magellan De viajero a viajero
Año 3 - Octubre 2017
ÁFRICA MÁS ALLÁ DEL MONTE NIMBA
BUDAPEST BELLEZA EN ESTADO PURO
PORTUGAL
JAPÓN VIAJE EMOCIONAL POR TIERRAS NIPONAS
DESCUBRIENDO ÓBIDOS
CANADÁ
RECORRIENDO LA COSTA ESTE
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magellan De viajero a viajero
magellan De viajero a viajero
Año 3 - Octubre 2017
EDITORIAL ÁFRICA MÁS ALLÁ DEL MONTE NIMBA
BUDAPEST
Año 3 - Nº33 - Octubre 2017 Publicación de periodicidad mensual
BELLEZA EN ESTADO PURO
PORTUGAL
JAPÓN VIAJE EMOCIONAL POR TIERRAS NIPONAS
DESCUBRIENDO ÓBIDOS
CANADÁ
RECORRIENDO LA COSTA ESTE
Editor Fabrizio Rodilossi fabrizio@magellanmag.com Redacción Laura Fabregat redaccion@magellanmag.com Redes sociales Gonzalo Paraíso redes@magellanmag.com Publicidad publicidad@magellanmag.com Marketing marketing@magellanmag.com Han colaborado en este número Txema González Allende Jordi Canal-Soler Alejandra Catón Maria Clara Camps M.Pilar Cabrerizo Leyre San Blas Suscripciones Suscríbete y te mantendremos informado sobre la salida de cada número y acerca de todas las novedades de Magellan. Contacto Tel. +34 680624660 info@magellanmag.com Web www.magellanmag.com
‘Magellan’ no se hace responsable de los artículos firmados por los autores. Foto de portada: Jardín botánico de Montreal
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Cuando el viaje lo puede todo
E
n uno de los artículos de este mes que nos lleva hasta la lejana y desconocida Guinea Conakry, Jordi Canal-Soler nos explica con todo detalle la gran aventura y el desafío que supuso poder acceder a todos los permisos que se necesitaban para llegar al objetivo previsto del Monte Nimba. Mientras leíamos lo complicado del proceso, hemos reflexionado mucho sobre la dificultad que representa en ocasiones poder llegar al destino deseado. Visados complicados que requieren meses de espera, controles policiales que desanimarían al viajero más avezado; en otras ocasiones vacunas y controles sanitarios antes de llegar al país, y una lista infinita de “bloqueantes” que a pesar de todo no desaniman al viajero decidido. La realidad es que el viaje lo puede todo, y ante el empeño, decisión y valentía del viajero determinado no existe nada que lo pueda frenar. Es todo un privilegio que el mundo siga viajando a pesar de que a veces los astros se empeñan en desalinearse y es una suerte que en Magellan lo podamos seguir contando. En este número nos vamos desde una desconocida zona de África, al espectacular Canadá, callejeamos por la bella Budapest, recorremos el exótico Japón y acabamos en la siempre nostálgica Portugal.
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¡Atrévete!
SUMARIO
BUDAPEST CANADÁ
PORTUGAL
JAPÓN
MONTE NIMBA
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06 Noticias Damos un repaso a las noticias y
de viajes 10 Apps Las apps aconsejadas para facilitar la vida
eventos más candentes que han tenido lugar alrededor del mundo.
del viajero. Este mes proponemos 4 nuevas apps para organizar mejor tu viaje.
mejor foto de mi viaje 08 La Londres, Argentina, Córcega y Siena
Costa Este de Canadá 12 La Explorando la parte del país que alberga
son los lugares en el punto de mira de nuestros lectores este mes.
ciudades tan bellas como diferentes junto a encantadores rincones naturales.
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SUMARIO
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allá del Monte Nimba 26 Más Cuando a pesar de la burocracia nece-
a Japón en ocho sentimientos 52 Viaje Un viaje emocional del cuerpo y de la
saria para llegar a esta zona de Guinea Conakry la aventura ha valido la pena.
mente, un recorrido muy especial que cambiará al viajero para siempre.
de Stendhal en Budapest 44 Síndrome La capital húngara es la combinación perfecta de tradición, cosmopolitismo y vanguardia.
sueño. Óbidos. Portugal 60 Mi La preciosa ciudad amurallada a pocos kilómetros de Lisboa esconde un verdadero paraíso para los amantes de los libros.
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NOTICIAS El BlaBlaCar de los barcos De la misma manera que la empresa Blablacar conecta a viajeros que quieren compartir un viaje en coche, la compañía Sailwiz ha lanzado una plataforma que conecta a patrones de embarcaciones con viajeros que quieren surcar los mares, ya sea en grupo o viajando de manera individual. El propietario del barco o el patón publica la ruta con el número de plazas disponibles y los viajeros que estén interesados solo tienen que contactar con la empresa. Más información en: www.sailwiz.com
Festival del cine de Sevilla El certamen cinematográfico de la capital hispalense celebra este año su catorceava edición y lo hace con a presencia de 32 países y casi un centenar de directores. Una atractiva programación que incluye más de 200 titulos y que consolida la importante de este festival en el que se presentaran 20 estrenos mundiales. La película “Oro” , basada en un relato breve de Arturo Pérez Reverte, y dirigida por Agustín Díaz tendrá su premier durante el festival. http://festivalcinesevilla.eu/es
WTM 2017 London World Travel Market 2017 ,la feria del turismo de Londres, celebra· la edición de este año entre el 6 y el 8 de noviembre en el recinto ferial Excel London. Este importante acontecimiento turístico a nivel mundial reúne en esta cita las últimas novedades e innovaciones relacionadas con el sector turístico. El evento londinense congrega a las empresas y profesionales más destacados del sector de los viajes. Todos los detalles en: http://london.wtm.com
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NOTICIAS Subiendo las escaleras más “gustosas” de Sicilia
TOP 10 MUSEOS MÁS VISITADOS Según el informe anual TEA/AECOM estos han sido los museos que han registrado el mayor número de visitantes el pasado año:
La tercera edición del evento “Le Scale del Gusto” se celebra los días 14 y 15 de octubre en la bella localidad de Ragusa Ibla, el mejor escenario posible para una fiesta de estas características. Le Scale del Gusto reúne lo mejor del territorio en un evento cuyo objetivo es valorizar y promocionar las tradiciones enogastronómicas y culturales de la zona. Los visitantes pueden ejercitar durante su recorrido por estas escaleras tan significativas no únicamente el sentido del gusto, sino también el de la vista, el tacto, el oído y el del olfato, en esta extraordinaria explosión sensorial que llega a su tercera edición avalada por una excelente acogida tanto por parte de los ragusanos como por viajeros procedentes de varias partes del mundo. La Asociación de Promoción Turistica Sud-Tourism, es la responsable de la organización de este importante evento pensado para quien ama la cultura, las tradiciones y la buena gastronomía. Más información: www.scaledelgusto.it
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Museo Nacional de China, Pekín. El museo de las artes y la historia de China.
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National Air and Space Museum, Washington DC. El museo espacial por excelencia.
3
Museo del Louvre, París. El celebérrimo museo pierde posiciones en favor de Pekin.
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Museo Nacional de Historia Natural, Washington. Cuarta posición con 7.500.000 de visitantes.
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The Metropolitan Museum of Art, Nueva York. El Met es siempre una cita imperdible en NY.
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British Museum, Londres. La atracción turística más popular del Reino Unido.
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Museo de Ciencia y Tecnología, Shangái. Más de 6.000.000 de visitantes para este museo chino.
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National Gallery, Londres. Van Gogh, Velazquez o Rubens son algunos de los grandes de este museo.
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Musei Vaticani, Vaticano. Uno de los museos más amados y visitados de todos los tiempos.
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Tate Modern, Londres. El museo de arte moderno más visitado del mundo.
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Londres, Camden Town
Barbara Barrios
Argentina, Puerto Madryn
Miguel Àngel Pes
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Córcega
Francesca Cesana
Siena, Piazza del Campo
Yolanda Peris
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APPS DE VIAJES
CityMaps2Go
Wiffinity
Con CityMaps2Go es posible descubrir destinos increíbles, guárdarlos, organízarlos en listas y compártirlos con los amigos. No hace falta tener roaming de datos ni WiFi porque CityMaps2Go incluye también mapas y guías que se pueden descargar y consultar sin conexión. Disponibles 6.700 mapas interactivos de todo el mundo, Millones de puntos de interés, el GPS averigua tu posición y realiza búsquedas de lugares cercanos.
Wiffinity es una aplicación que te permite acceder a puntos WIFI en todo el mundo. Para los viajeros de hoy en día el acceso a internet y WIFI es una necesidad básica y esta App ayuda a estar conectado de manera fácil. Wiffinity crea, accede y mantiene una base de datos de los WIFI’s de bares, restaurantes, cafeterías, hoteles, etc., siempre de una manera segura y con la intención de ofrecer conectividad.
ViajerosPiratas
ViaMichelin
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ViaMichelin es una aplicación gratuita y sin suscripción. que proporciona al viajero mapas, itinerarios con información sobre el estado del tráfico en tiempo real, con opción de navegación GPS vocal. La App indica asimismo en el mapa los diferentes servicios disponibles a lo largo de la ruta, como las áreas de servicio, los hoteles o restaurantes.
