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Arquitectura en la educación
from Arquitectura y Educación, Tangible/ Revista de Arquitectura Transdisciplinaria No. 02/ Abril 2021
Un coqueteo entre espacio y subconsciente visto por un estudiante de arquitectura
Por: Aarón Tapia
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Alumno de arquitectura en la Universidad de Montemorelos en Nuevo León, México
Sabes, resulta interesante ver cómo algo nos afecta directa o indirectamente en nuestro día a día y lo curioso que puede ser no notarlo hasta que se hace presente.
¿Quién no ha experimentado estar incomunicado por andar con un teléfono sin batería, olvidar una sombrilla en un día lluvioso o vivir un día sin energía eléctrica? Este tipo de “pequeñas cosas irrelevantes”, cambian su estatus de importancia cuando la realidad se encuentra en una situación límite que convierte estas situaciones en verdaderos problemas. El mal funcionamiento de lo cotidiano, crea situaciones incómodas para las personas que las forzan fuera de su área de confort.
Un pequeño ejercicio
Si no me has entendido, hagamos un ejercicio algo dinámico. Piensa en una película, la que quieras. Cuando ya lo tengas en mente, piensa en una escena característica de esa película; una escena que tenga un argumento emocional muy definido, como por ejemplo: tensión, felicidad, miedo o amor. Visualiza la escena claramente -los colores, el diálogo, las expresiones, las acciones-, todo lo que puedas imaginar, y por último no olvides recordar la música. Ahora, ya pudiendo ver y escuchar esa escena en tu mente, cambia la música que funciona como soundtrack de esa escena por música que te haga sentir de manera distinta. Verás que el argumento de la escena pierde peso y da la sensación de que algo no cuadra. Yo, por ejemplo, tomé la película: “Man of Steel” (2013) dirigida por Zack Snyder. Tomé la escena del primer vuelo de Superman y cambié la música por la escena del primer vuelo de “Iron Man” (2008). Si bien, son escenas que de algún modo tienen paralelismos, el contexto y sentido de la escena difieren bastante, por lo que de algún modo el argumento pierde peso.
Aplicación en el espacio
El esqueleto conceptual de este ejercicio se puede extrapolar a otras áreas. Si en vez de escenas de películas, usamos espacios y en vez de música utilizamos funciones y actividades, ¿de qué manera el espacio se puede alinear a la función para crear un ambiente cómodo al realizar la actividad planeada?
De manera personal, considero que tener esta pregunta, como motor de arranque en el diseño de espacios, es una herramienta muy útil para lograr algo bello pero a la vez funcional. De esta manera, se incluirían dos de los tres principios de la arquitectura según Vitruvio: utilidad, firmeza y belleza.
Sin embargo, para llegar a un resultado óptimo, debes de conocer a tu usuario, ¿quién va a usar este edificio?, pensar como el usuario, ¿qué se hará en el edificio? y de ser posible, haber sido el usuario antes. Como dicen popularmente: para contarlo, hay que vivirlo.
Ahora, apliquemos esto a los espacios hechos para la educación. ¿Cómo podemos hacer de los espacios educativos lugares aptos para el aprendizaje? ¿Cómo crear espacios donde se considere el trabajo, tanto en su forma manual como mental y la convivencia social, entre otras acciones que se realizan en el ambiente educativo?
La persona va a la escuela a educarse. Este es el punto fundamental a partir del cual gira todo. Va a educarse, tanto de manera académica y profesional, como de manera social. Aparte de aprender asignaturas como matemáticas y ciencias naturales, también aprende a desenvolverse en una sociedad, cumplir un rol en ella e interactuar con los demás integrantes -aunque en una escala relativamente más pequeña (limitado al ambiente estudiantil-.
Con esto en mente, podemos ir construyendo un lenguaje espacial que de alguna manera le “susurre” al usuario la manera en la cual puede actuar dentro de un espacio para hacer un uso adecuado de él. Por esto es importante ver las funciones que se tienen pensadas desarrollar en un lugar. No va a ser lo mismo el ambiente estudiantil dentro de un comedor -más adecuado para el recreo y la convivencia- que el de una sala común de biblioteca, donde se espera un ambiente tranquilo, ideal para la lectura y el estudio académico.
Pero llevándolo a la práctica ¿cómo se puede lograr este lenguaje espacial?
Una vez más apelaremos a la experiencia para contestar estas preguntas, ¿alguna vez has entrado a una catedral o templo católico con poca cantidad de personas y un techo elevado varios niveles? El eco que producen tus pies, al pisar el suelo, te obliga a caminar sin hacer ruido para pasar desapercibido.
En cambio, en un mercado en donde hay cientos de personas, lo más deseable es tener un alto grado de atención. Esto es importante, tanto para lograr sobresalir entre los demás clientes, como, en caso de ser el vendedor, lograr vender tu producto.
