Muta Nº6

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NÚMERO 6


TAPA y contratapa

AGUSTÍ N G ON Z Á LE Z G OY TÍA

EL MATERIAL PUBLICADO EN MUTA PERTENECE A SUS AUTORES Y FUE CEDIDO EXCLUSIVAMENTE PARA ESTA REVISTA, DICHO CONTENIDO NO PUEDE SER REPRODUCIDO CON FINES COMERCIALES.

ISSN en trámite. muta es propiedad de pablo correa senestrari


concepto, edición y diseño

damián miroli · pablo correa senestrari

agustín gonzález goytía · roberto echen atilio orellana alberto passolini · gustavo nieto julio gutiérrez florencia méttola grupo fotografía estenopeica la vereda del amor


LA OBRA DE AGUSTÍN GONZÁLEZ GOYTÍA EN LAS PALABRAS DE Roberto Echen




Una buena parte de los artistas contemporáneos podría caer dentro de lo que psiquiátricamente se conoce como “acumulador” (ese trastorno obsesivo compulsivo que lleva a quien lo padece a acumular objetos inútiles) Por supuesto. Si no fuera porque en este caso (y en general , tan atravesada como está por la ceguera positivista) la psiquiatría no puede dar cuenta de lo que ocurre. Pero no estoy hablando (o sí) de arte contemporáneo sino de Agustín González Goytía. En todo caso no estoy hablando de arte contemporáneo sino de lo que en Agustín hay de contemporáneo.

p á g . a n t e r i o r : c a r r e r a ( a c r í l i c o s o b r e t e l a - 3 0 c m - 2 012) a r r i b a : t i n ta ( 3 6 x 2 8 c m ) / i zq . : s i n t í t u lo ( a c r í l i c o )


ST ( a c r í l i c o s o b r e p a p e l - 5 0 x 3 5 c m - 2 0 1 3 ) - d e r e c h a : a m i g o m í o ( a c r í l i c o )


Aunque. Probablemente, esto me está llevando al borde entre lo que en Agustín hay de contemporáneo y lo que habría – no ya de moderno – sino, incluso, de atávico. Porque. En Agustín (nombre que lleva la carga antigua de la santidad) lo que emerge no es lo contemporáneo sin más, sino la lucha entre lo que pertenece de derecho a lo que en la actualidad se podría denominar como tal (si es que – en verdad – pudiéramos afirmarlo tan definitivamente) junto a sobrevivencias antiguas (incluso, rancias).



ST ( a c r 铆 l i c o s o b r e t e l a d e a l g o d 贸 n - 1 2 0 x 1 4 0 c m - 2 0 1 4 )


En Agustín se da – no sólo en él , pero en él es intenso – la lucha entre los discursos aceptables como “actuales” y los que (aunque no sean exactamente inerciales) parecen encontrar su lugar a duras penas y después de grandes malabarismos por parte de quien los produce. Lucha entre lo que se supone vivo (es decir contemporáneo) y los “muertos vivos” que regresan una y otra vez.

ST ( t i n t a s o b r e p a p e l ) - d e r e c h a : s t ( a c r í l i c o s o b r e t e l a - 3 3 x 4 3 c m )



S i l l ó n ( a c r í l i c o s o b r e p a p e l - 1 0 0 x 7 0 c m - 2 0 13 ) d e r . a r r i b a : p o r tó n e n r u i n a (ac r í l i c o s o b r e t e l a - 2 014 ) d e r . a b a j o : p o r t ó n N º 1 ( a c r í l i c o s o b r e p a p e l - 1 0 0 x 7 0 c m - 2 0 13 )



Entonces. Vuelvo al comienzo: Agustín deviene un acumulador, alguien que junta – uno al lado de otro – objetos. Sólo que –y aquí la cosa parecería invertirse – los que pertenecen a ese espacio atávico son los que pueden reclamar el “valor”, la


i z q . : ST ( a c r í l i c o ) - d e r e c h a : s t ( a c r í l i c o s o b r e p a p e l - 5 0 x 7 0 c m - 2 0 1 3 )

