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Espacios y ordenación espacial en la filosofía de Heidegger
from Arquitectura y Educación, Tangible/ Revista de Arquitectura Transdisciplinaria No. 02/ Abril 2021
Por: Erick Garzón
Licenciado en filosofía y Maestro en filosofía y crítica de la cultura
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El objetivo de este artículo es presentar las reflexiones acerca del espacio y la ordenación espacial de Martin Heidegger. Se trata de una hermenéutica del espacio y lugares desde la óptica filosófica.
Mucha alegría y asombro creaba aquel momento histórico cuando el hombre llega a la luna y el astronauta coloca la bandera de Estados Unidos en la superficie terrestre. El hecho que el ser humano haya llegado a la luna significa una puerta abierta a territorializar lo desconocido más allá de nuestro planeta y una nueva era de expediciones hacia el espacio exterior. Sin embargo, ante dicho evento, el ser humano continúa siendo terrestre, en el sentido espacial. El hombre, sin excepción, está vinculado fundamentalmente a un espacio terrestre. No se equivocaba tanto Leonardo da Vinci en representar al Hombre de Vitruvio sobre la esfera del planeta tierra. Acerca de su perfeccionismo algebraico y canónico de la imagen corporal y anatómica del hombre, podríamos presumir menos actualmente. El hombre es terrestre, al menos esa es su condición. Esta condición terrestre es donde se desenvuelve y crea un universo a partir de él. Es ahí donde se extiende su ordenación.
El pensamiento filosófico del espacio
Uno de los filósofos que dedicó reflexiones a la hermenéutica del espacio es Martin Heidegger. En sus reflexiones sobre el ser y su proyecto concibe la problemática de la complejidad del espacio y su división ontológica. Este ser en el mundo es nada menos que una relación de él en un espacio. Para Heidegger, la tierra es entendido como aquel lugar “bajo el cielo”, es decir, “permanecer ante los divinos o perteneciendo a las comunidades de los hombres” (Heidegger, 1994).
La ordenación espacial ocupa un lugar primordial, pues es también una ordenación en la vida y en el ser. Aunque se insista, por muy desordenado que parezca ciertas maneras de la vida, remiten siempre a una forma específica de éste. El término que Heidegger (1994) usa para designar la relación del ser con el espacio, encontrado en la conferencia titulada Construir, habitar y pensar es “suelos natales”. Él hace una referencia a una identidad constreñida en el ser humano con su espacio y la división del mismo.
El concepto de patria depende de esta relación natal del espacio. El concepto de madre tierra encarna ese sentido de que, de cierto modo, la madre tierra nos alimenta y es por ello que la defendemos y vamos a la guerra: Nemo patriam quia magna est amat, sed quia sua, es decir, “Nadie ama a su patria porque ella sea grande, sino porque es suya”. La madre tierra es todo. La tierra indiscutidamente tiene un carácter relevante. Partiendo de esta premisa, el filósofo alemán le otorga una importancia primordial en su pensamiento del espacio, pues es desde la tierra donde se construye el mundo y el espacio es donde permanece y yace en proyecto.
Este tipo de construcciones no son meramente físicas, sino también simbólicas. Para los hombres es un mundo lleno de todo tipo de edificaciones y simbolismos, pero, ¿qué es un espacio? Heidegger (1994) lo define así: “un espacio es algo aviado (espaciado), algo a lo que se le ha franqueado espacio”.
El concepto de franqueado, en particular, llama aquí la atención. Su connotación de delimitación, determinación, especificación y constitución, llenan de significados al concepto espacio. Solo desde el franqueamiento, acto de establecer fronteras, se determina aquello que es. El acto de franquear es declarar una diferencia a lo que se presenta. Para Heidegger (1994), la frontera no es sólo el límite, es algo más que una relación local o estacionaria. En la frontera no terminan las cosas, sino que comienzan, se expanden. La frontera determina ser lo que es.
Para que el espacio sea espacio debe tener límite. Solo desde un límite existe aquel concepto. Opuesto a la tradición filosófica que predica Mundo abierto y universo infinito, el concepto de espacio es limitado (al menos el concepto terrestre de espacio, pero siempre es un límite humano, hasta podríamos decir lingüístico). La limitación es condición para la comprensión, en su sentido más exagerado aún el universo infinito debe ser limitado, cuarteado en sistemas solares, galaxias, cinturones, etc. Esto a partir de otros elementos que se le asocian. No existe un espacio sin alguien que lo divida, lo limite y lo apropie a partir de elementos en relación. El sujeto y el espacio están ligados ontológicamente.
¿Cómo se puede franquear un espacio?, ¿cómo se da el espacio comprensivamente? Según Heidegger (1994) hay dos tipos de fronteras -a saber, dos tipos de espaciación- que dependen de los hombres, pues son ellos quienes lo habitan. Solo desde el sentido que tiene para los habitantes sobre ese espacio es posible interpretarlo. El espacio es solo para humanos y entre humanos. A una frontera la llama cuaterna y a la otra extensa.
Ésta última es de un carácter analítico-algebraico. Muchos ejemplos se pueden pensar de esta determinación especial, dentro de ellos una figura geométrica, como podría ser un simple triángulo o un cuadrado determinando un predio o un rancho, por mencionar un ejemplo. La virtud que tiene esta espaciación -su generalidad en todo caso- no se reduce a la particularidad, sino comparte las propiedades de la medición y la calculación.
