Celebramos
15 años leyendo juntos
En busca de la empatía perdida: literatura y compasión
#VINDICTAS5AÑOS
El canon literario las volvió invisibles, hoy reivindicamos la urgencia de leerlas
NUESTRAS COLECCIONES
NOVELA Y MEMORIA
María Luisa Mendoza Luisa Josefina Hernández Tita Valencia Tununa Mercado
Marcela del Río Vlady Kociancich Yolanda Oreamuno María Luisa Puga Guadalupe Marín
María Elvira Bermúdez Asunción Izquierdo Albiñana Gabriela Rábago Palafox
María Luisa Elío Dulce María Loynaz Carolina Maria de Jesus Hazel Robinson Abrahams Marta Brunet
CUENTISTAS LATINOAMERICANAS
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Mercedes Gordillo Mercedes Durand Marvel Moreno Marta Brunet María Virginia Estenssoro
María Luisa Puga María Luisa Elío María Luisa de Luján Campos Magda Zavala
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MATERIAL DE LECTURA. POETAS LATINOAMERICANAS
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María Calcaño Isabel de los Ángeles Ruano Stella Díaz Varín
MATERIAL DE LECTURA. PENSADORAS FEMINISTAS LATINOAMERICANAS
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Mara Viveros Rosario Fernández Ossandón Mariana Berlanga Gayón
vindictas . unam . mx
@librosunam
E ditorial
QuincE años dE libros, artE y compasión
Hace quince años, nuestro amor por los libros encontró el proyecto ideal para replicar el poder transformador del arte, la cultura, la literatura y el humor. Hoy celebramos el decimoquinto aniversario de nuestra querida revista, una de las de mayor distribución nacional en su ámbito, además de la única publicación de divulgación cultural en México que ha creado una red con las casas editoriales alrededor del mundo para ofrecer a nuestros lectores novedades literarias y entrevistas internacionales. Así que ¡brindemos por muchos años más de Lee+!, para que lectores, editores y escritores continuemos este diálogo infinito.
Durante estos quince años, el equipo de Lee+ hemos descubierto nuestra verdadera vocación: nunca se ha tratado de enseñar desde una posición de superioridad, sino de compartir lo que amamos, la chispa de autenticidad que encontramos en cada historia. Por eso elegimos la compasión como tema para festejar nuestro aniversario, pues la bondad transformada en identificación con los demás nos ha guiado para no perder el rumbo y para hablar de los temas que valen la pena. En este número especial de aniversario, exploramos la compasión en la literatura, el arte y el cine de la mano de José Luis Trueba Lara, Aura Cruz Aburto, Mariana García Luna, Herles Velasco, Gilberto Díaz y Mariana Aguilar. Además, entrevistamos al escritor Julio Rojas, que nos ofreció sus hipótesis acerca de cómo recuperar la humanidad que nos queda. Fernando Hernández Urías escribió acerca de una serie que nos encanta por su propuesta de cambiar el mundo a través de la bondad: Ted Lasso. Incluimos un póster de nuestro querido Alejandro Magallanes por nuestro cumple y dos adelantos de libros. Nuestra portada es un homenaje al primer número de Lee+, con Marilyn Monroe y su gran amigo Truman Capote.
No nos queda sino agradecer a nuestros colaboradores, a las personas que han formado parte de este equipo en cada etapa, a los directivos de Gandhi, por creer en nosotros, y a nuestros amados lectores. Sin todos ustedes, este proyecto no sería posible: ¡gracias por acompañarnos durante quince años! +
Yara Vidal
Directora general
Revista Lee+ de Librerías Gandhi
6 Yo es otro:
mecanismos empáticos de la lectura Herles Velasco
7 Personajes que nos hacen sentir compasión (aun contra nuestra voluntad)
Mariana Aguilar Mejía
8 El poder transformador de la bondad: literatura, futbol y empatía en Ted Lasso
Fernando Hernández Urías
10 Julio Rojas: la realidad fracturada
José Luis Trueba Lara
12 Maravillas y horrores: los rostros de la empatía
José Luis Trueba Lara
14 Sentir a la vez común y a la vez diverso: arte
Aura R. Cruz Aburto
16 [Póster]
Alejandro Magallanes
18 Cine, redención y empatía
Gilberto Díaz Fernández
20 La compasión y un limón
Una historia de libros y vegetales
Mariana García Luna
22 [Adelanto de libro]
El poder de ser valiosos
Arnold Schwarzenegger
24 [Adelanto de libro] La niñera
Lana Ferguson
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Yara Vidal
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Directora general y editora
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edwin@revistaleemas.mx
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Beatriz Vidal De Alba
beatriz@revistaleemas.mx
Difusión cultural
Mariana Aguilar Mejía
Coeditora
Rodrigo Rojas
Ilustrador
Alberto Achar
Alejandro Magallanes
José Luis Trueba Lara
Edgar Krauss
Herles Velasco
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En portada:
Diseño:
Editor responsable: Yara Beatriz Sánchez De La Barquera Vidal, Distribución: Librerías Gandhi, S.A. de C.V., Dirección: Calle Comunal No.7, Col. Agricola Chimalistac, C.P. 01050, Alcaldía Álvaro Obregón CDMX. Número de Reserva al Título ante el Instituto Nacional del Derecho de Autor: 04-2009-051820092500-102. Certificado de Licitud de Título No. 14505 y Certificado de Licitud de Contenido No. 12078 expedidos en la Comisión Calificadora de Publicaciones y Revistas Ilustradas de la Secretaría de Gobernación. Registro Postal EN TRÁMITE. Preprensa e impresión: Fotolitográfica Argo, Bolivar 838, Col. Postal. Alcaldía Benito Juárez, C.P. 03410, CDMX. Título incorporado en el Padrón Nacional de Medios Impresos de la Secretaría de Gobernación. Queda prohibida la reproducción parcial o total, directa e indirecta, por cualquier medio o procedimiento, del contenido de la presente obra, sin contar con la autorización previa, expresa y por escrito del editor, en términos de la legislación autoral y, en su caso, de los tratados internacionales aplicables, la persona que infrinja esta disposición se hará acreedora a las sanciones correspondientes. El contenido de los artículos es responsabilidad de los autores. Librerías Gandhi y la casa editorial se deslindan de los mensajes expresados en los espacios publicitarios cuya responsabilidad pertenece al anunciante. Hecho en México.
Esta revista utiliza tipografías Gandhi Sans y Gandhi Serif, diseñadas para una mejor lectura. Puedes descargar ambas fuentes en: www.tipografiagandhi.com
Yo es otro
Herles VelascoParece que en estos tiempos de exacerbada corrección política, la mínima tolerancia o la frágil contención del odio se disfrazan fácilmente de empatía; en estos tiempos, cuando, además, nuestra característica cotidiana consiste en el aislamiento tecnológico —que va más allá de cierta sana introversión para rayar muchas veces en lo cuasi patológico—; el destierro interno entre individuos se vuelve tremendo, y detenerse a reparar un momento en ello, levantar los ojos para mirar el mundo, puede darnos de vuelta una bofetada de realidad que no estamos lo suficientemente dispuestos a experimentar: el dolor, la tragedia o la injusticia, vistos desde la empatía, requieren hacer propia la vivencia. Y ¿quién quiere residir, aunque sea por un momento, es esos estadios? Esa ignorancia autoinfligida de mirar hacia otro lado representa otra manera de disfrazar la indiferencia: es su normalización. Cada vez estamos más lejos de aquello que dijo Terencio hace más de dos mil años: “Nada humano me es ajeno”; son los tiempos de la otredad y el individualismo al límite. En estos días de indolencia, la compasión o la empatía se convierten en formas de rebelión.
No es mi intención caer en —por decir lo menos— la ingenuidad (si no es que en lo chovinista) con declaraciones gastadas, como que la literatura “salva”. Algunas sociedades con niveles de lo que llamamos “cultura” por encima de la media global han sido cómplices de las más grandes atrocidades del siglo pasado. Y éste, que lleva ya un cuarto de camino recorrido, no pinta mejor. No se trata de buscar en las novelas, poemas o ensayos palabras que nos rescaten de este egoísmo sistemático —o a mí, además, de este pesimismo— de manera más o menos mágica; ya que la literatura, que no es panfleto, tampoco tiene tales pretensiones; en cuanto a la que afirma contundentemente que sí tiene tal capacidad, bien valdría dudar un poco de su efectividad. Se trata, eso sí, de mostrarnos que la literatura, en su potencial, nos llevará a hacernos las preguntas adecuadas para motivarnos a experimentar la lectura más completa, una que requiere tiempo y disposición de espíritu para no quedarse, digamos, en la teoría y la vivencia momentáneas. En este sentido, la compasión —que suele confundirse equivocadamente con lástima— es la que nos llevaría a ese deseo, nacido desde la empatía, de aliviar activamente una situación calamitosa.
Si pudiéramos reducir a un puñado de palabras el concepto de arte, de literatura en este caso, es probable que lleguemos al consenso de
Mecanismos empáticos de la lectura
que en algún lugar de esa brevísima descripción debe estar incluida la palabra empatía. Resulta innegable que en el grueso —porque siempre hay sus muchas excepciones— de la producción literaria a lo largo de los siglos, la idea de llevar al lector a experimentar, a través de una visión ajena, nuevas formas de comprender e interactuar con el mundo se consigue a partir de gestar y propagar mediante la lectura nociones empáticas en éste, mediante personajes, situaciones, emociones e ideas.
La lectura es la práctica de la empatía en el sentido de que, como en casi ningún otro momento de nuestra vida, en el libro estaremos expuestos —incluso desde la seguridad que nos da el aislamiento— a tan variadas situaciones, con un extenso rango dentro de sus respectivos espectros, que se vuelve casi inevitable que se produzca una comparación de perspectivas. En ese constante éxodo de nosotros hacia el otro se van tejiendo simpatías y antipatías que nos llevan a tomar posiciones, a sentir fuera de uno mismo, a empatizar.
Este drama de la identidad resulta indispensable para el proceso; este sentirse fuera de uno mismo para ser otro provoca cierta inevitable alteridad, de la que nace —más temprano o más tarde— la empatía. Incluso en la literatura de corte más críptico es posible toparse con este fenómeno. Pienso en aquella poesía cerrada como nudo gordiano, en la que el lector se ve obligado a hacer más suyo el texto, más suyo a partir de las claves y los esbozos que deja el otro; que nos obliga a interpretar la experiencia ajena, casi sin referencias concretas, sin anclas. Esta interpretación forzada al extremo suele ser un zambullirse al propio inconsciente, a un yo no explorado que habla más de mí, lector, que del poeta y sus voces, y que me muestra que también desde esas sombras compartidas uno se relaciona con el otro. Identificar la profundidad de sí mismo y de aquel en apenas algún turbio esbozo nos lleva a una profunda relación empática más allá del lenguaje estructurado. En la poesía, y en la literatura en general, hay, en la interpretación de la experiencia del otro (y por extensión, del mundo), una búsqueda solitaria de la propia esencia, que se cuestiona cómo estamos funcionando en relación con todo lo demás, un termómetro —insisto, más que una transformación milagrosa— para medir, en este caso, la empatía y compasión. La lectura es profundizar en vertical para explorar, en su potencial, el vivir afuera, en horizontal.+
Personajes que nos hacen
sentir compasión
(aun contra nuestra voluntad)
Mariana Aguilar MejíaLa literatura es el mejor artefacto creado para sacarnos de nosotros mismos. Y, aunque no se reduce a esa única función, leer resulta una gran manera de sentirnos acompañados (como le pasó a la pequeña Matilda, de Roald Dahl, cuando emprendió su conquista de la biblioteca pública). Seguramente muchos libros han formado parte de nuestra educación sentimental y nos han hecho sentir empatía por personajes que ahora resultarían muy cuestionables; porque, además, leer obras literarias es todo un entrenamiento para abrazar la complejidad: nadie es bueno ni malo, sino un cúmulo de historias. Aquí va una lista de personajes y libros que nos conmovieron hasta identificarnos con ellos (humanos, monstruos o animales) por la sencilla razón de que poseen una vida, y toda vida debe ser tratada con amor y dignidad.
