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Herencia y trascendencia del espacio educativo universitario

Por: Enrique Bernal

Arquitecto y coordinador de la carrera de arquitectura en la Universidad de Montemorelos en Nuevo León, México

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Desde sus inicios, las universidades han sido espacios generadores de cultura y productores de conocimiento para el desarrollo de la sociedad. No son solamente sus grandes bibliotecas, aulas y laboratorios de vanguardia o sus amplias áreas verdes y espacios abiertos lo que dan prestigio a una universidad a lo largo del tiempo. Existen bienes intangibles que constituyen parte del paisaje de aprendizaje; interacciones entre sus habitantes, algunos temporales y otros más permanentes, que producen espacios sociales y le dan sentido al espacio físico. Existen significados que se van construyendo a partir de la memoria de sus ambientes y que, en el imaginario de sus egresados, permanecen como parte del legado con el transcurrir de los años, y en algunos casos alcanzan el estatus de valor patrimonial.

Actualmente en México existen varios casos reconocidos como patrimonio nacional o mundial. Se cuenta, además, con riqueza en edificios, monumentos y sitios de distintas épocas susceptibles de considerarse patrimonio, y que, por alguna causa, no han sido catalogados como tal aún. En muchos de los casos, los estudios de conservación se enfocan hacia los contextos históricos antiguos, anteriores a 1900. Como por ejemplo, el rescate de las ruinas de alguna antigua civilización prehispánica o quizá la restauración de algún edificio de la época colonial (Casas García, 2015). Sin embargo, existe patrimonio moderno ubicado en el siglo XX y XXI, que debe ser tomado en cuenta y que, aunque es de reciente creación, ya forma parte de la herencia de todos los mexicanos (Prieto, 2014).

En el noreste del país, con su reconocimiento de zona moderna y de vanguardia del país, existe la creencia de que no hay mucho que pueda ser conservado, y esto ha sido alimentado desde la percepción que “en el norte casi no hay cultura” (Casas García, 2015). Aunado a esto, la cultura progresista, liderada por la industria, se ha encargado de eliminar, o no reconocer, en el mejor de los casos, gran parte del valor patrimonial moderno que existe y que en muchos lugares sufre de amenazas latentes.

Imágen aérea de la Universidad de Montemorelos, estado actual.

1978-UM-Huerta

Según Casas García (2015), un inmueble puede ser considerado como patrimonio:

Cuando es muy antiguo… cuando es un ejemplar sobreviviente de un fenómeno social significativo en la historia de una población… cuando reiteradamente ha jugado un papel protagónico o de respaldo en la vida cotidiana de un grupo social… cuando las técnicas con las que se construyó son peculiares o poco usuales… cuando es un ejemplar digno o suficientemente entero de una tipología arquitectónica del pasado… si alojó a algún personaje o grupo de personas o una entidad simbólicamente importante para cierta parte de la sociedad.

(Casas García, 2015 pp. 63-64)

Menciona, además, cuatro categorías de escala de valor patrimonial: patrimonio de valor ambiental, patrimonio de valor arquitectónico, patrimonio de valor emblemático y patrimonio de valor urbanístico. Muchas de estas categorías y clasificaciones bien pueden ser aplicadas para incrementar el inventario de bienes patrimoniales con los, hasta ahora, poco apreciados ejemplares o sitios de menor antigüedad.

Existe una tipología de bienes patrimoniales que puede ser, en algunos casos, considerada para su preservación: las universidades y sus campus o edificios. Es conocido el caso de la Universidad Nacional Autónoma de México, máxima casa de estudios en el país, y la declaratoria de su campus en Ciudad Universitaria por parte de la UNESCO como patrimonio cultural de la humanidad en el año 2007. Latinoamérica cuenta además con otro caso, la Universidad Central de Venezuela que ha recibido el honor de ser nombrada, en el año 2000, patrimonio de la humanidad en su campus principal, denominado Ciudad Universitaria de Caracas.

