Nudo Gordiano #33

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Noviembre-Diciembre No.33

DIRECTORIO Consejo Editorial Enrique Ocampo Osorno Julia Isabel Serrato Fonseca Ana Lorena Martínez Peña

Dirección Enrique Ocampo Osorno dirección@revistanudogordiano.com

Jefa de Diseño Editorial Mary Carmen Menchaca Maciel

Jefa de Contenidos y Marketing Linette Daniela Sánchez

Editora en Jefe Ana Lorena Martínez Peña

Difusión Erasmo W. Neumann

Toluca, Estado de México, México. Nudo Gordiano, 2023. Todos los derechos reservados. Revista literaria de difusión bimestral contacto@revistanudogordiano.com Todas las imágenes y textos publicados en este número son propiedad de sus respectivos autores. Queda por tanto, prohibida la reproducción total o parcial de los contenidos de esta publicación en cualquier medio sin el conocimiento expreso de los autores. Los comentarios u opiniones expresados en este número son responsabilidad de sus respectivos autores y no necesariamente presentan la postura oficial de Nudo Gordiano.


Cuentos - la Espada A Dios, Gracias 6 Ricardo Bugarín

Septiembre, 2022 8 Debbie Saavedra

El Silencio del Sótano 10 Richard Sosa

Una Caminata Nocturna 12 Miguel Ángel Sánchez

Jubilación Anticipada 14 Luis Miguel López Díaz

Poemas - la Lanza Canción de los Perpetuos 20 Carlos Cavero

Tu Amor es mi Diamante 24 Isabel Hernández

La Casa en Llamas 26 Javier Arroyo

Algo Sobre el IMaginario 28 Claudia Alejandra Auriol

Augurios 30 Carlos josé Blandón Ruiz

Academia Nudo Gordiano Redención 36 Claudia Alejandra Auriol

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RICARDO BUGARÍN

La priora había dispuesto que esa comida sería una especie de homenaje para las últimas reclusas. El gobierno, en gratitud a la colaboración estimada de nuestra comunidad, entregaría con beneplácito todos los recursos a que se había hecho acreedora la madre Idelma y sus acólitas. Llegaban tiempos de bonanza. Se reconocían las actas contributivas y la guerra a la ignorancia quedaría ya arrancada de estas tierras. Toda la jornada fue un ir y venir por patios y galerías. La mantelería de damasco y la vajilla reluciente daban a la ocasión un aspecto festivo, pero no menos austero. La imagen de Nuestro Señor y de su Santa Madre había sido retirada de la hornacina y presidía la sala. Esa noche, como corolario de la causa triunfante, volverían las setenta y siete mujeres custodiadas a la vida civil. Cada una reencausaría su vida en el espacio distinguido que le correspondía por sangre y por herencia en una sociedad que, a partir de ese momento, volvería a gozar de la libertad que intentaran usurparle. Toda la dignidad de autoridades estaba presente. Los pasos protocolares fueron todos rubricados y el banquete, en la sala perfumada de jazmines, fue todo un pedir de boca. Dios había escuchado y el Hombre había respondido, fueron las palabras precisas de la priora. Como a eso de la medianoche se deshizo el milagro. Todo fue una gran confusión. Era como si un gran torbellino hubiese penetrado y se hubiese posicionado en los asistentes. Fue un caos, una hecatombe. Cada comensal fue quedando inerte sobre las baldosas entre exclamaciones y corridas Parece que la jefa de cocina, una díscola zambita, equivocó los aderezos.

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Debbie Saavedra

En cuanto cruje la madera debajo de mis pies lo escucho correr entre las paredes. Cierro los ojos y me quedo quieta, hago mi mejor impresión de una estatua. El pasillo oscuro se extiende frente a mí y creo ver una sombra acercándose al final de él. Comienzo a sudar frío y quizás pasan segundos u horas mientras me detengo, intentando silenciar mi respiración para localizar su pisada fuerte en la casa. Parece ser que se ha ido por ahora y camino con piernas temblorosas hacia mi habitación. Al día siguiente me despierta el sol cálido y el viento y las nubes que pincelan el cielo y los árboles. Me siento en el patio y dejo que me cubran como si fueran un velo, quizás esto me protegerá de su llegada el día de hoy. Desde mi lugar entre las flores, observo una figura del otro lado de la ventana. Me estremezco, finjo que no puedo verlo, pero desde el rabillo del ojo diviso sus movimientos erráticos. No me gusta intercambiar miradas, siempre que lo hago caigo enferma por semanas sin poder moverme. Cuando eso pasa, entra a la recámara arrastrándose y deja a su paso largas manchas negras. En una ocasión se arrastró debajo de la cama en unos cuantos movimientos escurridizos; toda la noche escuché su respiración ronca y entrecortada. El frío me golpea y la noche me empuja hacia la casa nuevamente. No puedo ocultarme por siempre aquí afuera. Cuando entro me saluda el olor a polvo y madera vieja que trae consigo. Está cerca, pero no puedo verlo entre la penumbra. Me apresuro hacia la habitación y escucho sus pasos acelerarse en las escaleras, lanzo un pequeño grito y esto parece alentar su acecho. Logro llegar y cerrar la puerta, pero paso toda la noche escuchándola despedazarse lentamente por los golpes intermitentes. Al día siguiente me asomo al pasillo y veo sus ojos oscuros cerrarse sobre los míos. La náusea empieza a los minutos. Mientras tiemblo y sudo de fiebre en la cama, lo siento acercarse y ceñirse sobre mí, en un intento de buscar consuelo pienso en mi mente cansada. Pasan semanas y cuando despierto mi vista ya es clara, mis ojos se enfocan en la habitación destrozada y a paso lento me muevo de habitación a habitación revisando el desastre. Paso gran parte de la tarde dando pasos furtivos hacia la puerta, hacia el patio y después hacia la reja mientras me sacudo de pies a cabeza. Me muevo minuciosamente y me detengo el mayor tiempo posible para disimular las prisas. Mi cabello está sucio, mi vestido rasgado y sucio. Camino cautelosamente toda la noche hasta llegar al pueblo siguiente. Transitando por esa casa años después, observo a una mujer alta, blanca y delgada, con el vestido sucio y rasgado, sentada en el patio entre las flores. Se oye el llanto de un bebé por las ventanas abiertas de la casa. El olor a polvo y madera vieja permea en el aire.

