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Irán, en jaque por un velo
El totalitarismo de Irán poco se distingue de los sistemas autoritarios oprobiosos del siglo pasado (fascismonazismo). Su originalidad está en que se apoderaron de la integralidad del sujeto, la conciencia, la cotidianidad, la intimidad y el cuerpo, por la causa chiita: devoción, sanación, martirio y salvación eterna.
Irán, una de las naciones más antiguas de la humanidad, ubicada en Asia Central, es el cuarto mayor productor de petróleo; es potencia militar y nuclear de la región y, con el régimen teocrático más poderoso del mundo, hoy se encuentra en jaque debido a una prenda de vestir: el velo islámico o pañuelo. Gran parte de su juventud se ha levantado en protestas permanentes contra el gobierno por la muerte (o asesinato) de Mahsa Amini, una joven de 22 años, el 16 de septiembre pasado en Teherán, por no llevar puesto “correctamente” el hiyab o el chador. Todo indica que fue la Policía de la Moral la responsable del deceso, quien había detenido a Amini por esta “falta” o “crimen contra dios”.
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Los persas hacen parte de una tradición religiosa muy antigua, que la hace inquebrantable ante las protestas. Entre el año 1500 y el 1000 a. c., el profeta persa Zaratustra (Zoroastro en griego), hizo pública una revelación divina, de Ahura Mazda (el dios supremo) que: “La tierra de los arios (iraníes) es fértil para la lucha contra Angra Mainyu” o Ahriman, dios del mal. Doctrina monoteísta, como la de Akenatón para los egipcios, que al parecer heredaron Abraham y Moisés para los hebreos. El zoroastrismo guio al Imperio persa por más de 2000 años, hasta el 633 - 654 de la era común, cuando fueron conquistados por los árabes musulmanes, convirtiéndose al islam sin mayor resistencia, pues zoroastrismo e islam compartían conceptos como el de un solo dios y el mesianismo, entre muchos otros.
Con Occidente también han tenido relaciones. Voltaire, Goethe, Thomas Moore, Mozart, escribieron sobre zoroastrismo y, hasta Freddie Mercury, que estaba muy orgulloso de su herencia persa zoroástrica, dijo: “Yo siempre voy a caminar como un petimetre persa”.
Irán continuó en su travesía heroica de construcción de nación a través del mundo islámico, con fuertes enfrentamientos con sus líderes. Empezaron acusando al primero de los califas de haber dado muerte a Alí, al verdadero sucesor de Mahoma, según han afirmado. Por este asesinato una gran parte de musulmanes crearon el partido de Alí, o chiismo, al mismo tiempo, provocaron el primer gran cisma en el islam, como Lutero en la religión católica. Siguieron avanzando hasta que en el siglo XVI la dinastía safawí los unió y fortaleció, también su religiosidad. En su filosofía no existe una separación entre religión y Estado. Dentro de sus dogmas, uno muy importante, señala que fueron elegidos por Alá como los guías espirituales del mundo. Sus pretensiones, de instaurar un gobierno chiita universal, hicieron que los otros gobernantes musulmanes persiguieran y dieran muerte, a lo largo de la historia, a muchos de los líderes revolucionarios chiitas. Guerra que aún no se detiene, extendiéndose a Occidente.
En tanto esperan el regreso de su líder supremo, Mahdi, el imán duodecimano (el 12 en la línea de sucesión, el primero fue el imam Alí, primo de Mahoma), quien se “ocultó” en el año 868 ante la mirada de sus files. Los chiitas han obedecido al imam, representante del Mahdi, y desarrollaron el concepto de “ocultación” para su protección. Principio que surge debido a que sus líderes son asesinados y, algunos de sus imanes, desaparecidos (¿o quizá muertos?) en alguna batalla. Esto significa que dios se lo ha llevado a alguna lejana caverna donde reza, hace penitencia y espera el día en que Alá lo envíe como el Mahdi, el mesías. La fuerza ideológica de este mesianismo, estrechamente ligado con el concepto de redención, cobra enorme relevancia esotérica entre los chiitas,
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que esperan que el Mahdi restaure el orden político-religioso del mundo. Esta es su fe.