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La Costa Este de Canadá Explorando la parte del país que alberga ciudades tan bellas como diferentes junto a encantadores rincones naturales TEXTO Y FOTOS TXEMA GONZÁLEZ ALLENDE FECHA DEL VIAJE JULIO 2010
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A
unque la imagen que nos suele venir a la cabeza cuando hablamos de Canadá es la de los espectaculares paisajes naturales de los Parques Nacionales del Oeste, la costa Este alberga también grandes tesoros naturales y unas cuantas ciudades muy interesantes y diferentes entre sí. A lo largo de este viaje de 15 días recorreremos los principales lugares de interés de Ontario y Quebec, los dos principales estados de la costa este de este maravilloso país. Salimos de Bilbao y volamos a Toronto. Toronto es una ciudad enorme que destaca por su lago y la torre de la CN, un espigado
“pirulí” que domina el skyline de la ciudad junto con la cúpula del Rogers Centre – el estadio de la ciudad -. Aunque Toronto es muy grande, la mayor parte de lugares de interés se concentran en un área compacta, en torno al downtown y su salida al lago Ontario. Fue precisamente en esta zona del lago donde pasamos la tarde después del vuelo. Es una zona muy agradable para pasear, con bares, restaurantes y buenas vistas hacia el archipiélago y hacia los rascacielos del centro. Hay una zona con puentes muy pintoresca y hasta una galería de arte en una antigua planta eléctrica. Aprovechamos para hacer un crucero por las islas de Toronto.
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Skyline de Toronto desde el archipiélago
El barco nos ofrece una preciosa vista de la ciudad desde el lago y pasa por los canales entre varias de las islas, la gran zona de ocio de la ciudad. El día siguiente lo dedicamos a conocer el centro de la ciudad, paseando por sus avenidas y disfrutando de la arquitectura. Subimos a la CN Tower. Las vistas son impresionantes, y la subida se hace en un ascensor por el exterior de la torre. Vimos edificios como los museos de Royal Ontario y la Galería de Arte de Toronto. Un edificio clásico digno de destacar es el mercado de St
Lawrence en el centro, donde puedes encontrar todo tipo de productos típicos. También pintoresco es el antiguo teatro Alexandra. El Ayuntamiento, el antiguo Ayuntamiento o el parlamento de Ontario también son impresionantes. Otras zonas interesantes son Little Italy – el colorido barrio italiano – y la zona de Yorkville, una zona de tiendas y bonitas casas de ladrillo. A la mañana siguiente pasamos por el Chinatown de Toronto, un grupo de calles muy curiosas con comercios de lo más variopinto
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y visitamos la Casa Loma, un castillo clásico en el norte de la ciudad. Después condujimos hora y media hasta las cataratas del Niágara. Al entrar en el pequeño pueblo nos encontramos con la gigantesca caída de agua de frente, y nos dejó con la boca abierta. Además de pasear por el borde de las cataratas y sacar infinidad de fotos desde los miradores recomiendo sin duda el paseo en el mítico barco Maid of the Mist, donde armado con tu chubasquero llegas lo más cerca posible de catarata: una sensación indescriptible. Ade-
más descendimos por un ascensor para ver a través de un hueco excavado en la roca la caída de agua desde atrás. Pasamos a Estados Unidos por un puente que cruza el río a una buena altura – Rainbow Bridge- y que hace de frontera. Desde el lado americano se puede ver muy de cerca la caída de agua secundaria – la que no tiene forma semicircular-, también impresionante. Hay un parque con diferentes miradores y como era 4 de Julio pudimos disfrutar de los fuegos artificiales sobre las cascadas, iluminadas con luces de colores.
Vistas de Toronto desde la CN Tower
Vistas de las cataratas del Niágara desde USA
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Maid of the Mist en las cataratas del Niágara
Tras pernoctar en Toronto, viajamos hasta Ottawa. De camino paramos en el Parque provincial de Sandbanks en el condado de Prince Edward, una península que se adentra en el lago Ontario. El parque ofrece preciosos paisajes costeros y tres enormes playas de arena con unas dunas altísimas, una mezcla de paisajes realmente pintoresca. Después seguimos hacia la histórica ciudad de Kingston, donde el lago Ontario desemboca en el río San Lorenzo. Es una tranquila localidad donde podemos ver el precioso edificio del ayuntamiento y pasear junto al lago donde hay algunas esculturas y edificios históricos como un fortín británico. También visitamos el Kingston Penitentiary – el penal - y el Fort Henry. Desde Kingston comienzan los cruceros por la zona de las Thousand Islands -1000 islas- en el río San Lorenzo, un tramo repleto de pintorescos islotes.
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DNI DEL VIAJERO Nombre: Txema Apellidos: González Allende De: Bilbao (España) Edad: 43 años Ingeniero, fundador de la app y blog de viajes TravelEchoes. Enganchado a los viajes desde que tengo uso de razón. Aunque ahora con niños tengo que plantear los viajes de otra manera seguimos viajando cada vez que podemos. Me encanta viajar en coche a mi aire porque me da mayor libertad y también soy un apasionado de la fotografía, otra afición que se complementa perfectamente con la de viajar.
Como no teníamos tiempo tuvimos que conformarnos con seguir el curso del río por la carretera y hacer paradas en lugares desde donde había buenas vistas. El mejor tramo es el que sigue la Thousand Islands Parkway, que discurre muy cercana al río. Siguiendo el curso del río se llega a Prescott, un bonito pueblo a orillas del San Lorenzo con un precioso paseo junto al río. Llegamos a Ottawa de noche, donde disfrutamos de un espectáculo de luces en los edificios del Parlamento, con imágenes de la historia y de la riqueza natural del país proyectadas sobre el espectacular edificio. El día siguiente exploramos Ottawa. El centro de Ottawa es muy compacto y se puede visitar en un día. Visitamos el conjunto de los edificios del Parlamento, donde pudimos
asistir a la ceremonia del cambio de guardia con los soldados y sus típicos uniformes. Desde la colina donde se asientan estos edificios pudimos disfrutar de buenas vistas del río Ottawa. Bajamos por Wellington St – donde hay una buena cantidad de edificios oficiales – hasta cruzar el río por un puente que pasa por encima de la isla Victoria. Ayuntamiento de Kingston
Edificios del Parlamento en Ottawa
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Canal de Rideau en Ottawa
Cruzamos así a Gatineau en Quebec donde hay un complejo de museos y zonas verdes muy bonito y con fenomenales vistas sobre Ottawa. Cerramos el recorrido circular por el puente de estructura metálica de Alexandra desde donde se pueden ver las esclusas del canal de Rideau que se comunican con el río Ottawa. En el otro lado del puente se puede ver la Galería Nacional de Canadá. Toda esta zona es preciosa, con majestuosos edificios, zonas verdes, el río… El cercano Byward Market es una zona de tiendas y edificios bajos muy pintorescos con mucho ambiente. Después seguimos a lo largo del canal de Rideau adentrándonos en la ciudad. Es otra zona muy bonita, con elegantes edificios y más zonas verdes con terrazas junto al canal. Llegamos hasta el Ayuntamiento y al parque Confederation donde había preciosos tótems indígenas. Lago Tremblant en el P.N. del mismo nombre
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Chateau de Quebec
Con el nuevo día nos dirigimos al Parque Nacional de Mont Tremblant. Nos alojamos en el coqueto pueblo del mismo nombre, básicamente una estación de esquí dedicada a las actividades al aire libre en verano. Subimos en teleférico a las montañas cercanas al pueblo desde donde una torre forestal había unas vistas espectaculares del lago Temblant. También pudimos alquilar una embarcación a motor para recorrer el lago. Por la tarde hicimos un par de rutas sencillas en el parque nacional para visitar las cascadas de Chute du Diable y Chutes Croches. Y finalmente nos dio tiempo a subir al mirador de La Roche, con preciosas vistas sobre el lago Monroe. El parque no es tan espectacular como los de la costa oeste. Sin embargo merece la pena una visita por la cantidad de lagos y riachuelos que lo atraviesan.