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Richard Sosa Estaba ansioso. Recibió el paquete que tanto esperaba. Garabateó una firma como indicativo de que había llegado a sus manos; entregó el documento al mensajero y bajó las escaleras hacia el sótano tan pronto como pudo. Por poco cayó durante el corto trayecto. Los escalones de madera crujieron. La madera estaba algo vieja. No importaba por ahora, ya haría las reparaciones pertinentes. Rompió las envolturas y abrió la caja con su pequeña navaja. “¡Cuidado! Material delicado”, decía a un lado. Sabía que cualquier temor era infundado. Había acordado en la web oscura con el vendedor el costo y, aunque era un exabrupto, sabía que no podía perder esta oportunidad. Un espécimen como aquel costaba eso y quizás más. Así que, sin pensarlo, decidió poseerlo. Observó en el interior de la oscura caja que algo se movía. —No temas, hermosa —le susurró —. No te haré daño —y tenía razón. Duncan era un amante de los insectos. Jamás bajo ninguna circunstancia dañaría a alguno. Así que le hacía mucha ilusión el lugar que había creado días atrás para su nueva huésped. —¿Quieres ver tu nuevo hogar? —la acercó a donde estaban el resto de sus compañeras. Mucho más pequeñas en realidad, en comparación con la recién llegada. La criatura se mantuvo inmóvil sin querer salir. Duncan no la culpaba. Estaba seguro de que estaría aterrorizada después de su largo viaje desde algún inhóspito lugar del Caribe. Tenía muchas especies en su haber, cientos, diría su mamá si las hubiera visto. ¡Oh es verdad! Su mamá, esa era otra historia. No tenía otra opción que cuidar de ella y, a los casi cuarenta años de Duncan era su única compañía humana, al menos para su desgracia. Recostada en su cama y siempre ordenándole cosas al aficionado coleccionista. Siempre escupiendo mandatos sin pestañear: “¡Lava los platos! ¡Limpia el jardín! ¡No olvides frotarme los pies!”. Solo descansaba cuando se dormía. En su fuero interno, la odiaba. ¿Por qué no te mueres de una vez?, llegó a preguntarle en una ocasión, aunque luego se arrepintió muchísimo hasta el día de hoy. Nunca se habían llevado bien, pero encontraron la manera de llevar la fiesta en paz. Regresando a su febril afición, el hombre introdujo sus largos y huesudos dedos, propios de una anatomía como la de Duncan y sintió un ligero cosquilleo cuando su mascota lo acarició con sus patas peludas. Le encantaba esa sensación. Sonrió y esperó ganarse su confianza, ser reconocido por aquella antiquísima criatura. Poco a poco lo logró y su alegría fue creciendo hasta que pudo sacarla de su escondite. Era un espléndido ejemplar de Loxosceles rufescens. Era hermosa, y a la vez, imposible describirla. Le recordó a los míticos seres como Ella- Laraña y muchos otros que había leído en algunas obras literarias, aunque su pasión se enfocaba más en obras sobre la entomología. La enorme criatura, más grande que una mano humana, caminó por su antebrazo inspeccionando el terreno. El inocente hombre la acercó a las distintas peceras en forma de terrarios, una cerca de otra para que la nueva integrante conociera al resto de la familia. Subió los escalones de la pequeña escalera para colocarla en su nueva morada, una pecera cuatro veces más grande de lo habitual, por razones obvias, y al momento de alzar el brazo para introducirla en el lugar elegido, sintió de repente y sin esperarlo, pues estas criaturas solo atacan cuando perciben el peligro, (o al menos eso dicen los 10


