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Nudo Gordiano
Agosto-Septiembre No. 26
Neumann
Cuentos - la Espada A Mi Me Mataron Anoche Alfonso Díaz de la Cruz TeresaPalomoVictoria García Marín JoséVaticinioDebbieSegundasOsvaldoPrecipitaciónA.PatiñoOportunidadesSaavedraRodolfoEspinosaSilva Poemas - la Lanza RubénDescansa...Hugo Carballo Vestigios de Vos Julián LaRafaelNoNeandroKamikazeFelipeEneroValdésEzeizaEstevezmemidasSalinasplegariadel deseo de Ángel Zarraga o el martirio de San Sebastián Armando Gutiérrez Victoria Ensayo - El Buey Metafísica, policial y estructura Federico Domingo Montaña 4020201612682224252627 Índice www.revistanudogordiano.com
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Alfonso Díaz de la Cruz A mí me mataron anoche a eso de las nueve y media, pero yo no me di cuenta sino hasta pasaditas las tres de la mañana. No me di cuenta antes, porque yo a esas horas ya estaba dormido y yo, cuando duermo, es muy difícil que me despierte, caigo como roca. Yo creo que precisamente por eso me mataron a esa hora, para que yo no me diera cuenta.
Pero no les salió como esperaban porque me desperté como a las tres, pues me sentía un poco indispuesto del estómago. Traía unos retortijones bárbaros, tan fuertes que era impo sible ignorarlos y seguir durmiendo. De manera que me levanté y me fui derechito al baño. Y fue ahí donde me di cuenta de que me habían matado. Mientras me lavaba las manos, en medio de la modorra de la desmañanada, me observé, como suelo hacer siempre que me lavo las manos, en el espejo del baño y pude notar un par de detalles que, al no ser normales en mí, llamaron toda mi atención. El primero de ellos fue que, siendo moreno como soy y gozando de una salud de roble, mi piel mostraba una coloración amarillenta completamen te fuera de lo normal, como ese color que tienen los moribundos cuando están por colgar los tenis. El segundo detalle que vi, pero no por eso menos importante que el primero, fue que mi cabeza había sido casi completamente cercenada y colgaba como un apéndice hacia mi costado izquierdo, dejando expuesta la primera vértebra, esa que llaman “atlas” que, por cierto, se encontraba totalmente ensangrentada. Al ser consciente de esto, tal vez por instinto o un impulso primitivo (aunque muy estúpido) de preservar la vida, palpé con mi dedo medio y el índice, la muñeca de la mano izquierda, puesto que la yugular ya era historia; buscando alguna evidencia de pulso me encontré con que éste no existía. Mi corazón no latía y la evidencia contundente confirmaba que estaba muerto o dormido, me dijo mi último atisbo de esperanza y supervivencia sugiriendo que todo fuese un sueño, por lo que corrí de regreso a mi habitación con el vivo deseo de encontrarme en la cama durmiendo. Pero no, en la cama no estaba mi cuerpo, por lo que se desechaba la hipótesis del mal sueño. Y no solo no estaba mi cuerpo, sino que, por si necesitaba una confirmación más de mi asesinato y muerte, las sábanas y el colchón se encontraban salpicadas e impregnadas a más no poder de sangre que, en algunos sitios, no había terminado de secarse del todo. Sin lugar a dudas alguien me había matado por la noche y me había dejado muerto, bien muerto, pero ¿quién? ¿quién pudo haberlo hecho? Y, sobre todo, ¿por qué?. Con una calma que pudiera sorprender a más de uno, lejos de entrar en pánico y gritar (ya estaba muerto, ¿qué sentido tenía ahora perder el control?), me calcé con las pantuflas que guardaba bajo mi cama y encaminé mis pasos al cuarto de Efigenio, mi sobrino, en cuya casa me hospedaba desde hacía poco más de cuatro meses para ver si se encontraba bien, pero sobre todo para preguntarle si no había visto o escuchado algo raro durante la noche, pues le tenía la novedad de que me habían matado, a mí, su tío favorito. Sin embargo, nunca llegué a hablar con él: ni siquiera llegué a verlo.
Incluso si corriéramos con suerte de que no nos echen el muertito encima, pues se ven drían averiguaciones y, entre que sí y entre que no, no podríamos reclamar la herencia. Yo no podía dar crédito a lo que escuchaba. —¡Pinche viejillo! —continuó mi sobrino —¡Cuatro meses aguantándolo aquí y nomás que no le daba por morirse! Lo bueno es que tu sierra sí servía, aunque no fue fácil, tú lo viste. Ese viejillo tenía el cogote súper tieso, pero al final no… Después de eso todo me pareció irreal y la voz de Efigenio se convirtió en un murmullo lejano como en un sueño. Me encontraba lívido, si se me permite la alegoría de mal gus to. No dije nada y no escuché nada más. No quise. No pude. Agarrando fuerzas de no sé dónde, acusé el golpe lo más estoicamente que un muerto puede acusar una traición así, arrastré por los pasillos de la casa mi cuerpo que, a la luz de lo que acababa de escuchar, se sentía mucho más pesado, más denso, y me dirigí de nueva cuenta hacia mi Unacuarto.vezahí me senté en la cama y suspiré profundamente para después poner manos a la obra. Rebusqué entre los cajones de la habitación y saqué el sobre que allí había depositado nada más llegar a casa de Efigenio, allá por abril. Lo vi con una mezcla de decep ción y tristeza. El sobre contenía mi testamento y las instrucciones para localizar al albacea que custodiaba, a modo de favor personal, los documentos que certificaban la propiedad de mis tierras y de mi herencia en general. Como ya habrá adivinado el lector, le había legado todo a mi sobrino y él lo sabía. Pero ahora, naturalmente, no podía hacerlo. No podía permitir que se quedara con mis tierras y mis riquezas.Suspiré de nuevo y me escabullí por la ventana con el sobre en la mano. Me marché sin volver la vista atrás. ¡Menuda sería la sorpresa que se llevarían Efigenio y su acompañante al no encontrar mi cadáver! Y seguramente eso les avivaría el miedo a ser Aunquedescubiertos.yocreoque
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eso, lo del miedo, de venir, les vendrá un poco después. En estos momen tos deben de estar histéricos buscando mi testamento o culpándose suspicazmente el uno al otro sobre su desaparición y mi paradero. Me hubiese gustado mucho ver eso, seguro que sería algo divertido. En una de esas, movidos por la avaricia y la desconfianza, hasta otro muerto más sale de todo esto. www.revistanudogordiano.com
Mientras me acercaba a su habitación, que tenía la luz encendida, escuché que Efi genio hablaba. Y yo, respetuoso y metiche que soy (o que era cuando estaba vivo) agudicé mi oído para no perder detalle de la conversación con vaya usted a saber quién. No debí haberlo hecho. O tal vez sí. Lo que sonaba como un murmullo a la distancia, fue tomando forma conforme me acercaba a la puerta y al final las palabras se formaron claritas en mi oído: —…Y es por eso que yo digo que es mejor quemar el cuerpo en lugar de enterrarlo — decía Efigenio mientras la persona a la que se dirigía carraspeaba —. Si enterramos al viejo, con la cantidad de andariegos y bandidos que hacen sus correrías por aquí, solo será cuestión de tiempo para que alguien lo encuentre y entonces sí la que se nos arma.
