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Fronteras y Absoluto

pablo sCervino (1958-2004)

fue profesor de filosofía Contemporánea en el instituto naCional de enseñanza superior, enseñó filosofía y dogmátiCa en el seminario dioCesano de san niColás de los arroyos, argentina. durante el Curso de liCenCiatura investigó sobre la hermenéutiCa religiosa de paul riCoeur. fue liCenCiado y profesor en teología en el instituto superior de estudios teológiCos del Centro salesiano de estudios, así Como en el instituto teológiCo franCisCano. publiCó aproxiMación herMenéuTica aL popoL-vuh en ColaboraCión Con ana maría rodríguez franCia, en el Centro de estudios latinoameriCanos; también presentó artíCulos en la revista proyecTo del Centro salesiano de estudios y FronTeras y absoLuTo. los poemas que aquí reCogemos perteneCen al libro FronTeras y absoLuTo. san niColás de los arroyos: ediCiones del árbol, esCuela de lengua y literatura, 1984.

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prólogo

Yo palpo y reconozco el final del sol en las campanas, la obligación de abandonar repetidamente los crepúsculos, el ineludible desgarramiento en espacio y despedida, los necesarios y dolientes jirones de la carne que abandono y que ambicionan continuarme: mis fronteras.

El desbordante crecimiento de los días va delineando mi indigencia; perfilada unidad liberada al dominio… y sin embargo inevitablemente dominada; no miserable escollo, sino puro designio del Amor; pináculo del universo, enlace de finitud y altura inexpresable; capaz de pronunciar una palabra o de clausurarme agresivos silencios; destinatario del infinito que sólo puede ser pedido y esperado.

Esta, mi deconcertante figura, levanta las manos buscando el sitio en que quieras inclinarte hacia mí para que logre conocerme más allá de los sentidos, más acá de los horizontes extraviados y de las miserias aparentes, negando la imposición de los absurdos que te excluyen; porque no soy sin Ti,

porque por tu Palabra, en milagro fundante y absoluto, fui llamado de la nada a la vida; ésta mi vida que ya no sabe cómo darte las gracias.

el rostro del pobre

No he podido acceder al perdón ofrecido por la endeble piel de los jardines; todavía la mañana me revela en las ventanas la averiada, estremecida prontitud de tu aliento que se escapa llevándose los abdominales espejos con mi imagen y la muerte cantando, náusea de costumbre de negarte, vaivén de absurdo y precipicio.

Temprano he sucumbido a la violencia ejercida por una tristeza palpitante de duros y evidentes contornos, como de niño acurrucándose en el frío, o como viento en la escondida angustia de las flores; como cuando nadie habla del drama carcelario, de las hojas golpeadas contra el miedo.

Si pudiera, estaría ahora levantando rescoldos de alegría que sobreviviesen al repudio mil veces pronunciado. Pero es inútil; me duelen los artificios de felicidades fraudulentas que desoyen lamentos de ángeles entre la basura, enhiesta vejez de manos agobiadas que no tienen recompensa y nos gritan.

Entre tanto dolor me hundo y recupero tus rasgos, pondero uno a uno tus gestos, tus promesas, tu palabra declarando la locura de tu insondable presencia en aquéllos que serán consolados, y hago mío este arenal de sangre y sufrimiento que te está proclamando en himnos, superiores al júbilo de las montañas.

Solamente así, con vos, Señor, puedo clausurar los desafueros del miedo en mi corazón amarillo, irremediable.

(Mientras se abre el vértice de amanecer y horror

en que me encuentro con el mundo saqueado y sacudiéndose entre torbellinos, ensancho con mis brazos los límites del aire esperándote, como esperan desmigajarse en ternura y en luz los árboles, cuando cae la tarde.)

interrogaCión i

Qué voy a hacer hoy, sí, precisamente hoy, cuando parece imposible que los ríos corran y sin embargo allí están, ahogando las angustias del sol en borrachera azul de los camalotes.

Qué va a pasar si nadie apaga la voz del crimen y el miedo debajo de la cama; hoy cuando no tengo estatura, sino cirios quemándome por dentro, atónitos, ante el agua oscura de mi culpa.

Canto del amor itinerante

Y me he puesto a alentar los fuegos lastimosos del recuerdo, simplemente porque es de noche y me reclaman el límite y la hora, y mis fantasmas palpitan aterrados por el borde del inminente silencio.

¿Por qué fui requerido a dilatarme y cobijé miradas, e imprudentemente me crecí creyendo ser salvado del vacío porque estaba aferrado a sutiles permanencias? Creía alcanzar la perpetuidad de la mañana y solamente estaba retratando contra el horizonte mi propia nada investida de relojes y poderes.

Me sufrí y me sufrieron revestido de máscaras. Intenté penetrar sin que me hirieran los mismos rostros que ya no tienen carne y me quedé, sangre abierta corriendo entre riberas de seca indiferencia.

Hasta que la pena y el vacío acentuaron su sonrisa en mis espaldas.