El siguiente destino era Quebec, capital del estado homónimo. Sin duda es la ciudad que más nos gustó y la que tiene un carácter más europeo. Su centro histórico está amurallado y dominado por un impresionante Chateau, hoy en día un hotel. El centro parece el de una ciudad francesa con calles adoquinadas y preciosas casas. Desde la explanada del Chateau - Terrasse Dufferin - hay amplias vistas sobre el río San Lorenzo. En la parte baja, a nivel del mar está la parte más pintoresca con la encantadora plaza Royale y sus alrededores. Pasamos buena parte del día recorriendo esta zona, callejeando y disfrutando del animado ambiente. También exploramos la ciudadela, detrás del Chateau, y los campos de Abraham, con algún edificio histórico y zonas verdes con buenas vistas. La zona costera bajo el castillo es también muy agradable para pasear
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y ofrece vistas espectaculares de la zona vieja con el castillo en la cima. De la parte moderna de la ciudad visitamos la zona de Montcalm, cerca de los campos de Abraham con muchas construcciones clásicas y típicas, tiendas y restaurantes. Aquí está el museo de Bellas Artes. Callejear por esta zona y la contigua Haute-Ville merece mucho la pena. Dejamos para el día siguiente el cercano Parque Tribal de los Hurones, 15 Km al noroeste. Es un parque pequeño pero muy interesante. Allí conocimos las costumbres y la forma de vida de estos indios, su organización y como siguen conservando sus tradiciones hoy en día. Se pueden visitar diferentes construcciones y objetos típicos en una visita muy didáctica. Después nos desplazamos a la basílica de Sainte-Anne-de-Beaupré, 35 Km
río abajo desde Quebec. Es un impresionante templo de dimensiones colosales. Después visitamos las cercanas cascadas de Montmorency. Es una cascada enorme, 30 metros más alta que la del Niágara. Hay un circuito habilitado para su visita que te permite visitar la zona inferior, subir por una serie de plataformas y escaleras hasta la parte superior y finalmente cruzar el río por encima de la caída de agua. Es un recorrido espectacular. Todo el circuito nos llevó cerca de dos horas. Visitadas las cascadas pasamos a la isla de Orléans en el río San Lorenzo y unida a tierra firme por un puente. Es una isla muy rural con algunos rincones encantadores. Pernoctamos cerca de allí y seguimos hacia el norte recorriendo la costa de Charlevoix. Esta región de Quebec se caracteriza por estar Place Royal en el viejo Quebec
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Catarata de Montmorency
muy poco poblada, sus verdes valles y sus preciosos paisajes costeros. Pequeños pueblos salpican la costa y paramos en el pueblo de artistas de Baie-Saint-Paul, con numerosas galerías de arte y un núcleo de calles bastante pintoresco. Seguimos la carretera costera – una de las carreteras escénicas más renombradas de esta parte de Canadá - y fuimos parando en diferentes puntos para disfrutar del paisaje. Paramos en Saint-Joseph-de-la-Rive y en Port-au-Pesil, donde unas bonitas cascadas desembocan en el mar, cerca de una pintoresca capilla. Aquí y allá encontrábamos una playa, un faro, una capilla… en fin, una maravilla conducir por esta carretera. Y a la tarde habíamos reservado un viaje de avistamiento
de ballenas en la bahía de Sainte Catherine. Os aconsejo que reservéis viaje a bordo de una Zodiac. Los hay en barcos más grandes y puede que más cómodos, pero la ventaja de la Zodiac es que en cuanto veían una ballena se ponían a su lado en segundos. Teníamos dudas sobre si veríamos alguna ballena, y quedamos muy gratamente sorprendidos porque vimos muchas. No pudimos inmortalizar el momento porque nos aconsejaron no llevar cámaras debido a que el viaje podía ser muy movido y podías mojarte bastante, como así ocurrió. Pero desde luego fue una experiencia inolvidable. Cuando acabamos el viaje cruzamos en ferry la desembocadura del Saguenay para alojarnos en Tadoussac.
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Tadoussac es una pequeña población en un emplazamiento espectacular, con el río Saguenay desembocando en el San Lorenzo, imponentes montañas y con dunas que conforman el litoral. Además hay numerosos edificios históricos. Tras desayunar dimos un paseo por el pueblo disfrutando de cada uno de los rincones y nos dirigimos hacia el interior avanzando en paralelo al río Saguenay, que forma un espectacular fiordo, desde el lago St Jean al oeste. La carretera discurre muy lejana al fiordo y para poder verlo hay que hacer incursiones en las pocas carreteras secundarias que hay o bien alguna ruta de senderismo. L’Anse-de-Roche es un bonito asentamiento con un precioso muelle con vistas al fiordo. Recorrimos pequeños senderos hasta varios miradores sobre el fiordo.
Después paramos en Sainte Rose du Nord, un bonito pueblo con un pintoresco muelle y buenas vistas a las paredes del fiordo. SaintFulgence es otro bonito pruebo en la orilla del fiordo situado en un pequeño entrante. Aquí paramos y sacamos unas pocas fotos. Continuamos el viaje hasta el Lac Saint-Jean, hasta la Reserva India de Mashteuiatsh. Aquí visitamos un museo amerindio mucho más pequeño que el de los Hurones en Quebec, pero aun así tuvo algunas cosas interesantes. Dormimos en Alma y seguimos por la orilla sur del fiordo de Saguenay, la parte más preparada para el turismo. Tras pasar el pueblo de Saguenay el fiordo nos saluda con bahías amplias y zonas de arena no demasiado vistosas. Cuando llegamos a La Baie nos desviamos hacia el interior hacia el Centre de plein air Capilla en Tadoussac
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Catedral de Montreal
Bec-Scie , una zona de esquí de fondo que en verano permite explorar el cañón del río Mars donde pudimos llegar a un mirador precioso sobre un conjunto de cascadas y una pintoresca cabaña. Siguiendo la carretera 170 nos desviamos en la Rue Notre Dame para realizar una ruta a la estatua de la virgen de Notre Dame de Saguenay que se alza en un lugar remoto sobre un peñasco elevado con impresionantes vistas del fiordo. Es la parte del parque que más nos gustó. Al fondo de un valle se inicia la ruta perfectamente acondicionada y que nos lleva por fantásticos miradores sobre un precioso entrante del fiordo. Tras la ruta, siguiendo el curso del fiordo llegamos a L’Anse-Saint-Jean, un precioso pueblo costero con vistas del fiordo y donde un sendero nos conduce a un espec-
tacular mirador a más altura, el mirador de L’Anse De Tabatière. También vimos un bonito puente cubierto. La siguiente parada fue Anse du Petit Saguenay, un simple muelle con vistas al fiordo y seguimos hasta el hotel camino de Montreal donde pasaríamos nuestros dos último días en Canadá. Montreal es una ciudad bastante compacta, al menos la parte que es de interés turístico. Nos alojamos en la parte vieja y fue lo primero que exploramos. La Basílica se encuentra en una preciosa placita donde suele haber carruajes para visitar esta zona. Las callejuelas alrededor de la basílica son bastante pintorescas y allí podemos ver edificios como el Ayuntamiento, el mercado de Bonsecours o la capilla de Notre Dame de Bonsecours. Tras callejear un poco
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llegamos a la zona del río, una zona de ocio y zonas verdes desde donde hay bonitas vistas de la ciudad. Hacia el sur visitamos Chinatown y en las cercanías el edificio del Centro de Historia de Montreal. Continuamos el recorrido por Place des Arts una zona de edificios modernos destinados a espectáculos y ocio. La cercana Catedral de Christ Church nos impresionó, porque se trata de un bonito edificio clásico y justo detrás se alza un impresionante rascacielos, un contraste realmente curioso. Un poco más al sur las plazas Dorchester y Place du Canada reúnen también una buena cantidad de edificios interesantes. Pasamos el resto del día callejeando por la zona centro y por la curiosa ciudad subterránea, una gigantesca colección de galerías subterráneas repletas de restaurantes y tiendas de más de 30 Km.
El último día visitamos algunas atracciones un poco más alejadas del centro para lo que usamos el coche. Primero visitamos el Parque Mont-Royal, una zona verde sobre una colina que ofrece preciosas vistas sobre la ciudad. Muy cerca de allí hay un santuario enorme, el Saint-Joseph. Seguidamente nos dirigimos al norte para visitar el parque olímpico, las viejas instalaciones para las olimpiadas de 1976. Volvimos al centro y pasamos la tarde visitando dos islas que se encuentran frente al puerto viejo, la isla de Notre Dame y Sainte Helene. Allí pudimos visitar un curioso edificio que hacía de casino, un antiguo pabellón en forma esférica de la expo de 1967 y un parque de atracciones. Ya sin tiempo para más concluimos el día y el viaje pues al día siguiente nos tocaba emprender el viaje de vuelta. v Vistas hacia Montreal desde el Mont Royal
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Mรกs allรก del Monte Nimba Cuando a pesar de la ingente burocracia que hay que afrontar para llegar a esta zona de Guinea Conakry la aventura ha valido la pena TEXTO Y FOTOS JORDI CANAL-SOLER FECHA DEL VIAJE 29/12/2009 A 02/01/2010
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E La cima del Monte Nimba se levanta sobre la selva de la Guinée Forestière
l joven soldado, medio adormecido por el calor de la tarde, vestido con un uniforme de camuflaje descolorido y demasiado grande, se miró nuestros documentos con desconcierto. Tenía en las manos tres pasaportes europeos, una identificación de guía de Dalaba, un pueblo al otro lado del país, y las credenciales de un conductor de taxi de una ciudad a trescientos kilómetros de allá. Debíamos de ser los primeros turistas en mucho tiempo que cruzaban ese puesto de control en una carretera secundaria de la Guinée Forestière, la provincia más salvaje de Guinea Conakry. El soldado estuvo un tiempo dubitativo, sin decidirse entre dejarnos pasar o informar a su superior, que dormía bajo la sombra de una higuera cerca del jeep militar. Al poco tiempo, se armó de valor, se ajustó la cincha que le sujetaba el kalashnikov oxidado a la espalda,
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En el horizonte se levanta la forma inconfundible del Monte Nimba