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estudiosos), un ligero pinchazo similar al de una aguja de coser cuando se incrusta por accidente en nuestra piel.—Pequeña traviesa —señaló Duncan. Pensó que se trataba de un insignificante piquete. No obstante, cuando empezó a arderle a horrores mientras sentía que su brazo se encendía en llamas y su tórax parecía querer estallar, no tuvo más remedio que arrojar a la criatura, quien lo veía con sus múltiples ojos inmisericordes. Esta no tuvo problema y haciendo uso de su telaraña, descendió a un lugar oscuro y más seguro. Duncan trató de aferrarse a la pared llena de distintas especies y finalmente el estante colapsó por el peso de él, viniéndose abajo, a la vez que se estrellaba el cristal de los recipientes en varios pedazos. Algunos cortaron con levedad el rostro y los brazos del coleccionista. No moriría por ese pequeño accidente. De eso no tenía duda. —¡Duncan! ¡Duncan! ¿Qué pasa allá abajo? —preguntaba su mamá a gritos. Tenía la seguridad tras escuchar el estruendo, de que algo le había ocurrido al torpe de su hijo. Entre uno y otro grito, Duncan despertó. No había pasado tanto tiempo, pero tras el veneno inyectado a su organismo y la caída, había perdido el conocimiento. Tuvo que esperar unos segundos hasta saber lo que ocurría. Estando boca arriba intentó hablar, pero le era imposible, su garganta se había cerrado casi por completo. Apenas quedaban unos milímetros, los suficientes para permitir el paso del aire a sus pulmones. Sus ojos se desorbitaron cuando vio el color de su brazo. La picada había sido efectiva. La necrosis era la prueba indiscutible de que el veneno era mortal. Sabía que si lograba llegar al piso superior encontraría algún antídoto que le permitiera salvar su vida. Así lo haría, se arrastraría como pudiera y cumpliría su objetivo. Sin embargo, no contaba con que su nueva compañera lo esperaba en la oscuridad de la habitación. El escondite perfecto desde donde podría aparecer sin ser percibida. Y así ocurrió, justo cuando Duncan intentó reptar con su tronco sin ayuda de sus inservibles piernas, las aterciopeladas patas de color negruzco se posaron sobre su pecho. Duncan quiso sonreír, pero recordó la razón por la que estaba allí y sintió terror. Uno como nunca había sentido en su vida. Más cuando la criatura se acercó a su cuello con sigilo y abrió sus fauces, levantando sus colmillos. Pensó que no se atrevería a lastimarlo. ¡Nuevo error! Los colmillos se hundieron en su cálida piel una, dos y tres veces. Vez tras vez hasta que se cansó de inyectar su ponzoña en Duncan. Luego la criatura saltó dejando el cuerpo moribundo a su propia suerte. Su nuevo ejército la esperaba con miedo, ahora sabían de lo que era capaz. El pobre Duncan intentaba llegar al piso superior. Su piel había pasado de un tono verdoso oscuro para fusionarse en negro sin vida. En cuestión de minutos moriría. No había duda. Sacó toda la fuerza de la que era capaz y se arrastró escaleras arriba. —¡Voy a llamar a emergencias, Duncan! —gritó su madre. Mientras tanto, Duncan intentaba salir de allí. Subió un par de escalones, pero la madera crujió como siempre hacía y de pronto, se partió. El cuerpo de Duncan fue a parar al interior de la habitación de nuevo. Sus huesos rotos le impedían moverse. Pensó por un momento en que debió haberse encargado de esos escalones. Ahora ya no tenía sentido. Se durmió para siempre. www.revistanudogordiano.com


Miguel Ángel Sánchez Martínez

Vivo en un pueblo hermoso, con bellos paisajes y deliciosa comida, pero famoso por sus extrañas “desapariciones”, es como si la gente se esfumara de la faz de la tierra, o eso dicen, no es tan relevante como parece. Cada semana salimos a un banquete increíble en el que comemos hasta que nuestro estómago no pueda más. Es el momento más feliz de la semana, la única ocasión en que podemos salir a comer, pues mi familia no es tan bien recibida en el pueblo. Vamos de noche ya que es cuando las personas no nos prestan atención del todo, y así no nos ven con mal ojo, pero también es cuando encontramos la comida más deliciosa, pues nadie la ha apartado aún.

En una caminata nocturna de rutina, me topé con una chica tan hermosa con ojos tan oscuros como la noche, cabello rojo como el fuego y con un olor increíble, no dejaba de mirarme y yo no podía dejar de mirarla con ojos de deseo. Se me acercó y me preguntó mi nombre, pero no quise decírselo, no soy bueno conviviendo con personas. Me miró a los ojos y me invitó a salir, se me hizo extraño ya que nadie antes me había invitado a algo así, sobre todo de su tipo. Acepté porque no había comido nada ese día y moría de hambre. Mi familia ya había salido por comida antes, sin embargo, yo estaba hambriento.

Me invitó a un restaurante famoso por estos rumbos, estaba lleno de gente y olía increíblemente bien el lugar, pero al momento de llegar su comida se veía asquerosa en mi opinión. Yo no comí ya que no había nada que me gustase en el menú, pero ella seguía viéndose bien. No paraba de preguntarme mis gustos y en qué trabajaba, le dije que trabajaba en la granja de mi familia, también que me encanta dar caminatas nocturnas por el pueblo. Ella me dijo que vivía cerca de aquí y que no trabajaba, pero le gustaba ayudar en algunas causas sociales.

Después de salir del restaurante, ya me tenía harto su palabrería, pero no me importó, ella me encantaba. Mientras caminábamos por la calle me llevó a un callejón y se me acercó lentamente al rostro; en ese momento mi boca se acercó rápidamente a su cuello arrancándole un pedazo de carne, ella no paraba de agonizar. Su sangre sabía deliciosa, sé que mi olfato nunca me falla. Me encanta dar caminatas nocturnas.

