña del inge caminero aullaba con la certeza de que se congelaba. Cuando le preguntamos si tenían calefacción, Toño nos dijo que no, pues el calorcito podía fastidiar al méndigo espejo.
Como a las dos de la mañana llegaron los astrónomos bailando la danza de los elfos.
El cometa ya se miraba. Salimos con las chinguiñas puestas y pusimos el ojo en los telescopios chiquitos que estaban afuera del observatorio. El grandote no jalaba para estos menesteres.
—¿Dónde está? —le pregunté a Toño.
—Ahí, en la parte de en medio —me contestó.
En el ombligo del telescopio apenas me miraba una nube muy chiquita, sin ningún chiste.
—¿Es la nubecita?
—Sí, ¿no te parece bellísimo el cometa?
La verdad es que no le contesté. Cuando amaneció regresamos a casa más helados que un hielo de jaibol.
Un par de meses más tarde, renuncié al trabajo en la mina y nos retachamos a Ciudad de México. En Cananea, los cometas no eran divertidos, tampoco presagiaban desgracias y nomás provocaban fríos encanijantes. En cambio, en la capirucha había deportes extremos, como cruzar la Doctores con un reloj de oro a medianoche, y no faltaban cosas para entretenerse sin tener que meterse entre las patas de la astronomía.+
Mariana Aguilar Mejía
Si pudiera conservar para siempre una cualidad de la infancia, elegiría la capacidad de asombro. Estoy segura de que sin ella la vida resultaría miserable. Justo como el humor, el asombro es un gran recurso para transitar esta realidad llena de contratiempos y de situaciones que desearíamos cambiar. Podemos evadir los asuntos más irritantes de cada día a través de diversos métodos, pero les propongo uno que no falla: leer ficción espacial.
Además de intrigarnos, las historias cuyo escenario son planetas y galaxias lejanos revelan algo que nunca deberíamos olvidar: nuestra existencia individual, tan diminuta, está atravesada por convenciones que no tienen la menor importancia. Parece una broma del universo que en algún punto de la inmensidad exista un planeta que desarrolló condiciones para alojar vida, la cual adquirió conciencia y se organizó en sociedades, y que, por esta casualidad, tengamos que llegar a las nueve de la mañana al trabajo o agendar una cita en el sat
Los cuerpos celestes, imposibles de ignorar, desatan la imaginación. No podríamos asegurar si fue primero la literatura o la astronomía; en la Antigüedad formaban un solo conocimiento y, desde entonces, ambas disciplinas se acompañan. No importa si nos acercamos al cosmos con devoción, censura, terror o entusiasmo: éste permite que exploremos todas sus posibilidades y, además, las nuestras. La ficción espacial se ha encargado de mostrarnos a la humanidad misma, aunque para esto sea necesario salir de la Tierra.
Cyrano de Bergerac tuvo el atrevimiento de escribir una novela sobre una sociedad establecida en la Luna (para quienes la Tierra era un satélite natural inhabitado). Por supuesto, el libro sufrió la censura de su época. Transcurría 1657 cuando se publicó El otro mundo o los estados e imperios de la Luna de manera póstuma. En esta obra se explican varios aditamentos para que una persona consiga alunizar; mi favorito es el siguiente: el personaje principal recolecta gotas de rocío en unos frascos, con los cuales forma un cinturón; cuando el rocío se evapora con el sol, este invento eleva a su portador al infinito. Esta tecnología de punta sólo se equipara con el traje de propulsión a chorro que hizo Mafalda con una soda.
Ya en la Luna, el protagonista de El otro mundo… vive peripecia y media en una sociedad de gigantes selenitas. Para empezar, lo confunden con la hembra de la mascota de la reina (el macho es otro humano, un español que llegó hasta allá por distracción). El lenguaje se desarrolla por medio de señas o a través de unos sonidos parecidos a la música. La moneda oficial son los versos, entre más sagaces, más valiosos, de modo que “los asnos se mueren de hambre y las personas de espíritu comen siempre en abundancia”.
En la Luna se llevan a cabo debates para determinar si el protagonista tiene alma o no, como sucedió con las culturas originarias
de América durante la colonización europea. Cyrano de Bergerac retoma otra discusión de la época: sostiene la teoría heliocéntrica en contra del modelo ptolemaico todavía extendido entonces (según el cual la Tierra es el centro del universo y el Sol gira a su alrededor):
Creer que esa gran masa luminosa gira en torno a un punto en el que no tiene nada que hacer es tan ridículo como si cuando vemos una alondra asada imagináramos que, para guisarla, el horno hubiera girado en torno a ella.
La novela se burla del papel del ser humano en el universo y nos libera de la presunción de ser los más relevantes.
1920 fue un gran año para la literatura de ciencia ficción: con algunos meses de diferencia, nacieron Issac Asimov y Ray Bradbury, quienes se convertirían en figuras emblemáticas de este género, aunque desde estilos e intereses singulares. Asimov pertenecía a una familia migrante en Estados Unidos. Su formación como lector empezó en el puesto de periódicos en el que trabajaba su padre, quien le permitía leer las revistas pulp con la condición de que no las maltratara. Este autor encontró su vocación en la ciencia y la tecnología. No sólo escribió cuentos y novelas, también contribuyó con obras de divulgación de todo tipo, entre ellas, la Guía de la Tierra y el espacio
La imaginación cósmica de Isaac Asimov destaca en su serie de novelas Fundación. Estas obras narran la decadencia del Imperio galáctico, ocasionada por la sed de poder, la corrupción y el egoísmo. Para hacer frente al caos existen dos colonias de científicos llamadas fundaciones en los extremos de la galaxia. Asimov escribió esta saga después de leer sobre la caída del Imperio romano. Sin perder de vista los vicios inherentes a la humanidad, el autor confiaba en la razón para detener el impulso destructivo que crece en nosotros.
