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El Camino de Santiago: espiritualidad y construcción de Europa

Emilio Casariego Vales

Médico Internista (Santiago de Compostela, España)

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Aveces los hechos asombrosos se acumulan y se enredan, entrelazan historias y locuras apasionadas en una madeja que parece no tener fin. El primer prodigio se produjo en torno al año 820 d.C. cuando el obispo Teodomiro anunció que en el confín del mundo conocido se había descubierto la tumba de Santiago Apóstol. Según la tradición, en el año 44 d.C. en Jerusalén, el rey Herodes Agripa ordenó decapitar a Santiago el Mayor por no obedecer su orden y predicar el cristianismo. Dos discípulos robaron el cadáver y, en azaroso viaje en una embarcación de piedra, atravesaron el mar Mediterráneo costeando la península ibérica para llegar hasta Galicia. Ahí, en el bosque de Libredón, fue enterrado el cadáver, donde además se levantó un altar sobre un arca de mármol. Con los años el mausoleo cayó en el olvido; sin embargo, siglos después, fue descubierto cuando el ermitaño Paio observó unas luces extrañas en un bosque aislado. Avisado el obispo de la diócesis, Teodomiro, se excavó en la zona y se localizó un pequeño edificio funerario con restos humanos. Tras su examen, Teodomiro concluyó que se trataba de los restos de Santiago el Mayor y sus dos discípulos.

El hallazgo desencadenó un nuevo prodigio: miles de personas emprendieron un peligroso viaje a Santiago de Compostela para encomendarse al Apóstol y venerar su tumba. Estos viajeros son los llamados peregrinos, término que, si bien en su acepción general define al viajero que por devoción o voto visita un lugar sagrado, en sentido más estricto y para un español católico, el peregrino es aquel que se dirige a la catedral de Santiago. Uno de aquellos primeros peregrinos fue el rey de Asturias Alfonso II quien viajó desde Oviedo poco tiempo después de lo anunciado por el obispo Teodomiro. El culto al Apóstol se extendió rápidamente y pocas décadas después ya era conocido en el mundo cristiano de la Europa Occidental. Las peregrinaciones, que a veces eran desplazamientos de grupos muy importantes, nacieron y se desarrollaron de manera espontánea sin grandes apoyos civiles ni eclesiásticos hasta dos siglos después, cuando ya era un fenómeno de masas. Su origen, ya de por sí portentoso, asombra aún más cuando vemos que hoy en día, más de 1200 años después, mantiene un gran atractivo y un enorme poder de convocatoria.

Es fácil imaginar cuán largos, difíciles y peligrosos debieron de ser esos desplazamientos en sus primeros siglos. Los visitantes llegaban de toda Europa, incluso de tierras tan lejanas como Suecia, en un viaje que podían durar muchos meses. Probablemente, gran parte de estos peregrinos vivirían verdaderas odiseas, enormes peligros y muchas penurias. Sin embargo, pese a todo, en los siglos XII y XIII, sea a pie o a caballo, se desplazaban hasta allá miles de personas, en una magnitud tal que, según estudios recientes, en el siglo XII superaron las 250.000 personas por año.

En la época medieval se consideraba que el peregrino era un enviado del cielo y por ello existía una enorme preocupación por ser hospitalario y se hacía un gran esfuerzo para ofrecerle apoyo espiritual y sanitario, al menos en las principales zonas de paso. La mayoría de las instituciones hospitalarias para peregrinos y pobres se crearon gracias a las donaciones aportadas por comunidades religiosas, sedes episcopales, familias nobles, altos clérigos y, sobre todo, por los reyes. Los monarcas fundaron gran cantidad de hospitales en el Camino, manifestando así la voluntad de la Corona para practicar la virtud cristiana de la caridad y servir a Dios y a Santiago como Santo Patrono del reino.

Todas estas circunstancias configuraron varias rutas de peregrinación, o distintos caminos, que según la época que fuera ofrecían mayor seguridad y servicios a quienes los recorrían. De todos ellos, el Camino Francés es el más conocido y el de mayor tradición histórica. Esta ruta creada entre los siglos X y XII para llegar desde Francia hasta Compostela, aparece ya descrito en el año 1135, en el Códice Calixtino, obra que incluye varios libros y que en el quinto de los cuales se especifican los tramos de este Camino e informa con detalle los santuarios, las gentes, las comidas, las fuentes y las costumbres locales, por lo cual se le considere el primer libro de viajes del mundo occidental.

A lo largo de los siglos las peregrinaciones y sus caminos sufrieron una enorme cantidad de vicisitudes, como guerras, pestes, caos y períodos de ruina, empero, tanto en épocas mejores como en las peores, el Camino de Santiago siempre es una ruta transitada, una vía de unión entre las personas y una fuente de desarrollo intelectual y comercial. De su importancia ya da fe Goethe, quien afirmaba que “Europa se hizo peregrinando a Compostela”.

Cuidar el Camino y proteger al peregrino ha sido una constante de los poderes públicos proporcionando infraestructuras, apoyo humano y protección jurídica. En este aspecto, con los años se fue tejiendo una legislación uniforme, tanto laica como religiosa, aplicable a todos los peregrinos con independencia de su nacionalidad, es decir, una legislación que configura el Derecho Internacional. titivo y muchas veces hostil, la peregrinación a Santiago supone una alternativa vital y una invitación para compartir los valores humanos universales de siempre. Se puede peregrinar por un motivo espiritual, pero también puede ser un viaje interior (un tiempo de cambio y reflexión), una experiencia abierta para convivir y comprender a gente distinta o un tiempo lúdico viviendo el recorrido, el paisaje, la historia y la cultura compartida.

El Camino de Santiago, Primer Itinerario Cultural Europeo y Patrimonio de la Humanidad, es una de las rutas de peregrinación más antiguas y principales de la cristiandad, así como una sólida raíz espiritual de Europa. A la espiritualidad y la cosmovisión (que interpretaba la Vía Láctea como un camino de almas rumbo al Paraíso) propias de los primeros tiempos, al Camino de Santiago se le han ido uniendo otras razones y otras visiones propias de cada época.

Hoy, en este siglo XXI, en un mundo globalizado, competitivo y muchas veces hostil, la peregrinación a Santiago supone una alternativa vital y una invitación para compartir los valores humanos universales de siempre. Se puede peregrinar por un motivo espiritual, pero también puede ser un viaje interior (un tiempo de cambio y reflexión), una experiencia abierta para convivir y comprender a gente distinta o un tiempo lúdico viviendo el recorrido, el paisaje, la historia y la cultura compartida.

Es importante saber, sobre todo para el peregrino que inicia “su” camino, que la esencia del viaje es tanto el destino como el recorrido en sí mismo. Seguramente, los motivos que empujan a las personas no son únicos, sino que se entremezclan y llegan al corazón y al alma de la gente de hoy en día. Por ello, 1200 años después, “el prodigio” se mantiene, pues solo en 2022, unas 450.000 personas han obtenido “la compostelana”, un documento que certifica haber recorrido a pie un mínimo del Camino, unos 120 km.

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