La criatura de Frankenstein, de Mary Shelley
¿Quién no reconoce en sí mismo el dolor de la criatura monstruosa del doctor Frankenstein? En esta obra, la favorita del cineasta Guillermo del Toro, descubrimos de frente el abandono y el rechazo, algunos de nuestros miedos más profundos, así como el abismo existencial de no ser amados, ni siquiera mirados: no encontrar simpatía en ningún otro ser. Frankenstein nos muestra el lado más vulnerable de la humanidad.
Raskolnikov de Crimen y castigo, de Fiódor Dostoievski
Quizá esta novela es la representación más lograda de la redención humana. Raskolnikov, un universitario ruso que sufre de trastornos mentales, termina por matar a su casera, Alyona Ivanovna y a su media hermana. La confesión de este crimen está marcada por enredos y el posterior destierro de Raskolnikov a Siberia. Este personaje homicida e impulsivo, a la vez que atormentado y profundo, termina por contener a toda la humanidad en su sentido de culpa y en su salvación por medio del amor.
Míster Hyde de El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde, de Robert Louis Stevenson Míster Hyde representa el lado oculto y sombrío que todos llevamos dentro. Esa naturaleza salvaje, instintiva y cruel que tratamos de que no salga a la luz. El siglo xix estuvo marcado por la represión, que dio como resultado este relato en el que el doctor Jekyll se transforma cada noche en poco menos que una bestia, el señor Hyde. Esta obra nos recuerda la crueldad que nos habita y a la cual no podemos eliminar, pero sí comprender y curar.
Boo Radley de Matar un ruiseñor, de Haper Lee
Esta novela surgió en el marco de la lucha por los derechos civiles en Estados Unidos y todavía representa una declaración de empatía para hacerle frente al racismo. En un pequeño pueblo de Alabama, corre la leyenda de que Boo Radley es un hombre cruel y sanguinario, que mató a su propio padre. En realidad, Boo realiza grandes actos desinteresados de bondad. Esta historia marcará la educación en la empatía y la justicia de Scout y Jem, los hijos del abogado Atticus Finch.
Compasión hacia los animales en Mutts, de Patrick McDonell, y Peanuts, de Charles M. Schulz
Sentir compasión exclusivamente hacia los humanos es una limitación imposible. Los demás seres vivos nos dan grandes lecciones de respeto, empatía y sabiduría. Las tiras cómicas de Mutts, de Patrick McDonell, nos ofrecen la ternura hecha ilustración: en ellas vemos la vida cotidiana de Mooch y Earl, un gato y un perro que son vecinos y amigos, aun con sus diferencias. Sus humanos cuidan con esmero de ellos y de todas las formas de vida; el propio autor, McDonell, se convirtió en un gran activista en favor de los derechos de los animales.
Por otra parte, observamos una conexión profunda entre la humanidad, especialmente las infancias, y los animales en Peanuts, la reconocida tira cómica de Charles M. Schulz. Charlie Brown y Snoopy nos muestran que los seres pequeños también están llenos de conflictos, sueños y un corazón desbordante. ¿Cómo no sentir empatía y simpatía por esos personajes que funcionan como espejos de nuestra propia existencia? +
El poder transformador de la bondad: literatura, futbol y empatía en
Tema del mes Ted Lasso
Con tan sólo tres temporadas, 34 episodios y una duración total de 24 horas y 13 minutos, Ted Lasso muchas y muchos entre 2020 y 2023. Creada por Jason Sudeikis, Bill Lawrence, Brendan Hunt y Joe Kelly, la historia se centra en un entrenador de futbol americano contratado por un club de futbol soccer inglés, el AFC Richmond, con la intención de llevar al equipo a la ruina. Esta producción ha obtenido más de diez premios Emmy, así como varios Golden Globes y Critics Choice Awards, entre otros reconocimientos internacionales. su audiencia al tocar temas como la importancia de la salud mental; las consecuencias positivas de tratar a los demás con respeto, amabilidad y empatía; la necesidad de seguir adelante, aunque las condiciones no resulten como las planeamos; el poder del trabajo en equipo y el valor de creer en uno mismo y en los demás. Se trata de una especie de food televisiva que llenó el corazón de más de una persona. Aunque el futbol podría parecer uno de los temas principales de la serie, la realidad es que, al menos desde mi perspectiva, bien pudo ambientarse en torno a cualquier otro deporte en equipo, incluso alrededor de aquellas industrias que implican trabajo colaborativo y en casi cualquier ámbito en el que las personas se relacionen unas contras, tejan redes y sus accio nes impacten en los demás. Eso sí, los libros juegan un papel fundamental en Ted Lasso. Aparecen constantemente y dejan una huella discreta en la trama: pequeños guiños para invitar a la audiencia a asomarse a otras historias. La lista es larga e incluye la obra de autores tan populares como Nick Hornby, Haruki Murakami, Ian Fleming y Dan Brown; pero también aparecen en pantalla otras joyas que puedes leer mientras acompañas a Ted Lasso en su viaje.
Casi al inicio de la primera temporada, Ted Lasso les regala a los juga dores diferentes libros, elegidos —aparentemente— de acuerdo con sus personalidades, intereses, debilidades o fortalezas. Roy Kent, el capitán, recibe la novela ne L’Engle, publicada en 1962. En ella, tres jóvenes viajan en el tiempo a través de diferentes planetas y descubren que, a veces, los defectos pueden convertirse en ventajas y los dones, en una maldición.
Mientras que a Jamie Tartt, el gran y arrogante go leador del equipo —y que parece el resultado de meter en una licuadora a David Beckham, Cristiano Ronaldo y Jack Grealish—, Ted le entrega tos, de Francis Scott Fitzgerald. Ambientada en Nueva York, se trata de la segunda novela del autor de Gatsby. A través de la relación de sus protagonistas, Anthony Patch y Gloria Gilbert, esta tragedia toca te mas como la belleza, el autosabotaje, la inmadurez, la frustración, la ruina, la avaricia y el talen to desperdiciado: algo que podría re lacionarse bastante con el mensaje que Lasso trata de compartir con el joven delantero.
Sam Obisanya, noble, generoso y tolerante, recibe una copia de juego de Ender. Ganadora de algu nos de los premios más importantes
de la ciencia ficción, esta novela fue publicada originalmente en 1985 y cuenta la historia de un joven que, como Sam, tiene que lidiar con la soledad de estar lejos de casa y, aunque cuenta con un gran talento, se muestra inseguro debido a que ha sido subestimado toda su vida. Con la ayuda de Lasso, Obisanya florece hasta convertirse en uno de los pilares del equipo. Los vagabundos del Dharma es otro libro que aparece en la serie. Un ejemplar de la novela de Jack Kerouac aparece en el asiento del avión en el que Ted viaja rumbo a Inglaterra para asumir el cargo como entrenador del AFC Richmond. En esta obra, dos amigos pasan sus días entre fiestas interminables y retiros a la naturaleza, cuestionando la importancia de relacionarse con otros seres humanos en medio de la búsqueda de la felicidad.
Pero no todo es ficción. En uno de los últimos episodios de la temporada tres, Ted está leyendo Cómo cambiar tu mente, del periodista Michael Pollan.
El libro favorito de Lasso, que le revela a la terapeuta Sharon Fieldstone en la segunda temporada, es El manantial, de la filósofa y escritora rusa Ayn Rand. Se trata de la historia de un joven arquitecto llamado Howard Roark, quien, harto de la mediocridad de sus pares, decide arriesgar todo lo que ha logrado con el fin de defender su libertad.
Y aunque en toda la serie no aparece ni una sola vez la portada de El mago de Oz, sin duda representa otro de los libros que permean toda la historia. El espíritu del célebre relato escrito por L. Frank Baum y publicado en 1900 se puede percibir desde el primer episodio de la serie, cuando Lasso le dice al coach Beard que presiente que ya no están en Kansas. Ésa es sólo la primera de un montón de referencias más.
Pero no todo es ficción. En uno de los últimos episodios de la temporada tres, Ted está leyendo Cómo cambiar tu mente, del periodista Michael Pollan. Se trata de una investigación sobre el uso de las drogas psicodélicas para el tratamiento de adicciones, depresión e incluso trastorno por estrés postraumático. En algunas entrevistas, el propio Sudeikis ha reconocido que este libro estuvo presente desde que trabajaban en la escritura del episodio piloto de la serie y fue una gran influencia para desarrollar al personaje de Ted Lasso como alguien que aprovecha la ausencia de ego para ver a los demás como realmente son.
Algunas sugerencias para el coach Lasso
Éstos son únicamente algunos de los títulos que aparecen o se mencionan en Ted Lasso, pero el gran interés del entrenador en los libros nos invita a desear recomendarle toda clase de lecturas. Los siguientes cinco libros, todos relacionados con el futbol, son algunas de las sugerencias que yo le haría.
Escrito por Luis Martín y Pol Ballús, Cuaderno de Mánchester ofrece, por un lado, un recorrido cronológico del paso de Pep Guardiola —quien hace una aparición especial en la tercera temporada de la serie— por el Manchester City, además de que permite adentrarse en los vestidores del club inglés y conocer la rutina del entrenador catalán.
Publicada por Periférica, la novela Retrato del futbolista adolescente, de Valentín Roma, cuenta la historia de un jugador de futbol muy joven que cree tener la vida resuelta, pero se enfrenta con un futuro lleno de cuestionamientos y fracasos. Este libro también aborda la lucha por intentar acceder a una vida mejor. La descripción de las escenas en la cancha y los vestidores resulta increíble, y estoy seguro de que el coach Lasso sentiría una gran empatía por el narrador.
En Niños futbolistas, el periodista chileno Juan Pablo Meneses cuestiona el exigente proceso al que se ven sometidos algunos pequeños de Latinoamérica que sueñan con jugar en alguno de los clubes más grandes de Europa y del mundo. Este reportaje ofrece una mirada tras bambalinas al proceso que solamente unos cuantos —como Messi o Neymar— logran culminar con éxito.
