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Recordando a Basadre y otros intelectuales en tiempos de crisis política (Parte 1)

Carlos Bustíos Romaní - Carla Bustíos Sánchez

Médico salubrista -Médico gastroenterólogo

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Nuestras narrativas sobre la historia de Perú, así como nuestras percepciones sobre la ausencia de una identidad nacional –transcurridos 200 años de vida formalmente republicana– muestran a nuestro país como un conjunto de grupos humanos separados, distintos y hasta contrapuestos, que el paso del tiempo y de las generaciones han convertido, no sin fricciones y frustraciones, en una sociedad fragmentada, autoritaria y excluyente, en la que las instituciones políticas se han deslegitimado y donde, además, las desigualdades, la informalidad, la corrupción y la violencia material forman parte de la vida cotidiana de los peruanos. Sin embargo, en las últimas décadas se hicieron diversos planteamientos políticos a favor de la integración, de la participación ciudadana, del respeto por las normas y las leyes, del ejercicio ciudadano del acto de representar y el diálogo constructivo. Más aún, se intentó convertir algunos de estos planteamientos en estrategias gubernamentales a través del llamado “Acuerdo Nacional”. Los resultados de esos intentos son conocidos, se interrumpieron o fracasaron.

Recordando a Basadre en tiempos de crisis

La presente recopilación de citas de Basadre se basa en textos contenidos en dos de sus más importantes trabajos. El subcapítulo “El Estado Empírico y el abismo social” de su obra “El azar en la historia y sus límites”, escrita en 1971; así como en las reconsideraciones de su libro “Perú: Problema y Posibilidad”. Estas últimas, escritas en 1978 –dos años antes de su muerte– recogen el pensamiento maduro y más genuino de Basadre.

El Estado empírico y el abismo social

“Para América Latina, en especial el Perú, la crisis de nuestra época presenta caracteres especiales. El sufragio, panacea de la democracia liberal, no funciona en este país, o funciona con intermitencia, o funciona mal. En las instituciones que mediante él se establecieron, surgieron características de enfermedad que el tiempo no curó sino hizo crecer. El Poder Legislativo, caracterizado en forma creciente, dentro de los últimos tiempos, por la mediocridad de sus miembros, salvo excepciones, acentuó su afán de interferir en la administración pública y de aprobar leyes empíricas, o movidos por minúsculos e impuros intereses o proclives a acentuar el desequilibrio en el Fisco. El Presupuesto de la República fue confeccionado apresuradamente en la mesa de las comisiones parlamentarías, sin un plan orgánico, bajo la obsesión de atender a exigencias de carácter personal, local o partidarista. La burocracia quedo en gran parte, a merced de las contingencias políticas; junto con nombramientos arbitrarios hubo postergaciones también injustas y, en general, existió una baja remuneración para los trabajadores del Estado. El delito de enriquecimiento ilícito, cuyos orígenes se hallan sin duda, en los corregidores y otros personajes de la vida colonial, tornase grave en la época de las grandes exportaciones del guano, en la consolidación de la deuda interna, en la conversión de la deuda externa, en la nacionalización del salitre, en el proceso iniciado por el billete bancario cuya última etapa fue el billete fiscal. Resucitó hacia 1894 por breve tiempo y se expandió con prepotencia después de 1919, con breves excepciones; porque hubo más dinero y porque apareció, en número creciente, la tentación de gozar con artefactos e instrumentos que hacían la vida más, placentera o más cómoda, o más fácil. Hubo períodos a los que es dable calificar de sanos y fecundos dentro de la historia republicana; pero ellos no tuvieron continuidad. En suma, el Estado peruano fue y continuó siendo un Estado empírico”.

“Al Estado empírico se sumó el abismo social. (…) Las raíces económicas semifeudales en el campo heredadas de la época colonial, fueron ahondadas por el neolatifundismo. Prosiguió la división entre los de arriba y los ‘cholos’ pobres, aunque hubiese en la cúspide de la pirámide mayor movilidad de la que hoy afirman algunos. El problema indígena quedó irresuelto”.

