Revista T21 Marzo 2021

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Bitácora

Choque eléctrico Por Osiel Cruz Pacheco ocruz@t21.com.mx El autor es Director de Grupo T21

T21 Marzo 2021

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os escenarios y los mensajes no podrían ser más contrastantes. Por un lado el presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, y el primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, haciendo frente común al cambio climático. Al mismo tiempo que esa reunión virtual se daba entre Washington y Ottawa, el pasado 23 de febrero, en Ciudad de México, en la Cámara de Diputados se apuraba la aprobación de la nueva Ley de Inversión Eléctrica que privilegia la generación de electricidad a base de la quema de combustibles fósiles, por encima de las energías sustentables. En la primera escena se trató de dar pasos para adelante en la protección del medio ambiente, y en empujar con políticas públicas a que sus empresas sean más competitivas, se modernicen y también aquellas que pretendan vender sus productos a ambos países. En la segunda, se trató de reafirmar una política en favor de seguir consumiendo hidrocarburos y carbón para generar electricidad; y de paso, de propinar un puntapié a la inversión privada en energías limpias. Sí. A todas las empresas que invirtieron en proyectos de cogeneración eléctrica vía las tecnologías sustentables, se les prometió que sólo en caso de requerirse, el Sistema Eléctrico Nacional hará uso de las energías verdes, lo que en la práctica significa un uso marginal o ninguno. Estados Unidos y Canadá refrendaron ese día su convicción en favor de las energías verdes; y el primer país, en voz de su presidente Biden, se comprometió a neutralizar sus emisiones de gases de efecto invernadero para el 2050.

El mandatario mexicano, por su parte, también se comprometió... pero a defender y proteger al monopolio estatal de la Comisión Federal de Electricidad, y ordenó al Poder Legislativo aprobar su propuesta de reforma legal “sin moverle ni una coma” para dar preferencia al despacho de electricidad producida por las plantas de tecnologías obsoletas que tiene la paraestatal. No importó que estas sean 17% más caras en promedio contra las energías limpias. El regreso de Estados Unidos al Acuerdo de París, decretado por el presidente Joe Biden el mismo día 20 de enero cuando tomó posesión, colocó la espada de Damocles sobre la cabeza de las empresas estadounidenses que producen fuera de su territorio y todas aquellas de terceros países que exportan a la mayor economía del mundo. “O producen con energías limpias o pagarán impuestos al carbono sobre sus exportaciones”, es la sentencia. En el contexto en el que han decidido moverse nuestros 2 principales socios comerciales en el tema energético, México ha decidido aislarse de esa ruta, y de facto la nueva política significará perder competitividad para nuestras empresas y capacidad para atraer y retener inversión productiva. Las firmas con negocios hacia Estados Unidos buscarán ubicarse en otros países para no sufrir las externalidades de consumir energías sucias. El cambio de señales y la falta de respeto a los contratos firmados con las empresas que apostaron sus capitales a la producción de energías verdes (solar y eólica), han provocado ya un daño en la confianza que tomará mucho tiempo recuperar.


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