Finalmente, otros dos libros que —creo— el coach Ted Lasso no debería perderse son St. Pauli, de Carles Viñas y Natxo Parra, y 100 genios del balón, de Alberto Lati. El primero consiste en un viaje por la historia de un equipo de futbol de culto, antifascista, antirracista y antihomofóbico, que milita en la segunda división alemana. Mientras que el libro del periodista mexicano repasa las infancias de un centenar de cracks que cambiaron por completo este deporte.
Sin duda, Ted Lasso es una historia imperdible para todos aquellos que necesitan un poco de esperanza. Estas obras pueden convertirse en la compañía ideal para disfrutar la serie.+
Ve la entrevista en mascultura.mx
La realidad fracturada
La duda es imposible: Julio Rojas es un escritor todoterreno. De su pluma han nacido guiones de cine, series de televisión, podcasts las que la novela, el cuento y el ensayo se entreveran con una malicia que vale la pena leer. Sus más recientes libros son Freeland Julio resultaba fundamental y los temas eran obligados: la escritura y el cine; la realidad y la ciencia ficción; las fracturas que ocurren delante de nosotros y la posibilidad de sobrevivir como una especie capaz de reírse. Veamos algo de lo que ocurrió en esta plática.
Tu biografía y tu escritura son sorprendentes. Sin ningún problema saltas de los a los libros, de los documentales a las películas. Y, por si lo anterior no fuera suficiente, vas y vienes de la televisión al cine con una facilidad asombrosa. ¿Cómo puedes pasar de un medio a otro? ¿Piensas en tus obras como algo destinado a un soporte específico?
La verdad es que esto que dices no es muy difícil en mi caso: soy absolutamente irresponsable cuando me meto en una historia y, por supuesto, no considero cuál es el género en el que ella alcanzará su máxima expresión.
Al principio sólo me concentro en la historia que quiero contar. Sin embargo, a medida que voy escribiendo, la propia historia me da la respuesta acerca de cómo se convertirá en su máxima expresión: si como una serie de audio, un largometraje o un libro. A pesar de esto, no puedo negar que en más de una ocasión, cuando descubro cuál es el medio necesario, tengo que reescribirla.
Por esta razón, siempre digo que, para escribir una historia, primero tienes que escribirla. Esto no es una contradicción, pues el acto de la escritura termina por revelarte a dónde vas… Esto puede parecerse un poco al realismo mágico o al romanticismo de los escritores del siglo escritura genera las claves de la escritura.
Cuando me asomo a tu obra, desde ta Retornados o Un mundo imposible impresión de que en ellas hay una serie de influencias cinematográficas, un toque de Blade Runner que parece perseguirte de manera inexorable…
Blade Runner es la gran película funda cional del cine de la nueva ciencia ficción. No sólo generó un canon para el género, sino que tam bién estableció las claves de los grandes problemas que hoy lo alimentan. Estamos hablando de la inteligencia artificial, de la posibilidad de que las máquinas tengan conciencia, de cómo se van a relacionar con nosotros, de la ciberfobia y, por supuesto, de la posibilidad de que la creación se rebele en contra de su crea dor. Todas las claves del género, que vienen de Mary Shelley y su Frankenstein, han dejado sus marcas en mis palabras y, por su puesto, Blade Runner me parece fundamental.
¿Hasta qué punto piensas en imágenes más que en palabras cuando estás escribiendo? La influencia del cine y tu trabajo como guionista quizá no puedan quedarse de lado al momento en que trabajas en una novela.
Yo creo que las historias son sistemas casi orgánicos. Por esta razón, ellas poseen áreas que son absolutamente visuales y áreas que sólo pueden resolverse mediante un diálogo. Mi mente no sólo piensa en términos de imágenes, a veces tengo que crear diálogos, y luego viene la imagen. Sin duda, esto es resultado de mi formación como guionista. Siempre trato de ser muy visual, económico en las acciones, y de no darles el peso de la narración al personaje y a los diálogos, sino que busco mostrarlos. Sin embargo, tenemos que asumir que, obviamente, el diálogo es el rey y puede brillar de una manera absoluta.
Debido a este hecho fundamental, creo que si tuviera que elegir un solo camino, elegiría el formato de ficción en audio. La creación de diálogos me encanta. Pero en una novela necesitas todos tus sentidos. En ellas no te importa la figura del personaje, ni el entorno, ni cómo está la silla, ni dónde estás sentado, te lo imaginas todo sin los límites que te impone la producción cinematográfica o la que determina lo que sucederá en una serie.
Sin embargo, después de leerte, es posible asumir que tú estás convencido de un hecho que puede parecer terrible: la realidad está en crisis y, debido a esto, la literatura se abre como una puerta de salvación…
Efectivamente, creo que la realidad pronto entrará en una crisis muy severa y, por supuesto, estoy convencido de que la ciencia ficción puede ayudarnos a comprender ese futuro inminente. Creo que has dado en el clavo.
Considero que la realidad está superfracturada. Hasta el siglo xix, la realidad resultaba bastante concreta, más allá de la crisis tecnológica que se inició con la llegada de la electricidad, el magnetismo, el vapor y los nuevos productos químicos. En aquellos momentos, el viejo mundo se enfrentaba al colapso. A pesar de este derrumbe, los seres humanos seguían viviendo y pensando en un mundo macroscópico imbatible. Pero ahora tengo la sensación de que existe una especie de ruptura, una desaparición del tejido de la realidad y un reemplazo por una realidad alternativa, causada por la evasión, como sucede con los metaversos o los videojuegos. Estamos hablando de una realidad que también puede ser muy dañina. Pensemos en el caso de las noticias falsas o de la inteligencia artificial, que pronto generarán tal explosión de contenido digital falso que pondrán en crisis todas nuestras creencias y nuestras certezas. Un ejemplo: la conversación que estamos teniendo. No es descabellado pensar que, en un futuro cercano, tendremos que contar con un código capaz de validar que realmente yo soy la persona que está frente a ti, y que no se trata de una clonación de mi voz y de mi cuerpo mientras estoy hablando desde otro lugar. Nunca antes le habíamos exigido este
tipo de certezas a la realidad, esto nunca había sucedido en la historia de la humanidad.
Por esta razón, cuando la realidad empieza a colapsar, tenemos volver a los encuentros cara a cara, a lo orgánico, y luego de esto podremos volver al mundo. Hoy la realidad presenta una fragilidad extrema. Si todo depende de la inteligencia artificial, de las nubes y de las máquinas centrales que pueden fallar y destruirse, ya no tenemos nada. Toda nuestra información está ahí y se habrá perdido irremediablemente. Entregamos en una bandeja la joya de la corona humana: el lenguaje. Efectivamente, entregamos nuestras experiencias en nuestros correos electrónicos, en nuestros posts, en las redes sociales; entregamos la experiencia humana de toda la historia para crear una nueva entidad, un nuevo agente. Y por primera vez, ese agente compite con nosotros y no es ni tan más ni menos inteligente que nosotros.
En el caso de Frankenstein fue diferente. Esa creación sólo se manejaba a través de los impulsos de odio y venganza; lo que sucede con la nueva inteligencia artificial es que no sabemos hacia dónde va y, por tanto, tampoco vamos a entender nada de lo que está pasando o de lo que pasará. Obviamente resulta muy cómodo contar con un aparato que exteriorice la mente y nos haga abandonar la orientación topográfica que tenemos de fábrica. Imagina a un hombre primitivo, a una mujer primitiva sin esa orientación… ambos estarían condenados a la muerte. Esa orientación era parte de nosotros y la perdimos. También perdimos los números de teléfono que conocíamos cuando éramos niños. Gracias a las inteligencias artificiales, ya no es necesario que reflexionemos sobre las preguntas: todo el conocimiento humano está ahí y te adelanta las respuestas. Ahora, el problema es cómo hacer las preguntas, pero ya ni siquiera podemos intuir el conocimiento. Por esta razón, en la siguiente etapa ni siquiera tendremos que hacer preguntas.
¿Quiénes somos finalmente?
Somos recuerdos, experiencias, identidades, y esto es lo único que nos puede salvar, por esta razón los libros son tan importantes.
Pareciera que hay un vacío, un intento condenado al fracaso para construir un mundo mejor, un mundo perfecto…
Creo que hay que ser pesimistas para ver la luz al final del túnel. Los optimistas permitieron el crecimiento de los arsenales nucleares; ellos fueron los que permitieron que la Tierra fuera destruida con el cambio climático. Tuvimos que aprender a ser pesimistas para tener buenas noticias. Estoy convencido de que antes nos faltaba pesimismo: siempre estábamos en la evasión y el futuro parecía perfecto. Por eso la pandemia se convirtió en un balde de agua fría. Ella nos dijo: el futuro no está determinado, todo puede cambiar, y esto puede ocurrir la próxima semana.
Antes, las distopías podrían resultar complejas, pero hoy se trata de asuntos cotidianos. Estar atrapados en la estupidez es denigrante para nuestra especie. A uno le gustaría quedar atrapado, como en la literatura, por grandes distopías extraterrestres o por una matrix que es casi perfecta…. Delante de estos hechos tenemos que rescatarnos y reímos.
Sí, hay que reírse.
Siempre, siempre hay que reírse. Y tener esperanza, como algunos dicen.+
1. A los seres humanos nos fascina que nos cuenten historias. Tal vez, sólo tal vez, nuestra existencia como especie está irremediablemente atada a ellas: los mitos nos abrieron la puerta a la comprensión del universo y nos mostraron los caminos de lo correcto y lo incorrecto; las historias oficiales nos convencieron de que formamos parte de una nación, y la política —tan sólo por dar un ejemplo más— también representa una narración que intenta convencernos sobre la existencia de un futuro posible. A diferencia de los otros animales, los humanos somos seres simbólicos y las historias en las que nos adentramos —da lo mismo si son reales o fantásticas— están tatuadas en nuestra piel. Nosotros somos ellas y ellas son nosotros.
En términos prácticos, resulta imposible negar que los seres humanos somos capaces de casi lo que sea con tal de adentrarnos en las historias. En este caso, poco importa si compramos un libro, pagamos la entrada en un cine o un teatro, o si cubrimos con una religiosidad asombrosa las cuotas del streaming que nos permite enfrentar el aburrimiento y desterrar la monotonía de nuestras vidas. Evidentemente, estos hechos no son los únicos: sin mentir demasiado, puedo decir lo mismo sobre las incontables ocasiones en que nos asomamos al WhatsApp para enterarnos de los chismes que corren, y algo casi idéntico ocurre cuando quedamos hechizados por las palabras y las imágenes que circulan en la red. La conclusión de estos listados es casi obvia y creo que no admite grandes objeciones: los humanos vivimos marcados por el anhelo de que nos cuenten algo. Siempre habrá una historia de la cual queremos enterarnos. Sin embargo, nuestra curiosidad resulta distinta de la que les atribuimos a los gatos.