Teresa Victoria García Marín
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en esas mañanas atestadas de monotonía lo que más disfruta es el recreo. Trepa los árboles imitando a los saraguatos: las ramas, como hamacas, mecen su pausada energía. Vaivén infantil. En quince minutos de libertad recorre todos los árboles del parque «de arriba»; al único que respeta es al almendro, bajo su sombra el infatigable sol se detiene y la maes tra dibuja letras en el aire al tiempo que las nombra con un ligero tarareo. «Sigan mi mano para identificarlas». Horacio juguetea en el piso, el índice de su mano izquierda intenta replicar las sílabas en la tierra. Se aburre y divaga en otros mundos. «Dibu jando caballos y montañas nunca aprenderás a escribir, Hora cio». Tienes la determinación plantada en la cara, la misma que cuando me decías, «no quiero ir a la escuela, llévame al aserradero». Veo la misma frustración contenida que cuando te respondía, «primero aprende a leer y a escribir; necesitas cuerpo de hombre para este trabajo». Las quejas de tu maestra me enorgullecían en silencio, «llegará lejos». Sigo pensando lo mismo. El golpe sonoro de la bala todavía hace eco en mi cabeza. No siento la brisa que llega del río pero mi cuerpo sigue calien te. Será por el sol. Se aguzan mis sentidos, escucho fríos pasos
El sudor de tu frente se desliza cargado de tribulación y llega hasta tus ojos. Continúa el re corrido hasta tu boca, sientes el sabor, ¿se habrá transformado en lágrimas? Te da lo mismo, ambos son salados. Ambos agrietan tu corazón. Ambos estimulan tu enojo. Ambos revelan tu impotencia. Ambos evidencian tu miedo. Mantienes los puños cerrados, las venas surcan tus brazos. Te duele. Dolor sofocante, cuerpo trémulo. Tu mirada, estancada, no deja de ver mis ojos. Mis ojos, inertes, que miran hacia las nubes como buscando una salida. Una salida que no tuve tiempo de encontrar. Una inasequible salida —o un contundente disparo— dejó mi cuerpo petrificado, así como está el tuyo. Pero tú sí respiras. La pistola nos separa, caliente, humeante, no sabes si es la detonación —que incinera tu presente y fulmina de incertidumbre tu futuro— o los trozos de luz que el sol posa sobre ella. De ella, maldita arma homicida. Vaho. Ardor. Silencio. Estruendoso silencio. Tu cuerpo logra moverse pero no lo percibes. Te inclinas con soñolienta decisión. Levantas el arma sin darte cuenta. Tiemblas. Certeza, ahora sí hay lágrimas. Muchas. Torrentes. Calle fantasma; solo polvo, soledad y muerte. Me pregunto qué harás ahora. A tus catorce Parecieraaños.que
Con esta frase, cada mañana, con el cantar del gallo, el olor a maíz tostado y los ojos a media asta, se arrastra al comedor a beber el primer café. El padre repasa en voz alta los pendientes de la jornada, Horacio divaga en Antonia, «mi deSorbosTonita».
que desconozco, percibo un inoportuno olor a incertidumbre, necesito asirme a ti, ¿sientes mi mano? La boca me sabe a desgracia. Dulce desgracia roja y pastosa. Siempre deseé una muerte rápida, no así. Y no a destiempo. Llevo mis ojos a tus dilatadas pupilas. Comprendo esa mirada. Pareciera que el tiempo no trans curre en Montecristo. Detenido. Pareciera que la vida, las calles, el polvo, son ingrávidos. Me lancolía. Horacio se levanta antes de que el sol roce el alba. Sus mañanas, sus días, su vida to da no rebasa la cotidianidad impues ta por la ausencia, la carencia y el vacío de una socorrida civilización. Mutismo. Cotidianidad implantada, también, por el amoroso rigor de su padre. «Para que algún día ocupes mi lugar tienes que esforzarte».
café. Café de maíz tostado. «Después de co mer me la llevo a la panga para cruzar el Cha camax». Enamoramiento. De un salto monta a Palomo, atraviesa el pueblo con el caballo al trote. Polvareda. Entrando al campo le hinca las espuelas, Palomo relincha y galopa. «A que te gano, padre». El sol grita, pesa. Horacio arremete el serrucho contra el tronco. Esterto res. El árbol de caoba se transforma en vigas. Horacio suda, pringa la madera con sus gotas de sal. «Padre, es la hora del descanso». Se sienta bajo el frondoso mango y se empina, ansioso, el bush; no respira, no parpadea, el pozol, fresco, atraviesa su garganta, afanoso. Estira, mínimo, su cuerpo, el brazo. Rellena el bush con el agua del río. El cántico del agua le recuerda el Chacamax. La panga. Tonita. Su vi da. «¡Horacio, falta la última tanda! Y tu madre nos espera para el almuerzo». Rac, rac, rac. El serrucho. Un instintivo reflejo en defensa propia te traslada a las noches de fogata en el aserradero; cierras los ojos mientras el fuego enamora los trozos de leña. El roble canta acompasado por el clarín de la selva, agudo. «Padre, esto es mejor que un concierto». La inmutable os curidad de la noche, mutable de vez en vez por la fugacidad de las estrellas, te provoca fan tasear con Tonita. Palomo, mordisqueando el pasto en la loma, te avista y relincha. El sueste llega desde el ho rizonte y aviva el fuego, enar deceSonrío.sueños.tus 9
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El desconcierto debilita tus arterias, tu corazón apenas respira. Hálitos de irrefrenable rabia, por segundos, lo es pabilan. «No te vayas sin verme otra vez a los ojos… necesito saber qué harás».
Pero ahora se empiezan a difuminar. Tus sueños y los míos. Ya no sonrío. Me duele quebrar, involuntariamente, tu adolescencia. Esta mañana te hiciste hombre. Lloro.
Insolente calor. Interrumpida siesta. Solitario quiosco. Pa ciente dominó. Coexistencia vespertina. Todos los días. Todas las tardes. Pareciera que el desvergonzado calor le arrebata su siesta y lo empuja hacia el par que de abajo para quitarle la soledad al quiosco. «¡Listo para hendir el hacha, Horacio, que true nen las fichas!». «Para luego es tarde, abro con la de seis». La ficha embiste contra la madera, resuena la mesa, se tambalea. Carcajadas. En su habitual horizonte no halla más confín que ese quiosco. No percibe mayor exal tación que ganar la partida. No existe más amor que el de Tonita. No atesora más leal tad que la de Palomo. No encuentra más seguridad que la de sus padres. Y así, entre sorbos de café, vítores de triunfo, remem branzas de la panga, suceden los días, su cede la vida, transcurre Montecristo. «¿Por qué me das la espalda?» Sientes el peso de la pistola en tu mano. Te acribilla el peso en todo tu cuerpo. Pese a eso, tu des orientado paso no duda. «Horacio, no me de jes. Ya es bastante ser cadáver». No escuchas mi grito encaminado al más allá. Yo escucho el tuyo, un aturdido nudo atrofia tu garganta. «Muer to… ¡en qué momento!». Calvario. Impotencia que me mata por segunda vez.
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Pareciera que el alba todavía no asoma y Horacio ya acecha a su presa. Sus ojos son dos canicas. Aguzadas. La neblina no ha levantado, la templanza se adueña de su mano y el sudor humedece su miedo. El olor a pasto mojado le recuerda a Tonita. Cam po abierto, árboles conversando, su padre y él. Y una escopeta.«Padre, no me gustan las armas». Es su primera vez, muchas cosas están en juego. «Así se vive en Mon tecristo, Horacio, que no se te olvide». «Hoy es un venado, mañana no se sabe». Horacio per manece inmóvil, sus brazos apuntan hacia el objetivo. Silencio ensordecedor. Su corazón, la respiración de su padre, son una batuca da. El venado dirige la mirada hacia la esco peta, sus ojos son dos canicas. Asustadas. Pareciera que sospecha de las intenciones de Horacio. ¡Pum! Sospecha corroborada. «¡Lo lograste, hijo! Vamos por él. Hoy ce namos tsi’ik de venado». El balazo acabó con mi vida y transformó la tuya. Ausencia de cualquier Dios, pre sente orfandad, perenne añoranza. Urgida adultez, indeseada irrupción. Horacio antes y después. Una reveladora conciencia te im pele a empuñar el revólver para darle sentido a tu corto pasado y a tu derrumbado futuro. Tu osado miedo e insolente desdicha, actúan. Tu voz sale desde las vísceras, ronca, con sofocante desaliento y codiciada esperanza. Te encaminas calle abajo, escucho tu grito que resuena en mi muerte. «¡Jacinto, tú lo viste! ¡Quién mató a mi padre!». Calculas las consecuencias, eso crees. Fragor, pólvo ra, escombro humano. Mis ojos, inertes, ahora podrán descansar.