Mientras Asimov se entusiasmaba con la tecnología, su contemporáneo, Ray Bradbury cuestionó los límites de lo humano en el espacio exterior. Se trata del autor que ha iniciado a generaciones de lectores no sólo en la ciencia ficción, sino en la literatura misma. Con su desenfado característico, Bradbury se dedicaba a escribir historias cortas. Los editores las rechazaban porque éstas no se vendían tan bien como las novelas. Uno de ellos le dio al escritor un voto de confianza: le pidió que reuniera todos sus cuentos sobre Marte; si titulaban esta antología Crónicas marcianas, tal vez algún despistado la compraría pensando que era novela. Con este método se publicaron sus dos primeros libros: las crónicas y El hombre ilustrado
Este último contiene algunas de las mejores historias espaciales de Bradbury. Gracias a la sinceridad de su estilo, los cuentos desmontan creencias rígidas que nos rodean. Por ejemplo, en “Los globos de fuego” varios sacerdotes se lanzan a la misión de evangelizar Marte, seguros de que llevarán la salvación a sus habitantes. No saben qué nuevos pecados hallarán en ese planeta, pero suponen que ellos representan la brújula moral universal. Una vez ahí, se dan cuenta de que los marcianos son globos de luz llenos de sabiduría y altruismo, además de que, sin cuerpo, es imposible que cometan pecados (en cambio, la soberbia de erigirse como jueces sí que representa una falta a la ética más elemental).
Pero si lo que necesitamos es uno de esos asombros que nos obligan a cerrar el libro durante unos segundos y gritar internamente, las historias de Ursula K. Le Guin resultan infalibles. Los mundos que esta autora construye ponen a tambalear estructuras como el binarismo de género o la monogamia. La madre de Ursula era escritora, y el padre, antropólogo. Como resultado, Le Guin escribe desde la atención y el acercamiento comprometido con el otro (aunque se trate de seres extraterrestres de ficción):
Yo no planifiqué estos mundos y estas gentes. Me los encontré, poco a poco, por etapas, al escribir relatos.
En su novela La mano izquierda de la oscuridad, la autora propone la exploración de un planeta de andróginos: Gueden. Los habitantes de Gueden no presentan sexuación más que unos días al mes, cuando pueden transformarse en hombres o mujeres según les apetezca. A este periodo se le llama “entrar en kémmer”. La posibilidad de elegir su género durante el kémmer tiene consecuencias fascinantes en la vida de estas personas: pueden gestar o no, enamorarse de quienes quieran, conocer a sus seres queridos en todas las formas, sin limitaciones de comprensión.
Otro de los planetas de Ursula se llama Seggri. Ahí, por una modificación genética muy antigua, la población de mujeres excede a la de hombres por mucho, así que las comunidades se componen exclusivamente de ellas. Los hombres permanecen aislados en castillos donde tienen ciertos privilegios, pero una vida incapacitante. Las ciencias, las artes, los oficios y, en general, la vida activa pertenece a las mujeres. Ellas hacen funcionar las universidades, las fábricas y los hospitales, incluso las familias son exclusivamente femeninas (aunque crían a los niños varones hasta la pubertad).
En La cuestión de Seggri leemos los testimonios al respecto por parte de diferentes personajes.
En otra novela, Los desposeídos, Ursula K. Le Guin relata las luces y sombras de un planeta al que han migrado las personas menos favorecidas de una realidad capitalista, quienes desean ensayar un nuevo sistema. Todas estas ficciones tienen en común un elemento de esperanza: en el universo de esta autora existe una organización llamada el Ecumen, que se encarga de que los acercamientos entre planetas resulten pacíficos y enriquecedores. Estas narraciones suelen resolverse cuando los personajes miran dentro de sí mismos para obtener una profunda conciencia personal y
una verdadera empatía por los demás. Además de interesantes, los relatos de Le Guin son luminosos gracias a que muestran otras maneras de ser y de relacionarnos.
Hay demasiada violencia alrededor del poder y la dominación […] pero yo estaba más interesada en explorar alternativas a la violencia y a la explotación, y éste es el propósito esencial del Ecumen, una congregación pacífica de mundos.
Los viajes a la Luna de un autor del siglo xvii nos revelaron el camino de la comedia para ponernos en perspectiva. Isaac Asimov, un apasionado de la ciencia, creyó en la capacidad humana de crear máquinas y razonar antes de acabar con el universo. Ray Bradbury se apropió de Marte para crear escenarios que nos confronten una y otra vez. Ursula K. Le Guin eligió caminos alternos a la resignación y el odio. Esta pequeña muestra de la ficción ambientada en el espacio representa apenas una estrella en la galaxia de obras que aún esperan nuestra lectura y nuestra sorpresa.+
Hace casi medio siglo, en 1973 para ser precisos, Carl Sagan publicó un libro que en este momento me resulta muy importante: La conexión cósmica. Aunque en la ciencia un lapso de este tamaño casi puede verse como una antiquísima era geológica, esta obra contiene una afirmación que no puedo ignorar: “Estamos hechos de materia estelar”, decía Sagan. Si nos detenemos a pensar en estas cinco palabras, sólo nos queda una posibilidad: el asombro. Cada uno de los átomos que conforman al universo y a los seres vivos de nuestro planeta tiene un origen preciso: las estrellas, donde se transformaron y adquirieron una mayor complejidad. Los seres humanos somos esencialmente extraterrestres. En buena medida, la idea que anima a Somos polvo de estrellas (Planeta), de José Maza, está profundamente unida con este postulado y, además, se alimenta de las muchísimas charlas y conferencias que su autor ha dado durante años y que transformó en un libro que nos obliga a ver al cielo para poder contemplar nuestro cuerpo con una mirada distinta.
Te confieso que mirar el cielo me provoca cierto miedo: que sea cosmos y no caos me resulta absolutamente abrumador. El hecho de que se mire perfectamente ordenado me parece maravilloso y escalofriante. ¿Este orden es real o sólo nos lo hemos imaginado?
El orden está ahí. No por casualidad lo llamamos cosmos, pues esa palabra está profundamente vinculada con las ideas de belleza y armonía. Sin embargo, el orden que vemos en el cielo es un asunto de perspectiva. Permíteme explicarte esto con un ejemplo muy simple: si tú estás en el zócalo de Ciudad de México sólo puedes ver un gran desorden: gente que va para todos lados, automóviles que parecen circular por caminos sin sentido y un largo etcétera. Pero ¿qué pasaría si lo observaras desde una altura de mil metros? Todo se vería más tranquilo. Si estuvieras en la Luna, lo verías de una
manera impecable y no notarías el cambio frenético que ocurre a nivel del suelo. Así pues, cuando nos alejamos, todo parece volverse más lento, más ordenado. Y, como las estrellas más cercanas están lejísimos, nos parecen muy tranquilas. Si pudiéramos ver el Sol de cerca, nos daríamos cuenta de que está en una ebullición constante, pero como lo miramos de lejos —a algo así como 150 millones de kilómetros— pensamos que es un disquito muy tranquilo. El cosmos lo vemos porque está muy lejos y el caos sólo lo observamos cuando estamos cerca.