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Luis Miguel López Díaz

Solo faltaban tres días para mi jubilación y me retiraría con el grado máximo de un investigador en el área de homicidios. Ya podía ver mi reconocimiento colgado en la sala de elite de la Demarcación de Policía aparente rutina. Salí corriendo del edificio donde se encontraba mi oficina, justo antes de abordar mi auto, me gritó a mis espaldas Magdaleno, era el mozo del edificio a quien yo llamaba compadre, solo recuerdo que le grité. — Ya cuando había arrancado para cumplir con mi encomienda alcancé a escuchar senda mentada de madre por parte de Magdaleno. —¡Pinche compadre! —ya nos arreglaremos cuando regrese, pensé y aceleré. , solo duró 22 días, se regresó en menos de lo que canta un gallo, por cierto, también es hijo de mi compadre Magdaleno, es dos años mayor que sus hijas. Él salió veinte minutos antes que yo, me lo dijo el guardia del estacionamiento. me molestó de camino al Motel que, por cierto, conocía muy bien, los pensamientos que no daban una explicación lógica al porqué me habían comisionado a mí a esa investigación de rutina, a mí, que en tres días estaría lejos de lidiar con insolentes policías novatos, y ya no haría más reportes burocráticos. le bautizamos mi esposa y yo a una de sus niñas, que por cierto, tiene su gemelita. —Pues ya ni tan niñas, ya han pasado veinte años desde el bautizo. Me dije a mí mismo y solté tremenda carcajada. En estos pensamientos iba conduciendo mi auto patrulla sin insignias, y sin aire acondicionado, cuando en la grupos favoritos The Doors, me hizo recordar tiempos mejores de mi juventud ya lejana, comencé a tararear la melodía, hacerlo siempre me ponía de buenas. Sin previo aviso saqué mi brazo derecho por la ventanilla del automóvil y con el puño me dirigí al abundante tráfico citadino como si fuera mi rival imaginario, 14


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—¡En tres días a la chingada todo! Me sentí como Don Quijote de la Mancha gritándole a los molinos de viento. Cuando llegué a la escena del crimen me encontré un hombre vestido con un traje gris, robusto, fuerte, con el pelo entrecano y tirado boca abajo, debajo de su cuello había un gran charco de sangre sobre la sucia y pestilente alfombra del cuarto 317 del Motel. Los patrulleros comentaban a mi llegada. —A este no le dieron tiempo de disfrutar de los placeres por última vez, apenas iba entrando al cuarto, se ve que lo atacaron por la espalda y lo degollaron con una navaja de electricista, hasta el jacuzzi dejaron esperando. Con la mirada recorrí el cuarto, a simple vista no se observaba nada fuera de lo normal, solamente la navaja de electricista tirada cerca de la mesita de noche, la cual tenía un florero, un directorio telefónico, un cenicero con los restos de dos cigarros mentolados a medio fumar, con huellas de labial de distintas tonalidades, una gran charola con ostiones y criadillas, —vaya cóctel de afrodisiacos —pensé, todo esto a escasos dos metros del cadáver. Fui recorriendo la habitación con mi instinto de investigador con veintiséis años de experiencia para detectar el más mínimo indicio del crimen ahí cometido, en el cesto de basura encontré dos botellas de una bebida preparada a base de tequila y moras silvestres con huellas de lápiz labial de un rojo intenso, la otra con un tono más discreto en un rosa pálido, eran los mismos tonos que se apreciaban en las colillas de cigarros. Se me hizo raro pues alguien de la edad de la víctima no hubiera tomado esas bebidas preparadas artificialmente, el individuo en cuestión, en este lugar y dadas las circunstancias por las 18

dos hielos.

¡Un momento!, me detuve en seco y reflexioné lo siguiente: ¿dos colillas de unos mentolados?, ¿dos envases de bebidas de tequila con moras silvestres? Mi mente se saturó de teorías, pero la que más me daba vueltas era que al masculino en cuestión ya lo estaban esperando dos personas en la habitación, esta teoría si la quería argumentar la debería de probar. —¡Pinche viejillo pervertido! Exclamé para mis adentros. Cuando salí del baño, los forenses ya habían realizado su trabajo, el cuerpo ya iba rumbo a la morgue, ahí yo lo alcanzaría para ver los primeros reportes oficiales y comenzar a hacer mi rutinario reporte burocrático. Para esto ya pasaban de las seis de la tarde. Llegué justo a tiempo antes de que mi amigo, el Doctor Alfredo Alanís, comenzara a realizar la necropsia de ley, lo saludé de lejos aunque su saludo fue escueto, no me sorprendió su falta de entusiasmo, probablemente ya estaba tan cansado como yo o bien, estaba acostumbrado a estas intromisiones. Me acomodé en un sillón para no entorpecer los trabajos del Doctor Alanís y de su joven ayudante. Desde mi ubicación solo podía ver los pies del difunto, pero podía escuchar perfectamente lo que decían entre ellos y desde luego la música de José José con la cual le gustaba trabajar al galeno. —Doctor, el cadáver está muy rígido, no puedo ni siquiera sacarle la ropa y quitarle la posición de rigor mortis, ¿le fracturo los brazos y las piernas? —mencionaba el joven médico, luego añadió lo siguiente: www.revistanudogordiano.com


—¿Ya vio la mueca de dolor o desesperación que tiene su rostro?