Osvaldo A. Patiño Pedacito por pedacito el cielo cae para darnos vida. Lleno de pasión, inhala y exhala para no destruirse por completo. Su espíritu vuela junto a las aves, mueve el océano para que su aliento llegue a los peces. A veces me viene a visitar. Cuando cae sobre mi casa puedo identificar cada gota, una por una, no todas al mismo tiempo. Si me concentro puedo seguirlas desde una altura considerable y ver cómo golpea el suelo, puedo observar cómo la tierra la bebe para quitarse la sed. Cuando el cielo está enojado envía una tormenta que empapa todo afuera y empaña los vidrios por dentro; me ofrece un lienzo donde crear, dibujo en el aire, en la tierra, en los árboles, y después dejo que todo se vuelva a cubrir. Me paso mucho tiempo mirando por la ventana pero eso no es lo que más me gusta; me gusta pasear por esta enorme casa. En un principio le temía, pero ahora me encanta. Llegamos hace poco cuando la tía Gertrudis murió, fue triste porque era una señora muy cari ñosa, como lo era mi abuela y las hermanas de mi mamá, Inés y Amparo. Recuerdo la primera vez que vi a la tía Gertrudis, abrió la puerta de esta casota y antes de saludar a mi papá, se agachó para mirarme, me sonrió y me dio un beso en la frente, el beso más bonito que me han dado, aún más que los de mis tías, aunque también son lindos. Los besos son extraños, los de las mujeres son cálidos y cariñosos, los de los hombres son asquerosos, malolientes, húmedos y a veces duelen mucho, o quizá sea porque mi papá y mi hermano no saben dar besos, mis tías tendrían que enseñarles.
Esa vez que vi a tía Gertrudis tosía mucho y se quejaba, habló mucho con papá y después le dijo que estaba cansada, pero no era cierto porque me buscó y me dio una vuelta por toda la casa, me enseñó la cocina y me dijo que ese era su lugar favorito. Me contó que ahí, junto con su amiga Nancy, hacían hechizos para hacer felices a las niñas y adultas que vivían con ellas, pues en ese lugar iban muchas mujeres que habían sufrido. Era un santuario donde no sufrían más. También me enseñó su cama y la de Nancy que era la misma, grande y bonita, toda de madera con un colchón duro pero muy cómodo. También me enseñó la habitación de mi mamá donde durmió desde chiquita. En esta casota mi mamá conoció a sus hermanas, ellas siempre la pro tegieron hasta que se fueron a otro país.
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Mamá vivió aquí hasta que se casó con mi papá, ya para entonces la casa estaba descuidada, pues Nancy se había ido a viajar a otro mundo y Gertrudis ya era muy vieja para seguir, así que cuando se fue mi mamá la casa no pudo aceptar a más mujeres. Ahora vivo aquí, pues la tía Gertrudis dijo que esta sería mi casa, ella se fue con Nancy y ahora yo tengo que encargarme de mantener el cuidado de todo, bueno, lo haré cuando sea grande, ahora lo hace papá pero no muy bien, todo sigue roto y descuidado. Sin embargo, me gusta mucho este lugar, las tardes me las paso en el cuarto de mi mamá, imagino que juega conmigo pero es chiquita como una niña con su vestido antiguo y coletas. A veces la veo mayor, me lee cuentos de bosques en cantados y hadas berrinchudas, es muy bello, tanto que a veces lloro pues me hubiera gustado Mamáconocerla.también
encarga de pagar las cuentas pero siempre se le olvida y nos cortan la luz, manda miles de cartas pidiendo el pa go… Hoy es el último día para pa gar la luz. En la mañana escuché una gran discusión que terminó con mi hermano gritando: “Sí, sí, hoy lo pago”. Es importante que pague pues hoy en la noche hay partido.
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se fue con Nancy cuando yo nací, a veces quisiera tener una hermana, una her mana hija de mi mamá, pues mi hermano solo es hijo de papá. Es un tipo horrible, gordo, grande y tonto. Es una mala persona, se enoja por cualquier motivo. Por las noches entra a mi cuarto, me tapa la boca y gime como un cerdo, a veces me obliga a gritar, lo más feo es cuando se ríe y luego llora, me da mucho miedo. Cuando papá me visita no hace ningún ruido, solo abre y cie rra la puerta con mucho cuidado para que nadie escuche que entra en mi cuarto. Ellos siempre están peleando por ver la tele visión, solo son amigos cuando ven el fútbol, gritan y se emo cionan, yo tengo que servirles de comer y beber. Esos días prefiero escaparme y esconder me en el sótano toda la noche y mitad del día, hasta que olviden que me escapé, pero a veces lo siguen recordando y me dan de Micinturonazos.hermanose
Tomo un martillo y lo arrojo a la cara de her mano, grita con coraje y manotea, encuentra a papá entre las sombras, lo agarra y lanza un puñetazo que deja al viejo tumbado en el si llón. Mi hermano se tropieza, aprovecho para levantar el martillo y lo golpeo, destrozo su cara. Grita como loco, intenta levantarse pero tomo un cojín y le tapo la cara intentando que deje de respirar. Él me toma y me avienta a un lado. Me levanta y trepo a una mesa, le en tierro la uña del martillo en el cuello, se des ploma llevándose las manos a la garganta, su cara golpea contra el piso y le martilleo la ca beza hasta que queda blanda y chiclosa. Papá está sentado con la boca abierta, me doy cuenta de que puede verlo todo, pero no puede hacer nada pues dos mujeres transpa rentes, como humo blanco, lo toman de los brazos.
Parece que la presión fue grande, sí pagó el recibo, está ahí en la mesita, aprovecho y lo tomo, lo quemo y tiro las cenizas a la taza del baño. Es el inicio de mi plan. Es hora del partido, los cuatro se sientan en el sillón como siempre y empiezan a chillar como ratas pidiéndome comida y cerveza, les sirvo lo que me piden. Están muy entre tenidos, voy al sótano y apago las luces. Todo se obscurece, en ese momento puedo ver pe queños destellos de humo luminoso que me muestran los pasillos y las escaleras.
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Subo y escucho a esos hombres discutiendo: “Te dije que pagaras”, grita uno, “sí pa gué”, responde otro. Me acerco, los veo pero ellos no mí, tampoco se ven entre ellos pero le lanzan gol pes al lugar donde recuerdan haberse visto por última vez.
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Con la cabeza destrozada, extraordinaria mente mi hermano se levanta. A tientas toma una botella de cerveza y la lanza, rompe una ventana, por ahí se cuela la luz de la calle, me puede ver llena de sangre y con el martillo en la mano. Lo veo caminar hacia mí, corro, subo las escaleras de madera, él me sigue pero a mitad del camino un peldaño se rompe y su cuerpo se hunde de forma vertical, dejando sus piernas y brazos aprisionados.