También tengo la impresión de que el universo tiene una extraña costumbre: crece de una manera desaforada. En la Antigüedad lo imaginábamos pequeño y hoy es inmenso.
Los seres humanos muy pocas veces se han atrevido a pensar cosas fuera de su alcance. Los griegos anteriores a Aristóteles decían que el Sol era más grande que el Peloponeso, pues algo más grande estaba más allá de su alcance. Pero conforme fuimos llegando más lejos, el universo se volvió cada vez más grande. De hecho, el Sol es 109 veces mayor que la Tierra. Si nuestro planeta fuera una canica de un centímetro, el Sol sería una esfera de 109 centímetros. El Sol ya nos resulta enorme: si lo llenáramos con Tierras, le entrarían poco más o menos 1.3 millones. Hoy, de lo único que podemos estar seguros es de lo que podemos medir: posiblemente, el universo sea infinito, pero en realidad sólo podemos ver y medir la luz que nos llega después de viajar 13.8 mil millones de años y nuestro horizonte ronda por los siete mil millones de años. Lo que está más allá viene en camino hacia nosotros. ¿Cuánto más grande es el universo? No tenemos la más remota idea, más allá de suposiciones y lucubraciones. En este momento no tenemos más remedio que conformarnos con lo que vemos.
La gente me pregunta: si el universo se expande, ¿contra qué se expande? No tengo la más remota idea de qué es ese qué. De lo único que estoy seguro es de que estamos dentro de él y que las distancias están aumentando. Incluso, si quisiéramos saber contra qué crece, sólo podríamos verlo si nos saliéramos del universo, y eso no es posible. La lección resulta clara: lo que vemos es tan grande que no nos queda más remedio que bajar el tono. Si asumimos que en la
José María Maza Sancho (Valparaíso, 1948) es licenciado en astronomía por la Universidad de Chile y doctor en astronomía por la Universidad de Toronto. Ha publicado más de 120 artículos de investigación en revistas de astronomía y es profesor titular de Astronomía en la Universidad de Chile. En 1999, obtuvo el Premio Nacional de Ciencias Exactas y es miembro de número de la Academia Chilena de Ciencias. Además de Somos polvo de estrellas, es autor de Supernovas (2008), Astronomía contemporánea (2009), Marte: la próxima frontera (2018) y Eclipses (2019).
Vía Láctea hay unos 200 mil millones de estrellas, también podríamos pensar que gracias a los telescopios espaciales podríamos ver 200 mil millones de galaxias, por lo tanto, si multiplicamos 200 mil millones por 200 mil millones, tenemos algo así como un cuatro seguido por 22 ceros. Esto es más que todos los granos de arena que hay en todas las playas de la Tierra y cada grano de arena sería un símil del sol. Nosotros nos sentimos importantes porque somos soberbios, pero un poco de humildad no nos vendría mal.
Cuando platico con los niños, siempre me preguntan sobre los extraterrestres, y en esa duda —casi siempre alimentada por la fantasía— hay algo de verdad. “¿Quieres ver uno?”, les pregunto, y ellos siempre me dicen que sí. La respuesta que les doy es muy simple: “Mírate en el espejo y verás un extraterrestre, pues todos y cada uno de los átomos que conforman tu cuerpo nacieron en una estrella”. Sin el Sol, ninguno de nosotros estaría aquí y seguramente la Tierra tampoco existiría, Por esta y otras razones titulé mi libro Somos polvo de estrellas, en estas palabras encontramos una verdad y una posibilidad de asumir que, en realidad, no somos tan importantes como creemos.+
En Somos polvo de estrellas (Planeta), José Maza nos guía a través de un increíble viaje que conecta las transformaciones del universo con las revoluciones científicas en la Tierra. Este libro relaciona la formación de las estrellas con nuestro organismo. El autor habla desde una perspectiva absolutamente científica, que le permite vincular datos e información privilegiada, y gracias a esto narra de una manera cálida y cercana cómo la historia del cosmos es también nuestra historia, al mismo tiempo que nos explica por qué no podemos perder la curiosidad con la que miramos el mundo cuando fuimos niños, pues es ella la llave del conocimiento.
Tom Wolfe (1930-2018) fue un narrador ágil y feroz para elaborar juegos creativos con el lenguaje y para detectar tendencias culturales explorando diversos espacios del statu quo, así como varios niveles de la sociedad estadounidense. Extravagante e irónico como periodista y cronista, Wolfe dejó una gran huella como crítico sagaz de la cultura de su país. Llegó a afirmar en más de una ocasión que su objetivo era retratar a la sociedad contemporánea de acuerdo con el realismo, siguiendo la tradición literaria de Steinbeck, Dickens y Zola. Para ello, utilizó técnicas adoptadas del periodismo con algunas herramientas literarias; de esta manera, acabó por darle forma al llamado nuevo periodismo, luciéndose con trabajos como Ponche de ácido lisérgico (Anagrama) y su crítica de arte La palabra pintada (Anagrama). Este autor hizo soñar a millones de lectores, al reservarnos un lugar junto a él para paladear los deseos y las pretensiones de personajes que van desde el jet set neoyorquino hasta los cowboys espaciales, que rompieron las barreras de todo en 1969.