En estas escalas de conjuntos urbanos y con sendos edificios representativos de valor arquitectónico relevante, es relativamente fácil aceptar el reconocimiento como patrimonio, aunque a pesar de su riqueza evidente, han requerido de la iniciativa de grupos perseverantes e interesados para su postulación y posterior aceptación. Ambas universidades son públicas. Sin embargo, existen otras universidades que podrían considerarse también como aspirantes para la protección de su valor patrimonial, en las que podrían muy bien incluirse algunas particulares o privadas.

En Nuevo León, la historia de las universidades ha sido relativamente reciente, ya que las más antiguas son la Universidad Autónoma de Nuevo León (pública) fundada en 1933, la Universidad de Montemorelos (privada) fundada en 1942 y el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey (privada) fundada en 1943. Posteriormente, a finales de los sesentas y durante los setentas, se abrieron varias universidades entre las que destaca la Universidad de Monterrey (privada) fundada en 1969.

Las cuatro instituciones han aportado valor significativo a la sociedad a través de la formación de estudiantes con altos valores y compromiso social, y desde sus aportes como comunidades académicas de reconocido prestigio a nivel nacional e internacional. De la lista anterior, todas las universidades, con excepción de la Universidad de Montemorelos, están localizadas en el área metropolitana de Monterrey.

Podría pensarse que en Montemorelos, Nuevo León -una ciudad que aún no pasa de los 70,000 habitantes- habría poco para ser considerado como patrimonio; quizá el centro de la ciudad y algunas antiguas fincas. Incluso, desde hace algunos años, se ha iniciado el proceso para denominar a la ciudad como “Pueblo Mágico” pero no se ha logrado concretar. La ciudad vio su fundación en el siglo XVII y recibió el estatus de ciudad en 1825.

Existen en ella algunos edificios y sitios que constituyen elementos para la integración de un expediente que permite la postulación. Por ejemplo, la cronista de la ciudad Beatriz Bazán de Vaquero menciona que por varios años el Templo Parroquial Sagrado Corazón de Jesús fue el templo más grande de Nuevo León, cuya construcción comenzó en 1817 y fue inaugurado en 1912. Además de esta y otras edificaciones de la época, existen otros monumentos y sitios históricos que aportan valor al patrimonio histórico y cultural de la ciudad, tal es el caso de la Universidad de Montemorelos.

Hospital y Colegio, 1957

Hospital, 1946

Templo, 1950

La Universidad de Montemorelos (UM) se asienta sobre la antigua Hacienda La Carlota. Es interesante notar que Casas García (2015) define, en su libro Imaginarios interrumpidos: ensayo sobre el patrimonio inmueble perdido de Monterrey, el concepto de patrimonio como “hacienda que alguien ha heredado de sus ascendientes. Conjunto de los bienes propios adquiridos por cualquier título”. Esto permite apreciar ese sentido de recepción de un legado con valor, al menos familiar, y además histórico.

Cabe mencionar que los terrenos sobre los que inició la Universidad de Montemorelos, fueron adquiridos por un grupo de benefactores en 1942 por la cantidad de $75,000.00 pesos, contando con una superficie de 93 hectáreas y recibiendo a los primeros estudiantes procedentes de la Ciudad de México el 15 de abril de 1943. Curiosamente, la propiedad en la que actualmente se extiende el campus de la Universidad de Montemorelos, sigue siendo denominada como “La Carlota” por muchos habitantes de la ciudad y a la gente que identifican con la institución les llaman “carloteños”, haciendo remembranza de la antigua hacienda.

Imágen aérea de la Universidad de Montemorelos, estado actual.

En el libro Patrimonio moderno y cultura arquitectónica en Monterrey: claves de un desencuentro, el Dr. José Manuel Prieto, catedrático e investigador de la Universidad Autónoma de Nuevo León, menciona que existe el error de entender el patrimonio como algo muy antiguo y agrega que, el ciudadano común muchas veces se ve incapaz de percibir y por lo tanto defender el valor del patrimonio moderno; “Como suele ocurrir con la pintura abstracta, el gran público muestra indiferencia hacia algo que le resulta frío e inexpresivo, que no entiende desde el punto de vista cultural”(Prieto, 2014).

Esto sucede muchas veces con la arquitectura moderna. Comparte además, para la reflexión, que muchos profesionales tampoco son del todo conscientes del valor que tiene este tipo de patrimonio, lo que trae consigo una arquitectura moderna infravalorada. Es entonces que existe el gran peligro de que esta arquitectura sea elevada al estatus de cosa de expertos o intelectuales, por lo tanto, de minorías cultas.