Me acerco, me hinco y lo veo a los ojos, hay tanto caos que no puedo soportar el llanto, pero a la vez me siento libre y sonrío, él enojado me grita: “De que te ríes, maldita perra”, y le respondo: —Nunca esperaron que hiciera algo, pensaban que era débil y tonta, bien decía la tía Gertrudis: “Las mujeres sabemos todo de los hombres, pero los hombres saben nada de las mujeres”.Melevanto, lo salto, bajo un esca lón para tener su nuca frente a mí, me quito el suéter, le cubro la cara con él, lo estiro con todas mis fuer zas, jalo una y otra vez hasta perder la cuenta, hasta sentir que su cabeza se desprende, por fin deja de respirar. Bajo las escaleras, sigue papá. A él lo amé alguna vez cuando me hablaba de mamá, por eso esto será rápido. Tomo la pistola que guarda debajo de una ta bla de la sala. En ese momento las mu jeres que lo agarraban desaparecen, se acerca hacia mí, se arrodilla y me pide perdón, pero es demasiado tarde. Pon go el cañón de la pistola entre sus ojos y disparo, su cabeza explota y su san gre decora la habitación con pequeñas gotas que vuelan por todas partes, las veo surcando el aire y al mismo tiempo soy expulsada hacia atrás por la fuerza del disparo. Mi cuerpo se levanta del suelo, mi cabeza se estrella contra la pared y se rompe, suelto el arma, no me detengo, sigo mi camino y des ciendo; al tocar el piso también lo rompo y caigo. Caigo mientras las estrellas suben, de pronto unos brazos me atrapan y dejo de caer. Puedo ver una cara traslucida que nunca ha bía visto pero conozco, es mi madre, la abrazo y a través de ella veo a Gertrudis, Nancy y a muchas más que aún no conozco, pero sé que serán mis amigas.
Pero visitarla también me dará la oportunidad de comenzar a enmendar mis errores.
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En cuanto termino mi oración esta rompe en llanto y abre completamente la puerta. Se ve terrible, el cabello hecho un desastre, parecido a un nido de pájaro. Está visiblemente cansada y tiene el aspecto de aquel que no ha visto la luz del sol en semanas. Su piel palidece y se nota amarillenta, esto acentuado más por sus ojeras oscuras y profundas.
Debbie Saavedra Para Fátima y Marisol
—Hola, Laura, sí. Solo quiero hablar con Denisse un momento, ¿le puedes hablar?
—Israel, ¿eres tú? —Escucho claramente que es Laura, la compañera de casa de Denisse.
Al llegar a su casa y tocar el timbre, pasaron casi 5 minutos para que alguien abriese las cortinas. Y lo hacen solo lo necesario para vislumbrar una cabellera castaña. Toco nuevamente el timbre y espero. Espero hasta que abren un centímetro la puerta.
Esta vez las cosas serán diferentes. Esta vez haré las cosas bien. Clarita es la mujer para mí, y a pesar de estar saliendo escasos dos meses con ella, le he pedido que piense en la posibilidad de casarse conmigo. Claro, no puedo negar que todas mis exnovias eran buenas mujeres. To das guapas, inteligentes y artísticas. Debo admitir que yo soy totalmente lo contrario, pero por alguna razón las mujeres así se sienten atraídas por mí. A decir verdad, solo son así al inicio y después algo cambia. Casi como si se convirtieran solo en un caparazón, una sombra de lo que alguna vez fueron. Y luego son realmente insoportables. Voy camino a casa de mis padres, tengo que platicarles sobre Clarita y hacerles saber que es probable que me case y me quede a vivir en la ciudad donde radica ella. Pero antes de ir a verlos voy a detenerme a visitar a Denisse, mi exnovia. Sé que estará feliz por verme y aún más feliz por saber que me casaré. Creo que terminamos bien, no tendría manera de saberlo ya que simplemente dejé de responderle un día, merecía mejor que yo y no quería prolongar la relación.
La casa está fría y oscura, muy diferente a las tardes que pasé con Denisse ahí y con Laura cuando nos acompañaba. Nos sentamos en el sillón y espero a que comience su relato.
—Israel, te tratamos de contactar. Denisse murió hace unos meses.
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—Ya no tuvimos tiempo. Yo la encontré en su cuarto, no se quiso ir con sus papás. ¡Ay, Israel, fue horrible! —Pasa un tiempo para que Laura pueda volver a hablar. Su llanto y balbuceo se lo impiden. Finalmente puede narrar la mons truosa escena. —Regresé del trabajo y subí a ver a Denisse como siempre lo hacía en esas Perosemanas.nome respondía, tardé mucho tratando de abrir la puerta. Cuando la pude abrir vi que estaba encorvada sobre su cama como si hu biese intentado sentarse, pero el cuerpo no le permitía hacerlo. Sus huesos se pegaban a su carne y parecía que solo era eso: huesos. Corrí para preguntarle si estaba bien, pero al tocar su hombro cayó a la cama y no sé cómo —Vamos,explicarte.Laura, ¿de qué se trata? ¿qué viste?
—Parecía que se había desinflado. Su cabeza estaba abierta, emanaba un líquido gris y un poco amarillo. Había muy poca sangre, no su pe qué era, pero fue cuando supe que estaba muerta. Después me dijeron que era la mate ria gris de su cerebro, su cráneo colapsó y el hueso lo perforó. Me encuentro estupefacto ante la macabra y repentina muerte de Denisse. Solo puedo ofrecer mis condolencias a Laura y continuar mi camino. En el transcurso a la casa de mis padres no dejo de repasar la asquerosa es cena e imaginarme a Denisse de esa manera, encorvada y en huesos, desinflada como una momia, con la mitad de su cráneo destrozado y la materia gris goteando en su cama. Estos meses después de la visita han sido los mejo res que he tenido con Clarita. Nuestras fami lias se mueren por saber cuándo será la fecha de la boda, la espantosa imagen de Denisse rara vez cruza mi mente. www.revistanudogordiano.com
Termina de darme su noticia antes de esta llar en lágrimas nuevamente. Atónito, la tomo del hombro para ayudarla a llegar a su sillón.
—Fue poco después de que terminó su rela ción. Todos pensamos que estaba muy de primida por ti, pero esto ya no era normal. Su vida siguió igual, pero algunas cosas no estaban bien. Quedó como un hueso a pesar de que comía bien. Comíamos juntas todos los días. Pero después ya no pudo salir de la cama. No tenía ninguna fuerza. —Laura, lo siento tanto. No sé qué decir. ¿Fueron a algún doctor? —Me resulta imposible pensar en Denisse como alguien con apariencia esquelé tica. Siempre fue curvilínea y aficiona da a los deportes. Una persona sumamente activa y alegre; fue lo que me había atraído a ella inicialmente.
Esta vez estoy haciendo las cosas bien, mi prometida es linda y tierna, inteligente y her mosa. Nunca discrepamos ni discutimos o pe leamos, pero no puedo olvidar las veces que las cosas no iban bien, tengo fresco el remor dimiento de mi ruptura agresiva con Ana a ini cios de este año. Me he decidido a contactarla para ofrecerle una disculpa y aclarar las cosas. No quiero iniciar mi nueva vida, mi matrimonio con este episodio colgando sobre mí como la cuchilla de la guillotina. Las últimas semanas he intentado localizar a Ana, pero parece ser que se mudó de la ciu dad, su teléfono no es el mismo y sus redes sociales desaparecieron.
Clarita duerme plá cidamente a mi lado mientras yo busco casi desesperadamente el nombre de Ana en Fa cebook. Finalmente me aparece una publica ción con su nombre, pero no es de su perfil, es de algún amigo o familiar y va acompañado de un largo texto expresando cariño y admiración por Ana, exhortándola a ser fuerte y continuar luchando. Cuando veo la foto siento heladas las manos, tiemblan ligeramente y mi corazón cae a la boca de mi estómago. En la imagen está Ana o por lo menos creo que es ella, está sentada en una cama y parece un hueso. Es tá rodeada por sus amigos y está intentando sonreír, su cara se contorsiona en un horrífico intento de una sonrisa y puedo ver que uno de sus ojos está caído y muy hundido en su cráneo. Las palabras de Laura resuenan en mi mente y la náusea se apodera de mi cuerpo, las arcadas comienzan. —¡Israel! ¿Qué te pasa? — Clarita ahora está despierta por el golpe que hizo mi laptop al caer al suelo mientras corría al baño. —¡Israel, contéstame!