“importancia” (en tanto obra de arte que –y por eso, entre otras razones, lo sería– lleva adherida un autor) frente a esos otros que – si no fuera por su anclaje en una historia tejida por éstos – difícilmente pertenecerían al campo del arte.


r e g a lo (ac r Ă­ l i co so b r e pa p e l - 24 x 28 c m ) d e r . a r r i b a : s t ( a c r Ă­ l i c o s o b r e p a p e l - 2 5 x 3 5 c m - 2 0 13 ) d e r . a b a j o : s t ( a c r Ă­ l i c o s o b r e t e l a - 12 0 x 14 0 c m - 2 012)




Probablemente, la zona de convergencia sea menos simple y menos tratable (psiquiátrica o críticamente). Tal vez lo mejor sería dar cuenta de esa mutua legitimación que da al otro su situación en el mismo campo de batalla. Aunque. Quizás las afirmaciones (o dudas) anteriores no sean más que la sobrevivencia (el Nachleben, diría Warburg) de otro “muerto vivo” moderno: la confrontación vanguardista entre lo que es aceptable –y lo que no – aquí y ahora y lo que esté haciendo Agustín sean Vanitas contemporáneas en que la acumulación no pueda –ya– pasar por la tranquilizadora homogeneización de una técnica (la pintura) y tenga que ser entregada al otro en crudo (por supuesto, no sin la sutileza y la exquisitez del ordenamiento y la ubicación ritual de cada objeto).

i zq . a r r i b a : s t ( a c r í l i c o s o b r e t e l a - 12 2 x 16 8 c m ) izq . ab ajo: s t (ac r í l i co)


v e d e t t e ( a c r Ă­ l i c o s o b r e t e l a - 3 0 x 4 0 c m - 2 0 11 ) d e r e c h a : to r ta ( a c r Ă­ l i c o s o b r e t e l a - 2 0 0 9 )


Si es así, la angustia de Agustín sería solamente la tentación –a la que por alguna razón no pude resistirme– de un juego de palabras. Sin embargo. De ser cierta esta última proposición, me parece ver (en los intersticios, en los espacios que dejan los encuentros entre pinturas y objetos cotidianos) emerger algo (no ya en Agustín, sino en la producción misma, en esa intersección que se ha llamado obra) que estoy tentado de llamar goce.


jocke y (acrĂ­lico sobre tel a)






ENSAYO FOTOGRテ:ICO DE ATILIO ORELLANA




De pequeña, mi tía Fela jugaba a ser grande con sus hermanos y se disfrazaba con la ropa de su padre. Su comienzo en teatro fue a escondidas en 1952, y con el tiempo sería una actriz de renombre en Tucumán. Formó parte de numerosos elencos, actuó en televisión, películas y cortometrajes, también trabajó en destacadas obras como “Esos que dicen amarse”, “El derecho de nacer” y “Por las calles de Pompeya”, entre otras.








De pocos amigos, pero querida y admirada por todos, “soltera, mejor así”, dice siempre. Su cabello siempre con un look distinto al anterior. Con sus 84 años a cuestas, la diva que fue -que aún es- mira directo a los ojos y nos invita a hablar de teatro, a imaginarnos sus fantasías, a viajar, y a vivir.



Atilio Orellana, es fot贸grafo freelance especializado en fotograf铆a documental, publicitaria, prensa, moda y retratos.