—Algunas cosas las irás aprendiendo con la práctica —agregó el doctor y comenzó a hablarle al cadáver al mismo tiempo que le daba un suave pero firme masaje aleatoriamente por el cuerpo. —Mira, ya estás en un lugar seguro, no te queremos hacer más daño, lo que te pasó fue algo muy desagradable, te tomó por sorpresa pues tu agresor te atacó por la espalda, algo te impactó mucho al darte cuenta del mortal ataque, probablemente conocías a tu verdugo o viste cómo tu sangre comenzaba a brotar de tu cuello como un manantial color rojo que no tenía control alguno, sabías que la herida era de muerte, probablemente tu último pensamiento fue tu familia, en qué harían tu esposa, tus hijos y tus nietos sin tu presencia, eso te perturbó, o tal vez pensaste en el qué dirán tus amigos y conocidos al encontrar tu déjanos realizar nuestro trabajo para que puedas estar unas horas con tu familia y tu alma pueda descansar en paz. El doctor seguía con el masaje aleatorio al cuerpo. Yo estaba escuchando al experimentado Doctor Alanís y cómo se dirigía al difunto; fui cayendo en un espiral que me hacía experimentar un cansancio muy pesado, a lo lejos se escuchaba decir al doctor Alanís. —Ya ves cómo nuestro amigo está cooperando, los músculos se han relajado y las facciones del rostro de angustia han disminuido, ahora haremos nuestro trabajo más fácil. ¡En la madre! ¿Cuánto tiempo había descansado? Me sobresalté al ver los rayos del sol entrar con gran intensidad por los ventanales de la morgue, es tardísimo. Acomodé como pude mi arrugado traje y un tremendo dolor de cuello me hizo recordar que había descansado en una ía Federal, mientras hacía movimientos circulares con el cuello para disminuir el dolor. Todo estaba en el mismo complejo de edificios, solamente tuve que cruzar un amplio patio. Fui directamente a la sala de interrogatorios donde estaba la cámara de Gesell, entré a la pequeña cabina y para mi sorpresa detrás del espejo estaba vacío, mientras que del otro lado, en la sala de interrogatorios estaban dos de mis compañeros más experimentados, quienes se paseaban de un lado a otro en señal de gran nerviosismo, estaban muy alterados, bien los conocía pues habíamos trabajado en un sin número de casos, el tercer oficial era sobre un amplio escritorio, los tres a simple vista lucían muy cansados.

—¡Qué ganas de estar ya jubilado! Mencioné en voz alta y no tener que pasar por todo esto. Activé las bocinas para escuchar lo que decían mis compañeros. 16


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el detective

de mayor edad.

Ahí me di cuenta que el Macho Gabacho estaba en calidad de detenido.

—Nada raro en él, ¿estaría ahí por un pleito en una cantina?, ¿chocó borracho?, ¿le armó un desmadre a alguna de sus novias con una escandalosa serenata? —¡Es humillando a mi padre, siempre estaba haciéndonos de menos, presumiendo sus coches y pertenencias, cuando iba a la casa ni siquiera le quería probar un taco a mi madre demostrándonos asco, eso sí, no tuvo asco en pervertir y meterse con mis dos hermanitas gemelas, ¡no tiene madre el muy cerdo! —gritó nuevamente el detenido. El otro detective le hacía una observación de mucho peso. —Tus huellas fueron encontradas en el arma homicida en la navaja de electricista, te van a echar sesenta años en el tambo, Alejandro. —Ni pedo mi jefe, además ya firme mi declaración, así es la vida, pero de mi familia no se burlan. Los dos detectives veteranos se retiraron hacia un rincón para que no los escuchara.

—¿Quién le da la noticia a la viuda? El expediente es el 94/1115, está sobre el escritorio del jefe. Se quedaron viendo fijamente, desde luego no quería ser ninguno de ellos quien llevara las malas nuevas. —¡Pinches zacatones! Yo le doy la noticia. —faltaba más y así me podía ir a descansar pronto. Salí directo por el expediente rumbo a mi oficina. —Qué ganas de ya no estar aquí, ojalá hubiera podido adelantar mi jubilación. —Iba pensando en el trayecto. Llegué a la oficina, fui a mi escritorio y efectivamente ahí estaba el expediente 94/1115, marcado con un rojo brillante, una ojeada rápida para no llegar en blanco con la viudita. Estaba clasificado como homicidio doloso. Lo que a continuación vi, me dejó petrificado.

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Carlos Cavero

MI DRAGÓN Si todas las circunstancias se apilan de abanico y punzan mi sien con la firmeza del asfalto soy todo oídos aunque sea lo último que espero lograr en el proceso o lo que jamás desearía para algún antagonista que merezca realmente el saturar de los sentidos.

Me plazco de callar ante aluviones de semáforos volúmenes enteros que el fuego vuelve Alejandrías conteniendo el decibel la náusea y piedras que a su paso arroja este dragón echando baba por los ojos sacudiéndose las vísceras y el asco contra mi pecho. Una vez que se ha marchado de mí 20

yo estoy aparentemente intacto sobre la sábana el teclado va a mis brazos (sabe que no puedo ya moverme) no existe el arte en estas letras sino un pliego de reclamos son tantos los sujetos predicados y figuras que no caben completos.