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No puedo contarle esto a ella. Es una coinci dencia y solo estoy sorprendido de ver a Ana así. No era lo que estaba esperando. No es posible que Denisse y Ana se enfermaran de lo mismo. Existe la posibilidad de que ni si quiera sea Ana, su nombre y apellido son co munes. Me repito esto toda la noche, pero el presentimiento y la intuición no se equivocan y lo saben. Al día siguiente Clarita me prepa ra un sinfín de tés, piensa que estoy enfermo del estómago y la dejo pensar esto toda la soezdementecho.Estoytamentepersonaenergíaríamagia,demejuelas.mielqueLassemana.semanaspasansonsobrehoClaritacontagiasuincreíbleparecequebebosuysoyunacomplediferente.plenoysatisfeAunquerecientehevistoalgunosdejosalgoquemedesagrada,algoybanalensupersonalidad, pero no puedo dejar que esto me moleste. Después de todo, pronto será mi esposa. Mis amigos y familiares no caben de felicidad y no dejan de felicitarme, es un partidazo, la mejor novia que he tenido. El día de hoy debíamos asistir a una cena familiar pero Clarita se siente cansada.
—Está bien, vete a la casa. —No la necesito más, me siento tranquilo. Me siento saciado. La miro mientras camina hacia la casa sin mirar atrás, pero su energía sigue reco rriendo mi cuerpo, es tan electrizante que las yemas de mis dedos se encuentran adormecidas. No es la primera vez que esto me sucede. Ya había sentido esto con Ana, con De nisse, con Paola, con Judith. Todas estas mujeres siempre se convierten en solo un caparazón, una sombra de lo que alguna vez fueron. Y luego son realmente inso portables. Pero yo estoy mejor que nunca. Mi cuerpo está muy cálido y parece vibrar. Olas de calor abrasador me recorren al evocar toda esa energía suave. Me sacu de y mis manos tiemblan mientras intento seguir caminando, ahora mis pies están Sonríoadormecidos.porla sensación tan agradable como estar cobijado en casa durante la noche más fría del año. Intento caminar nuevamente, pero estoy arrullado y som noliento ahora. La vibración que percibía ha incrementado y es incómoda, mis en trañas están taladrando mi piel, mi sangre da vueltas y creo escuchar el chapoteo que hace. Quiero ir a casa. Trato de dar otro paso pero a la mañana siguiente, Cla rita se asoma por su ventana al escuchar el escándalo en la calle. Solo alcanza a vislumbrar una gran man cha roja que cubre un tramo considerable de la banqueta. ¡Qué escena tan desa gradable! Cierra las cortinas y se vuelve a acostar. www.revistanudogordiano.com
En todo el día no se ha podido parar de la ca ma, estoy un poco decepcionado porque me siento enérgico, lleno de vigor y con ganas de hacer algo. Le he propuesto salir a caminar en el vecindario, pero se negó varias veces, creo que en ocasiones es un poco egoísta.
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Finalmente decide acompañarme por lo menos a una vuelta al vecin dario. El clima está perfecto, la luna está llena y cuelga brillante y serena. El cielo está oscuro y no brilla ni una estrella esta noche, no se vislum bra nube alguna. La calle está cobijada por un silencio —Israel,sepulcral.esto no me gusta. La calle está solísima y me duelen los pies, estoy cansada. — Clarita frunce el ce ño en desaprobación. —Qué feas caras haces, Clara. —Tomo su mano y me siento electrificado. Amo esa conexión que tenemos, y amo más sentir el calor que emana de su cuerpo. —Estás realmente insoportable, mi amor. Nuevamente voltea los ojos y el gesto me parece insoportable también.
José Rodolfo Espinosa Silva La primera vez que sospeché que mi hijo podía predecir el futuro fue durante el cumpleaños número ochenta y uno de mi padre. Les invité a cenar a mi casa. Compramos un pastel de tres leches para partir después de comer. Recuerdo que coloqué las velas en el pastel como mi padre hizo tantas veces en mis cumpleaños. Las encendí.
—¡Una foto, una foto! —gritó mi madre quien sacó su cámara y se colocó frente al Yopastel.cargué a mi hijo de un año y me coloqué junto a mi padre. Justo antes de que soplara las velas, mi pequeño dijo su primera palabra. Fue pausada como saboreando cada Después—A…bue…lo.sílaba.de que mamá tomara la foto y se soplaran las velas, intentamos que el pequeño Rodri repitiera lo que había dicho. Nos rendimos después de media hora. Mis padres se despidieron. Fue una linda velada.
A la mañana siguiente recibí la llamada de mi madre. Apenas podía hablar. Gemía y la voz se le cortaba. —Es tu padre —me dijo. No tenía que decir más. Adiviné de qué se trataba. El funeral de mi padre fue a las diez de la mañana. Un lunes. Estaba lloviendo. Le dejé el paraguas a mi esposa y me hinqué frente a la tumba del viejo. Las gotas de agua densas y robustas empapaban mi ropa. Se veía tan sano el día de su cumpleaños. Entonces una idea cruzó por mi mente. Como un relámpago. Al principio no la dejé entrar. Pero mi corazón destrozado le hizo un hueco. ¿Y si Rodri lo había predicho? Unas horas más tarde mientras me cepillaba los dientes para ir a dormir, me convencí de que era una estupidez. Seis meses más tarde vino de visita mi cuñada. Aura. Una mujer delgada y desabrida. Estancada en la adolescencia. Siempre con ojeras bajo los ojos y haciendo co mentarios (mitad en broma, mitad en serio) a mi esposa sobre buscarse a alguien mejor como pareja. La toleraba solo por mi mujer, y porque parecía tenerle un cariño sincero a Rodri. 20
—Es tu madre —le dije con la seguridad que tiene el conejo que va a morir cuando descu bre a la serpiente. Ella —No,contestó.nopuede ser. ¿Cuándo? ¡Oh, Dios mío! De acuerdo, sí, adiós. Se derrumbó sobre la cama y comenzó a llorar. Yo me acerqué y le abracé.
Estabaacondicionado.porquedarmedormidocuandoRodrihablódenuevo.—Abuela—melevantédegolpe.Mevestíatodaprisaycogílasllavesdelauto.Condujeacasademimadrealasdosdelamañana.—¿Quésucede?—ellaestabacasitanasustadacomoyo.Yolaabracé.Unascuantaslágrimassemeescaparon.
Por aquel entonces, Arleth y yo estábamos algo preocupados por el mutismo de nuestro hijo. El pediatra decía que cada niño tenía su propio ritmo. Que le dedicáramos tiempo, ju gáramos con él y las palabras llegarían. Y de verdad llegaron, pero a cuenta gotas.
—Es una tragedia, era demasiado joven —me dijo Javier quien era muy cercano a la familia de mi esposa.
—Es Aura, ¿verdad? Ella asintió con la cabeza y se hundió en mi pecho. A la mañana siguiente fuimos a la funeraria. Arleth caminó hasta el ataúd. Lloró y rezó. Yo le di su espacio.
—Sí, es lamentable —por un momento pensé en contarle a Javier acerca de mi teoría, pero me contuve. Si debía hablarla con alguien era con mi mujer. Esa noche le solté la bomba.
