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Repensar la sanidad: En busca de un nuevo modelo

Jesús Díez Manglano

Médico Internista (España)

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En los últimos 40 años se ha producido avances significativos en la atención a las enfermedades y en la organización de los sistemas sanitarios. Los ciudadanos y los profesionales están orgullosos de la sanidad y luchan por su mejora, ampliación y sostenibilidad. Sin embargo, en los últimos años, la pandemia covid-19, la falta de personal y la escasez de recursos están cuestionando la bondad del sistema.

El panorama no es halagüeño. Nuestra población está envejeciendo y cada día necesita más servicios sanitarios. Faltan médicos y enfermeras. Los profesionales emigran. La amenaza de nuevas pandemias sigue presente. La contaminación y el cambio climático amenazan nuestra salud. Es evidente que tenemos que actuar y para ello tenemos que repensar en la sanidad.

Al igual que ocurre en el resto del mundo, la población latinoamericana envejece. De aquí al 2050, la población mayor de 65 años se habrá duplicado. Actualmente, y en el futuro también sucederá, las personas mayores ya no padecen una sola dolencia, sino que irán acumulando enfermedades crónicas hasta llegar, incluso, a padecer más de diez. Es lo que llamamos multimorbilidad. Los resultados en salud en estas personas son mejores cuando son atendidos por sanitarios con una visión global de la persona que cuando son atendidos por múltiples especialistas. Hará falta un mayor número de médicos y sanitarios; además, tendrán que tener conocimientos y experiencia en la atención de pacientes con multimorbilidad. Las previsiones de formación de médicos, enfermeras, y técnicos deben tener en cuenta estas previsiones, y promocionar a los profesionales con una visión global y holística de las personas con enfermedad.

La contaminación ambiental y el cambio climático son amenazas actuales de nuestro mundo. Ambos factores son causa de enfermedad que de no controlarse afectarán nuestra salud, calidad de vida y supervivencia. La actividad humana nos pone en contacto con nuevas enfermedades. Las infecciones por los virus de la inmunodeficiencia humana, el ébola, el zika y la covid-19 son ejemplos de enfermedades que se han extendido a nivel mundial desde zonas inicialmente localizadas. Las olas de calor provocan cada año más muertes de las esperadas, y este año, posiblemente el frío invernal, a consecuencia de la falta y encarecimiento de los combustibles, puede tener efectos similares. Necesitamos agencias de salud pública que vigilen la aparición de estas amenazas, las detecten de forma precoz y establezcan medidas para limitar su impacto.

Sabemos que los recursos económicos son finitos. No podemos generar demandas ilimitadas. Debemos pensar que cada euro, dólar, sol o peso que gastamos indebidamente en bienes sanitarios se lo estamos privando a alguien que realmente lo necesita. Hay que educar sanitariamente a la población para que no consuma ni exija bienes sanitarios innecesarios. El personal de salud no es ajeno a esta coyuntura. Se calcula que entre una tercera y cuarta parte del gasto sanitario se dedica a prácticas que no aportan ningún valor. Las iniciativas de “no hacer” van en este sentido. Los análisis de sangre del chequeo anual sin un objetivo racional, las determinaciones del PSA en varones mayores de 50 años asintomáticos o las mamografías de cribado de cáncer en mujeres de 75 años, no han demostrado beneficios de supervivencia ni de calidad de vida. Hay que informar y educar tanto a la población como a los profesionales sanitarios de estas prácticas inefectivas. Pensemos que si disminuyé- ramos estas prácticas a la mitad habríamos ganado entre 12 y 16% del presupuesto sanitario para otras actividades de probado valor. La creación de una agencia estatal de evaluación de medicamentos y técnicas, similar a la NICE británica, ayudaría en este sentido.

No podemos olvidar que vivimos en un mundo globalizado, donde los viajes y desplazamientos son frecuentes. Los ciudadanos tenemos derecho a recibir una asistencia de calidad en todo el territorio nacional y mundial. La historia clínica electrónica compartida e intercomunicable entre todas las regiones y los países de Latinoamérica es imprescindible. Con los medios y conocimientos actuales no hay excusa para que esto no sea así.

Por otra parte, también hay que evitar los desplazamientos innecesarios. La gran mayoría de ciudadanos no quieren estar hospitalizados y, si es posible, prefieren no acudir a los centros de salud. Hay que fomentar la telemedicina garantizando la accesibilidad, la confidencialidad y la privacidad. Aquellos recursos que permiten permanecer en el propio domicilio, como los hospitales de día, la cirugía mayor ambulatoria y la hospitalización a domicilio, deben extenderse y aumentar en todos los territorios. das recargadas, las jornadas de guardias, los turnos, la formación continuada en horas de ocio y a costa de los propios profesionales o de la industria farmacéutica desincentivan y minan las vocaciones de los profesionales.

No solo hay que cuidar de los enfermos. También es preciso cuidar a los profesionales. Los salarios bajos, el exceso de horas de trabajo, las agendas recargadas, las jornadas de guardias, los turnos, la formación continuada en horas de ocio y a costa de los propios profesionales o de la industria farmacéutica desincentivan y minan las vocaciones de los profesionales.

Para todo lo anterior tenemos que aumentar la inversión en sanidad. Según los datos de la Organización Mundial de la Salud y de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos, en 2017 el gasto sanitario en Latinoamérica y el Caribe supuso el 6,6% del PIB, oscilando entre el 1,1% en Venezuela y el 11,7% en Cuba. Esto supone un gasto medio aproximado de 1.026 USD por habitante con grandes diferencias entre países. Mientras en Haití el gasto fue de 83 USD por habitante, en Cuba fue de 2.484 USD y en el Perú de 680 USD por habitante. En 10 años, el gasto sanitario ha aumentado solamente en un 0,09% del PIB. En los próximos 5 años el gasto por habitante debería ascender significativamente y habría que dedicarlo a la promoción de la salud, la prevención de enfermedades, la atención primaria, el cuidado de los enfermos crónicos y el incentivo de los profesionales.

Todos los ciudadanos debemos repensar en nuestra sanidad y cuidarla. La salud actual y futura nos va en ello.

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