Durante cuatro entregas, Tom Wolfe publicó una serie de ensayos con el título Post-Orbital Remorse, que aparecieron en la Rolling Stone a lo largo de 1973. Pasaron los años y, con el beneficio de la retrospectiva, en 1979 los editó, recopiló y amplió hasta convertirlos en el libro The Right Stuff (Lo que hay que tener. Elegidos para la gloria) (Anagrama), en el que desentraña la verdadera historia detrás de la carrera espacial y sus protagonistas. Hoy en día, se trata de una de las obras literarias más icónicas sobre vuelos espaciales y uno de sus trabajos más excelsos. Es un libro apasionante, ganador de varias distinciones, como el Premio Nacional del Libro de No Ficción, además de finalista del Premio del Círculo Nacional de Críticos de Libros 1980. En 1983, el guionista y director Philip Kaufman adaptó The Right Stuff como una gran película, y el título del libro saltó a la fama. The Guardian catalogó esta obra en la séptima posición de una lista de los cien mejores libros de no ficción. Dentro de su detallada investigación, el autor realizó una gran cantidad de entrevistas y estudió el origen de los astronautas (como dato curioso, todos, incluido Wolfe, nacieron en 1930). En su reciente publicación del libro, el escritor comentó a The Guardian:
Todo lo hice con una curiosidad ordinaria para saber qué podría orillar a un hombre a montarse en una enorme candela romana como en un cohete Redstone, Atlas, Titan o Saturn, mientras espera a que alguien encienda la mecha.
Los personajes militares de The Right Stuff provenían de una formación como pilotos de pruebas, lo que significó un trabajo tremendo para moldear sus personalidades y hacerlos seres casi pasivos, a la vez que robóticos, según los deseos de los técnicos y
burócratas del Programa Mercury. Wolfe relata los pesares de los individuos sujetos a pruebas, valientes conejillos de Indias moldeados a través de constantes presiones. Este libro narra la lucha por conservar la dignidad humana. Wolfe también contextualiza el enfrentamiento publicitario de la carrera espacial, y lo mucho que influyeron en los ciudadanos la presión implacable de los soviéticos y los repetidos fracasos iniciales del programa estadounidense. Sobre la maquinaria publicitaria, el autor analiza cómo fabricaron la imagen de aquellos héroes y, al mismo tiempo, relata cómo cree que escogieron a los pilotos, quienes tienen varias cosas en común: son los hijos mayores de su familia, casi todos llevan el nombre de Jr., pues fueron nombrados como sus padres, todos tienen menos de 30 años y fueron criados en pueblos pequeños, dentro de familias protestantes. Tom Wolfe trabajó extensamente con el piloto Chuck Yeager para comprender la cultura de los pilotos de prueba y a qué se sometían.
The Right Stuff rápidamente se posicionó como un libro importante. En una época en la que resultaba normal que los lectores se suscribieran a servicios para recibir libros en casa, esta novela fue una selección del Book of the Month Club, el Quality Paperback Book Club, el Conservative Book Club, el Flying Book Club y el Macmillan Book Club. Por si fuera poco, también apareció en la extinta Reader's Digest y fue seriado por otras revistas.
La frase acuñada por Wolfe describe magistralmente las “cosas correctas”: confianza extensa, gran poderío, habilidad y machismo. Wolfe realiza un símil tremendo al describir cómo la relación de los pilotos de prueba con las cosas correctas resultaba similar a la experiencia de los creyentes protestantes respecto a la salvación:
Ya sea con la redención o con la materia adecuada, un hombre nunca podría saber con confianza que la poseía. Sólo podía demostrar, a través del pecado o de un error de cálculo de una fracción de segundo, su falta de ella. El astronauta era un guerrero de combate individual que llevaba el peso de las esperanzas de su nación a la batalla.
El astronauta de Mercury, Wally Schirra, elogió The Right Stuff: “Creo que el libro está bastante bien hecho. Este negocio de las cosas correctas es una fraternidad muy pequeña y es algo que no se puede comprar”.+
Dante no pudo concebir una pena tan perniciosa, para el Inferno de La Divina Comedia, como no encontrar por ningún lado el libro que hace falta en tu biblioteca.
Te esperamos en nuestras librerías.
Quiero un título directo que llegue a estas nuevas generacio nes. A los jóvenes, sobre todo a las mujeres, también a los hombres, por supuesto, pero en especial a las chicas que no conocen de estas autoras que nos abrieron el camino.
Aunque se le conoce mucho más por su trabajo de investigación en torno a la vida y obra de Elena Garro, Patricia Rosas Lopátegui (Tuxpan, 1954) es una apasionada de la escritura de las mujeres en general, y sobre todo, de aquellas que han dejado su impronta en la literatura rompiendo las reglas que se les intentó imponer en su época. Mujeres que pagaron un alto costo por atreverse a desafiar ese orden patriarcal. En entrevista para Lee+, Rosas Lopátegui desentraña estas escrituras.
—Pagaron un precio muy alto, pero hoy en día las mujeres que transgreden —desde las que viven en la provincia, en jacales de adobe, que se atreven a rebelarse en contra del esposo que las golpea o de los padres que las venden— están organizándose para protestar, para tener otras alternativas de vida en contra del machismo. Lo vemos desde esa clase social hasta la más alta. La mujer puede ser la esposa del gobernador o del presidente de la república, pero si no “sigue las buenas costumbres” paga un precio muy alto. Los feminicidios están a la orden del día. Entonces, imaginémonos en los años veinte, treinta, a Nahui Olin y Antonieta Rivas Mercado, que obviamente sí pagaron una factura muy alta. Desde 1945, Nahui Olin prácticamente se recluye de ese mundo que la critica y la estigmatiza. Y luego Antonieta, a quien no un factor, sino muchos la empujaron al exilio, el principal de éstos, el patriarcado.
Profesora de literatura mexicana y latinoamericana en la Universidad de Nuevo México, la autora de Yo sólo soy memoria (1999) y El asesinato de Elena Garro (2005), entre otros títulos, comenzó a trabajar en el estudio de otras escritoras gracias a su pasión, pero también con el objetivo de resolver un problema práctico de sus clases: ¿cómo enseñar la obra de tantas, cuyos trabajos ya no se habían reeditado y las ediciones, cada vez más viejas, se perdían en los laberintos de algunas bibliotecas especializadas o librerías de viejo? De ir reuniendo ese material de trabajo para su clase de Género, surgió la colección Insurrectas, que ahora publica en México Editorial Gedisa:
—Me enfoqué en las escritoras mexicanas, vamos a decir, de las que comienzan a producir en los veinte, en la vanguardia, hasta las de medio siglo. Decidí armar una antología que me sirviera de libro de texto para mis cursos.