La misión es desarticularlos entonces tengo que cortar en tiras como carne de pez recién abierto hacer que se dibujen en cada pieza rota encajando que agraden al oído para atenuar la estela de fracturas y tumores que a su paso mi dragón deja.


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EL ABRAZO

Y tú me preguntas

Abrazo mi dolor

Si he cenado todavía

Como quien se resigna

Como si acaso el hambre jugase

A vivir con la mujer a quien no ama.

Algún papel

No me pidas raciocinio ni debate

Aun secundario

Que aquel abrazo

En esta historia.

Responsable De mantenerme vivo en pleno incendio

DOLOROSA

Dejó un sabor salado en mi boca.

Sangrante y sobre flores amarillas Dolorosa

Solemos aceptar la muerte

Así mientras dormías te miraba

Mas no el dolor

Y triste

Y en esta noche ploma que no duermo

Y dulce

Abrazo mi dolor

Como quien desprecia la naturaleza

Como quien se resigna

Porque solo deseaba levantar tu cuerpo

A morir habiendo disfrutado

Arrastrando con él las hormigas

Poco o nada de la vida.

Que a tu ropa se pegaban curiosas.

LA CENA

Con tu partida a las mazmorras del fuego eterno Aprendí a extrañar

Entre el más hondo Amor Y la Fiebre Estrujan mi intestino hoy lunes 31: El deseo de Muerte Y el dolor sanguíneo

Y así como tu gran ausencia me despierta cada tarde Ardiendo de estómago y sienes Cada color brillante en las calles me horroriza Mis ojos nunca más volvieron

A ser los mismos. Las dos catapultas que me lanzan cucharadas Dime cuándo podremos vivir vidas normales Flamas a las velas de todo el candelabro Entonces

Sin autosabotearnos en nuestra búsqueda

Solo con los ojos

De una felicidad pacífica y legítima

Yo te pido auxilio

No importa ya dónde estés paseando tu espíritu www.revistanudogordiano.com


He aprendido a verte en todas partes Sangrante y sobre flores amarillas Dulce cadáver.

OJOS VIOLETAS Acaricia mi cabello con las yemas de tus dedos Mientras yo siento la infección acabarse Como se acaban las noches de granizo Después de haberlo destruido todo.

(Siento las olas retirarse dejando conchas de abanico sobre la arena).

Ahora Tú quisieras verme tan azul Tan hospital.

Mi bandera roja en ti hizo saltar El instinto maternal que te dibuja Un nuevo rostro de ojos violetas.

Te transfiguras y veo Hasta tus pestañas volverse rojas.

Acaricias mi cabello con las yemas de tus dedos Mientas yo siento la infección reiniciarse como un canto alegre Lista para destruir mi cuerpo Mi corazón Mi cabeza. 22


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Isabel Hernández

Tu amor es mi diamante y mi fantasía, emerge del luminoso universo de tu poesía, inunda de luz y esperanza la vida mía, colma mis noches de inmensa pasión y alegría.

Tu amor emerge con fuerza del profundo mar azul, aviva los acordes de mis pensamientos, vence la tormenta de mis sentimientos y luce los colores que vuelan en tu manto de tul.

Tu amor es brillante como el albor de tus ojos pálidos, abriga mi cuerpo en las noches de frío helado con la manta de tu cuerpo de calor licuado y envuelta en tu pecho con tus brazos enlazados.

Tu amor es el arquero que apunta a las estrellas, entregado con frenesí a mi sonrisa perlada como un talismán que besa mi boca amada y me busca con mágica ilusión entre las más bellas.

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Javier Arroyo

I

se preguntan los habitantes pequeños en el exterior,

Inhalan el negro

observando la casa en llamas.

entre lágrimas que se mezclan con el sudor, estremeciéndose en cada bocanada

III

con sabor al amargo hierro.

Adentro lo frágil se quiebra,

Es la primera acción

lo duro se descompone,

que hacen al despertarse,

y lo colorido se torna negro.

y la última que realizan antes de dormir.

Adentro los sueños se asfixian, el juicio se nubla,

II

y las sonrisas se derriten.

Los diminutos habitantes vuelan desesperados, escapando de su hogar, el animal podrido de concreto, IV ante los ojos inertes de sus semejantes de mayor tamaño, Alguien grita en la casa: “La comida está servida”. que ya no se asquean a verlos.

Todos los habitantes salen de sus huecos

Ellos, los habitantes más grandes, se quedan

arrastrándose entre la negrura,

cumpliendo la norma,

siendo la tos lo único que comparten entre ellos.

inhalando lo negro. “¿Por qué no corren? ¿Por qué no se salvan?”,

Se sientan incómodos y sudados, contemplando sus propios reflejos

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en la carne carbonizada en los platos,

VI

negra por fuera y por dentro.

Los cadáveres comen inmersos en sus propios vacíos

Apuñalan la carne.

mientras los recuerdos se queman a su alrededor.

Bien profundo, retuercen el tenedor.

