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Hacer el mal para obtener el bien
María Angélica Casadiego
estudiante de la maestría en estudios literarios
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un grupo de hombres estaban reunidos en un café discutiendo acerca de la inminente invasión de París por el ejército alemán durante la Segunda Guerra Mundial. Los hombres agitaban sus manos y alzaban la voz manifestando que lucharían hasta la muerte para defender la ciudad. En medio de esas voces aparece la de una mujer que al parecer, en contradicción al ambiente del café, señala que ella se acostaría con todos los soldados alemanes con los que pudiera y los recibiría con las piernas abiertas. Uno de los hombres se abalanzó contra ella para matarla por traidora, lo que no sabía él era que esta mujer estaba enferma de sífilis y lo que realmente quería era acabar con el ejército alemán. Cómo se juzgarían las acciones de la mujer: ¿Son buenas por sus fines? ¿Malas por los medios para conseguirlos? ¿Qué hace que los seres humanos sean considerados malos o buenos? ¿Sólo se pueden ser considerados en esas dos categorías?
Estos interrogantes son equiparables a los que genera en El Maestro y Margarita de Mijaíl Bulgákov el pacto de la joven protagonista con el Diablo con el propósito de salvar la obra y la vida del Maestro1. Los interrogantes que produce el pacto giran en torno al tema de la recompensa y el castigo. Margarita, al igual que la mujer del café, se entregó al mal para hacer el bien. Ella se transformó en
bruja, cometiendo una serie de daños en la ciudad de Moscú (sobre todo, dirigidos al crítico literario que atacó al Maestro) y, además, sirvió como anfitriona y reina de un gran baile satánico. Sus acciones pueden ser consideradas loables porque su estímulo era el amor; empero, los crímenes y la servidumbre a Satanás la condenaban, desde la visión cristiana, al castigo eterno.
Sin embargo, esa visión es transformada en la novela. El bien y el mal no están separados por una lucha descarnada. Existe un equilibrio entre las dos fuerzas, las cuales se concentran en el corazón humano. Tal como lo señala el mismo Voland (el Diablo), el mal es sólo un “departamento” de los que gobiernan el mundo. Su papel como líder de ese “departamento” consiste en demostrar que todavía existen las fuerzas del mal, inclusive que existen las fuerzas del bien, a pesar de la incredulidad y las ideas políticas. De alguna manera, como el Mefistófeles de Fausto, Voland se presenta en la novela como “una parte de aquella fuerza que siempre quiere el mal y siempre obra el bien”.
La manera en que lo logra es poniendo en evidencia los dos lados del alma humana a través de situaciones absurdas en la que los ciudadanos se ven enfrentados a sus deseos y miedos. Un ejemplo claro de ello es el capítulo XII del primer libro de la novela, en el que Voland, como el maestro de las artes oscuras, deslumbra en el teatro de variedades al público moscovita con una serie de “trucos”, como la lluvia de dinero y la aparición de trajes y perfumes costosos, con los que hace salir a la luz su egoísmo, vanidad y ambición. El momento cumbre de ese juego de revelaciones es cuando Voland y sus secuaces, cansados del irritante requerimiento del anfitrión de revelar la falsedad del espectáculo, siguen los deseos del público de quitarle a éste la cabeza. Sin embargo, los asistentes no quedan satisfechos. Al ver al pobre hombre decapitado, arrepentido y rogando por un médico, el público lo perdona y le pide de nuevo al grupo de artistas que le devuelvan la cabeza. Voland, ante tal gesto, accede nuevamente al pedido del público, porque, como él mismo se lo señala a Fagot uno de sus secuaces:
Son hombres como todos… Les gusta el dinero pero eso ha sucedido siempre…A la humanidad le ha gustado siempre el dinero, sin importarle de qué estuviera hecho: de cuero, de papel, de bronce o de oro. Bueno, son frívolos…, pero ¿y qué?..., también la misericordia pasa a veces por sus corazones (Bulgakov, 2004: 157).
Desde la visión de Voland, en el alma humana residen con la misma importancia tanto la misericordia como la crueldad. Entonces, desde esa perspectiva se creería que no existe el castigo, ya que los seres humanos no pueden negar las dos fuerzas con las que se rige su alma. Volviendo al caso de Margarita, y teniendo en cuenta lo anterior, se creería que ella no podría ser condenada por haber entregado su voluntad a los intereses de mal, ya que éste hace parte de su naturaleza.
Pero, como se revelará en el gran baile de Voland2, los individuos tienen la posibilidad de elegir, y de acuerdo a su elección definen su destino eterno; por lo que no se puede culpar ni a Satanás de la perdición de las almas. Ese es el caso Frida, una de las invitadas al gran baile de Voland. Ella está condenada por ahogar a su recién nacido, quien era el hijo del dueño del café en el que trabajaba. Margarita; al ver la angustia de la mujer le pregunta a uno de los secuaces por qué no está el padre del niño junto a Frida. Popota, el gato de Voland, le señala que el padre del niño no tiene porque estar en el infierno, si al fin y al cabo quien lo ahogó fue la madre. Esta respuesta del gato, que molestó a Margarita, encierra la visión de la recompensa y el castigo de la novela, como lo señala Voland: “cada uno recibirá en razón de su fe”; es decir, cada uno recibe recompensa y castigo de acuerdo a lo que cree y valora. Si Frida valoró más el miedo y sus necesidades económicas que la vida de su hijo, por esos miedos y necesidades fue castigada.