La tercera de esas antologías se quedaría en el tintero por un proyecto que representó el germen de la colección Insurrectas:
—Descubrí que Nahui Olin era también una poeta, que había escrito poesía y ensayos, es decir, materiales de tipo filosóficopoético con diferentes preocupaciones, sobre todo, con una vena feminista increíble.
A partir de este descubrimiento, Patricia Rosas Lopátegui se dio a la tarea de contactar a Tomás Zurián, biógrafo de Nahui Olin, para preguntarle cómo recuperar la obra de la mujer que nació como Carmen Mondragón en 1893.
—Imagínate que los cinco libros que ella publicó —continúa— no se habían reeditado desde 1922, 1923, 1924, 1927 y 1937. Tomás se entusiasmó enormemente y me aboqué al rescate de Nahui Olin. Durante la pandemia, en 2020 y 2021, la investigadora y escritora reunió obra selecta de esta sorprendente mujer, que también fue pintora, así como su correspondencia y entrevistas , además de varios artículos acerca de ella. Así surgió Nahui Olin. El volcán que nunca se apaga, Vol. I de la colección Insurrectas
—Cuando retomé esta idea, como mis otras antologías habían tenido títulos muy largos, dije “no quiero un título tan largo”. Quiero llegar a estas nuevas generaciones, a este milenio, en donde todo nos implica premura, rapidez; quiero un título directo que llegue a estas nuevas generaciones, a los jóvenes, sobre todo a las mujeres, también a los hombres, por supuesto, pero en especial a las chicas que no conocen de estas autoras que nos abrieron el camino. Si estamos aquí tú y yo ahora es gracias a las que nos han abierto el camino —dice, categórica.
—Mi propósito con esta serie es que el lector, la lectora se acerque a ellas desde diferentes ángulos, porque una escritora no es solamente su obra creativa —continúa. Hay que ver sus orígenes, por dónde pasó, qué obstáculos tuvo que vencer, qué situaciones le fueron favorables. Y, para mí, la correspondencia y las entrevistas han sido claves para ello. Porque en aquella época (tenemos que trasladarnos a los años veinte, treinta, cuarenta), no había internet, no había Whatsapp, entonces ¿cómo se comunicaban estas escritoras, estas creadoras? A través de las cartas.
En el caso de Nahui Olin, sin embargo, Patricia Rosas Lopátegui incluye sólo fragmentos de la correspondencia que le envió a su amante, el pintor Gerardo Murillo, mejor conocido como Dr. Atl. —Gracias a que él las recuperó en el convento es que tenemos acceso a ellas.
Así que Rosas Lopátegui decidió integrar la correspondencia de las autoras a cada uno de los volúmenes de Insurrectas: —Primero, una selección de la obra, con eso abre cada libro (ensayos, cuentos, poemas, prólogos); luego viene una sección de correspondencia; la tercera es entrevista (que, en el caso de Nahui, no hay muchas), y después, la opinión pública. Es decir, contextualizar a la escritora: ¿quién fue?, ¿cómo surgió?, ¿cómo empezó a escribir? Y ahí recopilo una serie de materiales, de artículos de sus contemporáneos. Por ejemplo, de Carmen Mondragón hay una reseña realmente excepcional de José Gorostiza, preciosa, sobre su primer poemario, Óptica cerebral. Y también ¿cómo las ven hoy en día las investigadoras, los investigadores?
En el libro Nahui Olin. El volcán que nunca se apaga, la autora reconoce una deuda con la periodista y escritora Adriana Malvido: —Me dio permiso para publicar su estupendo reportaje que descubre que Carmen Mondragón no mató a su hijo, como tradicionalmente se ha dicho. Esa leyenda negra la creó Manuel Rodríguez Lozano (su primer marido) cuando ella lo abandonó y se fue a vivir con Dr. Atl. Con este reportaje, se revela que el niño falleció de muerte natural a las 24 horas de haber nacido.
Respecto al segundo volumen de la serie, Antonieta Rivas Mercado. Torbellino de voluntades, la sección titulada “Ante la opinión pública” recoge textos entre los que se cuenta una nota periodística llamada “Notre-Dame profanada; se suicidó allí una dama mexicana”.
—Causó un gran revuelo, porque tú sabes que en aquella época (estamos hablando de 1931) México todavía tenía la mirada en Francia, a pesar de que ya había pasado la Revolución mexicana. Francia representaba el centro cultural no sólo de México, sino de todo el mundo occidental. Entonces, ¡imagínate! ¡Notre-Dame, uno de los mayores centros religiosos! El tiro en el corazón ¡y enfrente del Cristo crucificado! —comenta la autora.
Rosas Lopátegui está convencida de que Antonieta Rivas Mercado planeó muy bien su suicidio, que fue muy teatral.
—Tú sabes que era una amante del teatro. Ella trajo a México todo el teatro vanguardista de Europa, tradujeron las obras de Eugene O’Neill, de Cocteau, que causó tanta polémica… Aportó principalmente dramaturgos franceses de la vanguardia, que eran muy profanos. Y Salvador Novo, Xavier Villaurrutia y Owen, todo este grupo llamado Ulises y después Los Contemporáneos, no hubieran podido existir sin ella. Ella los unió.
Los dos primeros volúmenes de Insurrectas, un trabajo de Patricia Rosas Lopátegui, es un reconocimiento a quienes abrieron brecha en la literatura y la cultura, y ya están a la venta en Librerías Gandhi.+
Carina Vallejo
El universo, tan emocionante e inexplorado, es un tema que atrapa a los lectores más pequeños. Los siguientes títulos despiertan la imaginación y el placer del conocimiento a través de una escritura amena y de ilustraciones maravillosas. No importa qué edad tengamos, los libros infantiles nos siguen sorprendiendo. En Lee+ felicitamos a Ediciones El Naranjo por obtener el Premio a la Mejor Editorial del Año de la región Centro y Sudamérica 2022, otorgado por la Feria del Libro Infantil de Bolonia.