Nadie se da cuenta. Ninguno alza la mirada

Al cortarla, sale ceniza en vez de sangre.

por temor de ver a sus iguales,

Al saborearla, fingen satisfacción.

los seres que tanto odian. ¿Sus almas? Tiradas por ahí,

V

siendo presas del fuego.

Uno enciende el televisor

Tampoco se percatan de eso.

sintonizando el mismo canal,

Uno de ellos se queja: “Qué calor hace”,

viendo el mismo programa,

mientras se limpia las lágrimas diciendo que es sudor.

riéndose de las mismas tragedias, hasta que las imágenes se tintan de blanco y negro. Se lamenta, maldice y se calla. El televisor agoniza en el fondo. Ellos continúan comiendo.

Todos asienten, sin hacer nada, deseando volver a sus huecos oscuros donde esperarán a que pase algo: La vida, o la muerte.

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CLAUDIA ALEJANDRA AURIOL

“Algo sobre el imaginario” (O lo que da sentido a aquello que otros no ven) . Leyó el corazón de la roca. La transparencia de una mentira. La desahuciada esperanza de una flor marchita. La sexualidad ambivalente de una sanguijuela. El pudor de un bípedo obsecuente. La lasitud de una abeja en su colmena. La sequedad del vientre de un cactus. La intención de un humilde servidor. La exacerbada promiscuidad de un pingüino. La profundidad de un agujero en el agua mientras buscaba los ojos en su cara.

“ADN” Lo prematuro en su inmadurez despierta la costumbre de andar descalzos. Búsqueda del origen de un ADN que compite con lo que uno se ha convertido. La sensación de compilar lo que duele al pisar lo que se debe obviar u olvidar. La imposibilidad de esto último conlleva a girar como un tentempié sobre el eje del desconcierto. 28


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Asimilar y aceptar que todo cambia indefectiblemente le pinta a su as un cero a la derecha, (aunque a nuestro favor no sea). Es imperioso agasajar lo que venga

niega lo obvio. -Siempre son los demás-

con un festín donde no falte el buen vino, o una oda desenfrenada

Utiliza evidencias para encender el fuego del asado que degustará a placer hasta la hora de la misa

-por mi culpa/ por mi culpa/por mi gran culpaentre hormigueros, espinillos, terrones, pedregullos, con su carita de abrazando los yerros, los tropiezos, los fracasos o triunfos

-yonofui-

en vertical a pesar de que a veces estemos heridos mientras pide perdón con la sangre alborotada.

con los dedos cruzados sobre su Biblia apócrifa.

Lo primordial es subsistir y no temer arrastrarse

“Si de tanto”

*Las lombrices lo hacen para seguirsubsistiendo* Si de tanto sol se quiebra la roca. cuando la pala del hombre atenta contra su vida.

Si de tanta arena se puebla el reloj

“Apocalipsis”

Si de tanto averno se llena la mortaja.

La Bestia tenía ocho cabezas.

Si de tanto yerro se emancipa el hombre.

Hasta que apareció el hombre

No sería extraño

que inconformista por naturaleza

que ante tanta falta de palabra

le cortó una.

se torne absurdo

En ese preciso instante comenzó el caos.

el hábito de creer cuando algo se promete

“Algo sobre la culpa”

con la mano sobre la Biblia

Es la espada sobre su cabeza.

y la otra

Es el instante antes de la soga.

con sus dedos cruzados.

Es la negación con tres giros de cabeza. Él, la siente sobre su bípeda creación que se la eyecta a otros luego rasga su vestidura, acomoda placares, pone clavo a sus alfombras, www.revistanudogordiano.com


Carlos José Blandón Ruiz Soy enigma irresoluble —asentí ingenuo—.

en la oscuridad diabólica

Había olvidado que ella estaba hecha

de sus fauces agresivas.

con corazón de mujer.

Les di mis miedos, pero aquellos

¡Me descubres! —desdije—.

se tornaron cada vez más grandes

No puedo ser tu esfinge,

y cada vez más fuertes y se rieron;

porque ya eres sortilegio.

se rieron porque se sintieron muchos,

Te di mis manos en espera de un beso,

mas yo estaba desnudo.

musa de mal agüero:

Les entregué mis sueños,

¡¿Y qué viste entre mis pliegues y surcos asimétricos, y los vi desvanecerse que mi destino repartiste presurosa?

como espuma entre sus garras,

¿Acaso vendrás a ser Hespéride de otro jardín?

mientras me culpaba a mí mismo

Pues bien, elige tú mi futuro;

sin saber por qué,

augura mis más oscuros presagios y,

y me sentí monstruo de repente.

si en el porvenir no me ves junto a ti,

Pero yo no sabía que,

deja que la Parca, resoluta,

por cada silencio en el que sumía mi alma,

me guíe exánime hacia el averno... ¡mi amor!

habría un mil monstruos sueltos prestos a morderme, hasta que un día

En mi silencio, monstruos...

decidí gritar...,

Yo no sabía que, por cada silencio en el que sumía mi alma,

y los maté de hambre.

estaba alimentando monstruos del abismo profundo.

Síndrome de Noé

Y los sacié con ira, y bufaron.