Ahora, queda el lugar de la espera hasta el fin; aunque aún clama este asedio como mar desplegado imperativo retorno del viento que sopla desde el temor antiguo y llega hasta los huesos de mis manos que tiemblan, pesadas, moribundas, solitarias.

profeCía

“…se revelará la gloria de Dios, y toda creatura la verá, pues la boca del Señor ha hablado…” Is. 40, 5.

He llegado al agredido y único presente socavado de abandonos, tierra expoliada por el frecuente retorno a su posible amparo.

Soy la conciencia de un cercano final, de un proyecto de suicidas, dispuesto a dificultar los hilos de la muerte.

Desoculto el aire repetido de los suficientes del ayer, testimonios de su propia memoria; allí están sus ojos entre desvencijadas armaduras y naufragios,

sus manos aferrando ruinas anhelantes, reclamando inexcusable y cruento.

Ha habido demasiado amor sin acontecer en las plegarias; una incendiada demencia que aniquila ha devorado mucho espacio imposibilitando la ternura secreta, las confidencias que cobija el atardecer y el sol calmándose en el río.

No hay explicación para mi cuerpo erguido proyectándose hacia el cielo y entregado a la tortura de los locos.

Debo hablar con una voz que está flotando donde no puede ser arrebatada con el viento.

Los extraviados, los oscurecidos, los mordientes de la angustia, las caras arrojadas a la tierra, las del borde del infierno, todos, son incendiada presencia crepitándome en la carne, enfrentándose al olvido que por mis labios renuncia a su tarea.

Debe haber para todos relegado grito y mirar nuevo, delatando el repliegue de la noche en su lenta y extendida tragedia.

La boca de la muerte habrá sido deshecha, y el llanto contenido entre los dientes será precipitado hacia la sombra.

Y habrá reparo entonces para el caudal de la amargura, y lugar nuevo en el que la esperanza no se fugue por las grietas.

Y no habrá modo de someter a violencia a las canciones.

Inauguro y anuncio el sitio nuevo para que tengan sentido las palabras.

interrogaCión ii

Qué pondré entre el cielo y las cadenas de este antiguo y desquiciante secreto que soy, cuando me rechace la novedad del aire y ya no me sostenga la desvalida protección de las sombras y el aliento de las calles y las puertas clausuradas?

Probablemente no habrá manera de apartar la alegría y la luz azul, autoritaria, que no querrá permitirme

el sueño, la inconsciencia.

Será necesario que salga y que responda a tu voz, amorosa tuya absoluta que me obliga a vivir aunque me muera.

Carta para mi adolesCenCia

Te asombrará saber que de este lado, el sol se desplegó en acentos de ceguera y que es absurdo reclamar las altas torres donde querías resolver tu insólito humor, y el recuerdo del desastre sobre la soledad.

De todos modos, aún pretendo conservar su devoción a la convalesciente primavera de las fugas, tu presencia indefinida en cualquier sombra de tormenta… y todavía puedo describir los sonidos de la ciudad que para vos siempre fue hastío y pura alucinación de los cristales.

La ternura, que dio consuelo a la postergada identidad del trigo, que desvencijó ventanas y te enrostró el humo

de un cauce equivocado, acarrea hasta aquí suspiros y la pasión de tu cabello esclavizado a los fantasmas; pero se niega sin embargo a disculparte por la costumbre de rodar a carne y hueso en el fracaso.

No quisiera enjuiciar tus laberintos.

Al crepúsculo del perdón te abandono y retorno, porque hay peso de cielo en mis portales y mis ojos terminan con vacío sin entender la distancia, el hiato que separa tus súplicas de mis manos de hoy y del poema que se niega a tu regreso.

salmo final

Después de todo, aún he de crecer amenazado de ir muriéndome de a poco si no estás.

Hurgas mi corazón descendiendo en su hondura, brillando en el absurdo rincón de las dudas más agraces, moviendo mi esperanza cuando falta el aire y mis manos se deshacen; creándome de nuevo cuando el miedo desborda las arterias.

No sé adónde dirigirme ni cómo puedo arrancarme las raíces, ni si es más fácil alimentarse de pan o de silencio.

Levanto mis brazos pretendiendo ascender por sobre el hueco de mis fuertes impotencias, cayéndome hacia adentro del abismo de mi origen, y descubro que sólo de Ti viene el perdón, la vida nueva, el agua que me sacia para siempre, la luz que se derrama sin reparo, la paz de la palabra que me colma y me traslada al justo sitio donde se ha restablecido la armonía del mundo, y donde puedo quedarme retoñando en mi corteza, sin otra alternativa que tu Amor inmenso repartido entre nosotros, cubriéndome los hombros y curándome muy dulcemente, aunque yo, Dios mío, “no soy digno de que entres en mi casa”.

 Esta revista se terminó los primeros días del mes de diciembre de 2009. Diseñada en InDesign usando para su composición los tipos Agfa Rotis Serif, Agfa Rotis Semisans y Futura 

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