El desarrollo principal de la Universidad de Montemorelos se divide en dos grandes etapas; la primera que va desde su fundación en 1942 hasta fines de los años sesenta y la segunda que abarca las décadas de los setenta y ochenta, ya con el estatus de universidad promulgado por el gobierno del estado el 5 de mayo de 1973. Parte de la arquitectura desarrollada durante estos períodos -con influencia de estilos funcionalista, streamline y californiano- narra la historia del momento en que se levantó su planta edilicia, en la que se heredan principios de diseño de arquitectos como Le Corbusier que tuvieron gran impacto en el pensamiento arquitectónico mexicano de la época y que además, con la participación de extranjeros provenientes de los Estados Unidos, completaron un campus con una imagen ecléctica en su infraestructura.

Con el paso del tiempo, la fisonomía de muchas de las edificaciones sufrió serias modificaciones, mutilando algunos de sus elementos. No es sino hasta el 2011, cuando se publica el Plan Maestro de Desarrollo Urbano de la Universidad de Montemorelos, que se hace una referencia clara en la documentación oficial de la casa de estudios para la conservación de edificios con valor histórico. Sin embargo, queda corta la redacción contenida en dicho documento, en el que solo se hace una mención muy escueta de algunos edificios. Aunque cabe reconocer que se realizó un trabajo de documentación fotográfica interesante para la elaboración del catálogo visual de las edificaciones existentes y una síntesis de la historia de la universidad a través de sus edificaciones expuesta en un mapa esquemático del campus (Bernal, 2010).

Es importante recordar que una de las principales características de la arquitectura moderna era el énfasis en su carácter temporal, incluso se consideraba que los edificios debían ser adecuados a las épocas en la posteridad para responder a los valores contemporáneos. Cabría preguntarse entonces aquí, ¿será posible, que, al construir la universidad, el pensamiento de los promotores era de una duración caduca y que otras generaciones terminarían demoliendo y construyendo algo más adecuado a su época? ¿qué pensamientos o ideologías influyeron en el pensamiento de los constructores de esos años?

Por otra parte, la construcción de la universidad implicó la demolición parcial de algunas edificaciones existentes pertenecientes a la antigua Hacienda La Carlota, de las que hoy en día quedan algunos vestigios y memorias fotográficas. Incluso, se comenta que parte del material recuperado de las demoliciones fue utilizado para la construcción de la primera escuela y dormitorios, sin que a la fecha se haya podido corroborar esta versión.

Esto nos permite entender, en parte, el pensamiento de los fundadores, que fue en cierto sentido paralelo a las líneas progresistas posrevolucionarias a las cuales Lupercio (2015) hace referencia en su libro La arquitectura posrevolucionaria del noreste de México (1917-1940).

Imágen aérea de la Universidad de Montemorelos, estado actual.

En otra línea de pensamiento, Prieto, J. (2014), menciona que “Una vez construidos muchos edificios hacen que el sentido de propiedad o pertenencia se transfiera indefectiblemente del arquitecto o creador al conjunto de la sociedad que los recibe, usa y termina proyectando sobre ellos determinados significados y carga simbólica”. A partir de esta frase se puede reflexionar otro punto a tratar en el presente documento: La carga simbólica y la memoria a través de la cual cobran valor los edificios y contextos para un grupo social determinado. Las personas asocian significados y valores a los objetos materiales proyectándose en los mismos y como decía Lefebvre, a través de su multicitado libro “La Producción del Espacio”, el espacio es una extensión del sujeto (o grupo social), así como la telaraña se convierte en una extensión de la araña. (Lefebvre, H. 1974).

Con relación a esta apreciación de los espacios por parte de la comunidad universitaria, es interesante observar que las diferentes generaciones perciben, desde diferentes perspectivas, los mismos espacios y así mismo se puede mirar cómo cambia la escala de valores de acuerdo con la edad y experiencia de los usuarios. Ejemplo de esto son las recientes remodelaciones que han modificado la imagen del campus, en las que se han modificado significativamente las fachadas de algunos de los edificios, como es el caso del comedor universitario remodelado en el año 2014. Para las nuevas generaciones representó un cambio positivo hacia lo “moderno”, y para otros usuarios del espacio, con más años en la institución, representó un choque visual respecto a la imagen que guardaban en la memoria de la fachada original que databa de los años setenta.

