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El cine: un recurso necesario para la formación del médico

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Enemigo invisible

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Alcides A. Greca Médico

Internista (Argentina)

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El cine como forma de arte

El tren que avanzaba hacia los espectadores generó admiración en muchos y terror en otros, quienes sintieron que la locomotora emergiendo de la pantalla los embestiría sin posibilidad de escape. Sucedió en el Salón Indio del Gran Café del Boulevard de París, el 28 de diciembre de 1895. Con esa presentación de los hermanos Auguste y Louis Lumière, se iniciaba la historia del cinematógrafo. La imagen icónica quedó para siempre como testimonio de tal nacimiento.

Las artes siempre se asociaron con la idea de creatividad, de originalidad y de belleza. La palabra griega poiesis, que significa precisamente creación, es la raíz de la voz poesía que, para la antigua Grecia, constituía la forma de creación humana más excelsa. Va de suyo que poesía y literatura figuran entre las artes mejor valoradas, porque desde siempre se estableció un juicio de valor entre las manifestaciones artísticas. Así, se atribuye a Galeno, médico y filósofo griego del siglo II de la era cristiana, la distinción entre artes liberales y artes mecánicas, que con escasas variaciones permaneció hasta el Renacimiento. Las primeras eran subdivididas en trivium (gramática, retórica y dialéctica) y cuadrivium (aritmética, geometría, astronomía y música), mientras que las mecánicas incluían la arquitectura, la escultura y la pintura. En el siglo XVIII, denominado “siglo de las luces” en la Historia de Occidente, que dio origen al movimiento intelectual de la Ilustración, el concepto de arte se modificó y se atribuye al filósofo francés Charles Batteux (1713-1780) el concepto de “bellas artes”, entre las que incluyó la escultura, la pintura, la música, la poesía y la danza, manteniendo entre las artes mecánicas al resto de las expresiones artísticas, y dejando a la arquitectura y la retórica como nexo de unión entre ambas categorías.

Las Conferencias sobre Estética, dictadas por Georg Hegel en Heidelberg y Berlín hacia 1820, delinearon las seis categorías artísticas aceptadas de manera generalizada en el siglo XIX: arquitectura, escultura, pintura, música, poesía/ literatura y danza. Con la llegada del cine, en las vísperas del siglo XX, resultó inevitable que esta mezcla polisémica de texto, fotografía, actuación, iluminación, música y movimiento constituyera una nueva categoría, y así surgió la clásica denominación del cine como séptimo arte.

“La llegada del tren” (Hermanos Lumière, 1895).

https://www.youtube.com/watch?v=qawVtd32DOQ

Con el correr de los tiempos y como expresión de una adaptación imprescindible, nuevas expresiones como la fotografía y el cómic fueron agregándose a las manifestaciones artísticas, aunque en el momento actual podríamos asegurar que toda disciplina ejercida con vuelo creativo puede encuadrarse en el concepto de arte. como posesiones demoníacas, para reemplazarla por la del conocimiento fisiopatológico y su correlato diagnóstico y terapéutico. Los médicos franceses y británicos, más que los alemanes (éstos últimos creían preferentemente en una medicina vinculada a los hallazgos de laboratorio), sostuvieron la importancia del arte para comprender al ser humano sufriente. Esta concepción, conocida como humanismo médico, fue sostenida a fines del siglo XIX y comienzos del XX, por figuras como Jean Martin Charcot, Sigmund Freud y William Osler. el motivo de nuestro quehacer. La metáfora mecanicista (la enfermedad como un desperfecto en un mecanismo) no alcanza evidentemente para dar cuenta de la complejidad del sufrimiento humano y, entonces, la rejerarquización de la relación entre médico y paciente se tornó inevitable.

Fue así que se volvió la mirada hacia el humanismo médico y hubo que reflexionar sobre los grandes temas de la medicina: la salud, la enfermedad, el dolor, el temor, el sufrimiento, la angustia existencial, el sexo, la locura,

Cine y humanismo médico

Por aquellos años de la irrupción del cine, se estaba en los albores de la medicina científica, con los grandes descubrimientos como el microscopio, la bacteriología y el surgimiento de figuras fundamentales como Koch, Jenner y Pasteur entre muchos otros. Se superó la etapa de las enfermedades concebidas como castigos divinos o como posesiones demoníacas, para reemplazarla por la del conocimiento fisiopatológico y su correlato diagnóstico y terapéutico. Los médicos franceses y británicos, más que los alemanes (éstos últimos creían preferentemente en una medicina vinculada a los hallazgos de laboratorio), sostuvieron la importancia del arte para comprender al ser humano sufriente. Esta concepción, conocida como humanismo médico, fue sostenida a fines del siglo XIX y comienzos del XX, por figuras como Jean Martin Charcot, Sigmund Freud y William Osler.

A partir de la Segunda Gue rra Mundial y con la explosión de los avances tecnológicos, que se mantiene incesante y en crecimiento hasta nuestros días, la atomización de la medicina en pequeñas parcelas de especialización ha pretendido subdividir el conocimiento médico hasta el punto de olvidar que es un ser humano la muerte. Son los grandes temas de la vida y por ende también los temas del arte que está enraizado en todo lo humano el motivo de nuestro quehacer. La metáfora mecanicista (la enfermedad como un desperfecto en un mecanismo) no alcanza evidentemente para dar cuenta de la complejidad del sufrimiento humano y, entonces, la rejerarquización de la relación entre médico y paciente se tornó inevitable.

Fue así que se volvió la mirada hacia el humanismo médico y hubo que reflexionar sobre los grandes temas de la medicina: la salud, la enfermedad, el dolor, el temor, el sufrimiento, la angustia existencial, el sexo, la locura, la muerte. Son los grandes temas de la vida y por ende también los temas del arte que está enraizado en todo lo humano.

El acercamiento al ser humano sufriente, requiere de modo imprescindible de la comunicación, tanto en su versión textual (discurso) como en la metatextual (gestos, actitudes, miradas, posición corporal, vestimenta). Su comprensión y manejo idóneo requiere de la escucha empática y también de la percepción e interpretación adecuada de la metatextualidad. Es en ese aspecto donde la narración metaverbal (con imágenes) se torna enormemente valiosa en la formación del médico. El cine, mediante el montaje, el manejo de la luz, los primeros planos y los planos-detalle y, en particular, la sabia complementación con la música, se erige en la manera ideal de comprender el complejo mundo de las emociones humanas, más allá de los diálogos entre los personajes, con toda su riqueza.

Hermanos Lumière, creadores del primer cinematógrafo

Referencia

Fragmento del artículo publicado en el libro “En búsqueda de los vínculos perdidos entre la medicina y la cultura”. Laborde Editor (2000) Rosario, Argentina. Reproducido con autorización del autor A. Greca.

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