y fue a despertarlo. El sargento abrió los ojos contrariado y escuchó las palabras del soldado, mirando hacia nuestro coche mientras le dejaba hablar. Recogió los pasaportes que le tendió el soldado, se levantó y se dirigió hacia nosotros. En la mejilla derecha tenía una enorme cicatriz que le daba un aspecto salvaje. –Buenas tardes –nos dijo en francés, esbozando una falsa sonrisa que le deformó aún más la cara–. ¿Puedo preguntarles cuál es su misión? Nuestro guía local, Daïmou, fue el primero en hablar, con un tono de voz suave y educado pensado para calmar la inquietud del sargento: –Queremos subir al Monte Nimba –dijo por enésima vez…
El sargento frunció el entrecejo. El Monte Nimba, con sus 1.752 metros de altitud, es el punto culminante de un macizo que desde 1981 ha sido declarado como Reserva Natural Estricta. A causa de la inestabilidad política de la región (en la frontera de Costa de Marfil, Guinea y Liberia) el turismo no solo es desalentado por el gobierno, sino que a causa de la protección natural, en teoría está prohibido. Eso lo sabían todos los militares, hasta el sargento, y aunque ya nos habían advertido de la necesidad de un permiso adecuado para superar esa prohibición, también sabíamos que era más fácil subir físicamente a la montaña que sortear el caótico papeleo de la burocracia africana para obtener ese documento. Nos habían dicho que lo tenía que firmar el gobernador de la Guinée Forestière, así que
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cuando habíamos pasado por N’Zérekoré, la capital de este departamento de Guinea, nos habíamos dirigido a la sede de su gobierno local militar, la Governora. Entre mucho formulismo y expectación, el gobernador de la región nos había recibido en su despacho forrado de madera, con cortinajes de terciopelo y un enorme aparato de aire acondicionado. Nos había saludado cortésmente y nos había hecho sentar delante de su inmenso escritorio para escuchar nuestra petición sólo para decir después que el permiso lo expedía en realidad el prefecto de Lola, y era necesario ir ahí para obtenerlo. Así que, aún sin los papeles, habíamos tenido que dirigirnos hacia Lola, una población a unos treinta kilómetros de N’Zérekoré, para intentar localizar al prefecto. Llegamos allá al cabo de una hora, después de sortear los múltiples baches de una carretera mal cuidada, destrozada por el tráfico continuo de los camiones madereros que explotan la selva tropical de las montañas. Nos dirigimos a la Préfecture, donde nos dijeron que justamente el prefecto había marchado de viaje a N’Zérekoré. Seguramente nos cruzamos en el camino. Nadie sabía cuando volvería ni qué papel nos tenía que firmar. Esperamos un par de horas hasta que un hombre de unos cincuenta años mal llevados, de aspecto cansado, nos atendió. Era el jefe de la sección de turismo local, que nos hizo un permiso escrito de su puño y letra y nos dijo que debíamos contratar a un guía oficial de la región. Nos recomendó que en el pequeño pueblo de Sibadata preguntáramos por Gono, que era el mejor. Para dormir, sólo podríamos hacerlo
DNI DEL VIAJERO Nombre: Jordi Apellido: Canal-Soler De: Barcelona (España) Edad: 38 años Soy escritor y fotógrafo especializado en viajes. Viajo por el mundo y lo cuento en artículos en revistas y periódicos, programas de radio y televisión, charlas y conferencias y media docena de libros, entre los que se cuentan VIAJE AL BLANCO (Editorial UOC, 2014) y TERRES DEL NORD (Nova Casa Editorial, 2015). También me encontraréis en: Página Web: www.jordicanal.com Blog: www.apuntsdeviatge.com Facebook: facebook.com/apuntsdeviatge Twitter: @jordicanalsoler Instagram: @jordicanalsoler Youtube: jcanalsoler Google Plus: +JordiCanalSoler
en las instalaciones del IFAN (Institut Fondamental d’Afrique Noire). Tuvimos que pagar 35.000 francos guineanos por persona por el permiso. Eran sólo unos cuatro euros, una fortuna allá, pero hubiéramos pagado aún más para no tener problemas en los controles policiales… Estábamos en el último control militar antes de llegar a Sibadata y el sargento de la cicatriz volvió a hacernos la pregunta, como
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Poblado tradicional en la Guinée Forestière
si no hubiera entendido la explicación de Daïmou. –¿Cuál es su misión? –repitió en un tono un poco más autoritario en la voz. Todo ese día había sido un suplicio de controles. Hasta diez en poco menos de cuatrocientos kilómetros. Quizá eran tan frecuentes ahí porque estábamos cerca de las fronteras liberiana y marfileña, o simplemente porque el atentado contra el Presidente Dadis Camara era muy reciente y aún estaban buscando al presunto asesino, Aboubacar Sidiki Diakité, su aide-de-camp, que se había fugado y parecía haberse vuelto invisible gracias a algún grisgris de propiedades mágicas. Sea cual fuera la razón, el camino había estado plagado de estos controles militares. Éste, con el documento que ahora teníamos, debería ser más fácil de cruzar.
–Venimos a subir el Monte Nimba. Aquí está el permiso –repitió Daïmou, alargándole el papel que nos habían firmado. El militar lo leyó del derecho y del revés. Estuvo pensando un buen rato en si podía reclamarnos algo más, como habían hecho todos los demás, pero debió pensar que no merecía la pena intentarlo y nos devolvió los papeles para dejarnos pasar. Mientras poníamos en marcha el coche, vimos que se volvía a tumbar en la hamaca. Media hora después respiramos aliviados pero muy cansados cuando descubrimos que el pequeño pueblo de casas de paredes de adobe y techos de palma al que habíamos llegado era Sibadata, nuestro destino final. Aquí era donde teníamos que encontrar a Gono, el guía que nos podría conducir a la
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mañana siguiente al Monte Nimba. Bajamos del coche para preguntar por él. Media docena de cerdos se cruzaron delante de nosotros perseguidos por unos chiquillos y desaparecieron tras unos matorrales. Delante de una casa, unas mujeres estaban pilando grano al lado de una gran buganvilia que daba un toque de color al pueblo marrón. –¿Gono? Por ahí anda… Es ése, el de la chilaba… Se nos acercó un hombre de unos cincuenta años, envejecido por el trabajo, demacrado por la precariedad, con una túnica verde roída por el tiempo y ensuciada por el polvo. Resultó ser también el jefe del poblado, pero nos dijo que no nos podía acompañar en su condición. –Quizá pueda ayudarles Olivier… Pero hoy es fin de año, así que no sé si va a poder…
Preparando mafé en una cocina de Gbakoré
Entrada al Instituto de Investigación de Bossou
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Era el 31 de diciembre, pero no entendimos por qué no podría si iba a ser a la mañana siguiente, no esa noche… –¿Y dónde podemos encontrar a este Olivier? –Ahí arriba, en el IFAN. El Institut Fondamental d’Afrique Noire tiene, en el Monte Nimba, una pequeña instalación para acoger a sus investigadores de campo, sólo unos kilómetros arriba de Sibadata, en la carretera que lleva a Costa de Marfil. Ahí es también donde nos recomendaron dormir, así que nos subimos al coche y en diez minutos estábamos delante de la verja del Instituto.
En un recinto encerrado por un muro se levantaban media docena de grandes cabañas circulares con techo de chapa metálica oxidada. No encontramos a nadie, así que entramos en una de ellas. Cuando abrimos la puerta, unas cuantas cucarachas recorrieron el suelo y se escondieron dentro de una grieta. En el techo, colgaban unas cuantas telarañas y sus grandes propietarias. Unos colchones carcomidos por el tiempo hacían las funciones de camastro. Estaba todo muy abandonado. No era el sitio adecuado para pasar la noche. Oímos voces provenientes de un sendero que se internaba en la selva, a un extremo del claro donde estaban las cabañas. Eran dos
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Aproximación al Monte Nimba
Cabaña del Institut Fondamental d’Afrique Noire en el Monte Nimba
ayudantes del Instituto, que regresaban de poner trampas para ratones para un proyecto científico alemán. Al parecer, era posible que el ratón que estaban investigando resultara ser una nueva especie endémica de la región. Y no sería la única. La Reserva Natural del Monte Nimba, con la mezcla de sabana y selva tropical que contiene, posee una elevada concentración de riqueza biológica, y se han descrito ya más de doscientas especies endémicas, algunas de ellas tan raras como un sapo vivíparo (Nimbaphrynoides occidentalis) o un murciélago nasofoliado (Hipposideros lamottei). Gran parte de lo que se conoce actualmente del Monte Nimba deriva de las primeras investigaciones iniciadas por Jacques Richard-Molard, un profesor de geografía colonial, estudioso de la región y gran conocedor de Guinea, que murió en 1951 de una caída mientras bajaba precisamente del Monte Nimba. Su tumba, al otro lado de la carretera polvorienta, la ven cada día los camiones que vienen de Costa de Marfil cargados con inmigrantes y es una prueba fehaciente de que la montaña era traicionera y que realmente necesitábamos ese guía. Preguntamos a los dos trabajadores si alguno de ellos era Olivier. –¿Olivier? ¡Si ya debe de estar dormido! –respondieron. Se acercaron a otra de las cabañas, abrieron la puerta y echaron una ojeada. Nos acercamos y miramos también. Un joven dormía en un colchón de espuma destrozado por el calor. A su lado, una botella de ginebra vacía. En Guinée Forestière hay mayoría cristiana
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y el alcohol se puede encontrar fácilmente, por lo que algunos guineanos han acabado sucumbiendo al alcoholismo. Olivier ya se había avanzado a las celebraciones de fin de año, y nos habíamos quedado sin guía para la mañana siguiente. Sin guía y sin lugar para dormir. Uno de los trabajadores nos dio una solución. –Podéis hablar con Bernard Doré. Vive en Gbakoré. Además, para subir al Monte Nimba se sale desde ese pueblo. Bajamos ya de noche hasta Gbakoré. Por el camino ocasionalmente la luz de una motocicleta se cruzaba en la oscuridad. A veces, veíamos el brillar de unos dientes blancos o el fulgir de los ojos de algún viajero que venía en dirección contraria a pie. En un recodo de
la carretera, nuestro conductor, Ahmed, dio un giro brusco del volante y evitó atropellar un fardo abandonado en el suelo. −Era un hombre −nos dijo−. Pero ni loco paro para ver como está. Lo más probable era que estuviera como Olivier, embriagado por la fiesta de fin de año. Pero Ahmed había tenido una muy mala experiencia con una situación parecida: una vez que paró para verificar el estado de un hombre tumbado igualmente en la carretera, resultó que éste tenía un arma escondida bajo su cuerpo. Salieron dos bandidos más del margen de la carretera y les atracaron a él y a su cliente. −Por la noche es cuando salen las bestias −dijo pensativo y calló durante el resto del viaje.