El lenguaje espacial está directamente relacionado con la función del espacio. Más allá de esto, aunque son cuestiones subjetivas, todos tenemos enraizados en el subconsciente, de alguna u otra manera, asociaciones, sobre las cuales la gran mayoría de los seres humanos estamos de acuerdo. Por ejemplo, asociamos la luz y la oscuridad con el bien y el mal, vemos el correr como signo de alerta o peligro y el recostarse como signo de paz y tranquilidad. Lo mismo sucede con materiales, sonidos, colores y texturas que crean ambientes que nos ayudan a experimentar el espacio y por lo tanto forman parte del lenguaje espacial de un lugar.
Memes, descanso y diseño de espacios educativos
Regresemos a dialogar acerca de los espacios educativos. El lenguaje espacial es algo que parece una regla, pero no actúa como tal y en muchas ocasiones lo mejor es hacer una ruptura con ella. Para explicarlo, te contaré un caso. Imagina que estás en una sala de teatro viendo una obra, la trama se hace tan compleja que de algún modo te enreda y pierdes el interés, tratas de descansar un ratito con otra cosa, pero...no hay mucho con lo cual distraerte debido a que lo único iluminado es el escenario donde están los actores. Ves a tus compañeros, pero te dicen que te calles porque le están poniendo atención a la obra y ellos no quieren distraerse debido a que tendrán -al igual que tú- que hacer un resumen de la trama finalizando la actuación. Por lo que lo único que te queda es sacar tu teléfono para abrir Facebook en busca de los últimos memes. Pasado un tiempo te das cuenta que la obra ya finalizó y ni te diste cuenta. Lo que para ti fueron 15 minutos, para el resto de las personas fue una hora, no terminaste de entender la trama, así que sacas 0 en tu resumen de actividades culturales.
Posiblemente todo se hubiera evitado si hubieras cerrado tus redes sociales a tiempo, pero ¿y si no hubieras necesitado sacar tu teléfono y hubieras encontrado un estímulo inmediato, pero de corta duración el cual te hiciera volver a la obra? Quizá empezó a llover en ese momento y eso te hubiera dado una distracción para decir: “¡Mira, está lloviendo!”, pero sin la tentación de estar viendo llover tras la ventana durante una hora.
Cuando ingresé a la carrera de arquitectura me tocó tomar clases en un salón que de alguna manera seguía este principio, las ventanas eran bajas de tal modo que, con solo girar la cabeza y sin necesidad de pararte o salir, podías ver lo que ocurría en el exterior. La escena exterior tampoco era muy amigable -pues era la parte trasera de un dormitorio y una calle- pero le daba un respiro al ambiente dentro del aula.
Un consejo en caso del apocalipsis
Pero ¿qué hacer con toda esta discusión, ante una pandemia global que nos obliga a estudiar desde casa?
Cuando empezó la cuarentena en el 2020, pude observar como muchísimos conocidos (y desconocidos) se quejaban en redes sociales de las clases virtuales; algo que, hasta cierto punto, se puede entender debido a que nadie estaba preparado para una situación así. Y considerando todo lo anterior, de nada sirve una escuela bien diseñada para educar si no tiene alumnos circulando por sus pasillos; sería un edificio vacío y sin vida.
Pero el ambiente educativo no es exclusivo de las escuelas. Este se crea en el sitio donde aprendes algo. Por lo que, ya sea en un aula o en tu casa, si tu espacio educativo es inadecuado, tu mente tendrá dificultades para entrar en un modo de aprendizaje y lograr concentrarse para adquirir conocimiento. Es por esto que tomar clases acostado en la cama o en algún sitio inadecuado puede generar dificultades para tu aprendizaje. Mi consejo sería: Toma todo lo ya planteado en este artículo y conviértete en tu propio arquitecto. Designa un espacio como área de estudio y ese va a ser tu santuario de productividad; adecúalo para que te sientas en un ambiente de trabajo relajado pero eficaz, de tal modo que puedas aprender sin agotarte y te sientas relajado para participar en clase, poner atención, trabajar en equipo o lo que se requiera. Así como el ser humano es moldeado por su ambiente, el ambiente puede ser moldeado por el ser humano, para en torno ayudar a moldearnos mejor.
Al estudiar desde casa, no podemos culpar a un espacio mal diseñado -por alguien más- por nuestra distracción, falta de interés, ineficiencia o cualquier otro factor que nos esté causando carencias en nuestra educación. Tomemos esta oportunidad para hacernos más conscientes de cómo nuestro espacios nos afectan. Quizá, al regresar a la normalidad, podamos entre todos, alumnos, docentes y arquitectos, tener un mejor criterio para establecer un lenguaje espacial propicio para el aprendizaje dentro de nuestras escuelas.