—Es una estupidez —su voz era gélida —es un pésimo momento para andar con ese tipo de Comobromas.Arleth estaba molesta me quedé a dor mir en el sofá. Pero hacía un calor del demonio. Entonces me llevé unos cojines y fui al cuarto de Rodri, que además de nuestra alcoba, era el único cuarto con aire
—Tía Aura —lo dijo con claridad. —Ven, el nene sí habla, solo hacía falta que llegara alguien a quien quisiera mucho. Lo cargó y lo llenó de besos. Intentó que re pitiera su nombre, incluso mi esposa lo invitó a decir mamá. Pero Rodri no habló de nuevo. Al día siguiente el teléfono sonó a las once de la —¿Quiénnoche.
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será a esta hora? —dijo Arleth con voz nerviosa. Hace algunos meses le había descubierto hablando con alguien en la ma drugada. Ella me jugó la del marido celoso y me dijo que era un machista y un paranoico. Sin pruebas es difícil ganarle la conversación a una mujer, así que dejé el asunto por la paz. No volvió a ocurrir. Pero yo estaba seguro que quien llamaba hoy no era un hombre.
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—¿Qué sucede? —pero en el mismo momento que hice la pregunta vaticiné la respuesta. Su madre había muerto a las seis de la maña na. Su hermana menor, Delia, había marcado para notificarle. Esta vez no traté de convencerla. Fuimos al velorio. Estuvimos ahí hasta pasadas las doce. Después regresamos a casa. Le pedí a Arleth que se fuera a dormir. Que yo me haría cargo de levantarla al día siguiente. Me levanté muy temprano y le di un baño a Rodri. Lo estaba secando cuando habló nuevamente. —Papá.La sangre se me heló. Mi vista comenzó a nublarse. Estaba en un estado de trance. Como pude, vestí a mi hijo y me arreglé. Quizá por última vez. Desperté a mi esposa y conduje al panteón. Tenía miedo de morir mientras condu cía y llevarme a mi familia
—Rodrigo,
—¿Dónde estás?
Mientrasconmigo.el ataúd descendía, imaginaba que era yo quien estaba dentro, sin —Arleth,vida. quiero que sepas que te amo mucho. Tengo un seguro de vida, no es mucho, pero servirá para pagar los gastos funerarios y algu nas cosas más.
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—No me digas esto ahora, Rodrigo —me abrazó, no estaba molesta. Era más bien —Perocansancio.debes saberlo… por si acaso. Pensaba en cómo me hubiera gustado ver cre cer a mi hijo. Hacerme viejo al lado de mi espo sa. Todo eso se veía tan lejano como sombras de un futuro que no iba a ser. Entonces se escuchó un grito. Era Delia. Junto a ella había un hombre tirado. Se convulsionó por unos momentos, después se quedó muy —¡Javier!quieto.
—gritó mi esposa y corrió hacia él. Entonces ya no era una sospecha, lo supe. Tu ve la certeza de que mi hijo predecía el futuro.
—En casa de mi madre, estaba un poco enfer ma —Ah…—mentí.¿puedes venir?, te necesito —no sonaba Tardémolesta.quince minutos en llegar a casa. Arleth tenía los ojos hinchados. “Estuvo llorando”.
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Ella lo notó y me limpió los ojos. ¿qué te sucede?
—Estaba preocupado por ti, creo que aún no supero lo de papá…y la muerte de Aura… Me—mentí.quedé con ella el resto de la noche. Arleth llamó por la mañana.
26 Rubén Hugo Carballo Dolor… Amanece otoño. Yermas hojas mecen ilusiones que caóticas descienden… No sin pausas… Cobrizos reflejos de soles ignorados sus perfiles irradian… Oscilantes… Yacen ahora en tibio suelo, reposan ya, descansan… AmaneceDolor… en mi alma. Tristeza honda oda los sueños… Angustia… No Ignoradoscedes…soles Reflejos cobrizos necesito… Tenue luz, en suave lecho. Reposa amor… Descansa…
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Parece un hábito o un vicio inyectarme de recuerdos, quizás perderé el juicio entonces, pagaré el precio.
Julián Valdés
Es el deseo que puja, la angustia que advierte buscar rastros de lo nuestro es loar a la muerte. Concurro aquellos sitios que para mí son altares, fragmentos de aquel tiempo sensaciones imborrables. Esquivo al olvido para conservar tu luz, me sigo mintiendo para seguirte sintiendo.
Dentro de las vísceras y los huesos tenemos piel estremecida, bajo esa piel otra piel, átomosmoléculascélulas
Felipe Ezeiza seEneroha desvanecido otra vez sin dejar marcas o pensamientos de esperanza, siquiera un poema. Enero no cayó como un rayo ni quebró o arregló nada. Enero murió en silencio.
Enero fue el suicidio colectivo de los místicos irreverentes. Enero falló por utilizar la lujuria de insignia empujando su lengua viperina en la vagina de las haciendovírgenes, del deseo un antídoto.
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Lamiéndonos, mordiéndonos y chupándonos hasta llegar al orgasmo para recostarnos a llorar, porque enero repudió la tela que censuraba nuestra desnudez, pero ahora tenemos piel.
Enero sobrevivió al estallido de los fuegos artificiales por ser cobarde para el amor. bajoLuego,la luz de una vela murió en las puertas del nacimiento. Se desvaneció otra vez sin dejar huellas o rastros de esperanza, siquiera un poema. Enero no cambió nada. Enero fue voz rota del recuerdo, extraño reino abandonado. todosEnero...los meses son enero. Los Teques, 2018.
universos de infinitas pieles, después lo indescifrable o si acaso alguna palabra sincera. proclamóEnero un despertar rompiendo las cadenas nos dijo que el mundo era nuestro para hacer lo que quisiéramos, fundiendo los grilletes para fabricar hojillas con las que niños de mangas largas tallan sus muñecas. Enero quiso cambiar más o menos el mundo o que alguien lo escuchase o puede que un vaso de agua, por favor. Enero nunca llegó a ser ese genio del renacimiento pintandopostapocalípticoalóleo
cortesanas del cyber-punk. Enero fue absurdo, descubrió el origen del universo cuando ya a nadie le importaba. Enero volvió a sembrar cuando nos comíamos entre nosotros. Él fue el único que estuvo ahí cuando el día y la noche se unieron en un limbo distinto del alba muydolorosodistinto del ocaso.
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Neandro Esteves Sacrificio lingüístico /Primer poema, leído en este momento/.
Ancla, cuerpo mío/ falo/ halo/ bocanada en este sacrificio, el de la carne magra. Cuerpo sé la palabra, escrita raya a raya, a pulso de un estómago hambriento de llagas.
Fuiste al mercado como todos los sábados domingos y feriados a comprar aliño y pescado de preferencia lenguado salsaygarbanzosquesospasteurizadospicanteyaderezos italianos y los frutos del listado. Y yo a lo lejos, desde el tinglado, el cual sostiene mi puesto de ahorcado, sobre el rellano oxidado,
Llagas, tantas mías, color claro de luna. Pequeñas fueron en el útero de bruma.
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Cuerpo, maniquí. Luz trunca. Dolor de espuma. Lo habitual “Mía mi carne/ mío mi corazón/ mío tu cuerpo/ tuyo el mío/”, [Letra de mandado/ carta de amor de enamorado].
Imagíname siendo un mar calmado en su horizontalidad, perolibre, combativo frente a la oscuridad.
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Imagíname siendo un mar que emprende el navegar en búsqueda de abrazar el cuerpo fáctico de la felicidad.
www.revistanudogordiano.com te grité con una congoja de soldado: falta un pedazo de mi carne sin etiquetado. /Y la carne roja que hacía ausencia en el listado/ /es la misma que atraviesa mi pecho de humano/ /es la misma que pulsas en la bandeja de cirujano/ /es la misma que cuelga del garfio plateado/ /corazón aún vivo y pendulando/. Y pagas por ella... la carne/ el corazón/ viene pesando/ /recibes el cambio/ y regresas a casa caminando/ /y abrazas la carne/ mi carne/ al socavón de tu [agrandado/pecho /y abrazas lo habitual al socavón de tu pecho ya [cansado/.tan
Imagíname siendo un mar
Imagíname siendo un mar de azul violento… que embate sus aguas en la hondura silenciosa de la profundidad.