De acuerdo al principio señalado por Voland, Margarita será juzgada en razón de su amor. Empero, esa razón no es suficiente para que su juicio sea completo, también hay que sumarle el otro principio rector del pacto. Cuando ella lo aceptó, entregó voluntariamente
el destino de su alma a cambio de poder irrumpir libremente en su realidad. Como lo señala Giovanni Papini, uno de los sueños más corrientes de los hombres es, en efecto, el de liberar el cuerpo del peso terrestre, sobretodo del que provoca el dolor y la separación. El pacto no sólo puede ser entendido como un acto de amor. Debe considerarse que Margarita, ante su incapacidad de resignarse a la separación, desafió, por así decirlo, los designios de la providencia al aceptar la propuesta del séquito de Voland. Su acción fue un acto de rebeldía y ésta se castiga.
Voland y Jesús, a través de su apostol Leví Mateo, definirán el destino de Margarita tomado estos dos principios. En el diálogo que establecen los dos jueces se revela que no puede existir el bien sin el mal, ya que para gozar de la luz son necesarias las sombras, por lo tanto no se puede condenar a Margarita al infierno. Pero, como ella se rebeló tampoco puede ir al cielo. El amor entra en la novela como un comodín salvador y condenatorio, tal como lo fue la sabiduría en el Fausto de Johann Wolfgang von Goethe. Gracias al amor, Margarita y el Maestro tienen una especie de amnistía, si bien no alcanzan la gloria eterna como Fausto, consiguen estar en un lugar en donde los padecimientos que tenían que enfrentar ante la imposibilidad de realizar plenamente su relación en el mundo, porque Margarita estaba casada y el Maestro perseguido, quedan en el pasado y puedan disfrutar de la compañía del uno y del otro. Ellos no se merecían el mundo, se merecían la tranquilidad, y esa fue la recompensa que obtuvieron. Con esta recompensa la noción de castigo y de culpa pasan a un segundo plano, ya que la recompensa recibida por los dos amantes demuestra que cada uno recibe lo que merece, y que eso no está supeditado a un culto o a una devoción a un dios o a una religión particular.
Ahora bien, la figura del pacto mas que señalar a los “buenos”, los “malos” y el poder de Sátanas para seducir a los hombres, es sólo es una puesta en escena que permite que la creencia en ideas intemporales caiga en las mismas trampas que ha creado, ya que los modelos que la soportan, basados en una visión blanco y negro del
mundo, se vuelven obsoletos frente a la complejidad del corazón humano. Así como el pacto es una excusa, la figura Voland y la de Yoshúa Ga-Nozri (el diablo y Jesús de Nazareth) tienen una función reveladora: la de poner en evidencia que la verdadera ficción es la realidad. Estos personajes, al igual que Margarita, el Maestro y Frida, se configuran en la novela para señalar como no existen ideas absolutas ni respuestas univocas, si no que existen seres maculados, instintivos y sensibles, que no buscan ser modelo de conducta. Se podría decir que esos dos grandes personajes literarios son sólo espectadores de la gran comedia humana, en la que el bien y el mal son sólo una excusa de los hombres para justificar las consecuencias de sus deseos.
bibliografía
Bulgákov, Mijaíl. El Maestro y Margarita. Madrid: Alianza, 2004. González García, José María. ¿Pactar con el mal para hacer el bien? Goethe, Max Weber y Thomas Mann en torno al mito de Fausto. Caracas: Gráficas Acea, 1999. Papini, Giovanni. El Diablo. México: Publicaciones Helios: 1954.
notas
1 En la novela del Maestro se reconoce la afinidad entre Poncio Pilatos y Yoshúa Ga-Nozri (Jesús de Nazaret) y la verdad acerca de su muerte. La obra fue atacada, antes de ser publicada por un crítico literario que decía que el autor quería hacer una apología a Jesucristo y de ahí en adelante lo atacaron por ser un disidente de los postulados que debían seguir las obras de arte en el régimen comunista, por lo que cayó en la desesperación y se internó en un hospital psiquiátrico para ser olvidado. 2 El baile de Satanás se hace para celebrar el plenilunio de la primavera en un lugar del mundo. Moscú fue la ciudad elegida y la tradición dice que una mujer llamada Margarita será la reina de esa festividad. En el baile se congregan todas las almas que fueron condenadas al infierno, que por una noche no recibirán su castigo, sino que bailaran y beberán hasta el día siguiente.
Julián Espinel