Niña de la Guinée Forestière ayudando en la limpieza del arroz
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Gbakoré ya estaba animado cuando llegamos en plena noche. La música de las dos discotecas del pueblo ya sonaba fuerte. Delante de donde aparcamos el coche, dos mujeres acababan de retocarse el peinado en una peluquería improvisada sobre una esterilla y un par de bancos. La peluquera había venido a propósito desde Lola para quedarse tres días y poder arreglar el pelo de las mujeres para la fiesta de fin de año. Con la ayuda de linternas, enfilaba complicadísimos trenzados con trozos de peluca de plástico negro. Un par de hombres contemplaba ese espectáculo desde el porche de una de las casas. Uno de ellos resultó ser el jefe del poblado, que conocía a Bernard. −No tardará en llegar −nos aseguró. Además, el jefe tenía habitaciones libres para alquilar, así que podíamos dormir ahí. Nos quedamos en esa casa para pasar la noche, y mientras descargábamos nuestras mochilas en las habitaciones, llegó Bernard. Era guía también para el IFAN, y venía justamente de una excursión por la selva. Serio, recto, discreto y despierto, nos pareció la antítesis de Olivier y nos gustó enseguida. Con él sí tuvimos la impresión de que al final podríamos llegar al Monte Nimba. −Me gustaría poder llevaros −nos dijo−. Pero deberíamos hablarlo luego. Ahora mismo vengo sucio del trabajo y tengo que ir rápido a casa para arreglarme. Hoy tenemos baile. Inauguramos una discoteca en un pueblo cercano. ¿Por qué no venís a verlo? Así, sin más, nos invitaron a la inauguración de la discoteca del pueblo de Gonomanota. Fuimos en el coche, y al llegar nos
Niña en el poblado de Gbakoré
encontramos a todo el pueblo en el exterior de la discoteca, un antro de unos cien metros cuadrados de ladrillo y techo metálico, con unos altavoces de música enlatada en los que sonaba Magic System. El Boîte de Nuit, como llaman a las discotecas, estaba aún vacío. Todo el mundo esperaba fuera, delante de la cinta que impedía la entrada por la puerta. Las autoridades locales, entre ellas nuestro futuro guía Bernard, arregladas con sus mejores galas, estaban esperando a que les dieran la señal para entrar. Nosotros esperábamos con el resto de la población. De pronto, alguien de la organización se fijó en que yo tenía cámara y me pidió que sacara fotos. Sin darme tiempo a decir que sí o que no, me metieron por debajo de la cinta al interior y, cuando la cortaron, saqué fotos del tropel de gente que entró bailando al ritmo de la música.
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Rápidos en el río cercano a Gbakoré
Esa noche fue muy larga y calurosa, llena de discursos de inauguración, agradecimientos por nuestra presencia, bailes rústicos de hombres rudos sacudiendo el cuerpo y mujeres danzando con hijos a la espalda, bajo el telón de fondo de la selva. Regresamos a dormir a Gbakoré y dejamos a Bernard bailando, con la esperanza que no terminara como Olivier o como el fardo andrajoso que nos habíamos cruzado en la carretera. El día uno amaneció con una fina neblina que tapaba la montaña, pero con un Bernard perfectamente sobrio que nos llamó a la puerta a la hora convenida cambiado en su ropa de trabajo y cargando una mochila rosa escolar de Sailor Moon. Subimos al coche y salimos del pueblo, pasando junto al recinto de las minas de hierro que explotan las faldas de la montaña. Unos kilómetros más allá lo aparcamos junto al camino. Nuestro chofer se quedó vigilando el coche mientras los otros subíamos.
El amanecer rojizo de las siete de la mañana empezaba a dispersar las nubes bajas que cubrían el Monte Nimba cuando Bernard y Daïmou empezaron a dirigir la marcha. Cruzamos campos desbrozados por el fuego provocado, esperando la siguiente cosecha, y llegamos a la zona de selva que delimita ya la Reserva Natural. Hay algunos guardias, nos dijo Bernard, pero no son suficientes para evitar la caza furtiva. A diferencia del desierto chamuscado de los campos, en la selva la vida era exuberante. Un pequeño río refrescaba el ambiente. El aire, saturado de humedad, olía a tierra mojada y estaba lleno del ruido de los grillos y los pájaros, difíciles de ver pero de canto ubicuo. Una brisa movía las hojas en lo alto de las copas de los árboles. Vimos troncos del género Fagara con corteza llena de púas, arbustos de savon noir (Carapa procera) y decenas de lianas, epífitas y helechos de distintas especies.
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El suelo de la selva empezó a inclinarse, allá donde poco a poco el terreno iba acercándose a la falda de la montaña. Las copas de los árboles de ramas separadas, dejaban pasar una buena cantidad de luz que alimentaba una vegetación de subsuelo espesa y entramada, especialmente ahí donde algún árbol viejo había caído dejando un claro en el bosque. La selva terminó de golpe, junto a la inclinación más fuerte que encontramos hasta entonces, una rampa de cuarenta grados recubierta de hierba, húmeda aún del rocío nocturno. A partir de aquí, Bernard empezó a zigzaguear por el terreno, ganando altura, deteniéndonos de tanto en tanto para poder descansar y contemplar la vista. Ésta se extendía más allá de la selva tropical que bullía a nuestros pies, hasta los campos chamuscados y las casas de Gbakoré donde sus habitantes aún dormían.
Llegamos hasta la cresta, ancha y herbosa como un campo. Entre la roca rojiza de la montaña y el verde de la vegetación, destacaban algunos brotes quemados. Hasta aquí llegó alguno de los fuegos, pero ya se había recuperado parte de la vegetación. Una vez en la cresta, sólo fue cuestión de seguirla hasta la cima. El cordón rocoso giró ligeramente para encararse al sureste y se inclinó un poco más para llevarnos hacia la última fuerte subida hasta la cima. Mientras recorríamos los últimos centenares de metros, las nubes que se habían mantenido pegadas a la montaña con cierta laxitud, se hicieron más espesas. Maldijimos el tiempo, que no nos permitiría poder contemplar ya nada más de la vista. Sin embargo, mientras llegábamos finalmente a la cima, al cabo de cuatro horas de haber salido del coche, el viento esparció las
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Nuestros guías llevándonos hacia la cúspide del Monte Nimba
La cima pelada del Monte Nimba
nubes por unos momentos, y pudimos ver algo del magnífico paisaje. Nos subimos a la construcción de piedra que marca la cima. Desde ahí el macizo de verdes y redondeadas montañas se extendía hasta el horizonte en el sur, allá donde empezaban a bajar hacia la planicie de Liberia. Una mancha de un verde más intenso, en un valle entre las montañas, nos indicó el lugar donde el agua era más abundante, el mer d’hivernage, ahí donde vivían los sapos vivíparos. No los pudimos ver, pero sí vimos muchos insectos que se posaban sobre nosotros en su búsqueda de alimento: mariposas, escarabajos, abejas,… Vi una mantis religiosa paralizada en el suelo, quizá esperando a una presa, o entumecida por el fresco de la mañana. Miraba hacia el suroeste, hacia Liberia, ahí donde se entreveía la gran mina de hierro al aire libre que habían abierto como una herida profunda en la belleza de la montaña. Me imaginé que quizá
solo estaba rezando para que no la ampliaran. Pero en todo caso sus rezos no eran escuchados. En el lado de Guinea, cerca de Gbakoré, ya se estaba empezando a construir un pueblo minero para explotar la montaña. Éramos conscientes de que los días estaban contados para las especies endémicas del Monte Nimba y no habíamos tenido la suerte de ver ninguna de ellas. Después de tanto sufrir por llegar ahí, habíamos conseguido alcanzar nuestra meta, pero sin ver ninguna de las especies por las cuales era famosa la sierra. Desde lo alto de la construcción, podíamos ver el precipicio de la cara noreste de la montaña, ahí donde el acantilado recortado da al Monte Nimba su silueta más conocida. En su base veíamos la selva tropical, esponjosa y con todas las tonalidades del verde. Desde ella nos llegaban los sonidos alegres de algunos pájaros exóticos, y de tanto en tanto, un chillido grave que no supimos diferenciar.
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−Chimpancés −nos dijo Bernard−. Hay unos cuantos ahí abajo. −¿De verdad? ¿Y se pueden ver? −le preguntamos rápidamente. Ya que no habíamos podido ver ni sapos ni murciélagos, quizá sí podríamos ver chimpancés. No eran una especie endémica del macizo, pero indudablemente darían un valor cualitativo muy superior a la ascensión. Bernard pensó la respuesta durante un rato. −Aquí no se pueden ver. Están demasiado escondidos en la maleza de la selva. Pero cerca de aquí, en el pueblo de Bossou, hay un pequeño bosque donde pueden verse fácilmente. Al oírlo, nos miramos y decidimos ir a ver los chimpancés. Bajamos la montaña en sólo tres horas, deshaciendo el camino de subida que ya conocíamos bien. Llegamos junto al coche y encontramos a Ahmed barriendo el polvo que se había acumulado en el capó y los cristales a causa del viaje. La misma pista forestal por la que habíamos llegado hasta allá conducía a Bossou, cerca de la otra frontera, la de Liberia. Pasamos por algunas extensiones de hierbas altas, amarillentas por el calor, pero tocadas por el color lila de algunas mimosas sensitivas. Un par de bueyes salvajes se cruzaron por el camino, y unas cuantas cabañas circulares al lado de la carretera, con un mango y un papayero en el patio, marcaron la proximidad de Bossou. Antes de llegar al pueblo, encontramos el edificio del Centro de Investigación Ambiental, dependiente de la Universidad de Kyoto. Aquí es donde se alojan los treinta o cuarenta científicos que van cada año a estudiar los diferentes aspectos de la selva o el pueblo.