En la diacronía de la historia,

Luego vi mi paz derruirse

se nos ha dicho que todos llevamos un niño dentro,

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mas yo os digo, que todos llevamos un animal dentro, ¿O despertaremos del marasmo eterno al animal cansado alter ego de quien verdaderamente somos

que todo rompe en Alfonsina Storni quien, amante,

o de lo que queremos e intentamos ser.

anhela un amor feroz de garra y diente,

¿Le quitaremos de su diestra el Lobo de Gubbia

que bien pudieran refractarse en el iris

al mínimo y dulce Francisco Asís,

de los ojos de perro azul de García Márquez

cuya reverencia del rudo y torvo animal

o en los ojos de oro del gato blanco y célibe

fue el blasón de su virtud y santidad?

del gran Jorge Luis Borges?

¿O dejaremos escapar del corazón de Bukowski

¿Liquidaremos de la diestra de Cortázar, Jaramillo o Eliot

al índigo plumífero y anónimo que desde adentro al felino que los hizo inmensamente felices grita su olor a alcohol y a sudor, a birras y a hipódromo, y de cuyos poros brotan maúllos y ronroneos a tugurios y colillas, a bares y rameras?

que espiran luego en versos de delicada tesitura?

¿Acaso podremos liquidar de la «Filosofía» de Darío ¿O heriremos de bala cruenta a las blancas corzas a la araña, al sapo, al cangrejo, al grillo o al oso,

y oscuras golondrinas que saltando de roca en roca

que lo bautizan como el liróforo disidente?

emiten silbos apacibles que se tornan rimas y leyendas

¿Haremos huir del saloncito aquel al mirlo

en la pluma de Adolfo Bécquer?

que canta al arte y la belleza?

No.

¿Echaremos a perder el inefable primer instante Dejad que ese animal en ellos viva de amor con intensidad y con espanto, que le dieran a su alma, luz inmortal, que viva y muera diariamente palomas blancas y garzas morenas? en un vaivén de incontrolados versos ¿O dejaremos abierta la puerta de la jaula al poque, en funestas horas autumnales, bre pájaro azul que le inspire soñadores versos desconocidos? ¿Abriremos la ventana invernal al cuervo fúnebre y adusto para que en negras tempestades envuelva de misterio y agonía a Edgar A. Poe? ¿O sepultaremos al diabólico gato negro para que su corazón delator no entregue a su amo

evoquen a Artemisa, Aranyani o Neith. Animal salvaje. Animal enamorado. Animal cansado.

Eso somos.

al verdugo de la culpa y el terror? www.revistanudogordiano.com


Pájaros poetas en un azul Darío Pájaros libres en un azul cielo.

Hay perfumes que abraz/san.

Pájaros inquietos en un azul cantábrico.

Los hay, que destapan el alma,

Pájaro azul…pero un azul salvaje

y pintan tu rostro frente al mío; perfumes con aroma a recuerdo,

… ¡como el animal que llevamos dentro!

de esos que se pegan en la piel, y, por tanto, inolvidables,

Ni tan cerca, ni tan lejos

incomprensivos

Si la utopía sirve para caminar:

incrédulos,

¿Para qué me sirve la espera

inconquistables,

de un abrazo imposible? ¿Para qué me sirven tus besos

inconfesos, insondables,

si en ellos ya no habrá incendio?

y otros tan crueles,

¿Para qué me sirve el recuerdo

que llegan a ser

si ya no alquilas mis pensamientos?

inconfundibles,

¿Para qué me sirve tu hostia

el justo momento, en donde

si tu misa ya se ha terminado?

los perfumes ya no huelen...

¿Para qué me sirve el sollozo de tu silencio, los anhelos y los sueños juntos, si puedo caminar? Aunque, no tan lejos que me vayas amar, ni tan cerca que me llegues a odiar.

Reminiscencias Hay perfumes que no huelen, nombran. Los hay, que acortan distancias para sentirnos vivos. 32

duelen.


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Decido no decidir Te fuiste lejos exudando los rigores del estío, oh hija del atardecer, impoluta marchaste bajo el sol desangrado en el horizonte cruel que, viéndote huir, detenerte no pudo, y que, llevada en ancas, al trote de un corcel torvo y rudo, oh, diosa del ocaso, te olvidaste adrede, de extender tu brazo.

A trancas y barrancas esquivo el fatal destino de juergas y melopeas, nepentes falsos del dios del vino, que asaltan mi pensamiento azorado, por acoso o por derribo, entre Caribdis y Escila decido: si Penélope, leal en la frazada, o Dido, mortal sobre la pira.

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Claudia Alejandra Auriol Una paulatina reminiscencia de paganas voces oscila despiadada en esta mente agobiada como un Tsunami con el poder de Poseidón que impecable en su sometimiento me tiene acorralada. ¿En qué instante mi esencia de Sirena no supo seducirlo? En mi interior, en los cofres donde se exilió la caracola peregrino insaciable. Su ancestral susurro es la respuesta. Aguardo ceremoniosa con mis manos en posición de rezo la plenitud de su estirpe de blanca paloma que enarbole en este monte de calvarios medular, Olivos, Lirios, Lotos y No me olvides. El Paraíso se hace piel. Nace en mi interior como un bálsamo. Diadema sin espinas. Cándida perpetuidad de lumbre. Faro. Destino. Lazarillo fiel que no me dejará naufragar en el océano donde lo indeseable habita.

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