Y hablando de memoria, en su tesis titulada Donde habita el olvido: conformación y desarrollo en el primer cuadro de la ciudad de Monterrey, 1980-2007, Sánchez, J. (2018), hace una interesante simbiosis entre nostalgia y memoria como conceptos asociados al patrimonio. Ambos conceptos están ligados, ya que la nostalgia se relaciona a los sentimientos de pérdida y para tal relación es necesaria la memoria. Por lo tanto, se consideran como dos conceptos indivisibles. Respecto a esto, cabe recalcar que la memoria y la nostalgia que existen en las universidades, a través de las experiencias de distintas generaciones, conforman un alto valor imputado a los espacios y que permitirían abogar en pro de la conservación y preservación de estas o bien, hacia su descuido y destrucción.

Un último concepto que da pie para posteriores reflexiones, es el mencionado por Lupercio (2015), en la introducción a su libro antes mencionado, en el que señala que “no se debe perder de vista la carga ideológica y política intrínseca en todo monumento”. Es claro que las ideologías religiosas también inciden en la construcción del espacio. Tal es el caso de la Universidad de Montemorelos en la que su modelo educativo está alineado a los valores cristianos promovidos por la Iglesia Adventista del Séptimo día, y que, desde su fundación, se han mantenido presentes a pesar de haberse constituido poco tiempo después de períodos de persecución religiosa y limitaciones ejercidas por parte del gobierno.

Esto se hace evidente en la construcción de sus tres templos como testigos de tres momentos históricos; monumentos que serán tema de otro estudio. Es entonces que se puede concluir que, las universidades constituyen en la historia de su espacio alojada en la memoria de sus exalumnos, en las modificaciones espaciales a través de los años, en su presente y los usuarios que recorren sus pasillos y ocupan sus aulas y en los espacios más simbólicos, un legado insustituible. Mantienen su esencia de ambientes formadores traspasando las barreras del tiempo y del lugar, transportándose de lo imaginario a lo tangible y de lo construido a lo etéreo.

Este fenómeno por supuesto no es particular de una zona geográfica determinada o de una institución de educación específica; es en sí la esencia de muchas de las universidades a nivel mundial que sufren la infravaloración de sus ambientes físicos y las mutaciones sin conciencia de sus espacios. Se espera que este artículo despierte en el lector la sensibilidad para apreciar los ambientes educativos como parte del patrimonio y actuar hacia su preservación.

Referencias

Bernal, M. (2010) Plan Maestro de Desarrollo Urbano de la Universidad de Montemorelos en el Municipio de Montemorelos, Nuevo León. Trabajo de tesis presentado para obtener el título de Licenciado en Arquitectura. Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente. Tlaquepaque, Jalisco, México.

Casas García, J. M. (2015). Imaginarios interrumpidos. Monterrey, México: Consejo para la Cultura y las Artes de Nuevo León

Lefebvre, H. (1974). La production de l’espace, París: Éditions Anthropos

Lupercio, C. (2015). La Arquitectura Posrevolucionaria del Noreste de México (1917-1940). Centro de Documentación y Archivo Histórico de la Universidad Autónoma de Nuevo León.

Prieto, J. (2014). Patrimonio Moderno y Cultura Arquitectónica en Monterrey: Claves de un desencuentro. UANL - FARQ. Fondo Editorial de Nuevo León.

Zavala, J. R., & Guajardo, C. G. (1996). Historia de la educación superior en Nuevo León. Universidad Autónoma de Nuevo León, Centro de Información de Historia Regional.7

75 años transmitiendo un legado de visión y generosidad 1942-2017 (2017) Edición especial conmemorativa del 75 aniversario de la Universidad de Montemorelos. Producido por la Dirección de Desarrollo y Relaciones Institucionales. Ed. Impresos Fuentes, Ciudad Guadalupe N.L.

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