Llegamos a media tarde y encontramos al grupo de guías que rastrea cada día la selva para seguir a los chimpancés, y que regresaba de su excursión por la selva. Hablamos con ellos para ver si no era demasiado tarde. Los chimpancés ya habían empezado a adentrarse en la selva para encontrar sitio para dormir, pero a lo mejor aún se podía ver algo, nos dijeron. Valía la pena intentarlo. Mientras hablábamos, se avanzaron dos rastreadores para localizar a los chimpancés. Una vez acordado el precio, con otro par de guías fuimos con el coche, ya lleno a reventar, hasta el inicio del sendero que se internaba hacia el bosque. Pascal, el jefe de los guías, vestido de caqui y calzado con botas de agua, nos echó un vistazo. Le debimos parecer una panda de mugrosos vagabundos tan sucios como íbamos de todo el polvo del Nimba, y no sé si fue por eso o porque era una política habitual, nos dio a cada uno de nosotros una mascarilla de papel.
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Chimpancé en el bosque de Bossou
La ladera pelada del Monte Nimba
−Es para proteger a los chimpancés −nos dijo−. Para que no les podamos transmitir enfermedades. Nos pusimos las máscaras y empezamos a andar. El bosque de Bossou es aún una selva primaria, y la afectación del hombre ha sido mínima, por lo que los árboles llegan a ser grandes y altos y los chimpancés encuentran en ellos refugio y alimento. Pero la proximidad de las minas del Monte Nimba tarde o temprano les afectará. Se habla de construir un corredor verde que conecte el bosque con otras áreas de selva primaria donde la veintena de chimpancés de Bossou pueda expandirse, pero es difícil saber si llegará a crearse en el futuro: hay otros intereses en la zona que son más poderosos.
Durante un cuarto de hora anduvimos por el fondo de un valle, siguiendo el riachuelo que baja de la colina de Gban. La vegetación del subsuelo, espesa y tupida, dificultaba el paso. Pascal, delante nuestro, cortaba algunas ramas con la ayuda de unas tijeras de podar para facilitarnos el paso. A menudo, oíamos en su walkie-talkie las indicaciones de los dos primeros rastreadores que ya habían localizado las trazas de unos chimpancés e informaban al guía sobre donde se encontraban. −Por aquí −nos dijo Pascal señalando la montaña. Sin camino trazado, nos internamos en la selva ahí donde la pendiente era más fuerte. Al parecer, una madre y una cría estaban jugando en algunos árboles de esa vertiente
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de la montaña. Subimos agarrándonos de los troncos para no resbalar en el fango del terreno, y cuidando nuestras manos para no apoyarnos en cortezas llenas de puntas o recubiertas de hormigas. A media ascensión, Pascal nos pidió silencio. Estábamos ya muy cerca de la madre y la cría. Nos tumbamos al suelo. Cerca de mí, se movió algo rápidamente. Vi una cola. Me alarmé. ¿Una serpiente? Luego vi una cabeza. Suspiré aliviado. Era una simple lagartija que se escudriñó entre la hojarasca muerta y se fue pendiente abajo, hacia uno de nuestros compañeros que se había quedado rezagado. Éste siguió al reptil con la vista hasta que se perdió en la selva. Entonces lo vio. Un enorme chimpancé macho que le estaba observan-
do desde unos cinco metros, con curiosidad. Al verse sorprendido, el macho retrocedió y se internó en el bosque, dejándonos a todos, guías incluidos, entusiasmados por haber sido seguidos por el chimpancé. Escuchamos un ruido por encima de nosotros y escudriñamos las ramas de los árboles. Jugando cerca de la copa, moviéndose como un columpio peludo, vimos a la cría, una silueta negra recortada contra el verde de la vegetación. Bajo la atenta mirada de su madre, subía y bajaba por el tronco, como si se tratara del palo de una estación de bomberos. El pequeño tanteó una rama, probando su resistencia, y se encaramó a ella flexionándola bajo su peso para luego saltar en ella como si fuera un trampolín. Podíamos ver la
Plantas trepadoras en la selva del Monte Nimba
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La silueta del Monte Nimba se recorta en el cielo más allá de los cultivos
cara de feliz despreocupación del pequeño simio, una sonrisa de chimpancé que se nos hizo triste al reconocer el aislamiento de esa pequeña población. Si el corredor verde no prosperaba, el reducido grupo de chimpancés acabaría sucumbiendo. Los dejamos jugando en las ramas y, por otro camino, nos encaramamos a lo alto de la colina. Tropecé con una rama en el suelo. Tenía un trozo de alambre unido. No era una rama. Era una trampa para cazar animales. Se la enseñé a Pascal. −Hay algunos guardias en el Parque −me dijo mientras derribaba la trampa de un puntapié−, pero no llegan hasta aquí. Nos es difícil luchar contra la caza ilegal. La gente tiene hambre… Caza ilegal, deforestación, minería,… El futuro de la selva primaria de Guinea se veía oscuro. Llegamos a la cima, donde encontra-
mos un claro entre los árboles donde había crecido un tupido manto de gramíneas. Desde aquí, en el horizonte, vimos la silueta imponente del macizo del Monte Nimba, recortado contra un cielo enrojecido por el sol poniente. Algo se movió junto a nosotros. Negro. Peludo. Otro chimpancé. Los guías lo reconocieron. Era un adulto del grupo, de doce años. No nos hizo mucho caso. Siguió andando por el borde de la selva hasta que se internó entre los árboles. Se hacía tarde y empezamos a regresar hacia el coche. Mientras hablábamos de lo afortunados que habíamos sido por haber visto aquéllos animales en su hábitat, oímos un largo y penetrante grito. Era del chimpancé, pero a mí me sonó como si fuera el lamentoso quejido de la selva clamando por su futuro en peligro. v
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VIAJE AL BLANCO Último grado al polo norte Un libro de Jordi Canal-Soler Diario de la expedición Último Grado al Polo Norte, recorriendo 111 km desde el grado 89º N hasta el Polo Norte sobre esquís Crónica fresca y directa de una expedición polar
Síndrome de Stendhal en Budapest La capital húngara es la combinación perfecta de tradición, cosmopolitismo y vanguardia. TEXTO Y FOTOS ALEJANDRA CATÓN FECHA DEL VIAJE AGOSTO 2017
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D
ecía Freud que de belleza también se podía enfermar y que lo bello lleva intrínseco un elemento perturbador que puede alterar nuestras facultades intelectuales y turbarnos el ánimo. Estar en la orilla del río Danubio a la altura del Puente de las Cadenas (Széchenyi lánchíd) cuando ya ha anochecido lleva a un estado parecido al descrito por Freud sin lugar a dudas. Budapest es de las ciudades que sobrecogen, con una historia convulsa que se deja ver en sus calles y edificios: plaza importante del antiguo Imperio austrohúngaro, una de las ciudades más occidentalizadas durante su etapa soviética y con un presente orgulloso que lleva a sus vecinos a colgar su bandera nacional casi en cada bloque de pisos. La imagen que a casi todos nos viene a la mente antes de conocer Budapest es la de su imponente Parlamento, el tercero más grande Vista de Buda sobre el Danubio
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del mundo. Nada que puedas ver en las fotos hará justicia a lo que luego encontrarás. Un imponente edificio de estilo neogótico que todavía embellece más cuando cae el sol y es iluminado por cientos de bombillas. Pero Budapest es mucho más. La capital de Hungría es un cóctel de tradición, nacionalismo, cosmopolitismo, vanguardia y arte difícil de encontrar en otras capitales europeas. Es ideal para una escapada de 3 o 4 días. El hecho de que el río la divida en dos partes claras, una más histórica y la otra más vivida y comercial hace que sea fácil orientarse. En la parte de Buda, la más antigua, no te puedes perder el distrito del Castillo. Prepá-
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Puente de las Cadenas
Hercegprímás desde San Esteban
rate para subir cuestas empinadas o coge el autobús 16 que te deja en la iglesia de Mátyás y sus tejas multicolores dispuestas en zig zag. Allí está también el Bastión de los Pescadores, un mirador maravilloso con unas estatuas de guerreros en tamaño natural. Si eres de los que necesita el café en vena, tienes un Starbuck’s a 50 metros. Lo dicho, Budapest mezcla tradición y cosmopolitismo en cada esquina. Aparte de la imprescindible visita a su Parlamento, que está en la zona financiera de la ciudad de Pest (Lipótváros), no has de dejar de ver la Basílica de San Esteban y la Ópera Estatal. Hasta allí te lleva uno de sus trolebuses que, aunque antiguos, tienen su encanto y que puedes coger en la orilla del río.