w w w. at i l i o o r e l l a n a .c o m



Ep # 2 L a Vereda del A m or B O G A R D U S - A L MA R










En una primera instancia no recuerdo: solo veo y siento. Siento como unas líneas de contornos curvas (zigzagueantes (casi sísmicas) definen un hombre, pero no cualquier hombre, este es un hombre especial y contundente un gaucho hilarante que hace la suya vestido solo con los atributos que lo significan y que parece estar totalmente concentrado en su hacer (bailar, tomar mate, tabear, “yerrar” etc.) tan concentrado que parece estar actuando y siento la hoja de papel como su escenario. Porque en estos dibujos veo movimiento; parecen ser parte de una animación. Súbitamente recuerdo que el primer largometraje de animación del mundo fue argentino(4) entonces:¿cómo podría ser la película del gaucho de Passolini? Imagino que por circunstancias de la vida este gaucho llega a la ciudad de Tucumán, enamorado de la luna sabe que las estrellas se ven mejor a cielo limpio desde los valles y que cuando esta nublado la mejor “metáfora” de la noche es una bola de espejos. La relación entre una guitarra criolla y una bola de espejos podría ser una buena trama para este film. Pienso en cómo articular la poética disco con uno de los símbolos de la tradición folclórica argentina: ¿Existen zonas de glamour en el folclore? Súbitamente recuerdo que la estrella más rutilante del género vivió en Tucumán, en Raco más precisamente. Imagino a Atahualpa Yupanqui con su amiga Edith Piaf brindando en Paris bajo la luz de la luna ¿la lunita tucumana parisina? y es que si estás en La Pampa, en Buenos Aires, Tucumán o Francia formalmente la luna es la misma, ¿o no? Entonces hago un GIF con estos dibujos y funciona: ¡¡¡ el gaucho vive!!! El dibujo animado baila, trabaja, pelea, juega, seduce; en fin: vive. Parece vivir la vida en rosa porque no es lo mismo un gaucho solo que un solo de gaucho.








Ep # 3 L a Vereda del A m or Ter c er a Col i n a - P r i s a


Despertar


texto y fotografĂ­as de julio gutiĂŠrrez


Al abrir los ojos la vida cobra forma, como al nacer. El mundo de los sue単os se diluye acobardado por la consciencia y la realidad exterior, aunque siempre alguno queda atrapado cual mosca en la telara単a.


pa i s a j e D u t t e n h o r f e r ( 2 014 )





Ese instante preciso donde las cuestiones existenciales cobran fuerza, nos hace replantearnos desde el porquÊ de vivir. Nos odiamos, nos amamos‌ Nos vemos tal cual somos.













Mi trabajo intenta mostrar a personas inmiscuidas en ese momento que no da margen para el disfraz cotidiano; que independiza brevemente a tales seres de sus roles diarios.



Las fotografías pertenecen al Proyecto AmaneSeres, año 2011. f a c e b o o k : G u t i erre Z Fo t ogr a f í a


novela en 8 capĂ­tulos por florencia mĂŠttola


CAPÍTULO 1 Dos gotitas y dos rayos de sangre adornan uno de sus dedos. Uno de los rayos se ve bastante mal. No recuerda el origen de la trifulca. Tal vez no hubo ninguna. Siempre juegan fuerte, pero ahora tiene la sensación de haber escuchado gritos, de haber sentido náuseas del dolor. Intuye de dónde viene la sangre, pero ignora si es suya o de alguien más. Recuerda los ojos verdes aun brillantes pero entrecerrados, una basura en los ojos, cubiertos por una capa acuosa. Se pregunta si habrá estado llorando, si habrá sentido el abatimiento de la última batalla, porque todo indicaba que iba a ser la última, aunque nadie pudiera creerlo. El pelo negro húmedo con algo que no podía distinguir, algo viscoso. Respiraba con una dificultad enorme, parecía tener la lengua afuera. Dónde estaba el enemigo parecía preguntarse. Todavía tenía ganas de pelear. Pobre. Siempre tan ingenuo. Quién iba a pensar que los ojos se le apagaran en el auto, que dejara de pelear justo cuando subiera al auto. Antes intentó asirla con el último aliento, tal vez de ahí venga la sangre en su dedo. También piensa que antes de que todo sucediera ella había estado rara, con esos síntomas que no podía nombrar, que la hacían moverse de aquí para allá, sentirse nerviosa, asediada por los otros, irse a la terraza y quedarse ahí toda la noche, sobre todo si había luna. Pero lo trágico había ocurrido de día, casi a la siesta. Tiene la leve sensación de que él quiso cogotearla y que ella salió corriendo y pegó un salto para que él no la alcanzara, porque ella era mucho más ágil que él. Y de ahí recuerda un montón de palomas y gallinas cacareando y la vecina gritándole al perro y un ladrido estruendoso. Se le erizó la piel, algo le decía que estaba todo mal. Se había despeinado un montón, de solo correr. Él ya no venía detrás suyo. Algo le había pasado, estaba segura. Después vio la cajita, pudo olerlo, y ya no quiso saber más nada con nada y se fue.


