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Empleados bumerán

Los buenos empleados dejan huella en su paso por las organizaciones que ameritan considerar a volver a abrirles la puerta si cambian las condiciones que los hicieron dejar sus puestos o aparecen nuevas oportunidades que convengan a ambas.

UNA RELACIÓN LABORAL NO ES COMO UNA DE PAREJA. POR ESO Y PORQUE EL TALENTO NO ABUNDA, LAS EMPRESAS HARÁN BIEN EN MANTENER LAS PUERTAS ABIERTAS POR SI LOS TRABAJADORES QUE DECIDEN MARCHARSE DESEAN VOLVER. ESO SÍ, SOLO AQUELLOS QUE SE ALEJAN SIN HACER DAÑO.

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POR Estrella Flores-Carretero, coach y presidenta del Instituto Europeo de Inteligencias Eficientes (IEIE)

Es lícito querer avanzar en la carrera, desempeñar un nuevo puesto o perseguir un sueño. Las personas tienen derecho a cambiar de empresa por razones personales, profesionales o económicas, sin que por ello haya que quemar los puentes. Un trabajador que se va puede reincorporarse en un futuro o también convertirse en un nuevo socio, en un cliente o, nada más y nada menos, que en alguien que hable bien de su antigua organización. Por todo ello y por respeto a las decisiones de los demás hay que procurar que las despedidas no sean definitivas.

¿Qué debe entender la gerencia? Que alguien se vaya no es una traición.

La filosofía empresarial, abrazar el cambio, la innovación, el progreso también está en el ADN de alguien que decide emprender un nuevo camino. Por tanto, lo coherente es festejar su afán de superación y desearle lo mejor. Se trata de pasar una página del libro, no de que sea la última. Expresar las emociones. Siempre es importantísimo gestionar las emociones adecuadamente, pero más en estos momentos. Hay que decir de forma explícita a quien decide marcharse que no queremos que se vaya, pero que lo entendemos. Sin sensiblerías, pero con el sentimiento suficiente para hacer del momento una reunión constructiva, con las palabras precisas para que sepa que cuenta con nuestra aprobación. Brindar apoyo. “Me gustaría tener dónde volver, no para volver sino para tenerlo, nada más”, escribía José Donoso, en El lugar sin límites. Decirle a alguien que no se encontrará con una puerta cerrada si considera que se ha equivocado o si ambiciona un puesto mejor una vez que haya adquirido nuevos conocimientos es no cerrar una oportunidad para la empresa. También es un gesto de apoyo hacia quien va a arriesgarse. Quien busca nuevas oportunidades merece tener la seguridad de que podrá volver a un lugar seguro. Mantener el contacto. El mundo no es tan grande como parece. Probablemente, tarde o temprano, todos los que trabajamos en un mismo sector nos encontraremos. Seguir en contacto, presencial o virtual, con alguien que ya no está en la organización es una oportunidad de networking. Un exempleado contento es un punto a favor de la buena reputación corporativa. Por educación, afectos, sentido común e interés, conviene mantener la cercanía por todos los medios: con invitaciones a un evento, felicitaciones en el cumpleaños o en Navidad, retuits en Twitter o recomendaciones en LinkedIn, entre otras formas. Gestionar el regreso. Si llega la hora de demostrar que todo lo dicho anteriormente no eran solo palabras, hay que facilitar el regreso de un empleado bumerán, con sus pros y sus contras. Puede que se arrastren problemas del pasado sin solucionar, pero una adecuada gestión emocional permitirá superar los inconvenientes y potenciar las ventajas del reencuentro: quien ya conoce la empresa se adaptará más rápidamente, tendrá más experiencia, sumará contactos, aportará nuevos clientes y se sentirá más vinculado esta segunda vez.

No olvidemos la frase que se atribuye a fray Luis de León, tras retomar su cátedra después de años de exclusión: "decíamos ayer", epítome de la vuelta a la normalidad sin rencor, mirando hacia adelante.

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