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Bastión de los Pescadores, detalle de los guerreros
Iglesia de Mátyás
Entrada al Parlamento
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Basílica de San Esteban
Techo de la Gran Sinagoga
Cuando uno mira el mapa de Budapest le puede parecer un lío, con calles circulares, cientos de callejuelas estrechas herencia de los judíos que las habitaron, pero una vez allí lo cierto es que sorprende lo fácil que luego resulta moverse por ella. En la zona de Pest se puede hacer casi todo andando (excepto si queremos irnos a la zona del extrarradio) y una vez que das con las calles Vácy y Király (allí calle es Utca), todo cobra sentido alrededor. Además, todas las calles llevan su nombre en cada esquina en unos carteles estilo soviético con una tipografía maravillosa y rabiosamente actual. Vácy Utca es la calle más comercial de la ciudad. No es la más ancha, ni la más larga, pero andando por ella o por sus callejuelas adyacentes típicas de ciudad judía es donde uno ve la Budapest de hoy. Mucha gente joven, cafés y restaurantes maravillosamente
DNI DEL VIAJERO Nombre: Alejandra Apellido: Catón De: Barcelona (España) Edad: 42 años Aunque nací en Zaragoza, llevo ya 12 años en Barcelona. Filóloga de formación, acabé en el Marketing. Inquieta y curiosa creo que son dos palabras que definirían el por qué me gusta viajar. A veces viajo a través de las películas, otras de los libros o de los cuadros y en cuanto puedo, me cojo un avión o el coche para escaparme. Viajar nos abre las puertas al conocimiento, también de uno mismo y pone a prueba nuestra tolerancia.
Parlamento
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CURIOSIDADES QUE TE AYUDARÁN El traslado del aeropuerto a la ciudad conviene hacerlo en taxi, no es caro y si vas más de una persona, es lo más cómodo. Moneda. No hace falta cambiar a florines húngaros si no quieres. Puedes pagar en todos los sitios cualquier importe con la tarjeta. Esto es de las cosas que más me sorprendió. Está muy extendida esta forma de pago y no te miran raro ni te ponen excusas aunque hagas una compra de unos simples chicles. Gastronomía. Come en restaurantes húngaros. La gastronomía húngara es espectacular y muy barata. Podrás comer por menos de 10€ en sitios riquísimos. Aparte de la famosa sopa Gulash, es muy típica la sopa de maíz y las carnes guisadas con especias y
verduras. Además, puedes comer a cualquier hora del día. Ves a gente, a las 4 de la tarde comiendo sopas calientes. Puede parecer raro pero ayuda a que el cuerpo se refrigere al no tener que gastar energía y ayuda en la sudoración. Para moverse por la ciudad, existe la Budapest Card, y la hay de 12, 24, 48 y 72horas. La compras y has de firmarla y poner el día y la hora por detrás. Esa es la fecha que vale si te la pide un revisor. Ojo, en los autobuses y trolebuses no se pica ninguna tarjeta. Ocio. Si tienes tiempo, disfruta de alguno de los muchos balnearios que hay en la ciudad. Eso sí, si vais en pareja o grupo, aseguraos de que es un baño mixto. Gellert y Szécheni los más emblemáticos.
Leones del Puente de las Cadenas
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Vista de Pest
atendidos, tiendas de decoración exquisita, galerías de arte vanguardista, negocios alternativos y ecológicos de jóvenes de diferentes países y etnias... Porque Budapest tiene visitas obligadas: la sinagoga más importante de Europa, el Museo de Bellas Artes, hacer un recorrido en barco por el Danubio… pero donde de verdad se disfruta es paseando por sus calles, disfrutando de su gastronomía (sabrosa y todavía muy barata), mezclándose con los aquincenses (habitantes de Budapest) en los supermercados, yendo a uno de sus famosísimos balnearios en la ciudad o acabando la noche en uno de sus pubs en ruina. Habéis leído bien: Ruinbars o Romkocsma es la denominación que reciben muchos bares que se han abierto en los alrededores de la sinagoga. Aprovechando el estado de
algunos edificios tras la II Guerra Mundial, se empezaron a abrir bares con mobiliario reciclado o decoración creativa en donde menos uno se lo espera. El más famoso de ellos es el Szimpla Kert, que fue elegido como uno de los mejores bares del mundo según la Lonely Planet. Está muy bien sobre todo si tienes menos de 35 años. Para los que ya los hemos cumplido, os propongo pasar por Mazel Tov, en Akácfa Utca, mucho más encantador y de estilo industrial. Ahora que he vuelto, vienen a mi memoria las vistas maravillosas de Buda a un lado y Pest al otro, completamente iluminadas con una luz cálida, casi ocre, sus reflejos en el agua y esa alegría de fondo de los jóvenes que llegan hasta ese punto a reír, charlar y tomar copas en unos botellones improvisados. No es síndrome de Stendhal, pero casi. v
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Viaje a Japรณn en ocho sentimientos Un viaje emocional del cuerpo y de la mente, un recorrido muy especial por tierras niponas que cambiarรก al viajero para siempre TEXTO Y FOTOS MARIA CLARA CAMPS FECHA DEL VIAJE AGOSTO 2016
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Himeji. Vista desde el castillo
E Shirakawa-go
MOCIÓN
Tras muchas horas de viaje, que ahora no pienso contar, cruzando el mundo de oeste a este, nos plantamos en el aeropuerto de Tokio. Ansiado momento de un viaje largamente preparado. Durante el vuelo, además de ver alguna película, comer y dormir, yo estudio japonés y consulto por enésima vez, que no será la última, la guía. Pero antes de pisar la tierra nipona, hay que pasar por varios trámites que nos retiene por un buen rato. Por fin nos subimos al tren para recorrer el trayecto hasta el centro de la gran ciudad. Es de noche y nos cuesta orientarnos. Con ayuda de un amable joven del lugar y su inestimable Google Maps, llegamos al hotel para descansar. Al día siguiente salimos dispuestos al calor de agosto para recorrer al menos uno o dos barrios. Y así pasaremos los días restantes
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Tokio desde el Sunshine City
descubriendo Asakusa, Akihabara, Ikeburu, Ueno, desde Shibuya donde estamos alojados. CURIOSIDAD
Kanazawa está al norte, a esta región la llaman los Alpes japoneses. La ciudad es mediana, asequible, con su parte moderna y su parte antigua. Varias casas de samuráis y señores feudales se pueden visitar. Entrar en ellas es retroceder miles de años, se respira antigüedad. A nosotros occidentales nos parece extraña la ausencia de mobiliario en ellas y también en algún castillo que acabaremos visitando, como el de Himeji. Estancias vacías en las que no podemos admirar nada evidente a la vista, sino que debemos cerrar
los ojos, respirar hondo, y transportarnos siglos atrás. En el museo del teatro Noh nos dejamos vestir como los actores con los ropajes y máscara incluida. Toda una ceremonia. Ver las ciudades desde el punto más alto es algo a lo que no acostumbro a renunciar, puede ser un castillo, como el de Hiroshima, Himeji, Kanazawa, o un edificio moderno como el Sunshine city en Tokio con una vista panorámica desde el piso 59. TERNURA
Bajamos del tren para ir directos a encontrarnos con los ciervos que pasean libremente por el parque de Nara. Saludan, hacen reverencias, nos golpean suavemente con el hocico llaman-
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DNI DEL VIAJERO Nombre: Maria Clara Apellido: Camps De: Barcelona (España) Edad: 57 años Soy licenciada en Filología inglesa y actualmente ejerzo de profesora de inglés en una escuela concertada para niños de educación infantil y primaria. También soy conductora de clubs de lectura en dos bibliotecas. Me apasiona viajar, leer, el teatro y la música, participo y asisto a todas las actividades culturales que puedo.
do nuestra atención. Compramos unas galletas y empezamos a repartirlas entre los que se nos acercan agolpándose a nuestro alrededor compitiendo por la comida. Los atraemos enseñándoles ese manjar que nunca se cansan de comer y cuando les mostramos nuestras manos vacías, desisten de pedir. Mayores y niños disfrutamos dándoles de comer, acariciándolos y haciéndoles cientos de fotos solos y con nosotros. E incluso algunos videos.
Parque de Nara Máscaras del teatro Noh
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ESPIRITUALIDAD
También en Miyajima encontramos ciervos, aunque no tantos, que nos conducen desde la estación hasta la Tori medio hundida en el agua que por la tarde cuando nos vayamos se verá entera porque habrá bajado la marea y la gente podrá acercarse caminando, cuando ahora sólo se puede llegar a ella en una embarcación.
Hay tantos templos que no los acabas de ver todos. Algunos llenos de gente que deja sus papelitos augurando mala suerte, que previamente ha comprado en el templo, atados a una reja o deseos y propósitos escritos en tablillas de madera. Hemos tenido suerte de presenciar alguna ceremonia casi exclusiva, como en Miyajima, en lo alto de unas escaleras está el templo Daisho-in. Un monje con su oración acompañada por el sonido del tambor nos ha hecho vibrar el cuerpo y el alma. O nos hemos acercado a un pequeño templo Miyajima en Osaka, escondido entre las calles, donde dos cañas de bambú echan agua y el sonido relaja hasta llevarte a la meditación. Ahí sí hemos palpado la espiritualidad. También el Paseo de la filosofía invita a la reflexión de camino a uno de los muchos templos de Kioto, así como en Kanazawa el museo de Daisetsu Suzuki difusor del budismo en occidente en el que se respira una paz intensa.