CAPÍTULO 2 Cuando Eloísa llegó a la casa del Negro apenas si se miraron. La pobre pasó días encerrada en su cuarto. Solo salía a comer. Lloraba todo el tiempo, salvo cuando por fin lograba dormir. Estaba traumada con la mudanza. Su carácter intimista, nervioso, desconfiado le impedía relacionarse rápidamente con los demás, hasta con los de su misma especie. El Negro siempre estaba alegre y era muy sociable, la invitaba a pasear, tal vez de manera un poco torpe, pero el Negro era así: audaz, no medía las consecuencias de sus actos, no era de razonar demasiado. Así también le fue después. El Negro era hermosísimo, de unos rasgos perfectos y elegantes, nadie podía evitar relamerse al ver su andar gallardo. Tenía un cuerpo musculoso y armónico y un mechón blanco que lo distinguía.



CAPÍTULO 3 Con el tiempo se hicieron un ovillo. Pasaban de construcción en construcción. A veces se maltrataban, pero era parte de la diversión, como las familias grandes, donde reina la hostilidad y también se encuentra la armonía gracias a esa pizca de violencia doméstica que decora cada almuerzo, o momento, donde todos los integrantes se encuentran reunidos. Eloísa había llegado a un punto en que quería comer todos los días lo mismo. Que nada en ella se inmutara. Salir a ver la mañana. Dar unas vueltas. No quedarse en ningún lado. Solo andar. En ese andar había estado en una casa donde vio la muerte por eutanasia de un ovejero alemán. Uno de los dueños, un niño de unos diez años, lloraba mientras comía ravioles con salsa. Había estado cerca de unas vías, donde estaba lleno de basura y casas derruidas, y había visto un caballo que tiraba de un carro, echado de costado en medio de la calle, empacado y enfermo, y personas tratando de levantarlo. Después en otra zona periférica había visto un chico aindiado, montado a otro equino, que no tiraba de ningún sulky ni estaba mal alimentado. Le pareció lindo.


CAPÍTULO 4 Recordando cuando se revolcaba con el Negro desde el patio interno de la casa hasta el patio de afuera, golpeándose contra las mesas y las sillas, y cómo ella siempre quedaba a merced del Negro, no indefensa, pero sí disminuida, se detiene en un autocine. Un montón de autos rojos descapotados. Parejas con peinados extraños de los 50’s se besuquean. En la pantalla una chica de pecho abultado, rubia, se baja a buscar un gatito negro en una fuente. Llama al tipo por su nombre, una, dos, tres veces. El hombre baja de un auto deportivo, parecido a todos los autos estacionados en el autocine. Fuma. Parece que no ha dormido. La chica tiene un vestido largo, negro y muy elegante. Se mete en la fuente. Camina por el agua. Parece feliz. A Eloísa le cae una lágrima por la mejilla izquierda, gime.



CAPÍTULO 5 En un viaje a Portugal Eloísa cambia de nombre. Ahora se llama Gena, en inglés. Una señora rubia –‒que toma un jugo de un olor fuerte– y que echa humo por la boca, la lleva de aquí para allá. Esa señora es algo así como su dueña. La ha encontrado en la ventana de su casa un día de lluvia torrencial. Desde entonces son inseparables. La señora le ha puesto un moño de terciopelo rojo en el cuello. Esta señora siempre lleva anteojos Jackie O para cubrir unas aureolas violáceas que se le hacen debajo de los ojos. Lo que más le gusta de esta señora rubia es que le da una carne anaranjada, muy sabrosa, que casi nunca tiene espinas. Entonces Gena, antes Eloísa, le retribuye aquél detalle durmiéndose en su regazo y dejándose acariciar.