Federico Guzmán
Ediciones El Naranjo
Este libro cuenta con ilustraciones de Ángel Campos y nació de la pasión que su autor, Federico Guzmán, tiene por la astronomía, especialmente por el vínculo tan estrecho que tenían los antiguos mesoamericanos con esta ciencia, el cual los llevó a regir su vida cotidiana por el movimiento del cielo y de las estrellas. Con Descifrar el cielo entenderás la importancia que civilizaciones como la maya daban a la observación de la bóveda celeste.
Tu lugar en el universo
Jason Chin Picarona
¡Tierra!
Stacy McAnulty
Picarona
De la Tierra podemos decir muchas cosas. Por ejemplo, que alberga innumerables especies de plantas y animales, que es la casa de más siete mil millones de personas, que tiene cinco océanos con nombre o que comparte el sistema solar con siete planetas más. En este libro, ilustrado por David Litchfield, aprenderás muchas cosas más sobre este planeta que tiene más de cuatro mil 540 millones de años.
¿Qué tan alto es un niño de ocho años en comparación con un libro? ¿Qué tan alto es un avestruz en relación con una jirafa? ¿Y con un rascacielos? Comparado con el universo, ¿qué tan grande resulta el monte Everest? De manera accesible y sencilla, Jason Chin, autor e ilustrador de este libro, ganador del Orbis Pictus Award, plantea el tamaño, la escala y las distancias, temas que ayudarán a la infancia lectora a dimensionar el espacio que ocupan en el universo.
Érase una vez y mucho más será
Johanna Schaible
Leetra
Nos damos cuenta de que pasa el tiempo porque cambian las estaciones del año, porque nos vamos haciendo más grandes, pero ¿podríamos describir el tiempo o definir la duración de un momento? Este primer libro de la escritora suiza Joahanna Schaible te ayudará a contestar estas preguntas, a la vez que generará otras respecto al tiempo, su pasado, presente y futuro.
La escritora irlandesa R. A. Dick publicó El fantasma y la señora Muir en 1945. La protagonista de la historia, Lucy Muir, vende su casa ante la imposibilidad de costear la vida que llevaba al lado de su extinto marido. Lucy deja atrás los recuerdos de su matrimonio, su vida familiar y sus relaciones con las personas encargadas de los servicios en su mansión. Ya instalada en un nuevo hogar, la señora Muir se encuentra con el espíritu del capitán Daniel Gregg —dueño de esa propiedad en una época remota—, quien vaga por los pasillos convertido en fantasma para recuperar su inmueble. Trazado con una irónica ambivalencia, el espíritu del capitán se transforma en un emotivo refugio durante la última etapa de vida de Lucy Muir.
Dick entretejió un libro de misterio y de romance desde una óptica original gracias a la relación sentimental entre los personajes y a los descubrimientos sobrenaturales en la mansión embrujada. Pero la novela también tiene un toque de ternura y de comicidad que la vuelven memorable.
En un inicio, al casero de la señora Muir le desagrada la idea de rentarle la propiedad, y opone resistencia. Sus principales motivos para negarse son el enigma encerrado en esas paredes, los rumores alrededor de la edificación y el hipotético peligro allá adentro. Tras un par de peripecias de Lucy —una noche a prueba en la mansión, al lado de Martha, su amiga y antigua cocinera—, el casero decide hacerlo sin más reparo. Aunque enfrentan muchos inconvenientes al llegar —la escasez de gas y el vacío humano—, Lucy Muir y Martha deciden pernoctar ahí.
En la construcción narrativa, la autora se valió de diversos mecanismos para crear una atmósfera de misterio y para llevar a la protagonista a la conclusión de que la casa está encantada. La ambientación, el contexto y la percepción del personaje mantienen el suspenso. Los primeros acontecimientos se concentran en el hallazgo de un telescopio limpio, a pesar del abandono de la propiedad, y en la existencia de una risa inexplicable en los andadores. A través de trazos finos y contundentes, R. A. Dick tensa y, al mismo tiempo, humaniza la historia.
El suicidio del capitán Daniel Gregg, así como la permanencia de sus pinturas y de su esencia en los pasillos poco a poco evidencian que su espíritu ronda los rincones de la casa. Al contrario de la reacción que se esperaría de la señora Muir —susto o enojo—, la experiencia de convivir con fenómenos incomprensibles en la mansión la convence de quedarse y disfrutarla. Se trata de un alma con quien Lucy dialoga todos los días y que le sirve como conciencia.
La permanencia en aquella casa supone una liberación del personaje femenino en brazos del capitán Gregg, gracias a la ternura de él. El espacio físico donde se desarrolla la trama, Whitecliff, es un pueblo costero en Inglaterra rodeado de acantilados, residencias y colegios. A pesar del peso social que el suicidio del capitán impone al ambiente, la tranquilidad caracteriza al barrio del pequeño domicilio de piedra gris, donde Lucy Muir vivirá una época llena de regocijo gracias a la contención emocional del fantasma. Un aspecto analítico por ponderar en toda la trama gira en torno a la importancia psicológica del capitán en la vida de Lucy: se convierte en una figura masculina inconmensurable. Deambula por los recovecos y por las estancias que ella habita, y su imagen se plasma en múltiples pinturas. También hay ciertos elementos inexplicables, pero racionales en la novela; por ejemplo, el momento en el que Lucy Muir cierra una de las ventanas, que aparece abierta más tarde. A partir de estas incógnitas, Dick construyó una estructura narrativa de suspenso para definir la interioridad de sus personajes. Gracias a la naturaleza de la historia, todo el tiempo confluyen elementos de misterio y de romance. En medio de los factores expuestos, el conflicto de El fantasma y la señora Muir da un giro inesperado mediante los diálogos y la convivencia armónica entre Lucy Muir y el capitán Daniel Gregg. La verosimilitud de la obra se materializa con destreza gracias a la solidez del perfil del capitán y a la concreción de la prosa. Se crean condiciones para hacer verosímiles las apariciones del fantasma y para que ambos entablen un vínculo emocional. El ejercicio de R. A. Dick está lleno de humor y de frescura por las dimensiones de sus personajes, características difíciles de sintetizar en la narrativa. El resultado es una novela irlandesa llena de vida y de esplendor en cada momento de su desarrollo.+
LA BIBLIOTECA DE LA MEDIANOCHE
Matt Haig
ALIANZA DE NOVELA
Sin saber cómo, Nora Seed aparece en la Biblioteca de la Medianoche, donde se le ofrece una nueva oportunidad para hacer las cosas bien. Hasta ese momento, su vida ha estado marcada por la infelicidad y el arrepentimiento. Nora siente que ha defraudado a todos, y también a ella misma. Pero ¿esto está a punto de cambiar?