Para reforzar su posición política, la dinastía safawí propone las reformas político-religiosas que han esperado los ulema (el poder religioso), de inmediato las apoyaron y acogieron. El acuerdo reconocía como legítima a la dinastía safawí que rescataba los valores de la cultura iraní, la lengua persa y declaraba como oficial el islam chiita en todo el territorio de Irán. Y, con el propósito de lograr mayor aceptación, apoyo popular, obtención de la legitimidad de parte de los líderes religiosos, los safawí dieron una serie de concesiones especiales a los ulema chiitas de Irán: 1) Extensos territorios para su disfrute y beneficio; 2) monopolio de la justicia islámica; 3) monopolio de la educación religiosa en las madrazas; 4) se les otorgó a los ulema autonomía en los lugares alejados de los centros de poder y se les autorizó tener sus propias milicias (especie de paramilitares religiosos); 5) exoneración de impuestos a sus bienes; y 6) recolección de impuestos a los comerciantes del bazar. Como resultado de estos acuerdos los ulema alcanzaron gran influencia y poder político. Van a rechazar toda forma de modernización del Estado que implique laicidad y a derrocar a los gobiernos que ejerzan el poder contrario al islam. Contra la dinastía de los qajar, que reinó desde 1785 hasta 1925, se opusieron siempre hasta su derrocamiento.
Desde 1925 hicieron oposición contra la dinastía pahlaví, que desafiaba el régimen clerical iraní, Reza Khan dio un golpe de Estado y se autoproclamó Napoleón y sha de Irán. Se impuso una desafiante tarea: llevar a Irán al siglo XX, occidentalizar el país, mejorar la situación de la mujer, declarando la ilegalidad del uso del pañuelo islámico, debilitar el clero, entre muchos cambios. Algunas mujeres aceptaron la nueva norma de vestimenta; la mayoría no. Aún hoy, hay ancianos iraníes que cuentan que sus madres se encerraron en sus casas durante seis años y más. Les daba miedo ser detenidas por salir a la calle con la cabeza cubierta y les avergonzaba hacerlo sin el chador.
Su régimen se convirtió en una tiranía y fue reemplazado por su hijo Mohammad Reza, de 22 años, en 1943. Este joven monarca, con el apoyo de los ingleses, continuó modernizando el país. Declaró la abolición de los códigos de vestimenta; redujo el poder de los ulema (clérigos) e impulsó la idea de una sociedad al estilo occidental. Es decir, intentó eliminar más de 1000 años de religiosidad de un tajo, por decretos. Como era lógico, fue repudiado masivamente y huyó en 1979. La participación del ayatolá (digno de dios) Ruhollah Jomeiní fue definitoria en este derrocamiento. Hasta la población, al principio, creyó que era el Mahdi, el duodecimano imán.
El 1 de febrero de 1979, cuando regresó a Irán del exilio, Jomeiní explicó a las exultantes masas su visión de un nuevo
Irán libre de influencias extranjeras y fiel al islam. Declaró airadamente: “Desde ahora en adelante seré yo quien nombre al Gobierno”. Su intención era fundar una República islámica dominada por los religiosos, y lo consiguió con brutal eficacia. En un referéndum celebrado en marzo de 1979, el 98,2% de la población votó a su favor1
El asesinato de Mahsa Amini ha desatado una fuerte ola de protestas que ha sacudido a Irán en los último cuatro meses. Las mujeres han liderado este movimiento en oposición a las estrictas leyes que atentan contra sus derechos más básicos. Resisten a la Policía Moral iraní que vigila a toda la población femenina: 40 millones, entre mujeres y niñas. Estos agentes conducen por la ciudad, y tienen facultades para dar el alto a cualquier mujer y examinar su vestimenta, estudiando detenidamente cuántos mechones de cabello tiene a la vista, la longitud de sus pantalones, y su abrigo y la cantidad de maquillaje que llevan. Son innumerables los casos de mujeres abofeteadas, golpeadas con palos e introducidas en furgones policiales a causa de sus vestimentas.
El control del cuerpo de las mujeres no es una prerrogativa exclusiva del Estado. El fanatismo iraní, sobre el uso obligatorio del velo, ha impulsado a matones y agentes parapoliciales (miles) a arrogarse la responsabilidad y el derecho de imponer los valores de la República islámica, acosando y agrediendo a las mujeres en público. Así, las mujeres y las niñas se encuentran a diario con desconocidos que las golpean y las salpican con gas pimienta, las llaman “putas” y las obligan a taparse por completo el cabello con el velo2. Lo anterior puede sonar a un relato distópico, pero no lo es. Es la realidad de miles de mujeres y niñas en Irán, donde el Estado ejerce un estricto control sobre sus cuerpos, sobre las vidas, y sobre la nación.