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Galería Azulik, Tulum, Quintana Roo 2021
Josue Garcia
Por otro lado, dado su nivel de abstracción, es carente de lugares o construcción que lo determinen o le confundan. En ese sentido, el espacio es pura extensión. Este modo de concebir al espacio es más cercano a la idea de res extensa cartesiana y su concepto de sustancia. Los planos cartesianos no aceptan puentes, casas, iglesias, mercados, ni teatros. Leibniz, un fiel racionalista y seguidor de Descartes, consideró una definición más amplia del espacio. Según Leibniz (2017), el espacio es un lugar donde se encuentran objetos.
Los hechos tienen una ubicación, una posición y una relación con otros objetos: “Space is that which results from places taken together”. El espacio cartesiano es pura extensión, aunque sí comparte características útiles que permiten un trazo eficiente y cuantificable.
Pero Heidegger (1994) considera que la ordenación de la vida no se da necesariamente a partir de una ordenación espacial de tipo extensa al modo cartesiano, sino en efecto por la espaciación; por la cuaternidad. Ésta se refiere a la delimitación por parte de los elementos coligantes, es decir, por medio de marcas específicas que la refieren. La marca, dicho sea de paso, es la primera apropiación humana al mundo.
A diferencia de la espaciación extensa, la cuaternidad no necesita de un espacio geométrico para franquear el espacio, solo basta con algo distintivo; primeramente objetos y luego símbolos que representen objetos, para establecer aquello que se presenta. Un lago, un río, una montaña, son características naturales de esta concepción espacial que refieren al espacio, pero no solo hay limitaciones naturales al espacio, sino también humanas.
Por ejemplo, un puente, una casa, un barrio, un pueblo o una ciudad son franqueamientos espaciales. Heidegger llega al punto de subordinar la espaciación en extenso a la cuaternidad. Por sí sola, la espaciación en extenso no crea mitos, ni pensamientos, ni instituciones, ni arte. Puede ser útil para la ciencia, pero se subscribe a la cuaternidad.
Desde la concepción espacial de la cuaternidad adquiere sentido el mundo simbólico del hombre. Solo desde la relación que hay entre los objetos y personas, el terreno y los sujetos, se configuran sus símbolos. La representación humana depende de esta correspondencia. Heidegger (1994) lo expresa así: “Lo espaciado es cada vez otorgado, y de este modo ensamblado, es decir, coligado por medio de un lugar, es decir, por una cosa del tipo del puente. De ahí que los espacios reciben su esencia desde lugares y no desde el espacio (p. 136).
La tesis principal del espacio para el filósofo alemán declara que el espacio es siempre espacio junto a, es decir no hay un espacio terrestre ilimitado, sino muchos espacios específicos junto a. Con esto se abandona el concepto de espacio en general y se habla de lugares con descripción específica. A partir de este concepto de lugar, podemos hablar de designación. Un lugar es un espacio designado en referencia a algo. Es aquí donde comienza su arquitectura. Sólo en los lugares: espacios particulares asociados a elementos específicos, se puede construir y habitar. Ahí es donde tiene lugar la acción humana y se desenvuelve.
Esto supone que hay en la explicación heideggeriana una división previa del lugar. Solo es lugar aquello que ya ha sido limitado, donde se “ha hecho sitio”. Se dice que se ha hecho sitio porque se puede construir, erigir, edificar, fortificar, levantar. En este caso, la construcción también es una ubicación espacial. Heidegger lo define así: “A las cosas que, como lugares, otorgan plaza las llamaremos ahora, anticipando lo que diremos luego, construcciones. Se llaman así porque están producidas por el construir que erige” (p. 136).
El lugar puede ser extraño o familiar. Heidegger considera que los elementos colindantes son la clave, pues dotan de sentido. Así, la construcción se vuelve un elemento colindante para referir un espacio en específico. Solo desde la construcción es posible hablar de entorno espacial en tanto coinciden en familiaridad. Contrario a la ubicación espacial cartesiana, que prefiere la descripción gráfica, pureza y abstracción, es esta ordenación espacial de cuaternidad la que permite la construcción elemental de la vida y la libertad del ser.
Para él se trata de algo dinámico que se mantiene en constante cambio y modificación, pues en tanto se asocia a una cuestión de vita activa. En el espacio y la toma de éste es donde se da, existencialmente, el desenvolvimiento de una sociedad. El espacio y las normas -nomoi- se asocian por medio de una concepción de ordenación de la vida y ordenación del espacio (Schmitt, 2002).
En suma, las reflexiones del filósofo no solo aplican en la filosofía, sino en cualquier modo de pensar en general, al menos esa es la intención del autor. Bajo esa idea logra extrapolar la construcción de espacios no físicos, sino también literarios, poéticos, intelectuales; de toda índole.
Referencias
Heidegger, M. (1994). Construir, habitar, pensar. Conferencias y artículos. España: Ediciones del Serbal, pp. 127–142.
Kymlicka, W. (2006). Fronteras territoriales. Madrid: Trotta.
Leibniz, W. (2017). Correspondencia V. España: Comares.
Schmitt, C. (2002). El nomos de la tierra: en el derecho de gentes del “Ius publicum europaeum”. España: Comares.