Lo interesante de esta conducta, lejana de la que supuestamente tienen los felinos, consiste en que a nuestra necesidad de historias le da lo mismo si ellas nos llevan a mundos que jamás habíamos imaginado o si se repiten como una cantinela que nos permite quejarnos, aunque terminemos por caer en sus redes (¿acaso existe alguien que pueda salvarse de las series y las telenovelas?). En el fondo, todos actuamos como los niños, que no se aburren cuando leen, escuchan o miran la enésima repetición de un cuento. A ellos —y a nosotros— no nos importa ya conocer las peripecias que sucederán; por supuesto, lo mismo nos sucede con el final que, por lo menos en teoría, no tendría la capacidad de sorprendernos o llevarnos a experimentar el mismo sentimiento. Pase lo que pase, Romeo y Julieta terminarán quitándose la vida, y nosotros podemos leer o ver esta historia un montón de veces sin que el aburrimiento nos muerda y, para terminar de complicar las cosas, no faltará la persona que —después de leerla media docena de veces— aún mantenga el deseo de que el final resulte distinto.
Piénsalo por un momento: imagina que te encantan las novelas románticas en las que los protagonistas sufren enormidades y, sólo al final, logran conquistar el amor. Si te detienes a analizarlas, todo parecía indicar que
la estructura de sus tramas es más o menos la misma: dos personas se conocen, se enamoran perdidamente, se enfrentan a un problema que los aleja y, al final, se reencuentran para amarse. Tan tan. Eso es todo. Sin embargo, cuando nos adentramos en ellas, sufrimos y nos alegramos junto con sus personajes y, extrañamente, olvidamos que —por regla general— las cosas terminarán más o menos bien o, si acaso uno de los protagonistas tiene a bien morir, la amada o el amado lo recordará hasta que se le acabe la vida.
2. Lo que sucede en estos casos no es extraño. Los seres humanos tenemos esta peculiaridad y no hay más remedio que acostumbrarse a ella. Mientras estamos cautivados por una historia (lo cual supone que ella nos gusta), nuestro sentido de la crítica se apaga y, además, logramos una empatía casi perfecta con los personajes y su acciones. Utilizar la palabra empatía —más allá de las definiciones extrañas con las que de cuando en cuando nos topamos— no representa un capricho: ésta se define como la “ca-
pacidad de identificarse con alguien y compartir sus sentimientos”, justo lo que nos sucede con las narraciones.
Permíteme explicar este asunto y volver al caso de las novelas románticas: los personajes que pueblan estas obras no son reales —apenas resultan un conjunto de palabras— y, si acaso las llevan a la pantalla, también es necesario reconocer que son interpretados por los actores que fingen ser quienes no son. Lo fascinante de este hecho radica en que —a pesar de que ellos no existen en la realidad— el lector logra empatizar perfectamente con ellos, al grado de entrelazarse con lo que les sucede. Y, como resultado de esto, mientras estamos cautivos en una historia, el mundo real no nos importa y nosotros nos dejamos llevar por ellas a tal grado que sufrimos y lloramos, que nos asustamos y sentimos lo mismo que los personajes. El cautiverio y la empatía son reales. Ellos sólo se terminan cuando nos alejamos de la narración y recuperamos nuestra capacidad crítica, justo como lo hacemos al momento de comentar una novela o cuando vamos al café después de salir del cine.
Hasta aquí parecería que no existe absolutamente ningún problema: nosotros nos identificamos y compartimos los sentimientos de los personajes. Sin embargo, habría que afilar la mirada y descubrir los dos rostros de la empatía.
3. Cuando la imprenta instauró su señorío, los hacedores de libros descubrieron la existencia de personajes y tramas capaces de hechizar a sus lectores. Ellos eran idénticos a los niños que ansiaban las mismas historias y anhelaban aventuras muy parecidas. Las novelas de caballerías se convirtieron en un ejemplo de esto, y lo mismo podría pensar de muchas de las sagas que se han publicado en nuestros días: el chiste es prolongar una historia que se repite y se repite hasta llegar al hartazgo y se rompe la maravilla de identificarse y compartir los sentimientos. El caso de Crepúsculo o de las novelas de Dan Brown nos muestran este hecho. Sin embargo, los lectores no tardarán en volver a las andadas: siempre habrá una nueva saga o una nueva historia de conspiraciones que tendrá la capacidad de atraparnos. Reconozcámoslo: somos animales de costumbres. A pesar de que esto que has leído parece cierto, hay un problema serio: si esas obras repiten el mismo esquema, ¿por qué razón pensamos que son distintas? Para responder este interrogante veamos un ejemplo que me parece sensacional: el cine que
produce Jerry Bruckheimer. Seguramente tú has visto varias de sus películas: Flashdance, Transformers, Piratas del Caribe, Pearl Harbor, Armagedón y Top Gun son algunas de ellas. Si yo te preguntara si estas películas tienen la misma trama, probablemente me responderás con un no rotundo. Sin embargo, si las analizara a fondo, pronto descubrirías que tienen la misma estructura, un high concept, para decirlo con las palabras rimbombantes que utiliza la industria: en todas ellas la trama se reduce a contar la historia de un perdedor —o una panda de perdedores— que se afana y logra el éxito.
La empatía nos permite asumir que, a pesar de que sean parecidísimas, las obras son distintas si se cambian los escenarios, si los personajes tienen distintos oficios o si viven de otra manera. Por esta razón, no es casual que en las librerías o en los demás espacios narrativos se ofrezcan tramas tan parecidas: los lectores y los espectadores somos los niños que no nos cansamos de escuchar las mismas historias.
4. Por lo que has leído hasta este momento, parecería que estamos atrapados y condenados a repetirnos incansablemente. Es más, sin forzar mucho los hechos, podrías llegar a pensar que estamos condenados a no variar nuestros caminos: lo mismo da si leemos novelas románticas, sagas o si le apostamos a cualquier tipo de literatura. En este sentido, los lectores de Murakami no resultan tan distintos de los que se adentran en las páginas de Dan Brown: ambos quieren seguir andando por el mismo camino. En este caso, la calidad y la diferencia son lo de menos.
A pesar de esto, también creo que existe la libertad, la posibilidad de romper con los caminos andados y las historias que nos fascinan. En el preciso instante en que entramos a la librería, nos encontramos con voces de distintos tonos, con trayectos que no hemos recorrido y, gracias a esto, existe la posibilidad de transformarnos en vagabundos, en seres que se niegan a seguir horadando en el mismo lugar, sino que están dispuestos a recorrer grandes territorios para descubrir a las nuevas criaturas con las cuales compartiremos nuestros sentimientos y lograremos identificarnos. Leer lo mismo significa una cárcel con rejas de oro; romper con nuestras costumbres puede convertirse en un vagabundeo que nos llevará a todos esos mundos que no conocemos.+
Maravillas y horrores
arte Sentir a la vez común y a la vez diverso:
¿Es el arte un asunto de crítica, de creatividad o de empatía? Probablemente todo ello esté implicado. Sin duda, el arte abre un sentir a la vez común y a la vez diverso, tanto como se trata de un acto radicalmente creativo.
Lectora, lector, imagina aquella obra de arte que más te ha conmovido: escucha la novena sinfonía de Beethoven; recrea el encuentro de Dios con el ser humano en la Capilla Sixtina de Miguel Ángel; restituye la trágica imagen del Guernica de Picasso; sitúate dentro de ese bosque artificial que se suscita al interior de la Sagrada Familia de Gaudí; siente cómo tu cuerpo se exalta como el del cisne negro en el ballet del Lago de los cisnes o proyecta esa imagen en movimiento del “amanecer del hombre”, con música extraordinaria, en 2001: una odisea del espacio. Algo nos conmociona y, aunque seguramente la experiencia de cada cual es única, coincidimos en sentirnos trastocados. Pero ¿qué hace que una pieza finita en tiempo y espacio abra un infinito de posibilidades en cada uno de nosotros? ¿Qué produce el arte?
Podríamos pensar que el arte produce piezas. En otros tiempos, se esperaba de esas piezas belleza y, más tarde, alusión al registro de lo sublime. Sin embargo, el arte hoy no está obligado a ser bello ni sublime solamente y, en realidad, a veces ni siquiera tiene que estar objetivado en una pieza concreta. La música nunca ha estado obligada a su objetivación, pues su registro se encuentra en el tiempo y no en el espacio. Tras la irrupción del cine ha quedado develado que, más que una obra de valor irrepetible, lo que el arte produce es una experiencia estética, que no se trata de un asunto meramente de sujetos ni de objetos, sino de la relación que aparece entre la potencia sensible de una pieza y la facultad sensible de su receptor.
Así pues, el arte, más allá de su materialidad concreta, ha de saber producir potencia sensible. ¿Qué quiere decir esto? La capacidad de
que algo llegue a provocar una alteración en el registro de nuestra sensibilidad. Como dijo hace no tanto tiempo el pensador italiano Emanuele Coccia en su maravilloso texto La vida sensible, se trata de la existencia que se define por la posibilidad de ser sentido por alguien más.
Pero ¿la vida sensible es todo lo que hace que el arte sea arte? Desde luego que no. El arte no sólo (aunque indefectiblemente) se define por trabajar con ideas que se constituyen de manera sensible, a diferencia de la filosofía, en la que se factura con conceptos abstractos, y de las ciencias, que propone funciones que buscan determinar lo indeterminado. El arte produce ideas que siempre son sensibles, pero hace aún más con esas experiencias: rompe el flujo continuo de lo esperado y disloca el sentido común. Por eso, es espacio de creatividad, pero también de crítica.
Pensemos, por ejemplo, una vez más en la Sagrada Familia: aunque su interior resuena con tantos y tantos bosques de factura no humana, Gaudí nos ha introducido en un bosque sin precedentes. Diría Kant en La crítica del juicio que se trata de la continuación de la actividad creadora de la naturaleza. Es continuación, pero no a partir de la mera repetición; hay ruptura e irrupción de algo que no existía antes, aunque, paradójicamente, también existe resonancia de una actividad cósmica. Entonces, el sentido común racional, cotidianamente exaltado, se desmorona ante la fuerza creativa, que es más que humana. El arte también es emergencia de la crítica, porque rompe con lo que damos por hecho, con todo aquello que hasta entonces considerábamos destino.
Pero, entonces, ¿el arte nos puede mover a la empatía, a la compasión o a la simpatía? Como ya he escrito, el arte constituye ideas sensibles, es decir, resulta indisociable del pathos: empatía, em-pathos; compasión, com-passio; simpatía, sim-pathos El arte, para poder ser llamado así, tiene la potencia de conmovernos y disponernos a crear nuevas ideas. Sin embargo, he aquí un secreto: el arte no nos hace sentir igual a todos; en todo caso, está conformado de perceptos y afectos, no de percepciones y afecciones, como señalaban hace poco más de treinta años Deleuze y Guattari (1991) en su obra ¿Qué es filosofía? El arte lanza al mundo una existencia sensible en forma de música, imagen, espacio, volumen o imagen-movimiento, y solamente culminará su existencia en la efectuación de la experiencia estética; es decir, cuando ese cúmulo potencial de perceptos y afectos se concrete en las percepciones y afecciones singulares de una persona.
Aura R. Cruz Aburto es arquitecta por el Tec de Monterrey, maestra en diseño y filósofa por la unam, aunque prefiere pensar que es diseñista y filosofista, algo así como un híbrido entre el arte, el diseño y la filosofía. Es profesora en diversas instituciones e investigadora independiente. Cada vez que algo la inquieta, escribe o dibuja.