CAPÍTULO 6 Después de Portugal visitaron Inglaterra. Allí fueron a un lugar que todos llamaban museo. A Gena, antes Eloísa, no la dejaban entrar, entonces se quedaba en el auto con un señor que siempre estaba al volante y también miraba por la ventana todo lo que la señora rubia hacía. En ese lugar llamado museo la señora hablaba con mucha gente y se llevaba unos recipientes de cristal constantemente a la boca. Cuando la señora rubia se desocupaba de esos lugares llamados museo, por detrás de ella siempre salía un hombre armado. Varias veces subían con ella hombres y mujeres vestidos de formas más extraña que la señora rubia, con anteojos transparentes que parecían lupas, enmarcados en un plástico negro. Esa gente siempre olía igual que la señora rubia: a perfumes insistentes y a una sustancia poderosa que te mareaba. Una vez subió un tipito que Gena, antes Eloísa, nunca olvidará. Fue ahí, en Inglaterra, y después en Los Angeles, California –donde vivían con la señora rubia-, donde conoció al tipito, que era de estatura mediana, rubio como la señora, pero de pelo corto. Era un poco gordito. Usaba unos anteojos redondos con marco grueso negro, que tenían mucho aumento. El tipito hablaba como un señorito inglés. Tenía un tono agudo que subía y bajaba estruendosamente cuando decía algo gracioso. Hacía reír mucho a la señora rubia. Ella mientras tanto acariciaba el lomo de Eloísa, digo Gena. El tipito hablaba de unas telas enmarcadas que él pintaba y vendía a precios exorbitantes, se llamaban cuadros o pinturas esas telas. Al tipito le gustaba mucho el color, todas esas telas tenían unos colores brillantes que después Gena pasaba horas mirando en el living de la casa donde vivía con la señora rubia. Esas telas enmarcadas de las que hablaba el tipito se parecían a la terraza de la casa de la señora rubia por donde Gena tantas veces paseaba. Era algo que se denominaba piscina en algunos lugares y pileta en otros. Esas piscinas o piletas que plasmaba el tipito en sus telas, o que había por todos lados en la zona donde se encontraba la casa de la señora rubia, eran estanques de distintos materiales, llenos de agua cristalina y fresca, o tibia, si era necesario. La gente las usaba en general para refrescarse. O simplemente para estar tirados en un costado, tomando de esos recipientes de cristal y todo el sol de la mañana. En el lugar donde vivía la señora rubia a la gente le gustaba estar de un color anaranjado que lograban pasando horas al costado de esos estanques, sin hacer nada más que absorber rayos ultravioleta, para que su piel quedara distinta, de otro color. Las telas que pintaba el tipito amigo de la señora rubia eran todas similares a eso. A Gena le gustaba verlas, porque pensaba que eran, incluso, mejores que las personas que veía haciendo eso. A veces iba del cuadro a la terraza y comparaba: nueve veces de diez prefería el cuadro del tipito. Igual era algo que no había reflexionado demasiado, sólo le daba esa impresión.



CAPÍTULO 7 Estaban en el sillón del piso que ocupaban con la señora rubia en una zona residencial de Los Angeles, California. Veían una película que siempre hacía llorar a la señora: era sobre un grupo de jóvenes que recién habían egresado de la escuela secundaria y se tenían que enfrentar a la vida adulta y a sus propios sentimientos. La canción principal de la película era instrumental. Sonaba un saxo que a uno le ponía los pelos de punta. Gena veía caer las lágrimas de la señora rubia por sus mejillas y desembocar en el vaso de ese jugo dorado que llevaba una y otra vez a la boca. Después de esa noche la señora rubia no volvió a despertar.



b o l i ta d e s e b o . b lo g s p ot. c o m . a r


CAPÍTULO 8 Eloísa, en algún momento Gena, se fue de la casa de la señora rubia un día en que la marea creció de tal forma que toda la ciudad quedó sumergida. Eloísa escapó en una lancha de goma a la que se aferró mientras la corriente la arrastraba. La lancha estaba sola, atada por una cuerda a lo que quedaba de un árbol. Eloísa mordió la cuerda hasta soltar la lancha. El agua la arrastró hacia lugares desconocidos. Cuando todo se secó volvió a ver lo mismo de siempre: un perro muerto en una montaña de chatarra, un par de zapatillas sucias y rotas en una vereda desolada y un montón de animales parados en dos patas haciendo tonteras. A veces se acordaba del Negro y se quedaba quieta hasta que el recuerdo pasaba. Un día, mirando una vidriera, vio al tipito amigo de la señora rubia. Se le acercó. El tipito no se acordaba de ella, pero le dijo qué linda, entonces ella se dejó acariciar. El tipito le compró comida y la dejó sola. Ella se había ilusionado. No lo vio irse.

