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Reflexiones acerca de la Bioética
Patrick Wagner Grau Médico Internista, Nefrólogo y Bioeticista
La bioética es la ética de la vida. De toda la vida en el planeta y también —si cabe— fuera de él, en el universo cuyos límites aún nos son desconocidos.
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El término vida (vita) proviene de la voz latina “vis”, que significa fuerza, potencia o incluso energía. Lo ético, a su vez, se identifica con el ethos, que alude a lo bueno, a lo que se logra en el senti- do de progreso, crecimiento, perfeccionamiento, y lleva a la búsqueda y al encuentro de lo excelente. Una bioética global —como se la denomina hoy— deberá sondear la profundidad de la estructura material-energética de nuestro mundo y también asomarse e intentar la explicación de la inmensidad del cosmos. En estas opuestas realidades hay vida, en el sentido que la en- tendemos. La microfísica, la estructura íntima o última de la materia, se caracteriza por su orden, precisión, exactitud y armonía. Toda la física subatómica cuántica se basa en estas propiedades. Los grandes temas del tiempo y el espacio, tan importantes y claros en nuestra realidad, se ven absolutamente transformados en la realidad subatómica.
El tiempo cuántico no tiene nada que ver con el tiempo físico de nuestra realidad cotidiana, así, por ejemplo, una partícula subatómica, el muon, en el espacio cuántico tiene una vida casi infinitamente breve (menos de 0,0000001 microsegundo), pero si a esta misma partícula subatómica la “trasladamos” al macro cosmos, su vida será de cientos de miles de años. Lo propio sucede con el espacio: en la realidad microfísica cuántica, cualquier partícula subatómica, llámese electrón, bosón, positrón, muon u otra, es capaz de ocupar dos lugares simultáneamente. La ubiquidad es normal en la realidad cuántica. Hablamos de vida de las partículas y se trata de vida ordenada, organizada, orientada teleológicamente, vale decir, cumpliendo un fin. Existe, por tanto, un estado de “vida” inorgánica primera, inicial, básica, fundamental.
La vida orgánica representa una perfección del primer estado primitivo (ethos) con una superación, organización y finalidades (telos) más precisas o precisables Tenemos así la vida vegetal y la vida animal con su precisa organización y sus leyes que se cumplen estrictamente. En ambos casos, el crecimiento, el perfeccionamiento y la reproducción son fines que se distinguen con toda claridad. La vida asciende buscando realizarse en una incesante progresión. La corriente vital se expresa y culmina finalmente en el ser humano, que es una persona. Gracias a la razón, a la cognición y al sentido ético o moral de esta forma de vida superior, todo lo propiamente vital adquiere sentido y realización.
La bioética personalista pone a la persona como actor, eje y autor de una magna y verdadera cosmovisión ética, la bioética global —en el sentido que la entendemos— y adquiere así su verdadero valor y pleno significado. El ethos primitivo inicial, la corriente ética que recorre la vida en sus diversas y múltiples expresiones, adquiere finalmente su verdadero sentido. El universo se ha “personalizado” al ser comprendido y valorado, dicho así, el espíritu humano se ha enseñoreado en él, y entonces cabe recordar la cita: “En la progrediente espiritualización se personifica el mundo” (Pierre Teilhard de Chardin. “Le milieu divin”).