DESPUÉS DE ÉL
Flor M. Salvador MONTENA
El secreto de volver a empezar es darte otra oportunidad para ser feliz. El primer amor no se olvida, sólo se supera y se aprende a vivir con su recuerdo. Hasley debe seguir con su vida, pasar página y mirar hacia adelante. Cuando su madre le dice que es hora de continuar y dejar el pasado atrás, esas palabras se le clavan como puñales en el alma.
BOULEVARD
Flor M. Salvador
MONTENA
Luke y Hasley no eran el prototipo de la pareja perfecta. Sin embargo, ambos definieron lo que crearon: una historia en la que dos adolescentes inventan su propio boulevard ante la llovizna que hay en sus corazones, con un cielo pintado de azul cálido en una parte, y otra de un azul eléctrico que se tiñe con un grisáceo nostálgico.
ROMPER EL CÍRCULO
Colleen Hoover
PLANETA
A veces, quien más te quiere es quien más daño te hace. Lily no siempre la ha tenido fácil. Por eso, su idílica relación con un magnífico neurocirujano llamado Ryle Kincaid parece demasiado buena para ser verdad. Cuando Atlas, su primer amor, reaparece repentinamente y Ryle comienza a mostrar su verdadera cara, todo lo que Lily ha construido con él se ve amenazado.
LA CANCIÓN DE AQUILES
Madeline Miller
ALIANZA DE NOVELAS
De la autora de Circe, una epopeya inolvidable: Grecia en la era de los héroes. Patroclo, un príncipe joven y torpe, ha sido exiliado al reino de Ftía, donde vive a la sombra del rey Peleo y de su hijo, Aquiles. Aquiles, el mejor de los griegos, es todo lo que Patroclo no: fuerte, apuesto, hijo de una diosa. Él lo toma bajo su protección y ambos se adentran en las artes de la guerra.
LA GUÍA PRÁCTICA PARA SER FELIZ
Elán AGUILAR
La fórmula para la felicidad no existe ni está en este libro. No contiene lecciones de sabiduría ancestral, sino lo que se puede aprender de los errores propios y de los demás. No busca cambiarle la vida a nadie ni descubrir ningún hilo negro, si acaso, arrancarte una que otra carcajada y, en ese sentido, puede que sí nos acerque un poquito a la felicidad.
EL INFINITO EN UN JUNCO
Irene Vallejo DEBOLSILLO
En unos pocos meses, este ensayo se ha convertido en uno de los más influyentes. Su recorrido por la historia del libro en los tiempos de Grecia y Roma —que también se interna en otras épocas— nos revela la señas de identidad de una de las creaciones más importantes de la humanidad, así como su impacto en la vida cotidiana.
LOS SUEÑOS DE LA NIÑA DE LA MONTAÑA
Eufrosina Cruz
GRIJALBO
Este libro cuenta una historia de terquedad y rebeldía: la de una niña que a los 12 años decidió escribir su destino y, de paso, ayudar a miles y miles de mexicanas a cambiar su suerte. Soy Eufrosina Cruz y nací en la montaña zapoteca. A los 27 años, gané la presidencia de mi pueblo, pero no me dejaron gobernar porque era mujer.
ENCUENTRA TU PERSONA VITAMINA
Marian Rojas Estapé ESPASA MÉXICO
La felicidad depende en gran medida de la capacidad para mantener buenas relaciones con aquellos que nos rodean. Muchos arrastramos heridas emocionales que nos impiden conectar de forma sana con el entorno. Encuentra tu persona vitamina te ayudará a comprender el vínculo con tus padres, tus hijos, tu pareja, tus amigos y tus compañeros de trabajo, a la vez que entiendes tu historia emocional.
SAPIENS. UNA HISTORIA GRÁFICA
Yuval Noah Harari
DEBOLSILLO
Este libro explica cómo la especie Homo sapiens pasó de ser nómada a sedentaria y empezó a trabajar más duro sin por ello mejorar su calidad de vida. Revela cómo el trigo se apoderó del mundo; cómo un improbable matrimonio entre un dios y un burócrata dio lugar a los primeros imperios; cómo la guerra, el hambre, las enfermedades y la desigualdad son parte de la condición humana. Si quieres averiguar por qué estamos todos atrapados en los sueños de nuestros ancestros, éste es tu libro.
ANTES DE DICIEMBRE
Joana Marcús
MONTENA
MIL BESOS TUYOS
Tillie Cole
PLANETA
ALMENDRA
Won-pyung Sohn
OCÉANO GRAN TRAVESÍA
CUANDO NO QUEDEN MÁS ESTRELLAS QUE CONTAR
María Martínez
CROSSBOOKS MÉXICO
TRILOGÍA FUEGO 1
CIUDADES DE HUMO
Joana Marcús
CROSSBOOKS MÉXICO
LA
Elán AGUILAR
La fórmula para la felicidad no existe ni está en este libro. No contiene lecciones de sabiduría ancestral, sino lo que se puede aprender de los errores propios y de los demás. No busca cambiarle la vida a nadie ni descubrir ningún hilo negro, si acaso, arrancarte una que otra carcajada y, en ese sentido, puede que sí nos acerque un poquito a la felicidad.
POST-ARQUITECTURA
Diana Maldonado
NHAMERICA PRESS LLC
Post-Arquitectura es la síntesis y revisión crítica de diez años de trabajo, donde los otros espacios fueron el punto de partida para reflexiones y tesis. El texto propone entender la arquitectura como geografía de primera y segunda escala, es decir, como territorio base para la experiencia espacial; además, plantea la reconceptualización de elementos arquitectónicos y su organización en redes.
ESAS COSAS QUE NOS PESAN
Pablo R. Coca
BRUGUERA
Siempre hay cosas que nos pasan y cosas que nos pesan. ¿Acaso tenemos que poder siempre con todo? Éste es un libro necesario, que pone en valor la importancia de la salud mental: una reivindicación de que el acceso a ayuda profesional debería ser un derecho y no un privilegio; una voz que es la de los jóvenes de toda una generación.