fin



Ep # 4 L a Vereda del A m or L O S O T R A - CAJITA


FO TO GRA FÍ A ES TE NO PEI CA In i c i at i va In t er f eren c i a E s t enope i c a e s u n a p ro p u e s ta q u e s u rg e e n T u c u m á n , e n f e b r e ro d e 2 014 , d o n d e G ua da lu p e C r e c h e y Pa b lo M a s i n o i n v i ta n a b i e rta m e n t e a l a g e n t e a to m a r f oto g r a f í a s co n c á m a r a s d e c a rtó n , m a d e r a o l ata .





“ N o s ot ro s n o s pa r a m o s l e j o s d e l a i n m e d i at e z , p l a n t e a n d o l a to m a d e u n a i m ag e n ú n i c a , au n q u e n o p o r e l lo d e m ayo r va lo r , e n u n p u n to d e d ua l i da d ”. E l p roy e c to va d e s d e l a c r e ac i ó n d e l a c á m a r a co n m at e r i a l e s r e c i c l a d o s o co n m a d e r a , s e g ú n e l c a s o, h a s ta l a to m a f oto g r á f i c a , e l r e v e l a d o y l a o bt e n c i ó n d e l a i m ag e n . E s t e l a rg o p ro c e s o d i s ta d e l a i n s ta n ta n e i da d co n l a q u e h oy s e co n s i g u e n l a s i m ág e n e s f oto g r á f i c a s . e l L a b o r ato r i o F oto g r á f i co I n t e r f e r e n c i a f o r m a pa rt e d e l p roy e c to Ta m a ñ o f i c i o. A l l í , e n e l ta l l e r d e c a r p i n t e r í a d e a l e j a n d ro fa n lo, s e co n s t ru y e n l a s c á m a r a s f oto g r á f i c a s d e mader a .






“ E n d i c i e m b r e d e 2 014 r e a l i z a m o s u n a ac t i v i da d d e R e t r ato s C a l l e j e ro s , co n l a i d e a d e r e i v i n d i c a r l a f i g u r a d e l f otó g r a f o m i n u t e ro q u e a n t i g ua m e n t e t r a b a j a b a e n l a s p l a z a s . N o s g u s ta p e n s a r e n lo q u e l e s u c e d e a u n a p e r s o n a a l p o s a r y a l e n f r e n ta r s e a u n s u j e to co n s u c á m a r a e n to m a s l a rg a s , q u e va n d e s d e lo s s e g u n d o s h a s ta m u c h o s m i n u to s d e e x p o s i c i ó n ”.




“ Co n ta m o s co n u n a rc h i vo d e m á s d e u n c e n t e n a r d e f oto g r a f í a s r e a l i z a da s e n lo s ta l l e r e s y p o r lo s a s i s t e n t e s a l a s ac t i v i da d e s d e I n t e r f e r e n c i a”.

f a c e b o o k : In t er f eren c i a E s t enope i c a




La Vereda del Amor es un proyecto audiovisual que busca una vinculación espontánea entre los artistas y un público inusual, el de la calle.

a lo largo de la revista, presentamos cuatro videos de este ciclo de canciones, que se presentaN fuera de su contexto habitual. Las veredas recuperadas al tiempo del disfrute, los barrios como escenario. La silla otra vez en la puerta. Vecinos unidos por algo más que el apuro cotidiano. EL PROYECTO SE INICIÓ EN VEREDAS DE ACÁ (CON ARTISTAS TUCUMANOS) Y ACTUALMENTE, SE ESTÁ PRODUCIENDO EN BUENOS AIRES. EL EQUIPO ESTÁ FORMADO POR Florencia llompart, alejandro simonetti, ignacio Alderetes y Fernanda Soria arancibia (tuc.). se completa con soledad oshiro y Facundo gonzález (ba). facebook .com / L a Ver eda del A mor



MARZO DE 2014



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