“Hubo ceguera y egoísmo excesivo en los grupos altos (…) El crecimiento de las clases medias y el despertar de las clases populares, acompañados por los espectaculares avances en el número de la población y por el relativo progreso educacional, amenazaron y, por último, rebasaron los sectores plutocráticos, intrínsicamente muy frágiles no obstante las apariencias”

“El problema fundamental en América Latina y el Perú en nuestros días y del futuro consiste nada más y nada menos, que en esto: ¿Cómo ir acabando con el Estado empírico y como ir destruyendo el abismo social?; o, por lo menos, ¿cómo colocar vasos comunicantes sólidos y anchos para que sea posible una sana movilidad dentro de una sociedad al servicio de quienes la integran y no de unos cuántos?

Todo ello dentro de lo posible, con respeto al principio de la dignidad humana”.

Perú: Problema y Posibilidad

“Esa es la más alta función de la Historia: ver no sólo lo que hemos sido sino lo que no hemos sido…” “Quienes únicamente se solazan con el pasado, ignoran que el Perú, el verdadero Perú es todavía un problema. Quienes caen en la amargura, en el pesimismo, en el desencanto, ignoran que el Perú es aún una posibilidad. Problema es, en efecto y por desgracia el Perú; pero también felizmente, posibilidad”.

“Como resumen de las someras consideraciones precedentes, es necesario resaltar que el estado debe formular cuidadosamente y aplicar con inteligencia un Proyecto Nacional enrumbado hacia plazos inmediatos, mediatos y largos. (…) Para su elaboración, al lado de elementos técnicos conviene tener en cuenta el planteamiento de sus necesidades y aspiraciones, entendiendo esta palabra en un sentido económico, social, y no pasivamente geográfico. Cinco o seis asambleas regionales representativas del país real y –no del país legal–, del Perú interior y no del Perú exterior, del Perú profundo y no del Perú superficial, deberían dar su aporte, que sería analizado, coordinado y organizado por la asamblea nacional, no sólo sobre aspectos económicos sino, además, para dilucidar problemas sociales, laborales, educacionales, culturales, de salud, de transportes y comunicaciones, y demás”.

Hace muchos años, el autor del presente libro escribió lo siguiente acerca de los tres grandes enemigos de la promesa de la vida peruana: “Los Podridos, dijo, han prostituido y prostituyen palabras, conceptos, hechos e instituciones al servicio de sus medros, de sus granjerías, de sus instintos y de sus apasionamientos. Los Congelados se han encerrado dentro de ellos mismos, no miran sino a quienes son sus iguales y a quienes son sus dependientes, considerando que nada más existe. Los incendiados se queman sin iluminar, se agitan sin construir. Los Podridos han hecho y hacen todo lo posible para que este país sea una charca; los Congelados lo ven como un páramo; y los Incendiados quisieran prender explosivos y verter venenos para que surja una gigantesca fogata. Toda la clave del futuro está allí: que el Perú escape del peligro de no ser sino una charca, de volverse un páramo o de convertirse en una gigantesca fogata. Que el Perú no se pierda por la obra o la inacción de los peruanos”.

“A pesar de todo, sin embargo, y por encima las desgracias que puedan venir por más horrendas que sean, seguimos creyendo en lo que modestamente llamáramos desde 1941 ‘la promesa de la vida peruana’. Concepto que alguna relación tiene con lo que Ernest Bloch definió en 1959, ‘como el principio esperanza’ en el libro de ese título en el que explicó que el hombre ha vivido siempre en la prehistoria y que el verdadero génesis está al final y no al principio”.

“La clave del futuro está allí: que el Perú escape del peligro de no ser sino una charca, de volverse un páramo o de convertirse en una gigantesca fogata.

Que el Perú no se pierda por la obra o la inacción de los peruanos”

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