La promesa del arte está en conectarnos, pero sin absorber nuestras diferencias, sino acentuarlas, potenciarlas, llevarnos a comprender el valor de nuestras singularidades. Quizá la más grande promesa del arte está en la posibilidad (ojalá no tan lejana) de que este encuentro a la vez convergente y divergente nos llame a no sólo experimentar la conmoción, sino a hacernos creadores de nuevos mundos posibles. Esa será, precisamente, la obra de arte total del pueblo por venir que soñaban Deleuze y Guattari hace aproximadamente 35 años: la construcción de mundos nuevos, necesariamente precedidos por el redescubrimiento por parte de las sociedades de su potencial creativo.
Sí, el arte significa empatía, compasión, creatividad y crítica. Pero es aún algo más: la promesa de la simpoiesis, ¹ la capacidad de crear un mundo común humano y más que humano.+
1 Concepto propuesto por Donna Haraway para explicar el hacer y el convertirse colectivo entre organismos y entornos, que propician relaciones cocreativas.
Cine, redención y empatía
Como cuando se llena un recipiente gota a gota, al final hay una gota que lo hace rebosar; así en una serie de bondades hay por fin una que hace latir el corazón.
Gilberto DíazAlgunas de las habilidades que han permitido la evolución de los seres humanos son la capacidad de desarrollar la comprensión de sus propios sentimientos y la de generar vínculos no sólo de colaboración, sino de un entendimiento profundo de la otredad. Gracias a dicha vinculación, surge la posibilidad de que la empatía se convierta en el eje conductor de aquello que podemos llamar sentido de pertenencia o sentido de comunidad.
En la narrativa cinematográfica, dicha empatía es utilizada muchas veces a manera de chantaje emocional: como una herramienta para generar un vínculo afectivo de la audiencia con la historia que se presenta, por ejemplo, mediante ideas de autoinserción, en las que se busca que los espectadores se identifiquen con los personajes protagónicos de una película, y que en años recientes se ha convertido en tema de discusiones interminables —por no decir que estériles— de quienes buscan una representación más exacta de todo grupo social habido y por haber.
Por otra parte, tenemos historias que han abusado de esa manipulación de las emociones de una forma más general, mediante historias de estructura melodramática en las que el sufrimiento provoca en la audiencia una forma de emancipación catártica. Así es como tenemos películas como A beautiful mind (2001), con un Russel Crowe en el punto más alto de su carrera, o intensos melodramas bélicos como La vita è bella (1998), en la que Roberto Benigni conquistó el mundo con su interpretación del holocausto.
Pero más allá de estos casos de aspiración a un premio Oscar, existen otras películas que mantienen un profundo sentimiento de compasión por la humanidad, desde las estructuras de sus historias hasta el propósito de sus temas y la intención de tratar de entender el sentido profundo de vivir la vida.
Sin duda, el final de la Segunda Guerra Mundial dejó importantes secuelas en la forma de hacer cine y contar historias. Esto no quiere decir que antes de este conflicto en la cinematografía mundial no se contaran historias cargadas de humanismo. The Boy (1921), de Charles Chaplin, representa uno de los primeros ejemplos de la preocupación del comediante británico por denunciar los abusos de la sociedad industrializada y su impacto en las clases bajas. La producción de Chaplin tendría su punto más alto con el discurso final de la sátira antifascista The great dictator (1940).
En Europa, la reconstrucción de la sociedad llevó a un punto de reflexión cuyo escenario fueron las ruinas de ciudades que alguna vez tuvieron fama y esplendor. Ahí, Roberto Rossellini decidió concluir su trilogía iniciada con Roma, cita aperta; en la segunda parte, dejó
Ray BradburyItalia para filmar en las ruinas de una Alemania ya ocupada por los aliados Germania anno zero (1948): la historia de un niño de doce años que lidia con la cruel realidad de un futuro incierto, y a quien una educación “utópica” distorsionada le induce a cometer un asesinato, pues cree que está realizando un gesto compasivo. Rossellini quería compartir con la audiencia una idea: que lo que debía reconstruirse no sólo eran las ciudades, sino la humanidad de quienes padecieron la guerra. El mismo sentimiento aparece en otro filme italiano, Ladri di biciclette (1948), de Vittorio De Sica. No sólo se trata de una cinta famosa por la estrujante relación padre-hijo mostrada en pantalla, también por la demostración del aislamiento y la soledad palpable ante las injusticias sociales, sobre todo con la ironía de que la propia humanidad se ha encargado de construir instituciones que velan por el confort y la protección comunitarios. Su protagonista representa a un hombre que ya está viviendo las consecuencias de la adversidad, con el semblante de alguien que ya es una víctima del sistema y cuya desesperación se aliviaría un poco con un solo momento de empatía.
Pero si en Europa el sentimiento de reconstrucción física también equivalía a otra en el sentido moral, en Japón resultaba necesario en otro nivel: el espiritual. La narrativa y el cine japonés se han enfocado históricamente en explorar el significado de la existencia desde la simplicidad de las cosas. Dos claros ejemplos están en la filmografía contemplativa del gran Yasujiro Ozu o el cine transgresor de Nagisa Oshima. Pero una película en particular de Akira Kurosawa, Ikiru (1952), expresa la profundidad de la búsqueda de sentido dentro de una sociedad cada vez más mecanizada y menos humana.
El título mismo de la película anuncia el desesperado mensaje de un burócrata que ha pasado la mayor parte de su vida tras un escritorio: ¡vivir! La historia de Kanji Watanabe, quien reflexiona durante sus últimos días de vida, aborda el dilema existencial de encontrar un significado o un sentido cuando el placer material no es suficiente. El protagonista
encuentra la máxima dicha en la inocencia de un juego infantil gracias a una subordinada, quien le enseña que el secreto está en la alegría de jugar como los niños.
Las historias sobre infancias también exploran otras perspectivas del sentimiento compasivo, desde el amor por el arte en Dead poets society (1989) hasta el valor de la inocencia y la complejidad de crecer en tiempos convulsos, como sucede en Hope and glory (1987) y Belfast (2022). Pero debemos remontarnos hasta París a finales de los cincuenta para hablar de Les quatre cents coups (1959), película icónica dentro de esa revolución cinematográfica llamada nueva ola francesa, y que representa de igual forma uno de los mejores ejemplos de ese género narrativo denominado coming of age, que simplemente se refiere a esas historias que narran el crecimiento emocional y psicológico desde la inocencia infantil.
En este caso, la cinta nos presenta el conflicto interior de Antoine ante la incomprensión de su familia, sus profesores y la sociedad en general (la cinta es, en sí, una historia semiautobiográfica del director François Truffaut). Además, denuncia las injusticias del trato hacia los delincuentes menores de edad en Francia en ese momento. Ante una sociedad que castiga antes de comprender, la cinta referencia una búsqueda interior casi autodidacta, en la que encontrarse a sí mismo implica dejar atrás la severidad que no sólo el mundo, sino uno mismo ejerce; todo con el objetivo de encontrar la paz necesaria, como en el vaivén de las olas en la playa.
En América Latina tenemos un sinfín de mitos y creencias sobre la forma en que afrontamos la vida, ya sea como una comedia o una tragedia. Nos vemos en la necesidad de mantenernos firmes ante los embates de las desigualdades, las injusticias o las inclemencias de la desgracia fortuita y recurrente. En la filmografía mexicana, el sabor agridulce de las historias no deja mucho espacio para la compasión, y la crudeza pareciera una constante. Vienen a la mente ejemplos como Los olvidados (1950) o Macario (1960).
Sin embargo, en películas como El hambre nuestra de cada día (1959) —una de esas joyas extrañamente poco conocidas y valoradas dentro de nuestra historia cinematográfica—, tenemos la oportunidad de apreciar que la redención es posible si hay algo de compasión que nos ayude a abrir los ojos ante la injusticia de la realidad, además de que nunca es tarde para dejar la mezquindad y hacer un cambio significativo, a pesar de que las circunstancias nos golpeen y destrocen por hacerlo.
Finalmente, incluso cuando todo el sistema conspira para alinear y limitar la libertad, tal y como sucede en One flew over the cuckoo´s nest (1975), la alegoría de un Estado autoritario en la forma de un hospital psiquiátrico, representa uno de los mejores ejemplos de que el trato digno resulta fundamental para nuestra sensibilidad humana; que la libertad, más que un concepto, es algo inherente a nosotros y jamás puede ser doblegado, y que por eso mismo el autoritarismo nunca podrá triunfar, además de que la lealtad a la buena amistad nos llevará a procurar la libertad, incluso por compasión a la dignidad y la memoria.
El cine, de la misma forma que la literatura, se ha encargado de recordarnos nuestra humanidad a través de historias que nos conmueven, pero que, sobre todo, resuenan en lo más profundo de nuestra consciencia: no importa cuán avanzada se encuentre la tecnología o cuánto parezcan deshumanizarnos el consumo excesivo y el materialismo. Lo mejor de nuestro valor humano siempre saldrá a relucir en los momentos de mayor adversidad. Con un poco o mucho de gentileza, la redención siempre será compasiva.+
La compasión y un limón
Una historia de libros y vegetales
Con pasión leemos los libros que nos remueven las entrañas, nos tocan el corazón o conmueven nuestra alma. Con pasión realizamos nuestra vocación o defendemos puntos de vista sobre política, religión, futbol y cualquier otro ideal o causa. Pasiones hay muchas, pero el cultivo de una en específico puede conducirnos a un estado sublime de unión universal: la compasión. O como expresó la teóloga mexicana María Pilar Aquino: “la pasión por el otro”, refiriéndose a la solidaridad por quienes sufren.
Estudié toda mi infancia y adolescencia en instituciones religiosas. En consecuencia, mi concepto de la compasión se formó alrededor de aquellos que padecen hambre, pobreza, enfermedad y muerte. Tras aquello que absorbí mediante lecciones y ejemplos, mi definición de dicha virtud era la lástima. A pesar de que la Real Academia Española las iguale en sinónimos, no son lo mismo. La percepción de que ambos sentimientos son equivalentes ha provocado una grave distorsión. La lástima consiste en observar desde un nivel superior, con el deseo fervoroso de ser exentos del sufrimiento. Como resultado, el socorro al prójimo no se brinda del todo por amor, sino por miedo: a ocupar la posición del desdichado, a los dogmas, a la divinidad, al qué dirán…
La compasión y la lástima coinciden en que reconocen el padecer y también en el deseo de remediarlo. No obstante, el miedo a ser vulnerables nos imposibilita ver y sentir; entonces surge la indiferencia. La lástima nace por la falta de comprensión del significado real de la compasión. No se puede explicar lo que se ignora; no se puede dar de lo que se carece. Yo no me atrevería a afirmar que las siguientes experiencias representan grandes lecciones universales, pero sí me permiten compartir algunos hallazgos en torno a la compasión.
Todo empezó con una ensalada de ejotes.