¡ARRIBA LOS CORAZONES!
Fernando Del Solar GRIJALBO
“¡Me voy a morir!” fue la respuesta en silencio, un angustiante, furioso y temerario silencio de Fernando del Solar cuando supo que padecía cáncer. Este libro es el relato que, a cinco años de su diagnóstico, el famoso conductor decidió compartir de la manera más sencilla, honesta y apegada a sus sentimientos.
LA REVOLUCIÓN DE LA GLUCOSA
Jessie Inchauspé
DIANA
Mejora todos los aspectos de tu salud, desde el peso, el sueño, los antojos, el estado de ánimo, la energía, la piel e incluso retrasa el envejecimiento con trucos fáciles de implementar y basados en la ciencia que te ayudan a controlar tus niveles de azúcar en sangre mientras sigues comiendo los alimentos que te encantan.
COMPAS 7.
LOS COMPAS VS. HACKERS
Mikecrack, El Trollino Y Timba VK
MARTÍNEZ ROCA
JUGUEMOS A LEER. LIBRO DE LECTURA Y CUADERNO DE EJERCICIOS
Rosario Ahumada
EDITORIAL TRILLAS
VAN GOGH PARA COLOREAR. LIBRO ANTIESTRÉS NUEVA IMAGEN
En este fascinante álbum para colorear se podrán apreciar algunas de las más grandes pinturas de Vincent Van Gogh, así como las técnicas que utilizaba para pintar. El libro está diseñado para reducir el estrés mientras se pintan y recrean las obras de arte. El álbum incluye un ejemplo de paleta de colores e instrucciones sobre técnicas de coloreado.
EXTRAORDINARIAS MANDALAS DE LA NATURALEZA
Magdalena Servín ÉPOCA
El mandala o “círculo sagrado” es una poderosa y antigua herramienta de meditación que nos recuerda que el orden natural del universo está siempre presente en nuestra realidad. Su coloreado consciente acalla el ruido mental diario, nos devuelve el equilibrio interior y nos conecta con la sabiduría del alma. Este libro ha sido creado para ayudarte a manifestar abundancia en todas las áreas de tu vida.
MI LIBRO DE MANDALAS
Magdalena Servín
ÉPOCA
Dibujar o pintar mándalas es algo más que un pasatiempo: mientras nuestros colores los iluminan tenemos la posibilidad de hacer un alto, de asomarnos a nuestro interior, de concentrarnos en aquello que nos importa y, por supuesto, de crear maravillas que nos reconcilian con la naturaleza, con nosotros mismos y con el cosmos, ésta es la apuesta de esta obra.
LAS PERRERÍAS DE MIKE 1
MIKECRACK
Y LA ESTRELLA MALDITA
Mikecrack
MARTÍNEZ ROCA
MANDALAS
LAROUSSE EDITORIAL NUEVA IMAGEN
¡Más de 60 mandalas, figuras concéntricas inspiradas en las culturas hindú y tibetana, listos para ser coloreados!
LAS MEDIDAS DE UNA CASA
Xavier Fonseca
EDITORIAL TERRACOTA
Esta obra imprescindible da al profesionista y al usuario, de manera clara y sencilla, todos los datos de la antropometría, análisis de mobiliario, diseño urbano, control ambiental, incluyendo el uso de energía solar, circulaciones y otros. Además, incluye un capítulo sobre las necesidades para conjuntos y zonas habitacionales.
LOS COMPAS Y LA ENTIDAD.EXE
Mikecrack, El Trollino Y Timba VK MARTÍNEZ ROCA
LOS COMPAS Y EL DIAMANTITO LEGENDARIO
Mikecrack, El Trollino Y Timba VK
MARTÍNEZ ROCA
Este 2022 será la quincuagésima edición del Festival Internacional Cervantino, desarrollado en Guanajuato. El primer Cervantino, realizado en 1972, contó con 39 presentaciones musicales de 22 participantes diferentes, 40 funciones teatrales, 14 presentaciones dancísticas, tres recitales de poesía y cuatro exposiciones de Artes Visuales.
Para este 2022 habrá 2 mil 500 artistas de 33 países distintos, además de una programación de 159 funciones de artes escénicas, 90 actividades de artes visuales, cine y literatura durante 19 días de actividades del 12 al 30 de octubre próximos.
Por ello, al contar con una abundante oferta de eventos a considerar, te brindamos una lista de 10 presentaciones imperdibles en la edición número 50 del Festival Internacional Cervantino.
Dimitris Papaioannou – Orientación transversal
Desde Grecia, el artista performático Dimitris Papaioannou llega a México para presentar por primera vez su espectáculo más reciente en el Cervantino de forma exclusiva. El título de su espectáculo, Orientación transversal es referido a la forma en las que los insectos son atraídos por la luz artificial, a la cual se ven atraídos y realizan giros de forma circular, la cual es una metáfora a la humanidad. Papaioannou actuará el 14 y 15 de octubre a las 20:00 horas, mientras que el 16 de octubre brindará función a las 12:00 horas, en el Auditorio del Estado.
Sankai Juku - KOSA - Entre dos espejos
La compañía japonesa de baile Sankai Juku nació en 1975 y fue fundada por bailarines de la disciplina conocida como buto. El nombre de la agrupación significa “el taller de la montaña y el mar”. El Ankoku buto es una danza creada después de la Segunda Guerra Mundial con el objetivo de recuperar el cuerpo japonés extraviado tras años de conflicto bélico. La agrupación nipona brindará funciones el 22 y 23 de octubre a las 20:00 horas en el Auditorio del Estado.
Laboratory Dance Project - Ceniza
Para la edición 50 del Festival Internacional Cervantino, Corea es el país invitado. Por ello, Guanajuato congregará a varios artistas de dicha nación asiática, como es el caso de Laboratory Dance Project, un grupo formado en 2001 que practica la danza contemporánea y ha actuado en escenarios de todo el mundo con espectáculos dinámicos y explosivos. Ceniza no es la excepción y con base en el miedo y la retrospectiva de los hechos, es como los bailarines dominarán el Teatro Principal, con funciones el 13 y 14 de octubre a las 18:00 horas.
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