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PERPLEJIDAD
No es raro encontrar cementerios en medio de algunas ciudades, algunos algo apartados, incluso desde el tren se pueden ver los pertenecientes a pueblos. Pero cuando llegamos a Hiroshima, todo nos recuerda a la devastación de la bomba atómica en 1945, concretamente a las 8:15 según reza el reloj parado del Parque de la Paz. El único edificio que quedó en pie, el mojón del Km. 0, el museo que recoge fotos, maquetas, fragmentos de paredes, ropas y enseres de personas que perecieron en la deflagración, videos testimoniales en los que hombres y mujeres que entonces eran niños explican su trágica experiencia. Por extraño que nos parezca, hubo supervivientes que alcanzaron una avanzada edad
pese a los efectos de la radiación en su cuerpo. Los nuevos edificios, una ciudad sin casas ni barrios milenarios, también nos hablan de destrucción. ARTÍSTICO
Aquí puedo incluir varias facetas del viaje, por ejemplo vamos a empezar por el delicado gusto de los japoneses por los envoltorios que a su vez contienen dulces tan bien diseñados que más que comerlos, no te cansas de contemplarlos, tiendas enteras llenas de formas y de colores: mochi, galletas, caramelos, pasteles, cajitas de te. Luego están los diseños de las telas para kimonos en invierno y yukatas en verano; los útiles de escritura tradicionales que generan una caligrafía maravillosa más
Hiroshima
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Geishas en Kioto
allá de su significado, y la gran variedad de artículos actuales de papelería: postales, pegatinas, bolígrafos y rotuladores que disfrutan de plantas enteras en grandes almacenes y vuelven loco a cualquier aficionado a ellos. Y qué decir de la cantidad de personas que se pasean por Kioto vestidos con su yukata en verano, mujeres, hombres, niños, añadiendo un fantástico colorido al barrio de Gion entre otros lugares concurridos, o las adolescentes que tienen esa tan particular manera de vestirse y que mayoritariamente encontramos en el barrio de Akihabara en Tokio. LITERARIO
No podía evitar, mientras paseaba por Tokio, imaginar a más de un personaje de Murakami recorriendo las calles, cogiendo el tren, o el metro, o el autobús, llegando a su vecindario, a su casa, para encontrar la mayoría
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La estatua de Hachiko
de las veces la soledad, en medio de toda la vorágine. También podía ver a Nothom, o a sus personajes, dirigiéndose a las oficinas de una gran empresa donde se sentía explotada, aislada e incomprendida por su condición de extranjera aunque hablara japonés perfectamente. Delante de la estatua de Hachiko que está enfrente de la estación de Shibuya, nos es fácil imaginar a este perro corriendo hacia su dueño para luego quedarse un día así, inmóvil, de piedra, hasta morir. Sí, he entrado en todas las librerías que he podido, y he salido de ellas con una anunciada frustración, nunca seré capaz de leer literatura japonesa en versión original. Pero sumergirme en los templos del papel siempre me satisface. Miro, huelo, hojeo y ya está. ARMONÍA
Arashiyama posee un bosque de bambú que permite recorrer un espacio de ambiente mis-
terioso y a la vez apacible, que invita a jugar con la vista entre las cañas. En Shirakawa, las casas antiguas, rodeadas por canales estrechos en los que nadan abundantes carpas, algunas de ellas de gran tamaño, los huertos y la montaña que esconde algún diminuto cementerio, una campana, una tori y un templo, invitan a imaginarnos una sociedad ancestral en plena naturaleza. Llueve, llueve, pero no nos importa mojarnos. Por la tarde luce el sol y percibimos distintos colores. Volvemos a casa al cabo de tres semanas más ricos que nos fuimos, llenos de la luz del país del sol naciente, de haber experimentado al menos estos ocho sentimientos, número significativo para los japoneses que tienen un lado supersticioso importante, y seguro que alguno más, como la tristeza de partir sabiendo que hemos dejado mucho por ver y la alegría de poder volver algún día. v
El bosque de bambú de Arashiyama
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VI AJ ER O DE
BL O G UE RO
A
Mi sueño Óbidos. Portugal
La preciosa ciudad amurallada a pocos kilómetros de Lisboa esconde un verdadero paraíso para los amantes de los libros TEXTO Y FOTOS M.PILAR CABRERIZO
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Rincón de lectura
¿N
o os ha ocurrido nunca que estéis dentro de un sueño y no queráis despertar? A mi sí. La última vez hace a penas unos meses. Estoy en una habitación que no reconozco pero que me recuerda a un convento, me levanto sobresaltada y abro la puerta para ver si el exterior me da una pista de donde me encuentro. Todo a mi alrededor son libros, los hay por doquier, gruesos, delgados, grandes, pequeños, lujosos, sencillos, de autores diferentes y en diferentes lenguas. Y yo, que aún no os he dicho que soy una enamorada de la literatura siento un placer parecido al que sin duda debió experimentar Stendhal en Florencia y, como él, siento un ligero mareo. Bajo las escaleras, descalza, notando el frío suelo bajo mis pies y llego a una sala enorme con una chimenea encendiLivraria da Adega
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da, cálida y un vaso de chocolate junto a ella, esperándome. Me tomo el chocolate mientras caliento mis pies en la chimenea y mis manos en el vaso y luego, como sonámbula, abro la puerta de la calle y salgo al exterior. No puedo creer lo que estoy viendo. La calle también está llena de libros. Atónita muevo mi cabeza hacia un lado y hacia el otro para no perderme detalle. Llego a lo que parece ser un mercado. Me froto los ojos. Entre las lechugas, las coles, las patatas y los tomates, unos maravillosos ejemplares de Cervantes, de Shakespeare, de Pessoa... parecen invitar a ser devorados.
Un chocolate en el hotel
Mercado
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Antigua iglesia de Sao Thiago hoy convertida en librería
Sigo andando y llego a una iglesia. El frío me invita a entrar. No doy crédito a lo que estoy viendo: el altar, el púlpito, los bancos... todo está también repleto de libros. Salgo de nuevo al exterior y veo una especie de bodega, cafetería. Me apetece algo caliente. De nuevo libros por doquier, también cafés y unos pasteles que suplican que los pruebes. Me siento como Alicia en mi propio país de maravillas: el pais de los libros. Es así como
yo lo hubiese imaginado si hubiera sido Lewis Carroll. Me pido un café con leche y un pastel de Belém, cojo un par de libros que me atraen y me siento en una mesa. De repente me doy cuenta de que no estoy soñando. Estoy allí realmente. Ahora lo recuerdo con claridad. Ayer cogimos un avión desde Barcelona a Lisboa y allí un coche de alquiler que nos trajo hasta aquí. Primero visi-
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DNI DEL BLOGUERO
Nombre: M.Pilar Apellido: Cabrerizo De: Barcelona (España) Blog: http://viatges20.blogspot.com
Hotel The Literary Man
Me llamo M. Pilar Cabrerizo. Soy de Barcelona. Me dedico a dar clases de lengua catalana y literatura a ESO y Bachillerato en una escuela de Badalona. Soy una apasionada de las letras y me encanta viajar. Siempre que puedo intento combinar mis dos pasiones y buscar a los viajes su lado más literario. Tengo un blog de viajes: http://viatges20. blogspot.com
tamos el Santuario do Senhor Jesus da Pedra, que está en las afueras y después nos adentramos en la maravillosa villa medieval que desde el diciembre pasado ostenta el reconocimiento de ciudad literaria. No es de extrañar. Visitamos sus magníficas y bien conservadas murallas, con su Castelho. El nombre de Óbidos proviene del latín Oppidum, palabra utilizada para designar las ciudades amuralladas; la Porta Da Vila, puerta principal de acceso a la
ciudad, decorada con los típicos azulejos azules y blancos representando la pasión de Cristo; la Igreja de santa Maria Matriz, la Capela de São Martinho y probamos su famosa Ginja, un licor de cerezas servido en unos vasitos de chocolate , dulce y deliciosa combinación. Paseamos por la Rua Direita, llena de encantadoras tiendas de recuerdos , sus casas decoradas en amarillo y azul y sus balcones floridos de preciosas buganvillas. Tomamos el almuerzo en un espectacular restaurante: A nova casa de Ramiro, cuyo anfitrión, el propio Ramiro en persona, nos sirvió un bacalhau con nata que estaba delicioso. Y hemos dormido en uno de los hoteles más bonitos que jamás he visto: The Literary Man Hotel, el mayor hotel literario del mundo, con unos 40.000 libros distribuidos por todo el recinto que antes era un monasterio. Cualquier rincón te inspira a pasar un buen
rato de lectura, y tienes donde escoger. La cena consistió en una buenísima açorda, plato típico de la región. Esta noche también dormiremos aquí y mañana podremos visitar Sintra, otro sueño hecho realidad. Para aquellos que imaginéis vuestro país de maravillas entre dulce y algo amargo, marrón claro, oscuro o blanco, en marzo tiene lugar en Óbidos el Festival de Chocolate. Si lo imagináis más bien entre artesanos , caballos, combates y música celta, en julio y agosto tenéis el mercado medieval y si vuestro país soñado es un país donde siempre es Navidad, podéis acercaros entre diciembre y enero que tiene lugar la Vila Natal. Los sueños pueden cumplirse y cuando esto ocurre no hay que tener miedo a despertar, el sueño continúa porque ahora ya no es un sueño, ahora es real. v
Porta da Vila
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Costa Rica en imágenes
“Pura Vida” es más que un saludo, es la esencia de los ticos que contagian de felicidad a los que visitan este paraíso. Volcanes, playas, atardeceres, cataratas, bosques verdes, ríos, osos perezosos, monos, pájaros, peces,ballenas... hacen de Costa Rica un país único. Texto y fotos: Leyre San Blas
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