Vivía en San Miguel de Allende. Tenía 27 años. Estaba en mi departamento, lista para emular la receta de una deliciosa ensalada que comí días atrás. ¿Los protagonistas?: los ejotes. Los lavé, les corté los rabitos y los cociné con agua y sal. Cuando estuvieron listos, los escurrí y los dejé enfriar. Alisté el resto de los ingredientes. Después, al comprobar la temperatura, los corté en bastones. Algo sucedió. Me sentí rara. Ignoré el malestar y seguí manipulándolos, pero la molestia aumentó sin que yo pudiera detenerla ni comprender su origen. Observé mi plato: las vainas verdes cortadas en preciosos trozos, combinadas con tomate, lechuga, aguacate, aceite de oliva, limón y sal. No pude probar bocado. La sensación que me había atacado al inicio se intensificó de tal manera que me fue imposible desdeñarla más. Entonces, el malestar se aclaró. Lo distinguí de forma concisa, aunque me pareció una locura: los ejotes tenían vida. Mi primera reacción fue la náusea y, la segunda, deshacerme de ellos, como si de pequeños cadáveres se tratara. No pude comer nada más. La idea de la vida fuera de mí, en algo que hasta ese momento había considerado inerte (las frutas y las verduras), me resultó abrumadora. Pasaron años antes de que comprendiera que todo en el universo está vivo y que la lástima está muy lejos de la compasión. Los reinos vegetal y el mineral viven. El reino animal no es el único que goza de esa virtud. Como narró Luis Sepúlveda en su novela Mundo del fin del mundo:
—Pedro, ¿usted se explica por qué lo ayudaron las ballenas y no se defendieron antes?
Pedro Chico respondió sin apartar la vista del mar:
— […] Cuando boté la panga y remé hacia el ballenero sabía que los tripulantes me atacarían y que las ballenas, al verme indefenso, atacado por un animal mayor, no vacilarían en acudir en mi defensa… tuvieron compasión de mí.
Aunque la anécdota de los ejotes pueda parecer ridícula, me llevó a un viaje de introspección. Tiempo después, tuve la fortuna de sentir la vida de un enorme y majestuoso árbol. Parada en el marco de la puerta de la cocina, contemplaba la tarde. Era un día agradable, soleado. El viento soplaba sobre mi cabello y mecía las ramas de aquel árbol del patio vecino. Siempre me gustó la naturaleza, pero hasta ese día no la había observado en realidad. Los rayos del sol brillaban en él. Refulgía. Susurraba. Se me crispó la piel. Observé con curiosidad y detenimiento: lo vi agrandarse, orgulloso. Se mostraba satisfecho de ser lo que era y, al mismo tiempo, humilde: el viento movía sus ramas sin reticencia. Una especie de comunicación sucedió entre los dos. Sentí que él me sintió y yo lo sentí a él. Así de simple y mágico. Nos contemplamos mutuamente. Comprendí que él, como yo, estaba vivo. Recordé el consejo de las abuelitas: hablarles a las plantas para que crecieran bonito.
Entre una y otra experiencia, intenté ser vegetariana. Me angustiaba que los seres humanos tuviéramos que matar para alimentarnos, ¿es que no hay otra manera? En El gato del Dalai Lama, de David Michie, encontré un remedio. La novela cuenta la historia de una gatita adoptada por el Dalai Lama, y ésta narra lo que aprende junto a él. Uno de los capítulos explora la alimentación. Sentí que las palabras se desprendían del libro y saltaban del filo de las hojas para caer en mi corazón. Me reconcilié con la comida y con la vida. Entendí que yo pretendía tener compasión hacia todos los seres vivos de este planeta, excepto hacia mí.
Con el tiempo, mi concepto de la compasión se transformó. No se trataba sólo de no sentir lástima ni de ser empática, sino de ir más allá, a las profundidades de una palabra que encierra un significado elevado. La escritora canadiense Alice Munro ya lo dibujaba en su cuento “Dimensiones”:
La señora Sands no habría dicho eso al principio. Hace un año, sin ir más lejos, habría sido más prudente, consciente de que Doree se habría sublevado ante la idea de que alguien… pudiera ponerse en su lugar. Ahora sabía que Doree se lo tomaría… como una manera humilde, incluso, de intentar comprender.
La compasión une, no divide. La lástima te separa de tu igual. La empatía se acerca a la verdadera compasión, pero se encuentra limitada. En la novela de Gioconda Belli El país de las mujeres, la protagonista, Viviana, “quería ser tan empática que hablaba más de la cuenta… ofendía a quienes quería ayudar, pensaba por ellos, no les daba la oportunidad de que buscaran sus propias soluciones”. Desde mi punto de vista, la empatía sólo debe de dar paso a la compasión: dejar que sea esta última la que se manifieste para emprender mejores y más acertadas acciones: abrazar, escuchar, sonreír, ayudar, colaborar, servir, alentar, animar, acariciar, sobre todo: comprender.
Mi última experiencia en el entendimiento de la compasión ocurrió con un limón. Sí. Con un limón del súper. Elegía los mejores: ni tan verdes ni tan amarillos; de piel lisa, no rugosa; cuando me topé con uno que lucía magnífico. Le di la vuelta y, para mi decepción, noté una protuberancia seca en su lomo. Lo solté y seguí buscando limones perfectos. Mientras escarbaba en el cestillo buscando sólo los inmaculados, mi mente seguía atrapada en aquel limoncito defectuoso, hasta que guiada por un impulso lo tomé en mis manos. Sentí una ternura tal que no pude deshacerme de él. Lo eché en la
bolsa y me lo llevé a casa. Fue el primero que utilicé. “Va a estar bien seco”, le comenté a mi madre. “No importa”, concluí. Ella me veía con gracia. El limón defectuoso resultó tan exquisito y jugoso como el más perfecto de los perfectos. Se convirtió en una metáfora. Todos necesitamos sentirnos dignos, a pesar de nuestros defectos.
Ese limón me ayudó a preparar mi camino hacia la verdadera compasión. Si somos capaces de sentirnos afectados por algo que consideramos ínfimo; si nos rendimos a la profundidad que se encuentra en las pequeñas enseñanzas de la vida, ¿qué no será cuando nos enfrentemos a los grandes retos, a los desafíos que irrumpen nuestra vulnerabilidad? La compasión es una virtud que requiere desarrollarse. Nunca hay que minimizar los esfuerzos por empezar a sentirla, primero en nosotros mismos, para irradiarla de forma correcta a todo lo que tenga vida y ejercerla de una manera práctica para el bien común. Compasión es igual a comprensión. Comprensión de la vida en cualquiera de sus manifestaciones. Ahora el otro no eres tú, pero, al final, el otro también eres tú. En “De barro estamos hechos”, un cuento estremecedor basado en hechos reales, Isabel Allende nos narra: “Azucena le hizo entrega de su miedo y así, sin quererlo, obligó a Rolf a enfrentarse con el suyo”. Más adelante concluye: “Rolf quiso consolarla, y fue Azucena quien le dio consuelo a él”.+
El poder de ser valiosos
Introducción
Unos meses después de haber completado mi mandato como gobernador en 2011, mi mundo se desmoronó.
No es que las cosas hubieran salido bien los años anteriores. Tras conseguir la reelección con un porcentaje arrollador del cincuenta y siete por ciento de los votos en 2006, haber implementado políticas ambientales que inspiraron al mundo, y realizado la inversión de infraestructura más grande de la historia de California —inversión que les será útil a los conductores, estudiantes y granjeros de California durante mucho tiempo después de mi partida—, mis últimos dos años y medio en el Capitolio, que pasé en medio de la crisis financiera mundial, fueron como estar atrapado en una secadora de ropa llena de ladrillos. Fueron golpes tras golpes desde todas las direcciones.
En 2008, cuando llegó el azote de la crisis, las personas comenzaron a perder sus hogares, y muy pronto nos enfrentamos a la recesión más grande desde la Gran Depresión, todo porque un grupo de banqueros codiciosos habían puesto al sistema financiero mundial de rodillas. Un día California estaba celebrando una inesperada ganancia récord que me permitió establecer un fondo de reserva. Al día siguiente, el hecho de que el presupuesto de California estuviera demasiado atado a Wall Street nos dejó con una deuda de veinte mil millones de dólares y casi nos arrastró a la insolvencia. Pasé tantas noches encerrado en una habitación con los líderes de ambos partidos en la legislatura, tratando de sacarnos del abismo, que el estado estuvo a punto de reconocernos legalmente como parejas de hecho.
Sin embargo, nadie quería escuchar eso. Los ciudadanos solo sabían que les habíamos cortado los servicios mientras recaudábamos sus impuestos. Podíamos explicarles que los gobernadores no controlan las crisis financieras globales, pero el hecho es que solo eres reconocido cuando la economía se encuentra en fase de crecimiento, aunque no hayas tenido incidencia en ello, por lo que resulta justo que te culpen cuando sucede lo contrario. No es agradable.
No me malinterpretéis. Tuvimos algunas victorias. Aniquilamos el sistema que prácticamente les había otorgado a los partidos políticos el poder de veto sobre los intereses del pueblo, y convertimos a nuestros políticos en absolutos perdedores. Derrotamos a las empresas petroleras que intentaban desmantelar nuestro progreso en materia ambiental, y luego avanzamos de manera aún más agresiva, y desplegamos por todo el estado la energía solar y otras energías renovables, e hicimos inversiones históricas para incentivar al mundo a utilizar tecnologías limpias.
Pero en esos últimos años de la década del 2000 aprendí que puedes implementar algunas de las políticas más innovadoras que el gobierno jamás haya visto y aun así sentirte como un fracasado total, cuando un votante te pregunte por qué no puede conservar su vivienda, o cuando un padre demande saber por qué has recortado el presupuesto de la escuela de su hijo, o cuando los trabajadores exijan saber por qué han sido despedidos.
Por supuesto que esta no fue mi única experiencia
con el fracaso en la esfera pública. Sufrí derrotas contundentes durante mi carrera como fisicoculturista, actué en películas que fueron un fiasco, y más de una vez presencié cómo mi índice de popularidad se desmoronaba al igual que el promedio bursátil Dow Jones.
Pero todavía estaba muy lejos de tocar fondo.
Y no fue la recesión lo que hizo que mi mundo se desmoronara.
Fui yo el responsable. Yo destruí a mi familia.
Ningún fracaso me hizo sentir peor que ese. No contaré esa historia aquí. Ya la conté en otros ámbitos, y otros la contaron por mí en múltiples ocasiones. Todos la conocéis. De no ser así, ya conocéis Google, y sabéis cómo buscarla. Ya hice mucho daño a mi familia, y recorrí un largo camino para reparar esos vínculos; no la convertiré en combustible para una máquina de fabricar chismes.
Lo que diré es que a finales de ese año, me encontré en un lugar que me era familiar y extraño a la vez. Estaba en mi punto más bajo. Ya había estado allí antes. Sin embargo, esta vez tenía la cara contra el barro, me encontraba en un agujero negro, y tenía que decidir si valía la pena limpiarme y comenzar el lento ascenso o simplemente rendirme.
Los proyectos cinematográficos en los que había estado trabajando desde que dejé el Capitolio se evaporaron. ¿El dibujo animado que se basaba ligeramente en mi vida y que me entusiasmaba tanto? Adiós. Los medios me descartaron, mi historia terminaría después de tres actos: fisicoculturista, actor y gobernador. A todo el mundo le gusta una historia que termina en tragedia, en especial cuando es el poderoso quien cae.