Llegas,1 a recordar a los olvidados, público adicto/ marchito/ condenado. Muerte, luz de noche, son tuyos los clavos, y los estigmas de los crucificados.
Imagíname siendo un mar cauteloso y sin vanidad… que llega hasta tus pies para poderlos besar. Vienen los buitres en parvadas de cien
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Ominosa,2 los buitres están llegando y yo verso y poesía soy hoja en blanco. /Prepara ya la vida mi catafalco/. Ominosa, los buitres están llegando.
Vienen3 los buitres en parvadas de cien, y mi cuerpo, cúmulo de res, está apuntándose con el dedo la sien. Vienen los buitres en parvadas de cien.
Kamikaze Pinté en mi calva pálida un pentagrama, y en mi cuerpo el conjuro de muertas ánimas continuaba como diatriba endiablada. Fue entonces que grité tu nombre y no estabas.
Círculo raso cierra el mío ritual, no importa si mi sangre está derramada, negra mi cara, negro lápiz labial, ya no importa la lágrima caminada.
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Fue entonces que me convertí en una herida, en dolor y en esta ruda disyuntiva: kamikaze sobre un barco a la deriva. Muerto y eterno me asomé por las ventanas. Grité tu nombre resuelto en alborada, y tú, viento del sur, ya no estabas.
ElijoextraídosMidoodeenMidoarmayLadesinodeCuálasesinacegadoraNeblinadesconocidomulademuertedeespírituseselanhelounmuertodescubrirselospárpadoslavirgentierraesperaesinsoportablelaincertidumbredelademenciaexistencialalongitudmisombracuánajenacuáncercanatrastornosdelmuestrariodetragediasaconveniencia
punto de inflexión me detengo lucho contra ráfagas que me impiden volar Me poso en barrotes de malezaculpaobservoqueno me alcanza mas no se disipa maleza que corroe la Midosanidadvida en cenizas Ya igual parece todo ajeno y
34 Rafael Salinas Entrado
AntedeLadetanQuéentrellevadestruyedeliberandodesmidoKairóselcaudalígneasolasentrañascarcomientesIncendiarioelixirtodavitalidadmimantopezuñasesesperanzaajenayabnegadaimpuntualrostrocarentevisualizodisfrazadafalsatranquilidadnuncasanadoraprimer
www.revistanudogordiano.com tu figura
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MideNoinexactoquizáhacedebisteenNotumisqueNoletalpuesexcusahallesteaMidoaquecautelosasolemnemeacechacadaminutotupresenciaquemonesrespiroenlanucaesperandonoenmialientoparamirarmetumiradaengañosaúltimamaterializacióndemissuspirosmiresporencimadetuhombrohedejadodemediracercamientosLabiosmíospeligranantebesodeJudasperecederomidasmividadecisionespuessabrásmedirmeunpardedécadasyentuerroroptesporparámetrodemediciónmemidasaotros
Por
Mide aMídeteotras a ti siquiera lo paracincopermítememenoshallarsegundosdejardemedirme
Armando Gutiérrez Victoria “Somos la pareja de los amantes dormidos que no quiso Noé conducir en el arca.”
Pero acepta, Señor, esta obra áspera y humilde que por competir con tu piel
Jaime Torres Bodet Señor, no sé celebrarte sino con el costado atravesado, chorreando sombra de sangre disfrazada; con un par de ojos dormidos, descansando la memoria del placer santificado por éstas, mis atávicas plegarias. Es el afán de la carne el que me mueve a evocarte estremecidosujeto,detantita muerte, como te tuve en París, en una alcoba; violada tu carne por aquel dardo, no sabría yo si de Diana o del deseo que a Dafne condena a cada instante. Es el oscuro secreto, el violento apego de Narciso por poseer en el cristal un cuerpo semejante, este óleo, que derrama la nostalgia en el negro en que me visto y en el oro que tu sien corona.
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www.revistanudogordiano.com baño con una luz que ya no vivifica, porque ya la entregas al naufragio eterno de los pasos en tu cruz. Te santifico, Señor, porque no te tengo más que en la desnudez juvenil de un torso que triangula mis oraciones por un martirio, por una forma y por una secreta renuncia de la fe por el cuerpo.
Sensualidad profunda mana de mi religión, de este culto sombrío al instante, al peso figurado de la victoria del deseo sobre la muerte.
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Soy un ángel en cuerpo de virgen que recorre con los ojos lo que con las manos ha perdido.
40 Federico Domingo Montaña DNI: 36.708.362
La literatura como hecho, como fenómeno, es un objeto polivalente y, hasta en algu nos casos, contradictorio. Decir con toda certeza: “la literatura es...” No solamente es temerario, sino que puede llegar a ser ridículo. Se dirá que: “la realidad misma es contradictoria y compleja”, lo cual, no hay duda de eso. Dicha sentencia pesa para toda “realidad”, sea esta social, económica o litera ria. Es así como la literatura y sus tan diversos fenómenos o hechos, no admite una definición tajante que la segregue a una lectura única, sin embargo, la tentación de “ontologizarla”, es decir, de definirla de una vez y para siempre, suele ser un motivo importante que arrastra a más de un escritor a cerrar las varias y contradictorias posi bilidades del hecho literario.