Las recientes manifestaciones han llevado a algunas mujeres a aparecer en silencio en lugares públicos, agitando una asta con el velo atado a uno de sus extremos, mientras que otras comparten vídeos en los que aparecen caminando por las calles con el pelo al aire. Son muchas las mujeres que vienen librando la batalla por la eliminación del velo. Algunas han muerto, otras han sido detenidas y condenadas a penas privativas de la libertad, de 1 a 15 años. Sus delitos han sido difundir consignas de protestas contra el velo por medio de redes sociales, en aeropuertos, en escuelas con pancartas y afiches, o porque hacen protestas quitándose el velo, pisoteándolo o quemándolo. Entre ellas figuran madres, niñas, princesas, escritoras, abogadas y actrices. Esta ola de protestas ha hecho que muchas mujeres comiencen a usar ropa más ajustada de la que permite el régimen, a maquillarse y a dejar que se vean partes de sus cabellos cuando usan los velos.
Este movimiento tan fuerte por los derechos de las mujeres casi no tiene precedentes en los más de 40 años de revolución y, aunque es algo muy significativo, parece com-
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plicado imaginar que pueda suponer cambios reales en Irán. Implicaría que las víctimas mortales, más de 500, serían apenas una cuota de sacrificio por la caída del régimen teocrático, por lo que la lucha debe continuar. En la actualidad rige un gobierno ultraconservador, y no es fácil que un Estado que se ha caracterizado por la eliminación de toda disidencia, por su fortalecimiento armamentístico3 nuclear, por su tradición e influencia en el mundo fundamentalista como un jugador principal de la geopolítica global, pueda ser derribado o ceder ante las protestas civiles.
No hay que olvidar, por lo que hace difícil lograr los derechos de las mujeres, que en Irán existe un poder delegado en grandes grupos que dominan sin piedad. No es como en Occidente donde la consigna es derrocar al gobierno y la sociedad se libera. En Irán hay que derrocar a la sociedad, qué paradoja, a los cuatro o cinco grandes poderes que la integran: la guardia revolucionaria, el ejército clerical de los ulema, el gobierno del premier, la autoridad del ayatolá o imán, el bazar que está presente en cada cuadra a lo largo del territorio iraní, las milicias, entre muyahidines y yihadistas. Lo más grave es que hay que derrocar la ideología esotérica chiita que aliena al 98% de la población (el resto son los que protestan). No es retórica, pues una buena parte de la sociedad rechaza las manifestaciones y, hasta, de alguna manera, aprueba los ahorcamientos de los jóvenes que protestaron por la muerte de Mahsa Amini. Pero lo más doloroso es que algunas familias de las víctimas ejecutadas piensan que haberse alejado de su religión y de Alá es un pecado que había que pagar. En Irán el poder y la fe son una misma cosa, y se observa con devoción y sumisión.
Pensar en conceder alguna libertad a las mujeres, eliminando los códigos de vestimenta, sería algo obvio. Hace más de 100 años ocurrió en Occidente. Pero en Oriente y, específicamente, en Irán, no. Allí sería toda una revolución, se caería el régimen de los ayatolas. Pues es en el control del cuerpo y en la conciencia de los iraníes, a través de las formas de la ideología religiosa, donde se encuentra el poder de dominación del Estado. De ahí que los gobiernos chiitas, como las otras ideologías alienantes, hayan impedido el ingreso a la modernidad, controlando las comunicaciones, las redes sociales y las libertades individuales y colectivas. El régimen refirió el aislamiento del mundo, la sociedad cerrada.
Una sociedad abierta al mundo a través de las libertades ayuda a reducir la dependencia e irracionalidad de sus integrantes. Podrían distinguir entre el mito y la realidad. Pensar que la fantasía, la ilusión y la esperanza son alegorías de la vida, no más que eso. Que lenguajear y emocionar enriquece el florecimiento humano. Que el infortunio es un azar, no un castigo ni una condena. Y que creer en dios es un acto de libertad, como no creer. En un mundo abierto existe la duda, el escepticismo, la negación como derecho, y nunca jamás la sumisión. En la República islámica de Irán sólo hay una verdad que cancela toda diversidad humana, de pensamiento, obra y omisión: el chiismo. Este fanatismo tiene secuestrada a la acción. Cuando la sociedad derribe el pecado caerá el régimen y el velo.
1. Lonely planet, (2017).
2. Amnistía Internacional, (28 de mayo de 2019).
3. Álvaro Cordero (21 de octubre de 2022). France 24.