Aun así, si alguna vez has leído acerca de mí, es probable que ya sepas que no me rendí. De hecho, me atrae el desafío de tener que volver a levantarme. Es el esfuerzo lo que conduce al éxito y, cuando lo logras, la sensación es maravillosa
El cuarto acto fue la fusión de los tres primeros, combinados para volverme lo más útil posible, y con un agregado extra que no esperaba. Continúo con mi cruzada fitness y fisicoculturista enviando correos electrónicos diarios a miles de personas ávidas por recibirlos y sigo llevando mi festival Arnold Sports a todo el mundo, sigo comprometido con medidas políticas en la organización sin ánimo de lucro AfterSchool All-Stars, donde ayudamos a cien mil niños en cuarenta ciudades de la nación; en el Instituto Schwarzenegger de Investigación de Políticas Estatales y Globales de la Universidad de California del Sur (USC, por sus siglas en inglés), donde promovemos nuestras reformas políticas en todo el territorio de los Estados Unidos, y en la iniciativa ambiental Schwarzenegger Climate Initiative, donde damos a conocer nuestras políticas medioambientales a todo el mundo. ¿Y en cuanto a mi carrera en la industria del entretenimiento? Es la que lo paga todo. En esta ocasión, tras dejar atrás la jungla de Hollywood, donde hacía película tras película, regresé con una serie de televisión, que es un nuevo medio creativo que he estado intentando dominar con gran entusiasmo.
Supe que seguiría adelante con todas esas profesiones. Como siempre os digo, volveré. Pero lo que nunca esperé fue que, como efecto secundario de todo este fracaso, mi redención y reinvención me convertirían en referente de autoayuda. De pronto, me pagaban tanto como a expresidentes por dar conferencias motivacionales a clientes y sus empleados. Otras personas filmaban esas conferencias, las publicaban en YouTube y en las redes sociales, y se volvían virales. Luego mis propias redes sociales comenzaron a crecer, porque cada vez que las utilizaba para compartir mi visión sobre cuestiones urgentes de actualidad o para ofrecer una reflexión tranquila en el medio del caos, aquellos videos se volvían incluso más virales. Las personas realmente parecían obtener provecho de mis enseñanzas, de la misma forma que yo lo había hecho a comienzos de mi carrera al conocer a mis ídolos y leer sobre ellos, muchos de los cuales mencionaré en este libro. Así que me dediqué de lleno a eso. Comencé a proyectar más y más optimismo hacia el mundo. Y cuanto más hablaba, más personas se me acercaban en el gimnasio para decirme que las había ayudado a superar momentos difíciles. +
La niñera
Me dije que no me pondría nerviosa. No me están viendo de verdad, entonces, ¿por qué me late tan fuerte el corazón?
Reviso el ángulo de la cámara y la ajusto por cuarta vez, luego vuelvo a examinar mi atuendo. Es un sujetador bonito con las bragas que hacen juego; lo que viene después no es nada que no haya hecho mil veces.
Solo que, ahora, lo estaré haciendo para un público invisible por una paga.
Respiro profundo y me recuerdo a mí misma que necesito el dinero.
Que es mi cuerpo y me estoy adueñando de él. Todo lo que haga de ahora en adelante es mi decisión, yo tengo todo el control.
Pensar eso me da coraje.
Respiro profundo. Compruebo que la peluca esté bien puesta.
Me acomodo la máscara.
Yo puedo.
Enciendo la cámara.
Capítulo I. Cassie
Voy a quedarme sin casa.
Oigo que Wanda chasquea la lengua allá en su cocina (que, por cierto, no queda tan lejos en un apartamento de sesenta y cinco metros cuadrados) y, cuando levanto la cara del terciopelo añejo de su sofá, la veo agitando una espátula en dirección a mí.
Lana Ferguson–Nada de lloriquear –me ordena–. No te vas a quedar sin casa. Puedes usar el sofá, de ser necesario.
Le hago una mueca al susodicho sofá de terciopelo y ojeo el montón de periódicos que hay en uno de sus extremos, luego al televisor que desafía el tiempo y se niega a morir dentro de su carcasa de madera.
–No quisiera… abusar –titubeo, tratando de no herir sus sentimientos–. Ya se me va a ocurrir algo.
En mi tercer año del posgrado en Terapia Ocupacional… no estaba en mis planes perder mi trabajo de acompañante terapéutica en el hospital infantil. Apenas me venía alcanzando para cubrir el alquiler con el sueldo que me pagaban, y ahora que tuvieron que hacer recortes en el personal, mi apartamento (todavía más pequeño y ubicado frente al de Wanda, cruzando el pasillo) parece estar cada vez más cerca de quedar en el pasado.
–¡Qué dices! –exclama Wanda–. Sabes que eres bienvenida aquí. Con un soplido, me aparto un rizo cobrizo de la cara mientras me incorporo en los cojines del sofá para sentarme. Conozco a Wanda Simmons hace ya casi seis años, cuando me invitó a su casa a tomar el té un día que me quedé fuera de mi apartamento durante la primera semana que me mudé aquí. Que una mujer de setenta y dos años se convirtiera en mi mejor amiga no estaba precisamente en la lista de cosas que quería lograr aquí, pero quizá ella sea más interesante que yo, así que supongo que es algo bueno.
–Wanda –suspiro–, te quiero, lo sabes; pero… tienes un solo baño y no tienes wifi. Lo nuestro jamás funcionaría.
–Es la diferencia de edad, ¿no? –dice con un puchero.
–Para nada. Siempre vas a ser la mujer de mi vida.
–Solo digo. La opción está.
–¿Y qué vas a hacer cuando traigas a tus hombres del bingo y yo esté acá, sentada en tu sofá?
–Ah, no te vamos a molestar. Nos iremos a la habitación.
Pongo cara de disgusto.
–Apoyo al cien por ciento que la pases bien, pero no tengo ninguna intención de estar del otro lado de estas paredes delgadísimas cuando eso suceda.
Wanda suelta una risita mientras revuelve la salsa para sus albóndigas.
–Siempre puedes volver a hacer lo de los videos en tetas.
Emito un quejido.
–Por favor, no les digas «videos en tetas».
–¿Qué tiene? Son videos. Muestras las tetas. Te pagan.
Dejo caer de nuevo la cabeza y hundo la cara en el sofá. La noche que le revelé mi… historia con OnlyFans, no me imaginé que ella fuera a llevarse mejor que yo con el tequila. Un poco me arrepiento de habérsela contado. No es que me avergüence ni mucho menos. Era un buen ingreso. Aceptar dinero de gente que quería darse placer un rato fue una decisión fácil ante la inminencia de una factura de la universidad que, de lo contrario, no habría podido empezar a pagar. O sea: unas buenas tetas deberían generar ingresos. Creo que es una frase de Margaret Thatcher.
–Sabes que no puedo –suspiro–. Eliminé mi cuenta. Ya no tengo suscriptores. Me llevaría unos dos años recuperar la cantidad que tenía. Además, ya aprendí la lección la primera vez. Al menos eso sí me lo guardé para mí.
–Y, entonces, ¿qué vas a hacer? ¿Has estado buscando trabajo?
–Lo estoy intentando –rezongo mientras paso en la pantalla de mi teléfono los anuncios de «Se busca empleado» que, en su mayoría, no rindieron ningún fruto–. ¿Por qué publican anuncios para buscar empleados si después no van a responder?
–Hay demasiada gente en esta ciudad. –Chasquea la lengua–. Cuando me mudé aquí, caminabas por la calle y reconocías a la gente. Ahora parece un avispero. Todo el mundo siempre está agitado. ¿Sabías que existe una maldita tienda donde ni siquiera se usa tarjeta? Solo entras y sales. Me pasé todo el rato sintiendo que estaba robando. Casi me da taquicardia.
–Sí, ya hablamos de esa tienda, ¿te acuerdas? Te ayudé a configurar tu cuenta.
–Ah, sí. Si nos descuidamos, de repente van a estar mandándonos las compras por el aire hasta la puerta.
–Wanda, odio ser yo la que te lo diga, pero eso ya lo hacen.
–¿De verdad? Mmm. Deberías configurarme eso también. Me ahorraría la maldita caminata.
–Parece que al final no te opones tanto al futuro.
–Sí, como digas. ¿Y la cafetería de la Quinta Avenida?
–No me darían permiso para que vaya a hacer las prácticas de laboratorio en el campus.
–Bueno, Sal andaba diciendo que le vendría bien un poco de ayuda con…
–No voy a trabajar en el deli –respondo con firmeza–. Sal toquetea demasiado.
–Siempre me gustó un poco eso de él –se ríe Wanda.
–¿No estás muy vieja para estar tan caliente?
–Estoy vieja, Cassie. No muerta.
–En serio, no sé qué voy a hacer –me lamento.
–Fíjate otra vez en los anuncios. Tal vez pasaste algo por alto.
–Me he fijado como diez veces –bufo.
LEÍDOS LOS
FICCIÓN
JÓVENES
LA BIBLIOTECA DE LA MEDIANOCHE
Matt Haig
EDITORIAL PATRIA
Entre la vida y la muerte hay una biblioteca. Y los estantes de esa biblioteca son infinitos. Cada libro da la oportunidad de probar otra vida que podrías haber vivido y de comprobar cómo habrían cambiado las cosas si hubieras tomado otras decisiones... ¿Habrías hecho algo de manera diferente si hubieras tenido la oportunidad?
LOS SIETE MARIDOS DE EVELYN HUGO
Taylor Jenkins Reid
UMBRIEL
Evelyn Hugo, el icono de Hollywood que se ha recluido a su edad madura, por fin decide contar la verdad sobre su vida llena de glamour y de escándalos. Pero cuando para ello elige a Monique Grant, una periodista desconocida, nadie se sorprende más que la propia Monique. ¿Por qué ella? ¿Por qué ahora? Monique no está precisamente en su mejor momento. Su marido la abandonó y su vida profesional no avanza. Aun ignorando por qué Evelyn la ha elegido para escribir su biografía, Monique está decidida a aprovechar esa oportunidad para dar impulso a su carrera.
CUENTOS GATUNOS
Varios autores
EDICIONES GANDHI
Explora el lado más siniestro de los felinos con esta antología de cuentos de horror escritos por célebres maestros de la literatura. En el reino gótico de Edgar Allan Poe, los gatos son heraldos de la fatalidad. El terror cósmico de Lovecraft devela el funesto destino de quien perturba el orbe felino. Una pantera brasileña lleva a Conan Doyle a escudriñar los límites entre lo extraño y lo racional. Sheridan Le Fanu recurre a la mitología celta para incursionar en el territorio de lo sobrenatural. Los gatos hacen alianzas con las fuerzas oscuras en los relatos de Bram Stoker y Algernon Blackwood, e infunden terror psicológico en las líneas de E. F. Benson. Finalmente, Ambrose Bierce mezcla el espanto y la ironía en una historia de amor y muerte.