El caso Sábato es un ejemplo de actitud ontologizante, obstinado militante de las definiciones “duras” y definitivas. La literatura para él es el hecho que atestigua la con dición “trágica del hombre”, su ser-para-la-muerte, su condición concreta, su irracio nalidad, su vitalismo. Es por ello que las grandes obras de la literatura, para él, debían inscribirse en el campo de la “tragedia”, en donde el desenlace funesto era expre sión auténtica de lo que era el hombre. No es de extrañar que para Sábato los grandes nombres de la literatura sean Dostoievski, Tolstoi, Stendhal, Sartre, Camus etc. Escritores cuyo interés más pro fundo era revelar la “condición humana”, ese sustrato oculto en los corazones de todos los hombres y mujeres. En este sentido, Sábato observa la misión de la literatu ra, que es, la de desnudar la “esencia” que habita en todos los hombres independientemente del tiempo y el espacio. En ese sentido —él lo reconoce— la metafísica, disciplina de las “esen cialidades”, es donde el fenómeno literario se inscribe. En absoluta concordancia, Sábato verá en el policial un fenómeno inferior, “artificial”. Los escritores de cuentos o novelas policiales son, a los ojos de la misión metafísica de la literatura, inferiores, en principio porque el gran arte está guiado por la “razón del corazón” y no por la “razón de la cabeza”. ¡No es la lógica quien debe guiar los procesos artísticos, sino la emoción, el sueño, la irracionalidad, el inconsciente! Como él lo expresará, en Heterodoxia: “En la novela corriente, el acento está colocado sobre la verdad, sobre el drama, sobre lo humano; en la narración policial (estricta), está puesta sobre el juego, el artificio. La investigación del enigma es un pasatiempo, y no tiene más ni menos que un pro blema de ajedrez o un ingeniosa charada”. (Sábato, 2006, P. 49)
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Esta oposición entre drama y policial es equi valente a la oposición esencia-artificio, o sea, entre lo “real” y la charlatanería. Sábato no es el único metafísico, no es el único escritor que piensa que el deber último de la literatura es el revelar la condición humana. La escritora española Angélica Peuser subscribe con igual convicción a los planteos del escritor argentino al decir sobre la literatura: “El centro [de la literatura] es el hom bre, más o ya el hombre analizado en sus pasiones, afectos o deseos, sino el hombre radiografiado, podría de cirse. Toda su alma, hasta sus más ín timos y escondidos repliegues, que da al descubierto […]”. (Peuser, 1956 P. 18) El alma al descubierto, que es una sola, universal y trascendente. Esta nueva teología, que pone en el lugar de Dios a la Literatura —recor demos que en aquellos tiempos la orfandad humana era más reciente, ante el decreto de Nietzsche “Dios ha muerto”, de lo que lo es en la actua lidad—, eleva a la novela psicológica como instrumento óptimo para es candir los más íntimos recovecos de lo humano. La operación lógica de este razonamiento pa rece revelarse de forma sencilla: la novela psi cológica, siempre interesada en los “asuntos humanos” y la novela realista a la que Sábato endiosa y adhiere en manos de los escritores rusos son, en esencia: novela metafísica. Es decir, la literatura con mayúscula, el verdade ro arte capaz de extraer del corazón humano toda su impureza, toda su tragedia. Sin em bargo, estos sesudos planteos, ¿no son qui zás modos por donde una “razón” alternativa suele manifestarse? ¿no son al igual que la no vela policial, un “artificio”? En la introducción realizada por Borges a la Invención de Morel de Bioy Casares, declara la equivalencia del género fantástico y los relatos de aventuras, siempre subestimados frente a la monumen tal novela psicológica, colocando la sospecha en su caótica forma de representar la “esen cia” “Loshumana:rusosy los discípulos de los rusos han demostrado hasta el hastío que nada es im posible: suicidas por felicidad, asesinos por benevolencia, personas que se adoran hasta el punto de separarse para siempre, delatores por fervor o humildad. La “novela psicológica” quiere ser también “novela realista”: prefiere que olvidemos su carácter de artificio verbal”. (Borges, véase en A. B. Casares, 2013, P. 12) No hay razón para no afirmar que esta supues ta jerarquía de la novela psicológica está ba sada en otra forma que adopta la artificialidad literaria. Recordemos, la literatura es poliva lente. Siendo así su caso, podríamos comparar la creación de un personaje altamente entre verado a las tan sofisticadas acciones que se entrelazan en el relato policial. Sustituyamos la dialéctica investigador(razonador)/sospe choso, por una profunda ambivalencia psico lógica; por otro lado, funjamos la escena del crimen por una justificada escena de celos sobre la base de una personalidad obsesiva. El resultado, aunque disímil, no deja de ser un artificio racional, tan ingenioso como la cruza de datos que realiza Mr. Dupín. En ese senti do se podría llegar a un punto indiscutible, la literatura en el fondo no es otra cosa que una “forma”, una estructura. Es más, no podríamos hablar de tipos de literatura, de diferentes ma nifestaciones si no tuviéramos previamente un
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El escritor norteamericano satiriza a aquellos que pretenden que la literatura —la Gran Lite ratura— debe ser edificante; Poe afirmaba que lo literario no tiene deber ni verdad, su único objeto es la belleza. Pero el excepcional Ed gar Allan Poe peca al propugnar una nueva ontologización frente a otra, y en este sentido, no es entregar una definición más razonada para enterrar a otra, sino hallar en la literatura su polivalencia. Sin embargo, es necesario re conocer cierto grado de verdad a los “estetas” quienes afirman que el fin último de la litera tura es la belleza, igualmente, reconocerle a los metafísicos otra parte de la razón, pero no olvidando que en todas esas afirmaciones hay un sustrato ineludible: una forma que adopta el lenguaje que es específicamente literaria.
Desde ya, esta necesidad de ontologizar, esta tendencia es característica en casi todos los escritores que observan y elevan un atributo de ese complejo fenómeno llamado literatu ra para hacerla característica universal. Pode mos dar el ejemplo de Poe que en su magistral cuento: Jamás apuestes la cabeza al diablo, responde a sus críticos —también ontologiza dores— que hacían de materia obligatoria a la literatura como enseñanza moral.
Es tan fuerte esta presencia de la forma en la li teratura que se podría ir más lejos y decir que la belleza sub yace en el fondo, a enquecrituraqueposibilidadeslasofrecelaesylasformaspuedeadoptaruntexto.Partede
42 estudio formal medianamente desarrollado. Reconocemos formas de la literatura por pura intuición y, en otros casos, por asunción cons ciente de sus estructuras. Pero, en definitiva, la Historia de la Literatura se inicia con su estu dio formal y no con el estudio de su contenido como lo supondría Sábato: “El estudio de las legalidades formales predetermina el estudio de las legalidades históricas”. (Propp, P.27).
Es un modo de usar la lengua y en forma más precisa, en el caso del relato, un modo de narrar que le es exclusivo al campo litera rio es su “estructura”.
Con esto queremos decir que lejos de jerar quizar a la literatura por su supuesta capaci dad de revelar la condición humana, debería mos jerarquizar los relatos por el desarrollo de sus formas sin perjudicar, desde ya, sus con diciones de filosofar o analizar subjetivamente a los personajes, que son características emi nentes de la literatura del XIX y XX.
la belleza o fascinación que puede despertar un soneto se debe a la ejecución correcta de sus principios formales, y, con más razón, parte del asombro, suspenso que genera el relato poli cial, se debe absolutamente a una conscien cia clara de la estructura narrativa. Pero nada impide pensar a la novela psicológica como una producción estructural que nos interpela “en lo más profundo del alma” cuando están ejecutados correctamente sus principios for males. Y si de formas se trata la literatura, el policial es una catedral de las posibilidades del relato. Ejecutarlo requiere de una concen tración extraordinaria.
Propp, V. Morfología del cuento, Editorial Fundamen tos. Recuperado en: Propp_Vladimir_Morfologia_del_cuento_2a_ed.pdfhttps://monoskop.org/images/9/9d/
Bibliografía: Peuser, A. K. (1956) El alma del siglo XXI, Argentina, EdicionesPeuser. Sábato, E. (2006) Heterodoxia, Buenos Aires, Argentina, Edito rial: La Nación. Casares, A. B. (2013) Invención de Morel, Buenos Aires,na,ArgentiBooket.
Es cierto que este tipo de textos les repulsa toda ambigüedad, toda divagación filosófica tan propensa en aparecer en la “gran litera tura”, y en ese sentido, los relatos policiales encarnan el mandato literario más importante que nada tiene que ver con las exigen cias de su escritor, sino que es una imposición del gé nero, una imposición formal.El lector debe pres tar aten ción a escritorperfección.partessimétriconequedezasarderparadedetalleslosenElEscarabajoOropoprecilagrandePoecompounrelatotancuyasensamblanalaImaginamosalconunavisióntotaldela narración desde un punto al otro. O en Déjá Vu de Eduardo González donde el orden de las partes pasa a ser un elemento subordinado a la forma en que la narración se presenta. Con dos voces en diferentes personas que van a la vez presentando los hechos y ocultándolos, logrando al final una complementación que transluce un crimen cometido en plena dic tadura. En cuanto al relato que realiza Myriam Laurini, Violeta ya no está, nos muestra cómo el relato policial está siempre predispuesto a la innovación de los modos de la narración, estableciendo un reemplazo actual y bien usado para el relato epistolar apelando al uso de audios.
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A pesar de la insistencia de los metafísicos en condenar a la literatura policial, no dándose cuenta que la encarnación más específica de la literatura es aquella que se refiere al modo de ejecutar sus formas, queda hoy en día, con el fin-de-la-metafísica, como lo planteó Hei degger, no solamente inactual —ya en aquel momento estaba totalmente fuera de vigen cia— sino, anti-literario. Sin embargo, aún hoy los metafísicos pretenden ontologizar la lite ratura negándose a las infinitas posibilidades que ofrece, negando, en última instancia, al hecho literario en sí mismo.
Gracias a todos ustedes, lectores y escritores. Les debemos todo.
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