ROMPER EL CÍRCULO
Colleen Hoover
PLANETA
A veces quien más te quiere es quien más daño te hace. Lily no siempre ha tenido una vida fácil, pero eso nunca le ha impedido luchar por lo que quiere y ha recorrido un largo camino para llegar a donde está ahora. Su vida comienza a cambiar el día que Ryle Kincaid, un extraordinario neurocirujano, se fija en ella. Ryle es asertivo, terco, tal vez incluso un poco arrogante, pero también es sensible, tremendamente atractivo, brillante, y tiene una debilidad total por ella. Todo en él es perfecto, salvo su completa aversión a las relaciones, así que cuando Lily se da cuenta de que ella es la excepción a su regla de no tener citas, no puede evitar preguntarse por qué ha tomado esa decisión.
EL VIENTO CONOCE MI NOMBRE
Isabel Allende
PENGUIN RANDOM HOUSE
Una conmovedora novela de violencia, solidaridad, amor y redención, que narra las historias entrecruzadas de dos niños unidos por el desarraigo. Samuel Adler es un niño judío de seis años cuyo padre desaparece durante la Noche de los Cristales Rotos. Su madre, desesperada, le consigue una plaza en un tren que lo llevará desde la Austria nazi hasta Inglaterra. Ocho décadas más tarde, Anita Díaz, de siete años, sube con su madre a bordo de otro tren para escapar de un inminente peligro en El Salvador y exiliarse en Estados Unidos.
HEARTSTOPPER 5
Alice Oseman V & R EDITORAS
HÁBITOS ATÓMICOS
James Clear PAIDÓS MÉXICO
Este libro parte de una simple pero poderosa pregunta: ¿sómo podemos vivir mejor? Sabemos que unos buenos hábitos nos permiten mejorar significativamente nuestra vida, pero con frecuencia nos desviamos del camino. ¿Por qué es tan fácil caer en los malos hábitos y tan complicado seguir los buenos? James Clear nos brinda fantásticas ideas basadas en investigaciones científicas, que le permiten revelarnos cómo podemos transformar pequeños hábitos cotidianos para cambiar nuestra vida y mejorarla.
ESTE DOLOR NO ES MÍO. IDENTIFICA Y RESUELVE LOS TRAUMAS FAMILIARES HEREDADOS
Mark Wolynn
ESPASA MÉXICO
Uniendo los puntos de vista científico, psicológico y humano, la autora nos ofrece una reflexión profunda, salpicada de útiles consejos y con vocación eminentemente didáctica, acerca de la aplicación de nuestras propias capacidades para procurarnos una existencia plena y feliz: conocer y optimizar determinadas zonas del cerebro; fijar metas y objetivos en la vida; ejercitar la voluntad; poner en marcha la inteligencia emocional; desarrollar la asertividad; evitar el exceso de autocrítica y autoexigencia; reivindicar el papel del optimismo.
EL HOMBRE EN BUSCA DE SENTIDO
Viktor E. Frankl HERDER
El doctor Frankl, psiquiatra y escritor, suele preguntar a sus pacientes aquejados de múltiples padecimientos: ¿por qué no se suicida usted? Y, muchas veces, de las respuestas extrae una orientación para la psicoterapia a aplicar: a éste, lo que le ata a la vida son los hijos; al otro, un talento, una habilidad sin explotar; a un tercero, quizás, sólo unos cuantos recuerdos que merece la pena rescatar del olvido. Tejer estas tenues hebras de vidas rotas en una urdimbre firme, coherente, significativa y responsable es el objeto con que se enfrenta la logoterapia. En esta obra, Viktor E. Frankl explica la experiencia que le llevó al descubrimiento de este enfoque.
ALAS DE SANGRE
Rebecca Yarros PLANETA
INVISIBLE
Eloy Moreno NUBE DE TINTA
EL SUTIL ARTE DE QUE TE IMPORTE UN CARAJO
Mark Manson HARPER COLLINS
Por décadas se nos ha dicho que el pensamiento positivo es la clave de la felicidad, la esencia de una vida próspera. Pero en los días que vivimos hoy eso se acabó. Seamos honestos: algunas veces las cosas estarán mal y nosotros tenemos que vivir con eso. Por lo que la clave es dejar de tratar de ser positivo todo el tiempo y, en lugar de eso, manejar la adversidad. Es tiempo de presentarte la antítesis de los libros de desarrollo personal, una forma distinta de alcanzar la buena vida: cuando empezamos a dominar el sutil arte de mandar las cosas al diablo.
MEDITACIONES
Marco Aurelio
EDICIONES GANDHI
A lo largo de los siglos, las Meditaciones de Marco Aurelio han sido reconocidas como un lúcido instrumento de introspección y análisis, un incisivo breviario filosófico, un libro de su propia memoria lleno de sabiduría, orientación práctica y profunda comprensión del comportamiento humano. No hay definición que pueda abarcar la complejidad de esta obra única, que el emperador Marco Aurelio (121–180 e. c.) escribió en los últimos años de su vida, en la que examina su pasado y su propia conducta, en un marco de referencia ético y filosófico basado en un enfoque estoico.
LAS LUCES DE FEBRERO (MESES A TU LADO 4)
Joana Marcús MONTENA
CUANDO NO QUEDEN MÁS
ESTRELLAS QUE CONTAR
María Martínez
CROSSBOOKS MÉXICO
ELECTRÓNICOS
TERAPIA
PARA LLEVAR
Ana Pérez, Nací Dramática MONTENA
La salud mental no cae del cielo. ¿Estás desconectado de ti mismo?
¿Sientes que te pasa algo, pero no sabes qué es? ¿La opinión de los demás te condiciona demasiado? Descubre cien herramientas prácticas y fáciles de aplicar que mejorarán tu día a día. Escúchate, entiende tus emociones y, sobre todo, actúa para mejorarlas. Te ha costado años conocer a las personas de tu alrededor. Conocerte a ti también te llevará tiempo...
LA SOCIEDAD DE LA NIEVE
Pablo Vierci
PLANETA MÉXICO
Cincuenta años después de la tragedia de los Andes, los sobrevivientes narran cómo lograron superar lo insuperable. El 13 de octubre de 1972, un avión de la Fuerza Aérea Uruguaya se estrelló en la cordillera de los Andes. Iban a bordo 45 personas, 16 de las cuales fallecieron en el acto o pocas horas después. A cuatro mil metros de altura y 30 grados bajo cero, sin abrigo ni comida, la relación entre víctimas y sobrevivientes se invirtió y sólo regresaron con vida 16. Pablo Vierci, compañero de colegio de los sobrevivientes y de muchos de los que murieron, recrea a través de sus voces el mundo del que provenían, los momentos previos al accidente, la experiencia en la montaña, la decisión de alimentarse de los cuerpos de sus compañeros, la expedición en busca de ayuda, los días posteriores al rescate y la vida que siguió a la tragedia.
NADIE TIENE QUE SABERLO EXCEPTO TÚ
Madame G. RougeBRUGUERA
El libro para sanar tu corazón que causa furor en TikTok. Nadie tiene que saber el contenido de este libro, excepto tú. Sus páginas son un lugar seguro para ti. La vida está llena de altibajos, y a veces nos enfrentamos a situaciones difíciles que nos hunden y hacen que nos sintamos desesperadas. Si has pasado por una ruptura amorosa, la pérdida de una amistad, una pelea familiar o cualquier otro momento difícil y estás buscando una manera de superar este periodo complicado y mirar al futuro con esperanza y optimismo, este libro es para ti.
NO ME PUEDES LASTIMAR
David Goggins
LIONCREST PUBLISHING
Para David Goggins, la infancia fue una pesadilla. La pobreza, los prejuicios y los malos tratos físicos colorearon sus días y atormentaron sus noches. Pero gracias a su autodisciplina, su fortaleza mental y trabajo duro, Goggins pasó de ser un joven con sobrepeso, deprimido y sin futuro, a convertirse en un icono de las Fuerzas Armadas estadounidenses y en uno de los mejores atletas de resistencia del mundo.
CADÁVER EXQUISITO
Agustina Bazterrica
ALFAGUARA
Una despiadada distopía en la que Agustina Bazterrica inspira, con el poder explosivo de la ficción, debates de suma actualidad. La súbita aparición de un virus letal que ataca a los animales modifica de manera irreversible el mundo: desde las fieras hasta las mascotas deben ser sistemáticamente sacrificadas, y su carne ya no puede ser consumida. Los gobiernos enfrentan la situación con una decisión drástica: legalizando la cría, reproducción, matanza y procesamiento de carne humana. El canibalismo es ley y la sociedad ha quedado dividida en dos grupos: los que comen y los que son comidos.
EL PRINCIPITO
Antoine de Saint-Exupéry EDICIONES GANDHI
EL LIBRO SALVAJE
Juan Villoro FONDO DE CULTURA ECONÓMICA
ARTE Y RECREACIÓN
DESCUBRE A LOS MEJORES AMIGOS
Tomas García Cerezo
HACHETTE BIENESTAR
Los mejores amigos de los héroes de las películas de Disney y Pixar están listos para ser descubiertos sólo con llenarlos de color. Cada lámina esconde un buen amigo que te encantará con su simpatía y genialidad. Esta actividad con guía de colores, además de ser recreativa, te dará grandes beneficios para relajarte, y hará que se te olviden las situaciones de estrés del día.
DESCUBRE A LOS MÁS VILLANOS
Tomas García Cerezo
HACHETTE BIENESTAR
Los más villanos de las películas Disney se reúnen aquí, pero no es fácil descubrir quién se encuentra en cada página. Habrá que descubrir a los malvados personajes coloreando los dibujos y siguiendo la guía de color. Esta actividad, además de recreativa, te brindará bienestar mientras gestionas tus emociones y te tomas un respiro.
COCINOLOGÍA
Stuart Farrimond
DORLING KINDERSLEY (DK)
Descubre con Cocinología los conceptos fundamentales de la cocina revelados junto con prácticos consejos y técnicas paso a paso, que harán de tu cocina un auténtico laboratorio. Encuentra las respuestas a las preguntas que hasta ahora no tenían solución con capítulos dedicados a los principales alimentos y preparaciones: carnes, aves, pescados, legumbres y cereales o vegetales.
MINIANTIESTRÉS | EL PODER DE LAS CHICAS
Graciela Iniestra García
HACHETTE LIVRE
Las figuras femeninas de Disney tienen una gran relevancia en las historias de las películas gracias a su encanto y simpatía. Aunque su papel no siempre es el de heroínas o villanas, todas ellas gozan de gran inteligencia y capacidad para resolver sus propios retos. Ésta es la personalidad que se imprime en las maravillosas láminas de este libro.
DISNEY 100 AÑOS DE EMOCIONES
Tomas García Cerezo
HACHETTE BIENESTAR
Libro conmemorativo de los cien años de Disney. Incluye láminas para colorear de los parques temáticos de Disney. Los dibujos de los parques muestran a los personajes más populares y representativos de las películas Disney divirtiéndose en las diferentes atracciones.
DIARIO DE GREG 1 UN RENACUAJO
Jeff Kinney MOLINOMOMO
Michael Ende ALFAGUARA INFANTIL
HARRY POTTER Y LA PIEDRA FILOSOFAL
J. K. Rowling SALAMANDRA INFANTIL Y JUVENIL